Reynaldo Zaldivar


Los “Rituales de la culpa” de José Luis Laguarda

Se pondrá viejo el siglo y los investigadores preguntarán cómo eran las interioridades de la sociedad cubana en las primeras décadas del dos mil. Querrán detalles acerca de cómo fluían las noches, las transfiguraciones en algunos parques donde faltaba la luz, en qué parte hacían el amor esos seres sin casa ni dios que los soporte. La prensa carecerá de estos detalles, o los tratará de modo solapado. Para llenar ese vacío existirá Rituales de la culpa. Lejos de ser pensado como notas historiográficas, este libro representará un referente ineludible a la hora de describir las problemáticas de la sociedad actual.

Rituales de la culpa es el primer libro de José Luis Laguarda. Un autor que, de no haber nacido poeta, tenemos que mandarlo a hacer. Y esto lo digo porque, desde Vanessa Springora con “El consentimiento” o el francés Jean Marie Roughol, no leía (fíjense que esto es una afirmación muy personal) sobre las temáticas que este libro aborda. Con el valor añadido de ser tratado íntegramente desde la poesía y describir situaciones que han sucedido (suceden) en la Cuba contemporánea.

Laguarda se adentra en el subsuelo de la sociedad para desmontar un entramado espiritual que escapa a los ojos de la mayor parte. En sus páginas mostrará escenas de la prostitución infantil, el apreciar de los que mendigan en la ciudad por pura costumbre o de aquellos que acuden a ella a intervalos para aplacar alguna que otra necesidad del cuerpo o del espíritu. Pondrá su poesía a relatar los deseos sexuales y la experimentación en ascenso propio de la juventud, pero en un maestro de escuela, en un director de empresa, en un extranjero.

El cuaderno consta de veintitrés poemas que el autor separa en dos secciones: “Rituales” y “Pecados capitales”. Al ir leyendo notarás un equilibrio interno y no precisamente por estar acomodados ateniéndose a un orden lógico, sino por aparecer al mismo ritmo de cualquier conversación secular, llena de ramificaciones, pero en este caso, sin alejarse del hilo conductor entre temáticas.

CUCHILLAS DE AFEITAR

Este es un poema que muestra una sala de urgencias en un pequeño hospital de campo. El personaje que aquí se describe ha llegado con heridas auto-flageladas. Para él la sangre es un modo de estar sucio y limpia el cuerpo a través de las heridas. Cuchillas de afeitar que hace años conserva en sus bolsillos y acaricia en busca de un escape. Está el doctor suturando sus aberturas. Lo mira con detenimiento hacer su trabajo, para lo que estudió durante muchos años. Mira el hilo verde de la sutura, el ajetreo de sus manos. Y nota, ahí donde limitan sus guantes, las marcas de viejas heridas similares a las suyas.

En este libro se va a repetir con acento la esencia de este texto: al frente de un aula, vestido de policía, ingeniero, intelectual, ministro, turista… o lo que desees imaginar como lector, están esos secretos, esas penas, deseos por los que tú puedes estar transitando y esto, a su vez, afectará (o no) el ejercicio de sus funciones.

REMINISCENCIAS

Aparecen en este cuaderno dos textos que nos transportan específicamente a Buenaventura. Y este, Reminiscencias, es uno de esos. Aquí se habla de una tierra entre ríos donde la gente, venida desde el fondo de la isla para ocupar el lugar de los que se fueron, vive sus penas, su triste realidad. La gente ha olvidado las razones por las que en ese lugar fueron felices los jóvenes de la pasada generación. Prefieren negar y permanecer. Y permanecen como atados por una maldición.

En este texto se anota, para no morir jamás, una de las principales causas del deprimente estado emocional de una parte de nuestra sociedad: dejar de sentir como propio el suelo que se pisa, negar la identidad, porque la identidad se confunde con las causas de la pobreza.

ENGAÑEN, FINJAN, COBREN

Aquí se describe una de las escenas más difíciles para sociedad: la prostitución infantil. Veremos una casa convertida en burdel, una madre que usa el cuerpo de sus hijos para mitigar el agujero económico que ha dejado la partida del padre. La historia está contada en primera persona del singular: es el afectado, con toda la niñez que puedas ser capaz de soportar, quien relata una a una las situaciones a las que se enfrenta. Por muy desgarradora que pueda representar este tipo de lecturas, es un texto necesario para la literatura de este siglo, a la que no debería escapar la más baja condición humana.

RAMAS EN CRUZ

Aquí vemos al poeta detenerse en la miseria de la ciudad. Conversa con los mendigos, los que buscan debajo de la mesa de dios migajas para entretener el hambre. Se describe forastero. Y ya con forastero podemos entender a alguien desprovisto físicamente de su patria, con limitados derechos civiles. El término forastero va a recoger el sentir del autor en la mayor parte de este libro. Veremos a alguien venido desde lejos, tan lejos como Buenaventura o algún rincón de la memoria, para buscar en la ciudad satisfacer alguna que otra necesidad que impone el cuerpo o la poesía. Forastero en su propia casa, cuando los suyos pongan a un lado su condición de poeta. Forastero en el sentido bíblico del término, como los prosélitos, que muchas veces se acogían al sistema de leyes judías, pero no asumían la fe y los rituales que esto conllevaba. El poema hace evocación a la emigración del campo hacia las ciudades en busca de la supervivencia.

ROBOS

José Luis afirma: “Somos una especie que vive del hurto/ del robo sutil a otros.” Aquí se describe una sociedad donde predomina el hurto: la lengua que roba los sabores de otras bocas, el transeúnte que esquiva el pago del transporte público, la música que se roba el aire.  Al caminar el autor siente que también es un ladrón: roba la vida a las hormigas. Roba el olor a los otros. Es un profesor y ahí está la pizarra robando su vida, fría como el mismísimo invierno.

“Por estas tierras caminó Ballagas buscando lavar sus culpas en la cañada”, sentencia. Y es la manera sutil que tiene Laguarda para hacernos notar que la situación se ha extendido generación tras generación, poeta tras poeta. Emilio Ballagas, hoy prestigiosa figura de nuestras letras, en algún momento de su existencia, cuando no era más que un transeúnte en las calles de Buenaventura, busca en los rezos, en la cañada de Juana Pérez (como describe en su poema Agua medicinal) lavar sus culpas porque también se siente ladrón o sencillamente porque le están robando su vida. En una acotación José Luis nos anuncia: “yo no lo intento”. Parece que el desánimo ha ganado la pelea. El poeta ha dejado de buscar una transformación. Sin embargo, el final es otra vez inesperado: “Una vocecita inquieta me increpa:/ ¿Maestro, por qué ha faltado hoy?”.

Son múltiples las razones que cada uno de nosotros encuentra para enfrentar la vida, con todas sus asperezas. Este texto no es más que una reflexión muy útil sobre el tema. Y me parece oportuno en estos tiempos donde sentimos robada nuestra estabilidad emocional. Es urgente encontrar qué nos motiva a seguir, qué nos mantiene vivos, cuáles son los pilares de nuestra felicidad.

Mientras leía anoté muchísimo de lo que me pareció importante. Sin embargo, he procurado mostrarles una panorámica de lo que es Rituales de la culpa sin que esto represente leerles el libro. Queda a su encargo el disfrute, verso a verso, del constructo de esta obra que llena, con poesía, un vacío sustancial que la mayoría de las veces se deja a la narrativa o las notas historiográficas.



Superando el temporal con Javier Zaldívar

Las canciones de Javier Zaldívar son el gesto con el que explica su posición ante la vida, el ademán que nos anuncia una pausada combustión. Su breve edad artística es proporcional a sus canciones que, aunque no son abundantes, muestran una poesía de limpia construcción que amenaza con la sobrevida. Es uno de los miembros de más reciente ingreso en la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Guantánamo. Sin embargo, su primer contacto con esta organización fue en Granma, su provincia natal. Allí, en una familia sin trascendencia artística, pero con muy buen gusto musical, daría pasos que definirían su actual membresía en esta organización de vanguardia juvenil.

Mi primera guitarra fue la imitación de una que vi por televisor. Yo tenía nueve años. En ese entonces contaba con un pedazo de pleibo de forma cuadriculada, un trozo de madera, doce clavos y un rollo de alambre dulce. No puedo decir que sonaba bien, pero era lo que podía resolver un niño y su imaginación. Años más tarde mi mamá me compró mi primera guitarra real. Era un tres adaptado a guitarra, con esa aprendí mis primeros acordes.

Creo que la trova me encontró a mi. Estaba en el preuniversitario Julio Antonio Mella en Bayamo, Granma, cuando comencé a enamorarme de la asignatura Español-Literatura. A veces escribía algo, para cambiar los días, y sin darme cuenta eso se fue convirtiendo en un refugio. Había aprendido algunos acordes en la guitarra, y un día me atreví a ponerle música a algo que tenía escrito, influenciado también por la música que escuchaba: Silvio, Arjona, Varela, Melendi, Frank Delgado, Polito, entre otros.

Javier es ingeniero en telecomunicaciones y electrónica, y asegura que la universidad le ha enseñado a ser más aplicado, autodidacta, a ordenar el trabajo y las ideas. Actualmente trabaja en ETECSA (Empresa de Telecomunicaciones de Cuba), en la división territorial Guantánamo, desempeñándose como especialista C en telemática, en el departamento de operaciones de la red.

Bajo la tutela de la AHS se han formado incontables artistas y escritores provenientes de diversas especialidades y grupos sociales. Este es el caso de Javier, que ve en la organización juvenil representados sus intereses. Además, funge trampolín para la divulgación de su obra y la participación en actividades y eventos.

Supe de la AHS recién empezando el servicio militar, y comencé a frecuentar diversos espacios donde se realizaban actividades. Esto me motivaba. Luego un amigo trovador de Bayamo escuchó alguna de mis canciones y me explicó como funcionaba esta organización, su objetivo y el entorno en que se vive. Me interesó de inmediato, pero realmente no aspiraba a formar parte: veía demasiado talento, y aún lo sigo viendo, personas con una manera de ver el mundo muy diferente y de forma tan bonita, que a veces creía que no estaría a la altura.

Comencé a participar en peñas de trova y literatura en Bayamo, luego a familiarizarme con los eventos que se hacen en la localidad, como Canción al Padre y Rock de la loma. Al mudarme para Guantánamo me atreví a dar el salto, animado por el jefe de la sección música que me escuchó un día en un taller literario y se comprometió a ayudarme en el proceso… y cumplió. Hace aproximadamente 9 meses formo parte de esta organización. He participado en casi todos los eventos que se han realizado en Guantánamo. También en Romerías de Mayo, en Holguín. Esto me ha permitido ver otras formas de hacer la música y seguir creciendo como trovador y como artista, descubriendo cosas diferentes, llenándome los ojos como alquimista al borde de una gran conjetura.

Quiero agregar que el concurso para jóvenes trovadores El Árbol que Silba y Canta, como parte del evento Del Verso y de la Miel, en Báguanos, fue el primer evento al que fui como trovador fuera de la provincia en que vivo; una experiencia inolvidable. Gracias a eso pude conocer obras como la de Ivette María Rodríguez, Lay Verdecia, la familia Cabreja, Adrián Álbarez, Jesús Ricardo Pérez, y la oportunidad de hacer amigos como el poeta Nolberto Molina. Además: descubrir Báguanos, con toda su magia.

Javier se está estrenando como padre: un niño llamado Jesús que se queda mirándolo fijamente como si escribiera en cada parpadeo una canción.

Creo que lo voy llevando bien, Jesús es tranquilo, por ahora, a veces me mira fijo y siento que me mira el alma. Es el regalo más bonito que me ha dado la vida y Dios en este año. Veo como va descubriendo y aprendiendo cositas, de apoco… la vida no tiene fin en los ojos de un hijo.

Pero no representa un contratiempo, tampoco su empleo alejado del arte. Cuando le pregunté sobre su mayor reto, apuntó a una temática que podría considerarse un asunto medular de esta generación: “Siempre ha sido un desafío sobreponerse al temporal”.



Hombre con sombra de árbol

El libro Nocturnidades, premio Calendario de poesía en el año 2005, fue para mí una pausa de fe. Luego supe que el autor de esos poemas era aquel hombre, eternamente “muchacho”, que sonreía con brevedad en las charlas sobre la editorial Reina del Mar. Estábamos por esos días en Mayabeque, en el evento Ítaca, que coordina la Asociación Hermanos Saíz en el territorio. De ahí en adelante nos hemos visto tantas veces que no recuerdo, o es que Ian Rodríguez está en todas partes (iba a decir “como el arroz”, pero ya sabemos que el arroz ha dejado de estar en todas partes. Así que el término lo acodaré a la poesía: estás en todas partes, como un árbol que, negado al terreno propio, echa sobre sí sus raíces y se avienta al mundo para regalar a todos su sombra). Y precisamente es de esa sombra que das a otros, lo que me interesa que hablemos. Porque sucede que eres de los promotores más incansables que conozco.  

Para cuando recibí el premio Calendario residía en Cumanayagua y trabajaba como Asesor Literario. Ya entonces impartía allí un Taller que fue el antecedente de Palabras con sombra de árbol. Aquel se llamaba En el vórtice de la contemporaneidad y era exclusivamente para interesados en apreciar y escribir poesía de ese municipio montañoso. Recuerdo con agrado ese taller, en particular, la incorporación numerosos actores del grupo “Teatro de los elementos”.

En la época de La Pandemia tu curso se volvió algo masivo: escritores de todo el país se sumaron, de un modo u otro, a ese juego de equipos virtuales. Cada día, incluso a las horas más improbables, había alguien debatiendo asuntos relacionados con la literatura. Pero se hacía como parte de un juego competitivo, jocoso, tenso a veces, pero muy amigable.

En realidad yo venía desplegando ya muchas acciones de esas antes de La Pandemia. Para mí Internet y las redes sociales ya eran opciones de trabajo y de promoción habituales y familiares… Entré cómodo al momento que la circunstancia para otros impuso. Con La Pandemia lo que me ocurrió fue que descubrí que la app WhatsApp podía ser mejor empleada por sus bondades y el nivel de accesibilidad que tienen a ella muchos creadores. El Curso Palabras con sombra de árbol se expandió a lo largo del país. Lo más significativo de ese momento de expansión, en la que entran a rivalizar tres equipos con escritores de toda la nación: Invasores del Oriente, La Sociedad Secreta PowerTun y Los Águilas de Sangre, ha sido recogido en la entrega No. 85 digital de la revista cultural villaclareña Umbral, que le dedicó al Curso un número completo, con toda su historia, varias muestras de sus diferentes dinámicas para ilustrar, con un diseño hiperatractivo. El Curso se imparte a través de un juego interactivo de roles donde la poesía, la confraternidad y la amistad son las principales motivaciones, aún cuando haya competencia o rivalidad. Contar, además, con autores de una obra sólida que participan como consejeros o “druidas”, ha sido una fortaleza que agradezco, porque ellos ocupan su preciado tiempo para interactuar sin recibir nada que no sea, eso, mi agradecimiento.

Imágenes usadas como parte del curso Palabras con sombra de árbol, donde se enfrentaban, en juego virtual, escritores de todo el país unidos por equipos.

Para el boletín Calle Real, de la Revista Cauce, publicado este mes, hablaste sobre los jóvenes escritores de hoy. El irrespeto por las figuras tutelares se ha masificado. Son más los que buscan la aprobación de los amigos que la corrección de los que tienen una obra formada. He visto de cerca cómo sucede en el curso que impartes por WhatsApp. Me gustaría saber cómo haces para que esto no te derrumbe, para que tus deseos de ayudar a otros no se vean afectados por el desagradecimiento de algunos.

Para que no me derrumbe, como dices, nada: lo primero que hago es no pensar en que existen desagradecidos, yo ocupo mi tiempo en ayudar a otros, por la sencilla razón que hubo autores que antes lo hicieron conmigo, y no encuentro otro modo de reciprocarles, que hacer lo mismo y multiplicar lo que me enseñaron tanto ética como literariamente. Yo creo que si algo nos está faltando hoy en las instituciones culturales es la vocación de entrega, y la sagacidad de asumir los retos nuevos. La institucionalidad cultural ha sido siempre morosa para atemperarse; hoy a mi juicio no está preparada, ni tiene la capacidad moral de dar respuestas a las nuevas prácticas e inquietudes creativas. Siguen actuando a la vieja usanza, van en el último vagón y los creadores son locomotoras que no necesitan abastecimiento de carbón, ni batería. Los creadores vuelan, burlan todo lo que se le antepone, derrumban muros con su quehacer, o sencillamente los ignoran, en pos de alcanzar lo que se proponen.

Diseño de imágenes: Noemy Marrero

El trabajo del escritor es silencioso, casi siempre es un adeudo de interiores. Poco importa si aparece un lector mañana o dentro de dos siglos. Si la obra se publica ahora o el año próximo… incluso si no se publicara, seguiríamos escribiendo. Pero no sucede así con el trabajo del promotor. El promotor es una maquinaria de hacer la cultura, casi siempre para el aquí y el ahora. Esto acarrea más contratiempos: a veces las condiciones no son favorables para llevar a cabo un proyecto, y esto puede mediar entre lo que se desea lograr y el resultado final. En tu caso pasas muchísimas horas pensando en los demás, trabajando para los demás… esto sin recibir por ello remuneración. Siempre me ha resultado curioso saber cómo te las arreglas para sentir que eso que haces vale la pena. ¿De dónde nace tanta energía, esa motivación para crear constantemente espacios para que las demás personas sean los protagonistas? ¿Has tanteado la posibilidad de que alguna institución remunere el tiempo que inviertes a favor de la literatura? En definitiva: después del Curso de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso no existe otra preparatoria literaria que haya involucrado a tantos escritores en nuestra isla.

A veces el Curso ha contado con apoyo, un tiempo lo acogió el Centro Provincial del Libro y la Literatura de Cienfuegos, otro lo encausé por la UNEAC, luego lo acogió la AHS (y fue cuando llegó a su esplendor). Si te soy sincero, hoy no necesito que ello suceda. Un apoyo nunca está de más, pero de la manera que el Curso funciona no es muy necesario, no es imprescindible, funciona y ya vez cómo: con mi tiempo y escasos recursos. Yo sé por lo que estoy apostando. Tengo bien claro de la cosecha jugosa que a lo largo del tiempo un curso con raras características va a dar. Y no lo hago por mí: trabajo para los que dentro de unos años van a estar apuntalando la literatura de este país. De hecho: trabajo con y para muchos que ya hoy la apuntalan.

Diseño de imágenes: Noemy Marrero

¿Por qué Paco Mir? Recuerdo tu gira por las provincias, esperada por las “tribus” que se habían formado en el mundo digital en torno al curso que impartes, y que resultó todo un hecho histórico. Y sin lugar a dudas una eficaz campaña promocional en torno a la obra de este importante escritor.

¿Por qué Paco Mir? Porque fue, además de mi mentor, un gran amigo, un padre. Este año estaría cumpliendo 70 años y esa es la razón por la cual he redoblado los esfuerzos al costo que sea, sin importar el tiempo que me ocupe y que podría estar destinando a mi obra personal. Con Paco aprendí que los otros te completan. Yo imparto una buena parte del Curso, y coordinar sus acciones ocupa tiempo de diseño para que al llevarlo a la práctica resulte lo que anhelas, o se acerque al menos a un noventa porciento de lo soñado.

Diseño de imágenes: Noemy Marrero

Háblame un poco del poeta, ese hombre silencioso que llevas dentro. ¿Qué ha pasado con tu obra personal? ¿Ha sido afectada por tu trabajo de promotor?

Si Nocturnidades significó para ti una pausa, lo fue para mí también: es el primer libro que escribo una vez radicado en Cienfuegos, y es un poemario donde abandono la práctica intimista de mis tres libros anteriores, para asumir una mirada más colectiva, como si anduviera por el mundo con una cámara fotográfica en las manos, reteniendo paisajes y actitudes. Ese cuaderno tiene una voz más plural. Es un libro que quiero mucho, en tanto significó un cambio visceral en mis procesos creativos.

A la par de los ejercicios que pongo, al mismo tiempo que los matriculados, voy confeccionando mis textos. No he dejado de escribir por dar el Curso, al contrario, el Curso me incentiva, y no solo me estimula: el Curso me enriquece. Dialogar e intercambiar con voces más jóvenes, y en el caso de no tan jóvenes, con otras miradas, es siempre un plus, una bonificación que si sabes aprovechar te ayuda a consolidar tus propuestas. Yo siempre en ese sentido, digo como decía Paquito: “doy menos de lo que recibo y obtengo”.

Mi obra poética por tanto, para responder a tu pregunta, se ensancha, no tengo claro si para bien o para mal, pero de que hoy no se parece a lo que escribía en 1997 cuando publiqué por primera vez, de eso no tengo la menor duda. Hay unos 12 cuadernos inéditos, navegando a concursos y otros poemas sueltos, esperando encontrar uno u otro lugar dentro de ellos.

Hasta aquí las preguntas formales. Me gustaría, antes de concluir esta conversación, interesarme por algo que me resulta curioso. Naciste en Las Tunas, tienes una conexión hermosa con La Isla de La Juventud y vives en Cienfuegos, Santa Clara o donde se te antoje. Cuando termine tu misión de vida, ¿dónde te gustaría ser enterrado?

Ah papi, me gustaría, como Huidobro, que el mar me regalara su música al golpear mi féretro entre arrecifes… pero eso es un imposible… prefiero que mis cenizas sean parte del viento. Así, por fin, volar libre por el mundo y llegar a conocer, aunque sea como átomo, el espacio sideral.



Zona limítrofe en un libro de Ariel Fonseca

Sentado en el parque descubro restos de una mariposa. Una mujer en vestido cruza la calle. Hay una cadena en su cuello, y la mano que toca su hombro es sin duda la misma que se la regaló. En la cadena cuelga una mariposa dorada. ¿Casualidad o es que en este libro todo parece planificado para que una escena sea consecuencia de la próxima? Con estas imágenes comienza la lectura de Restos, del escritor Ariel Fonseca Rivero, que vio la luz en 2018, por la editorial espirituana Ediciones Luminaria.

***

Un poemario donde será recurrente la imagen de la casa. A veces desde el balcón, la cama, el picaporte de la puerta. Pero siempre la casa: unas veces refugio, otras veces cárcel. No podría imaginar el autor que a finales de 2019 el mundo comenzaría a vivir, verso a verso, lo que en este libro describe casi como una predicción:

Voy al balcón         hojas secas      calle desierta

Tengo la sensación de estar viviendo un déjà vu

Una muchacha camina descalza        Algo en su

cara recuerda la muerte  

La soledad, el silencio, serán comparados al pez que mira el paso ralentizado de un dedo por el cristal de la pecera que le sirve como casa-jaula. Otros textos mostrarán imágenes de lo que acontece fuera: se sentará en el parque, saldrá a correr en las tardes, se confundirá con los escasos transeúntes. Sin embargo, cada una de estas escenas dejarán la sensación de imágenes construidas desde el encierro. Las paredes serán cada verso más perceptible.

La ciudad es un perro hambriento/   

Salgo a correr en las tardes/

Los transeúntes van/  

vienen/  

No ha cambiado el ruido/   

el olor de la impaciencia/

el sabor del conformismo/   

que corre por la garganta y nos impide respirar

Al final de este poema dirá, como una confirmación silente del espacio limítrofe y, tal vez, para insinuarnos el por qué de su distanciamiento: “El despertar es lo más duro de vivir”.

Mientras avanzo en la lectura siento que soy unas veces narrador omnisciente, otras el autor o el protagonista. Y es que el libro está escrito en un lenguaje conversacional, narrativo y fácilmente sugestiona por el modo de tratar el tema de la soledad, la enajenación, la prisión que en ocasiones somos para nosotros mismos.

En las altas horas de la noche el protagonista escribe y lee, se mantiene atento contra las trampas del sueño: quedarse dormido puede ser peligroso si la ciudad asecha amenazante.

A las tres de la mañana/

desde el balcón/

grito a la ciudad mi rabia

Podemos hablar de un libro construido desde la intimidad, donde el poeta nos describe con nostalgia las huellas de un amor que, en algunos textos, irá desapareciendo; en otros insistirá en mantenerse a flote como un sobreviviente que se aferra a la última tabla del naufragio:

El día que te conocí

descubrí la tortuga           Las gomas de un auto

habían machacado el caparazón     su existencia

se redujo a un montón de pedazos               que

imaginé un rompecabezas

Hoy       camino a casa        pensaba en la huella

cada vez más tenue

Jamás imaginé que el tiempo fuera capaz de

borrar algo tan fuerte      como una tortuga sobre

el asfalto

(Página 15)

 

Ensalivo el dedo y hago círculos en tu abdomen

Soy más idiota que antes       La vida me ha dado

por querer parecerme a todos             por no ser

nadie     Velo tu sueño como si alguien pudiera dañarte

(Página 26)

Ariel no esconde su postura de narrador. Ha dividido el libro en versos sin que cada poema abandone su conflicto. Sirva de muestra la página 20: la casa recordará los castillos medievales donde cuelgan en las paredes los trofeos de cacería. El autor intentará escapar del interior de la mansión, no sin antes acariciar las pieles de las bestias disecadas y sentir su dolor. Cada trofeo será una distracción inevitable. Al final una voz, que se describe como dulce y que a mí como lector me suena escalofriante, le instará a quedase, a besarla. Y la besará. Quién sabe si por amor u obligado por ser sorprendido huyendo mientras duerme. ¡Quién sabe! Intentará correr nuevamente y nuevamente fracasará. Las pieles y su dolor atraerán sus manos en una manía patológica y retardarán su escape. Al lector le quedará la duda de si “la voz” realmente existe o es la soledad que grita desde todas las esquinas.

Ha llegado la primavera y la gente camina sujeta al suelo por el cansancio, como si el invierno fuera imposible de olvidar. Se notan aburridas y aún así caminan. Los niños se mesen en los columpios y dan la impresión de que todo vuelve, vez tras vez, a ser lo mismo. La rutina y su torpeza llena el espacio. El autor se suma a esa multitud, camina. O al menos eso dice. Tiendo a creer que desde la ventana observa con dolor el paisaje e imagina que sus paredes dejan de ser el límite.

Llego a la última sección. El libro parece cada vez más breve y, sin embargo, la muerte asalta como la única salida del protagonista. La casa ha dejado de ser mencionada, pero es una alegoría que persiste. Ahora soy yo el que observa que los niños han vuelto y el ruido de los columpios es lo único que delata un tramo feliz.

Me movería al parque si no fuera más que otra farsa/

Es medianoche/

En el parque se detienen los columpios/

El olor a felicidad ajena me obliga a vomitar

A veces, acostumbrados a vivir de lo que a otros le sobra, nos negamos a creer que existe la abundancia. Los restos del dolor se anuncian en cada página: los transeúntes que pasean, las paredes de la casa, las bestias disecadas y hasta el invierno que insiste en golpear con sus recuerdos toda la consistencia de la primavera. Las puertas de escape han desaparecido para el último poema y el protagonista reprocha haber despertado. El silencio es desgarrador.



Voz de azúcar y batey: Ivette María Rodríguez

Báguanos es un batey azucarero, un lugar que bien define la expresión “dulce por su azúcar y fraterno de corazón”. Es, además, la cuna de un fuerte movimiento cultural que ha trascendido las fronteras territoriales y le ha legado al país un grupo de artistas y escritores que luchan por mantener latente su identidad por encima de todo.

Sin lugar a dudas es Ivette María Rodríguez una de esas voces indispensables de la cancionística cubana. Autora de un amplio repertorio, Miembro de Honor de la Asociación Hermanos Saíz Provincial y miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Desde lo más auténtico del batey azucarero ha sabido ganarse un lugar indiscutible en el corazón de todo el que la conoce, ya sea atraído por su música o por su personalidad maternal y de extrema sinceridad.

Mi formación viene de la EPIA (Escuela Profesional de Instructores de Arte) El Yarey, en aquel entonces ubicada en el municipio Jiguaní, de la provincia Granma. Ahí estudié cuatro años: de 1984 a 1988. Me gradué en la especialidad de Dirección Coral en Música, excelente escuela, por su claustro de profesores muy experimentados… salíamos muy bien preparados.

La graduación de mi grupo fue en el Monumento de Dos Ríos. Siento orgullo que en este sitio histórico me entregaran mi título y me reconocieran ser una de los dos mejores expedientes de mi año.

Gracias al Yarey, también disfruté de varios conciertos de Pablo Milanés en la Plaza del Himno de Bayamo, así como Silvio Rodríguez, de la Sinfónica Nacional y de lo más representativo de nuestra cultura en esta etapa.

 Soy abril precipitada, Cuatro puntos de riesgo, Mago de Oz, Tus manos a mi orilla… son algunos de los temas que la identifican y la sitúan como una de las voces femeninas más auténticas y sensuales de su generación.

Me recuerdo de niña participando en el programa televisivo “Recreo”, que se hacía en Telecristal. Me acompañó en la guitarra Alfredo Wenceslao “Puchi” e interpreté Fusil contra fusil, de Silvio Rodríguez. Ya como compositora… me había ido al Yarey de las Mercedes con algunas canciones hechas, por ejemplo Mediodía de amor”, que fue Premio de la Ciudad de Holguín en Música, en el año 2009.

Cuando regresé a Báguanos, ya graduada como Instructora de Arte, me empiezo a nutrir de la obra de algunos poetas de la localidad, como Luis Martínez, Rolando Bellido… después Orestes González. Comienzo a cantar en las peñas literarias y mi obra en lo adelante cobra otra vida, diría, hacia lo trovadoresco. Es entonces cuando nacen temas como “Largometraje”, “Cuando eres mi escalera”, “Soy abril precipitada”, “Cuatro puntos de riesgo”, entre otros.

Mi primera guitarra fue una “Sindo Garay”. Me la regaló Félix Viamontes en mis años de estudios en El Yarey. En 2002, Tatiana Zúñiga y Alina Alarcón, presidenta y vicepresidenta de la AHS holguinera, respectivamente, me hicieron entrega de la guitarra electroacústica con la que trabajo actualmente.

Un día llegué a la AHS para no irme nunca. Encontré oídos sensibles a mis canciones. En la AHS de Báguanos fundamos, realizamos sueños. La Asociación me dio la oportunidad de participar en las primeras Romerías de Mayo. Me dio la oportunidad de cantar junto a voces muy importante del país. De participar en festivales como el Pepe Sánchez, en Santiago de Cuba, La Canción Política, en Guantánamo, Cayamba in Memoriam, en Baracoa, Trova Viva, en Moa… entre otros.

La pérdida de la identidad cultural y la desapropiación de la cubanidad es un tema que se debate cada día con más fuerza. Pero el que conoce a Ivette sabe que para ella ser de Báguanos es un honor que no se discute, muy a pesar de todas las limitaciones que posee un pueblo alejado de las grandes ciudades.

Ha sido complejo llevar mi obra desde aquí. He soñado con realizar más, interactuar con otros músicos, otros formatos, pero desde un municipio se hace muy difícil. Me he perdido importantes momentos artísticos de la ciudad. Sin embargo, siempre he dicho que soy de Báguanos. Aprendí a quererlo. En el orden artístico lo que recibo es el impacto, la espiritualidad de las personas del pueblo.

Estuvo en México con su hija en los meses de julio y agosto de 2022. Su música fue acogida y aclamada por el público en cada uno de los sitios donde se presentó.

Fuimos invitadas por la Universidad José Martí de Latinoamérica, localizada en la hermosa ciudad de Monterrey, Nuevo León. Realizamos un grupo de actividades allí, pues en esos días cumplía aniversario de creada. Presenté un recital en la Casa Paz, de la propia universidad. Canté en el lanzamiento de un CD de un destacado vocalista del patio, el tenor Oscar Martínez, que grabara junto a la agrupación Cadetes Linares. Fui invitada a una importante peña de música cubana y de jazz en el centro de la ciudad e hice varias presentaciones todos los domingos en un espacio encantador, rodeado de una hermosa vegetación: “El Rincón de mi Ranchito”, en el municipio “Los Cavazos”, y donde mi bella Daniela me acompañó cantando temas míos y de otros compositores.

Nos sentimos muy a gusto y agradecidas por la acogida de los mexicanos, que son muy educados, tienen cultura, son generosos y son conocedores de la música cubana. Fue una experiencia hermosísima, que también agradezco a la UNEAC en Holguín su colaboración en materializarla.

Compartí musicalmente con el trovador Alex López (excelente juglar del género), el joven trovador Manuel Talancón, y con Roberto Biosca, músico cubano, director de la Orquesta Filarmónica de la Universidad de Monterrey. Proyectos y propuestas artísticas no faltaron y la invitación a regresar sigue en pie.

La trovadora no solo es conocida por sus canciones, sino por el trato amable y bondadoso que la caracteriza. Los jóvenes que acuden cada año al Evento Nacional Del verso y de la miel, o que participan en el concurso para poetas y trovadores El Árbol que silva y canta, que la AHS territorial realiza desde el 2000, hablan de la ternura de sus tratos y la humildad de su proyección. Esto es, sin dudas, una de las razones por la que se ha mantenido a su alrededor la unidad de la célula municipal. Incluso en los tiempos de más dispersión y carencia, el espíritu de su voz (siempre mas apegada a lo maternal que a lo protocolar) ha fungido como piedra de fundamento.

El ARTISTA, así con mayúsculas, no ha de manifestar que es el mejor. O sea: reconoce que no es el único que existe en los predios artísticos y, por supuesto, es capaz de ver el talento en su colega. Es lindo disfrutar de la obra del otro. Eso también nos legitimiza; todo esto relacionado con la falta de sencillez y la gran mancha de la vanidad que se vive actualmente.

Soy de las que me gusta ayudar y dar ánimo a estos jóvenes talentosos que llegan con un decir auténtico. Lo he vivido aquí en el evento Del verso y de la miel con muchos de ellos, que vienen creciendo junto a sus canciones. Te puedo hablar del tunero Jesús Ricardo Pérez Cecilia, o el guantanamero Javier Jesús Zaldívar; de Alito Abad, ingenioso, muy bueno; de Adrián Álvarez… por solo mencionar algunos. Es significativo todo el enjambre de ideas, estilos, maneras distintas de escribir las canciones e interpretar la guitarra; también los jóvenes artistas en general… y de tal manera los jóvenes escritores cubanos.

Calidad y talento hay: no tiene precio una bella canción, profunda, enaltecedora. El tiempo y las oportunidades la equilibran dándole su lugar, su luz.



Lunas que crecen en Jesús Pérez Cecilia

Abres Facebook y descubres que la prestigiosa cantante Shakira, despechada, va a una peña de trova en Las Tunas. En otra foto aparece un camión de carga donde se puede leer, en su carrocería, la invitación a ese espacio donde se presenta con regularidad el joven trovador Jesús Pérez Cecilia. La primera vez que lo escuché daba un concierto vía Telegram, en plena pandemia. Luego coincidimos en Camagüey, en el la sede de la Asociación Hermanos Saíz, y no tardé mucho en percatarme que aquel muchacho con guitarra es una de las voces más interesantes de su generación.

La música es algo que está conmigo desde niño, bueno, el arte en general. Siempre cantaba, actuaba, recitaba poesía. Tuve mi primera guitarra desde esas edades, pero no sabía tocarla, de hecho, me refugié en ella cuando estaba en el servicio militar. Con dos o tres acordes que me sabía comienzo a hacer canciones y al ver que a mis amigos y compañeros de la unidad le gustaban, al ver que la música alivia las tempestades del alma, me di cuenta que las canciones pueden salvar al mundo. Eso es algo que la vida me confirma todos los días.

Jesús estudió actuación en la Escuela Provincial de Arte “Manuel Muñoz Cedeño”, en Granma, y aunque afirma no ser buen actor, su interacción con el público y su proyección escénica lo delatan.

Estudiar esa carrera me abrió las puertas al mundo del arte y probablemente a una visión particular acerca de las cosas. A la semana de graduarme llegó la citación para el servicio militar y al cabo de un año y unos meses comenzaron a llegar las canciones. Al principio no me planteaba escoger entre la música y el teatro, pero la vida me puso en un punto en el que no puede escapar de lo que realmente me hace feliz: cantar.

El proceso creativo de los trovadores es super curioso. Se de algunos que para componer se encierran en su habitación y salen al otro día, despeinados y hambrientos. Otros se van al bar, piden un trago, y entre el bullicio de la gente y el sonido de las copas escriben.

No tengo un algoritmo, me gusta respetar el tiempo de la inspiración, sobre todo porque las canciones siempre llegan de forma inesperada y esa sensación es infinitamente hermosa. A veces llega la música primero, en otras ocasiones es la letra o simplemente un verso que germina. También ha pasado que tengo una melodía dando vueltas en mi cabeza. Curiosamente, caminar es algo que hace que las musas bajen, incluso con mucha claridad, o sea, que he logrado canciones enteras mientras camino.

El amanecer más entretenido de mí teléfono es cuando me conecto a las redes sociales y aparecen las ingeniosas promociones de su peña Luna Creciente. Desde una una escena de película, hasta los memes mas divertidos que invitan al público a asistir.

Pienso que el arte debe llegar a las personas, o sea, que no debe quedarse en los artistas y la intelectualidad. Entonces el tema de la promoción siempre es algo a lo que le doy mucho valor, porque creo que el hecho de que la trova no sea tan seguida por las masas, se debe, en gran medida, a que hoy en día todas las plataformas promocionan los mismos géneros y los mismos artistas. Yo no tengo nada en contra de eso, pero creo que podrían ser más equitativos. En esa búsqueda de la visibilidad, se me ocurrió hacer una promoción a modo de broma para establecer un gancho y resulta que funcionó a tal punto que hasta hoy sigo inventando memes, chistes, crónicas o imágenes graciosas para la promoción de mi peña. Lo mejor de todo es que ya he tenido resultados, no solo porque las personas se divierten a través de las redes sociales, sino porque el público que asiste a Luna Creciente ha crecido de manera considerable.

En diciembre de 2022 estuvo en Báguanos, participando del evento Del Verso y de la Miel. Su música fue aplaudida en las comunidades y dentro de los centrales azucareros. Allí obtuvo el premio El Árbol que Silba y Canta, un concurso que desde el año 2000 organiza la célula de la AHS en el territorio para premiar las cualidades generales de un trovador.

Mira, conozco ese concurso desde que leí un cancionero que publicó Ediciones La Luz del trovador Manuel Leandro y siempre quise participar, pero no tenía las coordenadas. Un día una amiga me envió la convocatoria y me animó a que participara, cosa que le agradezco mucho, porque fue una experiencia muy bonita. No solo por haber obtenido el premio, sino por la misma naturaleza del evento. El hecho de que en un concurso de música se cuide y se respete la obra personal de los trovadores y que se desarrollen espacios para que esas canciones lleguen los trabajadores de la industria azucarera, es sin dudas algo admirable.

Con frecuencia en las fotos, junto al trovador, aparece Eva Luna: una niña hermosa y con unos ojos que saltan de la pantalla con la misma esencia de la música.

Eva Luna es mi vida. Soy un padre joven. Eso ha traído cosas positivas y otras que no lo son tanto. Pero Luna es mi faro, mi momento feliz, la fuente de muchas canciones. Es una niña muy inteligente. Nos parecemos mucho y tenemos buena comunicación. Ella también me ha acompañado en mis peñas, ha leído poesía, ha bailado y hasta me ha ayudado con mis promociones. Ser padre es algo que vas aprendiendo todos los días, como ser trovador, pero la magia está en el viaje.

Además de lidiar con las musas propias, Pérez Cecilia ayuda a otros a lidiar con las suyas desde su responsabilidad como vicepresidente en la AHS tunera.

¡Uf! Es complicado, ahora le dedico mucho tiempo a apoyar la creación y el trabajo de los asociados. Eso es algo que le roba tiempo para mí trabajo, pero hasta ahora todo marcha bien. El problema es que yo soy muy perfeccionista en lo que hago y me gusta sacar de las cosas lo mejor, me gusta ser justo y transparente, en mis funciones como vicepresidente y en mi trabajo como trovador.

Los difíciles años de la pandemia generaron nuevas alternativas para los artistas. Telegram y sus efectivos chats de voz permitieron que muchos trasladaran hacia allí sus presentaciones. El público fue cada vez mayor y diverso. Podías estar haciendo las labores hogareñas y a la vez escuchar, y hasta participar, en un concierto que se hacía en vivo desde cualquier latitud geográfica.

Telegram llegó gracias a mis amigos. Inicialmente fue por un Café Literario junto a ellos, luego comencé a hacer conciertos con algunos invitados y un día me atreví a escribirle a Yeni Turiño para hacer juntos una presentación, y me dijo que sí. Esa etapa trajo buenos frutos, tanto que Yeni me propuso hacer una peña entre los dos, aprovechando las facilidades de los chats de voz. Esa vía ha resultado ser efectiva, a tal punto que aún la utilizamos con frecuencia. Nos mantiene activos y hemos podido compartir con artistas de varios partes de Cuba.



Un cadáver ideal

Huir no libera. Mientras escapas agredes más tu libertad. En definitiva, no hay salida para el que arrastra su sombra como un saco de cuerpos abandonados. Lo sabe Jorge L. Legrá. Y lo escribe, de pie frente al vacío, porque eso es la felicidad –dice– estarse quieto hasta que llegue el calambre.

Este libro habla de Anselmo, que es un cadáver, un candil, la bandera nacional alrededor de la garganta. Habla de un país que se parece a mi mujer, y tengo que poner a salvo la navaja, porque hay horas en que su amor se desordena.

Estamos en Guantánamo. Dos mil veinte aún no es un año caótico. Jorge y yo rezamos por la viruta azul en el café que nos recuerda la maldita noche en que llegaron a decir tu padre de hoy no pasa. Rezamos por el canario amarillo que no tolera su ojo tan negro.

Anselmo es mi padre y el tuyo. Porque al terminar de leer este poemario desconoces tu nacimiento. Nacer es deformarse, sentencia el autor. Estos poemas te deforman.

Estamos en Contramaestre. A pesar de todo es dos mil veintitrés y la patria sobrevive. Jorge y yo hablamos de la bella pezuña de la vaca que no levanta el polvo mientras rumia su pasto terrible entre la mirada del buey y la cerca profunda.

Este es un libro que habla de un cadáver que se llama Anselmo y es tu padre, y el mío y te deforma.

Galardonado con el Premio Oriente de Poesía José Manuel Poveda 2017, Un cadáver ideal es de esas lecturas a las que debes poner la mejilla, y la otra, y esperar las bofetadas. Pero a mí no me creas demasiado: no ando muy bien de la coherencia. Por eso te dejaré a continuación unos poemas del libro, tendidos al sol la página. No dejes para después la lectura, va y entra mi mujer y los recoge, porque mira las nubes y en su rabia las presiente… capaz de cualquier cosa.

 

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(Golpes de Estado)

 

Le dejaron la cara hinchada a Luis Faílde Rojas

el pelo empegotado de sangre y un diente

en la saliva coagulada en el asfalto.

A Faílde le dicen camina, no ves el garrote impaciente,

el ave nacional asustada y furiosa.

Camina, lo empujan mientras va gritando

muéstrenme el ave y su garrote, muestren

ese canario amarillo que no tolera su ojo tan negro.

Le dejaron la cara inchada a Luis Faílde, el policía volvió

a empujarlo, le dice

mira la calle te apunta con su dedo por si suenas raro

por si elevas pancarta o te atreves

a no escuchar la advertencia de su sangre

la advertencia a que mueras por la patria que es vivir

sino la esquina,

sino el garrote.

Abajo el hombre si no confía en la piedra que doblega su pulso,

viva la fe en el ave que vuela solo en los periódicos.

Mira, solo tú escupes sobre el brazo tieso del tumulto.

Le dejaron la cara hinchada,

el pelo empegotado de sangre y un diente

en la saliva coagulada sobre el asfalto.

A Luis Faílde Rojas lo empujaron, camina mientras va

gritando, muéstrenme el ave con su garrote, muestren

ese canario amarillo que no tolera su ojo tan negro.

 

(Un recogedor de latas me aconseja)

 

“En este país eres solo una latica

que es parte de nuestra vanidad

ese asunto de ser creado por Dios,

de tener un destino”.

Lo dijo apuntando el libro que yo leía

El tiempo recobrado de Marcel Proust.

Luego alzó el saco,

las latas sonaron sobre su hombro.

“Hacemos mucho ruido, pero no pasa nada”.

Hizo un saludo militar

extendió la mano

me pidió un peso.

 

(Sujeto, es decir, sujeto)

 

Una viruta azul en el café me detiene

y pienso la maldita noche en que llegaron a decir

tu padre de hoy no pasa.

Algo, un vicio en la voluntad, no sé, algo se afirmó.

Mi padre fue un parche en la negrura social

no alteró nada.

Ahora levanto el café

escudriño una mota azul en la negrura.

Me acorralan voces

tumultos aislando cualquier síntoma de penitencia

pero bebo sin esa emancipación

en la mano que reprime el recorrido

con que Anselmo ejerce su dominio

aún después de muerto.

 

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La Bestia que merodea el contexto

Bestia contextual, publicado por la Casa Editora Abril, mereció el Premio Calendario de Poesía 2022. Para su autor, Darién Peña Prada, las formas clásicas de la poesía no son un muro de contención.

Este es un libro que habla de la vida. Aunque, pensándolo bien, el autor nos dice: «donde está escrito Vida, por favor/ léase Muerte». Entonces, mirándolo de ese modo, este es un libro que habla de la muerte. Desde un exergo de Ángela Figuera Aymerich que nos insta a morirnos enseguida, en serio, del todo.

Se ha escrito en tono reflexivo, con autoridad, pero desde un ritmo que el autor va a percibir suave, paterno. Las preguntas serán usadas para hacer cosquillas al pensamiento. No estamos en presencia de un hombre que desconoce las respuestas a las cuestiones que ha traído a colación. Podrás distinguir en cada pregunta una insinuación, un poco de ¿sarcasmo?

Darién no anda con rodeos ni edulcora las ideas para construir un discurso positivista y de una línea comercial. Esto no es un libro de autoayuda. Las expresiones “no hay escapatoria”, “no hay perdón”, “no hay regreso”, sonarán en tus oídos como lejanas campanadas. Y digo lejanas, porque, volviendo a lo que ya te comenté, su modo de escribir no agrede, no desgarra. Ha entendido bien los “apuntes para el juicio”, “el destierro de las horas”, y nos guía a salvo de la Bestia que merodea el contexto.

Diseño: Noemy Marrero.

Aquí se conserva el formato del soneto, tal vez solo apretados un poco, pero sin experimentar una restructuración visual de los versos. El motivo es, quizás, el que se deja leer en uno de los textos:

Trato de ser un hombre que no pierde

de vista la estructura de su historia.

Hay una preocupación que regresa vez tras vez: el efecto visual de las cosas. El poeta se preocupa por el mundo sensorial que le llega a través de lo que sus ojos ven. Aparecerán con frecuencia las palabras luz, ojos, ver, ciegos. A veces autoritario nos dirá: «Debemos ver las cosas por niveles». En otra, un poco más reflexivo: “El dolor desde siempre ha sido el mismo:/ una sombra en los ojos, una veta”.

Hay dos versos que me parecen interesantes para explicar las formas en que se construye la poesía en este libro:

Vamos de franco a tirador cegato

que amenaza hacer fuego hacia el montón.

Véase el uso de las palabras «franco» y «cegato» en el mismo verso para explicar situaciones yuxtapuestas. La primera la usamos con frecuencia para referirnos a la sinceridad, la claridad sobre un determinado asunto. Pero aquí se hace referencia a un francotirador, un individuo perito en los aciertos del disparo. En cambio «cegato» resulta coloquial, común en el lenguaje cotidiano. A esto se unirá el uso de palabras tales como: carajo, chiripa, bandolera y pellejo, para hablarnos de un escritor que, sin negar la pureza del idioma, no se resiste al lenguaje su tiempo.

Este es el primer libro de Darién, un paso firme para situarse en el mundo literario. Bestia contextual estará muy pronto disponible en todas las provincias del país. Sin dudas, una propuesta de lectura interesante, donde el soneto se construye de un modo agudo, por un autor que, según lo describe Yamil Días Gómez, resulta inquietante, sincero, eficaz y humanísimo.



Zapping: botones de cambio sobre la página impresa

En algún momento de esta historia, el Escritor Ambulante muere. No ahora. No en la primera página. Ni en la segunda. Pero en algún momento indeterminado el Escritor Ambulante morirá

Así comienza este libro. Se anuncia la muerte de un hombre desde el primer párrafo. No es un hombre cualquiera: es El Escritor Ambulante. De algún modo protagonizará las historias, unas veces visible, otras desde la intertextualidad del conjunto. Truman Capote, Freud, Kant, Spielrein serán algunas de las voces traídas para  validar la historia. Pero aclaro: el autor no cita de ellas, las trae a la mesa como una confirmación visual, como si su presencia justificara el discurso.

El libro comienza hablando sobre El Escritor Ambulante, pero en la primera página solo hay un flamenco, un bulto rosado que apareció flotando en la fuente de la plaza. Este será, tal vez, el primer movimiento de cámara o el dedo sobre el botón del mando a distancia para cambiar de canal, porque a nadie le interesa otra historia de un escritor que atraviesa con sus problemas la ciudad. El autor lo sabe, pero es un tipo que se burla de lo netamente psicológico y convierte, la narración, en un campo de batalla, donde lo común pasa a ser milagroso.

(Te hablé del flamenco) ¿Recuerdas qué había un flamenco? Bueno, ni el escritor ni el flamenco son por sí solas imágenes afortunadas. Vuelves a cambiar de canal. O eso piensas. Pero ya no eres tú: ahora el autor dicta las reglas y en cada párrafo te hará creer que haces zapping sobre los cuentos para huir de personajes comunes. Como en los grandes comerciales televisivos, no te darás cuenta de la sugestión.

Y vuelves al control remoto para buscar otra historia.

En la página 27 te encuentras un personaje leyendo un libro. Un libro de sexo, que se deja leer con fluidez. El personaje comienza a excitarse. Disfruta de su alter ego protagonista, que se folla a su madrastra viuda. Lo que sucede a continuación, deja ver una ingeniosa habilidad para rematar ideas, una habilidad que se mostrará con exquisita frecuencia en los demás relatos. El personaje está completamente excitado. Ahora pasan anunciando que ha llegado el picadillo a la tienda. Y el picadillo hace que se le baje la erección a cualquiera.

Hay un excelente manejo del sociolecto de los personajes, siendo fácilmente identificables con la primera lectura sus características personológicas. Los referentes contextuales y el expresionismo usado sitúan las narraciones en una Cuba contemporánea. Sirva de ejemplo un fragmento del diálogo en la página 29:

Por la televisión anunciaron un frente frío para estos días y Rubiera nunca se equivoca.

Al fondo Bruno Mars puede cantar Talking to de Moon, un tipo llamado Max Perkins recitar en alta voz El Malestar de la Cultura, e imaginar que sea un largo poema en alemán, pero Rubiera es inevitablemente cubano… y Rubiera nun-ca se e-qui-vo-ca.

Los diálogos cortos, situados en oraciones breves, harán la lectura fácil y atractiva, y servirán para mostrar el pulso del autor que se avalancha sobre el lenguaje con un evidente poder de síntesis.

Estamos en presencia de un libro de cuentos, donde predomina la versificación del texto formando un patrón visual estético atractivo y sin congestionar la página.

El narrador no descuida al poeta. Abundan imágenes con una fuerte carga lírica, como si buscara con ello esponjar la caída brusca que provocan algunos diálogos. Los siguientes casos lo ilustra:

―No sé tú. Pero yo odio al jodido Shakespeare ―me dice

y yo miro sus manos, dos bloques de granito negro que se

alejan y comienzan a marcar, indómitas, el ritmo lujurio-

so de los tambores salvajes.

 

Subo las escaleras de hierro y la tijera en mi mano es un agujero oscuro que amenaza con devorarlo todo.

El autor de este libro se llama Ragnar Wilfredo Robas. Nació en Imías (Guantánamo) en el convulso año de 1989, cuando para el mundo caía el Muro de Berlín y en Cuba, el Héroe de la República Armando Ochoa era acusado de alta traición. Nace el mismo día que los grandes poetas Retamar y Sucre, de madrugada, como para romperles el sueño a todos. Y lo consigue: este libro que presento no te dejará dormir hasta que lo termines.

A sus 33 años, Wilfredo ya tiene una sólida obra en constante construcción. Poeta, narrador, pintor e ilustrador. Su primer libro, Punto de Quiebre, llegó a los lectores por la editorial El Mar y la Montaña, en 2017. Un libro de poesía que disfruté hasta el encogimiento.

Zapping es otra cosa. La prestigiosa Editorial de la Asociación Hermanos Saíz, Ediciones La Luz, tiene a bien publicar estos 17 cuentos, con la edición de Adalberto Santos y el diseño de Robert Ráez. La imagen de cubierta es de Annelí Pupo, que no solo generará el click sobre el disparador, sino que protagonizará la historia. Y digo historia, en singular, porque el lector se enfrentará a una secuencia de imágenes individuales que irán construyendo la panorámica de una historia central. Los personajes interactuarán, como si de una página a otra se gritarán en alta voz los improperios, la lectura de Proust, mientras alguien con los dientes afilados le hace a otro el sexo oral.

Sospecho que al leer este libro reconocerás alguno de los personajes, como un hijo, que con un palo de ocuje, espanta las auras para que no lleguen al cadáver de su padre. Porque, según Ragnar, uno puede matar a su padre, pero no puede dejar nunca que se lo coman las auras.



Onel Pérez: «La poesía es un acto de formación»

Onel Pérez Izaguirre es una de las voces más interesantes de la poesía hecha por jóvenes en el actual escenario cubano. Hombre de pocas palabras, contundente con el verso; sus textos se disputan el espacio, como si todos quisieran habitar la misma página. Su libro Fosa Común mereció el premio Poesía de Primavera 2017 y fue publicado al año siguiente por Ediciones Ávila. Este mambí ha vivido todos estos años en Baire (Santiago de Cuba) y se posiciona nuevamente en la atmósfera literaria, mereciendo el premio Calendario de Poesía 2022.

En varias ocasiones conversamos sobre su libro Cables de alta tensión. Habló de mandarlo a una editorial porque el cuaderno no había tenido suerte en los concursos. Sin embrago insiste, una y otra vez insististe, en procurarle al libro su valor real. Hace poco se anunció que el cuaderno había recibido el premio Calendario, que es con mucho, el reconocimiento literario más importante para los jóvenes escritores cubanos.

¿Te consideras alguien persistente?

Sí, creo que soy persistente. En la literatura como en la vida, es necesaria esta cualidad para crear o hacer cosas valiosas… y más las que son del espíritu: estas son imperecederas.

¿Crees que el jurado determina el valor real de la obra?

Cada jurado tiene sus esquemas de apreciación estética, su forma de ver el arte y el mismo proceso creativo. Yo respeto a los jurados: siempre están entre la espada y la pared. Son muchas las obras buenas que se presentan a concursar y solo una, en la mayoría de los casos, debe ser la ganadora.

El grupo literario Café Bonaparte, comandado por Eduard Encina, contribuyó a tu formación como escritor. ¿Qué era Onel Pérez antes de Café Bonaparte?

Solo era un muchacho introvertido que le apasionaban los libros y se entregaba a ellos como si fuera lo único que existiera. Todavía lo soy, pero gracias a Dios, y a la existencia de este espacio, heme aquí: transformado. Crecer bajo la sombra de Eduard y de Jorge L. Legrá es de las cosas más bellas que me han sucedido. Eduard, con su mirada crítica, dura, pero salvadora, era (es) un ser excepcional, de un valor ético único, con un sentido de la humildad y de la fidelidad a prueba de fuego. Siempre será mi hermano, un padre. Jorge ha estado ahí para regañarme con paciencia y sabiduría. “El Puro” me ha llenado de su pureza.

Hay un tema recurrente en tu poesía. Lo vi en Fosa Común y lo he visto asomarse en Cables de alta tensión. Me refiero al “poder.” En uno de tus textos afirmas, incluso, que «el poder desfigura». Coméntame de esto.

No somos electrones a la deriva, somos seres sociales. El poder es una de las cuestiones que más me interesa criticar. El poder como burocracia, como ente que hacen daño, que no resuelven nada. La poesía está para denunciar, tiene ese poder y me ha tocado usarlo. La poesía es un acto de valentía. Es una de mis trincheras.

Muchos historiadores centran el inicio de la Guerra Necesaria en tu pueblo. Las luchas por la independencia y la libertad de la nación han dejado una huella indeleble y una fortaleza de espíritu que caracteriza a la mayoría de los bairenses. ¿Sientes esta influencia en tu proceso creativo?

Sí. De una forma o de otra, las guerras de independencia están en mi escritura y me definen. No soy un historiador, pero creo que llevo la historia en la sangre. Escribir en Baire es un reto, pero nada define el espacio físico, ni estar alejado cientos de kilómetros de la capital provincial. Te define tu mente, lo que te propones. He ahí lo que me he construido. La poesía es un acto de formación.

Me gustaría que hables sobre la extensión de tus poemas. La brevedad con la que escribes bien que podría simular una carga al machete, el tiempo entre el toque del “corneta” y el contacto con el enemigo. Tu poesía tiene la extensión de una emboscada, o mejor: el tiempo que dura la sorpresa de la emboscada.

Al hablar de mis poemas, recuerdo una sentencia del poeta García Blanco diciendo que yo era un poeta minimalista. Y es como dice Martí: más ideas, menos palabras. No me gusta el palabreo en el poema. El poema es mucho más que palabras.

La Guerra Necesaria le da protagonismo a un poeta: José Martí. En tus textos abundan referencias y conceptos martianos. Históricamente, los bairenses se esfuerzan por mantener latente el romántico hecho de un poeta que da la vida por su patria. ¿Qué opinión te merece la obra martiana?

La obra martiana tiene un valor incalculable. Siempre hay que volver a Martí. Fue un intelectual: esa debe ser nuestra meta. Su Diario de Campaña es exquisito. Esa relación de intimidad con la naturaleza es sorprendente. Hay que volver a Martí como niños, como buscando algún tesoro.

Háblame sobre tu proceso creativo.

El poema tiene que sorprenderme trabajando: leo, hago apuntes y pienso en el próximo texto. La musa existe, pero no soy de los que creen mucho en ella. Mi proceso creativo no tiene nada del otro mundo. Escribo, reviso, tallo el poema… como decía Boti. Y después sigo leyendo. Reviso el texto aún después de estar publicado. Para mí un poema termina cuando deja de hablarme. Le doy taller, se lo muestro a los colegas. Es un proceso donde la belleza muestra sus máscaras.

¿A qué público deseas llegar con lo que escribes? ¿Crees que la poesía puede influir en la sociedad?

Con lo que escribo deseo llegar a todos, aunque respeto mucho el público infantil. La poesía tiene que comunicar, sin olvidar sus patrones estéticos, donde la belleza es su valor esencial. La poesía puede contribuir en la sociedad de hoy. Ella tiene el valor de la vida en sí y da protagonismo a temáticas que tristemente se están perdiendo. Tiene un valor de sanidad espiritual increíble.

Eres psicopedagogo de profesión. A diario interactúas con las primeras edades. ¿Qué opinión te merece la juventud cubana?

A la juventud cubana le ha tocado vivir muchos procesos de cambios. Ellos son héroes: en sus manos están los derroteros de la nación. Son el timón. Hay que escucharlos atentamente.

Vi en los ojos de tu padre un gesto hermoso cuando fuiste a recibir el premio Calendario. ¿Cómo te sentiste? Eduard estaría orgulloso de ti. ¿Qué crees que te diría?

Una de las cosas más bellas es que mi padre estaba conmigo en la premiación. No tengo palabras para agradecer tanta belleza. Pero faltaba un amigo entrañable, Eduard. Él me apretaría con fuerza, como solía hacer, y me daría un beso. Eso haría Eduard Encina. Él me diría: “Guajiro, hay mucho machete que dar todavía”.