Literatura


Anuncian en Holguín ganador del XXV Premio Celestino de Cuento

El jurado del premio Celestino de Cuento en su vigésimo quinta edición que integran Mario Bellatin, Eduardo Manet, Emerio Medina, Rubén Rodríguez y Lourdes González, ha escogido al nuevo ganador.

Al concurso que convocan Ediciones La Luz y la sección de literatura de la AHS en Holguín, se presentaron  37 cuadernos entre los que resultó escogido Andy Jorge Blanco, joven periodista matancero.  Los argumentos que sostienen la decisión del jurado constan en acta: «a tenor de lo centrado de las anécdotas (sin dispersión, digresiones ni alambicados ejercicios de estilo), la verosimilitud de las historias narradas, lo conciso de sus argumentos, la precisión y claridad en la definición de conflictos y la coherencia en su resolución, el buen diseño de personajes y atmósferas y la corrección formal: pulcritud en el uso de la sintaxis, dominio de la gramática, elegancia en la redacción, armonía de las frases y otras cualidades del buen estilo literario; porque los argumentos remiten a la actualidad nacional con sus peculiaridades, pero sorteando de manera elegante clichés y lugares comunes; por el buen manejo de los diálogos, la variedad en cuanto a los narradores elegidos y otras virtudes técnicas, así como la unidad en el conjunto y la lograda intencionalidad de su estructura, otorgar el XXV PREMIO Celestino de Cuento al libro Morir un poco, presentado bajo el seudónimo de Pez Espada.»

Además, este jurado de lujo decidió otorgar mención en igualdad de condiciones a dos cuadernos cuya publicación recomendaron al sello convocante. Se trata de » Cómo deconstruir un cuerpo», presentado sin seudónimo, de la autoría de Oscar Rodríguez Montes, y de Betsabé Rodríguez Aguilera,  «Juego de roles», enviado bajo el seudónimo Alba.

El Premio Celestino sesionó en la ciudad de Holguín desde el 10 y hasta el 15 de junio. La jornada implicó un intenso programa.donde rindieron homenaje a Julio Cortázar, tras cuarenta años de su fallecimiento, Onelio Jorge Cardoso, a 110 años de nacido y a los 25 del primer texto ganador, «Flora y el ángel», de Rubén Rodríguez.


El rol de la familia como perpetuadora del ostracismo en la literatura latinoamericana escrita por mujeres

Reseña crítica al estudio monográfico (ensayo): “Dolores, una escritora en el siglo XIX”, de la compilación de ensayos: “Perspectiva de género en la literatura latinoamericana”, por Cristina Eugenia Valcke Valbuena (213).

 

Hacer una observación panorámica sobre los diferentes aspectos que merecen lectura crítica e interpretación incisiva para desentrañar los temas que atañen a la literatura escrita por mujeres, más específicamente por nuestras escritoras latinoamericanas, pareciera tarea más fácil hoy, cuando ya se cuentan décadas de estudios dedicados a estos asuntos. Asuntos que, según la despectiva apreciación de muchos, son parte de un boom mediático, como si lo tendencial llevase un sello que de algún modo lo sentenciara a lo repetitivo hasta caer en la falta de contundencia. Voltear atrás la mirada con el propósito de seguir rescatando nombres femeninos del ostracismo en el que han quedado relegados, seguirá siendo por mucho tiempo (al menos eso espero) una tendencia, más allá de lo transmedial y las fiebres académicas transitorias. Olvidamos a veces que lo modal está en todo estudio, independientemente de la materia, pues, ¿qué buscamos entonces si no es eso que ha marcado pauta relevante ante el ojo del investigador tras denotar un patrón de repetición o reproducción, lo cual convierte a la cosa en sí en fenómeno?

En el libro la autora se propuso reunir nueve ensayos a obras escritas por mujeres excepto una cuyo autor fue un hombre, pero intenta justificar esa excepción, la cual podría generar debate teniendo en cuenta el grueso del género en la muestra, diciendo que “su inclusión en el estudio es validada a través de la focalización en el universo femenino que recrea la obra y que permite rastrear los puntales del imaginario de género de la época” (12). Revisa con enfoque feminista un campo literario heterogéneo escrito por autoras latinoamericanas entre los siglos XIX y XX, de distintos registros e impacto, obras de gran calibre como producción cultural hecha por mujeres en condiciones históricamente distintas, pero semejantes, elementos que le imprimen un carácter particular a cada una.

Profundas se tornan las lagunas de conocimiento que persisten sobre las particularidades de la literatura latinoamericana escrita por mujeres, no solo por el silencio impuesto a sus obras tras siglos de misoginia y machismo intrínseco de nuestros pueblos, sino por lo engorroso que se torna el rastrear rúbricas verdaderas tras pseudónimos de hombres que jamás cogieron una pluma en sus manos, tal como expone Jana Marie Dejong en su artículo “Mujeres en la Literatura del Siglo XIX”. En “Las Mujeres en la Historia de Colombia”. Mujeres y Sociedad”. Tomo 3 (137-157), citado además por Cristina Eugenia Valcke Valbuena, en su texto “Perspectiva de género en la literatura latinoamericana(14) para referirse a la orfandad en la línea materna que padece la literatura de nuestro continente.      

La familia siempre ha sido asunto de interés para los análisis socioculturales, en este caso, la escritura es la forma manifiesta del arte para visibilizar problemáticas tan añejas como perennes. Las últimas décadas arrojan estudios en cuanto al rol que ocupa el núcleo familiar como perpetuador de la violencia de género. Justamente el texto que traigo a bien presentarles: “Dolores, una escritora en el siglo XIX”, contenido en el ya mencionado libro de ensayos: “Perspectiva de género en la literatura latinoamericana(13-36), publicado por la Colección La Tejedora, en el Programa Editorial de la Universidad del Valle en Colombia, evidencia elementos que pudiera diseccionar en pos de legitimar el referido planteamiento. 

Aunque quizás el texto seleccionado para esta reseña eluda construcciones semánticas y esquemas propios de marcos teóricos explícitos, las perspectivas generadas desde la crítica social, la historia o el análisis del discurso, aparecen como una exigencia de la lectura crítica propiciada por el mismo ensayo y no como una exigencia de la teoría para abordarlos. Con esto la autora tiene la marcada intención de que contribuyan a hacer conocer el valor que tiene una escritura femenina condenada a la exclusión en los ámbitos de la cultura hegemónica y así mismo propone una interpretación apropiada que no disuelva el carácter vital que ellas expresan. 

A través de los subtítulos que guían el hilo conductor del ensayo: “Dolores, una escritora en el siglo XIX”, su autora evidencia de forma constante y subyacente el rol tan poderoso que la familia ejerció, no solo en la vida de la protagonista de la obra sino en Soledad Acosta de Samper, quien la escribiera en 1867. Desde el primer acápite, comencé a interpretar y encontrar hilos que me ayudaron a construir toda una genealogía de esos distintos tipos de invisibilidad perpetuadas en el seno familiar. Pero, primero me gustaría hacer potable la lectura entre las mujeres que trataré en la presente reseña, teniendo en cuenta que estoy en presencia de tres autoras: Cristina Eugenia Valcke Valbuena, autora del ensayo que disecciono, Soledad Acosta Samper, escritora analizada en dicho ensayo y Dolores, la protagonista de la obra que refiere. Como verán, tengo tres puntos de vistas que enriquecen el análisis. Según estudios referenciados por Valcke, se ha hablado de posibles rasgos autobiográficos de Soledad Acosta en su obra “Dolores”, sin embargo, la falta de información documental respecto a la autora imposibilita validar dichas especulaciones. 

Pero, de dichas similitudes en torno al análisis que compete hablaré más adelante. Primeramente, quiero referirme a una construcción metafórica de familia que establece la autora del ensayo al mencionar a madres y padres de la literatura para dar paso a su visión de orfandad por la línea materna, algo que desde el inicio brinda una gráfica muy clara de los porqués en torno a estos estudios. Imaginemos un Diagrama de Venn para establecer una teoría de conjuntos que pretendo desarrollar en esta lógica; al unir ambos círculos, por un lado estarían los estereotipos y conflictos familiares con los que cargaba Soledad Acosta al enfrentarse a la escritura de la obra, y por el otro los que cargaba Dolores (constructo de Samper, lo cual podría entenderse como una reproducción de su modo de pensar), y en el medio, los propios principios que impone la familia imaginaria de la literatura. Entendemos entonces por los parlamentos de Valcke y los ya citados criterios de Jana Marie Dejong, más los de Sandra Gilbert y Susan Gubar en su ensayo: “La loca del desván. La escritora y la imaginación literaria en el siglo XIX” (636), cómo desde ese concepto de familia hegemónica, donde ha de haber un padre y una madre, la línea materna siempre ha quedado mutilada. Madres auténticas, solo las más arriesgadas, madres que asoman la cabeza hoy luego de siglos en el silencio eternizado por las épocas. ¿Padres?, también los auténticos, los dispuestos a ceder espacio a los nombres de las madres, aunque sin reconocer el oficio de la escritura como propio de ellas sino más bien un don de hombres en manos ajenas, madres-padres obligadas a la falsa identidad, y así, generación tras generación.

Harold Bloom, como Sandra Gilbert y Susan Gubar hablaron de una ansiedad del escritor, pero, el ensayo demuestra que distaban muchísimos las traducciones del concepto de uno a otras autoras, pues, según Bloom, cada autor tiene tras de sí una tradición de escritores tan extensa que el poder de la influencia tiende a silenciarlos, así que para poder superar esa crisis se hace necesario “matar al padre”. Entiéndase esta metáfora como la inminencia de sobreponernos a los referentes y buscar nuestra propia voz en el ejercicio escritural. Sin embargo, Para Gilbert y Gubar, esa misma teoría se aplica más bien a lo que provoca en las mujeres escritoras la negación al legado ancestral de madres silenciadas.

Cierto es que las autoras, al igual que los autores, cuentan con siglos de literatura detrás suyo, en su mayoría masculina, y que también pueden temer las influencias de los padres literarios, pero su situación es mucho más compleja, porque enfrentadas al vacío de una tradición escritural femenina podría incluso sospecharse que la presencia, en sus obras, de algunos rasgos de la escritura de autores consagrados por el canon, puede hacerse incluso muy deseable para ellas, puesto que podría representarles cierto reconocimiento (15).

La novela “Dolores” está marcada por letras, si bien no es el móvil de la trama sí es parte importante del argumento, de hecho, todo se mueve a través de la escritura, y la familia una vez más toma el protagónico como un personaje que se transparenta y va desplazándose conforme avanzan los capítulos, hasta solidificarse con los derroteros de sus personajes. La narración de la obra se manifiesta como lo escrito por Pedro, primo de Dolores, quien a todas luces representa al narrador. Según el ensayo, la mayoría de los parlamentos de los personajes se suceden a través de sus escritos, entre los que figura el diario de la protagonista, es así como el lector conoce de sus posturas ideológicas más íntimas. En voz, bueno, más bien letras, dado a que lo especifica en sus textos, Pedro deja claro que la verdadera vocación escritural la tiene su prima dando fe de su talento; este hecho, sumado a que la novela fue creada por una mujer, podría dejar inferir aproximaciones entre una y otra y hace de la literatura femenina uno de los asuntos determinantes de la novela. 

Las relaciones maternas y paternas en la obra son muy complejas. Dolores quedó huérfana de madre desde pequeña, al igual que su primo Pedro. Ambos fueron criados por la tía Juana una vez que Jerónimo, padre de Dolores, desapareció cuando esta tenía doce años, muriendo supuestamente, pero luego ella descubre que había enfermado con lepra y para librarla de tal martirio se exilió en una isla. No obstante, previamente, Jacinto había sido un padre dedicado que asumió “el rol de madre”, dice Valcke y cito: “Es claro que la muerte de esta mujer, despertó en Jerónimo el afán de suplir su falta, asumiendo un poco el rol materno, por esto -a mi juicio- en el padre existen algunos rasgos de carácter femenino como la marginalidad” (24). En este planteamiento quizá subconscientemente ella también está reproduciendo patrones de género adjudicando que en los cuidados y el amor hacia los hijos está bien que existan asunciones de roles. 

Uso este pasaje específicamente para referirme a las inferencias que se han hecho en cuanto a lo autobiográfico que pudiera tener esta obra de su autora, pues, acorde a lo revisado por Valcke, Soledad Acosta de Samper tampoco tuvo influencias de la madre durante su vida, pues, invisibilizada tras la figura de un prócer de la Patria, como lo fuera el padre, quien murió antes que la madre cuando ella tenía dieciocho años (justo como el de Dolores en la novela), de igual modo nunca refirió pasaje alguno de su vida donde la figura materna tuviese valor para ella. Incluso, la propia Dolores solo hace referencia a la suya en dos pasajes breves faltos de adjetivos, lo cual ofrece muy poca información, pero al mismo tiempo evidencia su nula necesidad de la madre, como si no tuviese nada significativo que aportarle. También quedó demostrado por Valcke en el ensayo, citando un pasaje de la obra, la invalidación de la hipótesis que plantea la ausencia de recuerdos de Dolores hacia la madre, ya que ella misma revela datos que conoce por sí. 

Podría creerse que murió cuando la niña no tenía todavía uso de razón, sin embargo, el hecho de que tenga conciencia del cambio de actitud de su padre, niega tal hipótesis. Lo cierto es que parece que Dolores no reconociera ninguna herencia de la mamá, como no fuera el cariño del padre. Es significativo también, saber que a los doce años –justamente la edad que tenía Dolores cuando recibe la noticia de que su padre se ha ahogado y queda al cuidado de la tía- la escritora es enviada a Halifax (Nueva Escocia- Canadá), donde, bajo el cuidado de la abuela materna, continúa su educación.

Por último, me gustaría referirme al supuesto reconocimiento que brindara el esposo de Soledad Acosta de Samper a su obra. José María Samper (también escritor) la incita en 1869 a publicar una compilación de textos que ya habían visto la luz bajo pseudónimo. Éste, en su “infinita bondad”, la alienta a reconocer su escritura como algo distinto de un acto íntimo, más que “escribir para nadie”, como decía ella, frase rectificada después con la de “sólo para mí”. Lo planteado ampara la idea de que en realidad Soledad fue comprendiendo que escribir para uno mismo es escribir para nadie y de que la escritura necesita un público. Sin embargo, en el prólogo que escribió para su libro, al referirse a la escritura de su mujer, lo hace como “autor”, sugiriendo que en tanto al oficio de escribir ella es un hombre. 

Expresa en éste, que Soledad Acosta no se ha atrevido nunca a creerse escritora, que sólo considera su trabajo como un simple ensayo, que no ha aspirado jamás a la fama, que la actual publicación es una idea exclusiva de él y que el motivo que hay detrás es el de perpetuar el nombre paterno contribuyendo humildemente a la formación de la literatura de la joven república (15-16). 

Lo expuesto hasta aquí valida lo que pretendo resaltar en cuanto al enfoque del ensayo: otro triste ejemplo de la marginación a la que se han visto sometidas escritoras-personajes a lo largo de la historia de la literatura latinoamericana escrita por mujeres. Incluso cómo ellas mismas pudieron llegar a normalizar tal desprecio bajo la sumisión de un oficio liderado por hombres. 

No obstante, Dolores sabe que su primo viene en camino y también, tiene la certeza de que no alcanzará a verla con vida pero no quema su diario, no lo destruye, lo deja como testimonio de su existencia, esta ‘no acción’ de desaparecerlo, quiero leerla como su último y desesperado gesto de ser a través de la palabra, de no haber vivido en vano. Un gesto que muchas escritoras han repetido a lo largo de la historia, cuántos cuadernos de las abuelas no ocultarán a la escritora que anhelaba un día salir de la oscuridad (36).

Citas:

Bloom, Harold. “El canon occidental. La escuela y los libros de todas las épocas”. Barcelona: Anagrama, 1995 

Dejong, Jana Marie. “Mujeres en la Literatura del Siglo XIX”. En “Las Mujeres en la Historia de Colombia. Mujeres y Sociedad”. Tomo 3. “Mujer y Cultura”. Bogotá: Norma, 1995. pp 137-157

Gilbert, Sandra y Gubar, Susan. “La loca del desván. La escritora y la imaginación literaria en el siglo XIX”. Madrid: Cátedra, 1998

Valcke, Cristina E. “Dolores, una escritora en el siglo XIX”, En: “Perspectiva de género en la literatura latinoamericana”. Colección Las tejedoras, Programa Editorial de la Universidad del Valle, Colombia, 2010. pp 13-36 


Un teatro convertido en refugio

He de admitir que escribir sobre El diario de Ana Frank/Apnea del tiempo supone para mí un verdadero reto. Es tan grande la genialidad con la que ha sido concebida y tan trascendental la historia narrada, que temo no llegar a formular un discurso lo suficientemente abarcador acerca de la obra. Cuatro veces he disfrutado de su puesta en escena y aún no consigo elaborar una sola frase que resuma con lucidez mis impresiones.

A mis oídos ha llegado la noticia de que estoy muy lejos de ser la única decidida a repetir una y otra vez el espectáculo. Se trata de una necesidad colectiva, de una obsesión general. La pequeña salita del teatro no deja de inundarse con cada presentación. El equipo lúdico ciertamente tiene un objetivo claro: permitir que la mayor cantidad de personas posibles pueda disfrutar de la obra, con o sin entradas.

En ocasiones me pregunto por qué ese garaje diminuto situado en la calle I y no otro lugar más espacioso; sin embargo, luego de hallarme frente a las luces del escenario y sentir cómo la mirada de alguna actriz me cala los huesos, soy consciente del efecto que produce en nosotros, los espectadores, contemplar la acción dramática a tan pocos metros de distancia.

Es evidente que la pequeña Ana Frank se ha convertido en uno de los nombres más evocados y simbólicos al abordar los trágicos sucesos del Holocausto. No es necesaria una profundización minuciosa en la historia para recordar a Ana Frank como víctima de la masacre contra miles de judíos perpetrada por la Alemania Nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Su diario, editado y publicado por su padre, Otto Frank, en 1947, contiene escritos de Ana que comienzan el 12 de junio de 1942 y concluyen el 1 de agosto de 1944. A través de estas anotaciones, que en total conforman tres cuadernos, la autora describe sus vivencias durante los dos años que se oculta junto a su familia y otros cuatro acompañantes en Ámsterdam, en la parte trasera de una empresa que es propiedad de su padre.

La obra que nace del espléndido trabajo de la dramaturga Agniezka Hernández Díaz y del director Miguel Abreu tiene a sus espaldas la reconocida adaptación de Frances Goodrich y Albert Hackett estrenada en Broadway en 1955, y llevada posteriormente al cine en 1959, bajo la dirección de George Stevens. Sin embargo, El diario de Ana Frank/Apnea del tiempo va más allá de la historia que ha sido narrada por una adolescente alemana; a pesar de mantener como eje temático central «la diáspora del judío errante», esta obra se consolida como el discurso universal de los oprimidos, de los emigrantes y de los que nacen sentenciados a la perpetua búsqueda de un verdadero hogar.

Es necesario reconocer en la obra de Agniezka la eliminación o renuncia a la participación de algunos personajes presentes en El diario de Ana Frank y analizar la manera en la que esta transformación incide en la historia narrada. En concreto, resulta relevante cómo la dramaturga decide prescindir de la participación activa de Otto Frank y cómo este elemento provoca un cambio en la forma de contemplar a la madre de Ana, la cual se presenta entonces como madre soltera y cabeza de familia. Las decisiones, que antes recaían en la figura paterna, se desplazan hacia el sujeto femenino y hacen del personaje un constante productor de conflictos.

A este personaje, interpretado por la talentosísima Arianna Delgado, lo traspasa una angustia constante; sumergido entre el silencio y el grito, entre la esperanza y el pesimismo, intenta sacar fuerzas por su hija y sufre la pena de no poderle ofrecer un mejor presente que el vivido a escondidas. Además, la incomunicación entre ambas y la falta de entendimiento se muestran como fuerzas que atentan contra la estabilidad de la madre y la pasividad de la joven.

Ana, por su parte, se presenta como el personaje más sensible al cambio, en el que se vislumbran con mayor claridad las consecuencias de la represión y de las críticas condiciones en las que miles de judíos fueron obligados a subsistir. Tiene mucho que ver con esto el hecho de tratarse de una adolescente en pleno proceso de autodescubrimiento y autoevaluación; ella comienza a analizar su cuerpo y a identificar sus necesidades, necesidades que se ven dilatadas en el encierro. Es consciente, además, de que una parte de ella parece poseer cierta independencia de acción y la lleva a comportarse de manera inapropiada. En este reconocimiento del problema hay todo un despliegue de los conflictos internos que atraviesan al personaje, favoreciendo su evidente metamorfosis y dotándolo de un fuerte dinamismo dramático.

Esa Ana pequeña, sonriente, inocente y soñadora que inicia la obra teatral no será la misma que la concluirá. La Ana que contemplaremos en los últimos minutos será una Ana cubierta de lágrimas, despojada de sueños y de ropa, imponente, una Ana que levantará la voz y colocará todas las cartas sobre la mesa. La culpa es de los adultos, afirma ella, los adultos han construido un país fracturado, descompuesto, y le han arrebatado la posibilidad de crecer, de tomar sus propias decisiones, le han robado la libertad y los lazos que la unen con su tierra natal. En un tono fuerte expresa: «No es culpa nuestra que el mundo sea un desastre. No estábamos aquí cuando esto comenzó».

Por otra parte, la inserción de un personaje tan hiperbólico como el Carnicero de Praga dota a la obra de un nuevo símbolo visualmente llamativo que, a través de la ironía y de un humor bastante mordaz, refleja lo más irracional, despótico y aberrante del poder tiránico. Basado en Reinhard Heydrich,[1] e interpretado por la imponente actriz Claudia Alonso, el Carnicero de Praga puede considerarse una representación paródica del dictador, la que no solo se ha personificado en un cuerpo femenino, sino que además este cuerpo femenino está marcado por la provocación y la exuberancia, va vestido de un rojo intenso y mantiene por lo general una conducta lasciva, cargada de comportamientos con alta connotación sexual. Se trata, sin dudas, de un atentado a la virilidad y al patriarcado.

Fotógrafo: Yasser Expósito

Desde la sinopsis de esta pieza teatral, es presentada la analogía que establece un vínculo entre el ocultamiento de los judíos y el aislamiento obligatorio que trajo consigo la COVID-19. Esta y otras problemáticas políticas, económicas y sociales, a pesar de encontrarse enmarcadas en una historia situada en la primera mitad del siglo XX, no se distancian demasiado de las vivencias del espectador cubano del siglo XXI. La incorporación de elementos de la modernidad, como es el caso del teléfono móvil, forma parte de las novedades de esta recontextualización de la obra y acentúan incluso más la cercanía entre el público y la historia representada.

Es necesario admitir que la magia que envuelve a El diario de Ana Frank/Apnea del tiempo tiene mucho que ver con la elección de la banda sonora. En un escenario desnudo, sobre el que las actrices no se valen más que de sus vestuarios y del juego con las luces, las canciones, compuestas por Lilena Barrientos, concentran en sí gran parte de la tensión dramática al tiempo que transitan a través de las emociones más diversas. La riqueza rítmica producida por la representación de disímiles géneros musicales le ofrece al espectador, a través de los sonidos, un acercamiento tanto al judaísmo como a lo afrocubano. El suelo del teatro vibra cada vez que las actrices marcan con sus pies el tempo de alguna canción, y la melodía de sus voces llega a nuestros oídos de un modo embriagante.

La experiencia que durante meses nos ha ofrecido Miguel Abreu al dirigir El diario de Ana Frank/Apnea del tiempo no es más que el resultado de un admirable trabajo por parte de un equipo excepcional, y los resultados revelan, sobre todo, la poderosísima arma de intervención social que constituye la obra teatral de Agniezka Hernández. Las lágrimas que no pocos han derramado durante su puesta en escena son la confirmación de que, más allá de reconocerse como los relatos narrados por una adolescente judía, la historia de Ana Frank se ha convertido en la historia de la humanidad, una humanidad que luego de casi un siglo continúa comprendiendo e identificando analogías entre su propia vida y la de viejos oprimidos.

Nota:

[1] Oficial nazi reconocido por su intervención en la Segunda Guerra Mundial y por su colaboración en el proceso organizativo del terrible Holocausto.


Entrega sus premios “el árbol que silba y canta”

Con la entrega de los premios del concurso El árbol que silba y canta, en trova y poesía, concluyó en el municipio holguinero de Báguanos el XXIII evento Del verso y de la miel, organizado por la AHS y dedicado al trovador Raúl Prieto y al poeta Rolando Bellido.

En la gala de clausura del encuentro se realizó un homenaje a Bellido, investigador, promotor y profesor, creador en 1993, en el central López Peña, del proyecto sociocultural del que parte el evento, con el objetivo de elevar, con gestión participativa y equidad, la calidad de vida de los vecinos del central azucarero.

Fotos cortesía del evento

El jurado de trova, integrado por Ivette María Rodríguez, Freddy Laffita y Amaury del Río, entregó el Premio El árbol que silba y canta a Yanco León, de la provincia Granma.

Mientras que en poesía, el jurado integrado por Alfredo Zaldívar, Senén Orlando Pupo y Erian Peña, decidió por unanimidad «celebrar la realización de esta nueva convocatoria de un concurso necesario que estimula la creación poética entre las nuevas generaciones de autores de diversos intereses y estilos; agradecer a los organizadores del mismo y subrayar la necesidad de su fomento y preservación; y destacar la calidad de gran parte de las obras presentadas, lo que demuestra el interés por el Premio y resulta una sui generis cartografía de las búsquedas y miradas de los jóvenes autores», leemos en el acta.

Fotos cortesía del evento

Así como entregó una Mención al cuaderno «El lado convexo», de la poeta holguinera Idania Salazar, por «moverse con facilidad en los terrenos de la prosa poética y el verso libre, logrando un discurso coherente donde el yo asume búsquedas, diálogos y dudas; y por reafirmarnos, además, “la sospecha de mirar al cielo y pensar en si nunca más nos llueve”». El pasado viernes, Idania recibió, por su cuaderno «Foramen», el Premio Nuevas Voces de la Poesía 2023, certamen organizado por la sección la AHS en Holguín, la emisora provincial Radio Angulo y el Centro Provincial del Libro y la Literatura.

Fotos cortesía del evento

Finalmente el Premio El árbol que silba y canta 2023 fue para el poemario “Los límites de la cicatriz”, del joven Tomás Eugenio Escobar Ávila, de Las Tunas, por «lograr, a través del manejo de diferentes recursos poéticos asumidos, una voz original que se (nos) sumerge entre pasillos de hospitales e instrumentos del dolor, entre pérdidas y cicatrices, y que hace de su cuerpo (¿acaso el cuerpo poético?) un sitio para el corte, la interrogante y la sobrevida; por mostrarnos “constantes signos” por los que el poeta camina para convencerse de que, aún, posee (poseemos) humanidad», nos asegura el jurado.

Fotos cortesía del evento

El evento contó con recitales de poesía; conferencias; intervenciones artística-literarias en las comunidades La curva y La pelota; una gala homenaje, en el cine de la localidad, a Raúl Prieto, recientemente fallecido, con Ivette María Rodríguez, Freddy Laffita y Amaury del Río; la presentación del poemario Traducción apócrifa de Mailín Castro ganador del pasado concurso, publicado en la colección Analekta de La Luz, entre otras acciones que acercaron a esta comunidad azucarera de Holguín la trova y la joven poesía.


Entregan en Holguín Premio Nuevas Voces de la Poesía

El Premio Nuevas Voces de la Poesía 2023, organizado por la AHS en Holguín, Ediciones La Luz, la emisora provincial Radio Angulo y el Centro Provincial del Libro y la Literatura, fue entregado este viernes al cuaderno «Foramen», de la joven poeta holguinera Idania Salazar.

En su 28 edición, el concurso fundado por el promotor Joaquín Osorio en 1992, tuvo como jurado a los poetas Alberto Peraza (Pinar del Río), Maylan Álvarez (Matanzas) y Reynaldo Zaldívar (Holguín), quienes valoraron cerca de treinta cuadernos presentados a concurso y otorgaron, por unanimidad, el Nuevas Voces al libro de Idania por ser un «poemario con un alto vuelo poético desde lo cotidiano. Alta poesía, golpe certero hacia las cosas comunes, como para dar fe de que el acto de la creación poética encuentra en ellas una fuente vívida de universalidad; espontaneidad en el discurso, y una honda necesidad de ser, por sobre todo».

El jurado decidió otorgar menciones a los cuadernos «Metástasis de un poeta», de Eduardo Daniel Rosell Herrera, «por la unidad temática de sus textos, lo bien pensado y escrito, el equilibrio formal y de contenido, y el ánimo de rendir homenaje a la poesía y a la cultura en general, desde un discurso referencial que conduce a las esencias humanas» y a «Kalashnikov», de Erick Gálvez, «libro de décimas con una variedad en su hechura, ambiciones palpables de trascendencia de la poesía desde una modalidad que ha despertado gran interés en los escritores jóvenes, el deseo de abarcar, desde un universo sonoro con métrica y rima, en la mayoría de los casos, pero nada apegado a la estrofa tradicional, un mundo que trasciende el mero paisaje natural, para adentrarse en la naturaleza del ser», añade.

Fotos Ediciones La Luz

Además, el jurado quiso «destacar la alta calidad de varios de los cuadernos presentados, la diversidad formal y estilística, la valiosa cantera de poetas jóvenes que se han venido desplegando a lo largo y ancho de la isla» y que sumaron sus voces a este concurso en Holguín.

Idania Salazar recibió de manos de Joaquín Osorio, el diploma acreditativo del Premio Nuevas Voces de la Poesía, diseñado a partir de una pieza del artista visual Alejandro Zaldívar.

La peña «Abrirse las constelaciones», donde ocurrió la premiación, esta vez realizada en el lobby del Cine Martí, acogió también la presentación del audiolibro Corte angosto, de Rebeca Torres Serrano. El cuaderno, merecedor el pasado año del Premio Nuevas Voces de la Poesía, ahora podrá ser escuchado en una versión sonora, que conforma volumen 15 de la colección QuemaPalabras, en la que participaron el Dj Acid Seduction y el realizador Amalio Carralero, este último en la grabación y mezcla de sonidos en los estudios de Radio Angulo.

La editora Liset Prego hizo las palabras de presentación y aseguró que «este libro podría ser la crónica del oprobio, o del agobio del sujeto lírico, de la autora, sus memorias, las memorias ajenas, la desmemoria; podría ser un libro sobre la avidez, el hambre de ciertas palabras, el apetito por decir ciertas verdades; ya lo sabrá el lector-oyente, este pudiera ser un libro escrito a voces, como en una acrobacia, un clavado con giro que provoca otro big bang».

Asimismo, refiriéndose al trabajo sonoro, destacó que esta producción «cuenta otra vez con DJ Acid Seduction, el joven creador se ha vuelto experto en este otro acto de traducción. Lleva a los códigos de su lenguaje propio el discurso de otros. Las máquinas traducen la poesía, o son el canal para un mensaje diseñado por el hombre que hila estos versos electrónicos de sonidos mezclados. La poesía y la música siempre se han buscado, aquí se encuentran».

Con el trabajo de diseño de Robert Ráez, a partir de una fotografía realizada por la propia autora del libro, Prego percibe en su cubierta «un grito amordazado, ojos que exclaman, un ejercicio intelectual, atrevimiento, apretar el obturador y codificar desde la imagen el poema ya escrito. Rebeca Torres Serrano ensaya un tríptico basado en su poesía, la asisten mujeres que se encontraron en el verso para este acto de traducción intersemiótica, así lo llama ella. Aquí se muestra la foto de igual nombre que el cuaderno. Es elocuente, poderosa y definitivamente una traducción muy precisa de lo que clama el texto», leyó en la presentación.

El audiolibro puede ser escuchado en el siguiente enlace: https://go.ivoox.com/sq/2343475

La peña culminó con una lectura de los jóvenes poetas de la sección de Literatura de la AHS: Idania Salazar, Ana Ramos, Liset Prego, Erian Peña, Andrés Cabrera y José Luis Laguarda.


La literatura es cada vez más mujer

Leer a Mercedes Duque (o trabajar junto a ella) es siempre un disfrute. Y no lo digo porque sí, con la convención “formal” que muchas veces las periodistas usamos como un escudo fácil del oficio: en este caso, se cumple a cabalidad la afirmación. Mercedes es mucho más que una voz joven que se abre paso en la literatura iberoamericana. Me atrevería a decir que es una voz en busca de lo trascendente. Su literatura me estremece, a mí a la que ya pocas cosas (descreída soy) me estremecen ya.   

Tu literatura está interesada en los conflictos cotidianos y en la épica propia de estos, la cual muchas veces es soslayada en la escritura. Ese “dios de las pequeñas cosas”, ¿cómo se manifiesta en tu obra?

Me gusta pensar que, antes que manifestarse de una única forma o a través de elementos concretos, la épica de lo cotidiano en este libro se siente. En realidad, Los días breves es una mirada de los personajes al propio cuerpo. Imagino que observan sus pieles y por fin prestan atención a las cicatrices y los arañazos que, pese a estar ahí, son algo menor que tiende a pasar desapercibido, que se olvida, a lo que se le resta importancia. Ese moratón con el que te levantas por la mañana, por ejemplo, y no puedes recordar en qué momento te lo hiciste. En Los días breves, los personajes sí recuerdan cuándo se dieron ese golpe y sí le dan importancia. Sienten el pinchacito al apretarlo, observan cómo cambia de color. A través de la mirada atenta a los dolores que los forman a sí mismos y a su entorno, lo cotidiano aparece como elemento sensible, encuentra la importancia que de verdad tiene. 

Y ya que hablamos de Los días breves (Editorial Verbum, 2023), tu opera prima, me gustaría pedirte que le contaras a las lectoras un poco más sobre aquello que pueden encontrar en estas páginas…

Siguiendo lo que comentaba antes, en este libro se narran once historias que pretenden conformar una mirada detallada a los conflictos ordinarios. Y, bueno, una de las emociones más ordinarias (y la que personalmente más me obsesiona) por la que pasamos todas las personas es la desilusión. Me interesaba explorar el primer encuentro de los personajes con la realidad misma, y no con lo que esperaban de esa realidad. Todas las historias de Los días breves hablan de la primera ruptura de expectativas desde un prisma distinto. Una poética de la desilusión, lo llamó una profesora del Máster de Escritura Creativa al leerlo. Me gustó mucho aquello, me ayudó a darme cuenta de que todos los relatos, cada uno dentro de su tono, ritmo o gravedad, son una disección de pequeñas desilusiones.

Y, bueno, más allá de las intenciones o la temática de Los días breves, creo que las lectoras se van a encontrar con historias mínimas muy sensibles, pero sin duda también irónicas y con atmósferas sacadas del terror. Ojalá que quien lea Los días breves ría, sienta escalofríos y se emocione a partes iguales.

Si tuvieras que quedarte con uno de los relatos de Los días breves, que representara a cabalidad tu narrativa, ¿cuál sería y por qué?

Creo que no podría elegir uno solo, así que voy a hacer trampas y hablar de dos de ellos: “Los días breves” y “Mala sangre” que son, también, mis favoritos. Digo que no puedo elegir uno solo porque la combinación de ambos representa lo mejor mi escritura: por un lado, malhablada y frenética, y por el otro, más lírica y pausada.

Además de la cuestión rítmica o de tono, estos dos relatos tienen personajes muy inocentes, algo que, creo, caracteriza mi escritura actual. Me gusta ponerlos juntos porque son dos de las voces más dispares y, a la vez, viven sus conflictos de forma muy similar. El de Martín es tan mundano como una ruptura amorosa, mientras la protagonista de “Mala sangre” vive algo tan terrible como un viejo abusivo y la partida de una hermana. Ninguno de los dos lo puede entender, ni tampoco llegan a asumir qué les ha ocurrido.

Me gusta jugar con las voces de los personajes. Me divertí muchísimo construyendo el discurso atropellado y ansioso de Martín, y me entristecí al desarrollar la voz incrédula y oscura de la narradora de “Mala sangre”, pero creo que lo que más representa a mi escritura es la combinación de ambas cosas, unidas por una visión común frente al conflicto: la inocencia. La no comprensión. La tristeza, expresada en forma de rabia, que generan la decepción y el abandono.

Definir el estilo de un autor es siempre una labor difícil. No obstante, aventuraré a decir que en tu estilo se funde la carga psicológica de la novela española pero cargada de una esencia surreal, absurda, mágica y de terror en ocasiones, que yo asocio con la producción de las actuales escritoras latinoamericanas. ¿Sientes o eres consciente de esa mezcla? ¿Cómo definirías tu escritura?

La verdad es que las escritoras latinoamericanas actuales me obsesionan. Admiro y envidio la capacidad para narrar de manera tan descarnada a la vez que absolutamente hermosa y precisa. He llegado a esta literatura hace muy, muy poco dentro de mi “carrera como lectora”, pero gracias a ellas he aprendido a jugar con ese lado visceral de la escritura que tenía en mí y del que, hasta entonces, no sabía las reglas (o la ausencia de ellas). Así que sí, Los días breves y mi escritura en general le debemos infinitas cosas a Mariana Enríquez, a María Fernanda Ampuero, a Lina Meruane y a ti, Elaine, entre otras.

Si soy sincera, no he reflexionado tanto sobre la influencia de la novela española, tan cargada de esa psicología y auto análisis, pero tienes toda la razón. ¿Cómo no? Al fin y al cabo, he crecido con esa literatura, que también admiro y disfruto muchísimo, y me ha dado las primeras pautas para expresarme. Y más allá de la literatura española que, digamos, “se estudia”, hay autoras españolas actuales que me han dado auténticas claves para aprender a narrar psicologías. Pienso, por ejemplo, en Yo, mentira de Silvia Hidalgo, o en Las herederas, de Aixa de la Cruz, dos novelas geniales en las que vivimos mil cosas en los recovecos de las mentes de sus protagonistas.

Respondiendo a la segunda pregunta, cómo definiría mi propia escritura, creo que es precisamente todo esto: un mosaico de lecturas, de pieles y vísceras, y de mirar adentro. Pero, en realidad, opino que definir el estilo propio es demasiado complicado y que, al final, las distintas pinceladas sobre ello que dan las lectoras acaban por conformar una idea con más aristas. O, con suerte, al menos más amable. Hace poco, una amiga, después de leer el libro, me dijo que soy el lobo feroz de lo cotidiano. Qué bonito escuchar que eres eso, ¿no?

La toma de conciencia es siempre un elemento vivo, que respira, en el diseño de tus personajes. Llegados a un punto de la trama, estos entienden, y ese entender los zarandea, los mueve de lugar. ¿Qué importancia les confieres a los personajes dentro del tejido de la historia?

Para mí, los personajes son el tejido de la historia. Opino que cuando narramos conflictos cotidianos, la visión y la vivencia propia de cada personaje es la esencia de la historia. Se dice que en literatura no hay nuevos temas, que las escritoras llevamos hablando sobre lo mismo desde el inicio de la narración per se. En mi opinión, lo que hace única a una historia es la voz particular del personaje y cómo vive ese evento que ya tantas veces antes hemos contado. En Los días breves, como he dicho, se habla de desilusiones. ¿Cuántas veces antes se ha tratado este tema? Personalmente, como lectora y escritora no busco la novedad de la trama, ni una narrativa absolutamente rompedora o experimental, sino que busco una mirada que sepa hablar desde la particularidad de sí misma.

¿Cómo das piel y cuerpo a tu proceso de conformación de escritura? ¿Qué recursos te son más valiosos a la hora de crear?

Una de las citas que introducen a Los días breves es de Sandra Cisneros, en la que habla de su propio libro, La casa en Mango Street. Ahí explica cómo los relatos que hay en él son un intento de ordenar fragmentos de las historias propias y de otras personas para conformar una sola y coherente. Después añade que «Las emociones, no obstante, no pueden inventarse ni pedirse prestadas. Todas las emociones que sienten mis personajes, buenas o malas, me pertenecen». Creo que mi proceso de escritura comienza de esta forma. Al menos, así ha sido en Los días breves y lo está siendo en la novela en la que me encuentro inmersa ahora mismo. En mi escritura hago uso de elementos autobiográficos, o sacados de las biografías de otras personas, pero no son más que eso: eventos concretos que una organiza de distintas formas para conseguir narrar una emoción. Ninguno de mis personajes soy yo, ni es mi madre, o mi mejor amiga, o mi ex pareja. Los hechos en sí mismos, o en quién me he inspirado para crear este rasgo de carácter o el otro, no son lo más importante para mí a la hora de crear. La piel que en realidad recubre a mi escritura, y los huesos que la vertebran, es la observación de las emociones que se me han atragantado en la garganta.

Supongo que por eso trabajo siempre con narradores en primera persona: este tipo de voz me da la posibilidad de crear nuevas formas de ver esas emocionalidades. De hecho, creo que si utilizara otro tipo de narrador, probablemente habría acabado haciendo un juicio personal sobre las decisiones y vidas de los personajes, lo cual no es mi intención (y, además sería aburrido). Sí, mis personajes siempre hablan desde mí. Al fin y al cabo, soy yo quien los crea, pero son ellos y sus voces propias quienes me permiten entender los distintos ángulos de aquellas emociones atragantadas. Y ahora que lo pienso, lo único que me permite empezar y acabar un relato es poner a esa voz a jugar: me siento frente al ordenador, le hago preguntas al personaje y lo dejo charlar de cualquier cosa hasta encontrar qué quiere decir.

Al margen de todo el proceso creativo personal e interno que una pueda tener, considero que los recursos más valiosos para la creación son la lectura y el compartir los textos con otras personas. Las ideas que vienen de fuera, ya se esté de acuerdo con ellas o no, siempre ayudan a complementar y trabajar las propias.

El gusto, el disfrute, la comunión entre lectores y escritores es un elemento muy presente en el actual panorama español literario. ¿Qué ventajas ofrece este hecho a las narradoras y qué inquietudes?

Hasta lo pronto solo me he encontrado con ventajas respecto a encuentros en los que personas dedicadas e interesadas en la literatura comparten textos y lecturas. Como he comentado antes, pienso que uno de los recursos más divertidos y beneficiosos para la escritura es mostrar las propias historias y leer las de otras.

He participado en muchos talleres y clubes de lectura, y creo que son unos espacios únicos para aprender, disfrutar, y también, por qué no, beberse alguna cerveza. Puede ser que las inquietudes surjan por la exposición de una misma, pero en mis vivencias he podido comprobar que esa idea del taller/club en el que básicamente se destroza y se humilla a la persona creadora es, hoy día, un mito. Supongo que sí, que en algún momento fue tal, y que es probable que todavía existan espacios de esas características, pero creo que están desfasados. Por supuesto que no se aprende si no se comentan los errores, por supuesto que los debates en torno a preguntas complejas generan ideas aún más interesantes, pero no es necesario machacar a la artista o la escritora para que aprenda, ni es necesario hacer preguntar incómodas o hirientes. En mi experiencia, la dinámica de competitividad y envidias que tanto ha caracterizado a la literatura está desapareciendo. Esta competitividad corresponde de un mundo masculinizado y, por suerte, la literatura es cada vez más mujer, en el sentido más amplio de la palabra. De esa comunión entre lectoras, escritoras y otras ramas de la producción artística nacen las obras y conversaciones más interesantes.

Desde abril del 2023 escribes para la revista literaria La Elocuente. Compártenos un poco de tu experiencia.

Di con La Elocuente gracias al Máster de Escritura Creativa que cursé en la Complutense. Por allí pasaron las fundadoras de la revista (Paula Martínez Camino, Pilar Asuero Salazar y Ana Olleto Vitoria), pero no tuve la suerte de conocerlas en persona en aquel momento. Comencé a seguirlas en redes sociales, pero no fue hasta un año más tarde que Paula estuvo en la Fundación Antonio Gala junto con Jonathan Arribas, un muy buen amigo que hice durante el Máster. Él nos puso en contacto. Yo había escrito una carta abierta a Pedro Lemebel en el que hablaba sobre salud mental y sueños, y la compartí con ellas. No solo la publicaron, sino que me dieron la oportunidad de tener mi propio espacio mensual en su revista.

La Elocuente se define como un espacio «creativo, rebelde y joven», y así es. Las fundadoras de la revista han creado un lugar ideal para compartir los textos de escritoras con mayor o menor carrera (y esto es una de sus mejores cualidades, el elitismo no tiene cabida), que escriben en los márgenes del canon literario y que tienen voces y opiniones descaradas y divertidas. Combinan la publicación de relatos y poesía con el ensayo y la crítica literaria, tienen su propio podcast y club de lectura. Son un clarísimo ejemplo de lo que comentábamos antes: La Elocuente crea una comunidad de escritoras y lectoras donde se cuestiona lo establecido y se pone el tabú sobre la mesa. La verdad es que estoy muy feliz de formar parte de ella.

Acabas de ser seleccionada para la Residencia Artística Can Serrat por un proyecto literario del género novela. ¿Sientes que la novela es la consagración definitiva de una escritora?

No diría tanto como la consagración definitiva. Es verdad que, al comenzar a escribir, sobre todo si se pasa por talleres y educación universitaria en escritura, se trabaja principalmente con el relato. Supongo que es así por el formato mismo de la educación: no sería viable si todas las alumnas escribieran a la vez una novela, no daría tiempo ni lugar a trabajar los distintos aspectos formales, temáticos, etcétera, de la escritura. Así que suele ocurrir que la primera producción literaria de una persona sea una antología de relatos.

Pero para mí esto no quiere decir que la novela sea el género más complejo, ni mayor, de la literatura. Simplemente distinto. A veces pienso en los relatos como películas y las novelas como series: los primeros tienen la atención de la lectora o espectadora durante un periodo de tiempo reducido y dejan una marca punzante, mientras que los segundos son carreras de fondo, historias que se construyen poco a poco y dejan una huella quizás más extensa, pero no por ello más profunda. En España, a diferencia de América Latina, la novela tiene mucha más presencia e importancia, pero personalmente tengo un enorme respeto por las relatistas.

Cada género tiene sus dificultades e interés propios. Hay historias que exigen la extensión y desarrollo de una novela, mientras que hay otras que en menos páginas y más silencios, consiguen calar muy hondo. Es tan complicado y valioso dejar una marca punzante como una huella extensa.

Todas las escritoras tenemos un por qué, un disparador, un motivo, detrás del hecho de aventurarnos a escribir. ¿Cuál fue tu motor de arranque?

Creo que, como tantas otras personas, comencé con los diarios y la poesía sentimental. También leía mucho, con ganas y atención. No sé en qué momento me senté a escribir por primera vez, supongo que de muy niña y en la escuela, o de adolescente por algún desamor. Sí recuerdo que poco a poco fui dejando más espacio para la escritura, hasta que un día me apunté a los talleres de Casa Tomada (una librería maravillosa en Sevilla) y pude darle forma y técnica a lo que antes eran emociones que me llenaban y que solo sabía vomitar.

Creo que desear dedicarse a la producción artística de cualquier tipo se lleva dentro desde una edad muy temprana. Creo que la artista tiene algunas cualidades concretas como son la atención al detalle, la introspección y la sensibilidad. Pero me parece que también es esencial el aprendizaje.

Puede ser que mi motor de arranque fuera momento vital en el que me encontraba sin empleo y sin perspectivas de encontrar ninguno, pero con una necesidad absoluta de hacer algo. Siempre había disfrutado de la lectura y la escritura, así que decidí darle una oportunidad. La escritura es un oficio que exige de mucho tiempo y dedicación, y en aquellos días yo tenía todo el espacio del mundo para darle. Me apunté a un taller inicial de escritura creativa en Casa Tomada, que impartía María José Barrios, socia fundadora de la librería y una de las personas que más me han enseñado sobre escritura. Es muy probable que en aquel momento se activara ese disparador que nombras. Los talleres no despertaron en mí el deseo en sí de escribir, esa ansia ya estaba despierta, y fue por ella que comencé a asistir. Pero al adquirir las herramientas necesarias para relatar lo que llevaba dentro, cada vez sentía más y más necesidad de hacerlo, y me producía más emoción y divertimento. Cuando comencé aquellos cursos, el motor estaba ahí, pero necesitaba de alguien que me ayudase a encenderlo.

Más allá de la página en blanco, ¿quién es Mercedes Duque?

Cuando me presento, tiendo a decir que estudié Antropología y Sociología, que he sido profesora, niñera y camarera, que intento dedicarme a la literatura, que nací en Sevilla y he vivido en Londres, Roma y Madrid, y que Roma fue sin duda mi ciudad preferida. Que tengo veinticinco, veintiséis, veintisiete años. Y claro que esas cosas son parte de mí, pero voy a tratar de presentarme de otra forma.

Cuando intenté dejar el café tuve tantos sudores, pesadillas y mal humor que no pude si no volver a tomarlo. Me encanta el terror porque veía películas con mi madre desde muy pequeña. Tengo una hermana mayor y una mejor amiga y no sé bien cuál es cuál, las dos son ambas cosas. Siempre he querido adoptar un gato naranja y llamarlo Regañá, y por fin lo tengo conmigo. Durante mi año en Roma, mi mejor amigo tenía siete años. No importa cuánto lea y me fascine por nuevos libros, El Principito siempre será el que más hondo me caló. Antes pesaba cerca de cien kilos, ahora hago ejercicio de forma compulsiva y vivo en una dieta permanente (de la que no he eliminado la cerveza ni el vino). Me encanta tener flores en casa, por mucha pena que me dé verlas morir. Disfruto tanto de bucear que tengo un acúfeno en cada oído, ese piiiiiii constante dentro de la cabeza. Ahora buceo con tapones, aunque me da mucha vergüenza. Admiro mucho a muchas personas y creo que esa es una de mis mejores cualidades. Y seguro que hay otras cosas para contar, pero me incomoda un poco hablar de mí misma (o tal vez es solo lo que me digo).


Convocan al Concurso Nuevas Voces de la Poesía 2023

La sección de Literatura de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y su sello Ediciones La Luz el Centro Provincial del Libro y la Literatura en Holguín (CPLL) y la emisora provincial Radio Angulo, invitan a participar en el Concurso Nacional “Nuevas Voces de la Poesía” 2023.

En el certamen, que se dedica en esta ocasión al 120 aniversario del nacimiento del José María Heredia y al 115 del camagüeyano Emilio Ballagas, pueden participar autores inéditos residentes en Cuba, menores de 35 años, sean miembros o no de la AHS. Para ello deberán enviar un poemario de tema libre que posea una extensión entre las diez y las quince cuartillas.

Los trabajos serán enviados al correo electrónico alaluzseleemejor@gmail.com y será imprescindible añadir el asunto “Nuevas Voces 2023”. Los participantes deberán usar seudónimo, por lo que enviarán dos documentos independientes, uno con el cuaderno en concurso y otro a modo de plica con sus datos y modo de localización.

Un jurado, integrado por prestigiosas figuras de las letras cubanas, dará a conocer el fallo el día 1 de diciembre de este año. El plazo de admisión vence el 20 de noviembre próximo. Un diploma acreditativo, una colección de libros y la publicación de la obra ganadora por el sello Ediciones La Luz, de la AHS en Holguín, en su colección Analekta, además de su versión electrónica y un audiolibro en la colección Quemapalabras, constituye el premio del Concurso.

Fundado en 1992 como Concurso Nuevas Voces de la Poesía en Holguín y coordinado por el promotor literario Joaquín Osorio, Premio Nacional de Promoción de la Lectura Raúl Ferrer, este contribuye a la promoción de poetas que aún no son visibles en el panorama literario.

Desde 2018 extendió su convocatoria al territorio nacional con el nombre de “Nuevas Voces de la Poesía Cubana”, incorporándose al sistema de premios de la AHS en el país. Lo han obtenido escritores como José Luis Serrano, Luis Yuseff, Moisés Mayán y Rubiel G. Labarta.


Los cielos desiertos en audiovisual

Ediciones La Luz, sello de la AHS en Holguín, trabaja en la realización de cápsulas audiovisuales a partir del audiolibro Los cielos desiertos. Poemas de Luis y Sergio Saíz en las voces de jóvenes artistas cubanos, una de las atractivas novedades de su amplio catálogo.

El equipo de Wildesigners Production, que dirige el asociado Gerardo Perdomo, se encarga de la producción audiovisual de las cápsulas, en la que participan los jóvenes escritores holguineros José Luis Laguarda, Liset Prego, Reynaldo Zaldívar e Idania Salazar.

El proyecto del audiolibro homónimo obtuvo la Beca de Creación “El Reino de este mundo” que otorga la AHS, contó con la selección de la periodista y escritora Liset Prego, y reúne a diez miembros de las diferentes secciones de la filial holguinera de la Asociación para volver sobre la obra y pensamiento de los hermanos Saíz Montes de Oca.

Prego comentó que, desde su concepción, se pensó como un proyecto que tuviera expresión en diferentes soportes para la promoción de la literatura, de ahí que después del audiolibro surgieran materiales audiovisuales para acompañar la promoción de este título.

En estas cápsulas se recoge de manera sintética las experiencias de acercarse de esta manera a la obra de los hermanos Saíz, junto a fragmentos de los textos que declaman algunas de las voces que integran el audiolibro, material publicado en la colección Quemapalabras, con la colaboración musical de DJ Acid Seduction, realización de Amalio Carralero y la asesoría de Fermín López y Yordanis Sera, director y actor fundador, respectivamente, de la Compañía de Narración Oral Palabras al Viento.

Añadió que este es un homenaje con palabras que siguen siendo de los hermanos Saíz y mantienen la autenticidad del primer día, para volver sobre su obra y pensamiento como una brisa fresca que sigue los pasos de estos jóvenes rebeldes. Constituye, además, otra manera de acercarse La Luz al ámbito digital y por tanto a los públicos que tienen como espacio natural las redes sociales y otras plataformas de socialización de contenidos literarios.

En Los cielos desiertos participan artistas de varias manifestaciones, desde escritores, músicos, pintores, realizadores audiovisuales, lo que le aporta una riqueza de experiencias creativas propias del trabajo de la Asociación. La beca “El reino de este mundo” es uno de los incentivos de la AHS para apoyar los procesos de creación artística e investigación sobre temas de la cultura desarrollados por sus miembros en las diferentes provincias.


La literatura como salvación

Shabely Botello ha encontrado salvación en la literatura. En la creada por otros, en la que nace de sus propias entrañas. Tomar la decisión de enfrentarse al oficio creador no fue una decisión simple: llevó tiempo, paciencia, dedicación y un enorme salto al vacío. Desde entonces, Shabely Botello construye su voz sin temer al alcance de sus palabras. Espera que, con el susurro y el grito, el mundo se transforme.

¿Hasta qué punto una información vocacional puede encauzar la vida de un joven artista?

Siempre estuve rodeada de arte, aunque no lo sabía. Desde la música hasta las artes visuales, mi infancia estuvo llena de influencias de las cuales yo no era consciente: las canciones de mi abuelo en el portal, las clases de baile a las que me llevaba mi abuela, los filmes que me mostraba mi papá, las historias que me contaba mi bisabuela o las incontables veces en las que mis padres me acercaron a la lectura. Pero, en algún punto, el arte abrazó mi vida y yo lo elegí como mi salvación. Recuerdo que solía escribir cartas a mis amigos y familiares y que, en la escuela, en las actividades de la mañana, escribía poemas y textos para las presentaciones de alguna fecha importante. Todo comenzó con el baile, luego llegó el canto y escondida, siempre, estuvo la escritura como una sombra.

Yo no sabía que podía ser escritora, sentí muchas veces que era una profesión para pocos escogidos, no por talento, sino por las oportunidades. No encontré información al respecto, nunca fue una opción para mí. Cuando crecemos, estamos todo el tiempo viendo a otros cumplir sus metas profesionales, aprendemos de nuestra familia, de otras familias, de nuestros amigos, de los maestros, de los vecinos. Sin embargo, cuando no vives en un ambiente donde existen artistas, es difícil sentir que es un camino. Hace poco tiempo descubrí que no era una meta inalcanzable y me tocó, en ese momento, enseñarle a mi familia —porque ellos tampoco sabían— que la escritura es un oficio del cual se puede vivir. Sería incorrecto decir que perdí el tiempo, aprendí mucho durante las primeras etapas de mi vida y fui capaz de acumular experiencias increíbles. Sin embargo, la preparación desde edades tempranas hace que las decisiones que vamos tomando estén dirigidas a la meta correcta para cada uno.

El covid marcó un parteaguas en tu vida, tanto desde el punto de vista profesional como humano. ¿Qué saldo te dejó esa época tan difícil para todos?

De todas las preguntas esta es la más difícil. La más amarga. En plena pandemia decidí que iba a ser escritora. Me senté un día frente a mi novio y le confesé que eso era lo que quería hacer. Por primera vez en mi vida, después de mucho tiempo escondida, encontré la escritura. La encontré inocente y penosa, me empujaron hacia ella, me obligaron. Hasta que todos enfermamos. Hasta que pasó el primer año de pandemia y sentimos en carne propia la desesperación de la enfermedad. Lo que había sido un miedo se convirtió en una realidad y para mi desgracia, la inspiración de muchos de mis textos viene de ese dolor. Toda mi familia estuvo enferma a la vez. Gracias a los que estaban fuera del hospital, mi papá desde otro país, mis tíos, mis primos, mis amigos, mis maestros, mis compañeros escritores y mi pareja, logramos salir adelante. Todos menos uno. La muerte de mi abuelo me enfermó más que el covid. No volví a ser la misma persona después de ese momento.

Escribir, ¿un don, una disciplina, o la mezcla de ambas cosas?

El talento es la magia que todos tenemos dentro. Algunos lo descubrimos a los quince años, otros a los ochenta, pero en algún punto nos damos cuenta de que existe algo que sabemos hacer de una manera diferente. Ahora, la pregunta interesante viene después de conocer este talento y es: ¿qué hago con esto? No existe grandeza sin práctica ni experiencia. Para poder escribir es necesario escribir. Así de simple y difícil como suena. El sacrificio está en tomar la decisión de continuar siendo lo que elegimos, aun cuando el futuro se vea borroso. La disciplina es clave para lograr esta voluntad y es la única vía auténtica que tenemos. Para el escritor no existe la suerte. Para el escritor existe la miopía, las horas fijando la vista, tecleando, leyendo, estudiando, escuchando y sintiendo.

¿Cómo defines tu literatura?

Escribo desde lo más profundo y desgarrado de mi ser. Mis textos son cortos. Por lo general, uso un lenguaje directo. Desde la narrativa siempre intento dar imágenes exactas y guiar al lector hasta un punto donde debe elegir, por sus propios medios, qué es lo siguiente que debe pasar en la acción. Por otra parte, en el teatro creo desde la imagen cinematográfica. Siento gran influencia del teatro post dramático en algunos de mis textos y disfruto crear personajes que no se alejen de la realidad que vivo. Cuando creo, lo hago a través de mi entorno. Luego está la poesía, que es mi perdición. Me desbordo en ella, me transformo en ella, me vuelvo esclava de su ritmo y de su imagen. Trabajo con ideas profundas, sin filtros, con palabras que se pueden considerar duras, pero que cuando están acompañadas de versos limpios se convierten en balas disfrazadas de flores.

Los géneros breves forman parte inseparable de tu escritura, ¿qué te ofrece la brevedad que una literatura de más largo aliento no te permite?

Vivimos en un mundo apurado, desesperado, y eso se refleja en muchas de las acciones que realizamos todos los días. Sin embargo, hay sentimientos, etapas e instantes que, aun dentro de la rapidez del tiempo, se sienten como una eternidad. Eso intento mostrar con mi literatura: lo eterno que esconde un punto final, el sabor de un cuento breve que se queda dando vueltas en tu mente, no por lo largo que fue, sino por todo lo que desató en el lector a solo minutos de haberlo leído. Busco esa sensación que es tan humana que no se necesita mucho espacio para describirla, que no se necesita detalle para mostrarla.

Trabajas múltiples géneros literarios, tales como novela, cuento, poesía, crítica, periodismo cultural, teatro, literatura para jóvenes. ¿Crees que la variedad incorpora quehacer a tu vida literaria e impide la búsqueda de la perfección en un género determinado? ¿La ves como un hándicap o como una oportunidad de indagar en nuevas fronteras artísticas?

¿Podrías imaginar que dentro de ti se esconde un gran dramaturgo y no lo sabes? ¿Cómo puedes conocer qué es lo que amas, si no lo has probado nunca, si no has experimentado lo que se siente crear una obra de teatro o un poema? Identificar aquello en lo que podemos trabajar consta de darle la oportunidad a la equivocación de aparecer. Probar varios géneros es necesario. Luego de un tiempo, si decides concentrarte en uno habrá sido por tu decisión propia, pero antes debes saber qué puedes dar y qué no. Tampoco se trata de abarcar todo a la vez, es más bien un camino, un experimento: algunos te darán resultado, otros se contarán como experiencias. El hándicap sería, por el contrario, desde el inicio solo trabajar en un género, sin permitirme la posibilidad de jugar, al menos, con la riqueza de otros caminos de la literatura.

En 2022 fuiste becaria de Can Serrat en Barcelona, ¿qué experiencias aporta, para un joven artista cubano, ser reconocido en una tierra allende a la propia?

Es una oportunidad extraordinaria la de conocer otras culturas y nutrirse de ellas. En Can Serrat pude compartir con artistas muy talentosos que no solo aportaron a mi obra, sino que me mostraron sus procesos creativos y sus influencias, todo lo cual redireccionó mi punto de vista por completo. También fue impresionante el hecho de saber que pude, a través de mi escritura, mostrarme como artista cubana y entregar una parte de mí a cada persona que me acompañó en ese viaje. Es reconfortante encontrarse en un ambiente que te has ganado, con tu esfuerzo y con tu obra. Ese espacio se convierte en un impulso, en un escalón para la creación.

¿Cuáles son los principales desafíos del arte joven en Cuba?

Regresaría a una de las primeras preguntas para responder esta cuando digo que es la falta de información y de caminos a elegir. El sentir que solo existe una manera, que solo a través de ciertas vías puedes llegar al arte, es un obstáculo para los jóvenes creadores. Debemos mostrar que es posible, que no existe una sola manera y que ser autodidacta es también válido. Crear más espacios de desarrollo, hablar más de la profesión desde el punto de vista de la autogestión y no juzgar a otros por no haber conocido a tiempo estas oportunidades.

¿Cómo transcurre tu proceso creativo?

Escribir es un desafío. Vengo de una familia numerosa, por lo tanto, estoy acostumbrada al ruido, a las habitaciones llenas. Por esta razón escribo donde esté, como esté y en cualquier dispositivo. Puedo caminar por la calle y de repente perderme del grupo porque me quedé tecleando en mi celular alguna idea. Sin embargo, para crear el hábito de escribir sí construí mi propio rincón. Una mesa y una silla cómoda, una iluminación correcta y un poco de música. Suelo dar vueltas antes de escribir y cierro los ojos para concentrarme en el pensamiento. Una vez mis manos están en el teclado, el mundo se hace una imagen borrosa y solo existen las palabras y mis dedos.

¿Existen suficientes oportunidades de inserción y profesionalización para los artistas jóvenes en nuestro país? Desde tu perspectiva, ¿cuáles otras podrían sumarse?

Existen, pero no desde una temprana edad. Creo que la creación literaria es la que menos se desarrolla en talleres, círculos sociales o escuelas. No deberíamos encerrar la oportunidad de escribir solo hasta que seamos adultos y podamos conocer sobre las carreras del ISA o el Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”. Para desgracia de muchos, esta tardanza hace que se llegue a la decisión de escribir en momentos que pueden ser inadecuados. Si existen otras vías, no las conozco, y este es otro obstáculo: siento que se debe dar más promoción a estas oportunidades y de esa manera romper con el mito de que ser escritor es inalcanzable.

¿Cuáles autores son tus referentes?

En esta pregunta no puedo hablar solo de autores. Existe una influencia muy grande de la literatura latinoamericana en mí: desde la obra de Samanta Schweblin, que logra ahogarme con cada historia que cuenta, o la magia de Gabriel García Márquez, las metáforas de Dulce María Loynaz, Virgilio Piñeira y Fina García Marruz, el teatro desgarrador de Agniezka Hernandez, hasta la nostalgia de Osvaldo Doimeadiós y de la fortaleza de Taimí Diéguez Mallo. Busco mucho en la fotografía de Lisbet Goenaga, la poética de Anyel Diaz Goenaga y el lente de Jennifer Albín Betancourt, mujeres a las cuales considero amigas y también grandes fuentes de inspiración. No puedo dejar de mencionar el trabajo de la artista Erika Ivacson, el actor Arnaldo Galbán y el director de cine Fernando Muraca, a través de los cuales descubrí espacios donde el arte se transforma en espíritu. Libros como Las edades de Lulú, de Almudena Grandes, La novia de Sandro, de Camila Sosa Villada, Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, y Sacrificios humanos, de María Fernanda Ampuero.

A tu criterio, ¿qué de nuevo aporta la literatura joven cubana al panorama de la escritura canónica de nuestro país?

Estamos conociendo una generación que cada vez tiene menos filtros, que no teme mostrarse vulnerable, real y diferente. Estamos frente a autores que reciben constantemente información y se interesan por experimentar con la escritura y llevarla hasta límites desconocidos. Artistas con menos pelos en la lengua y con muchas ansias de gritar lo que se esconde en sus almas (y en las de aquellos que no se atreven). La literatura joven se está formando desde el dolor de muchos cambios y pérdidas. Cada vez se siente más la fortaleza de una generación que no le teme a sus lágrimas.

¿Quién es Shabely Botello, más allá de la página en blanco?

Creo que soy por etapas, como todos, de alguna manera. Hoy puedo describirme como una mujer con fantasmas y hojas en blanco. Un baúl lleno de recuerdos y abrazos. Una fotógrafa de lágrimas, de lágrimas de luz, a las cuales no temo.


Convoca Ediciones La Luz al II Concurso Nacional de BookTubers Atrapasueños

Ediciones La Luz, casa editorial de la Asociación Hermanos Saíz en Holguín, vuelve a abrir las puertas a sus lectores con una invitación. Por segunda vez convocan al Concurso Nacional de Booktubers Atrapasueños.

El sello, junto a la Cámara Cubana del Libro, la Dirección Provincial de Cultura, y el Centro Provincial del Libro en Holguín instan a participar a niñas, niños, adolescentes y jóvenes hasta 18 años. Solo deben realizar un video donde reseñen un título publicado por Ediciones La Luz.

Las categorías se han establecido de acuerdo a tres grupos etarios fundamentales: de 5 a 9 años, de 10 a 13 y de 14 a 18 años. Se otorgará un premio único en cada categoría. Igualmente, se ha dispuesto la dirección electrónica alaluzseleemejor@gmail.com para recepcionar los videos que deberán enviarse con el asunto “Atrapasueños” en el mensaje. No obstante, los que residen en la ciudad de Holguín pueden dirigirse a la sede de la editorial a entregar su video de forma personal.    

Hasta el 30 de octubre se recibirán los trabajos y el dictamen del jurado se informará el 17 de noviembre de 2023.

Los videos finalistas y ganadores serán publicados en el canal de YouTube de Ediciones La Luz.

Este concurso toma su nombre del espacio de promoción que habitualmente conduce el escritor y editor Luis Yuseff y que se dedica al público infanto-juvenil donde se presentan los títulos publicados por el sello que tienen a las infancias como destinatario.