Elaine Vilar Madruga


La literatura es cada vez más mujer

Leer a Mercedes Duque (o trabajar junto a ella) es siempre un disfrute. Y no lo digo porque sí, con la convención “formal” que muchas veces las periodistas usamos como un escudo fácil del oficio: en este caso, se cumple a cabalidad la afirmación. Mercedes es mucho más que una voz joven que se abre paso en la literatura iberoamericana. Me atrevería a decir que es una voz en busca de lo trascendente. Su literatura me estremece, a mí a la que ya pocas cosas (descreída soy) me estremecen ya.   

Tu literatura está interesada en los conflictos cotidianos y en la épica propia de estos, la cual muchas veces es soslayada en la escritura. Ese “dios de las pequeñas cosas”, ¿cómo se manifiesta en tu obra?

Me gusta pensar que, antes que manifestarse de una única forma o a través de elementos concretos, la épica de lo cotidiano en este libro se siente. En realidad, Los días breves es una mirada de los personajes al propio cuerpo. Imagino que observan sus pieles y por fin prestan atención a las cicatrices y los arañazos que, pese a estar ahí, son algo menor que tiende a pasar desapercibido, que se olvida, a lo que se le resta importancia. Ese moratón con el que te levantas por la mañana, por ejemplo, y no puedes recordar en qué momento te lo hiciste. En Los días breves, los personajes sí recuerdan cuándo se dieron ese golpe y sí le dan importancia. Sienten el pinchacito al apretarlo, observan cómo cambia de color. A través de la mirada atenta a los dolores que los forman a sí mismos y a su entorno, lo cotidiano aparece como elemento sensible, encuentra la importancia que de verdad tiene. 

Y ya que hablamos de Los días breves (Editorial Verbum, 2023), tu opera prima, me gustaría pedirte que le contaras a las lectoras un poco más sobre aquello que pueden encontrar en estas páginas…

Siguiendo lo que comentaba antes, en este libro se narran once historias que pretenden conformar una mirada detallada a los conflictos ordinarios. Y, bueno, una de las emociones más ordinarias (y la que personalmente más me obsesiona) por la que pasamos todas las personas es la desilusión. Me interesaba explorar el primer encuentro de los personajes con la realidad misma, y no con lo que esperaban de esa realidad. Todas las historias de Los días breves hablan de la primera ruptura de expectativas desde un prisma distinto. Una poética de la desilusión, lo llamó una profesora del Máster de Escritura Creativa al leerlo. Me gustó mucho aquello, me ayudó a darme cuenta de que todos los relatos, cada uno dentro de su tono, ritmo o gravedad, son una disección de pequeñas desilusiones.

Y, bueno, más allá de las intenciones o la temática de Los días breves, creo que las lectoras se van a encontrar con historias mínimas muy sensibles, pero sin duda también irónicas y con atmósferas sacadas del terror. Ojalá que quien lea Los días breves ría, sienta escalofríos y se emocione a partes iguales.

Si tuvieras que quedarte con uno de los relatos de Los días breves, que representara a cabalidad tu narrativa, ¿cuál sería y por qué?

Creo que no podría elegir uno solo, así que voy a hacer trampas y hablar de dos de ellos: “Los días breves” y “Mala sangre” que son, también, mis favoritos. Digo que no puedo elegir uno solo porque la combinación de ambos representa lo mejor mi escritura: por un lado, malhablada y frenética, y por el otro, más lírica y pausada.

Además de la cuestión rítmica o de tono, estos dos relatos tienen personajes muy inocentes, algo que, creo, caracteriza mi escritura actual. Me gusta ponerlos juntos porque son dos de las voces más dispares y, a la vez, viven sus conflictos de forma muy similar. El de Martín es tan mundano como una ruptura amorosa, mientras la protagonista de “Mala sangre” vive algo tan terrible como un viejo abusivo y la partida de una hermana. Ninguno de los dos lo puede entender, ni tampoco llegan a asumir qué les ha ocurrido.

Me gusta jugar con las voces de los personajes. Me divertí muchísimo construyendo el discurso atropellado y ansioso de Martín, y me entristecí al desarrollar la voz incrédula y oscura de la narradora de “Mala sangre”, pero creo que lo que más representa a mi escritura es la combinación de ambas cosas, unidas por una visión común frente al conflicto: la inocencia. La no comprensión. La tristeza, expresada en forma de rabia, que generan la decepción y el abandono.

Definir el estilo de un autor es siempre una labor difícil. No obstante, aventuraré a decir que en tu estilo se funde la carga psicológica de la novela española pero cargada de una esencia surreal, absurda, mágica y de terror en ocasiones, que yo asocio con la producción de las actuales escritoras latinoamericanas. ¿Sientes o eres consciente de esa mezcla? ¿Cómo definirías tu escritura?

La verdad es que las escritoras latinoamericanas actuales me obsesionan. Admiro y envidio la capacidad para narrar de manera tan descarnada a la vez que absolutamente hermosa y precisa. He llegado a esta literatura hace muy, muy poco dentro de mi “carrera como lectora”, pero gracias a ellas he aprendido a jugar con ese lado visceral de la escritura que tenía en mí y del que, hasta entonces, no sabía las reglas (o la ausencia de ellas). Así que sí, Los días breves y mi escritura en general le debemos infinitas cosas a Mariana Enríquez, a María Fernanda Ampuero, a Lina Meruane y a ti, Elaine, entre otras.

Si soy sincera, no he reflexionado tanto sobre la influencia de la novela española, tan cargada de esa psicología y auto análisis, pero tienes toda la razón. ¿Cómo no? Al fin y al cabo, he crecido con esa literatura, que también admiro y disfruto muchísimo, y me ha dado las primeras pautas para expresarme. Y más allá de la literatura española que, digamos, “se estudia”, hay autoras españolas actuales que me han dado auténticas claves para aprender a narrar psicologías. Pienso, por ejemplo, en Yo, mentira de Silvia Hidalgo, o en Las herederas, de Aixa de la Cruz, dos novelas geniales en las que vivimos mil cosas en los recovecos de las mentes de sus protagonistas.

Respondiendo a la segunda pregunta, cómo definiría mi propia escritura, creo que es precisamente todo esto: un mosaico de lecturas, de pieles y vísceras, y de mirar adentro. Pero, en realidad, opino que definir el estilo propio es demasiado complicado y que, al final, las distintas pinceladas sobre ello que dan las lectoras acaban por conformar una idea con más aristas. O, con suerte, al menos más amable. Hace poco, una amiga, después de leer el libro, me dijo que soy el lobo feroz de lo cotidiano. Qué bonito escuchar que eres eso, ¿no?

La toma de conciencia es siempre un elemento vivo, que respira, en el diseño de tus personajes. Llegados a un punto de la trama, estos entienden, y ese entender los zarandea, los mueve de lugar. ¿Qué importancia les confieres a los personajes dentro del tejido de la historia?

Para mí, los personajes son el tejido de la historia. Opino que cuando narramos conflictos cotidianos, la visión y la vivencia propia de cada personaje es la esencia de la historia. Se dice que en literatura no hay nuevos temas, que las escritoras llevamos hablando sobre lo mismo desde el inicio de la narración per se. En mi opinión, lo que hace única a una historia es la voz particular del personaje y cómo vive ese evento que ya tantas veces antes hemos contado. En Los días breves, como he dicho, se habla de desilusiones. ¿Cuántas veces antes se ha tratado este tema? Personalmente, como lectora y escritora no busco la novedad de la trama, ni una narrativa absolutamente rompedora o experimental, sino que busco una mirada que sepa hablar desde la particularidad de sí misma.

¿Cómo das piel y cuerpo a tu proceso de conformación de escritura? ¿Qué recursos te son más valiosos a la hora de crear?

Una de las citas que introducen a Los días breves es de Sandra Cisneros, en la que habla de su propio libro, La casa en Mango Street. Ahí explica cómo los relatos que hay en él son un intento de ordenar fragmentos de las historias propias y de otras personas para conformar una sola y coherente. Después añade que «Las emociones, no obstante, no pueden inventarse ni pedirse prestadas. Todas las emociones que sienten mis personajes, buenas o malas, me pertenecen». Creo que mi proceso de escritura comienza de esta forma. Al menos, así ha sido en Los días breves y lo está siendo en la novela en la que me encuentro inmersa ahora mismo. En mi escritura hago uso de elementos autobiográficos, o sacados de las biografías de otras personas, pero no son más que eso: eventos concretos que una organiza de distintas formas para conseguir narrar una emoción. Ninguno de mis personajes soy yo, ni es mi madre, o mi mejor amiga, o mi ex pareja. Los hechos en sí mismos, o en quién me he inspirado para crear este rasgo de carácter o el otro, no son lo más importante para mí a la hora de crear. La piel que en realidad recubre a mi escritura, y los huesos que la vertebran, es la observación de las emociones que se me han atragantado en la garganta.

Supongo que por eso trabajo siempre con narradores en primera persona: este tipo de voz me da la posibilidad de crear nuevas formas de ver esas emocionalidades. De hecho, creo que si utilizara otro tipo de narrador, probablemente habría acabado haciendo un juicio personal sobre las decisiones y vidas de los personajes, lo cual no es mi intención (y, además sería aburrido). Sí, mis personajes siempre hablan desde mí. Al fin y al cabo, soy yo quien los crea, pero son ellos y sus voces propias quienes me permiten entender los distintos ángulos de aquellas emociones atragantadas. Y ahora que lo pienso, lo único que me permite empezar y acabar un relato es poner a esa voz a jugar: me siento frente al ordenador, le hago preguntas al personaje y lo dejo charlar de cualquier cosa hasta encontrar qué quiere decir.

Al margen de todo el proceso creativo personal e interno que una pueda tener, considero que los recursos más valiosos para la creación son la lectura y el compartir los textos con otras personas. Las ideas que vienen de fuera, ya se esté de acuerdo con ellas o no, siempre ayudan a complementar y trabajar las propias.

El gusto, el disfrute, la comunión entre lectores y escritores es un elemento muy presente en el actual panorama español literario. ¿Qué ventajas ofrece este hecho a las narradoras y qué inquietudes?

Hasta lo pronto solo me he encontrado con ventajas respecto a encuentros en los que personas dedicadas e interesadas en la literatura comparten textos y lecturas. Como he comentado antes, pienso que uno de los recursos más divertidos y beneficiosos para la escritura es mostrar las propias historias y leer las de otras.

He participado en muchos talleres y clubes de lectura, y creo que son unos espacios únicos para aprender, disfrutar, y también, por qué no, beberse alguna cerveza. Puede ser que las inquietudes surjan por la exposición de una misma, pero en mis vivencias he podido comprobar que esa idea del taller/club en el que básicamente se destroza y se humilla a la persona creadora es, hoy día, un mito. Supongo que sí, que en algún momento fue tal, y que es probable que todavía existan espacios de esas características, pero creo que están desfasados. Por supuesto que no se aprende si no se comentan los errores, por supuesto que los debates en torno a preguntas complejas generan ideas aún más interesantes, pero no es necesario machacar a la artista o la escritora para que aprenda, ni es necesario hacer preguntar incómodas o hirientes. En mi experiencia, la dinámica de competitividad y envidias que tanto ha caracterizado a la literatura está desapareciendo. Esta competitividad corresponde de un mundo masculinizado y, por suerte, la literatura es cada vez más mujer, en el sentido más amplio de la palabra. De esa comunión entre lectoras, escritoras y otras ramas de la producción artística nacen las obras y conversaciones más interesantes.

Desde abril del 2023 escribes para la revista literaria La Elocuente. Compártenos un poco de tu experiencia.

Di con La Elocuente gracias al Máster de Escritura Creativa que cursé en la Complutense. Por allí pasaron las fundadoras de la revista (Paula Martínez Camino, Pilar Asuero Salazar y Ana Olleto Vitoria), pero no tuve la suerte de conocerlas en persona en aquel momento. Comencé a seguirlas en redes sociales, pero no fue hasta un año más tarde que Paula estuvo en la Fundación Antonio Gala junto con Jonathan Arribas, un muy buen amigo que hice durante el Máster. Él nos puso en contacto. Yo había escrito una carta abierta a Pedro Lemebel en el que hablaba sobre salud mental y sueños, y la compartí con ellas. No solo la publicaron, sino que me dieron la oportunidad de tener mi propio espacio mensual en su revista.

La Elocuente se define como un espacio «creativo, rebelde y joven», y así es. Las fundadoras de la revista han creado un lugar ideal para compartir los textos de escritoras con mayor o menor carrera (y esto es una de sus mejores cualidades, el elitismo no tiene cabida), que escriben en los márgenes del canon literario y que tienen voces y opiniones descaradas y divertidas. Combinan la publicación de relatos y poesía con el ensayo y la crítica literaria, tienen su propio podcast y club de lectura. Son un clarísimo ejemplo de lo que comentábamos antes: La Elocuente crea una comunidad de escritoras y lectoras donde se cuestiona lo establecido y se pone el tabú sobre la mesa. La verdad es que estoy muy feliz de formar parte de ella.

Acabas de ser seleccionada para la Residencia Artística Can Serrat por un proyecto literario del género novela. ¿Sientes que la novela es la consagración definitiva de una escritora?

No diría tanto como la consagración definitiva. Es verdad que, al comenzar a escribir, sobre todo si se pasa por talleres y educación universitaria en escritura, se trabaja principalmente con el relato. Supongo que es así por el formato mismo de la educación: no sería viable si todas las alumnas escribieran a la vez una novela, no daría tiempo ni lugar a trabajar los distintos aspectos formales, temáticos, etcétera, de la escritura. Así que suele ocurrir que la primera producción literaria de una persona sea una antología de relatos.

Pero para mí esto no quiere decir que la novela sea el género más complejo, ni mayor, de la literatura. Simplemente distinto. A veces pienso en los relatos como películas y las novelas como series: los primeros tienen la atención de la lectora o espectadora durante un periodo de tiempo reducido y dejan una marca punzante, mientras que los segundos son carreras de fondo, historias que se construyen poco a poco y dejan una huella quizás más extensa, pero no por ello más profunda. En España, a diferencia de América Latina, la novela tiene mucha más presencia e importancia, pero personalmente tengo un enorme respeto por las relatistas.

Cada género tiene sus dificultades e interés propios. Hay historias que exigen la extensión y desarrollo de una novela, mientras que hay otras que en menos páginas y más silencios, consiguen calar muy hondo. Es tan complicado y valioso dejar una marca punzante como una huella extensa.

Todas las escritoras tenemos un por qué, un disparador, un motivo, detrás del hecho de aventurarnos a escribir. ¿Cuál fue tu motor de arranque?

Creo que, como tantas otras personas, comencé con los diarios y la poesía sentimental. También leía mucho, con ganas y atención. No sé en qué momento me senté a escribir por primera vez, supongo que de muy niña y en la escuela, o de adolescente por algún desamor. Sí recuerdo que poco a poco fui dejando más espacio para la escritura, hasta que un día me apunté a los talleres de Casa Tomada (una librería maravillosa en Sevilla) y pude darle forma y técnica a lo que antes eran emociones que me llenaban y que solo sabía vomitar.

Creo que desear dedicarse a la producción artística de cualquier tipo se lleva dentro desde una edad muy temprana. Creo que la artista tiene algunas cualidades concretas como son la atención al detalle, la introspección y la sensibilidad. Pero me parece que también es esencial el aprendizaje.

Puede ser que mi motor de arranque fuera momento vital en el que me encontraba sin empleo y sin perspectivas de encontrar ninguno, pero con una necesidad absoluta de hacer algo. Siempre había disfrutado de la lectura y la escritura, así que decidí darle una oportunidad. La escritura es un oficio que exige de mucho tiempo y dedicación, y en aquellos días yo tenía todo el espacio del mundo para darle. Me apunté a un taller inicial de escritura creativa en Casa Tomada, que impartía María José Barrios, socia fundadora de la librería y una de las personas que más me han enseñado sobre escritura. Es muy probable que en aquel momento se activara ese disparador que nombras. Los talleres no despertaron en mí el deseo en sí de escribir, esa ansia ya estaba despierta, y fue por ella que comencé a asistir. Pero al adquirir las herramientas necesarias para relatar lo que llevaba dentro, cada vez sentía más y más necesidad de hacerlo, y me producía más emoción y divertimento. Cuando comencé aquellos cursos, el motor estaba ahí, pero necesitaba de alguien que me ayudase a encenderlo.

Más allá de la página en blanco, ¿quién es Mercedes Duque?

Cuando me presento, tiendo a decir que estudié Antropología y Sociología, que he sido profesora, niñera y camarera, que intento dedicarme a la literatura, que nací en Sevilla y he vivido en Londres, Roma y Madrid, y que Roma fue sin duda mi ciudad preferida. Que tengo veinticinco, veintiséis, veintisiete años. Y claro que esas cosas son parte de mí, pero voy a tratar de presentarme de otra forma.

Cuando intenté dejar el café tuve tantos sudores, pesadillas y mal humor que no pude si no volver a tomarlo. Me encanta el terror porque veía películas con mi madre desde muy pequeña. Tengo una hermana mayor y una mejor amiga y no sé bien cuál es cuál, las dos son ambas cosas. Siempre he querido adoptar un gato naranja y llamarlo Regañá, y por fin lo tengo conmigo. Durante mi año en Roma, mi mejor amigo tenía siete años. No importa cuánto lea y me fascine por nuevos libros, El Principito siempre será el que más hondo me caló. Antes pesaba cerca de cien kilos, ahora hago ejercicio de forma compulsiva y vivo en una dieta permanente (de la que no he eliminado la cerveza ni el vino). Me encanta tener flores en casa, por mucha pena que me dé verlas morir. Disfruto tanto de bucear que tengo un acúfeno en cada oído, ese piiiiiii constante dentro de la cabeza. Ahora buceo con tapones, aunque me da mucha vergüenza. Admiro mucho a muchas personas y creo que esa es una de mis mejores cualidades. Y seguro que hay otras cosas para contar, pero me incomoda un poco hablar de mí misma (o tal vez es solo lo que me digo).



La literatura como salvación

Shabely Botello ha encontrado salvación en la literatura. En la creada por otros, en la que nace de sus propias entrañas. Tomar la decisión de enfrentarse al oficio creador no fue una decisión simple: llevó tiempo, paciencia, dedicación y un enorme salto al vacío. Desde entonces, Shabely Botello construye su voz sin temer al alcance de sus palabras. Espera que, con el susurro y el grito, el mundo se transforme.

¿Hasta qué punto una información vocacional puede encauzar la vida de un joven artista?

Siempre estuve rodeada de arte, aunque no lo sabía. Desde la música hasta las artes visuales, mi infancia estuvo llena de influencias de las cuales yo no era consciente: las canciones de mi abuelo en el portal, las clases de baile a las que me llevaba mi abuela, los filmes que me mostraba mi papá, las historias que me contaba mi bisabuela o las incontables veces en las que mis padres me acercaron a la lectura. Pero, en algún punto, el arte abrazó mi vida y yo lo elegí como mi salvación. Recuerdo que solía escribir cartas a mis amigos y familiares y que, en la escuela, en las actividades de la mañana, escribía poemas y textos para las presentaciones de alguna fecha importante. Todo comenzó con el baile, luego llegó el canto y escondida, siempre, estuvo la escritura como una sombra.

Yo no sabía que podía ser escritora, sentí muchas veces que era una profesión para pocos escogidos, no por talento, sino por las oportunidades. No encontré información al respecto, nunca fue una opción para mí. Cuando crecemos, estamos todo el tiempo viendo a otros cumplir sus metas profesionales, aprendemos de nuestra familia, de otras familias, de nuestros amigos, de los maestros, de los vecinos. Sin embargo, cuando no vives en un ambiente donde existen artistas, es difícil sentir que es un camino. Hace poco tiempo descubrí que no era una meta inalcanzable y me tocó, en ese momento, enseñarle a mi familia —porque ellos tampoco sabían— que la escritura es un oficio del cual se puede vivir. Sería incorrecto decir que perdí el tiempo, aprendí mucho durante las primeras etapas de mi vida y fui capaz de acumular experiencias increíbles. Sin embargo, la preparación desde edades tempranas hace que las decisiones que vamos tomando estén dirigidas a la meta correcta para cada uno.

El covid marcó un parteaguas en tu vida, tanto desde el punto de vista profesional como humano. ¿Qué saldo te dejó esa época tan difícil para todos?

De todas las preguntas esta es la más difícil. La más amarga. En plena pandemia decidí que iba a ser escritora. Me senté un día frente a mi novio y le confesé que eso era lo que quería hacer. Por primera vez en mi vida, después de mucho tiempo escondida, encontré la escritura. La encontré inocente y penosa, me empujaron hacia ella, me obligaron. Hasta que todos enfermamos. Hasta que pasó el primer año de pandemia y sentimos en carne propia la desesperación de la enfermedad. Lo que había sido un miedo se convirtió en una realidad y para mi desgracia, la inspiración de muchos de mis textos viene de ese dolor. Toda mi familia estuvo enferma a la vez. Gracias a los que estaban fuera del hospital, mi papá desde otro país, mis tíos, mis primos, mis amigos, mis maestros, mis compañeros escritores y mi pareja, logramos salir adelante. Todos menos uno. La muerte de mi abuelo me enfermó más que el covid. No volví a ser la misma persona después de ese momento.

Escribir, ¿un don, una disciplina, o la mezcla de ambas cosas?

El talento es la magia que todos tenemos dentro. Algunos lo descubrimos a los quince años, otros a los ochenta, pero en algún punto nos damos cuenta de que existe algo que sabemos hacer de una manera diferente. Ahora, la pregunta interesante viene después de conocer este talento y es: ¿qué hago con esto? No existe grandeza sin práctica ni experiencia. Para poder escribir es necesario escribir. Así de simple y difícil como suena. El sacrificio está en tomar la decisión de continuar siendo lo que elegimos, aun cuando el futuro se vea borroso. La disciplina es clave para lograr esta voluntad y es la única vía auténtica que tenemos. Para el escritor no existe la suerte. Para el escritor existe la miopía, las horas fijando la vista, tecleando, leyendo, estudiando, escuchando y sintiendo.

¿Cómo defines tu literatura?

Escribo desde lo más profundo y desgarrado de mi ser. Mis textos son cortos. Por lo general, uso un lenguaje directo. Desde la narrativa siempre intento dar imágenes exactas y guiar al lector hasta un punto donde debe elegir, por sus propios medios, qué es lo siguiente que debe pasar en la acción. Por otra parte, en el teatro creo desde la imagen cinematográfica. Siento gran influencia del teatro post dramático en algunos de mis textos y disfruto crear personajes que no se alejen de la realidad que vivo. Cuando creo, lo hago a través de mi entorno. Luego está la poesía, que es mi perdición. Me desbordo en ella, me transformo en ella, me vuelvo esclava de su ritmo y de su imagen. Trabajo con ideas profundas, sin filtros, con palabras que se pueden considerar duras, pero que cuando están acompañadas de versos limpios se convierten en balas disfrazadas de flores.

Los géneros breves forman parte inseparable de tu escritura, ¿qué te ofrece la brevedad que una literatura de más largo aliento no te permite?

Vivimos en un mundo apurado, desesperado, y eso se refleja en muchas de las acciones que realizamos todos los días. Sin embargo, hay sentimientos, etapas e instantes que, aun dentro de la rapidez del tiempo, se sienten como una eternidad. Eso intento mostrar con mi literatura: lo eterno que esconde un punto final, el sabor de un cuento breve que se queda dando vueltas en tu mente, no por lo largo que fue, sino por todo lo que desató en el lector a solo minutos de haberlo leído. Busco esa sensación que es tan humana que no se necesita mucho espacio para describirla, que no se necesita detalle para mostrarla.

Trabajas múltiples géneros literarios, tales como novela, cuento, poesía, crítica, periodismo cultural, teatro, literatura para jóvenes. ¿Crees que la variedad incorpora quehacer a tu vida literaria e impide la búsqueda de la perfección en un género determinado? ¿La ves como un hándicap o como una oportunidad de indagar en nuevas fronteras artísticas?

¿Podrías imaginar que dentro de ti se esconde un gran dramaturgo y no lo sabes? ¿Cómo puedes conocer qué es lo que amas, si no lo has probado nunca, si no has experimentado lo que se siente crear una obra de teatro o un poema? Identificar aquello en lo que podemos trabajar consta de darle la oportunidad a la equivocación de aparecer. Probar varios géneros es necesario. Luego de un tiempo, si decides concentrarte en uno habrá sido por tu decisión propia, pero antes debes saber qué puedes dar y qué no. Tampoco se trata de abarcar todo a la vez, es más bien un camino, un experimento: algunos te darán resultado, otros se contarán como experiencias. El hándicap sería, por el contrario, desde el inicio solo trabajar en un género, sin permitirme la posibilidad de jugar, al menos, con la riqueza de otros caminos de la literatura.

En 2022 fuiste becaria de Can Serrat en Barcelona, ¿qué experiencias aporta, para un joven artista cubano, ser reconocido en una tierra allende a la propia?

Es una oportunidad extraordinaria la de conocer otras culturas y nutrirse de ellas. En Can Serrat pude compartir con artistas muy talentosos que no solo aportaron a mi obra, sino que me mostraron sus procesos creativos y sus influencias, todo lo cual redireccionó mi punto de vista por completo. También fue impresionante el hecho de saber que pude, a través de mi escritura, mostrarme como artista cubana y entregar una parte de mí a cada persona que me acompañó en ese viaje. Es reconfortante encontrarse en un ambiente que te has ganado, con tu esfuerzo y con tu obra. Ese espacio se convierte en un impulso, en un escalón para la creación.

¿Cuáles son los principales desafíos del arte joven en Cuba?

Regresaría a una de las primeras preguntas para responder esta cuando digo que es la falta de información y de caminos a elegir. El sentir que solo existe una manera, que solo a través de ciertas vías puedes llegar al arte, es un obstáculo para los jóvenes creadores. Debemos mostrar que es posible, que no existe una sola manera y que ser autodidacta es también válido. Crear más espacios de desarrollo, hablar más de la profesión desde el punto de vista de la autogestión y no juzgar a otros por no haber conocido a tiempo estas oportunidades.

¿Cómo transcurre tu proceso creativo?

Escribir es un desafío. Vengo de una familia numerosa, por lo tanto, estoy acostumbrada al ruido, a las habitaciones llenas. Por esta razón escribo donde esté, como esté y en cualquier dispositivo. Puedo caminar por la calle y de repente perderme del grupo porque me quedé tecleando en mi celular alguna idea. Sin embargo, para crear el hábito de escribir sí construí mi propio rincón. Una mesa y una silla cómoda, una iluminación correcta y un poco de música. Suelo dar vueltas antes de escribir y cierro los ojos para concentrarme en el pensamiento. Una vez mis manos están en el teclado, el mundo se hace una imagen borrosa y solo existen las palabras y mis dedos.

¿Existen suficientes oportunidades de inserción y profesionalización para los artistas jóvenes en nuestro país? Desde tu perspectiva, ¿cuáles otras podrían sumarse?

Existen, pero no desde una temprana edad. Creo que la creación literaria es la que menos se desarrolla en talleres, círculos sociales o escuelas. No deberíamos encerrar la oportunidad de escribir solo hasta que seamos adultos y podamos conocer sobre las carreras del ISA o el Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”. Para desgracia de muchos, esta tardanza hace que se llegue a la decisión de escribir en momentos que pueden ser inadecuados. Si existen otras vías, no las conozco, y este es otro obstáculo: siento que se debe dar más promoción a estas oportunidades y de esa manera romper con el mito de que ser escritor es inalcanzable.

¿Cuáles autores son tus referentes?

En esta pregunta no puedo hablar solo de autores. Existe una influencia muy grande de la literatura latinoamericana en mí: desde la obra de Samanta Schweblin, que logra ahogarme con cada historia que cuenta, o la magia de Gabriel García Márquez, las metáforas de Dulce María Loynaz, Virgilio Piñeira y Fina García Marruz, el teatro desgarrador de Agniezka Hernandez, hasta la nostalgia de Osvaldo Doimeadiós y de la fortaleza de Taimí Diéguez Mallo. Busco mucho en la fotografía de Lisbet Goenaga, la poética de Anyel Diaz Goenaga y el lente de Jennifer Albín Betancourt, mujeres a las cuales considero amigas y también grandes fuentes de inspiración. No puedo dejar de mencionar el trabajo de la artista Erika Ivacson, el actor Arnaldo Galbán y el director de cine Fernando Muraca, a través de los cuales descubrí espacios donde el arte se transforma en espíritu. Libros como Las edades de Lulú, de Almudena Grandes, La novia de Sandro, de Camila Sosa Villada, Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, y Sacrificios humanos, de María Fernanda Ampuero.

A tu criterio, ¿qué de nuevo aporta la literatura joven cubana al panorama de la escritura canónica de nuestro país?

Estamos conociendo una generación que cada vez tiene menos filtros, que no teme mostrarse vulnerable, real y diferente. Estamos frente a autores que reciben constantemente información y se interesan por experimentar con la escritura y llevarla hasta límites desconocidos. Artistas con menos pelos en la lengua y con muchas ansias de gritar lo que se esconde en sus almas (y en las de aquellos que no se atreven). La literatura joven se está formando desde el dolor de muchos cambios y pérdidas. Cada vez se siente más la fortaleza de una generación que no le teme a sus lágrimas.

¿Quién es Shabely Botello, más allá de la página en blanco?

Creo que soy por etapas, como todos, de alguna manera. Hoy puedo describirme como una mujer con fantasmas y hojas en blanco. Un baúl lleno de recuerdos y abrazos. Una fotógrafa de lágrimas, de lágrimas de luz, a las cuales no temo.



El arte se niega a encerrarse dentro de un diccionario

Conocí a Fernando Fernández Tito gracias a las redes sociales y a una persona a la que quiero mucho, la cual fue la primera en llamarme la atención sobre su trabajo. “Estoy segura de que te va a encantar”, me dijo, y no se equivocaba ella. La obra de Fernando es una búsqueda de sentido, una exploración mágica sobre los sentidos y las cosas, un giro de tuerca al mundo que nos ha tocado vivir. Este joven artista, graduado de la Academia Nacional de Bellas Artes de San Alejandro, se niega a encerrarse dentro de un diccionario, pero nos abre las páginas de su libro de vida a través de estas preguntas.

¿Cómo llegas a la creación? ¿Tuviste siempre claro que ese sería tu camino?

No sabría decir con exactitud, creo que desde pequeño sentía comodidad dibujando e interactuando inconscientemente con las artes. Es decir, todo provenía del instinto y el ocio; supongo que dibujaba no para ser dibujante sino más por la simple distracción de hacerlo. Considero que es algo común para casi todos cuando evocamos la infancia.

Decidir mi camino hacia la creación es algo que lleva poco tiempo conmigo, a pesar de no haberme dedicado a nada más en estos últimos años. La decisión ha sido gradual y principalmente ha estado motivada por la diversión que encuentro al crear. De niño estuve muy influenciado por los dibujos animados, el baile y la música; con esta última aún tengo un vínculo bastante especial.

Me gustaban mucho las canciones que se ponía mi abuela en la radio, al punto de llegar a reinterpretar muchas de ellas. Artistas y bandas como Soda Estéreo, Maná, Charlie García, Polo Montañez y Shakira son de los que más recuerdo; e incluso hoy, muchas veces, sus letras me sirven de apertura para nuevas ideas. Por aquel entonces, cuanta cosa veía era un detonante a la curiosidad y por consiguiente al aprendizaje. Considero que los períodos en mi vida han transcurrido con evidentes diferencias: en la niñez y la adolescencia existió mucha incertidumbre, pero el tiempo es quien crea patrones y nos define a través de aquella idea que se repite en nuestra mente, a veces sin explicación, a veces por pura pasión. Entiendo que me era imposible tomar otro camino distante a la creación, de haber sido así, ahora mismo no podría sospechar siquiera qué hubiera sucedido conmigo. Aseguro haber confiado en esa verdad que está dentro del instinto de cada uno y he podido ver como se ha vuelto algo más grande que cualquier conocimiento.

fotos cortesía del entrevistado.

¿Con qué palabras defines a las artes visuales?

Si tuviera que definir a las artes visuales con una sola palabra, sin duda usaría “juego”. Opino que en general lo que ocurre en las artes y en casi todos los aspectos de la vida se puede equiparar a un juego. Ya lo que existe se nos presenta con una serie de reglas establecidas y las artes visuales no son una excepción, sus esquemas dependerán de lo que nosotros mismos seamos capaces de hacer con lo ya establecido. Cada artista puede desempeñar su propio arquetipo, con lo cual se puede llegar a influir sobre el rumbo que tomen las cosas desde nuestra propia mentalidad. Es un ámbito tan versátil y dinámico que definirlo sería igual que matarlo. Justo pensaba en el jugar porque es un espacio donde caben nuestros propios códigos, lo cual siempre está sujeto a reflexión o adaptación. A veces es tan abarcador que resulta hasta fácil perder el control, por eso creo que el discurso de un artista debe poseer un grado importante de responsabilidad y constancia a la hora de conectar con un público; ya que, dentro de todo juego, hay atajos para subir rápido de nivel, hay trampas y evidentemente muchos caminos, que más que nada, obtendrán sentido según nuestras propias decisiones. Un artista debe ver sus propios actos como una gran pieza para sí mismo y tratar de mantener su obra en evolución, más que todo. El arte se niega a encerrarse dentro de un diccionario, incluso para los más escépticos, aquí se juega con lo que cada uno diga que es arte.

Por estos motivos, intento no descartar ninguna posibilidad a la hora de crear. Claramente tengo predilecciones, la poesía, la música y las conversaciones son ingredientes fundamentales en mi proceso de creación, pero trato de mantener mi mente disponible a todo cuanto me rodea. De hecho, después de cada día, tengo un espacio conmigo mismo donde repaso lo ocurrido, a veces subordino hechos a ideas que conservo ya dentro de mi obra, otras veces exploro nuevos caminos que rozan la utopía, la reflexión, la crítica y, en especial, cosas que no he experimentado; en un principio todo aplicado a mi persona.

En su mayoría entiendo el arte como la traducción de lo explícito de la vida, a una posición metafórica que puede hacernos ver los momentos más oscuros a lujo de claridad, los días más felices a lujo de sus colores, la realidad más cruda a lujo de todo un manjar, a veces más visual o intelectual, da igual. Para los sensibles es un escape, para los no tan sensibles, un paso más para moldear una sensibilidad.

Citando al escritor de comics Allan Moore: “No es el trabajo de los artistas darle al público lo que quieren. Si el público supiese lo que quiere, no serían el público, sino serían el artista. El trabajo del artista es darle al público lo que necesita”. Me atrevo a afirmar que necesitamos jugar a aprender, a reflexionar sobre lo ya reflexionado y a divertirnos con el conocimiento a favor de una constante superación.

¿Qué es, para ti, lo trascendente en el arte? ¿Importa en realidad la trascendencia?

Entiendo lo trascendente en el arte como la vida que puede llegar a adquirir una obra dentro de una generación, aquellas pautas que pueden marcar la memoria colectiva a punto de ser referentes para nuevas obras. En todos los tiempos queda mucho arte bajo las sombras de los hitos y esto no significa que sea de mayor o menor calidad. Creo que es misión del artista adentrarse a descubrir más allá de lo trascendente. Qué más distinguido que La Fuente de Marcel Duchamp, qué más notable que los estudios anatómicos de Leonardo Da Vinci, a día de hoy seguimos enlazados a su sombra, desde lo filosófico, hasta incluso en otros campos, como la medicina y la sociología. Considero que lo trascendental es una condición que puede adquirir cualquier obra de arte según el contexto que la rodee.

De cierto modo todo artista busca trascender, entiendo que es algo necesario para dejar constancia, o bien de un artista, o bien de un momento. Abre muchos caminos para las nuevas generaciones, para que existan nociones de todo aquello que se ha hecho y del papel que deben jugar los artistas a partir de eso. Personalmente no creo que tampoco la trascendencia deba limitar las ideas, decir que “ya todo en el arte está hecho” me parece que es negar el propio acto de la creación, con lo cual se debe concebir la trascendencia como un desafío hacia la propia creatividad.

fotos cortesía del entrevistado.

¿Sientes que el llamado “arte joven” es joven por su naturaleza o espíritu artístico, o solo por la condición biológica de los creadores?

Realmente creo que el llamado “arte joven” es eso que representa el arte en sí mismo. Si un artista con varios años de experiencia es capaz de afrontar riesgos conceptuales y visuales en su obra; creo que su arte es joven por igual. Para que exista un arte joven basta con trabajar sobre lo que aún desconocemos. Por consiguiente, los jóvenes artistas toman referencia de los más experimentados para simplemente conocer, y muchas veces habrá tiempo antes de dar a luz una idea novedosa. Creo que a lo que llamamos arte joven hoy día es a la condición biológica de los creadores, existen artistas con varios años de experiencia que aun poseen el arrojo hacia lo desconocido y están en constante búsqueda de nuevas formas de llegar a su público. Es precario pensar que un artista debe ser solo un instante, cuando puedes renacer con tu arte en todo momento.

¿Tienen los jóvenes suficientes oportunidades de llegar a un mercado nacional o internacional?

Creo que el mayor desafío en Cuba parte de cómo el artista debe insertarse dentro del medio. A veces es más importante tener también buenas relaciones que obra y ganas. Es una verdad que todos conocen, pero que a la vez no se expone a diario. Sería bueno arriesgarse un poco más con aquellos artistas que muchas veces quedan en silencio, así sea por introspección o porque simplemente el mismo medio ya establecido los inhibe.  Creo que la creación cubana debe tener en cuenta que también hay obra más allá del espacio de las galerías, de San Alejandro y el ISA. Considero que no se debe caer en la saturación de un pequeño grupo de creadores y por consiguiente en la marginación de otros. La historia del arte a cada rato nos da lecciones sobre esto, cuando reconocemos la obra después de la muerte de su creador, algo que en mi opinión debe ser desmitificado a favor de un mayor interés sobre lo que está pasando a diario con cualquier tipo de autor.

Por otra parte, está el tema del mercado, creo que todo artista busca vivir de su arte en algún momento y, siendo honesto, aquí en Cuba el mercado no es algo que tengas a la vuelta de la esquina. Definitivamente es un circuito cerrado, donde se mueven piezas con nombres consagrados y acceder a él tal vez no sea imposible, pero sí es algo engorrosamente afortunado. Normalmente quienes se dedican a mantener su obra deben tener otra ocupación que le genere algún tipo de ingreso. En este punto el artista se vuelve autogestor en cuanto a fondos y promoción de su trabajo. Es algo que igual he tenido que ejercer: mantener siempre actualizado el dossier de obra, mover el trabajo por las distintas galerías e indagar a su vez por las claves del mercado internacional. Por otro lado, las oportunidades son de quien permanece en el medio, un arqueólogo descubre algo inédito cuando trabaja a diario para ello, no hay muchas diferencias en el arte. Siempre las oportunidades exigen eficacia y una entrega a tiempo completo. Citando a Picasso: “Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”.

fotos cortesía del entrevistado.

Entonces, ser un artista joven, ¿es un hándicap o una oportunidad en los tiempos que corren?

En estos tiempos ser un artista en evolución es todo un privilegio. El canalizar opiniones a través de la creación es algo que para mí posee un valor cultural gigantesco, de alguna forma todo cuanto hacemos es el reflejo de lo que se vive, tanto a nivel mental como real. Considero que la parte de hándicap es el momento donde existe la lucha entre los dogmas de la realidad y lo que realmente podemos querer. Depende de uno mismo la tolerancia y la motivación que se pueda tener. El arte exige mucho de sus creadores y por muy adversas que sean las circunstancias, como creador, siempre trato de enfocarme en los detalles que de una forma u otra pueden brindar una imagen más optimista de las cosas. Siempre me funciona como apertura al conocimiento, es un espacio para decir la verdad y plantear nuevas ideas, nuevas visiones, esa utopía que cada uno puede formular a su manera y que nadie nos puede quitar. Hoy en día debemos saber evolucionar, no solo como artistas, sino más como personas, entender que todo viene con matices y equilibrar la dificultad todo cuanto podamos.

¿Cómo transcurre tu proceso creativo?

Intento generar ideas prácticamente a tiempo completo, cosa que a su vez me resulta bastante ambiciosa y algo que no he podido conseguir del todo. Muchas veces repaso experiencias, conversaciones, instantes que por retentiva se han quedado en mi mente, lo mismo personas, canciones, escritos, películas y a veces hasta otras obras. Pienso que, si han quedado en mi mente entre tantas, ha sido por algún enlace en especial. Desde ese inconsciente nace el punto de partida para la mayoría de mi trabajo. Me resulta imprescindible experimentar cualquier tema en cuestión mucho antes de trabajarlo, y de no conocer ni siquiera una parte, pospongo el trabajo para otro momento. De igual manera me dedico a escuchar todo tipo de respuestas de la gente sobre cualquier cosa y a experimentar con lo que percibo. Soy muy fan a trabajar por las noches, encuentro ahí un espacio de meditación bastante curioso, e incluso prefiero andar las calles cuando la gente se va a dormir, me asienta aún más las ideas y puedo concentrarme mejor. Pero entonces aprovecho la luz del día para hacer eso que pensé en la noche, principalmente en forma de fotografías y dibujos. Me he dado cuenta que ambos momentos están en perfecto equilibrio y trato de obtener partido de ello: de día ocurren cosas que no me dejan indiferente, me he inspirado mucho en el comportamiento rutinario de las personas, lo que esto genera y en especial cómo afecta en la vida de otros.

A rasgos generales, mi proceso creativo es algo que tengo en constante reinvención, está integrado a mi persona. A veces vivo a tope con el tiempo y mucho después revivo todo en recuerdos como si fuera un filme en cámara lenta. De igual manera no es mi objetivo únicamente hablar de mí, al final busco poder empatizar con las personas, lo mismo a través de poesías que escribo para canalizar un momento determinado, que a través de cualquier otra obra. Debo decir que en ocasiones tengo la sensación de estar escribiendo un libro junto con cada obra que hago, entiendo el llamado statement como un spoiler de todos los trasfondos que pueden quedar plegados dentro.

¿Qué valoras, por encima de todo, a la hora de crear?

Realmente a la hora de crear cualquier obra lo que más valoro es ese acto de empatía que puede existir con el público. De pronto, a través de nuestra obra, tenemos pues la gran posibilidad de conectar con muchas personas al mismo tiempo, de dialogar con ellas y de algún modo intercambiar experiencias. El acto de comunicación se vuelve un instante donde puedes hacer llegar al espectador a muchas reflexiones, como artistas podemos dirigir esa conversación a caminos estéticos y conceptuales. Esto es, para mí, toda una cualidad extraordinaria del arte. También es bastante difícil encontrar a un público que no reaccione y permanezca indiferente hoy en día; tal vez no se exponga a los cuatro vientos, pero confío en que el arte cambia internamente al público que lo aprecia. Esa comunicación es el mayor objetivo que persigo a través de mi obra, pero al mismo tiempo, valoro mucho la capacidad que puede tener el acto de creación para utilizar todo tipo de situaciones para procesarlas y mucho después devolverlas a las personas que tal vez forman parte de ellas, con un giro de diferencia, así sea respondiendo a patrones estéticos, utópicos o poéticos. El hecho de brindar ese nuevo acercamiento a algo que percibimos prácticamente a diario es un proceso que, para mí, ha adquirido un valor incalculable: me mantiene activo saber que por difícil que pueda ser cualquier situación, siempre que existe un espacio para dirigirse hacia ella con otros ojos. Esa retroalimentación con las adversidades es lo que me hace crear a través de ellas, enfrentarme a ellas y encima hacer que la gente empatice con ellas.

fotos cortesía del entrevistado.

¿Hay temas o motivos que obsesionen tu creación, o estos fluyen y mutan en ti?

Sí, considero que mi obra es una completa obsesión, o sea, yo mismo estoy obsesionado todo el rato con el acto de estar generando ideas. Me interesa mucho la imagen cotidiana, sus estéticas e improntas, y he concluido en una serie de constantes que a cada rato evolucionan según mis propias motivaciones. Traduzco de esa cotidianidad, de las mismas texturas en las calles, de los ambientes de barrio, de los comentarios en el argot popular, fenómenos que están inscritos en la identidad y que muchas veces pasan inadvertidos. Ya ninguno de nosotros debería poder pintar un escenario de rosas cuando realmente debemos concientizar ciertas realidades y avanzar a partir de ellas. Tal vez no a modo de denuncia, ni a modo de un extremo crítico, sino más bien a las puertas de una reflexión que nos ayude a crecer, en principio desde la individualidad y, por qué no, a abstraernos en ciertas ocasiones. Es innegable que mi principal obsesión radica en las problemáticas sociales que nos inundan, en ese segundo mundo que existe en los ojos del cubano más común y corriente; y muy en especial el mundo religioso. Ya es algo que llevo investigando desde hace varios años y se ha convertido en el centro de atención de mi obra. Me he dedicado a consultar fuentes orales, contrastar información, documentar mucho de sus cultos más comunes, coleccionar inclusive varios de sus artilugios y en especial corroborar cómo, desde, ahí se desprende otra infinidad de temáticas.

A día de hoy me obsesiona entender cómo ha funcionado la fe sobre la mente del ser humano; más aún me domina conocer cómo en un momento dado se puede llegar a radicalizar ese pensamiento. Me refiero a este último punto ya que me ha llamado mucho la atención cómo a lo largo de la historia hemos sido víctimas de nuestros propios dogmas, así sean políticos, o así sean puramente religiosos, todo cuanto hacemos está iniciado por un sentimiento de fe… es entonces donde no podemos perder el criterio ante el fanatismo. Está muy de moda en la política moderna propiciar el no cuestionar, la escasez de sentido crítico y callar ante la imbecilidad del prójimo; personalmente opino que sin crítica y cuestionamiento no puede existir avance. Los mecanismos de control y la mentalidad de rebaño son cosas difíciles de admitir para cualquiera; y pienso que la mayoría de los problemas que hoy padecemos están derivados de ahí. Aun así, me motiva mucho saber que existe el día a día y que lo podemos usar como una gran oportunidad para hacer que las cosas cambien.

¿Crees que las redes sociales pueden impactar en el futuro a corto o mediano plazo en la forma en que consumimos arte? ¿Impactarán también en la forma en que se crea?

Opino que las redes sociales forman parte de un mecanismo de control, que ya a estas alturas es algo que está implícito en la vida de todos, desde las altas esferas hasta el ciudadano más común. Es ya prácticamente imposible escapar de su alcance. En política, los twists han ganado peso mediático, en el arte los perfiles de Instagram casi se han convertido en la certeza de existencia de un artista, la compra y venta existe ya dentro del ambiente digital; y todo eso me hace pensar que el uso de la red trae consigo una gran responsabilidad.

A través de las redes, una vez más nos ponen a prueba los extremos. No podemos remplazar el ir a una exposición, por ir a un sitio web de la exposición, a pesar de sus facilidades, nos estamos perdiendo de un sinfín de detalles que existen y solo son perceptibles con el contacto directo. Dentro de todo este instrumento mediático intento hacer prevalecer mi propio proceso de creación, es decir, no trabajo con el fin de llenar un perfil en primera instancia y mucho menos soy sincero con las redes. Fácilmente puedo postear una imagen del proceso de una obra ya realizada y encontrarme trabajando en una nueva serie completamente diferente. Si soy franco, manejo las redes con el cinco por ciento de lo que realmente hago, e incluso me gusta pensar que lo que se ve en las redes de mi obra es solo una de las visualidades de la misma. Al mismo tiempo creo que cada artista puede lidiar con las nuevas tecnologías a su gusto, pero es importante ser consciente de cómo esto puede llegar a incidir sobre su persona y sobre su propia obra.

Me resulta curioso como tristemente hoy en día vivimos envueltos en sociedades machistas, racistas, clasistas, muy atrasadas culturalmente, pero con tecnologías muy avanzadas que se han encargado de propagar las ideologías enfermas de nuestra cultura a través de un tipo de arte; es entonces donde las redes pueden hacer sombra sobre esa mayoría que ignora la importancia que tiene el arte en sus vidas. Toda obra de arte refleja la cultura que la creo y la cultura que la consume. A través de las redes esto queda más que claro cuando vemos cómo los artistas, en esta era de extrema comunicación, pueden ser distinguidos como influencers cuyo valor radica únicamente en cuantas cosas te pueden llegar a vender. Debemos saber convivir con este fenómeno y hacer que nuestro trabajo prevalezca, moldeando la cultura con los nuevos medios a favor.

En materia creativa, ¿qué te da miedo y qué te enciende?

Bueno, en cuanto a la creación debo decir que mi mayor temor es el tiempo en sí, el hecho de por algún motivo no poder crear más, o peor aún, no poder cumplir todo lo que quisiera cumplir. Creo que eso sería muy frustrante ya que, hasta el día de hoy, en su mayoría, mis ideas por muy disparatadas o atrevidas que resulten en un momento determinado, las he conseguido llevar a cabo con todo tipo de experiencias guardadas en ellas. Pero a la par estoy constantemente motivado, en especial cuando encuentro empatía con mi trabajo, cuando sé que no estoy completamente solo en esto y puedo acceder a compartir puntos de vistas con mis amistades. El debate en sí me mantiene activo, el contraste con opiniones que no necesariamente deben estar al corriente con las mías son detalles que me encienden a la hora de seguir adelante. Le debo mucho a mis amigos y familia, que han sido siempre el primer público al cual me he tenido que enfrentar.



El poeta es un provocador

Yanetsy Ariste es la voz suave con la que hablo de Historia del Arte, de Dante Gabriel y Elizabeth Siddal. La voz con la que comparto el amor por la poesía y la pasión por hacer de la poesía una llave para abrir puertas y mundos. Entrevistarla es como escuchar su voz una vez más a través de la palabra escrita.

¿El arte tocó a tus puertas o tú tocaste las puertas del arte?

Yo toco antes. Una no puede dejarle sus sueños al tiempo.

¿Qué es lo significativo en la poesía, al menos, en la poesía que creas?

Me gusta mucho lo onírico, las imágenes surrealistas, pero creo que lo más significativo en mi poesía es el vínculo a la historia del arte y a los artistas cuyas biografías me resultan reveladoras. En este último periodo, por ejemplo, he instaurado lazos emocionales con Alejandra Pizarnik, Unica Zürn, Séraphine Louis, que además tienen la doble condición de ser mujeres creadoras.

Tienes una estrecha vinculación con el mundo de las artes visuales. ¿Hasta qué punto concibes tu literatura en relación con ese universo que es colateral al nuestro, y muchas veces conviviente?

Ahora mismo los siento como un solo camino. Acabo de inaugurar mi primera exposición, “Ensoñaciones”, una serie de monotipias inspiradas en uno de mis poemarios, aún inédito. A la par realizo una investigación sobre los colores en la obra de distintos poetas cubanos: dos de esos ensayos que conformarán el libro ya están publicados en la revista El Caimán Barbudo, uno dedicado a la poética de Carilda Oliver Labra, y otro a la de Fina García Marruz.

En mis textos los amigos han visto mucho de plasticidad. Soy y seré una historiadora del arte, no puedo desligarme de la formación que la carrera modeló en mí. Cada poema o narración es un lienzo y los personajes, con sus luces y sombras, están signados por un color.

Foto: Alejandro Rosales.

La literatura inspira respeto en algunos autores. Temor a la página en blanco en otros. ¿Cómo te sucede a ti?

Respeto la literatura, obviamente, si no respetara el oficio no podría entregarme a él. Todo ejercicio de creación demanda rigor; la búsqueda de un discurso “distinto” es siempre un camino brusco, pero satisfactorio.

No le temo a la página en blanco, entiendo que forma parte del proceso creativo también. Ella te permite “respirar” entre proyectos, o replantearte la dirección del texto.

¿Cómo transcurre tu proceso creativo?

Asumo la creación como un oficio al que se va todos los días, al margen de estados de ánimo. Es cierto que algunas jornadas son más productivas que otras; pero aquellas que no lo son también pueden aprovecharse para organizar nuevos proyectos, leer, investigar. Trabajo bien temprano, hasta el alba.

Eres una autora interesada por el mundo de la literatura infantil y juvenil, y por la literatura inclusiva, para niños con capacidades diversas, ¿puedes conversarnos un poco sobre algunos de los proyectos que te hayan llevado hacia ese camino? En sentido general, y sin didactismos, ¿cuánto puede aportar la literatura a un niño y qué caminos puede facilitar a familias de niños con capacidades diversas?

Trabajo en un videolibro con lenguaje de señas para niños cubanos, El caballero y la novia retrato. Es un proyecto para redes sociales. En estos canales circulan poquísimos materiales para niños con discapacidades auditivas, y no pensar en ellos es contribuir también a levantar barreras. Este cuento ya había sido publicado por Ediciones Loynaz, ganador del Premio Chicuelo en 2018. Es uno de mis textos más queridos, ya no está disponible en formato físico y quería retomarlo como animación. Gracias a la beca El Reino de este Mundo, que otorga la Asociación Hermanos Saíz, puedo materializar ese deseo.

La literatura le permite a un niño soñar y lo prepara mejor para enfrentar su realidad. No hay distinciones entre un niño con discapacidades y otro que no las tiene, solo hay limitaciones en el acceso a la información. Este tipo de proyectos puede ser un apoyo para que las familias y los centros educativos puedan, a través de la literatura, darles nuevas herramientas para aprender del mundo.

Hay temas que, en nuestra poesía, son constantes, ondas de sentido que nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida como creadoras, ¿te sucede así? ¿Los calificas como obsesiones?

Quizás. En todo caso, asumo la obsesión como algo pasajero, que nos transforma y se marcha. Mi último poemario aborda la Locura, cómo se traduce el universo de las ensoñaciones ante los ojos de quien no la padece, pero la acompaña. Es un tema que me ha trasfigurado, como toda buena obsesión. Ya llegarán otras.

En un mundo cultural como el nuestro, donde la diáspora intelectual es una constante del día a día, ¿cuáles son los desafíos principales, en cuestiones de orden intelectual y humano, que enfrenta el país artístico llamado Cuba?

Hoy día el mayor desafío para un artista dentro de la Isla es crear: crear sin disponibilidad de recursos materiales, crear en medio de fracturas económicas que lastran y enfrentar la desmotivación que eso conlleva. Por tanto, quien asume el oficio lo hace porque ama verdaderamente su vocación y cree en el poder sanador del arte.

La posibilidad de que el escritor establezca contacto con otras realidades más allá del contexto geográfico que habita ha sido, desde siempre, un motivo para iniciar —cuando menos— nuevas exploraciones en torno a temas, lenguaje, discurso, sujeto poético, forma, etc. ¿Las limitantes que condiciona la realidad del poeta joven cubano, de la mayoría de estos, son limitantes también para la creación o se gestan otras estrategias que pueden permitir el mismo resultado en cuanto a exploración estética?

Si te dejas condicionar por las limitaciones, desiste antes de empezar. Una buena carrera se hace con esfuerzo y no está exenta de obstáculos. Si no puedes viajar a Ferias Internacionales, costear becas en el extranjero, pagar inscripciones, etc., aprovecha el acceso a la información digital y aprende del mundo que te es desconocido hasta que ya no lo sea, aprovecha tu entorno y aplica a sus becas y premios. Crece. Siempre hay un plan B, y ese puede llevarte al A.

Foto: Alejandro Rosales.

En los tiempos que corren, ¿quién es el poeta?, ¿qué lugar tiene en el mundo?, ¿por qué escribir?

El poeta es alguien que cree puede cambiar el mundo con la palabra. Es un provocador. Escribe para alimentar a otros.

En el proceso de escritura uno se trasforma, evoluciona, saca todo de sí, convierte el dolor o la emoción en algo útil. Los provocadores tienen la función de suscitar, cuestionar, remover. Nunca escribimos para nosotros, sino para ese alguien o algo que nos atrae; y luego servimos los versos a merced del hambre de otros (los lectores) con ganas de marcarles la vida.

¿Es mesurable la levedad o la calidad de los libros de poesía que hoy se escriben en Cuba? ¿De qué manera contribuyen, a una cosa o a otra, el sistema de premios de nuestro país y los jurados que lo integran?

Por lo general combino generaciones de autores en mis lecturas, aunque estoy muy al tanto de la poesía que escriben y publican los jóvenes, para saber buscar una voz propia. Las editoriales en Cuba suelen ser estrictas en sus planes, así que por regla general publicamos buena poesía. Por supuesto, en cada apreciación también ronda un factor subjetivo que tiene que ver con el gusto personal, por eso, a veces llegan a nuestras manos libros que no nos satisfacen.

Los premios son muy importantes. Puedes tropezarte con alguien que te diga que no le importan (ese miente). Es cierto que un premio no define la calidad de una obra completa, y que en certámenes algunos cuadernos vitales no llegan al lauro, pero los que llegan tienen asegurado el camino. Se puede tener talento sin premios; pero donde hay premios, siempre hay talento.

Más allá de la página en blanco, ¿quién es Yanetsy Ariste?

La madre de Dariana. Una mujer de muchos colores.



Ser el arte

Leyssy O´Farrill Nicholas es una joven artista multidisciplinaria. Su talento la ha hecho recorrer no pocos escenarios y probarse en creaciones tan diversas como el arte visual, la fotografía, la música, la actuación, por solo mencionar algunas. Conocí de ella gracias a “Padre Nuestro”, obra escrita y dirigida por Agnieska Hernández: en ella, el cuerpo femenino es puesto bajo la lupa de las violencias cotidianas (tantas veces invisibilizadas bajo la manta de día a día). En este espectáculo, Leyssy O´Farrill Nicholas nos permite entrever su disciplina y rigor artísticos.

cortesía de la entrevistada

Eres una mujer del mundo del arte. Artista visual, realizadora audiovisual, músico, teatrista, fotógrafa. ¿Se elige el arte o el arte te elige a ti?

Pienso que el arte no se elige, ni él te elige. Simplemente, se nace artista… se es el arte.

¿Por qué apostar por la creación en tiempos tan difíciles como los que atraviesa Cuba y el mundo? ¿Por qué el teatro?

Comencé en el arte a los cuatro años, ahora tengo treinta y dos; o sea, toda mi vida he estado imbricada en este mundo. El teatro es una manera otra de expresión y como artista y ente social voy de eso, de expresarme todo el tiempo.

A la hora de subir a escena, ¿cómo preparas tu proceso?, ¿qué llevas contigo?

Concentración, una fuerte presencia del aquí y el ahora; el compromiso y sentido de pertenencia que tienes con la obra y el proyecto en el que estás. Creo que la disciplina y el estudio individual es lo único que te salva.

Al ser una artista multidisciplinaria, ¿tienes una idea del arte como fenómeno que suma a todos estos procesos, o ves cada manifestación como un mundo aparte, con sus leyes y paradigmas?

Todo es lo mismo, solo varía el lenguaje. No se puede establecer separaciones arbitrarias entre las manifestaciones creativas, aunque (en mi caso particular) unas te permiten expresarte más que otras; quiero decir, unas son menos abstractas que otras. Cada una tiene sus leyes, pero cuando confluyen, dialogan, se brindan bondades y según una entra en el contexto de la otra se aportan, se enriquecen y evolucionan.

cortesía de la entrevistada

¿Cuáles son tus principales referentes?

En la música: Orlando Sánchez, Herbie Hancock, Yoko Ono, Grace Jones, Michael Brecker, 2Pac, Wu-Tang Clan, B. B. King, Aretha Franklin, J. Hendrix, Erykah Badu, Lauryn Hill, Led Zeppelin, J. S. Bach, Ludwig van Beethoven, Erik Satie, Claude Debussy, entre otros. En el teatro: Grotowski, Artaud, Fernando Arrabal, Teatro Noh, Teatro Butoh, Jodorowsky. En las artes visuales: Vasili Kandinski, Joan Miró, Caravaggio, Edvard Much, Jean-Michel Basquiat, Antonia Eiriz, Belkis Ayón, Paul Klee, Marc Chagall, Gustav Klimt, Alfredo Sosabravo, Olazábal, Miguel Ángel, Kazimir Malévich, Yayoi Kusama. En el cine: Kim Ki-duk, Orson Welles, Emir Kusturica, Andrzej Wajda, Maciej Cuske, Chen Kaige, Aki Kaurismäki, Akira Kurosawa, Yasujiro Ozu, Kenji Mizoguchi. Otras muchas voces han sido importantes para mí.

Háblame de tu trabajo con La Franja Teatral y especialmente sobre el espectáculo “Padre Nuestro”, escrito y dirigido por Agnieska Hernández.

Con La Franja vengo trabajando desde el 2016: antes hacía asesoría musical, en escena entro con la puesta anterior, “Los Pájaros Negros de 2020”. La obra de Agnieska Hernández se caracteriza por ser crítica, oportuna, necesaria, por lo que “Padre Nuestro” no está exenta de todos estos valores.

¿Qué puede esperar el público de esta puesta en escena?

No me gusta hablar por los demás, no podría decirte qué va a esperar el público. No obstante, sí sé que “Padre Nuestro” invita a reflexionar; es una de esas tantas obras que nos quita el cartelito de ser los perfectos, intachables y mejores del mundo…

cortesía de la entrevistada

¿Crees que “Padre Nuestro” es un espectáculo necesario para la realidad global que enfrentan las mujeres hoy día?

Realmente esta realidad no es de hoy día, siempre ha existido. La única diferencia es que “ahora” (desde 1969) hay Internet y esa es una herramienta que permite visibilizar. Siempre va a ser necesaria este tipo de denuncia, y el aporte de “Padre Nuestro” consiste precisamente en ser una voz que se suma a otras tantas voces en el mundo.

¿Cuáles son las búsquedas del cuerpo afrodescendiente en escena y sus luchas en la Cuba contemporánea, incluso en el mundo del arte?

El cuerpo negro en escena… Cuba es un país racista, muy racista, es algo con lo que tenemos que convivir, cohabitar todo el tiempo, diría que desde hace eones, ya que el racismo ni es una cosa de Cuba ni es un problema solo de color. En mi caso, mi búsqueda y lucha no es desde el ser negra, sino desde el SER…

No obstante, como negra nunca he tenido problemas u obstáculos para dentro del arte hacer todo lo que he querido y transitar por miríada de escenarios. Siempre se han impuesto mis múltiples talentos, mi disciplina y sobre todo mi calidad humana; me he ganado el respeto siempre de mis compañeros de estudio y trabajo, por tanto, digámoslo vulgarmente, han tenido que comerme con papas. (Risas).

La escena es un lugar de privilegio para transmitir mensajes: ¿qué buscas comunicar al otro?

Mi objetivo es ofrecer a los espectadores una mirada crítica desde todas las manifestaciones que utilizo como herramienta de comunicación, no solo para sensibilizarlos, sino como una forma de comprometerlos con la búsqueda de soluciones a los problemas sociales, a partir de la reivindicación del sujeto y su papel activo en la vivencia, construcción y preservación de su propia cultura.

Más allá del arte, ¿quién es Leyssy?

Leyssy es Leyssy.



«El Caribe es mi creación literaria»

Víctor Andrés de Oleo es un amigo querido, un hermano poético. Nuestros diálogos por el WhatsApp hablan de su pasión por la poesía, de sus diálogos con el Caribe literario actual, de becas y éxitos mutuos, de amigos que se han ido, de mil y un asuntos diversos. Víctor es, además, una potente voz creativa de nuestra región geográfica común, un poeta de los buenos, un poeta que ha sabido encontrar el filón de luz del arte verdadero. Esta entrevista es un (pre)texto de una conversación en vivo que nos debemos, con café de por medio.

¿Con qué palabras defines a la poesía? ¿Entiendes la vida (ese trazado de experiencias comunes) como material poético?

La vida es la poesía, o más bien la primera contiene a la segunda. Para decirlo de una manera sartreana: la poesía es a la vida lo que la esencia a la existencia. Lo que hacemos los poetas es transmutar en poemas esa poesía que contemplamos en la vida y sus infinitas posibilidades. En ese sentido somos una especie de alquimistas a los que les conviene seguir buscando la piedra filosofal, pero nunca encontrarla.

Y bueno, la única palabra posible para definir la poesía es esta: poesía.  

¿Qué es, para ti, lo trascendente en el arte? ¿Qué es lo significativo en la poesía, al menos, en aquella que creas?

A sinceridad, yo no sé qué tiene de significativo mi poesía. Porque son infinitas las posibilidades de significados que podría tener, y sobre todo tomando en cuenta que cada poema se reescribirá ante los ojos de los lectores que encuentre. Incluso una sola persona podría darle múltiples y divorciados significados dependiendo de los momentos en que interactúe con ella. Por eso no quisiera aventurarme tratando de dar o establecer un significado que podría condicionar a quien me lea, o reducir así el vuelo de su imaginación de cara a mi poesía.

En cuanto a lo trascendente en el arte, bueno, mira: el día que presentamos «El sastre de las mariposas» en La Romana, yo decía que actualmente la literatura, la poesía, el arte en general, es un acto de resistencia. Es un acto de resistencia porque ante el auge y el apogeo de la técnica, de lo pragmático, la virtualidad y lo digital, en la era de ChatGPT, pareciera que nos orillamos a perder nuestra humanidad, a secar nuestras sensibilidades. Entonces el arte, la literatura, la cultura son el bastión que resiste y empuja para que, dentro de todo ese desarrollo que es bueno, no nos olvidemos de lo que, para mí, sigue haciéndonos mejores y peores que todo eso. El arte es la tinta que mantiene dibujada nuestra esencia. 

¿De qué manera puede influir, o no, el Caribe, el hecho de ser caribeño, en tu creación literaria?

Mira, todos nosotros somos el Caribe. Somos su alma, su sangre, su corazón. Somos sus defectos y sus virtudes. De manera que el Caribe está circunscrito, inevitablemente, en todo lo que hacemos. De manera que no es que el Caribe que influye en mi creación literaria, es que el Caribe es mi creación literaria. Un escritor escribe sobre lo que tiene y lo que es, nadie escribe sobre lo que desconoce, y lo que mejor conocemos nosotros es esta maldita circunstancia del agua por todas partes (citando al paisano tuyo) y lo que eso, adentro y afuera, implica.

La literatura inspira respeto en algunos autores. Temor a la página en blanco en otros. ¿Cómo te sucede a ti?

Me frustra mucho la página en blanco. Duele. Pero he aprendido que esas son etapas, momentos que a todos nos ocurren por X, por Y o por Z, y que en algún momento se van. A mí normalmente me ocurren estos bloqueos cuando he tenido una temporada muy productiva, donde he escrito mucho y en apariencia ya he agotado todas mis municiones. También ocurren cuando estoy en los menesteres que llegan luego de ganar un premio. Es lo único que no me gusta de ganar premios.

Para lidiar con ellos me sirve mucho leer y corregir lo que ya está escrito. Hacer eso me permite sentirme justificado por no haber producido nada.  

¿Cómo transcurre tu proceso creativo?

Eso depende de lo que hablemos. Mi proceso creativo tiene sus diferencias entre la poesía y la narrativa.

Por ejemplo, para la poesía no me funciona ir a la computadora y sentarme dique a escribir un poema. Imposible, no llega nada que valga la pena. La poesía me acecha, me sorprende, ya sea mientras leo algo, mientras me traslado sin compañía de un lugar a otro (me torno muy introspectivo en esos momentos) o cuando atravieso alguna situación que me cala emocional o mentalmente. Para la narrativa sí, ahí sí puedo sentarme a escribir porque por lo común ya la idea de lo que quiero escribir se habrá trabajado en mi cabeza, habré hecho algunos apuntes en el celular o en un cuaderno, habré investigado (si es necesario) y habré definido el tono y la técnica y la perspectiva para narrar lo que voy a narrar.

Lo que tienen en común es que todo texto mío pasa por un proceso que mi amigo, el poeta Joel Julio García, denomina las tres etapas de un texto: 1) la etapa volcánica (cuando sale el texto); 2) etapa de reposo (dejar descansar el texto por varios días o semanas); 3) etapa quirúrgica (cuando retomamos el texto para pulirlo o desecharlo). 

Hay temas que, en nuestra poesía, son constantes, ondas de sentido que nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida como creadores, ¿te sucede así con alguno? ¿Los calificas como obsesiones?

El amor. El cliché más grande de toda la historia de la poesía es la constante en mi obra poética. No es de lo único de lo que escribo —también digamos que hay poemas de corte social o reflexivos (del pensamiento, como les llama Joel)—, pero sí, de alguna manera siempre regreso a escribir del amor. Y mira que pareciera que últimamente para muchas personas escribir del amor es una bobería o no sé qué. Es ridículo, si me permites decirlo. A mí esa vaina no me importa. Yo hago como me dijo una vez mi amigo el escritor José M. Pequeño: escribe de lo que te dé la gana. 

Los desafíos, tanto materiales como espirituales, son constantes en la vida del creador joven. ¿Sientes que existen algunos específicos relacionados con nuestro vivir en un espacio geográfico determinado?

Materiales, muchísimos. Espirituales, depende de cómo se mire.

La principal dificultad “material” a la que nos enfrentamos los poetas del Caribe es el prácticamente muerto mercado editorial. Aquí puedes encontrar cómo publicar tu obra, sí. Pero distribuirla, hacerla llegar, sacarla de la isla, promoverla, es una Odisea que ni Homero hubiera querido escribir.

En cuanto a los desafíos espirituales creo que eso dependerá de la relación o interpretación que cada uno tenga con y sobre nuestro contexto y sus peculiaridades. Yo  creo que estamos en un lugar espiritualmente rico para producir, no importa lo que tengamos que decir o desde donde espiritualmente lo queramos decir, nuestra fuente es infinita.

¿Crees que las redes sociales pueden impactar en el futuro a corto o mediano plazo en la forma en que consumimos literatura, y más específicamente, poesía? ¿Impactarán también en la forma en que se crea esta?

No es que lo harán, es que hace tiempo lo están haciendo, en ambos sentidos. Hoy por hoy, me atrevería a decir, hay personas (principalmente jóvenes) que nunca han leído un libro per se de poesía y, sin embargo, han leído mucha poesía. Hay también personas que escriben poesía pensando exclusivamente en ese público de las redes sociales. Y bueno, sus adeptos han tenido tanta relevancia ante la mirada del comercio editorial, que hay sellos importantes editando a muchos de estos instapoetas, como les llaman algunos. Tanto es así que hasta se les ofrece premios importantísimos para potenciar el alcance de lo que producen. Las redes sociales pueden ser una valiosa herramienta para la difusión de la poesía pero, como todo, también tienes sus vicios y en este caso parecen ser vicios bien rentables. 

En los tiempos que corren, ¿quién es el poeta?, ¿qué lugar tiene en el mundo?, ¿por qué escribir?

Como te decía más arriba, el poeta, junto a cualquier artista, es un militante de la resistencia. Es alguien que, quiera o no, lo sepa o no, tiene en sus manos, en la naturaleza propia de su oficio, el conservar nuestra humanidad, evitar que se desdibuje.

Y bueno, es obvio que llevamos todas las de perder, pero justamente por eso se trata de una resistencia.

Uno de tus más rotundos éxitos como poeta, y que sin duda te coloca en un sitio importante dentro de la literatura caribeña, es que fuiste una de las voces elegidas por la UNESCO a través del Programa Transcultura para representar tu país durante La Marché de la Poésie. ¿Marca esto un antes y un después en tu carrera?

Yo creo que sí, es inevitable. Pero, por mucho que especule, sé que no soy capaz de precisar ahora mismo la magnitud exacta en que lo hace. Creo que podré tener mejor idea de eso después del 11 de junio. Para entonces prometo darte los pormenores al respecto.

¿Sientes que existen conexiones lo suficientemente poderosas entre las voces que se gestan en nuestro contexto geográfico, incluso de isla a isla; o vivimos aislados en burbujas de cristal donde poco o nada se conoce de la literatura de nuestro Caribe?

Sí, vivimos aislados, pero no creo que sea en una burbuja de cristal. Es, otra vez, la maldita circunstancia del agua por todas partes. Y bueno, quizás también algunos obstáculos idiomáticos si miramos todo el Caribe. Es también esa ausencia de mercado editorial que padecemos, pero esto está dentro, de alguna manera u otra, de lo de la circunstancia del agua.

Entre República Dominicana y Cuba creo que existe un vínculo muy grande, un deseo casi hambriento de conocernos más y mejor en términos literarios. Creo que de lado y lado moriríamos por tener mayor interacción, por estar juntos en más iniciativas e intercambiarnos libremente de lo que cada país escribe; pero es un anhelo frustrado por nuestras situaciones y condiciones. Yo, por ejemplo, muero por leer tu Sakura y ha sido una tarea extremadamente difícil poder lograr que llegue a mis manos.

Más allá de la página en blanco, ¿quién es Víctor?

Víctor Andrés De Oleo es un tipo que por fin, se ha graduado como licenciado en matemáticas orientada a la educación secundaria; es un sujeto que vive en Villa San Carlos, un barrio de La Romana, desde el 2004. Ese sin vergüenza aún vive en casa de sus padres por razones que te diré después en una conversación más personal, pero que cada día se levanta administrar y atender el negocio de la casa, un colmado, mientras, a la sazón, hace diligencias para lograr un puesto desde donde espera trabajar más específicamente por la cultura y la educación. Es un tipo que, pese a que sus allegados lo tratan con respeto y viven en la mentira de creerlo un intelectual, no encuentra en los ojos de muchos de ellos la comprensión de lo que es o lo que significa esa locura de ser poeta.



El teatro es el sitio donde se dicen las grandes verdades

Ver —más que ver, sentir— a Lulú Piñera en escena es un ritual, una comunión que se establece entre el cuerpo del espectador y el cuerpo de la actriz. Escapar de esa comunión no es simple. Te quedas enganchado a ella, esperas que el ritual nunca termine, esperas poderla acompañar una vez que el ritual haya finalizado. Literalmente, esta joven actriz cubana deja la piel en las tablas (el corazón, las risas y el llanto también).

En tiempos tan difíciles como ha resultado ser el presente, ¿por qué apostar por el teatro?

Creo que particularmente en estos tiempos es cuando más necesario es el arte. Si nos dejamos sumir en las dificultades de la cotidianidad y en la incertidumbre de lo que será nuestro futuro, se nos muere la creatividad y se nos muere la inspiración. En los tiempos que corren el arte nos salva de la apatía, del atraso, de la intolerancia y del consumismo excesivo de la tecnología. Creo, además, que el arte siempre va a contribuir a mejorar la salud social de las naciones del mundo.

Me gusta mucho decir que el teatro es el sitio donde se dicen las grandes verdades y las más insospechadas, y con esto hago alusión a todos los ámbitos de la vida. Los conflictos humanos, el caos social, la situación política, los discursos generacionales, la familia, la esperanza, todo cuanto forma parte de nuestra vida como individuos va a encontrar voz en el teatro. Y ese diálogo/enfrentamiento directo del público con el fenómeno teatral es lo que lo hace aún más especial: saber que lo que se está viendo/viviendo es único e irrepetible.

fotografías cortesía de la entrevistada.

A la hora de subir a escena, ¿cómo preparas tu proceso?, ¿qué llevas contigo de tu experiencia como ser humano y cómo transmutas esa materia en arte?

Para mí es vital estar en silencio. Todo cuanto acontece conmigo en el escenario pasa antes por un filtro mental y emocional en absoluto silencio.

En todos los personajes que interpretamos indiscutiblemente habrá una parte de nosotros mismos y, sin dudas, algunas experiencias personales contribuyen al entendimiento de las circunstancias de los personajes y a lograr verosimilitud en el escenario. Cuando esto no ocurre, cuando, por ejemplo, sentimos que la historia que vamos a contar no es cercana a nuestras experiencias de vida, pues, al menos yo, suelo asirme de las herramientas que brinda la técnica de la actuación. 

¿De qué manera el teatro moldea o no a la persona que eres?

La moldea absolutamente y me atrevo a decir que esto ocurre desde que uno es muy joven. No sólo por el enriquecimiento cultural e intelectual que proporciona el estudio de una obra teatral, sus autores, el trabajo con los directores, etc., sino también por la conciencia que uno desarrolla sobre varios aspectos de la propia vida.

¿Cuáles son tus principales referentes en el mundo de la actuación y la dirección?

En primer lugar, Berta Martínez. Yo pasé toda mi niñez trabajando en sus obras. Te aseguro que de ella aprendí que el teatro es un lugar sagrado, no es un espacio más de la cotidianidad y necesita respeto, disciplina, silencio y un compromiso enorme.

Luego, con los años, fui descubriendo las carreras de varios artistas que hoy en día admiro mucho. Del ámbito nacional respeto todo el trabajo que hicieron Vicente y Raquel Revuelta y Adolfo Llauradó. Admiro mucho el teatro de Carlos Celdrán y un referente internacional muy especial para mí es Eugenio Barba.

fotografías cortesía de la entrevistada.

Háblame un poco de tu trabajo con La Franja Teatral y especialmente sobre el espectáculo “Padre Nuestro”, que acaba de terminar temporada de presentaciones.

La primera vez que coincidí con la escritura de Agnieska fue hace casi 10 años con un fragmento del texto Anestesia que preparamos juntas para el Festival de Teatro de Camagüey. Sólo puedo decirte que desde ese momento hasta la actualidad me he sometido a un proceso de desdramatización total (risas), término para mí confuso y contradictorio en los inicios, pero que ha quedado demostrado ser absolutamente eficaz a la hora de traducir escénicamente el tipo de dramaturgia que Agnieska siempre nos propone.

Para ser sincera, desde la primera lectura de Padre Nuestro, supimos que era un monstruo que nos venía para arriba. Sobre todo, por el contenido del texto y sus mensajes, y la implicación emocional que requería de los actores para todos sus personajes. Fue un proceso de montaje corto, pero Agnieska siempre tuvo muy definido cómo serían los cimientos y las columnas del edificio. Eso fue muy importante. Luego, con los ensayos y en el propio calor de las funciones, hemos continuado edificándolo.

¿Qué puede esperar el público de esta puesta en escena?

Los hombres que se aguanten y las mujeres que alcen su voz, las que aún no lo han hecho.

¿Sientes que “Padre Nuestro” es un espectáculo necesario para la realidad global que enfrentan las mujeres desde siempre?

Lamentablemente, sí. Y digo que es lamentable porque desde hace muchos años el cuerpo y el universo de la mujer debió haber sido respetado.

fotografías cortesía de la entrevistada.

La escena es un lugar de privilegios para transmitir mensajes: ¿cuáles son los tuyos?, ¿qué buscas comunicar al otro que te observa y vivencia a través de tu cuerpo?

A decir verdad, lo que más me motiva es compartir la vida. Los dolores de mi personaje pueden ser los mismos de muchos espectadores, sus motivaciones pueden ser parecidas y también sus miedos. En la vida de mi personaje puede estar la vida de cualquier persona, por eso es tan importante para mí vivir cada función a plenitud. Nadie sabe con cuántos sentimientos se puede identificar un espectador ni cuánto verse reflejado puede ayudarlo a mejorar sus días.

Con La Franja Teatral ya has trabajado en dos espectáculos: “Los pájaros negros del 2020” y “Padre Nuestro”. ¿Sientes que existen puntos de conexión entre ambas obras, tanto en el trabajo escénico como en la materia textual? ¿En qué han diferido los procesos de trabajo?

Absolutamente. Existen muchos puntos de conexión, comenzando por la propia dramaturgia que, a su vez, nos define el tipo de actuación. En ambos espectáculos encontramos una dramaturgia fragmentada y la denuncia como uno de los resortes recurrentes. Sus personajes, tanto en “Los pájaros…” como en “Padre Nuestro” fugan al actor/actriz (y viceversa) frente a los ojos del espectador. El uso de la música en vivo es otro aspecto vital que podemos encontrar en estas piezas y, en ambas, no ha cesado la búsqueda de la belleza que no es otra cosa que la búsqueda de la verdad de sus historias.

Los procesos han diferido, es obvio, a la hora de traducir en la escena la trama de cada espectáculo. En “Los pájaros negros del 2020” por ejemplo, el tap dance no era sólo un recurso expresivo de los personajes Shirley Temple y Bill Robinson, sino se convirtió en prácticamente un personaje más cuando fue asumido como resistencia y esto implicó, además de varios meses de entrenamiento, que el cuerpo de los actores en la escena tuvieran otra disposición, otra movilidad, otra expresividad, totalmente distinta a la de “Padre Nuestro”.  

fotografías cortesía de la entrevistada.

No solo el teatro, también la televisión ha tocado a tus puertas. En tu expresión como actriz, en tu propio cuerpo, ¿sientes que hay un cambio de lenguaje y de modos de hacer entre un medio y otro?

El lenguaje varía ciertamente y la manera de hacerse es diferente. En términos de actuación, el trabajo en la televisión es un gran ejercicio de repetición. Sin embargo, a mi entender, y con el permiso de los expertos en esta cuestión, no creo que comparado con el teatro sean dos tipos de actuación diferentes, creo que está asociado más bien con regular el nivel de expresividad de ambos medios.

Del teatro, ¿qué es lo que te fascina? ¿Qué cambiarías?

Me fascina el olor del teatro y el hecho de que el corazón se me quiere salir antes de empezar la función. Cambiaría lo poco remunerado que es para las horas y horas y horas de trabajo y sacrificio que demanda.

Más allá del arte, ¿quién es Lulú?

Lo más tranquilo que te puedas encontrar en tu vida.

fotografías cortesía de la entrevistada.


Lo significativo en la poesía es la sinceridad

Luego de leer Fosa común, del joven poeta Onel Pérez, no pude evitar el deseo de conocer más sobre el creador detrás de aquellas páginas. Ya lo había conocido en Pinar del Río y el primer brote de la amistad había quedado vivo en las redes sociales. Nacieron entonces estas preguntas, este deseo de conocer lo que había entrevisto en Onel: que lo significativo en su poesía, y en su vida, es la sinceridad. Esa sinceridad que no necesita justificación para existir y que trasciende todo ego.

Si te pidiera una definición de la poesía, ¿qué palabras escogerías?

Defino a la poesía con palabras como sangre, dolor, sacrificio y vida. La vida (o por lo menos la vida que trato de vivir cada día) es un largo e intenso poema que trato de vivir con intensidad. Y es que de allí salen mis mejores criaturas ya formadas desde la experiencia, llenas de cotidianidad y de retos. Ese material lo pulo y lo vivo primero en mi mente.

¿Existe la trascendencia en el arte?

Cuando uno lee versículos en las Escrituras como “No hay nada nuevo debajo del sol”, es muy difícil responder si existe en verdad algo trascendental en el arte. Lo trascendente en el arte debe ser algo sazonado y pensado por años, que rompa esquemas y diga algo que incluso la época rechace. Creo que ahí está el tesoro de lo trascendente. Lo significativo en la poesía me parece que es la sinceridad. He formado en mí una conciencia ética porque considero que debo respetar a los otros, a los lectores que creo en mi mente o a esos lectores que esperan por mis libros.

¿Lees a los autores cubanos que son contemporáneos con tu producción? ¿Cuáles son los desafíos actuales de la poesía que se gesta en Cuba?

Leo mucho a mis contemporáneos. Hay que hacerlo. Conversar con ellos y discrepar con sus estéticas. De ahí viene algo distinto.

Hay muchos desafíos para la poesía que se gesta en Cuba, principalmente la joven poesía. Uno de ellos es la necesidad de escapar de nuestros padres literarios, para eso es necesario matarlos en nosotros. Escapar a su influencia. Es necesario otra relectura de la realidad. Tenemos que ir al fondo de nosotros mismos y autodestruirnos. Ya no podemos leernos entre nosotros mismos. Hay que leer otras culturas, explorarlas hasta la saciedad y renunciar al ego.

La nación, su trazo, vive en tu poesía, desprende su amnios en tus versos. ¿Qué nación poética y física sueña tu literatura?

Cada día sueño que mi nación poética sea controlada por Dios, el Creador de todas las cosas. Es mi sueño total que mi escritura sea dirigida por su Espíritu. La nación física que sueño no está alejada de mi país. Acá están mis dolores, los derrumbes mentales de los que escribo.

Lo cotidiano y su desgarradura son temas perceptibles en tu libro Fosa común. ¿Hasta qué punto lo cotidiano define o limita al creador que vive en ti?

Uno de los grandes poetas alemanes diría en algún momento que un poeta es un ser cargado de realidades y que estas son al final las que te van a definir. En mi caso lo cotidiano se ha hecho todo un desafío para describir mi realidad, mi cultura, mi país. En lo cotidiano está mi sustento, en el disparo mis flechas llenas de sensibilidad para la mente de esos lectores ideales que creo. No percibo lo cotidiano como un lastre. Todo lo contrario. Ahí radica la fuerza del poeta, del pequeño David.

La literatura, ¿despierta temor o reverencia?

Cuando escribo siempre, de alguna u otra forma, van a aparecer esos temores ocultos, pero en el poeta que yo he construido a partir del trabajo pasa algo clave que me define. Cuando ya empiezo a escribir se esfuman todos esos temores. Se anulan gracias a la conciencia poética y a la responsabilidad que tengo con el mismo acto creativo.

¿Cómo transcurre tu proceso de creación?

Nada del otro mundo. Tomo apuntes. Los reviso. De ahí salen mis criaturas, del horno poético.

¿Temas que te obsesionen, a los cuáles vuelvas una y otra vez?

Hay un tema que me apasiona y es la Historia. Debe ser por el pueblo de donde soy y vivo, Baire. Un pueblo de luchas mambisas y de mucha tradición. Es algo que me persigue y se ha vuelto una obsesión sana.

¿Qué desafíos enfrenta la creación actual, tanto materiales como espirituales?

Los desafíos materiales y espirituales que persiguen al creador joven de Cuba están dirigidos hacia el hecho de buscar premios que lo impulsen no solo a ganar dinero gracias a la literatura, sino a visibilizarse en todos los medios posibles. A crearse un nombre a través del arte.

¿Cómo aprecias la influencia de las redes sociales en la creación actual?

Uno de los logros que ha traído las redes sociales es la gran diversidad de bibliotecas digitales que existen, además del modo tan fácil de acceder a estos. Libros que normalmente no los encuentras en las bibliotecas normales aparecen allí. Lo que sucede en muchas ocasiones es que dejamos que estos espacios virtuales asuman casi todo el tiempo y vamos matando en nosotros la necesidad de una verdadera renovación. Las redes son toxicas, si no las manejamos adecuadamente podemos convertirnos en escritores de pacotilla, escritores de desperdicios, porque ya vamos a dejar que esas redes nos controlen y piensen por nosotros.

Los premios: ¿hacia dónde llevan al autor?

A la promoción, a que te publiquen más y al ego.

Háblame un poco de tu libro ganador del Premio Calendario.

Cables de alta tensión es un libro raro, un artefacto lleno de tuercas y de ruidos. Son poemas construidos desde el ojo de la máquina, como un sistema que vigila todo y nos degrada.

Madre, patria/matria, José Martí, la tierra, la condena a repetir la Historia de la cual no hemos aprendido nada, estas constantes, ¿obsesionan tu poesía, permean tu creación, son apenas el reflejo de la realidad que vives y vivimos todos?

Escribir desde Cuba para mí es esencial porque de mi patria salen mis contradicciones. Martí es la otra esencia de mi poesía. Siempre trato de regresar a él como un niño para encontrar tesoros escondidos. El Diario de Campaña es uno de esos tesoros que más releo.

¿Cómo estructuras y piensas un libro?

Ni sé. Estructuro un libro en dependencia de como esté mi estado de ánimo. Nunca me he detenido a pensar en eso.

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¿Tienes algún miedo que viaje junto a tu poesía, aunque la trascienda?

No. De eso se trata. Uno debe ser consciente de lo que escribe y de lo valiente que debe ser cuando escriba. Si no, no escribo y me callo.

Más allá de la página en blanco, ¿quién es Onel Pérez?

Un ser que sueña y vive con intensidad, alguien que busca conocer todos los días a Dios. Alguien que es muy familiar y que ama a sus amigos.

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Una escritura que eche a andar la máquina de pensar

Rebeca Torres Serrano es, para mí, una voz tranquila, casi siempre pausada, a través del WhatsApp. Una voz con poesía. Una poesía que florece como un brote tímido. Una poesía que escalda cuerpos. Aunque nunca nos hemos visto cara a cara, me basta con el hecho de conocer su voz, que es conocer una parte (íntima, raigal) de su canto como poeta. Escuchémoslo.

¿Cuándo decidiste que la literatura sería tu camino? ¿Por qué elegiste ese vínculo de comunicación con el otro?

La literatura me acompaña desde pequeña, aunque no como una constante. Mis padres me compraban libros en la Feria, recuerdo con mucho cariño Pipa medias largas. Fue uno de los primeros libros que llegaron a mis manos. Era una edición preciosa con ilustraciones; aún persisten en mi memoria aquellas imágenes de Pipa con el mono o aquellas otras de cuando fue al circo. Otro de los libros que me marcaron mucho y que me encanta, es precisamente una edición ilustrada –preciosa– de Akeké y la jutía. Tuve una niñez feliz rodeada de libros. La literatura me ha acompañado en distintos momentos y la he vivido de acuerdo a mis contextos. Siempre ha estado ahí. Sin embargo, no fue hasta hace relativamente poco tiempo, unos tres o cuatro años, que decidí reciprocar a la literatura, ser parte de ella como lo ha sido ella de mí. Es por ello que he procurado dedicarme a la escritura y al estudio literario con toda la seriedad y responsabilidad creativa que conllevan.

Creo, además, que la literatura es uno de los vínculos de comunicación más poderosos y hermosos que existen. El escritor crea, pero el diálogo que se establece entre lo escrito y el público es mágico. Hay tantas maneras de recibir una obra literaria como hay personas en este mundo. Cada cual la recibe desde su subjetividad, le concede un valor, la vive de manera diferente. Es muy interesante vivenciar toda esa maravilla en la que intervienen tantas subjetividades, la propia y los rejuegos de los contextos.

Entre el momento en que el artista descubre el llamado de la vocación y el que decide dedicar su vida al oficio creativo puede transcurrir un buen tiempo. ¿Sucedió así en tu caso?

He sido una mujer muy tímida e insegura, características de mi personalidad en las que he trabajado desde adolescente y que me llevaron a un retardo de mi proceso creativo y posterior “salida del closet literario”. La vocación siempre ha estado ahí, pero la concientización de capacidades y posterior trabajo en pos de aprender, escribir, compartir mi obra, pues es relativamente joven. Ahora es cuando realmente siento que he alcanzado una madurez en mi pensamiento que me permite llevar esta vocación a la praxis, auto percibirme como escritora y serlo.

¿Cuáles son tus principales influencias creativas?

Como con el cine, en la literatura conecto con casi todo lo que leo. Me mueve la literatura escrita por mujeres de cualquier época. Me interesa una escritura que eche a andar la máquina de pensar, que lleve al lector a introspectar, a salir de su zona de confort, muchas veces sin darse cuenta.

¿Qué te mueve a escribir? ¿Qué, en el mundo real, te sirve de material para alimentar la ficción?

Escribo a base de emociones, propias y de quienes me rodean; y lo que me rodea, no solo en espacio físico, sino en cualquier tipo de espacio. Soy muy sensorial. Además, escribo a base de lo que genera la recepción de estímulos, sobre todo visuales y sonoros. Todo lo que me rodea es nutriente para la ficción. Me encanta llegar a un punto donde siento que estoy viviendo miles de experiencias a través de lo que escribo y que posteriormente otras personas lo vivirán de otras tantas formas.

¿Cómo definirías tu estilo?

Creo que todavía no podría definir mi estilo, al menos no teóricamente. Sí puedo decir que me fascina salirme de lo convencional, ser muy yo en el proceso de meterme en otras pieles para contar sus historias.

Y tu proceso creativo, ¿cómo transcurre?

Todo el tiempo estoy creando, porque me ocurre que, de cada experiencia, sale algo que luego me ayuda a recrear lo vivido, a escribir narrativa o poesía. Muchas veces voy por la calle o estoy en cualquier lugar y algo llama mi atención, anoto algunas líneas o grabo un audio y luego en casa pues escribo, para luego pulir y tener ya un resultado. También es importante no dejar de lado la organización del proceso, que este sea coherente y consecuente. 

¿Cuál es el lugar que ocupa el escritor en el mundo contemporáneo y, sobre todo, en la Cuba actual?

El análisis del lugar que ocupa el escritor en la contemporaneidad es multifactorial: el escritor es esa persona que desde su oficio contribuye al crecimiento profesional y espiritual de sus lectores. Esto sucede desde la escritura de cualquier género, pues el escritor es comunicador, es desarrollador de un tipo de pensamiento. El escritor es un influencer —utilizando un término de moda en el presente–, que connota la realidad desde el inicio de los tiempos. Hablo de los filósofos, devenidos escritores que tenían escuelas de pensamiento y discípulos que promovían sus enseñanzas y que poseían un gran impacto en la conciencia colectiva. El escritor es todo eso, y su rol es innegable para el desarrollo de la sociedad. Cuba no es la excepción. Tal vez por ello, la figura del artista, del intelectual, del escritor, sea tan polémica. Hay una conciencia del poder de la palabra.  

¿Qué tipo de colaboraciones con otros artistas te interesarían en tu vida creativa?

El enfoque colaborativo tiene un rol preponderante en mi vida personal y profesional. La construcción colectiva me apasiona y me gustaría muchísimo colaborar en cualquier tipo de proyecto escritural, visual, experimental, investigativo con cualquier colega o comunidad que así lo desee.   

 Un escritor es siempre un analista de su tiempo, ¿hasta qué punto lo real es importante en tu obra?

Definitivamente lo es. En mi caso, parto de lo real para luego viajar a lo imaginario. Me interesa contribuir a través de mi escritura a la reflexión y a la acción social. Me interesa que las personas no solo disfruten su lectura, sino que esta los lleve al cuestionamiento y a la reflexión.

Como traductora e intérprete de diversas lenguas, sabes que la palabra es el vehículo esencial para conectar con la realidad de los otros. ¿Cuánto valor otorgas a la traducción dentro del mundo literario? ¿Qué traductores te sirven de referente?

La traducción es vital en cualquier contexto y el mundo literario no es la excepción. Sin el traductor no sería posible que personas de orígenes geográficos y culturales diferentes pudiesen conocer unos de otros, o comunicarse a través de la literatura. Es esta otra profesión cuyo origen radica en la antigüedad y ha sido, es y será necesaria para establecer vínculos interculturales. Hay muchísimos escritores devenidos traductores y viceversa, dignos de toda mi admiración. Quisiera rendir homenaje a uno en particular, hijo de mi tierra holguinera: el profesor, escritor, traductor y editor Manuel García Verdecia. Él es un vivo ejemplo de eso que hace del traductor una figura tan importante en la promoción de la literatura de otras lenguas y culturas para contribuir al desarrollo literario y cultural de su tierra.     

¿Por qué eliges la poesía como vehículo de comunicación de las ideas? ¿Qué otorga la poesía al discurso que otras formas de creación literaria no llegan a alcanzar?

La poesía es la traducción de emociones, y además es una vía de establecer conexión directa con las emociones de los demás. Es llegar al otro sin pedir permiso, llegar con profundidad en cuestiones de segundos. En la poesía la palabra evoca, extrapola, desencadena y te da una gran libertad para hacer todo esto, porque simplemente quien la lee o la escucha la hace suya.

Provienes de una ciudad de grandes poetas, Holguín. ¿Ejerce en ti alguna presión el hecho de saber que perteneces a un espacio geográfico que ha dado tan buenos creadores?

Hasta este preciso instante no (es broma). Holguín tiene una miríada de excelentes poetas que han sido y son inspiración para mi obra. En mí prevalece una gran admiración por mis queridos poetas holguineros y me honra muchísimo su impronta.   

Háblame de tu poemario Corte angosto, ganador del Premio Nuevas Voces de la Poesía Cubana. ¿Qué temas lo transversalizan, lo contienen, le dan forma?

Corte Angosto es un poemario sobre la mujer. La mujer desde enfoques diferentes, inspirado en muchas mujeres y en la huella que han dejado en mí. Mujeres que me habitan o que yo he habitado.

¿Existe algún género que no te interesa o que no te atreverías a abordar?

Me gustaría incursionar en todos los géneros, y es esa una de las razones principales para unirme al Laboratorio de Escrituras “Encrucijadas”, que es una gran escuela de pensamiento, donde he encontrado una comunidad de gente talentosa y muy humana. Y pues he aprendido muchísimo y sé que el aprendizaje será continuo.

Siempre he sido atrevida, me gusta lanzarme de cabeza a la piscina, aunque no sepa si tiene agua. Creo que atreverse es de los mejores métodos de aprendizaje que existen.  

¿Cuáles son las principales ventajas que el mundo contemporáneo le puede ofrecer a un artista, y cuáles los principales hándicaps?

Las ventajas, creo, que vienen de la mano del acceso a diferentes herramientas de trabajo, la visibilidad, los espacios virtuales. Los inconvenientes pueden estar un poco en explotar las posibilidades reales para poder vivir de lo que haces.   

¿Cuáles son los beneficios puntuales que un premio puede otorgarle a un autor novel como tú? ¿Son los premios parteaguas en la vida de un autor?

Los premios le otorgan visibilidad a autores noveles, como es mi caso. También pueden conceder motivación para continuar el camino o validación en algunos casos. Un premio honra la labor de un creador, pero tampoco es la máxima por la que se debe trabajar. Sí pienso que tienen un gran impacto en la vida de cualquier autor, no solo uno novel.

Ganar el Premio Nuevas Voces de la Poesía Cubana ha sido una experiencia hermosísima por muchas razones, entre ellas la oportunidad de compartir lo que escribo, de que llegue a la gente. También porque el premio es la continuidad de la hermosa labor de Joaquín Osorio como promotor cultural. La entrega ocurrió en Ediciones La Luz, que es un lugar mágico con un equipo de trabajo maravilloso (y me quedo corta). Tuvo además jurado de lujo de poetas holguineros. Fue todo un sueño, uno completamente inesperado, porque todo es tan nuevo para mí que por mi cabeza no pasó que pudiera ganar.  

En tu vida como artista, ¿existe algún momento significativo que haya marcado un antes o un después?

Hay dos momentos: participar en el programa Mentoras Creativas para mujeres en las industrias creativas, fui Mentee en el año 2021, y eso me dio muchísimas herramientas de trabajo, sobre todo para auto percibirme como artista, como escritora. Definitivamente este premio es otro instante significativo, porque me ha llenado de alegría, me ha acercado a gente talentosa y buena.

Más allá de la página en blanco, ¿quién es Rebeca?

Rebeca es una escritora, una mujer sentipensante, de mente inquieta, que siempre está creando. Es una mujer que cree en el mejoramiento humano y que todo lo hace con mucho amor. Es una profesora que adora a sus estudiantes y que le gusta retarlos para que crezcan. Es una cubana, una holguinera que ama su tierra y que le encantaría que se aprovecharan todas sus potencialidades para su desarrollo. Rebeca es una mujer que ama a su familia y que a veces es demasiado sensible.



Nácar en los dedos de los libros

Solo hay que conocer su obra para saber cuánto esplende Lisett D. Páez Cuba. Y en este esplendor no incluyo solo el talento, sino también su humanismo, su capacidad para la fe y el asombro, su infinito abrazo a la poesía de la vida cotidiana. Lisett D. Páez Cuba (Lisy para sus amigos) es una voz que, sin duda, cantará en los oídos de los lectores para dejar en ellos el recuerdo de la música de sus palabras.

cortesía de la entrevistada

¿Cuándo decidiste que la literatura iba a ser el camino que acompañaría tus pasos? ¿Por qué elegiste la literatura como vínculo de comunicación con el otro?

Desde niña siento pasión por la escritura. A los 12 años escribí un cuaderno de versos rimados que solía leer a mi abuelo paterno. Y aunque pensé optar por Filología como carrera universitaria, matriculé Derecho por razones de fatalismo geográfico: soy una pinareña que no quiso irse a estudiar a La Habana. No obstante, el deseo de escribir siempre estuvo latente en mí, hasta que en diciembre de 2019 ingresé al Taller Baragaño, de la Casa de Cultura en Pinar del Río. A partir de entonces comenzó mi era escritural.

Escogí la escritura porque es una forma de compartir las ideas que pueblan mis sueños. Reconozco que esta es mi verdadera vocación y mi refugio. Incluso, he confesado antes que el Derecho es mi esposo, el padre de mis libros, mis artículos; el hombre con el que estoy casada, mas no el amor de mi vida. Ya he advertido en ocasiones que, por suerte, el Derecho y la Poesía tienen algo en común: el poeta intenta hacer justicia a través de sus versos.

cortesía de la entrevistada

¿Cuáles son tus principales influencias creativas?

En narrativa prefiero a García Márquez, Isabel Allende, Cortázar, Galeano y Fleur Jaeggy. En poesía, aunque crecí declamando versos de Buesa, Neruda, Sor Juana y otros poetas latinoamericanos (que eran mis preferidos en la adolescencia), con más tiempo de lecturas descubrí que mi genealogía poética la he encontrado en autores como César Vallejo, Rainer María Rilke y Wislawa Szymborska. En el caso cubano, los que más han calado en mí y me llevan a un estado hipnótico resultan ser José Martí, Dulce María Loynaz y Sergio García Zamora.

¿Qué te mueve a escribir? ¿Qué, en el mundo real, te sirve de material para alimentar la ficción?

El mundo en sí mismo. Cada proceso cotidiano es mi fuente de inspiración. Estar frente al espejo desenredándome el pelo me llevó a escribir El enredo, texto con el cual empieza el poemario premiado, a través de un símil: “Escribir poesía es como desenredar un cabello húmedo…”. Asimismo, estar esperando el ómnibus una mañana para ir a la Universidad me hizo pensar en un poema como Parada de autobús, que ofrece un paralelismo metafórico con el proceso editorial, tal cual esos libros que esperan (sentados) por la publicación que ha de llegar.

Mi profesión es otro incentivo constante para escribir. El Derecho es una fuente inagotable de temas y motivos. De la influencia jurídica y de esa confrontación entre la jurista y la escritora que soy, nacieron textos como Judicatura y Abogacía, declarando mi devoción expresa por la literatura cuando escribí: “Ya no soy la abogada litigante. Soy lectora en privación de libertad. Busco un verso inocente que me salve”.

cortesía de la entrevistada

¿Cómo definirías tu estilo?

Eso mejor lo dejo a la crítica. Soy pésima para autodefinirme. Grosso modo pudiera adelantar que en narrativa me siento surrealista y en poesía, ultra romántica. Suelo tener un tono reflexivo y en ocasiones pasional. Pienso que he sido más bien una escritora emotiva con tendencia marcada a la poesía intelectiva.  

Y tu proceso creativo, ¿cómo transcurre?

La narrativa, el teatro y otros géneros (no poéticos) requieren más dedicación: sentarme en el buró de mi cuarto, estar muy concentrada, exprimir neuronas. Sin embargo, la poesía infantil y la poesía para adultos surgen más espontáneas: ideas que me invaden de repente y tengo que correr a anotarlas. A veces hasta me he levantado de madrugada con versos estructurados ya en la mente y debo escribirlos para no olvidarlos.

Una curiosidad propia es que al crear poemas generalmente empiezo por el último verso. Casi siempre es el primero que se me ocurre. Sí, empiezo los poemas al revés, de abajo hacia arriba, como si la sentencia final ya estuviera predeterminada, como si supiera de antemano a dónde quiero llegar. Y raramente termino un texto la primera vez. Como mínimo mis poemas requieren tres sesiones: las ideas repentinas sobre el papel, el pensamiento articulado para dotar de estructura lógica ese campo semántico y la revisión detallada tras la cual nace, finalmente, el poema.

cortesía de la entrevistada

A tu criterio, ¿un escritor tiene que ser necesariamente un buen lector o basta con que sea un buen intérprete de su propia realidad?

En absoluto: un buen lector. No basta con interpretar la realidad propia, necesitamos leer cómo otros la han interpretado, nutrirnos de la savia poética precedente. Justo cuando descubres que en la lectura está el secreto empiezas a avanzar como poeta. A mí, por lo menos, la lectura me contagia de escritura. En verdad mientras más leo, más quiero escribir. Es curioso porque en el poemario La de abajo constantemente defiendo esta tesis, a tal punto que declaro: “Solía devorar trozos de nácar en los dedos de los libros. Hace un tiempo dejé la tentación de onicofagia, el mero conformismo a los exergos”. Este sentido lúdico entre el proceso escritural y el nutritivo continúa más adelante cuando afirmo: “La energía que el estómago transforma en energía. La lectura que la mente transforma en escritura (…) Un desnutrido nada podría escribir”.

¿Cuál es el lugar que ocupa el escritor en el mundo contemporáneo?

A decir de García Márquez, el oficio de escritor es el más solitario del mundo. Así lo percibo yo: como un solipsista que se aísla de sí mismo para terminar acompañando las soledades ajenas. Gracias a él, “Un lector es el blanco de la refracción. Recibe toda la luz que proviene desde el fondo de una sombra”. Así también declaro en otro de mis poemas, que el escritor no trabaja propiamente para sí, porque la obra no es propiedad suya: “Pertenece a los lectores, a los más necesitados”. Por tanto, a mi juicio, el escritor tiene ante todo una función social, una especie de compañía anticipada a esas almas que necesitan recrear, resemantizar o evadir la realidad.

cortesía de la entrevistada

¿Qué tipo de colaboraciones con otros artistas te interesarían en tu vida creativa?

Me encantaría musicalizar poemas, escribir textos para canciones. Es algo que ya he sentido de manera espontánea al tatarear en voz baja canciones que se han quedado escritas en el bloc de notas de mi teléfono móvil. Me ilusiona también la idea de libros ilustrados para los poemarios infantiles que ya tengo listos; y de manera especial me llama la atención la poesía ecfrástica, tener un cuaderno propio al estilo de Los Rembrandt L’Hermitage de Fina García Marruz. Estas son algunas de las imágenes que ya me han conmovido alguna vez.

Por último, confieso otra de mis quimeras. Sueño con una Academia Cubana de Poesía. Imagino un espacio de confluencia de jóvenes de todo el país, un escenario formativo donde la escritura de poemas sea un proceso consciente y guiado por profesionales con experiencia y experticia, donde sesionen talleres frecuentes de creación y crítica literarias. A su vez, pudiera pensarse en un Centro de Estudios sobre la Poesía Cubana, dedicado por ejemplo, entre otros temas, a uno de los conceptos que hace algún tiempo aguza mis sentidos: las comunidades poéticas. De tal suerte, se brindaría la oportunidad de formación académica a aquellos que, con dificultad, avanzan desde la empiria.

cortesía de la entrevistada

Eres una autora que juega con disímiles géneros (la poesía, el teatro, la narrativa, la literatura infantil, etc.), ¿por qué te interesa cruzar esas fronteras genéricas?, ¿qué nuevas visiones otorga ese cruzamiento a tu escritura? ¿Existe algún género que no te interesa o que no te atreverías a abordar?

Nadie ama lo que no conoce. Por tanto, un primer paso para saber si algo nos interesa de verdad, es acercarnos. De ahí que las pautas creativas (orientadas en cada clase del Laboratorio de Escrituras al que pertenezco) me ayudaran a encontrarme verdaderamente como autora, a descubrir y también a desechar. Por ello confieso que me interesan las fronteras genéricas como mismo me interesan las fronteras espaciales, y que conste: adoro viajar. Toda exploración en la escritura creativa es enriquecedora, es una forma de entender los vasos comunicantes entre el verso y la prosa, lo interesante que puede resultar el empleo de una didascalia en poesía o la inserción de un poema en una obra de teatro. Y para responder a la tercera pregunta: el género con el que menos me identifico es la ciencia ficción. Honestamente es el único en el que me cuesta imaginarme.

cortesía de la entrevistada

¿Cuáles son las principales ventajas que el mundo contemporáneo le puede ofrecer a un artista, y cuáles los principales hándicaps?

¿Ventajas? Muchísimas: divulgar obras con celeridad a través de las redes sociales, publicar en cualquiera de los sitios y revistas disponibles en la web, diversificar formatos de libros digitales (Epub, audiolibros, podscats) y optar por las múltiples convocatorias de certámenes nacionales e internacionales.

¿Hándicaps? El riesgo de la publicación prematura sin la suficiente madurez literaria, la preferencia por los premios antes que por los libros valiosos, las ofertas tentadoras de “los editores caníbales”, el saldo que supone la mercantilización de la literatura: el sello del mercado por encima del sello de la calidad.

cortesía de la entrevistada

El a veces difícil recorrido de los premios literarios ha comenzado a abrir sus puertas para ti. Acabas de obtener el Premio David de Poesía en su más reciente edición. ¿Cuáles son los beneficios puntuales que un premio puede otorgarle a un autor novel como tú?

Primeramente he recibido el beneficio de la crítica especializada: pasar esa prueba de fuego que implica ser juzgada por reconocidos escritores como Rafael Acosta de Arriba, Carmen Serrano Coello y María Liliana Celorrio Zaragoza. En segundo orden, advierto la gran oportunidad de publicar mi poemario por Ediciones Unión y socializarlo en lo adelante por toda Cuba. Ahora me falta el beneficio más gratificante y a la vez el más complejo: el de ser leída por mis contemporáneos y someterme al verdadero juicio, el juicio del lector.

¿Puedes adelantarnos un poco de los temas que pueblan el imaginario de tu libro ganador del David?

El poemario La de abajo no constituye una referencia vulgar (como pudiera parecer), sino un título elegido como intertexto con la novela de la revolución mexicana Los de abajo, de Mariano Azuela. Fue un amigo filólogo y maestro zamoriano quien me ayudó a descubrir que la poética del espacio atraviesa todo el conjunto: drones que “observan como espías desde arriba los sueños que se duermen desde abajo”, un testamento conmovido porque “el espíritu del testador se eleva al cielo mientras la tierra empieza a descomponer la carne”, o aquel Hiperión que “sueña cada noche con la sola compañía de lechuzas, aunque las lechuzas no vuelen tan alto”.

El cuaderno en general ofrece una especie de paralelo entre la literatura y la vida, al exhibir binomios tales como la mujer-palabra o el amante-libro, pretextos escogidos para develar pasiones humanas a través de la escritura. Pudiera exponer temas abordados en el poemario como la lectura, la poesía, la muerte, la soledad, y a su vez motivos elegidos en su correlato, tales como la luz, una niña, la clonación, los pájaros, entre otros. Debo reconocer además una constante referencia (que abordo, a criterio de algunos, de manera sensual o erótica): la de una mujer de ciencias que es constantemente emplazada por una mujer de letras. Tal es así que uno de los poemas nació justo la noche que debía arbitrar un artículo científico, pero un hombre de papel me sedujo y terminé describiendo un servicio de lavandería a su favor; a tal punto que: “Casi amanece cuando empiezo a doblar los uniformes”.

cortesía de la entrevistada

En tu vida como artista, ¿existe algún momento significativo que haya marcado un antes o un después?

Definiría dos momentos clave en mi vida como artista. Ambos se asocian a la incursión en nuevos géneros y coincidentemente corresponden al año 2021. Justo ahora descubro que este es un año crucial en mi vida como escritora.

El primero de estos momentos data del mes de marzo, cuando llegué al “Laboratorio de Escrituras Encrucijada”. Allí te conocí (vía WhatsApp), Elaine Vilar Madruga, a ti que hoy tienes la dualidad de profesora y entrevistadora. Fue así que, al cumplir los ejercicios de tarea semanales, empecé a diversificar mi producción literaria más allá de la poesía: me abalancé sobre el teatro, la crónica, e incluso la novela, que para algunos es el gran amor de los escritores. El Laboratorio representa en mi caso una gran escuela y a la vez un fraterno equipo de amigos, una suerte de complicidad lírica.

El otro punto de inflexión en mi vida como escritora lo ubico en octubre de 2021, cuando me acerqué a la obra de Sergio García Zamora. Leer La Canción del Crucificado, Los conspiradores, Los uniformes, Diario del buen recluso y Los maniquíes enfermos, cambió mi forma de sentir y de entender la poesía. Inclusive, confieso que anteriormente yo solo había escrito verso rimado; de hecho, me creía incapaz de hacer verso libre o prosa poética. Sin embargo, al leer y estudiar a Sergio me animé por estas nuevas formas y sobre todo por esa especie de poesía con ingenio que él logra de manera excepcional. Pudiera decir que en este poeta del centro de la Isla encontré mi verdadera serendipia literaria.

¿Cuál es el libro que te falta por escribir?

A título personal tengo pendiente “La historia de mi infancia”, los relatos de la niña que soñaba ser bailarina, daba clases a sus muñecas guiada por un atlas de Geografía y pasaba noches en un portal junto a su abuelo paterno, esperando ver las lechuzas en el tejado.

A título profesional me falta incursionar en un libro de ensayos. Como investigadora de Ciencias Sociales es una deuda que tengo conmigo misma, algo que en verdad me llama la atención y creo poder asumir sin grandes pesares.

¿Cuál es el libro que ya has escrito y que sientes que aún no le ha llegado su tiempo?

“El hombre sin ombligo” es un libro que terminé desde 2017. Es un poemario autobiográfico y esa es la razón por la cual aún no me animo a compartirlo. Además, es un texto muy incipiente, un cuaderno escrito en verso rimado, dividido en dos capítulos que no rebasan los 60 poemas. Quizás lo publique algún día, siempre alegando la ingenuidad de haberlo escrito como una poeta novel.

¿Qué libro preferirías nunca escribir?

La profecía de mi muerte o un libro por encargo.

Más allá de la página en blanco, ¿quién es Lisy?

Una niña consentida en casa y, paradójicamente, una consagrada Vicedecana en la Universidad. La profesora de Derecho que alterna sesiones con la escritora sentipensante. Ambas viven dentro de mí. Y de todas las mujeres que me habitan, la que más me domina es aquella que tiene una gran fe en Dios, esa que suele repetirle con frecuencia a sus amigos: “El cielo gobierna”.