Yanetsy Ariste


Réquiem por la escultura

La escultura tiene especificidades materiales que la colocan en una posición desventajosa respecto a otras expresiones de las artes plásticas. No solo producir, sino también exhibir una obra tridimensional –con todas las dificultades de costo, transportación y dificultades de emplazamiento que la misma entraña– es siempre más complejo que tratar museográficamente con las piezas bidimensionales como la pintura y la fotografía.

Cuando a ello se suma la poca atención por parte de especialistas y críticos –que son los responsables, en última instancia, de potenciar su promoción a través de la oportuna evaluación crítica de los resultados artísticos–, más difícil se torna su justa valoración en el ámbito del movimiento plástico nacional.

Durante el período colonial la escultura tuvo un lugar poco privilegiado en el concierto jerárquico de las Bellas Artes. Se mantuvo a la zaga en el constante proceso de renovación que vivía la arquitectura y la pintura, permaneciendo casi “invisible” en los salones expositivos ante la mirada del espectador y desatendida por no pocos historiadores y críticos.

Sin embargo, su condición de Cenicienta[1] se vio favorecida, considerablemente, cuando en la primera mitad de la década del veinte un reducido número de artistas comenzaron a subvertir los cánones académicos que no habían variado desde el período colonial. A ellos les corresponde la primicia, no solo en Cuba sino también en el área caribeña, de haber iniciado el camino de la vanguardia escultórica.

escultura de Roberto Fabelo, en La Habana Vieja

El triunfo revolucionario impulsó sustancialmente el desarrollo de la manifestación. Se crearon cursos de postgrado en el extranjero, se abrieron becas nacionales e internacionales, se fomentó el montaje de exposiciones personales y colectivas. En 1967 se produjo la primera graduación de la Escuela Nacional de Arte donde emergen con fuerza creadora un grupo de jóvenes de avanzada que abogan por temas novedosos y se interesan por la experimentación.

En los ochenta, la fundación de Codema (Consejo Asesor para el Desarrollo de la Escultura Monumentaria y Ambiental) repercutió de forma favorable en ambas vertientes –la escultura ambiental y la de salón– estrechando vínculos y apoyando proyectos creativos.

No obstante, pensemos, en los últimos años, ¿cuántos salones nacionales privilegian la escultura? Y en las muestras colectivas, ¿cuántos escultores participan?

Las cifras son extremadamente reducidas en comparación al resto de las manifestaciones, donde destaca siempre la pintura en su variedad de poéticas. Ante las dificultades técnicas y materiales, que la escultura demanda no es de extrañar que sea menor el número de escultores que el de artistas que abogan por otras manifestaciones.

Entonces ¿Cómo estimular su creación?

Sería relevante fundar espacios exposititos dedicados únicamente a la escultura; crear talleres sobre creación escultórica y desde Codema, fomentar más proyectos que embellezcan las ciudades, no solo en sus principales arterias sino también en los repartos y zonas periféricas…para que las comunidades estén más cercanas al arte.

Urge desde las instituciones potenciar el coleccionismo de piezas escultóricas; destinarles becas de creación para financiar su producción, parcial o totalmente; y atender la restauración de las obras emplazadas en espacios públicos, por su deterioro natural o por la acción ciudadana.

La escultura es una manifestación tridimensional que mucho puede aportar a la experiencia artística de quien la aprecia; pero además puede, vinculada a la ciudad, mejorar la sensorialidad y la inteligencia emocional de sus habitantes. Esos rasgos volumétricos, a veces didácticos y lúdicos, ya sea en discursos realistas o abstractos, la acercan al hombre, la enclavan en sus espacios cotidianos, sensibilizan el consumo del arte, atrapan, seducen, interpelan…; de ahí su importancia.

 

Nota:

[1] Término acuñado por la Dra. Adelaida de Juan en el prólogo del libro Escultura y escultores cubanos de la Dra. María de los Ángeles Pereira.



Comunicación cultural: Retos para las instituciones del sector

Por concepto, la comunicación cultural es una rama de la comunicación que trata de englobar o aunar todos los medios, códigos, canales y mensajes que forman parte del sector cultural, con la finalidad de difundir la misión de los diferentes entes, al público.

Aunque engloba a la promoción, la comunicación es una disciplina más amplia y muchas veces se confunden la una con la otra, de ahí que se incurra en errores en sus prácticas, si los límites entre la promoción y la comunicación no quedan claros por sus ejecutores y directivos.

Existen tres mitos en torno a esta disciplina definido por especialistas en el tema. Se piensa que la comunicación no está vinculada a la fase final del producto cultural. Muy por el contrario, la comunicación es una herramienta clave en la gestión de las relaciones entre las organizaciones y las personas que las conforman. Como consecuencia, está presente en todas las fases del marketing, desde el diseño del producto cultural, hasta que éste llega al público.

Asimismo, algunos aseguran que la gestión de la comunicación se limita a la gestión de sus instrumentos (publicidad, relaciones públicas, etc.). Sin embargo, para conseguir una comunicación eficiente, es necesario completar todos los instrumentos en una misma visión estratégica, en la que esos instrumentos y las decisiones de la organización sobre el precio, la distribución, la marca, etc., estén integrados.

Por otra parte, los objetivos de comunicación no siempre son objetivos de ventas, porque la comunicación puede enfocarse exclusivamente en la imagen de un producto en el mercado, informar sobre cambios y alcanzar a públicos de interés estratégico y/o social.

En nuestro país, en cada municipio, centro, consejo y empresa existe una persona capacitada que cumple la función de promotor cultural, y que afortunadamente está probando que promover es más que actualizar las carteleras promocionales y socializar la programación cultural con los medios de comunicación.

Pero no perdamos de vista que, aunque un promotor debe conocer las estrategias de comunicación, nuestras instituciones culturales necesitan comunicadores, graduados en perfiles de Comunicación social; que trabajen al unísono con los promotores o necesiten, al menos, asesoría profesional de los comunicadores cuando lanzan grandes campañas para sus servicios y productos culturales.

Es una necesidad del país hoy actualizar estrategias de comunicación, desde todos los sectores, en especial en el de la cultura, porque la guerra que hoy se libra en las redes sociales también es una guerra cultural, y la comunicación tiene que ser escudo para la cultura.

 



Yusley Izquierdo y el reto de una radio crítica y propositiva

Yusley Izquierdo Sierra es un joven radialista, locutor y director de programas, fundador y coordinador del encuentro y concurso de jóvenes radialistas La Vuelta Abajo, único de su tipo en la provincia, y además recientemente fue electo presidente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Pinar del Río.

Eres el director del programa Hecho en Casa, una propuesta sabatina que está ganando audiencias y colaboradores, ¿qué lo distingue?

Hecho en Casa surge como proyecto de conjunto con la Asociación Hermanos Saíz. Necesitábamos un espacio para promover el quehacer de los jóvenes en Pinar del Río. Inicia en el verano de 2018 y ha estado siempre enfocado en la producción del arte joven cubano; para decir, debatir e intercambiar sobre temas culturales. Siempre hemos tratado de buscar contenidos diversos para que sea también un espacio de proposiciones, de proyectos.

“En 2021 pasa a formato de revista cultural y crece en tiempo. Ahora mismo cuenta con hora y media al aire, todos los sábados a través de Radio Guamá, desde las 3 y 30 hasta las cinco de la tarde.

“Con este formato el programa ganó muchísimo, porque además del debate se insertaron el reportaje y el comentario, a cargo de las periodistas Zorileidys Pimentel Miranda y Yanetsy Ariste, respectivamente. Creo que conseguimos unir la crítica de arte al periodismo cultural y eso fortalece muchísimo el programa y le ha valido el reconocimiento de los jóvenes escritores y artistas que sienten que tienen un espacio para dialogar, para fomentar el gusto estético en las audiencias, conocer y adentrarse en los procesos culturales y cómo se manejan en Pinar del Río; y para la promoción de la obra, porque reservamos un tiempo para eso también.

Hecho en Casa se ha abierto a la propuesta de los asociados y así surgió la idea de Bitácoras, un segmento que Lázaro Prieto ideó como homenaje a exponentes de las artes visuales en Pinar del Río en ocasión del aniversario 35 de la AHS, el 60 de la Uneac y el 20 del Salón de Arte Joven. Eso acercó a los artistas que se veían lejos del medio por ser un solo sonoro, así rompimos estereotipos con la radio y la limitación con que las personas la perciben.

“Iniciando el 2022 estamos con una nueva entrega, Cuando cuentes cuentos, una propuesta de Yune Martínez, narradora oral, para contribuir desde la radio a no dejar morir esa tradición que se ha ido contando de generación en generación y forma parte de nuestro patrimonio.

“Y ojalá siempre cuando termine una etapa de un proyecto individual vengan artistas con nuevos proyectos, porque eso enriquece muchísimo el espacio y es la esencia de Hecho en Casa: un programa que desde la radio permita que los artistas se sientan cómodos y sientan que esa es también su casa”.

Como gestor de La Vuelta Abajo, y como joven que ha crecido dentro del medio, ¿qué crees necesita la radio hoy?

“Repensarse, dinamitarse, remover todas sus estructuras de modo tal que le permita ser contemporánea, ir a la ciencia, investigar los procesos: se ha estudiado el receptor, no siempre al emisor. No se ha visto en qué condiciones produce el producto comunicativo, bajo qué rutinas, ideologías, cultura del trabajo, que todas constituyen mediaciones del producto que se está entregando. Hay que investigar esos procesos que determinan en gran medida lo que está al aire y cómo lo reciben esos públicos, así como los procesos de retroalimentación que no siempre se articulan.”

¿Cómo es la radio que quieres hacer?

“Por contenidos, la gente busca información. Una radio que no sea repetidora de formatos de otros espacios, una radio donde se dialogue, una radio crítica, una radio donde la gente sienta y diga ‘ahí se está diciendo lo que yo quiero decir’, una radio que no sea complaciente con determinados sectores de audiencia y sí sea cuestionadora, propositiva. Una radio desde la que también se pueda encontrar soluciones a los problemas que tenemos”.

Yusley siempre quiso ser médico, pero finalmente escogió ser trabajador social. Por esos años se inició en la radio en Toque Joven, un proyecto escuela que concebía la inserción de un grupo de jóvenes para promover lo que se hacía desde diferentes sectores. Allí creció y se hizo director de programas en fechas más recientes. Igualmente le apasiona la comunicación social, una especialidad con un campo muy amplio, de la que se graduó en la universidad Hermanos Saíz.

Desde tu experiencia como comunicador social, ¿qué necesita el sector cultural en materia de Comunicación?

 “Hoy se trabaja con el término ‘promoción’, pero cuando hablamos sobre ‘comunicación’ estamos entendiendo los procesos de una manera más amplia: desde esa interacción entre las instituciones que también tributan a los procesos creativos, desde esa relación que debe establecerse entre cultura y medios de comunicación y entre las instituciones o el artista independiente y sus públicos. Todo está mediado por la comunicación y hay que saber gestionarla. En tiempos de internet y redes sociales habrá que investigar cómo lograr una mejor coherencia en el trabajo de la cultura y cuánto le pueden aportar las ciencias de la comunicación.

“Esas investigaciones deben estar marcando las rutas de la comunicación y de la promoción, que no siempre es compartir contenidos con etiquetas.

“Lamentablemente, a veces no se tiene lo material y financiero para hacer todo lo que se debe, ni el recurso humano debidamente capacitado. Pinar del Río posee la desventaja de no contar con una formación de profesionales en la comunicación social y aunque sí existió la carrera por curso para trabajadores, los egresados no siempre regresaban a sus puestos de trabajo armados de elementos teóricos que permitiesen transformar esa realidad donde estaban, no siempre se exigió tampoco”.

La Asociación Hermanos Saíz, una organización a la que te has dedicado casi por entero, de la cual eres su presidente en la filial pinareña: ¿qué proyecciones de trabajo tiene para este 2022?

 “El reto está en promover la obra de los Hermanos Saíz que son nuestros coterráneos y tenemos la responsabilidad de hacer que su obra se conozca en Cuba y se promueva desde el arte que hacen nuestros miembros.

“Tenemos también el reto de ser espacio para el diálogo franco, sincero, pero responsable, comprometido con el proyecto social que entre todos construimos.

“El reto de ser una organización de vanguardia, para el pensamiento, que rompa con los estereotipos y las etiquetas que se le han establecido a los jóvenes y que sea capaz de demostrar la madurez, el compromiso de quienes militan en ella.

“Tenemos el encargo de hacer que la AHS se visibilice como esa vanguardia del arte joven cubano en el contexto pinareño”.

 

(TOMADO DEL PORTAL DE LA RADIO CUBANA)



Ink Factory para legitimar el tatuaje desde Pinar del Río

La 4ta edición del evento de tatuajes Ink Factory, gestado desde la Asociación Hermanos Saíz en Pinar del Río, resultó un espacio para legitimar el tatuaje como arte.

Hablamos de una tradición de más de 5000 años en la historia de la humanidad y en todas las culturas, desde Oceanía hasta América, con valor etnológico, antropológico y un significado psicológico para quien se lo hace.

Fotos de Jaliosky Ajete
Fotos de Jaliosky Ajete

Y aún así, durante siglos, sobre el arte en la piel han pesado los estigmas. Es quizá la última centuria la que le ha abierto paso en galerías y museos para exponer maquinarias involucradas en el proceso y los tatuajes en sí, ya sea en fotografía, performance, video, etc.

El Ink Factory autenticó esta expresión plástica con sesiones de trabajo diurnas de viernes a sábado y muy buena acogida por parte del público. Participaron tatuadores de varias provincias con diseños propios; por lo que el evento destacó también las disímiles estéticas que confluyen en la contemporaneidad.

Desafortunadamente, esta edición del Ink factory no pudo contar con talleres o un ciclo teórico para discursar sobre temáticas tan atractivas como la historia del tatuaje en Cuba, las limitaciones materiales del tatuaje ante la crisis económica o el marco legal de su práctica, que arrojarían luz a la interrogante: ¿Es posible hablar de un tatuaje cubano? Al mismo tiempo captaría la atención de otras audiencias que se acercarían con espíritu académico.

Fotos de Jaliosky Ajete
Fotos de Jaliosky Ajete

No obstante, el evento corroboró una verdad consabida: tatuar es un arte. El diseño de un tatuaje lleva altas dosis de creatividad y conocimiento del color y la composición. No todos los tatuadores son artistas, porque imitar un diseño concebido por otro y/o descargado de Internet, no es crear; aunque lamentablemente esta práctica ocurre con frecuencia para satisfacer al cliente que llega al estudio de un tatuador con el boceto de lo que quiere hacerse.

El tatuaje es arte cuando es una obra original y su artífice interpreta la realidad plasmándola mediante recursos plásticos. En este caso, las tintas recrean volúmenes, atmósferas, composiciones armónicas. Nadie duda que, como cualquier obra de arte, también tiene un valor coleccionable y puede alcanzar altísimos valores en dependencia de la complejidad del proceso.

Fotos de Jaliosky Ajete
Fotos de Jaliosky Ajete

Con esas motivaciones y atractivas propuestas visuales que beben de códigos culturales diversos, los tatuadores tomaron por cuarta vez el predio vueltabajero en el Ink Factory, probando que en la Isla emergen nuevos escenarios y talentosos artistas en el ejercicio del tatuaje.



Salón Tiburcio Lorenzo: un espacio de legitimación para el arte joven

Vuelve el salón Tiburcio Lorenzo al escenario vueltabajero para vislumbrar la heterogeneidad de tendencias que nutren nuestra plástica hoy. Nunca el arte ha sido esclavo de dogmas y cada artista es un universo ingobernable de ideas.

Crear es subjetivizar la realidad, revalorarla con criterios propios para dar vida a nuevas realidades que revelan las imágenes del mundo del artista, inconscientes y consientes. El arte es eternamente subjetivo, precisamente porque existe una variedad inconmensurable de temperamentos.

En nueve piezas, el Tiburcio nos devela esa variedad, inscrita entre generaciones y estilos. He aquí un Juan Jesús Murquier que esmalta sobre el lienzo los vericuetos de una personalidad que no resulta ajena, perfilando una ejecución inteligente que toma de la psicología o va hacia ella.

Daniel Fernández Padrón fabula dentro del más ordenado neosurrelismo colorista; el desbordamiento figurativo y simbólico de su producción es un gusto. Leisy Marrero, cronista del lente, ha apelado a sujetos infantiles para sensibilizar la imagen en blanco y negro. Lleva años trabajando con el obturador y ha demostrado, como la joven Lisandra Carrodegua, que la fotografía no es un oficio solo de hombres en Pinar del Río.

Víctor Manuel Guerra Arteaga sugiere en su lienzo la perversión de la inocencia con un aire que resulta incómodo e interpelativo al espectador. De ahí la maravilla en su trazo, que si bien es académico también es muy contemporáneo. En Línea de la vida, Miguel Ángel Couret ha sintetizado la cronología de cualquier existencia. Es un simbolista que aprovecha la significación del objeto (sillón, silla, mueble) para narrar.

 

Erick Méndez sale de los convencionalismos del retrato con destreza para aprovechar la multisensorialidad de la técnica mixta. Marcos González Yaber usa en Tiempos de Erosión las cualidades del metal envejecido y otras texturas, apoyando conceptos ontológicos del ser humano concernientes al desgarramiento o la deshumanización. Mientras, Marcelino Díaz Fabelo expone otra de sus abstracciones monotipias con efervescente gama. A fin de cuentas, ¿qué es el arte, en primera instancia, sino un souvenir para el espíritu?

El salón Tiburcio Lorenzo continúa sirviendo de ojeada a la producción plástica de los artistas. Especialmente los jóvenes, lo asumen como un espacio de legitimación, y por ello, este año, el número de creadores noveles igualó al de miembros de la Uneac, con propuestas frescas dentro del bad painting, la abstracción y la pintura académica.

A través del evento, la Uneac se convierte en marchante y promotora cultural, ambas prácticas detonan la producción artística, en un periodo en que el mercado para el arte cubano parece dormir.

 



Paranoia en la Sala Real

La buena fotografía llama la atención sobre sí misma, es un panteón de visualidades en el que cohabitan discursos. Atrapa y sacude. Paranoia cumple esa máxima. Ernos Naveda y Barbarito Walker se han unido en la galería Sala Real para exorcizar, desde el lente, el pandemonium de la ignorancia: la sentencia de que “lo nuevo” es inmaduro… porque el arte joven no tiene bridas y no permite ser espoleado.

He aquí una fotografía que genera diversas capas de experiencias desde la composición y lo insinuado. Se puede leer a través de los distintos planos expresivos; revela historias y personajes.

 

Naveda es un provocador: cataliza la violencia, la lascivia, construye el miedo y lo venera. Ha dicho que su serie, El beso rojo, “es un dolor en el pecho, una necesidad de explotar, crear; un desnudo en imágenes. Es amar todo lo que puede ser rechazado o cuestionado.”

Toma la realidad, la intensifica exponiendo el lado oscuro de la razón, con un apetito deshonesto y perturbador. Convida a la agresión contemplativa, porque el espectador es un cómplice voyerista.

Su fotografía es teatral. Ernos Naveda es un dramaturgo visual que manipula y recrea escenarios; sus sujetos fotografiados se vuelven actores a merced de un erotismo sin censura, como pretexto para discursar sobre violencia de género, cosificación y mercantilización del cuerpo.

 

Walker es un documentalista. Las imágenes, suscitadas por la novela Memorias del subdesarrollo, traducen su contexto cultural, el aquí y el ahora. Sergio es su alter ego; pensado en él y su telescopio, Walker salió con su cámara a cazar realidades tropezadas. Es un testimoniante. Trae diversos personajes de la pluralidad de isla que somos, con o sin poses; porque la pose es también una actitud ante la existencia. Estamos habituados al subdesarrollo; el fotógrafo solo lo explicita.

La psicología de los sujetos es uno de los elementos más explotados. Sergio es un diseccionador de la sociedad, Walker puede serlo también. Antes de presionar el obturador conversa con las personas, establece una compenetración espiritual que lo ayuda a apropiarse de la energía del momento. Hay en su obra un aliento filosófico y una forma poética de descubrir el contexto social.

Paranoia expone, desborda, increpa. Conecta con el público porque apela al inconsciente, al hecho íntimo y punible o al hoy colectivo. Es una fotografía que recién emerge pero se abre paso en la palestra con la fuerza pujante del derrumbamiento.



La Vuelta Abajo: un espacio para mantener joven la radio

Con el objetivo de discursar sobre la radio en Internet y la producción de podcast como producto audiovisual para la red de redes, inició este miércoles la novena edición del Encuentro y Concurso de jóvenes radialistas, La Vuelta Bajo; un evento organizado desde la filial vueltabajera de la AHS y la emisora provincial radio Guamá.

Cuando se habla cada vez más de la exhibición de contenido  dotado de las características propias del  medio radiofónico en Internet mediante streaming; y del podcast como una alternativa al universo analógico, La Vuelta Abajo dedica su convocatoria a tratar estos temas. Por tanto, es un evento que marcha a la par de las tendencias comunicativas; y, sobre todo, está pensando en el futuro del medio y en sus públicos no solo como oyentes sino como internautas.

En esta jornada fueron tratados otros temas como la paternidad responsable a cargo del periodista Jesús Muñoz, representante de la red iberoamericana y africana de masculinidades; y Tamara Rendón, especialista del Cenesex, ejemplificó el lenguaje inclusivo en los medios de comunicación.

Muñoz enunció cómo las campañas comunicacionales están orientadas más a destacar la maternidad; y cuando abordan la paternidad lo hacen, preferentemente, desde esquemas tradicionales de familias.

Por su parte, Rendón, explicó los avances que tiene Cuba en materia de derechos sexuales y ofreció términos y modos del lenguaje para abordar y defender los derechos de la comunidad LGBTIQ+ en los medios de comunicación.

Asimismo, no faltó el mensaje de fraternidad de la Asociación Mundial de Radio Comunitaria para América Latina y El Caribe, en la voz de su vicepresidenta, la colombiana Mónica Valdés.
Mañana ocurrirá la premiación de las obras radiales en concurso y quedará lanzada oficialmente la convocatoria a la décima edición del encuentro.



Instintos, fetiche y psiquis en La dama de Shanghai

Freud afirmaba que el hombre es activo como resultado de que en él se manifiestan impulsos instintivos heredados de sus antepasados animales: en primera instancia, el instinto sexual y en segunda, el de autoconservación.

El marino Michael O’ Hara, protagónico del célebre film de Orson Welles La dama de Shanghai, es un individuo motivado a nivel subconsciente por estos dos instintos. La razón primera es la fuerte atracción física que siente por Elsa Bannister. La segunda razón se fundamenta mediante su esperanza por preservar la vida en medio de tanta confusión y homicidios. Mantiene una postura que, dentro de lo activo, definiría como sosegada pues, a fin de cuentas, O’ Hara es un títere de las circunstancias y, hasta cierto punto, él mismo lo reconoce.

En el plano social estos instintos no pueden manifestarse tan libremente. La sociedad impone al hombre múltiples limitaciones y censuras que lo obligan a reprimirlos. Elsa es una mujer casada y, por lo tanto, Michael debe ocultar sus deseos por ella  Por otro lado, el homicidio es penalizado. O’ Hara, si bien acepta el teatral plan de George, accede, precisamente, porque está convencido de que sólo será una simulación.

Michael O’ Hara es un hombre sencillo, dado a los placeres (le gusta fumar, beber), éticamente plausible, que tiene en Elsa Bannister una necesidad. En cambio, su antagonista, se presenta como una mujer terriblemente seductora, dotada de una aparente fragilidad y carencia afectiva. Su ficticia necesidad es la compañía de O’ Hara y la liberación definitiva de los lazos matrimoniales con el logrero abogado Arthur Bannister. No obstante, en su personaje subyace una necesidad material que el humilde marinero no puede suplir. A razón, Michael se descubre con una personalidad trasparentada, mientras en Elsa el espectador siente que aún queda mucho por decir.

En calidad de motivos incitantes de la actividad del hombre actúan sus necesidades. Si Elsa es la necesidad de O’ Hara –su objeto deseo–, el marinero hará todo lo que esté a su alcance por satisfacerla. Actuará en la forma y dirección que determine la dama porque en ella tiene una necesidad de origen natural y de tipo sexual.

Sin embargo, en la relación protagonista-antagonista no sólo se expresa una necesidad sexual, también una de tipo espiritual por parte del primero hacia el segundo y otra del tipo material por parte del segundo hacia el primero. O’ Hara necesita compartir con la mujer que desea sus pensamientos y emociones; en cambio, la Sra. Bannister exige de Michael una fuente material para poder escapar con él.

Elsa demanda los objetos que rodean o influyen sobre su medio, que en los diferentes momentos de su vida se han convertido en centro de sus necesidades y en el eje de su actividad. En contraste, para Michael, Elsa es el objeto expresado como objetivo o medio de su actividad. Ella cobra un significado diferente. En este contexto podría decirse que la connotación del objeto es la necesidad humana impresa en él.

Los intereses son manifestaciones emocionales de las necesidades cognoscitivas de la persona. Subjetivamente, para la persona misma, los intereses se manifiestan en el tono emocional positivo que adquiere el proceso de conocimiento. De tal forma, O’ Hara revela casi por instinto, el deseo de conocer más profundamente el objeto que adquirió una significación para sí. Siente la necesidad de saber sobre él, comprenderlo, y aproximarse. Por supuesto, aquí influye también esa imagen frágil y carente que ofrece la antagonista y que la convierte a nivel subconsciente en un sujeto más atractivo. O’ Hara, en su condición primitiva de macho necesita proteger; Elsa brinda una imagen fragilizada que necesita protección –se manifiesta así una correspondencia inconsciente que responde puramente al mundo sexual, en el que el falo domina–.

En correspondencia con el elemento sexual, el cigarrillo se convierte en un fetiche dotado de significación fálica. Por ejemplo, es el objeto que viabiliza los primeros nexos comunicativos: el temerario marinero le insiste a la dama que lo acepte asegurándole que es el último que posee y que por tal motivo lo desea con mucha fuerza. Ella lo rechaza con hálito inocente, diciéndole que no posee el hábito. Él insiste y ella cede…

El cigarrillo aparece después como señal de auxilio (Escena en el parque en la que Michael descubre que Elsa necesita ayuda porque visualiza el cigarrillo). Elsa lo ha perdido, pero su sola presencia le indica al marinero que la dama está desvalida y necesita de su protección. Deja de ser posesión de O’ Hara para pasar a manos de la Sra. Bannister. Expresado a nivel psicológico, la dama ha perdido el elemento fálico y, por lo tanto, ha quedado desprotegida. En otras palabras, dentro del discurso sexual el falo es un objeto dominante que se asocia a la defensa en su relación con el sexo opuesto.

Avanzada la trama, Elsa en un momento de intimidad le confiesa a Michael que comenzó a fumar y se lleva el cigarrillo a la boca. Es un momento en el que ella asume el objeto y, por consiguiente, el dominio del sexo masculino sobre la fragilidad del suyo. Tal acto desencadena el primer beso y el inicio del conflicto del filme.

Sin embargo, en el transcurso de la película esta situación cobra un giro en función de la propia dimensión psicológica del personaje antagónico. Tal afirmación se corrobora muy especialmente en una escena que tiene lugar en el barco. El Sr. Bannister y Michael hablan, mientras Grisby escucha al pie de la Sra. Bannister, quien reposa a lo largo de la cubierta. En un momento, Grisby toma un cigarrillo que Michael le enciende para pasárselo a la dama. El objeto ha pasado por las manos de dos hombres que se lo han facilitado luego al personaje femenino. El contacto entre los tres personajes funciona como un protocolo de satisfacción de la fémina. El objeto no ha sido impuesto, sino entregado desde una actitud reverente. Por tanto, ya no se concibe un papel dominante del sexo masculino, sino del femenino. Por supuesto, a este nivel de la trama la verdadera personalidad de Elsa ya está comenzando a correr el velo. En su macabro plan están contenidos estas dos figuras masculinas: ahora ella es la dueña del juego y ellos, sus títeres.

No obstante, para Michael, el descubrimiento paulatino de la personalidad de Elsa, o sea, la satisfacción del interés hacia el objeto poseedor de una importancia permanente, no conduce a la extinción del interés. Esa atención se transforma, enriquece y profundiza, originando la aparición de nuevos intereses que responden a un nivel más alto de actividad cognoscitiva. Los sucesos y las palabras de los personajes actuantes irán cada vez más despertando la curiosidad por esta femme fatale, y la atracción sexual de Michael O’ Hara hacia Elsa Bannister irá aumentando.

Tácitamente, cuatro momentos fundamentales de la trama expresan las características psicológicas más importantes de la conciencia:

Al inicio del filme, cuando O’ Hara conoce en el parque a la Princess Rosalie, él mismo anuncia a los espectadores que ese sería el fin de su tranquilidad. Michael participa de la diégesis, pero al mismo tiempo se convierte en un focalizador subconsciente. Mantiene una mirada subjetiva fija que le permite adelantarse a los acontecimientos como coincidencia de lo que ve, siente, aprende, e imagina.

Una de las características de la conciencia es su propia denominación. Nuestro protagonista tiene un dominio de los conocimientos sobre el mundo que le rodea y enriquece permanentemente el fondo de sus saberes: experimenta sensaciones, percepciones, pone a prueba la memoria, la imaginación y el pensamiento (todos procesos psíquicos).

En la escena que tiene lugar en el teatro chino cuando Michael descubre que Elsa es la homicida y la causa de todos sus males, el protagonista acude a un proceso de introversión, es decir, dirige su actividad psíquica al análisis de sí mismo en medio de un proceso autoconsciente de distinción entre el “yo” y el “no yo”. Se vale de su función de narrador diegético para autojuzgar y autoproclamar su necedad ante las redes amorosas de Elsa Bannister.

Como tercera cuestión, la conciencia garantiza las actividades del hombre que están dirigidas a un fin determinado. Una de sus funciones es la formación de la finalidad de las acciones bajo la cual están ponderados los motivos, la toma de acciones y correcciones necesarias. Lo anterior se explicita cuando el protagonista, tras un análisis consciente de la petición de asesinato de George Grisby, sopesa sus opciones y decide por aquella que considera le facilitará su objeto deseo (Elsa). Es importante dirigir la atención a que el marinero si bien conoce que el peso de la ley puede caer sobre él, su deseo hacia Elsa es más fuerte. En este caso, la necesidad sexual es más pujante que la cultural.

Finalmente, la conciencia incluye en su estructura una determinada relación del hombre con la realidad que lo rodea y consigo mismo. En la conciencia del hombre está incluido el mundo de los sentimientos en los que se reflejan las relaciones objetivas complejas y, ante todo, sociales.

Sin embargo, el plato fuerte del filme es la conocida secuencia en el salón de los espejos, el enfrentamiento climático entre Elsa y su esposo. La fase del espejo que definió Laccan se aviene muy bien a la secuencia. La propia proyección de la imagen en el espejo pone al desnudo la categoría de lo imaginario cuando incluye la mediación de la propia identificación de un personaje a través del otro. Además, la propia serialidad de las imágenes proyectadas conspira a la alucinación de amenazas múltiples y retan la imaginación de Elsa en la medida en que esta se cuestiona la posición estratégica de Bannister.

Por otro lado, la categoría de lo simbólico subyace en el deseo de autoconservación de ambos adversarios. Centrémonos en Elsa. Su ello (id) manifiesta el miedo que siente ante la inminente muerte. Está desprotegida porque desconoce la posición de su atacante, en cambio, él aguarda desde una perspectiva voyerística. El ego (yo) intenta controlar al ello y adopta una posición autodefensiva. El super ego (super yo) le ordena conscientemente una respuesta lógica: atacar los espejos y poner fin así a la secreta posición de su oponente, igualando las probabilidades de subsistencia.

El espejo, propiamente, es un objeto que posee una fuerte carga narcisista, que potencia las autosensaciones y el universo de los sentidos. Incita al placer y la delectación. La proyección de la imagen es el reconocimiento de uno mismo, su autodefinición. Si, como objeto, estimula las sensaciones, pude también alcanzar una connotación sexual. Pensemos que en la escena aparece proyectada una y otra vez la persona (Elsa) que ha sido, precisamente, el objeto deseo durante toda la trama y la causante del conflicto generado.

Así también, la destrucción de este objeto es el medio para la autopreservación de Elsa, cuando su aspiración inmediata se convierte en el asesinato de Bannister y su sobrevivencia.

En suma, el sexo y la autoconservación no son privativos en la construcción de la personalidad de O’ Hara y la Sra. Bannister, sino que se descubren en la generalidad de la trama. Ambos instintos motivan todo suceso colateral que se desencadena e incide directamente sobre el protagonista y su fatal antagonista.

Sexo y autoconservación son impulsos convenidos dentro del legado psíquico de nuestros antepasados y que de forma inherente aún se expresan en el hombre moderno. Es cierto que no logramos librarnos de ellos por mucho que evolucionemos, ¿la razón?, posiblemente sea el disfrute. Entonces, La dama de Shanghai es un homenaje al universo de los sentidos, al Eros, a la gnosis insensata… en fin, a la propia naturaleza humana.



La crítica de arte y su indispensabilidad cuestionada

La crítica de arte es también una forma artística y por tanto emana de las imágenes conscientes e inconscientes del propio crítico. Se sabe que cada obra, con independencia de las sensaciones y las emociones que la pulsan, tiene una parte objetiva y concreta que puede verse, palparse u oírse; y esa parte es la que evalúa el crítico a través de su filtro subjetivo, valiéndose de herramientas académicas.

En los últimos tiempos, en que el mercado parece obviar el ejercicio del criterio especializado, cuando compra y vende la obra de los artistas a su antojo, o cuando los creadores se autopromueven en las redes sociales ante una masa numerosa y explican su obra sin intermediarios, ¿cuán necesaria es la crítica de arte para los artistas? ¿Pueden los creadores prescindir de ella?

La función de la crítica no es precisamente “despedazar” y “matar” la creación. Existen juicios a favor de la obra de arte que la prestigian, explicando sus valores. Incluso, cuando el ejercicio crítico niega esos valores y reprueba la obra, pretende generar un gusto estético y estimular el ingenio de los artistas en la búsqueda de originales formas de expresión.

La doctora Graziella Pogolotti dijo al respecto: “La crítica tiene entre nosotros un sentido negativo… Esa opinión bastante difundida, oculta el verdadero sentido de la labor que corresponde a un crítico, limita su actividad y no tiene en cuenta el papel que le toca, situado entre el autor, la obra creada y el público, el de hoy y el de mañana”.

La crítica debe entenderse también como un proceso comunicativo en el que intervienen emisor, contenido, canal, receptor y efecto.

El emisor es el especialista: el teórico, investigador…; el contenido es el mensaje, el criterio en sí. El canal sería el medio donde se transmite el mensaje, entiéndase prensa plana, digital, radio, televisión o revista especializada. El receptor claramente es la audiencia que leerá, verá o escuchará el juicio experto, y el efecto se asocia a la sugestión que el mensaje sobre la obra transmitió o no.

No existe un manual reducido para el oficio crítico, y sí criterios encontrados sobre cómo debe ser el discurso especializado en función del canal (el medio comunicativo que promueve esas disertaciones).

La profesora, investigadora y crítico, Adelaida de Juan, estimaba la interpretación y el juicio de valor según el destinatario y los soportes en los cuales sería publicado. Un texto escrito para el periódico debía ser más claro y conciso en su lenguaje, para que los lectores no entrenados pudiesen comprenderlo. Un texto publicado en una revista especializada podía permitirse un lenguaje más técnico y enriquecido en tropos.

En cambio, el periodista, investigador y curador Israel Castellanos León, en una de sus reseñas concluyó que la esencia de la crítica se resume a un estilo especializado y asequible al mismo tiempo, al margen del soporte en el que aparezca: ya sea un catálogo, un periódico o la revista más elitista.

A estos criterios sumo otro, atinadísimo, que hallé revisando distintos libros y ensayos. Fue el razonamiento del historiador, crítico de arte y poeta, Orlando Hernández, que vio la luz en una edición de la revista La Gaceta de Cuba de 2004. Han trascurrido cerca de 17 años y todavía está vigente:

“Me molesta la jerga tecnicista y el bizantinismo en que tan a menudo se enfrasca la crítica de arte, su exceso de conceptualización, de teorización, de generalidades y su poca confianza en la sencillez de expresión y en el sentido común, que oculta a menudo un vergonzoso vacío de criterios propios, de inteligencia, de sensibilidad real. Este lenguaje de capilla, retórico, falsamente teórico y escasamente sensible, constituye por su ilegibilidad un obstáculo para el acercamiento del público al fenómeno artístico y para la comprensión de sus mensajes”.

Los artistas necesitan la crítica; no la halagadora que acomoda el hacer cotidiano. Necesitan una que demarque los terrenos estilísticos con análisis serios y plausibles, que arroje luz y de “tamaño de bola” sobre la actualidad de la creación, los discursos, los públicos. Esa que “peñizque” al artista cuando se atrofie en caminos autocomplacientes.

La crítica impulsa y promociona los procesos artísticos. Y el arte, como es sabido, tiene una función social. Digo más, el crítico puede contribuir a educar el gusto de las personas y a acercar el arte a los públicos, porque también es un promotor.

La crítica llena vacíos teóricos y contribuye a la historiografía. ¿Ello no significa también contribuir al patrimonio cultural de una nación? Cuando el experto reseña, deja testimonio histórico de un suceso artístico y sus protagonistas. El crítico hace futuro desde sus palabras; y no solo porque guía procesos culturales (eso queda claro) sino porque los valora y atestigua.

No seré absoluta. El artista contemporáneo no precisa (forzosamente) intermediarios para explicar su obra, es autosuficiente y puede hacerlo él mismo. Conoce sobre edición, fotografía, diseño, marketing y otras materias que le permiten gestionar su promoción en Internet. No ocurre con todos, pero sí en la mayoría. Apunto: vivimos un arte cada vez más conceptual, que obliga a sus creadores a mostrar no solo sus piezas sino los argumentos que las rigen.   

“Esclarecer, promover y testimoniar son tres posibles atributos de la crítica que bien vale considerar para poder reconocer su importancia en un mundo en que la información deviene hecho imprescindible de supervivencia y conocimiento”, subrayó el ensayista, profesor, bailarín y coreógrafo habanero Ramiro Guerra.

No obstante, pese a esa autonomía del artista, apoyada en las tecnologías y la accesibilidad de información, la crítica resulta imprescindible si está en constante diálogo con el creador, si lo dota de lenguaje, si llama la atención sobre estilos y conceptos que ni él había percibido en su trabajo. La crítica siempre convidará a degustar la obra de arte, haciéndola atractiva a los sentidos de la audiencia.

Sirva ella, no como dictador sino como redentora: argumentación de base para reflexiones propias, traductora del arte para la sociedad, promotora de la experimentación y el talento.