Centro Onelio


El libro de las presentaciones del Chino Heras

A Eduardo Heras León, el Chino Heras, le conocí solo una vez, en la Feria Internacional del Libro de La Habana en 2019, la que estuvo dedicada a él, y donde se presentaba el libro Eduardo Heras León en el aula inmensa de la vida, publicado por Ediciones La Luz (2018).

Heras me pareció un hombre sencillo y dado a los afectos, con una voz que no alteraba ni un segundo. Su palabra locuaz parecía de sabio, y engranaba como perfecto resorte cada oración o sentencia. Se descubría detrás un hombre que vio y vivió mucho, y que dedicó parte de su vida a servir a los demás. Allí comprobé el cariño y admiración de sus alumnos y colegas. Cariño que le devolvían, esa tarde de febrero, en calurosos abrazos.

Esa vez él era el anfitrión, pero también era invitado con frecuencia a presentar un número incontable de libros, algunos por deber de editor, pero casi siempre a pedido de amigos y colegas muy queridos; presentaciones que terminaban en conversaciones o clases magistrales sobre piezas claves de nuestra memoria cultural. En varias ocasiones le propusieron reunir esos textos breves en un volumen para hacerlos menos efímeros; y así fue como terminó accediendo y conformó El libro de las presentaciones para la Editorial Oriente, publicado en 2018. Un manojo de textos para recordar –del latín re-cordis, “volver a pasar por el corazón” como señala su querido y admirado Eduardo Galeano en la primera página de El libro de los abrazos– momentos importantes de la historia de la literatura de la isla, la isla en sí y de las letras universales.

Aquí está el Chino Heras de mil historias, el Maestro de Juventudes, con su voz pausada y atenta en tono conversacional. Heras maestro, periodista, editor, amigo. Heras muy sincero, pero sobre todas las cosas, humano. Presentaciones donde apuesta más por transmitir afectos y destacar la maestría técnica, más allá de los contenidos.

En una nota con que inicia este título aclara Heras con escualidez: “El presente libro es una selección de presentaciones de obras, principalmente de narrativa, que he realizado durante más de 50 años de trabajo como escritor, crítico, editor, la cual no constituye en modo alguno una antología de textos ni pretende serlo: se trata de notas que ayudaron a promover la lectura de obras relevantes de narrativa cubana y algunas extranjeras (…) Espero sigan siendo útiles como lo fueron cuando en sus presentaciones pudimos compartir no solo sus valores literarios sino también humanos”.

Así las páginas de este libro nos inducen a la lectura de otras. Un acercamiento a la obra de autores de diferentes generaciones, desde Enrique Serpa, Lino Novás Calvo, Félix Pita Rodríguez, pasando por Antón Arrufat, Senel Paz, Francisco López Sacha, Reynaldo González, Abel Prieto, Chely Lima, hasta egresados del Centro Onelio Jorge Cardoso, sus alumnos. Un amplio despliegue de narradores cubanos que combina con escritores foráneos como Eduardo Galeano, Luisa Valenzuela, Juan Villoro y Abelardo Castillo.

Leer este libro es, simplemente, como dice la escritora Aida Bahr en el prólogo, sentarse a escuchar al Chino Heras. Dejar que su voz –la del profesor que fue siempre, la de uno de los grandes narradores cubanos– nos recomiende títulos y autores; nos abra las puertas, como si fuera una conversación, a los misterios y desafíos de la ficción.


Nátahaly Hernández y el disfrute de la escritura

Náthaly Hernández Chávez, periodista y escritora matancera de 28 años, acaba de ganar la XXIV edición del Premio Celestino de Cuento que se convoca desde Ediciones La Luz, sello editorial de la AHS en Holguín. Lo ha hecho con el libro “La figura en el puente”, un conjunto de siete relatos que el jurado seleccionó por unanimidad de entre los 23 cuadernos en concurso.

La joven autora estuvo en la Ciudad de los Parques para la premiación, y desde allí revela algunos detalles del libro ganador y de sus impresiones sobre el premio y el proceso de escritura.

El jurado deja claro desde el acta del premio que este es un libro que aborda la condición humana ¿Qué pueden esperar los lectores de este cuaderno de cuentos?

Lo que pueden esperar, sobre todo, son textos sinceros o que buscan ahondar en la psiquis. Es un intento, no sé si lo logré, pero por lo menos me gusta reflejar lo que veo en mi entorno y también darle una interpretación propia. Algunos de los cuentos no son realistas al ciento por ciento, sino que juegan un poco con el surrealismo, con la subjetividad de quien esté contando la historia, del personaje, de la voz del narrador. Pero son cuentos que, sobre todo, intentan ahondar en esas vivencias, en las cosas con las que tenemos que como seres humanos tenemos que lidiar en algún momento de nuestra vida. Con decisiones, con tragedias, con momentos límites o con momentos que no parecen límites pero que luego van a desencadenar situaciones límites. Es un libro que trata sobre eso, sobre cuestiones que he visto de mi ambiente, otras que he imaginado, pero sobre todo que intenta llegar, desde el punto de vista emotivo, a cómo los personajes viven esas experiencias, qué significan para ellos, cómo los marca como seres humanos, como personas, en qué los convierte o los lleva a ser, a pensar, a comportarse. Es eso, una búsqueda.

Muchos te conocen como autora de ciencia ficción porque tienes premios relacionados con el género. ¿Necesitas de estados de ánimo distintos escribir ciencia ficción o realismo?

Más que estados de ánimo lo que me empuja es la historia, o sea, hay historias que desde que a uno le viene la idea a la cabeza dice “esto tiene que ser contado por ciencia ficción o fantasía”. Porque cada género y cada subgénero tiene sus códigos y hay otras que si no son contadas desde el realismo a lo mejor pierden. Eso depende de dónde la historia me lleve y también de las herramientas que utilizo. Uso mucho la música, entonces, dependiendo también de la que esté escuchando en ese momento me empuja a un género o a otro. También la busco para que se adecue a la historia, creo mis propias bandas sonoras con música que tiene que ver con un género u otro.

Recientemente entraste al Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso ¿Cómo llega esta narradora que ya ha ganado el Premio David, que acaba de ganar el Celestino, a esa fiesta innombrable que es el Taller de Técnicas Narrativas fundado por Eduardo Heras León?  

Con muchas expectativas y sobre todo con muchos deseos. El “Onelio” es un curso que llevaba muchos años queriendo pasar, pero siempre me lo impedía una cuestión distinta. Antes estaba más abocada a la poesía, después vino la pandemia. Pienso que se me fue atrasando la posibilidad de presentar hasta que finalmente ahora lo logré y es, como tú dices, una fiesta. Estoy feliz de finalmente poder ir porque es algo que me debía a mí misma y que quería hacer desde hacía mucho tiempo.

Desde Holguín vemos a Alfredo Zaldívar y a su editorial Ediciones Matanzas donde trabajas, como paradigmas. ¿Cómo ve una escritora matancera al Premio Celestino?

Desde mi visión es de los premios más deseados, no solo por lo que representa sino, y lo he dicho anteriormente, precisamente por ser publicado por La Luz, que es una gran editorial que apuesta por los jóvenes, por las narrativas en general, la poesía y todos los géneros, de autores de todas las edades, pero siempre con mucha calidad, con mucho profesionalismo, entonces además de las editoriales de Matanzas, el otro lugar donde uno sueña, al menos yo como autora matancera, donde soñaba publicar, era este y el sueño se cumplió, así que estoy felicísima. Me siento realizada y contenta.

Sé que los libros de La Luz son hermosos y que mi libro va a ser bien promocionado, bien editado, va a terminar como un producto de calidad y va a llegar a los lectores con esa calidad. Eso me llena de tremenda satisfacción.

¿En qué estás trabajando? ¿Qué estás escribiendo?

Ahora mismo estoy escribiendo un poco de todo. Sigo escribiendo poesía, narrativa tanto de ciencia ficción, fantasía como realismo. Me estoy divirtiendo, la estoy pasando bien. Disfruto escribir. Disfruté escribir este libro de Celestino, aunque algunos cuentos tengan una temática un poco más macabra que otros. El proceso fue algo que disfruté mucho. Estoy intentando mantener esa alegría y ese goce de escribir en todos estos géneros. No sé si van a ser buenos, malos, regulares, si serán mejores o peores, pero eso no me va a limitar a la hora de escribirlos y de crear. Estar en constante creación es lo que estoy haciendo.


El Chino Heras, referente también en las letras tuneras (+post)

El Jueves del Libro se dedicó hoy desde el parque Maceo de Las Tunas a Eduardo Heras León, el destacado escritor, periodista, editor y crítico de arte que falleció esta madrugada en La Habana a los 82 años de edad.

Su obra, indisolublemente ligada a la Revolución Cubana, ha sido referente de muchos autores y lectura obligada de otros tantos; porque el Chino Heras, Premio Nacional de Literatura (2001) y de Edición (2014) ha sido también piedra angular en la formación de generaciones.

No por gusto varios autores se han pronunciado ante su deceso. Entre ellos, Carlos Esquivel, Premio Nicolás Guillén de Poesía. “Su obra y su vida van conectadas al idilio literario de varias generaciones de escritores cubanos. Ha muerto un hombre de una bondad altísima y de un altruismo extraordinario”.

Igualmente desde acá instituciones culturales y lectores fieles comparten recuerdos de alguna vez en un parque, de cierto evento de las letras, de un encuentro casual; o de las tantas ocasiones en que la narrativa ha sido el puente que los conectara con un cuento, una época, una manera de ser y hacer desde la literatura.

El Chino, artífice además del fecundo Centro Onelio Jorge Cardoso, ostentaba la Condición de Huésped Ilustre de Las Tunas. En el contexto de la Feria del Libro del 2019, vía Internet, dijo a 26: “Y a los jóvenes escritores, ¿qué decirles? Escribir, escribir, escribir; amar lo que se escribe y hacerlo con pasión como si en cada línea se nos fuera la vida. Esa pasión, esa angustia, ese parto doloroso de la creación literaria, tendrá, que nadie lo dude, su justa recompensa en el futuro”.

Desde las redes sociales, la concertista Elvira Skourtis anuncia para mañana un homenaje especial Del sueño a la poesía; asegura que será el espacio para compartir memorias y enseñanzas. La cita será a las 4:00 pm en la sede de la Asociación Hermanos Saíz, ese espacio joven, como mismo era el alma de Heras León.


#MaestrosdeJuventudes: Raúl Aguiar y Sergio Cevedo

Recordar los años del Onelio traen siempre consigo el impulso, las ganas, las fuerzas. Diecisiete otoños y unas pocas páginas nacidas a puño no bastaban para merecer semejante oportunidad. Si orgásmica fue la noticia de haber sido seleccionada para aquel ya lejano decimosexto curso, buena nueva que llegó en la melódica y tierna voz de nuestra Ivonne Galeano cuando corría el año 2013, extasiada regresé siempre a casa luego de esas semanas abarrotadas de letras, análisis de grandes obras que nunca había leído, muchas que de hecho aún no leo y lo sufro; es que no me da la vida, le comentaba, es una de las penas que a diario me consumen, la falta de tiempo para poder pasar horas leyendo, las horas que merece el placer de la lectura. Y me decía el profe Raúl Aguiar hace unos meses en mis andanzas: tranquila… Sugirió unos textos como si me fuesen a multiplicar los soles. De esa naturalidad profunda, como abrazo, es que invoco siempre al profe, que entre Rock and Roll y crepúsculos, lo mismo en H y 21, que en otras ruletas cuyas calles por más que me esfuerce no voy a recordar, nos invade de toda esa jovialidad tremenda, esa que nos da la confianza de que habrá tiempo a todo. Es la misma sensación que tuve cuando un sábado de esos leí el primer cuento que hacía en mi vida. Yo en una punta, y a mi derecha, en este orden: el profe Heras y Raúl. Del lado izquierdo, el tembloroso, Sergio Cevedo, a quien ya había comentado lo primigenio del texto, y ante el vibrar de mis manos solo atinó a decir, así, con toda la convicción del universo, contundente: saldrá bien, y bastó.

Hacer alusión a estas pequeñas cosas, alimento para el alma, y pretender que recuerden es imposible, hemos sido muchos los afortunados, pero igual, cada uno de nosotros atesora esos pasajes que no cualquier maestro es capaz de provocar. Hubo tardes a guitarra; recuerdo una especial en la que hasta a Eduardo Sosa lo capturamos y así pasaron horas de arpegio, donde todos hablaban y yo iba como de brinquito en brinquito de un tema a otro, solo atenta, sintiendo que adolecía de mucho y al mismo tiempo tan feliz de ello, de saber que tanto me faltaba aún por descubrir. Hubo días de magia, de sentir que se puede uno tragar toda la literatura que existe en un bocado con tan solo escucharlos. “Yo quiero leer to’ eso y digerirlo así”, pensaba, “con esa pasión y las ganas de que la alquimia encuentre rumbo entre los dedos de nuevas oleadas de escritores, como hacen nuestros eternos Raúl y Sergio”. Y ¡qué raro!, jamás había pensado en el magisterio, ahora que analizo, sería lo ideal para el ajuste lectura-tiempo, y luego el desquite, la revancha, el atrapar a los que vienen con ganas de tejer.

Pero no solo pienso en mis profesores de la Onelio como esos ante los cuales lo mismo me babié dormida en clases, que si me dejaban iba a parar frente con frente a sus caras por lo adentro que me metía en sus charlas, pero no, también los descubrí en sus estados puros, como danzantes de historias. Sus libros fueron de alguna forma la muestra de todo aquello que les escuchábamos en clases. Ya era difícil ir desnuda a sus lecturas, despojada del ajiaco teórico que se nos sembraba dentro, y entonces miraba uno con otros ojos.

Nunca hubo un “para luego” cuando se hacían preguntas, todo momento era preciso para aclarar la duda, para citar a Rulfo, a Onetti, a Onelio, a Fulkner, a muchos, y con esa gracia de fichero hacerlos coincidir en cada tema para mostrarnos las respuestas a través de todos ellos.

¿Profes del Onelio, dicen? ¿Y se han preguntado cómo llegan Raúl y Sergio a todos aquellos que no han podido pasar el Onelio? Ya es una fiebre, se corre la voz y de algún modo se hacen leyenda. Algunos hablan de lo geniales que son los profes, de los arrebatos a guitarra, de que cómo es posible almacenar tanta lectura, tanto análisis literario, de su gran sensibilidad al hablar sobre una obra. Yo, además de todo eso, hablo también de su grandeza humana, de sus pasiones, de lo sublime en su afán para enseñarnos cómo abrir esas puertas doradas hacia un camino que salva: la literatura.


Dazra Novak, la otra Mairely

Quizá Dazra Novak no existía, solo se “materializaba” al escribir. Aunque sospecho que ni siquiera Mairely Ramón Delgado supo cuándo esa otra adoptó identidad propia, se hizo del reconocimiento que la autora trató de eludir. Pienso entonces que a pesar de que Mairely me confiesa que Dazra le permite retirarse a su yo más íntimo, “vive hacia afuera, la otra, muy hacia adentro”, lo cierto es que Dazra es más que un seudónimo, es el nombre “real”por quien se conoce a esta narradora cuya escritura seguirá ganando en altura.

Mi diálogo es con estas dos mujeres inseparables, Dazra y Mairely, cuyas existencias se alimentan una de la otra. No sé de sus contradicciones interiores, que elucubro al enviarle este cuestionario online, pretexto también para aproximarnos, desde la distancia, a su mundo interior y exterior.

¿Por qué la narrativa y no la poesía o ambas?

Como he dicho en entrevistas anteriores ciertos comentarios en mis comienzos como escritora causaron mucho daño, a la poesía en particular. Supongo que la narrativa, en cambio, encontró mejores maestros y ganó. De todos modos, de un tiempo a esta parte, algo he rescatado de aquellos comienzos poéticos. En estos dos años de pandemia he escrito algunos libros de poemas. Muy modestos, pero muy queridos.

En su blog Habana por dentro se puede apreciar un trabajo más cercano a lo periodístico. ¿Qué puntos cercanos o distantes encuentras entre el periodismo y la narrativa?

Ese blog partió de un deseo de mostrar a los que ya no viven acá esa parte de La Habana que se sigue llevando dentro, más allá de políticas o razones. Debía, entonces, afincarse más en el hecho, en el dato y en su verificación, incluso en aquellas zonas muy poéticas, jocosas, nostálgicas, o escritas en “cubano”. El blog fue un ejercicio que, además, me descubrió cierta habilidad para la fotografía. No pensé hacer periodismo, aunque mucha gente lo ve así. Para mí era una lectura de la ciudad en tiempo real, una fotografía contada.

Una parte importante de sus textos se abordan desde el erotismo, ¿crees que la literatura erótica puede ser bastante predecible?

Depende del autor. Depende de lo que se entienda por erotismo. A veces tomar una taza de té puede ser mucho más que tomar una taza de té, solo hay que estar atentos, dispuestos, entregados al calor, color, sabor, aroma…

¿En qué momento sentiste que estabas lista para escribir tu primera novela?

No lo sentí. Me lancé más bien, con un miedo tremendo a la página en blanco. Eso es algo que no va a cambiar nunca. El día que no lo sienta, habrá que parar.

Después que “debutaste” como narradora has ganado diversos premios, ¿los consideras un termómetro para medir la “buena literatura” que se escribe actualmente?

Los premios, desde la perspectiva del lector y la crítica, son una manera más de ver/conocer/leer a los autores que van destacando en el panorama literario. Desde la perspectiva del ganador, son un desafío, un compromiso para seguir adelante y escribir cada vez mejor. Lo de “buena literatura” lo dirá el tiempo, no los aplausos.

Formar parte de los egresados del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso es una carta de presentación a la que aspira cualquier escritor novel en Cuba. ¿A qué cree que se deba este prestigio ganado entre los escritores de la Isla? ¿Qué planes tiene Dazra Novak, como su directora, para hacerlo crecer aún más?

La historia es larga, hermosa y hay mucha gente que debe ser mencionada, pero en principio se debe al empeño de su fundador, Eduardo Heras León, de poner en manos de los jóvenes aspirantes (yo me cuento entre ellos con mucho orgullo desde 2004) herramientas útiles para la labor del escritor. Por supuesto que todos allí llevamos nuestro talento propio, pero vamos como desorientados y sintiéndonos demasiado solos. El Centro ayuda a poner orden, a ganar tiempo, a conocer gente que como nosotros anda con la cabeza entre las nubes. La mayoría encuentra nuevos caminos, porque está claro que todos no necesitamos lo mismo, otros sencillamente se convierten en mejores lectores. Hay muchos planes para hacerlo crecer aún más. Planes que van desde la comunicación, el trabajo de promoción de los egresados que hoy son escritores en activo dentro y fuera de Cuba, la actualización del programa de clases introduciendo nuevas narrativas, hasta abrirnos a los aspirantes de toda Latinoamérica en cursos tanto presenciales como virtuales.   

Cuando leemos Making of es evidente el universo fragmentario del texto. En este sentido, ¿qué referentes literarios “pautan” tus escritos? ¿Acaso tu experiencia en el mundo audiovisual deja huellas en tu obra?

Making of fue un ejercicio muy puntual que, sí, partió de esa experiencia de trabajo en el mundo audiovisual durante tres años. Siempre digo que fue un experimento, un making of, no una novela, de ahí la estructura, que no se repetirá en ningún otro libro que escriba. Pero alguna etiqueta había que ponerle entonces y esa era la que más encajaba. Mis referentes, en un sentido amplio, siempre han sido Julio Cortázar y Luisa Valenzuela, autores a los que me regreso constantemente.

Eres jurado en el apartado Novela del Premio Literario Casa de las Américas 2022. ¿Crees que este concurso sirve como una brújula para la buena literatura que se escribe a nivel latinoamericano y caribeño?

Es, y debería entenderse así, una tabla de salvación en un mundo donde el mercado editorial (entre otros mercados que apuntan a la cultura toda) marca ritmos que muchas veces no tienen nada que ver con la buena literatura que mencionas. Por eso hay que asumir este trabajo de jurado con la mayor responsabilidad. 


Literatura, remedio santo contra los bichos en mi cabeza

No sabe uno cuándo se cruza la puerta, usualmente solo caminas hacia ella, se gira el picaporte y entras, o sales. La narrativa de este joven autor cubano, que atesora no pocos lauros, es una constante invitación a ese pasillo que incita, sutil, a que te adentres sin temores al filo de sus letras. Bastó desear Katabasis para girar el llavín. Recorrí junto a sus reos, las celdas, el patio, sentí pena del “Pisa Flores” y una sensación de cercanía me hizo suya, el libro me atrapó. No hay nada mejor que saberse atrapada por los libros. Con la gracia de una pluma bien cuidada, David Martínez Balsa va llegando a su sello escritural, donde el realismo será siempre la manta que, pese a la crudeza, con dulzura nos cubra.

Ganador de importantes certámenes literarios como: Mención en el VI Concurso de Literatura Fantástica “Oscar Hurtado” 2014; Beca de creación literaria “El Caballo de Coral”, en 2015; primera mención en el Concurso de cuento “Camello Rojo” 2016; tercer Premio en el Concurso Juventud Técnica y Premio David en la categoría de cuento, ambos en 2017; inalista del Premio Pinos Nuevos 2018; mención en el Premio “La Edad de Oro” 2020; segundo Premio en el Concurso Farraluque de Literatura Erótica 2021; Premio Regino E. Boti de Literatura para niños y jóvenes 2021; mención en el Premio Bustos Domecq 2021, de novela; cuenta con dos libros publicados Minutos de silencio, Ediciones Unión (2019) y Katabasis, Editorial Primigenios (2021). Mención en el Portus Patris, 2021, con la obra Zil 131. Sin dudas, un joven al que el tiempo para crear siempre le es escaso.

¿Cómo fueron los inicios de Martínez Balsa en la literatura?

Mis padres siempre fueron el impulso para hacer de la lectura un hábito, una constante, sobre todo mi padre, que era un lector muy voraz. La necesidad de escribir, ese apremio de contar historias fue el detonante para comenzar en este oficio, que en un principio se manifestó a través del dibujo, las historietas, pero eventualmente recurrí a la escritura porque dibujando soy un desastre, y probé, probé, y aunque los primeros pasos no fueron los mejores, me permitieron descubrir una excelente forma de ventilar mis inquietudes, de darle salida a esos bichitos que andaban comiéndome el coco, y, por supuesto, sí, la lectura ha sido crucial en mi desarrollo como escritor.

Entonces, David, una vez que decidiste ponerle “magia al coco”, cuáles fueron esos referentes que te acompañaron en ese decursar, sin los cuales hoy, tal vez, te sería inimaginable.  

Realmente son muchos, pero puedo intentar mencionarlos, entre los que más me han influenciado están: Vargas Llosa, por la destreza narrativa que siempre exhibe en todo su trabajo, cómo juega y experimenta con las técnicas dándole un toque de sencillez; Flaubert también me gusta muchísimo por sus descripciones casi cinematográficas, la originalidad, con él aprendí la importancia de la revisión, el valor que tiene leer en voz alto el texto, cómo encuentras barbaridades al escucharte, las cuales se hacen imposibles de ver cuando solo lees; el chino Heras, que creo que siempre será un referente para todos los que pasamos por el Onelio, o hemos tenido el placer de leer alguno de sus libros. En mi caso, su volumen La guerra tuvo seis nombres, fue un gran apoyo pues, cuando lo leí estaba comenzando a escribir Minutos de silencio y la influencia de su narrativa me fue de gran ayuda para el desarrollo de mi libro, un gran empuje; a Sergio Acevedo lo admiro por lo técnico que es en su literatura, por lo perfeccionista y por enseñarme a ser intransigente con mis textos. Padura también me ha nutrido, por su aporte a la literatura realista policíaca en el entorno cubano; Luis Rogelio Nogueras, por la naturalidad de su prosa, sus diálogos. Existen otros, a los que no me gustaría dejar de mencionar ya que diversifican esos referentes, entre ellos está Stephen King, a pesar de no ser muy bien visto por la crítica especializada, pero que para mí, es un maestro.

Ya que mencionas en tus referentes a algunos de los profesores del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, y cuánto ha nutrido a tu formación el poder haber interactuado con ellos, quiero hacerte una pregunta, que en las redes ha tenido sus momentos de auge polémico en los últimos tiempos: ¿crees que realmente los talleres literarios son necesarios, cuán imprescindibles los sientes?

Considero que no deben ser ignorados los talleres literarios, son necesarios, siempre se aprende, así sea mínimo, pero nunca se va uno con las manos vacías. En el caso del Onelio, es una joya, una gran oportunidad para el escritor amateur, a pesar de que siempre se dice que “nadie puede enseñarnos a escribir, que es un don que simplemente se tiene o no”, más allá de eso, ahí te entregan las herramientas necesarias para desarrollarte mucho mejor en este ámbito, lo aprendí ahí y en otro curso que pasé también. No solo entregan los instrumentos, sino que alimentan el ánimo, brindan empuje para emprender una carrera en el mundo escritural, permite que conozcas a otros escritores, intercambiar ideas, retroalimentarnos unos con otros. Pienso incluso que hay pocos, debieran ser más los talleres literarios en Cuba. Y bueno, como todo oneliano, siempre he anhelado el retorno a esas aulas. Si eso pasa, el deseo de querer repetir el curso, entonces es porque realmente muchas cosas mágicas trae consigo.

Nos comentabas que hubo otro curso-taller que pasaste con el grupo Punto de Giro, donde tuviste la oportunidad de armarte de herramientas con fines escriturales bastante amplios. ¿Cómo llegaste a este curso? Quizás para los lectores resulte de interés saber que existen otras opciones.

A ese curso llegué a través de un anuncio en el periódico, hace realmente ya unos cuantos años. Era auspiciado por un grupo de escritores que se hacía llamar así “Punto de Giro”, desconozco si hoy en día sigue funcionando, pero era muy interesante. Un curso muy sencillo, nos reuníamos en una biblioteca en 100 y 51 y recibíamos clases de un joven profesor, con un increíble conocimiento tanto de literatura, como de cine, radio, y eso nutría mucho al proveernos de un punto de vista más holístico buscando relación entre todas esas manifestaciones del arte y la literatura, los modos de hacer, apropiarnos de técnicas. Fue como el preámbulo de lo que vendría en el Onelio.

Portada MINUTOS DE SILENCIO

¿Por qué escribir realismo, qué hace al género tu zona de confort?

Bueno, la narrativa realista a mí siempre me ha brindado mucha comodidad, por las libertades que ofrece para explorar, tanto en tus propias experiencias como en las de otros. Es ideal para tratar todo tipo de inquietudes, vigentes o no, de hecho, muchos opinan que es un género gastado, manido, porque se han tocado ya tantas puertas que no queda tela por donde cortar de modo que suene original y mueva al lector. Pero yo siempre he creído que no es el tema que se toque sino la vía para tocarlo, está en ser innovador, en la manera de hacer. Pienso que siempre va a haber de qué hablar, así es la realidad, cambiante, nunca estática. A pesar de los clichés, de los lugares comunes, a los que no escapa ningún género, no es solo en este, no creo que vaya a pasar de moda. Para mí es todo un reto precisamente por eso, porque es uno de los más explotados, y tener que reinventarme todo el tiempo para huir de lo manido, me mantiene motivado.

¿Crees que sean los escritores de realismo, cronistas de su tiempo? ¿Deben serlo?

 Sí, me parece que los escritores de realismo de una forma u otra son cronistas de su tiempo, ya sea de manera consciente o inconsciente, es inevitable que se nos cuele esa realidad a la hora de escribir, por mucho que tratemos de despegarnos, siempre se nos traspapela. Incitamos a los personajes o a la situación de modo que se refleje nuestra realidad, nuestras perspectivas. Pero creo que esta condición no es exclusiva de los escritores de realismo, sino de todo el que escribe, incluso hay escritores de CF y F que también cuelan esa realidad objetiva en sus historias de alguna forma, saben disfrazar muy bien su narrativa pero el mensaje está ahí.

¿Cómo fue la llegada al grupo de tu primer libro: Minutos de silencio?

Este primer libro llega al público gracias a Ediciones Unión, que lo publicó en 2019 tras haber ganado el Premio David en 2017, y tengo entendido que disfrutó de una muy buena acogida por parte del público, incluso hasta se barajó la posibilidad de una segunda edición, que por desgracia no pudo concretarse. Del libro en sí, de la labor de la editorial, realmente no tengo ninguna queja, hicieron un trabajo excelente, la diseñadora, el equipo de promoción, me consultaban constantemente para todo, desde la corrección de un párrafo hasta la cubierta del libro. Me sentí más que protegido como autor y bienvenido y como primera experiencia en el mundo editorial, fue muy grata. Y bueno la alegría de haber publicado un primer libro es una que no tiene nombre, no hay palabras para describir eso, de este primer libro siempre voy a estar orgulloso.

Grato ha sido saber que gozaste de una entrada por la puerta ancha en el mundo editorial en Cuba, y de seguro no será el único picaporte que se gire a tu favor porque proyectos no faltan. ¿Qué metas están próximas a vencerse, Martínez Balsa?

Bueno, ya comentaba sobre Minutos de silencio, mi primer libro, y Katabasis fue otra de esas metas vencidas recientemente, publicado por Editorial Primigenios en este año. En estos dos libros seguí, al escribirlos, más bien una fórmula conceptual, conservadora, donde todas las historias están concatenadas y tal; en Minutos de silencio el tema fue la guerra en Angola y con Katabasis, la prisión. En ambos exploré mucho los golpes psicológicos que dejan situaciones de vida como éstas.

En proceso editorial tengo una novela juvenil: Los caciques, enmarcada en un pre becado, donde un grupo de muchachos se las dan de justicieros; es un libro a cargo de la Editorial Gente Nueva, con la excelente editora Gretel Ávila. También tengo en proceso editorial por Ediciones El Mar y la Montaña, en Guantánamo, el libro de cuentos Amarrados al puerto, libro de literatura juvenil, que resultó premio en el Concurso Regino E. Boti. Presenta temáticas acordes a ese trance entre la niñez y la adolescencia. Tanto este como Los caciques, representan para mí una incursión en la LIJ, alejándose de lo que ya había escrito y publicado antes, y bueno, estoy feliz con los resultados. Por la Editorial Primigenios está próximo a salir otro libro de cuentos míos, Deambulantes, que trae también sorpresas.

Trabajo en varios proyectos de libros nuevos, novelas incluso, con las cuales mantengo lleno el horno de la creación.

Siempre se mantiene uno en el camino de la aprehensión cognitiva, pero, habiendo recorrido ya este trecho de lauros y publicaciones, pudieras hablarnos entonces un poco sobre “estilo”, me comentabas que todavía estás en la búsqueda de tu sello, de posturas estilísticas dentro de la literatura.

Estoy todavía en un proceso de descubrimiento, de exploración, buscando el estilo que más me asiente, pero bueno, creo que en realidad esa búsqueda es uno de los mayores atractivos de la carrera como autor, porque, de hecho, hay muchos autores que han asegurado nunca haber encontrado un estilo, ni una postura ya que es una búsqueda constante, y esa exploración, esa búsqueda, esa exigencia para con uno mismo es muy atractiva, cautivadora y es algo que disfruto muchísimo.

No obstante, por el momento, suelo usar un estilo directo, me asisto mucho del diálogo, de vez en cuando lo salpico un poco de imágenes más cargadas, gráficamente hablando, de esas que golpeen, de modo que encuentre un equilibrio entre lo que te golpea en el rostro y lo que luego acaricia. 

Portada KATABASIS

¿Cuáles son esas mañas de las que no puedes despegarte en tu proceso creativo?   

Para escribir necesito encerrarme, equipo mi cuarto con mucho café y cigarros (para mi desgracia esto último) y rodeado de música, entonces comienzo a escribir. Aunque resulte irónico eso del ruido alrededor, ya que por lo general se suele necesitar silencio para concentrarse, a mí me sucede todo lo contrario, es así como logro mi tranquilidad, con Rock sobre todo. Depende también del estado de ánimo. Puede que un día no tenga que asistirme de la música, pero lo que jamás puede faltar es el café el cigarro y el encierro, debo aislarme del mundo para conseguirlo.      

Titular los trabajos a veces puede tornarse todo un endemoniado proceso, los nombres te llegan de a golpe, en el mejor de los casos, en otros, nunca llegan. Tiene su truco el arte de titular, en ocasiones sabemos desde un inicio cómo llamarle y de ahí nace toda la idea, otras, rebuscamos y rebuscamos hasta pretender que lo hemos conseguido. Martínez Balsa tiene esa magia de saber hacerlo, sus textos gozan de un gancho interesante para el lector. ¿Cómo lo logras, David?  

En el caso de Katabasis, sí tuve el nombre desde el inicio, significa “descenso al infierno”, es una palabra griega. Creo que lo tuve claro porque se ajusta al tono del libro en sí, que retrata las experiencias de una serie de personajes en un mundo complejo, difícil, como lo es el de las prisiones; pero no es menos cierto que, en ocasiones no tenemos la idea concreta del título ideal para la obra y ponemos uno provisional. Fue lo que me pasó con Minutos de silencio, no siempre tuvo ese nombre; ese libro, en su momento ganó la Beca de creación “El Caballo de Coral”, del Centro Onelio, y cuando era un proyecto de libro se llamaba Monumentos. El profe Sergio Acevedo, quien revisó el libro de punta a cabo, me sugirió cambiarle el título y que de ser posible fuese el de uno de los cuentos. Finalmente así mismo fue. De hecho, el cuento que tituló el libro lo escribí tiempo después de ganar la beca. Es el más largo del volumen, pienso que uno de los mejores logrados y que encierra bien la esencia del libro.

En el caso del cuento Ataúdes, una obra muy breve, minicuento de hecho, contenido en el volumen inédito Mendigos, tampoco corrió la suerte de llamarse así desde el principio, le había puesto Prado, que es el apellido real del hombre en quien me inspiré para escribir la historia, amigo de mi familia, quien desgraciadamente vivió esa amarga experiencia de perder a su hija, y bueno, de ahí surgió este texto, que luego de una relectura me di cuenta que titularlo Ataúdes lo favorecía mucho ya que hay una sincronía analógica ahí entre el verdadero ataúd que es el del niño que muere y el del padre, quien queda encerrado también en un sarcófago, muerto en vida.

Premiación David 2017 (con su padre)

Luego de esta agonía que deja en el lector el texto del cual hablábamos en el párrafo de arriba, matizar con la próxima sección de la entrevista, no vendría nada mal, así que dinos: si tuvieras que retar a duelo a un escritor, en un molino de viento al amanecer, ¿a quién sería?  

A Julio Cortázar, por los conejitos.

Si tuvieses que escribir un libro a dos manos, con otro escritor, ¿a quién escogerías?

De mi tiempo escogería a Erick Flores Taylor, y de los clásicos a Luis Rogelio Nogueras.

Teniendo en cuenta que siempre recibo respuestas bastante divertidas como por ejemplo: azul melocotón y cosas así, dinos tú, ¿qué tan raro eres?

Bastante, diría yo, aunque logro disfrazarme bien de normalito, soy tímido, introvertido, un poco temperamental, cafetero y fumador sin pausas.

¿Escribirías “de negro” un día para algún escritor?

Sí, cómo no, lo haría. Es una experiencia nueva y creo que lo haría con gusto.

¿Cine, música o literatura, en esa tortuosa elección, con cuál te quedas?

Literatura.

¿Cuál es tu escritor preferido?

Vargas Llosa.

¿Libro preferido?

La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa.

¿Libro, película y canción que nos recomiendas?

Película: Big man.

Canción: Can you feel my heart?

Libro: Y si muero mañana, de Luis Rogelio Nogueras.

He girado el llavín, dejando abierta la puerta hacia la obra literaria de David Martínez Balsa, invitándolos a que no se queden al filo del umbral, empujen sin temor, cuelguen sus expectativas en la entrada, siempre es mejor andar desprovistos de ellas, no dejes que nada nuble la disposición a descubrir nuevas letras, que es lo mismo que decir, descubrir nuevos mundos, descubrir otro tú frente al espejo de un libro, Katabasis podría ser ese primer reflejo.


Talleres literarios, ¿son realmente necesarios?

En varias conversaciones con amigos escritores hemos caído en la misma pregunta, ¿son necesarios los talleres literarios para la formación de los escritores? Como bien reza el dicho: “para que el mundo sea mundo, tiene que haber de todo”. Por lo tanto, hay los que dicen que sí y los que dicen que no.

No soy un gran conocedor de talleres literarios, ya que solo he asistido de forma activa a dos: el Taller de Literatura Fantástica y Ciencia Ficción “Espacio Abierto” (EA) del que soy uno de los coordinadores; y al Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, del cual me gradué en 2014. El Centro Onelio no es un taller en sí, pero le daré tratamiento de taller en este texto, ya que, en algún momento del curso, se realizan talleres a los cuentos de los matriculados. Así que plantearé mis criterios basándome en las experiencias adquiridas en ellos.

De EA se ha hablado mucho, e incluso se nos ha llamado “la mafia de la ciencia ficción en Cuba”. ¿Los argumentos? Varios. Entre los más frecuentes está el que “todos de los jurados de los concursos de ciencia ficción y fantasía en el país, son de EA”, y por esa razón, “todos los ganadores de estos concursos pertenecen a EA o se reparten los premios”.

Eso es totalmente falso. Entre los jurados de importantes concursos nacionales de ciencia ficción y fantasía han estado escritores y editores que no pertenecen al taller, como es el caso de María Elena Llana, Raúl Flores y Gretel Ávila, por solo mencionar algunos. Además, no es el taller el que selecciona los jurados. Ah, que la mayoría o la totalidad de los ganadores de estos concursos especializados en ciencia ficción y fantasía pertenezcan a un taller que se dedique a estos géneros, como lo es EA, es otra cosa. ¿Por qué será?

Y si nos repartiéramos los premios, debería ir a pedir el último en la cola para recibir los míos. En fin…

Del Centro de Formación Literario Onelio Jorge Cardoso (o el Centro Onelio) también se ha hablado, y mucho. Sin embargo, el mayor reproche que se le hace al Centro, es decir que no tiene razón de ser, o que su función está magnificada por sus organizadores. Ya que, cuando se dice que, la mayoría de los escritores cubanos ganadores de premios y menciones a nivel mundial son egresados del Onelio, afirman que el Centro no tuvo nada que ver en esos logros.

O sea, que sin el Centro Onelio o EA, la literatura cubana estaría igual o puede que, incluso, mejor.  

Es cierto aquello que dijo el Premio Nobel José Saramago durante su visita al Centro Onelio, cuando afirmó que en el tiempo de Shakespeare y Cervantes no existían talleres literarios. De hecho, Saramago confesó nunca haber estado en uno. Otros escritores alegan que, con todos los talleres existentes hoy en día, aún no ha aparecido el próximo Shakespeare, Cervantes o Saramago.

No existían, cierto. De hecho, los talleres literarios (ya como talleres) comenzaron a tener auge en la década del 60’; y antes de ellos, había excelentes escritores sin necesitarlos.

Es lógico también que, debido a que muchos de los escritores cubanos son egresados del Onelio, casi todos los ganadores de premios y menciones a nivel mundial, sean de este Centro. Al mismo tiempo, esto no es enteramente un logro del Onelio. Del mismo modo que, cuando un miembro de EA se gana un concurso de ciencia ficción o fantasía, tampoco es un logro exclusivo del taller.

Sin embargo, ¿quién tiene la herramienta para medir hasta qué punto influyeron, o no, alguno de estos talleres en su vida como escritor. Si preguntas dicen “mucho, poco o nada”, pero ¿y la medida exacta? Hasta de los errores y las malas experiencias se aprende. Por eso se les llama experiencias. O sea, si pasaron el curso del Centro Onelio o asisten a los talleres y grupos de WhatsApp de EA, siempre va a existir esa mayor o menor influencia en sus logros.

¿Para qué sirven los talleres literarios?

Como dice el Maestro Heras: para brindar herramientas. El mismo Maestro en su charla de bienvenida afirma a los que entran al curso del Centro Onelio, que ellos no van a crear escritores ya que, de hecho, lo son. El Centro solo les brindará una guía (mala o buena, correcta o no, depende de cómo lo reciba cada quien, pienso yo), las herramientas necesarias y la teoría literaria para escribir correctamente. Unas de las frases que más me gusta del Maestro Heras, es cuando dice que, al terminar el curso, de ahí saldrán mejores escritores o lectores o editores y de ser posible, mejores personas. En mi experiencia personal, creo haber salido tal y como lo pronosticó el Maestro.

Hay quienes pasan la primaria, secundaria y hasta la universidad y no sabe escribir ni la mitad de bien que un joven de 18 años acabado de matricular al Centro Onelio, o miembro del Taller Espacio Abierto. ¿Eso quiere decir que las escuelas no sirven? No lo creo. Cada cual aprovecha las enseñanzas de los talleres y las escuelas a su manera. Incluso, hay quienes no las aprovechan en absoluto. Pero ya eso no es culpa de los talleres o centros de enseñanza, sino de la persona.

Algo más que se fomenta en los talleres literarios es la introducción a determinadas obras, temáticas, géneros: a abrir la mente a todo tipo de literatura y a otros autores. Una función importantísima de los talleres como EA y el Centro Onelio, es que apuesta por lo humano, por el crecimiento del escritor más allá de lo literario. En EA y en el Onelio se fomenta la competencia sana y leal: tanto personal como con el prójimo. Esa competencia en la que te alegras tanto de tus logros como de los ajenos.

En ambos talleres se ofrecen conocimientos, herramientas, ayuda y asistencia en la búsqueda de esa entelequia personal y profesional. Además, se inculca esa ética profesional y el respeto hacia el artista. Ya que a uno puede gustarle la obra de otro o no, eso es normal; lo que sí no se enseña en ninguno de estos dos talleres es a ofender al escritor.

Además, una de las funciones principales de ambos talleres es la de promover la lectura y la literatura. Ninguno de los detractores de los talleres ha podido jamás negar esta parte. Hoy en día, en Cuba (para no hablar del mundo) se ha perdido el hábito de leer. No obstante, en todos estos talleres se insiste en que se lea y se haga a diario. Tanto en Espacio Abierto como en el Centro Onelio se han realizado y se están gestando programas para la promoción de la lectura y la literatura. Ah, ¿son estas tareas propias y exclusivas de los talleres literarios? No, no lo son. Pero, ellos se suman a esta causa.

¿Son imprescindibles estos dos talleres para la existencia de la buena literatura en Cuba?

No lo son. Existía y existe excelente literatura en Cuba fuera de estos talleres. Sin embargo, es imposible demostrar que sería mejor sin ambos talleres. Los escritores que han bebido de los conocimientos de escritores más veteranos y experimentados han adquirido herramientas que, sin estos talleres, podrían haber demorado meses o años en aprenderlas y quizás más tiempo aún para perfeccionarlas.

Al igual que una persona puede construir un puente sin ser ingeniero, podemos asegurar que un ingeniero puede levantar este puente en menor tiempo y con mayor calidad. Esta es la función de los talleres: acelerar el florecimiento y formación de los escritores que se acercan a ellos.

Por supuesto, con esto no quiero decir que los talleres literarios son perfectos o lo mejor que le podría pasar a un escritor. Como muchas son las buenas experiencias en los talleres, también son muchísimas las malas. En ocasiones los talleres suelen ser contraproducentes, desmotivacionales o negativos para algunos escritores emergentes. No lo negaré nunca. Me constan varios ejemplos en los cuáles a jóvenes escritores les dijeron que “mejor se dedicaran a otra cosa”.

Hay que tener en cuenta que tanto el Taller Espacio Abierto como el Centro Onelio están conformados por personas. Seres humanos imperfectos por naturaleza. Siempre va/n a existir esa/s persona/s que te quiera/n hundir o desanimar, consciente o inconscientemente. También esos que, con buenas intenciones, solo hacen más mal que bien. Estos aspectos negativos se ven, sobre todo, en talleres especializados como EA cuando asiste alguien que no es conocedor o fanático del género.

¿Cuál es la solución?

Estudiar y leer mucho. Tener fuerza de voluntad, autoestima y saber discernir la ayuda de lo que no lo es. Elegir aquellos criterios, consejos o comentarios que más creas que pueden ayudar a tu camino como escritor. El resto, ignóralo. Toma el grano y deja la paja. Eso fue lo que hicieron esos escritores a los que les “aconsejaron” que se dedicaran a otra cosa. Hoy por hoy son reconocidos por sus colegas, han publicado varios libros y ganado múltiples premios a nivel internacional. Han sabido crecerse ante las dificultades.

¿Estas situaciones negativas solo se ven reflejadas en la literatura, o solo en los talleres literarios? Por supuesto que no. ¿Estos consejos solo se pueden aplicarse a los talleres literarios? Otra vez: no.

Como dije, los talleres literarios están conformados por personas, buenas y malas. Todas imperfectas. También lo es la sociedad. Si van a criticar o atacar, no dirijan sus ataques a los talleres, y sí a esas personas en particular.

Nada de esto es razón para desacreditar el trabajo de los talleres literarios. Independientemente de la existencia de malas personas o malos momentos, también hay muchísimas buenas personas, escritores que han dedicado parte de sus vidas a ayudar a los demás.

Además, lo que en verdad habla por los talleres literarios, su mayor logro, es la afluencia de miembros, la permanencia en ellos y la participación. Si EA o el Centro Onelio fueran tan malos, negativos o innecesarios como algunos dicen, ¿por qué llevan más de una década de trabajo cada uno? ¿Por qué razón muchos egresados del Onelio quieren volver? ¿Por qué, escritores que pertenecen a EA, luego de irse del país o tomar otro camino en sus vidas, siguen participando desde la distancia y defendiéndolo?

Sin embargo, en ningún momento ningún taller debe acreditarse el logro del escritor, ya que era escritor desde antes de entrar al taller. Quizás si Cervantes o Shakespeare hubieran asistido a talleres literarios, la cantidad de Quijotes, Hamlets u Otelos serían mayores. Quizás no. Eso nunca lo sabremos con certeza.

Por lo tanto, en mi opinión, ¿son imprescindibles los talleres literarios? No, no lo son. Ah, pero ¿son necesarios? Sí, y mucho: son vitales hoy en día.


Aquello descubierto en el camino: Entrevista a Dazra Novak

Cuando se habla de alguna de las principales escritoras jóvenes cubanas en la actualidad es sin duda obligatorio mencionar a Dazra Novak. Olvidémonos de sus premios y centremos nuestra atención en su obra artística y literaria para validar esta afirmación. A fin de cuentas, eso es lo que importa y el verdadero legado en la vida de un escritor.

Dazra Novak es una mujer muy interesante y no solo por sus libros; sino porque al tiempo en que hace malabares entre casa, literatura, fotografía y el periodismo, tiene tiempo para dirigir en una de las instituciones más importantes para la literatura cubana actual: el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Y, vale aclarar, que todo lo hace con la mayor calidad.

Estas razones y entre otras más, como la relación simbiótica “escritora/persona”, fueron el motivo para esta entrevista.

Según he leído, comenzaste a escribir por la poesía, sin embargo, se te conoce por tus libros de narrativa. ¿Sigues o seguirás escribiendo poesía? ¿Por qué el cambio o la preferencia hacia la narrativa?

Sí, es una triste historia. Triste y feliz a la vez. En un taller que pasé en el antiguamente llamado Centro Cultural de España (hoy Centro Hispanoamericano de Cultura) me forzaron a escribir un cuento, aunque yo lo que había presentado eran poemas. Los comentarios recibidos, con respecto a la poesía, fueron tan duros y poco cuidadosos que dejé de escribir poemas por un montón de años. El texto narrativo, por el contrario, asombró a todos. Nadie me creía que aquel fuera el primero puesto que lo escribí, o digamos que salió porque yo no sabía lo que hacía, en segunda persona. Para colmo lo resolví en una cuartilla.

Esa fue la parte buena, me inicié en la narrativa. Aupada por el asombro quise probarme en unos pocos intentos más –y cuando digo pocos, es literal, realmente fueron pocos– que me llevaron al Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso por primera vez. Unos casi veinte años más tarde, se me conoce como narradora, pero mis libros de poesía solo los han leído un par de amigos que insisten en que deben ser publicados, pero yo no me lo creo tanto. Creo que aquello me marcó negativamente para siempre. Por eso no pienso en publicarlos. Por eso soy tan cuidadosa al dar opiniones sobre los textos de los escritores en ciernes.

Has recurrido en múltiples ocasiones al género erótico en tus textos. Sin embargo, Cuerpo público me pareció un libro donde le brindabas gran importancia a lo romántico, lo social e incluso lo político como elementos insoslayables de lo erótico. ¿Cómo diferencia Dazra Novak, la mujer y la escritora, a la literatura erótica de la pornografía?

En efecto, el vehículo en Cuerpo Público es el cuerpo. Eso, el vehículo. En él, como bien dices, viajan lo romántico, lo social y lo político. Al principio casi llego a pensar que no había logrado lo que quería, pero luego tuve la suerte de que muchos lectores me dieran de primera mano sus impresiones.

Lo erótico, a diferencia de lo pornográfico, tiene muchas más aristas. Allí donde lo pornográfico comienza a repetirse por falta de otros recursos, lo erótico se multiplica. Lo pornográfico es el acto por el acto, lo erótico tiene una multiplicidad de voces. Creo que en ese libro en particular llegué a una suerte de frontera entre ambos.

Dicen que para que toda ficción parezca real, debe haber algo de verdad en ella. ¿Eres de las autoras que se inspiran en experiencias personales o cercanas para sus textos? Si es así, ¿Cuánto de ti hay en ellos?

Soy muy observadora, una persona que prefiere escuchar. Me gusta conocer las razones que lleva a la gente a hacer ciertas cosas. Voy por el mundo tomando todo tipo de notas. Digamos que tomo piezas del mundo real, les sumo piezas inventadas y/o modificadas por mí y armo otro mundo. Ni mejor ni peor, sencillamente otro donde expreso mis ideas. Algunas personas a mi alrededor se reconocen en esos personajes y escenas. Otras se confunden, creen reconocerse, pero en realidad no están. Otras me piden los convierta en personajes. En fin, las reacciones han sido muy diversas. Y es que creo que en el fondo la mayoría disfruta ser reinventado (esto lo he comprendido con el paso del tiempo), vivir algo que quizás no se permitirían nunca. Eso sí, debo confesarte que la mayoría de las piezas que utilizo son mías, o me atraviesan de algún modo.

¿Qué es lo más difícil para ti a la hora de escribir un texto erótico?

El lenguaje a utilizar. Basta una palabra o frase mal empleada para romper la magia del texto erótico, o una muy bien ubicada para salvarla.

Temáticas (en general): ¿Cuál o cuáles prefieres abordar? ¿Cuál te falta? ¿Cuál crees que es más necesaria en los momentos actuales para el escritor cubano? ¿Cuál es la que nunca escribirías y por qué?

No pienso en temáticas a la hora de escribir. Eso sí, creo que uno aborda la escritura desde la persona que es. A mí me interesa el ser humano, qué lo mueve, cuáles son las pasiones y razones para actuar de un modo determinado, cuánto le condiciona la sociedad y el tiempo histórico en que vive. 

¿A qué se le debe dar más valor en el cuento? ¿Al argumento, al estilo o a la experimentación con las técnicas narrativas?

Depende de si se tiene una buena historia a desarrollar o es un cuento que ganaría más en lo formal. Ambas son válidas. Creo que la experimentación no. Cuando colocas el experimento por encima de los otros dos, por lo general, no pasa de un ejercicio interesante o fallido. Esto, corriendo con suerte.

En el prólogo a Making of, Premio UNEAC de Novela 2011, explicas que ese texto no es realmente una novela, sino un puñado de escenas que ocurren tras las bambalinas de una historia real. El carácter fragmentario del discurso así como sus líneas de fuga, hacen pensar en cierta forma de abordar la narrativa muy característica de los escritores de la Generación Año Cero. ¿Te consideras parte de esa generación? ¿Por qué?

Hace un par de años una amiga me comentó, muy alarmada, que una investigadora estadounidense llegó a preguntarle si era verdad que Ena Lucía Portela pertenecía a la “Generación Cero”, con eso basta para hacerse una idea de hasta dónde ha llegado el manoseo de lo que fue la autodenominación de unos tres o cuatro autores a comienzos de este milenio. A partir de ahí muchos le suman y le restan autores, los critican y los alaban a conveniencia, por lo general con bien pocos argumentos literarios. Por si esto no fuera suficiente, ha llegado a saltar del espacio narrativo para llegar a la poesía y más, del campo literario a la plástica, por solo citar un ejemplo.

“Making of” es eso, un making of. Un puñado de escenas que te cuentan cómo se filmó la película, pero no te cuentan la película. Leyendo ese, mi comienzo, que incluye “Cuerpo público” y “Cuerpo reservado”, y mirándolo desde fuera, pudiera decirse que sí, hay mucho de fragmentario, muchas líneas de fuga, pero eso no es ni la mitad de lo que escribí hasta aquel 2011 en que gané el Uneac con ese experimento único que es “Making of”. En ese periodo antes de escribir lo que sí es mi primera novela “Niñas en la casa vieja”, que debe salir de imprenta de un momento a otro (eso prefiero pensar)[i], yo dejé a medias cerca de una decena de libros de cuentos. Textos que, cuando los sacas de las compilaciones para las que fueron concebidos, no logran convivir con el resto, tomando en cuenta su diversidad. Algunos saldrán publicados por Sed de Belleza en una antología personal titulada “Minandre”, que debe entrar en imprenta de un momento a otro (eso prefiero pensar). Prometo darte uno y ya me dirás si formo parte o no. Yo, por mi parte, prefiero seguir escribiendo a solas.

Al comenzar la lectura de Making of se descubre como la fragmentación de lo narrado se hace muy eficaz con el uso del monólogo interior indirecto, desde la tercera persona. ¿Joyce, Faulkner o Cortázar? ¿Tienes preferencia por alguno? ¿Cuál es tu modelo de escritor?

Cortázar, siempre Cortázar.

En algunos encuentros con otros escritores, ha salido a relucir el tema de las etiquetas. Generalmente se suele adicionar al escritor como: Escritor de realismo, escritor de ciencia ficción, etc. ¿Qué piensa Dazra Novak de las etiquetas? ¿Cómo se “etiquetaría” la escritora Dazra Novak?

Evito las etiquetas en general. Aunque reconozco que sirven para trazar un mapa de la persona en una primera aproximación. Lo que pasa es que eso condiciona luego el acercamiento, y más, exige de esa persona una línea de trabajo que puede no ser más en algún punto, porque el individuo crece todo el tiempo. Cambian sus intereses, sus inquietudes, la manera de abordar ciertos temas. No, no me pondría ninguna.

En tu blog Habana por dentro he notado cómo has unido el texto con la imagen. ¿Es la fotografía o el periodismo otras de tus preferencias? ¿Cuáles otras pasiones tiene Dazra Novak?

El gusto –y el ojo– hacia la fotografía se me fueron entrenando con el blog, que partió de un deseo de mostrar la ciudad desde lo personal, desde la nostalgia, y de rescatar ese sentimiento entre los habaneros que ya no viven más acá. Devolverles el cariño por el barrio, por nuestras costumbres, por esas breves escenas infantiles y/o adolescentes que nunca se borrarán de nuestras mentes vivamos donde vivamos. Fotos y crónicas que apuntan a lo que en verdad se lleva el emigrante en la maleta: lo que se ha sido como persona hasta ese momento. Mi otra gran pasión es la música, o mejor dicho, la gran pasión. Si alguien pone música, ya no puedo escribir.  

Pregunta obligada: has pasado de pensar en no poder entrar al Onelio, a trabajar de secretaria, luego a edición y corrección de la revista El Cuentero, y ahora en la dirección del prestigioso Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. ¿Cuál es la importancia de este centro y sus creadores para Dazra Novak?

La experiencia del Centro Onelio fue un cambio radical en mi vida. A diferencia de otros, que llegan siendo escritores –narradores y/o poetas hechos y derechos–, yo llegué con muchos poemas –que por haber sido tan duramente criticados desaparecieron por completo– y unos pocos textos narrativos. Pensaba que todos eran escritores y yo, apenas una infiltrada. Me sentaba en la silla junto a la puerta –para salir corriendo de hacer falta–.

Jamás critiqué ningún cuento. Jamás opiné. Yo me limitaba a escuchar, a tomar notas, a incorporar todo aquello que iban diciendo. Casi todo, porque allí también vi lo que no quería para mí. Tras la lectura de mi cuento en el aula, quedaron todos en silencio. Luego me aplaudieron y empezaron a señalarle defectos. Mi texto sufría de queísmo, entre otras cosas, pero no me fue tan mal, tomando en cuenta todo lo que pasa en esos análisis –¡tú sabes que a algunos no les queda vivo ni el título!–.

Ese fue y continúa siendo un lugar mágico. Recuerdo claramente haber pensado, yo quiero estar siempre aquí. Y el sentimiento fue tan fuerte como para graduarme de la carrera de Historia, con tres idiomas aprendidos sin contar el español, y comenzar a trabajar como secretaria ante el rostro estupefacto de la familia. Luego comencé a entrenarme como correctora y editora con Heras y Ernesto Pérez Castillo, subdirector en aquel entonces, a quienes les debo muchísimo en ese sentido. Y fue haciendo ese trabajo de revisión que volví a escribir, porque cuando se termina el curso viene un periodo en el que no se escribe nada. Unos años después me fui, para resolver problemas económicos, a trabajar en una productora independiente. El mundo del cine me regaló, entre otras cosas, ese libro raro que es Making of, pero no me dejaba casi tiempo para escribir y por eso terminé abandonándolo –aquí hubo rostros estupefactos otra vez–.

Volví a estar cerca del Centro de algún modo. Ivonne y Heras me invitaban a conversar con los alumnos, a los cierres de curso, como jurado del César Galeano, al panel en defensa del Premio Nacional de Literatura para Heras. Muchos egresados o estudiantes me pedían que leyera sus textos y les dijera mi opinión, algo que hice con sumo cuidado, para que no les pasara lo mismo que a mí con la poesía.

Después Heras comienza a buscar relevo, y ante la dimisión de la persona que había convocado, me pide que asuma. Yo tuve que pensarlo, porque siempre me había imaginado formando parte, estando cerca, pero nunca al frente de lo que es la gran obra de su vida. Me costó también porque yo, a diferencia de Heras, no me veo primero como formadora. En ese sentido me siento más escritora, si bien tengo cierta facilidad para encauzar los proyectos de los demás sin necesidad de créditos. Pero ya ves que en todo esto que te he contado hay, por encima de todo, un sentimiento de cariño, un sentido de pertenencia muy grande. ¿Qué yo puedo hacer crecer al Centro todavía más? Eso se verá en lo adelante. Lo que sí te puedo asegurar es que, mientras tenga fuerzas para estar ahí, lo pienso cuidar mucho.     

Hay quienes aún, luego de los éxitos de los cursos del centro Onelio continúan diciendo que este no es “necesario”, argumentando que ni Cervantes ni Shakespeare pasaron cursos de técnicas narrativas. ¿Qué les dirías, no a ellos, sino a los jóvenes escritores que aún no han pasado el curso del Centro Onelio?

Si seguimos por esa línea también deberíamos decir que no pasaron talleres literarios como tampoco se ganaron ningún concurso, ni tenían perfiles en redes sociales para promocionar sus obras, ni convivieron con una cantidad tal de autores y de obras en formato digital (y grandes editoriales cuyos sistemas de purga y selección dejan mucho que desear) como para hacer difícil –si no imposible– la cata de obras realmente valiosas, revolucionarias y transgresoras. Y digo esto porque sencillamente no existían ni los talleres, ni lo concursos ni Internet (el alcance comercial data de los 90´). Claro que yo puedo imaginar que Cortázar de seguro habría escrito una blogonovela, Joyce habría engrandecido la narrativa transmedia, y probablemente Shakespeare y Cervantes se habrían abierto sendos perfiles en YouTube. Pero de seguir en esta alocada especulación donde quizá Borges escribiría decenas de tweets diarios –muy serios y contundentes– y el realismo mágico natural de Facebook sedujera a García Márquez, también deberíamos decir que quizá no habrían sido tan exitosos, puede que hasta ellos pasaran desapercibidos en este enorme pasacalles chatarra en el que “avanzamos”.

Pero dejemos de lado estas tonterías y vayamos a lo que de verdad importa. Yo no diría del Centro Onelio, ni de ningún otro taller de los que abundan por montones en Cuba y en el mundo (presenciales y online), que sea “necesario” cursarlos para convertirse en escritor. Yo diría más bien que es “útil”, de hecho, “muy útil”, para alguien que pretende convertirse en escritor. Cualquier taller orienta, te entrena para el diálogo con el lector, te muestra los posibles caminos. Y fíjate que digo orienta, entrena, muestra, porque no son una varita mágica que te convierta en escritor. El trabajo lo tiene que hacer el aspirante, que también podría incorporar esas herramientas de manera natural desde algo tan sencillo como la lectura constante, si bien le llevará más tiempo. Fíjate el daño que hace esta idea errónea que incluso muchos de los que pasan por estas experiencias no las aprovechan al máximo porque están buscando afuera lo que en realidad está dentro: la constancia en el desarrollo propio. No hay secreto alguno en los cursos y talleres literarios, lo que hay es trabajo.

¿Qué se vislumbra en el futuro del Centro Onelio?

Más talleres y cursos de géneros y subgéneros, más encuentros para discutir la literatura actual y sus problemáticas, más relación con los egresados, más promoción de sus obras, más oportunidades para desarrollarse profesionalmente, más presencia en Internet. Se espera más. 

Pregunta más o menos en broma, pero que casi todos los egresados se la hacen, ¿hay posibilidades de nuevos cursos para los egresados?

Recién aplicamos una encuesta para evaluar, entre otras cosas, la disposición de los egresados a cursar un segundo bloque, digamos de “actualización”, y la aceptación supera el noventa por ciento. Ya comenzamos a trabajar en esto.

¿Cómo se relaciona el futuro de Dazra Novak y el Centro Onelio? ¿Dazra directora o escritora?

Si algo tengo claro a estas alturas es que no puedo vivir sin escribir. Lo demás lo voy descubriendo por el camino.

[i] La novela fue publicada por la Editorial Letras Cubanas, en abril de 2021, luego de haberse realizado esta entrevista.


El Chino Heras, el escritor, el maestro

*Tomado del Portal Cubarte

Lo conocimos primero mediante sus historias, cargadas de realismo y sensaciones más allá de las palabras. Todavía recuerdo nuestro primer día como estudiante en el Centro Onelio. Allí estaba él, junto a su esposa Ivonne Galeano y los también escritores Raúl Aguiar y Sergio Cevedo.

Muy pronto el Chino se convirtió en más que un maestro o un referente literario. Fue amigo y especie de hermano grande para nosotros, con críticas, consejos y una facilidad inusual para enseñar. Admiro su talento, pero especialmente la bondad, su fidelidad a la creación y a Cuba, su capacidad para soñar y seguir en el camino de las esencias, incluso en medio de cierto huracán de incomprensiones.

Seguramente los mensajes de felicitación este 5 de agosto, fecha de su cumpleaños 80, son numerosos, el sonido del teléfono debe ser permanente.

Tomada de cubarte

Sin dudas, es uno de esos escritores imprescindibles de la literatura de la Revolución, no solo por su calidad narrativa, también por reflejar en su obra sucesos históricos trascendentales, como el enfrentamiento a la invasión mercenaria por Playa Girón, y otras peculiaridades de etapas posteriores a 1959.

Hoy pienso también en el Heras huérfano de padre a los 12 años de edad, que fue limpiabotas, vendedor de periódicos y billetes de lotería, limpiador de portales… durante parte de la década de los ’50, pero que nunca dejó de fantasear. Imagino al muchacho que combatió contra los agresores en Girón y luego reflejó la experiencia en su libro La guerra tuvo seis nombres, por el que ganó el Premio David.

Me parece verlo alegre, cuando recibió la noticia de su Mención única en el concurso Casa de las Américas de 1970, por Los pasos en la hierba. Y después la tristeza, las puertas cerradas… por una muy conocida polémica en el campo ideológico-cultural, provocada sobre todo por la crítica Otra mención a los Pasos, de Roberto Díaz, en el Caimán Barbudo, que desató tempestades.

También con una obra sobresaliente como crítico cultural, Heras es ejemplo de apego a los principios revolucionarios, al país y su gente. Su obra cuentística, incluidos Acero y Cuestión de principio, tiene mucho de autobiográfica.

Resulta inevitable recordar los días en el Centro Onelio, cuando él y otros profesores alimentaban nuestros deseos de ser escritores. Me parece verlo otra vez aconsejar, sonreír y hablar de niveles de realidad, tipos de narradores, corrientes subterráneas de sentidos…, en fin, de ese otro mundo tan suyo: el de las técnicas literarias.

Compilador de Los desafíos de la ficción, Eduardo Heras León está en las entrañas de muchos jóvenes, que le agradecen. Ganador del Premio Nacional de Literatura 2014 por la obra de la vida, el Chino, como lo llaman cariñosamente familiares y amigos, es también símbolo de resistencia, humildad, y bondad, con una admirable trayectoria como literato, pedagogo y cultivador de la cultura. Un maestro, al cual respetamos y queremos.


Giselle Lucía Navarro: «La palabra es una piedra que rebota dentro de mi cabeza»

Ella es una buena sinker. Agarrarla te da la sensación de tres costuras: bella, sencilla, educada. A partir de esos elementos cualquiera se iría con esa bola, como diríamos en buen cubano. O sea, creería que sus logros en tan corta carrera literaria podrían ser asunto oscuro y no profesional. Entendible si se tiene en cuenta que la predisposición podría surgir desde el amiguismo que nos desborda, los favores que algunos están siempre dispuestos a hacer a cualquier sinker que acude a los eventos, reuniones, editoriales, o viajecitos a provincia.

Perdonable también cuando muchos no son capaces de conservar en la memoria muchísimas obras de nuestros más destacados jóvenes escritores en los últimos años. Alzheimer del que escasísimos lectores escapan. Giselle Lucía es su nombre, Navarro el primer apellido y basta por ahora. Aquí no mancillaremos el talento de un artista citando los premios obtenidos, para más información: Google. Aquí, echaremos un vistazo a esta nueva creadora que nos aborda la nave deprimida. Nos llega con lenguaje directo, profundo, sin demasiados adornos para tapar el vacío como suelen hacer algunos seudointelectuales y no tan seudos, para obtener un ratito bajo la luz mortecina de una vieja farola.

Giselle Lucía es el “viento fresco luego de un verano tan largo”, como diría el trovador, es la voz que puede conectar con esos lectores dispersos, ausentes en muchos casos de nuestros más recientes artistas por el bodrio abanderado y el discurso no sincero, sino más bien oportunista y anhelante del concurso que sume una fotito en Facebook, un adulador, un rápido paso al olvido.     

¿Qué motivos o hechos determinaron el comienzo de tu carrera literaria?

Mi vida iba a estar vinculada a las letras, eso era algo inevitable. La mujer que vive dentro de mí no entiende el mundo sin la poesía. Para mí, más que un poema, es una forma de apreciar la vida, una especie de sensibilidad. La palabra es una piedra que rebota dentro de mi cabeza, no puedo evitarlo. Debo escupirla en el papel porque de lo contrario puede asfixiarme. Esa necesidad me hizo escribir.

De niña pasaba mucho tiempo en casa, escribía e ilustraba, encuadernaba mis esbozos en forma de folletos, con mucho cuidado. Nunca imaginé estudiar diseño, ahora los miro y me critico, sonrío. Durante mi infancia y adolescencia estudié danza y, entre ensayos, entrenamientos y los deberes de la escuela, no tenía tiempo para nada más. Cuando decidí que no me dedicaría a bailar sentí un gran vacío. Ahí llegó la literatura y lo inundó todo. Un día, por azar, abrí la revista Muchacha y leí un artículo sobre un taller literario, averigüé la dirección y fui. Así comencé en el grupo Silvestre de Balboa que dirigía Rafael Orta Amaro. El tiempo pasó y hoy soy quien conduce el taller. Las tertulias, los concursos, recitales, antologías y las horas de poco sueño escribiendo sin parar, todo vino tan rápido que creo que siempre estuvo ahí. La vida escribe recto sobre líneas torcidas, pero invariablemente con firmeza.

Háblame de Rafael Orta.

Las palabras no alcanzan para nombrarlo. Todo árbol crece porque alguien supo cuidar bien de la semilla. Es cierto que escribo desde niña, que gracias a mi abuela los libros se volvieron terrenos fértiles para mi curiosidad. Podríamos decir que algún tipo de talento para la palabra traje al nacer, pero lo cierto es que el día en que hablé por primera vez con este hombre y me dijo “adelante”, invitando a pasar a su taller literario, y luego, con el tiempo, repitió “confío en ti”, fue que nació la escritora.

A este hombre le debo haber forjado mi voluntad, mi confianza, mi oficio por las letras. Siempre que estoy delante de mis alumnos y comienza una clase me acuerdo de él. Llevo siete años sentada en su silla, en la misma mesa donde me sentaba de alumna. Es una mezcla de nostalgia y certeza. Creo que le he cumplido. Los maestros enseñan también al partir, porque de algún modo nunca se van.

Hay poetas que intentan decir algo en cada obra, otros, que el lector asuma el significado que más le convenga o sea capaz de entender. ¿En cuál de las dos situaciones te sientes más cómoda?

Escribo para el ser humano, apunto a su corazón. Deseo que mis poemas lleguen a su corazón y no solo a su cabeza. Los poemas que llegan a tu corazón son los que te cambian la vida. Para mí la poesía no es un entretenimiento, es algo muy serio, como una misión. Cada cual la asume a su forma. Esta es la forma en la que yo la percibo, por ello no voy disfrazar la palabra, ni inventarme un lenguaje rebuscado, ni llenar mis poemas de referencias de obras y autores solo para denotar mis horas de lectura o mi acervo cultural. Elijo la sencillez. La sinceridad y la pureza de las cosas, eso es lo que quiero transmitirles.

Federico García Lorca escribió: “Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio.” Si tuvieras que definirla, cuál sería tu expresión antológica.

Para mí la poesía es una necesidad espiritual, un contrapeso que me permite mantener el equilibrio entre las bellezas y crudezas de la vida.

Ganas el David 2019 en poesía. Obtienes el diploma, el cheque, las felicitaciones, abrazos. La promesa de un libro en la próxima feria. Los aduladores de un lado, los amigos del otro; los que buscan lo extraliterario, los que le vale un centavo el premio y sus arrabales. Llegas a casa, al fin sola, acostada; la noche es pura más allá de la ventana, ¿qué pensamientos te abordaron?

En lo único que pienso cuando recibo un premio y regreso a casa es en el próximo libro que escribiré, mi próximo proyecto, sea de literatura o diseño, un videoarte, una colaboración. Más que nada me provoca creatividad. El premio que recibes por una obra te da solo la gratificación de que esta culminó bien. Sientes una gran felicidad, no puedo negarlo, pero es solo eso. En realidad, el cuadro que cuelgas en la pared podría ser un sello de garantía de que tus horas sin dormir no fueron en vano. Para mí la garantía está siempre en los ojos y el corazón del lector.

No cazo los premios. Tampoco soporto que estos se conviertan en tus apellidos. Hay una diferencia entre el escritor y el libro. El libro es el vencedor. El escritor solo es el intermediario, aunque termine cargando las glorias y culpas merecidas e inmerecidas, aunque el libro haya brotado de él. Una obra premiada es siempre un punto cuestionable, y el libro puede convertirse en el epicentro de muchas polémicas, y eso es muy bueno, genera movimiento, te indica que hay un contexto vivo alrededor. A quién le gustaría sembrar flores en un terreno baldío. Las críticas son necesarias, ayudan a que las raíces del árbol, en este caso del libro, se asienten con más fuerza.

En cualquier caso, creo que un escritor debe disfrutar profundamente el proceso creativo y aprender que los premios son simplemente eso, trozos de papel colgados en la pared, quizás el recuerdo de un momento en el que fuiste muy feliz o la certeza de un sueño medianamente cumplido. El verdadero premio es tener la sensibilidad para crear un poema, por muy humilde que este sea. El escritor joven, también el adulto, no debe permitir que los premios o reconocimientos lleguen a tocar su ego. Allí donde el ego empieza a transformarse la creación comienza a padecer.

Cuéntame un poquito sobre el dolor de parto con Criogenia.

Este libro es una parte de mi cuerpo. Escribí Criogenia con 23 años. No puedo hablarte mucho del proceso creativo en sí porque realmente brotó tan velozmente que todavía estoy sorprendida.

Estaba terminando mi tesis en el Instituto Superior de Diseño. Recuerdo que ya no soportaba estar sin escribir, completamente dedicada a temas prácticos relacionados con mi investigación de pregrado. Fue un período difícil para mí. Fuertes experiencias, fuertes golpes habían sacudido anteriormente mi vida. Me sentía exactamente así: una mujer congelada, cuyo cerebro no podía detenerse. Ese es Criogenia. Un libro con forma de mujer y poemas con forma de órganos. Es importante en mi vida no por el Premio David, sino por todo lo que encierran los poemas, todo lo que me susurra. Criogenia fue un parto necesario, milagroso. Yo necesitaba nacer en ese parto. La mujer que llevaba dentro, por algún tiempo dormida, necesitaba despertar.

El autobombo tiene defensores y detractores. Hay quienes creen que responde a la falta de un eficiente sistema promocional, cómo lo ves, siendo una autora contemporánea ligada en gran medida a las redes sociales.

Las redes sociales son como una ventana permanentemente abierta a la que te puedes asomar en cualquier momento y gritar cualquier cosa. Siempre habrá personas que reaccionen positiva o negativamente a lo que publicas. Te confieso que llevo poco tiempo en las redes, hace más o menos año y medio de mi primera publicación en Facebook o Instagram. No publico imágenes de mi vida privada, utilizo las ventajas que tiene para publicitar espacios culturales en los que participo y compartir contenido de interés asociado a la escritura.

Es cierto que, en gran medida, cuando un artista publica su obra y habla de su trabajo pareciese que se está fomentando el narcisismo, dado que es un discurso en primera persona, el escritor es quien elige el contenido a publicar, y, por lo general, siempre se muestra con una cara agradable y perfecta, también es cierto que es así cómo funciona en el mundo del marketing y la publicidad. Creo que cada artista debe ser promotor de su propia obra, nadie mejor que él para darle el verdadero sentido que lleva y evitar que se distorsione con intereses de terceros.

El libro es un producto, con otras connotaciones simbólicas, pero como producto al fin está encaminado a insertarse en un determinado mercado, en llegar a un usuario, a un lector. Por lo general cuando hay un sistema de promoción este siempre va a mover los hilos para que el contenido responda a sus intereses. Cuando una empresa o institución publicita a un autor o un libro a veces la información se transforma. Cuando el artista es el que promueve su obra esta llega limpia al público y el propio acto de promoción podría convertirse en otra obra.

Un libro necesita publicidad. Los hábitos de la lectura y el “arte inteligente” también necesitan difusión, sobre todo en un contexto como el actual, donde el flujo de información es tan diverso y rápido, a veces agresivo. En momentos en los que los hábitos de lectura se adaptan constantemente a las nuevas plataformas, los artistas deben adueñarse también de esa circunstancia. Mientras los intelectuales sigan creyendo que tal cosa no es necesaria, estarán en desventaja. El mundo del siglo XXI es visual. Y hay que darle imagen a eso que queremos comunicar. La diferencia está en la forma en la que te acercas al lector.

El lector de estos tiempos quiere no solo leer el libro, sino conocer al autor, intercambiar con él, comunicarse con él. Y las redes te permiten establecer este intercambio, de una forma rápida, ofreciéndote la posibilidad de publicar texto, imagen, video, audios, de transmitir en vivo, desde un rincón del mundo hasta todas partes del planeta. También existen muchos puntos de vistas negativos, pero creo que debemos valernos de las herramientas que nos favorecen y explotarlas a nuestro favor, haciendo un buen uso de estas.

Por supuesto, el autor debe planificar cuidadosamente la publicidad que le dará a su libro y a su obra. Todo requiere de cierta mesura, aunque sea en redes sociales donde pareciese que cualquier cosa vale. Un comentario sin base o con prejuicio puede arruinar tu imagen ante los ojos de quien te lee, de una forma instantánea. También debe fomentarse el respeto hacia la obra ajena. Un escritor debe respetar la obra de otro escritor, aunque no le agrade. El respeto es algo necesario.

Las redes sociales constituyen una forma de sociedad virtual. Cuando entras en ellas solo debes ser tú mismo. Ser coherente con tu personalidad por cualquier medio por el que te comuniques.

Relajémonos: película, canción y libro favoritos.

Es difícil. Estas preguntas nunca me relajan, porque me cuesta decidirme por una u otra. Una película que me ha marcado muchísimo es “La vita é bella”, de Roberto Benigni, me gusta mucho el cine italiano, pienso en Fellini. También en las películas de Charles Chaplin.

En cuanto a la música, decir que es fundamental en mi vida. Amo el sonido tanto como la palabra y el color. Me conmueve profundamente la música de Mozart, Beethoven, Bach, el romanticismo, la ópera italiana, el impresionismo, el jazz, el flamenco, la música árabe y la música clásica indostaní.

Entre los autores que me han marcado podría mencionarte a Nazim Hikmet, John Robinson Jeffers, Franz Kafka, Walt Whitman, Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Miguel Hernández, Mahmud Darwish, José Martí, Eliseo Diego, Alejandra Pizarnik, Jorge Luis Borges, Juana Borrero, Rubén Martínez Villena, Jesús Orta Ruiz y Luis Rogelio Nogueras…, aunque hay muchos otros. Libros favoritos no tengo. Siempre estudio la obra en conjunto con la vida del autor. Es precisamente esa la combinación que me atrapa.

¿Qué libros tuyos encontraremos sobre el anaquel en un futuro cercano?

Próximamente verán a la luz algunos libros que espero con ansias. Hijos que necesitan salir del cascarón editorial. Es el caso del poemario El circo de los asombros, la novela ¿Qué nombre tiene tu casa? y Criogenia. Hay otros libros en la pista de vuelo, pero el proceso editorial lleva su tiempo y prefiero no hablar todavía de ellos para no malograr su nacimiento.

De tener una carrera larga y exitosa, qué epitafio te gustaría en la tumba.

Ninguno. Creo que no existen palabras para nombrar con exactitud la vida de una mujer. Tampoco creo que me acostumbre a la idea de descansar en un hueco. No me gustan las tumbas. El cuerpo es transformación y el espíritu es libertad. Ambos no pueden sujetarse a una fosa. Además, andaré durante mucho tiempo por este mundo. Es probable que antes desaparezca la idea de los epitafios. 

Contrapeso es un libro materializado, una realidad que nos invita a visitar tu desnudez, por otra parte, Criogenia es una promesa editorial con grandes posibilidades de estar en la próxima Feria Internacional del Libro, qué puntos diferenciales existen entre ambos textos.

Contrapeso es una selección de poemas, la unión de partes dispersas, podría ser la carta de presentación de una autora joven. En él hay textos de dos libros. Por otro lado, Criogenia es un libro completo, una unidad, mucho más extenso, donde cada poema está hilvanado cuidadosamente, y debe leerse en su totalidad para entender bien el sentido de la propuesta.

Selección poética de la escritora cubana Giselle Lucía Navarro

Agradezco inmensamente la disposición de Colección Sur por publicar una representación de la obra de las últimas tres autoras en ganar el Premio David. Este pequeño cuaderno, Contrapeso, que forma parte de la colección Narciso es también el reflejo del esfuerzo y de la voluntad. Agradecer, siempre agradecer, porque es en el agradecimiento donde el ser humano realmente se conoce a sí mismo, se libera de cargas y vacíos. Agradecer las palabras del prólogo a Basilia Papastamatiu, siempre se aprende a su lado, es una mujer que admiro y quiero muchísimo. También la nota de contracubierta de Edel Morales, otro amigo entrañable. Y es necesario señalar que sin la persistencia de Alex Pausides y Karel Leyva, así como Elisa Vera y Onelia Silva en el diseño, Carlos, Katy y Marlene, en el resto de las coordinaciones editoriales, estos libros nunca hubiesen salido a tiempo para presentarse en la Feria Internacional del Libro de La Habana.

Hay muchos libros parecidos en nuestra literatura de principios de siglo, escritores con el mismo discurso, los mismos intereses. Amables casi siempre, solidarios, suelen abrazarse los unos a los otros en tan solo el primer encuentro, pareciera no haber puntos encontrados. Les gusta el té, el vino, la música elitista y pasan el “Onelio”. Leen a los mismos escritores, y rara vez señalan zonas negativas en el libro de otro autor cuando ejercen la crítica. ¿Crees que hay estereotipos que deben apartar las nuevas generaciones, o te importa un rábano y te resbalas por el borde del camino?

Odio la idea de los estereotipos, las etiquetas y los grupos. No hay nada más aburrido que un grupo. Creo que eso resulta cómodo para analizar el fenómeno sociocultural, pero siempre está alejado de la realidad. La unidad del grupo debe radicar precisamente en su diversidad.

Los grupos procrean fronteras y elitismos, mientras buscan la unidad y la legitimación generan una serie de conflictos innecesarios. Al ser humano le hacen daño los grupos, pero pareciese que aún no se da cuenta de ello. La competencia por pertenecer a un gremio u otro va mutilando un montón de cosas bellas en su interior. Muchos de los conflictos que existen en el mundo son precisamente porque el hombre lucha constantemente por ser legitimado, para ser parte de un determinado grupo.

En el arte no debería existir eso. Nadie tiene las mismas vivencias, por tanto, los discursos nunca son iguales. Así como no hay dos personas iguales no existirán dos voces iguales en la poesía. Aunque seamos seres sociales debemos conservar siempre nuestra identidad, nuestra individualidad, pero sobre la base del respeto y la tolerancia que nos permite convivir en armonía.

El ser humano es un templo, en cuerpo y alma. La expresión de un artista hacia el mundo debe ser una necesidad, no la reproducción de un modelo social o una moda editorial. El artista debe ser coherente con su obra. La obra debe ser coherente con la persona. Cuando escribo o diseño no pienso en estilos, tendencias o contextos, miro a mi interior. Lo único que busco es la sinceridad conmigo misma, ser yo en todo momento, una muchacha que busca conservar la pureza de ese instinto que la persigue.

Cuatro poemas de Giselle Lucía Navarro