Frank Fonseca Espinosa


Fidel Castro, artífice de la política cultural cubana

Una revolución educa, una revolución combate la ignorancia y la incultura, porque en la ignorancia y en la incultura están los pilares sobre los que se sostiene todo el edificio de la mentira, todo el edificio de la miseria, todo el edificio de la explotación.

A Fidel no se le puede encasillar en estereotipos preconcebidos; Fidel es una malgama de virtudes humanas que le hicieron florecer como revolucionario, político, abogado, pensador, escritor e intelectual cubano de alto calibre. Para muchos es la figura más trascendental del siglo xx.

El Fidel que yo conocí fue el artista vinculado con la obra cultural trascendental que se formaba a partir del año 1959 con el triunfo de la naciente Revolución Cubana. Fundada sobre la base martiana para crear con todos y para todos, donde no se puede excluir a los artistas e intelectuales cubanos que desempeñarían un papel de transformación cultural, como portavoces de la obra magna que se forjaba. 

Sería el 30 de junio de 1961, tras varios encuentros con artistas, escritores e intelectuales, donde se formaría el vínculo transformador de las perspectivas del arte en Cuba. (Palabras a los intelectuales)

El arte cubano que se fecundaba llevó a cabo una política cultural de democratización a todos los sectores de la sociedad a través de la campaña de alfabetización del ’61, la difusión masiva de música, libros, revistas, espectáculos teatrales y las unidades de cine móviles que llegaban a los lugares más recónditos de la isla para proyectar filmes. 

 A la par se creaban instituciones culturales como como el Instituto de Arte e Industria Cinematográfica (Icaic), referente obligado del cine latinoamericano, la Casa de las Américas, el Consejo Nacional de la Cultura, El Teatro Nacional de Cuba, el Teatro Escambray, la Unión de Escritores y Artistas (Uneac) y la Imprenta Nacional, que después pasó a ser la Editora Nacional de Cuba, permitiendo darle una institucionalidad a la cultura, donde pudieron convivir y converger artistas de disímiles manifestaciones artísticas y de ideologías políticas diferentes. 

Una revolución cultural, que también era comprensiva con los artistas que tenían una manera diferente de pensar respecto al proceso revolucionario cubano. 

“La Revolución tiene que comprender esa realidad, y por lo tanto debe actuar de manera que todo ese sector de los artistas y de los intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios, encuentren que dentro de la Revolución tienen un campo para trabajar y para crear; y que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tiene oportunidad y tiene libertad para expresarse”.

                                                   Fidel Castro Ruz. (Palabras a los intelectuales)

El arte se convirtió en una maza social emancipadora, cuestionadora, reflexiva, autocritica, democrática y de unidad. Que daría respuesta a la pregunta ¿Qué función deben cumplir el arte, la literatura, y la cultura en una nación socialista?

Fidel germinó la idea, la cultivó como quien hace renacer las mejores virtudes del arte cubano cuando expresara: La cultura cubana es “alma”, “energía”, “escudo y espada de la nación.”

Palabras que hay que interpretarlas como un ente vivo, como un corazón que late, como voz viva que no debe morir en un papel, que lleva cuestionamientos y reflexiones de invitación a comprender que lo primero que tenemos que salvar es la cultura; sin cultura no hay libertad.

Tal importancia revisten estas palabras cuando la patria amada quiere ser mancillada, ultrajada, desvalorizada y cuestionada, por sus valores políticos, sociales, culturales. En este contexto histórico y social sale a luz la verdad que deben imponer los artistas; la verdad de educar, de combatir la ignorancia, sensibilizar, visualizar los logros de la Revolución mediante las manifestaciones artísticas, de afirmar nuestra identidad, no utilizando el halago desmedido, sino la crítica formadora y correctiva de lo que se puede hacer mejor. 

“Una revolución educa, una revolución combate la ignorancia y la incultura, porque en la ignorancia y en la incultura están los pilares sobre los que se sostiene todo el edificio de la mentira, todo el edificio de la miseria, todo el edificio de la explotación”.  Fidel (1961)

El intelectual Miguel Barnet dijo una vez: El artífice de la política cultural cubana, el gestor, es Fidel… Todas las opciones culturales que hoy tenemos se las debemos a Fidel.”

Debemos utilizar todas las opciones culturales presentes que soñó y llevó a la vida nuestro Comandante en Jefe, hacerlas nuestras, trasmitir el mensaje emancipador de Fidel y seguir desarrollando el arte y la cultura, para que el arte y la cultura lleguen a ser un verdadero patrimonio de todo el pueblo cubano, rompiendo todas las barreras sociales y de espacio, que permitirán construir una generación mejor.

Los artistas junto con Fidel somos los artífices de la política cultural cubana que forjará el hombre nuevo.



Eusebio Leal Spengler: Verba volant, opra manent

 Este 16 de noviembre de 2020 se cumplieron 501 años de la fundación de San Cristóbal de La Habana. Ciudad de leyendas, enigmas, religión, mestizaje y cubanía, que conoció los pasos del Maestro de Juventudes Eusebio Leal Spengler. Para departir sobre esta ciudad maravilla, debemos fecundar y evocar las figura del eterno y querido historiador de La Habana; Leal es un ente vivo que nos acompaña en las obras urbanísticas, históricas, sociales, culturales que conocieron sus manos, su intelecto y tiempo de vigilia a la conservación del patrimonio histórico de la nación cubana.

Al cubano más útil de su tiempo, le debemos la monumental obra de restauración de las obras del centro histórico de La Habana, declarado por la UNESCO en 1982 Patrimonio de la Humanidad. Aunque su sencillez formada en los duros avatares de su vida de infante, que esbozo en el libro Fiñes, dedicado a su amor verdadero, su madre Silvia, lo conducen a no prevalecer sus méritos sobre su llaneza, reconociéndose como un servidor público que cumplía con el deber impostergable de defender la obra de la revolución desde su puesto de trabajo.

Hombre de enseñanza empírica, autodidacta, fue soñando y señalando su camino con el valor de la perseverancia, acompañado con horas de estudio y desvelo que lo consagraron de un conocimiento vasto que hacia germinar a disposición de su pueblo habanero y cubano. 

En una entrevista que le realizo Ángel Calcines, Eusebio expreso: “Tuve que superar mis grandes limitaciones intelectuales, pues escribía con faltas de ortografías y me veía obligado a buscar soluciones alternativas para intentar suplir esa deficiencia, priorizando la palabra oral. Tuve que llenar grandes vacíos porque leía y estudiaba lo que me gustaba.” 

Lo importante de estas afirmaciones es que reconocía que su abnegación y superación a todaacosta le permitieron ir evolucionando en su peregrinaje.

Qué decir de su oratoria elocuente, sensible, tierna, ferviente e inflamable, que hacia enamorar y enarbolar la conciencia histórica y revolucionaria de nuestra población. Disímiles fueron sus reconocimientos internacionales y nacionales en toda su vida, premios que son el reflejo de año de energía, atrevimiento y unidad colectiva para hacer prevalecer la historia.

Como apasionado martiano, Eusebio rememoró las enseñanzas de Martí y las trasmitió en su oratoria, escritos y acciones. Como fiel estudiante del legado del nuestro Héroe Nacional, llevo en su pecho una máxima martiana: “En la cruz murió el hombre un día; pero se ha de aprender a morir en la cruz todos los días. Todas las grandes ideas tienen su nazareno.”

Las grandes ideas de restauración del patrimonio histórico tenían su nazareno, y el de La Habana, era Eusebio Leal. Por eso nuestro pueblo reconoce fielmente lo pulcro de sus actos, de su obra al servicio de la Historia.

¿Pero cómo juzgará la historia y las nuevas generaciones a Eusebio Leal Spengler?

La propia respuesta fue dibujada en la entrevista: “Un día en la historia con Eusebio Leal Spengler.”

  • “Siempre será una incógnita el cómo seremos enjuiciados por las futuras generaciones. ¿Sobre qué fundamentos establecerán su juicio? ¿Mirarán hacia su pasado con la suficiente amplitud de matices para entender que cada cual es hijo de su tiempo y, como tal, sucumbe a sus contradicciones y desvelos?”

Temo afirmar que las nuevas generaciones y la historia lo juzgarán por sus obras. Verba volant, opra manent*.

 

Nota:

*Las palabras vuelan, pero la obra permanece



Glosas al ideario de Martí en tiempos de crisis

A mi hijo Abraham Fonseca García,

con el amor de un ferviente martiano.

 

Hablar y escribir de José Martí en tiempos tan convulsos como los que vive la humanidad es evocarle a la madre tierra que lo abraza en Dos Ríos su ideario de libertador patriótico, anticolonialista e intelectual, para que ilumine nuestra concepción  revolucionaria.

La concepción de la nación cubana se basa en la utilidad de la virtud. La virtud de multiplicar los panes y los peces enseñando a un pueblo a labrar la tierra con el sudor de su frente, con el yugo de sus manos, en un archipiélago que no cuenta con grandes extensiones de tierra y sufriendo un bloqueo genocida impuesto por el “gigante de las siete leguas”, que lucha por exterminarnos por hambre y desabastecimiento de productos esenciales para el crecimiento de un país.

Foto Tomada: Portal José Martí (www.josemarti.cu)

Pero este gigante olvida que nuestro Apóstol nos legó la onda de David, su palabra viva, sus actos consecuentes con su pensamiento, que nos ilustró que contra el imperialismo norteamericano debemos de andar de cuadro apretado “como la plata en las raíces de los Andes”, permitiendo desdibujar la desunión que se desarrolla como flores de lúgubre en tiempo de crisis, de deshumanización, de valores como la honradez, la honestidad y solidaridad, que hacen imperar el egoísmo, la vanidad y el robo como miserias mezquinas de los timoratos, acomodaticios, vendepatrias y coleccionistas de estrellas que olvidan que “el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber.”

“Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundo”.

Pero nuestro Héroe Nacional nos vislumbró el futuro, nos iluminó el porvenir cuando nos expresara: “América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.”

Trincheras de ideas que deben florecer, desarrollarse, fecundarse con el accionar de cada cubano y cubana de bien, reafirmando el pensamiento colosal de pensar como país, no como eslogan publicitario de masas, sino con la certeza que “la mejor manera de decir es hacer.

Martí definió de forma magistral su manera de pensar como país, cuando enunciara: «La patria no vale por sí misma: vale en la medida que sea justa. No es triunfo, sino agonía y deber. Nunca está hecha. Hay que hacerla y rehacerla cada día. Si crear suele ser oficio de poetas, llevar a la vida lo creado, es oficio de hombres«.

La patria vale por el valor justicia de nuestro pueblo para crear “con todos y para todos”, con sus manos laboriosas que deben definir todas las aspiraciones precisadas y legítimas del pueblo. Solo el pueblo puede llegar a transformar y enaltecer más el país que soñamos, no utópicamente, sino como agonía y deber. Agonía, porque como escribiera el Apóstol:

“Es probable que ningún cubano que tenga en algo su decoro desee ver a su país unido otro donde los que guían la opinión comparten respecto a él las preocupaciones sólo excusables a la política fanfarrona o a la desordenada ignorancia. Ningún cubano honrado se humillará hasta verse recibido como un apestado moral, por el mero valor de su tierra, en un pueblo que niega su capacidad, insulta su virtud y desprecia su carácter.”

Deber, para que germine con fortaleza la patria próspera que meditamos, rehaciendo cada día lo creado con nuestros propios esfuerzos, construyendo el patriotismo más bello. Compromiso con los pobres de la tierra, ahí radica nuestra suerte, y un ejemplo de ello son nuestros médicos cubanos que traspasan fronteras y van a brindar su capacidad de amar para fecundar la maravilla de la dignidad del hombre, salvando las vidas de los desposeídos de la tierra. 

El humanismo de nuestros médicos cubanos es heredero de las enseñanzas de nuestro Apóstol, las cuales estuvieron definidas en base al amor; un arma insustituible para unir a los pueblos con lazos de fraternidad; una verdad que hace levantar a los caídos, despertar el socorro mutuo y abrir el corazón en gestos sinceros de solidaridad con los pobres y más necesitados; la única ley que le otorga al hombre autoridad y hace renacer la esperanza; la esencia de la obra política que convierte a esta en indeclinable deber y en respeto pleno a la dignidad del hombre.

Foto Tomada: Portal José Martí (www.josemarti.cu)

La muerte de José Martí, el 19 de mayo de 1895, vino hacer un duro golpe para las tropas libertadoras que perdían la figura central de la guerra necesaria, quien permitió unificar pensamiento, criterios, entre las máximas figuras históricas de la guerra mambisa. Diseñó el camino sólido para la guerra de independencia en el Manifiesto de Montecristi, un documento que constituye una fehaciente muestra de la unidad y solidez de la Patria.

Al mismo tiempo, expone la comunidad de criterios y los estrechos lazos de las dos generaciones participantes en la guerra del 95.Tras su fallecimiento, transcurrieron 64 años para que un puñado de jóvenes barbudos lo exaltara como autor intelectual, espiritual y material de la Revolución floreciente, no como una frase para la historia, sino definiendo una personalidad y caracterizándola.

Una única Revolución eternamente martiana pensada como emblema, bastión y bandera. Edificada sobre la base que “todo hombre verdadero debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre”.

Al cumplirse 125 años de su muerte este año 2020, celebremos su vida, porque como expresara Carlos Rafael Rodríguez en su ensayo José Martí, contemporáneo  y compañero: “No es bueno ser profeta de las lamentaciones, sino que hace falta ser profeta de la movilización. Arte gemebundo, no. Arte doliente no. Arte para la creación. Arte para la movilización.”      

La movilización de los hechos, de las acciones que edifiquen  para la eternidad la sentencia: “En la cruz murió el hombre un día; pero se ha de aprender a morir en la cruz todos los días”.

Seamos los nazarenos de las ideas de nuestro Apóstol nacional José Julián Martí Pérez y recordemos que escribir o hablar de tan significativa figura histórica puede cualquiera, lo que cualquiera no puede es vivir la vida de sacrificio, abnegación, dedicación y coraje que vivió.



Te celebro y te canto Mario Benedetti

Conocí a Mario Benedetti de forma casual en la mañana del 17 de mayo de 2009, conocí su fallecimiento y significación poética, ensayística, teatral, novelística y literaria de su obra, que abarcó disímiles temas como el amor, la muerte, la vida, las mujeres, el hombre, el pueblo, el montevideano de clase media, la Revolución cubana. Vino a florecer en mí ese sueño utópico de ser escritor-ensayista, poeta. Ese deseo de dibujar versos en un papel, en una imitación humilde a los primeros poemas suyos que mis ojos tocaron y fomentaron esa osadía de celebrarte con las palabras maestro y guía.

Recuerdo como si fuera ayer descubrir tus Poemas de la oficina, la novela la Tregua, el primer encuentro con la escritura coloquial de tu magno trabajo que ha sido traducido a más de 20 idiomas tocando puerta a puerta la sensibilidad del hombre y mujer común, reafirmando que tu poesía es pueblo y fecunda sencillez que no necesita de tus detractores académicos que han querido encasillarte nombrándote como un poeta menor.  

Quien ha leído y estudiando su obra reconoce esa perseverancia de escribir, releer, editar los manuscritos buscando la perfección. Y que no sería hasta su octavo libro cuando alcanzaría llegar a ese público joven que lo consagraría como uno de los escritores latinoamericanos más leídos y editados internacionalmente debido a la generosidad de brindarle al lector emociones, plantearle interrogantes, trasmitirles la luz que necesita la poesía y que otros autores no han sabido explotar enmarcándose en métodos académicos de selectos grupos que no representan el canto general de los lectores.

Mi compromiso es con la literatura y la memoria de un escritor pertenece a sus lectores expresos. Benedetti reconoce la sinergia que debe existir entre el escritor-literatura y el lector. La unidad dialéctica de estos factores está implícita en su labor literaria y ahí radica su legado, su leyenda. Este año 2020 se cumplirá 100 años de su nacimiento (Paso de los Toros, 14 de septiembre de 1920-Montevideo), tierra de grandes escritores que te acompañaron en la generación del 45 como integrante indiscutible e insoslayable a la memoria de los leyentes. 

Cuba, como segunda patria, conoció sus pasos y ese vínculo afectivo con Casa de las Américas al ser miembro del Consejo de Dirección de Casa de las Américas y fundador del Centro de Investigaciones Literarias de la institución en 1968. Tu accionar como exiliado uruguayo en Cuba marcaria para la historia el amor incondicional y recíproco con los intelectuales y lectores cubanos, que agradeceremos por siempre su presencia y compromiso con la Revolución cubana.

La escritora Nancy Morejón, Premio Nacional de Literatura, expresaría sobre Benedetti:

«Tanto hemos aprendido con Mario que los que hoy cantamos y escribimos, con su lengua hablamos. Mario no asimila retóricas posibles por eso es que no cabe, no puede ser tronchado en partecitas para ser entregadas a un Olimpo de dioses trasnochados. Mario viviendo con su asma, con esa misma Luz en un breve balcón, escribiendo poemas sin cesar, burlando el rastro de sus fracasados perseguidores, oyendo siempre el grito ahogado de aquel torturador, disfrazado de fantasma azul. Mario, triunfando siempre con la verdad en la mano y, escondido, tal vez, en el capítulo inicial de una novela inconclusa donde lo espera, sentada, la marioneta de trapo con la que Gabriel García Márquez quiso pintar un poema de Mario con un sueño de Van Gogh… y sobre las estrellas montevideanas… un 17 de mayo de 2009. Ahora, sus lectores vamos a entrar, con mucho gusto, en los preparativos de su primer centenario.»

El mejor homenaje en su centenario es releerlo con la promesa de hacer un trato codo a codo con su obra. Con la estrategia simple de siempre necesitarlo.



La mujer cubana, una revolución dentro de una Revolución

«Esta mujer cubana, tan bella, tan heroica, tan abnegada, flor para amar, estrella para mirar, coraza para resistir.»     

José Martí.

Cinco letras dibujan tu nombre, cinco letras que dibujan tu silueta camino perseverante de tu sueño virtuoso y tu fe inquebrantable en la equidad de género, en la utilidad de la virtud. Cinco letras dibujan tu nombre, más que flor, más que madre, más que hijas, más que esposas.

Para departir y escribir de esta criatura hermosa, fecunda como la tierra negra de nuestros campos, que provoca y engendra la maravilla del nacimiento y la vida, tenemos que esbozar en un papel el instinto apasionado lo que es ser mujer y, sobre todo, una mujer cubana. Quizás un poeta navegaría en su mar de poemas buscando el verso perfecto, meritorio, para describir a una medida exacta de pies a cabeza y del alma al corazón el significado eterno de la mujer como un ente social, como compañera, revolucionaria, amante y guía eterna de nuestros tiempos.

Nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz proyectaría con su prosa auténtica de cubanía, de reafirmación amorosa y de igualdad, el valor genuino de la mujer cubana cuando expresara:

«Las mujeres constituyen un verdadero ejército al servicio de la Revolución (…) La mujer es una Revolución dentro de la Revolución (…) Cuando en un pueblo pelean los hombres y pueden pelear las mujeres, estos pueblos son invencibles, y la mujer de este pueblo es invencible

La mujer cubana partícipe necesaria de nuestras luchas independentistas arroja una guía eterna por más de 61 años y pone de manifiesto con hechos lo que expresara nuestro Fidel referente a las mujeres cubanas. Demostrado a partir de las luchas de independencia contra la metrópoli española y norteamericana que tenía sometido al archipiélago cubano aún yugo colonial e imperialista.

La bayamesa Rosa Castellanos Castellanos sería unas de las primeras mujeres que demostraría su valor, su entrega, vocación, por un bien común, por la Patria en la contienda independentista de 1868 a 1878. Las mayores virtudes de esta mujer serían expuestas en su humanismo, su buen humor y su sentido de la disciplina, pues existe constancia de que siempre estaba jaraneando con los enfermos, mientras que mandaba, ordenaba e infundía respeto entre todos. Esta mujer negra y esclava que siguió el camino de la independencia de la dignidad y el decoro alcanzó los grados de capitana del Ejército Libertador participando activamente en las cargas al machete.

Mariana Grajales sería otras de las mujeres cubanas que dejaría una huella e impronta en la Historia de Cuba. La madre de los Maceos fue un símbolo del valor y la generosidad de la mujer cubana, aguerrida combatiente que inculcó a todos sus hijos los ideales de independencia y lucha contra el dominio español que le acarreó muchos amigos y admiradores como fue José Martí.

El Apóstol expresó:

«¿Qué había en esta mujer, qué epopeya y misterio había en esa humilde mujer, qué santidad y unción hubo en su seno de madre, qué decoro y grandeza hubo en su sencilla vida, que cuando se escribe de ella como de la raíz del alma con serenidad de hijo, y como de entrañable efecto? Así queda en la historia, sonriendo al acabar su vida, rodeada de los varones que pelearon por su país, criando a sus nietos para que peleen.»

Mariana Grajales demostraría con sus acciones que la mujer puede ser útil en las labores revolucionarias, patrióticas, combativas, sin perder la ternura vocacional de ser madre, esposa y guía de familia. Pero sería Ana Betancourt de Mora quien se adelantaría a su tiempo cuando pediría a los independentistas la emancipación de la mujer en busca de sus derechos. Carlos Manuel de Céspedes expresaría que la historia habría de reconocer el hecho de que una cubana se había anticipado a su siglo pidiendo la emancipación de la mujer.

Emancipación y derechos que no tendrían frutos hasta el Triunfo de la Revolución cubana el 1 de enero de 1959, en el cual fueron partícipes varias mujeres como Melba Hernández, Haydee Santamaría, María Antonia Figueroa, Celia Sánchez Mandule y Vilma Espín, entre otras que forjaron el camino de una Revolución que se construyó para los pobres, los humildes y, en especial, para las mujeres. Las féminas en el mejor de los casos era un objeto decorativo, la sociedad asumía una actitud y un comportamiento de prepotencia y superioridad de los hombres frente a las mujeres, recluidas fundamentalmente en el ámbito doméstico.

El patriarcado se expresaba con igual crudeza de manera visible. A la luz del día se manifestaban insultos, los gritos, las amenazas, las violaciones y el asesinato. En la zona invisible se oprimía a la mujer con el desprecio, el chantaje emocional, el lenguaje sexista, el humor sexista, la publicidad sexista, con mujeres escasas de ropa para incitar el consumo de un producto.

Estas condiciones de desigualdad propiciaron la vocación de justicia y de amor de las mujeres para unirse a la lucha revolucionaria liderada por Fidel contra la dictadura batistiana y defendieron en las lomas y la clandestinidad el proyecto social que promovía el reconocimiento de la dimensión de clases, raza y género.

En 1962 el Comandante en Jefe afirmó que se proponía crear una sociedad distinta, de organizar un mundo mejor para todos los seres humanos; las mujeres tienen intereses muy grandes en ese esfuerzo, porque, entre otras cosas, es un sector que el mundo capitalista en que vivíamos estaba discriminada. Y, en el mundo que estamos construyendo es necesario que desaparezca todo vestigio de discriminación de la mujer.

Palabras que se fueron cumpliendo paulatinamente, con acciones, medidas, leyes, que concibieron una vida de decoro, de dignidad y oportunidades iguales al de los hombres. Entre las medidas que se adoptaron fue la campaña de alfabetización que permitió a las mujeres de los sectores menos favorecidos de la sociedad beneficiarse de este progreso social; otras de las medidas fue la creación de círculos infantiles destinados a las madres para el acceso a la formación, al trabajo y participar en la vida económica del país. La emancipación de la mujer no habría sido posible sin el nacimiento de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) bajo el liderazgo de Vilma Espín, como expresión del tratamiento particular, dentro de lo general, que se le brindó al tema de la mujer.    

Sin la FMC habría sido imposible la construcción de la nueva sociedad, la elevación del nivel educacional, cultural y político de las mujeres. Hoy, 60 años después, la mujer cubana integra el 46 por ciento del sector estatal y el 17 del no estatal. De los 612 diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su VIII Legislatura, 229 son mujeres para el 49 por ciento.

La Revolución enalteció a las cubanas ante sí mismas y la sociedad. A la Revolución, a Fidel, a Vilma y a la Federación de Mujeres Cubanas, las mujeres deben lo que son, mujeres preparadas dignas, decididas, revolucionarias y guías insoslayables de nuestro tiempo.



¿Por qué leemos un libro?

Un libro es capaz de contener tanta libertad como la conciencia misma del hombre que lo lee.

¿Por qué leemos un libro?, seguro nos hemos preguntado algunas veces como quien espera encontrar una respuesta de consolación para el alma insaciable de conocimiento y dudas. El escritor Sergio Pitol dijo: “El libro es uno de los instrumentos creados por el hombre para hacernos libres”. A partir de esta frase debemos encontrar voces que nos expliquen cuál es la emancipación que nos provoca escudriñar letra por letra, palabra por palabra, párrafo por párrafo, la magia de fecundar el mundo vivido por otros y que viene a enriquecer nuestra creación y combatir la ignorancia, el aburrimiento.

Es importante reconocer que los libros tienen una existencia vital que no solo se basa en su contenido por sí solo, sino en la sinergia que se crea entre lector-autor, pensando en una retroalimentación enriquecedora plasmada en papel para que los lectores puedan descubrirse en un libro. 

En su obra La República, Platón criticó a los poetas porque los textos se enfocan en las musas y no en una intención educativa. En ese sentido, valdría la pena preguntarse también para qué leemos y qué leemos. Leemos por placer o por el aporte educativo que nos recuerda que el conocimiento es poder, recordándonos esa frase de Sócrates, “El conocimiento es la virtud y solo si se sabe se puede divisar el bien”. En el placer de leer también hay conocimiento. Y en el conocimiento puede existir placer. Descubrimos, aprendemos. Leemos porque vivimos.

Leer es vivir vidas pasadas, presentes, futuras, desde una base de progreso permitiendo el acceso a la cultura general integral, al desarrollo científico técnico, además fortalece los cimientos de la visión histórica del mundo así como los valores sociales que se dinamizan en su entorno.

Este febrero es un mes simbólico para homenajear esos libros y autores que vendrán a enriquecer la Feria Internacional del Libro de Cuba, feria que se basa en la alegría de un pueblo culto, preparado que reconoce que los libros forman parte de la idiosincrasia del cubano.

 Como dijera nuestro Héroe Nacional José Martí: “Saber leer es saber andar”. Andemos entonces por el camino de la lectura que nos hace progresar y ser libres como pueblo. Un libro es capaz de contener tanta libertad como la conciencia misma del hombre que lo lee.



Cuba, ¡qué será de ti si dejas morir a tu Apóstol!

Para departir sobre la figura histórica de José Martí hay que conjugar al Martí periodista, escritor, pintor, intelectual, poeta, maestro y héroe revolucionario. ¿Pero cómo nombrarlo en sus facetas sin sacralizarlo?, con sus errores, sus aciertos y dudas. Nombrarlo como un hombre común, palpable, cuyo mérito más profundo y verdadero fue la de situar su vida a la consagración de la libertad de Cuba. Ese es el Martí insoslayable desbordado en estas páginas de admiración y compromiso de este novel escritor, que lleva en sus ojos y pensamiento la deuda de estudiarlo como un ente contemporáneo, vigente en la sociedad cubana del siglo XXI que más que nunca necesita a un Martí rejuvenecido, atemperado a la cotidianidad del pueblo y los jóvenes.

El pensamiento de nuestro Apóstol no pierde esa vigencia de cultivar, fecundar las virtudes más sublimes y elevadas de los seres humanos, virtudes que deben habitar en los pueblos como semilla plantada con el sudor de la frente de los hombres de buena voluntad que reconocen que el primer deber de un hombre de estos días es ser un hombre de su tiempo, ser un hombre bueno que es el único modo de ser dichoso.

Martí fue un hombre de su tiempo y dichoso, desde muy temprana edad comprendería que su vida estaría dedicada a la lucha por la independencia de Cuba y con los pobres de la tierra plantó su suerte.

El intelectual cubano Cintio Vitier en su artículo Martí en la hora actual de Cuba planteaba unas interrogantes:

¿No es Martí suficiente vacuna contra los venenos ambientales? ¿No es Martí capaz de hacer de cada cubano por humilde o iletrado que sea un patriota? ¿No es capaz de inspirarle resguardo ético, amor profundo a su país, resistencia frente a la adversidad, limpieza de vida?

Para ello el estudio de la vida de nuestro Apóstol no debe ser formulado solo teóricamente desde cursos escolares tempranos hasta cursos superiores, es necesario tocar las verdades ocultas en el ala de colibrí como mensaje educativo de espiritualidad y conciencia.

Martí hay que dibujarlo en su faceta de hombre de a pie en la calles, en las aceras, parques, avenidas, y extrapolar su obra a la sociedad, a los más necesitados de su ideario que no han podido tocarlo, sentirlo, vivirlo como una expresión de cubanía y Revolución.

Debemos instaurar acciones para fertilizar una campaña para volverlo palpable, más humano y cercano al pueblo cubano que en la mayoría se reconoce martiano.

Martí forma parte relevante e indispensable de nuestra Historia pasada, presente y futura. Nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz fue continuador de su pensamiento intelectual, político, revolucionario. Premisa que permitió declararlo como el autor intelectual de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.

El ideario de nuestro Apóstol estaría vinculado firmemente al programa político de la nueva etapa de lucha hasta nuestros días, como homenaje a las doctrinas de quien nos enseñó a pensar como país, como una unidad colectiva, y guiaría el camino de los grandes derechos de nuestro pueblo.

Al hombre de La Edad de Oro no se le puede dejar morir. En el aniversario 167 de su natalicio nuestro pueblo tiene que ser un pueblo más digno, más fiel a su recuerdo e ideario. Como expresara Fidel Castro en su alegato de defensa La historia me absolverá:

Hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!