¿Del lienzo a la crítica y viceversa…? (II)
Conversación con Manuel López Oliva (Parte 2)
Manuel López Oliva —en un ejercicio crítico que acumula varias décadas, a la par del desarrollo de una de las obras visuales más originales y auténticas del panorama insular— ha escrito no solo sobre piezas, exposiciones, movimientos, poéticas… Su mirada se ha detenido en la propia función, posibilidades y objetivos de la crítica de arte.
No ha estado ajeno, sino todo lo contrario, a los procesos relacionados con las prácticas curatoriales y museísticas; al mercado del arte y sus vaivenes, donde suele regir «la ley del valor y la iteración estilística epidérmica»; al coleccionismo institucional y privado; la promoción, valorativa y comercial, de la creación artística; la docencia; la función institucional… «Me preocupa casi todo», advierte López Oliva y uno confirma que esa inquietud está sustentada por un criterio teórico y práctico, sólido y dialéctico, por una manera —humanística, podríamos decir— de asumir el pensamiento sobre artes visuales y desplegarlo con el criterio de quien ha visto, escrito, vivido y sobre todo, creado bastante, y la sinceridad de quien enarbola una convicción y la defiende hasta el final.
Mientras ve caer tanto reino fuerte —parafraseando a Francisco de Quevedo—, López Oliva sabe que «por encima de los problemas complejos y las carencias, los obstáculos externos y la falta de un haz de destinos concretos para el arte, las reiteraciones equívocas y ciertos mimetismos», prevalece en la Nación «la abierta riqueza expresiva de un panorama raigal y dinámico en su mayoría, imposible de reducir y esterilizar…». Esa permanencia (y también sus problemáticas) sostiene la mirada crítica de Manuel López Oliva, a la que volvemos, como continuidad de nuestro diálogo, para seguir expandiendo ese «nada más» al que antes se refirió este maestro, artista y crítico cubano.
Sobre el papel del crítico escribiste que por «la misma pobreza económica y de oportunidades», el crítico «deja a un lado la condición ética, sus concepciones filosóficas y estéticas, y hasta su decisorio papel de inductor o mediador en la evolución del arte, para responder a las solicitudes de coleccionistas de inversión y mercaderes que requieren de una seudocrítica con autoría admitida…» ¿Cuáles crees que son las funciones (y las responsabilidades) del crítico de arte en nuestra sociedad?
Cuando me refiero a esa casi obligada conversión del crítico de arte en un servidor —por necesidad económica— de intereses ajenos, y te pudiera decir también del curador, no estoy generalizando… No hablo de todos los que ejercen la crítica en los medios de difusión, las publicaciones y otros canales de información especializados. A veces el crítico vive más de lo que le pagan los artistas por escribir de ellos en artículos de revistas, libros monográficos y demás. Y también encontramos aquellos que viven de un salario más o menos aceptable, o poseen una dinámica de publicación en diversos medios.
Durante las primeras décadas del proceso revolucionario, algunos que ejercimos la crítica de arte lo hicimos de modo casi voluntario, la mayoría de las veces sin cobrar, por amor al arte y vocación de utilidad cultural. Eran años de una hermosa utopía que se manifestaba no solo en la producción simbólica de los artistas, en la razón de ser de exposiciones y proyectos de alcance social, sino en quienes veíamos el quehacer crítico como un apasionado deber y un requerimiento complementario del acto de creación de imaginarios.
Esto que estoy tratando de explicar es posible que hoy no se comprenda por la gente que no vivió en las circunstancias referidas; y mucho menos por analistas, museólogos, galeristas, investigadores, funcionarios pragmáticos y hasta artistas que hoy responden a la presencia de la ley del valor mercantil y la ganancia monetaria como únicos motores y categorías sustentantes de la producción artística y los oficios que complementan su evaluación, circulación y finalidad. Sin embargo, puesto que la realidad cubana es ahora otra cosa y el peso de la existencia económica con frecuencia deviene tenso y dramático, resulta imprescindible reconocer al crítico de arte realmente profesional como un intelectual de calibre que debe recibir remuneración o pago en correspondencia con su trabajo de apoyo al arte, a los artistas, las instituciones, la enseñanza especializada, la formación de públicos y la compraventa artística. De alguna manera, el pago al buen crítico ha de tener nivel proporcional al pago que recibe el buen creador artístico.
Para entender la función del crítico de arte en general y muy especialmente en nuestra sociedad, primero debemos comprender que la misma evolución de la cultura artística (con sus diversas facetas y momentos) ha contribuido a generar un grupo de profesiones que a veces se confunden con la crítica de arte; y que aunque interactúen con esta, desempeñan roles específicos. Tales son: el esteta y el museólogo, la docencia especializada en Historia y Teoría del Arte, la investigación historiográfica correspondiente, la curaduría, la edición de arte y de estética, el publicista, además de la sociología y la economía del arte. No obstante, el crítico, sin ser un demiurgo, puede y debe ejercer el criterio en cuestiones y campos propios de las profesiones antes mencionadas; y a la par que se nutre del conocimiento derivado de esas actividades intelectuales, les aporta revelaciones y saberes a ellas. Pero lo singular del crítico es que ha de desempeñar una acción dialógica, escudriñadora, codificadora y valorativa constante sobre las obras artísticas precedentes o las nuevas, así como respecto del modo de ver, pensar, operar y construir de los artistas. Tampoco debe olvidar la caracterización del estilo y los lenguajes de los creadores, situándolos en rango y tendencia.
Juan Acha, en su fecundo libro sobre la crítica de arte, anotaba que una de las funciones del crítico era también producir sentido para la recepción y puesta en cultura de las producciones artísticas. A veces al crítico, cuando posee una formación similar a la de los artistas, y a la vez mayor en otras ramas del pensamiento y la historia en cuestión, le corresponde decir con explicaciones verbales y escritas aquello que el artista expresa, pero no puede decir.
De manera que el ejercicio del criterio y el juicio analítico inherentes al crítico, no solo se ha de limitar al abordaje de los artistas y sus realizaciones, sino igualmente a la comprensión y evaluación de todo cuanto tiene que ver con la gestación, circulación, funciones y actividades instrumentales de lo artístico; es decir, con instituciones, prácticas museísticas y pedagógicas, curadurías y publicaciones del sector, diseños en su diversa presencia, pensamientos y comportamientos de los analistas y funcionarios, establecimientos y hechos o personeros del mercado de arte, tipos de coleccionismo, relación entre arte y política, mitologías y creencias articuladas con los imaginarios, valores reales y ficticios del arte, asuntos de sensibilidad pública y percepción culta, etc. En nuestro país, la revelación e invectiva respecto de lo ético y la funcionalidad social de lo artístico y diseñístico, constituyen otra de las misiones que tornan necesaria a la labor del crítico de arte.
Francisco Umbral decía que «es mejor y más fácil escribir a partir de una decepción que a partir de un entusiasmo». ¿Crees que, por naturaleza, al crítico le entusiasma más plantarse frente a una obra y contar sus lunares que darse al elogio?
Realmente se han dicho muchas boberías sobre los críticos de arte. O superficialidades… Lo cierto es que han existido críticos de arte en el más abarcador sentido de esa designación y otros de corto alcance o solo cronistas; y están aquellos que solo hablan de la corteza o envoltura de la obra, sin penetrar en sus dimensiones diversas.
Como, asimismo, tenemos a quienes prefiero llamar «criticones de oficio», cuyo ego es tan exagerado que piensan que la creación artística los tiene como supremos destinatarios; y en esos caso cuando ciertos «críticos» adoptan el papel de jueces definitivos del artista y sus productos o ámbitos. En estos ejecutores ocurre algo similar al crítico del medio culinario o gastronómico, que suele publicar su opinión sobre platos y menús en periódicos o boletines, siendo temido por chefs y propietarios de restaurantes.
Pero lo cierto es que un verdadero crítico, que opera desde la razón, la verdad y la cultura, no tiene como finalidad aplaudir desmesuradamente o estigmatizar al objeto de su valoración. Su función es la de reconocer, comprender, descifrar, aportar sentido, ser enlace entre creación y recepción, apreciar dentro del suceder estético y cultural, anotar valores e indicar deficiencias o extravíos, tanto respecto de los artistas y sus producciones, como de un hecho profesional o social del arte en cuestión. También puede analizar un movimiento artístico, una institución o colección, la utilidad o proyección social, nacional e internacional de realizaciones y acontecimientos, etc. Siempre he tenido la certeza de que quien niega o solo ve lo equivocado o defectuoso en arte, o aplaude de modo estrepitoso y casi automático, sencillamente no es capaz de ejercer con solidez el criterio en cuestión, ni mostrar esa unidad entre lo acertado y lo desacertado, lo fecundo y la convención, lo complejo de significante y elemental de significado, que puede estar presente en obras y autores, sucesos artísticos y contextos del sector, etc.
Recuerdo un texto de Marinello (fue en una encuesta que La Gaceta de Cuba realizó a los críticos en los años 60) donde hablaba de la «indigencia crítica» en Cuba. Te referiste en algún momento a la crítica como un «oficio de la miseria»… ¿Lo sigues pensando así?
No solo pude conocer personalmente a Marinello y leer buena parte de lo que escribió, sino que hasta me correspondió hacer un ensayo acerca de sus relaciones personales e intelectuales con las artes plástica, que se publicó en la Valoración Múltiple que le dedicó la editorial de la Casa de las Américas hace unos cuantos años. E igualmente pude conversar con él sobre varios temas; e incluso dialogamos sobre la crítica de arte, de su especificidad y funciones, así como respecto de críticos (además de narradores o ensayistas de otros temas) de otras nacionalidades que él había conocido y con quienes tuvo intercambio de ideas y hasta algunas posiciones polémicas. Pero en el ensayo que publicamos en el segundo número de la entonces prohibida revista Loquevenga (que Roberto Fernández Retamar llegó a considerar como algo parecido a Orígenes), no me refería solamente a la crítica de arte realizada en Cuba, sino, además, a la que se ha producido en otros países, sobre todo de Nuestra América, generalmente subdesarrollados y con tendencia a ser víctimas de la neocolonización y pobreza reales, como ha sido Cuba.
El texto en cuestión abordaba no solo aspectos conceptuales de la escritura crítica, ni tampoco se circunscribía a la poca producción de una crítica de arte verdaderamente profunda, analítica, participante, poliédrica y culta; sino que a la vez ponía el dedo índice sobre un aspecto que ya abordé un tanto en la respuesta a la pregunta anterior: la poca consideración que se ha tenido en la práctica sobre la profesión del crítico de arte y sus productos intelectuales, tanto a la hora de las prioridades culturales como en pago a sus textos, casi siempre vistos desde una perspectiva financiera que los subvalora y hace del ejercicio profesional de la crítica de arte —con sus lógicas excepciones— un «oficio de la miseria».
¿A qué libros o voces críticas vuelves con frecuencias y por tanto, recomiendas al lector?
Te voy a responder con franqueza, pues desde que me retiré del ejercicio constante de la crítica y ensayística cultural, debo invertir más tiempo en la creación de mi obra artística que en leer. Y es que no solo pinto, sino que elaboro mentalmente imágenes que vienen de una activa y profunda transformación mental de pensamientos y vivencias en visiones polisémicas. Todo eso implica concentración, búsquedas internas y en mi propia obra, trabajo de imaginación. Se trata de un tiempo de estar aparentemente sin hacer algo concreto, pero en el cual se genera la idea visual correspondiente. Es esa fase de germinación que el mismo Marinello llamó «ocio expectante». Yo no suelo repetir estilemas, ni producir las obras como variables de las mismas imágenes, sino que elaboro cada vez un producto autónomo a partir de mi lenguaje pictórico y performántico abierto. Así que ya no suelo volver sobre escritores y mucho menos sobre críticos y teóricos de arte. Escribo, cuando lo hago, solo con lo que tengo interiorizado de años, con lo que se ha convertido en sustancia intelectual, con lo que digerí y se hizo materia prima conceptual apropiada para mi modo personal de operar en las reflexiones, valoraciones y planteamientos. Desde hace un buen número de años me siento a escribir y escribo.
En cuanto a lo que me pides de recomendar autores, tendría que decirte que una vez me preguntaron cuál había sido mi influencia principal en la práctica crítica y mi contesta fue Arthur Conan Doyle; porque en su Sherlock Holmes encontré una efectiva forma de acercamiento al objeto de investigación, un inteligente sistema deductivo que me servía para decodificar obras y procesos artísticos. También prefiero revelar que nunca tuve un planeamiento metódico para pensar la elaboración de la crítica, basándome en orientaciones o características de cierto número de reconocidos profesionales que la ejercieron.
Entre las preguntas que pude hacerle a Herbert Read, cuando le conocí en el Hotel Habana Libre durante el Congreso Cultural de La Habana de 1968 —donde tuve que valerme de una intérprete de inglés— estuvo indagar sobre los pensadores y críticos que lo habían influenciado más en su etapa de formación. Entonces el célebre crítico de arte inglés me dijo que no tuvo únicamente improntas de teóricos y analistas de arte, sino que al leer sobre temas diversos y tratar de saber de todo, se nutrió de innumerables determinaciones que conformaron una amplia cultura del juicio crítico que tendría valor instrumental inconsciente en su labor. Te diría que algo parecido me sucedió a mí: desde muy joven sentí la necesidad de conocer de todo cuanto me era posible y leía a numerosos autores sobre disciplinas muy distintas. Es que donde quiera puede estar una verdad de trabajo, que en cierto momento nos sirva, de manera natural, para comprender y comunicarnos.
Entre los ocho y 16 años pude leer en Manzanillo mucha buena literatura y textos de filosofía, historia e historia del arte. Justamente en el sitio donde se editaba la revista Orto, al lado de la imprenta El Arte, de Juan Francisco Sariol, solía revisar y leer desde niño lo que allí se guardaba: textos originales de Martí, Juan Ramón Jiménez, Lorca y otros.
También leía a los escritores manzanilleros y autores cubanos que nos visitaban. Igualmente penetré en las páginas de libros de las editoriales Espasa-Calpe, Arquero, Editorial Lex, etc. Aún traigo en mi mente —«todo mezclado», como diría Nicolás Guillén— lo que recibí de Ortega y Gasset, Eugenio D’Ors, Romain Rolland, Emilio Salgari, Edmondo De Amicis y Stefan Zweig, entre otros. De cuando vine a estudiar pintura en la Escuela Nacional de Arte de La Habana, en los años sesenta, conservo en la memoria las lecturas de Rayuela y los cuentos de Cortázar, la narrativa de Horacio Quiroga y el teatro de Ibsen, Beckett y Brecht, las obras centrales de Kafka y Joyce, la poesía de Vallejo y Huidobro, los estudios de Herbert Read, Fischer y Garaudy, la magna obra de Carpentier, Guillén y Lezama Lima e igual la de Marinello, la poética de los Machado y de Bretón, las indagaciones de Fernando Ortiz y Darcy Ribeiro, la dramaturgia de Lope de Vega y Shakespeare, además de autores como los hermanos Mann, Aragón, Mirta Aguirre, Cintio Vitier, Francastel, Tolstoi, Loló de la Torriente, Dorfles, Gorki, De Saussure, Gramsci, los cuentistas japoneses, Unamuno, Roa Bastos, Marta Traba, Sánchez Vázquez, García Canclini y García Márquez. Me sería imposible hacer una lista de todo cuanto he leído desde la década del 70 a la actualidad, así como de los vínculos que he tenido con literatos y pensadores de muchas especialidades. Todo eso ha nutrido mi espíritu y mi modo de pensar. Todo me ha servido, ya interiorizado en mi conciencia, para gestar la obra del crítico de arte que además de artista visual, antes fui.
Subrayas que es necesario deslindar a la crítica de otras disciplinas cercanas o familiares… Aunque en ningún caso se trata de eliminar los nexos de alimentación recíproca que deben tener consumación fehaciente e imprescindible entre el quehacer del crítico y el resto de las profesiones nombradas. Entonces ¿cómo se forma un crítico? ¿Cómo un crítico —que puede tener alguna de las formaciones anteriores— sabe que es un crítico o que lo escrito puede ser «crítica de arte»?
Te diría que un «crítico de arte» no se fabrica ni se forma mediante una determinada instrucción o enseñanza docente. El crítico de ese campo de la cultura en verdad deviene. De ahí que puede llegar a ser un excelente crítico una persona que sea practicante del arte en cuestión o que desempeñe cualquiera de las actividades profesionales que hemos mencionado antes (con nexos indiscutibles con el oficio de la crítica) e igualmente otras que no se relacionan directamente con esta, como el periodismo, la arquitectura, alguna de las ciencias sociales y hasta las jurídicas, exactas, biológicas y las tecnologías. No importa lo que se estudió en la docencia, si quien deviene crítico siente el llamado de la vocación por la práctica analítica y valorativa del arte.
Aunque no basta la aptitud, sino que se requiere poseer pasión por el arte visual, así como por el diseño y la producción artesanal; e igualmente contar con sólida «cultura del ojo» (término lezamiano), leer mucho de todo, no estar atado a prejuicios de vida y estéticos, saber pensar filosóficamente, relacionarse cotidianamente con los auténticos creadores de imaginarios, ver mucho arte de todo tipo y, asimismo, mantener una disposición abierta a lo nuevo y un espíritu cuestionador adecuado para detectar lo falso o mal resuelto.
También debe tener riqueza de escritura y conocimiento sobre aspectos conceptuales, técnicos y sintácticos de las manifestaciones artísticas que asume como objeto de su juicio especializado. Ser un buen crítico de arte implica poseer acentuados sentimientos culturales y una ética de su labor, poder dejar de lado sus gustos a la hora de comprender y evaluar las creaciones artísticas, saber más del arte que analiza que todos los artistas que coloca en la «mirilla», a la par que estar en condiciones de comprender procesos de expresión y estilos o lenguajes sin tener que preguntarle a los hacedores de arte.
Solo mediante lo que nos entrega la práctica que ejerce, en tanto criterio de la verdad, podemos reconocer si se trata de un legítimo crítico de arte o no. Lo que hemos dicho refiere dimensiones de su naturaleza, que pueden servir para saber si lo que hace es crítica u otra de las modalidades del ejercicio intelectual que tiene al arte, al artista y la cultura artística como razón de su actividad. Y no debemos atarnos a que la crítica tenga que ser concretada mediante un lenguaje complejo en el uso de la estética y la retórica, ni a que resulta obligado tener como destinatario al público especializado o al común. Puede darse el juicio por conducto de la ensayística, el texto periodístico, la conferencia, la escritura dramatúrgica, el medio audiovisual y hasta la poesía. Lo esencial es que en todos esos casos exista profundo y culto análisis, dominio de la especialidad artística, juicio desinteresado, amor por el arte, sentido auténtico del discurso y valoración precisa.
Hablemos del papel y la función de los museos en nuestro país a partir de una pregunta tuya cuya respuesta deseo ayudes a esclarecer. «¿Pueden un país, una sociedad y una cultura nacional contentarse con asumir como tesauro patrimonial solo lo que algún grupúsculo de especialistas elige para mostrar en las salas de museos?».
Una buena parte de los países del mundo, desarrollados económicamente o subdesarrollados con reconocida fuerza cultural, de modo natural casi —por potestades patrimoniales de cada región, por la existencia de fundaciones y grupos con poder que realizan operaciones financieras mediante el establecimiento de entidades museables autónomas, o a partir de una lógica de multiplicación territorial de establecimientos que conservan y exhiben tesauros artísticos— cuentan con varios museos de rango nacional, que a la vez son depositarios de piezas significativas, contribuyen a su conocimiento y valoración y hasta las ponen en movimiento dentro del mismo país, o internacionalmente por vías de intercambio.
En todos esos casos podemos encontrarnos a dos, tres, cuatro y más museos —distribuidos por Estados, provincias y Departamentos— que contienen artes visuales de esa nacionalidad y de las etnias, cuando las hay definidas. Sin proponerse corresponder a la enorme diversidad del arte visual que ha llegado a existir en cada Nación, de hecho se produce una cierta diversidad en el modo de darse sus depositarios, lo que implica la presencia de una diversidad de equipos curatoriales que traen consigo diversidad en los patrones del juicio estético (e incluso del gusto) desplegado por las museologías y museografías. No hay, por tanto, una reducción excluyente de todo el panorama de la producción artística nacional a la visión y el tipo de selección propio de un solo equipo de especialistas en un único museo.
Aunque en Cuba hemos tenido un singular proceso cultural nacional de palpable naturaleza democrática, con apoyo material del Estado desde la formación de los artistas hasta la exhibición de sus creaciones, hay que decir que no contamos con un conjunto de museos que sean complementarios y equivalentes en nivel dedicados a reconocer, mantener en buen estado, mostrar y valorar lo diverso del arte cubano que ha tenido el desarrollo y la afirmación requerido para situarse como valores patrimoniales de la región o de la nación. Los museos provinciales y municipales que hay no tienen una sección o sala con obras de arte de rigor, y aquellos que sí la tienen (como el Bacardí de Santiago de Cuba, el Ignacio Agramonte de Camagüey y el de Santa Clara, entre otros) no poseen el rigor y la cantidad de piezas que deben primar en una entidad de tal naturaleza, ni cuentan con los recursos que sus tesauros ameritan, ni tampoco poseen el rango asignado, autorizado y reconocido para ejercer la misión valorativa y hasta «sacralizadora» de las obras y artistas visuales; condición esta que solamente constituye atributo del Museo Nacional de Bellas Artes, que quiérase o no es una institución habanera.
Las casas-museos de artistas, como el Hurón Azul de Carlos Enríquez o el Museo Servando Cabrera Moreno, carecen igualmente de esa categoría que no solo sería justa para las distintas entidades de tesauro, sino que les permitiría actuar como entidades de nivel cercano o igual —según su capacidad y los valores contenidos— al ya mencionado Museo Nacional de Bellas Artes. Esa imposibilidad de contar con muchos puntos de vista sólidos y múltiples predilecciones en la integración y valoración al museo de las obras de arte del país —que sería la de los equipos de curadores de los diferentes museos de la Nación cubana— trae consigo prácticas de selección incompleta respecto de nuestra diversidad artística, exclusiones nacidas de los gustos y criterios de un solo «grupúsculo curatorial», posibles errores de apreciación e intereses humanos que recortan o alteran la real riqueza del arte de cubanos, injusticias y hasta quebrantamientos éticos en esa labor eminentemente de cultura y defensa de la riqueza espiritual de la patria. Esperemos que esto se entienda y se cambie lo que debe ser cambiado.
¿En un país que sin adquisición local de mercado de arte (y donde la adquisición estatal no es suficiente) suele estar desprovisto de genuinas prácticas de galería, crees que estas cumplen eso que llamas «la operatoria dialógica mediante sus propuestas y las acciones eficientes que ejecuta dentro del nexo entre producción y consumo»?
De inicio te digo que no lo pueden cumplir. Hace algún tiempo publiqué en la revista digital Arte por Excelencias un artículo titulado «Del reino de las galerías», donde explicaba los distintos tipos de galerías que han existido a nivel mundial, así como las propiedades y funciones que han de tener las galerías comerciales de arte. Bastaría leerlo para advertir que en las condiciones de la vida cubana, ni las estatales ni las privadas en cuestión (que cada vez son más con fines de exportación), constituyen lo que se entiende internacionalmente como una galería de mercado típicamente capitalista.
La realidad de nuestro país, sobre todo por la ausencia de un significativo número de coleccionismo y otros tipos de clientes estables y territorialmente no tan distantes, impone cambios en la naturaleza de esos establecimientos, por lo que en la práctica se convierten en espacios para exhibiciones de propuestas artísticas objetuales y no-objetuales, aunque sin clientes habituales. Las estatales no solo cuentan con la intención de venta legalizada, ya que de modo no autorizado suelen vender a veces a la manera que en Cuba llaman «por la izquierda».
Nuestras galerías vienen de aquella hermosa etapa de plena utopía, en la cual se suplantó el modo de producción y distribución capitalista por uno de justicia e igualdad social que ponía al arte visual como un medio gratuito de cultivo un tanto ilusorio de la población toda, creyéndose que bastaba exhibir arte en galería para lograr una masiva afluencia de gentes de todos los sectores a ella, que así se convertirían en público asiduo a esa manifestación cultural. Nunca se pensó que la galería no era suficiente para los fines culturales en un contexto de vocación socialista, como tampoco lo es para generar un mercado interno nacional; ni es el recurso más adecuado para la venta nacional y al exterior.
Pero ahí permaneces ambos tipos de galerías relativamente inertes: las denominadas «de extensión cultural» y las comerciales de los tipos privada y estatal. Llevo años sugiriendo inútilmente que se adopten otras formas de proceder en tal actividad: la gestión mediante una agencia de representación, la venta ambulatoria en talleres y casa de artistas, el acercamiento de los sitios de comercialización a los ámbitos de vida y visita de foráneos, además de las exposiciones itinerantes por diversos países y la venta a plazo para los naturales cubanos. Estos serían canales mejores para una efectiva comercialización de lo artístico nuestro. Sin embargo, la fuerza de la costumbre ha sido más poderosa que la razón y el modelo formal de galería capitalista, mantenido así con la finalidad de poder viajar a las ferias de arte del exterior, continúan trazando el deambular erróneo y alienado respecto de la compraventa de arte, al grado de confundirse lo general del mercado de arte con lo específico del modo capitalista de ejercerlo.
Ya no se concibe acá otra posibilidad de mercar que no sea reproducir artificialmente la galería comercial característica de medios financieros culturales social y económicamente ajenos a nosotros. Que sus exposiciones se reduzcan a la concurrencia gremial en el día inaugural de sus exposiciones, con muy aislados visitantes a posteriori; y que sus ventas in situ o en ferias resulten mínimas o no se realicen, parece no importar.
Resumiendo lo anterior, ¿qué es lo que más te preocupa del panorama de las artes visuales en nuestro país? ¿Y al mismo tiempo qué es lo que te alegra más del mismo?
Me preocupa casi todo. Sus concepciones promocional, valorativa y comercial requieren un cambio profundo, además de responder renovadoramente a nuestra vida y perspectivas. Deben sustituirse los patrones de pensamiento, realización y gestión cultural importados —en creación, circulación, evaluación y mercado— por posiciones en verdad nuestras, que permitan proyectarnos siempre —en lo interno e internacional— como lo que somos, sentimos y deseamos. Hay que trascender la enajenante dependencia de mandatos estéticos e intereses financieros que rigen en el mercado global, sembrar imaginarios vitales donde hoy rigen la ley del valor y la iteración estilística epidérmica, abrir distintas formas de funcionalidad y permanencia del arte cubano en los ámbitos diversos de Cuba, estimular la aparición del coleccionismos a nivel privado y en las instituciones públicas, no crearle ilusiones de éxito comercial trasnacional a los estudiantes de arte y formarlos para desplegar diferentes oficios de la profesión, sin dejar la creatividad; a la vez que dar prioridad a las percepciones autóctonas cultas y a lo soberano de la subjetividad, y lograr que sean la sinceridad y el amor, lo ético y la plena imaginación renovadora, lo justo y lo verdadero, valores que nutran todo el hacer de artistas y demás especialistas que participan en la esfera de las artes visuales.
Me alegra, sobre todo, que por encima de los problemas complejos y las carencias, los obstáculos externos y la falta de un haz de destinos concretos para el arte, las reiteraciones equívocas y ciertos mimetismos, prevalezca en la Nación la abierta riqueza expresiva de un panorama raigal y dinámico en su mayoría, imposible de reducir y esterilizar por divisiones que generan los malos mercaderes y enfoques especulativos que dañan a lo imaginativo, analítico, curatorial, comercial y museológico del arte visual.
Convoca AHS Las Tunas a la XV edición de La Pupila Archivada
La filial de la Asociación Hermanos Saíz en Las Tunas convoca a la XV edición de la Jornada de intervenciones urbanas y performance La Pupila Archivada 2024.
En el certamen que se desarrollará del 11 al 13 de abril del año en curso, podrán participar artistas y aficionados residentes en esta provincia.
Según convocatoria lanzada en redes sociales a través de los perfiles institucionales de la organización, se podrán incluir proyectos de intervenciones urbanas o performance.
Cada propuesta deberá ser presentada con su fundamentación, objetivos, diseño y necesidades de producción.
Los proyectos deben entregarse antes del viernes 22 de marzo en la Casa del Joven Creador, sede de la AHS en Las Tunas, ubicada en la calle Lorenzo Ortiz # 65, Reparto Primero, detrás de la Plaza Martiana.
Una comisión técnico artística evaluará cada propuesta y aprobará las que estime conveniente. Oportunidad de lujo para todos los creadores que se desempeñan en el difícil arte del performance y las intervenciones urbanas.
Convocan en Camagüey a XI edición del Salón Gesto
La filial camagüeyana de la Asociación Hermanos Saíz, junto con su sección de Artes Visuales convoca a la XI edición del Salón Gesto, que se llevará a cabo del 24 al 27 de abril del presente año.
Esta edición está dedicada al Aniversario 510 de la fundación de la otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe y constituye una excelente oportunidad para que los jóvenes talentos muestren su creatividad y expresión artística.
Según la convocatoria, todos los artistas de hasta 36 años residentes en Cuba ya sean miembros o no de la asociación pueden participar con obras de temática libre en cualquier manifestación, formato o técnica.
Los creadores deben acompañar sus obras con una ficha técnica que incluya los siguientes detalles: nombre completo del artista, título de la obra, materiales, técnicas empleadas, soportes, año de realización y esquema de montaje.
Además, aquellas obras que lo ameriten deben tener adjunto guion, esquemas gráficos y otros elementos relevantes.
El jurado, compuesto por reconocidos profesionales y artistas del territorio, otorgará tres premios y tres menciones en orden jerárquico.
También la presidencia de la AHS en el territorio reservará una gratificación para una de las obras reconocidas en el evento que consiste en 25 mil pesos y formará parte de la colección institucional de la filial lugareña.
Otro de los galardones de este certamen es la inauguración de una muestra colectiva en el Pabellón Cuba, en esta exposición se presentarán todas las obras ganadoras y la fecha prevista para esta muestra es en el próximo mes de agosto.
Ideas aleatorias que no muestran cómo salvar a un muerto
Cada lugar evoluciona dependiendo de muchos factores contextuales, pero esto, es un axioma.
Lo contemporáneo designa una gran heterogeneidad de conceptos que siempre son caducos con respecto a lo actual. En el arte, la heterogeneidad de manifestaciones y tendencias están relacionadas –la mayoría– con las creaciones artísticas de la segunda mitad del siglo XX (performance, happening, body art, arte conceptual, video arte, instalación, etc.). Y cabe la pregunta, ¿de qué hablamos hoy en día cuando afirmamos que en Cuba hay arte contemporáneo?
Para que la sociedad evolucione hacia algún patrón que ya se encuentra instaurado en otra sociedad, tiene que haber valores compartidos entre los sujetos elitistas que determinen un canon a seguir por los demás, o tiene que existir un cambio de paradigma. La sociedad evoluciona dando pequeños pasos secuenciales hacia la complejidad, pero, hasta que el paradigma no se legitime como canon, no se establece una base sólida a seguir, por lo que solo hay golondrinas aisladas, y no aflora el verano.
Santiago de Cuba se ha quedado varado en el tiempo; es un barco encallado que solo enseña la proa flotante de pinturas y esculturas que rozan lo académico y tradicional en el arte. La pintura de este navío corroída por el tiempo y el salitre solo muestra que lo contemporáneo es lo pintoresco realizado por los artistas consagrados y los que se suponen que deberían ser “los conservadores” son el timón de lo más novedoso del acontecer artístico. Esta afirmación no quiere decir –por más que se adorne– que sus trabajos en mayoría estén a tono con las tendencias del arte a nivel mundial. Pero claro, cada país es una isla, cada persona es una isla y cada isla evoluciona según sus condiciones objetivas y subjetivas.
La disyuntiva del arte contemporáneo en Santiago, e intentar insertar el circuito artístico de la ciudad en lo más actual del arte requiere de múltiples factores.
No solo el artista es la figura que determina el cambio hacia la contemporaneidad. Los espacios legitimadores son de gran importancia, en este caso si Duchamp decidiera presentar un urinario, y la galería no se lo permitiera, nadie conociera a uno de los padres del arte contemporáneo. El cambio de paradigma debe incluir a las instituciones legitimadoras del arte y a sus representantes, que son «los protagonistas del mercado del arte» y deberían apostar por un equilibrio entre lo contemporáneo y lo tradicional.
Si de incentivo se trata, no podemos culpar a la pobre academia de artes visuales Joaquín Tejada[1], que nadie sabe por qué apuestan sus planes de clase, cuando de sus egresados no se oye hablar en el contexto santiaguero. Donde la cuna de las artes plásticas carga el feto del silencio, es una escuela que no suena dentro del marco cultural. Ya la justificación que se da a todo es que lo mejor se está yendo del país porque saben que su futuro está en otra isla y que ya no son dueños de la suya. Pero, y los que quedan, que se supone que no se fueron a fregar platos y que hacen arte, ¿dónde están? Dejo esta pregunta abierta para cuestionar solo eso: dónde está la motivación a ser parte de la burbuja del arte.
Cabe la pregunta por los artistas que ya tienen un legado, ¿quiénes serán nuestro relevo? Y la respuesta muy obvia sale a la luz como el grito agónico del silbato de tren antes de partir; parece no existir un relevo.
Afirmamos que hay un ínfimo relevo que intenta no ahogarse al saltar al mar del arte y encontrar que las instituciones entorpecen con políticas que deberían ser una realidad. Y cabe ver que no somos artistas, somos ajedrecistas que tenemos muchos amigos y aliados que nos ayudan a posicionar nuestra obra. Porque en este mundo de posverdad, no solo ser bueno te sirve para posicionarte, a veces –o por generalidad– te hace falta “sacrificar” más de ocho peones para lograr posicionar el objeto artístico.
Esto no significa que no existan personas que no desgarren su piel por intentar salvar el arte de los jóvenes y que para ello no “embarran de su sangre” a quien los rodea. Porque su punto no es solo complacer su idea filántropa de que la juventud puede hacer mejor arte, sino también “embarrar” a otros espíritus errantes de esa “sangre” cargada de la otredad para poder rescatar lo que está casi muerto.
En cuanto a los salones, contamos por suerte con dos[2] que intentan incluir las pocas golondrinas que se encuentran a grito desde el invierno pidiendo el verano de la contemporaneidad. Pero… es cuestionable cuando del incentivo económico se trata, donde cabe la pregunta: ¿Cuál es la suma que te incentiva a ser parte en correspondencia con lo que te cuesta la inversión de una obra de arte o de una exposición? Pero no solo es una cuestión de economía. ¿Cuál es el incentivo de un artista a ser parte de lo que llaman –las políticas culturales de las instituciones en Santiago– “contemporáneo” cuando se mira desde el ojo de una aguja por el conservadurismo?
Solo somos una ciudad que en el marco artístico navega a lo que quisiera ser, pero se ahoga en el intento, al luchar constantemente contra burocracias.
Apostemos por estos salones que dentro sus concepciones tratan de “romper” los paradigmas tradicionales del arte santiaguero, y a través de la palabra “contemporáneo” nuclear a los artistas más inquietos del acontecer artístico. Pero debemos saber que los muertos no reviven, que hace falta no solo un cambio de paradigma para crear una vida nueva llamada “arte contemporáneo”. Porque de paradigmas no solo se hacen en el arte, también se hace de la cotidianidad que experimenta el sujeto como parte de sus experiencias. Y hasta que no se permita hablar de la cotidianidad tanto interior como exterior con una visión crítica y haya que pintar todo con el color de lo “correcto”, el arte seguirá siendo eso, un barco hundido con esmalte caído que intenta salir a flote.
Este texto no constituye una visión de cómo salvar el arte en Santiago de Cuba. Ni intenta aunar todos los males que este tiene, porque mil palabras no alcanzan parta pintar una casa, y porque las palabras, no pintan. Solo es la salpicadura de ideas que hablan sobre un muerto, “lo contemporáneo”, o peor, sobre un no nacido, porque para morir, primero hay que ser. Este texto es solo eso: un texto que cada sujeto es libre de interpretar y decidir si se queda con el cielo con la nube. El fin siempre es y será apostar por una renovación artística.
Notas:
[1] Academia de las Artes Plásticas de la provincia de Santiago de Cuba
[2] La provincia de Santiago de Cuba cuenta con dos salones de arte contemporáneo el Salón de Artes Visuales Experimentación (SAVE) desarrollado por el Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño y el Salón de Arte Contemporáneo René Valdés Cedeño realizado por la Fundación Caguayo.
Regresarán a Camagüey Jornadas Arte Cómic
La XIV edición de las Jornadas Arte Cómic llegará del 28 de febrero al 2 de marzo a esta ciudad con un amplio programa cultural y teórico pensado para los aficionados al arte gráfico y los videojuegos, así como para estudiosos del tema.
De acuerdo con Alfredo Fuentes Fernández, fundador y organizador de este festival cambiar la fecha de sesión del evento para principios de año ante la necesidad de incluir este en las dinámicas que rodean a otros como la Feria Internacional del Libro de La Habana y su capítulo en Camagüey.
La entrega de este año contará una vez más con invitados de lujo estudiosos de las artes visuales en el país tales como Alexander Izquierdo Plasencia, animador, dibujante y líder del Proyecto Kronikas (ciclo de novelas gráficas dedicadas a la preservación del patrimonio); Haziel Scull Suárez, director del Centro Cultural Vitrina de Valonia de La Habana, y Eyder Maxhenry Garbey Bestard, especialista del taller cultural de Santiago de Cuba.
Funcionarán como sedes del evento la red de galerías de arte de la urbe agramontina, el Complejo Audiovisual Nuevo Mundo, y el Cine Encanto, como resultado de la integración del Centro Provincial del Cine de Camagüey con el Consejo de Artes Plásticas.
Como novedad el programa concibe un espacio dedicado a los estudiantes de artes visuales de la Academia de las Artes Vicentina de la Torre, para quiénes también se ideó el Taller de guion y Narrativa Visual que impartirán la escritora Niurki Pérez García y el ilustrador Ledis Sanregré Peregrin.
Arte Cómic rendirá homenaje a Juan Padrón, uno de los más destacados animadores cinematográficos cubanos, con la presentación del libro Juan Padrón, mi vida en Cuba, y el estreno de los últimos tres cortos de animación realizados por el creador del personaje Elpidio Valdés.
Entre las propuestas del evento también resalta la presentación del Proyecto Game Zone de conjunto con la Asociación Hermanos Saíz de Camagüey, creado con el objetivo de promover el mundo de los videojuegos y crear un espacio de sano esparcimiento para sus seguidores.
Juan Carlos Mejías Ruiz, director del Centro Provincial de Artes Plásticas, expresó que el festival ofrece infinitas oportunidades lúdicas, reflexivas y educativas para todos los participantes.
Como colofón se realizará la inauguración de las muestras en competencia y sus premiaciones, además de la apertura de la exposición personal Salomón, con la obra de Chago Armada, curada por la Dra. C. de las Artes, Caridad Blanco de la Cruz.
Convocan al Encuentro de Jóvenes Coreógrafos
La Asociación Hermanos Saíz, el Consejo Provincial de la Artes Escénicas y la Dirección Provincial de Cultura de Guantánamo convocan a agrupaciones danzarias, así como a jóvenes coreógrafos, bailarines, performers, directores escénicos, críticos, periodistas e investigadores de cualquier nacionalidad, a participar en el IX Encuentro de Jóvenes Coreógrafos a realizarse del 23 al 26 de mayo de 2024 en Guantánamo, Cuba.
El evento se desarrollará en diversos escenarios de la ciudad de Guantánamo y se concibe como un escaparate para conocer las últimas tendencias y expresiones de las artes del movimiento a cargo de creadores jóvenes, por lo que está abierta tanto para coreografías terminadas y estrenadas como aquellas en proceso de gestación o working in progress.
Esta edición tendrá carácter presencial y virtual, este último ofrecerá una mirada particular a las siguientes modalidades:
- El Registro, considerado la captura en video de una actividad danzaria en el momento justo en que se ejecuta la obra.
- La Promoción como un resumen audiovisual de una actividad danzaria con el fin de ofrecer una visión resumida del hecho. (Entre las cuales pueden incluirse cápsulas promocionales del bailarín o coreógrafo, promo-publicidad de una obra determinada, tráiler del proceso creativo, entre otras iniciativas)
- El Videodanza hibridación de dos formas de concebir, producir y apreciar el arte, donde convergen dos lenguajes artísticos que promueven un área de experimentación danzaria y tecnológica.
Podrán participar agrupaciones, directores, coreógrafos y críticos cubanos y extranjeros menores de 35 años, así como otros artistas que se relacionan con el arte danzario y la experiencia de coreografiar en su amplio sentido, quienes enriquecerán los espacios de diálogo y desmontaje que se realizarán durante el evento.
Las propuestas presenciales deben tener una duración no superior a 20 min. En el caso del videodanza, las obras deben tener una duración no superior a 10 min y deben enviarse en formato mp4 con códec de exportación h264/ NTSC/ 29,97 fps, proporcionalidad 4:3 o 16:9, con tamaño máximo de 300 MB, junto a una semblanza curricular del artista y la agrupación.
Las obras en video serán enviadas a través de Google Drive con envío del link de descarga a la dirección electrónica: concursoahsguantanamo@gmail.com o desde Telegram o WhatsApp al número 52160795 con el asunto “Jóvenes Coreógrafos 2024”.
Las propuestas presenciales también deben presentar, además de la semblanza curricular del artista y la agrupación, la ficha técnica de la obra, y enviarlas a los mismos contactos antes dichos.
La recepción de los materiales cierra abril del año en curso.
Los materiales que no cumplan con las bases de esta convocatoria no serán admitidos.
El Comité Organizador del evento publicará antes del 20 de abril los proyectos e invitados finalistas para el evento.
Clases Maestras y Talleres:
Se le solicitará a cada compañía o agrupación seleccionada que imparta clases magistrales o talleres en los locales que el evento tendrá a su disposición.
Durante el desarrollo del Jóvenes Coreógrafos se crearán espacios de debate y composición libre con jóvenes bailarines y profesionales de la danza.
Tarde para no creérselo
Como quien entra a una sala de Historia Universal, uno se adentra a la muestra escultórica Tarde para no creérselo, de Luis Enrique Milán Boza, con la misma necesidad de conocimiento con la que se va a esos santuarios del devenir humano que son los museos.
Se trata de una exposición compuesta por seis piezas de gran formato que, más allá de ser representaciones de su imaginario personal, son símbolos tomados de varias religiones y escuelas filosóficas, y forman parte de la exposición Zona sagrada, serie que estuvo expuesta por un buen tiempo en la galería Collage Habana, durante 2019.
Zona sagrada, a su vez, es el resultado del premio alcanzado en la IV Edición del Evento Nacional Post-it y la beca de investigación sobre artes visuales Juan Francisco Elso, de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). O sea, es una obra conocida por el público, pero no por ello menos interesante.
¿Qué se pretende con este juego retórico entre forma y contenido? Pues, entre otras cosas, sacar a la luz los fantasmas de la razón que produjeron esos “monstruos” hermosos en la vida del artista.
Lo consigue Milán con una maestría que supera toda credibilidad. Moviéndose entre el realismo y las figuraciones surrealistas, y empleando la resina y el barro como materiales de soporte.
Así, domina tanto este arte milenario que pareciera un escultor de los tiempos de antes de Cristo, al entablar porfías con los dioses desde lo tridimensional. Y sale airoso, porque sorprende y engalana, con su arte también arquitectónico, ornamental, cualquier salón en el que se presenta, como el de la galería Azagaya del Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
Pareciera cuestionar todo lo que ha sido pan de la fe. Pareciera decirnos, desde su arte, que si existen Cristo, Eleggua, Buda, Medusa, entonces somos los insignificantes que contemplan y luego escogen a quién adorar.
Y es, también, como si a este artista no le bastara el universo para tener fe. Porque si cree en algo, dejaría de creer en lo otro; y si se fiara en lo otro, se perdería la fe en todo lo demás. En fin, también la serpiente que se muerde la cola está entre sus figuraciones.
Por otro lado, Boza es perfeccionista con el acabado de cada pieza y no termina hasta que no está convencido de que lo ha dado todo. Con un equilibrio casi perfecto entre la forma y el contenido, nos regala bustos, rostros, manos, cabezas, con toda la carga semántica concentrada en el gnosticismo del mundo.
El escultor no se afana en descifrar la condición del universo, pero sí nos dice que el arte consigue lo que los libros y la noche permiten a los hombres: reinterpretar la realidad.
Si una de sus preocupaciones en el plano artístico es no llover sobre mojado con sus obras, sí habría que mencionar que Ciego de Ávila tiene varios exponentes, sobre todo, en la Literatura, que han anclado una parte de su obra en estas temáticas. Me viene a la memoria, verbigracia, el libro Kármicas, de Ibrahím Doblado del Rosario, publicado por Ediciones Ávila y que juega con este universo místico filosófico, reinterpretando la realidad cubana.
En cuanto a la forma, en la cuerda de las artes plásticas, solo recuerdo el cuadro de Elías Henoc Permut, Yahvéh es el ojo de los cien mil dioses. Sin embargo, la manera en que Milán Boza juega con el simbolismo y la escultura es sui generis.
Acompañan la muestra unos dibujos en aguadas que también recrean la representación escultórica, pero que, además, parecieran detalles sacados de las mismas.
En su juego creativo, Milán cuenta desde el plano dimensional algunas cosas que se le quedaron por decir. Por ello la Medusa y el Cristo se presentan con elementos numéricos y con otra visión.
Milán es un artista visual con un currículo aún en desarrollo, con mucho potencial. Es egresado de la academia Raúl Corrales de Ciego de Ávila, y de nivel superior en Arquitectura de la Universidad de Camagüey. Tiene doble membresía, en la UNEAC y la AHS; aboga por los espacios expositivos y por serle fiel a su obra, a su manera de pensar.
Bienvenida esta representación filosófica y materialista de Luis Enrique y ojalá sus esculturas sigan dialogando, para siempre, desde los salones de todos los museos del mundo. Soy de los que creen que no es tarde para creérselo.
Entre piruetas y pliés: Una danza por los sueños
Desde sus primeros pasos en el campo de fútbol hasta su inesperado encuentro con el ballet en el Teatro Nacional de Cuba, Isaias Rodríguez Peña nos lleva en un viaje de epifanía personal. Recuerda claramente aquella tarde cuando, fascinado con “Don Quijote”, sintió un cambio sutil pero profundo en su percepción del arte. “¿Qué tiene el ballet que cautivó su corazón? ¿Quiénes son los bailarines detrás de estos personajes envolventes?”, se preguntaba –quizás– aquel chiquillo de unos ocho años, quien desde ese momento soñó con pirouettes y chaînes y otros tantos movimientos en ese entonces para él incomprensibles.
Es así que su amor por la danza floreció. Después de aprobar los exámenes para ambas disciplinas de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso, su madre, con visión y apoyo inquebrantables, lo guio hacia un nuevo camino, donde tuvo que enfrentar una elección crucial. Con determinación, eligió el ballet clásico.
Así, de pasos de baile populares, en los que se divertía con sus amigos, a elegantes movimientos, Isaias se convirtió en un bailarín en crecimiento. Su historia es un testimonio del poder transformador del arte.
En pointe: Un joven hacia la excelencia
A medida que avanzaba en su formación, tuvo que enfrentarse a una preocupación constante: su peso. Con el apoyo de su familia se embarcó en una travesía psicológica para controlar sus hábitos alimenticios y adoptar un enfoque más saludable hacia la comida.
A lo largo de este proceso, tres bailarines se convirtieron en fuentes de inspiración. En primer lugar, Carlos Acosta, cuya técnica, calidad de movimiento y presencia escénica dejaron una profunda impresión en él. Además, el consejo de observar cómo se movía e interactuaba con sus compañeros resultó invaluable para su desarrollo personal.
Es así que comenzó a estudiar videos de ballet con una nueva perspectiva; buscar aprender de los estilos, pero sin perder su propia identidad artística.
“Gracias a ProDanza, de la maestra Laura Alonso, es que he adquirido poco a poco esa calidad de movimiento en escena y profesionalismo. Laura, no sé, ella vio en mí un rayito de luz, de talento. Me propuso el papel de Sigfrido en el Lago de los cisnes y yo le dije: ʻMaestra, ¿usted está segura? Yo acabo de salir de la escuelaʼ; y solo me respondió que confiaba en mí. Hicimos una gira internacional, donde también interpreté el protagónico en El Corsario y otras representaciones del Cascanueces.
“Estoy muy agradecido, no solamente con Laura, también con los demás maestros Romelio Frómeta, Lourdes Álvarez, Sayli Lamadrid, Moraima Rodríguez… Todos me han apoyado y han dejado caer en mí su granito de arena para ir construyendo la montaña”.
–En tu presentación en el «Ballet Beyond Borders», ¿cómo te conectaste con la pieza desde el punto de vista emocional?
Me fui adentrando en el personaje de una nueva manera; en este caso, en el papel del mercader al interpretar el Pas de deux “La Esclava y el Mercader”, del ballet El Corsario. Primero busqué todas las características y luego las incorporé a mi personalidad, impregnando mi sello. Recuerdo que no hubo muchos ensayos, porque coincidía con la gira en Pinar del Río. Pero indagué, estudié y asumí la interpretación desde otra forma a como la había hecho anteriormente.
–En la danza, cada actuación y competición presenta desafíos. ¿Puedes compartir algún momento retador?
Recientemente, con mi compañera de ProDanza, Rachel Mendoza, interpretamos el tercer acto de Don Quijote y tengo que decir que fue estresante para mí. Ese fue el primer ballet que presencié por el Nacional de Cuba. En los ensayos me concentraba tanto que llegué a frustrarme cuando no me salía como quería. Cuando me fallaba algo mínimo, lo que es lógico porque es un ensayo, me molestaba y no me daba cuenta que lo único que hacía era ponerle piedras a la evolución de nosotros dos.
La maestra se me acercó y me dijo que cuando uno baila no tiene que hacerlo perfecto, lo más importante es que se disfrute. Y gracias a sus palabras fui saliendo del laberinto que había creado.
Digo con sinceridad que la mejor sensación es divertirse en escena; simplemente tener la certeza de que bailaste e hiciste lo que has hecho toda una vida.
–La danza tiene el poder de transmitir emociones y conectar con el público. ¿Cómo manejas ese vínculo mientras te presentas en el escenario?
El escenario es mi lugar seguro. Siento que puedo ser yo en mi totalidad; expresar mis sentimientos a través de movimientos corporales.
Hay una sensación extraña que me sucede a cada rato; antes de salir estoy un poco nervioso, es normal, la adrenalina, pero una vez que termino de bailar y voy directo al camerino, me entran unos deseos enormes de regresar a escena e interactuar con el público; seguir bailando.
Siempre relaciono todos los personajes con las personas que asisten a apreciar la función. Por ejemplo, Sigfrido en El lado a los cisnes. A la hora de buscar el cisne paso mi mirada por el teatro, simulo que les pregunto a ellos si lo han visto o si me puede ayudar a encontrarlo, porque bailamos para todos los que presencian la obra.
Isaias junto a Melisa Solorzano nos regalan estas imágenes danzando sobre adoquines. / Jorge Luis Sánchez Rivera.
–Después de este éxito, ¿cuáles son tus metas y aspiraciones futuras en el universo danzario?
Mis objetivos siempre han sido los mismos desde que salí de la escuela. Quiero que las personas en Cuba y el mundo en general me conozcan ¿Quién es Isaias Rodríguez? Espero que por el arte que transmito, por la forma de bailar, las interpretaciones… sepan quién soy.
Por eso, a los que empiezan, solo les sugiero que nunca abandonen sus sueños si realmente lo que desean es bailar.
–Finalmente, ¿cómo ha impactado el ballet en tu vida más allá del escenario y las competiciones?
Cuando en octavo grado decidí que quería ser bailarín, mi vida dio un giro de 180 grados.
En vez de ir al parque a jugar fútbol o béisbol, me iba a mi cuarto o a la sala de mi casa a hacer ejercicios de estiramiento, hacer plan de abdominales… Ya no tenía mucho tiempo para compartir con los amigos del barrio; estaba centrado en un propósito.
Mi mamá siempre ha confiado mucho en mí. Fue la primera que me dijo: ʻ¿No te gustaría hacer las pruebas?ʼ Gracias a esa pregunta hoy estoy en el mundo del arte. También mi abuela ha sido una persona muy recta y fuerte, sobre lo que podía o no comer, aunque a veces escondida me daba un chocolatico (risas). Mi padre era el que más se movía conmigo para los ensayos, los lugares de las actividades…
En sí, la familia ha estado luchando a mi lado, impulsándome. Por eso digo que cuando bailo en el escenario, ellos están conmigo. Son de los que nunca han tirado la toalla ni tampoco me han permitido hacerlo.
En momentos me han preguntado si quiero dejar el ballet, que me van a apoyar en cualquier decisión. Pero si realmente te hace feliz, dicen, no lo dejes. Es el mismo consejo que les doy a los demás: Si te gusta, lucha hasta el final.
El «Ballet Beyond Borders HAVANA 2024» deviene oportunidad para que bailarines de todos los niveles y géneros de varias partes del mundo muestren sus habilidades y creatividad. / Cortesía del entrevistado.
Acogerá Cienfuegos evento Academia en la montaña
A partir del 25 de febrero próximo tendrá lugar en la comunidad cienfueguera de Cuatro Vientos la XII edición del Proyecto sociocultural “Academia en la montaña”, enfocado en la enseñanza del dibujo del paisaje al aire libre.
Informa la Escuela de Arte Benny Moré, de la provincia, que las actividades incluirán la apertura de una exposición con obras del evento anterior, la visita a escuelas primarias y la realización de concursos de pintura con los pioneros de esos centros educacionales.
Acontecerán igualmente conferencias e intercambios con artistas invitados, la proyección de un audiovisual sobre experiencias de las cruzadas artísticas literarias de la Asociación Hermanos Saíz a las montañas, e intercambios en la comunidad de Charco Azul.
Este proyecto integra el programa extracurricular del taller de paisaje de la Academia cienfueguera de Arte.
Recurrencias de Jarol Rodríguez
Jarol Rodríguez Morales (Las Tunas, 1990) se me antoja siempre joven, será porque lo he visto varias veces apostando por un espacio en Post It, convocado por el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), para la promoción del arte joven.
Su obra es frecuente en sitios donde fluye el arte contemporáneo; en 2023 participó en ocho salones colectivos convocados en diferentes provincias y una exposición personal.
Recientemente llegó a nosotros con la exposición «Lluvias de ayer y de hoy», auspiciada por la Galería del Comité Provincial de la Uneac de Las Tunas. La muestra estuvo compuesta por seis obras cuyo contraste en dimensiones fue evidente, como lo son las diferentes etapas discursivas por las que transita este autor.
Jarol es de los artistas que pudiera estar lejos, donde también se expone su obra: La Habana, Madrid, pero está muy cerca, en Las Tunas. Desde allí sigue estilo de creación que suelen llevar muchos creadores cubanos: idear, exponer, comercializar en sus propios talleres; todo ello con las condicionantes impuestas por inexistencia del mercado del arte.
Su obra es más conocida y estimada en otras regiones que en su propia ciudad; siempre que expone, asombra. Pero ninguna pieza suya está incluida en colecciones cubanas. Este detalle, aunque parece insignificante, habla por sí solo del desconocimiento de su haber.
Lo conocí recién egresado de la Escuela Provincial de Artes Plásticas de Las Tunas. Maduraba en él un discurso premonitorio, teniendo en cuenta que la humanidad se «animaliza». En esta primera etapa disentía a través de figuras monumentales que cuestionan la controversial cadena evolutiva del hombre.
Los «gorilas», sus primeros referentes compositivos, son figuras imponentes. Lo veo seguro de su pincel, pero más allá del tecnicismo, lo veo seguro del mensaje que enarbola; tiene más relación con la madurez conceptual que ha adquirido, pero la práctica y representación como objeto corpóreo también es cuidada con esmero.
Cuando escribí las palabras al catálogo de su primera exposición personal, «Piel adentro», organizada por la Casa Iberoamericana de la Décima y el FCBC, me atreví a sugerí el título porque predominaban los retratos, un universo que se adentraba en el dibujo hasta la inmensidad sentimental de sus protagonistas. Rostros pensativos, sonrientes, delirante. Rostros que le son cercanos y marcan su rumbo día a día.
En aquella ocasión me resultó extraño que esta muestra fuese su primera exhibición personal. Esas obras pertenecen a la exploración con el óleo, a la cual muchos pintores le rehúyen por la lentitud del secado, pero que él ha sabido explotarlo desde la búsqueda de una atmósfera intimista.
Su mundo creativo es amplio, sin embargo, se nutre de lo más cercano. Los modelos son familiares ofreciéndole una expresión o enseñanza que lleva al lienzo desde la recreación de la imagen.
La última década vino abriendo puertas para él. Es así que el Post It le brindó una plataforma en la capital, hecho no despreciable para un artista si se tiene en cuenta que fuera de La Habana, muchos de los resortes promocionales son casi nulos.
Jarol no demuestra apuro por ser descubierto, sabe que el “mundo del arte” es de buscar y encontrar el momento oportuno, mientras pinta y nos comparte ese universo de creación desde las redes.
Consagrado pese a la juventud, cultivado en los buenos modales y el uso de la palabra, viene de una generación cuyo decir es una mezcla de sagacidad y sutileza.
Piezas pertenecientes a esta última producción fueron incluidas en la muestra colectiva CO-INCIDENCIAS, organizada por el estudio-taller Arco Azul en Madrid, España.
En palabras de agradecimiento por la invitación, Jarol resume una carrera, una vida dedicada al arte en la cual no ha estado solo: «Gracias por la invitación y la posibilidad de exponer junto a excelentes artista, y principalmente, con quienes comencé en este viaje del arte y así volver a compartir un espacio juntos, ya no donde empezamos, sino un poquito más lejos»
Es un hombre apegado a la lectura y a las buenas costumbres, esa que ahora retribuye cumpliendo el deber sagrado para con su familia. Y de eso va esta etapa pictórica que hoy lo atrapa y a la cual pertenece: «El arte de permanecer con vida”, serie que ha ido tomando otros horizontes.
«Son obras sensacionalistas», dicen muchos. Y sí, lo son, esos grandes y atractivos cuadros no son meros brotes de cactus, son grandes brotes de cactus universales. En eso se ha convertido el mundo, en una gran estructura cuyo centro y esencia es un enigma que crece como ser vivo, pero no como ente pensante.
Apenas logramos descifrar su aspecto, desconocemos ese núcleo del que somos parte. A la vez, cada una de esos motivos están potenciados por la luna, la tierra, el sol; los elementos agua, aire, el pensamiento creativo más allá del arte. Todo ello puesto en función de la subsistencia.
Aunque nació para discursar con el pincel, el año concluyó con su participación en el 9no. Salón de Arte Cubano Contemporáneo, con la instalación «La Colonia”, de la mencionada serie «El arte de mantenerse con vida», en cerámica policromada, producida en el último trimestre del 2023.
Poder confrontar con su obra es el imperativo actual. En ellas podemos buscar o indagar sobre la esencia del hombre y su apuesta por un lugar en otros circuitos del arte cubano contemporáneo.