Jardín


La «Iniciación» de Yanetsy

Con un doble sentido, por tratarse del nombre de uno de los capítulos de «Jardín» y de su primera presentación como artista visual en La Habana, este viernes la pinareña Yanetsy Ariste presentará la exposición personal «Iniciación» en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, de la capital.

La muestra rinde homenaje a la novela lírica «Jardín» y a Dulce María Loynaz, su autora, Premio Miguel de Cervantes 1992 y con una profunda huella en la vida y obra de Ariste, también escritora, crítico de arte y periodista.

«Jardín» es pura poesía, uno de los primeros textos que leí en mi adolescencia y me marcaron; el personaje de Bárbara se me quedó muy dentro y esa constituye una de las maravillas de la literatura y las obras de arte: trascienden a los autores y conquistan a los lectores.

Yo también me siento Bárbara dentro del «Jardín»; es un personaje guiado por muchas sensaciones y emociones. Y el jardín llega a ratos a ser refugio, una naturaleza que se convierte en amparo, guardiana; pero también prisión. Es esa comunión de elementos diversos, de los cuales uno no está al margen en la vida.

«Iniciación» está compuesta por 10 experimentaciones gráficas y monotipias, con dimensiones de 70×50 centímetros, todas verticales, «pues siempre imagino lo que pinto como páginas de un libro; no puedo alejarme de la idea de la poesía visual», apuntó.

Dulce María Loynaz ha sido significativa para muchas generaciones de escritores cubanos; y que sea precisamente en el Centro que lleva su nombre, en la casa donde vivió una de las mujeres que más admiro en la literatura cubana, tiene para mí un simbolismo enorme; y este es mi homenaje a ella y a lo que ha representado en mi vida

Los colores que representa «Iniciación» son puros estados de ánimo y una mirada muy subjetiva de lo que yo creo que puede estar sintiendo ese personaje, con sus ojos de asombro ante el mundo que se le revela.

Por eso también opta por la abstracción, «que viene siendo ya mi lenguaje para decir las cosas».

Yanetsy Ariste se distingue por su versatilidad en el mundo del arte, de ahí que sea habitual «sentirla» en el entorno cultural de Pinar del Río, y fuera de él; sobre todo por la constante búsqueda de lo diverso, lo que la distingue y nutre como artista.

Estudié Historia del Arte porque quería ser artista de la plástica, nunca pensé ser escritora, crítico de arte o periodista; y era un sueño que tuve escondido y de alguna manera se desvirtuó con la carrera universitaria y por eso empecé el camino literario.

Pero este año sentía que debía pasar a la frágil posición de exponerme, pues no sabes cómo te recibirá el público; y eso te obliga a conquistar.

Sin embargo, el ejercicio literario está en mí y de ahí parte mi trabajo visual; no me creo artista de la plástica porque soy una escritora que expresa las emociones captadas de una obra literaria.

«Iniciación» constituye la segunda muestra personal de Ariste, ya que en este calendario había realizado la exposición «Ensoñaciones» en la galería Sala Real, de la Asociación Hermanos Saíz en la provincia más occidental; y participó en la muestra concurso Post- It, en La Habana, con el libro de artista Las Otras.


La vida es un Jardín

Jardín es el espectáculo más reciente del grupo de narración oral escénica A la cuenta de tres y el segundo que en al menos diez años acoge un teatro pinareño, después del unipersonal Vidas Comunes, que Osvaldo Manuel Pérez Peñalver, llevara a las tablas en Vueltabajo.

Con la premisa de que la vida es un jardín donde todo florece y el asombro se encuentra en las cosas más indómitas o pequeñas, las narradoras del grupo, Yune Martínez y Yadira Hernández, seleccionaron para la puesta los textos: El coleccionista de semillas de Aidé Carolina Barbosa, La primera flor de Mayra Navarro; Sucu, un anónimo; La flor de Nena de Graciela Montes y La mitad de la Rosa de Yunier Serrano (Valerio), bajo la asesoría de Nubelia Leyva, una de las narradoras orales más prestigiosas de la Cuba de hoy.

foto: Lisette Magalys.

Buscar asesoría en una voz autorizada es una actitud perspicaz, porque aunque Yune Martínez y Yadira Hernández tienen suficiente camino andado a pesar de su juventud, no subestiman la importancia de buscar el ojo agudo de una generación de mayor experiencia.

Los textos del espectáculo fueron versionados. Pasaron por un trabajo de mesa a priori para materializar un producto diferente a la obra literaria, más aterrizado a la escena. Por tanto Jardín, como obra de narración oral, es una puesta que bebe de la literatura, pero en ella, el narrador es libre.

Es madura y está argumentada con rigor en cada escaso elemento de la puesta. Destaco escaso, porque sus hacedoras acudieron a la economía de recursos: un discreto mueble giratorio en forma de dado que sirvió también como percusión, un títere, un sol pequeño, un columpio, que fueron entrando y saliendo de la escena según el cuento, pero que en suma alimentaron la esencia del performance en su cuota justa.

foto: Lisette Magalys.

Jardín se diferencia formalmente de las puestas que hacen los grupos de teatro infantil en la ciudad, porque la narración oral teatralizada que estos grupos proponen con su estética, incluye acción; y toman elementos de la escenografía para apoyar esa acción.

Con Jardín, el público ilustra las acciones en su mente y no prevalecen los diálogos (a excepción del cuento de Mayra Navarro, que lo hace en dos ocasiones, para que los niños identifiquen los personajes). Aquí lo más importante es el desarrollo de la historia.

foto: Lisette Magalys.

Estas artistas juegan con el público, en algún momento acuden a la mímica, al títere, todo para enriquecer el cuento, lo cual es más dinámico, entretenido y da fe de su virtuosismo en escena. Bajan al proscenio, invitan a los niños al tabloncillo para hacerlos parte de la narración.

En la última historia (La mitad de la rosa) usan ilustraciones proyectadas al fondo del escenario, recurriendo (no por azar) al texto más poético (casi un trabalenguas) que mantiene a los niños atentos. En ese instante en el que Yune narra y Yadira acompaña con la música, la luz, proyectada desde el frente, incide solo en la mitad del cuerpo de las actrices y estampa sus sombras chinescas en el fondo. Por lo que la luz aquí toma un valor simbólico, casi poético también.

La música y los arreglos están a cargo de Yadira Hernández e incluye La rosa roja de Óscar Hernández, una canción tradicional japonesa, el vals Danubio Azul con Sinfonía Salsa, Flor Pálida de Polo Montañez, etc.; para acercar a los niños ritmos cubanos tradicionales como el son, la habanera, el chachachá, la conga, y al mismo tiempo, demostrarles cuán plural es la sonoridad del mundo.

Ya en escena también se valen de diversos instrumentos, según la historia, como el palo de agua, las maracas, la flauta dulce, el cajón, la pandereta, el güiro, las claves, etc. De manera que el público sigue la voz de la actriz pero se sumerge en una atmósfera sonora muy heterogénea, que estimula sus sentidos.

foto: Lisette Magalys.

Jardín está dedicado a dos narradoras orales de Pinar del Río que ya hoy no nos acompañan físicamente: Luisa Marina Pérez y Silvia Domínguez. He ahí un gesto también noble, porque significa reconocer la historia y quienes la construyeron antes.

La vida es un jardín, lleno sensaciones, colores y luces. En concepto, este espectáculo lo demuestra y deja a uno con ganas de quedarse a vivir en él.