África


El color del Caribe y la memoria salvada (+Fotos)

(Palabras a propósito de la entrega del reconocimiento que la AHS santiaguera le entregara a la Casa del Caribe por los 40 años de la Fiesta del fuego y su aporte a la cultura cubana y al Jazz de la región)

 

No podría contarse la historia cultural de Santiago de Cuba sin hacer referencia a la Casa del Caribe. Como institución rectora de los estudios sobre los procesos socio-culturales de la región, su hacer ha significado un enlace con otros pueblos con los cuales compartimos ideas, ancestros, motivaciones y color. Aclaro que la salvedad del color no se remite a su significado más concreto, sino a un concepto que se ensancha por las Antillas y el mar Caribe. Un concepto donde la raza es un principio, donde la fe es un destino, y la sangre un acápite sin conclusión. El color que se comparte en el Caribe caluroso y rítmico es la construcción de una sociedad diversa, independiente y pacífica. Una sociedad que aun en sus miserias más terrenales, no olvida de dónde vino y dónde está.

Fotos de Rubén Ajá Gari/ Archivo

Me gusta pensar que el Caribe es un propósito de la fe. Tal vez ahí entre a jugar  el azar y aquel navegante europeo, las luchas de su pueblos por la liberación del colonialismo, y la no renuncia a las esencias. Me gusta pensar que el Caribe es una zona para hombres y mujeres libres, individuos de un mismo color.

La historia del Caribe se escribe a través del mestizaje. La historia del Caribe puede ser la historia de un cimarrón, de Hatuey, de Joel James, Alcides Carlos Gonzáles Díaz (nuestros Tití), de Rogelio Meneses, Ramiro Herrero, Berta la Pregonera, los Rastafaris, y muchos otros. La historia del Caribe es nuestra historia, desde lo singular hasta lo ancho y largo de ese color que se hace tierra, carne, fe, arte y rebeldía. Para los que vivimos aquí, la historia del Caribe es la más hermosa de todas.

Fotos de Rubén Ajá Gari/ Archivo

No siempre las historias son bien contadas porque no siembre son bien escritas. La memoria siempre ha sido nuestra mayor arma. La memoria para perdonar, la memoria para renunciar al olvido. En ese ejercicio, la fundación de la Casa del Caribe, el 23 de junio de 1982, ha jugado un papel fundamental. No todas las estructuras creadas por el hombre pueden transcribir la realidad como lo ha hecho esta institución. No solo ha tenido un equipo (por años) capaz de reconocer el color del Caribe, también ha impulsado investigaciones científicas, proyectos extensionistas, y proyectos de salvaguarda de nuestros bienes patrimoniales inmateriales. Su programa de promoción cultural es tan amplio como el color mismo de la región. Un ejemplo inigualable resulta su Festival del Caribe o Fiesta del Fuego. El evento que se celebra del 3 al 9 de julio desde hace 40 años y es de los más importantes en el hemisferio.

La responsabilidad que hoy posee esta Casa ha sido forjada por la necesidad que han tenido los hombres y mujeres del Caribe, porque nadie escriba nuestra historia. Porque nadie externo crea que la sabe tanto como nosotros. Porque nadie externo crea que nos la puede contar.

Durante todos estos años esta institución nos ha devuelto el rostro. Nos dice dónde no podemos dejar de poner la mirada. Las artes y la cultura en su sentido más amplio han sido beneficiadas en esta ciudad, lugar de encuentro para volver a África y a nuestros ancestros. Todas las texturas y ritmos se han mezclado durante años al calor de la quema del Diablo. 

La Asociación Hermanos Saíz en la provincia ha mantenido un vínculo importante con la Casa del Caribe. En la defensa de nuestros valores, principios y variedad artística, los caminos siempre estarán destinados a cruzarse y a emparentarse. El evento Almas Nuevas es un ejemplo concreto. Los jóvenes entendimos eso hace mucho y le pusimos nuestra impronta a la Fiesta del Fuego. La Casa del Caribe y su festival han sido espacio de superación y de intercambio cultural para los miembros de la AHS. Creo que esa relación (también) nos ha ayudado a entender nuestro arte dentro de un contexto que no necesita parafernalias sino sinceridad absoluta desde y para nuestra obra.

Hoy, la Asociación Hermanos Saíz de Santiago de Cuba y el Comité Organizador del Encuentro de Jóvenes Jazzistas Jazz Namá, en el marco del aniversario 35 de nuestra organización, quiere hacer entrega de un reconocimiento especial. En este gesto va la voz de todos los miembros de nuestra Asociación, que como hijos del Apóstol, sabemos que honrar honra.


Compás #1: Jazz Namá a ritmo del Caribe (+Galería)

La jornada del día 25 de febrero ha superado nuestras expectativas. Cuando Nataly Ruiz, presentadora de nuestra cartelera, hizo sonar el primer compás, Santiago de Cuba volvió a ser epicentro de la buena música.

 

Esta (la primera) jornada del Jazz Namá nos regaló llegó la exposición colectiva virtual Raíces y compás. Una muestra donde se aborda la presencia africana en nuestra ciudad, captada por la magia de los lentes y pinceles de un grupo de jóvenes santiagueros. En las palabras del catálogo, la historiadora del arte Sara Valdés Legrá afirma:

El género jazzístico emprendido por jóvenes talentos de la ciudad héroe ya tiene un plató amplio de presentación, un espacio propicio que lo da a conocer y ahora lo afirman estas fotografías que hoy se exponen en esta plataforma online que lleva por título: “Raíces y compás”.

Como joven expresión sonora, y por demás, venida de las ágiles manos de esta generación, la más fresca con la cual cuenta la ciudad, posee un sugiéneris compás. Todo bien concatenado, tanto imagen, desde el punto de vista técnico, compositivo, cromático y temático, siempre sin dejar de lado ese compás del santiaguero que es bicharachero, locuaz, muy extrovertido y en constante movimiento, expresión por antonomasia de los valores raigales que nos definen como ese cuero del tambor del cual bebe el jazz en Santiago y lo hace merecedor de un sello distintivo, dentro del género, en todo el país.

Asimismo, se advierte fotografías como las de marcado énfasis en las formas, y que por el poderoso poder del monocromo que las embisten, se encuentran dentro de los ejemplares de plausibles reconocimientos, sobre todo por el sentimiento con el que se perciben los personajes retratados en ellas.

Y qué decir de las muestras de la cotidianidad de las calles de nuestra ciudad con los tambores que no faltan en el género musical sobre el escenario de sitios tan emblemáticos como el Iris Jazz Club, que a él le rinde tributo siempre que abre sus puertas”.

Yadasny José Portillo Herrera, reconocido pianista, arreglista y compositor, Director del Grupo Cauce, protagonizó el estreno de las cápsulas Jazz Namá Plus. Esta es una iniciativa que se muestran por primera vez (desde que fuera fundado el evento) y sirven para presentar a los grupos y artistas que participan. Portillo pertenece al catálogo del Centro Nacional de Música de Concierto, y desde el 2003 se ha estado presentando como pianista junto al destacado bailarín cubano Carlos Acosta, en los más importantes escenarios internacionales. Su figura prestigia indudablemente el Festival.

El movimiento jazzístico dentro de la ciudad va respaldado de estilos marcados dentro de la comunidad de músicos que desde aquí emergen y se posicionan con su hacer. Camilo de Bess asegura en su cápsula promocional: Para mí el Jazz es lo más realzado de la música clásica unido con la música popular, una mezcla de las dos corrientes. El programa del evento nos regaló para el cierre de esta primera jornada el concierto de su grupo Jazz D´ Bess. Uno de los anfitriones y que por tercer año consecutivo tiene, bajo su responsabilidad, el concierto inaugural.

El Jazz Namá propone para la segunda jornada más cápsulas promocionales, challenges y conciertos. El momento especial del día, con transmisión en vivo, será el encuentro con los directivos y artistas vinculados a la Casa del Caribe. Esta institución recibirá a nombre de todos los miembros de nuestra filial, un reconocimiento por los 40 años de la Fiesta del Fuego. La Casa del Caribe y su Festival han servido como plataforma para que confluyan en la ciudad de Santiago tradiciones de muchas culturas con una raíz común: África.

Es un privilegio para la ciudad poder contar con la Casa del Caribe y toda su historia. Es una necesidad para la joven vanguardia (AHS) honrar ese legado que ha construido y salvaguardado parte de lo que somos. Santiago de Cuba es muchas cosas, pero algunas serían solo memoria y olvido, sin la Casa de los hombres y las mujeres que portan/piensan/y construyen la cultura de la región.

 

fotos frank lahera


El lado femenino de la afrodescendencia (+ video)

La proclamación del Decenio Internacional de los Afrodescendientes, desde el 1ro de enero de 2015 al 31 de diciembre de 2024, ha sido esencial para el diseño y puesta en marcha de políticas gubernamentales y públicas encaminadas a la defensa de los derechos económicos, sociales, cívicos o culturales de un importante sector de la comunidad global. Si bien es cierto que el vocablo «afrodescendencia» evoca el origen y la evolución de toda la especie humana, en las últimas décadas se ha utilizado, de manera recurrente, para visibilizar un heterogéneo y complejo grupo social que ha tenido que enfrentar, a lo largo de la historia, las vejaciones e ignominias inherentes a la discriminación racial.

Antes de esta proclamación, ya la Asamblea General de las Naciones Unidas había incluido en sus agendas de trabajo un programa de actividades asociado a este tópico: la declaración del “Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente” en 1992, la “Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia” en 2001, la “Declaración y el Programa de Acción de Durban”, aprobada en esta conferencia, el consenso para la conmemoración del “Día Internacional de Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Trasatlántica de Esclavos” en 2007, así como el pronunciamiento a favor de la celebración del Año Internacional Afrodescendiente en 2011.

En cada una de estas resoluciones ha persistido el interés por atender la situación de vulnerabilidad de las mujeres afrodescendientes. Con el propósito de rememorar el “Primer Congreso de Mujeres Latinoamericanas y Caribeñas”, que tuvo lugar en República Dominicana en 1992, cada 25 de julio se celebra el “Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente”, también conocido como el “Día de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora”.

En este congreso se abordaron temas esenciales para el sujeto negro, de manera general, y la mujer negra, de modo particular. Entre ellos podrían señalarse el sexismo, la violencia de género, la discriminación racial, la pobreza, la marginalidad y la migración.

Sin dudas, son muchos los desafíos que las mujeres afrodescendientes han tenido que enfrentar. Varios investigadores e investigadoras han insistido en el hecho de que la mujer debe encarar varios niveles de discriminación: además de la condición de género, debe afrontar el sistema de prejuicios y estereotipos asociados al color de la piel, a la clase social, a la filiación religiosa o a la orientación y la identidad sexual. La coexistencia de estas categorías en un mismo sujeto social es lo que la académica afroamericana Kimberlé Crenshaw (1959) ha catalogado como la «interseccionalidad».

Kimberlé Crenshaw: «Pero de la misma manera que la interseccionalidad intensifica nuestra percepción sobre cómo las mujeres negras viven sus vidas, también expone las circunstancias trágicas cómo las mujeres afroestadounidenses mueren.» (foto tomada de Tedtalks)

La mujer negra, en tanto sujeto social, no es solo afrodescendiente, puede ser también una mujer pobre, musulmana, homosexual, transexual; lo que la convierte en una especie de receptáculo de discriminaciones con las que tiene que lidiar durante toda su existencia. De este modo, recaen sobre ella un sistema de prejuicios y estereotipos de carácter socio-económico, religioso, sexual o cultural.

Ahora bien, no debemos creer que este sistema de prejuicios y estereotipos son reproducidos, exclusivamente, por el llamado racismo anti-negro. Lamentablemente, algunos de los intelectuales hombres, considerados portavoces de las luchas antirracistas, siguen repitiendo esquemas de pensamiento y prácticas bastante machistas y sexistas.

Sin ánimo de ser absoluta en mis lecturas y reconociendo que en este error también son responsables las mujeres, pienso que no todo el discurso y la praxis antirracista, incluso no todo el discurso y la praxis de izquierda, ha asumido las urgencias por articular los feminismos, las alteridades religiosas o las disidencias sexuales, por solo citar algunos ejemplos.

Creo que las mujeres afrodescendientes, de todo el mundo, han tenido que asumir importantes retos: estudiar, sistematizar y valorar lo mejor del corpus de ideas y prácticas que han marcado la cultura universal, atendiendo, de modo particular, las principales voces del feminismo y el afro-feminismo; articular un movimiento multidisciplinario y plural que realice un trabajo sistemático y consecuente con sus principios y pautas de acción; alzar su voz, alejándose de relatos victimizadores y suplicantes; dialogar, constantemente dialogar con aquellos grupos sociales ninguneados por la colonización y la colonialidad.


Conocer África, más allá de fechas y etiquetas

Aunque algunos, con mucha razón, desestiman la costumbre de esperar fechas conmemorativas para recordar la obra de importantes figuras, grandes acontecimientos o particulares contextos, debe reconocerse que los días de homenaje pueden ser marcos favorables para la reevaluación de puntos de vista, para la mirada crítica y la renovada interpretación de escenarios culturales complejos.

El 25 de mayo, por ejemplo, es una jornada de honores para África. Desde 1963, a propósito de la creación de la Organización de la Unidad Africana (OUA), la comunidad internacional dedica este día al vasto territorio continental que vio nacer a la humanidad.

No obstante, los tributos al continente africano deben ir acompañados de profundas reflexiones sobre las dinámicas históricas, políticas, socioeconómicas, filosóficas, literarias o artísticas que han marcado el desarrollo de sus culturas. Cada onomástico debe contribuir a eliminar visiones reduccionistas en torno a esta rica y productiva porción de tierra.

La mirada a África debe ser tan plural y polémica como su propia naturaleza. Es preciso desmitificar esas percepciones monolíticas u homogéneas de un espacio territorial que supera los 30 millones de kilómetros cuadrados, que posee 55 naciones y alrededor de dos mil etnias. Las síntesis históricas, las premuras de los medios de comunicación, o el mero desconocimiento, han condicionado que el discurso sobre África o los africanos renuncie a los matices, descartando semejanzas y diferencias entre regiones, países o etnias.

El norte del continente africano, por ejemplo, tiene una evolución socio-histórica muy diferente al África Subsahariana (conocida también como África Negra). Sus límites con el Mar Mediterráneo condicionaron un mayor contacto con Europa, y consecuentemente, marcaron pautas de desarrollo diferentes al resto del continente. Pero el escenario subsahariano es muy diverso: Nigeria, Camerún o Tanzania poseen dinámicas culturales heterogéneas.

Debemos apostar por miradas más específicas. No se trata de renunciar a una perspectiva regional, sino de entender las unidades y divergencias que persisten en esta. Nuestras observaciones sobre el marco geográfico europeo no nos impiden atender, específicamente, los contextos belgas, ingleses o franceses. ¿Por qué entonces abusar de las percepciones generales en torno África? ¿Acaso no sería interesante conocer sobre escenarios tan distantes como Madagascar o Seychelles?

Por otro lado, es preciso despojarse de atemporalidades. África no es una masa de tierra varada en el tiempo. Es el resultado de siglos de explotación. Al igual que América Latina ha tenido que lidiar con los efectos de la colonización y la colonialidad. Es menester recordar la historia de la esclavitud en la Modernidad: los hombres y mujeres africanos traídos al Nuevo Mundo en condición de esclavos. Pero la presencia de África en la historia universal no puede reducirse a esos acontecimientos. Las realidades africanas del pasado siglo, y de este, deben formar parte de nuestro acervo.

Sin dudas, el legado africano ha sido esencial en la formación de la identidad cubano-caribeña. Los lucumí, los congos, los carabalís o los mandingas –por solo citar algunos grupos étnicos–, contribuyeron a la gestación y desarrollo de expresiones culturales propias del espacio antillano. Las peculiaridades lingüísticas, religiosas, musicales, danzarias, artísticas o culinarias del gran Caribe son deudoras de la inmigración de una fuerza de trabajo africana, esclavizada.

Pero no podemos limitar nuestra visión de África a estos hechos. Es preciso conocer mejor la historia de otros pueblos. Sobre todo, de aquellos que han tenido que despojarse de yugos imperiales y han erigido su identidad desde un discurso y una praxis descolonial. No es posible que nuestros imaginarios en relación a África sigan apegados a los siglos XVIII y XIX.

Si nos alejamos de esa visión atemporal, también lograremos un distanciamiento de los anacronismos que, a veces, contaminan nuestras percepciones sobre al arte africano. Las artes visuales gestadas en este escenario mantienen una armónica relación con la tradición, pero van al ritmo de su tiempo. Las máscaras, las esculturas o las pinturas rompen, continuamente, los esquemas; y las formas postmodernas de creación, dígase performance, video arte, happening, body art… son asumidos por los artistas africanos contemporáneos. Algunos deciden crear desde el hogar, otros lo hacen desde la diáspora.

La literatura sigue similares derroteros. Los diálogos entre oralidad y escritura han marcado las pautas de lo mejor de la poesía, la narrativa o la dramaturgia. Nigeria, por ejemplo, cuenta con importantes exponentes en este ámbito: Wole Soyinka, Chinua Achebe o Chimamanda Adichie. Esta última, no solo se ha convertido en una de las principales voces de la literatura de su nación, también ha tenido un importante rol en las luchas feministas.

Las miradas al contexto africano también deben atender el ámbito cinematográfico. Gracias a la labor de promoción cultural del ya fallecido realizador Rigoberto López, el público cubano pudo disfrutar de varias propuestas fílmicas como “Un hombre que grita” del reconocido director chadiano Mahamat Saleh Haroun, “El precio del perdón” del senegalés Mansour Wade o “El héroe” del angoleño Zezé Gamboa.  Sin embargo, mucho nos queda por conocer sobre las particularidades de este séptimo arte.

De igual manera, debe persistir un ejercicio crítico ante esas sesgadas visualidades que asocian, constantemente, a la región con la pobreza. El índice de desarrollo humano descrito por la Organización de las Naciones Unidas señala que África alberga a diez de los países más pobres del mundo, entre ellos Níger, Sudán del Sur, Burundi, Chad y la República Centroafricana. Pero en su seno también emergen interesantes economías. Nigeria, Senegal, Angola, Costa de Marfil o Etiopía podrían ser buenos referentes en ese sentido.

No se trata de silenciar a las naciones vulnerables y ser portavoces de las de mayor riqueza, se trata de alejar nuestros juicios de las etiquetas. Los africanos no son todos ricos, ni son todos pobres. Al igual que en el resto del mundo sus condiciones de vida están determinadas, o sustentadas, en sus posibilidades de acceso o participación en las dinámicas políticas y económicas de sus sociedades.

Las líneas anteriores no intentan describir el diverso y complejo escenario sociocultural africano. Una tarea como esa exigiría años de estudio y un espacio mayor para la exposición. Este texto quiere ser, sobre todo, una exhortación: el veinticinco de mayo será un día de honores si nuestra visión de África se aleja de los estereotipos, raciales o epistémicos. Solo el ejercicio crítico y la investigación sistemática nos permitirán conocer un espacio socio-cultural que alberga a los antepasados de la humanidad. La afro-descendencia no es una condición, exclusiva, de las personas negras. Cada uno los que habitamos este azaroso y contaminado globo terráqueo somos deudores de historias y culturas que germinaron en aquellas tierras.