libro


Justo Planas y el cine latinoamericano del desencanto

Cuando intentamos mapear críticamente la producción cinematográfica de América Latina en estas dos décadas del siglo XXI, incluso un poco antes, en diálogo o no con el Nuevo Cine Latinoamericano (NCL) —que como movimiento fue mucho más que la sencilla sumatoria de cinematografías nacionales integradas por el idioma, las historias similares y la semejanza de caracteres nacionales, pues sirvió como “estandarte audiovisual” de una época voluble y marcada por la utopía—, notamos que el ideal que preconizaban sus principales directores se torna, muchas veces, en desencanto y que este ha dado cuerpo a un número importante de filmes que caracterizan la mirada latinoamericana, la forma en que nos vemos, en el tercer milenio.

Si nos adentramos en esta producción —como bien lo hizo el investigador y ensayista Justo Planas en El cine latinoamericano del desencanto, publicado por Ediciones Icaic en 2018—, notaremos que prevalecen varias tendencias ideotemáticas, discursivas y genéricas que caracterizan el período. Predomina la hibridación, el pastiche y la intertextualidad, así como la coralidad, la violencia y la marginalidad. La otredad, enfocada hacia la racialidad, la diversidad sexual, el discurso femenino y el exilio y su correspondiente desarraigo, está presente en varios de estos filmes, mientras la desdramatización, la contemplación y slow cinema singularizan al nuevo autor. También el tratamiento de la intimidad y las familias en crisis, el criticismo y la inconformidad, se articulan con la desintegración, la distopía y el desencanto como temas afines.

Planas (La Habana, 1985) se pregunta en este libro hasta qué punto el séptimo arte latinoamericano más reciente conserva preocupaciones de orden social similares a las de sus predecesores del NLC, y lo hace a partir de un director importante, como el mexicano Carlos Reygadas, quien —junto a los argentinos Lucrecia Martel y Lisandro Alonso, entre los ejemplos más visibles— fue una de las revelaciones del cine latinoamericano de autor en la primera década de este siglo. Con esta premisa, arma sus presupuestos teóricos, formula su tesis, disecciona las diferentes categorías y llega a atractivas conclusiones… A él le interesa Reygadas, pero sobre todo, más le importa Japón, su película de 2002, que es la columna vertebral, su objeto de análisis. Y lo hace porque Japón “destaca dentro de un grupo de cintas de la primera década de los 2000 que la crítica suele asociar con una enfática recurrencia hacia valores estéticos y escaso interés por factores sociopolíticos”. Su propósito, dice, es demostrar lo contrario y reivindicar varios títulos como continuadores (y cuestionadores) del NCL y sus postulados.

Aquí Planas combate, como escribe Juan Antonio (Juani) García Borrero en las palabras que sirven de prólogo a este volumen, “un conjunto de lugares comunes donde pareciera que, instalado el neoliberalismo como ideología dominante, el proyecto audiovisual de la región ha renunciado al compromiso político de los padres fundadores. Esto, por supuesto, tendría que ver con el lugar que ocupa en el corpus de filmes latinoamericanos realizados en las dos últimas décadas, el pensamiento utópico que otrora fuera la razón de ser de muchos cineastas del área”.

De los clásicos de la década del 60, a cuajar como movimiento en 1967 durante el I Encuentro de Cineastas Latinoamericanos, a la persecución y el exilio de sus más notables realizadores y el desinterés de muchos gobiernos por financiar proyectos cinematográficos nacionalistas, rechazados aún más por el marcado izquierdismo y el aura de denuncia social de estas películas, a la exploración del cine de género en la década del 80 y del melodrama y la comedia, herencia de la Época de Oro de varias cinematografías nacionales, como la mexicana y la argentina… las obras del NCL fueron dándole tirones a la utopía, al punto de disolverse en la sospecha su antigua novedad. ¿Qué heredó el cine de los noventa y sobre todo, el actual cine de la región, de una propuesta que se caracterizó más por lo que no quería ser que por lo que era, ahora en un contexto donde irrumpieron las nuevas tecnologías audiovisuales, la distribución directamente en Internet, el crecimiento del consumo hogareño, la caída en la asistencia a la salas…?

Justo Planas asegura que inscribir Japón —una historia de redención, ambientada en el universo rural mexicano, fotografiado bajo una luz que lo despoja de cualquier rasgo folclorista, y al que viaja el protagonista, un hombre decidido a alejarse del mundo para buscar la muerte, y donde conoce, además, a una anciana ermitaña con la que descubrirá el amor— dentro de cierta tendencia continental, y hermanarlo con títulos argentinos, brasileños, bolivianos… hace que su discurso (el de este filme) se vuelva mucho más diáfano e inteligible. La película comparte búsquedas con filmes como La ciénaga, de Lucrecia Martel, de 2001; Suite Habana, de Fernando Pérez, de 2003; La teta asustada, de la peruana Claudia Llosa, de 2007… en evidente relación con la realidad continental. Planas busca situar sus perspectivas sobre la región y sus respectivos países, en un diálogo con disciplinas sociales y humanísticas. Además realiza un análisis de las metodologías que han seguido las cintas seleccionadas para acercarse al universo social; y rompe fronteras por nacionalidad, género cinematográfico o estética autoral, para desandar la hipótesis de una o varias tendencias o poéticas colectivas latinoamericanas y contemporáneas evidentes cuando cartografía nuestro continente desde el cine.

Luego de profundizar en las características de una tendencia continental hacia los 2000, el ensayista se centra en Japón e investiga la impronta que puede tener el espacio urbano en este filme de Reygadas: la ciudad como símbolo polisémico de lo moderno y europeo, con consecuencias directas sobre el cuerpo, el sentido del placer y la identidad cultural en el cruce de siglos. De la misma manera que profundiza en lo rural, la naturaleza, y en última instancia lo teológico, en diálogo con otras obras, no solo cinematográficas, para subrayar que en Japón Reygadas destaca “la crisis de los paradigmas modernos y la necesidad de un nuevo mapa que redunde en la plenitud del individuo y su entorno”, sin ser intercambiables (lo rural y lo urbano).

Finalmente, Justo Planas, en el capítulo “Desencanto y posmodernismo de oposición”, identifica en la cinematografía posterior al 2000 dos formas de reacción ante lo que asumimos como una crisis de la Modernidad: el posmodernismo celebratorio y el posmodernismo de oposición, según la división realizada por el filósofo Boaventura de Sousa. En el primero aparecen películas de Reygadas, Martel, Eimbcke, Fernando Pérez, Miguel Coyula, Lisandro Alonso, Pablo Larraín y Alonso Ruizpalacios; mientras que en el segundo encontramos filmes de Cuarón, González Iñárritu, Guillermo del Toro, Mariano Llinás, Damián Szifron y José Padilha.

Con esto y partiendo siempre de Japón, y también de otros filmes de Reygadas, Justo Planas se adentra en el tratamiento a la utopía, la ciudad, lo rural y otras categorías para sugerir, incluso, una nueva cartografía que permita comprender el Nuevo Cine Latinoamericano de hoy; un cine en el que, en los rejuegos de la posmodernidad y su propia diversidad, “la antigua noción de la utopía colectiva” ha desaparecido, asegura García Borrero, pero “no la utopía en sí”.


La Luz de Cuba en la Feria del Libro de Bogotá

Ediciones La Luz, sello de la AHS en Holguín, presenta parte de su amplio catálogo, compuesto por autores consagrados y jóvenes, en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo), Colombia, un importante evento cultural y comercial que celebra este año su edición 35.

En el Gran Salón Raíces del recinto ferial de Corferias, Luis Yuseff, editor jefe del sello, exhibió al público la campaña de promoción del libro y la lectura “La Luz te pertenece” y describió los diferentes procesos del diseño de las campañas y en particular, el trabajo en esta nueva propuesta, en la que participan el artista Alejandro Zaldívar y el diseñador y escritor Robert Ráez.

Con un elogio al trabajo de promoción de la joven literatura cubana que La Luz realiza cada año, Enrique Pérez Díaz, escritor, editor y director del Observatorio Cubano del Libro y la Lectura, quien integra la delegación cubana, destacó las razones por las que este sello fue distinguido en la 31 Feria Internacional del Libro de La Habana con el Reconocimiento Especial del Instituto Cubano del Libro como la más integral del sistema editorial en nuestro país.

La Luz presentó al lector colombiano los títulos Mar de invierno y otros delirios, relatos de Alberto Garrandés, incluido en la colección homenaje Mehrlitch y reconocido con el Gran Premio La Puerta de Papel 2020; Fatamorgana de amor con banda de música, novela de Hernán Rivera Letelier, Premio Nacional de Literatura de Chile; Ya no creo en Lars Von Trier, cuentos de Marvelys Marrero; la novela La quietud, de Yunier Riquenes, y el libro de cuentos Zapping, de Ragnar Wilfredo Robas, incluido en la Colección Abrirse las Constelaciones del sello.

 

Dos de los títulos más recientes de la colección Premio Celestino, certamen que organiza La Luz, estuvieron entre las lecturas recomendadas: Las fauces, de la escritora y periodista camagüeyana Lourdes Mazorra, y Boustrophilia, de Robert Ráez. Mientras que con el libro Eduardo Heras León. En el aula inmensa de la vida, compilación de entrevistas realizadas en diferentes medios a este autor recientemente fallecido, reunidas por Yunier Riquenes, se le realizó un homenaje a este maestro de varias generaciones de escritores cubanos, fundador del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y Premio Nacional de Literatura 2014.

Del catálogo infantil se presentaron también Cuando te llames princesa, de Enrique Pérez Díaz; De caballeros y dragones, de Elaine Vilar Madruga; Como se escriben los clásicos, de Idiel García, y la antología poética Retoños de almendros, con textos de jóvenes autores cubanos.

Ediciones La Luz también participó del encuentro de hermandad por la cultura y la poesía de Cuba y Colombia, celebrado en la Universidad Nacional de Colombia. En la cita, celebrada en el Auditorio Natividad Pinto de la Facultad de Artes, se comentó sobre la visión e importancia de los escritores colombianos y cubanos, influyentes en el entorno social desde mediados del siglo XIX hasta la fecha; y desde La Luz se propuso la lectura de las más recientes generaciones de autores cubanos, muchos incluidos en su catálogo de esta reconocida editorial.

Además, Yuseff participó en el conversatorio “Cuba nos visita”, y en compañía de la poeta Yanelis Encinosa, fue parte de las Lecturas Urgentes de Poesía Cundinamarca y Boyacá, auspiciadas por la Fundación Grainart en la Fundación Universitaria San Alfonso, en la capital colombiana.

La FILBo, que se desarrolla en el recinto Corferias hasta el 2 de mayo, cuenta con una amplia representación del sector editorial y cultural de varios países, convirtiéndose en el evento cultural y comercial del libro y sus autores, más importante del país sudamericano. De este modo despliega una programación literaria, cultural, académica y profesional que reúne a todos los actores de la cadena del libro en el país, junto con los editores, distribuidores y libreros, este año con México como país invitado de honor por tercera vez, luego de 1993 y 2009.


Diez cucharadas de miel, libro-arte desde la comunidad

El Centro Provincial del Libro y la Literatura en Holguín presentó el libro-arte Diez cucharadas de miel. Selección de cuentos infantiles, un cuaderno que reúne textos de once escritores, entre ellos varios miembros de la AHS, y que se acompaña por dibujos de igual cantidad de niños.

La selección de los cuentos, la confección y cuidado del libro, trabajado con papel manufacturado, la realizó el joven Andrés Zaldívar del Río, especialista del Centro, y contó con el auspicio de Cuadernos Papiro, Ediciones Holguín y La Luz, reconocidos sellos de la provincia.

Integran la antología infantil, con cuentos publicados e inéditos, reconocidos autores como Luis Caissés, Rubén Rodríguez, Ronel González, Emerio Medina, Kenia Leyva y Fidel Fidalgo; y los jóvenes Liset Prego, Lizue Martínez, Erian Peña Pupo, Elizabeth Soto y Norge Luis Labrada.

“La idea de crear un libro-arte infantil tiene como antecedente el lanzamiento de un concurso Dibujar la poesía hace más de un año, organizado por la propia institución. Ahí surgió entonces la iniciativa crear un libro-arte ilustrado con los dibujos de los más pequeños. Seleccionar los escritores fue fácil, porque Holguín tiene muchos autores que trabajan la literatura infantil. La selección de los cuentos se realizó a partir de que estos fueran cortos y con descripciones, fáciles de dibujar por niños de diferentes edades”, comenta Andrés Zaldívar.

A medida que los autores enviaron sus cuentos, Andrés los entregaba el niño que lo iba a dibujar, y les explicaba en qué consistía el proyecto y cuál era la idea, dependiendo de la edad y la complejidad de la historia. “Para el diseño del libro-arte me inspiré en los antiguos álbumes de fotos, con sus esquineros y con una estética que me resultaba atractiva”, asegura.

El Taller de Papel Manufacturado de Cuadernos Papiro les proporcionó el material para su confección, y además allí les ayudaron en cuestiones de diseño y con la encuadernación del libro.

Diez cucharadas de miel es un ejemplar único y posee carácter absolutamente promocional. Contó con la edición del poeta Moisés Mayán, y trabajaron en su realización, además, las especialistas Rubenia Zaldívar, Yaneisi Caballero, Katia Reyes y Yanely Esquijarosa. Para la Feria Internacional del Libro en Holguín, añade Andrés Zaldívar, se piensa realizar una versión digital.


En 2023 “La Luz te pertenece”

La figuración del mítico personaje de Ícaro a partir de los versos del querido poeta holguinero Delfín Prats, Premio Nacional de Literatura 2022, identifica la gráfica de la nueva campaña de promoción de la lectura que para los próximos 12 meses propone Ediciones La Luz, sello editorial de la Asociación Hermanos Saíz en la provincia de Holguín.

Con el eslogan “La Luz te pertenece” la campaña que durante todo el 2023 acompañará la creatividad del joven colectivo contó con el talento de Alejandro Zaldivar, como diseñador, y Robert Ráez en la edición editorial.

la luz campaña 2023 5

Según trascendió en sus redes sociales y plataformas digitales, Zaldivar explicó que la esencia siempre estuvo en la poesía, lirismo que hoy corona la campaña con el anuncio en dias recientes de la entrega del Premio Nacional de Literatura al poeta mayor Delfín Prats.

“En mi trabajo suelo mezclar lo humano a lo fantaseoso, de ahí que a partir de una fígura de Ícaro que ya existía se fue creando toda la imagen que revela la existencia en su cuerpo de un par de alas extras, esas que regala la osadía de perseguir sus sueños y alcanzarlos con el poder de la literatura, el sol personal que cada uno tenemos”, apuntó el joven.

la luz campaña 2023 2

“Este Ícaro posmoderno que bebe del pastiche y el arte digital, vuela de noche y lleva el corazón expuesto”, comentó el escritor y crítico Erian Peña Pupo en sus palabras de presentación y añadió que este ángel lírico no tiene rostro y en su cabeza porta el sol finalmente alcanzado.

Los rayos que hicieron caer a Ícaro la primera vez, subrayó, “fueron testigos de como tras la caída, con el paso del implacable tiempo, una legión de Ícaros soñadores se levanta; porque eso tiene el viaje, el esfuerzo y el sueño: hacen crecer alas en los brazos a quienes persiguen idénticos senderos; alas líricas, resonancias en forma de versos…”

la luz campaña 2023 1

La campaña que asegura que “La Luz te pertenece” prevé su presentación por varias partes de Cuba durante todo el año, destacando entre estos espacios la Feria Internacional del Libro que tendrá lugar en el mes de febrero próximo.

Desde el 2014 cada inicio de año el sello editorial La Luz lanza su campaña de promoción de la lectura con la aspiración de llegar a los lectores desde diversas perspectivas y maneras de entender. Diseños que se promueven desde disímiles formatos como: gigantografias, marcadores y calendarios y posee la colaboración del Centro Provincial del Libro y la Literatura.


Ojos para mirar los paraísos azules de Martha

¿Sabes de ese momento en el que te quedas pensando, cómo es posible que no lo hubiese leído antes? Bueno, algo así pasó aquella mañana de jueves (no sé por qué siempre es jueves cuando descubro cosas). Más aún cuando sabes de ese autor, cuando no resulta del todo un “no escuchado antes”, cuando incluso han interactuado en algún que otro espacio. Pero, me agrada que jamás hubiésemos cruzado ni medio saludo, nada. Tengo la firme convicción de que prefiero no conocerlos. Agradezco llegar a sus obras despojada de todo juicio previo, sin saber cómo luce su rostro, ni cómo sonríe, ni el sonido de su voz, sin nada que matice. En asuntos de este tipo detesto los matices, pero no es un privilegio del que goce mucho últimamente, sobre todo con los autores más jóvenes. Y para mi fortuna, así llegué a los dos primeros libros que leí de Martha Acosta Álvarez: Ojos para no ver las cosas simples, Premio Celestino de Cuento, 2018, Ediciones La Luz, Holguín; y Pájaros azules, Premio Pinos Nuevos, 2016, publicado por Letras Cubanas. Ambos los conseguí en la recién Feria Internacional del Libro de La Habana, 2022. Recuerdo que cuando encontré el segundo enseguida me remonté al primero, había fijado el nombre de su autora y lo compré sin pensarlo. Obviamente la sabía una narradora cubana contemporánea, cercana a mi generación. Tenía referencias suyas, pocas, una vez más, repito, toda una suerte según mis gustos como lectora; pero algo siempre sí he tenido claro, y es que: a nuestros colegas hay que leerlos, saber cómo se mueve el quehacer literario que nos circunda, que nos está marcando como grupo, y en este caso, como en no pocos otros de los revisados los últimos meses, sentí orgullo de la joven narrativa de esta Isla poética.

Una tarde de apagón, quizás un mes y pico después, comencé a leer Ojos para no ver… y empezaron a clavárseme los dardos en la diana sensitiva de mis gustos literarios. A la mañana siguiente me fui al dentista, ya saben, colas, siempre las benditas colas que aprovecho para leer así sea recostada a una esquina y comencé a llenar el libro de apuntes. Me preocupo cuando no tengo nada que marcar en los libros.

Leo para reseñar, porque amo hacerlo, para conocer las nuevas voces, (también para de alguna forma estar clara de la competencia). Esta chica es una muy buena competidora. Me ha dado tremendo placer leerme este libro. Tiene un pulso firme, una limpieza estilística envidiable y un total dominio del lenguaje y sus bondades.

Escribí un viernes 3 de junio, sentada en el salón de espera de la Clínica Estomatológica, aguardando para sacarme una muela. Incluso, una vez dentro, boca abierta en lo que el dentista cargaba la jeringa con la anestesia y traían el instrumental, seguía yo pegada al libro, entre otras cosas para enajenarme de la situación. Así avancé luego ese mismo día por las ciento cinco páginas como analgésico alternativo ante el posoperatorio.

Pájaros azules lo comencé poco después de haber devorado el primero y, sin temor a dudas, puede uno encontrarse el libro sin portada ni nada que haga alusión al autor y leer directamente desde el primer cuento: Ojos caleidoscópicos y reconocer a Martha enseguida tras aquellas páginas. Existe una coherencia estilística en toda su obra, una homogeneidad admirable en sus textos, aunque pertenezcan a libros diferentes, que hace que funcionen como una especie de unidad indisoluble. Encontramos en su escritura toda, lo supe luego al leer el plaquet de poesías Distintas formas de habitar un cuerpo (publicado también por Ediciones la Luz, Premio de Poesía El árbol que silva y canta, 2017), una serie de marcas de agua, presentes en sus creaciones, que basta saber apreciar para reconocerla así sea en versos sueltos o algún párrafo de cualquiera de sus cuentos. Tiene todo un stock de recursos literarios que ubica en el momento justo, como si moldeara a mano los vaivenes de las narraciones, y digo esto e imagino unas manos finas pero firmes, de mujer deshabitada por la duda ante lo que hace, modelando un barro literario a su antojo una y otra vez, creando figuras sueltas que luego hilvana con paciencia de tejedora antaña. No encontramos textos densos vanagloriándose de ese stock de técnicas, no, y eso el buen lector lo agradece; encontramos metáforas llevadas sutilmente hasta lograr imágenes claras, pero con la tremenda capacidad de golpearte el rostro de a tajo.

Sergio llegó a la casa. Abrazos, palmadas en la espalda, la voz retorcida por verse luego de tanto tiempo. 

El mar era un rectángulo oscuro que adornaba la pared. Quieto. Manso. Dormido. Me sorprendí también vigilando al mar. Daba miedo que se despertara en algún momento, que rompiera su horizontalidad, que se irguiera y caminara hacia nosotros.

Habitación estrecha con vista al mar

(del libro Ojos para no ver las cosas simples)

 

Hoy vimos un pájaro azul y nos acordamos de la infancia, de la casa de tablones carcomidos por donde entraba la luz en los amaneceres. Los rayos colándose por los agujeros de la madera hasta la pared. El polvo danzando en la luz, partículas brillantes y locas que no se estaban quietas. Movimientos vivos. Pequeños seres mágicos que habitaban la luz, y por eso la luz era brillante. Entonces creíamos que los rayos de sol eran cilíndricos, que los cilindros eran las casas de las criaturas. Tocábamos la luz con la punta de los dedos, despacio, para no espantar a las criaturas, que se revolvían al tacto de los dedos, como si sintieran cosquillas.

 

Escuchábamos a la tía Jimena haciendo sonidos de amanecer…

 

A veces creía que te estabas muriendo, y que la muerte te hacía bien. Daban ganas de morirse contigo.

 

Ojos para no ver las cosas simples

 

Es esta una señora hecha de todas las tonalidades de la frustración.

 Cámara lenta

Difícil pasar por Falsos genitales sin hacer una pausa antes de proseguir. Resulta una tarea ardua establecer una escala sensitiva, sobre todo eso, sensitiva, entre los seis cuentos que conforman su libro Premio Celestino. Por suerte, la literatura tiene esas clemencias al permitirnos concluir a cada quien según queramos, según nos convenga, según sintamos, y yo decido hacer mi pausa en este texto. No aprecio una literatura con marcaje feminista en la obra de Martha, cosa que acoto no me parece ni bien ni mal, solo señalo, sin embargo, es este un cuento que recrea un plano ficcional con una prostituta inflable que no por eso deja se sufrir en su sintética piel los mismos males que una mujer cualquiera, más allá de a lo que se dedique.

Abro la puerta del apartamento.

Veo a la prostituta tirada en el suelo.

Irreconocible la prostituta. (Aquí una de las marcas de agua de la autora, ese rejuego con las palabras repetidas).

¿Quién te hizo esto?, pregunto.

No contesta.

No quiere o no puede contestar.

El aire se le escapa a través de su piel de vinilo soldado.

La prostituta está rota.

Reventada.

Su cuerpo no se parece a su cuerpo.

Su rostro no se parece a su rostro.

No pide ayuda.

No quiere o no puede pedirla.

Los ojos de la prostituta lloran.

(…)

La prostituta se está desinflando en la sala del apartamento. (…)

Estalló por la costura.

Por algún lugar tenía que estallar.

(…)

Va hasta el baño. (…)

Se saca la vagina portable.

La mete debajo del chorro. (…)

La vagina portable se llena de agua.

Se desborda.

Desde la estructura en la que manejó el texto hasta la originalidad de la idea, el enfoque en el que planteó la situación resultan interesantes puntos de vista. Dota a todo el compendio como de una especie de núcleo ya que notamos en otros cuentos una construcción similar en las narraciones y al mismo tiempo se mantiene el ambiente literario, que si bien no se repite sí persiste la uniformidad, siendo historias que, aunque marcadas por lo cotidiano, coquetean con el surrealismo y el absurdo.

En Pájaros azules, el segundo libro de Martha Acosta al que me acerqué, aunque escrito primero que Ojos para no ver las cosas simples, supongo, dado el orden cronológico en el que ganaron los premios (aunque eso bien pudiera no significar darlo por hecho), el cuento que lo nombra tiene una relación cercana con ese otro. Y aquí debo hacer un stop y repensar la sintaxis de la idea que quiero transmitir, verán: el cuento Ojos para no ver las cosas simples hace referencia de alguna forma intrínseca a Pájaros azules. Invaden en ambos una sensación poderosa de tristeza, de agobio tras tiempo de intentar encontrar soluciones. El mismo mal aqueja, y va enmascarándose: El pájaro se va de la casa, se va, pero no se lleva la tristeza. La tristeza se ha metido dentro de la casa, rueda y florece en las paredes, se derrama desde el techo, mancha el tapiz del único sillón que tenemos… Y, casualmente, ambos textos dan título a los libros. ¿Qué complicidad traerán implícita? Cabe preguntarnos. Algo similar sucede con los poemas: Ese día que no tiene para cuándo acabar y Distintas formas de habitar un cuerpo y el cuento Palomitas Company, también contenido en Pájaros azules. Un cuento profundamente visceral, con todo el poder para trastocarnos: mi madre aprendió a aparecer y desaparecer desde mi rostro en el espejo, a decirme hija de mierda con la voz quebrada que simula un “Ay, mija, me estoy muriendo”. Tal vez mamá piensa habitar mi cuerpo y mi espejo cuando su cuerpo pese demasiado para seguir articulando lamentos. Tal vez ya ha comenzado a hacerlo, y lleva años en eso, siglos, no sé.

Fragmento del poema Ese día que no tiene para cuándo acabar:

Mamá está muriendo.

Hace días que está muriendo,

años, siglos, no lo sé.

Lleva mucho tiempo en eso,

y no acaba de morir

ni de salvarse.

Tose como si los pulmones se le salieran por la boca,

dice, Ay, mija,

con la voz quebrada

y se me llenan los ojos de lágrimas…

Paraísos perdidos, Premio Calendario de Cuentos, 2017, hace alusión irónica a nuestros hábitos; como bien definiera su propia autora desde la dedicatoria: … este quimérico museo de formas inconstantes, este montón de espejos rotos. Una vez más recorremos pasillos familiares entre nuestras tristezas y sinsabores de vida. El realismo invade sin piedad en cada uno de los textos paseándonos por una galería de paraísos: El paraíso del cuerpo, el del tiempo, el paraíso vacío, el sumergido y el impronunciable. Y aquí haré mi pausa en Un arrecife en la espalda, que considero bien encierra, como cualquier otro del compendio, la esencia de este libro. No escapo nunca al llamado del mar, donde quiera que esté, y aquí hace su presencia, arrasador, como de costumbre, dejando con cada batida de brisa más dolor que paz.

Esta autora camagüeyana (Sibanicú, 1991) adoptada por la capital, más que por la capital ya por toda la Isla, donde se lee y admira la buena escritura, ha sido ganadora de una larga lista de certámenes literarios entre los que figuran los siguientes premios de narrativa: el César Galeano de cuentos, 2015, año en el que egresó del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso; el Pinos Nuevos, 2016, Calendario, 2017, el premio Dador, 2017 y en ese mismo año el Paco Mir Mulet, Fundación de la Ciudad de Nueva Gerona, el Mabuya; y en poesía El árbol que silva y canta, 2017. Luego en 2018 fue galardonada con el Premio Iberoamericano de Cuentos Julio Cortázar, con la obra El olor de los cerezos, el Celestino de cuentos y el Novela de Gaveta Franz Kafka. Ha alcanzado mención en el premio David de poesía, 2015, primera mención en el premio Emilio Ballagas de narativa, 2016, primera mención en el premio Mangle Rojo, de poesía, 2017 y en el Portus Patris, también de poesía ese mismo año. Además de los libros ya mencionados tiene otros dos fuera de Cuba: Doce años es demasiado tiempo, Editorial Guantanamera, España, 2016 y una novela titulada La periferia por la Editorial FRA, 2018. Varias de sus obras aparecen en revistas tanto dentro como fuera del país y en antologías. 

Su literatura está armada hasta los dientes con un ejército de personajes elaborados hasta el hastío. Pensados a nuestra imagen y semejanza, listos para defenderse de cualquier situación que a su autora se le antoje destinarlos. Cuenta también su escuadra con el ya mencionado stock de recursos literarios cuya función es alivianarte el golpe seco de su prosa. Solo te queda una opción: disponer de ojos para ver los paraísos azules de Martha.


Poemas, poetas y poéticas en Holguín

Alpidio Alonso Grau, Ministro de Cultura de Cuba, presentó este viernes, en el espacio La Hora Tercia Especial de la Feria del Libro de Holguín, el número 21 de la revista Amnios.

Junto al poeta villaclareño Yamil Díaz, jefe de redacción de la revista, Alpidio repasó parte del contenido que aborda esta edición de Amnios, donde devela zonas poco conocidas de bardos cubanos, mostrando además textos contemporáneos en materia poética.

La publicación presenta al lector autores importantes de la poesía universal, entrevistas, reseñas de libros, ensayos y textos críticos sobre autores del género lírico, comentó.

Fotos Eliecer Peña

Desde 2009, cuando surge la revista, la intención fue exhibir al público cubano la lírica de la isla y de otras naciones; y presentar fuera de Cuba la poesía insular de manera general; por eso Amnios no pretendió, ni pretende ser una revista de textos inéditos, añadió.

Este se trata de un número exclusivo dedicado de manera especial a la traducción poética, por lo que reúne traducciones de poetas cubanos a importantes autores mundiales.

En este sentido se encuentran reconocidas figuras de las letras cubanas: José Martí, Julián del Casal, José Lezama Lima, Eliseo Diego, Nicolás Guillén y Cintio Vitier, entre otros.

Fotos Eliecer Peña

Como parte de este espacio fue presentado el texto Apuntes en torno a la guerra cultural, de Abel Prieto, publicado por Ediciones La Luz, sello de la AHS en Holguín. Presentado por el historiador Ernesto Limia junto a Abel y Luis Yuseff, editor jefe de La Luz, Apuntes… se conforma de entrevistas, artículos, presentaciones de libros e intervenciones de su autor; formando una especie de compendio de ideas en torno a símbolos, sucesos y frases que patentizan, en muchas ocasiones, la guerra mediática e ideológica.

El escritor y presidente de la Casa de las Américas reiteró la necesidad de una mejor formación de los públicos que permita identificar estos fenómenos y adoptar posiciones críticas ante las tergiversaciones o bombardeos de contenidos, en un entramado de móviles, pantallas, tabletas electrónicas, redes sociales, televisores, libros, medios de prensa y las complicaciones de la cotidianidad.

Fotos Eliecer Peña

Publicado por la editorial Ocean Sur en 2017 y por La Luz en 2018, este texto ofrece conocimientos, argumentos y visiones que motivan el pensamiento crítico, en medio de una realidad con retos constantes que se redimensionan, destacó Limia en sus palabras.

Como parte de su visita a la Feria del Libro holguinera, el Ministro de Cultura, junto a Abel Prieto, Juan Rodríguez, presidente del Instituto Cubano del Libro, y otros autores de la literatura cubana, recorrieron espacios de expoventa de libros, presentaciones y paneles, así como una visita a la filial de la Universidad de las Artes en esta provincia.


Fisura de luz

Para crecer fuerte, primero se debe

hundir las raíces en la nada, aprender a

enfrentar la soledad más solitaria (…)

Debes estar dispuesto a quemarte en

tu propia llama… ¿Cómo puedes volverte

un ser nuevo y fuerte si primero no

te transformas en cenizas?

 

Nietzsche

 

De una grieta nacen estos cuentos, dice su autor y automáticamente imagino personaje tras personaje saliendo de la estrecha abertura en medio de una zona árida. Según emergen va llenándose de colores el mustio paisaje. Pasamos de cazador a presa, y viceversa, en el primer cuento que regala Deambulantes: segundo libro publicado por el sello editorial Primigenios, del escritor habanero David Martínez Balsa. Una vez más, la entrega del autor de Katabasis y Minutos de silencio afianza un estilo escritural estribado en la limpieza de una prosa firme, certera, que deja reconocer la pluma de su autor línea a línea conforme avanza.

Naturaleza marca bien la pauta de todo el cuaderno, haciéndonos saber que el entremés deja un gusto a “escudriño psicológico” muy bien llevado con el uso de la segunda persona narrativa, otra de las marcas de agua de Martínez Balsa, quien gusta además de enumerar las escenas en las historias, haciendo de tal maña un artilugio que dota al cuento de tensión, especie de recurso nemotécnico que logra surtir el efecto impacto de forma eficaz. Horacio es el primero que nace de esa hendidura, presto a volvernos caza fácil ante la gracia literaria de su autor.        

 

«Oculto detrás del espeso matorral, aguardas el arribo de tu presa. Apenas cambias la postura; tu respiración, lenta y muy sutil, se funde con el viento, desaparece entre sus murmullos. Te has vuelto un experto en pasar desapercibido. Al principio, eras un manojo de nervios, tan inquieto que hasta un ciego repararía en ti. Meses después, hallas difícil de aceptar la extensión de tus progresos. Ya mereces el título honorario de cazador, sometido a las disciplinas del sigilo, inmune al apuro o a las necesidades básicas del cuerpo».

 

Si alguna duda arribó a tu mente en la primera parada, Andar entre los vivos será el impulso que catapulte tus ganas hasta el final. En este texto asomarán las primeras conclusiones sobre el libro, sin duda alguna, la profundidad de sus personajes, el rebusque constante entre sus más intrínsecas manías y tormentos, será plato fuerte en la obra, alimentando nuestro morbo.

«De pie en el borde del hoyo, Heriberto empuja el cuerpo del oficial, que rueda y se precipita al interior, junto al resto de los cadáveres. Se acomoda bien el anillo en su dedo anular. Luego, empieza a internarse en la jungla, mientras intenta revivir cada paso que dieron los miembros de su pelotón antes de la emboscada, antes de que aquel primer balazo destrozara el pecho del Navaja. Esos pasos lo devolverán a casa, le permitirán convertir esta noche en una historia que rememorar en el futuro; otra hazaña a engordar su arsenal de anécdotas de combatiente».

 

Los cimientos, hace un stop necesario en el libro, una especie de sombra que devuelve el aire al cuerpo cuando se camina agitado.

 

«Después de la placa de la sala, el dinero se fue a pique y el mismo hueco por donde escapó, se trancó y no devolvió nada más. La casa quedó a medio hacer durante casi seis meses. Te partía el alma ver aquel híbrido, mitad concreto y mitad madera, igual a un cuerpo en un largo proceso de descomposición. Los huecos abiertos en el patio para los dados, los arquitrabes de las columnas ya listos, bueno, la mayor parte, porque las cabillas se perdieron del mercado negro; algunos sacos de arena tendidos en el cuarto designado almacén temporal de materiales, el olor a cemento que no se iba sin importar cuantos cubos de agua la vieja echara y le diera haragán».

 

La casa adopta un poco el protagónico en este texto, donde pareciera estar uno batiendo mezcla entre aquellos hombres para fundir la placa, es lo que provoca la cercanía que abraza la primera persona escogida con oficio por su autor. No obstante, pese a la tregua que muestran sus primeras páginas, a medida que progresa el cuento, reaparece el mismo hilo conductor de todo el compendio. La naturalidad de sus personajes hace que sientas cómo te susurran al oído, vas volviéndote cómplice de aquel dato que bien jugaba a esconderse desde el principio y tantas veces se desdibujó para luego unir de a golpe todas las hebras.

 

Miriam llena a uno de una mezcla de sensaciones a las que se hace imposible voltear el rostro. No hay forma de escapar ante el dolor, pitan los oídos mientras la almohada se afinca en la cara de su madre. El hedor que emana del cuento se nos cuela y se aloja en el encéfalo revolviéndonos el alma. El sentimiento de complicidad toca a la puerta, deambulante, y asusta. 

«En más de una ocasión alimentó la idea de detenerse, de apartar la almohada, pero las imágenes del pasado y de su futuro se estampaban una y otra vez contra sus ojos y Miriam solo conseguía apretar más y más. Al notar la ausencia de movimientos y los sonidos extintos, retiró la almohada. Un rostro macilento, roído por los años y las fauces del cáncer, le prodigaba una mirada de horror reforzada por una boca abierta, sin dientes. Miriam le cerró los ojos y colocó la almohada detrás de su cabeza. Se incorporó de súbito, presa de temblores, incapaz de controlar su respiración. Una súbita urgencia de vomitar la dirigió al baño, pero nada aconteció, salvo varias arcadas. Lavó los arañazos en su antebrazo y mientras el agua arrastraba la sangre hacia el tragante, Miriam notó la tensión desprenderse de ella cual una nube tóxica. Pronto, el alivio devoró la culpa y ya los días venideros perdieron la incertidumbre».

 

Uno a uno, sin chance a pestañear, siguen apretándonos fuerte los cuentos de este libro, con esa necesidad tan grande que se siente desde el inicio; es menester que escuchemos con atención, necesita decirnos algo, y lo hace. Hablar de Deambulantes, el texto que da título a la obra, me llena de pena. Un dolor me invade y llegado a este punto no seguiré reseñando en plural, no cabe, y apuesto, sin temor a equivocarme, que una vez avances hasta aquí, tampoco sentirás ganas de alejarte. Expectar desde la otredad, distante, no será una opción.

 

«—Sí, mientras haya alguien allá afuera, en el mundo de los vivos, que se acuerde de ti, que te mantenga en su memoria, pues entonces tus ropas nunca parecerán llenas de polvo, medio podridas, ni tú lucirás descompuesto.

—¿Y si no se acordaran de mí?

—Pues te verás más o menos parecido a la vieja esa. Aunque ella anda bien. No quieras ver los especímenes que me he encontrado yo. Pero no te preocupes, no tienes cara de ser mal tipo, estoy seguro que se acordarán de ti.

—¿Y cuándo no quede nadie?

—Si los tuyos mantienen fuerte tu recuerdo, siempre habrá alguien. Y suponiendo que la cosa se ponga bien mala, no te sofoques, ese proceso es lento».

 

Este, el quinto cuento del libro, hace que el folleto se reajuste el cinturón, acomode la camisa por dentro y apriete la corbata. La confabulación entre el personaje principal y su autor conduce las líneas de la historia, salta a la vista. El dolor se apropia de quien lee, nos vamos sabiendo víctimas de ese mismo derrotero algún día, quizá no muy lejano y una nostalgia tremenda anida en medio del pecho.

 

Bajo el sugerente título de Demonios en túnicas de hombre llega el sexto cuento, remarcando lo que ya en una entrevista comentaba sobre la atinada selección nominal de Martínez Balsa para sus obras. Con nitidez cinematográfica disfrutamos escena tras escena de esta especie de thriller literario que, aunque queda clara su naturaleza fría, no resulta en una crudeza visceral, y eso está bien, el lector siempre agradece las coherencias estilísticas y es que su autor se mantiene comedido ante ciertas tendencias donde lo gráfico tiende a sobrar cuando se ha logrado la atmósfera adecuada para que el mensaje llegue alto y claro.

 

Con ganas de un próximo cuento, debo admitir, arribé a DIRTY BUSINESS regodeándome en la camaradería que sentí por conocimientos afines a la temática, más, una vez en el fin de la primera escena, mis ojos se entornaron y frené de sumar inverosimilitudes en ese alter ego que se impone cuando conocemos a fondo de algo; ya no era posible reparar en tales simplezas, el texto obliga a prestar atención, toda la atención que requiere leer con esmero el ultimo cuento de un libro que tanto nos ha musitado al oído.

 

Con el mismo tono ecuánime de los anteriores, la limpieza estilística que ya va haciéndose notar claramente en la pluma de David Martínez Balsa, el lenguaje coloquial que caracteriza su narrativa sin rozar jamás el filo de los comodines que las jergas pueden ofrecer, ni verbo sensiblero alguno pese a los análisis que asoman en sus textos, con una pincelada de parábola quizá, llega triunfal este tercer libro del joven escritor cubano, cuyas grietas prometen seguir pariendo historias llenas de mundo.


Ocho historias para un domingo con Maikel Chávez

Aun con olor a tinta, a impresión reciente, Maikel Chávez (Villa Clara, 1983) tiene en sus manos Ocho historias para un domingo, compilación de sus obras de teatro para niños.

Lo ha visto crecer como un hijo, aunque parezca común la frase. Los textos han cobrado vida en la página en blanco, luego la mayoría ha subido a escena en diferentes grupos… Y personajes como Federico Valdemar, de la obra Un mar para Tatillo, con el que obtuvo en 2008 el Premio Dora Alonso, de Tablas Alarcos, en su primera edición, han llegado al público desde las ondas de Radio Progreso, las redes sociales, la televisión y el cine, en un proyecto dirigido por Alexander Rodríguez para Animados Icaic.

Más que antología, este texto publicado por Ediciones Alarcos en su colección Aire Frío, es “una suerte de memorias teatrales de una época fervorosa en el teatro para niños en Cuba; de mi intercambio con Teatro Pálpito, de mis aciertos y lunares, de premios y desaires, de herramientas de construcción textual en ascenso y descenso por momentos. Pero más que todo, es una invitación a conocer esos sueños de un mundo pasado por mis ojos con el matiz de quererlo ver casi perfecto. Es la recreación o construcción de una nueva realidad desde la escena” que le es vital, nos cuenta Maikel.

“Muchos escritores dirán que el universo de la conformación del libro es extraordinario, que lo disfrutan a mares porque van viendo surgir a sus hijos paso a paso. La verdad es que he tenido muchas experiencias que distan de esa afirmación, pues una vez entregas tu texto y te reúnes con el editor o editora, pocas veces ocurre que estás inmerso en un verdadero proceso creativo donde todo funciona (como utópicamente debe ser) tal cual mecanismo de relojería, de toma y daca, de prueba y error, de convite creciente en el que se va edificando el nuevo ser: el libro. Por suerte, Ocho historias para un domingo llega para corroborar que ese tipo de procesos sí pueden ser posibles, pues más que un libro, es el reencuentro de un grupo de amigos que soñamos a través de sus planas y fuimos creando durante años esa personita, que ya se nos ha convertido en un adolescente y por el cual celosamente velamos cada paso”.

Con concepto, selección y comentarios del Premio Nacional de Teatro Rubén Darío Salazar, edición de Josefa (Fefi) Quintana Montiel, cubierta de Marietta Fernández y composición de Lisandra Fernández, estas obras teatrales funcionan “como una suerte de cartografía o mapa de vida donde podemos volver a momentos en los que estuvimos implicados un grupo de creadores en el pujante acto de la creación escénica. Obras que han subido a escena en su gran mayoría, por no decir todas, y en la que como dramaturgo tuve la suerte del encuentro con equipos de realización extraordinarios que en más de una ocasión me hicieron replantear escenas y conceptos”.

El cuaderno inicia con Con ropa de domingo y cierra sus páginas con Vida y milagro de Federico Maldemar, texto que “deja abierto el libro a nuevos caminos para mi escritura”, y que aparece publicado, además, en el número 1-2 de la revista Tablas de 2021.

Sobre este último, la ensayista Marilyn Garbey escribió: “Esta pieza es como un juego de niñas y niños, donde ellas son las que se rebelan ante el uso desmedido del poder. Por aquí desfilan personajes de cuentos, leyendas, dibujos animados. Y los títeres expresan los deseos infantiles: aquella quiere ser la princesa encantada a quien despierta el príncipe con un beso, él quiere ser una marioneta como Pinocho, hacer un collar de estrellas para su mamá, ser rescatado por su papá del vientre de una ballena. La publicación de este texto propiciará futuros montajes en los que actores y títeres renueven el deseo de jugar a trasformar el entorno en que vivimos. No más guerras, no a la destrucción del planeta, no a la intolerancia… Si el Conejo Blanco nos recuerda que no hay límites en los sueños, Federico nos alerta: «De qué sirven los sueños si no luchamos por lograrlos», Vida y milagro… debiera volver a escena en estos tiempos de pandemia. Sus personajes insisten en que es posible preservar el planeta y vivir en paz”.

Mucho de esto encontraremos en las páginas de Ocho historias para un domingo.

En el libro –asegura el también actor y locutor– “no hay más que un recorrido por mis años en la escena teatral desde que entré a Teatro Pálpito en el año 2001 y de otras agradables experiencias con compañías tan prestigiosas como Los Cuenteros. Abro el libro, y siento su olor a página recién impresa, pero también vienen a mi mente una galería de personas que estuvieron implicadas en cada una de esas obras y que fueron perfilando al Maikel Chávez dramaturgo y actor, pues he tenido la dicha de también haber actuado en todas. Esta suerte funciona también como boomerang, ya que en muchas de esas obras, lo que escribía no funcionaba y en el montaje, en los ensayos el Maikel actor criticaba y se burlaba del Maikel escritor. Por esta razón Rubén aquí funciona más que como prologuista, como una suerte de amigo que ha estado presente en festivales y funciones, que ha visto y seguido de manera cercana mi carrera, viendo aciertos y lunares. Él mismo fue mi oponente en la tesis de teatrología, que casualmente realicé enfocándome en el trabajo de los actores de Teatro Pálpito y cómo Ariel Bouza, desde sus experiencias heredadas por Vicente Revuelta, Filander Funes y Bertha Martínez, fue creando una manera nueva de dirigir a sus actores. De cierta manera detrás de estas ocho obras teatrales hay gran parte de esas experiencias”.

En el prólogo Rubén Darío Salazar “se toma las licencias de colarse entre hojas, después de pasada la lectura de varias obras y hacer comentarios, narrar anécdotas, ríe, se emociona, evoca recuerdos y personajes que marcaron mi vida y de cierta manera la vida teatral de aquel entonces”, y que hoy respiran en las páginas de este libro.

Los textos de El mundo de Federico Maldemar –trilogía incluida en Ocho historias para un domingo, protagonizada por el personaje que ha marcado la obra dramatúrgica de Maikel y ganado terrenos también como creación transmedial– están “unidos por la presencia constante del malvado Federico Maldemar, un antirratón que no come queso ni chocolate. Leeremos a Federico en el circo. Federico interactuando nada más y nada menos que con Don Quijote de La Mancha. Federico en el origen de su propio mundo: una oscura alcantarilla lleva de cientos de ratones […] Maikel redime al malvado Federico Maldemar en el cierre de la trilogía. Nos lleva hasta su infancia convulsa y concluye cambiándolo y haciéndolo apostar por un mundo mejor. El mundo al que aspira el mismo Maikel, al que aspiramos todos”, escribe Rubén Darío en el prólogo.

Mientras que la editora Fefi Quintana escribe en la nota de contraportada de que así como es Maikel –excelente actor y titiritero, buen dramaturgo, esa persona que “te contamina, te contagia, te transmite todo lo positivo que hay en él”– así “son sus piezas teatrales. Llenas de juegos y canciones, de colores y enseñanzas, de preocupación por la realidad circundante y voluntad para mejorarla, de magia e inocencia, de gracia inigualable y profundo sentido de la amistad, de mucho humor y amor desbordante”. Ocho historias para un domingo nos abre las puertas a su universo teatral, de la mano de los personajes que lo pueblan –guiados por Federico Maldemar, el peculiar ratón que ha acompañado a niños y adultos no solo en las ondas de Radio Progreso– y de las fantasías posibles, por hermosas y necesarias, en la vida y en la escena.

 


Taimí Dieguez: “El proceso creativo me hace feliz” (+Fotos y videos)

Anda por ahí con su rostro angelical y pelo rojo, con su andar a veces apresurado o lento. Suele sonreír y hablar con pasión inusual. Es difícil imaginarla en el interior de su literatura: teniendo sexo en lugares públicos, arrancando cabezas de animales o lanzando piedras, como ocurre en algunas de sus historias. Los personajes parecen demasiado diferentes a ella, pero esta jaruqueña orgullosa asegura que se nutre de experiencias propias y de otros.

Después de conocerla de manera leve, junto a su libro Piedras a los varones, la joven dramaturga, narradora, poeta y profesora Taimi Dieguez Mallo se me dibujaba como una especie de enigma. La encontraba en las páginas impresas, compartimos alguna obra de teatro y coincidimos en varias actividades artísticas, fuentes de sensaciones y amistad.

Graduada de la especialidad de Dramaturgia en la Universidad de las Artes (ISA) en 2018, ha obtenido diversos reconocimientos, incluidos  los premios Fundación de la Ciudad de Matanzas (2018), el Hermanos Loynaz de Narrativa (2018), el Fundación de la Ciudad de Santa Clara (2019) y el de Teatro José Jacinto Milanés (2019). Ha logrado también las becas Caballo de coral (2009),El reino de este mundo (2018) y la de Producción Luis Orlando Suarez Tajonera (2017).A eso le sumamos una Mención en el Premio de Dramaturgia Virgilio Piñera (2016). Actualmente se desempeña como editora en la Casa Editorial Tablas-Alarcos y profesora de Historia del Teatro en el ISA.

A través de sus palabras la vemos pequeña en su casa natal de Jaruco, en la actual provincia de Mayabeque. Jugaba a “los escondidos” o “los agarrados”, a los yaquis o palitos chinos, y disfrutaba de manera especial comer ajiaco y maíz.

La niña estuvo en diferentes talleres de la Casa de Cultura municipal, incluidos los de danza, música, artes plásticas, y, por supuesto, literatura y teatro, los que más fuerte la atraparon.

Sus primeros poemas y cuentos casi siempre trataban sobre ella, “sobre lo que me acontecía, lo que sentía. Eran textos muy poéticos, pero también inmaduros desde lo técnico”.

La etapa como alumna en el ISA fue muy especial para quien vuelve con frecuencia a ese lugar de arte y sueños. “Ahí no solo me formé como dramaturga y creadora teatral, sino y, sobre todo, crecí como ser humano. Tuve la suerte de formar parte de un grupo de amigos, que nos quisimos y nos queremos muchísimo. A ellos les debo su amistad, el apoyo incondicional en situaciones difíciles y la experimentación en el teatro, la formación de una práctica y un criterio teatral, desde la dramaturgia y la escena.

“También tuve la satisfacción de tener un colectivo maravilloso de profesores, prestigiosos dramaturgos, teatrólogos, investigadores, críticos, diseñadores, especialistas del arte en general y de las letras y las humanidades. Hoy imparto clases junto a ellos con mucho gusto, porque enseñar es la mejor manera de aprender. Estar en el ISA era y es un regalo. Fue mi hogar durante cinco años.

Esta carismática joven casi siempre anda rápido. Tal vez, mientras conversamos, diversos proyectos circulan en su mente. Su voz puede tener un tono calmado y en ocasiones es como torrente, que no se detiene. Seguramente también sucede así cuando escribe. Para ella lo más importante es tener uno o varios personajes que la apasionen, “y luego me dejo llevar, las historias van creciendo.

“En ese proceso soy feliz, aunque vivo muchos estados en la escritura: ansiedad, nostalgia, tristeza, rabia, alegría, según las situaciones que narre. Pero crear me hace feliz. Y me lo exijo como disciplina desde que entré en el Seminario de Dramaturgia del ISA, aunque obviamente las dinámicas de lo cotidiano pueden obligarme a interrumpir la redacción.

“Cuando termino un libro, cojo un tiempo para comenzar otro proyecto, que puede ser uno colectivo, como una compilación o algo escénico. Mi disciplina es la de crear”, expresa quien siente un cariño singular hacia su primera obra publicada, Con la ropa de mi madre. Obra para ser dicha por el perro hembra, por la cual obtuvo su primer premio. “Ese libro me conecta con mucha gente, amigos, creadores, gestores. Me ha traído varias alegrías. Se convirtió en mi primera traducción al francés”.

Agrega que suele leer sus textos después de publicados, “para saber cómo quedó la edición, un oficio que he realizado durante más de tres años, y porque me gusta recordarlos bien, pero nunca para corregirlos. Cuando termino una obra, la acabé, y punto. A no ser que comience con ella un montaje u otro proceso creativo”, dice quien adora la repostería, el mar y los ambientes del campo.

Respecto a la edición, manifiesta que se trata, en gran medida, de aunar y dar coherencia a un libro, según normas editoriales y un concepto respaldado por el autor o autora. Para mí, está relacionada con el trabajo del dramaturgo al estructurar una historia, al componerla y velar por su limpieza, precisión, organicidad… En Tablas-Alarcos he aprendido mucho y he descubierto que me enamora el mundo de la gestión, la formación, la organización de eventos, talleres, dosieres de revistas…, en fin todo lo que implique pensamiento, investigación y creación”.

LOS PREMIOS NO LE QUITAN EL SUEÑO

“No los persigo, peroles concedo todo el valor que merecen como reconocimientos al valor literario y artístico de una obra. Es muy importante que los jurados se correspondan con el nivel del reconocimiento”.

“Cuando tengo una obra o libro terminado, los presento a concursos, en parte porque ganarlos garantiza la publicación. Son favorables también porque suelen incluir promoción, presentaciones, cobro de derecho de autor… La literatura y los escritores necesitamos la retroalimentación con el público, el estímulo y pago por nuestro trabajo. Si pudieran ser dañinos para los autores, para su ego, ese es otro asunto”, refiere quien durante la etapa de pandemia se ha mantenido muy activa entre letras.

“Terminé de escribir una obra teatral y dos poemarios. Preparé proyectos para maestrías y colaboré con amigos en sus proyectos personales. Por ejemplo, formo parte del disco de poesía femenina Discurso de Eva, dirigido por Barbarella D´Acevedo, merecedor de la beca El reino de este mundo, de la AHS.

“También he colaborado con el canal en Telegram Troyanas en Cuarentena, de Ámbar Carralero, donde surgió la idea de una antología de poesía femenina, de mujeres del teatro, que son poetas.

“Mis sueños son seguir creando, escribir una novela, hacer cine y convertirme en madre” expresa al final de la conversación. Y uno la imagina tecleando alguna historia, leyendo sobre la cama, caminando por los pasillos del ISA o disfrutando algún paisaje. Tal vez se desdibuja al doblar de la esquina, pero siempre está en sus páginas.

TAMBIÉN PUEDE LEER PIEDRAS A LOS VARONES Y EL DESEO DE LO INSÓLITO