Ada Lescay Gonzalez


La lucidez de Alfredo Guevara; a propósito del 95 aniversario de su natalicio

Vi por primera vez a Alfredo Guevara en el año 2011, cuando cursaba el segundo año de la carrera de Historia del Arte en la Universidad de Oriente. Había sido invitado a la segunda edición del Foro Social Universitario, un evento organizado por un grupo de estudiantes que, guiados por el joven profesor de filosofía Oscar Pérez Portales, aspiraban a crear espacios de intercambio y reflexión sobre la sociedad y la cultura cubanas.

Asistí a sus dos conferencias, una en el Teatro Universitario de la sede Antonio Maceo y otra en uno de los anfiteatros de la sede Julio Antonio Mella. Escuché, atentamente, cada una de sus observaciones, y aunque no recuerdo con exactitud las ideas expuestas, sí tengo memoria de mi profunda emoción al escucharlo hablar de la importancia de la libertad, de la autenticidad, de la preparación, del rigor.

Abierta la posibilidad de preguntar, levanté la mano tímidamente, con un miedo terrible a formular una interrogante estulta. Para bien o para mal, la memoria también se llevó mi interpelación. No obstante, no olvido la esencia de su respuesta: amor. La clave está en el amor que lo pongamos a las cosas, en el amor que nos anime a crear, a hacer, a crecer, a vivir en definitiva. Para él, el amor y la militancia estaban muy conectados. Aseveraba que la militancia no era más que la pasión y la entrega en defensa de un ideal, de un pensamiento, de un proyecto.

Fueron días memorables, no solo por haber tenido la oportunidad de escuchar a un hombre excepcional; sino también, porque estos encuentros marcaron un giro en mi vida como estudiante de Humanidades. Aquella interrogante me permitió conectar con el grupo de jóvenes que coordinaba el Foro y, muy pronto, comencé a ser parte de su comité organizador.

Aunque Alfredo Guevara no repitió la visita a la Universidad de Oriente, se mantuvo al tanto de nuestro trabajo y nos invitó en dos ocasiones al Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. En diciembre de 2011 partimos hacia La Habana un grupo de cerca de 10 muchachos, encantados y agradecidos por la invitación.

Para mí, el viaje sería extraordinario. En primer lugar, porque nunca había estado en La Habana (una ciudad que ya me fascinaba antes de conocer). Y en segundo lugar, porque podría disfrutar de lo mejor de la cinematografía latinoamericana contemporánea.

Tuvimos la oportunidad de volver a escuchar a Guevara, esta vez en el Aula Magna de la Universidad. Estaría en un panel en el que también participaría Ignacio Ramonet. Y aunque mi memoria sigue haciendo mellas en esta narración, sí recuerdo, nítidamente, el intercambio entre ambos intelectuales.

En un momento, dialogaban sobre el soporte de los libros y la importancia de la lectura. Guevara insistía en el hecho de que, más allá de los debates sobre los nuevos soportes para la publicación de textos, era preciso insistir en la lectura como eslabón fundamental de la formación. Lo esencial es no parar de leer, bajo ninguna circunstancia.

En diciembre del 2012 volvimos al Festival: un grupo mayor, de estudiantes y profesores. También escuchamos a Guevara, en el Pabellón Cuba. Recuerdo su agudeza, su facultad para comunicar y su notable capacidad para conectar con los jóvenes.

Han pasado ocho años desde aquellas experiencias y sigo sintiendo la misma admiración y la misma gratitud por aquel hombre, consecuente y auténtico. Ahora leo y releo sus cartas, sus conferencias, las entrevistas y solo encuentro coherencia, convicción y lucidez, una encomiable lucidez.

La mayor parte de su vida Alfredo Guevara emprendió los caminos del pensamiento y la acción, con el propósito de contribuir a la formación y conservación de un proyecto revolucionario, legítimamente, cubano. Sus aciertos como intelectual lo llevaron, junto a otros creadores, a la gestación de una industria cinematográfica que partía de la siguiente premisa: el cine es un arte.

No obstante, creo necesario superar esa mirada de Alfredo Guevara en tanto exclusivo protagonista de los tiempos de fundación. Sus textos son una revelación de sabiduría y virtuosismo, que mucho pueden aportar a nuestras valoraciones sobre la política cultural cubana en Revolución.

Si bien es cierto que una panorámica sobre la obra de Guevara exige de un espacio mayor del que disponemos y, por supuesto,  de una mayor preparación; me gustaría hacer algunas observaciones sobre un texto que considero esencial: Revolución es lucidez (1998). Este libro fue compilado por Camilo Pérez Casal y recoge una buena parte de las entrevistas, intervenciones y conferencias concedidas por el intelectual cubano entre los años 1959 y 1998.

Aunque resulte difícil determinar cuáles serían los mejores trabajos de esta magnífica selección, me atrevo a recomendar las entrevistas Las revoluciones no son paseos de riviera (1992), La hazaña cubana de empezar de nuevo (1992), La miseria es una tara, y hay que combatirla en la vida y en el lenguaje (1992), Ser hereje es ser revolucionario (1997), El azar concurrente me situó de nuevo en un hito de la historia (1997) y Más que ser insular… ser isla (1998), realizadas por Wilfredo Cancio Isla, Mario Benedetti, José Carlos Avellar y Geraldo Sarno, Rufo Caballero, Amir Labaki y Argel Calcines, respectivamente.

De igual manera, resulta esencial la lectura de los textos Para alcanzar la lucidez suficiente (1961), Creemos un deber ser modernos (1962), No es fácil la herejía (1963), No es posible esperar que los prejuicios se conviertan en consignas (1965), Notas sobre la política cultural del Partido (1974) y La vocación de ser (1978).

Obviamente, estas recomendaciones no desestiman el resto de los materiales, que, en este caso, incluyen palabras de apertura y clausura de varias ediciones del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, conferencias en escenarios nacionales e internacionales, o informes dirigidos a instituciones culturales.

El encuentro con el pensamiento y la ética de Alfredo Guevara puede ser crucial para consolidar un espíritu crítico. Leerlo es interpretar la vida desde las premisas de la libertad y la autenticidad. Sus líneas son una constante evocación al amor, en tanto catalizador de la acción transformadora, comprometida, militante.

Pero sus textos son, igualmente, referentes para entender la formación de la cultura y el pensamiento cubanos. Defendía, constantemente, la idea de estudiar a profundidad la historia de nuestra nación. Insistía en resaltar que la Revolución, que el proyecto revolucionario cubano era la continuidad de un legado socio-histórico, político, artístico que debía ser estudiado y justipreciado.

Concebía la cultura cubana como eslabón de la cultura latinoamericana. Para él, América Latina era “una patria dividida”, era unidad en su diversidad. En franca sintonía con el pensamiento martiano, el espíritu de los pueblos que van del Río Bravo hasta la Patagonia acompañó el proceso creativo del fundador, primero, del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y, luego, del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Por otro lado, los escritos de Guevara resultan ser muy esclarecedores en cuanto a las pautas éticas y estéticas que deben sostener la política cultural de la nación. Resalta la importancia de los nexos Arte-Revolución. Y exhorta a inundar de contenidos la acción política. En un momento asevera:

Nos falta permear la cultura política de cultura artística; no para que sea más artística sino para que sea más política. La revolución no podrá ser perfeccionada al punto que quisiéramos hasta que la política no se sepa arte, y su sustancia no resulte impregnada por la vocación armoniosa o de ruptura renovante de que el arte es portadora por definición. Por definición, el artista es un revolucionario. Se propone transformar la realidad enriqueciéndola, entregándole formas que son nuevas o que se entrelazan y colocan de otro modo y mejor para la sociedad que le es contemporánea[1].

La renovación de la realidad exigirá, siempre, del estudio crítico y riguroso de sus dinámicas; así como de la permanente búsqueda de preguntas-respuestas a sus problemas. Solo así la renovación será una perenne y valiosa transformación.

Por último (pero no por último menos importante), me gustaría dedicarle algunas líneas al principio de la herejía de Alfredo Guevara. Es bastante citada la frase “No hay vida adulta sin herejía sistemática…”. No obstante, la esencia de esta aseveración la explica su autor más adelante:

Sólo hay una herejía digna de ese nombre, la que es hija de la lucidez. Y esa herejía no se conforma con el embrujamiento de la intuición, en el inconformismo superficial: ella sólo se manifiesta en toda su plenitud en el espíritu revolucionario. Sólo el espíritu revolucionario, en su máxima autenticidad, lejos de temer, promueve la superación de todos los status establecidos[2].

Lo cita anterior pertenece al texto “No es fácil la herejía”, publicado en la revista Cine Cubano en 1963. Treinta y cuatro años después, en entrevista concedida al crítico de arte Rufo Caballero, Guevara mostraría, una vez más, su consecuencia:

La herejía es lo más revolucionario que existe, y creo que la revolución es una herejía en sí. Todo lo que rompe la norma, destruye lo establecido, o intenta hacerlo, y hace una búsqueda enriquecedora de la realidad, o tratando de restablecer o de establecer términos de justicia, en el caso de una revolución, parece en un instante una herejía.

Yo creo por eso, que ser hereje es ser revolucionario, y ser revolucionario es ser hereje. No me refiero a las religiones, me refiero a la actitud ante la vida, a la actitud de búsqueda, a la voluntad de renovación, a la voluntad de renovación a la voluntad de enriquecimiento de la realidad, a la inconformidad con lo que se tiene ante los ojos, a la voluntad de perfeccionamiento o de descubrimiento de otros planos de la vida y del pensamiento[3].

Vuelvo al 2011, al Teatro Universitario, a la Universidad de Oriente, al encuentro con Alfredo Guevara, buscando en mis recuerdos los asideros de mi devoción. Conecto mis lecturas de ahora con mi admiración de entonces, y entiendo todo. Entiendo porque aquel hombre fue y será, para mí, un importante referente de lucidez.

[1] Alfredo Guevara: “Más que insular… ser isla” en Revolución es lucidez, p. 20-21.

[2] Alfredo Guevara: “No es fácil la herejía” en Revolución es lucidez, p.112.

[3] Alfredo Guevara: “Ser hereje es ser revolucionario” en Revolución es lucidez, p.123-124.



Flashazos al corazón

Frank Lahera O´Callaghan es uno de los jóvenes artistas cubanos que ha despuntado por su multifacética labor creativa y por la calidad, tanto conceptual como estética, de sus propuestas. Su interés por recrear las esencias lo ha llevado a incursionar en un sinnúmero de tópicos, permeados de un perfil antropológico. Se apropia de las posibilidades expresivas de la fotografía, el video arte o el performance, aunque también maneja con mucho soltura los códigos del diseño gráfico y la publicidad.

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«Un Fidel que abre una y otra vez los caminos a la más auténtica y libre creación artística»

El martes 17 de octubre de 2018, en el marco del 3er. Congreso Nacional de la Asociación Hermanos Saíz, fue presentado por el intelectual cubano Abel Prieto Jiménez el libro Fidel y la AHS, del historiador Elíer Ramírez Cañedo. El texto recoge dos de las intervenciones del líder histórico de la Revolución Cubana en sus encuentros con los jóvenes intelectuales y artistas: “Esta Revolución tiene que ser buena en todo”, discurso pronunciado el 12 de marzo de 1988 en la clausura de la reunión del Consejo Nacional de la Asociación, y “Sin cultura no hay libertad posible”, alocución del 18 de octubre de 2001 en la última sesión del Primer Congreso Nacional de la organización.

Este libro resulta esencial para interpretar mejor las contribuciones de Fidel a la política cultural cubana en Revolución. Si bien es cierto que “Palabras a los Intelectuales” ha sido catalogado como un texto fundacional para el diseño y la ejecución de políticas encaminadas a la defensa y el desarrollo de la cultura cubana; es preciso estudiar, con mayor sistematicidad, las intervenciones realizadas por el líder en etapas posteriores. Sirva este texto de motivación para seguir profundizando en los aciertos de Fidel en la comprensión de la cultura cubana.

¿En qué circunstancias percibiste que era necesario compilar las palabras dirigidas por Fidel a los jóvenes de la Asociación Hermanos Saíz? ¿Cuándo tomaste la decisión de emprender este proyecto?

En el momento en que concibo la idea de realizar una compilación de las palabras de Fidel a los jóvenes de la Asociación Hermanos Saíz yo integraba la Dirección Nacional de la organización y recuerdo que, en no pocas ocasiones, había escuchado referencias a través de antiguos miembros sobre los intercambios del líder de la Revolución Cubana con los jóvenes artistas e intelectuales cubanos en dos años cruciales de la historia del proceso cubano: 1988 y 2001; sin embargo, al realizar búsquedas con la idea de poder leer los discursos de Fidel en ambas reuniones, me percaté de que no eran públicos y que solo contábamos con el testimonio de los que habían participado en aquellos trascendentales encuentros.

Como historiador al fin, me di entonces a la tarea de tratar de lograr acceder a estos documentos imprescindibles para la propia historia de la AHS y de la política cultural de la Revolución.

Para publicar las intervenciones del líder de la Revolución debías tener su consentimiento. ¿Puedes contarnos cómo fue el proceso para obtenerlo? ¿Qué sentiste al contar con su aprobación?

A través del historiador Rolando Rodríguez García, Premio Nacional de Historia y de Ciencias Sociales y con el que he trabajado durante más de una década, se le envió una solicitud al Comandante en Jefe para poder acceder a estos dos discursos inéditos, planteándole la posibilidad de publicarlos y que constituyeran un regalo especial para todos los miembros de la AHS en el 30 aniversario de la organización, que se cumplía por esos días del mes de octubre de 2016.

Días después, el 25 de noviembre, se produce la partida física del Comandante y lejos estaba de imaginarme que él hubiera podido leer y atender nuestra solicitud. Sin embargo, la sorpresa y emoción infinita llegó poco después, cuando supe que precisamente el día 7 de noviembre, apenas 18 días antes de su fallecimiento, había expresado y dejado constancia de estar totalmente de acuerdo con la idea de hacer públicas estas dos intervenciones.

De inmediato, la emoción que sentí se expandió al resto de los compañeros de la Dirección Nacional de la AHS cuando conocieron la noticia. Comenzó entonces el proceso que dio lugar al libro Fidel y la AHS, publicado por la editorial Abril y, sin dudas, un regalo especial del Comandante a los miembros de la AHS de hoy y del futuro.

el libro fidel y la ahs fue presentado por abel prieto en el marco del 3er congreso de la Asociación/ tomada del portal del arte joven cubano

¿Sentiste un mayor compromiso con este proyecto después de ese 25 de noviembre?

Por supuesto, se convirtió para mí en una misión hermosa y honorable, cuyo final se materializó en el tercer congreso de la AHS, cuando el libro fue presentado y entregado a cada uno de los delegados.

Cada una de las ideas expuestas por Fidel en estas intervenciones son una invitación a la reflexión, al pensamiento crítico en relación a nuestra cultura, a nuestra nación. ¿Cuánto crees que pueden aprender los jóvenes, miembros o no de la Asociación, de sus valoraciones?

Creo en primer lugar que estas intervenciones son parte de lo más preciado de la historia de la AHS, que es importante que sea conocida por todos sus miembros, al igual que la vida y obra de Luis y Sergio Saíz Montes de Oca, ahí hay banderas sagradas para defender, luchar y seguir haciendo historia en el presente por la vanguardia artística e intelectual joven de Cuba.

El hecho de que la Asociación lleve el nombre de esos dos jóvenes, prácticamente adolescentes cuando fueron asesinados, profundamente martianos y seguidores de Fidel, que dieron su sangre por la causa revolucionaria y cuya obra artística e intelectual a tan corta edad aun nos estremece y asombra, constituye un compromiso inmenso para todos los que pertenezcan a esta organización, al igual que el hecho de ser una organización en la que Fidel depositó toda su confianza, al punto de llegar a decir: “Esta institución se justifica ahora y siempre, ¡ahora y siempre¡

Los argumentos de Fidel en esas dos intervenciones, el 12 de marzo de 1988 y el 18 de octubre de 2001, aunque respondieron a un contexto determinado, se proyectan hacia el presente y el futuro, contienen ideas que parecen dichas hoy, como si Fidel nos estuviera convocando y movilizando para la gran batalla que en el campo de la cultura debemos seguir librando.

Creo, no exagero, si digo que estos dos discursos pueden considerarse las Palabras a los Intelectuales de Fidel dirigidas a los más jóvenes, palabras a las que tenemos que volver una y otra vez para no perder la ruta en la defensa de los principios de nuestra política cultural y en una creación artística e intelectual de profunda vocación social.

durante la presentación del libro fidel y la ahs en el marco del 3er congreso de la Asociación/ tomada del portal del arte joven cubano

¿Crees que la publicación de estos discursos puede ampliar la mirada en relación a las contribuciones de Fidel a la política cultural cubana?

Por supuesto que sí. Considero que son útiles no solo para los miembros de la AHS, sino para todos los artistas e intelectuales cubanos y el pueblo en sentido general. Las ideas y visión amplia de Fidel sobre la cultura y su centralidad en el proceso revolucionario están muy claras en estos discursos y hay que analizarlas de conjunto con otras de sus cardinales intervenciones, como las propias Palabras a los Intelectuales, sus discursos en los distintos congresos de la UNEAC, sus encuentros con la Brigada de Instructores de Arte y su propia obra fundadora, como principal artífice que fue del sistema institucional de nuestra cultura, teniendo siempre al pueblo, al ser humano, como la meta principal de todos los cambios revolucionarios.

Estos discursos nos muestran una vez más a un Fidel que es el antidogma por excelencia, pródigo en el diálogo franco y directo con los jóvenes, un Fidel que abre una y otra vez los caminos a la imaginación y a la más auténtica y libre creación artística, un Fidel que convoca, une y se adelanta al futuro, un Fidel martiano que defiende la idea de que sin cultura no hay libertad posible, un Fidel que sin caer en el idealismo voluntarista, se muestra enemigo de las ideas y métodos tecnocráticos o del pragmatismo economicista, que pueden atentar contra nuestra política cultural y con la sobrevivencia misma del proceso revolucionario cubano.

Al leer estos discursos, se pueden entender con más profundidad por qué en los momentos más difíciles del período especial Fidel planteó que la cultura era lo primero que debía ser salvado.



El lado femenino de la afrodescendencia (+ video)

La proclamación del Decenio Internacional de los Afrodescendientes, desde el 1ro de enero de 2015 al 31 de diciembre de 2024, ha sido esencial para el diseño y puesta en marcha de políticas gubernamentales y públicas encaminadas a la defensa de los derechos económicos, sociales, cívicos o culturales de un importante sector de la comunidad global. Si bien es cierto que el vocablo «afrodescendencia» evoca el origen y la evolución de toda la especie humana, en las últimas décadas se ha utilizado, de manera recurrente, para visibilizar un heterogéneo y complejo grupo social que ha tenido que enfrentar, a lo largo de la historia, las vejaciones e ignominias inherentes a la discriminación racial.

Antes de esta proclamación, ya la Asamblea General de las Naciones Unidas había incluido en sus agendas de trabajo un programa de actividades asociado a este tópico: la declaración del “Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente” en 1992, la “Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia” en 2001, la “Declaración y el Programa de Acción de Durban”, aprobada en esta conferencia, el consenso para la conmemoración del “Día Internacional de Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Trasatlántica de Esclavos” en 2007, así como el pronunciamiento a favor de la celebración del Año Internacional Afrodescendiente en 2011.

En cada una de estas resoluciones ha persistido el interés por atender la situación de vulnerabilidad de las mujeres afrodescendientes. Con el propósito de rememorar el “Primer Congreso de Mujeres Latinoamericanas y Caribeñas”, que tuvo lugar en República Dominicana en 1992, cada 25 de julio se celebra el “Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente”, también conocido como el “Día de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora”.

En este congreso se abordaron temas esenciales para el sujeto negro, de manera general, y la mujer negra, de modo particular. Entre ellos podrían señalarse el sexismo, la violencia de género, la discriminación racial, la pobreza, la marginalidad y la migración.

Sin dudas, son muchos los desafíos que las mujeres afrodescendientes han tenido que enfrentar. Varios investigadores e investigadoras han insistido en el hecho de que la mujer debe encarar varios niveles de discriminación: además de la condición de género, debe afrontar el sistema de prejuicios y estereotipos asociados al color de la piel, a la clase social, a la filiación religiosa o a la orientación y la identidad sexual. La coexistencia de estas categorías en un mismo sujeto social es lo que la académica afroamericana Kimberlé Crenshaw (1959) ha catalogado como la «interseccionalidad».

Kimberlé Crenshaw: «Pero de la misma manera que la interseccionalidad intensifica nuestra percepción sobre cómo las mujeres negras viven sus vidas, también expone las circunstancias trágicas cómo las mujeres afroestadounidenses mueren.» (foto tomada de Tedtalks)

La mujer negra, en tanto sujeto social, no es solo afrodescendiente, puede ser también una mujer pobre, musulmana, homosexual, transexual; lo que la convierte en una especie de receptáculo de discriminaciones con las que tiene que lidiar durante toda su existencia. De este modo, recaen sobre ella un sistema de prejuicios y estereotipos de carácter socio-económico, religioso, sexual o cultural.

Ahora bien, no debemos creer que este sistema de prejuicios y estereotipos son reproducidos, exclusivamente, por el llamado racismo anti-negro. Lamentablemente, algunos de los intelectuales hombres, considerados portavoces de las luchas antirracistas, siguen repitiendo esquemas de pensamiento y prácticas bastante machistas y sexistas.

Sin ánimo de ser absoluta en mis lecturas y reconociendo que en este error también son responsables las mujeres, pienso que no todo el discurso y la praxis antirracista, incluso no todo el discurso y la praxis de izquierda, ha asumido las urgencias por articular los feminismos, las alteridades religiosas o las disidencias sexuales, por solo citar algunos ejemplos.

Creo que las mujeres afrodescendientes, de todo el mundo, han tenido que asumir importantes retos: estudiar, sistematizar y valorar lo mejor del corpus de ideas y prácticas que han marcado la cultura universal, atendiendo, de modo particular, las principales voces del feminismo y el afro-feminismo; articular un movimiento multidisciplinario y plural que realice un trabajo sistemático y consecuente con sus principios y pautas de acción; alzar su voz, alejándose de relatos victimizadores y suplicantes; dialogar, constantemente dialogar con aquellos grupos sociales ninguneados por la colonización y la colonialidad.



Conocer África, más allá de fechas y etiquetas

Aunque algunos, con mucha razón, desestiman la costumbre de esperar fechas conmemorativas para recordar la obra de importantes figuras, grandes acontecimientos o particulares contextos, debe reconocerse que los días de homenaje pueden ser marcos favorables para la reevaluación de puntos de vista, para la mirada crítica y la renovada interpretación de escenarios culturales complejos.

El 25 de mayo, por ejemplo, es una jornada de honores para África. Desde 1963, a propósito de la creación de la Organización de la Unidad Africana (OUA), la comunidad internacional dedica este día al vasto territorio continental que vio nacer a la humanidad.

No obstante, los tributos al continente africano deben ir acompañados de profundas reflexiones sobre las dinámicas históricas, políticas, socioeconómicas, filosóficas, literarias o artísticas que han marcado el desarrollo de sus culturas. Cada onomástico debe contribuir a eliminar visiones reduccionistas en torno a esta rica y productiva porción de tierra.

La mirada a África debe ser tan plural y polémica como su propia naturaleza. Es preciso desmitificar esas percepciones monolíticas u homogéneas de un espacio territorial que supera los 30 millones de kilómetros cuadrados, que posee 55 naciones y alrededor de dos mil etnias. Las síntesis históricas, las premuras de los medios de comunicación, o el mero desconocimiento, han condicionado que el discurso sobre África o los africanos renuncie a los matices, descartando semejanzas y diferencias entre regiones, países o etnias.

El norte del continente africano, por ejemplo, tiene una evolución socio-histórica muy diferente al África Subsahariana (conocida también como África Negra). Sus límites con el Mar Mediterráneo condicionaron un mayor contacto con Europa, y consecuentemente, marcaron pautas de desarrollo diferentes al resto del continente. Pero el escenario subsahariano es muy diverso: Nigeria, Camerún o Tanzania poseen dinámicas culturales heterogéneas.

Debemos apostar por miradas más específicas. No se trata de renunciar a una perspectiva regional, sino de entender las unidades y divergencias que persisten en esta. Nuestras observaciones sobre el marco geográfico europeo no nos impiden atender, específicamente, los contextos belgas, ingleses o franceses. ¿Por qué entonces abusar de las percepciones generales en torno África? ¿Acaso no sería interesante conocer sobre escenarios tan distantes como Madagascar o Seychelles?

Por otro lado, es preciso despojarse de atemporalidades. África no es una masa de tierra varada en el tiempo. Es el resultado de siglos de explotación. Al igual que América Latina ha tenido que lidiar con los efectos de la colonización y la colonialidad. Es menester recordar la historia de la esclavitud en la Modernidad: los hombres y mujeres africanos traídos al Nuevo Mundo en condición de esclavos. Pero la presencia de África en la historia universal no puede reducirse a esos acontecimientos. Las realidades africanas del pasado siglo, y de este, deben formar parte de nuestro acervo.

Sin dudas, el legado africano ha sido esencial en la formación de la identidad cubano-caribeña. Los lucumí, los congos, los carabalís o los mandingas –por solo citar algunos grupos étnicos–, contribuyeron a la gestación y desarrollo de expresiones culturales propias del espacio antillano. Las peculiaridades lingüísticas, religiosas, musicales, danzarias, artísticas o culinarias del gran Caribe son deudoras de la inmigración de una fuerza de trabajo africana, esclavizada.

Pero no podemos limitar nuestra visión de África a estos hechos. Es preciso conocer mejor la historia de otros pueblos. Sobre todo, de aquellos que han tenido que despojarse de yugos imperiales y han erigido su identidad desde un discurso y una praxis descolonial. No es posible que nuestros imaginarios en relación a África sigan apegados a los siglos XVIII y XIX.

Si nos alejamos de esa visión atemporal, también lograremos un distanciamiento de los anacronismos que, a veces, contaminan nuestras percepciones sobre al arte africano. Las artes visuales gestadas en este escenario mantienen una armónica relación con la tradición, pero van al ritmo de su tiempo. Las máscaras, las esculturas o las pinturas rompen, continuamente, los esquemas; y las formas postmodernas de creación, dígase performance, video arte, happening, body art… son asumidos por los artistas africanos contemporáneos. Algunos deciden crear desde el hogar, otros lo hacen desde la diáspora.

La literatura sigue similares derroteros. Los diálogos entre oralidad y escritura han marcado las pautas de lo mejor de la poesía, la narrativa o la dramaturgia. Nigeria, por ejemplo, cuenta con importantes exponentes en este ámbito: Wole Soyinka, Chinua Achebe o Chimamanda Adichie. Esta última, no solo se ha convertido en una de las principales voces de la literatura de su nación, también ha tenido un importante rol en las luchas feministas.

Las miradas al contexto africano también deben atender el ámbito cinematográfico. Gracias a la labor de promoción cultural del ya fallecido realizador Rigoberto López, el público cubano pudo disfrutar de varias propuestas fílmicas como “Un hombre que grita” del reconocido director chadiano Mahamat Saleh Haroun, “El precio del perdón” del senegalés Mansour Wade o “El héroe” del angoleño Zezé Gamboa.  Sin embargo, mucho nos queda por conocer sobre las particularidades de este séptimo arte.

De igual manera, debe persistir un ejercicio crítico ante esas sesgadas visualidades que asocian, constantemente, a la región con la pobreza. El índice de desarrollo humano descrito por la Organización de las Naciones Unidas señala que África alberga a diez de los países más pobres del mundo, entre ellos Níger, Sudán del Sur, Burundi, Chad y la República Centroafricana. Pero en su seno también emergen interesantes economías. Nigeria, Senegal, Angola, Costa de Marfil o Etiopía podrían ser buenos referentes en ese sentido.

No se trata de silenciar a las naciones vulnerables y ser portavoces de las de mayor riqueza, se trata de alejar nuestros juicios de las etiquetas. Los africanos no son todos ricos, ni son todos pobres. Al igual que en el resto del mundo sus condiciones de vida están determinadas, o sustentadas, en sus posibilidades de acceso o participación en las dinámicas políticas y económicas de sus sociedades.

Las líneas anteriores no intentan describir el diverso y complejo escenario sociocultural africano. Una tarea como esa exigiría años de estudio y un espacio mayor para la exposición. Este texto quiere ser, sobre todo, una exhortación: el veinticinco de mayo será un día de honores si nuestra visión de África se aleja de los estereotipos, raciales o epistémicos. Solo el ejercicio crítico y la investigación sistemática nos permitirán conocer un espacio socio-cultural que alberga a los antepasados de la humanidad. La afro-descendencia no es una condición, exclusiva, de las personas negras. Cada uno los que habitamos este azaroso y contaminado globo terráqueo somos deudores de historias y culturas que germinaron en aquellas tierras.