Guillermo Carmona Rodríguez


A la sombra de los mundos de Piad

A Ylona puedes encontrarla en cualquier bar perdido en una oscura callejuela de un espacio-puerto. Seguro observa a contraluz el brebaje dorado de su interior, fermentado del musgo de una lejana luna congelada, y que de tan fuerte está prohibido en la mitad del Cúmulo de planetas. Déjala en paz. No te acerques a ella ni para preguntarle en qué momento del ciclo de rotación estás. No se molestará en observar el comlog que lleva en la muñeca. Solo te arqueará una ceja y dirá “Vete al demonio”.

Nadie puede interrumpir su lento proceso de autodestrucción. Si quieres ayudarla dile al barman que le sirva un trago que va por ti, el lector de a “A la sombra del Mundo Hogar”, dile que va a la cuenta de Piad, quizás así se digne en mirarte, quizás así te cuente parte de su historia

A la Sombra del Mundo Hogar (Casa Editora Abril, 2022), novela del joven autor Raúl Piad Ríos (Matanzas, 1989) y ganadora del premio Calendario, convocado por la AHS, en la categoría ciencia ficción en el 2021, nos cuenta la historia de Ylona Ibarra. Es la misma a la que ahora el barman, una especie anfibia de un planetoide en la periferia del Cúmulo, le ofrece con una mano membranosa el trago que le pagaste.

Ella después de trabajar por algunos años de independiente, una fusión entre detective privada y mercenaria, regresa a Vangelos por el llamado de una vieja amante y traficante de información, quien necesita que localice a un empleado suyo que posee la identidad de un pez gordo anónimo que puede cambiar la estructura de poder del bajo fondo del universo.

A partir de ahí se desarrolla una trama donde se intersecan lo policiaco, esa que Borges llamó la más pura de las literaturas porque toda ficción busca develar una verdad, pero lo oculta con rejuegos líricos y menudencias, pero Ylona, como te pudiste percatar, no tiene paciencia para juegos, a ella dale un objetivo y suéltala tras la pista.

Sin embargo, ella no es holmiana, es decir este tipo de detective analítico sin conflictos internos, sino más cercana a los protagonistas de las novelas negras; dentro de ella lleva extraviado en algún alelo terrícola y literario, el legado de Phillip Marlowe, de Sam Spade, del Deckard de Harrison Ford en Blade Runner. Es decir, gente que de interactuar con tanta gente rota algo hizo crack dentro de ellas y solo el sarcasmo y el alcohol pueden mantenerlos coherentes.

Quizás lo policiaco sea lo aparente-evidente; no obstante, no constituye el leit motiv de la novela. No es lo que impulsa la evolución de los personajes ni lo que provoca la reacción en cadena de acontecimientos que nos conduce al final del libro. Esa función le corresponde a la más vieja de las trampas, el amor, entendido como la búsqueda de la felicidad al crear lazos afectivos y recíprocos con otra persona o en este caso con una djalshi. Ylona regresa a Vangelos en búsqueda de redención y nostalgia, más allá de las recompensas monetarias prometidas y sin esa justificación, sencillamente, hablaríamos de un texto completamente diferente. 

El worldbuilding (la construcción del mundo, de la sociedad) se basa en la space opera clásica, con su respectiva diversidad de planetas, especies extraterrestres y naves espaciales que pueden viajar a velocidad de la luz. La ciencia ficción hace mucho tiempo que no es propiedad exclusiva de la literatura, sino que se ha movido hacia otras plataformas y otros lenguajes como el comic y los videojuegos. Quizás esta sea una de sus mayores fortalezas, porque el escritor puede apropiarse de diversos códigos que cuando vierte en la hoja de Word en blanco da un resultado diferente. En A la Sombra del Mundo Hogar esto se nota, sobre todo, en el ritmo de la narración, con similitudes a la sucesión de las viñetas de un comic y al uso de motivos e ideas de videojuegos de culto como la saga Mass Effect.

Raúl asume un narrador en tercera persona, mínimo y minimalista, sin grandes aspavientos, pero efectivo como herramienta para poner en movimiento a los personajes y para bosquejar el contexto tecnológico, muchas veces que rozan la hard ciencia ficción (tecnicismos y explicaciones científicas sobre objetos y procedimientos que sirven de utilería en el texto) y los retruécanos sociales del escenario en que transcurre la novela.

Ylona recibe el trago que el barman le brinda. Este señala hacia donde estás tú con su mano membranosa y ella te observa de arriba abajo. Hace un gesto con la cabeza para que te acerques. Acuérdate que tienes que decir, “Vengo de parte de Piad”. Entonces ella te regalará una sonrisa fría y filosa, “Si no quiere que le rompa los dientes, pregúntale a Piad qué significa, por fin, la frase, A la sombra del Mundo Hogar”; te advertirá y luego se tomará todo el contenido del vaso con un trago.      



Solo la huida diferencia a los habitantes de Marte de los marcianos

Pablo, solo te diré algo: Sí es sí, asere. Sí me leí tu primer libro Habitantes de Marte, compadre, y sí, me gustó dos mundos: uno azul sobre el cual comentan que la vida que lo mata nació gracias al trueno y la casualidad, y en el cual un poeta de apellido Zurita le cantó al espinazo de la tierra; y otro rojo donde máquinas de la Nasa toman muestras y muestras de sus suelos en búsqueda del líquido potable y posible y donde dicen que habitan los outsiders y desde donde Rosita Fornés llegó en un platillo volador de celofán y cartón mientras cantaba Los marcianos llegaron ya y llegaron bailando chachachá

Me costó entender la diferencia entre los habitantes de Marte y los marcianos. Después de meterle coco y alma y entraña logré comprenderlo. El marciano nació allá, allá arriba, se ganó su gentilicio y en Wikipedia y en Ecured lo dirá así, Fulanito de tal (Martes 1995- hasta el infinito), pero los habitantes pueden ser de Júpiter, de Comala o de un barrio residencial de Matanzas. 

Son personas a la fuga, gente que teme que si pisan la tierra se volverán árboles, la carne vuelta madera por el pecado de la inmovilidad (la espiritual, la emocional). Quizás no seamos marcianos, pero todos de una manera u otra, cuando la realidad bubónica nos enferma, hemos vacacionado en los campismos de Marte.

Reconozco que me leí tu poemario, ese que publicaron por Ediciones Aldabón, de una sentada, en búsqueda de un escape del Muermo. Tu poesía me recuerda a una mesa de billar. Imaginé que tus versos chocaban contra los cuatro laterales de la mesa: el primero, la cultura pop, en el cual Iñarritú habla de superhéroes de alas caídas, aunque confieso que prefiero los Amores Perros que Birdman, las caídas nunca han sido lo mío; el segundo, el canon occidental, el de Harold Bloom; el tercero, el universo newtoniano, la realidad que el hombre se rompe la cabeza por entender e inventa palabras cómicas para nombrar los fenómenos que no entiende; y por último la intimidad, la introspección que es la chispa primigenia necesaria para rozar la belleza de la vida, aquí o en el Magreb.  

Tú golpea la bola blanca y el resto, por la verdad de Oppenhaimer, choca contra los bordes de la mesa de billar. Así comienza el juego y rejuego poético y entonces entre intertextualidades y sujetos líricos te verás.

Son poemas y divertimentos. Dicen expertos que los niños descubren el mundo a través del juego. Asimismo, lo haces tú, recurres a la experimentación que viene desde la vanguardia artística de principios del siglo XX que se atragantaban con croissant. No obstante, este poemario no se pudo haber escrito ni en París ni en la Conchinchina, es demasiado cubano. Sus principales tesis provienen de las paradojas de la realidad cubana surgidas de la dicotomía entre un ideal y la leche de dieta. Entonces el individuo, cansado de la espada y la pared, de Escila y Caribdis, del sartén y el fuego, decide darse un paseíto por las estepas marcianas.

Nunca he creído que 1995, nombre del poema que da inicio al libro, sea un año tan cool como quieres hacernos creer. Sin embargo, constituye el punto de partida para él, el contexto espacio temporal que lo definirá, aunque como confiesa, es un año que no recuerda. Nuestro sino no podemos ir a comprarlo en un mercado ideal. Nos toca y como tal hay que asumirlo. Solo nosotros decidimos si con la máscara de la tragedia o de la comedia. Brian no se decanta por ninguna de ellas y se decide por una máscara en los últimos tiempos de moda en las letras insulares: la nostalgia. 

No sabemos cuánto alimenta un poema (pregunta que Pablo lanza en el texto “Información nutricional”), pero los bebedores viejos dicen que para quitarse el aliento etílico se debe masticar papel; así que quizás no alimente, pero sí te ayuda a combatir la resaca provocada por las rutina de los ómnibus articulados y este calor que te hace pegarte a las sombras.

Pablo G. Lleonart, mi hermano, gracias por la poesía, gracias por el viaje, aunque te maldigo porque después del viaje toca el regreso ¡Cómo duele el regreso, coño, cómo duele! Dicen que en el 2030 partirá la primera nave desde la Tierra hacia Marte para colonizar el planeta. Por favor, no te alistes ahí, y si lo haces, déjanos, por favor, un par de poemarios como Habitantes de Marte.  



El frío es un estado mental

Reseña del libro Los hijos del invierno de Luis Enrique Mirambert

 

Pudimos ser fotógrafos de la National Geographic especializados en ortodoncia para leones. Pudimos ser los carteros de Bukowsky, los muchachos que le traían los periódicos a Lenin, vendedores de sierras eléctricas en Wall Street; dueños de La casa de la bella durmiente y le entregaríamos a Nobokov cada noche una muchacha diferente. Pudimos ser reposteros en París y cocinar los croassant que se comerían los snobs en un café a orillas del Sena.

Pudimos haber sido todo y eso y más; pero no, somos hijos del invierno, justifica Luis Enrique Mirambert del Valle en su primer libro publicado por Ediciones Aldabón con diseño de Johan Trujillo. 

En esta Isla no existe invierno. Según los expertos solo hay estación seca y otra lluviosa, pero con el primer soplo de viento que medio erice el vello de las muñecas nos volvemos cazadores de focas en huecos horadados en el hielo. Nos disfrazamos de esquimales. Nos volvemos una falsa de nosotros mismos. Si tenemos que sustituir exportaciones, sustituimos hasta el invierno; porque la colonización cultural nos hace llorar cuando pensamos en la nieve.  

Tal vez, si nos remitimos a los manuales de historia y geopolítica, pudiéramos decir que somos hijos del invierno porque somos las generaciones (aquellos nacidos en los 90) que sobrevivimos a la caída del muro de Berlín. Sin nada que hacer y en lo que caminamos hacia el sur dejamos que la libido sea la brújula. No habrá calor más reconfortante que el humano; ya sea para rellenar algún vacío primitivo de la carne, o para cuestiones más sencillas como la identidad y el arraigo.

Bajo estos códigos se mueven los personajes de este libro y también un suprapersonaje que es el narrador, cuya voz suena detrás de cada historia que, aunque escritas con personas gramaticales diferentes o con diversas mudas de nivel de realidad, comparten una intención comunicativa rectora: Vivimos en futuro después del futuro.

Como escribiría Harold Bloom sobre Goethe: Luis es mucho Luis; sin importar lo que cuente, su estilo se impone por encima de la historia. Ahí una musicalidad omnipresente que tal vez provenga de su práctica como poeta, la banda sonora del universo Mirambert.

El autor hace gala de diferentes técnicas y estilos, pero que no se vuelve una cacofonía, sino más bien —no diré sinfonía porque sería cliché— un bolero de victrola en una versión que le agrega un poco de funk, un poco de música electrónica y rock and roll.

No creo que se vayan a agotar en las librerías del día a la mañana este título, pero igual cómprenlo porque el frío en esta Isla no es una condición atmosférica, sino un estado mental, y con los Hijos del invierno quizás nos deshelemos un poco por dentro.



Carlo Fidel frente a los espejos cóncavos de Lucas

Pararse frente al espejo es percatarse de que nunca estamos solo y descubrimos, además, una verdad aún más aterradora: convivimos con el enemigo. En el vidrio está contenido “los otros yo” (el payaso, el dador, el mimo, el ingenuo, el severo, el hippie), infinidad de caracteres que nacen del ánimo y la circunstancia. Y a veces queremos que nos nazca el poeta y aparece el bufón, o solicitamos a lo más sagrado por el valiente y hallamos al apático.

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Objetos de cuarentena: Viaje por un subconsciente ajeno

Témele a un hombre encerrado. Témele a un hombre que se mira por dentro, porque la otredad parece desconcertante, viral. Témele a un hombre cuando comienza a deshilvanar su pensamiento como el hilo de Ariadna para escapar de los laberintos de la soledad y la esterilidad. Témele a Julio César García y a su exposición Objeto de cuarentena, inaugurada en la galería Pedro Esquerré de Matanzas, porque ir tan dentro de un cerebro y sus procesos creativos nos coloca en perspectiva nuestras propias experiencias y maneras de vivir el encierro y no siempre saldremos con un saldo positivo de esta introspección.

La muestra más allá de volverse un fenómeno que inspira la contemplación estática de ciertas piezas, fragmentos pulidos de la mente del artista, te invita a presenciar lo evolutivo, lo dialectico del proceso de creación. “He querido alejarme de cualquier prejuicio y hacer lo que he querido en cada momento. Y compartir eso con un posible espectador”, confiesa Julio.      

Desde que uno entra a la galería te atan con un nasobuco-camisa de fuerza para darte a conocer el punto de partida la exposición: el reclusión física que desde hace más de siete meses vive la Isla. Luego te mueves por el local guiado por señalizaciones en el suelo que muestran de manera cronológica el surgimiento de las piezas. Tú, como público, no tienes derecho a decidir. Tú aceptaste este viaje por un subconsciente ajeno, así que solo sigue las precintas amarillas en las baldosas.

Primero encuentras una serie de fotografías de objetos de la cotidianidad: cucharas desechables, chancletas, cintos reconceptualizados a través de un título que te conducen a una reinterpretación visual de los mismos al forzarte a un símil, a una metalectura de los mismos; así el primer plano de una plancha se vuelve la cabeza de un lagarto.

“Primero empecé a tirarle foto a los objetos; algo diferente a lo que había hecho hasta el momento, porque trabajaba sin presupuestos estéticos y sin tener en cuenta muchas cosas. Me di cuenta que lo que estaba haciendo era documentar objetos que poseen cierta poesía. Así salió esa primera etapa de trabajo.”

Después, en otra parte de la muestra, en un cambio de formato, se proyectan en la pared nueve recipientes de comida que se arman de a poco.

“Empiezo a dibujar. Yo llevaba más de siete años sin tocar un lápiz. Hago dibujos de frascos de alimento gracias a la interacción con el público, porque esos frascos me lo enviaban las personas con los productos que consumían en la cuarentena. Esas imágenes las descomponía en 11 fragmentos y luego montaba un video con cada parte, y así hice nueve deconstrucciones.”

La mente posee pulsaciones, ansias, oscuros caminos, y en un rejuego semántico con la muestra de Julio después de sobrepasar la reinterpretación de los artefactos de la cotidianidad, chocamos con el “objeto del deseo”, expuestos en “Encontrando a la pelúa”, óleos que en un guiño al arte pop nos enseña el rostro de una mujer desconocida en diferentes facetas.

Por último, encontramos dos fotografías del creador a tamaño real. “Uno, como ser social, puedes ser el objeto de algo que te supera a ti mismo, una idea que me llega a través de lo que veo en las redes sociales, en la televisión, y ahí aparece el autorretrato, porque yo también me veo afectado por la situación, yo también me noto superado, usado.”

Existió la transformación del “objeto para sí” a través de la apropiación artística, así como su comunicación, mediante diferentes formas y formatos, al “objeto en sí”. La comprensión del hombre y del mismo creador como miembro de la raza humana, como parte de designios y estructuras que lo vuelven un número, una cifra, un valor de uso, en este caso, la Covid 19.

Por lo que, si no temes irte de excursión por percepciones foráneas, si no temes sumarle a tu propia interiorización del tiempo de cuarentena la de otro ser, no siempre positiva o feliz, entonces acércate a la Pedro Esquerré en estos días.



Frank David y las percepciones violentadas

Te encañonan con una imagen en la sien y te dicen que te revolverán los sesos de un disparo: un color te perforará el hemisferio izquierdo, te dejará un caos de emociones fracturadas, y luego continuará su trayectoria por el hemisferio derecho e impulsará un efecto dominó de neuronas que pondrá en perspectiva todo aquello que has razonado, que has asumido como verdades inapelables. El proyectil saldrá de tu organismo, pero hará que pierdas las nociones de los relojes de pared y de los despertadores electrónicos al causar esa experiencia extracorpórea, fuera del tiempo, fuera de ti, que debería provocar el arte comprometido.

El que te apunta, el que te amenaza con romperte los cánones clásicos de lo kitsch- pastel es Frank David Valdés Hernández, joven artista plástico matancero que metamorfosea lo agresivo –entendido como la manera de empujar al espectador fuera de su zona de confort visual– en transgresor, tanto en un enfoque conceptual como estético. “Uno al final quiere que la estética quede como una verdad”, confiesa.

Graduado de pintura en la Escuela Vocacional de Arte, instado por su periodo de servicio social en el Consejo Provincial de Artes Escénicas decide inscribirse en el Instituto de Superior de Arte, donde se gradúa de la especialidad de Diseño Escénico.

XI Bienal de La Habana / Muestra Colectiva «No le temas a los colores estridentes»/ tomada del perfil de facebook de Frank David

Sin embargo, con frecuencia los intereses de las personas no se circunscriben a una sola área y, sobre todo, en los artistas que buscan maneras nuevas de expresarse; por ello existen muchos Frank, desde el punto de vista creativo me refiero, pero que parten de un mismo núcleo: el lenguaje visual.

tomada del perfil de facebook de Frank David

Además de su obra plástica personal, ilustra libros para Ediciones Vigía, donde sigue los pasos de quien reconoce como uno de sus mentores, Rolando Estévez; ha diseñado escenografías para El Portazo, en obras como CCPC República Light, y ahora se ocupa de su próximo estreno, Todos los hombres son iguales, aunque también explica que le interesa el diseño gráfico, proyectar carteles, portadas de discos, etc.

“Al principio me pareció un poco chocante cambiar la manera de pensar al asumir el texto literario para Vigía, un texto dramático para el teatro o la idea artística para las artes plásticas; pero, al final, se unen en uno mismo. Todo entretejido tiene mayor fuerza”.

A diferencia de las artes en “puro” que son un diálogo interior, una búsqueda introspectiva, en el diseño sí se depende de un referente externo, de un cliente, de un compromiso, que a veces puede suscitar un rompimiento con el acto de libertad creativa. “Incluso uno como diseñador siempre intenta dejar sentir su voz, más allá de que trabajes para un evento o autor determinado”.

Si colocamos a Frank en una línea de sospechosos entre otros pintores, otros ilustradores, otros escenógrafos, y tomáramos su obra como el dedo acusador para identificarlo, entonces él mismo, antes que lo señalemos, definiría sus concepciones, sus manías… 

tomada del perfil de facebook de Frank David

“Yo trabajo con temas autorreferenciales que tienen que ver con la familia, con las apariencias, casi siempre intento llevarlo todo por esas vertientes. Tengo una paleta de color que me caracteriza: las tonalidades estridentes, con altos contrastes. Lo formal está dado por la mezcla de todos esos saberes que, tal vez es lo que me haga único: el diseño escénico, la ilustración, las artes plásticas en sí.”

Él ha tenido un 2020 de éxitos profesionales, que incluyen su participación en diversos concursos y eventos. Formó parte del Post-It, iniciativa convocada por el Fondo de Bienes Culturales y que es el equivalente a la Bienal de La Habana para los jóvenes artistas plásticos; mereció el tercer lugar en un concurso online convocado por Arte Morfosis –una galería que radica en Zurich–, donde su obra obtuvo el mayor número de likes; además, prosigue su trabajo con El Portazo y Ediciones Vigía

tomada del perfil de facebook de Frank David

Este habano-matancero, que vive entre la capital –donde imparte clases en el ISA– y la Ciudad de los Puentes, se declara orgulloso de su tierra natal. Continúa, día tras día, con su multiplicidad de facetas, sin miedo a romperse, sin miedo a dejar detrás de sí cabezas revueltas, percepciones violentadas, porque hay que “disfrutar el proceso de la creación siendo sincero con uno”.



Resiste, mi vida, que estamos on line

La conexión daba bateo, y del bueno. Dijeron que era de 10 megas, pero con esa lentitud parecía que la habían diluido, como el cloro, al 0,1 por ciento. Se quiso utilizar la webcam de la laptop propia que llevó Yadiel Duran, el presidente de la Asociación Hermanos Saíz AHS en la provincia, pero parecíamos un video de esos donde pixelan los rostros de aquellos que no quieren que los identifiquen, pero esta vez de cuerpo entero. Al final una productora prestó su I Phone con 4G para poder filmar.

Ese viernes 3 de abril se haría una transmisión on line donde la AHS ofrecería lo mejor del arte joven provincia por provincia. Matanzas no se podía quedar a la saga. En este momento donde el arte toma una importancia insospechada porque, aunque el cuerpo esté en cuarentena, la mente y el espíritu deben ser más libre que nunca. Y, aquí, somos el segundo territorio con más infestados, aunque tengamos una quinta parte de la población de La Habana.

Por ello los trovadores Lien Rodríguez, Carlo Fidel Taboada y Javier Sánchez junto con los poetas Luis Enrique Mirambert y Adrián Zurbano y este narrador se reunieron para ofrecerle a la audiencia fragmentos de su obra. Cada uno desde su poética particular, algunas pesimistas pero que funcionan como sicología inversa, otros donde resalta el EROS como el anverso a la desesperación de estos tiempos virulentos.

Todo se hizo contrarreloj. La transmisión por StreamingCuba acababa a las 4 de la tarde y nosotros comenzamos a las 3:50 P.M. No terminaba un poema y ya el I Phone apuntaba a un músico. No sabíamos si se entendía lo que decíamos. Hubo una orden que los escritores leyeran con nasobucos y temíamos que los textos sonaran como los gemidos de un perro pateado; pero había que dar el ejemplo. Ya éramos una aglomeración de personas por tanto no tener las mascarillas puestas sería llevarle la contraria a decenas de spots publicitarios y al sentido común.

foto: guillermo carmona

Todo acabó. Tres horas de espera para algunos; para otros que estaban en la Dirección de Cultura desde las 9 de la mañana, más de siete. Entonces a desarmar el tinglado: quitar la lona con el ícono de la AHS, la bandera de Cuba y volver a la casa de uno: los trovadores a endurecerse más la punta de los dedos al practicar con las guitarras, los escritores al solitario oficio de vaciarse encima de la hoja en blanco o, ambos sencillamente, a esperar que todo pase y podamos decir que fuimos la generación, los sobrevivientes, del Covid-19.

A uno le entran sus dudas acerca de la pertinencia de esta iniciativa. No todos tienen acceso a Internet. No todos tienen una conexión que les permita abrir YouTube o reproducir un video en Facebook en alguna de las cien páginas que se compartió. No a todos les interesa un grupo de artistas desconocidos, o solo conocidos en un pequeño círculo conformado por otros artistas o snobs o culturosos o seudointelectuales.

Sin embargo, alguien, aunque sea por error, porque los algoritmos de la red privilegian las transmisiones en vivo y Facebook le envió una notificación a esos amigos que no son amigos, aunque una pestaña en tu biografía digital te lo asegure y el aburrimiento lo empujó a quedarse 10, observó a un grupo de jóvenes con cara de cumpleaños o, por lo menos, lo que se podía adivinar tras el nasobuco en un intento de llevarles un mensaje de decirle: Resiste, mi vida, que estamos on line.



Tinta fresca para la literatura matancera (+ video)

Los días 8 y 9 de este mes se efectuará el certamen literario Eliecer Lazo, evento dedicado al mundo de la tinta y las metáforas más importante que organiza la Asociación Hermanos Saíz en Matanzas. Aunque, lo más correcto sería decir que concluirá, dado que se prepara desde que se lanzó la convocatoria para el concurso de poesía y narrativa destinado a jóvenes escritores de la provincia.

Los interesados podrán acercarse a la sede de Ediciones Aldabón, ubicada en la intersección de las calles Milanés y 2 de Mayo, para disfrutar de variadas actividades, pues cada día estará dedicado a un género diferente (primero poesía, y segundo, narrativa).

Durante las jornadas la cita incluirá un conversatorio con el afamado escritor Jesús David Curbelo, así como un coloquio sobre la condición de los narradores en una ciudad como Matanzas, conocida tierra de poetas por antonomasia.

Concurso Literario ELIECER LAZO. 8 y 9 de Noviembre. Spot Aliesky Perez Lopez Producción: El Almacén y AHS Matanzas.

Publicada por Yadiel Duran en Domingo, 3 de noviembre de 2019

En la noche del viernes, en el Patio Colonial, sede de la Casa del Joven Creador matancera, el público disfrutará de un concierto de Atenas BrassEnsemble; mientras que el sábado se premiarán a los ganadores de la competencia y se cerrarácon una presentación de la Trovuntivitis, el reconocido grupo de trovadores santaclareños.

La promoción y espacios a los más jóvenes escritores de la provincia constituye uno de los objetivos fundamentales del “Eliécer”; al igual que llegar a una audiencia que con el dinamismo de la vida moderna se vuelve reacia a la lectura y el arte que se desprende de ella. La tarea es inmensa, pero así de grande deberán de ser los esfuerzos e iniciativas.