Reynaldo Zaldivar
Zapping: botones de cambio sobre la página impresa
En algún momento de esta historia, el Escritor Ambulante muere. No ahora. No en la primera página. Ni en la segunda. Pero en algún momento indeterminado el Escritor Ambulante morirá.
Así comienza este libro. Se anuncia la muerte de un hombre desde el primer párrafo. No es un hombre cualquiera: es El Escritor Ambulante. De algún modo protagonizará las historias, unas veces visible, otras desde la intertextualidad del conjunto. Truman Capote, Freud, Kant, Spielrein serán algunas de las voces traídas para validar la historia. Pero aclaro: el autor no cita de ellas, las trae a la mesa como una confirmación visual, como si su presencia justificara el discurso.
El libro comienza hablando sobre El Escritor Ambulante, pero en la primera página solo hay un flamenco, un bulto rosado que apareció flotando en la fuente de la plaza. Este será, tal vez, el primer movimiento de cámara o el dedo sobre el botón del mando a distancia para cambiar de canal, porque a nadie le interesa otra historia de un escritor que atraviesa con sus problemas la ciudad. El autor lo sabe, pero es un tipo que se burla de lo netamente psicológico y convierte, la narración, en un campo de batalla, donde lo común pasa a ser milagroso.
(Te hablé del flamenco) ¿Recuerdas qué había un flamenco? Bueno, ni el escritor ni el flamenco son por sí solas imágenes afortunadas. Vuelves a cambiar de canal. O eso piensas. Pero ya no eres tú: ahora el autor dicta las reglas y en cada párrafo te hará creer que haces zapping sobre los cuentos para huir de personajes comunes. Como en los grandes comerciales televisivos, no te darás cuenta de la sugestión.
Y vuelves al control remoto para buscar otra historia.
En la página 27 te encuentras un personaje leyendo un libro. Un libro de sexo, que se deja leer con fluidez. El personaje comienza a excitarse. Disfruta de su alter ego protagonista, que se folla a su madrastra viuda. Lo que sucede a continuación, deja ver una ingeniosa habilidad para rematar ideas, una habilidad que se mostrará con exquisita frecuencia en los demás relatos. El personaje está completamente excitado. Ahora pasan anunciando que ha llegado el picadillo a la tienda. Y el picadillo hace que se le baje la erección a cualquiera.
Hay un excelente manejo del sociolecto de los personajes, siendo fácilmente identificables con la primera lectura sus características personológicas. Los referentes contextuales y el expresionismo usado sitúan las narraciones en una Cuba contemporánea. Sirva de ejemplo un fragmento del diálogo en la página 29:
Por la televisión anunciaron un frente frío para estos días y Rubiera nunca se equivoca.
Al fondo Bruno Mars puede cantar Talking to de Moon, un tipo llamado Max Perkins recitar en alta voz El Malestar de la Cultura, e imaginar que sea un largo poema en alemán, pero Rubiera es inevitablemente cubano… y Rubiera nun-ca se e-qui-vo-ca.
Los diálogos cortos, situados en oraciones breves, harán la lectura fácil y atractiva, y servirán para mostrar el pulso del autor que se avalancha sobre el lenguaje con un evidente poder de síntesis.
Estamos en presencia de un libro de cuentos, donde predomina la versificación del texto formando un patrón visual estético atractivo y sin congestionar la página.
El narrador no descuida al poeta. Abundan imágenes con una fuerte carga lírica, como si buscara con ello esponjar la caída brusca que provocan algunos diálogos. Los siguientes casos lo ilustra:
―No sé tú. Pero yo odio al jodido Shakespeare ―me dice
y yo miro sus manos, dos bloques de granito negro que se
alejan y comienzan a marcar, indómitas, el ritmo lujurio-
so de los tambores salvajes.
Subo las escaleras de hierro y la tijera en mi mano es un agujero oscuro que amenaza con devorarlo todo.
El autor de este libro se llama Ragnar Wilfredo Robas. Nació en Imías (Guantánamo) en el convulso año de 1989, cuando para el mundo caía el Muro de Berlín y en Cuba, el Héroe de la República Armando Ochoa era acusado de alta traición. Nace el mismo día que los grandes poetas Retamar y Sucre, de madrugada, como para romperles el sueño a todos. Y lo consigue: este libro que presento no te dejará dormir hasta que lo termines.
A sus 33 años, Wilfredo ya tiene una sólida obra en constante construcción. Poeta, narrador, pintor e ilustrador. Su primer libro, Punto de Quiebre, llegó a los lectores por la editorial El Mar y la Montaña, en 2017. Un libro de poesía que disfruté hasta el encogimiento.
Zapping es otra cosa. La prestigiosa Editorial de la Asociación Hermanos Saíz, Ediciones La Luz, tiene a bien publicar estos 17 cuentos, con la edición de Adalberto Santos y el diseño de Robert Ráez. La imagen de cubierta es de Annelí Pupo, que no solo generará el click sobre el disparador, sino que protagonizará la historia. Y digo historia, en singular, porque el lector se enfrentará a una secuencia de imágenes individuales que irán construyendo la panorámica de una historia central. Los personajes interactuarán, como si de una página a otra se gritarán en alta voz los improperios, la lectura de Proust, mientras alguien con los dientes afilados le hace a otro el sexo oral.
Sospecho que al leer este libro reconocerás alguno de los personajes, como un hijo, que con un palo de ocuje, espanta las auras para que no lleguen al cadáver de su padre. Porque, según Ragnar, uno puede matar a su padre, pero no puede dejar nunca que se lo coman las auras.
Onel Pérez: «La poesía es un acto de formación»
Onel Pérez Izaguirre es una de las voces más interesantes de la poesía hecha por jóvenes en el actual escenario cubano. Hombre de pocas palabras, contundente con el verso; sus textos se disputan el espacio, como si todos quisieran habitar la misma página. Su libro Fosa Común mereció el premio Poesía de Primavera 2017 y fue publicado al año siguiente por Ediciones Ávila. Este mambí ha vivido todos estos años en Baire (Santiago de Cuba) y se posiciona nuevamente en la atmósfera literaria, mereciendo el premio Calendario de Poesía 2022.
En varias ocasiones conversamos sobre su libro Cables de alta tensión. Habló de mandarlo a una editorial porque el cuaderno no había tenido suerte en los concursos. Sin embrago insiste, una y otra vez insististe, en procurarle al libro su valor real. Hace poco se anunció que el cuaderno había recibido el premio Calendario, que es con mucho, el reconocimiento literario más importante para los jóvenes escritores cubanos.
¿Te consideras alguien persistente?
Sí, creo que soy persistente. En la literatura como en la vida, es necesaria esta cualidad para crear o hacer cosas valiosas… y más las que son del espíritu: estas son imperecederas.
¿Crees que el jurado determina el valor real de la obra?
Cada jurado tiene sus esquemas de apreciación estética, su forma de ver el arte y el mismo proceso creativo. Yo respeto a los jurados: siempre están entre la espada y la pared. Son muchas las obras buenas que se presentan a concursar y solo una, en la mayoría de los casos, debe ser la ganadora.
El grupo literario Café Bonaparte, comandado por Eduard Encina, contribuyó a tu formación como escritor. ¿Qué era Onel Pérez antes de Café Bonaparte?
Solo era un muchacho introvertido que le apasionaban los libros y se entregaba a ellos como si fuera lo único que existiera. Todavía lo soy, pero gracias a Dios, y a la existencia de este espacio, heme aquí: transformado. Crecer bajo la sombra de Eduard y de Jorge L. Legrá es de las cosas más bellas que me han sucedido. Eduard, con su mirada crítica, dura, pero salvadora, era (es) un ser excepcional, de un valor ético único, con un sentido de la humildad y de la fidelidad a prueba de fuego. Siempre será mi hermano, un padre. Jorge ha estado ahí para regañarme con paciencia y sabiduría. “El Puro” me ha llenado de su pureza.
Hay un tema recurrente en tu poesía. Lo vi en Fosa Común y lo he visto asomarse en Cables de alta tensión. Me refiero al “poder.” En uno de tus textos afirmas, incluso, que «el poder desfigura». Coméntame de esto.
No somos electrones a la deriva, somos seres sociales. El poder es una de las cuestiones que más me interesa criticar. El poder como burocracia, como ente que hacen daño, que no resuelven nada. La poesía está para denunciar, tiene ese poder y me ha tocado usarlo. La poesía es un acto de valentía. Es una de mis trincheras.
Muchos historiadores centran el inicio de la Guerra Necesaria en tu pueblo. Las luchas por la independencia y la libertad de la nación han dejado una huella indeleble y una fortaleza de espíritu que caracteriza a la mayoría de los bairenses. ¿Sientes esta influencia en tu proceso creativo?
Sí. De una forma o de otra, las guerras de independencia están en mi escritura y me definen. No soy un historiador, pero creo que llevo la historia en la sangre. Escribir en Baire es un reto, pero nada define el espacio físico, ni estar alejado cientos de kilómetros de la capital provincial. Te define tu mente, lo que te propones. He ahí lo que me he construido. La poesía es un acto de formación.
Me gustaría que hables sobre la extensión de tus poemas. La brevedad con la que escribes bien que podría simular una carga al machete, el tiempo entre el toque del “corneta” y el contacto con el enemigo. Tu poesía tiene la extensión de una emboscada, o mejor: el tiempo que dura la sorpresa de la emboscada.
Al hablar de mis poemas, recuerdo una sentencia del poeta García Blanco diciendo que yo era un poeta minimalista. Y es como dice Martí: más ideas, menos palabras. No me gusta el palabreo en el poema. El poema es mucho más que palabras.
La Guerra Necesaria le da protagonismo a un poeta: José Martí. En tus textos abundan referencias y conceptos martianos. Históricamente, los bairenses se esfuerzan por mantener latente el romántico hecho de un poeta que da la vida por su patria. ¿Qué opinión te merece la obra martiana?
La obra martiana tiene un valor incalculable. Siempre hay que volver a Martí. Fue un intelectual: esa debe ser nuestra meta. Su Diario de Campaña es exquisito. Esa relación de intimidad con la naturaleza es sorprendente. Hay que volver a Martí como niños, como buscando algún tesoro.
Háblame sobre tu proceso creativo.
El poema tiene que sorprenderme trabajando: leo, hago apuntes y pienso en el próximo texto. La musa existe, pero no soy de los que creen mucho en ella. Mi proceso creativo no tiene nada del otro mundo. Escribo, reviso, tallo el poema… como decía Boti. Y después sigo leyendo. Reviso el texto aún después de estar publicado. Para mí un poema termina cuando deja de hablarme. Le doy taller, se lo muestro a los colegas. Es un proceso donde la belleza muestra sus máscaras.
¿A qué público deseas llegar con lo que escribes? ¿Crees que la poesía puede influir en la sociedad?
Con lo que escribo deseo llegar a todos, aunque respeto mucho el público infantil. La poesía tiene que comunicar, sin olvidar sus patrones estéticos, donde la belleza es su valor esencial. La poesía puede contribuir en la sociedad de hoy. Ella tiene el valor de la vida en sí y da protagonismo a temáticas que tristemente se están perdiendo. Tiene un valor de sanidad espiritual increíble.
Eres psicopedagogo de profesión. A diario interactúas con las primeras edades. ¿Qué opinión te merece la juventud cubana?
A la juventud cubana le ha tocado vivir muchos procesos de cambios. Ellos son héroes: en sus manos están los derroteros de la nación. Son el timón. Hay que escucharlos atentamente.
Vi en los ojos de tu padre un gesto hermoso cuando fuiste a recibir el premio Calendario. ¿Cómo te sentiste? Eduard estaría orgulloso de ti. ¿Qué crees que te diría?
Una de las cosas más bellas es que mi padre estaba conmigo en la premiación. No tengo palabras para agradecer tanta belleza. Pero faltaba un amigo entrañable, Eduard. Él me apretaría con fuerza, como solía hacer, y me daría un beso. Eso haría Eduard Encina. Él me diría: “Guajiro, hay mucho machete que dar todavía”.