escritor


Martha Acosta Álvarez, un laboratorio de ciencia y ficción

Algo hay dentro de Martha Acosta Álvarez. Tal vez es una mezcla de la ambigüedad propia de los treinta —a medio camino entre la juventud y la madurez— con todos los conocimientos y destrezas que puede tener alguien que estudió una carrera de ciencias; sumado eso a pasiones latentes por la literatura. Tal vez, aquello que la distingue resulta de la inquietud propia de las personas capaces de crear poesía, cuentos, novelas… Quizás, sea solo talento. [+]


Fisura de luz

Para crecer fuerte, primero se debe

hundir las raíces en la nada, aprender a

enfrentar la soledad más solitaria (…)

Debes estar dispuesto a quemarte en

tu propia llama… ¿Cómo puedes volverte

un ser nuevo y fuerte si primero no

te transformas en cenizas?

 

Nietzsche

 

De una grieta nacen estos cuentos, dice su autor y automáticamente imagino personaje tras personaje saliendo de la estrecha abertura en medio de una zona árida. Según emergen va llenándose de colores el mustio paisaje. Pasamos de cazador a presa, y viceversa, en el primer cuento que regala Deambulantes: segundo libro publicado por el sello editorial Primigenios, del escritor habanero David Martínez Balsa. Una vez más, la entrega del autor de Katabasis y Minutos de silencio afianza un estilo escritural estribado en la limpieza de una prosa firme, certera, que deja reconocer la pluma de su autor línea a línea conforme avanza.

Naturaleza marca bien la pauta de todo el cuaderno, haciéndonos saber que el entremés deja un gusto a “escudriño psicológico” muy bien llevado con el uso de la segunda persona narrativa, otra de las marcas de agua de Martínez Balsa, quien gusta además de enumerar las escenas en las historias, haciendo de tal maña un artilugio que dota al cuento de tensión, especie de recurso nemotécnico que logra surtir el efecto impacto de forma eficaz. Horacio es el primero que nace de esa hendidura, presto a volvernos caza fácil ante la gracia literaria de su autor.        

 

«Oculto detrás del espeso matorral, aguardas el arribo de tu presa. Apenas cambias la postura; tu respiración, lenta y muy sutil, se funde con el viento, desaparece entre sus murmullos. Te has vuelto un experto en pasar desapercibido. Al principio, eras un manojo de nervios, tan inquieto que hasta un ciego repararía en ti. Meses después, hallas difícil de aceptar la extensión de tus progresos. Ya mereces el título honorario de cazador, sometido a las disciplinas del sigilo, inmune al apuro o a las necesidades básicas del cuerpo».

 

Si alguna duda arribó a tu mente en la primera parada, Andar entre los vivos será el impulso que catapulte tus ganas hasta el final. En este texto asomarán las primeras conclusiones sobre el libro, sin duda alguna, la profundidad de sus personajes, el rebusque constante entre sus más intrínsecas manías y tormentos, será plato fuerte en la obra, alimentando nuestro morbo.

«De pie en el borde del hoyo, Heriberto empuja el cuerpo del oficial, que rueda y se precipita al interior, junto al resto de los cadáveres. Se acomoda bien el anillo en su dedo anular. Luego, empieza a internarse en la jungla, mientras intenta revivir cada paso que dieron los miembros de su pelotón antes de la emboscada, antes de que aquel primer balazo destrozara el pecho del Navaja. Esos pasos lo devolverán a casa, le permitirán convertir esta noche en una historia que rememorar en el futuro; otra hazaña a engordar su arsenal de anécdotas de combatiente».

 

Los cimientos, hace un stop necesario en el libro, una especie de sombra que devuelve el aire al cuerpo cuando se camina agitado.

 

«Después de la placa de la sala, el dinero se fue a pique y el mismo hueco por donde escapó, se trancó y no devolvió nada más. La casa quedó a medio hacer durante casi seis meses. Te partía el alma ver aquel híbrido, mitad concreto y mitad madera, igual a un cuerpo en un largo proceso de descomposición. Los huecos abiertos en el patio para los dados, los arquitrabes de las columnas ya listos, bueno, la mayor parte, porque las cabillas se perdieron del mercado negro; algunos sacos de arena tendidos en el cuarto designado almacén temporal de materiales, el olor a cemento que no se iba sin importar cuantos cubos de agua la vieja echara y le diera haragán».

 

La casa adopta un poco el protagónico en este texto, donde pareciera estar uno batiendo mezcla entre aquellos hombres para fundir la placa, es lo que provoca la cercanía que abraza la primera persona escogida con oficio por su autor. No obstante, pese a la tregua que muestran sus primeras páginas, a medida que progresa el cuento, reaparece el mismo hilo conductor de todo el compendio. La naturalidad de sus personajes hace que sientas cómo te susurran al oído, vas volviéndote cómplice de aquel dato que bien jugaba a esconderse desde el principio y tantas veces se desdibujó para luego unir de a golpe todas las hebras.

 

Miriam llena a uno de una mezcla de sensaciones a las que se hace imposible voltear el rostro. No hay forma de escapar ante el dolor, pitan los oídos mientras la almohada se afinca en la cara de su madre. El hedor que emana del cuento se nos cuela y se aloja en el encéfalo revolviéndonos el alma. El sentimiento de complicidad toca a la puerta, deambulante, y asusta. 

«En más de una ocasión alimentó la idea de detenerse, de apartar la almohada, pero las imágenes del pasado y de su futuro se estampaban una y otra vez contra sus ojos y Miriam solo conseguía apretar más y más. Al notar la ausencia de movimientos y los sonidos extintos, retiró la almohada. Un rostro macilento, roído por los años y las fauces del cáncer, le prodigaba una mirada de horror reforzada por una boca abierta, sin dientes. Miriam le cerró los ojos y colocó la almohada detrás de su cabeza. Se incorporó de súbito, presa de temblores, incapaz de controlar su respiración. Una súbita urgencia de vomitar la dirigió al baño, pero nada aconteció, salvo varias arcadas. Lavó los arañazos en su antebrazo y mientras el agua arrastraba la sangre hacia el tragante, Miriam notó la tensión desprenderse de ella cual una nube tóxica. Pronto, el alivio devoró la culpa y ya los días venideros perdieron la incertidumbre».

 

Uno a uno, sin chance a pestañear, siguen apretándonos fuerte los cuentos de este libro, con esa necesidad tan grande que se siente desde el inicio; es menester que escuchemos con atención, necesita decirnos algo, y lo hace. Hablar de Deambulantes, el texto que da título a la obra, me llena de pena. Un dolor me invade y llegado a este punto no seguiré reseñando en plural, no cabe, y apuesto, sin temor a equivocarme, que una vez avances hasta aquí, tampoco sentirás ganas de alejarte. Expectar desde la otredad, distante, no será una opción.

 

«—Sí, mientras haya alguien allá afuera, en el mundo de los vivos, que se acuerde de ti, que te mantenga en su memoria, pues entonces tus ropas nunca parecerán llenas de polvo, medio podridas, ni tú lucirás descompuesto.

—¿Y si no se acordaran de mí?

—Pues te verás más o menos parecido a la vieja esa. Aunque ella anda bien. No quieras ver los especímenes que me he encontrado yo. Pero no te preocupes, no tienes cara de ser mal tipo, estoy seguro que se acordarán de ti.

—¿Y cuándo no quede nadie?

—Si los tuyos mantienen fuerte tu recuerdo, siempre habrá alguien. Y suponiendo que la cosa se ponga bien mala, no te sofoques, ese proceso es lento».

 

Este, el quinto cuento del libro, hace que el folleto se reajuste el cinturón, acomode la camisa por dentro y apriete la corbata. La confabulación entre el personaje principal y su autor conduce las líneas de la historia, salta a la vista. El dolor se apropia de quien lee, nos vamos sabiendo víctimas de ese mismo derrotero algún día, quizá no muy lejano y una nostalgia tremenda anida en medio del pecho.

 

Bajo el sugerente título de Demonios en túnicas de hombre llega el sexto cuento, remarcando lo que ya en una entrevista comentaba sobre la atinada selección nominal de Martínez Balsa para sus obras. Con nitidez cinematográfica disfrutamos escena tras escena de esta especie de thriller literario que, aunque queda clara su naturaleza fría, no resulta en una crudeza visceral, y eso está bien, el lector siempre agradece las coherencias estilísticas y es que su autor se mantiene comedido ante ciertas tendencias donde lo gráfico tiende a sobrar cuando se ha logrado la atmósfera adecuada para que el mensaje llegue alto y claro.

 

Con ganas de un próximo cuento, debo admitir, arribé a DIRTY BUSINESS regodeándome en la camaradería que sentí por conocimientos afines a la temática, más, una vez en el fin de la primera escena, mis ojos se entornaron y frené de sumar inverosimilitudes en ese alter ego que se impone cuando conocemos a fondo de algo; ya no era posible reparar en tales simplezas, el texto obliga a prestar atención, toda la atención que requiere leer con esmero el ultimo cuento de un libro que tanto nos ha musitado al oído.

 

Con el mismo tono ecuánime de los anteriores, la limpieza estilística que ya va haciéndose notar claramente en la pluma de David Martínez Balsa, el lenguaje coloquial que caracteriza su narrativa sin rozar jamás el filo de los comodines que las jergas pueden ofrecer, ni verbo sensiblero alguno pese a los análisis que asoman en sus textos, con una pincelada de parábola quizá, llega triunfal este tercer libro del joven escritor cubano, cuyas grietas prometen seguir pariendo historias llenas de mundo.


De Media Luna a La Habana, por los caminos del periodismo y de la AHS (+Fotos y videos)

Por Yaicelín Palma Tejas

Cuando niño soñaba con ser pelotero, incluso practicó béisbol y estuvo en competencias provinciales. En esos juegos, medio que en broma, se ponía a narrar. Así fue naciendo la pasión por el periodismo de Yasel Toledo Garnache. Cogió la carrera con la aspiración de dedicarse al periodismo deportivo.

 

“La etapa en la Universidad de Holguín me cambió muchísimo como persona. Era bastante tímido. Fue en Holguín donde por primera vez fui al teatro, donde disfruté por primera vez del ballet. Tuve allí muy buenos profesores, incluidos algunos escritores como Rubén Rodríguez, Premio Nacional de la Crítica. Ahí fue naciendo el amor por la literatura.

“Comencé en algunos eventos del movimiento de artistas aficionados, premios a nivel provincial, a nivel nacional. En el 2013 entro a la Asociación Hermanos Saíz (AHS.

“Al graduarme comienzo entonces en el semanario provincial La Demajagua, en Bayamo. Ahí estuve casi un año. Luego pasé a la corresponsalía de la Agencia Cubana de Noticias en mi provincia. Ahí también obtuve varios reconocimientos, incluido el Premio Nacional de Agencia en el año 2017, y me desempeñé como director o corresponsal-jefe. Luego, pasé a ser subdirector nacional de la ACN.

“La etapa en la Agencia me aportó muchísimo en el crecimiento profesional y fue una experiencia que valoro. Estando en la Agencia, a propuesta de la dirección nacional de la AHS y con la aprobación del Consejo Nacional, comienzo a desempeñarme como Vicepresidente de la Asociación desde mayo de 2019. En Granma había sido vicepresidente de la Asociación y antes fui jefe de la sección de literatura, o sea, que ya había estado vinculado al trabajo de la organización”.

En la Agencia Cubana de Noticias.

¿Cómo tomaron tú y tu familia el cambio de rutina, tu traslado hacia La Habana?

A mí me suelen decir que soy demasiado soñador, y un poco raro también para algunas cuestiones. En verdad soy muy apegado a la familia y a las raíces, o sea, a ese ambiente de Granma y de Media Luna, municipio bastante alejado de la capital provincial, pero para mí tiene algo muy especial, quizás esa mezcla de mar, de montañas, playa y conocer la historia de ese lugar donde nació Celia Sánchez, allí fue el reencuentro de Fidel y Raúl en Cinco Palmas…

No quería venir para La Habana. Cuando me insistieron, dije que venía solo por dos años.

Sé que a mi familia también le dolió que viniera para acá ,como les ha dolido que estemos distantes durante varios años. Mi mamá también es muy apegada, con decirte que en toda su vida ella solo ha salido de Granma dos veces, cuando era una adolescente que estudió en Isla de la Juventud y cuando fue a mi graduación en la Universidad de Holguín. No obstante, siempre me ha dado mucha libertad, y no cuestiona mis decisiones.

Cuando hablamos de la posibilidad de venir para La Habana, me dijo que hiciera lo que yo deseaba, aunque vi la tristeza en sus ojos. En esta etapa de Covid hemos sufrido varios golpes duros en la familia, algo que no vamos a olvidar jamás, y cuando perdemos seres muy queridos nos duele más no poder despedirnos de ellos, ni siquiera verlos en los últimos días…

Me siento afortunado por la familia que tengo y siempre trato de ser lo mejor posible por ellos, como persona y como profesional, porque además nunca olvido los esfuerzos que ha hecho mi mamá para nosotros.

¿En qué te ayudó y te ayuda la AHS?

La etapa en la Asociación ha sido especial, y me ha ampliado la visión sobre temas y aspectos diversos. Creo que si en algún momento vuelvo otra vez a los medios de comunicación más directamente lo haré siendo mucho mejor como profesional y también como ser humano, con una visión más creativa.

La AHS me ha enseñado a debatir casi con fiereza, con mucha profundidad. Nosotros en la dirección nacional somos 13 personas y allí debatimos de manera muy fuerte; muchas veces votamos entre nosotros, eso nos obliga a tener en cuenta muchos aspectos, más allá de las decisiones personales.

La AHS tiene algo que encanta. Cuando uno la conoce por dentro, a profundidad, uno se enamora completamente de ella. Eso hace que algunas personas con 50 o 60 años se sigan sintiendo parte de la Asociación.

Primero me ayudó como joven creador, como miembro, con sus más de 150 eventos y jornadas de programación en los cuales uno puede participar y compartir con otros creadores de su generación, de todo el país, incluidos algunos relacionados directamente con el periodismo como es el caso de los eventos de radio, el taller y concurso Rubén Martínez Villena, el Almacén de la Imagen en Camagüey, el Antonio Lloga in Memorian en Santiago de Cuba…

La organización también tiene un sistema de becas que te permite soñar con hacer un documental, exposiciones, videoclips, discos, publicar libros, concretar obras de teatro…

Ya en la vicepresidencia nacional tengo la posibilidad de sentirme útil y ayudar a que todo lo anterior crezca lo más posible. Aquí tengo muy claro que mi función fundamental es ayudar a los demás, por eso es que uno quisiera tener a veces la capacidad de no dormir. En muchas ocasiones me critican eso, que mi número de teléfono se lo doy a todo el mundo, que me puedan llamar a cualquier hora del día…

Con mucha humildad, creo que mi aporte a la Asociación es voluntad, muchísimos deseos de que la organización siga creciendo, de que todos sus miembros sientan que la organización está viva y es consecuente con el espíritu creador.

En todo ese proceso uno constantemente está creciendo, en los eventos, en los espacios de intercambio. Aquí he aprendido a tener más paciencia, más calma, a pensar mejor las decisiones, a tener en cuenta visiones más plurales de todo, y eso es algo que agradezco.

Nosotros siempre decimos que la Asociación es una especie de ser vivo, que le aporta mucho a sus más de tres mil 500 miembros en todo el país, pero a la vez nosotros mismos con nuestra obra ayudamos a la organización a crecer.

En la célula de la AHS en el municipio de Jatibonico

¿Te limita tu cargo como vicepresidente de la AHS para desarrollar tu carrera como periodista y escritor?

Para mí estar en esta responsabilidad significa también abandonar un poco la obra personal. A veces me siento mal cuando pienso que antes escribía muchísimo, pero es una etapa que uno mira desde otro punto de vista, desde la satisfacción personal de ayudar a otros.

Ahora estoy realizando una doble función, como vicepresidente de la AHS y director de la revista El Caimán Barbudo, que constituye un reto muy grande por ser sin dudas una de las publicaciones culturales con más historia en nuestro país, la cual además está cumpliendo 55 años.

Eso me ha obligado a volver con más fuerza al periodismo, y me permite relacionarme con un equipo de personas que admiro y respeto.

La revista y la Asociación están muy relacionadas desde sus orígenes, pues el discurso de fundación de la AHS se publicó por primera vez en El Caimán Barbudo. En esa revista se publicó también la convocatoria a hacer un logo oficial para la AHS, y alguien muy querido por nosotros, Bladimir Zamora, fue miembro de la dirección nacional de la Asociación y era periodista dedicado a la crítica y a temas culturales. Todavía le llamamos “El Caimanero Mayor”. Esta dualidad es un desafío, pero a la vez me despierta mucha pasión.

En el programa televisivo Paréntesis.

Desde tu experiencia, ¿qué ha logrado y qué le falta a la AHS?

La Asociación ha logrado muchísimo en sus 35 años. Tiene una plataforma fuerte de becas y premios y también de promoción. Se dice fácil, pero somos jóvenes creadores quienes organizamos más de 150 eventos en Cuba, con todo lo que ello implica, no solamente el diseño artístico sino los aseguramientos logísticos, siempre con el apoyo del sistema institucional de la Cultura.

En cuanto a promoción tenemos programas que coordinamos y realizamos completamente desde la organización, como Paréntesis que tiene ya 15 años, y otros como Una vez al año, Del agua que bebemos, Entre nos, Activos desde casa, De vuelta a La Madriguera… Hace poco nacio En clave, por Radio Rebelde. Varias provincias tienen programas de la AHS, de radio y televisión.

A pesar de todo lo logrado, los desafíos son enormes y siempre será así. Nunca nos vamos a sentir satisfechos, y a la vez los propios asociados siempre nos exigen más. El reto permanente es que la AHS crezca cada vez más, que sea consecuente con sus esencias y que no pierda la capacidad de ser eternamente joven. El alma de la organización depende de nosotros y nuestra obra.

En el Almacén de la imagen, en Camagüey.

¿Cómo se tramitan los intereses de los asociados?

La AHS es una especie de puente, está también para exigir un mejor funcionamiento del sistema institucional de la Cultura. En sus espacios de debate tratamos de construir desde el consenso, pero también desde la diversidad, sobre todo en los meses más recientes cuando han existido situaciones muy complejas dentro del tejido cultural y social de la nación, la AHS ha sido fundamental en ese proceso de intercambio.

Tratamos de nutrirnos de las opiniones y las visiones de todos los miembros, para proyectar el trabajo.

¿Qué se debe hacer para pertenecer a la AHS?

Las puertas de la Asociación están abiertas para todos los jóvenes creadores del país. Es de manera voluntaria y a la vez selectiva, según la calidad de las obras.

Nos autodefinimos como la vanguardia artística joven del país, eso implica una responsabilidad enorme. Aspiramos a que dentro de la AHS estén los mejores escritores, artistas, investigadores jóvenes… de Cuba, con la capacidad de irradiar a todos.

Presentación de los libros ganadores del Premio Calendario, junto a Senel Paz.

Ya por último, después de todas estas experiencias, ¿crees que has superado la timidez?

Creo que todavía soy un poco tímido, lo que uno aprende a superar eso. La etapa de la Universidad fue fundamental. Recuerdo las primeras clases, en las cuales me costaba participar, hablar, porque me daba un poco de pena, pero a la vez en la propia Universidad asumí responsabilidades como presidente de la Federación Estudiantil Universitaria en el grupo, como director de la radio base de la Universidad, coordinando también una publicación impresa, dirigiendo una especie de sitio digital o foro que servía para debatir…

Obtuve diversos premios, y participé en varios espacios que me obligaron a ir venciendo la timidez como concursos, eventos, congresos. Dentro de la AHS es casi imposible demostrar timidez. El propio acto creativo y la necesidad de compartir con numerosas personas te obliga a despojarte de cualquier pena.

En las Romerías de Mayo.

(PUBLICADO ORIGINALMENTE EN RADIO REBELDE)

 


«Así es mi visión del mundo: maravillosa, absurda y mágica »

Un joven con el rostro ladeado, de mirada esquiva a “lo lord Byron”, es la imagen adjunta a la noticia que se comparte en varios perfiles de la plataforma de Facebook. “La Editorial Ácana anuncia el Premio Literario Bustos Domecq, el lauro es destinado al escritor holguinero Andrés Cabrera, con la novela Musita, el muy maldito, inspirada en Celestino antes del alba”.

Andrés Cabrera (Holguín, 1995) ha mostrado las posibilidades que brinda la reinterpretación y asimilación de temas, personajes, ambientes e imaginería popular en la conformación de su propio material narrativo.

El establecimiento del diálogo entre obras representativas de la novelística contemporánea cubana como Matarile de Guillermo Vidal, y Celestino antes del Alba de Reinaldo Arenas, le permite elaborar —a través del recurso mítico— una nueva visión de la realidad readaptada a nuevos conflictos.

Eres egresado del XXI Curso de Técnicas Narrativas del “Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso”. ¿En qué medida ha aportado en tu formación como escritor pertenecer a este tipo de talleres?

Creo que lo ha sido todo. El Centro Onelio significó un antes y un después para mí y para todo el que lo haya cursado; aunque pueda haber quien lo niegue.

El taller no te enseña a escribir, como bien lo ha manifestado en varias ocasiones el profe Heras León. La función del Centro es la de dotar de las herramientas necesarias para que tú, como escritor, logres hacer literatura. Escribir puede cualquiera, hacer literatura no. La escritura es un don. No son solo palabras, son pensamientos; y ahí es donde radica la grandeza.

¿Cuán necesario crees que deba ser el apoyo institucional para el desarrollo de los jóvenes escritores?

Creo que es fundamental. En una sociedad como la nuestra, muy enfocada en lo nacional, el papel de las instituciones ha de ser la de crear espacios que visibilicen las nuevas voces, no solo de la escritura, sino de todas las manifestaciones artísticas. En este sentido he de exaltar el trabajo de Ediciones La Luz y de su taller “Contar con La Luz”, dirigido en un primer momento por Mariela Varona y ahora por Adalberto Santos; excelente ejemplo de cuánto se puede hacer en pro de la literatura joven. Yo pertenezco a allí.

Cortesía de Ediciones la Luz

¿En qué medida consideras que resulte importante la lectura para el escritor?

Borges dijo: “Uno llega a ser grande por lo que lee y no por lo que escribe”. Mientras más lees, más ganas tienes de escribir. La lectura es una escuela interminable para el escritor. Cada libro que consumes, y te atrapa, es otra herramienta; una nueva experiencia que te llevas.

¿Cuáles han sido tus principales influencias narrativas?

Yo no soy una rata de biblioteca; mentiría si me pusiese a enumerar escritores reconocidos y a citar obras cual si fuese un escritor laureado. Me considero un ignorante en el mundo de la literatura. Sí, un ignorante; pero un ignorante muy libre, y ahí es donde creo que encuentro mi gloria. Y cuando digo gloria, me refiero a la felicidad que me causa lo que escribo.

Mis lecturas son muy desordenadas; pero sí, tengo favoritos. Entre ellos: Margarite Yourcenar, García Lorca, La Loynaz, Georges Perec, Cortázar, Carpentier, Virgilio Piñera, Bulgákov, García Márquez y otros tantos, de los cuales, al menos, conozco una obra.

Pero la joya de mi corona es Reinaldo Arenas, a ese lo cargo sobre mi pecho como a un niño enfermo; como al más grande de mis tesoros.

Cortesía de la Editorial Ácana

Has sido galardonado recientemente con el “Premio Literario Bustos Domecq” por la novela Musita, el muy maldito. Unos de los motivos al fallo del jurado estuvo estimulado por tu apropiación estilística de la novela Celestino antes del alba, ¿por qué Reinaldo Arenas?, ¿por qué el realismo mágico en Andrés Cabrera?

El primer libro que leí de Arenas fue Celestino antes del alba. Descubrir a Reinaldo fue descubrirme a mí mismo. Me sentí muy identificado con su estilo, y no sé de qué modo; pero hubo una conexión entre él y yo. Y es que siento que compartimos más que el terruño y las preferencias. Pero he de negar que el realismo mágico me vino de él. Ya antes de conocer su obra había escrito una novela inconclusa y que retomaré en algún momento titulada: Café para la serpiente, con la cual gané mi entrada al Centro Onelio. En esta primera obra utilicé el realismo mágico sin saberlo. Estaba allí; pero yo aún no sabía nombrarlo.

Musita, el muy maldito está inspirada en Celestino, sí; pero no fue la obra de Reinaldo la que me impulsó a contar mi historia en un primer momento, sino otro escritor y su obra: Guillermo Vidal. Tiempo después de leer Celestino, leí Matarile, y fue entonces cuando me atreví a contar mí historia. Y es que el hombre ha padecido los mismos males, durante muchos siglos, bajo el mismo sol. De Reinaldo tomé tres cosas importantes: el impulso, la libertad y el tiempo. Él es inigualable.

Mi fuerte es y será el realismo mágico, es intrínseco en mí. No creo que cambie en futuras obras, sino que se transforme, porque iré, cada vez más, haciendo este estilo propio. Y es que así es mi visión del mundo: maravillosa, absurda y mágica; pero siempre con los pies sobre la tierra.

Cortesía del entrevistado

Coméntanos acerca de tus planes futuros en cuanto a tu creación narrativa.

El año pasado terminé de escribir una novela titulada Al son de la carabela. Ha sido uno de mis mayores experimentos y me he divertido mucho escribiéndola. La historia sucede en la ciudad de Holguín, allá por el siglo treinta, en un mundo muy diferente y, a la vez, muy parecido al actual, donde se instaura un régimen autoritario gobernado por el dictador Góngori, autodenominado Mariscal Supremo. Esta novela está cargada de acontecimientos absurdos. Y es que el humor absurdo me fascina, me hace vivir.

Algunos de sus personajes y acontecimientos quizás podrían considerarse polémicos; pero si algo me he llevado de Arenas ha sido la libertad creativa. Primero mi obra, y luego que me trague el mar.

Actualmente escribo una tercera novela que por ahora se titula Alejando, o, El día de los Santos Inocentes. Una historia cargada de acontecimientos mágico-realistas y donde exploro las sexualidad pura. Una historia narrada por su protagonista desde su infancia hasta su adolescencia y temprana juventud.

¿Qué consejos les daría a los jóvenes que se inician como escritores?

Que participen en cuantos talleres les sean necesarios, que experimenten, que busquen sus formas, que lean, que escuchen, que escriban mucho y alardeen de muy poco; de nada.

Si hay un mal que empaña el talento actual es la soberbia; el pensar en que yo soy un gran escritor, un genio de este siglo y tengo que hacérselo saber a los cuatro vientos. Eso es una fetidez. Mi amigo Robert Ráez en su primer libro, Boustrophilia, dice: “Lo primero es olvidarte de la competencia. Eso. La competencia no existe. Ni los genios”. Esa es también mi forma de pensar.

 


«Es imposible crear sin exponerte»

Marlon Duménigo sabe que la literatura se asume como un ejercicio de riesgo. La literatura es un salto al vacío de la (in)certidumbre. Con sus historias, este joven escritor refleja uno de los ángulos de lo real. Ha escogido el vehículo de la palabra escrita para llegar a los otros. Contar es, bien lo sabe, un acto de valor y de supervivencia.

Hay quienes refieren que la literatura les llegó de repente, que el acto creativo los sorprendió en la vida cuando no pensaban, ni siquiera, ser artistas. Otros hablan de un llamado temprano de la vocación. ¿Cuál es tu historia: cómo descubres que este era el camino, o uno de los caminos, que te interesaba transitar?

Mi primer intento de hacer literatura fueron unas cuantas poesías rimadas que escribí a los 12 o 13 años, y que mi madre aún conserva y se empeña en mostrar como un trofeo infantil a los conocidos más cercanos. Digo intento a riesgo de que le palabra le quede grande, pues fueron apenas pinceladas de creación, su principal valor radica en la necesidad de expresar ciertas ideas y que el canal escogido sea precisamente la palabra escrita. Más tarde, en el servicio militar, llevaba siempre en el bolsillo derecho del pantalón una libreta doblada y un lapicero que usaba en los ratos libres para conformar una especie de bitácora que, además, contenía viñetas y reflexiones cortas; concebidas bajo la premisa de “ser escritas solo para mí”. De hecho, llené más de una libreta (al final no se cumplió eso de que eran para mí, pues todas se perdieron), aunque por ese entonces tampoco podría definirlo como una vocación. Lo más parecido a eso llegaría más tarde, en 5to año de la carrera de Ingeniería en Ciencias Informáticas y, esta vez, para bien o para mal, se cumplió el axioma de que a la tercera va la vencida. Entonces tuve la guía de Anisley Miraz Lladosa, una poeta que me animó a la escritura y a presentar mis textos al concurso de talleres literarios de Trinidad, mi Macondo, la ciudad donde viví hasta los 23 años.

La velocidad de los resúmenes hace que no mencione otros nombres y títulos de libros que influyeron de manera consciente o inconsciente en el deseo de convertirme en escritor. Un deseo que cobró otra dimensión mientras cumplía el servicio social en La Habana, cuando entré al Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso” y al Taller de Ciencia Ficción y Fantasía Espacio Abierto. Creo que este fue el punto de no retorno. Era la primera vez en mi vida que estaba rodeado de escritores, de personas con aspiraciones creativas similares a las mías y fue la primera vez que sentí una retroalimentación. Ese saber que hay otros como tú, con los mismos bloqueos literarios, ansias de publicación, cuentos inacabados y deseos de abandonarlo todo en algún punto, pero que siguen en el camino de la literatura a pesar de todo. En mi caso, porque la literatura, tras casi diez años, consigue emocionarme de la misma forma. Hace que me levante a las 5:45 de la mañana a intentar mejorar un texto y lo hago con toda la energía disponible. Eso tiene que significar algo. Solo si dejo de emocionarme con la literatura dejaré de escribir.

¿Sientes que existe una pauta, una constante, en tu proceso creativo, u optas por ser libre de cadenas vinculadas al ejercicio del oficio o a la costumbre escritural?

Al principio bastaba con la soledad y el café. Me sentaba a escribir cuando me sentía inspirado y rechazaba hacerlo esos días en los que procrastinar se vuelve tendencia. Luego asumí cierta disciplina. Actualmente escribo cinco días a la semana. Con el tiempo fui incorporando, además, rutinas que hacen más predecible o menos extraño el proceso creativo. Escribo por lo general en las mañanas, entre las 6:00 y las 9:00, con el ruido del ventilador de fondo. Solo tomo café mientras escribo y nunca comienzo a escribir la historia hasta tener la primera oración exacta. A veces tengo el resto del cuento o del capítulo en la cabeza y no lo comienzo hasta encontrar esa primera línea que dicta el tono de la historia. Cuando tengo bloqueos literarios recurro al manuscrito, lleno decenas de páginas de tinta azul o negra y caligrafía apurada que, muchas veces, no representa otra cosa que desechar caminos, decantar posibles finales o diálogos que reescribo hasta reencontrarme con el tono o la idea que me permita volver a enfrentarme al teclado y la pantalla definitiva en la laptop.

¿Cuáles sientes son los “siete pecados capitales” de un autor?, ¿qué entorpece la creación?

El acto creativo es tan personal que se vuelve casi imposible elaborar listas sobre lo que debe o no hacerse. Así que quizás esta sea la respuesta más arriesgada de todas. Para hacerlo menos difícil me tomo la libertad de no mencionar factores subjetivos como los estados de ánimo. En mi lista, el orden no obedece a jerarquías, únicamente a un sentido numérico indispensable para no pasarnos horas mencionando posibles “pecados capitales” de un escritor.

  1. No leer.
  2. No reconocer cuándo abandonar un texto.
  3. Editar mientras se escribe.
  4. No dejar “enfriar” los textos una vez terminados.
  5. Procrastinar en exceso.
  6. No ser receptivo a las críticas.
  7. Subestimar los títulos.

¿Los premios te han sido esquivos o confías que existe una arquitectura en tu vida creativa que te llevará a algún punto en específico? ¿Confías en la dinámica de los premios?

Honestamente, hubiera preferido ganar más premios de los que tengo hasta ahora. Sobre todo porque los premios son en este momento la vía más expedita para un autor de publicar su obra en Cuba y, probablemente, la única que le asegure cierta promoción. Como autor me queda intentar ser mejor en cada texto. Si los premios llegan, por supuesto que serán bienvenidos. No renuncio a los concursos como tampoco a otras vías para hacer llegar mi obra a los lectores. Al fin y al cabo no basta un premio para legitimar la calidad de una obra.

Dentro del gremio suele pasar que asociamos los nombres de los autores a sus premios, así podemos citar de memoria los premios de X autor, pero rara vez podemos mencionar los títulos de sus libros. Se debe crear expectativa alrededor de la obra galardonada. Garantizar que cuando se publique, un año después, esta no pase desapercibida entre las noticias generadas sobre los nuevos ganadores.

cortesía del entrevistado

¿Cuáles te parecen son los principales problemas de la literatura joven actual? ¿Son problemas vinculados al mundo exterior (sistema de premios, consolidación editorial, industria del libro, etc.) o más bien relacionados con el mundo interior del creador y sus relaciones con su propia obra?

Pienso que entre los problemas de la literatura hay algunos recurrentes: el tema de los premios, la promoción, la crítica literaria y la inserción en el mercado editorial. Si hablamos sobre autores jóvenes, estos tema cobran aún más vitalidad porque son escritores que no están consolidados y requieren estas oportunidades, aprovechar los focos de atención generados por un galardón más o menos importante, alguna crítica sobre su trabajo, una sólida campaña de promoción, para comenzar a formar parte del imaginario de un posible lector.

Incluso la propia etiqueta de “literatura joven” puede generar predisposición, pues se puede interpretar como la referencia a una promesa, a un escritor que aún necesita madurar. Y, aunque es cierto que el oficio de escritor requiere de experiencia, considero un error asociar la edad a la falta de madurez creativa. Se puede hacer buena y mala literatura a cualquier edad. Conozco varios escritores jóvenes, publicados e inéditos, que muestran una calidad extraordinaria en sus textos, que sencillamente hacen buena literatura, a secas.

¿Es la literatura un proceso de fricción entre la realidad del autor y la de sus personajes, o ambas esferas coinciden en algún punto? ¿Cómo te sucede a ti?

Tiene un poco de las dos cosas. Desde el punto de vista de la historia, los personajes tienen vida propia y se desenvuelven de acuerdo a un argumento narrativo que la mayoría de las veces no tiene puntos de contacto con la realidad del autor. Pero la literatura, además de argumento y estilo, necesita emoción. Es muy difícil transmitir emoción si no se ha sentido antes, creo que en este punto es donde el autor apela a su propia experiencia, ya sea apoyándose en situaciones vivenciales o porque ha recreado tanto la escena que termina viviéndola de algún modo. Al menos ese es el recurso que utilizo. Ponerme en el papel del personaje, intentar sentir y reaccionar como lo hubiera hecho él ante una determinada situación, pero desde mis emociones, que son el único recurso a mi alcance para hacerlo lucir verosímil.

Los actores siempre ponen algo de sí mismos a los personajes, creo que sucede parecido con los escritores. Es imposible crear sin exponerte un poco.

¿Cuáles son las historias que te interesa contar y los personajes que quieres representar?

Me interesan las historias en las que pueda sorprender, historias que dejen sensaciones encontradas. En las que pueda llevar al límite situaciones cotidianas, encaminarlas hacia niveles de realidad que, por lo general, mudan hacia el absurdo o el surrealismo, sin perder ese toque de verosimilitud que las haga palpables al lector, casi posibles. Me interesa trabajar con ese nivel de realidad en el que, si das un paso en una dirección, caes en la fantasía y, si vas hacia el otro, te das de bruces con tu propia existencia.

En cuanto a los personajes, me atrapan los matices. El de la historia de vida triste y que aun así te provoca una sonrisa amarga, el que se esfuerza por hacer lo correcto y termina jodiéndolo todo. Personas comunes que de pronto se encuentran en medio de conflictos inesperados que las obligan a tomar decisiones en apariencia irónicas; personajes que dialoguen sin parecernos ajenos, con nuestra percepción de lo conveniente, de lo negativo, de los estereotipos.

Existe el mito del escritor “todoterreno”, el escritor que muchos géneros abarca, ¿asumes de alguna manera este calificativo o prefieres apostar tus cartas en un solo sentido?

Hace algunos años incursioné en la poesía, pero me considero narrador. Es el género donde me siento más cómodo y el que se acerca más a mis intereses creativos. Aunque admiro a los escritores que son capaces de moverse dentro de varios géneros y saltan del teatro a la poesía o al ensayo, prefiero apostar por el cuento y la novela. Eso no descarta que en algún punto decida recorrer otros derroteros literarios.

¿Has renunciado a escribir alguna historia? ¿Por qué?

Prefiero utilizar el término aplazar, acaso un eufemismo con el cual sentirme menos culpable o tornar menos flagrante ese temor a involucrarme en una novela histórica que lleva años orbitando entre mis proyectos, y que siempre se aplaza un año más. Además de algunos cuentos cortos que he dejado a medias o ni siquiera he comenzado porque sé que no dan para más y que ni siquiera vale la pena mencionar. Esta novela biográfica sobre uno de los deportistas cubanos más destacados del pasado siglo sería la respuesta a la primera parte de tu pregunta. ¿Por qué no me decido a escribirla? Porque siento que aún no estoy listo para enfrentarme a una investigación que podría durar años antes de escribir la primera línea de la novela. Porque necesito terminar antes con otros libros que están a medio camino y aprovechar esa certitud, esa alegre confirmación de haber concluido otras novelas, para superar las crisis y los bloqueos que estoy seguro me asaltarán en ese otro proyecto, que irremediablemente tampoco empezaré en el 2021.

¿Existe la autocensura? ¿La has sentido?

Un doble sí a tus preguntas. Existe la autocensura y, de hecho, afecta de forma notable la calidad literaria. La he sentido, a veces de forma más evidente en cuanto a un argumento, un personaje; otras en formas tan sutiles como esa necesidad de edulcorar ciertas frases que pueden resultar ríspidas, incómodas… Vale aclarar que aunque resulte obvio, la autocensura no es un acto inherente al escritor, es una reacción a la censura y, como toda reacción, a veces genera un efecto más destructivo porque es el propio autor quien desarrolla mecanismos para limitar y socavar sus engranajes.

Lo peor es que se ha vuelto casi natural, una parte del proceso creativo y da al traste con muchas obras que terminan convirtiéndose en historias frías, carentes de espíritu, por el simple hecho de estar pendientes al “qué dirán”. Y no solo el “qué dirán” los decisores o las personas encargadas de evaluar o censurar tu texto, muchas veces se trata de cómo puedan reaccionar ante determinada historia tu familia, colegas, amigos… Pero es muy difícil hacer arte con tantas concesiones. Si el arte se empeña en ser complaciente se convierte en un simulacro.

cortesía del entrevistado

El papel del autor como autopromotor, ¿lo defiendes?

Definitivamente. Sobre todo en el contexto cubano en el que los espacios de promoción son tan limitados. Las alternativas de los autores de crearse páginas de Facebook, perfiles en Instagram, gestionarse espacios de presentación y otras estrategias con las que llegar al lector me parecen no solo una opción válida, sino necesaria. Lo que me parece absurdo es que toda la responsabilidad de promoción recaiga en el autor. Que las editoriales asuman que el trabajo está concluido una vez que se imprime el libro, cuando en realidad es ahí donde empieza lo difícil: llamar la atención dentro de un mercado literario plagado de propuestas, muchas de ellas interesantes. Además, el libro no solo compite contra obras literarias: se enfrenta a Internet, a sus redes sociales y sus algoritmos especializados para captar y mantener la atención de un ser humano durante horas. Si pretendemos que el libro llegue al lector, no basta con una presentación en la Feria. Son necesarias muchas, muchísimas otras acciones de promoción y, de algún modo, los escritores aprovechamos los canales digitales para hacerlo. Con impericia, cierto, improvisando sobre la marcha, con las limitaciones propias de los que intentan, qué remedio, reemplazar el rol promocional que deberían cumplir las editoriales.

Si pudieras elegir a un autor, vivo o muerto, con el que escribir a dos manos un cuento o una novela, ¿quién sería?, ¿por qué?

William Faulkner. Cuando pienso en autores es el primer nombre que arriba siempre. Después de leerlo nada quedó en su sitio. Todas las lecturas posteriores estuvieron signadas por una comparación ¿Mejor que Faulkner? No, ni de lejos. Faulkner al derecho, Faulkner al revés. Definitivo. Jodidamente Faulkner.


Ediciones La Luz sigue de fiesta de las letras en diciembre (programación)

Prepárense para lo que trae Ediciones La Luz esta semana. Se continúa homenajeando a poetas y presentando novedades editoriales.

Martes, 8

Oda a la joven luz
Dedicada a las escritoras Dulce María Loynaz y Emily Dickinson
Invitados: Belkis Méndez y Aylene Rodríguez
10:00 am

Miércoles, 9

Abrirse las constelaciones (especial)
Celebra el 75 cumpleaños del escritor Delfín Prats.
Se presentará el libro, El brillo de la superficie. Poesía reunida, Delfín Prats
Presenta: Adalberto Santos
5:00 pm

Jueves, 10

Abrirse las constelaciones
Desequilibrio, de Reynaldo Zaldívar (Ganador del Premio El árbol que silba y canta)
Colección Analekta
Presenta: Luis Yuseff
5:00 pm

Viernes, 11

Entrada de Emergencia
Lectura de poemas de Dulce María Loynaz
Presentación de Los poemas de Tor House, de John Robinson Jeffers.
Presenta: Javier L. Mola
Lectura de asociados: José Alberto Pérez e Idania Salazar


«Todo está en la mente de los lectores»

Es una persona entrañable. Y, además, uno de los escritores más prolíferos y maravillosos de nuestra pequeña isla literaria. Eldys Baratute sabe que su camino está señalado por la palabra escrita, por su zozobra y su felicidad infinitas, y es fiel a este viaje. La niña que soy, la niña que fui, lo acompaña. Esa misma niña curiosa que hoy le hace estas preguntas…

En tus obras existe, a modo de guiños hacia tus lectores, el trabajo con referentes que provienen del mundo de la Historia, la música, el cine, el arte en general. ¿Hasta qué punto te interesa la investigación de estos referentes y cuál es el papel que le concedes a la investigación a la hora de escribir literatura infantil y juvenil (LIJ)?

Respeto mucho la tradición de literatura para niños, adolescentes y jóvenes que existe en el mundo, e incluso en Cuba; por eso creo que cada tema a tratar, cada libro que se escriba, no importa del género que sea, lleva, primero, una necesidad real del autor de mostrar su verdad y, segundo, una profunda investigación para brindar todas las aristas posibles y que el lector puede tener su propia lectura. Para eso es imprescindible conocer los referentes, el contexto, los antecedentes y tener clara la caracterización psicológica de los personajes.

Yo, además, soy un autor muy referencial, trato de mostrar a los lectores elementos de arte, la literatura, la Historia. Que se queden con lo emotivo de la historia y que además incorporen a su vida ese otro conocimiento que fue importante para mi formación estética. Es una especie de regalo que les hago a los lectores. Aunque siempre trato de que ese referente no sea impuesto, sino que el lector se sorprenda al descubrirlo.

Eres, sin dudas, uno de los más queridos y grandes autores en cuanto a materia de LIJ en Cuba se refiere. Y todo eso siendo, además, un autor con mucha juventud biológica por delante. ¿De qué manera vives tu papel como escritor, antologador y crítico, teniendo el conocimiento que tu literatura es ya un referente para otros creadores?

Tú definitivamente me quieres. En otra reencarnación seríamos novios. ¿Querido? Solo por la familia, los amigos y algunos lectores. ¿Grande? Nooooo. Cada vez que leo a Nersys, a Onelio, a Eliseo, me doy cuenta de que nada de lo que haga podrá superarlos. A ver, Ela, yo fui un autor precoz, quizás un poco como tú, publiqué mi primer libro con 22 años más o menos y esa precocidad me ha hecho tener una carrera acelerada, con libros valiosos y otros menos valiosos.

Fotos: Cortesía del entrevistado
Fotos: Cortesía del entrevistado

 

Quince años después de aquel primer libro te aseguro que no todo lo que he publicado tiene el valor que quisiera. Aunque también reconozco que hay algunos que me han dejado muy complacidos. Mi trabajo como antologador nace de la necesidad de promover la obra de los otros (tan imprescindible como hacer la mía); eso lo que me ha llevado también a hacer mi trabajo como crítico. Es complicado cuando además tienes que dedicarle parte de tu día a un trabajo de oficina o a promover la obra de creadores de otras manifestaciones que es básicamente lo que hecho en mi vida laboral, a hacer de jurado, lector especializado de algunas editoriales, ayudar en la labores domésticas y tratar de tener una vida.

Todo eso te obliga a planificarte mejor el tiempo. A prescindir de cosas para poder dedicarte a la literatura. Yo renuncié a mi profesión de médico, a tener una vida de viajes de un país a otro, de batas blancas y palabras rebuscadas, por la promoción del libro y la lectura porque creo que con lo que hago puedo ayudar a formar mejores hombres y mujeres. Así que tengo que mantenerme fiel a eso. ¿Me leen los más jóvenes que yo, los que comienzan? Eso me alegra, sobre todo si en esa lectura encuentran la fuerza para decir su verdad, para creerse que lo que hacen puede emocionar y cambiar el mundo. Si encuentran las ganas de hacerlo mejor que yo, entonces eso me alegra.

A la hora de construir la dramaturgia de tus propios libros, ¿cómo lo haces?

Soy muy metódico, organizado, creo que no podría ser poeta por eso. Me paso mucho tiempo pensando la historia, meses, a veces años. Y cuando siento que estoy preparado investigo mucho, muchísimo, paso horas leyendo, buscando información, construyo los personajes y después, al final, la historia. Desecho una y otra cuando no siento que serán suficiente para ese personaje que las espera. No dejo de pensar en la historia que mis personajes necesitan (a veces cuando me baño, cuando miro la tv, cuando desayuno) hasta que se me ocurre esa que le pertenece a esos personajes.

Fotos: Cortesía del entrevistado
Fotos: Cortesía del entrevistado

Tu trabajo con los personajes, tanto los que provienen de tus mundos ficcionales como aquellos que rescatas de nuestra tradición histórica, es enorme. ¿Cómo armas sus vivencias y experiencias?, ¿qué te preocupa a la hora de pensar en ellos?

Me gusta construir personajes, darles vida, carne, que parezcan reales, que sean verosímiles, que los lectores sientan que son sus amigos, que comparten sus vidas. Mientras más humanos hacemos a los personajes, más posibilidad tenemos de que la historia sea creíble. Y yo necesito que se crean lo que estoy contando.

No eres el único escritor de tu familia. ¿Cómo se combina tu trabajo creativo con el de tu pareja?

Bueno… tratamos de mantener los espacios de creación separados dentro de la casa, como islas que se acercan y se alejan dentro del mar. Hay muchas otras cosas, más domésticas que compartimos. Mis libros siempre se los doy a revisar a Raúl, es mi primer editor y yo a veces reviso sus textos, pero mientras estamos creando tratamos de no inmiscuirnos uno con el otro. Ah, eso sí, si volviera a nacer no viviría con ningún escritor. Es complicado distribuir las tareas domésticas. Y cuando a los dos nos da por escribir no hay quien cocine en la casa.

Desde hace ya buen tiempo te interesa el trabajo y el rescate de nuestros referentes históricos nacionales, fundamentalmente la figura del héroe cubano, del mambí y de aquellos otros personajes, a veces sin nombre u olvidados, que acompañaron a los héroes. ¿Por qué? ¿Crees que los niños lectores de nuestro país se han acostumbrado a un modelo de héroes que nada tiene que ver con nuestras tradiciones? ¿Hasta qué punto hemos permitido los escritores que ciertos temas históricos, tal vez aquellos más enraizados a nuestros orígenes como nación, hayan sido relegados?

El héroe cubano lamentablemente se ha convertido en una frase hecha, en una figura demasiado distante del niño, sobre todo por la forma en que se lo mostramos en las aulas. Y estamos en un momento en el que nuestros niños necesitan de nuestros héroes. Por eso mi insistencia en darles un poco de humanidad, de emoción, de mostrarlos empáticos, sensibles, con una infancia como otra cualquiera. Si logramos que nuestros niños vean a los personajes de nuestra épica como seres de carne y hueso, entonces estaríamos evitando que buscaran sus referentes en súper héroes enlatados, foráneos, que poco podrán aportarle a su formación como seres humanos. Ahora, para eso debemos romper esquemas, tradiciones empantanadas y mostrar a esos hombres capaces de amar, de equivocarse, de ser valientes y al mismo tiempo tener miedos como, definitivamente, son los hombres.

Fotos: Cortesía del entrevistado
Fotos: Cortesía del entrevistado

Y sería incapaz de pensar que somos los autores los culpables de ese alejamiento entre el niño y el héroe de nuestras gestas independentistas. A los escritores nos cuesta hacerlo porque este trabajo llega investigación, lecturas, viajes interminables detrás de la historia, cotejar fuentes, entrevistar personas, pero de todas formas el problema es mucho más grande. Deben unirse muchos para revertir lo que está pasando.

Tu literatura es polémica y polisémica, y creo que esas condiciones hablan bien de la calidad de tus textos. Como escritor, ¿te molesta que en la sociedad cubana y/o en el espíritu de muchos lectores existan aún trazas que condenan como tabúes a temas que deberían ya ser entendidos como normales o comunes?

Todo está en la mente de los lectores. En su capacidad de desgranar lo que digo, lo que pretendo decir, en sus maneras de asumir este o aquella historia con prejuicios o con respeto. Si los lectores reaccionan, de la forma que sea, ya me siento complacido. No puedo pretender que todo el mundo piense igual, que la sociedad cambie de un día para otro, de que una tradición de siglos de prejuicios y exclusión desaparezca como por arte de magia. Yo escribo sobre el respeto y la inclusión, y para eso debo partir del respeto al que no le interesa la inclusión. Si con cada uno de mis libros logro transformar a un lector, un solo lector, entonces estaré haciendo algo válido.

Para ti, ¿existe aún algún tema tabú en cuanto a materia literaria se trata?

Si te dijera que hay temas tabúes estaría traicionándome a mí mismo. El tabú está en la mente de los seres humanos, en su formación, en su historia de vida, en su incapacidad de ver más allá de lo que le han obligado a ver.

¿Crees en la autocensura?

Claro, el miedo existe y la autocensura nace a causa del miedo. Yo trato de no tener ni uno ni lo otro, pero a veces también temo, como Virgilio.

¿Cuál es el papel del escritor en el mundo tan caótico que nos rodea?

Emocionar, si le arrancas una pizca de emoción al lector, entonces lo estás obligando a aferrarse a su humanidad.

La crisis de valores en los que vive no solo la sociedad cubana, sino el mundo entero, ¿influye en la literatura, en los modos en los que la producimos, la entendemos y consumimos?

El mundo con crisis o sin ella influye en la percepción que podamos tener los autores, pensar de que somos seres aislados del mundo es una tontería. No existen personas más conectadas con su contexto que nosotros, aunque querramos estar encerrados en un cuarto oscuro. Y si ese contexto influye en nosotros, entonces también influye en nuestra obra. Si yo no fuera quien soy, viviera como vivo y donde vivo, no escribiría como lo hago, probablemente sería el médico de bata blanca y palabras extrañas que algunos anhelan.

Fotos: Cortesía del entrevistado
Fotos: Cortesía del entrevistado

Fotos: Cortesía del entrevistado
Fotos: Cortesía del entrevistado


Vuelven Los días de Guillén a Camagüey

Camagüey vuelve a ser el de antes poco a poco. Se recupera de las ausencias, de los abrazos guardados y de sus plazas y parques vacíos.

Así llega este julio, con aires de esperanza y la satisfacción de los reencuentros; un día ideal para redescubrir la ciudad a través de la visión de Nicolás Guillén, a la que llamó «suave comarca de pastores y sombreros».

Y es que, como cada séptimo mes del año, vuelven Los días de Guillén, jornada con la que sus coterráneos celebramos su natalicio. Serán, pues, seis días para observar una urbe a través de los espejuelos del Poeta Nacional de Cuba; quererla y hacer de versos y crónicas, hechos y esencias.

El Centro Provincial del Libro y la Literatura y las filiales camagüeyanas de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y la Asociación Hermanos Saíz, se unen otra vez para conmemorar la efeméride con variadas iniciativas.

Hoy, la Sala Emilio Ballagas, del Centro Cultural Librería Ateneo-Vietnam acoge el inicio de la jornada con una lectura de poemas del escritor, a cargo de diferentes escritores agramontinos.

El mismo espacio será testigo el próximo lunes de la presentación de un audiovisual sobre el autor de Poemas de amor, El gran zoo, y La rueda dentada, a cargo de Armando Pérez Padrón.

Asimismo, en Los días de Guillén reabrirá sus puertas el Centro Cultural-Librería Antonio Suárez, regalo para la urbe y para quienes le debemos al poeta, ir junto a él de aprendiz de su exquisita obra periodística y literaria. Sean bienvenidos entonces estos y todos los días, por la suerte de tenerlo eternamente. (Yusarys Benito Deliano/ Radio Cadena Agramonte) (Foto: Archivo)