República Dominicana


«El Caribe es mi creación literaria»

Víctor Andrés de Oleo es un amigo querido, un hermano poético. Nuestros diálogos por el WhatsApp hablan de su pasión por la poesía, de sus diálogos con el Caribe literario actual, de becas y éxitos mutuos, de amigos que se han ido, de mil y un asuntos diversos. Víctor es, además, una potente voz creativa de nuestra región geográfica común, un poeta de los buenos, un poeta que ha sabido encontrar el filón de luz del arte verdadero. Esta entrevista es un (pre)texto de una conversación en vivo que nos debemos, con café de por medio.

¿Con qué palabras defines a la poesía? ¿Entiendes la vida (ese trazado de experiencias comunes) como material poético?

La vida es la poesía, o más bien la primera contiene a la segunda. Para decirlo de una manera sartreana: la poesía es a la vida lo que la esencia a la existencia. Lo que hacemos los poetas es transmutar en poemas esa poesía que contemplamos en la vida y sus infinitas posibilidades. En ese sentido somos una especie de alquimistas a los que les conviene seguir buscando la piedra filosofal, pero nunca encontrarla.

Y bueno, la única palabra posible para definir la poesía es esta: poesía.  

¿Qué es, para ti, lo trascendente en el arte? ¿Qué es lo significativo en la poesía, al menos, en aquella que creas?

A sinceridad, yo no sé qué tiene de significativo mi poesía. Porque son infinitas las posibilidades de significados que podría tener, y sobre todo tomando en cuenta que cada poema se reescribirá ante los ojos de los lectores que encuentre. Incluso una sola persona podría darle múltiples y divorciados significados dependiendo de los momentos en que interactúe con ella. Por eso no quisiera aventurarme tratando de dar o establecer un significado que podría condicionar a quien me lea, o reducir así el vuelo de su imaginación de cara a mi poesía.

En cuanto a lo trascendente en el arte, bueno, mira: el día que presentamos «El sastre de las mariposas» en La Romana, yo decía que actualmente la literatura, la poesía, el arte en general, es un acto de resistencia. Es un acto de resistencia porque ante el auge y el apogeo de la técnica, de lo pragmático, la virtualidad y lo digital, en la era de ChatGPT, pareciera que nos orillamos a perder nuestra humanidad, a secar nuestras sensibilidades. Entonces el arte, la literatura, la cultura son el bastión que resiste y empuja para que, dentro de todo ese desarrollo que es bueno, no nos olvidemos de lo que, para mí, sigue haciéndonos mejores y peores que todo eso. El arte es la tinta que mantiene dibujada nuestra esencia. 

¿De qué manera puede influir, o no, el Caribe, el hecho de ser caribeño, en tu creación literaria?

Mira, todos nosotros somos el Caribe. Somos su alma, su sangre, su corazón. Somos sus defectos y sus virtudes. De manera que el Caribe está circunscrito, inevitablemente, en todo lo que hacemos. De manera que no es que el Caribe que influye en mi creación literaria, es que el Caribe es mi creación literaria. Un escritor escribe sobre lo que tiene y lo que es, nadie escribe sobre lo que desconoce, y lo que mejor conocemos nosotros es esta maldita circunstancia del agua por todas partes (citando al paisano tuyo) y lo que eso, adentro y afuera, implica.

La literatura inspira respeto en algunos autores. Temor a la página en blanco en otros. ¿Cómo te sucede a ti?

Me frustra mucho la página en blanco. Duele. Pero he aprendido que esas son etapas, momentos que a todos nos ocurren por X, por Y o por Z, y que en algún momento se van. A mí normalmente me ocurren estos bloqueos cuando he tenido una temporada muy productiva, donde he escrito mucho y en apariencia ya he agotado todas mis municiones. También ocurren cuando estoy en los menesteres que llegan luego de ganar un premio. Es lo único que no me gusta de ganar premios.

Para lidiar con ellos me sirve mucho leer y corregir lo que ya está escrito. Hacer eso me permite sentirme justificado por no haber producido nada.  

¿Cómo transcurre tu proceso creativo?

Eso depende de lo que hablemos. Mi proceso creativo tiene sus diferencias entre la poesía y la narrativa.

Por ejemplo, para la poesía no me funciona ir a la computadora y sentarme dique a escribir un poema. Imposible, no llega nada que valga la pena. La poesía me acecha, me sorprende, ya sea mientras leo algo, mientras me traslado sin compañía de un lugar a otro (me torno muy introspectivo en esos momentos) o cuando atravieso alguna situación que me cala emocional o mentalmente. Para la narrativa sí, ahí sí puedo sentarme a escribir porque por lo común ya la idea de lo que quiero escribir se habrá trabajado en mi cabeza, habré hecho algunos apuntes en el celular o en un cuaderno, habré investigado (si es necesario) y habré definido el tono y la técnica y la perspectiva para narrar lo que voy a narrar.

Lo que tienen en común es que todo texto mío pasa por un proceso que mi amigo, el poeta Joel Julio García, denomina las tres etapas de un texto: 1) la etapa volcánica (cuando sale el texto); 2) etapa de reposo (dejar descansar el texto por varios días o semanas); 3) etapa quirúrgica (cuando retomamos el texto para pulirlo o desecharlo). 

Hay temas que, en nuestra poesía, son constantes, ondas de sentido que nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida como creadores, ¿te sucede así con alguno? ¿Los calificas como obsesiones?

El amor. El cliché más grande de toda la historia de la poesía es la constante en mi obra poética. No es de lo único de lo que escribo —también digamos que hay poemas de corte social o reflexivos (del pensamiento, como les llama Joel)—, pero sí, de alguna manera siempre regreso a escribir del amor. Y mira que pareciera que últimamente para muchas personas escribir del amor es una bobería o no sé qué. Es ridículo, si me permites decirlo. A mí esa vaina no me importa. Yo hago como me dijo una vez mi amigo el escritor José M. Pequeño: escribe de lo que te dé la gana. 

Los desafíos, tanto materiales como espirituales, son constantes en la vida del creador joven. ¿Sientes que existen algunos específicos relacionados con nuestro vivir en un espacio geográfico determinado?

Materiales, muchísimos. Espirituales, depende de cómo se mire.

La principal dificultad “material†a la que nos enfrentamos los poetas del Caribe es el prácticamente muerto mercado editorial. Aquí puedes encontrar cómo publicar tu obra, sí. Pero distribuirla, hacerla llegar, sacarla de la isla, promoverla, es una Odisea que ni Homero hubiera querido escribir.

En cuanto a los desafíos espirituales creo que eso dependerá de la relación o interpretación que cada uno tenga con y sobre nuestro contexto y sus peculiaridades. Yo  creo que estamos en un lugar espiritualmente rico para producir, no importa lo que tengamos que decir o desde donde espiritualmente lo queramos decir, nuestra fuente es infinita.

¿Crees que las redes sociales pueden impactar en el futuro a corto o mediano plazo en la forma en que consumimos literatura, y más específicamente, poesía? ¿Impactarán también en la forma en que se crea esta?

No es que lo harán, es que hace tiempo lo están haciendo, en ambos sentidos. Hoy por hoy, me atrevería a decir, hay personas (principalmente jóvenes) que nunca han leído un libro per se de poesía y, sin embargo, han leído mucha poesía. Hay también personas que escriben poesía pensando exclusivamente en ese público de las redes sociales. Y bueno, sus adeptos han tenido tanta relevancia ante la mirada del comercio editorial, que hay sellos importantes editando a muchos de estos instapoetas, como les llaman algunos. Tanto es así que hasta se les ofrece premios importantísimos para potenciar el alcance de lo que producen. Las redes sociales pueden ser una valiosa herramienta para la difusión de la poesía pero, como todo, también tienes sus vicios y en este caso parecen ser vicios bien rentables. 

En los tiempos que corren, ¿quién es el poeta?, ¿qué lugar tiene en el mundo?, ¿por qué escribir?

Como te decía más arriba, el poeta, junto a cualquier artista, es un militante de la resistencia. Es alguien que, quiera o no, lo sepa o no, tiene en sus manos, en la naturaleza propia de su oficio, el conservar nuestra humanidad, evitar que se desdibuje.

Y bueno, es obvio que llevamos todas las de perder, pero justamente por eso se trata de una resistencia.

Uno de tus más rotundos éxitos como poeta, y que sin duda te coloca en un sitio importante dentro de la literatura caribeña, es que fuiste una de las voces elegidas por la UNESCO a través del Programa Transcultura para representar tu país durante La Marché de la Poésie. ¿Marca esto un antes y un después en tu carrera?

Yo creo que sí, es inevitable. Pero, por mucho que especule, sé que no soy capaz de precisar ahora mismo la magnitud exacta en que lo hace. Creo que podré tener mejor idea de eso después del 11 de junio. Para entonces prometo darte los pormenores al respecto.

¿Sientes que existen conexiones lo suficientemente poderosas entre las voces que se gestan en nuestro contexto geográfico, incluso de isla a isla; o vivimos aislados en burbujas de cristal donde poco o nada se conoce de la literatura de nuestro Caribe?

Sí, vivimos aislados, pero no creo que sea en una burbuja de cristal. Es, otra vez, la maldita circunstancia del agua por todas partes. Y bueno, quizás también algunos obstáculos idiomáticos si miramos todo el Caribe. Es también esa ausencia de mercado editorial que padecemos, pero esto está dentro, de alguna manera u otra, de lo de la circunstancia del agua.

Entre República Dominicana y Cuba creo que existe un vínculo muy grande, un deseo casi hambriento de conocernos más y mejor en términos literarios. Creo que de lado y lado moriríamos por tener mayor interacción, por estar juntos en más iniciativas e intercambiarnos libremente de lo que cada país escribe; pero es un anhelo frustrado por nuestras situaciones y condiciones. Yo, por ejemplo, muero por leer tu Sakura y ha sido una tarea extremadamente difícil poder lograr que llegue a mis manos.

Más allá de la página en blanco, ¿quién es Víctor?

Víctor Andrés De Oleo es un tipo que por fin, se ha graduado como licenciado en matemáticas orientada a la educación secundaria; es un sujeto que vive en Villa San Carlos, un barrio de La Romana, desde el 2004. Ese sin vergüenza aún vive en casa de sus padres por razones que te diré después en una conversación más personal, pero que cada día se levanta administrar y atender el negocio de la casa, un colmado, mientras, a la sazón, hace diligencias para lograr un puesto desde donde espera trabajar más específicamente por la cultura y la educación. Es un tipo que, pese a que sus allegados lo tratan con respeto y viven en la mentira de creerlo un intelectual, no encuentra en los ojos de muchos de ellos la comprensión de lo que es o lo que significa esa locura de ser poeta.


Odilius Vlak: «La escritura no es para lobos solitarios»

Si la memoria no me falla, corría el año 2013 cuando visité por primera vez la Feria del Libro de Santo Domingo. Allí tuve la oportunidad de dialogar y conocer a Odilius Vlak. Nos unía no solo la idea de ser isleños, caribeños, sino además el amor por el género de la literatura especulativa y su difusión en nuestros comunes ámbitos geográficos. Como en aquella primera conversación, esta entrevista también busca las raíces de quién es Odilius Vlak, el escritor que taladra las puertas de la página en blanco.  

—¿Por qué decides firmar tu obra con el seudónimo Odilius Vlak?

—Bueno, es el resultado de cierta incomodidad con mi nombre de pila, Juan Julio Ovando Pujols, el cual, si bien funciona de manera excelente en la jurisdicción de la vida civil mainstream, no me gustaba como nombre que identificara mi arquetipo de escritor de literatura especulativa, o aspirante a expresarme a través de ella. Entendí que, lo mismo que los miembros de las bandas de black metal y demás géneros musicales extremófilos —de los cuales soy consumidor—, la literatura de género me exigía igualmente un nombre más simbólico. Así que hice un ejercicio de desdoblamiento imaginándome ser un monje medieval especialista en traducir grimorios de civilizaciones prediluvianas y míticas, ya pertenecieran a la tradición esotérica o a las creadas en la literatura de fantasía, especialmente las de los subgéneros mundos perdidos y fantasía oscura de la era pulp. Entonces me dije «ok», ese monje se llama Odilius Vlak [momento «¡Eureka!» sin dudas]. Desde ese momento, ese monje soy yo.

 

—¿La literatura especulativa del Caribe tiene una pauta o marca de estilo que la diferencia del resto de la literatura especulativa latinoamericana?

—Definitivamente. Como toda expresión caribeña, desde su música hasta su gastronomía, su forma de hablar, su energía e idiosincrasia general. Y esa marca y ese estilo no son algo retórico, sino fruto de un proceso histórico que incluye mezcla racial, adaptación al suelo, a sus frutos, su clima, la dimensión mágica religiosa, etc. No en balde por aquí arrancó el lío de la conquista; por aquí llegaron Cristo y Satanás al continente, así como los orishas africanos, sin que la magia de los behíques taínos y sus mitos hayan sido exiliados del todo de nuestro inconsciente colectivo. Pienso en el Caribe como una nueva Tierra Media; un espacio mitogeográfico a mitad del continente, haciendo equilibrio entre el tío Sam y la utopía de la Gran Colombia. Por ejemplo, es imposible que si hacemos una literatura especulativa contextualizada en todo ese acervo cultural y que exprese la dinámica social del isleño, no salga a flote esa musicalidad propia del Caribe. Cuando leí Tercer Mundo, del escritor boricua Pedro Cabiya, me dije: “uffff, esto es un cóctel que lo tiene todo, especialmente la incorporación de la idiosincrasia popular de la isla y su «cantaíto» al hablar, y ni mencionar el estilo del autor que es puro Caribe; y ese jodido worlbuilding tan auténtico y orgánico al cual la isla le ajusta como la zapatilla de la Cenicientaâ€. Esa novela es, en mi opinión, una muestra arquetípica de lo que podría ser la literatura especulativa caribeña en su máxima expresión de autenticidad; sin que por ello se entienda que la incorporación de tales elementos sea una receta de esas que finalizan recomendando “solo agregue agua y agite fuerteâ€.

fotos cortesía del entrevistado

—Entonces, ¿hasta qué punto ser isleño signa tu escritura?

—Aparte de lo argumentado en la respuesta anterior, cuyos elementos podría decirse que son la «materia prima creativa», lo que está ahí, dentro y fuera de nosotros, la condición de isleño solo empieza a signar nuestra escritura cuando nos hacemos conscientes de ella y asumimos nuestra responsabilidad. En mi caso eso implicó aceptar esa realidad. Dejar de evadirla o sentirme avergonzado de ella, partiendo de que mi aspiración no era escribir realismo mágico, sino ciencia ficción y fantasía. ¿Pero cómo?, si no soy gringo ni europeo; tampoco japonés. Cómo hacerlo si se entiende que son modalidades narrativas demasiado sofisticadas y, en el caso de la ciencia ficción, demasiado inteligente para un mulato de una isla que no exportaba precisamente tecnología de punta o grandes teorías filosóficas. Pero nada, la epifanía eventualmente llegó. Creo que en el momento preciso, donde hay toda una corriente mundial que apela a descentralizar los intereses de la literatura especulativa fuera del nicho anglosajón. El ciclo de Crónicas historiológicas es el primer fruto de ese reconocimiento de que un futuro proyectado desde el Caribe es tan válido como el yanqui —aunque no hayamos desarrollado el Proyecto Manhattan—, y que los mitos taínos y los importados de Ãfrica son tan fantásticos como los que inspiraron a Tolkien. Todo ello sin caer en un activismo que en nada va con mi personalidad, o sin dejar de venerar mis maestros made in USA o UK.

fotos cortesía del entrevistado

—¿Es un desafío enfrentarse a un género que posee una vasta historia y tradición enfocada en la cultura anglosajona, o piensas que los caminos de la ficción especulativa caribeña deben mirar hacia otros horizontes de referencias?

—Vaya que lo es. Como puntualicé al final de la pregunta anterior, puedo mirar a otros horizontes de referencias sin que eso implique que deje de ver en la tradición anglosajona una inspiración permanente. Y esas otras referencias están, en primer lugar, en lo caribeño y latinoamericano; luego en el resto del mundo. He logrado romper el condicionamiento mental que me hacía reaccionar de manera instintiva con indiferencia ante un autor que no fuera anglosajón. Me siento bien conmigo mismo en ese sentido. Me desconecté de esa Matrix. Igual: Mary Shelley, Edgar Allan Poe, H. G. Wells, H. P. Lovecraft, Clark Ashton Smith, Abraham Merrit, Francis Steven, C. L. Moore, Arthur C. Clarke, Frank Herbert, y el gran montón que todos conocemos, estarán siempre fuera de competencia.

—Las relaciones escriturales con otros países de la misma franja geográfica caribeña: ¿una necesidad, un reto o una utopía? ¿Por qué?

fotos cortesía del entrevistado

—Una necesidad. De orden pragmático y, si se quiere, hasta del ser colectivo. Y ahí Cuba sería la llamada a guiar esas relaciones por su larga tradición y aporte a la literatura de género. La veo como el cuartel general. Otra dinámica que podemos emular de los países anglosajones, entre los cuales siempre ha existido una gran retroalimentación y colaboración entre sus autores, editores, ilustradores, colectivos y los diferentes premios. Sostengo que el sueño de la Confederación Antillana podría tener su verdadero “episodio piloto†en dichas relaciones, ya que lo real maravilloso de Carpentier o el realismo mágico, por su propia naturaleza quizás demasiado conceptual, no pudieron desarrollar a nivel de una interacción entre autores, obras y temática, eso que en la praxis de la literatura de género es intrínseco: la autorreferencia interna que permite de una manera más deliberada crear bloques equivalentes a los geopolíticos. Lo real maravilloso y el realismo mágico pecaron de no reconocerse como “génerosâ€; la alta cultura los jodió a pesar de su boom editorial. Otro gallo canta en nuestro patio. Puedo, como dominicano por ejemplo, seguir expandiendo o ubicar una historia en la geografía cyberpunk de Vladimir Hernández. Ese tipo de “apropiación†y enriquecimiento es la sal de la literatura especulativa. También la ventaja que brinda el pertenecer a una subcultura literaria marginal pero que, por lo mismo, posee más coherencia y sentido de identidad. Solo fíjate en los últimos cinco o seis años cómo ha ido creciendo cada vez más el dialogo entre los protagonistas de esta subcultura en el Caribe y el resto de Latinoamérica. Aparte de necesidad podría ser un reto, pero jamás una utopía. Esas relaciones ya están. Solo falta, para usar un término del protocolo político, oficializarlas.     

—¿Cuáles son los principales temas que abordas en tu obra?

—Mi obra está permeada de fantasía oscura y mundos perdidos, ambos filtrados —ya en un plano un tanto de fantaciencia— a través del cyberpunk. Eso en cuanto a los subgéneros. Siempre hay magia, aun a nivel genético o cuántico. Me parece que el concepto más importante que he desarrollado desde lo caribeño ha sido el de “la post singularidad culturalâ€. Eso en Crónicas historiológicas, que es un ciclo de siete historias. Es decir, cómo podría sobrevivir la “identidad†—sobre todo colectiva— en un futuro transhumano o post biológico. Ahí también exploro, en una combinación dialéctica entre un pasado y un futuro imaginarios, otra de mis fascinaciones: la historia. Creo que con sus torpezas de estilo y tramas, en ese ciclo pude combinar muy bien mis intereses con los subgéneros que me maravillan. Lo mismo que en Viaje al centro de los mitos. Un ciclo inédito que combina la ficción histórica y la fantasía oscura, mezclando la mitología taína y la magia católica. Ya en la novela que estoy desarrollando vuelvo a la cuestión de la identidad, la historia, el cyberpunk, la magia, el ADN como última frontera. Todo, claro, desde mi experiencia como dominicano. El tema de la identidad colectiva, por ejemplo, es una cuestión traumática en nosotros. Siempre con ese complejo de que no somos una nación, que nunca llegaremos a serlo. Siempre con el temor de ser absorbidos por Haití… y un largo etcétera.

—¿Cómo transcurre tu proceso creativo?

—A veces cogiendo la misma lucha de Sísifo: un volver de nuevo a intentarlo. Otras teniendo éxito, solo para tener que correr como loco tras la roca que desciende por la pendiente opuesta de la montaña para que la historia no se salga de mis manos. Pero lo disfruto un montón. Cada día planifico más. Trato de insertar técnicas del guion de cine en la literatura, sobre todo en la novela que escribo actualmente, la cual asumo como un techno thriller. Ahí diseño las escenas luego de un concurso donde gana la que mejor beneficie el hilo narrativo. Igual hay zonas nebulosas. Y qué genial que así sea. Otra cosa es un principio, una mecánica convertida en ley personal de escritura: lo primero es el título. Ahí soy muy simbólico. Solo cuando capto intuitivamente el título perfecto para esa idea indefinible que me carcome el cerebro, es que puedo ver el mapa de ruta de la historia que promete dicha idea. Pero ya sabes, la creatividad avanza a saltos entre los tiempos que sobran del trabajo diario. Vainas del cyberpunk dominicano, como le llamo.

—Como escritor autodidacta, ¿cuáles han sido tus mayores desafíos? ¿Piensas que la literatura, el arte en sentido general, puede aprenderse sin una guía? ¿Cuáles fueron tus principales patrones a seguir y las herramientas que más útiles te han resultado?

—Desafíos: no dejarme secuestrar por el pensamiento de que estoy perdiendo mi tiempo. Confiar en mi potencial aun sin haber estudiado literatura creativa en una universidad gringa, por ejemplo, sino gestionando y optimizando el talento personal. El arte es guía desde que te identificas con autores o creadores en general a los cuales intentas emular como punto de partida. La iniciativa implica buscar esas guías [estudiar la técnica de un autor, leer sobre ellas, asistir a un taller, etc.]. Mis patrones son mis autores favoritos. Sus obras. Qué tanto sacrificaron para construirlas. En cuanto a las herramientas, bueno, desde el punto de vista psicológico, hacerme el “chivo loco†como decimos por acá y no escuchar consejos que me desvíen de mi norte. En la parte física, tener siempre ready mi PC; escribir para el Blogzine Zothique The Last Continent [hasta el 2014]; involucrarme en el colectivo Mentes Extremófilas; escribir para la revista digital miNatura [desde el 2012]; colaborar en el proyecto mexicano El Teatro de las Ãnimas [podcast de narraciones y contenido musical]; participar de ferias del libro y la gestión cultural a nivel general.  

—Ya hablábamos de la importancia de las relaciones escriturales que podrían establecerse en nuestro contexto geográfico; pero, ¿cómo valoras la conexión y el trabajo en equipo cuando colaboras con creadores de diversas manifestaciones en la propia República Dominicana?

—Es vital. Este business no es para lobos solitarios. Sobre todo cuando sabemos que es una cruzada por el reconocimiento y por dejar una huella en este bueno, bello y verdadero universo de la literatura de género. En mi caso la mejor conexión ha sido con el artista Eddaviel: mi principal cómplice en el crimen de imaginar. Las conexiones y el trabajo en equipo deben darse con personas que no te hagan perder el tiempo. Somos caribeños, no germanos. Nos hace falta aún más disciplina y sentido del compromiso en ese sentido. Pero igual, ya en República Dominicana tenemos la conciencia de lo colectivo y la libertad para conectarnos con equis parte de este.  

—Más allá de la página en blanco, ¿quién es Odilius Vlak?

—Odilius Vlak es sobre todo una persona que ama la soledad. Más que la misma escritura. Me gusta estar solo, físicamente hablando. Literal. Eso me define más que cualquier otra cualidad o costumbre. Más allá de eso: muy sociable cuando es necesario y dotado de la simpatía propia del Caribe. Alguien que intentó ser periodista, pero solo lo estudió y ahora edita libros y traduce para ganarse la vida. Lector empedernido. Amante del metal extremo, de la música clásica, el noise, el industrial dancing y el merengue urbano o de calle; de ver documentales sobre ciencia, historia y de los animales salvajes de la sabana africana cortejándose a mordidas; identificado con la derecha en términos de política y con una gran envidia por los monjes Shaolin y… Mmmmm: bueno, eso. Por ahora.

—A la hora de escribir, ¿qué es lo más y lo menos importante para ti?

—Lo más importante es poder aprovechar el tiempo en el cual sé que debo plasmar una idea aunque sea de una manera esbozada; de avanzar la historia; de solucionar un problema. No divagar. No desperdiciar energía creativa, pues sé que no podré recuperar esa precisa combinación entre idea, entusiasmo y momento. En eso hago un gran esfuerzo. Sobre todo porque no tengo todo el tiempo para dedicárselo a la escritura. No existe algo como “lo menos importanteâ€, o no sé, quizás sí. Lo pensaré.


«Que mi literatura pueda llevarlos a otros mundos»

Aunque no nos hemos conocido personalmente, desde hace un tiempo su literatura y yo solemos encontrarnos en los vericuetos de las redes. Elizabeth Villaman es una viajera de la escritura. Le obsesiona la belleza, no aquella que tan bien conocemos a través de los arquetipos estéticos de siempre, sino la propia del camino literario, con sus luces y sombras. En ese claroscuro particular, Elizabeth nos cuenta de su experiencia como escritora caribeña, mujer y mestiza.

¿Cómo comienza tu recorrido por el mundo de las letras dominicanas? ¿Cuándo descubriste tu vocación?

Para mí es difícil imaginar mi vida sin la literatura. Desde niña fui una lectora ávida de poesía, también me gustaba crear historias, imaginar otros mundos, la investigación, el descubrir, me sentía como Harriet la espía. Pero mi contacto directo empezó con la poesía, escribía y tenía muchos libros pequeños de poemas. Eran como seres mágicos y yo quería lograr alcanzarlos.

¿La experiencia como viajera se hace presente en tu literatura? El nomadismo, ¿hasta qué punto sostiene tu discurso literario?

cortesía de la entrevistada

Viajar es necesario. De hecho, uno de mis lugares favoritos son los aeropuertos. En ellos, puedo sumergirme en el mundo que trae cada persona: hacia dónde van, de dónde vienen, qué buscan, quiénes son. Es el lugar donde nacen muchas de mis historias.

Pienso que el viaje alimenta a un escritor, le permite conectar con otros mundos, otras culturas, crecer y hacer más verosímil su escritura. El viaje y la literatura son para mí la forma más honesta de conectar con la esencia de las cosas. No digo que me considero nómada del todo, pero no imagino vivir sin viajar o escribir.

¿Crees que los propios escritores tienen un conocimiento verdadero de la literatura que se gesta en el área caribeña, más allá del contexto regional limitado en el que viven?

Falta conocimiento y visibilidad. Muchas veces conocemos más de lo que sucede afuera que de lo que está pasando dentro, de lo que se está gestando aquí, el rumbo que está tomando la literatura caribeña, y en ocasiones nos quedamos en los estereotipos ya establecidos. Todavía hay muchas barreras entre escritores, entre géneros y formas de contar.

Pero más allá del contexto regional donde te haya correspondido vivir, el artista tiene que sentirse en plena libertad de crear, aunque se sienta como oveja negra frente al resto. Debe buscar su esencia, que siempre esta alimentada por sus raíces de una u otra forma.

Hablar de lo regional, ¿es necesariamente sinónimo de universalidad? ¿Hasta qué punto tu identidad como mujer mestiza, dominicana y latinoamericana, marca de alguna forma tu creación literaria?

Hablar de lo regional no es siempre sinónimo de universalidad, pero sí da un paso a que esos elementos de nuestra cultura y tradición puedan de alguna forma atravesar otras culturas. Entiendo que la literatura busca establecer un diálogo que permita trascender y llegar a otras fronteras. Desde mi punto de vista y mi identidad, creo que mi obra refleja —desde mis condiciones y más allá de hechos puntuales— conceptos universales como la frustración, la injusticia, el sentido de la búsqueda, la carencia, no necesariamente vivida desde mi punto de vista, pero que sí emerge del entorno social.

¿Es más difícil para una mujer abrirse paso en el mundo literario?

Anteriormente, la mujer en la literatura había sido olvidada, pero pienso que ahora ha adquirido mucha fuerza. Desde mi punto de vista no me he enfrentado a esas barreras del todo, pero sé que existen y cada día más mujeres tenemos que trabajar para que las intervenciones patriarcales, donde la mujer quedaba en silencio, sigan cambiando.

Lo oscuro, la belleza incomprendida, ese ángulo de sombra que todos poseemos a veces de manera secreta, son algunos de los temas que tu obra aborda. ¿Por qué te interesan de forma particular? ¿Qué importancia les confieres a los personajes?

Desde siempre el tema de la dualidad del ser es un tema que me interesa mucho. La luz y sombra, lo bueno y lo malo. Los objetos y seres extraños. Visualizar la belleza desde otras perspectivas que rompen lo establecido. Escudriñar en las emociones humanas de una forma más pura y real, sin juzgar, poner otro foco en las perspectivas.

Creo que eso siempre está presente en mi obra y es una manera de desafiar al ser humano para llegar a la luz, aunque también debe abrazar su oscuridad, en vez de reprimirla, para poder transmutar sus emociones. Todos estos son conceptos que me gusta explorar en mis personajes. Mi literatura es muy de personajes, son ellos quienes me cuentan, me dan información de sus vidas.

Como lectora especializada y como escritora, ¿qué buscas en un libro?, ¿a qué calificarías como uno realmente bueno?

cortesía de la entrevistada

Son tantos elementos… pero creo que lo fundamental es que un libro me sumerja, que tenga la capacidad de entrarme en la historia, ya sea por la prosa, los detalles, descripciones, los personajes. Si me aleja del momento presente y me traslada, ya tiene relevancia para mí. Las atmósferas… soy amante de este elemento, el cómo me hace sentir, el cómo interactúan mis sentidos con la obra.

¿Sientes que tu historia personal camina sobre tus letras, o se filtra en ella de manera menos o más silenciosa?

Se filtra de una forma silenciosa. Es evidente que todo escritor pone su piel en sus escritos. Muy rara vez he hablado de cosas que me hayan sucedido puntualmente, pero sí he trasladado cómo me he sentido o se han sentido otras personas en mis historias y así las he transformado en otras.

Háblame de tu libro Las Islas Rotas…

Es mi primer libro de cuentos, mi esencia más pura en este momento. Está en proceso de publicación. Diecisiete relatos, todos narrados en primera persona, que cuentan historias intercaladas de mujeres y niñas rotas, voces descarnadas que ahondan en la soledad, la represión, la obsesión, el odio, el amor, emociones que en medidas extremas rompen y quiebran.

¿Cómo se manifiestan y sintetizan, en tu obra, diferentes manifestaciones artísticas como el performance, la pintura, el teatro o la música? ¿Por qué integras diversas artes en el cuerpo de lo textual?

Desde siempre tuve interés en la forma en la que se cruzan e interactúan las artes. Veo la literatura como imágenes, imágenes que luego se transforman en música, música que se transforma en movimiento… y así se va enlazando un mundo donde confluyen todas. Mi proceso creativo es a veces también físico, me gusta experimentar la creación, sentir, utilizar mis sentidos: son elementos fundamentales para la creación del escritor. También me desarrollo en la actuación y eso ha logrado que le de un enfoque distinto a mi creación y a mi búsqueda personal.

Por ejemplo, te comento que en este momento de mi vida me encuentro desarrollando el proyecto Escribir es HOY, un proyecto que nace con el objetivo de acompañar a escritores y guionistas a desarrollar el pensamiento creativo.

Pienso que muchas veces los escritores se enfocan tanto en las técnicas narrativas que se olvidan de la importancia de la creatividad, de trabajar las estrategias creativas, que como todo músculo necesita entrenamiento. Así, de forma digital, comparto técnicas, conocimientos, experiencias, imparto talleres, asesorías, coaching, como parte de mi oficio de escritora y docente. Me encanta enseñar y compartir conocimientos, y sobre todo aprender de las personas, del contacto con ellas.

¿Qué impresiones te gustaría que tus lectores se llevaran de lo que escribes?

Espero que lo que lean los confronte, que los haga sentir y cuestionarse, ser un poco más empáticos y ponerse en la piel de mis personajes. Que mi literatura pueda llevarlos a otros mundos y seducirlos durante el tiempo que decidan permanecer conmigo.