Miguel Ángel Castiñeira García


Un ensayista en la pampa

No, Borges no tenía razón. Tampoco Gombrowicz. Cuba no está tan lejos. Está más cerca de la Argentina de lo que ambos podrían suponer.

Jorge Fornet[1]

Desde el borde inferior de la cubierta se erige el trazo de un neumático en la tierra que avanza hasta borrarse en un punto digamos que infinito de la ilustración. “[L]a pampa dice todo cuanto tiene que decir en un metro cuadrado, pero lo repite luego en miles y miles de kilómetros cuadrados”[2], recordaba José Bianco que había escrito Michaux y así nos lo hace saber Jorge Fornet en las primeras líneas de su libro Un metro cuadrado de pampa y otras perplejidades, editado por Capiro en 2018 y presentado cuatro años después en la Feria Internacional del Libro en Villa Clara.

Entre los escritores cubanos de la actualidad, Jorge Fornet, ganador del Premio Nacional de la Crítica y del Alejo Carpentier, destaca por su forma particular de asumir el ensayo como una disciplina más de la literatura. Las conexiones que establece no son las del científico de la lengua, sino las del poeta de la ciencia. La imagen forniana del cable eléctrico que corcovea nos sirve para entender el impredecible camino de sus reflexiones. De esta manera, Fornet defiende que el acto de creación debe entenderse y explicarse desde la libertad que ofrece el propio acto de creación. El crítico como artista que proponía Oscar Wilde. La crítica como reconstrucción del paisaje literario que deseaba Roberto Bolaño.

Y cuando digo, quizás con menos fortuna que buenas intenciones, poeta de la ciencia, me refiero a una sensibilidad para asumir las ideas, no al estilo entre almibarado y cartón-piedra que infelizmente campea por los predios de la literatura reflexiva. La prosa de Fornet, en cambio, no requiere de otras vestiduras que las necesarias para una buena redacción: claridad, naturalidad, sencillez y síntesis. Él ha entendido, y ha sabido hacernos entender, que las empresas creativas solo deben iniciarse cuando encontremos el ángulo correcto para desarrollarlas; pues, como le dice el comisario Croce a Emilio Renzi: comprender “no es descubrir hechos, ni extraer inferencias lógicas, ni mucho menos construir teorías, es solo adoptar el punto de vista adecuado para percibir la realidad” [177].

En libros como Los nuevos paradigmas. Prólogo narrativo al siglo XXI (2006), El 71: Anatomía de una crisis (2013), Elogio de la incertidumbre (2014) y Salvar el fuego. Notas sobre la nueva narrativa latinoamericana (2016),el actual director de la revista Casa de las Américas demuestra que la literatura, la historia de vida y el contexto político forman parte de una figura integrada por piezas tan distinguibles como inseparables; certeza que lo ha llevado más de una vez “de la crítica literaria a la historia intelectual” [5].

El escritor de apellido Sensini, personaje del famoso cuento de Bolaño, nos enseñó que un factor tan insignificante como el cambio de título puede trastocar el sentido de un cuento. ¿Qué podemos decir, entonces, del ejercicio de agrupar de una manera u otra reflexiones en un principio impulsadas por encargos de ocasión? Un metro cuadrado de pampa y otras perplejidades reúne conferencias ya impartidas y textos ya publicados. Sin embargo, la propia selección y articulación dota a cada “perplejidad” de un nuevo sentido tanto a nivel general como particular. “He juntado aquí trabajos inéditos o desperdigados en revistas y libros colectivos porque creo que, en este contexto, son susceptibles de ser leídos de otro modo y, a la vez, capaces de proponer ellos mismos nuevas lecturas” [6].

El libro de Fornet se divide en tres partes. La primera analiza la trayectoria de dos figuras cimeras del arte latinoamericano del siglo pasado: Gabriel García Márquez y Roberto Matta. El ensayo que abre el conjunto es una inmersión en el vínculo entre el premio nobel y la Revolución cubana. Donde otros investigadores se asoman con mirada superficial, para después sentenciar (palabras más, palabras menos) que a García Márquez le encantaba codearse con el poder, Fornet reconstruye una historia casi perdida, en que los personajes tienen matices y toman decisiones que van más allá del simple dejarse arrastrar por la corriente.

No le interesa al ensayista el rigor de los hechos. Importa poco saber quién rompió la máquina de escribir cuando explotaba El Bogotazo. Lo que verdaderamente atrae a Fornet son las conexiones, los contrastes, el poder revelador de las casualidades. “Intentaré evitar, por lo pronto, sucumbir a la embriaguez de la nostalgia […], cuando de lo que se trata es de ver un proceso, entender sus claves y evaluar su pertinencia en el mundo de hoy” [217], nos dice a propósito de la historia del concurso literario de la Casa de las Américas. Y esto ocurre porque el autor sabe que el ensayo, como la narrativa de ficción, juega también con las verdades posibles. “[L]a verdad que importa no está en lo que llaman hechos” [144], asegura un personaje de Onetti citado por Fornet.

El segundo texto fija su atención en Cien años de soledad. Hay que ver cómo el escritor cubano se las arregla para llover sobre lo mojado y al mismo tiempo demostrar por qué de la obra maestra de García Márquez no todo se ha dicho todavía. Aunque se trata, como suele repetirse hasta el hartazgo, de proponer preguntas y no de imponer respuestas, el texto “La contundente forma de las verdades inamovibles” no teme desenredar algunos de los nudos teóricos que el paso de la novela ha dejado por nuestra historia literaria. Su condición caribeña, sus innovaciones en el lenguaje, su épica heredera de la mejor tradición occidental y la manera en que lectores como Borges y Piglia recibieron su primera edición, en Argentina, son algunos de los paisajes por donde nos conduce el autor de Un metro cuadrado de pampa… Sin su ayuda difícilmente enconaríamos el minotauro de este laberinto.[3]

La sección cierra con el ensayo “El surrealismo de Roberto Matta y su órbita literaria”, disección de un creador que escapa a cualquier encasillamiento como no sea el de poeta, ese que siempre quiso merecer. Junto con Fornet, podemos decir de Matta que “sus poses de niño, su proclividad hacia lo lúdico, su sonrisa, no impiden percibir que es siempre –por encima de todo lo demás– un provocador” [94]. Entender al pintor más allá de la obra visual, como propone el ensayista, es una manera de saltar convencionalismos que limitan la aprehensión de la imagen total de ese misterio.

Destacan en la segunda sección el texto “¿Cómo se escribe la revolución?: notas a una relectura de Los de abajo”, el ensayo sobre Carlos Loveira, un escritor ni recordado ni olvidado y, precisamente, por eso poco estudiado; la introducción a la novela Juntacadáveres, de Onetti; además de la crónica-ensayo “Un escritor que se expone”, a propósito del chileno Pedro Lemebel, donde no falta ni puede faltar el recuento de su “borrascosa” relación con Cuba.

En “Un puertorriqueño en la pampa”, Fornet nos entrega su ya recurrente estudio sobre alguna de las aristas de la obra de Ricardo Piglia. En este caso es Blanco nocturno el blanco de sus reflexiones. Casi al final del texto, el ensayista aventura una cronología de la vida del periodista Emilio Renzi: “He hecho este rápido recorrido para que se haga más claro”, nos dice Fornet: “que si hasta la primera novela de Piglia las apariciones de Renzi […] coincidían con el tiempo del autor y de sus lectores, a partir de entonces suelen desplazarse al pasado, lo que modifica la biografía que le conocemos y, de paso, el sentido de la propia obra de Piglia” [185-186].

La última sección de Un metro cuadrado de pampa… se interesa por cuestiones relacionadas con la política cultural del período revolucionario cubano; por ejercicios de futurología que hoy se leen como tristes certezas; por restituirle a la Casa de las Américas el sitio que debería ocupar en la historia del pensamiento caribeño y latinoamericano.

No es casual la mención de José Bianco al principio y al final del libro. Se trata de un autor argentino que en 1961 “tuvo que renunciar al cargo de Secretario de Redacción de la revista Sur–que ocupaba desde hacía más de dos décadas– por haber integrado el jurado” [219-220] del Premio Casa en ese mismo año. De Roberto Fernández Retamar, también admirador de Bianco, solía decirse en su momento que era el más argentino de los escritores cubanos, tal vez por cierta frialdad en la prosa, si la contrastamos –claro está– con el tropicalismo sudoroso y soporífero que entonces se imponía como norma para los intelectuales caribeños. El pensar a Jorge Fornet como heredero de esa tradición argentina en la literatura cubana (donde no puede faltar Virgilio Piñera, por supuesto) resultaría poco más que una boutade si no fuera porque en tan ilustre linaje nadie había llegado tan lejos como para titular una de sus obras con la imagen de la pampa que se repite.

Notas:


[1] Fornet, J.: ¿Para qué sirven los jarrones del Palacio de Invierno?, p. 38, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2006.

[2] Fornet, J.: Un metro cuadrado de pampa y otras perplejidades, p. 5, Editorial Capiro, Santa Clara, 2018. Todas las citas corresponden a esta edición.

[3] Te atrapé, referencia no planificada de Rodrigo Rey Rosa.



AHS en Villa Clara convoca a la Beca Casa Seoane 2023

La filial provincial de la Asociación Hermanos Saíz en Villa Clara comparte en sus redes sociales la convocatoria de la Beca Casa Seoane 2023, que se entregará del 21 al 24 de septiembre en el contexto del VIII Encuentro Hispanoamericano de Escritores, en esta ocasión dedicado a la literatura para niños y jóvenes.

La poeta y narradora Elizabeth Casanova, presidenta de la AHS en la provincia e integrante del comité organizador del evento, explica: “El objetivo de la beca es fomentar a los jóvenes escritores que tienen una obra en ciernes. Se trata de estimular la creación, no la publicación de un libro ni la premiación de una obra acabada”.

“Siempre tratamos de dar dos becas en vez de una e ir variando los géneros teniendo en cuenta lo que se está escribiendo en el país, así como las potencialidades que tengan los géneros para poder dedicarles el encuentro”, asegura Casanova al Portal del Arte Joven Cubano

Este año la AHS de Villa Clara convocará en narrativa infanto-juvenil y poesía infantil. Podrán participar todos los escritores residentes en el país de hasta 35 años de edad que no hayan ganado la beca anteriormente, salvo que en esta ocasión concursen en un género diferente. Los seis finalistas (tres en cuento y tres en poesía) se darán a conocer con antelación, pues serán invitados al Encuentro Hispanoamericano de Escritores, donde se organizará un jurado con los invitados internacionales y nacionales para que seleccionen a los ganadores en cada una de las categorías.

“Todos los años invitamos a escritores reconocidos, y jóvenes también, del ámbito hispanohablante para enriquecer el encuentro y ponerlos a dialogar con los escritores del ámbito nacional. Algunos de ellos forman parte de los jurados de la Beca. En el caso de esta edición contamos con premios Gran Angular, Barco de Vapor y posiblemente un Cervantes Chico. Entre los ya confirmados tenemos a Gonzalo Moure (España), Mónica Rodríguez (España), Ricardo Chávez Castañeda (México), Pilar Lozano (Colombia) y John Fitzgerald Torres (Colombia)”, dice Casanova.

Según explica la convocatoria:

El correo electrónico enviado tendrá las siguientes características: dos adjuntos, uno con el título Obra (más el título de la misma), que incluya la obra bajo sistema de lema o seudónimo en la primera página. El segundo adjunto se nombrará Plica (más el título de la obra), donde se incluyen los datos personales del autor: nombre completo, carné de identidad, dirección particular, correo, teléfono y un breve currículo que no exceda las 15 líneas.

Los originales —con una extensión máxima de 5 cuartillas; en Times New Roman 12; a espacio 1,5; márgenes de 3 cm; tamaño carta— deberán enviarse a la dirección encuentroescritoresvillaclara@gmail.com. El plazo de admisión de la Beca Casa Seoane 2023 vence el 15 de agosto de 2023.

El premio consistirá en un diploma acreditativo, además de un monto de 2000 pesos en moneda nacional por cada género, y la publicación de las obras ganadoras en las revistas literarias Umbral o Violas.

Según confirmó Elizabeth Casanova, participarán en el evento editoriales territoriales y nacionales que tienen un trabajo sostenido en la publicación y promoción de literatura infanto-juvenil, entre las que mencionó a La Luz (Holguín), Aldabón (Matanzas), Cauce (Pinar del Río) y la Editorial Oriente.



Los años cubanos de Margaret Randall

A Nueve Azul.

 

En el caldeado México de finales de los 60, la poeta y editora norteamericana Margaret Randall decide enviar a Cuba a sus cuatro hijos (Gregory, Sarah, Ximena y Ana). Se reunirá con ellos en la Isla en cuanto encuentre oportunidad de evadir la persecución política. Una vez en La Habana, ella y su familia decidirán «aplatanarse» (imposible encontrar expresión mejor), lo que incluirá no solo trabajar con las instituciones cubanas, sino tener una libreta de abastecimiento, participar en trabajos voluntarios, reuniones del Comité de Defensa de la Revolución (CDR) y ser testigos directos de un proceso que pasa de una fase improvisada, donde sobresalen la épica y el entusiasmo, a otra organizada, sovietizada, con diferentes tonalidades que irán del blanco al negro, pasando por el gris.

Como se ha dicho hasta el cansancio, la memoria reciente del proceso cubano está por escribirse. Los textos de Historia no alcanzan para entender en toda su complejidad lo que en realidad hemos sido ni hasta dónde pudimos ser lo que quisimos. Un libro como Cambiar el mundo. Mis años en Cuba, de Margaret Randall, llega para revelarnos las fotografías de un álbum desconocido: la Revolución Cubana desde finales de los 60 hasta 1980.

La figura de Randall se nos hace más nítida en la medida en que empezamos a conocer los detalles de su vida en la Isla. No se trata, en este caso, de una memorialista que evita mostrar las manchas de su pasado ni ocultar sus errores tanto de pensamiento como de acción: entre la mujer de entonces y la que ahora redacta Cambiar el mundo, se establece un debate de ideas, por momentos, complementarias; por momentos, contradictorias.

Los rasgos del proceso que se presentó ante los ojos de la autora en los 70 son ampliados, corregidos, rectificados por una visión más abarcadora de lo que fue la Revolución Cubana. En ocasiones eso le permite una actitud más crítica ante problemas que décadas atrás no despertaron su indignación. «He reescrito fragmentos aquí y allá, para llenar el vacío que parece hacerse más grande y profundo con el decurso de los años» [179], advierte antes de contarnos sobre la Jornada de la Cultura en Varadero. Más adelante, reflexiona:

Me gustaba lo que veía a mi alrededor: creatividad, experimentación y valentía en medio de tanta adversidad […]. Con frecuencia nos advertían sobre las críticas abiertas a una u otra cosa, y nos hacían sentir que si protestábamos estaríamos dándole armas al enemigo. Por lo general creía lo que me decían. A veces creyendo estaba en lo cierto; a veces no. [226]

Con habilidad y objetividad, Randall logra construir una imagen multidimensional de un período que, generalmente, se nos presenta como consigna impresa en cualquier valla propagandística de la carretera. Podemos decir que Cambiar el mundo nos muestra toda la travesía; sobre todo cuando Randall se embarca en recorridos por el territorio cubano, hace preguntas lo mismo en Pinar del Río que en Santiago, se enfrenta (o no se enfrenta) a los monstruos de los claroscuros que aparecen en cualquier período de transición.

El libro abunda en comentarios reveladores. Según nos hace ver Randall, en ocasiones la práctica de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) la situaba en la avanzada de las luchas por la igualdad de la mujer, pero oficialmente la institución renegó del feminismo al entenderlo como un movimiento foráneo, burgués, que no consideraba que la contradicción principal de la sociedad fuera de clase, sino de género.

Las feministas de países desarrollados [nos dice la autora] eran percibidas como un peligro pues, en el mejor de los casos, estaban completamente ajenas a la realidad cubana y en el peor, podían hasta ser intencionalmente perjudiciales. Muchas de las miembros [de la FMC] más jóvenes de entonces eran feministas en la práctica, aun cuando la teoría les era completamente ajena. Pero la ideología de la organización era y continuaba siendo antifeminista. [127]

Estremecedora resulta la valoración que nos presenta sobre Haydee Santamaría, «mujer apasionada y comprometida, de una creatividad única y una brillantez que parecía intuitiva» [114]. Según Randall, «es difícil saber con exactitud cómo [Haydee] encajaba —o cómo no encajaba— en la jerarquía nacional dominada por los hombres» [114]. Sobre la manera en que recuerda su muerte y funeral, la autora tiene mucho que contarnos. Para ella, «que se guardó todos los secretos» [7], está dedicado Cambiar el mundo.

A propósito del Quinquenio Gris, Randall confiesa no haber estado muy al tanto de la situación, «quizás porque los afectados por lo general se callaban lo que estaban pasando, o porque el mundo del arte era demasiado apasionante —a pesar de las restricciones— , o quizás […] era demasiado lenta para captar ciertas sutilezas culturales» [205]. No obstante, la memorialista cita como contrapartida de su visión personal un artículo de Arturo Arango en Alma Mater, donde el autor de «Lista de espera» la recuerda así:

[Randall] Era demasiado para los cánones de la ortodoxia ideológica de eso que hoy llamamos, amablemente, el Quinquenio Gris. Margaret estaba aislada, le habían echado bola negra, y nosotros le restablecimos el ambiente intelectual y humano de que la habían despojado. [205-206]

La observación de Arango se refiere al segundo quinquenio de la década, que incluye los últimos años de Randall en Cuba, cuando el gobierno le retiró la confianza, «quizás por haber tenido una amistad con el representante espía de CUSO, quizás por la forma directa en que criticaba problemáticas de género e identidad sexual» [251] o quizás porque su grupo de amistades «incluía revolucionarios que no se adscribían a la línea de Cuba» [251].

Cambiar el mundo muestra un ejercicio de autocrítica tan osado como aleccionador, un anecdotario que alterna con muy interesantes reflexiones sobre el poder —pese a la notable influencia hollowayana en sus planteamientos (muy común en la izquierda de principios del presente siglo)— y una zona de la realidad escasamente abordada en libros y documentales afines: la mujer cubana en los 70, sus problemas, proyecciones, luchas cotidianas.

Después de leer el libro de Margaret Randall, que apareció primero en inglés en 2009 por Rutgers University Press antes de ser publicado en español por Ediciones Matanzas en 2016, con una tirada de 3 mil ejemplares, pienso que todos deberían conocer este valioso testimonio de nuestro pasado más reciente.

A finales de 1980, más de una década después de su salida de México, Margaret Randall se despide de la Isla para acompañar a la casi recién iniciada Revolución nicaragüense. Dos de sus hijos la seguirán; otros dos se quedarán en La Habana, por el momento. Con esa decisión, el capítulo cubano de Margaret Randall llegará a su fin, hasta que decida revisar y completar —mucho tiempo después— la memoria perdida de sus años cubanos.



AHS de Villa Clara: “confíen en nosotros”

Recientemente, la filial villaclareña de la Asociación Hermanos Saíz realizó la Asamblea Provincial con vistas al IV Congreso de la organización. Además de recibir a nuevos miembros y despedir a otros que, por edad, dejarán de pertenecer a la AHS, en el encuentro se eligió a una nueva presidencia y a los delegados que en el congreso representarán al arte joven de la provincia.

Yenisleidy “Yeni” Turiño, trovadora, y Roxana Peña, investigadora y profesora, ocuparon la vicepresidencia, hasta la fecha asumida por Freddy Hernández y Cesar Irigoyen. La presidencia pasó de manos del trovador Yatsel Rodríguez a las de la escritora y profesora Elizabeth Casanova. Además de los nuevos directivos, asistirán como delegados al IV Congreso el fotógrafo Andrés Castellanos y el rapero Rafael Sotero Águila, Rafa de la Santa, acompañados por el presidente saliente y la periodista Hilda Cárdenas Conyedo, quienes participarán como invitados.

La reunión comenzó con un material audiovisual que resumió los planteamientos del informe para la Asamblea Provincial, entre los cuales estaba la legalización de la propiedad de la sede de la Casa del Joven Creador, la culminación del proceso constructivo del local de Sed de Belleza Ediciones, estrechar vínculos con el Fondo Cubano de Bienes Culturales y realizar un evento de crítica para el próximo año.

En el informe se planteó la necesidad de profesionalizar a los raperos villaclareños, pues aún carecen de un mecanismo legal que les permita cobrar por el trabajo que realizan. En la asamblea, el rapero Abdel González, El Tanque, aseguró:

“Llevo 15 años de mi vida haciendo arte. Nunca me he quejado ni me voy a quejar del apoyo que me ha brindado la AHS. Pero queda ese planteamiento pendiente [la profesionalización de los raperos], que es importante, porque para nadie es un secreto que la situación del país está bastante difícil. Siento que estoy perdiendo, más que dinero, tiempo”.

La respuesta de Rafael González, presidente nacional de la AHS, no se hizo esperar. Según explicó el creador, los procesos de profesionalización de artistas están detenidos debido al “reordenamiento” que está teniendo lugar en el Instituto Cubano de la Música. González se comprometió a seguir insistiendo para que se hicieran excepciones con algunos géneros, con el objetivo de que sus exponentes puedan trabajar al menos con un permiso de trabajo que les posibilite cobrar por lo que hacen.

En la sección de Artes escénicas, tanto en el informe como en la asamblea trascendió la necesidad de realizar rigurosos procesos evaluadores que retiren el presupuesto a grupos que trabajen poco, y mal, para depositarlo en otros que sí lo merecen. Sobre este tema ahondó el director general del Colectivo Creativo Perro callejero, Luis Enrique Álvarez: “Sabemos que el país está en una crisis, y que asumir proyectos nuevos es muy difícil, porque la crisis existe y está. Okey, no hay problema con eso”. Por tanto, Álvarez propuso apoyar a los grupos que de verdad trabajan. “Yo tengo demanda, tengo trabajo, pero no tengo cómo cobrarlo”, aseguró.

Sobre el tema, comentó el presidente de la AHS: “Entiendo lo que dices. Tú estás en la parte de los que están esperando por que cierren, para que te den alguito. Pero, de los que están aprobados, ninguno quiere decir: hay que cerrar a este o al otro. Nos toca a nosotros como AHS, al igual que a la Uneac, la responsabilidad de hacer reformas”.

La sección de Música de la filial de Villa Clara cuenta con festivales de extensa trayectoria como el Ciudad Metal, el Longina canta a Corona y el A tempo con Caturla. La cantautora Yeni Turiño, quien ha participado regularmente en el comité organizador del Longina, comentó en la reunión: “Hay que buscar una forma de que los festivales puedan, si no autosustentarse, por lo menos tener un fondo para poder llevar a cabo estos eventos con cierta independencia”.

Finalmente, Turiño pidió a las autoridades de la provincia que confiaran más en los jóvenes: “Si estamos aquí creando y estamos pasando el trabajo que está pasando Cuba entera, queremos que al menos confíen más en nosotros”.



Homenaje en Santa Clara a las mujeres del hip hop (+ Programa)

Este 11 de agosto de 2023 se cumplirán cincuenta años del nacimiento del hip hop en los Estados Unidos de América. En Santa Clara, una de las plazas más importantes del movimiento en Cuba, sus exponentes tienen muy claro cómo quieren celebrarlo. Por eso del 22 al 25 de junio (de jueves a domingo) se desarrollará en la ciudad la VIII edición del Festival de Hip Hop 2 de 10, organizado por la filial de la Asociación Hermanos Saíz en la provincia.

El evento estará dedicado a la labor de la mujer en el hip hop. Contará con 12 invitadas: algunas vendrán desde diferentes localidades del país, otras llegarán desde México; todas compartirán su arte con la ciudad. Durante el Festival, ellas serán dueñas del micro, porque se lo merecen y porque tienen mucho que decir. También disfrutaremos de raperos provenientes de La Habana, Mayabeque, Santiago de Cuba, Granma, entre otras provincias.

“Invitamos a varias mujeres, pero no todas pudieron estar aquí con nosotros. Y estas cuatro muchachas (Cihua Coatl, Rakeima, La Niña del Volcán y Sofía Kowo) fueron las más decididas. Incluso por su país buscaron colaboración con algunas instituciones y contaron con el respaldo de organizaciones feministas en México para poder llegar hasta acá”, asegura a la prensa la rapera santaclareña Laura Ofarrill Muñoz, Lof.Mu.

Por su parte, Rafael Sotero Águila, Rafa de la Santa, rapero y responsable de la sección de Música de la filial villaclareña, además de organizador del evento, comentó sobre las dificultades que enfrentaron durante los preparativos: “Llevamos años haciendo un festival sin presupuesto, literalmente. Entonces tuvimos que empezar a tocar puertas que nunca habíamos tocado como Artex y el Fondo Cubano de Bienes Culturales”.

El programa del 2 de 10 anuncia talleres de poesía y oratoria, expoventa de mujeres creadoras, conciertos, descargas, exposiciones colectivas. El evento rendirá homenaje al rap, pero también al movimiento hip hop en sentido general, el cual comprende una estética y sobre todo una ética muy bien delimitada.

“Casi todos los años tratamos de que haya una dinámica de talleres, enseñanzas, porque no solo es llegar, cantar, dar tu arte, sino educar al público y que los mismos artistas se nutran de diferentes puntos de vista y diferentes aristas de un movimiento que es bastante amplio”, explicó el también responsable de la organización Abdel Asís, El Tanque, quien enfatizó que “no es tampoco que el festival margine o sea exclusivo de los raperos y los asociados: todo el que esté interesado en el movimiento puede hacer su presentación”.

Las principales plazas del evento serán el Centro Cultural El Mejunje, el Parque de las Arcadas, el cabaret El Bosque, el patio de la Biblioteca Provincial José Martí, el Café Museo Revolución y el Cubo de Luz.

Del jueves 22 al domingo 25 de junio, cuando empiece a sonar el background del Festival de Hip Hop 2 de 10 en Santa Clara, la ciudad demostrará que su suelo también es fértil para que nazca la amarga pero balsámica poesía del rap.



Villa Clara convoca al Premio Fundación de la Ciudad

Ya es un hecho la convocatoria al Premio Literario Fundación de la Ciudad de Santa Clara, uno de los acontecimientos editoriales más esperados por los escritores de la provincia y un poquito más allá. En esta XXXV edición, se convocará en los géneros de poesía, cuento y periodismo; además, se otorgará un premio especial dedicado a Santa Clara, donde el requerimiento no será genérico, sino temático: la propia ciudad.

“No se convocó en teatro, aunque tocaba. Decidimos retirarlo de la convocatoria porque el plan editorial va a ser más reducido en relación a otros años”, aseguró al Portal del Arte Joven Cubano el escritor villaclareño Idiel García Romero, director de la Editorial Capiro.

El plazo de admisión vence a las 24:00 del 30 de mayo de 2023. Se entregará un premio único e indivisible en cada categoría, que consistirá en 10 000 pesos cubanos. Dicho monto no incluirá el pago por derechos de autor (según la ley vigente), una vez que la obra se publique por Capiro.

Según García Romero: “El Premio Fundación de la Ciudad antes se convocaba para autores cubanos residentes en Cuba. Después se abrió para quienes no residían en el país, pero muchas veces no podían participar en la ceremonia de premiación o en la presentación de sus libros, hecho que afectaba las actividades del programa”. Por tanto, se estableció que solamente podrán participar escritores cubanos residentes en Cuba durante el año en curso.

La convocatoria, divulgada el 1 de mayo por el Centro Provincial del Libro y la Literatura de Villa Clara en su página de Facebook, también explica qué se deberá enviar:

Un correo electrónico con el asunto XXXV edición del Premio Literario Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2023, a este correo deberán adjuntarse dos documentos en PDF: uno con la obra, identificado con la palabra OBRA, seguido del título y el seudónimo (este documento no debe incluir ningún dato de autor); y otro documento con la plica, identificado con la palabra PLICA, seguido del título de la obra y el seudónimo. En la plica se consignará el nombre completo del autor, dirección, número de carné de identidad, teléfono, correo electrónico y un breve currículo literario, así como una declaración de que el libro no está comprometido con ninguna editorial ni participa simultáneamente en otro concurso pendiente de resolución.

Las obras inéditas se deberán enviar al correo capiroeditorial@gmail.com. El formato del documento responderá a los siguientes requerimientos: tamaño carta, a doble espacio, con tipografía Arial, 12 puntos, y 3 cm de márgenes.

Las entidades convocantes de la XXXV edición del premio son el Centro Provincial del Libro y la Literatura (CPLL) de Villa Clara, la Editorial Capiro, la filial de escritores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) de la provincia, la Asociación Hermanos Saíz y la Casa de Cultura Juan Marinello.

El 15 de julio de 2023 se realizará la premiación durante la celebración por el 334 aniversario de la fundación de la ciudad de Santa Clara.

Convocatoria al Plan Editorial 2024:

Junto a la noticia de la convocatoria al Premio Fundación, el Portal del Arte Joven Cubano supo que la Editorial Capiro convoca, desde el 25 de abril de este año hasta el 30 de mayo, al Plan Editorial 2024 a todos los escritores cubanos residentes en Cuba que deseen participar en el proceso evaluativo con textos inéditos de cualquier género y temática.

Explica Idiel García, quien antes de dirigir Capiro estuvo al frente de la editorial Sed de Belleza: “La convocatoria se limitará a autores cubanos residentes en Cuba. ¿Con qué objetivo? Ya nos ha pasado que algunos mandan a evaluar y, después que el libro está listo para imprimir, lo retiran del plan porque quieren publicarlo fuera de Cuba. Eso no quiere decir que renunciemos a publicar a autores que vivan en el extranjero, sino que este tipo de publicación la vamos a hacer por solicitud. Eso nos va a permitir contar con los textos de escritores que no viven aquí, pero tienen una obra de valía. Sobre todo los villaclareños, que son la razón de ser de la editorial”.

Se recibirán originales de los escritores que hayan publicado al menos un libro, no necesariamente en la propia editorial convocante. Los autores inéditos deberán presentar sus obras con una autorización de su Consejo Editorial Municipal.

La convocatoria explica:

Se enviará un correo electrónico con el asunto PARA VALORACIÓN (PLAN EDITORIAL 2024 EDITORIAL CAPIRO), a este correo deberán adjuntarse dos documentos en PDF, uno con la obra, identificado con la palabra OBRA, seguido del título y un seudónimo (en la página 1 de la obra aparecerán el título, el género, el seudónimo y una sinopsis no mayor de 350 palabras, este documento no debe incluir ningún dato de autor); y otro documento con la plica, identificado con la palabra PLICA, seguido del título de la obra y el seudónimo. / En la plica se consignará el nombre completo del autor, dirección, número de carné de identidad, teléfono, correo electrónico y un breve currículo literario, así como una declaración de que el libro no está comprometido con ninguna editorial ni participa simultáneamente en otro concurso pendiente de resolución.

Este año Capiro se compromete a la publicación del libro en formato digital, con el correspondiente pago del derecho de autor en caso de que sea aprobado.

“Este es un plan atípico. En 2024 se convoca solo para libros digitales, debido a la situación que hay con el papel. Con esto pretendemos mantener el trabajo editorial, no estancarnos y buscar un alcance más nacional, aprovechando las potencialidades de los libros digitales para la promoción”, comenta García Romero.

Los originales deberán enviarse al correo capiroeditorial@gmail.com. Los requerimientos de formato son los mismos que anteriormente se mencionaron para la convocatoria al Premio Fundación.

Sobre Capiro y el Premio Fundación

El Premio de la Ciudad (así se llamó al principio) surgió en 1989 con el objetivo de celebrar los 300 años de la fundación de la urbe villaclareña. Niurka Toledo, Clara Beltrán y Karlowa López —quienes se ocupaban entonces de los talleres literarios— fueron sus principales impulsoras. Los miembros del jurado de la primera edición fueron Félix Luis Viera, Norge Espinosa y Ricardo Riverón. Solamente se convocó en poesía.

En su libro 5350 días en la vida de un(a) editor(ial) (Capiro, 2020), cuenta Riverón que los ganadores de ese año fueron los cuadernos Algunas elegías por Huck Finn, de Frank Abel Dopico, y Relaciones de Osaida, de Jorge Ángel Hernández Pérez. “A raíz de aquel suceso — escribe quien al año siguiente fundará la Editorial Capiro— las autoridades que dirigían o atendían cultura decidieron darle carta blanca a nuestra petición de crear una editorial para un movimiento que ya rebasaba el estatus aficionado”.

Más de tres décadas después, tanto el Premio Literario Fundación de la Ciudad de Santa Clara como la Editorial Capiro (con el apoyo del CPLL de la provincia, además de otras instituciones) insisten en apostar por la literatura contra viento, marea y falta de papel.

Parafraseando al poeta, esperemos que en el futuro puedan tener mejor suerte imprimiendo.



Santa, clarísima canción

Pensar en el Encuentro Nacional de Trovadores Longina Canta a Corona es recordar descargas, confluencias, descubrimientos; es evocar los nombres de quienes han decidido compartir su obra con el público de Villa Clara (quiero decir: del mundo entero); es lamentar el manto de silencio que se extiende como un sudario sobre festivales verdaderamente valiosos. Pensar en el Longina es recordar la locura de nadar a contracorriente en tiempos que nos lanzan por el barranco de las candilejas.

Juan Carlos Travieso y su muy diligente equipo de trabajo lo saben mejor que nadie. Por eso, cuando llega el Longina, aprovechan cualquier rincón de la ciudad de Santa Clara para grabar entrevistas y conciertos que luego disfrutaremos en el nunca suficientemente bien ponderado espacio televisivo Entre manos. Y quién mejor que Travieso y su equipo para romper (otra vez) la barrera del silencio, para contarnos la historia completa de un encuentro que ha sido escuela de casi todos los trovadores del país.

“El día que se cuente con un poquito de más seriedad, el Longina va a tener que ser Patrimonio de la Cultura Cubana”, dice el trovador Ariel Barreiros en Santa canción, el documental que intentará saldar esa deuda ya histórica. La obra, además de repasar los momentos más significativos de esta fiesta, se propone diseccionar el presente a partir de las ideas de quienes viven, sueñan, analizan y, sobre todo, defienden la trova, en sentido particular, y la canción cubana contemporánea (el término es de Joaquín Borges-Triana), en sentido general. Cuestión de tiempo para que se anuncie su estreno.

A propósito de Santa canción, las historias que narra y los temas que aborda, el Portal del Arte Joven Cubano conversa con su director, Juan Carlos Travieso.

¿Cuándo empiezas a interesarte por la trova?

“Desde la infancia, pero los dos momentos más importantes en mi vínculo con la trova tienen que ver con Argentina: el primero fue cuando vi la película Darse cuenta [Alejandro Doria, 1984], que terminaba con la canción `La masa´, de Silvio Rodríguez. El segundo fue cuando Silvio dio un concierto multitudinario en Buenos Aires, en los 80. Entonces me digo: ¿qué pasa con esta música?, ¿qué tan importante es? y ¿por qué no la conozco? A partir de ahí empezó una motivación por conocer a Silvio y a todos los trovadores de Cuba. Fue tan fuerte que, años más tarde, cuando a partir del 87 comencé a trabajar en una emisora de radio como guionista y director de programas, difundí la trova en mis espacios. Hacía programas de hit parade, donde colocaba temas de trova aunque no estuvieran en la preferencia generalizada.

“Luego estudié en el Instituto Superior de Arte. Mi tesis fue un documental sobre Frank Delgado, trovador que había descubierto en mis andanzas por la radio, en una época en que su obra no se difundía en ningún medio masivo de comunicación. Me fascinaron sus canciones underground, conecté con su discurso, y por eso me propuse hacer ese trabajo. De ahí en lo adelante, mi amor por la trova ha sido totalmente declarado. 

“Un poco después de que se funda Canal Habana, comienzo a dirigir Entre manos. El programa nació —por cierto— en El Mejunje de Santa Clara. Visité la ciudad, invitado por Yamil Díaz, para hacer un documental sobre El Mejunje. Pasé como una semana conociendo el lugar, fascinado con todo ese mundo… Por muchas razones, el proyecto no se realizó. Sin embargo, estando en la descarga del jueves de La Trovuntivitis, le digo a Yamil: `no voy a parar hasta hacer en la televisión eso que estoy viendo aquí. Me encantaría llevar ese espíritu de descarga a la televisión´. Y así surge Entre manos, que va a cumplir 15 años al aire y ahora finalmente está realizando el objetivo de llegar a la pantalla de Cubavisión. En eso estamos.

“Bueno, con 15 años haciendo un programa de trova, es muy difícil que no conozca a un trovador en la Isla, su obra, su nombre y muchas de sus canciones. Lo mejor es que la trova es una fuente inagotable: cada día aparecen nuevos, cada día aparecen mejores. Una fuente inagotable de la que siempre estoy bebiendo”.

foto del proceso de grabación./ cortesía del entrevistado.

¿Cuándo empezaste a asistir al Encuentro Nacional de Trovadores Longina canta a Corona?

“Creo que en 2016 o 2017 nos invitan por primera vez al evento. Incluso, Raúl Marchena y el resto del piquete proponen que hagamos un programa con público. Descubrir el Longina, vivir tantos días de actividades y, a la vez, tener la posibilidad de hacer ese programa, fue una novedad para nosotros. Espectacular, la verdad.

“Desde ese momento aproveché para grabar muchos de los conciertos con la colaboración de sonidistas y realizadores de la provincia. Todo lo que nos ha hecho falta, siempre lo hemos encontrado en esos amigos y colaboradores”.

¿Qué importancia tiene la ciudad de Santa Clara para la trova cubana?

“Bueno, creo que hoy la ciudad es, sin dudas, la cuna de la trova joven. La trova transgresora, que intenta romper esquemas, que busca estéticas nuevas y vínculos con referentes de la cultura cubana y universal. En Santa Clara hay un diapasón muy amplio: se pasean por el jazz, el blues, el rap, incluso hasta por el reggaetón. Es un lugar donde todo el tiempo están creando, compartiendo y consultando sus canciones. No viven en una burbuja: siempre se están inyectando vitaminas nuevas al invitar al Longina a creadores de todo el país. Hay eventos en otras provincias que son más parcializados, pero el Longina ha intentado romper esa barrera, con la ventaja de estar en el medio de la Isla, donde el viaje a nadie le resulta demasiado largo”.

foto del proceso de grabación./ cortesía del entrevistado.

¿Cómo surge la idea de hacer un documental sobre el Longina?

“Nace de los propios realizadores del festival. En algún momento Yordan Romero y Marchena se sientan conmigo y me hacen la propuesta. Ciertamente, yo tenía una buena colección de archivos que me permitían ya hacer un balance del evento y no quedarme en las vivencias de un solo año. Cada vez que voy, grabo muchos conciertos y hago muchos programas. Eso me ha permitido hacer un documental lo más equilibrado posible. Después he tenido que acudir a los mismos trovadores, a periodistas de Villa Clara como Hilda Cárdenas Conyedo, quienes me han facilitado materiales de archivo para el trabajo”.

En Santa canción prescindes del narrador tradicional y la voz en off para que los protagonistas cuenten su propia historia. ¿Cómo viviste el proceso de montaje?

“Me gusta recurrir a esa estética. Pocas veces, cuando me ha sido estrictamente necesario, he utilizado el narrador. Fundamentalmente trato de que los personajes cuenten su historia. En este caso tenía muchas entrevistas: cuando las uní, sumaban siete horas. Había para escoger, y eso me permitió darme cuenta de todo lo que me faltaba. También influyeron otros factores en su realización: el hecho de no hacer el trabajo con apuro, el que viniera la pandemia de Covid 19, la posibilidad de entrevistar a algunas de las grandes figuras que habían participado en el festival para que me hablaran específicamente del Longina… Todo eso llevó a que el documental tuviera testimoniantes de peso como Silvio Rodríguez, Silvia Pérez Cruz, Pedro Pastor. Pude filmar a muchos trovadores, tanto cubanos como extranjeros”.

foto del proceso de grabación./ cortesía del entrevistado.

El documental, además de hablar del Longina, aborda la canción cubana contemporánea y la propia sociedad en la que se desarrolla. ¿Desearías que Santa canción propiciara un debate sobre las maneras de optimizar los procesos de promoción y comercialización que giran en torno a la trova cubana?

“Mi propósito no fue nunca hacer un documental que recogiera solamente la historia del evento. Me interesa mucho el porvenir, el futuro, y todo lo que pasa hoy con la trova, que es Patrimonio, pero todavía no está lo suficientemente cuidada. Falta mucho para que haya un trabajo consecuente a favor de su promoción y la preservación. Hoy en día los problemas tecnológicos y materiales nos ocupan y complican demasiado el tema de patrimoniar algo. Llevo 15 años realizando Entre manos, y todos los programas que se conservan del espacio es porque los tengo guardados en mi casa o los subí a YouTube. Algunos que se guardaron en el Canal Habana, por ejemplo, se borraron porque dio problemas un servidor. De esos no me quedé con ninguna copia.

“Creo que no ha sido coherente el sistema de conservación de los materiales fílmicos. Si hoy uno hace un levantamiento de los documentales que se han hecho sobre la trova, puede que te encuentres cinco o seis, siete, ocho. Y yo estoy seguro de que hay muchísimos más. Pero no existe una preocupación por saber dónde están esos materiales, a quién se les dedicó, cuál es el archivo. Todo eso tiene un valor inigualable, y se pierde porque no se le brinda la atención que debería tener. Es lamentable.

“Hoy declaramos a la trova Patrimonio Cultural de la Nación, y puede que existan algunas acciones en las disqueras, en el Icaic [Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos]; pero a nivel de telecentros y trabajadores independientes faltan muchas puertas por tocar. Falta un trabajo sistemático. No puede ser que hoy sí, y mañana no. Tiene que ser todos los días y a toda hora”.

Una pregunta casi obligatoria: ¿Te sientes satisfecho con el documental?

“Siempre uno se queda con la idea de que sería bueno que la gente conectara con la obra. Ahora que estoy terminando el documental —viene un proceso de posproducción; de sonido, sobre todo—, mi sueño es estrenarlo en Santa Clara, por supuesto. No hay sitio mejor para exhibirlo. Lo más importante es que quede como registro, como testimonio, como provocación, incluso, para entender lo que ha venido pasando con la trova y lo que puede significar a nivel internacional.

“Cuando pienso en trova, pienso en la canción de autor: un movimiento que trasciende nuestras fronteras. En esa internacionalización tiene que proyectarse el festival Longina, y cualquier otra cosa que intente mostrar la trova como un fenómeno cultural. Hacia ahí me gustaría que apuntara el documental: hacia la idea de que la trova es, como dice uno de mis entrevistados, un suceso que atrae a muchos públicos; y culturalmente debería potenciarse también para el turismo, para lo que de Cuba se enseña al mundo. Generalmente no es así: desde las altas esferas en ocasiones se piensa a los trovadores solo para eventos políticos. Sin embargo, existe un trasfondo cultural muy fuerte y muy desaprovechado. Nos hace falta traer gente a la Isla, y la cultura tiene que ser un puente para establecer esos vínculos».



Cienfuegos: otra vez al sur de mi guitarra

Esta semana comenzará en Cienfuegos la edición XXIV del Festival Al sur de mi mochila. En esta ocasión, la escasez de recursos ha llevado a los organizadores a hacer de la necesidad, virtud, como en aquellos tiempos iniciales cuando las cosas eran tan recientes que para nombrarlas había que señalarlas con el dedo, se apostará por un regreso a las raíces: el arte joven ocupará los espacios que por derecho propio le pertenecen.

“Van a ir llegando los participantes del evento en la medida en que vaya transcurriendo el festival. Todos los días tendremos actividades, generalmente en las tardes y las noches; a excepción del sábado, porque a las 10:00 a.m. de ese día planificamos la proyección del documental La otra trova, del realizador Daniel Díaz”, asegura Selena Ferrer Llanes, afiliada a la Asociación Hermanos Saíz e integrante del comité organizador de Al sur de mi mochila.

Dedicado a Lázaro García, el festival contará con las presentaciones de los tuneros Amaury del Río y Jesús Pérez. Desde Camagüey llegarán los muchachos del Dúo Mantra. Por Villa Clara, Yeni Turiño, Pedro O’Reilly, Yatsel Rodríguez y los integrantes de La Trovuntivitis compartirán sus creaciones con el público perlasureño. Por la casa, los cantautores Ariel Barreiros, Nelson Valdés, el dúo Como 2 manda y los artistas agrupados bajo el nombre de Los juglares de Aida serán los responsables de defender la canción contemporánea cienfueguera.

“El viernes tendremos la inauguración de una exposición fotográfica en homenaje a Lázaro García, que agrupa fotos suyas en eventos culturales, con amigos y en su día a día. La idea surgió de la Asociación, pero también contamos con el apoyo de los familiares de Lázaro. Las palabras de presentación estarán a cargo de Roberto Novo. A partir del 14 de abril, las imágenes permanecerán durante tres meses en el patio de la AHS”, comenta Ferrer Llanes al Portal del Arte Joven Cubano.

Una de las actividades que más llama la atención en el programa es la Trovada Homenaje a Lázaro García, planificada para el sábado, 15 de abril, a las 9:00 p.m. en el Parque José Martí, donde los artistas locales e invitados interpretarán las composiciones más significativas del repertorio del extraordinario creador cienfueguero.

“El domingo cerraremos el evento en el patio de la AHS con la presentación de Yeni Turiño y Jesús Pérez. Pretendemos hacer un brindis en el que nos acompañará Habana Club. Pero Al sur de mi mochila cierra oficialmente a las 9:00 p.m., con el concierto en el Parque Martí de La Trovuntivitis junto a los creadores que habitualmente participan en el espacio El patio de mi casa”, agrega Ferrer.

Otro de los momentos más importantes del programa es un concierto de Tony Ávila en el patio de la Asociación, ubicado en el Centro Cultural Benny Moré, justo al frente del Parque Martí. Aunque se pretende íntimo, sin otra compañía que la de su “guitarra limpia”, sabemos que en un festival de trova cualquier cosa puede suceder.

Sorprende que a nivel logístico no se apoye lo suficiente un evento como este, sobre todo cuando todavía está “caliente” el nombramiento de la trova cubana como Patrimonio Cultural de la Nación. La situación está difícil; pero a veces parece que, para la trova cubana, más. Sin embargo, los cienfuegueros pretenden hacer un evento que centre su atención en los creadores jóvenes, sin renunciar al talento de los ya consagrados. Al sur de mi mochila intentará la sencillez, sin renunciar a la dignidad. Aspira a ser un justo homenaje a ese grande de la cultura cubana que se llama Lázaro García. ¿Existirá aspiración más noble?



Una cena traspapelada

¿cómo daba vuelta las hojas?: ¡con la lengua,

como deberíamos hacerlo todos!

Roberto Bolaño.

 

Hay muchos tipos de lectores, así que no pienso enumerarlos disciplinada y rigurosamente. Tampoco creo que pueda. Pero hay dos en los que sí me detendré: el primero es aquel de alta categoría, que solo prueba comida certificada por los mejores críticos literarios del mundillo. El segundo es más aventurero: aunque no deja de probar las recomendaciones, de vez en cuando se arriesga en fondas de mala muerte, bares y cantinas, con la esperanza de toparse con los secretos mejor guardados de la gastronomía. Quiero decir, de la literatura.

Ahora bien, para fijarse en un libro como Archivos traspapelados (Ediciones Matanzas, 2017),[1] hay que ser del segundo tipo. Y no porque Mirta Yáñez, Premio de la Crítica en varias ocasiones y hasta Premio Nacional de Literatura, resulte una completa desconocida en el panorama literario insular; sino porque una obra que reúne textos “traspapelados”, no publicados o poco divulgados, que además no clasificaron (algunos de ellos) en un primer intento por reunir esta clase de materiales—Del azafrán al lirio (Ediciones Extramuros, 2006)—, parecerá una total pérdida de tiempo para aquellos lectores refinados que mencionamos al principio.

Como pertenezco al segundo grupo, confieso sin ruborizarme que estuve en el pequeño restaurante de Cojímar que lleva por nombre Archivos traspapelados. Y no bastándome con eso, les diré que me sentí como en la sala de mi casa, aunque de vez en cuando, y quizás para recordarme que no lo estaba, alguna que otra (er)rata me pasara por entre las piernas.

Lo primero que hizo el camarero fue leerme la cartilla: me dijo que este lugar era para lectores que tuvieran interés real en conocer a la chef en su día a día, no en banquetes de exhibición donde Mirta Yáñez “sangra por la herida”. También me recomendó que tuviera paciencia, pues en ocasiones los alimentos podían ser muy variados y con imperfecciones que no a todos podían resultarles igual de encantadoras.

Como aperitivo me sirvió un plato sobre el Día Mundial del Idioma Español, en el que pude saborear la gracia con que Mirta Yáñez relaciona temas en apariencia inconexos, estructura opiniones, defiende argumentos con elegancia y poder de convencimiento. Desde el principio sentí el picante que me acompañó hasta el final de la cena; un ingrediente, digamos, muy común en la obra de la autora.

Acto seguido, devoré “De visitantes, cambios y la picaresca cubana”, mirada crítica, en caliente, al fenómeno que desde hace años ha empezado a producir, en frío, mucha prosa reflexiva e incluso narrativa. Me refiero al efímero restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Aquí pude sentir en la mirada de Yáñez un conocimiento nada superficial de las sociedades cubana y norteamericana, evidenciado por las múltiples interrelaciones que establece, sobre todo al final del trabajo, entre las esencias de dos culturas que en modo alguno deben considerarse antagónicas. También identifiqué sabores que regresarán más adelante, en tanto forman parte de sus preocupaciones como narradora, poeta y ensayista.

El camarero me trajo de entrante los personalísimos “Sobre Albertico”, “Algunos recuerdos de Pipo” y “Mi primo Felo, más conocido como Raval”. En el primero, la autora demuestra que también sabe condimentar sus trabajos con esa arma letal de la inteligencia que es el sarcasmo. Imposible pensar en una vindicación mejor ejecutada, un homenaje mejor logrado que el suyo al hermano y también escritor Albertico Yáñez:

Por suerte, sus muchos libros siguen guardados en la gaveta y mantengo la esperanza de que no se los publiquen de ningún modo, ni siquiera en provincias. Y miren si tengo razón en mis objeciones que al tal sujeto, Albertico Yáñez, JAMÁS le han dado el Premio La Rosa Blanca… ¡bien merecido se lo tiene! [47]

Del texto sobre su primo, el caricaturista Raval, me quedo con una frase que impresiona por su demostración de síntesis: “la caricatura personal, una deformación intencional para llegar a verdades que no se han dicho o visto antes, en ocasiones es retenida por la memoria de manera más indeleble que una foto” [53]. Acaso podemos llevar esa idea más lejos y decir que la memoria siempre recuerda de manera deformada, caricaturizada, pero esa modificación inconsciente puede ser más reveladora que cualquier retrato fotográfico. Así lo demuestra Yáñez en textos como “Envejecer con dignidad”, “Discursito para Teté”, “Operativo `Nostalgia´”, “`Somos estudiantes´” y “Mis evocaciones de John Lennon”.

Como plato principal, el camarero puso a prueba mi autoestima de lector al servirme la profundidad ensayística de Yáñez. Entonces aparecieron sobre la mesa textos de difícil, pero imprescindible digestión, como “Piglia, la inclusión perenne”, un estudio brillante sobre el escritor argentino, aunque con el desequilibrio típico de los trabajos con dos ideas centrales en competencia por sobresaltar. Me enfrenté después al atrevido “El regreso de Krause Parky y otros problemillas”, donde, al juzgar la obra de un escritor entonces desconocido (y ahora poco recordado), la autora demuestra su valentía al salir de la zona de confort que tanto aprisiona a críticos y reseñistas. Por último, “Acerca de algunos locos sueltos” me puso al corriente de los cambios y rupturas de una literatura escrita por mujeres que desdibuja las líneas impuestas entre locos y cuerdos. Mejor dicho: entre “locas” y cuerdos.

En estos momentos de la cena, el orden de los platos me mostró las intenciones de la autora por representar un péndulo que se acerca y se aleja, que va de lo público a lo privado, y viceversa. Por fortuna logré identificar el cosmos presente en el aparente caos de cada célula de su pensamiento reflexivo.

Por eso no me sorprendió un texto sobre Carson McCullers, que en realidad aborda la manera en que Yáñez entiende su propia obra narrativa. Tampoco otro sobre la antaño conocida como Isla de Pinos, una inmersión en el pasado y un cuestionamiento al antiguo capricho de mandar a estudiantes de Letras a expurgarse en el surco de sus (al parecer, exclusivos) “pecados originales”.

Sí me impresionó, en cambio, la calidad de las entrevistas a Ezequiel Vieta y al Caballero de París, tanto por los entrevistados —más del 50% de la calidad de una entrevista depende de la selección del entrevistado— como por la agudeza de las preguntas de la entrevistadora. Con Vieta asistimos a una luz que nos hace ver mejor en la oscuridad de nuestra deficiente memoria colectiva; con el Caballero de París, a la humanización de un símbolo, así como a dos de los temas que más interesan a Yáñez: La Habana y la locura.

Me guardé para el postre una pequeña joya que la autora decidió titular “Historia cortaziana”. En lugar de referirse a lo relativo a Cortázar con el adjetivo cortazariano, emplea un término igual de válido, pero menos frecuente, que remite — ¿involuntariamente? — al vocablo que se encuentra en las antípodas de su “historia” y del propio Julio Cortázar: cartesiano. Curiosamente, la autora narra un hecho que en verdad ocurrió, quizás para ratificar la tan cacareada frase de “en ocasiones la realidad supera a la ficción”.

Por textos como este, que son tesoros, que son regalos, vale la pena llegar hasta el restaurante de Cojímar donde un camarero anónimo sirve de enlace, con igual movimiento pendular, entre Mirta Yáñez y yo. Por textos como los de Archivos traspapelados —sobre todo por “Historia cortaziana”—, vale la pena llevar esta vida de lector de segunda categoría, con instantes reveladores que alejan (lectura mediante) la miseria que tanto persiste en acompañarnos.


[1] Todas las citas pertenecen a esta obra.



Viaje imaginario al centro de la Tierra

Cada vez que escucho el disco, no dejo de imaginar cómo será el concierto de presentación en Santa Clara.

Frente al Centro Cultural El Mejunje, imagino que a las nueve de la noche nos impiden el paso mientras la lluvia nos bendice con una debilidad que no atenúa la impaciencia de los potenciales espectadores.

De repente, silencio: por la puerta aparece uno de los artífices del milagro. Dicen —a mí no me crean— que Diego Gutiérrez vino por el placer de regresar al centro de la Tierra. Dicen que en el concierto lo acompañarán Merlin Lorenzo, Rolando Morales, Armando Osuna y Raulito Prieto, además de miembros de La Trovuntivitis y algunos de los autores de los poemas musicalizados en el disco.

Casi a las 10 de la noche entramos a la Sala Margarita Casallas. La lluvia amenaza con volver, pero ahora tenemos un techo para protegernos. En asientos frente al escenario se ubican Edelmis Anoceto, Alexis Castañeda, Ricardo Riverón, Yamil Díaz y Arístides Vega Chapú. Por algún lugar del público vemos a Alain Garrido, Yaíma Orozco, Roly Berrío y Leonardo García.

Los poetas, que ya no son los veinteañeros o treintañeros de cuando Diego erraba elegantemente por Santa Clara, matando el tiempo y componiendo algunas de las canciones más eminentes de su generación; los poetas, que ya no son los de entonces, comienzan a manifestar la incomodidad y el cansancio de quien hace tiempo desacostumbró su cuerpo a estos lances. Por aquí, por allá, se mueven los encargados de ajustar los recién trasladados equipos de audio. Y justo cuando parece que el concierto va a terminar sin haber empezado, aparecen Diego Gutiérrez (nariz de águila, pelo largo recogido en un moño) y su banda.

Para presentar el acto surge de entre la multitud nada menos que Samuel Feijóo, quien vino “de un país lejano […] / con bellas noches / y árboles […] / amigos, / voces”.

Y así comienza, al menos en mi imaginación, lo que será la presentación del disco Viaje al Centro de la Tierra, musicalización de textos de poetas villaclareños, que tiene como antecedente el concierto Comité Central, realizado en junio de 2008 en el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau.[1]

Avanza la noche, y Diego invita al escenario a Arístides Vega Chapú, quien lee un poema desgarrador, de ritmo diluviano, que pone a todos a sufrir el gran dolor que últimamente nos visita con la insistencia de los malos presentimientos. Acto seguido, Diego canta “Definición del cariño”: “La suerte de tus manos / me está cubriendo el pecho de vicarias, / me está cubriendo el pecho de vicarias”.

Así va recorriendo autores, desde Yamil Díaz hasta Pedro Llanes, desde Alexis Castañeda hasta Ricardo Riverón, desde Carlos Galindo hasta Edelmis Anoceto. Entonces los poetas por fin entienden, o vuelven a entender, que un día, “sin sospecharlo siquiera”, escribieron la melodía misteriosa que jamás planificaron para acompañar sus versos.

Y al mismo tiempo que Diego evoca un Ulises que ya no es el de Homero ni el de Dante, porque es el de Edelmis y viene desde la mirada aleccionadora de Penélope, asegura que “nadie te mata, sino la propia gloria”.
“Tu risa de entonces era, / casi anuncio de un convite”, canta Diego, y enseguida pienso en ti, “mi novia primera / —casi alondra, casi beso—”. Y también pienso en el amigo sincero / que me dio su mano franca.

Luego “pasa flotando en las aguas la casa de la muerte”, e imagino que junto a Feijóo (arrinconado en una de las gradas de la sala) se sientan Carlos Galindo, Sigfredo Ariel y Frank Abel Dopico. Este último un poco más cerca de Roly.
En mi imaginación, la incomodidad inicial se trasmuta en calma. La voz de Merlin es un embrujo que de a poco se apodera del ambiente. Armando Ozuna marca el ritmo con una precisión carente de estridencias. Raulito Prieto se muestra seguro tras el bajo a la par que se deleita con cada verso de los poetas homenajeados. Mención aparte merecen los riffs de Rolando Morales, sobre todo cuando interpreta “A many splendored thing”, de Sigfredo Ariel. Quiero decir, cuando Diego canta:

Que has sido o eres el amor

el gran amor de dos o tres personas

te lo han dicho en momentos

suficientemente graves

esas dos o tres personas.

Entonces despierto. Entonces descubro que en realidad viajo al centro de la Tierra en el ómnibus que me conduce a Santa Clara. Miro por la ventana. Los campos de mango, las lomas del camino y las pequeñas casitas aisladas se trasmutan en el escenario donde imagino que ocurrirá la presentación del más reciente álbum del autor de “Sabor salado”.

Así lo imagino todo mientras escucho Viaje al Centro de la Tierra. Así lo imagino mientras los acordes se apoderan, se van apoderando de esta voluntad de imaginarlo todo. Así lo imagino mientras deseo secretamente que algún día Diego vuelva a presentarlo en Santa Clara. Quiero decir, que vaya a presentarlo en ese lugar que lo vio nacer por segunda vez. Ese lugar que nos une a todos en procesión milagrosa, en un viaje que va desde la raíz hasta el mismísimo centro de la Tierra.

 

 

***

[1] Así como antecedente de este texto es “Diego Gutiérrez, por el centro”, del poeta y ensayista santaclareño Yamil Díaz Gómez, Presidente de Honor de la 31 Feria Internacional del Libro en Villa Clara.