Historia de Cuba


Los hermanos Saíz, jóvenes que son esencias (+Video)

Tal vez Esther, cuando veía a sus niños jugar en la casa, leer o escribir los primeros versos, nunca imaginó la dimensión que alcanzarían esos dos pequeños. Seguramente durante la adolescencia ya se sentía orgullosa de ellos, y quizá hasta preocupada por la fuerza de sus ideas y el valor con que las defendían en un contexto tan peligroso. Aquel 13 de agosto de 1957 fregaba en la cocina de su casa, cuando sintió algunos disparos a lo lejos, y su alma, su mente, su corazón… lo supieron: “Me mataron a los muchachos”. 

Lágrimas, dolor, impotencia… debe haber sentido aquella maestra de instrucción pública, que perdió en cuestión de segundos a sus dos únicos hijos. Ahí, frente al cine, fueron baleados, dos hermanos morían defendiendo uno al otro. Ese debe ser siempre el espíritu que acompañe a los miembros de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en toda Cuba, una familia grande que se ayude siempre, con fidelidad a sus esencias, que nos vienen de aquellos dos jóvenes y de la tradición artística y heroica de este pueblo. ¿Cuánto debe haber sufrido también el padre, el juez Luis Rodolfo Saíz?

Casi nunca se dice, pero hacían apenas seis días del cumpleaños de la madre. Aquel 7 de agosto, cuando la felicitaban, ella no podía imaginar lo que sucedería poco después.

Me sumerjo en el documental ¿Por qué luchamos?, que indaga en las vidas de Luis y Sergio, con dirección de Danny González Lucena e idea original de Bladimir Zamora. Escucho y veo a Esther, a la entonces novia de Luis, a vecinos…, a personas que los conocieron. Los imagino siempre activos, leen a Martí, a Marx, escriben, polemizan, caminan por su San Juan, sueñan con una Cuba mejor y confían en la inteligencia y el coraje de Fidel y otros barbudos, que desde la Sierra Maestra eran motivación importante.

A mí lado están también los libros Los antepasados, selección de 10 cuentos de Luis Saíz Montes de Oca, con selección y prólogo de Eldys Baratute; y Juventudes, artículos y ensayos de los dos hermanos, recopilados por el investigador y profesor Luis Figueroa. 

Impresionan la profundidad y proyección de sus pensamientos, a pesar de las edades, en textos, como Las razas, el problema racial en Cuba; Juventud, fuerza salvadora; Juventudes, La Generación del Centenario; Mártir de Dos Ríos; ¿Por qué luchamos…?, ¿Por qué no vamos a clases?, con una preocupación social constante que los llevó a escribir también notas sobre Política agraria y Economía Política.

Manantial de ideas y aprendizajes

Familia Saiz. Foto: Archivo

Su pensamiento ideológico merece revisitas constantes, para comprender mejor las particularidades de aquella etapa y de una generación que desde centros escolares y también el activismo revolucionario soñaba con una Cuba sin dominios neocoloniales. 

Sergio, por ejemplo, en su texto ¿Por qué no vamos a clases?, expresó:

“Ser estudiante no es sólo repetir en un examen materias, la mayor parte de las veces aprendidas ligeramente, ni asistir todos los días a clases y hacer de vez en cuando una trastada. Hay mucho de comercial en el estudiante solo preocupado por la obtención de un título: para él, el instituto o la universidad, serán graciosamente estanques de juegos. Ser estudiante es algo más que eso, es llevar en su frente joven las preocupaciones del presente y el futuro de su país, es sentirse vejado cuando se veja al más humilde de los campesinos o se apalea a un ciudadano. Es sentir muy dentro un latir de patria, es cargar bien pronto con las responsabilidades de un futuro más justo y digno, es guiar al ciego y llevarlo al porvenir”. 

Luis, quien a la edad de 12 años representó el papel de Abdala, obra escrita por el Apóstol José Martí, manifestó en su artículo Juventudes, que “la hora es nuestra, porque nuestra es la solución y el afán de lucha que nos invade. No morirá en el cuerpo de ningún combatiente, ni podrán ahogar el espíritu de rebeldía de ningún compañero caído pues las ideas no se matan. Por eso estamos seguros del triunfo y luchamos con la esperanza del día grande en que podamos, rifle en mano y corazón limpio, levantar la bandera, que guarda desde el 19 de mayo de 1895, la llama de la Revolución Cubana, porque esta quedó trunca en la caída de Dos Ríos, con José murió, pero como ni él ha muerto, pues es cosa viva y presente, ella tampoco. Y los dos esperan, y los dos siguen vivos. José Martí, la idea revolucionaria grande, justa y digna. Ser joven hoy en día, lo sabemos bien, es algo más que tener de 15 años en adelante es, ante todo, estar ocupando el puesto en la lucha por la Libertad, es vivir conscientes del deber generacional. Es estar dispuesto a empuñar el rifle y razón en aras de la Revolución necesaria”.

En su texto ¿Por qué luchamos?, de mayo de 1957, escribiría Luis: No tenemos más que nuestras vidas avaladas con la honradez de un pensamiento justo y una obra inmensa que realizar, y como ofrenda de devoción y desprendimiento los hemos depositado en los brazos de la Revolución Cubana -justa, grande, renovadora, honrada, socialista-, sin más esperanzas que ver algún día cumplidos estos sueños que hoy, en plena juventud y calor de lucha, llevamos a estas cuartillas.

La lucha que nos espera, la obra que tenemos por delante, y el recuerdo imborrable de los hermanos caídos, abrazados a este mismo ideal que sentimos, no permitirá que quede trunca o incumplida, y la obra revolucionaria será algún día orgullo de todos…”

Apuntes breves sobre la obra literaria

La poesía de aquellos dos muchachos apasionados del arte y la cultura en general, tiene innegables valores literarios. Hay en sus versos amor, romance, incluidos algunos tal vez para muchachas que los hacían suspirar, como Ayer y hoy, Tu recuerdo, Aunque quieras volver y Vendrás, en el que se puede leer: ¡Vendrás algún día/ en busca de mi amor!/  Llegarás anhelante/ de las caricias mias/ Volverás a tratar/ de que te ame otra vez/ ¡Vendrás…! lo sé y te espero/ Te espero ansioso/ porque sé que vendrás / y entonces te saludaré/ con la misma frialdad/ de una amiga de ayer.

Cuentos como Deshonra, La pecadora con los ojos vírgenes, Los antepasados, Mi amante: la tierra, Mis cinco dedos del pie izquierdo y Sangre en los surcos muestran la capacidad narrativa de Luis y la preocupación constante por los prejuicios y las dificultades de los campesinos y otros pobladores de su etapa, reflejado con sagacidad en sus letras. Leídos de manera cronológica, se percibe también en los relatos la madurez literaria, que iba alcanzando el autor, con mayor voluntad de atrevimiento y experimentación en cuanto a las formas, como expresa el escritor guantanamero Eldys Baratute en el prólogo del libro Los antepasados, publicado en 2021 por Ediciones Aldabón, de Matanzas.

La AHS y el homenaje permanente

Monumento a los hermanos Sergio y Luis Saíz Montes de Oca. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Luis y Sergio deben vivir siempre en las venas y el corazón de la AHS y los jóvenes creadores cubanos. A nosotros nos llena de orgullo que su madre Esther en cierta ocasión expresara que si ellos estuvieran vivos les gustaría pertenecer a la AHS, por lo que es y representa. 

A veces los imagino entre nosotros, simbolizan lo que somos y a lo que aspiramos siempre: esa dimensión de humanismo, sensibilidad, amor a la creación en general y a Cuba, el afán de superarnos, de compartir con la gente y hacer el bien desde el arte y las acciones.

Durante todo agosto realizamos disímiles actividades a lo largo del país, con Luis y Sergio en el pecho, y también con Fidel, que siempre deberá acompañarnos. Ahí están la reapertura de la Casa-Museo -el lugar donde vivieron aquellos poetas y donde siempre se sentirán sus versos-, el ascenso de jóvenes creadores al Pico Turquino, cruzadas literarias en Camagüey, Cienfuegos, Villa Clara y Sancti Spíritus, presentaciones artísticas en barrios y las sedes de la AHS en cada provincia. Y ha palpitado también la solidaridad con nuestros hermanos de Matanzas, en el enfrentamiento al fuego y a favor de la vida y la esperanza, que son dos formas de poesía.

También por Luis y Sergio, nuestra organización tiene el reto de ser eternamente joven, como una familia grande que se renueva de manera constante, fiel a su espíritu más allá del arte, con luces y herejías, sueños y ambiciones en el propósito que tiene cada generación de construir su impronta.

Actualmente somos más de 3 500 miembros en el país: escritores, actores, dramaturgos, investigadores, músicos, artistas visuales, realizadores, periodistas, promotores… Contamos con una amplia plataforma de promoción, becas y premios, eventos y jornadas de programación, todo lo cual favorece el protagonismo indiscutible dentro de la sociedad cubana, pero los desafíos también se actualizan y hasta crecen. Navegamos en un mar de retos, donde es importante conocer los inicios, la épica de una vanguardia que debe ser en todo momento consecuente con sus esencias.

En video, Mesa Redonda dedicada a los hermanos Saíz


¡Sé bendito, Hombre de mármol!

La historia de Cuba, entre sus muchos héroes, ha perpetuado un nombre: Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo. Justo cada mes de febrero Cronos trae a la memoria el aciago recuerdo de su muerte, aquel 27 de febrero de 1874, el día que abandonó el espacio terrenal y que comenzó a vivir para siempre en la memoria del pueblo cubano. Han transcurrido desde entonces 147 años.

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La política para Martí: Un asunto del alma

Por Lil María Pichs Hernández, intervención en el espacio Dialogar, dialogar, de la AHS

Gracias por la invitación a este espacio. Deseo comenzar con referencias al texto de Cintio Vitier José Martí en la hora actual de Cuba, escrito en 1994, el cual me parece vital para entender fenómenos de aquel momento y el presente. El engranaje social no funciona todo lo bien que debería. La fórmula martiana “con todos y para el bien de todos” no ha llegado a todos los que tiene que llegar en nuestro país, y son, efectivamente, la educación y la cultura campos esenciales para revisarnos como país.

Es en el campo de la cultura donde Cintio ubica la solución a muchos de nuestros problemas. Y, de hecho, hace una comparación entre la Campaña de Alfabetización de 1961 y la nueva campaña de alfabetización o de culturización que haría falta entonces en 1994, según sus palabras.

Dijo Cintio entonces: “La campaña de alfabetización martiana que ahora necesitamos, en un pueblo que ya sabe leer y escribir, y que ha alcanzado niveles científicos admirables, pero que en su mayoría desconoce más su historia y por lo tanto el argumento de su propia vida, es una campaña de espiritualidad y de conciencia.  Hoy nuestro mayor problema espiritual, sin excluir los campos, está en las ciudades, y la ignorancia que hay que remediar es de otra especie, es en verdad la ignorancia de sí mismos, de la propia historia, de la propia naturaleza, de la propia alma.”

Por qué Cintio llama la atención acerca de estos elementos: historia, naturaleza y alma en la misma oración. Es algo que pudiera quedar flotando en este espacio y que pudiéramos retomar después en otro momento del debate.

Otro elemento que nos llamó la atención acerca de este artículo es la caracterización que hace de la juventud de 1994. Cintio Vitier dice en ese momento: “A 36 años del triunfo de la Revolución”–siéntanse libres de poner a más de 60 años del triunfo de la Revolución–, “comprobamos crecientes zonas de descreimiento y desencanto en los jóvenes, tanto iletrados como pertenecientes a las minorías intelectuales.  El nihilismo juvenil, filosóficamente articulado por la corriente llamada posmodernismo, es un fenómeno universal y que en nuestro país no es un fenómeno mayoritario.”

Quisiera preguntar si alguien sabe de qué está hablando Cintio Vitier cuando habla del nihilismo juvenil y del posmodernismo, unas palabras que se están poniendo bastante de moda en los últimos años.

Evidentemente, cuando se habla de nihilismo, se habla de una corriente filosófica que sostiene la imposibilidad del conocimiento y que, por lo tanto, niega la existencia y el valor de todas las cosas; negación de toda creencia o todo principio moral, religioso, político o social; ese sentimiento de que nada de lo que se haga tiene sentido. Por ejemplo, ¿por qué se va a estudiar en la Universidad si hay gente que no lo hace y gana más dinero que uno? ¿Por qué mis padres y mis abuelos trabajaron toda su vida, y de repente el haragán del barrio está mejor porque recibe remesas del exterior?

Hacerse esas preguntas y encontrar las respuestas a ellas: absolutamente nada tiene sentido, es asumir una posición nihilista.

Entonces este es un fenómeno asociado a la posmodernidad.  De la posmodernidad se comienza a hablar luego de la caída del Muro de Berlín y del supuesto fin de la guerra fría, cuando evidentemente el socialismo real, o el proyecto idealista soviético completamente queda abandonado, y el capitalismo, el polo que gana la guerra fría, Estados Unidos y su ideología capitalista e imperialista triunfan en el mundo.

Aparecen personajes que empiezan a hablar del fin de la historia.  Como la historia humana ha sido la historia de las guerras, si nos ponemos a pensar, la historia de los seres humanos es la historia del batallar constante por un objetivo; sin embargo, si pensamos nihilistamente y nada tiene sentido, y vemos que luego de la importancia que tuvo la guerra fría, de repente ganó una única manera de pensar, el capitalismo se instala en el mundo como único pensamiento racional, o sea, lo más lógico es querer trabajar para tener dinero y comprarse una casa y vivir bien, eso es lo lógico; pensar en el otro, o no pensar egoístamente, es ir en contra de la naturaleza humana.

Eso es verdad, se quedó impregnada en muchas personas, y es la verdad que triunfa luego de la guerra fría.

Esa forma de pensar lleva objetivamente a un cambio de época en el pensamiento. Entonces, como no se sabía qué nombre iba a tener esto filosóficamente -lo anterior era el modernismo, a la  primera etapa de desarrollo capitalista y toda su filosofía-, se le llamó posmodernismo. Era una cosa provisional, pero no hay nada más permanente que lo provisional. Así que por posmodernismo lo conocemos ahora y es evidentemente una corriente que entre sus características tiene, por ejemplo, la idea de que la historia ya no existe, lo único que tenemos es presente; el pasado en realidad es una ficción, es un cuento, son relatos, no tenemos que conocerlo; solo tenemos que vivir en el ahora, y ni siquiera preocuparnos por el mañana, y al final nada tiene sentido. Disfruta ahora, tírate varios selfis ahora, porque al final nada tiene sentido.

Luego, no hay dualismo ninguno, se pierde, dejan de existir el oriente y el occidente, dejan de existir blancos y negros, dejan de existir. Aunque se pueden hallar, por supuesto, todo tiene elementos positivos y negativos, aunque nos podemos identificar con algunos elementos positivos del posmodernismo, evidentemente esta dualidad que supuestamente deja de existir entre ricos y pobres, por ejemplo, desde nuestra filosofía, es algo que no se puede aceptar.

La idea de desconocer la dimensión histórica de los procesos y las causas que nos han llevado a que las cosas sean como son a nivel internacional, incluso a nivel nacional, cómo vivir en el presente sin conocer nuestro pasado, cómo pensar en qué hacer mañana y por qué hacemos las cosas, si no lo identificamos como un proyecto de vida; no digo un proyecto de nación, todo comienza desde el individuo, y desde el cómo las relaciones sociales, las relaciones familiares, nos van transformando en la cotidianidad. Cómo enajenarnos de eso y simplemente pensar que estamos aquí sin ninguna razón y que por lo tanto nada de lo que hagamos vale la pena, y que por lo tanto no tenemos nada que aportar al otro, no tenemos nada en que ayudar a las demás personas y nos encerramos en nosotros mismos.

Estas ideas son lamentablemente una de las grandes tendencias en el pensamiento. Y no quiero decir eso de que los jóvenes están perdidos, porque la frase data de la Grecia antigua. Sin dudas el artículo de Cintio tiene una visión muy integradora.

Él escribió por ejemplo sobre las relaciones entre política, el pueblo y la poesía. ¿Qué relación puede existir, cuando según algunas clasificaciones, sociedad civil es la parte de la sociedad que no toma las decisiones políticas, o sea, está separada de sus gobernantes?

Hay una sociedad civil que se encuentra completamente enajenada del proceso de construcción de su país, y que no hace nada para seguir construyendo.

Sin embargo, en la historia de Cuba hay un personaje que da respuesta a este problema de qué relación existe entre política, pueblo, poesía, cultura, de una manera muy particular y muy integradora, que es la que Cintio rescata. Por supuesto, estamos hablando de José Martí.  Y de ahí la importancia, una vez más, de recurrir al Apóstol a la hora de intentar encontrar herramientas para dar respuestas, desde nuestras propias realidades, desde nuestros propios pensamientos, nuestros intereses, los intereses de nuestra comunidad, a estos problemas a los cuales nos enfrentamos.

Martí desmiente el aparente divorcio que existe entre poesía, literatura, arte, cultura, y eso que algunos llaman gente común, el pueblo, que es sin dudas el tejido de la vida real, que se encuentra saturado de imaginación.  La política fue para él –dice Cintio–, fue para Martí, un asunto del alma. ¡La política, un asunto del alma!

Y, por supuesto, yo quisiera preguntar a quiénes aquí les gusta la política, ven el Noticiero todos los días, ven la Mesa Redonda. Quiénes aquí piensan que su vida no tiene nada que ver con la política. Entonces aquí hay algo interesante: no nos interesa la política, pero hay algo que nos dice que nuestra vida no transcurre divorciada de la política. ¿Se entiende lo que dije?

¿Cómo entendemos la política en la actualidad?  ¿Qué es para nosotros la política?  Estamos viéndolo como el arte o la ciencia de gobernar personas, un grupo de personas que gobierna a otra, que toma las decisiones, o un grupo de personas que ha sido empoderado por un colectivo más grande de individuos para tomar decisiones por ellos, o estamos pensando que política es simplemente las personas que se dedican a la política, cobran por ser políticos en el mundo, esto es una tendencia, esto es una realidad en muchos países. Sin embargo, para Cintio la política no es solo el arte de hombres gobernando a hombres, sino el arte de gobernarse a sí mismo.

Primer elemento: una nueva visión de qué cosa es política. Y segundo, la idea de que las decisiones políticas nos afectan de alguna u otra manera, pero no nos interesan, nos lleva necesariamente a hacernos la pregunta de por qué no nos interesa la política. Y en el fondo de esa respuesta, un elemento que subyace, independientemente de las cosas que podamos estar pensando ahora mismo, es la idea de que yo no tomo parte en esas cosas, a mí nadie me pregunta, en realidad no me interesa. ¿Será que no me interesa porque nadie me pregunta? ¿Será porque no acuden a mí las personas a preguntarme porque piensan que no me interesa? Todos formamos parte de lo mismo, y tenemos un papel que jugar en nuestra comunidad, en nuestra familia, en nuestro país.

Esa idea, esa visión integradora de política, es algo que Cintio rescata de José Martí, y que creemos que vale la pena traer a discusión en un espacio como este, porque hay muchas edades acá representadas y porque sería muy interesante debatir sobre estos temas, pero sin dudas –y concluyo con esto– una de las grandes enseñanzas que nos da José Martí es que todo, absolutamente todo, es política, en la medida en que la política es un reflejo de las relaciones humanas, se convierte en un ambiente, en un espacio en el que los seres humanos interactúan, y las decisiones que toman afectan a otros, incluso afectan a elementos que supuestamente son ajenos a ellos.

Espero que les haya inquietado con algunos puntos, que les haya causado algún interés, Y muchas gracias por su atención, y espero poder expandir, extender este espacio.

(APLAUSOS)

*Transcripción de la intervención de Lil María Pichs Hernández, miembro de la dirección nacional del Movimiento Juvenil Martiano, en el espacio Dialogar, dialogar sobre José Martí en la hora actual, realizado en el Pabellón Cuba, sede nacional de la AHS, el miércoles 22 de enero de 2020.

 


Casa de la Nacionalidad Cubana: crisol de identidad cultural

Se ha de contar la historia de Bayamo desde los albores del nacimiento patrio y como testigo inmarcesible de las remembranzas “cespedianas”. De esa savia histórica se nutre la Casa de la Nacionalidad Cubana, la más genuina institución promotora de la memoria de nuestras raíces identitarias como génesis de patriotismo.

Sobre los adoquines de la Plaza del Himno, se erige el patrimonial inmueble construido durante el siglo XXVIII, que sobrevivió al incendio de la ciudad el 12 de enero de 1869 y que aún conserva códigos de su arquitectura original que fuera escenario de los hechos históricos más importantes de la nación cubana.

Fundada un 19 de octubre de 1991, a petición del entonces Ministro de Cultura Armando Hart Dávalos, la Casa de la Nacionalidad Cubana desarrolla una labor científica de vital importancia en el arsenal de estudios que comprende el proceso conformador de la nación y nacionalidad cubanas. Desde múltiples áreas disciplinares de las ciencias sociales se cristaliza la herencia cultural de la historia patria y se fragua el rescate de la memoria documental.

Con motivo de celebrarse –el próximo mes de octubre– el XXX aniversario de creado este Centro de Investigación Cultural, se lanzó una campaña para homenajear, desde actividades académicas, la trayectoria científica institucional.

La estrategia comunicacional abarcará 10 meses (de enero a octubre), que incluye entre las acciones la realización de conferencias, paneles, firma de convenios con instituciones de vanguardia artística y centros de investigaciones, exposiciones, eventos teóricos, presentación de libros, conversatorios en centros de enseñanzas primaria y secundaria e intervención de proyectos en comunidades de la localidad granmense.

La campaña dio inicio este mes de enero con la presentación del libro “Cabildo y oligarquía en Holguín (1752-1833)”, del historiador Gerardo Licea, y con la inauguración de la exposición bibliográfica “Casa de la Nacionalidad Cubana: 30 años de producción historiográfica”, que recoge los resultados de trabajo investigativo concretado en publicaciones del período de 1994 a 2020, a través de las colecciones “Bayamo en el Crisol de la Nacionalidad”, “La Historia en la Palabra”, “Proyecto Memoria”, “Colección Crisol” y publicaciones en las revistas Granma, Ventana Sur, Excelencias y Sol de Cuba. Cerró el lanzamiento de la campaña con la firma de un convenio de colaboración con filial granmense de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba para afianzar vínculos laborales e involucrar directamente a los artistas al proceso intelectual.

El programa de actividades a realizarse en los próximos meses prevee la presentación en centros educacionales de la multimedia Comunidad Primitiva, del arqueólogo e investigador José Manuel Yero Masdeu, para estudiantes de quinto y noveno grado, y conversatorios con docentes y educandos sobre temáticas relacionadas con la representación iconográfica “cespediana”, la historia en el cine, la vigencia del pensamiento martiano antes los desafíos actuales y la cultura popular tradicional como rasgo de expresión identitaria.

Se efectuará el acostumbrado espacio académico mensual Aula de Pensamiento Cubano y Latinoamericano, con conferencias de reconocidos investigadores sobre temas que pretenden aunar y fusionar los diversos elementos socio-culturales que conforman la identidad latinoamericana y caribeña, incluyendo temas específicos vernáculos de religiosidad, cultura popular, arqueología, estudios de la criminalidad en el contexto republicano… todas conformadoras de una praxis hacedora de identidad nacional. El espacio también pretende rendir homenaje a dos instituciones homólogas en el quehacer científico de la nación: la Casa de las Américas en su aniversario 62 de fundación (28 de abril de 1959); y la Casa del Caribe, en los 39 años de creada (23 de junio de 1982).

En el mes de junio se efectuará la XVIII Edición de la Conferencia Científica “Nada tengo mientras no tenga patria”, dedicada al bicentenario del natalicio del patricio bayamés Francisco Vicente Aguilera, y que contará con la participación de investigadores de todo el país, sesionando las ponencias en paneles científicos que se llevarán a cabo en modalidad virtual y presencial.

Dentro de las propuestas también se incluye la intervención en comunidades del territorio bayamés con proyectos didácticos en la enseñanza de la historia de Cuba; así como la inauguración de una exposición fotográfica virtual en el centro cultural Ventanas.

Culminan las actividades de homenaje en el mes de octubre, con la XXIX Edición del Evento Teórico Crisol de la Nacionalidad Cubana, que este año estará dedicado al centenario de Cintio Vitier, bicentenario de Francisco Vicente Aguilera, y a los aniversarios 60 de la Campaña de Alfabetización y de Palabras a los Intelectuales. 

Las tres décadas de fundación de la Casa de la Nacionalidad Cubana –institución promotora de los más genuinos valores de expresión sociocultural– constituyen motivo vasto para enaltecer su obra imperecedera en el arsenal de estudio de los cimientos históricos de un país. De esas mieles de cubanía se nutre, como símbolo de nuestra idiosincrasia y crisol de identidad cultural.

 


Réquiem por tu presencia

Esos papeles de Armando me hablan.

Lo primero fue su palabra apasionada, su voz encendida que es futuro y utopía casi perfecta y adorable…

Aunque su partida fue así… tan rápida…; ya lo he repetido una y otra vez, Sí, he estado triste, pero no estoy, no me siento desconsolada…, porque el vacío y el desconsuelo sin fin de aquellas terribles primeras horas sin él, se fue nutriendo de una forma muy sutil de su entrañable presencia y su maravilloso recuerdo, al punto que él sigue llenando mi vida de forma plena… ¡Caramba…! qué grande tiene que ser el amor…, cuán grande tiene que ser todo lo que él hizo a lo largo de mi vida, cuán grande ha tenido que ser él, para que aún, después de su partida, pueda afirmar que no me he sentido sola. Sí, porque Armando dejó una huella de cariño y de amor tan grande en nuestro pueblo y en su patria latinoamericana toda, que ese amor que él forjó me acompaña cada segundo, me abraza y hasta me mima, aunque él ya no esté físicamente. Por eso le doy las gracias por seguirme protegiendo aún con la fuerza que brota de su ejemplo inolvidable, y a ustedes por quererlo, recordarlo y acompañarme con tantas muestras de afecto y cariño del bueno.

Sé que también podrá comprenderse que, aunque en mi alma también hay angustia, dolor y mucho dolor…, y a ratos ese sufrimiento me embarga plenamente, de eso no solo no puedo, ni debo, de eso no quiero y no voy hablar, porque en verdad fui/ soy una privilegiada por haberlo tenido tantos años compartiendo todo…

Para mí, todo está inundado de Armando y claro que no son, ni serán nunca mis lágrimas, el mejor tributo para él; porque nunca quiso que yo sufriera, me colmó de amor…, plantó en mí los más bellos e imborrables recuerdos… Ya hasta me he sonreído recordando su ingenio, su carisma y su buen humor. Desde luego, que él también supo hacerlo todo para que yo viviera plena y, como si fuera poco, del mismo modo, supo dejarme llena de proyectos…

Por mi parte, le agradeceré siempre su confianza por haberme hecho su compañera y esposa para siempre. Por todo ello, les pido permiso para hablarles de Él, del hombre a quien terminé de comprender aquella trágica noche que Fidel partió a la inmortalidad. Y no me pregunten por qué, ni cómo; pero durante esos tristes días que Fidel se fue, supe que el final estaba muy cerca, tanto conocía a Armando que lo pude intuir… Luego, fue así, justo se fue con él, a un año y un día…

tomado del perfil de facebook de Eloisa Maria Carreras Varona

Nunca supe estar lejos de Armando…, porque siempre he tenido la sensación de que me pierdo cuando él no está y deja de iluminarme con la luz, la bondad plena y la transparencia que brota de su ser todo. Pero fue solo a partir de aquella aciaga noche que Fidel se fue y de los conmovedores días de duelo subsiguientes, que comprendí muchas cosas de Armando…, aunque las niñas ya cumplieron 27 y yo cuento más de treinta de que nos acompañamos en la vida ¿Qué no sabré de él?, cuando nunca más me moví de su lado, ni él del mío; todos esos años estuvimos ahí, así, el uno para el otro, siempre. En cada alegría y en cada pena de la vida, que ni la una ni la otra son pocas en un lapso de tiempo como este. Aunque para mí, el tiempo voló luchando cada segundo por sus maravillosas existencias… Aquella noche también comprendí que Fidel es la persona por la que Armando vivió y solo entonces terminé de vislumbrar las razones por las que Haydée amó así a Armando. Porque él, como Abel y Boris, vivió para que Fidel viviera, y ella que era una iluminada, lo supo desde entonces, que Armando también le había entregado su vida; lo demás fue cosa o cuestión del destino de cada quien y un poco del azar que siempre hace lo suyo…

Por eso creo que, cuando Armando se fue con él —a esa otra dimensión en la estrella que me decía mi madre, muy cerca del Señor y del Apóstol…, a continuar en la lealtad en la que vivió por él toda la vida— se fue tranquilo, se fue en calma… Y cuando se fue y en ese último suspiro que me ofreció antes de partir, lo hizo con valentía y no emitió ni una sola queja de dolor. En ese instante decisivo, cuando aún estaba en mis brazos, fue capaz de acariciarme el alma, darme fuerzas y una vez más, brindarme su protección, para poder descansar en paz y no dejarme perdida en medio de tanto desconsuelo.

Por mi parte, puedo confesarles que desde hace muchos años descubrí que estudiar y promover su vida, obra y pensamiento, era lo mejor y más provechoso que debía hacer. Desde el año 1979, cuando era una estudiante de la Licenciatura en Historia del Arte, su pensamiento despertó en mí particular admiración, a partir de que lo conocí, en una conferencia que dictó para los entonces alumnos de la Facultad de Filosofía e Historia, en el Teatro Manuel Sanguily de la Universidad de La Habana. Años después, en las complejas circunstancias y contradicciones en las que se desenvolvió mi trabajo, la ayuda de cada uno de sus artículos, discursos e intervenciones, me permitieron comprender la coyuntura política y, sobre todo, tener la certeza de que, en oportunidad propicia, sus ideas —portadoras de la auténtica Política Cultural de Fidel y la Revolución Cubana— se abrirían paso sin tantos y tan diversos obstáculos para su aplicación. Desde aquellos difíciles momentos pensé que era indispensable que se laborara por difundir su obra y pensamiento; pero al consultarle mi interés, su modestia imposibilitó cualquier gestión en esa dirección.

Fue solo a principios de los años 90, tras el derrumbe del socialismo en Europa Oriental y la URSS, en los embarazosos comienzos del Período Especial, cuando se intensificó la necesidad de promover el original pensamiento de la Revolución Cubana y al calor de los debates por la salvaguarda de nuestra excepcional historia y tradición, en el I Taller de Pensamiento Cubano que sesionó en la Universidad Central de Las Villas, en noviembre de 1994, que obtuve —finalmente— su aprobación para poder comenzar a gestionar el proyecto investigativo, de lo que se convirtió poco tiempo después en el anhelado por mí: “Proyecto Crónicas. Historia y memoria de la Revolución Cubana en la voz de Armando Hart”, el que, junto a las gemelitas es la causa de mi vida.

También puedo afirmar que continúa siendo mi deber, seguir pensando y, desde luego, hablando de él, porque todo lo que conozco me lo dijo y me lo enseñó él; desde esa sencillez, modestia y lealtad absoluta en la que vivió y en la que partió. Pero como ya he contado en otras ocasiones, su amor me ha permitido sentirme iluminada, poseída de una fuerza de la naturaleza que me conmina a trabajar sin descanso para que su obra viva; por eso en tan breve tiempo ya contamos con los primeros 8 volúmenes de la colección “Cuba, una Cultura de Liberación”. Selección de escritos del Dr. ARMANDO HART DÁVALOS 1952-2017”.

Ahora mismo no puedo olvidar que él solo quería trabajar y hacer, porque no conoció el reposo ni el descanso jamás; aunque conocía el sacrificio, sus actos solo eran para él algo necesario y natural como respirar. Siempre fue infatigable, salía de una cosa para entrar en otra; era un verdadero vértigo de acción y de labor; un hombre incansable.

En nuestro hogar fue ejemplo de virtudes extraordinarias; desde luego, primaron en él, el infinito amor a nuestras niñas, el honor, la extrema delicadeza y la rectitud de carácter, las buenas costumbres, el cariño, la pasión por el saber, la cordialidad, la solidaridad, el afecto, la pasión y la consideración total. Fue, asimismo, un espíritu independiente y soberano. Ahora recuerdo que, como su inolvidable hermano Enrique —a quien veneró toda la vida— odiaba a quien mentía, porque para él la mentira originaba todo la engañifa criminal que hace tan difícil el arte de gobernar y de crear.

Se refugió toda la vida en el mundo de las concepciones y en su inmensa pasión por la abstracción porque, como él decía, cuando se siente pasión por una causa, por un valor abstracto como la Justicia, todo hombre honrado debe darse a él “y es honor al que no se renuncia y deber ante el que no se debe claudicar”.

Fue amante de lo grande y un total apasionado de la emancipación de su amada Cuba, la querida y martiana patria de Fidel; pero es que, como nos dijo Martí, ¿acaso los apasionados no son los primogénitos del mundo?

Creyó, asimismo, en la necesidad de la dignidad, el decoro y la justicia para todos. Piensen que, para él, “la Justicia no es odio infecundo, no es tiranía de nuestras ideas, no es parcialidad absurda, es predominio de la razón, del entendimiento cordial entre los componentes reales de la sociedad cubana”. Y por eso afirmó, “Justicia es elevar al homo sapiens a la categoría de hombre, es darle a cada cual sus bienes y derechos, es hacer que cada cubano disfrute a plenitud de la herencia cultural y material de nuestro tiempo”.

Toda su vida estuvo caracterizada por un espíritu inquieto y una intensa pasión rebelde y furia contra la injusticia y el atropello. Siempre me dijo que la arbitrariedad, la injusticia y “la sinrazón y el desajuste” le provocaban un brote espontáneo de impotencia, rabia, ira y excitación, que no podía controlar.

Compartir la vida con Armando fue para mí una bendición, un verdadero privilegio, satisfacción y goce, un sublime honor. No puedo olvidar que cada amanecer conseguía palpar sus cercanas utopías y convertir lo cotidiano en extraordinario. En el hogar, con la familia, en las relaciones con sus amigos, compañeros, e incluso con simples conocidos, mostraba una sensibilidad, nobleza y humanidad verdaderamente admirables; fue ese uno de sus principales rasgos.

Cuando advertimos el entorno donde creció y se educó, encontramos los componentes esenciales que contribuyeron a la formación de su exquisita personalidad. No olvidemos que cuando recordaba a su madre, su primera asociación era el pleno rigor y la exigencia, mezclados con el amor, la bondad y la justicia, sentimientos con los que también relacionaba muy directamente a su padre, además del estricto cumplimiento de la Ley. Les agradeció infinitamente la educación brindada, la cual empezó con la prédica de su intachable ejemplo. De sus padres conservó siempre vivencias entrañables; de ellos aprendió los estrechos vínculos entre el derecho y la moral, principios esenciales que sustentaron la educación que Marina y Enrique brindaron a sus hijos; por ello recordaba que, en su hogar, cuando querían distinguir a alguien por sus cualidades, decían: “esa es una persona decente”.

Ese es un detalle clave para entender a esta familia, el origen de sus ideas y actuación en la vida, porque como bien él afirmó: “si entendí la Revolución Cubana, el socialismo, y tomé partido por las causas justas, fue porque he aspirado siempre a ser una persona decente y honesta”. Estudió fecundamente en la vasta biblioteca de su padre; la historia, la filosofía, la sociología, el derecho y la cívica fueron invariablemente sus materias favoritas. Desde que tuvo uso de razón le interesó la política como la mayor motivación en la vida. Soñaba que debía trabajar para transformar la realidad a partir de la ética y la justicia. Eligió la carrera de Derecho porque pensaba que de esa forma podría encauzar sus ingentes inquietudes políticas y su vocación de lucha por la justicia y la moral. Deseaba ejercer una cátedra como profesor universitario de Derecho Constitucional, lo que, —como se conoce— no llegó a realizar porque pasó directamente a servir a la patria en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista.

Se incorporó tempranamente a las filas de la Juventud Ortodoxa, como una manera de hacer política y participar en la lucha contra la corrupción imperante. En la universidad fue un alumno perspicaz y aplicado, con dotes de orador y comunicador social, lo que se evidenció en su constante participación como dirigente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU). Estuvo entre los jóvenes de la dirección de la FEU que en la misma mañana del cuartelazo se trasladaron al Palacio Presidencial, para ofrecerle su apoyo y respaldo al presidente constitucional con vistas a enfrentar la ilegalidad. A nombre de la Asociación de Estudiantes de Derecho denunció, en una carta ante el Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales, la ilegitimidad del régimen nacido el 10 de marzo. Participó en la Jura de la Constitución de 1940 y también resultó víctima del violento asalto de la policía batistiana al programa radial la Universidad del Aire. Fue uno de los más destacados miembros del MNR, fundado por el ilustre profesor universitario Rafael García Bárcena, a quien consideró su maestro y mentor. Precisamente García Bárcena, lo nombró su abogado y no admitió las presiones que le hicieron para que aceptara a otro letrado de experiencia que lo representara, en la causa por la cual fue juzgado en relación con los hechos conocidos como la Conspiración del Domingo de Resurrección.

Cuando se conoce la trayectoria ideológica y política de Armando, resulta muy elocuente su afirmación: “Mi integración al Movimiento 26 de Julio fue el resultado de un proceso natural. El programa del Moncada venía a materializar el sentimiento ético que estaba profundamente arraigado en la tradición patriótica cubana”. Debemos recordar, asimismo, la dura clandestinidad que le tocó vivir en aquellos años febriles y su pasión por el trabajo revolucionario.

Estuvo entre los principales gestores y vivió de forma prominente el Alzamiento del 30 de Noviembre en Santiago de Cuba. El 4 de enero de 1957, en una carta que escribió a su familia encontramos sus principios y razones esenciales para continuar en la lucha, cuando dijo: “Tengo fe porque si yo, lleno de limitaciones soy capaz de entregar lo poco que poseo por alcanzar una vida superior —la que se vive al servicio de la historia—, ¿qué no están ya haciendo las inmensas legiones de compañeros que son capaces de mayores sacrificios y de más altas virtudes? Y los he visto de carne y hueso en estos días llenos de emoción que mi destino pobre me había reservado en medio de tanto dolor. Dolor por la angustia que produce saber perdidos para siempre a los mejores cubanos, cuando los malvados nos siguen entorpeciendo. Dolor porque es triste ver caer a personas con quienes habíamos intimado por el trabajo conjunto de meses. Pero todo tiene su parte buena; sin esas grandes emociones la vida no valdría nada para mí”.

A mediados de febrero de 1957 formó parte del pequeño grupo de combatientes que participaron en la primera reunión entre la Sierra y el Llano. Luego de su regreso a La Habana, en el mes de abril resultó detenido y recluido en las cárceles de la tiranía. En la mañana del 4 de julio protagonizó una audaz fuga de la Audiencia de La Habana. Aunque todos pensaban que entonces lo más prudente era que pasara a la Sierra, ello no ocurrió. Porque poco tiempo antes de la muerte de Frank País se había convenido su traslado a Santiago, para que laborara allí, en las actividades organizativas y de dirección del Movimiento 26 de Julio.

En noviembre de 1957 subió de nuevo a la Sierra para encontrarse con Fidel y el grupo guerrillero, a fin de tratar todo lo relacionado con la llamada Junta de Liberación o Pacto de Miami. Allí pasó la Navidad de 1957 y esperó el nuevo año; pero en los primeros días de enero tuvo que bajar al Llano a fin de continuar la lucha en su puesto de combate, porque era allí donde él consideraba que resultaba más útil para los planes de Fidel y el M-26-7. Cuando bajaba de las montañas fue arrestado como sospechoso por unos guardias de la tiranía cerca de Palma Soriano.

Los compañeros del Movimiento que trabajaban en la Compañía de Teléfonos en la ciudad de Santiago de Cuba interceptaron una llamada del propio Batista para Alberto Río Chaviano —el asesino de los moncadistas— en la que le decía que “había que matar a Armando Hart como a un perro, que simularan un combate en los alrededores de la Sierra”. Armando recordaba emocionado que la solidaridad de los combatientes del Llano, con René Ramos Latour —el Comandante Daniel— al frente y la movilización de la opinión pública le salvaron la vida.

La tiranía lo estuvo trasladando de una cárcel a otra del país durante todo el año 1958, no olvidemos que el régimen lo consideraba un individuo muy peligroso. Cuando cayó preso, lo encerraron en el cuartel de Palma Soriano; de allí lo llevaron a un calabozo en las afueras de Santiago de Cuba; luego lo reubicaron en el cuartel Moncada —lugar donde fue interrogado por el propio Chaviano—; más tarde lo pasaron a la Cárcel de Boniato hasta principios de julio, cuando fue trasladado al Castillo del Príncipe, en La Habana. En las primeras semanas del mes de agosto, tal parece que, para aislarlo de la capital, lo trasladaron a las galeras del Presidio Modelo de Isla de Pinos. Después vino el esperado triunfo de Fidel y todos estos años en la primera trinchera de pensamiento y acción por su amada patria Cuba, la patria América y la patria Humanidad.

Desde los inicios la lucha tuvo para él un contenido profundamente ético, piénsese en su elocuente afirmación: “Para mí todo empezó como una cuestión de carácter moral”. Esa frase demuestra el enorme peso que tuvo la ética en la formación de su carácter y a lo largo de toda la vida. Para él, el tema de la ética es el tema central de la política.

La historia de Cuba estará marcada para siempre por el obrar y el proceder de la vanguardia revolucionaria de la Generación del Centenario que, con su lucha, promovió el cambio radical de nuestra historia. Armando le aportó a su generación y a nuestra patria no solo su destacadísima actuación, sino también su pensamiento a lo largo de todo el proceso revolucionario, porque para él la idea de la felicidad está en el trabajo y en la lucha, por eso pudo escribir en sus memorias en abril de 1958: “yo era feliz porque estaba luchando y no hay mayor satisfacción que la de combatir y trabajar por el futuro”; pensemos que en ese momento estaba preso en la cárcel de Boniato, recién había conocido la terrible noticia de la muerte de su hermano Enrique y del fracaso de la Huelga de Abril.

Armando fue un ser que no descansó jamás, fue creativo, tenaz, perseverante y esforzado, inquieto e hiperquinético hasta el fin. Amanecía y terminaba el día lleno de proyectos. Al lado de un hombre así, me fue imposible conocer el tedio, la monotonía o la rutina. Practicó en su actuar diario y cotidiano, la filosofía de la ética y el optimismo revolucionario unida a su vocación de servicio a la patria y a la Revolución, lo cual significaba estar allí, donde hacía más falta, en el momento oportuno para desbrozar del arribismo y la mediocridad el camino a la luz. Aparecían entonces su ternura, paciencia profunda y reflexiva, siempre dispuestas al diálogo de lo esencial y a la exposición de la verdad. Pero por encima de todas esas cosas, Armando siempre fue un hombre bueno, fue un ser bondadoso en la profundidad total de esta cálida y tierna palabra. Su vida estuvo bordada de sencillez, humildad y modestia, al punto que jamás reparó en el hecho de que, como dijera el poeta Miguel Barnet, su nombre ya estaba no solo en los museos, sino también en la leyenda.

Por todo esto aparecen las palabras para rezar por tu presencia; por eso no hay comienzo, ni fin, solo estas tú…

Gracias Armando por el tibio y tierno beso; Gracias por encender el AMOR hasta en la última batalla; Gracias por tu confianza, por darme el privilegio de ser tu esposa y compañera; Gracias por Marinita y Florecita.

Lo demás ahora les toca a ustedes, porque solo leyéndolo podrán conocerlo y lo puedo afirmar porque lo que es a mí, los papeles de Armando me han hablado y me lo han dicho casi todo, perdón, me lo han dicho todo…

Descansa en la paz que viviste amado mío, para siempre allí estaré contigo, mi amor.


Forodebate: La representación intelectual de la Revolución: creación, pensamiento social y comunicación

La Revolución cubana, por su carácter emancipatorio, estuvo obligada a convertir la cultura en uno de los ejes centrales de su acción. El complejo escenario de transformaciones y deslindes ideológicos reconfiguró aceleradamente la dinámica del campo intelectual y sus prácticas en el país. Lo social y lo cultural dejaron de asumirse como compartimentos estancos. En el centro de esas variaciones ocupó un espacio principal el debate sobre la responsabilidad, las tareas y el papel del intelectual frente a la Revolución.

Pasadas seis décadas, la continuidad de estos análisis resulta esencial. Importantes variables se han modificado. Cambios de paradigmas y ambientes generacionales, retrocesos visibles en los escenarios en que se forma, produce y se amplifica el pensamiento cultural, tensiones no resueltas en el plano institucional, modificación del eje de resistencia intelectual de la izquierda a escala planetaria, agotamiento de los nichos de reflexión crítica sobre nuestra realidad; pudieran contabilizarse entre los desafíos principales que asumen las prácticas intelectuales en el momento actual que vive la Revolución Cubana. 

Sobre el compromiso intelectual, las responsabilidades, el rol de los intelectuales en la Revolución, invitamos a reflexionar el venidero 7 de mayo a partir de las 10:00 a.m. en el Portal del Arte Joven Cubano, sitio web de la Asociación Hermanos Saíz. Acompañarán esta iniciativa la Dr.Cs. Mely Gonzáles Aróstegui, Profesora Auxiliar de la Universidad Central de Las Villas, y el joven historiador e investigador Fernando Luis Rojas, especialista del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello.

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La política cultural en los años fundadores de la Revolución cubana. Apuntes para un dilema que no cesa.

Por Mely del Rosario González Aróstegui

Con el triunfo revolucionario en 1959, la noción del compromiso político para los intelectuales cubanos, su pacto con la sociedad, empieza a operar desde otra dimensión, que prioriza la acción y donde el ser de la palabra pasa por los horizontes del deber ser de la política y sus contenidos pragmáticos. El gran dilema de los intelectuales abre sus fauces, expresada en la eterna contradicción entre individuo y sociedad, entre artista y Revolución. En este trabajo apuntamos hacia ese dilema, dilema ético y político sobre todo, del sector intelectual en Cuba, en un contexto que se mueve entre 1959 y 1961, el año de las reuniones de la Biblioteca Nacional y la celebración del I Congreso de Escritores y artistas, momentos claves para comprender el diseño y decursar de la política cultural en el país.

Desde el inicio las interrogantes se multiplicaban: ¿Cómo entender la cultura en una sociedad que entraba a una vía de construcción socialista hasta entonces inédita? ¿Cómo penetrar en el universo cultural cubano siendo sus defensores y a la vez los detractores de muchas visiones, códigos, mitos de nuestra cultura merecedores de olvido y repudio? ¿Cómo defender la cultura nacional sin cerrarse al mundo, sin negar la diversidad, sin rechazar lo foráneo que también puede llegar a enriquecernos? Porque el problema de la cultura, en un proyecto como el de la Revolución cubana, asumido como proyecto de liberación desde el Tercer Mundo, privilegia lógicamente los cambios culturales y políticos, que no pueden esperar al desarrollo objetivo y por supuesto también necesario de sus fuerzas productivas.

En la vía al socialismo no puede desestimarse la necesidad de encontrar los métodos, sistemas de estímulos, instituciones y demás mecanismos adecuados al sector de las actividades intelectuales, precisamente “porque el campo específico de la función del intelectual es el campo de la lucha ideológica” (Barral, 1968:4). El intelectual produce elementos que se integran como cimientos en el campo subjetivo de la sociedad: valores, ideas, comportamientos, costumbres, ciencia. Pero no hay que olvidar que este campo ideológico es también un campo de lucha de clases, campo indispensable en el logro del triunfo revolucionario. En esta lucha siempre existirán individuos que intentarán frenar las nuevas transformaciones, por diferentes razones, y habrá que encontrar las formas de lucha idóneas en cada momento para neutralizar cualquier posición individualista y reaccionaria.

La cuestión aquí sería encontrar el límite y el equilibrio entre el interés del artista y el interés del proyecto revolucionario, la fórmula a través de la cual el interés individual se refrenda en el proyecto colectivo y viceversa. Está claro que las fórmulas tienen que ser inventadas y reinventadas constantemente, que no pueden alejarse de las circunstancias y las necesidades de cada contexto histórico. Pero ¿cómo encontrar este equilibrio, esta confluencia de heterogeneidades, en un contexto en que aún los caminos no estaban del todo delineados y donde decenas de senderos se bifurcaban en el trayecto? ¿Cómo asumir una postura coherente con el interés del individuo/artista y el interés del individuo/revolucionario?

No debe desestimarse, en este entramado de conflictos del mundo ideológico vinculado al sector intelectual y artístico, la forma en que desde el año 1959 se trabajó con el sector de la cultura, no siempre dirigido por intelectuales o artistas propiamente. El Gobierno revolucionario compulsó a la dirección de las instituciones culturales a muchos revolucionarios, aún y cuando no eran propiamente del sector. Así lo reconoce Alfredo Guevara cuando dice que más que intelectuales eran animadores culturales y no protagonistas de la creación, eran más políticos que intelectuales. “Al triunfo de la Revolución éramos guerrilleros, simplemente.” (Estupiñán, 2009:14).

Pero la Revolución, con un proyecto que había conmovido y trastocado tan profundamente las ideas y los sentimientos de todos los cubanos, ahora exigía elaboraciones intelectuales más revolucionarias, porque ya no dependía de lo que en el fondo es decisivo en el capitalismo: la reproducción de tipo capitalista de las relaciones, sino de una intencionalidad creadora de relaciones, de una visión cultural que sostuviera las relaciones sociales y las transformara cualitativamente diferentes al sistema anterior. De manera que la necesidad y el carácter del proceso exigía un pensamiento reflexivo y una radicalización hacia cambios que se acercaran a los ideales más subversivos de la historia de Cuba, vinculados a la búsqueda de una sociedad más justa, más digna, antimperialista y humana. La política se imponía inevitablemente en el entorno, y exigía de definiciones en al campo de la cultura.

Si tenemos en cuenta los logros alcanzados en el campo de la cultura nacional en Cuba, la relación entre política y cultura podría parecer una mezcla sencilla, sin embargo no lo es. Como afirmara el escritor, poeta, dramaturgo y ensayista cubano Antón Arrufat al recibir el Premio Nacional de Literatura 2000, en cualquier momento de la historia “la relación inevitable del artista con el Estado o el Poder no ha sido fácil ni placentera (…)” (Arrufat, 2001: 3).

Las pautas de la política cultural de la Revolución en defensa de ese ideal social que ya desbordaba los límites de la sociedad cubana para extenderse a toda América Latina y el Tercer Mundo quedaron recogidas en “Palabras a los intelectuales”. En un ambiente de muchas tensiones y controversias, se reunieron con Fidel Castro en la Biblioteca Nacional las figuras más representativas de la intelectualidad cubana, artistas y escritores discutieron sus puntos de vista sobre distintos aspectos de la vida cultural y sus posibilidades de creación.[1]

En este contexto, la inconsistencia política del intelectual ante un cambio radical de la sociedad, interpretada como ambivalencia y miedo por muchas de las figuras de la dirigencia revolucionaria, fue vista por algunos como algo inevitable en este sector, por lo que se ha dado en llamar el “pecado original de los intelectuales”. Fidel fue en este sentido muy cuidadoso, para no herir más aún las susceptibilidades “el campo de la duda queda para los escritores y artistas que sin ser contrarrevolucionarios no se sienten tampoco revolucionarios” (Castro, 1960:8). Consideró que no se debía renunciar al convencimiento de todos aquellos que albergaran alguna duda, que estuviesen confundidos o no comprendieran bien el alcance del proceso.

La visión de que dentro de la Revolución estarían todos aquellos intelectuales que estaban de acuerdo con sus posiciones económicas y sociales a pesar de no coincidir exactamente con sus posiciones filosóficas e ideológicas fue un momento de distensión que tranquilizó a muchos intelectuales preocupados por el curso radical de la Revolución. Fidel consideró a este sector de la intelectualidad cubana un reto para el proceso, en tanto debía prestársele una mayor atención, que permitiera un mayor acercamiento, pero en el sentido de ganarlos, no para discriminarlos. Y en eso estaría la grandeza de la obra revolucionaria, que solo renunciaría a quienes fueran activamente contrarios a la Revolución.

Así pues, habría que conformar una política para esa parte de los intelectuales y escritores que no coincidían con todas las proyecciones de la Revolución, o no entendían algunas de sus medidas, pero que nunca se enfrentarían a ella para destruirla o hacerle un daño irreversible. Esos intelectuales debían encontrar su lugar, un campo donde trabajar y crear, donde su espíritu creador tuviera oportunidad y libertad para expresarse. Pero siempre dentro de la Revolución, porque la Revolución también tenía el derecho de defenderse, de ser y de existir, “por cuanto la Revolución significa los intereses de la Nación entera, – define Fidel- nadie puede alegar con razón un derecho contra ella” (Castro, 1960:8). Que no se convirtiera este mensaje en frase manida o discurso vacío, he ahí el gran reto, no siempre bien encauzado y respondido por quienes han tenido en sus manos los resortes de la política cultural en Cuba.

El dilema entre la política y la creación artística.

No hubo tema más debatido en estos años de diseño de la política cultural que no fuera el relacionado con la libertad de creación artística. El tema ya había surgido en las conversaciones de Fidel con Sartre y que Lisandro Otero recogió en el libro Conversaciones en la Laguna. El propio Fidel declaró que también esta cuestión le había sido planteada por el escritor norteamericano Wright Mills, de forma que ya había tenido la oportunidad de ir esclareciendo la posición del gobierno revolucionario.

Muchas de las más interesantes interrogantes se dieron precisamente vinculadas a la dicotomía que surge luego de estas reuniones de la Biblioteca Nacional a partir del problema de la creación artística en la revolución: ¿Cómo mantener el espíritu de la creación artística en los cauces que marcaban las palabras de Fidel? ¿Cómo ser consecuentes con la línea: “Dentro de la Revolución todo; contra la Revolución ningún derecho”, sin dejar de ser creativos y originales? ¿Quién trazaba la línea divisoria entre el “dentro” y el “contra”? ¿Cómo impedir que en nombre de la “defensa” de la Revolución se escondieran posiciones oportunistas y se cometieran excesos de todo tipo? ¿Cómo neutralizar a la mediocridad que lleva al dogmatismo por no poder interpretar y actuar en la dialéctica que tiene que imprimirse al proyecto socialista? ¿Cómo observar la necesaria e inevitable correlación política/cultura sin que la cultura se convierta en lo que señalaba Fernando Martínez: en “frente” que se atiende “políticamente”? (Martínez, 2009:33)

No era nueva la idea de que dentro de una revolución de carácter socialista habría de llevarse a efecto un cambio en la conciencia de los hombres que construirían la nueva sociedad, y ese cambio tenía mucho que ver con el surgimiento de una nueva cultura y la eliminación paulatina de los rasgos propios de la ideología burguesa. Fidel enfatiza entonces en la necesidad de que se produjera una revolución cultural dentro del proceso de revolución económica y social que vivía la sociedad cubana.

Ya en los momentos en que se desarrollan las reuniones de la Biblioteca Nacional se habían producido mejoras en las condiciones de vida y trabajo de muchos artistas, había comenzado la construcción de Casas de Cultura, el impulso a las instituciones culturales, había comenzado la inmensa obra educacional. Se mostraban garantías, y muchas de ellas se aseguraban como proyección futura, por eso se insiste en que era imposible que la Revolución fuera a liquidar las condiciones que ya había traído consigo.

Las instituciones culturales habían pasado una etapa difícil, entre la usual carencia de recursos y abandono y la cooptación de funcionarios y voceros. A pesar de que Cuba poseía una riquísima historia de la literatura y las artes, ellas eran sobre todo asunto individual y de pequeños grupos, que sobrevivían con duros esfuerzos, compartían esas tareas con el periodismo y con trabajos muy ajenos para ganarse la vida, o conseguían papeles y encargos en radio, y televisión.

Ambrosio Fornet reconoce que los artistas cubanos se habían formado en una fecunda contradicción, con la clara conciencia de que su tradición era la vanguardia. “De ahí que, -dice- mientras los economistas hablaban de la necesidad de salir definitivamente del subdesarrollo, nosotros habláramos de instalarnos definitivamente en la modernidad. Rechazábamos el latifundio, el racismo y el realismo socialista, -para poner tres ejemplos muy disímiles entre si- por la misma razón: todos eran signos de atraso. La Revolución se nos aparecía como el medio más rápido y seguro de lograr nuestro objetivo no solo en el campo de la cultura, sino en todos los aspectos de la vida social” (Fornet, 2009a:6).

Por otra parte, Fornet también enfatiza en que las transformaciones radicales de la vida social, y con ellas la aparición de un público masivo, eran factores que no podían dejar de influir en la obra de los “productores” culturales. Ahora los intelectuales y artistas podrían crear con total autonomía, gracias al apoyo de instituciones autónomas y a la subvención estatal, que los libraba de las “servidumbres del mercado”. Abordar con tanta nitidez las ventajas que para los propios artistas traía el proceso revolucionario, aclaró a muchos que, incluso siendo beneficiados en el orden de la seguridad social y las condiciones idóneas para la creación, se dejaban llevar por la confusión ideológica del momento y los prejuicios hacia un orden que a todas luces imponía mayor radicalización.

Es cierto que en los predios de algunas instituciones culturales, incluso creadas por la Revolución, como fueron por el ICAIC y el magazine Lunes de Revolución, ya se habían producido fuertes encontronazos, (tal es el caso de la intensa discusión surgida a partir de la negativa del ICAIC de exhibir el documental PM), pero también es verdad que hoy se conocen más a fondo las razones, que llevan a desestimar una sobrevaloración de esta cuestión para la etapa. Un criterio de Garrandés subraya esta idea: “las polémicas son buenos termómetros para medir la temperatura intelectual de una época pero no son su verdad” (Garrandés, 2008:286).

Tampoco se pueden obviar los cuestionamientos temerosos de intelectuales como Virgilio Piñera, sobre los límites que se estaban imponiendo a la creación intelectual en la Revolución. Otras figuras prestigiosas, como fue el caso de Guillermo Cabrera Infante, llegaron a prever la posible existencia de un “estalinismo cubano” (Otero, 1984:108).

Fuera del contexto histórico en que se desarrollaban estas discusiones resultaría imposible comprender los límites que comenzaban a imponerse en la esfera del arte y la literatura. Pero si tenemos en cuenta el condicionamiento político de las mismas, remarcadas por las palabras de Fidel, visualizaríamos la razón fundamental que llevó a posiciones concebidas por algunos como “de censura cultural”: la preocupación esencial en esos momentos era la Revolución misma, amenazada de muerte por sus enemigos externos e internos. Esta visión política del momento se impuso y colocó frente a los intelectuales cubanos el dilema desprovisto de toda máscara.

Fidel conduce a la siguiente reflexión: “¿Cuál debe ser hoy la primera preocupación de todo ciudadano? ¿La preocupación de que la Revolución vaya a desbordar sus medidas, de que la Revolución vaya a asfixiar el arte, de que la revolución vaya a asfixiar el genio creador de nuestros ciudadanos, o la preocupación de todos no ha de ser la Revolución misma? Porque lo primero es eso: lo primero es la Revolución misma y después, entonces, preocuparnos por las demás cuestiones. Esto no quiere decir que las demás cuestiones no deban preocuparnos, pero que en el ánimo nuestro, tal y como es al menos el nuestro, nuestra preocupación fundamental ha de ser hoy la Revolución” (Castro, 1960:7).

Esta posición permeó las posturas de las más importantes instituciones culturales surgidas al calor del proceso revolucionario, incluso alrededor de otros muchos elementos en discusión, como fueron el derecho de definir qué significaba la Revolución y a quién correspondía la libertad de opinar sobre ella o juzgarla. Pero sobre todo esta línea del pensamiento de Fidel en “Palabras a los intelectuales” mostró una necesidad latente, característica del proceso de defensa de la Revolución: la unidad de todas las fuerzas para consolidarla. Y es que, tal y como sugiere Julio César Guanche, en el fondo de toda esta batalla lo que está en cuestión es el rumbo de la Revolución y la calidad del socialismo que habría de construirse en Cuba.

Años más tarde, Alfredo Guevara reflexiona sobre todo este proceso y considera que no fue la simple prohibición de un filme lo que significó la prohibición de PM, sino la implantación una política de principios de defensa de la Revolución en unos días en que ya se esperaba un ataque armado y por todas partes se emplazaban ametralladoras y anti aéreas. “Prohibir es prohibir; y prohibimos (…) Lo que no estábamos dispuestos, y era un derecho, era a ser cómplices de su exhibición en medio de la movilización revolucionaria” (Guevara, 1998:89). Sin embargo, Alfredo reconoció que quizás en años posteriores hubiera permitido que el film siguiera su curso, porque aunque las condiciones nunca han sido del todo favorables para el proceso revolucionario cubano, el enfrentamiento sería de otro tipo.

Por otra parte, si de reconocer el papel jugado por la política en todo este dilema de los intelectuales se trata, hay que observar la forma en que ésta pugnaba todo el tiempo por salir disfrazada de “criterios estéticos”. Cuando profundizamos en las disímiles polémicas artísticas que desde los primeros años comenzaron a suscitarse, nos percatamos que no eran más que la legitimación cultural de posiciones políticas, inscribiéndose en un debate que no era solo estético, ni académico, ni literario ni cinematográfico. Era un debate profundamente político, donde los intereses de clases acechaban, donde el ideal pequeño burgués se asomaba temeroso.

Pero todas las posiciones, tanto las más ortodoxas como las más contestatarias y herejes, discutían abiertamente, y le imprimían un carácter auténticamente atractivo a estos años. Problemáticas de carácter estético, novedosas o universales, en las condiciones nuevas del socialismo en Cuba, provocaron acaloradas discusiones teóricas y no menos “ataques” teóricos individuales, confrontaciones que vieron la luz en las publicaciones periódicas que propició el movimiento del pensamiento estético desde diversas formaciones ideo estéticas (Pogolotti, 2006:vii).

Estas polémicas continuaron desarrollándose entre Mirta Aguirre y Jorge Fraga (sobre la literatura y el arte, en la que también interviene el poeta Rafael Alcides con sus tesis sobre la literatura y el arte revolucionarios); entre Jesús Díaz, Ana María Simo de ediciones “El Puente” y el poeta Jesús Orta Ruiz, (Indio Naborí). Fueron todas ellas polémicas que provocan el estímulo a continuar los exámenes acerca de los principales temas estéticos a debate con el propósito de establecer su continuidad en el proceso de creación revolucionaria.

Pero nada es sencillo en este análisis, porque en un contexto tan complejo, estaban los intelectuales y artistas, con todos sus miedos, asustados con esa revolución que desbordaba sus intereses y sus propias necesidades. Tal y como corresponde a las relaciones sociales, ningún análisis puede ser “en blanco y negro”, de manera tal que el veredicto que solía darse: -«ese no está claro, tiene problemas ideológicos», comenzó a difundirse de una manera peligrosamente subjetiva, cuando en muchos casos lo que ocurría era que personas con  suficiente autoestima y responsabilidad social e ideológica como para negarse a aceptar medidas que luego fueron reconocidas como desafortunadas, expresaban su inconformidad o señalaban desaciertos políticos.

No siempre se tuvieron en cuenta los proyectos personales de los diferentes actores sociales de la etapa estudiada, protagonistas de la oleada revolucionaria, y en el deseo de satisfacer las demandas y sueños colectivos se subestimó al individuo y a su universo de intereses. La reducción del yo en el «nosotros» constituyó un problema muy evidente en aquellos años, porque no se supo encontrar la justa medida entre los intereses sociales y los individuales. Ese ha sido un problema muy generalizado en las sociedades del llamado “socialismo real”: el individuo, con sus intereses y sus necesidades se pierde en el entramado social, provocando exclusiones y rechazos injustificados. 

Entre 1959 y 1961 la Revolución victoriosa solo daba sus primeros pasos y ya se observaban asombrosos resultados, pero no todos los que se esperaban, dadas las expectativas existentes en un pueblo que era dueño de una hermosa tradición de lucha y resistencia. Hay que insistir en el hecho de que no siempre los que tuvieron la misión de dirigir los espacios abandonados por los antiguos dueños o los nuevos espacios creados por la Revolución en el poder tenían la preparación y la formación adecuadas. Las buenas intenciones de defender el proceso revolucionario se empañaban con frecuencia por el dogmatismo, el totalitarismo y la mediocridad de los propios actores sociales. Proliferaron posiciones extremistas entre aquellos que no llegaban a entender dialécticamente la construcción de un sistema tan complejo como el socialismo, que puede producir rápidamente profundos cambios económicos, sociales y políticos, pero que no siempre llevan aparejados, con esa misma rapidez, los cambios de la conciencia social de las grandes masas.

Por otra parte, hay que considerar que las políticas realmente en curso fueron transformando los roles de los sujetos sociales y que en esos nuevos roles iba implicada una ruptura con la ideología dominante y una inclinación espontánea hacia una ideología más radical, más revolucionaria, más socializante. Es por esto que, al decir de Juan Valdés Paz, “el proceso de transformación acelerada de la sociedad preparó más que el discurso,…porque el discurso ideológico estaba bastante centrado en la política en ese momento y era bastante incluyente, mientras que los procesos reales eran bastante diferenciadores y excluyentes” (González, 2012b:76)

Todo lo que no fuera “claramente revolucionario” era excluido, y la claridad revolucionaria, desde el punto de vista político, ideológico y moral, era interpretada de una manera muy conflictual. Se abogaba por la unidad revolucionaria y contra el sectarismo, pero más tarde cualquier postura intermedia llegó a ser considerada una debilidad, porque se corría el riesgo de estar con el enemigo o de estar con el “políticamente incorrecto”.

En un proceso donde confluyen tantos rebeldes e inconformes, son inevitables las contradicciones. Es saludable tratar que estas diferencias puedan expresarse, ventilarse, en un ambiente de debate, y que la unidad que resulta indispensable para la defensa de los objetivos del proceso se construya sobre el consenso generado a partir de la discusión abierta entre distintas posiciones revolucionarias. Pero comenzó a proliferar, con el pretexto de no dar espacio al enemigo, una unidad construida verticalmente, sobre la base de la obediencia y la disciplina sin cuestionamientos ante directivas de organismos superiores. Ese espíritu fue caldo de cultivo para muchos de los errores cometidos en la implementación de la política cultural, entre los que se destaca, a la luz del debate que nos ocupa, el desprecio y el miedo por la diversidad, situación que aún se confronta increíblemente, en algunos de los espacios nacionales. Hay quienes todavía no logran comprender que la inclusión de todos y todas en un proyecto social, aún y colmando de sentido político la lucha por la diversidad, no tiene por qué conducir a la fragmentación y al individualismo, sino todo lo contrario, debe llevar a una mayor unidad y al colorido rostro de un socialismo más humano, que desarticule todas las formas de discriminación y promueva la más intensa participación popular en todos los procesos sociales.

Por otra parte habría que considerar también el criterio acerca de las insuficiencias de las concepciones del mundo y de la vida que habían regido frente a las prácticas, urgencias y exigencias de la Revolución, que provocaron en ocasiones actitudes negativas y simulaciones, movidas por los valores y hábitos de la sociedad anterior, y en alguna medida también por el escaso desarrollo de la nueva sociedad. Que había que lograr justicia social, igualdad, educación y salud, seguridad social y solidaridad humana era cuestiones del consenso de todos, lo que no estaba claro y totalmente definido era cómo lograrlo…..y era lógico, porque generalmente, esas respuestas están en el camino, no en el fin. Todos hablaban del socialismo, pero había notables diferencias acerca de cómo concebirlo y cómo entender, sin extremismos, la transición hacia él.

Los numerosos sucesos que se desatan en los primeros años del triunfo del 59 comienzan a mostrar la necesidad imperiosa de que la Revolución abrazara a todos sus hijos en su proyecto social.  Pero entonces aparece la otra gran dicotomía: ¿Cómo hacer coincidir a todos en la unidad que se propugnaba si los hijos eran de diversas ideologías, diversas religiones, diversas preferencias sexuales?

Con todos sus aciertos, errores e insuficiencias, los intelectuales cubanos entraron a la historia de los sesenta en Cuba con una impronta marcada por el período de los tres años fundadores. Reconocieron natural que entre los revolucionarios cubanos se presentaran diferencias y divergencias en cuanto a los caminos del socialismo y al marxismo, entre otras cosas porque existió un denominador común que guió las conciencias y las voluntades de los que mantuvieron las ideas y posiciones más disímiles: la defensa de la Revolución cubana, con su justicia socialista y su carácter de liberación nacional. Ese denominador común mantiene su impronta, aún y cuando más profundamente contradictorio se vuelva su entorno y su propio espíritu, aún y cuando no se supere del todo el “complejo del intelectual” y el desprecio de los algunos funcionarios hacia este sector. Aun así, al decir de Aurelio Alonso: “La intelectualidad cubana es una intelectualidad con porcientos de asimilación de su propio papel, de lo que le toca, de lo que puede jugar,  de lo que vale la pena ser  jugado más allá del vivir mejor. Yo creo que es importante lo que se ha logrado ante todo.  (…) Yo creo que en nuestra intelectualidad hay quien rechaza esto de manera brutal y te dicen «quédate ahí con lo que tú tienes que yo me voy, yo me monto en el avión y me quedo en la próxima»,  pero la mayoría no tiene esa actitud, la mayoría te dice: «yo sigo aquí porque esta cosa es tan mía como tuya»  y vamos a ver, porque en definitiva de aquí a cien años Portocarrero sigue siendo Portocarrero y el 90 por ciento de los ministros que han pasado por este país en un Ministerio nadie se acuerda de ellos, a lo mejor ni los nietos. Porque esa es la historia de la sociedad y sus intelectuales” (González, 2012a:15).

Bibliografía

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Barral, Fernando “Actitud del intelectual revolucionario” en Revolución y Cultura. (La Habana) No.9, 30 de abril de 1968. p. 4

Estupiñán, Leandro 2009 “El peor enemigo de la Revolución es la ignorancia”. Entrevista a Alfredo Guevara. En: «http://www.revistacaliban.cu/entrevista.php?numero=5» acceso 2 de julio 2010

Castro, Fidel 1961 “Palabras a los intelectuales” (La Habana, Ediciones del Consejo Nacional de Cultura) p.21

Fornet, Ambrosio 2009ª. “La Década prodigiosa” en Narrar la Nación (La Habana, Editorial Letras Cubanas) p.358

Garrandés, Alberto 2008ª.  El concierto de las fábulas (La Habana, Editorial Letras Cubanas)

González Aróstegui, Mely 2012a Entrevista a Aurelio Alonso Material inédito en Cuba: Cultura e ideología. Dilemas y controversias entre el 59 y el 61. ISBN 978-959-250-734-0, Santa Clara, Biblioteca de la Universidad Central de las Villas.

González Aróstegui, Mely 2012b. Entrevista realizada a Juan Valdés Paz en Cuba: Cultura e ideología. Dilemas y controversias entre el 59 y el 61. ISBN 978-959-250-734-0, Santa Clara, Biblioteca de la Universidad Central de las Villas.

Guevara, Alfredo 1998ª.  Revolución es lucidez, (La Habana, Ediciones ICAIC)

Guanche, Julio César 2006 “El camino de las definiciones. Los intelectuales y la política en Cuba. 1959-1961” en Temas (La Habana) no. 45, mayo 2006, p.106

Martínez Heredia, Fernando 2009b “El mundo ideológico cubano de 1959 a marzo de 1960” en Andando en la historia. (La Habana, Ruth Casa editorial. Instituto cubano de investigación Cultural Juan Marinello). p.208

Sartre visita a Cuba. Ideología y Revolución. Una entrevista con los escritores cubanos. Huracán sobre el azúcar. 1960. Ediciones revolucionarias. La Habana.

Otero, Lisandro 1984 “Un lunes para Cabrera Infante” en Disidencias y coincidencias en Cuba, (La Habana, Editorial José Martí) p. 108.

Pogolotti, Graziella, 2008 “Los polémicos sesenta” en Polémicas culturales de los 60 (La Habana, Editorial Letras Cubanas)  p.vii  

[1] “Palabras a los intelectuales” fue entonces el documento que recogió, a modo de resumen, las ideas de Fidel sobre todas estas problemáticas, convirtiéndose en uno de los documentos básicos de la política cultural cubana.

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Política cultural

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Provocaciones para una construcción simbólica

Por Fernando Luis Rojas López

Agradezco a la Asociación Hermanos Saíz (AHS) la invitación a este foro. El evento Memoria Nuestra se ha caracterizado por, desde las exposiciones de los propios asociados y jóvenes participantes, convertirse en un escenario de discusión colectiva e intercambio de saberes. Por ello, más que concurrir a este foro en calidad de «especialista» prefiero hacerlo en condición de «facilitador». Para mi alegría comparto este rol con la profesora, investigadora y compañera Mely González de la UCLV.

Dada la amplitud temática que refleja la convocatoria a este foro, me limito a esbozar algunos problemas que considero acompañan el tema y realizar comentarios puntuales.

Primero: ¿Política cultural o Políticas culturales?

Este problema se presenta al menos en dos dimensiones identificables. Una, relacionada con el espacio geo-político e institucional. La incidencia de «problemáticas» internacionales no se limita a sus efectos en materia de economía, comunicación, movimiento internacional de las personas, etc.; todo ello tiene un correlato con la «atención» a las políticas de los organismos internacionales. De hecho, se han incorporado códigos discursivos vinculados a organizaciones del sistema de Naciones Unidas y ello incluye las que se dedican a la cultura. Existe también la que pudiera considerarse centro en las referencias tradicionales a «política cultural de la Revolución», identificada con el ambiente nacional y, específicamente, estatal. Por último, puede encontrarse la propia generación, lectura e implementación que se realiza por organizaciones, instituciones, territorios, etc.

Por tanto, en mi criterio existe una clara diferencia entre lo que se denomina «principios de la política cultural de la Revolución» y «la política cultural» que, en su condición descentrada (internacional, nacional, territorial-organizativa) es diversa.

Otra dimensión tiene que ver con las continuidades y rupturas que se evidencian en este y otros terrenos en los más de sesenta años que han transcurrido desde 1959. Al discutido –cromática y temporalmente– Quinquenio gris acuñado por Ambrosio Fornet, agrego tres ejemplos para ilustrar la complejidad del proceso.

En su libro póstumo Decirlo todo. Políticas culturales (en la Revolución cubana) publicado por la editorial Ojalá en 2017, Guillermo Rodríguez Rivera identifica el par contradictorio política cultural inclusiva y política cultural excluyente, siendo característica esta última del periodo que media entre 1971 y 1976.

Juan Valdés Paz en La evolución del poder en la Revolución cubana –que analiza desde 1959 hasta la actualidad– señala para el periodo 1975 a 1991: «A partir de 1976 la política cultural quedó escindida en una política más abierta para las actividades artístico-literarias y una política regresiva y dogmática para las ciencias sociales y humanísticas, las cuales eran subordinadas a la instauración de una cierta ideología de Partido y de Estado».

Y en 2014 apuntaba Fernando Martínez Heredia en Ciencias sociales cubanas: ¿el reino de todavía?

No repetiré aquí lo que he escrito y dicho acerca del subdesarrollo inducido que sufrieron el pensamiento y las ciencias sociales cubanas a inicios de los años setenta, ni acerca de los rasgos de aquella desgracia (…) en los análisis que hagamos hoy es imprescindible tener en cuenta que se volvieron crónicos, y que en cierta medida se mantienen todavía (…) A menudo los cambios impulsados se han reducido a puestas al día que no brindan mucho más que buena imagen, pero suelen reforzar el colonialismo mental, y también a permisividades conquistadas. Pero hoy tenemos avances muy grandes. Contamos con mayor cantidad que nunca de especialistas calificados, cientos de monografías muy valiosas, centros de investigación y docentes muy experimentados, y un gran número de profesionales con voluntad de actuar como científicos sociales conscientes y enfrentar los desafíos tremendos que están ante nosotros.

Sirvan estos tres ejemplos para mostrar que las dinámicas de continuidad y ruptura, y las lecturas que se hacen sobre ellas, pueden ser bastante heterogéneas. ¿Hablamos entonces de «política cultural» o de «políticas culturales»? ¿Las «desviaciones» de «la política» son o no expresión de políticas nuevas?

Como me he detenido más de lo necesario en este primer problema, me limito a esbozar algunos otros en términos de interrogantes.

Segundo: ¿Cómo asumimos, al hablar de Políticas culturales, los correlatos entre eso que se ha llamado «el contexto» y los «estudios particulares»? ¿Puede hacerse desde perspectivas binarias?

Tercero: ¿Cómo enfrentamos las porosidades y sintonías que tienen las luchas por la hegemonía en los terrenos político, cultural y artístico-literario?

Cuarto: ¿De qué manera valoramos las dinámicas propias y destiempos que se presentan en las pugnas o polémicas en estos terrenos?

Quinto: ¿Cómo particularizamos las gradaciones y diferencias entre procesos que pueden denotar luchas por el poder (en cualquier ámbito), construcción de identidades diferenciadas, pluralidad en la búsqueda del consenso o ejercicio académico de contrastación de resultados?

Sexto: ¿Qué lugar ocupan las ciencias y la educación cuándo de «políticas culturales» se habla?

Séptimo: ¿Cómo se enfocan las dinámicas entre la creación en el llamado «exilio», la migración, la producción internacional y desde el espacio geográfico cubano?

Octavo: ¿Qué expresa el hecho de que, en varios acercamientos a publicaciones que desaparecieron durante estas seis décadas se toma como punto de partida el cierre –que no deja de constituir un asunto central– y se estructura metodológicamente la narrativa sobre la publicación acomodándola solo a su desenlace?

Termino esta provocación, que ojalá llegue a tal, con un comentario.

Hace casi un año, durante el Congreso de la UNEAC, el actual presidente cubano Miguel Díaz-Canel manifestó:

(…) siempre me ha preocupado que de aquellas palabras [Palabras a los intelectuales] se extraigan un par de frases y se enarbolen como consigna. Nuestro deber es leerlo conscientes de que, siendo un documento para todos los tiempos, por los principios que establece para la política cultural, también exige una interpretación contextualizada (…) sería contradictorio con la originalidad y fuerza de ese texto, pretender que norme de forma única e inamovible la política cultural de la Revolución. Eso sería cortarle las alas a su vuelo fundador y a su espíritu de convocatoria».

No constituye un dato menor, si asumimos que la intervención de 1961 ha tenido un lugar central en los acercamientos a la historia intelectual cubana del último medio siglo, y un carácter regulador –al menos discursivamente– en buena parte de la política y práctica gubernamental hacia los artistas y escritores.


La masonería y la Isla de Pinos. Un conflicto por la soberanía nacional

La masonería es una de las instituciones más importantes y, a la vez, menos conocidas de nuestra historia. El mismo carácter de esta forma de sociabilidad, que excluye a los profanos de un acercamiento profundo a la forma en que funciona, lleva a que el conocimiento que se tiene de la relación entre la masonería y la historia de Cuba sea fragmentario.

Quizás el episodio más conocido de este entrelazamiento sea el de la relación de la masonería y los masones con el proceso independentista cubano en el siglo XIX. Muchos de nuestros grandes próceres de esta etapa eran masones y las logias fueron espacios conspirativos de primer orden, a pesar del apoliticismo que profesa la masonería como institución al menos de forma nominal. Esta impronta, no exenta de contradicciones, fue la que determinó el gran prestigio del que gozaba la sociabilidad en las primeras décadas del siglo XX y un lema que resultaba recurrente en esos años: “Masonería es Patria”.

En el período 1903-1925, la masonería fue actor principal en una de las pugnas más significativas que en torno a la soberanía nacional se dieron en esos años. El esfuerzo por lograr en el senado norteamericano la ratificación del Tratado Hay-Quesada, que reconocía la soberanía cubana sobre la Isla de Pinos, espacio geográfico que desde la firma del Tratado Permanente entre Cuba y Estados Unidos, el 22 de mayo de 1903, había quedado fuera de los límites de la joven nación.

El libro de los investigadores Javier Negrín y Jorge Fernández, titulado La masonería cubana y el tratado Hay-Quesada (Ediciones Áncoras, 2018), nos abre una puerta para adentrarnos en detalle en la confrontación que, durante más de dos décadas, enfrentó a cubanos y españoles residentes en la Isla de Pinos con la boyante comunidad norteamericana establecida en el enclave de Santa Fe. Mediante el acceso a fuentes privilegiadas, que comprenden desde las publicaciones de esos años y otros documentos en el archivo municipal, hasta las actas de las reuniones de la logia cubana La Evangelista (protagonista de primera línea en estos hechos), archivos privados, revistas masonas de la época y un largo etcétera, los autores logran reconstruir acertadamente el clima político y social de esos años en la localidad, así como la multiplicidad de intereses y contradicciones que pesaron en el accionar de los actores involucrados.

El hecho de dejar fuera a la Isla de Pinos de la autoridad cubana responde, según refiere Hortensia Pichardo (Documentos para la Historia de Cuba, Tomo 3, Ciencias Sociales, 1969) a dos causas fundamentales. Primero, a la ambigüedad con que había sido redactado el artículo II del Tratado de Paz entre Estados Unidos y España el 10 de diciembre de 1898, que cedía a Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las demás que estaban bajo su soberanía en las Indias Occidentales sin precisar los límites geográficos de esta cesión.

El profesor Javier Negrín tiene un interés peculiar por la investigación, tanto que encontró nuevas aristas en el estudio que lo llevó a conformar junto a Jorge Fernández el libro “La Masonería cubana y el tratado Hay-Quesada”./ Foto tomada de islavisión

La segunda causa está en la ambición de especuladores y empresarios norteños que, desde la etapa de la ocupación norteamericana en Cuba habían comenzado a vender y promocionar en la prensa de su país las extraordinarias posibilidades de la que denominaban como Isle of Pines of West Indies. 

El gobierno norteamericano, que había entrado en una nueva fase de dominación regional, se mostró desde el principio más interesado en cimentar su dominio económico y militar en la región, que en continuar el proceso anexionista que a lo largo del siglo XIX había llevado a la nación del Atlántico al Pacífico.

El Tratado Hay-Quesada, firmado entre el diplomático cubano Gonzalo de Quesada y el norteamericano John Hay, el 2 de marzo de 1904, había sido una migaja diplomática a cambio de la aprobación por el senado cubano, verificada en el año 1903, del convenio que permitía a la nación norteña establecer estaciones carboneras y navales en Guantánamo y Bahía Honda. Sin embargo, el Hay-Quesada quedó desde esa fecha hasta 1925 pendiente de la ratificación del Senado norteamericano.

En ese contexto de 21 años transcurre la pugna entre colonos norteamericanos y habitantes cubanos y españoles de la Isla de Pinos. Pugna que involucró directamente a la masonería, pues tanto la logia pinera como la norteamericana Santa Fe usaron sus redes fraternales para lograr sus objetivos contrapuestos. El papel de la institución se refuerza por el peso que esta tenía en la sociedad pinera de la época y en la sociedad cubana en general.

tomada de juventud rebelde

Mediante un exhaustivo análisis, los autores de La masonería cubana… demuestran la pertenencia tanto a la logia La Evangelista como a la logia Santa Fe, de las más importantes figuras políticas y culturales de la sociedad pinera de la época. Aunque ambas sociabilidades mantuvieron buenas relaciones durante la mayor parte del período, lo cierto es que desde etapa bien temprana e intensificándose hacia 1924-1925, se dio una lucha simbólica entre ambas referente al estatus de la isla. Para esta lucha ambas logias hicieron uso de los lazos fraternales que las unían con otras logias y las relaciones de fraternidad de sus Grandes Orientes.

Aunque por falta de documentación es mucho más exhaustivo el seguimiento que se da a las gestiones realizadas por la logia La Evangelista y su Gran Oriente La Gran Logia de la Isla de Cuba (GLIC), cuyas gestiones con los Grandes Orientes de Estados Unidos, a los cuales los unían lazos históricos profundos, influyeron en la ratificación del Tratado Hay-Quesada en 1925.

Pero también el libro trasluce la magnitud de las gestiones que debió llevar la logia Santa Fe por su parte. Gestiones que incluso en 1914 habían tenido un momento significativo con la visita de la alta jerarquía de la logia estadounidense al presidente cubano Menocal, donde presumiblemente intentaron ganarse las simpatías del ejecutivo cubano con su causa.

La pugna en torno a la Isla de Pinos iniciada en 1903 tiene su culminación en el período 1923-1925, cuando gracias las gestiones del entonces embajador cubano en Washintong, Cosme de la Torriente, se pone nuevamente sobre el tapete legislativo la ratificación del Tratado.

Es en esa etapa cuando la masonería criolla juega su rol político más importante en el primer cuarto del siglo XX cubano. Sumado a las gestiones de la GLIC con los Grandes Orientes norteños y a los intercambios de diversa índole que verificaron las logias cubanas entre sí, se desata una campaña nacionalista que tiene su punto culminante en la llamada Misión Patriótica, donde una serie de importantes figuras de la masonería, las artes y la política de la época, recorrieron diversos puntos del territorio nacional recabando apoyo para la causa pinera.

Además de la cuidada investigación que nos lleva a conocer una faceta poco visitada de la historia republicana, La masonería cubana… también nos da una visión crítica de las características sociológicas de la masonería cubana en esas décadas que derivó hacia una organización de clase media, del proyecto de país que asumieron (Cuba como la Suiza de América) y de las contradicciones que la dinámica misma de desarrollo del país les fue imponiendo.

Entre los dilemas fundamentales que debe confrontar la institución en esta etapa pudiéramos señalar la contradicción entre su carácter patriótico y los vínculos estrechos con los Grandes Orientes estadounidenses, lo cual llevaba a ser sumamente cuidadosos y políticos a la hora de criticar cualquier faceta de la dominación norteamericana en Cuba.

El carácter popular que debían tener las logias y el carácter de clase media que fueron adquiriendo, producto de las cuotas relativamente altas que debían pagar los miembros y que determinó que aquellos más insolventes no pudieran continuar en la institución o lo pensaran para ser parte de ella.

La entrega oficial del premio de la crítica José Luciano Franco al título La Masonería Cubana y el Tratado Hay-Quesada de Javier Negrín y Jorge Fernández, constituyó una de las principales actividades del colofón de la 29 Feria Internacional del Libro/ Foto tomada del periódico victoria

La contradicción entre el antimperialismo franco de muchos de sus miembros, que se puso claramente en evidencia en los discursos e iniciativas que acompañaron la Misión Patriótica de 1925, y la actitud más moderada de las jerarquías masónicas, comprometidas por sus profundas relaciones con las sociabilidades norteñas.

También resalta el conflicto entre el carácter apolítico defendido explícitamente por la masonería y la participación constante de sus miembros e incluso de muchas logias en los problemas políticos del país. Prueba de estos son los muchos pronunciamientos y llamamientos dirigidos al gobierno y la opinión pública en medio de los muchos conflictos políticos y sociales de esa etapa o el estrecho vínculo que durante varios años la organización mantuvo con el General Machado.

Al premio de la crítica histórica fueron nominados cinco libros, de ellos dos de la Isla de la Juventud: La masonería… y El himno nacional de Cuba de la editorial El Abra, perteneciente al Centro Municipal del Libro y la Literatura./ Foto tomada del periódico victoria

La masonería cubana… nos ayuda a comprender con mayor profundidad la profunda imbricación de esta institución en el proceso de construcción del ideal patriótico nacional. La riqueza y contradicciones de su desarrollo son la riqueza y contradicciones de un país que, frustrado su ciclo revolucionario del siglo XIX, debía rehacerse nuevamente, apresado en las tenazas de la permanente amenaza de invasión que la Enmienda Platt ponía sobre su cabeza y el ímpetu revolucionario que renacía vigoroso en la joven generación.


La mujer cubana, una revolución dentro de una Revolución

«Esta mujer cubana, tan bella, tan heroica, tan abnegada, flor para amar, estrella para mirar, coraza para resistir.»     

José Martí.

Cinco letras dibujan tu nombre, cinco letras que dibujan tu silueta camino perseverante de tu sueño virtuoso y tu fe inquebrantable en la equidad de género, en la utilidad de la virtud. Cinco letras dibujan tu nombre, más que flor, más que madre, más que hijas, más que esposas.

Para departir y escribir de esta criatura hermosa, fecunda como la tierra negra de nuestros campos, que provoca y engendra la maravilla del nacimiento y la vida, tenemos que esbozar en un papel el instinto apasionado lo que es ser mujer y, sobre todo, una mujer cubana. Quizás un poeta navegaría en su mar de poemas buscando el verso perfecto, meritorio, para describir a una medida exacta de pies a cabeza y del alma al corazón el significado eterno de la mujer como un ente social, como compañera, revolucionaria, amante y guía eterna de nuestros tiempos.

Nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz proyectaría con su prosa auténtica de cubanía, de reafirmación amorosa y de igualdad, el valor genuino de la mujer cubana cuando expresara:

«Las mujeres constituyen un verdadero ejército al servicio de la Revolución (…) La mujer es una Revolución dentro de la Revolución (…) Cuando en un pueblo pelean los hombres y pueden pelear las mujeres, estos pueblos son invencibles, y la mujer de este pueblo es invencible

La mujer cubana partícipe necesaria de nuestras luchas independentistas arroja una guía eterna por más de 61 años y pone de manifiesto con hechos lo que expresara nuestro Fidel referente a las mujeres cubanas. Demostrado a partir de las luchas de independencia contra la metrópoli española y norteamericana que tenía sometido al archipiélago cubano aún yugo colonial e imperialista.

La bayamesa Rosa Castellanos Castellanos sería unas de las primeras mujeres que demostraría su valor, su entrega, vocación, por un bien común, por la Patria en la contienda independentista de 1868 a 1878. Las mayores virtudes de esta mujer serían expuestas en su humanismo, su buen humor y su sentido de la disciplina, pues existe constancia de que siempre estaba jaraneando con los enfermos, mientras que mandaba, ordenaba e infundía respeto entre todos. Esta mujer negra y esclava que siguió el camino de la independencia de la dignidad y el decoro alcanzó los grados de capitana del Ejército Libertador participando activamente en las cargas al machete.

Mariana Grajales sería otras de las mujeres cubanas que dejaría una huella e impronta en la Historia de Cuba. La madre de los Maceos fue un símbolo del valor y la generosidad de la mujer cubana, aguerrida combatiente que inculcó a todos sus hijos los ideales de independencia y lucha contra el dominio español que le acarreó muchos amigos y admiradores como fue José Martí.

El Apóstol expresó:

«¿Qué había en esta mujer, qué epopeya y misterio había en esa humilde mujer, qué santidad y unción hubo en su seno de madre, qué decoro y grandeza hubo en su sencilla vida, que cuando se escribe de ella como de la raíz del alma con serenidad de hijo, y como de entrañable efecto? Así queda en la historia, sonriendo al acabar su vida, rodeada de los varones que pelearon por su país, criando a sus nietos para que peleen.»

Mariana Grajales demostraría con sus acciones que la mujer puede ser útil en las labores revolucionarias, patrióticas, combativas, sin perder la ternura vocacional de ser madre, esposa y guía de familia. Pero sería Ana Betancourt de Mora quien se adelantaría a su tiempo cuando pediría a los independentistas la emancipación de la mujer en busca de sus derechos. Carlos Manuel de Céspedes expresaría que la historia habría de reconocer el hecho de que una cubana se había anticipado a su siglo pidiendo la emancipación de la mujer.

Emancipación y derechos que no tendrían frutos hasta el Triunfo de la Revolución cubana el 1 de enero de 1959, en el cual fueron partícipes varias mujeres como Melba Hernández, Haydee Santamaría, María Antonia Figueroa, Celia Sánchez Mandule y Vilma Espín, entre otras que forjaron el camino de una Revolución que se construyó para los pobres, los humildes y, en especial, para las mujeres. Las féminas en el mejor de los casos era un objeto decorativo, la sociedad asumía una actitud y un comportamiento de prepotencia y superioridad de los hombres frente a las mujeres, recluidas fundamentalmente en el ámbito doméstico.

El patriarcado se expresaba con igual crudeza de manera visible. A la luz del día se manifestaban insultos, los gritos, las amenazas, las violaciones y el asesinato. En la zona invisible se oprimía a la mujer con el desprecio, el chantaje emocional, el lenguaje sexista, el humor sexista, la publicidad sexista, con mujeres escasas de ropa para incitar el consumo de un producto.

Estas condiciones de desigualdad propiciaron la vocación de justicia y de amor de las mujeres para unirse a la lucha revolucionaria liderada por Fidel contra la dictadura batistiana y defendieron en las lomas y la clandestinidad el proyecto social que promovía el reconocimiento de la dimensión de clases, raza y género.

En 1962 el Comandante en Jefe afirmó que se proponía crear una sociedad distinta, de organizar un mundo mejor para todos los seres humanos; las mujeres tienen intereses muy grandes en ese esfuerzo, porque, entre otras cosas, es un sector que el mundo capitalista en que vivíamos estaba discriminada. Y, en el mundo que estamos construyendo es necesario que desaparezca todo vestigio de discriminación de la mujer.

Palabras que se fueron cumpliendo paulatinamente, con acciones, medidas, leyes, que concibieron una vida de decoro, de dignidad y oportunidades iguales al de los hombres. Entre las medidas que se adoptaron fue la campaña de alfabetización que permitió a las mujeres de los sectores menos favorecidos de la sociedad beneficiarse de este progreso social; otras de las medidas fue la creación de círculos infantiles destinados a las madres para el acceso a la formación, al trabajo y participar en la vida económica del país. La emancipación de la mujer no habría sido posible sin el nacimiento de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) bajo el liderazgo de Vilma Espín, como expresión del tratamiento particular, dentro de lo general, que se le brindó al tema de la mujer.    

Sin la FMC habría sido imposible la construcción de la nueva sociedad, la elevación del nivel educacional, cultural y político de las mujeres. Hoy, 60 años después, la mujer cubana integra el 46 por ciento del sector estatal y el 17 del no estatal. De los 612 diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su VIII Legislatura, 229 son mujeres para el 49 por ciento.

La Revolución enalteció a las cubanas ante sí mismas y la sociedad. A la Revolución, a Fidel, a Vilma y a la Federación de Mujeres Cubanas, las mujeres deben lo que son, mujeres preparadas dignas, decididas, revolucionarias y guías insoslayables de nuestro tiempo.


Un espacio para dialogar y reflexionar

*Espacio Dialogar, dialogar: El sentido de la responsabilidad colectiva. ¿Cómo se construye, cómo se destruye? (Transcripción del espacio)

 

Yasel Toledo Garnache: Bienvenidos a la casa grande de los jóvenes creadores cubanos.

Hoy es una tarde especial para nosotros, porque retomamos el espacio Dialogar, Dialogar, una plataforma para el debate y la reflexión, creada en mayo de 2013 por la Asociación Hermanos Saíz precisamente aquí, en el Salón de Mayo, del Pabellón Cuba.

Elier Ramírez, quien era el coordinador del Dialogar y Rafael González Muñoz, actual Presidente de la AHS, nos han contado que aquel día llovió mucho. Hacía poco había fallecido Alfredo Guevara, eterno joven por la manera de pensar y actuar, por la capacidad para polemizar y convencer, sin importar cuán complejos fueran los temas, por eso el Dialogar surgió como un homenaje a ese gran intelectual… y así continuará siendo.

Tenemos que permanecer también como fuente de críticas, reflexiones y polémica responsable, aquí se puede decir con sinceridad lo que pensamos, debe primar siempre el respeto a los criterios y el amor a nuestra Cuba, la cual necesitará siempre de sus hijos y especialmente de los más jóvenes.

Hoy, nos acompañan el profesor Manuel Calviño, Doctor en Ciencias Psicológicas y fundador de este espacio; Enrique Ubieta, ensayista, investigador y periodista con experiencia como director de varios medios de prensa. Está también Luis Emilio Aybar, miembro de la AHS en su sección de Crítica e Investigación.

Dialogar, dialogar sesionará siempre el tercer miércoles de cada mes, a las cuatro de la tarde. Así que esperamos que sea en verdad un espacio para los encuentros, para las reflexiones y para soñar la Cuba que queremos.

El tema que nos convoca hoy es El sentido de la responsabilidad colectiva, cómo se construye, cómo se destruye, muy atinado en la actualidad y los desafíos que vivimos como pueblo y nación.

Yo, leyendo el tema, pensaba: ¡el sentido de la responsabilidad colectiva!, ¡pensar como país!…. Ahora estamos hablando mucho sobre eso. ¿Pero acaso es la primera vez que se habla con tanta fuerza sobre eso en Cuba? Si buscamos en la historia nacional, ¿acaso no hay ejemplos  también de personas que ya nos han demostrado eso, que han pensado de esa manera y nos han convocado a hacerlo?  A mi mente vienen nombres como Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Vicente Aguilera, José Martí, el propio Fidel.  ¿Cuánto nos puede servir beber de toda esa savia? En la actualidad, cuáles son los principales desafíos, cuáles pueden ser los obstáculos en ese empeño de verdaderamente pensar como país, y más que pensar, más que hablar, actuar consecuentemente con eso.

Nosotros hablamos del sentido de la responsabilidad colectiva, pero se menciona también del sentido de la responsabilidad compartida, el sentido de la responsabilidad individual. ¿Pensar como país implica también subordinar algunas aspiraciones individuales a ese empeño colectivo más grande? ¿Es posible hacerlo? ¿Es posible lograr que todo un pueblo piense como país, actúe como país?…

Son algunas de las preguntas que dejamos a los invitados aquí en el panel.  Les propongo escucharlos, y que después ustedes puedan preguntar, opinar lo que deseen…

¿Qué está pasando con la gente con respecto a las problemáticas de su barrio; qué está pasando con la higiene de la ciudad; qué está pasando con el cuidado del patrimonio público, qué está pasando con el resultado de mi trabajo, si yo concientizo que ese resultado puede contribuir al bienestar de mis compañeros…?

LUIS EMILIO AYBAR TOLEDO.

Muchas gracias. Y buenas tardes. Yo creo que, como decía Yasel, este es un momento propicio realmente, porque hemos visto que había algunas reservas de ese sentido de responsabilidad colectiva, de ese espíritu solidario, que a veces pensábamos que estaban perdidas, pero estaban ahí un poco adormecidas, y en una coyuntura como esta, como en otras que hemos tenido, se han activado. Realmente no ha sido una cosa generalizada, sabemos que hay gente que han pasado por esta coyuntura como si no les tocara sensibilizarse, pero sí sabemos que hay muchas personas que han tratado de sumarse al ahorro energético, a la solidaridad con el transporte, que muchos de los choferes estatales han recordado que su carro es del pueblo y no el suyo propio. O sea, que hay una serie de cosas que no son de ahora, pero sabemos que el Presidente ha estado jugando un papel en ir reactivando esa sensibilidad. Y eso, sin duda, es una buena noticia.

Nosotros estamos en el país que es –como decía Fernando Martínez Heredia– el campeón olímpico de la conciencia política. Eso es lo primero que hay que decir. Nosotros tenemos una historia de sentido de responsabilidad colectiva, expresado en proezas, expresado en actos colectivos, en actos masivos, que es sin dudas muy destacable, y que es parte de ese acumulado.

Cuando nosotros somos solidarios, cuando nosotros sentimos responsabilidad, no lo hacemos en abstracto, sino levantados sobre ese piso, sobre ese piso histórico, sobre esa formación que, sin darnos cuenta, está también nutriéndonos.

Yo quisiera, sin embargo, dedicar la exposición a aquellos elementos problemáticos, aquellos elementos que significan que ese sentido de responsabilidad colectiva se ha ido deteriorando, o que no es todo el que quisiéramos tener, o no es todo el que debería haber en una sociedad socialista.

Me parece que eso es importante porque, cuando a Cuba le tiramos una foto, hay una serie de cuestiones en que nos destacamos en comparación con otros países y con determinadas metas universales. Incluso hoy, con una crisis de los ’90, con todo lo que sabemos que ha pasado, tiramos una foto y hay muchas cosas que son destacables; ahora, cuando le tiramos un video, cuando hacemos un video, empezamos a preocuparnos. La foto nos alegra y nos dice que estamos bien en una serie de aspectos, el video nos empieza a preocupar. ¿Por qué? Porque nos muestra la dirección en la cual muchas cosas están caminando, y nos damos cuenta de que la dirección en la cual muchas cosas están caminando no es necesariamente positiva, y que muchas cosas de ese gran acumulado se han ido erosionando, se han ido deteriorando. Y yo creo que el caso del sentido de responsabilidad colectiva es uno de esos casos donde la gran piedra construida por la Revolución se ha ido erosionando.

Pongo algunos ejemplos: qué está pasando con la gente con respecto a las problemáticas de su barrio; qué está pasando con la higiene de la ciudad; qué está pasando con el cuidado del patrimonio público, qué está pasando con el resultado de mi trabajo, si yo concientizo que ese resultado puede contribuir al bienestar de mis compañeros, de mis compatriotas; qué está pasando con los recursos colectivos, con la riqueza colectiva y con los medios de producción, que está declarado que son de todos, que son propiedad social, que son propiedad del pueblo.

Entonces, cuando vemos que en nuestro barrio están primando muchas veces las soluciones individuales a los problemas comunes, cuando vemos que la ciudad tiene serios problemas de higiene, de cuidado de su infraestructura, de cuidado de sus medios de transporte; cuando vemos que la economía no necesariamente avanza, y que eso tiene que ver en gran medida con la labor de dirigentes y trabajadores; cuando vemos que se roban los recursos, cuando vemos que se corrompe la gente, entonces ahí nos empezamos a preocupar y nos damos cuenta de que hay un problema con el sentido de responsabilidad colectiva, que no es el que debería ser, cuando el socialismo debe caracterizarse justamente por un gran sentido de responsabilidad colectiva como logro cultural. O sea, eso es algo que tiene que estar en las bases mismas del socialismo.

El capitalismo tiene una característica, y es que la estructura, la institucionalidad social está montada sobre bases individualistas y después el sentido de responsabilidad colectiva hay que construirlo por fuera de las estructuras de la sociedad. Por eso es que la caridad en el capitalismo tiene un papel tan importante, porque la misma esencia de la sociedad no está montada sobre esa base. Entonces, como los seres humanos seguimos siendo seres humanos, buscamos realizar nuestra esencia en el marco de esa sociedad; pero siempre es “por fuera de”.

Quiere decir que en el socialismo buscamos que sea “por dentro de”, “en la base de”; es algo que debe caracterizarnos, tiene que preocuparnos y tiene que ser objeto de constante debate y preocupación.

¿Qué pasó? Creo que hay que hacerse esa pregunta: dónde comenzó a deteriorarse el sentido de solidaridad, el sentido de responsabilidad colectiva, los valores altruistas de la sociedad cubana, que ha tenido tantas demostraciones a lo largo de su historia y fueron en un momento hegemónicas, realmente hegemónicas, apabullantes. ¿Qué pasó que ya no son tan hegemónicas, que ya no son lo que necesitamos?

Yo creo que esa pregunta, obviamente, no la vamos a poder responder hoy aquí; pero me parece importante, desde el punto de vista de la memoria histórica, que la vayamos atendiendo porque de ahí se pueden sacar muchas lecciones.

Ahora, yo creo que hay algunas pautas del concepto que hoy nos convoca, la responsabilidad colectiva, que debemos tomar en cuenta para responder esas preguntas.

En primer lugar, lo colectivo está en la base, o sea, tiene que haber alguna identidad colectiva que interpele a la gente. Esas identidades pueden ser el barrio como colectivo humano, puede ser el centro de trabajo, el colectivo laboral; puede ser el colectivo estudiantil, puede ser la nación, el país; puede ser el pueblo.

Nosotros tenemos una Revolución donde ese concepto de pueblo, esa identidad pueblo realmente ha sido una de las identidades más fuertes y ha sido una gran base de un sentido de responsabilidad colectiva. Y hoy casi no hablamos de pueblo. Lo pongo ahí como un elemento a tomar en cuenta. Además, hay identidades individuales, familiares, que en algún momento estuvieron más parejas, o sea que la capacidad de interpelar que tenían estas identidades más amplias, más colectivas, era equiparable a la capacidad de interpelar que tenía ese sentido individual o ese sentido familiar o ese espacio privado. Y, hoy por hoy, hay una mayor zona de la población que está predominantemente interpelada por identidades más específicas, que no necesariamente incluyen a la nación, que no necesariamente incluyen al pueblo.

Lo segundo que hay que preguntarse: bueno, ¿soy responsable respecto a qué? Sabemos que está de base la identidad colectiva; ahora, ¿soy responsable respecto a qué? Tengo que estarme refiriendo a algo, algún objeto de referencia, ¿no? Eso nos lleva inevitablemente a la idea de los bienes comunes: soy responsable, me siento responsable respecto a algún bien o a algún elemento que es común a una colectividad a la que pertenezco. Entonces, para yo sentirme responsable de ese bien común, tengo que sentir que ese bien común es también mío; es un bien común que es nuestro, no solo mío, sino nuestro.

Fíjense, tenemos una Constitución desde hace muchos años, que dice que los medios fundamentales de producción son del pueblo, que la riqueza generada por los cubanos y las cubanas pertenece al pueblo y que tiene que regresar al pueblo como depositario, como protagonista de esa riqueza. Sin embargo, siempre nos estamos preguntando: ¿por qué eso que está dicho la gente no lo siente en la práctica?, ¿por qué eso que está dicho no sucede en la práctica, siendo que, además, nos beneficiamos de esa riqueza colectiva?

O sea, hay un hecho concreto: la posibilidad de que nosotros nos beneficiemos colectivamente de los bienes comunes es porque están declarados como riqueza colectiva y hay la obligación constitucional de usar esa riqueza en función de todos. Nos beneficiamos y, sin embargo, no sentimos que somos parte de eso, no sentimos que nos pertenece.

Yo creo que lo que demuestra la historia y la práctica de todos estos años es que no basta con ser beneficiado, o no basta con ser movilizado, o convocado a salvaguardar, cuidar, alimentar ese bien común, sino que la gente tiene que tener la posibilidad de influir sobre los destinos de ese bien común, sobre la gestión de esos bienes comunes. A mí me parece que esa es una idea fundamental, porque explica también la separación y el despegue de muchos cubanos con respecto a un sentido de pertenencia, con respecto a preocuparse por lo común.

Lamentablemente es difícil historiarlo, pero yo estoy seguro de que ustedes tienen muchas experiencias, a lo largo de todos estos años, de gente que se ha levantado en una asamblea y ha hecho una propuesta, o ha señalado un problema, o ha dicho: este problema lo tenemos que solucionar de esta manera. No solo personas, también colectividades enteras. Y ese problema, o esa propuesta, o ese señalamiento no se ha tomado en cuenta. Y los problemas se han ido acumulando y acumulando, y la gente lo ha visto delante de sus ojos.

Ese es un elemento que tenemos que reconocer que influye en el sentido de pertenencia. En otras palabras, la casa es tuya no solo porque la vives, sino porque puedes definir cómo se pinta, qué modificaciones estructurales necesita, qué muebles le compras, cómo son los horarios de comida, cuándo vas a apagar la luz para ahorrar electricidad. Entonces el sentido de propiedad va mucho más allá de la redistribución. Es un tema: hemos reducido en gran medida el sentido de propiedad a la redistribución.

Y ahora vamos a sumarle a esto –fíjense cómo se va complejizando–: llega a un punto en el que ya tampoco el pueblo siente que se está beneficiando tanto de ese bien común. Por tanto, se erosiona todavía más, porque ese beneficio directo que estaba recibiendo ya no lo estoy recibiendo, o lo estoy recibiendo en una situación de carencias, de escasez; con todas las razones que tiene eso, pero la gente vive en lo inmediato.

Ese beneficio directo ya no lo estoy recibiendo tanto, esos bienes colectivos se están deteriorando, y por otro lado, ya no me convocan tanto a preocuparme y a movilizarme en función de ese bien colectivo, porque en los últimos diez años las movilizaciones para trabajos voluntarios, solidaridad internacionalista, múltiples causas que están en nuestra tradición, han disminuido. Y eso es un problema, porque la movilización es una escuela de solidaridad y de responsabilidad colectiva. La gente se educó en ese espíritu aquí con las Zafras del Pueblo, en las Microbrigadas, en las acciones de los CDR, en las marchas de solidaridad con Palestina. Entonces tenemos que preocuparnos por el trabajo de las organizaciones de masas, el trabajo de las organizaciones políticas, en función de mantener esa efervescencia de construcción y de movilización que, en mi opinión –no sé qué pensarán ustedes, sería bueno discutirlo–, ha disminuido en los últimos tiempos.

Y fíjense si nuestro acumulado es tan grande, que en cuanto empiezan a renacer esas iniciativas, la gente responde. Claro, de todas maneras no se puede abusar, porque en otros tiempos lo que pasó fue que todo eso se desgastó bastante, por la manera en que se hizo, por el exceso con que se hizo, por la no correspondencia entre, por un lado, la cantidad de veces en que yo contribuyo, a partir de lo que define alguien, y por el otro, la cantidad de veces que ese alguien me escucha para saber qué es lo necesario en cada momento. O sea, sabemos que hay que hacerlo de otra manera, pero es una dimensión que pongo sobre la mesa para tomarla en cuenta.

Es decir que para que haya un sentido de responsabilidad colectiva el sujeto no puede ser un sujeto pasivo, sino que tiene que ser un sujeto activo, creador, constructor, y eso tiene que acontecer en la práctica. El discurso es importante, pero no se decreta. Tenemos que entrar a mirar lo que está pasando en la práctica, si el pueblo en la práctica está siendo dueño de lo común, si la gente en la práctica está siendo responsable, y eso nos va a dar la medida de nuestros avances.

Y por otro lado, nuestra participación tiene que ser eficaz, tiene que traducirse en soluciones efectivas, en procesos efectivos; porque yo puedo participar y después eso que decidimos colectivamente viene otro y lo desarma; o esa participación que hicimos, muy entusiasta, esa carta del sindicato que emitimos al Sindicato Nacional, no recibió respuesta. Es decir, la participación tiene sentido porque se traduce en cosas concretas.

Y bueno, ya para terminar, como sabemos que hoy por hoy el deporte nacional es criticar al Estado, a mí me gusta siempre cerrar con propuestas, o por lo menos con algunos elementos, algunos planteamientos, algunos caminos a tomar en cuenta, porque ese es el Estado que tenemos, y a partir de él, transformándolo, hay que hacer el socialismo.  Procuro una visión propositiva, y sobre todo una visión protagónica.

Estos déficits de los que hemos hablado generan sujetos paternalistas y paternalizados, que señalan con el dedo al problema que está allá, y yo estoy aquí: no soy parte del problema ni de la solución. Ese es otro de los resultados que tenemos cuando no hay una dialéctica de responsabilidad con participación decisoria.

Creo que hay que continuar los esfuerzos que se están haciendo, que se nota que son reales –aunque no necesariamente los resultados se están obteniendo tan rápidamente como esperábamos–, para satisfacer tantas necesidades acumuladas. Eso es fundamental. Plantear que el asunto no se reduce a la materialización de los beneficios, no significa que dejemos de trabajar en esa dirección. La existencia de bienes comunes tiene que traducirse en el logro del bienestar.

Creo que hay que transparentar el camino de los recursos, la gestión de los medios, porque es la única manera en que podemos ver que el resultado de nuestro trabajo contribuye efectivamente al bienestar propio y al de mis compatriotas. O sea, ¿cómo a una trabajadora de la industria farmacéutica se le hace nítido que las divisas que está ingresando al país están sirviendo para financiar el hospital de Vertientes, por ejemplo? ¿Qué se hace con los recursos, y cómo esos recursos se traducen en la satisfacción de nuestras necesidades?

En ese sentido, hay que superar el proceso de enajenación estatal, de enajenación política. Me explico. En el Estado hay lógicas de discurso que enajenan la propiedad colectiva. Cuando a nivel institucional, como es frecuente, se enuncia: “el Estado, con un enorme esfuerzo, ha entregado las tejas para los techos de los damnificados de tal huracán”, eso es un discurso que no contribuye en la dirección de la responsabilidad colectiva. ¿Por qué? Porque esas tejas las pusimos todos. Si los de la biotecnología no hubieran trabajado para generar esos ingresos, si los trabajadores no hubieran tenido maestros y maestras que los educaron, ni médicos que los curaron, si no trabajáramos como país, no se hubieran generado esas riquezas que permitieron ponerles las tejas a los damnificados del ciclón.

Entonces, el Estado se esfuerza, en el sentido del esfuerzo de sus funcionarios y sus dirigentes para movilizar, facilitar, dinamizar la creación y asignación de esos recursos, pero el esfuerzo lo ponemos todos. Y tenemos que visualizarlo de esa manera. Por eso yo digo: la transparencia de la información, la transparencia en el uso de los recursos, hacer visible en qué se usan, dónde se ponen, y además interpelar a la gente y decir: estos son los recursos del pueblo, que se están poniendo aquí, y estamos todos contribuyendo a satisfacer las necesidades de estos compañeros.

Creo que hay que continuar interpelando y convocando a acciones colectivas. Hay que celebrar a nuestro Presidente por refrescar esas ideas, que no son nuevas; uno se lee los discursos de Fidel, los discursos del Che, la ejecutoria de nuestros líderes históricos, y eso está en la médula, el pensar como país está en la médula, en toda nuestra tradición. Él está reclamando cosas que se habían perdido en el discurso público, se había dejado de interpelar a la gente desde ahí, y hay que seguirlo haciendo, con nuevas maneras, con nuevos métodos.

Creo que hay que transformar las instancias de participación y crear otras nuevas. Esto tiene mucha tela por donde cortar, pero yo hace rato que estoy obsesionado con dos cosas: el Plan y el Presupuesto. Estoy obsesionado con el plan y el presupuesto, sobre todo desde que, por mi trabajo, me he acercado a la obra oral y escrita del Che y me di cuenta de que el Che –y seguramente Fidel en esos años — está todo el tiempo mostrándole al pueblo cuáles son los criterios que se siguen en el uso de los recursos. Y eso cristaliza en un presupuesto y un plan. O sea, el Presupuesto y el Plan de la economía no son otra cosa que una cristalización de necesidades colectivas y de un sistema de prioridades.

Entonces sobre esos recursos, que son los nuestros, tenemos que participar y estar al tanto de cuáles son los criterios que se están siguiendo. Hay una manera de traducir eso entendible para la gente. Hay una forma técnica, que nadie la va a entender –porque un presupuesto es una cosa gigante y un plan es una cosa gigante. Pero hay una forma política de traducirlo; porque el Presupuesto y el Plan son, de conjunto, un proceso esencialmente político.

A mi modo de ver uno de los mecanismos fundamentales para generar solidaridad en la gente es la discusión participativa y democrática del Plan y del Presupuesto. Lo que no lo podemos seguir haciendo como si fuera el plan de mi entidad, el presupuesto de mi entidad. Estamos atomizando una cosa que no es atomizable, porque así el colectivo laboral solo ve una esquina del pastel, cuando en realidad es un pastel global de recursos, y hay un sentido detrás en su distribución, que condiciona lo que se puede hacer en cada entidad.

Y muchas veces, señores, hay un sentido revolucionario, la mayor parte de las veces, en cómo usarlos. Los criterios actuales que se siguen en la asignación de los recursos del Plan y el Presupuesto reflejan una voluntad política revolucionaria. Cualquier gobierno capitalista convencional lo primero que hubiera hecho sería dar un paquetazo. Entonces, ¿por qué no podemos traducir eso para que la gente lo entienda? Y no solo que lo entienda, sino que pueda participar, emitir demandas, conciliar sus demandas con las de otras colectividades y hacer valer los intereses de todos.

De la manera atomizada en que está funcionando, el resultado puede ser el opuesto: puede ser egoísta. Por ejemplo, el sindicato de un centro de trabajo puede tener una capacidad de presión tan grande y fastidiar tanto, que el Ministerio diga: “Contra, vamos a ver si a esta gente me la quito de arriba, vamos a darle tal recurso que están pidiendo.” Y a lo mejor ese recurso era más necesario para los Instructores de Arte del municipio Vertientes. Pero nosotros, como colectivo laboral, ¿cómo lo sabemos? No lo sabemos, porque el sistema de prioridades, expresado en planes y partidas globales y sectoriales, no se difunde, no se discute con los trabajadores.

En cambio, si nuestra participación llegara hasta ahí, como colectivo laboral pudiéramos decir: “Bueno, espérate, sabemos que no hay mucho, y hay que definir las cuestiones más importantes y las cuestiones más urgentes, y verdad que aquí el alcantarillado está malísimo… pero Guantánamo tiene pocos hospitales. Hay que poner un hospital en Guantánamo.” O, por ejemplo, nos hubiéramos dado cuenta hace rato que el Oriente del país es el que menos Círculos Infantiles tiene, y es el que más tasa de natalidad ha tenido históricamente.

¿Dónde se definió eso? ¿Fuimos conscientes nosotros? ¿Pudimos participar en un proceso de definición de prioridades y de asignación de recursos para poder solidarizarnos con Oriente y decir: ahora mismo los recursos tienen que ir sobre todo para los Círculos Infantiles del Oriente? Por eso digo que debemos repensar, reorganizar, transformar nuestras instancias de participación, y eventualmente crear otras nuevas.

Porque lo otro que nos pasa es que después viene el huracán o el tornado y somos muy solidarios, pero no somos capaces de ser solidarios en lo instituido. Somos solidarios en la excepción, muy solidarios; y en el día a día, que es cuando más necesario es que lo seamos porque define nuestra vida, no lo podemos ser porque está mal organizado, porque hay una serie de malas prácticas, etcétera, etcétera. La solidaridad tiene que estar intrínseca, ínsita a nuestras estructuras, a nuestras instituciones, a su diseño y a sus prácticas.

Y, bueno, esto que es muy general, me parece que también nosotros, los presentes, tenemos que traducirlo en nuestra vida cotidiana.

Todos nosotros somos parte de una colectividad barrial, o somos parte de un centro laboral, o somos parte de unas redes sociales; estamos en muchos espacios de influencia que hacen la sociedad. Estas estructuras y estas cosas tan grandes son más complejas de transformar y de cambiar en lo más inmediato; pero hay muchas cosas que tenemos a mano hacer mientras tanto, y muchas veces no las hacemos.

Tiene que ver incluso con que nadie quiere coger un cargo. Puede ser que no puedo asumir porque la circunstancia personal no me lo permite, ser secretario sindical, o ser secretaria de la FMC, etc., pero por lo menos puedo estimular y trabajar con mis compañeros para generar una dinámica colectiva y democrática en todos esos espacios, que propicie los valores socialistas, que reduzca la dependencia a la persona que asume el cargo, y que esa persona no esté sola y estemos todos de conjunto construyendo lo que se debe construir: poder popular.

Yo creo que todo este tema de la responsabilidad colectiva tiene que ver con eso: cómo construimos poder popular en todos los espacios, porque el pueblo está en todos los espacios, y necesita poder para hacer valer sus intereses.

(APLAUSOS)

YASEL TOLEDO GARNACHE.  Ahora mismo hay muchísimos temas sobre la mesa, algunos pueden servir para próximos espacios. Está claro que para lograr esto de responsabilidad colectiva, lo primero es lograr que la gente participe de manera permanente, que la gente se sienta dueña, que participe lo más posible en la toma de decisiones, en una construcción que sea verdaderamente colectiva. Incluso, ahí hay muchos aspectos en los que habría que meterse bien por dentro para ver el funcionamiento, para conocer una serie de particularidades, y entonces hacer análisis más precisos de cada uno de ellos.

ENRIQUE UBIETA GÓMEZ.  Yo tengo un vicio del que no me voy a desprender a estas alturas de mi vida, y soy graduado de Filosofía. Entonces les voy a pedir que me permitan un poco entrar un poco desde esa perspectiva filosófico-histórica. Y lo primero que quiero refutar es esa vieja creencia –vieja porque ya el socialismo tiene unos cuantos años de vida, el fracasado, el que no ha fracasado y el que está por nacer; tiene años de vida, no tantos como el capitalismo, pero algunos–, hay una especie de estigma que la prensa capitalista reitera una y otra vez, y es que el socialismo se preocupa por lo colectivo y el capitalismo se preocupa por el individuo y defiende al individuo, su individualidad. Y quiero empezar descalificando eso.

Incluso, voy a ir un poquito más allá.Si el socialismo intentara subordinar lo individual a lo colectivo, se propondría algo realmente ajeno a la naturaleza social.  De hecho, Marx y Engels, en El manifiesto comunista, en ese texto clásico, dicen textualmente que el comunismo es una asociación… Del comunismo se está hablando, por supuesto, ustedes entienden que no estamos ni cercanos ya a esa etapa histórica, ¿no?, pero entiendan que está perfilando lo que en definitiva todo esto se propone; porque desde el momento en que empezamos a negar el capitalismo, ya estamos en el socialismo. Es decir, el socialismo no se construye; lo que se construye es el comunismo, es la otra sociedad. El socialismo empieza el día en que decimos: en 1961 empezó el socialismo, y entonces decimos: a partir de ahora empezamos a construir una sociedad nueva, porque es un proceso, no es un lugar de llegada. Pero por eso es muy importante saber ese horizonte. Y Marx decía:  “Es una asociación en la que el libre desarrollo de cada individuo condicione el libre desarrollo de todos.” Fíjense que está poniendo en primer plano el libre desarrollo, es decir, solo es posible el libre desarrollo de la colectividad, de todos, si está garantizado por el libre desarrollo de cada individuo.

El triunfo o el fracaso de una Revolución que se proponga avanzar por el camino socialista estriba en transformar a las masas, que en el capitalismo suelen ser amorfas, suelen ser conducidas por las transnacionales de la desinformación, y suelen ser inducidas a actuar como consumistas obsesivas; transformar esas masas, ¿en qué? En colectividades de individuos precisamente.

Para ello, lo que hace una Revolución, lo primero que hace una Revolución es una Campaña de Alfabetización, en Rusia, en Cuba, en Venezuela, en Nicaragua; es una Campaña de Alfabetización, porque necesita que la gente conozca, que la gente se instruya, que se inicie un camino hacia el conocimiento. Porque, desde luego, también hay que decir, lamentablemente, que las revoluciones se han producido en países donde el grado de alfabetización es bajo, es decir, países con menos desarrollo del que Marx esperaba en sus inicios. Pero ese momento es indispensable, porque sin una conciencia crítica que pueda enfrentar lo que propone el otro sistema que debe ser derribado, que lo propone además de una manera –ustedes lo saben– absolutamente encantadora, a través de todos sus recursos de seducción; sin una conciencia crítica que sea capaz de enfrentar eso, no es posible avanzar en una construcción socialista.

Llegado a este punto, incluso me gustaría apuntar un elemento histórico que me parece importante: Enrique José Varona, ese gran intelectual cubano, de alguna forma intentó ser un ideólogo de un proyecto de nación patriótico-burgués. Y no lo hablo en el sentido para nada destructivo; al contrario, yo creo que era lo que correspondía probablemente en un momento determinado en que él empieza, lo que pasa es que realmente el proceso histórico en Cuba se dio de manera muy apresurada, el cambio de liderazgo de una guerra a la otra, el cambio de los elementos sociales que condujeron la segunda parte de la Guerra de Independencia en Cuba, la intervención de los Estados Unidos, etcétera, etcétera, pues hicieron imposible ese proyecto. Incluso, el pensamiento que estaba muy adelantado para su época, de José Martí, marcó una pauta que se adelantaba también al momento y que dejó en el horizonte otras preocupaciones que luego fueron retomadas.

¿Pero qué pasa con Varona? Varona no se da cuenta a principios de siglo de que su proyecto individualista no funciona en el mundo, no en Cuba; no funciona. Y yo les traje unas citas pequeñas de él, porque me parece que es muy importante recordarlas. Él dice:

“Quizás el aspecto más trágico en la historia de la humanidad sea este que ahora nos presenta al individuo consciente de su inmersión en el agregado, en la masa, donde tiende a desaparecer.”

Dice Varona: “Estamos en plena crisis del individualismo, y somos individualistas hasta la médula de los huesos.”

Ese es uno de los textos en que él, casi de una manera lastimosa, reconoce su incapacidad.

Dice en otra parte: “No se crean que desconozco los esfuerzos meritorios de no pocos hacendados medianos y pequeños” –en los primeros años de la República– “para rehacer sus propiedades y elevar sobre ellas nuevas fortunas; pero, por desgracia, en la organización actual del mundo de Occidente, es fenómeno económico incontrastable que la forma tomada por la gran propiedad se hace preponderante y ahoga al cabo, y solo consiente vida raquítica a las otras.  Es el baobab, que no deja levantar ningún arbusto a su sombra.”

Hasta ahí Varona.

Es decir, Varona, que ha tenido una trayectoria realmente muy atípica, empieza siendo muy conservador, termina en las filas del independentismo, pero finalmente incluso es el símbolo moral del movimiento revolucionario que empieza a nacer en Cuba, comprende el fracaso de ese proyecto individualista.

Ahora salto para el Che Guevara: El proyecto revolucionario cubano, y como lo enfoca el Che; es decir, yo a todo el mundo le recomiendo ese magistral ensayo, que yo sé que es muy conocido, pero yo no estoy tan seguro de que sea leído en profundidad, y que en cada una de sus páginas por lo general se va a algunos aspectos únicamente, que es El socialismo y el hombre en Cuba. Y él hace hincapié en esto, es decir, él dice: “Es común escuchar de boca de los voceros capitalistas, como un argumento de la lucha ideológica contra el socialismo, la afirmación de que este sistema social o el período de construcción del socialismo al que estamos nosotros abocados, se caracteriza por la abolición del individuo en aras del Estado.”

Y entonces habla de la participación individual, del papel que tuvo el individuo en la lucha guerrillera en la Sierra Maestra, y después termina hablando de algo que es importantísimo, que es la unidad, la interrelación de lo individual y lo colectivo; él dice: entre el individuo y las masas y entre las masas y sus líderes en esos primeros años de la Revolución.  Él dice: eso no lo puede entender alguien que no esté viviendo la Revolución.

Yo les quiero hacer un ejemplo gráfico, que siempre utilizo. No sé qué piensa de eso Fernando Pérez…

No está, pero yo me apropio de eso, como siempre sucede con el arte; el arte aparece, y uno lo interpreta y lo asume, cada quien a su manera.

Yo recuerdo una escena de una película, en la que el personaje, que es una mujer, de pronto dice: “Espérense, que yo participé en esa concentración” –una concentración en la Plaza de la Revolución–, “y yo tengo el periódico ahí, y tiene una fotografía aérea.” Y busca el periódico, y desesperadamente empieza a buscarse.  Imagínense, una fotografía aérea de un millón de personas en la Plaza; es decir, hecha con esa impresión de puntos, que al final lo que aparecen son manchitas negras y blancas, y no se sabe quién está. Pero ella está desesperada buscándose en la fotografía, y siente una gran decepción cuando no se encuentra.  ¿Pero por qué? Porque esa persona se sintió en ese momento, en ese lugar, como la protagonista; no era una más.

Miren, las revoluciones producen eso, es decir, producen lo insólito, y es que un millón de personas concentradas no son una masa; son una colectividad de individuos conscientes, que están conscientemente situados allí, defendiendo algo que les atañe de manera directa.

Se siente protagonista, y después se defrauda cuando ve que no aparece, porque ella era la más importante, la más importante que había en esa plaza era ella.  Así lo sentía, y así es como lo plantea.

Yo creo que habría que entender incluso que lo que nos une a los cubanos –esto es probablemente polémico, y yo estoy de acuerdo con casi todo lo que dijo mi antecesor; fíjense, no es para discrepar con él porque estoy de acuerdo con casi todo lo que dijo–, yo creo que lo que nos une a los cubanos en estos momentos, más que nada, es un proyecto de vida, es un proyecto de sociedad, un proyecto de país, más que cualquier tipo de propiedad que tengamos uno u otro, o cualquier sentimiento de propiedad que podamos tener sobre una entidad u otra, que debe también ser más explícita, ¿no?, debe ser más visible. Y ese proyecto de país, que hemos ido construyendo, que hemos ido armando, que hemos ido discutiendo en los barrios, en las escuelas, en las universidades, porque ha habido debate en este país, de sobra, ese proyecto de país es lo que nos define y lo que nos hace pertenecer a algo.

Yo creo que el sentido de pertenencia, por supuesto, es indispensable; pero, por ejemplo, Martí, para quien el concepto de Patria no era la hierba que pisan nuestras plantas, es decir, no era el lugar, no se materializaba en un lugar; era un proyecto de país, a Martí, cuando en Guatemala lo sorprende la amnistía, después que termina la guerra grande, y le piden que regrese a Cuba, él responde: “No, mi Patria está aquí conmigo, aquella que está allí todavía no es la mía.”  Es decir, no está hablando de ninguna propiedad concreta; está hablando de algo a lo que aspira, algo por lo que va incluso a dar su vida.

Y aquí hay un relación entre lo individual y lo colectivo, que es la asignatura más importante –en mi opinión–, yo creo que es la más difícil del socialismo, esa imbricación de lo individual y lo colectivo, porque nosotros de alguna manera hemos logrado –o lo logramos en algún momento y estamos perdiéndolo en algún sentido, porque el golpe, el golpetazo, el mazazo del período especial provocó una regresión en muchos aspectos, yo creo que eso es cierto–, nosotros logramos ciertamente convertir esas masas en colectividades de individuos, de individuos pensantes. Eso nos hace tener opiniones diversas, eso nos hace discutir, debatir, y es necesario el debate, porque somos personas con expectativas y con opiniones, que nos hemos forjado, y nos ha forjado la Revolución; eso es un logro de la Revolución. Ahora, el mundo entero, la contemporaneidad está organizada para que esa nueva individualidad se realice en el individualismo; es decir, todo está organizado para eso. Todo lo que nosotros logramos en convertir esas colectividades en individuos, el enemigo inmediatamente trabaja para hacer que ese individuo nuevo, que ha surgido, marche por el camino del individualismo.

Nosotros tenemos muchas cosas en contra, entre otras, la incapacidad para darle, digamos, el máximo, o para extraer al máximo las potencialidades que creamos en ese individuo. Es decir, yo creo que este país es un país singular, es decir, un país donde hay personas en la calle que estudiaron para ser cosmonautas, hay personas que estudiaron para ser físicos nucleares, hay personas que estudiaron para carreras que son impensables en este país, pero que sencillamente, en un momento determinado de la historia de Cuba tuvieron esa posibilidad, y entonces hay el factor, digamos, de la cultura, que se impone en el mundo, porque es la cultura que se impone,  la cultura del capitalismo, la cultura del individualismo, del consumismo, pues también penetra en nuestro país, también nos afecta a nosotros.

Creo que habría que pensar en que es imprescindible también… Yo estoy de acuerdo con el tema de la participación, del protagonismo, de las personas; es decir, cuando alguien deja de participar, si es voluntariamente, es porque se ha roto su vínculo de pertenencia; si es involuntariamente, es un error nuestro, es una debilidad nuestra, porque esa persona de la estamos regalando a otra sociedad que no es la que queremos.

Cintio decía en una ocasión, en una entrevista que yo le hice, que las revoluciones son como los poemas. Él decía que existía un éxtasis poético inicial, que era el que propiciaba la creación del poema, y ese éxtasis, por supuesto, él lo iguala al año 1959, al triunfo de la Revolución, un éxtasis que era muy contagioso; y después ese éxtasis se realizaba en un discurso poético, con aciertos y desaciertos, y ese discurso poético era la propia historia de la Revolución.

Bien, no podemos vivir en éxtasis permanente, o puede haber diversos momentos de éxtasis a lo largo de la historia; pero, sin duda, nosotros tenemos que encontrar la manera de que nuestras vidas estén signadas por el sentido de la cotidianidad, el sentido de lo concreto.

Tú decías, con razón, que había llamados, y yo estoy de acuerdo con que los llamados son imprescindibles, yo estoy de acuerdo en que no es posible dejar de convocar a la población, no es posible dejar que se adormezca ese sentimiento de solidaridad. Y creo que, cuando se convoca, por lo general hay una respuesta bastante generalizada a favor de esa solidaridad.  Yo lo viví concretamente con el tema del ébola.  Es decir, el enemigo ha hecho campañas para que nosotros lleguemos a creer –y hay algunos que lo creen ya concretamente– que nuestra solidaridad internacionalista está solamente basada en el dinero que el Estado recibe y en los beneficios que el médico puede obtener de su estancia en el exterior.

Yo viví con los médicos cubanos en muchos países. Y sé que hay un beneficio personal, como es lógico que lo haya, pero hay una dosis extraordinaria de sacrificio y de entrega en esos médicos, que también los hace seres mejores; no digo seres superiores, sino seres mejores. Yo creo que, cuando se practica la solidaridad, se es mejor persona. Y por eso yo digo también, en un artículo, que cuando uno pide botella en un carro y el chofer le da botella a uno, no solo el chofer le está haciendo un favor a uno, uno le está haciendo un favor al chofer, le está dando la posibilidad gratificante de ser solidario, y esa interrelación es necesaria en nuestra sociedad.

Y cuando se produjo el llamado del ébola, fueron miles los médicos que fueron a decir que querían ir. Algunos tenían –los vi, los entrevisté– propuestas para Arabia Saudita, para Kuwait –los vi, los   entrevisté–, que iban a ganar más dinero; estaban preparándose, por eso hablaban mejor el inglés y por eso también los seleccionaron.  Sin embargo, fueron, se presentación voluntariamente.  ¿Y qué pasó con el pueblo de Cuba? El pueblo sintió de una manera inequívoca que lo que estaban haciendo esas personas era un acto extraordinario de sacrificio y de entrega y de solidaridad,  y el pueblo los adoptó como hijos, como hermanos, como  familiares.  Y cuando uno de esos médicos enfermó, parecía que era un hijo, sí, parecía que en todas las casas había un hijo enfermo; es decir, todo el mundo estaba preocupado.  Tenía que transcurrir una semana de la enfermedad para estar seguros de que no se iba a morir, y todo el mundo contaba los días que iban pasando, hasta que esa persona se curó.  Es decir, ahí Cuba realmente pensó como país, era un país unido.

Yo creo que la responsabilidad colectiva tiene un complemento, que es la responsabilidad individual.  El término responsabilidad colectiva a lo mejor es el más apropiado, pero, por otra parte, a veces me parece que puede diluir la responsabilidad individual. Es decir, la responsabilidad colectiva es culpa de todos y no es culpa de nadie; es algo que todos debemos asumir, por lo tanto, yo no me muevo si no se mueven los demás, o yo no actúo si no veo que hay una actuación consecuente de otro.

Yo creo que hay que tener claro esa relación de lo individual y lo colectivo, tiene que imbricarse de tal manera que la responsabilidad colectiva debe llamarse también responsabilidad individual. Es una responsabilidad individual, no es otra cosa; no se puede transferir la responsabilidad bajo ningún concepto.

Bueno, por último, solo para apuntar un tema –y estoy siendo caótico–, el tema lo voy a decir y ustedes quizás sonrían: el hombre nuevo.  Si ustedes deciden o alguien decreta que es un término envejecido, está decretando la imposibilidad de una sociedad diferente, de una sociedad alternativa.  Es decir, el hombre nuevo no es un hombre perfecto, no es el hombre puro, y no puede individualizarse de una manera exclusiva; es el producto de otro tipo de formación y de otro concepto de felicidad, de otro concepto de realización personal.  Pero si yo les digo a ustedes que los Cinco de alguna manera son expresión de ese hombre nuevo, quizás estén más de acuerdo conmigo, estén más cercanos a la idea que quiero expresar.

Si dijéramos que algunos de estos médicos, quizás no todos, pero algunos de estos médicos que fueron a curar el ébola se acercan más a ese concepto, entonces podemos llegar a la idea de que aquí se está desarrollando una batalla cultural entre dos conceptos de vida, dos maneras de entender la realización personal, la felicidad individual, y que una conduce a una sociedad nueva y que otra nos lleva de regreso a la vieja sociedad, que es la sociedad en definitiva imperante en el mundo de hoy.

Hasta aquí lo voy a dejar yo.

(APLAUSOS)

YASEL TOLEDO.  Profe Calviño, usted en un programa reciente nos decía que para aspirar a lo grande hay que comenzar por lo pequeño.

PROFESOR MANUEL CALVIÑO.  Ah, sí.

YASEL TOLEDO.  ¿Eso se aplica también a esto?  Hay algo que a mí también me preocupa un poco, y es que nosotros a veces, cuando cogemos un término, lo repetimos tanto que la gente comienza a rechazarlo de tanto escucharlo. ¿Corremos  ese mismo riesgo de repetir tanto “responsabilidad colectiva”, “pensar como país”?.  ¿Acaso no es recomendable buscar otras maneras, tratar de motivar a la gente a hacer eso sin repetirlo tanto?  Llegará el momento en que ya, cualquier cuestión, cualquier acto, cualquier acción, sea considerado por algunos “pensar como país”.  ¿Qué usted cree al respecto?

Fueron casi tres horas de debate.

PROFESOR MANUEL CALVIÑO.  Eso no estaba en el guion.  (RISAS)

Bueno, yo les pedí que me dejaran para el final con la idea efectivamente de poder oír un poco a Ubieta y a Luis, a un filósofo y a un sociólogo.  Yo soy psicólogo, y probablemente estamos en el medio entre la filosofía y la sociología.  Y un poco quería oír, porque pienso que esta idea que nació hace muchos años, Dialogar Dialogar, es muy buena. El diálogo es no solamente una condición básica para tratar de entendernos, para tratar de comprendernos, para tratar de juntarnos en la medida de lo posible y afrontar situaciones comunes; el diálogo es también la necesidad de que los diferentes discursos participen y digan las cosas que tienen que decir, y para mí eso es esencial.

Lamentablemente, ya mi memoria no funciona como antes, pero hace poco leí una cosa de Chomsky que decía: “Si no somos capaces de escuchar y de entender incluso a quien nos contradice, estamos perdidos.”  Y yo creo que ese es el dialogo, el diálogo es justamente ese espacio en que los diferentes puntos de vista se exponen y pueden o no lograr convergencias, pero sin duda alguna lo que sí deben producir es pensamiento, y cuando producen pensamiento, inevitablemente producen cambios.

Yo siempre digo, y me perdonan empezar así, pero a mí me resulta –y mi intervención viene por ahí– extremadamente gratificante y extremadamente positivo cuando me acarician el Narciso y el ego, cuando voy por la calle y oigo a alguien detrás de mí que dice: “Ñó, mira quién va por ahí, Vale la Pena, el tipo ese está volao.”  Y yo, me hincho. Pero también les puedo decir que hay personas que van detrás de mí y dicen: “Ñó, mira quién va por ahí, qué manera de hablar mierda el gordo ese” (RISAS).  Existe eso también, y eso, claro, ya no me gusta tanto.  El problema es que, si oigo solo al que me ensalza, estoy condenado al fracaso; como si oigo solo al que me devasta, también estoy condenado al fracaso.

Entonces creo que es muy bueno este espacio, que debe empezar así, y que lo reconstruyamos como una plataforma de diálogo, que significa no solo intentar consensos y acuerdos, sino oír voces distintas, oír miradas distintas.  Así nació.  Y yo creo que ojalá que podamos hacerlo perdurar así, porque hay muchas miradas.

Yo conversaba, a raíz de que me tocó presentar el libro de Limia, Cuba libre, la utopía secuestrada, y entonces yo decía: es que a veces nosotros miramos un lado de la historia y la distanciamos de las personas.  Y cuando entonces efectivamente tú te imaginas a un Agramonte, por una escena del libro, llegando al campamento donde está Céspedes, y sus compañeros de batalla le dicen: “Ahí está Céspedes, ¿no vas a saludarlo?”, y Agramonte dice: “No, hombre, no, el viejo de mierda ese no sabe lo que habla, va a joder la Revolución.”  Entonces como que uno dice: son seres humanos, son personas con sus pros y con sus contras, con sus favores y sus desfavores.

Y cuando entonces desde la psicología nosotros miramos al ser humano, encontramos un tema tremendamente importante, ¿no?  En los tiempos en que estudiábamos filosofía, yo era un convencido del monismo psicofísico, que la unidad cultural y biológica del ser humano era eso, era una unidad.  Pues descubro que no, que por momentos es una unidad, pero por momentos es una diferencia, y que el ser humano sigue un camino en el que va sedimentando, construyendo, reconstruyendo y asimilando todo eso que llamamos cultura y que yo creo que es la clave –coincido plenamente con lo que tú decías– de la posibilidad de construcción de un mundo distinto, de un país distinto, de un ser humano distinto; pero también el ser humano es un ser biológico, y tiene una biología en la que está atrapado y de la solo puede no liberarse, solo puede convertirla en instrumento de su desarrollo, pero lo marca, lo marca cada vez más.

Cuando yo estudiaba biología –y seguramente que Ubieta, a lo mejor tú no, porque eres un poquito más joven que nosotros–, estaba convencido de que el cerebro era uno, el cerebro era una masa superior en la cabeza, y hoy sabemos que no, que tenemos tres cerebros, por cierto, que tenemos cuatro. Para mi suerte, se está descubriendo que hay un cerebro en el estómago, ¡cuatro cerebros!  Ya pasamos de uno para tres, y ya para mí eso fue un problema, pasamos ahora para cuatro.  Y ese cerebro es una sedimentación y es una absoluta reinstitución de lo arcaico en el ser humano.  Quiere decir que efectivamente, por mucho que yo acepte y entienda la necesidad del diálogo y lo favorezca, etcétera, etcétera, cuando el que va detrás de mí dice: “Como habla tonterías el gordo ese”, yo me encabrono, y trato de decir: “No, tiene su derecho a expresarse, es su criterio, es su opinión”, pero no dejo de encabronarme y no dejo de molestarme.  Y tengo la posibilidad de intentar construir sobre esa molestia –a veces más, a veces menos– una mirada más tranquilizadora o una mirada menos tranquilizadora; pero está ahí.  Y por lo tanto, yo digo que quizás en nuestro amor inconmensurable, y que tiene que ver hasta con nuestra identidad por las utopías, nosotros a veces perdemos de vista las condiciones en que esas utopías pueden o no realizarse.  Estoy convencido de que una utopía no es ningún punto de llegada, claro que es un camino, nunca vamos a llegar a ella.

Siempre cito y digo que Martí decía que andar es el único modo de llegar, y yo que le concedo una inteligencia suprema a Martí, y una mirada suprema a Martí, digo que no puede ser que Martí estuviera diciendo una cosa tan elemental como que si no caminas, no llegas.  Eso está claro, porque si no caminas, no llegas.  Lo que quería decir Martí probablemente –por lo menos así lo asumo yo–, es otra cosa: es que nunca se llega, siempre se anda, y andar es el único modo de llegar.  Por lo tanto, siempre estamos andando, siempre estamos llegando.

Entonces yo digo: esos dos grandes pilares de la vida humana los podemos reducir a dos conceptos: la biología del individuo, el individuo, y sus condiciones.  Por eso, si nosotros vamos a hablar de este tema de la responsabilidad y de lo que se ha perdido y lo que se ha dejado perder, nosotros tenemos que hablar de muchas cosas que han sucedido.

Y a mí me impactó un discurso de Fidel de 1995 en el Segundo Congreso de Solidaridad, en el Karl Marx. Y Fidel dice casi textualmente, debería ser una cita textual porque es muy comprometido lo que voy a decir; pero, bueno, pueden buscarlo que ahí está.  Dice Fidel: en estos momentos lo que tenemos que, sobre todo, salvar las conquistas y la soberanía.  Sí, pero el punto no se acaba ahí, él sigue.  Y dice: Dejaremos la construcción del socialismo para cuando haya mejores condiciones de hacerlo.  Cuando yo leí aquello, me partió en dos; me partió en dos porque, efectivamente, lo que estamos diciendo es: no juguemos a los escondidos, no estamos construyendo el socialismo; estamos intencionalmente mirando a la necesidad, la importancia, el significado político-social-cultural del socialismo como solución a la construcción de la nación, pero, ¡cuidado!

Entonces empiezan los problemas, porque seguimos en un discurso político de socialización, pero vivimos en una condición de desocialización.  Hoy, 2019, el dinero es inconmensurablemente más importante que en el 80 o en el 70. La sociedad está dinerizada; si no tienes dinero, no puedes. Resolvimos los problemas a lo mejor de las llamadas injusticias sociales percibidas: los cubanos no pueden ir al hotel.  Hoy los cubanos sí pueden ir al hotel, si tienen dinero.  Por lo tanto, hoy no hay prohibición; hoy hay limitaciones, y la limitación es el dinero.  Hoy nosotros tenemos personas en el país que ganan el equivalente de diez CUC.  Bueno, ahora con el aumento, que yo agradezco inconmensurablemente, entre otras cosas porque soy favorecido, y sí cuando ese individuo biológico es favorecido, reacciona de manera distinta que cuando no lo es, lo mira de manera distinta que cuando no lo es. Entonces, claro, conozco a muchas personas que ganan 30, 40 CUC mensuales, y tenemos personas que ganan –que ganan no es la palabra–, que ingresan, por decirlo de alguna manera, porque hay muchas vías de ingreso, 20 mil, 25 mil. Entonces las diferencias son impresionantes.  Es difícil pensar que dos personas –desde Marx–, que dos personas en dos posiciones sociales económicas tan diferentes, es muy difícil pensar que puedan entrar en un proyecto común de nación.  Es muy difícil, porque ven la realidad de forma diferente, porque, que me perdonen, yo soy propietario de un Geely, que en estos días nos está sirviendo de mucho, pero la vida se ve distinta desde un Geely que desde un P-1, totalmente distinta.

Vino este documentalista que hace muchos años que vive en México, que hacía clips de videos, musicales y eso, bien bueno técnicamente, Fundora.  Y me dice Fundora: “Quiero hacerte una entrevista, porque me van a hacer un trabajo para México. Y yo le dije: “Bueno, ningún problema, Fundora, una entrevista de cuánto, ¿una hora?  Te digo: son 200 CUC.”  Me mira así, y le digo: ¿Qué?  Tú vas a ganar dinero por esto, tú estás cobrando tu trabajo, ¿y yo soy qué, el amistoso Manolito?  Pues no.” (RISAS) Y cometí un error, porque le dije:  “Es más, por 200 CUC hasta me monto en un P-1 contigo.”  Dicho y hecho.  Me dijo: “Bueno, pues bien.” Comenzamos la entrevista y la terminamos con una cámara en un P1.

Yo hacía años, no les puedo decir que no, yo hacía años que no me montaba no en un P1, en un P nada –bueno, sí, algunas penas he tenido–, bueno, en ningún P, y fue una experiencia traumática, además de que la gente me miraba así, y me decía: ¿Y usted qué hace aquí?   Y eso que veían la cámara, veían la camarita.

Entonces yo quiero llamar la atención sobre algo importante: naturalmente, orgánicamente, las personas, los seres humanos somos mucho más simios, monos, animales, de lo que creemos, y tenemos un componente que nos moviliza en esa dirección mucho más allá de lo que creemos, y hemos creado una sanación y una salvación posible para podernos construir como algo más que una conjunción de animales, entiéndase como una sociedad de humanos.  Esas dos líneas van juntas en algunas cosas, pero en otras van separadas y son contradictorias.

El niño se desarrolla como ser social, ¿saben cómo? Diciendo: Esto es mío.  Préstaselo a tu hermanito.  No.  Compártelo con tu amiguito.  No.  Te lo quito.  (Grita).  Y así se hace ser social.  Se construye primero como una individualidad, como dueño de, como amo de, como persona que quiere y que tiene, para después decir: te lo presto.  Por lo tanto, entendamos que eso condiciona los comportamientos.

Segundo: la vida tiene un valor finito.  La vida se acaba, se los puedo asegurar.  Nos podemos creer inmortales por gusto, todos los presentes nos vamos a morir, ojalá que ¡bien pa allá, pa allá!, pero todos nos vamos a morir, y por lo tanto todas las realizaciones de nuestra vida son temporales, y por lo tanto nosotros tenemos que tener claridad en qué cosas en nuestras vidas vamos a lograr  y qué cosas no, y si nosotros vivimos en una sociedad que por los efectos que sean, no lo dudo, tiene que estar constantemente modificando las jerarquías, no podemos hacer eso, para empezar, y no sabemos adónde vamos.

La primera vez que llegaron dos carros a mi Facultad, que fueron los Peugeot  404, algunas personas llegaron a la asamblea y dijeron: “Compañeros, hay dos Peugeot, se los vamos a dar a los dos profesores de más experiencia, de más tiempo, al doctor José Guevara,  por cierto, hermano de Alfredo, y a una doctora,  los dos más viejos.  Y yo, que estaba del lado de acá de la asamblea, saqué mi cuenta, y dije: dentro de 52 años tengo carro.  Ojo: decir que tengo carro dentro de 52 años es mucho mejor que decir, ¿cuándo me va a tocar?  Cincuenta y dos años es una magnitud finita, y yo, honestamente, dije: 52 años, como a esa altura me van a gustar las mujeres jóvenes, porque cuando eran joven me gustaban las viejas, pues entonces, nada, ningún problema.

Llegó el año que viene, y el año que viene llegaron los Lada.  Y dijeron: entraron dos Lada a la Facultad, y nosotros creemos que lo más importante aquí son los compañeros que han donado sangre, asistido a las guardias, cortado caña, etcétera, etcétera, y dije: “Coño, se acercó el carro, porque no tengo que esperar 52 años, estas son cosas que yo puedo hacer.”

Llegaron después los Polsky, y cuando llegaron los Polsky, dijeron: “No, la guardia obrera, aquí hay dos compañeros que se han destacado.”  Y digo: “Loco, ponme el huevo, porque no sé, yo quiero ganarme el carro, y si me cambian todos los años los criterios, no puedo.”

Y ese es un tema complicado de la vida en este país, y es que por razones –y no voy a entrar en ellas–, hemos tenido que estar cambiando los referentes y los discursos sobre la base de decir: hay una unidad, pero es una unidad intencional.  Es una unidad intencional, es una unidad política, y la unidad política tiene el gran inconveniente para el ser humano medio que es a larga distancia, y los seres humanos no somos buenos con la larga distancia.  La larga distancia es un problema porque somos
–volvemos al primer punto— básicamente seres sensoriales. Ojo: para nada quiero que se entienda que estoy diciendo –y al final de la intervención intentaré–, no estoy diciendo que estemos sometidos a esa realidad; estoy diciendo que, si nosotros no consideramos esa realidad, tenemos un problema para proyectar la construcción incluso de una sociedad, incluso de un país, incluso de un barrio.

Yo vivo en un barrio donde –puedo hacer una estadística intuitiva– el 70% de las personas no se conocen unos a otros, porque se va gente, viene gente, porque se mudan, porque hay quien viene, porque hay quien vive en la esquina y yo, cuando voy para el trabajo, salgo para la derecha y no para izquierda.  Entonces el concepto de barrio, el concepto de comunidad, son intencionalidades representacionales, que forman parte del discurso de lo intencional, del discurso político, pero no nos confundamos, no necesariamente es el discurso cotidiano real de la vida de la gente.  Probablemente distinto es si hablo de mi vecino, del que, cuando eructa, yo lo oigo, y de pronto creo que la novela está buena porque lo que oigo de la casa de al lado es… (palmadas) y no es que está aplaudiendo precisamente.   Entonces, claro, con ese vecino con quien yo comparto esa sensorialidad las cosas son totalmente distintas.  Si además de ese vecino es Fidelito; si ese vecino es además un amigo, un compañero, una persona que comparte ideales, que compartepuntos de vista conmigo, pues mejor todavía.  Pero ya me cuesta trabajo con el de la esquina, y estamos hablando de 30 metros.  Por lo tanto, la construcción de una sociedad intencional es extremadamente compleja.

¿Cuándo funciona una sociedad intencional? Cuando hay un proyecto común de cambio.  Ahí sí funciona. Así funcionó en el 59,  –espero que no interpreten mal esto, pero bueno, es mi sentir y lo digo–, además, cuando teníamos un líder excepcional.  Y esos líderes excepcionales en la historia… Nosotros hemos tenido mucha suerte, porque hemos tenido dos en nada, en dos siglos, hemos tenido dos en dos siglos, pero no son la media, como tampoco es la media la persona que dice:  yo me desprendo de todo lo mío a favor de… Eso, para los que hayan estudiado, en la curva de Gauss, es el 10% de un extremo, no nos engañemos.

Por lo tanto, tenemos que considerar a la gran masa, tenemos que considerar a las personas que pudiéramos llamar normales, y no es que no seamos normales sino que representan la tendencia a la normalidad.  Yo digo que el gran problema de la Unión Soviética fue en la colectividad hicieron los koljoses, los sovjoses y todas esas cosas; pero la Unión Soviética –para polemizar– trató de construir un capitalismo para todos, y creyó que la construcción social era que todo el mundo tuviera capitalismo, que tuviera todo el mundo su apartamento, que tuviera dos niños, una hembra y un varón, con tres cuartos, con carro…  Eso es insostenible, es imposible.  Pero una cosa es decir: convivimos con las diferencias, y otra cosa es decir: no me duelen las diferencias.

A lo mejor yo soy más malo que nadie–me lo dicen para ir mejorando–; pero cuando a mí me pasa por al lado un alumno que sacaron de la Facultad de Psicología por fraude –este no es caso inventado, es un caso real– y se mete a ajicopero, y me pasa por al lado en un carro de último modelo, lleno de cadenas horribles, patéticas, pero tras esas cadenas hay dinero y condiciones de vida que a lo mejor yo invertiría en comprarme un libro, una computadora nueva, etcétera, ¡me jode!  Y digo: ¿cómo me van a decir que esta es la revolución de los humildes, para los humildes y con los humildes?  Y yo no soy humilde, es decir, en términos económicos estoy hablando, yo estoy por encima de la media; en la cola, de mí para atrás, hay muchos.

Entonces yo creo que nosotros tenemos que entender esa realidad, que no podemos culpar a las personas.  Los seres humanos no pueden ser nada más que seres humanos las 24 horas del día, los 7 días de la semana, los 30 días del mes, los 365 días del año y, si son hombres, creo que el promedio de edad ya está en 74 años, 74 años de vida. No, no. El gran reto ha sido siempre ese.

Yo el otro día encontré unas caricaturas del periódico de la Asociación de Jóvenes Rebeldes del momento de la Ofensiva. Si le quito el momento, lo que se decían los tipos que estaban en la caricatura: Oye, tengo gasolina para ti; oye, no tengo problema, tengo un socio que me lo resuelve.  Y yo decía: ¿Qué ha pasado? Es exactamente lo mismo.  ¿Y dónde está la unicidad de eso?  En el ser humano. No estoy diciendo que el ser humano está jodido; estoy diciendo que el ser humano ha crecido con una predisposición cultural de 500 años, que se llama capitalismo, y con una predisposición biológica de 3 mil millones de años, que se llama su biología.  Y nosotros lo vamos a cambiar.

Nosotros tenemos una ventaja, nosotros somos utópicos. Yo siempre digo: me llama la atención que, cuando nos reunimos en estos sectores, siempre citamos al Che; Carlos Rafael no existe. ¿Por qué?  Porque Carlos Rafael es la otra línea, es la línea del cálculo económico, es la línea de vamos a ver las cuentas.  Y nosotros nos identificamos naturalmente, más allá de la grandeza de la figura, obviamente, porque llevamos esa… Pero la utopía es más utopía, es más probable utopía cuando nosotros entendemos sus condicionantes, cuando nosotros ponemos los pies en la tierra.Y Marx decía–y me corriges Ubieta– que el primer hecho histórico y lo primero que tiene necesidad la historia para que se produzca es el acto humano más importante, que es vivir, y para vivir hay que comer.  Y toda vez que el hombre se encuentre en una situación en la que su condición primaria se le representa afectada, volverá a su condición primaria para satisfacerla.  No hay de otra.

Los problemas que nosotros tenemos que enfrentar son los problemas de lo que se construye malsanamente sobre eso.  Porque una cosa es que tú legítimamente luches por superar  tus  deficiencias alimenticias, de transporte, etcétera, y otra es que luches ilegítima e ilegalmente.  Pero de que vas a tener que luchar, no te quepa la más mínima duda.

Pero ahora voy a la salvedad: también en esa estructura biológica, en ese determinante biológico milenario, los animales entendieron
–es un modo de decir–, aprendieron –es un modo de decir– que no pueden vivir solos.  Y mientras más fueron avanzando en la escala zoológica, más se dieron cuenta de que tenían que vivir juntos, que tenían que andar en manadas, que tenían que compartir, que tenían que mutuamente defenderse, que tenían que mutuamente apoyarse.  Es decir, que también en esa herencia biológica milenaria, nosotros tenemos una tendencia mínimamente a lo gregario, porque no podemos sobrevivir sin eso. Los animales entendieron las cosas mucho más rápido que nosotros.

El otro día Harrison Ford –no sé por qué pero, bueno, Harrison Ford, hay que concederle inteligencia a todo el mundo– decía: lo que el ser humano todavía no ha entendido y los animales sí, es que nosotros necesitamos de la naturaleza, pero la naturaleza no necesita de nosotros; la naturaleza vivió sin nosotros, vivió sin nosotros, pero nosotros sí necesitamos de la naturaleza, y la estamos destruyendo.  Los animales, por el contrario, eso lo entienden básicamente. Incluso, la aparición de los llamados depredadores denota que nosotros sí tenemos la estructura básica biológica que propende a la socialización, que propende al encuentro.  El problema es que las propensiones, como todas, se encuentran con ciertas condiciones que las favorecen o no.

No sé si vieron ya hace bastante tiempo, probablemente un año atrás,uno de los programas de Maladrid, digo, deTaladrid, que fue una genetista que decía: “Yo tengo el gen del alcoholismo, yo tengo el gen del alcoholismo, ahí está; yo nací para ser alcohólica, pero también tengo una capacidad de sobreponerme, si las condiciones me ayudan y me favorecen.”  Y de hecho, dice: “No tomo, a lo mejor no puedo ni tan siquiera probar una cerveza, porque me va a incitar el alcoholismo, pero lo puedo controlar.”  Y es una definición genética, es decir, de esa estructura biológica primaria.

Por lo tanto, nosotros decimos: tenemos condiciones que favorecen y que entorpecen.  Y tenemos sujetos que les hacen el juego a esas condiciones y sujetos que no se lo hacen.

Hace poco estuvo aquí… Por cierto, grabé un programa sobre el tema, dos programas, uno debe salir creo que esta semana, o la semana que viene, que se llama “¿Por qué la gente buena hace cosas malas? Porque a veces se nos olvida que somos buenos, pero hacemos cualquier cantidad de barbaridades, y cuánto las condiciones nos propician muchas veces eso y nosotros entramos en el juego de las tentaciones, por decirlo de algún modo. Y lo digo de algún modo porque estuvo aquí hace poco un importante psicólogo norteamericano, que escribió un libro que se llama El efecto Lucifer.  Él dice, lo digo con mis palabras: Lucifer con sus tentaciones está constantemente, y uno tiene que tomar una decisión.  ¿Uno puede decir soy víctima de las condiciones?  Sí.  Uno puede decir: ¿supero esas condiciones?  Sí. Pero si las condiciones son… Y yo creo que es la apuesta perspectiva y fue la apuesta más realizada por esta Revolución, por este país, por esta sociedad, sobre todo hasta los años 70.  De pronto nosotros empezamos a transformar los conceptos por necesidades operativas, pero aquí hasta el otro día hablábamos de igualdad; hoy hablamos de equidad.  Pero son dos nociones impactantes de manera distinta.

Aquí nosotros decimos: volvamos otra vez al instrumento básico del Socialismo: de a cada cual según su trabajo.  Perdón, ¿de qué trabajo estamos hablando?  El sector del turismo –para no ponernos a nosotros, profesores universitarios, que nos han subido el salario–, el sector del turismo que es, como se ha dicho una vez más –desde Lage–, Lage le decía la locomotora, pero nuestro Presidente acertadamente está diciendo que es lo que mueve la economía, porque cuando hay que sacar un quilo, ¿de dónde sale?, del turismo. El sector del turismo es el segundo salario más bajo del país, ¡es el segundo salario más bajo del país! Ahora mismo están en crisis, están gritando porque dicen: les han subido a todos estos descarados que lo único que hacen es dar clases –eso, para burlarse de mí, ¿no?–, y nosotros, que estamos aportando…

Tercero y cierro: la diferencia entre el futuro y el presente, son cosas totalmente distintas por las dimensiones humanas.  El futuro para el ser humano es un anhelo, el presente es una necesidad.  Y yo lo digo con absoluta responsabilidad política y militante.  Entonces yo digo: el futuro, bueno, sí, en el futuro vamos a tener ocho millones, diez millones, once millones de turistas en el país; el presente no es así, en el presente –y lo digo por unas informaciones que leí justo antes de venir para acá–, la ocupación media en nuestros hoteles está en un 45 o 46 por ciento, y estamos construyendo, solo en la Habana, nueve hoteles más.  ¿Para quién?  Entonces, claro, hay una respuesta: tenemos que estar preparados para cuando llegue la invasión turística.

A mí, que vivo en K entre 17 y 19, en un apartamento de tres cuartos, bueno, que puedo caminar a pie para todos lados, voy hasta a trabajar a pie, me molesta; pero el que no tiene casa y está hace 20 años albergado, dirá: no, no.

Don Juan Tenorio creo que fue quien, cuando le dijeron: vas a pagar tus culpas cuando mueras, dijo: cuán largo me lo fiáis (RISAS).

Esa dimensión de futuro-presente en el ser humano es extremadamente compleja, porque, vuelvo, estamos dotados de una sensorialidad que somos capaces de superar, pero ella está presente en nuestras vidas.

Entonces, ¿tendríamos solución?  Por supuesto que sí, pero para mí… Claro, aquí estamos los científicos sociales, probablemente coincidimos en eso.  A mí me dicen que la solución es económica, y yo digo: ¡Cuán largo me lo fiáis!  La economía funcional de un país no se levanta en cincuenta ni en cien años. Cuidado, no nos equivoquemos.

La gente dice: no, el fenómeno vietnamita.  El fenómeno vietnamita, en primer lugar, si los cubanos vivieran en Viet Nam, hubiera sido otro fenómeno.  Tiene que ver con una cultura del trabajo que no tenemos aquí, y aun así, el fenómeno chino: estamos hablando de 60 años, cuidado.   Entonces no es tan así.  Y yo no soyJuanito Triana, yo no soy economista, yo soy psicólogo.  ¿Cuál es la solución?  La más difícil de todas, porque la solución es ética. Si efectivamente ese cubano que gana 20 mil CUC tuviera una disposición ética distinta con el que gana 10 CUC, las cosas serían un poquitico menos problemáticas.

Si efectivamente todos los cubanos y las cubanas –y voy a tirar duro ahora– tenemos el derecho de pedir una licencia y alquilar un cuarto, una casa, de lo que tengamos disponibilidad y tener un ingreso, o somos pintores de primera y tenemos la posibilidad, la disponibilidad de vender nuestras obras en 40 mil, 50 mil CUC, lo que sea, me da igual.  Primero, si nosotros ocupamos un rol de funcionarios, tenemos una ética que salvaguardar.

Cuando mi hijo más pequeño –los grandes no lo vivieron, pero el más pequeño sí–, cuando mi hijo más pequeño llegaba a mi casa así, y yo le decía: “ ¿Qué te pasa?  Me decía: “que me regañaron porque estaba hablando en el aula.” Y le digo:  “Te toca, no se puede hablar en el aula.” Y me dice: “Sí, pero a los demás no los regañaron.”  Y digo: “¿Y por qué te regañaron a ti?” Dice: “Porque la maestra me dijo que porque yo soy el hijo de Calviño.“¡Le toca, a mi hijo le toca, porque es el hijo de Calviño!  A buen entendedor, pocas palabras.

Nosotros tenemos que recuperar esa ética del Che.  Tenemos que recuperar esa ética del Che, aquella antológica historia que le digo: usted irá con los tenis peores, no podrá ir nunca jamás con el mejor par de tenis de los alumnos del aula.  Sería otro el mundo, sería otro el país.  Y tenemos que recuperarla.  Y no estoy hablando de ilegitimidad, es legítimo; es decir, no estoy hablando de que haya una apropiación indebida o un beneficio por tener un cargo; estoy hablando de una dimensión ética.

Entonces yo creo, como se decía al principio…  No me gusta, por ejemplo, que te digan que tengo que parar el carro, aunque mi carro es particular, que tengo que parar el carro y montar gente.  Me gusta que me digan: un buen ciudadano, un buen cubano, lo menos que puede hacer es esto.  Y yo quiero ser un buen cubano.  Ahora la dimensión no es impositiva; es ética.  No quiero que me pongan una foto que diga: fulanito no paró, es un hijo de puta.  No. ¿Hasta las cuántas? ¿Qué vamos a crear, una guerra civil de valores?  No tiene ningún sentido.  Lo que quiero es que reforcemos: los que lo hacen, los que lo hacen bien, los que lo hacen de corazón, los que lo hacen porque lo sienten, porque esos son los que nos dan los ejemplos, y esos son los que, desde el punto de vista biológico, saben lo que producen, una cosa que creemos que es solo social cultural, pero que es también biológica, que se llama, ¿saben qué cosa?, vergüenza.  Cuando los monos hacen una cosa mala y el de al lado, el jefe de la tribu lo mira y la hace bien como se debe hacer, aquel hace así y siente vergüenza.

Nosotros tenemos que recuperar esa dimensión ética, esa dimensión valorativa, lo otro son las contingencias de los tiempos.  Vivimos tiempos extremadamente difíciles, vivimos tiempos de alguna manera de reanimación del rol de lo individual, de la solución de los problemas individuales; pero también tenemos que aprender que por sí mismo nadie lo puede resolver todo.  Y lo que podemos es generar en la búsqueda del otro una construcción de una sociedad ilegítima, ilegal, o una construcción de una sociedad resolutiva.  Porque, claro, nadie por sí mismo, el que tiene dinero va y le compra al que no tiene, pero le quita al que debería tener y se genera entonces esa red de absurdos y de malos procederes sociales.

Yo creo que desde allí entonces es donde estoy totalmente de acuerdo: tenemos que lograr, desde esa ética, la participación; pero no una participación de estar, porque estoy cansado de reuniones del sindicato –yo era secretario del sindicato– donde yo digo 97% de asistencia, y el 96% está con cara que ya, para mí con cara de sindicato.  Están así…  Y cuando tú le dices:  Pipo, ponte pa’ esta, les dicen a los jóvenes: “¿Qué tiempo tú llevas en el Sindicato? ¿Dos años?  Yo llevo 45, pipo, y eso mismo lo hemos discutido treinta y tres veces, y no ha pasado nada. Así que tranquilo, yo estoy aquí.” Obviamente, esa participación no nos conviene.

En la discusión de la Ley del Trabajo, yo, que a veces tengo mis arrebatos de locura, estudio la ley, la subrayo, me pareció mucho más mala que la que teníamos antes–es mi parecer–, en fin. No he entendido nada de las nuevas figuras emergentes en el universo económico del país, por lo tanto un dueño de un paladar que le paga 40 dólares a un trabajador, le paga por encima de un salario mínimo, que es la obligatoriedad por ley, lo que pasa es que le está dando el 0,05% de lo que gana él.  Y esa es la ley, tranquilo.  Es decir, una ley que apoya la utilización personal de la plusvalía.

Entonces yo me llevo mis cosas, subrayo a la usanza antigua con plumones de tres colores distintos, lo más importante y dice el tipo: Primer tópico, ¿alguien tiene algo que decir? Yo, a ver profe. Digo. Segundo tópico, ¿alguien tiene algo que decir? Yo.  A ver, profe. Tercer tópico, ¿alguien tiene algo que decir? Cuando me paré la tercera vez, me cogieron por atrás y me dijeron: Loco, cállate ya, que no nos vamos a ir nunca de aquí.  Y estamos hablando de la Ley del Trabajo, de la que me va a afectar, bueno, a mí ya no tanto porque estoy a punto de jubilarme, digo a menos que suban la edad de jubilación a 70 años; espero que no lo hagan antes de que yo me jubile.  Estamos hablando de la Ley del Trabajo, que es la ley que va a afectar.  Olvídate ahora de la trascendencia primaria y elemental de los seres humanos, la única trascendencia primaria elemental de los seres humanos son los hijos.  Es la ley que va a afectar la condición laboral de tu hijo.  Piensa en eso.

Entonces yo creo que cuando decidimos, cuando participamos, cuando somos parte de, creo que nos acercamos más a eso que pudiera ser la responsabilidad individual compartida, que es la responsabilidad colectiva; es la responsabilidad individual compartida como un principio elemental ético, de justicia y funcional.  Porque, insisto, solo nadie puede.  Todo el mundo necesita de un otro, y todos los otros necesitan de otro.

Muchas gracias (APLAUSOS).

YASEL TOLEDO. Ahora ustedes pueden hacer preguntas, opinar, comentar sobre lo que deseen.

Fragmentos de intervenciones desde el público

1: Yo creo que la responsabilidad colectiva se crea primero en la familia, y después se apoya en la sociedad.

Es verdad que estamos pasando, en términos de la familia, por momentos difíciles.  Conozco a muchas personas jóvenes que son madres solteras, que tienen que criar hijos por sí solas, y eso obviamente no contribuye; pero me parece que ahí habría que poner cierto énfasis, y mi pregunta sería un poco al profesor Calviño: ¿cómo usted ve eso? ¿Cómo ves el papel de la familia hoy en Cuba?

Hay otra cosa en que también yo me fijo: yo vivo en un edificio de nueve pisos, dos apartamentos en un piso; hay una comunidad. ¿Por qué no hablamos más de comunidad? ¿Por qué no estimulamos más la idea de comunidad? Comunidad, que por supuesto es familia, escuela, y yo siento la palabra comunidad como el barrio.

Creo que hay que hablar un poco del tema de la burocracia.  Yo creo que tiene que haber burócratas, yo fui burócrata durante 35 años; pero hay que eliminar la mentalidad burocrática.

2:  Con respecto a lo que decía Calviño, hay una cosa fundamental.  Nosotros copiamos a la Unión Soviética en muchos aspectos. Los trabajadores cubanos están en las empresas organizados como lo hacían los soviéticos; por lo tanto, los trabajadores cubanos no tienen un estímulo real, más otros elementos.

Necesitamos que la política de cuadros se modifique, y exista una candidatura, para definir quiénes ocupan los diferentes cargos, y que los trabajadores definan.

Yosvany Montano: Ubieta apuntaba algo: es cierto que estamos en el medio de un debate y de una riña agresiva entre dos modelos culturales.  El punto sería cómo estamos respondiendo a ese problema; es decir, si la disputa es entre dos modelos culturales, si la disputa es entre dos modelos de sentido, si la disputa es entre dos formas de entender la ideología, de entender la política, la vida cotidiana, entonces nosotros tendríamos que distanciarnos de lo pedestre muchas veces para poder entender cómo están conformándose esos modelos, y casi nunca lo logramos en la práctica cotidiana.

YASEL PADRÓN. Mi nombre es Yasel Padrón. Una de mis actividades, además de ser investigador, laboralmente una de mis actividades más usuales ha sido la de bloguero en los últimos años. Y realmente me gusta esta actividad porque es un espacio en el cual nos podemos ver las caras las personas; porque realmente, en las redes, se da una dinámica de que tú no estás viendo a la persona con la que estás interactuando, y se da un contexto de agresividad muy fuerte, y realmente son necesarios estos espacios, como Dialogar, dialogar, de verse las caras las personas.

Varias de las cosas que se han dicho aquí me sirven para lo que yo quería decir, porque yo también fui dirigente de la FEEM y de la FEU, y yo choqué con el límite… O sea, cuando yo estaba en la FEU a nivel de Facultad, yo choqué con que yo tenía un límite con el consejo de dirección y con las dinámicas, contra las cuales ya no se podía avanzar más. O sea, yo vi en las instituciones una mediocridad de funcionamiento, y el problema con esto es lo que decía el profesor Calviño, uno dice: hasta cuándo yo voy a estar aquí chocando y chocando y chocando, y qué edad me va a tomar a mí, voy a estar como algunas personas, porque uno puede ver personas de 60 años que han estado toda la vida diciendo las mismas cosas en las reuniones y no han logrado nada, porque existe un fenómeno que es el burocratismo; o sea, cómo hay tomas de decisiones que están concentradas y uno no sabe dónde, y uno se pasa años diciendo las mismas cosas en las reuniones y no logra nada, y ahí es cuando surge la contradicción, que dentro del socialismo no deben ser antagónicas. El socialismo debería tener formas de solucionar las contradicciones; sin embargo, el burocratismo, cuando se empieza a acomodar en un lugar de fuerza, esas contradicciones pueden aumentar.

Yo estudié Radioquímica, justamente una carrera que en este país no tiene camino, no tiene forma de aplicación, y estuve en un momento muy decepcionado del proceso, y realmente estaba viendo que el camino en la vida para mí era el que tomaron la mayor parte de mis compañeros de la Universidad, que es irse para el exterior; muchos están en países de Europa, incluso en los Estados Unidos, en países latinoamericanos, etcétera, porque nuestra carrera aquí en Cuba no tiene casi campo en la física nuclear.

Entonces encontré los libros de Fernando Martínez Heredia, de mucha gente, y me fui por este camino de la herejíay dije: bueno, revolucionario puedo ser yo por mí mismo, no tengo que ir por un canal establecido, porque ese canal no me está resultando. Y así va surgiendo la contradicción, y es el camino que me ha llevado a los blogs y a las redes sociales.

Estamos hablando de la responsabilidad colectiva, cómo vamos a llegar a la responsabilidad colectiva.  En un espacio que para mí en este momento es muy importante, el de la construcción de consensos y la construcción de imaginarios en la sociedad, ¿cómo vamos a llegar a una responsabilidad colectiva cuando estamos en un debate tan negativo de contradicciones? Porque es que no se entiende que muchas veces hay personas, no es mi caso, pero hay personas que están en este medio que están muy dolidas, que algo les ha pasado en su vida, han tenido un momento, un choque, y se han quedado con eso, y son personas que muchas veces han encontrado en las redes sociales la forma de expresar su inconformidad, y que lo único que necesitan muchas veces –yo creo– es que se hable con ellas, que se les tome en cuenta; pero que se sienten que están totalmente apartadas.

Yo quisiera preguntarles a los panelistas qué se hace, porque el problema es que la posición que se está tomando muchas veces es que quien critica entonces es el del problema; o sea, el que critica es quien está al servicio del enemigo. Es un debate que se está llevando con mucha violencia, con acusaciones, que no se han quedado solo en las redes sociales, han llegado incluso a la televisión…

Yo sé que hay muchos oportunistas, disidentes, mercenarios, o sea que están aprovechando esa coyuntura para su agenda; pero el problema es que no se está diferenciando y se está creando un conflicto muy grande.  Y no estoy hablando de esto en ánimo de subir la tensión, sino que quisiera que fuera un primer punto la necesidad del diálogo para bajar esa tensión, que nos está haciendo daño a todos.

Otra persona:

Primero, creo que se impone felicitarlos a ustedes por la idea de retomar esta actividad que siempre fue un precedente que yo creo que fue muy favorable y en la que hemos discutido cosas importantes.  Igualmente, agradecerles a los expositores por lo maduro de sus intervenciones, algunas de ellas polémicas, como es lógico siempre en estos escenarios.

Creo que nuestro actual Presidente está desarrollando diversas ideas –aquí se ha señalado– tendentes a renovar ideas, accionar sobre toda la sociedad, y también está retomando algunas que fueron de otros momentos, pero que son viables de llevarlas a cabo nuevamente.

Yo quisiera referirme en esto, puntualmente, que hay quien está remando contrario a la corriente que se quiere en el país, entonces eso hay que verlo en su momento y lugar. Me agradó la intervención del Dr. Ubieta, en el sentido de que había que verlo todo como un proceso político. Yo creo que sí, que eso es correcto; pero también hay que hablar de la lucha de clases, que sigue prevaleciendo, está ahí, aunque ya no se habla de ella, yo no oigo en ningún escenario por ahí hablar de lucha de clases ni de lumpen proletarios, aunque muchos de estos irresponsables lo son.

Creo que la prensa ha ido avanzando también, en la medida de lo posible, pero se requiere que la prensa haga mucho más, y yo creo que en nuestro país están creadas las condiciones para eso.

Y por otro lado, a pesar de todas las dificultades que tenemos, hacemos cosas maravillosas. Hemos hecho un Plan Vacacional en este país, que yo no sé cuántos recursos de la Reserva habrán puesto a disposición de eso, porque realmente eso es algo sobredimensionado para un país como el nuestro. Y el país se empeñó, y miles y miles de personas, jóvenes y de todas las edades, disfrutaron de eso.

Los carnavales fueron multitudinarios en todo el país, actividades de cultura de primer nivel internacional se están desarrollando en el país.  Entonces yo digo: bueno, es verdad que tenemos, como señalaba Calviño, dificultades de esto, de lo otro, de este problema; sin embargo, hacemos cosas monumentales, de miles y miles y miles de ciudadanos. Por tanto, yo creo que tenemos que estar agradecidos de todo lo que hace nuestro país, nuestra sociedad y nuestro Partido.

Pável: Gracias. Al fin me dan la oportunidad de hablar. Eso me recordó algo que a veces me pasaba en  las clases: que yo levantaba la mano y la mano…, y entonces la que estaba dando la clase no me veía. Entonces yo empezaba a hacer así, y seguía sin verme.

Yo veo lo del sentido de la responsabilidad, y yo provengo del área de Derecho. Yo me alegro que cada cual se identifique con su origen profesional.  En el área de Derecho la responsabilidad tiene que ver con el deber, con las obligaciones. Lo que pasa que las obligaciones no están separadas de los derechos. Yo hablaría en todo caso de responsabilidad y derechoEsa es una primera cuestión.

La segunda: yo tengo la buena experiencia de haber vivido en un edificio que tenía más de 130 apartamentos y en el que vivo hace 26 o 27 años tiene 14. Ese que tenía más de 130, por cierto de marinos mercantes, me enseñó muchas cosas.

Los marinos tienen una lógica: toda la tripulación tiene que salvarse, todo el mundo de la tripulación es importante, la prioridad es que el barco no se hunda y llegue a buen puerto. Eso yo no lo he disfrutado en el edificio de 14 apartamentos aquí en el Vedado, donde cada uno tiene un proyecto independiente totalmente. No, lo peor de todo es de dónde viene cada uno de los que residen en ese edificio.

Pero algo se mencionaba ahorita sobre la ética, creo que era Calviño.  En ese modelo de vida que tienen los marinos, que están meses arriba de un barco, solos, si el barco encalla y empieza a hundirse, el capitán es el último que se baja.  Uno pudiera pensar que eso es un acto heroico o un acto suicida sin sentido, pero hay una ética.

Hay cosas que yo veo que hemos perdido notablemente en la evolución de la sociedad cubana.  Usted antes iba a una reunión de trabajadores y los trabajadores opinaban, se les escuchaba, y no es que se tomaba un acta o unas notas, sino que después se hacía algo con eso; ahora, no.  Yo coincido totalmente con esa experiencia: la gente va a las reuniones, y entonces 400 veces usted plantea lo mismo, y nada.

Mire, para no dar “muela” ni hablar en el aire, la sonada Ley del Trabajo, vamos a ir un poquitico más atrás: el aumento de la edad de jubilación.  Yo no he conocido todavía a un solo trabajador, de ninguno de los lugares con los que he interactuado, que son de diferentes sectores, que me haya dicho que estuviera de acuerdo con el aumento de cinco años para la jubilación; todavía no he conocido al primero.  Sin embargo, para sorpresa mía –yo que pensaba que eso no se iba a poder hacer–, se convirtió en norma jurídica.

Eso no ha sucedido solamente con eso. Aprovecho, Elier Ramírez, que tú estás presente, tú, que eres Diputado; tú, que estuviste en la Comisión de la Constitución. No todo lo que está regulado en una ley, incluso en la más importante, que es la Constitución, tiene que servirnos como una camisa de fuerza, debió existir más debate. Es mi criterio, muy modesto, aunque no estuve en ninguna comisión.

Lo otro es el tema de la corrupción. Nadie puede tener un nivel de vida extraordinariamente superior a los ingresos que usted tiene, y aquí hay gente que tiene un modo extraordinariamente superior a los ingresos que tiene siendo funcionario público. Y no tiene nada que ver ni con la historia de la nación, lo debo decir así
–y tú, que eres historiador, Elier, seguramente concordarás conmigo–, los bayameses en 1869, aquellos que le dieron candela a Bayamo por los cuatro costados, tenían un patrimonio muy alto; patrimonio que habían invertido en la fabricación de sus haciendas, sus casas, la tenencia de tierras de cultivo, ganado, dinero, propiedades, etcétera, etcétera, y no dudaron ni un segundo en darle candela a su ciudad, en renunciar a todo lo que tenían.  Es decir, que estoy hablando de cosas que vienen de los orígenes, de la raíz de nuestra nación. Eso no nos puede pasar por alto a nosotros, y es de las cosas que yo creo honestamente que están lastrándonos hasta el mismísimo fondo.

En nombre de la brevedad, lo que quiero decir es esto: yo me alegro del tema que se ha traído hoy, me alegro.  Ojalá que haya más tiempo para el debate la próxima vez; es decir, no sé si ustedes pueden destinar el tiempo, porque esto lo necesita la nación, no como un área de catarsis, como un área de reflexión colectiva.

YASEL TOLEDO: Ahí les hacemos una propuesta: aquí decíamos ahorita que han salido varios temas, salieron aquí en la mesa, y están saliendo ahora también en el intercambio. Ya hemos anotado algunos, pero además ustedes nos pueden sugerir temas también para los próximos debates.

Ya estamos diciendo que vamos a estar el tercer miércoles de cada mes debatiendo aquí. El próximo Dialogar será el día 16 de octubre. Así que nos pueden hacer llegar temas, lo que ustedes deseen, y vamos a estar debatiendo sobre lo que quieran. Eso nos va a permitir hacerlo de manera mucho más profunda en cada uno de ellos.

Por aquí está pidiendo la palabra Elier. Por acá pedía la palabra Gisel, joven investigadora. ¿Entonces terminamos con Gisel? ¿Coincidimos en eso? Bien

ELIER RAMÍREZ: Bueno, en primer lugar, por supuesto, felicitar las intervenciones de los panelistas, felicitar especialmente a la Asociación Hermanos Saíz por retomar esta experiencia de Dialogar, Dialogar, que creemos y defendemos. Y yo creo que todo lo que se está proyectando en los temas va a ser muy importante, y que ojalá después se pueda ir a otros lugares, a universidades, a centros de trabajo, como lo hemos conversado.

Yo no pensaba hablar, pero de todas maneras esto es un diálogo, un debate con diversidad de opiniones, y Pavel directamente me mencionaba, y la participación, yo diría que la oportunidad histórica que tuve de participar directamente en esa Comisión de los 33 diputados, y lo relacionaba también un poco con el tema; porque, si hubo algún ejercicio totalmente de construcción colectiva, un ejercicio profundamente democrático,–y yo como historiador lo veo así, porque hago el análisis, aunque no viví mucho esos procesos, pero sí los vi en la prensa, los vi por un documental, los procesos anteriores—realmente este no tuvo parangón en la historia, no ha tenido parangón en la historia de la Revolución Cubana, y lo podemos comparar con otras realidades.

Por supuesto, nosotros siempre decimos que siempre se puede hacer más, y siempre es posible reflexionar mucho un proceso, siempre es posible aspirar a más; pero indiscutiblemente, cuando nosotros hacemos un análisis de la historia de la Revolución Cubana, de los 60 años de Revolución Cubana, en mi criterio, como historiador y como cubano de este país, no encuentro comparación de ese proceso incluso con procesos anteriores. Está lo que se hizo en 1976, pero al mismo tiempo era un contexto diferente, un contexto en que no estaban las redes sociales, no había todo el desarrollo de las nuevas tecnologías que hay hoy, que eso multiplicó mucho más el debate que hubo en otras ocasiones.

Yo tuve una oportunidad doble, digamos, al participar en esa Comisión, presidida por el general de Ejército, que para mí fue una enseñanza tremenda, porque estar en un espacio dirigido por él, donde él generaba este mismo clima que estamos viendo aquí, de diálogo, y donde a veces, cuando intervenía, pedía disculpas, decía: disculpen, no quiero que se parcialicen a partir de mi opinión; digan su opinión, su criterio, y donde se valoraba cada una de las opiniones. Para mí fue una enseñanza para la vida y como revolucionario.  Tuve esa oportunidad.

Pero, además de eso, pude participar en otra Comisión, que fue la Comisión que analizó y procesó todas las opiniones de la población. Un ejercicio totalmente transparente, muy democrático también, porque está ahí; es decir, algún día la historia, los historiadores del futuro podrán tener toda esa documentación, que también se enriqueció por el desarrollo de las nuevas tecnologías, un sistema que permite hoy buscar una opinión que se dio e ir hasta Guantánamo, incluso el nombre de la persona que lo dio, y cómo eso después se incorporó como propuesta, o no, para después discutirlo en la Asamblea y después volver a llevar eso al pueblo. Es decir, que no solo fue que se le consultó al pueblo, sino que después el resultado de ese proceso de incorporación se volvió a llevar de nuevo al pueblo.  Y después, de nuevo una discusión en la Asamblea.

Yo tuve, además, la oportunidad –fíjense cuántos escenarios– de ir a La Lisa, por ejemplo, a varias reuniones en La Lisa, de ir a reuniones en el municipio Playa, y talmente fue un Dialogar, dialogar; hubo un ejercicio también de responsabilidad colectiva. Yo creo que la gente se sintió y tuvo un sentido de pertenencia; algunos no, porque no podemos nunca generalizar, tenemos que buscarles siempre los matices a las realidades y a las cosas; pero yo estuve, por ejemplo, en una en que un compañero llegó con quince páginas de propuestas, y yo quisiera que ustedes vieran el respeto de los compañeros que estaban dirigiendo esa reunión escuchando a ese compañero, que habló casi una hora, y el resto de los que estaban ahí también de alguna manera se impacientaban un poco, pero se escuchó, y se procesaron todas las opiniones, que podían ser muy válidas o no.

Pero realmente, en mi criterio, en ese sentido discrepo de Pavel. Y además, muchos sociólogos, historiadores y analistas que han hecho sus análisis, que escribieron sobre ese proceso, de alguna manera llegaron a ese mismo criterio: que fue un proceso realmente único, en gran medida, en estos años de Revolución. Único en el contexto en que se da, único por los resultados que tuvo, y por supuesto por los que va a tener hacia el futuro. Pero te digo: fue una experiencia para mí también muy importante, que me permitió estar por dentro de todo ese proceso, y que todavía habrá que seguir analizando con los años.

Quería resaltar eso, porque de alguna manera Pavel se refería a mí: bueno, tú que estuviste allí.  Bueno, estoy contando de alguna manera mi vivencia personal. Y muchas veces en estos análisis, en estos diálogos fluyen muchas veces la experiencia y las vivencias personales de cada cual, que yo lo veo válido y me parece que es oportuno, que aporta a estos intercambios.  Pero, bueno, como tú decías, han salido muchos otros temas, que habrá quizás que ponerlos ahí a debate en próximos Dialogar, dialogar, pero esto es a lo que siempre hemos aspirado, y a que toda la sociedad de alguna manera sea el reflejo de esto. Y por eso, cuando él hablaba, yo pensaba en cómo ese proceso también de la Constitución se convirtió de alguna manera en un Dialogar, dialogar de casi once millones de cubanos.

Yisel: Quería hacer dos comentarios, una pregunta y un señalamiento también.

Primero el señalamiento: En este espacio, Dialogar, dialogar, participamos muy pocas mujeres en los paneles.

Se ha hablado de varios temas importantes en la mesa. Y creo que tenemos acumulados históricos que nos dan algunas pistas para eso, y me remito al concepto de Revolución de Fidel. Para construir esa colectividad debemos tener algo común, algo donde esas necesidades y deseos se vuelvan una misma cosa. Y eso va con el proyecto que se quiere realizar: una sociedad más justa, más digna, o sea el proyecto del que hablamos.

Nosotros éramos un pueblo condenado a vivir en una isla pequeña, insignificante para toda la vida, pero supimos darnos nuestro lugar.

Entonces, en ese sentido, ¿cómo lograr que esas necesidades y carencias del individuo, se conviertan en posibilidades para transformaciones y soluciones. Se suele acudir a la responsabilidad colectiva cuando estamos en momentos de crisis, y eso habría que verlo en la subjetividad.  ¿Por qué pasa en las etapas de crisis y no se mantiene constante?

Yasel Toledo: les damos la palabra a los panelistas. Y les ponemos el reto de que sean lo más breves posible.

LUIS EMILIO AYBAR.  A partir de lo que se decía de la burocracia: estoy de acuerdo. Y voy a poner un matiz ahí en una cosa que dije. Yo decía que podemos, como parte de esa responsabilidad colectiva, asumir roles, asumir cargos de dirección cuando sea necesario. Se me olvidó decir que si los asumimos, busquemos la manera de hacerlo diferente pues, si lo hacemos de la misma forma, seguimos reforzando ese proceso de burocratización de la sociedad. Yo creo que en hacerlo diferente una cuestión fundamental es esta idea que está rescatando tanto el Presidente de entender al dirigente como un servidor público, el funcionario como un servidor público. O sea, tú no eres el centro, ni eres lo único, ni eres solo, ni eres el dueño, sino que te debes a una colectividad, y tu trabajo debe insertarse en ese trabajo colectivo.  Cómo el dirigente se hace parte de una dinámica de trabajo colectivo y participativo, del cual es el resultado y no el punto de partida.

También el compañero decía la propuesta de presentar candidaturas y que los obreros elijan.  Yo creo que hay que avanzar en ese tipo de mecanismos. La participación tiene que tener un carácter vinculante; hay que buscar maneras en que la participación sea vinculante porque, aun si en los valores, en las interpelaciones, logramos que los directivos, que los decisores cada vez escuchen más y tomen más en cuenta esa participación, eso está garantizado eternamente. Hay lugares y contextos donde la gente plantea y plantea, y plantea una y otra vez las cosas, y el directivo dice: te escucho, te escucho, te escucho, y no cambia nada.

Tiene que haber un punto donde la gente tiene la posibilidad de un poder de veto, o la posibilidad de revocar o sustituir a ese directivo, ese gerente que está cometiendo una arbitrariedad y que la sigue cometiendo por tiempos y tiempos. De lo contrario la sustitución de ese directivo depende del de más arriba, y sabemos que eso se traba, porque hay procesos de solidaridad burocrática.

Creo que tenemos que quitarles a los directivos esa comprensión que les hemos puesto –lamentablemente se ha practicado de esa manera– de que todos los directivos en sí mismos reproducen la política de la Revolución.  Hay dirigentes que la niegan, hay que reconocerlo; hay dirigentes que la niegan, hay dirigentes que hacen daño a esta Revolución y a este socialismo, como mismo hay ciudadanos, ciudadanas, trabajadoras y trabajadores que lo hacen.  Digo más: la corrupción, ¿qué cosa es la corrupción? Como estaban diciendo por acá, es un daño grandísimo. Creo que al control administrativo al directivo se le sume un control popular y un control obrero con capacidad vinculante porque, de lo contrario, esos colectivos sociales o laborales pueden estar años con la bota puesta encima, y no tienen capacidad de modificar esa situación.

O sea que yo creo que ideas de ese tipo son necesarias y tenemos que ir experimentándolas cada vez más porque sin dudas, el día que las implementemos, van a transformar muchísimas cosas.

Sobre lo que decía Yosvany. Me parece fundamental eso que tú decías porque tiene que ver con la coherencia entre los diferentes espacios: cómo los diferentes espacios de la sociedad convergen y tributan en una misma dimensión emancipatoria. Podemos tener un centro de trabajo que funciona de una manera democrática, empoderada y de responsabilización colectiva; pero esos sujetos no están solo ahí, esos sujetos van al barrio, esos sujetos vinieron de una escuela, se formaron en un determinado lugar.  Entonces la idea es que, como mismo nos educamos en la responsabilidad, en la democracia, en la participación en el centro de trabajo, también nos educamos así en el barrio, también nos educamos así en la escuela, también nos educamos así en las relaciones con los medios de comunicación: que haya una integralidad. Y en ese sentido, la educación es fundamental porque tiene ese peso, ese peso educativo, y ese peso de formar a la persona desde que es muy chiquito.

Yo creo que hay antagónicos en la sociedad cubana, tenemos que reconocerlo. Y los antagónicos en la sociedad cubana, ya desde hace mucho tiempo, no son solamente los mercenarios financiados por los Estados Unidos. Hay una franja de la población que se ha separado de los valores socialistas, de los valores revolucionarios, que no cree en ellos por distintas razones, probablemente muchos no saben ni son exclusivamente responsables de que eso haya sucedido. Tenemos que trabajar en esa dirección, pero tenemos que saber que las iniciativas que nosotros generemos, las iniciativas colectivas, las iniciativas de impulso al empoderamiento, tienen condicionantes complejos a la hora de relacionarnos con esos antagónicos en el marco de esos espacios. Condicionantes complejos porque bajo el argumento de la democracia no se le pueden regalar esos espacios a los que vienen con un proyecto que niega la democracia. Pero, al mismo tiempo, tenemos que reconocer que esos antagónicos no mercenarios tienen derechos constitucionales que deben ser respetados. Ese reto hay que asumirlo, porque es la sociedad que tenemos en este momento.

Por suerte, somos muchos los comunes y los iguales todavía, en el sentido de todos los que apuestan en una dirección socialista, en una dirección revolucionaria, en una dirección antimperialista, por suerte somos muchos todavía, y podemos desde ahí acumular, retomar y reoxigenar la hegemonía socialista.

Ubieta decía una cosa que me gustó mucho, que era cómo tenemos que preocuparnos cuando alguien se separa de los espacios de participación. Que tenemos que preocuparnos cuando se separa voluntariamente y también cuando se separa involuntariamente, porque ese que se va porque nosotros lo separamos, porque nosotros lo excluimos, es un sujeto que perdimos y que se lo entregamos por tanto a otros que vienen con otros valores, que en gran medida van a tributar al proyecto que estamos combatiendo.

Y yo creo que una de las cosas que aquí más nos ha dividido son las etiquetas que, además, han sido etiquetas en gran medida procesadas administrativamente. Cuando nosotros decimos “revolucionario” y eso se convierte en un principio de definición administrativa, ahí hay un margen de discrecionalidad y de arbitrariedad muy grande. Y hay que reconocerlo, se han cometido históricamente muchas injusticias en torno a esos conceptos universales, que son muy relevantes, pero tenemos que saber distinguir entre sus usos.

Yo conozco profesores que hoy por hoy nadie se mete con ellos, nadie les dice contrarrevolucionarios, nadie los expulsa de la Universidad, y en sus clases todos los días enseñan el neoliberalismo; yo los conozco. Y están ahí, incluso publican, y salen por televisión. O sea, que ese es un concepto bastante relativo, que tenemos que buscar la manera de que sea un concepto amplio, sin perder la perspectiva de que las universidades deben formar revolucionarios.  Ese es un principio importante, pero el proceso en que nosotros administrativamente incluimos o excluimos personas es un proceso muy delicado y en el que se han cometido muchas arbitrariedades. Muchas veces los altos directivos no son conscientes del proceso que desatan cuando hablan y pronuncian una etiqueta.

Yo supe que, en la Universidad de Oriente, a un estudiante, por publicar en su Facebook “yo voto no”, quisieron expulsarlo, o a dos.

A dos estudiantes que pusieron en su Facebook “yo voto no”, quisieron expulsarlos, en un contexto donde, además de que es un derecho ciudadano, la máxima dirigencia está enfatizando y diciéndoles a todos sus subordinados y a todo el funcionariado estatal: “esto es abierto, todo el mundo puede decir su opinión, es importante que surja la discrepancia, de ahí vamos a construir una mejor Constitución,” etc.  En ese contexto, para que ustedes vean cuántas mediaciones, sucedió eso, y yo estoy seguro de que en otros lugares probablemente sucedieron cosas parecidas.

Yo coincido con Yisel en que el proyecto es parte de eso que nos une, es parte de eso común, que es la brújula en esa construcción de la responsabilidad colectiva.

Yo, cuando empezó a surgir esta coyuntura de la crisis energética, mi primera reacción fue: bueno, aquí estamos, a resistir, no hay problemas con eso; por el contrario: este escenario puede servir incluso para que salgamos más fortalecidos políticamente, por la evidencia de una agresión externa, por la posibilidad de que de que se responda de forma creadora. Yo veía a otras personas con las que he compartido que lo ven de otra manera: “Coño, una vez más, este país está de madre, aquí lo que hay que hacer es irse, esto no tiene solución, hasta cuándo,” etc.¿Y por qué hay tanta diferencia en las reacciones? Y es que esas personas no están conectadas con un proyecto social que sostenga una resistencia.  Resistir, resistir, ¿con respecto a qué?  A la hora de resistir, lo que te fortalece es el proyecto, la posibilidad de estar luchando por construir algo mejor, algo diferente, y tienes la fe y la confianza de que eso va a suceder.

Entonces, en la medida en que ha habido una franja del pueblo que se ha desconectado de un proyecto, que ha caído en la desesperanza y el fatalismo en el que están lamentablemente muchas personas y gran parte del pueblo, ahí la resistencia se debilita. O sea que tenemos que reavivar ese proyecto, sobre todo, reencantar a la gente con la posibilidad de hacer las cosas de otra manera y transformar nuestra realidad.

En ese sentido, voy a decirle algo a mi compañero Calviño, que probablemente le incomode un poco, como parte del diálogo, y es que yo recibí un poco de espíritu fatalista en su intervención. Le voy a tirar la bola.

Obviamente, me parece muy interesante y muy relevante su reflexión sobre los condicionantes de la transformación, de la construcción de un proyecto, de una utopía; eso sin dudas hay que tomarlo en cuenta.  Yo decía que la participación y la responsabilidad colectiva tienen que resolver las necesidades, y uno de los problemas que hemos tenido es que nuestra participación, nuestras estructuras, no están resolviendo las necesidades colectivas. Eso afecta, por dondequiera que lo mires.

Y es que, el socialismo se hace para eso¡, para el bienestar. El socialismo como proyecto no es la escasez, no es la pobreza: es el bienestar. Entonces tenemos que lograr que eso se haga efectivo en la práctica.

Ahora, quería hablar también de esta relación entre el condicionante biológico y la capacidad de los seres humanos de superar el condicionante. Yo los conectaría dialécticamente: la manera socialista de resolver los condicionantes biológicos, es a través de nuestra capacidad de superación de esos condicionantes. O sea, no es que están los condicionantes por aquí y la superación por allá, sino que el socialismo los debe conectar.  El medio para satisfacer nuestras necesidades biológicas tiene que ser socialista.

Esto no significa que nuestro futuro tiene que ser esa utopía abstracta del reino de la superabundancia libre de contradicciones, que lamentablemente está en nuestra tradición marxista.

Yo parto de lo que Calviño decía: somos seres extraordinariamente contradictorios. Ahora, siempre hay un lado que es el hegemónico. Entonces se trata de una disputa sobre cuál de nuestros dos aspectos termina siendo el hegemónico en el funcionamiento social. En ese proyecto hay que creer; si no creemos, no tenemos nada, es como resignarnos al eterno predominio de nuestro lado miserable.

 

Calviño: Siempre he sido acusado de hiperoptimista.

El tema de la educación y la familia claro que es basal. Lo que pasa que la familia vive en la condición real en la que está.

Nosotros nos criamos en una familia donde estaban mamá y papá, por lo general, a las cinco de la tarde en la casa, donde el domingo se reunía toda la familia; es decir, nosotros vivimos en un concepto de familia presente, de familia con rasgos de hegemonía, etcétera, pero esa no es la familia de hoy, para nada. Hoy nosotros tenemos personas que salen a las 4 o 5 de la madrugada de su casa, a trabajar, dejan a sus hijos en la escuela antes de que la escuela abra, o lo dejan con un vecino para que los lleve si es muy chiquito, y regresan a las seis y media, siete, ocho de la noche, se ponen a hacer la comida.

Es decir, la familia es absolutamente otra. Y ya no estoy hablando de otros modelos familiares, el gay, etcétera; no, no, estoy hablando de la condición misma de la familia, y la familia vive esas tensiones, y esas tensiones se las transmite a sus modelos educativos, y pasan a través de sus modelos educativos.

Si de alguna manera, entre otras cosas, nosotros optamos por un sistema educacional de acceso libre, e incluso en un determinado momento –errático o no– decidimos becas desde la secundaria básica, era porque teníamos una convicción de que la familia estaba en una situación difícil, y que institucionalmente nosotros podíamos de alguna manera apoyar; pero el problema es que el vínculo familiar es el vínculo familiar, y eso es una determinante básica.

Nosotros hemos estudiado casos de niños separados de sus madres recién paridas.  Estoy pensando en un caso en el que me tocó mediar, y me costó.  La mujer pare, se fuga del hospital, deja a la niña ahí, se pierde, carné de identidad falso, registro falso, todo falso, y además su decisión de no querer a la hija.  Para un hospicio va la chiquita, con un nivel de atención magnífico. Yo no sé si ustedes han estado en una de esas casas donde se cuida a los niños.  Es impresionante, me erizo de la atención que se les da.

Bueno, la chiquita, pasaron ocho años de su vida, nueve años de su vida, y no tenía un pelo en la cabeza, ¡no tenía un pelo en la cabeza!  A los ocho años, no se sabe cómo, apareció una mujer prostituta, delincuente, sin registro de nada, y dijo: “Ahí está mi hija, y tengo todo el derecho.”  Y empezaron los procesos: los psicólogos, los abogados.  Para no hacerles largo el cuento, la chiquita empezó a interactuar con su madre, y tres meses después el pelo empezó a crecer impresionantemente. Madre puta, descarada, delincuente, borracha.  Entonces yo lo que digo es que no podemos de alguna manera desconocer ese dato primario.

La familia está viviendo muchas tensiones, las vives tú, las vivo yo, las vive la gente. El tiempo real de acción de la familia… Nosotros antes decíamos: cuidemos nuestras condiciones de trabajo porque la tercera parte de nuestra vida la pasamos en el trabajo, la tercera parte resolviendo problemas para trabajar y la tercera parte en la familia, de la cual, cuando vienes a ver, ¿de las 24 horas del día cuánto es tu nivel de interacción con tu familia promedio en el país? Entonces es duro.

Yo soy de los críticos que dice que no podemos dejar a los niños viendo la televisión y jugando con el Nintendo, los que pueden, y jugando con otras cosas; no podemos. ¿Pero qué hace una madre cuando llega a las ocho y media de la noche a su casa? ¿Qué hace de cinco y media de la tarde a ocho y media de la noche? Porque al niño, a las cuatro y media de la tarde, la escuela le dice: se acabó, pipo, para tu casita, que yo no te puedo tener más aquí.

Entonces yo creo en la importancia de la familia, creo en la importancia capital de la familia; pero creo que si a la familia no se le dan ciertas condiciones para ejercer ese modelo, la tienen extremadamente limitada. Y creo en las diferencias. ¿Pero saben lo que me pasa? Que las diferencias me dan que, a pesar de todos los pesares, las familias –vamos a buscar un nombre que creo que los sociólogos no han inventado– beneficiadas tienen mejores efectos educativos que las familias no beneficiadas. Y cuando tú ves los ingresos a la Universidad, los ingresos a la Lenin en su momento, los resultados, qué casualidad que siempre son las familias beneficiadas.  Y yo no creo que haya prioritariamente un proceso de corrupción, es que determinadas condiciones son distintas. Y es muy distinto cuando yo me paro allí en el aula y yo tengo un alumno que llega en un Kia particular, que además es tan burro que su padre o su tío le mandó una notebook Chrome, que aquí no sirve para nada porque tiene que estar conectado las 24 horas, por gusto, pero tiene la notebook Chrome, que tiene el Aiphone 19, que no ha salido en el mundo, pero él ya lo tiene. Y tengo al lado a otro con una libreta y un lápiz. ¿Y la apropiación de la influencia educativa será igual? Malas noticias, pipo: Silvio es mi amigo, y yo sé que el rico no hace una cosa, ni el pobre, pero hace una diferencia.  El ejercicio de la posibilidad es otra cosa, pero la posibilidad es absolutamente distinta, y lo sabemos, y es un problema que estamos confrontando hoy.  Y la salud es la misma para todos los cubanos. Sí, pero no; porque el que llega al hospital con 100 “fulas” en el bolsillo, no llega al mismo hospital que el que llega al hospital a decir: me siento mal. Y no estoy hablando mal de los médicos; al contrario, nada mejor para mí que la opinión sobre los médicos en este país.  Lo del ébola es sencillamente casi antinatura, porque cualquier ser humano diría: “¿Qué me voy a ir a joderme y a morir allí?”  Y fueron. Es decir, no tengo la más mínima duda.  Estoy hablando de ese otro momento, que es el lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo.

Ella preguntaba: ¿y por qué en los momentos de crisis? Porque esa es la estructura básica. ¿Tú alguna vez has ido al hospital a decirle al médico: hágame un chequeo a ver qué tal estoy? ¡Jamás!  Tú vas al hospital cuando te duele la cabeza, cuando te duele el pie, cuando tienes un problema, cuando tienes una herida; el 99 por ciento de la población. Hay algún psicótico que va todas las semanas a chequearse, pero el 99 por ciento no es así.  Ese es el ser humano.  Entonces claro, por supuesto.

¿Hay modelos y modelos de relaciones? Sí, yo digo, por ejemplo, modelos cooperativos que se han estado intentando instalar en los últimos años en el país son infinitamente mejores que los modelos estatales, infinitamente. Lamentablemente todavía siguen supeditados a los modelos estatales.

El Ministro no me dejará mentir en su esfera, pero veamos otra esfera: cuando a mí se me destrozó el Lada y lo llevé a una cooperativa, me pedían 3,500 CUC los privados por chapistear y pintar el Lada, y en la cooperativa me dijeron: el costo son 316 CUC.  Y yo dije: “¿Me lo están regalando?” Y dijeron: “No, no” –ojo, ¡cooperativa! – “nosotros tenemos unos ingresos, sobre esos ingresos sacamos un dinero, y sobre ese dinero apoyamos a personas que no tienen condiciones.”  ¡Coño, esa es la cooperativa que yo quiero!

Díceme el tipo: “Pero te digo más: si nos dejaran, podríamos hacer no 80 carros de este tipo al año, podríamos hacer 160; pero, si necesito pintura, no puedo comprarla, tengo que ir al ministerio que me atiende a decirle: cómprame la pintura, y me dirá: no, pero no está en el plan, tienes que esperar al año que viene. Pero, aun así, no importa el modelo.

Al mismo tiempo te digo qué es lo que pasa: nosotros tenemos hoy una contradicción, nosotros estamos diciendo que estamos convencidos de que la gestión fundamental del país es la gestión estatal y empresas estatales, produce el 95 por ciento del Producto Interno Bruto; el sector privado, con un 39 por ciento, ha cambiado hasta un 41 por ciento de la fuerza de trabajo activa, produce el 5 por ciento del Producto Interno Bruto. ¡Es vergonzoso!  ¿Y quién tiene mejores condiciones para trabajar?  El Estado trabaja uno, a uno, a uno; el cuentapropista, ni por casualidad, el cuentapropista dice: veinticinco a uno aunque me maten; y si puedo ponerla más dura, la pongo más dura, y en eso no se equivoca. El Estado trabaja una, a una, a una. El cuentapropista va, se levanta a las cinco de la mañana, es verdad  –Alzugaray sabe de lo que estoy hablando–, y les da la vuelta a todos los guajiros del mundo y les compra directo y les paga directo; el del Estado tiene que pedir la autorización, tiene que licitar tres, tiene que pedir el cheque. Cuando llega para comprar la lechuga, se echó a perder la lechuga. Entonces hay algo que estamos haciendo mal.  No podemos ponerle las coyundas al Estado, si es que efectivamente nosotros estamos mirando que el futuro –y yo estoy de acuerdo con eso– está en manos de la gestión estatal, porque es la única que puede garantizar verdadera justicia social. Porque, por bueno que sea el cuentapropista, por bueno que sea –y esa es una bronca que tengo con Silvio–, por bueno que sea el cuentapropista, dirá: yo te suelto algo…

Yo tengo una bronca con Silvio porque le hicieron una entrevista, y dijo: chico, el problema del mundo tiene una solución sencilla; y dice: los ricos no tienen que dejar de ser ricos, lo que hace falta es que sean mejores con los que no han tenido su suerte. Digo: “¡Flaco, me mataste, no jodas, veta pa’l carajo!” ¿Rico o pobre es una cuestión de suerte? ¡No jodas, imposible!

Entonces, no, yo sí creo en la capacidad humana totalmente; creo tanto en la capacidad humana, que efectivamente me dedico a la psicología, y todo mi trabajo es decirle a la gente: tú puedes, podemos, puedes ser mejor persona, podemos tener un mejor país, podemos tener una mejor sociedad. Pero no estamos realizando las cosas que decimos.

Vuelvo otra vez al tema: ¿por qué un cuentapropista, que ingresa 20 mil CUC al mes, tiene la misma libreta de abastecimientos que yo? ¿Por qué razón? Y si les quitan la libreta de abastecimientos a todos, hasta me puedo incluir, que me la quiten a mí también; pero nosotros seguimos pensando que la libreta de abastecimientos, o es para todo el mundo, o no es para nadie.  No puede ser, nosotros tenemos que entender que la justicia está en la diferencia, no en la igualdad, la justicia está en la diferencia.  Cuando yo trato a este distinto a este es porque su realidad es distinta; esa es la justicia.

La justicia de la Revolución Francesa… Bueno, la justicia de la Revolución Francesa se fue a pique.

Entonces yo creo que hay una capacidad en la población para moverse. Yo lo escribí así y lo viví.

Cuando nosotros fuimos, a 24 horas del tornado, allí a Luyanó, y la gente por sus propios pies llevaban el pedazo de pollo –no el que le sobraba, el único que tenía–, y llevaba el pedazo de pollo, el arroz, el café, lo que fuera, y lo llevaban para allí, ¡ese es este pueblo!

Lamentable también es que la Policía te decía: “¿A dónde usted va?  No puede pasar.  No, este es un problema del Estado, el Estado se ocupará.”  Tenemos que resolver ese problema, pero la capacidad humana existe, porque hasta biológicamente nosotros no podemos vivir sin el otro, no podemos, ¡necesitamos del otro, necesitamos la colaboración! Entonces, para mí, eso es clave.

Lo otro es lo siguiente: y ahí, como tú me tiraste, te voy a tirar yo a ti.  Tú hablas de que existen profesores neoliberales, ¿no? Existen políticas neoliberales dentro del gobierno cubano revolucionario y socialista, existen políticas.  Cuando nosotros estamos en la comeduría de mierda –me perdonan que hable así–de la excelencia y los niveles de excelencia y las publicaciones en el grupo uno de escupo, digo de Escopo y toda esa mierda, esa es una política neoliberal, que niega nuestra identidad, que niega nuestras narrativas, que niega nuestros modos de pensar, que niega nuestra cultura, que es la base de la solución de los problemas. Tenemos que denunciar también las políticas neoliberales.  Y el mismo ministerio que te dice que si no es revolucionario ciento por ciento no puede estar aquí, no es revolucionario ciento por ciento.  Entonces es contradictorio, es una situación difícil.

Por eso, yo siempre digo: para mí, militante del Partido, revolucionario y fidelista a morirme, para mí yo siempre digo: ¿la esencia que no podemos perder sabes cuál es? Yo lo digo con mis palabras: “¡Coño, que yo soy cubano, mano, y que yo quiero ser cubano, y yo me siento orgulloso de ser cubano!”

Y don Fernando Ortiz decía: “La salvación está en la preservación, robustecimiento y enriquecimiento del alma cubana.”

Yo creo en el proyecto socialista, y estoy de acuerdo con el proyecto socialista, aunque no entendamos ahora muy bien por dónde vamos, porque hay tantos socialismos distintos, que es difícil; pero entiendo que el socialismo es la consecuencia de algo, no es el punto de partida. Y ese algo es la esencia de este país. Por solo poner un punto de referencia, de 1868 hasta hoy. Y ese es el alma cubana.  Y lo que está en juego no es el socialismo; si el socialismo se fuera a pique y apareciera el piripintismo, no pasa nada si ese piripintismo cultiva, desarrolla, enriquece, enorgullece y hace sentir grande al alma cubana.

 

Enrique Ubieta: A mí me tocó ahora terminar. Quiero decir algunas ideas.

Realmente, ¿cuál es la situación de lo que llamamos este largo período de tránsito en Cuba?  La situación es que la cultura imperante a veces; la cultura que se reproduce en bolsón y que por momentos acapara grandes segmentos de la realidad nacional, es la cultura del capitalismo sencillamente. ¿Por qué? Porque es la cultura dominante en el mundo, es la cultura que se reproduce en el mundo de forma “natural”.

El capitalismo es el resultado natural de la biología natural, no de la social.

Entonces ese es un ardid del capitalismo. Es lo natural, lo normal, que la gente se mate unos a otros por tal de hacerse ricos, o que, por tal de tener más y saciar, sus apetitos internos imperen sobre sus ideales o sobre sus convicciones, o incluso sus realizaciones. A lo que aspira el socialismo no es a personas irrealizadas, sino a personas que se realicen precisamente en la participación; no sentados en la asamblea, por supuesto, sino como protagonistas, en primer lugar, de su propia vida –que no puede serlo totalmente en el otro sistema, y después del colectivo, de las personas que lo rodean.

Desde luego, que durante el Período Especial –yo recuerdo esa frase de Fidel que tú citaste; no sé si es exacta, pero es el sentido–, lo que estábamos haciendo era salvaguardando las conquistas de la Revolución y la soberanía, vamos a decirlo así; y no avanzar y no continuar el avance –digamos– en ese proceso de construcción de una nueva sociedad –que es como me gustaría más decirlo.

El problema es que no hay soberanía sin socialismo. Y las conquistas que estamos conservando ya son socialismo; es decir, ya son un camino que tiene que defenderse a partir de un concepto de país, a partir de una concepción de nación. Ahí viene el conflicto entonces.

Claro, ¿qué pasa?: choca, choca. Yo sé que choca a veces el discurso revolucionario con realidades que tenemos en el país, que, como tú decías, nos tienen que doler, porque a mí me duelen las diferencias, esas diferencias me duelen, me molestan; es decir, todas las que puedan existir me molestan, y no me conformo con ellas, no me conformo con ellas. Pero el discurso revolucionario no lo puedes eliminar, decir “ese discurso ya no es de esta época.”  Cuidado ahí, porque ese discurso es el que plantea el horizonte, es el que plantea el proyecto de vida, es la brújula, y si eliminamos ese discurso, que está planteando la brújula, el horizonte, entonces sí que esos conflictos y esas contradicciones que sí son antagónicas, aunque estén dentro de nuestro sistema, que sí hay lucha de clases y no vivimos en una sociedad ideal…

De hecho, cuando hablamos de democracia, por lo general lo que tenemos en la cabeza, inconscientemente, es la democracia burguesa, que ha demostrado a todas luces, en América Latina, que no solo es inviable, sino que es una farsa. Los pocos lugares en América Latina que han intentado aplicar las reglas de la democracia burguesa al dedillo están siendo avasallados con trampas, con agresiones; es decir, no respetan eso porque no les interesa respetarlo. Es decir, esta es otra democracia, la que queremos construir nosotros: popular, poder popular, como tú decías, que no tiene esquema de comparación con aquella otra democracia.

Y en esa construcción –disculpen esto que voy a decir– también hay y tiene que haber violencia. Hay guerra, sí la hay; hay conflictos que no se pueden resolver en una conversación.  Y lo digo siendo partidarios acérrimo del debate, del diálogo. Lo he demostrado siempre; siempre he estado debatiendo las ideas que defiendo, en las que creo; escuchando al otro y dándole entrada, porque a veces una manera de hacerlo es no darle importancia a lo que dicen los otros. En cambio, cuando las rebato es porque le estoy dando importancia a lo que dicen.

Es decir, yo creo que las contradicciones que están en la sociedad cubana existen, y no van a dejar de propiciar una permanente lucha, un permanente intercambio, que no va a ser muy amistoso en ocasiones, no lo va a ser, y va a propiciar los debates que hoy vemos en las redes sociales y los vemos en otras expresiones de la vida pública.

Yo creo que aquí hemos pasado de lo más general a lo más anecdótico, que no sé dónde está exactamente el punto medio quizás, pero este es un tema que nos lleva de un lado al otro y a veces nos desvía un poco.

La burocracia es un mal que tenemos. Bueno, podría enumerar otros también; ahora, la burocracia no es un mal del socialismo, es decir, forma parte del capitalismo que tenemos dentro de Cuba, forma parte de los bolsones del capitalismo que tenemos, como forma parte de los bolsones del capitalismo la corrupción; la corrupción es un bolsón capitalista que peligrosamente crece, pero es un bolsón capitalista que funciona orgánicamente en el capitalismo. Al socialismo lo destruye, en el socialismo sencillamente es mortal, es un cáncer.

Ah, eso sí lo tenemos que tener claro nosotros: aquí no hay “por ahora”… Y cuando digo “por ahora” quiero decir que mi vida está destinada de alguna manera, en lo poquito que pueda lograr, a impedir que eso ocurra.

Sin embargo, aquí no hay las grandes diferencias sociales que se ven en América Latina, a pesar de que hay diferencias sociales importantes; y digo importantes porque las estoy mirando desde el prisma de mi ideal,    de mi proyecto de país.

No podemos renunciar a un proyecto de país; no podemos mirar la solidaridad, no podemos entender la solidaridad, la responsabilidad individual y colectiva, solo desde el prisma de un barrio, de una empresa, de una escuela. Todos esos prismas son importantes, y en todos esos prismas tenemos que participar solidariamente, pero tenemos que tener para ello un horizonte, un proyecto de país, y es ese proyecto de país el que nos une, el que nos da a nosotros los cimientos de la unidad y la razón de ser.  El que no lo tiene, pues obviamente se desmarca, no entiende; es decir, solo puede entender la crítica concreta, solo puede situarse en función de su interés individual.

Eso es lo que quería decir (APLAUSOS).

Yasel Toledo: Les agradecemos a todos.  Hemos estado casi tres horas debatiendo aquí. Nos vemos el 16 de octubre, a las cuatro de la tarde, para dialogar y debatir.

Espacio Dialogar, dialogar, 18 de septiembre de 2019.