Abel Guelmes Roblejo


¿Qué nombre tiene tu casa? ¿Lo sabes?

Excelente sabor de boca me ha dejado terminar el libro escrito por Giselle Lucía y titulado ¿Qué nombre tiene tu casa? Este libro mereció el premio Pinos Nuevos 2018 y salió publicado por la Editorial Gente Nueva este año.

Uno de los mayores méritos que tiene ¿Qué nombre tiene tu casa? es que es un libro que te pone a pensar. Desde las primeras frases te engancha y ese niño interior que llevamos dentro se da cuenta que nuestra casa aún no tiene nombre. Entonces, mientras continuamos la lectura, vamos analizando cuál sería el nombre que le dará personalidad a nuestra casa.

Una gran ayuda para eso es la propia protagonista, Amanda, quien le da una clase de “sicología de casas” (profesión aún no inventada, pero que la habrá) a la señora que permutaba con ella en ese primer capítulo del libro. Amanda es una niña muy adelantada e inteligente gracias al gran nivel de lecturas que tiene (muchas de ellas prohibidas) y que cualquier adulto o niño se verá identificado con ella, su forma de pensar o actuar.

Cada capítulo del libro es una suerte de entrada de diario de la protagonista. En estas páginas narrará su día a día junto a su madre, desde el momento en que esta decide permutar de su casa en el campo para la ciudad. Desde la visión particular de Amanda comprenderemos la forma en que ve el mundo y las relaciones con sus amigos.

Este es un libro alegre, didáctico, interesante y entretenido. Sin embargo, no deja de ser un reflejo fiel del mundo en que vivimos. Por eso, Giselle Lucía también nos habla de la pérdida familiar, emigración de amistades, problemas de vivienda, económicos, de amor, sin hacer de esto el centro de la historia. Como todo en la vida, solo son matices que le dan color. En cada capítulo la autora da una lección de esperanza, alegría, amor y de muy buen humor. Hace mucho más énfasis en lo positivo de la vida de los personajes.

Cada capítulo va nombrado con aquello que más relevancia tuvo en el día de la protagonista y que a su vez funciona como gancho al lector. Desde el propio título de la obra, hasta algunos como Casa mutante, El país de los Híper, ¿Me quiere o no me quiere? Homo Futurus, Macrobrigadistas por el futuro, entre otros más, intrigan y obligan a seguir leyendo.

Esta elección de la autora me parece muy acertada ya que, si bien un adulto se lee el libro de un tirón, los niños podrán disfrutar de cada capítulo en orden, por separado, parar y continuarlo en otro momento, sin perder el interés.

No obstante, a mi entender, el mayor mérito de ¿Qué nombre tiene tu casa?, al igual que grandes clásicos como El principito o Corazón, es un libro con múltiples niveles de lectura y disfrutable tanto para los niños como para los padres.

Las mismas preocupaciones que tiene la protagonista y la forma de ver el mundo, con esa sabia ingenuidad, son idénticas a las de muchos adultos. De hecho, hasta podría proporcionarles algunas respuestas o mejores formas de afrontar estas dificultades.

Sin embargo, no por esto deja de ser un libro infantil por excelencia y la prueba está en los muchos niños que lo han leído desde la salida de imprenta. Desde la primera página, el lector vive una aventura y participa de las vivencias de la protagonista en su nueva casa, barrio y escuela.

Todas estas aventuras transcurren de casa en casa y los análisis de sus nombres y personalidades. Porque, según Giselle Lucía y Amanda, hay casas aburridas, con problemas de personalidad, mutantes, casas palomares o cajas de zapatos, entre muchas otras.

¿Qué nombre tiene tu casa? se lee con una sonrisa perenne. Es un libro hermoso desde el principio al final…; si es que tiene uno, ya que invita a leerlo una y otra vez y jugar a cambiar el orden de lectura descubriendo nuevas cosas cada vez.

Entonces, ¿quieres aprender cómo se llama tu casa?



La poesía, el circo y mis asombros

Como mismo guardo aquel grato y recuerdo más antiguo de “aquella tarde remota en que mi padre me llevó a conocer el circo”[i], conservo el de la lectura del libro, premio La Edad de Oro 2018 El circo de los asombros, de Giselle Lucía Navarro. Así como me asombró el Circo Nacional en mi infancia, también lo consiguió Giselle Lucía con un libro de poemas, hermoso, equilibrado y colmado de sentimientos, emociones y muchos asombros. Y lo mejor de todo: destinado al público infantil.

Para una persona que ama la poesía, el primer asombro fue ese: la poesía. El circo de los asombros es un cuaderno de poesía, donde en cada página encontrarás un fragmento de la historia de aquel extraordinario circo que nos muestra la autora.

Y como todo buen cuento, comienza por el principio: El aviso. Ese aviso que esperaba cada niño durante las vacaciones y lo mantenía ansioso hasta que llegara el circo al barrio. Con la llegada de este, venía la Promesa de la alegría, tal y como narra Giselle en sus versos.

Papá ha prometido

que el circo vendrá

y el cielo abrirá

con sabor a nido.

De ese modo continúa Giselle Lucía haciéndonos la historia de este maravilloso circo, desde el montaje de la carpa, la ambientación, escenografía y cada uno de sus miembros. Con lujos de detalles, alegría y el uso de un lenguaje tanto hermoso como sencillo (que no es lo mismo que simple), la autora es capaz de describir, en cada poema al equilibrista, el trapecista y al payaso. También retrata a los acróbatas, al mimo, los magos, bailarinas, al arriesgado tragasables y al “fuertudo”.

Entre verso y verso, Giselle hace alarde del dominio absoluto de la métrica y la estructura de la prosa poética, al mismo tiempo que del conocimiento circense. Esto le permite mezclar adivinanzas y trabalenguas en versos, hacer/responder preguntas y hacernos detener nuestra mirada en aquellos detalles del circo que quizás se nos pasan por alto y de los que la autora nos llama la atención; como el reloj, el monociclo del payaso, los títeres, los grillos del exterior de la carpa, los hechizos del mago, los globos y la propia risa.

El circo de los asombros no deja de hacerle honor su nombre ni al terminar de leer la última página. Fue impresionante descubrir una historia perfectamente narrada de principio a fin; conocer y empatizar con personajes y situaciones, del mismo modo que si fuera la narración en prosa de un cuento o novela.

Quizás lo más asombroso de este circo es el sabor en boca que deja al final. Leer las páginas de este maravilloso libro es un viaje a la niñez, es la máquina del tiempo por excelencia. Su lectura cumple con la promesa del papá y logras ver el cielo abrirse y sentir el sabor a nido, a algodón de azúcar y la música de la orquesta.

Este libro es una lectura ideal, didáctica, divertida, alegre y asombrosa para niños de todas las edades. Incluso para aquellos que no lo son, pero que aún lo llevan dentro. Y no solo por lo alegre de su lectura. También por la calidad literaria y artística de la escritura. Todas estas adivinanzas, trabalenguas y juegos, Giselle Lucía nos lo presenta disfrazadas (al igual que algunos de sus personajes) en cuartetas, cuartetos, pareados, décimas, ovillejos, verso libre, romance, prosa poética, sonetos y sonetillos.

El circo de los asombros es una clase magistral de poesía, tanto moderna y postmoderna, como contemporánea y clásica. Pero, por encima de todo: de buena poesía. Además, la autora lleva una narrativa muy bien hilada y diseñada, verso a verso.

Quizás, lo mejor y más asombroso de El circo de los asombros, es que resulta prácticamente imposible de leerlo solo una vez, y cada nueva lectura es como si fuera un libro nuevo. Tal y como sucede en cada ocasión que vamos al circo: siempre igual de asombroso y diferente al mismo tiempo.

Vengan al circo, que ya llegó.

 

 

Nota:

[i] Parafraseando el inicio de 100 años de soledad, de Gabriel García Márquez.



Una idea para salvar el Libro cubano y de paso, nuestra economía

You may say i’m a dreamer,

but i’m not the only one

I hope someday, you’ll join us

And the world will be as one

Imagine, John Lennon

Hace tiempo que tenía en mente escribir este artículo. Soy graduado de contabilidad y finanzas. También del Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”. Por lo tanto, muchos me han preguntado si soy un contador-escritor o un escritor-contador. Bueno, soy las dos cosas. Sobre todo hoy, cuando me pongo a escribir “un poco”, escarbar “un poco” en lo conocido, pensar y hacer pensar “un poco”, y, quizás, ¿por qué no? molestar “solo un poco”, sobre el verdadero Valor del Libro en Cuba.

¿Por qué me centro en el término Valor y no en el de utilidad o ganancia?

Para explicar eso, necesitamos aclarar algunos conceptos básicos, sin entrar mucho en temas densos.

Cuando uno estudia cualquier carrera en Cuba, nos dan economía política. Por lo tanto, hay pocos cubanos que no conozca a Karl Marx y a Adam Smith. Son dos de los principales filósofos de la historia. Justo en los trabajos de estos señores, es que, “supuestamente” se basa nuestra economía y nuestra economía “política” (dos cosas que no deberían ir mucho de la mano, o tratarse mejor, pero bueno… eso es otro tema) y es por eso que utilizo sus palabras. Estos señores definieron bien claro lo que es el Valor y el Trabajo.

Adam Smith nos decía que el Trabajo era la medida exacta para cuantificar el Valor. O sea, el Trabajo es una variable permanente en todo Valor. Por lo tanto, todo bien producido (un Libro, por ejemplo) contiene trabajo. Y el trabajo no es otra cosa que la fuerza de trabajo de todo aquel que haya interactuado en el proceso de producción de este bien.

Marx no niega a Smith, y dice que el Trabajo no es Valor por naturaleza, sino que es lo que produce valor exclusivamente por la organización social en la cual es empleado. Con esto se refiere a que el Valor de las mercancías se mide por el tiempo de Trabajo empleado en producirlas.

El Valor es algo bastante abstracto, incluso, hasta subjetivo. Sobre todo, si lo vemos desde el punto de vista de la ética. Según la ética, el Valor es una propiedad de todos los objetos: físicos o no. De ahí que separe al valor como Valor absoluto y relativo. En esta línea de la ética, el valor relativo depende de puntos de vistas individuales. Y el absoluto, es independiente de todo punto de vista. Sin importar si es individual o colectivo.

Dejando claro estos conceptos, ya pueden ir haciéndose una idea de por dónde va dirigido este trabajo. ¿Por qué los Libros cuestan tan poco aquí? ¿A qué se debe el precio de los Libros en Cuba? ¿Se le está dando el Valor real a los Libros, editores, correctores, maquetadores, diseñadores y los escritores que los producen en Cuba?

No se puede desligar al Libro de los escritores. Si al Libro no se le da Valor, tampoco al trabajo que realiza el Escritor. Sin embargo, vayamos respondiendo por parte.

¿Por qué los Libros en Cuba cuestan tan poco?

¿Qué factores intervienen en el costo de producir un Libro? Tengan en cuenta que el costo es el valor monetario del consumo de factores que intervienen en la producción de un bien, servicio o actividad. O sea, todo lo que se gasta en producirlo de forma directa o indirecta. Algo similar dicen Marx y Smith.

 

 

Costo de Editorial

Costo de Poligráfico

Costo Final

 
 

CONSUMO MATERIAL

$ 98,00

$ 146,00

$ 244,00

 
 

SALARIOS

$ 365,00

$ 400,00

$ 765,00

 
 

SEGURIDAD SOCIAL

$ 51,10

$ 56,00

$ 107,10

 
 

DER. DE AUTOR LITERARIO

$ 3.000,00

$ 0,00

$ 3.000,00

 
 

OTROS DERECHOS DE AUTOR

$ 250,00

$ 0,00

$ 250,00

 
 

GASTOS INDIRECTOS

$ 70,00

$ 50,00

$ 120,00

 

COSTO TOTAL DE IMPRESIÓN

$ 3.834,10

$ 652,00

$ 4.486,10

 
 

 

 

 

 

 

 
 

Costo en CUP por cada Libro publicado

 

 

 
 

COSTO TOTAL

$ 4.486,00

     
 

COSTO UNITARIO EDITORIAL

$ 7,66

 

 

 

 

COSTO UNITARIO POLIGRÁFICO

$ 1,30

Precio de venta

$ 10,00

 

 

COSTO UNITARIO TOTAL

$ 8,96

Utilidad

$ 1,04

 

               

Veamos un ejemplo de la vida real. Estos datos son actuales, ahora en el Plan del 2021. Para producir una tirada de 500 Libros de 75 páginas, en una editorial X del Sistema de Editoriales Territoriales (SET)[1], intervienen en el costo (en CUP):

 

 

Según la contabilidad, producir un Libro con estas características, cuesta 8.96 pesos. ¿Les parece poco? Pues sí, lo es. Sobre todo, si tenemos en cuenta todo lo que hemos hablado hasta ahora y lo que dijeron Marx y Smith.

Analicémoslo solo un poco.

Podemos comenzar con el consumo material. Según ese dato, para imprimir un Libro se consume 0.49 pesos por cada Libro en este concepto. No hay que ser adivino ni un genio de la economía para darse cuenta que el papel de las 75 páginas, la tinta, la goma, hilo o presillas, cuesta más de 0.49 pesos cubanos.

Salarios. Como mínimo, en la confección de un Libro intervienen: el encuadernador, impresor, presillado y corte, editor, corrector, maquetador, diseñador e ilustrador. ¿Entre todas estas personas solo cobran 765.00 pesos cubanos en total? Mejor no traten de responder.

Gastos indirectos. Para el que no lo sepa, los gastos indirectos son aquellos que influyen en la producción del bien, pero no de forma directa. Esto puede ser el consumo de electricidad, agua, gas, teléfono, transporte, impuestos, promoción, servicios contratados a terceros, etc. Según esta ficha de costo, por cada Libro se gasta 0.25 pesos cubanos entre todos estos gastos indirectos.

Derechos de Autor. Es una realidad que casi todos los derechos de Autor del Sistema de Editoriales Territoriales son de 3000.00 pesos cubanos. No es algo fijo, los hay menores y mayores. Hay rumores que, con el reordenamiento, este monto subirá. Por ahora, rumores, así que no lo tengo en cuenta. No obstante, seguirán siendo montos absolutos por cada escala de Valor, también absoluto. Pero de este tema ampliaré más adelante cuando hable del Valor.

Como pudieron ver, el precio de venta de este Libro es de 10.00 pesos cubanos, por lo que la editorial obtendrá una “utilidad” o ganancia de 1.04 pesos cubanos por cada Libro vendido. O sea, un 11.6% por encima del costo de producción del Libro.

Ustedes se preguntarán, entonces ¿por qué las editoriales tienen pérdidas? ¿Por qué no tienen dinero para pagar el papel, distribución, derechos de Autor, promoción y demás elementos por todos conocidos en el país?

La respuesta no es tan sencilla. Por un lado, está el tema Bloqueo. Es una realidad que afecta no solo a las editoriales, sino a todo el País. Más ahora durante la pandemia. Sin embargo, no es solo eso. Porque el Bloqueo justificaría la falta de materiales, no la de dinero o liquidez de las editoriales, al menos, no completamente. Sobre todo, editoriales con un margen de ganancias superior al 10%. Ah, este aspecto se explica más fácil.

Como pueden observar, se violan principios básicos de la contabilidad.

Por lo tanto, cuando veas un Libro con estos valores ínfimos, es que no se tuvieron en cuenta, a la hora de generar el precio del Libro, todos los gastos incurridos desde la elaboración del Libro hasta que este se pone en tus manos, o el de la librería. Tampoco el Valor y el Trabajo del Autor. Eso, parece ser lo de menor importancia para la editorial.

Un ejemplo sencillo y corto, para ilustrarlo, puede ser el de un puesto de limonadas. Imagínese usted que compra limones por 20.00 pesos, azúcar por 10.00, el agua 1.00, para un total de 31.00 pesos. Eso le daría 10 vasos de limonada. Para que le de ganancia, usted debe venderla por encima de 3.1 pesos por vaso. Sin embargo, decide vender el vaso a 1.50 pesos, ya que solo tomas como costo, el valor del agua. De esa manera es imposible que pueda reunir nuevamente los 31.00 pesos invertidos. Eso mismo pasa con esta ficha de costo del SET.

Entonces, nos crea una contradicción. El Estado no quiere que las editoriales tengan pérdida, pero de este modo nunca tendrán ganancias. Al menos, no reales. Con esto me refiero a que en la contabilidad tendrá una ganancia en ventas, con respecto al costo. Sin embargo, en el resultado final, tendrán pérdidas, ya que el resto de los gastos es mayor al de las utilidades.

Sí, ya sé, me van a preguntar de dónde sale el dinero de las editoriales para recuperar esas pérdidas. Pues, del Estado. El gobierno de Cuba subsidia todos estos gastos con su presupuesto, a través del Instituto Cubano del Libro y otras organizaciones. Ya que el Libro es uno de los mejores y grandes programas de la Revolución (aplausos a esto, señores, aplausos de verdad). Gracias a este programa hemos podido acceder a obras maestras universales y a Ferias del Libro repletas de títulos. En realidad, es algo digno de admiración y de todo reconocimiento. Fue una idea magnífica y que ha sido la base de todo lo que somos hoy en día. Pero esos fueron otros tiempos: mucho ha cambiado en el mundo y hemos permanecido inmóviles. Este objetivo se cumplió y nuestro pueblo llegó a ser uno de los más cultos de la región. Ahora, es momento de salvar al Libro, sus Autores y de paso, ayudar un poco al País.

En los momentos actuales, ese programa no es una variable beneficiosa para el Estado. De hecho, hace años dejó de serlo. Los Escritores hemos vivido este mal durante años, cada vez que se nos impide publicar en estas editoriales debido al atraso en el plan editorial, debido a la “falta de papel”, disminución del número de títulos a publicar o de dinero para pagar. En la actualidad, en el año 2021, aún no se han impreso Libros del plan del 2019, aprobado en el 2018 (quizás algunos del 2017). Y los que se han impreso, la mayoría de ellos no se han contado con una tirada de todos los ejemplares contratados (otra violación contable, de hecho) Se podrán hacer una idea.

Créanme que estamos bien con solo 3 años de atraso, chupando del presupuesto estatal. Hay elementos que el Estado debe atender y atiende con mayor prioridad, factores más vitales literalmente que seguir amamantando al Libro. Sobre todo, cuando el Libro tiene los elementos suficientes para mantenerse solo.

¿Cuál es la solución?

La solución para esto es sencilla:

  • Eliminar el paternalismo existente.
  • Realizar una ficha de costo real, y poner un precio rentable al Libro.
  • Darle Valor Real al Libro y al escritor.
  • Lanzar al Libro al mercado nacional e internacional.

Bueno, quizás parezca sencilla, pero en realidad no lo es.

Y ahora dirán: “Ah, genio, ¿estás seguro de todo esto? ¿Cómo es posible que los económicos de nuestro gobierno no lo sepan? ¿Por qué no lo hacen si es tan simple?

Estoy seguro que los económicos de las editoriales lo deben saber (y si no lo saben, despídanlos). El por qué no lo hacen, es algo que se debe preguntar a personas de “arriba” con ese conocimiento. Lo desconozco.

Solo sé que, al realizar una ficha de costo real del Libro, y pedir un margen de ganancia del 10% o superior, será suficiente para rescatar al Libro y ayudar a recuperar un poco a la economía del país al Valorizar a nuestro Libro y lanzarlo al mercado.

Lanzar el Libro cubano al mercado: El Libro comercial, un tema Tabú.

Hoy en día, más que nunca, nuestro País necesita importar divisas. Al lanzar el Libro al mercado, el estado se quitaría un peso de encima, y de paso, ayudaría a mejorar un poco la economía.

No es un secreto para nadie que la Literatura Cubana es demandada en cualquier parte del mundo. Muestra de eso es el enorme número de Autores cubanos que publican, casi a diario en el extranjero. Autores que publican, en ocasiones solo por ver el resultado de su Trabajo. Autores que, quizás, nunca han publicado en Cuba, y desean hacerlo.

En Cuba se vive la falsa creencia que todo lo que se publique debe ser alta Literatura, y sabemos que no es así. No sé hasta qué punto se sufre del mal del traje invisible del emperador en los altos directivos. No es, ni debe ser así. Si se quiere salvar el Libro cubano y de paso la economía: hay que vender.

Hay que vender el Libro. Las editoriales cubanas deben tener la posibilidad e intención de publicar Libros que se vendan, que sean atractivos, comerciales. Con esto no me refiero a dejar de hacer literatura buena. Nada más alejado de lo que pienso. Lo comercial no se desliga de la calidad. A lo que me refiero es a que las editoriales publiquen títulos que les generen ingresos al mismo tiempo que publiquen títulos que le generen prestigio, aunque no tantos ingresos. Por ejemplo, publicar a Lezama Lima generaría prestigio para cualquier editorial, mientras que las novelas de Corín Tellado garantizarían las ventas. Quizás puse ejemplos muy extremos, pero creo que se pueden hacer una idea.

Tengan en cuenta que, mientras que las editoriales locales no exijan su lugar en el mercado nacional e internacional, otras ocuparán ese grandísimo espacio desaprovechado por ellas.

¿Qué pasa en este caso? Que otras pequeñas editoriales, que no realizan ni la mitad del trabajo que las editoriales cubanas (a veces, ningún trabajo en absoluto), se llenan los bolsillos, viajan por cada Feria Internacional del Libro existente y ganan reconocimientos gracias a Libros de autores cubanos; los cuales, por tal de que su Obra sea leída, publican con ellos. Aún a sabiendas que será casi seguro que no ven un solo centavo de ganancia.

¿Qué le impide al país publicar como hacen estas editoriales y publicar al Autor cubano en el extranjero? Nada. Bueno, quizás la Política. Es a eso a lo que me refería cuando dije que la economía y la política no deben ligarse siempre. Cuando la política se inmiscuye en el Arte de esta manera, lo contamina, y no lo deja crecer. La política puede podrir al Arte desde adentro.

Pero sigamos con el tema. Muchas de estas editoriales no gastan un centavo en nuestros Autores. El costo por publicar a un Autor, en ocasiones es de $0.00 dólares o euros, ya que las impresiones son a demanda, la edición por el propio autor y el costo de imprimirlo corre por las bibliotecas que solicitan los Libros y Amazon, que son los que tienen contrato con las empresas que se encargan de las impresiones. Costos que sí están incluidos en el precio del Libro. Digo en ocasiones no gastan un centavo, porque aquellos que deciden invertir en promoción (alrededor de $1.00 Dólar diario en Amazon) recuperan con creces tales inversiones. Otras, puede que inviertan en maquetación y edición. Por esta razón es que muchos autores no ven nunca sus ganancias. Hasta que esta editorial recupere el dinero invertido, no comienza a pagar utilidades.

La promoción es un tema que aquí es casi inexistente e ineficaz, ya que no se realiza con la idea de vender, que, a fin de cuentas, es la idea central de la promoción. Un gasto de salario malgastado. Pero este es tema para otro día, el cual detallaré en otro artículo dedicado a este tema en específico.

Nuestro País, si se lo propone, podría lanzar el Libro cubano al mercado internacional y obtener ganancias. Es un modo en que ganamos todos: los Autores/Libro y el País, ya que ingresaría esos dólares tan necesarios para todos. Las editoriales cubanas podrían realizar contratos con poligráficos en el extranjero, como mismo hace Amazon y las demás tiendas virtuales, de esta forma evitaría el tema de la escasez de papel. Por supuesto, en el caso del Libro físico y no las ventas del e-book, las que son mucho más económicas y ecológicas.

Se le tiene que perder el miedo al comercio, a comerciar, a que el Escritor (véase también el cubano) gane dinero con su Trabajo. Viva de su Trabajo. Sobre todo, si se tiene en cuenta que la editorial y el país también ganarán dinero. Hasta que no se deje ver al Autor y al Editor como potenciales delincuentes o enemigos, y nos vean solo como los Artistas que somos, el Libro no tendrá salvación. Sé que puede preocupar el contenido de lo que se podría publicar. No nos engañemos. En estos momentos, temerle a eso es casi absurdo. Hay miles de vías más baratas de publicar ese tipo de contenido. Ninguna editorial perderá el tiempo y dinero en esos temas. Actualmente no se hace, ¿por qué se hacerlo en el futuro? 

Y en este punto podemos referirnos a la nueva lista de “actividades prohibidas” que salieron legisladas recientemente. En ellas se prohibió la creación de una editorial privada, crear libros digitales independientes y ejercer el trabajo de Editor.

Todas, son “actividades”, Trabajos que generan Valor e ingresos para el trabajador y el País. Actividades que el País muchas veces no ejerce, o no de manera eficiente y son necesarias. Por ejemplo, si un escritor desea editar su novela, ninguna editorial le hará ese trabajo. No lo tienen permitido. Vale aclarar que esto sería en el caso de solo brindar el servicio editar su obra, sin la obligación de publicarla.  Entonces, ¿quién se lo puede hacer? Nadie. Eso es algo que, a la corta o a la larga, redunda en la calidad de la Obra. Obra que, quizás, podría convertirse en una pieza clave de la Literatura universal. Estas pequeñas Editoriales privadas o de cualquier otro tipo de gestión, también ayudarían a fomentar el Valor cultural del Libro.

Hay que perderle el miedo a la palabra comercio, a que el Autor y Editor ganen dinero por su Trabajo. Eso debe dejar de ser un tema Tabú y convertirse en un objetivo a alcanzar. Hay que darle a cada Escritor y a cada Obra el Valor que merece.

Por supuesto, para eso, primero, debe dejar el paternalismo que venimos arrastrando desde 1959. No todos los Autores somos iguales. No todos los Libros son iguales. En el mercado del Libro, siempre se debe hacer un estudio previo y a cada Libro/Autor se le debe asignar un Valor, y por lo tanto, un precio justo y un momento determinado.

Yo no puedo cobrar el mismo derecho de Autor que Leonardo Padura, para solo poner un ejemplo de alguien bien conocido. Y mejor no piensen en él, tampoco puedo cobrar el mismo derecho de Autor que Raúl Aguiar, o Sergio Cevedo o Yoss. Vaya, ni siquiera que un contemporáneo mío como Daniel Burguet. No, señores. No porque mis textos sean malos ni nada, es que el mercado valorará más sus Libros que los míos, debido a que son más conocidos y han recibido muchos más premios que yo y me adelantan en número de Libros publicados.

En estos momentos, si cualquiera de ellos (en este caso, creo que podríamos eliminar a Padura de este ejemplo) fuera a publicar un Libro en la editorial cubana que puse de ejemplo, cobraríamos el mismo monto por derecho de Autor: 3000.00 pesos cubanos. Quizás un poco más, para no ser absolutos. Como si todos fuéramos iguales, cosa que no somos. Otras editoriales cubanas como Unión y Letras Cubanas, tienen “mayor jerarquía” y pagan derechos de autor de mayor cuantía.

En este momento, el Valor del Libro y del Autor es un Valor absoluto, y eso, a mi entender, es un error garrafal que venimos sufriéndolo desde hace años. Es hora de corregir ese error. Supuestamente, estas escalas de derechos de autor igualitario, es para “proteger al Autor”. Todos sabemos que eso no es cierto. De esta forma no se les está dando su Valor, ni se les protege. Todo lo contrario, se les iguala en un falso y fallido intento de evitar clases, sociales o literarias, que existieron, existen y existirán siempre. Es algo inevitable que suceda, y no es algo negativo. En absoluto. No todos tenemos el mismo Valor literario. Eso hay que trabajarlo, cultivarlo cada día y ganárselo.

Hasta que mi Libro demuestre ser un éxito de ventas, una editorial responsable no puede pagarme un elevado derecho de Autor, como se le debe pagar a aquellos que han demostrado su Valor comercial y artístico. Creo que todos estamos de acuerdo en que, no importa el monto que le pagues a un bestseller, siempre lo recuperarás.

Publicarme, invertir en mí o en cualquier Autor nobel, siempre representará un riesgo para cualquier editorial. Por eso debe haber un grupo de editores que “valorarán” mi propuesta y dirán cuánto será lo que pueden arriesgar por mi obra. Claro, este comité de “expertos” (como se llama) debe ser una parte interesada en vender, generar ingresos para ellos, el Autor y la editorial. O sea, no deben ser paternalistas, como lo son muchos ahora.

Esto se relaciona al ejemplo de Corín Tellado y Lezama. Si ese ejemplo no les funciona, piensen en lo siguiente. En el colchón editorial de Santiago de Cuba (no los concursos), no publican libros de ficción desde hace mucho. Es una ley no escrita y conocida. Solo libros de historia, política y los premios del concurso Juegos Florales de Poesía. Puedes enviar una obra maestra, que será desdeñada por completo. Y no es la única editorial así. Cada una tiene sus leyes no escritas y métodos de selección ajenos a la Calidad y Valor de la Obra.

Allí en Santiago la poesía se salvó por muy poco, ya que una de las “brillantes estrategias” (léase con sarcarsmo) de nuestro sistema editorial, para salvar el Libro, fue reducir hasta casi eliminar la publicación de libros de Poesía. De hecho, de varios concursos fue eliminada esa categoría tan importante.

Otro aspecto que atrasa y en el que no se ve la objetividad del “comité de experto” en relación con el Valor del Libro y el Autor para la editorial, es la territorialidad. Eso se nota cuando un Libro de un Escritor de una provincia diferente a la de la editorial, es eliminado del plan, solo por no pertenecer a la misma provincia, ya que: hay que priorizar a los escritores del territorio, independientemente del Valor o Calidad de este. Cuántas cosas que deben ser cambiadas.

Los comités de expertos, o como quieran ponerles de ahora en adelante, deben ser eso: expertos. Deben velar por el bien de la editorial y elegir aquellas Obras que mayor posibilidad tengan de comercializarse y de proporcionarle Valor e ingresos a la Editorial.

Claro, ese Valor siempre será relativo y puede cambiar. ¿Quién lo cambia? Los lectores que consuman nuestra Obra. Si nos volvemos un éxito, el Valor aumentará y nuestra obra será re-editada o re-contratada con un mayor número de ejemplares, mayor promoción y difusión. Eso, si no se unen al método que se utiliza en gran parte del mundo que consiste en la publicación “a demanda” (on demand). Es una estrategia de win-win para todos. Si algún título seleccionado no rinde los frutos esperados, pues a seguir mejorando en la selección e intentarlo nuevamente. Así, a mi entender, es una forma en que debe funcionar el sistema del Libro. Al menos, así funciona algunas de las grandes editoriales del mundo. Esas que manejan millones de dólares en ventas. Quizás nos funcione para Cuba, quizás no. Quizás existan alternativas mejores. Es algo que probar. Lo seguro es que, del modo en que está ahora: no funciona.

Por otro lado, está el pago del por ciento de ventas. Aquí en Cuba eso no existe, y es algo que estimula al mercado. Cuando el agente, editor, director editorial y el Autor ganen en dependencia del número de ventas del Libro, todos se esforzarán, no solo en que el Libro se venda muchísimo, sino que se publiquen títulos de calidad literaria, contenido comercial y Libros de gran calidad estética. Simple marketing y sentido común.

Gracias al paternalismo actual, ni al editor ni al director editorial, ni a la editorial, incluso, en ocasiones, ni al Autor les importa el número de ventas de su Libro, ya que no van a ganar un centavo de esas ventas. En el caso del Autor, es por un concepto de resignación al no poder hacer nada al respecto. No hay un Autor que tenga la mínima posibilidad de tener un control sobre el número de ventas de su Libro. Muchas veces ni siquiera se entera si su Obra está publicada o no, en venta o no. Por esa razón, fuera del autor, ni se preocupan más de lo debido en la calidad del libro o si se lanzó toda la tirada contratada. Muchas veces ni siquiera es un tema que esté en sus manos. A nadie le duele, por lo tanto, nadie se preocupa.

Esa es una forma de negligencia y falta de respeto total, no solo por el trabajo del Escritor, sino también hacia el Libro en sí, hacia el escritor, hacia los que Trabajaron en el Libro, hacia el País y hacia el Arte.

Mayor número de ventas, garantiza mayor solvencia económica para todos (los implicados en ese Libro), mayor entrada de divisas al País, mayor visualidad del Arte Cubano, mayor desarrollo de nuestro sistema editorial y social. Sobre todo, estaríamos otorgándole el Valor que merece cada Libro y cada Autor en su momento histórico. Valoraríamos así, el Trabajo ejercido en esa Obra.

Con esto me refiero a que, puede hoy día la Obra de algún Escritor no tenga el mismo Valor que la Obra de Padura, pero ¿quién niega que la pueda tener en el futuro? Quizás, hasta más Valor. Por lo tanto, en ese momento, no se le podrá pagar como se le paga hoy.

Salvemos al Libro.

A diario escuchamos frases como “pensar como país” “salvar nuestra cultura”, etc. Nada de eso podremos hacerlo hasta que dejemos de engañarnos a nosotros mismos, hasta que exijamos el Valor que nosotros y nuestra Obra merece, hasta que nos lo otorguen en conjunto con el respeto que nuestro Trabajo merece. No lo lograremos con paternalismos y pasando la mano y publicando Libros “políticamente correctos” y a autores con mayor currículum político que artístico. Libros que se pudren en los estantes de las librerías porque a nadie les interesa. No lo lograremos hasta que desterremos esa mala economía Política de la Cultura. Hasta que nuestros Autores compitan en el mercado internacional. Hasta que se aprenda a comerciar y a promocionar como es debido. No se logrará hasta que las editoriales puedan comportarse como tales y tengan la Libertad de elección, la Libertad económica para apostar por los Libros y Autores que las van a lanzar al éxito.

Si se logra todo esto, los cubanos dejarán de ir a buscar en el extranjero lo que pueden y quieren conseguir en su País. El éxodo de obras literarias cubanas, que se vive cada día, retornará a nuestra Isla cargada de divisas y éxitos y prestigio tanto para los Autores como para nuestro País. Ganará la Cultura, ganará el Arte, y cada cual luchará por ganarse ese Valor que tanto añoramos hoy en día.

Sé que todo esto puede tocar temas importantes de forma superficial. Aunque parezca que trato al Libro como un producto mercantil, nunca he negado su Valor cultural. Su utilidad como herramienta de Cultura. Esto es primordial, no solo para Cuba, también para el mundo. El Libro es fruto de la Cultura. Es un ente multidimensional que abarca nuestra identidad, preocupaciones, sueños, etc. Limitar su Valor a un objeto netamente comercial, sería no entender lo que es la Cultura. Sería negar el verdadero Valor del Libro. Como dice un amigo: “Cada palabra fue parida por sus autores. Merece respeto y trato diferenciado de una obra manufacturada, un objeto de uso cotidiano”. Y tiene razón.

Ese respeto hay que recuperarlo. Hay que darle ese Valor, y creo que ese Valor cultural podemos recuperarlo cuando los Autores ganen también. Cuando se les respete y Valore de forma individual por su Obra y Trabajo. Desgraciadamente, vivimos en un mundo regido por el Mercado. Sería absurdo tratar de vivir desligados del resto del mundo.

 Sé que puedo sonar ingenuo (y quizás lo sea). Talvez sea como dice John Lennon “un soñador”, pero nunca dejaré de ser Martiano y esperar al mejoramiento humano. Esperar que las palabras de Fidel, cuando dijo que “Revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado”, se hagan realidad. Lo que pido que se arregle no es algo imposible de realizar. Difícil, sí, muy difícil. Pero no imposible. Todos esto lo digo por amor a mi Patria, por amor a Cuba, y por el bien mío y del Arte Cubano. Así que tíldenme de soñador, no importa. Es mejor eso, que quedarme con los brazos cruzados y no hacer o decir nada.

[1] Estas cifras pueden que varíen un poco de editorial en editorial, pero no es algo significativo.



¿Quieres ser escritor?: Escribe

Entrevista a Náthaly Hernández Chávez

Por experiencia propia, puedo decir que El Taller de Literatura Fantástica y de Ciencia Ficción “Espacio Abierto” o EA, como lo conocen muchos, es una gran familia que abarca toda Cuba. Esa fue la principal razón que me llevó conocer a la joven escritora matancera Náthaly Hernández Chávez, a quien conocí por uno de sus seudónimos: Náthaly Vega. Podría comenzar a enumerar sus premios y títulos, pero creo que nada de eso es más importante que el público conozca su obra, tanto la literaria como la personal.

Náthaly, se dice que lo que el escritor lee, sus conocimientos y sus vivencias influyen en su obra. Tú eres Licenciada en Periodismo de profesión, te desempeñas como profesora en la Universidad de Matanzas y al mismo tiempo como promotora en Ediciones Aldabón. ¿Han influenciado tu profesión y el trabajo de promoción en tu obra?

A mi profesión de periodista le debo el que me acostumbrara a escribir regular, disciplinadamente y para otros. Comenzar la carrera de periodismo y unirme a mi primer taller literario provocó que tuviese acceso a literatura especializada y pudiera ampliar mis horizontes intelectuales. Me aportó, además, una seguridad para escribir que no logré antes; cuando ser escritora no era más que un sueño de la infancia, en apariencia imposible. De mi quehacer literario devuelvo al periodismo por las vías de la enseñanza: de las asignaturas que imparto en la Universidad de Matanzas, mi favorita es Técnica y estilística narrativa. Incontables técnicas de la ficción me han ayudado a la ahora de enseñar osugerir distintas maneras de pensar y escribir el periodismo.

La promoción me ha servido para sensibilizarme más con los procesos de producción y venta de un libro. La mayoría de los autores se mantienen ajenos de tales procesos y le pierden la pista a su libro una vez publicado. Yo he tenido suerte de poder interactuar con las personas que los editan, encuadernan, presentan y los venden. Tal experiencia me hace agradecerles y apreciarlos. Son pequeños héroes anónimos que hacen posible que el libro llegue a manos del público. Ser promotora me ha ayudado a acercarme más a otros autores de mi generación, compartir con ellos la experiencia de publicación de sus primeros libros, sentirme feliz de sus éxitos como si fuesen míos. Es un trabajo para quienes aman la literatura.

Eres miembro de los talleres de literatura Cintio Vitier, Grafómanos y Espacio Abierto. Cuéntanos un poco de qué representan o han representado estos talleres en tu crecimiento como persona y escritora.

Los talleres han sido vitales para convertirme en escritora. Sin ellos no hubiese llegado tan lejos. A diferencia de muchos que escriben durante años hasta dar con un tutor literario o un taller que los ayude a pulirse, yo no había escrito más que poemas aislados antes de entrar a mi primer taller. Nunca había plasmado las ideas que tenía, apenas si podía empezar a darles forma. En el Cintio Vitier me volví poeta de verdad. Los Grafómanos fueron la continuación de un proceso donde, junto con otros jóvenes veteranos del taller, pasamos a hacernos responsables de nuestra escritura en un doble papel de aprendices y de consejeros para los novísimos que se unieron. Ser miembro del Taller Espacio Abierto es también una de las mejores cosas que me ha pasado como autora, me permitió encaminarme en la CF y F., lograr seguridad para escribir cuentos largos y crecer mucho. Les estoy muy agradecida a los tres talleres y a sus coordinadores, por lo mucho que me han ayudado y ayudan a crecer.

En una visita que hice a Matanzas (cuando nos conocimos en persona) pude ir a la sede de Grafómanos en Aldabón y me encantó lo que hicieron con el local. Háblanos de los proyectos que tienen planificado ustedes los escritores para ese espacio. Tengo entendido que fueron ustedes los impulsores de ese espacio.

El principal impulsor de este espacio fue y es su actual coordinador, Daniel Cruz Bermúdez; él se hizo cargo de la editorial hace años cuando estaba cerca de ser desintegrada. Se iba a refundar una nueva cuando las condiciones fueran más propicias. Daniel asumió ese barco casi naufragado y trabajó de forma incansable, gestionando medios con la AHS de Matanzas y reconstruyendo el local que esta proporcionó, contratando buenos editores y diseñadores, fundando el Premio Aldabón, haciendo énfasis en la promoción y la venta. Hoy este espacio es una editorial con librería, taller gráfico y sala de conferencias, sede oficial de Los Grafómanos y lugar de referencia para todos los jóvenes y no tan jóvenes de Matanzas. En un futuro esperamos tener también un café literario. El espacio es reducido, pero se aprovecha al máximo. A los miembros del Taller nos ha servido mucho la sede de Aldabón. Cerró la época en que éramos gitanos y deambulábamos en busca de un lugar para tallerear nuestros textos con tranquilidad. La editorial se convirtió además en nuestro principal apoyo, dispuesta a publicar el primer libro de los miembros del taller si este libro tiene la calidad suficiente. Ese es el mayor voto de confianza a Los Grafómanos: la mayoría de mi generación cercana ha publicado o publicará en algún momento su primer libro en Aldabón, confiada en la calidad del producto final y en que se harán todos los esfuerzos por promocionarlo.

Has ganado varios concursos en poesía, ensayo y cuento tanto de realismo como de ciencia ficción. O sea, escribes todos esos géneros… que sepamos. ¿Has incursionado en otros géneros literarios, como el teatro, la novela o la literatura infantil, por ejemplo?

No, no he incursionado en ellos. Me interesaría en un futuro acercarme a la literatura infantil, pero quiero hacerlo como lo hice con la CF y F, buscar algún taller especializado o alguien que me guíe en ese aspecto. El infantil tiene sus formas, códigos, temas y características individuales que me parece necesario conocer o al menos familiarizarme antes de intentarlo.

¿Qué géneros literarios prefieres leer y cuáles o cuál escribir? ¿Cuál género o tema nunca escribirías?

En cuanto a géneros literarios soy bastante abierta. Leo casi todo excepto literatura rosa-erótica y terror, que son los que jamás escribiría. Tampoco me veo escribiendo realismo sucio, aunque sí lo leo ocasionalmente. Disfruto escribir tanto el cuento como la poesía. No sé si algún día lograré escribir una novela. Mi lejanía y falta de formación con el teatro hace muy improbable que alguna vez lo escriba; en cuanto a la crítica y el ensayo los respeto demasiado para ejercerlos más que de forma especial, solo cuando estoy muy segura del tema: son géneros que llevan un conocimiento y una formación profundos.

Constantemente leo poesía. Es como la música, si paso par de días sin leer un poema o escuchar música me siento extraña. En el pasado fui de leer muchas novelas, pero actualmente y debido a la falta de tiempo me inclino más por leer cuentos, tanto de realismo como de CF y Fantasía. Sin embargo, cuando puedo leo alguna novela histórica, de CF, fantasía o de realismo de un autor clásico. De vez en cuando leo literatura infantil –sobre todo la relacionada a mi trabajo de promoción– y me gustan las obras del teatro clásico griego, las de Shakespeare y G.B. Shaw. Leer muchos géneros es la causa directa de que me aventure en varios a la vez, porque uno escribe según lee. Me gusta cuando termino un libro o saga buscar otro de estilo o género distinto; mantiene activo al cerebro y es una de las razones por las que nunca me aburro: leer varios géneros es como estar frente a una variada mesa buffet que sabes nunca se agotará.

Te he visto y escuchado en varios espacios virtuales de la AHS y Ediciones Aldabón, como Colección La Brevedad, cápsulas en las jornadas del Premio Celestino de cuentos de Ediciones La Luz, y en Ivoox. Háblame de esas experiencias. ¿Qué te parecen estas alternativas realizadas por la pandemia? Luego de que superemos la pandemia y volvamos a los encuentros presenciales, ¿crees que desaparecerán estos espacios?

Estos espacios son muy beneficiosos a la hora de vencer las barreras espaciales. Durante años autores de Cuba (en especial los alejados de la capital, que es el lugar donde se hacen en mayor número) se han visto limitados a participar en eventos que se desarrollan en todos los lugares del país por una cuestión de logística. Ahora estas alternativas permiten una mayor participación sin apenas costo para quienes convocan los eventos. Aunque nada supera a la presencia física, la virtualidad permite mayor promoción y representación de los autores. Mi experiencia ha sido provechosa en estos: he interactuado con personas interesantes de todo el país, me ha servido para aprender, he dado a conocer mi obra y conocido la obra de muchos otros jóvenes –y no tan jóvenes- de gran talento. Soy partidaria de conservar tanto lo presencial como lo virtual; no cambiar unos por otros, sino imbricarlos, que se enriquezcan mutuamente.  

¿Qué otras iniciativas conoces que se hayan realizado y en cuáles participas o participaste? ¿Cuál te parece más interesante y por qué?

 Tengo varias en mente. Una que se me ocurre ahora es la de las Romerías virtuales. Para mí, que jamás he podido asistir a las Romerías en persona, fue la oportunidad de participar de algún modo. Lo mismo ocurre con la peña Contar con la luz, en su versión de chat de Telegram, donde he podido leer textos de jóvenes de toda la Isla e incluso pude conocer a Ana G. Ramos, la ganadora del David de Poesía de este año. Ya que ninguna pudo estar en la premiación debido a la pandemia, al menos pudimos coincidir, hablarnos e intercambiar nuestros libros en formato digital.

¿Cómo ha sido tu experiencia con la AHS de Matanzas y con Ediciones Aldabón? ¿Cuáles crees que sean sus puntos fuertes y débiles para con los escritores?

Ha sido una experiencia buena en general. Cuando varios de mis compañeros del “Cintio Vitier” nos unimos a la AHS, había solo un par de miembros de la sección de Literatura. Nuestro grupo vino a revitalizar esta sección. No se logró de la noche a la mañana, pero poco a poco nos hemos acoplado. Con Aldabón la experiencia ha sido muy buena. El rescate de la editorial por parte de quienes la asumieron, también demoró su tiempo; pero en pocos años se han visto los logros, y no es un trabajo terminado porque siempre está en constante mejora.

En este último año y medio la AHS en Matanzas no se ha dejado amilanar por las restricciones de la pandemia y sigue promocionando la obra de sus asociados a través de espacios virtuales y cápsulas de video promocionales que incluyeron tanto a narradores como a poetas. En ocasiones falta un poco de organización a la hora de concretar proyectos con la sección, donde ambas partes pongan de su parte; o de integrar nuestra sección en proyectos conjuntos con las otras, pero hay también muchos deseos de hacer y de hacerlo cada vez mejor, que es lo importante.

Eres promotora de la Editorial Aldabón. Sin embargo, para nadie es un secreto que, en Cuba, y sobre todo en las editoriales, la promoción es casi nula y cuando menos, muy ineficiente. ¿Qué crees de esta afirmación y por qué crees que se afirme esto? ¿Cuál sería el fallo? ¿Cuál sería la (o una) solución?

La promoción lleva rato siendo una deficiencia. En ocasiones cuesta hacer llegar los libros más allá del círculo de lectores habituales que asisten a las presentaciones y las tertulias literarias. Para ser promotor cultural, lo primario no es solo conocer las cuestiones técnicas de la profesión, también está en conocer y que te importe aquello que promueves. Mucha gente lo ejerce como un trabajo más, pero para que funcione tienes que estar comprometido con ello. No significa que para ser promotor halla que ser escritor/editor, pero sí tener nociones básicas y un interés genuino por la literatura. Cuando menciono a promotores, incluyo a los vendedores de libros estatales y particulares, quienes en ocasiones muestran un total desentendimiento de la literatura y apenas pueden orientar al lector-comprador. Pero no toda la responsabilidad recae en los promotores, sino también en las instituciones que muchas veces dejan la promoción en el fondo de sus prioridades y le destinan recursos insuficientes.

En el caso de la literatura hay un producto que ofrecer a la hora de promocionar a un autor y este es el libro. Incluso con los aquellos que, aunque no tengan publicaciones propias, pueden verse incluidos en selecciones y antologías. Una de las fallas actuales y algo en lo que se debe trabajar, es la cuestión económica. La editorial, la institución y el promotor tienen que querer vender el libro. Si es infantil, presentarlo en escuelas o actividades infantiles; si es narrativa o poesía para adultos, presentarlo en tertulias culturales o llevarlo a eventos en empresas y lugares donde pueda haber un público adulto; si es teatro, venderlo a la salida de una sala de teatro o cerca de una representación callejera.

Hay que buscar alternativas y ser creativos. Una solución es crear y conseguir respaldo económico e institucional para campañas de lectura y promoción literaria bien organizadas y con metas concretas que puedan lograrse según el o los medios que se utilicen. En el caso de Aldabón, nos hemos apoyado en reseñas y noticias a través de Facebook y otras redes, pero sobre todo en la radio provincial de Matanzas, haciendo reseñas semanales de un libro de nuestra editorial o del resto de las editoriales matanceras, libros que están a la venta en la librería adjunta a la sede de Aldabón. La radio es un espacio maravilloso, te permite llegar a un público muy amplio, nos alegra cada vez que alguien llega a la librería a preguntar por un libro que oyó mencionar por la radio, significa que la promoción dio resultado.

En los últimos años, varios jóvenes escritores matanceros han ganado importantes premios nacionales e internacionales, han publicado libros y/o participado en diversos proyectos y espacios literarios de Ciencia Ficción y Fantasía. Ejemplo de esto son, por solo mencionar dos, Raúl Piad Ríos y Marien Cabrera, a quienes conocemos muy bien. Tú también formas parte de esta lista. ¿Qué ha cambiado o sucedido en Matanzas que, de prácticamente desaparecer del mapa literario en Cuba hace cinco años, ahora muestra una gran cantera de escritores? ¿Por qué, sobre todo, escritores de Ciencia Ficción y Fantasía?

Es cierto que antes de que mi generación comenzara a despuntar en Matanzas hubo un vacío generacional, con autores muy aislados, remanentes de los que emigraron o cambiaron de profesión. En condiciones normales una generación da paso a la otra, pero el ciclo estaba interrumpido. Lo que ayudó a recomenzarlo fueron los talleres literarios. Entre ellos el más fuerte fue el Cintio Vitier, conducido por Yanira Marimón. Antes de este taller, varios de mis compañeros estaban avanzados, habían asistido a otros talleres más irregulares en cuanto a tiempo de duración y seriedad. Para otros como yo, esta fue nuestra primera escuela. Ya fuera para los del primer caso como para los del segundo, el Cintio Vitier ayudó a unirnos y consolidarnos como un grupo, al punto de que una vez nos sentimos “graduados” del taller decidimos crear uno propio solo para jóvenes que fueran en serio (al Cintio Vitier asistían personas de todas las edades y algunos asumían la escritura como pasatiempo). Resultado de esto son Los Grafómanos, que está abierto para los de nuestra edad y también para los de la generación siguiente, en el recomienzo de nuevos ciclos.

Creo que ahora hay más escritores de CF/F que nunca en toda Cuba, y Matanzas no está ajena a este fenómeno. El libro digital y la informatización de la sociedad han contribuido a que se lea más ambos géneros, a que se tenga acceso a centenares de libros clásicos, pero sobre todo de contemporáneos. La CF y F todavía son recientes en Cuba, comparadas con los otros géneros, y es natural que atraigan a los más jóvenes por sus contenidos y posibilidades creativas. Ambos son muy llamativos para el grupo de novísimos narradores matanceros que rondan los veinte años, quienes aparte de la literatura también se les acercan mediante el anime, los videojuegos y el cine.

¿Qué crees de la Ciencia Ficción y Fantasía que se ha hecho y hace en Cuba? ¿Cómo ves el futuro de la CF y F para la post pandemia?

Desde que Oscar Hurtado introdujera el género en Cuba se ha contado con figuras puntuales, pocos autores en comparación con los de otros géneros. Estos pioneros fueron muy incomprendidos y son los que labraron un camino a través de las editoriales y el gusto popular. En las últimas décadas el número de autores va en ascenso. Actualmente coinciden veteranos de la CF y la F, autores maduros, y jóvenes promesas, por lo que creo que es uno de sus momentos más interesantes y mejores en Cuba. El futuro de la CF y F post-pandemia me parece muy esperanzador, el género tiene menos de un siglo escribiéndose en el país y sin embargo cada vez este cuenta con mayor difusión y aceptación sin llegar aún a ser un género de consumo masivo, como ocurre en otros países. La CF enseña que el futuro puede ser ¿pronosticable?, la fantasía muestra que puede ser imprevisible. Solo nos queda esperar para verlo con nuestros propios ojos. Me parece que, aunque la CF y F sufran sus normales altibajos en algunos períodos, la dirección va en un constante hacia arriba y adelante, en dirección a las estrellas.

En tu experiencia como miembro virtual (hasta el momento) de Espacio Abierto, te hemos visto como promotora de la literatura y muy participativa en las actividades del taller. ¿Qué piensas de este taller? ¿Cuáles crees que son sus puntos fuertes y débiles? o ¿qué deberían mantener y qué mejorar?

Me parece que Espacio Abierto es un proyecto muy especial, del tipo que generan cambios reales y perdurables. Algunos de sus miembros se han mantenido desde el principio, otros siguieron rumbos propios, otros nos incorporamos después, algunos incluso pasaron al nivel de meros miembros a volverse coordinadores (Tú, Abel, eres un buen ejemplo). En sus épocas difíciles se mantuvo solo gracias a la dedicación de unos pocos y si ahora está en momento tan bueno es gracias a aquellos que lo sostuvieron durante los malos. Todas estas experiencias acumuladas lo convierten en más que una escuela, en una familia.

Sus puntos fuertes están en lo abiertos que son, como el nombre lo indica. Cualquiera que demuestre un serio interés en la literatura de CF y F. puede unirse.  También en el nivel de profesionalidad y diversificación; la primera a la hora de corregir y comentar los textos que se leen en el taller, la segunda en los ejercicios individuales y conjuntos, los retos constantes y en cómo se desarrolla la vida del Taller en general. Los puntos débiles en su mayoría escapan de la mano de sus coordinadores: tener más apoyo y respaldo económico, condiciones para que el evento teórico cuente con una sede específica, recursos, etc. Constantemente los coordinadores deben disponer de sus propios medios para sostener el evento, algo abusivo para ellos si consideramos cuánto trabajo hacen de por sí. Con más recursos se les podría aligerar la carga e incluso se podrían generar más encuentros, conferencias y toda clase de actividades en que pudiéramos incluirnos de forma presencial autores de toda Cuba. Pero bueno, con los medios actuales se ha hecho lo mejor posible, y es muchísimo.

¿Cuáles son tus influencias en la literatura? Autores, libros, etc.

Mis influencias en la literatura han sido en los inicios causa del azar. Siempre fui de leer todo lo que me cayera en la mano, fuera adecuado a mi edad o no. Los libros que primero recuerdo son una mezcolanza entre Julio Verne, Salgari, Oscar Wilde, Edgar Alan Poe y Gabriel García Márquez; con libros infanto-juveniles como Corazón, El principito, La edad de oro y La noche. Desde siempre he sido entusiasta de la mitología y las leyendas de todo el mundo. Me encanta la historia y la fantasía, todavía hoy me entretengo en traducir metáforas o buscar puntos de contacto entre los mitos. Leía por etapas, en una época me daba por los novelistas europeos de entre el siglo XVII y el XIX; en otra época por los norte y latinoamericanos del siglo XX; en otra por la poesía hispanoamericana; en otra por la poesía asiática o por la árabe, y así sucesivamente. Mucho de esto dependía de un acceso escaso y arbitrario. Muchas veces releía los mismos libros por no tener nuevos, pero desde que tuve medios para leer en digital literalmente se me abrió el mundo y he recuperado el tiempo perdido en cuanto a lecturas.

Me han impactado, más que influenciado (creo) narradores del realismo como Alejandro Dumas, Hesse, Dostoievski, Wilde, Hemingway, Faulkner, Carson McCuller, Fitzgerald, García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Quiroga, O Henry y Robert Graves. Narradores de ciencia ficción y fantasía como Verne, R.L. Stevenson, Asimov, Poe, Heinlein, Phillip K. Dick, Orson Scott Card, Úrsula K. Le Guin, Tolkien, Terry Pratchet y G.R.R Martin. Poetas como Rilke, Baudelaire, Kavafis, Tagore, Omar Khayyam, Pessoa, T. S. Eliot, Keats, Whitman, Ezra Pound, Yeats, Miguel Hernández, Cintio Vitier, Delfín Prats, Dulce María Loynaz y José Martí.

Aunque no tengo autor favorito les tengo un cariño muy especial a Shakespeare, a Borges y Bradbury. Considero a Ray Bradbury mi Maestro literario, ese con el que un escritor se siente identificado, que le marca el estilo de por vida, el mismo que me desesperé por encontrar durante años hasta que llegó a mí de forma casual. No he leído nada suyo que no me encante. Lo que más me une a estos autores es la total admiración por su obra; y, en el caso de Borges y Bradbury, la bibliofilia y el amor al acto de la escritura.

De las voces cubanas actuales que conoces, conocidas o no por el público o crítica, ¿Cuáles de ellas recomiendas?

Me gustan los cuentos de Emerio Medina; los poemas de Luis Manuel Pérez Boitel, Jesús David Curvelo, Sergio García Zamora, Giselle Lucía Navarro y Milho Montenegro; narradores del género fantástico y CF como Carlos Duarte, Álex Padrón, Elaine Vilar Madruga, Malena Salazar Maciá y Raúl Piad. Esto solo por citar. Nuestro país es muy rico en escritores de todos los géneros. En las páginas de la revista digital Korad[ii] he leído textos maravillosos de jóvenes ganadores/ menciones del Oscar Hurtado que aún no tienen libros publicados o tienen solo uno o dos. Si no conociera esta revista digital me los hubiera perdido, ello solo es un ejemplo de la buena literatura que se queda dentro de un círculo pequeño de lectores.

¿Qué libro, o libros, quisieras haber escrito?

La lista es larguísima, incluye casi toda la obra de Borges y Ray Bradbury, el teatro de Shakespeare, los poemarios de Pessoa, Kavafis, Rilke y Ezra Pound, la trilogía de El señor de los anillos de J.R.R Tolkien o La Saga de Ender de Orson Scott Card. De libros específicos pondré solo algunos ejemplos: El tambor de hojalata de Günter Grass, El lobo estepario de Herman Hesse, Hojas de Hierba de Walt Whitman, Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez, El corazón es un cazador solitario y Reflejos en un ojo dorado, ambos de Carson McCuller, La tierra baldía de T. S. Eliot, Historias de cronopios y famas de Cortázar, El Gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald, Un mundo feliz de Aldous Huxley o La mano izquierda en la oscuridad, de Úrsula K. Le Guin.

Si te dieran el poder de eliminar un libro, o varios, de la historia ¿cuál sería y por qué?

Para serte sincera, aunque hay libros e incluso géneros que me desagradan, nunca haría uso de ese poder ni me gustaría que nadie lo tuviera. Siendo una fiel seguidora de Bradbury, el creador de Fahrenheit 451, me parece que todos y cada uno de los libros merecen existir. Fueron muestra del pensamiento y el trabajo de alguien, probablemente le gustaron a alguien, aunque solo fuera a quien lo escribió. Lo que hacemos es un reflejo de nuestra vida: la Humanidad mostrándose desde lo sublime hasta lo ridículo. Borrar algo de ese registro sería negarnos a nosotros mismos como un todo.

¿En qué proyectos andas en estos momentos?

Tengo varios a medio hacer, pero no me gusta hablar de ellos hasta que no estén terminados. Por ahora escribo, leo y estudio constantemente; y espero a que salgan mis dos primeros libros: el de poesía, titulado La hora violeta, que debe publicarse por Ediciones Aldabón el próximo año, y el de cuentos que ganó el David, Las azules colinas de Europa. No puedo esperar a tenerlos en mis manos, poder palpar sus portadas, pasar las páginas, abrirlos y cerrarlos, solo para volverlos a abrir. Son ansias de primeriza, supongo.

¿Crees que los premios validen o legitimen a un escritor? Si tu respuesta fuera negativa, entonces, ¿qué legitima o valida al escritor?

Mi respuesta sería sí y no. Es indudable que los premios otorgan validez social, y son un importante medio de promoción. Hasta que no gané el David muchas personas no me conocían; otras sí me conocían, pero no como narradora. No se puede negar la visualidad que otorgan los premios: abren oportunidades y aseguran que la gente se interese por tu obra. Al mismo tiempo, los premios no son todo en cuanto a validez, el lector común y la crítica también tienen mucha voz en esto porque ¿de qué te sirve ganar un concurso si a nadie le gusta cómo escribes? Pocas cosas me hacen tan feliz que el que alguien me comente que le ha gustado un texto mío. Significa que mi trabajo tuvo una utilidad para alguien, que le proporcionó entretenimiento, placer estético, o lo hizo reflexionar. Esa una alegría casi infantil, cálida, luminosa, y es una alegría tanto o más grande como la de ganar un premio.

Si tuvieras que dar cinco o más consejos, o un decálogo, a jóvenes escritores como tú sobre el hermoso oficio de escribir, ¿cuál sería este?

Ocho consejos. No son originales, pero son los que más me han ayudado:

  1. 1- Lee y sigue leyendo. Lee constantemente, pero no lo hagas una obligación. Mantenlo como un placer que además te es productivo. Si lo que lees ahora mismo no te motiva, busca el libro o el género que sí lo haga. Es mejor librarte de los prejuicios y estar abierto a aventurarse con toda clase de géneros literarios. Puede que te lleves algunas sorpresas. Cualquier experiencia aporta conocimiento si sabes aprovecharla.

  2. 2- Mantente activo en acción y en mente. Solo caminar o cualquier otro ejercicio físico sencillo te harán bien tras largas horas sentado(a) en el acto de escribir. Descansar a intervalos gasta tiempo, pero ahorra cansancio. Si mantienes la mente activa tampoco te faltarán ideas. Aprender a diario pequeñas dosis sobre otras manifestaciones del arte, sobre historia, ciencia y cualquier tema de interés, harán que siempre tengas algo sobre lo que pensar, y sí, sobre lo que escribir.

  3. 3- Crea tus propios hábitos de escritura. Casi todos los escritores recomiendan los suyos propios, prueba los que puedas hasta que encuentres aquellos que funcionan para ti: trata, equivócate, cambia, innova. Los resultados varían en cada persona.

  4. 4- Sé paciente y constante. La literatura lleva mucho esfuerzo y durante un tiempo indefinido no se verán los resultados o estos serán magros. Quién se dedique a esta profesión debe tenerlo presente. Pasan años entre el momento en que comienzas a escribir seriamente y el que puedes verte publicado. Es una carrera de resistencia, no de velocidad.

  5. 5- Haz vida literaria. Ir a eventos teóricos, lecturas de poesía, talleres de escritura, peñas y tertulias artístico-literarias, etc., puede enriquecer tu obra y visión de la literatura más cercana en tiempo y espacio. Conocer a escritores consagrados y a jóvenes aspirantes, a editores y promotores, te permite acercarte al mundo editorial y conocer su funcionamiento. Aprenderás de ellos y esa experiencia te será útil para adquirir madurez como autor(a) y a la hora de publicar tus textos.

  6. 6- Ponte metas a la hora de escribir, como una cierta cantidad de palabras o páginas al mes. Ray Bradbury decía que, si escribías un cuento a la semana, al terminar el año tendrías 52, y que era muy difícil escribir 52 cuentos malos seguidos. La práctica te ayudará a pulirte. Eso sí, de lo que escribas no todo será publicable. De 100 poemas, a lo mejor 30 o 50 lo son, con los cuentos o los capítulos de las novelas ocurre igual. Pero es mejor exceso que defecto, en estos casos.

  7. 7-Ten siempre a mano una libreta o un blog de notas, puedes usar incluso un celular o una computadora portátil. Anota cualquier idea, por insignificante que parezca. Lo más probables es que si no las anotes, las olvides después. Describe tu ambiente, conecta ideas que en apariencia no tengan relación. Acostúmbrate también a anotar tus pensamientos e impresiones, o frases dichas por otros, palabras que te llamen la atención o que desconozcas. Todo puede ser el germen de una buena historia.

  8.  8- Lee tus textos con ojo crítico. Reescribe. Autoedita tus textos. Por muy buenas que parezcan las ideas, no se van a escribir solas. Ponte metas, ponte a trabajar. Todo el conocimiento teórico-literario del mundo no te servirá de nada si no lo pones en práctica. Aprendes más creando tu propio estilo que memorizando los de otros. ¿Quieres ser escritor? Escribe.

 

Nota:

[i] En la foto (de Izquierda a derecha) Marien Cabrera, Raúl Piad Ríos, Náthaly Hernández Chávez, María Elena Heernández y Abel Guelmes Roblejo, Matanzas, Cuba.

[ii]https://korad.cubava.cu/





Talleres literarios, ¿son realmente necesarios?

En varias conversaciones con amigos escritores hemos caído en la misma pregunta, ¿son necesarios los talleres literarios para la formación de los escritores? Como bien reza el dicho: “para que el mundo sea mundo, tiene que haber de todo”. Por lo tanto, hay los que dicen que sí y los que dicen que no.

No soy un gran conocedor de talleres literarios, ya que solo he asistido de forma activa a dos: el Taller de Literatura Fantástica y Ciencia Ficción “Espacio Abierto” (EA) del que soy uno de los coordinadores; y al Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, del cual me gradué en 2014. El Centro Onelio no es un taller en sí, pero le daré tratamiento de taller en este texto, ya que, en algún momento del curso, se realizan talleres a los cuentos de los matriculados. Así que plantearé mis criterios basándome en las experiencias adquiridas en ellos.

De EA se ha hablado mucho, e incluso se nos ha llamado “la mafia de la ciencia ficción en Cuba”. ¿Los argumentos? Varios. Entre los más frecuentes está el que “todos de los jurados de los concursos de ciencia ficción y fantasía en el país, son de EA”, y por esa razón, “todos los ganadores de estos concursos pertenecen a EA o se reparten los premios”.

Eso es totalmente falso. Entre los jurados de importantes concursos nacionales de ciencia ficción y fantasía han estado escritores y editores que no pertenecen al taller, como es el caso de María Elena Llana, Raúl Flores y Gretel Ávila, por solo mencionar algunos. Además, no es el taller el que selecciona los jurados. Ah, que la mayoría o la totalidad de los ganadores de estos concursos especializados en ciencia ficción y fantasía pertenezcan a un taller que se dedique a estos géneros, como lo es EA, es otra cosa. ¿Por qué será?

Y si nos repartiéramos los premios, debería ir a pedir el último en la cola para recibir los míos. En fin…

Del Centro de Formación Literario Onelio Jorge Cardoso (o el Centro Onelio) también se ha hablado, y mucho. Sin embargo, el mayor reproche que se le hace al Centro, es decir que no tiene razón de ser, o que su función está magnificada por sus organizadores. Ya que, cuando se dice que, la mayoría de los escritores cubanos ganadores de premios y menciones a nivel mundial son egresados del Onelio, afirman que el Centro no tuvo nada que ver en esos logros.

O sea, que sin el Centro Onelio o EA, la literatura cubana estaría igual o puede que, incluso, mejor.  

Es cierto aquello que dijo el Premio Nobel José Saramago durante su visita al Centro Onelio, cuando afirmó que en el tiempo de Shakespeare y Cervantes no existían talleres literarios. De hecho, Saramago confesó nunca haber estado en uno. Otros escritores alegan que, con todos los talleres existentes hoy en día, aún no ha aparecido el próximo Shakespeare, Cervantes o Saramago.

No existían, cierto. De hecho, los talleres literarios (ya como talleres) comenzaron a tener auge en la década del 60’; y antes de ellos, había excelentes escritores sin necesitarlos.

Es lógico también que, debido a que muchos de los escritores cubanos son egresados del Onelio, casi todos los ganadores de premios y menciones a nivel mundial, sean de este Centro. Al mismo tiempo, esto no es enteramente un logro del Onelio. Del mismo modo que, cuando un miembro de EA se gana un concurso de ciencia ficción o fantasía, tampoco es un logro exclusivo del taller.

Sin embargo, ¿quién tiene la herramienta para medir hasta qué punto influyeron, o no, alguno de estos talleres en su vida como escritor. Si preguntas dicen “mucho, poco o nada”, pero ¿y la medida exacta? Hasta de los errores y las malas experiencias se aprende. Por eso se les llama experiencias. O sea, si pasaron el curso del Centro Onelio o asisten a los talleres y grupos de WhatsApp de EA, siempre va a existir esa mayor o menor influencia en sus logros.

¿Para qué sirven los talleres literarios?

Como dice el Maestro Heras: para brindar herramientas. El mismo Maestro en su charla de bienvenida afirma a los que entran al curso del Centro Onelio, que ellos no van a crear escritores ya que, de hecho, lo son. El Centro solo les brindará una guía (mala o buena, correcta o no, depende de cómo lo reciba cada quien, pienso yo), las herramientas necesarias y la teoría literaria para escribir correctamente. Unas de las frases que más me gusta del Maestro Heras, es cuando dice que, al terminar el curso, de ahí saldrán mejores escritores o lectores o editores y de ser posible, mejores personas. En mi experiencia personal, creo haber salido tal y como lo pronosticó el Maestro.

Hay quienes pasan la primaria, secundaria y hasta la universidad y no sabe escribir ni la mitad de bien que un joven de 18 años acabado de matricular al Centro Onelio, o miembro del Taller Espacio Abierto. ¿Eso quiere decir que las escuelas no sirven? No lo creo. Cada cual aprovecha las enseñanzas de los talleres y las escuelas a su manera. Incluso, hay quienes no las aprovechan en absoluto. Pero ya eso no es culpa de los talleres o centros de enseñanza, sino de la persona.

Algo más que se fomenta en los talleres literarios es la introducción a determinadas obras, temáticas, géneros: a abrir la mente a todo tipo de literatura y a otros autores. Una función importantísima de los talleres como EA y el Centro Onelio, es que apuesta por lo humano, por el crecimiento del escritor más allá de lo literario. En EA y en el Onelio se fomenta la competencia sana y leal: tanto personal como con el prójimo. Esa competencia en la que te alegras tanto de tus logros como de los ajenos.

En ambos talleres se ofrecen conocimientos, herramientas, ayuda y asistencia en la búsqueda de esa entelequia personal y profesional. Además, se inculca esa ética profesional y el respeto hacia el artista. Ya que a uno puede gustarle la obra de otro o no, eso es normal; lo que sí no se enseña en ninguno de estos dos talleres es a ofender al escritor.

Además, una de las funciones principales de ambos talleres es la de promover la lectura y la literatura. Ninguno de los detractores de los talleres ha podido jamás negar esta parte. Hoy en día, en Cuba (para no hablar del mundo) se ha perdido el hábito de leer. No obstante, en todos estos talleres se insiste en que se lea y se haga a diario. Tanto en Espacio Abierto como en el Centro Onelio se han realizado y se están gestando programas para la promoción de la lectura y la literatura. Ah, ¿son estas tareas propias y exclusivas de los talleres literarios? No, no lo son. Pero, ellos se suman a esta causa.

¿Son imprescindibles estos dos talleres para la existencia de la buena literatura en Cuba?

No lo son. Existía y existe excelente literatura en Cuba fuera de estos talleres. Sin embargo, es imposible demostrar que sería mejor sin ambos talleres. Los escritores que han bebido de los conocimientos de escritores más veteranos y experimentados han adquirido herramientas que, sin estos talleres, podrían haber demorado meses o años en aprenderlas y quizás más tiempo aún para perfeccionarlas.

Al igual que una persona puede construir un puente sin ser ingeniero, podemos asegurar que un ingeniero puede levantar este puente en menor tiempo y con mayor calidad. Esta es la función de los talleres: acelerar el florecimiento y formación de los escritores que se acercan a ellos.

Por supuesto, con esto no quiero decir que los talleres literarios son perfectos o lo mejor que le podría pasar a un escritor. Como muchas son las buenas experiencias en los talleres, también son muchísimas las malas. En ocasiones los talleres suelen ser contraproducentes, desmotivacionales o negativos para algunos escritores emergentes. No lo negaré nunca. Me constan varios ejemplos en los cuáles a jóvenes escritores les dijeron que “mejor se dedicaran a otra cosa”.

Hay que tener en cuenta que tanto el Taller Espacio Abierto como el Centro Onelio están conformados por personas. Seres humanos imperfectos por naturaleza. Siempre va/n a existir esa/s persona/s que te quiera/n hundir o desanimar, consciente o inconscientemente. También esos que, con buenas intenciones, solo hacen más mal que bien. Estos aspectos negativos se ven, sobre todo, en talleres especializados como EA cuando asiste alguien que no es conocedor o fanático del género.

¿Cuál es la solución?

Estudiar y leer mucho. Tener fuerza de voluntad, autoestima y saber discernir la ayuda de lo que no lo es. Elegir aquellos criterios, consejos o comentarios que más creas que pueden ayudar a tu camino como escritor. El resto, ignóralo. Toma el grano y deja la paja. Eso fue lo que hicieron esos escritores a los que les “aconsejaron” que se dedicaran a otra cosa. Hoy por hoy son reconocidos por sus colegas, han publicado varios libros y ganado múltiples premios a nivel internacional. Han sabido crecerse ante las dificultades.

¿Estas situaciones negativas solo se ven reflejadas en la literatura, o solo en los talleres literarios? Por supuesto que no. ¿Estos consejos solo se pueden aplicarse a los talleres literarios? Otra vez: no.

Como dije, los talleres literarios están conformados por personas, buenas y malas. Todas imperfectas. También lo es la sociedad. Si van a criticar o atacar, no dirijan sus ataques a los talleres, y sí a esas personas en particular.

Nada de esto es razón para desacreditar el trabajo de los talleres literarios. Independientemente de la existencia de malas personas o malos momentos, también hay muchísimas buenas personas, escritores que han dedicado parte de sus vidas a ayudar a los demás.

Además, lo que en verdad habla por los talleres literarios, su mayor logro, es la afluencia de miembros, la permanencia en ellos y la participación. Si EA o el Centro Onelio fueran tan malos, negativos o innecesarios como algunos dicen, ¿por qué llevan más de una década de trabajo cada uno? ¿Por qué razón muchos egresados del Onelio quieren volver? ¿Por qué, escritores que pertenecen a EA, luego de irse del país o tomar otro camino en sus vidas, siguen participando desde la distancia y defendiéndolo?

Sin embargo, en ningún momento ningún taller debe acreditarse el logro del escritor, ya que era escritor desde antes de entrar al taller. Quizás si Cervantes o Shakespeare hubieran asistido a talleres literarios, la cantidad de Quijotes, Hamlets u Otelos serían mayores. Quizás no. Eso nunca lo sabremos con certeza.

Por lo tanto, en mi opinión, ¿son imprescindibles los talleres literarios? No, no lo son. Ah, pero ¿son necesarios? Sí, y mucho: son vitales hoy en día.



El mensaje más valioso de El mensajero

Al salir de la presentación de los premios Calendario 2019 estaba muy feliz, ya que pude comprar el premio en Narrativa Infantil El mensajero, de la autora Leidy González Amador, y este es un género que casi nunca alcanzo en este evento.  

El mensajero (Casa Editora Abril, Cuba) narra la historia de Manu que, tras la muerte de su padre Manuel Tejeda, quien era parte del Ejército Libertador, decide unirse a los mambises y a la lucha por la libertad de Cuba durante la guerra del 95. El mensajero es una historia de superación, amor a la Patria, honor, dedicación, cubanía, sacrificio y amistad, aderezada con solo una pizca de referencia a la acción de las batallas.

La novela está magníficamente narrada. La autora tiene un estilo elegante y atractivo que hace que la lectura fluya, atrape y puedas leerte el libro en un día, de un tirón. Cada uno de los personajes (Teresa, Encarnación, Julián, Cebiche, Panchito, Maceo, Máximo Gómez, Manu, e incluso Cernícalo y Quintín Banderas, quienes hicieron una aparición corta) está perfectamente caracterizado y son fáciles de identificar, aun cuando no se hace referencia a su nombre.

Foto: Tomada de Internet

 

Un valor agregado de esta novela son los datos históricos de la guerra del 95 y las referencias a las principales batallas peleadas por los generales Gómez y Maceo, con énfasis en el cruce de la trocha de Júcaro a Morón. La autora hace alarde de un amplio conocimiento de las costumbres mambisas, las armas y el momento histórico narrado. Gracias a eso, podemos disfrutar de pequeñas escenas de la arquitectura de la época, lenguaje, forma de vida de diferentes clases sociales, la idiosincrasia del cubano de entonces, sucesos históricos poco conocidos (disimulados en la ficción), un bosquejo de la vida de los familiares de los mambises. Incluso muestra un poco de las costumbres religiosas y medicinales de la época. Digo pequeñas escenas, ya que la autora, de manera muy sabia, supo colocar estos datos como pinceladas a lo largo de la narración para enriquecer la novela, sin abrumar de información innecesaria al lector.

Algo muy interesante de El mensajero es que, a pesar de estar en plena invasión de Oriente a Occidente, la guerra se muestra de forma referencial a través de los ojos de Manu. La autora se enfoca en las acciones de lo que ocurre en el campamento y se aleja de esas escenas bélicas lo más que puede.

Quizás el mayor logro fue el de la construcción del protagonista principal, Manu. Mayor logro y apuesta, ya que para nadie es desconocido que es muy difícil escribir y pensar como lo hiciera un niño. Y más aún, uno de aquella época. Sin embargo, el personaje protagónico resulta tan real y logrado que hizo que buscara, en los libros de historia e Internet, si este peculiar personaje realmente existió.

El mensajero expone la vida de Manu durante los años que duró la guerra de independencia. De forma muy sutil y elegante, página a página el lector logra ver cómo Manu crece ante sus ojos física y sicológicamente a través de los sucesos aquí relatados.

A pesar de todas estas maravillas encontradas en el libro, había algo que me hace ruido en El mensajero y no supe qué era a ciencia cierta mientras leía. No obstante, pude descifrar este ruido: en mi opinión, esta novela no es literatura infantil (LI). Juvenil, sí, pero no creo que pueda considerarse infantil, y en la carátula del libro dice que fue merecedora del premio en Narrativa Infantil.

Foto: Tomada de Internet

Es cierto que este género ha sido y es uno de los más difíciles de conceptualizar ya que todo depende de la objetividad de quiénes lo definen. No obstante, críticos, lectores y escritores han concordado en varios puntos que son imprescindibles en la literatura infantil.

La literatura infantil debe ser dirigida a los niños. El rango etario va desde recién nacidos hasta los 10 años, aproximadamente. O sea, debe funcionar para toda esta etapa, aunque hay dos subdivisiones: antes y después de los seis años, que es cuando los niños comienzan a leer. 

El lenguaje debe ser sencillo, no rebuscado y sin caer en “ñoñerías”, ya que una de las funciones de la literatura infantil es incrementar el vocabulario del niño. Sobre la trama, se dice que debe ser lineal o no muy compleja, ya que el niño debe entender de qué va historia del libro o se aburrirá. Lo recomendable para este público tan difícil es que el libro sea entretenido, alegre, sin violencia excesiva o escenas de extrema crueldad que lo asusten o provoque algún trauma o rechazo. En el caso de la violencia, debe estar disimulada, y lo menos descrita posible. Esta debe ser un medio para un fin. El tema debe ser interesante o atractivo para los niños, de modo que no suelten el libro.

La aventura y la acción son elementos claves en una novela para el público infantil. Esto se debe a que, aunque el texto puede tener varios niveles de lectura (para jóvenes o adultos). Y la lectura principal debe ser dirigida al lector infantil.

En mi opinión, aquí es donde está el ruido. Y le digo ruido porque no es un error de la autora. De hecho, el libro es magnífico. Solo que no para infantes. La historia principal tiene una profundidad que un niño común (ya que hay casos de niños genios) no logrará captar, y es algo muy importante para la comprensión total de la novela. Sobre todo, la última frase del libro. La novela tiene muchas acciones dramáticas, pero nada o casi nada de acción.

 En El mensajero no hay alegría en ningún momento. Comienza con una muerte, amenaza con varias en el transcurso de la novela y termina con otra. El protagonista pasa por situaciones muy fuertes y peligrosas. Si bien la autora no describió las peleas de la guerra, sí brindó una detallada visión del campamento mambí. Sobre todo, la de aquel que ejerció como figura paterna de Manu durante la invasión: un hombre traumado por la pérdida de su familia, alcohólico, violento y que lo alentaba a beber también.

Como dije antes, uno de los logros de la autora fueron las descripciones, con imágenes muy precisas y detalladas que denotan el gran oficio de Leidy González Amador. Sin embargo, eso le juega en contra en este caso, ya que, gracias a esa magnífica pluma, el lector logra ver y sentir el sufrimiento y el deterioro físico y mental de la madre de Manu causado por la preocupación y miedo de perder a su hijo. También, el dolor y odio de Julián Planazo. Y hasta el hambre y las carencias del campamento mambí.

El mensajero es la historia de la guerra del 95, y las guerras no son lindas. Manu estuvo a punto de morir de una fiebre. Caminó descalzo media isla, incluso caminaba afiebrado con la herida infectada y herido dificultándosele el paso. Tuvo que presenciar la muerte de cercanos a él, borracheras, entre otras crueldades propias de un campamento mambí. En toda la novela, la única cosa que se le puede llamar alegría la tuvo al final, y está tan rodeada de tristeza que pasa desapercibida.

Esta novela funciona perfectamente para el público adulto, incluso para el joven, ya que aporta datos curiosos de aquella época y una visión muy interesante, minuciosa y muy poco narrada de la guerra: la vida del campamento. Los lectores adultos y jóvenes disfrutarán muchísimo de esto en la novela, a mi entender. Es el fruto de una minuciosa investigación al parecer.

Toda esta visión la autora lo explica desde la inocencia de los ojos de un niño. Pero, que este sea el protagonista, no convierte al libro en una historia infantil. Pensar eso sería un error. Narrar enfermedades, muertes, violencia, abusos, odio y hambre a través de los “inocentes” ojos de un niño, no elimina el hecho de que siguen siendo enfermedades, muertes, violencia, abusos, odio y hambre; solo que mejor disfrazados.

El mensaje, el sentimiento patriótico, la tesis de El mensajero y la riqueza de la historia, solo podrán captarlo y disfrutarlo el público joven y el adulto. El infantil quedará esperando el final feliz, la aventura, la acción, el humor y la alegría. Enseñanzas…, es posible que adquiera alguna, en dependencia de la edad y si termina el libro. Sin embargo, el mensaje de El mensajero es posible que el niño no lo vea hasta que crezca.



Anita Mur: Mucho más que una historia de amor

Cuando comencé a leer la novela Anita Mur, del escritor cubano Frank David Frías Rondón, publicada por la Editorial Primigenios, lo primero que me vino a la mente fue “esto es una historia de amor preciosa”, y enseguida tuve una mezcla de sensaciones encontradas. Toda la novela transcurre en un balance perfecto: de emociones, estructura, técnicas, personajes, vivencias. Por un lado, el augurio de violencia y sangre, y del otro lado, el hermoso y sexy recuerdo de aquella colegiala recordada por el protagonista, en una costa habanera, con un hueco en el blúmer.

Desde ese mismo momento Frank David comienza a realizar la narración de texto nostálgico; repleto de precisas descripciones sinestésicas donde logra sumergir al lector dentro del texto, hacerlo parte de él. En Anita Mur logras oler y ver todo en 360 grados con gran nivel de detalles. Incluso puedes sentir el frío, el paso del tiempo, las emociones y la brisa invernal de un mes de febrero frente al mar, personaje recurrente durante toda la novela.

Frank David logró, mediante sus descripciones, que parece que la novela esté envuelta en un hermoso velo gris de invierno londinense (quizás uno de los velos que usualmente usaba la protagonista de la novela). Este es un efecto que le brinda esa atmósfera de misterio, belleza y nostalgia al texto. Logra dar vida a su novela hasta el punto en que el lector logra notar que Ana Isabel Fiss es una persona real envuelta en una trágica, romántica y hermosa historia de amor.

Foto tomada de internet

Las increíbles, precisas y originales descripciones no son el único logro del autor de la novela, pero quizás sí la base, cimiento o matriz de todo el libro. En Anita Mur todo funciona como un organismo vivo. Al igual que el argumento, todo parece hilado, entrelazado como un hermoso lienzo en cuatro dimensiones. Exacto, en cuatro dimensiones, ya que Frank David ha planteado su historia a través del tiempo de forma tan precisa que el lector no se pierde ni un instante y se encuentra ubicado en tiempo y espacio en todo momento. Resulta muy interesante uso de la retrospectiva en una complicada historia que abarca desde la época de inicios de los años 90 hasta la actualidad.

Frank David no ha necesitado recurrir a una magdalena para los saltos temporales o espaciales. Tampoco decirlo de forma explícita. Estos suceden de manera tan fluida y precisa, gracias al uso de diversas técnicas narrativas y capturas exactas del momento histórico narrado. Un ejemplo de esta afirmación es el capítulo cuando se narra la época del “período especial” cubano. El autor nunca menciona esas palabras ni los protagonistas realizan queja alguna. Sin embargo, el lector es capaz de identificar cada fase de este período a través de las escenas vividas/sufridas/disfrutadas por estos personajes. Me impresionó leer sobre este tema, en apariencia tan gastado por otros escritores, y que funcionara de maravilla y actual en estos momentos. Nada demodé. Prueba, además, que se puede escribir sobre cualquier tema con éxito, mientras se escriba bien. Este es uno de los casos.

Otro aspecto destacable en Anita Mur es la riqueza y dominio del lenguaje. La novela está plagada de un excelente uso de metáforas, símiles y analogías exquisitas y propias, con los cuales el autor, no solo economizó recursos narrativos, sino que enriqueció el texto con imágenes precisas y siempre de acorde con el momento específico de la historia. 

Como bonus extra, (ya que no es la idea del autor, sino mi opinión como lector), Anita Mur puede parecer una crítica a la sociedad actual cubana, en la que se deja claro que nada ha cambiado de 1980 hasta la actualidad.

En esta novela/organismo vivo que es Anita Mur, lo que más me impresiona es su estructura y evolución. Frank David no realiza la clásica estructura cíclica. Más bien, es una espiral conformada por espirales narrativas en su interior. La novela está conformada por pequeñas narraciones que comienzan y se van enlazando con otras y viajan del presente al pasado como si tuvieran voluntad propia. Como un organismo vivo. Son anillos/historias/espirales donde cada palabra cuenta y nada sobra. Ni siquiera el hueco del blúmer de Ana Isabel, la foto entre los pilotes, ni el loco del barrio, ni siquiera el clima. Todo en Anita Mur está pensado para que funcione como un ancla, como un símbolo, como una pista para el lector. No puedes dejar de leer/oír/ver/oler/experimentar nada de lo que Frank David pone a tu disposición. Cada letra, signo de puntuación está meticulosamente pensado para el disfrute de esta hermosa historia. Una prueba de esto te la da la propia Anita al inicio cuando advierte: “recuerda esto —me dijo mientras exprimía la saya—, tiene un significado.”

¡Y vaya si tenía razón! ¡Todo lo tiene!

Anita Mur es una novela equilibrada en todo sentido. Como en toda historia de amor, hay luces y sombras, alegría y felicidad. Quizás es por eso que sus personajes se sienten tan vivos, sus escenas tan familiares y el lector logra sentirse identificado con la historia desde la primera página hasta la última. Este es un texto donde se disfruta tanto del viaje, como del arribo al destino final.

Como dije al inicio, Anita Mur es una historia de amor. Pero no el amor de las novelas rosa de antaño. El amor entre Abel y Ana Isabel Fiss es real. No está edulcorado. Frank David narra todo lo que sucede o puede suceder en una relación verdadera. O sea, el amor perfecto, ese que acepta y reconoce las imperfecciones de cada uno. El amor de las parejas que se apoyan, que se aman, gustan, desean y no juzga: el amor incondicional y eterno. Anita Mur también está repleto de momentos felices, acción, sexo, escenas de gran erotismo, alegría, bromas y felicidad.

El libro entero parece una fotografía de esta hermosa historia. Quizás por eso el uso de la foto de Anita que conserva el protagonista y reaparece a cada rato a modo de leitmotiv y te hacen pensar en que Anita Mur es ahora, y así será siempre un texto tal y como dice la propia protagonista: “…limpia y con brillo destacando entre tanta mierda. Dura igual que los pilotes de este río”.



Síndrome de Cotard, un delirio imposible de negar

Síndrome de Cotard (Ediciones Loynaz, 2019) es el título del libro de cuentos escrito por Anisley Miraz Lladosa. El libro reúne once cuentos que rondan la temática de la negación, en múltiples facetas sicológicas, haciendo así, honor al nombre asignado por la autora. Aunque nunca trata al síndrome de Cotard típico (en el libro está la definición justo al inicio), sí trata de la esencia de este y los trastornos asociados a la mente humana. El síndrome de Cotard es el hilo conductor de todos los cuentos. Una fina costura, visible en cada uno y entre ellos. Como es el caso del cuento inicial El tulipán en el reloj de arena.

En este relato resalta la vena poética de la autora. El cuento se puede ver como un poema, donde uno o varios de los protagonistas niegan continuamente los que sucede a su alrededor; niegan el amor, niegan el desamor, se niegan a ellos mismos… En El tulipán en el reloj de arena la autora utiliza un hermoso y bien logrado lenguaje poético plagado de analogías; donde el tulipán es aquello que lucha por emerger a pesar de las adversidades del clima o la dureza e inhóspito del terreno. Emerger del hombre y el amor incluso en condiciones difíciles y en contra de lo “políticamente correcto” o establecido por la sociedad. El caer de la arena, no es otro que el correr del tiempo. O la analogía entre las flechas y los insultos; donde estos pueden herir más que una saeta real. Hacer más daño, ya que las ofensas hieren el alma y las reales la carne.

Polifagia, es un cuento que bien podría considerarse como hiperrealista, ya que roza la frontera de lo real y lo fantástico. Quizás este sea el valor agregado más interesante del cuento y del libro. Como bien declara el concepto de este trastorno sicológico, el texto habla del aumento de la necesidad de “comer”. Aunque en este caso, Anisley vuelve a hacer uso muy sutil e inteligente de un juego de palabras que cualquier cubano será capaz de entender.

Además, la autora muestra el fruto de una profunda investigación (característica recurrente en el libro) sobre este trastorno y lo combina magistralmente con el de Cotard y la negación. La historia parece ser apreciada desde la mente del personaje principal de una forma bastante surrealista; donde llegas a creer que los orgasmos hacen el mismo efecto que la insulina. El cuento puede tener varias lecturas, en dependencia del nivel de conocimiento que tenga el lector sobre este trastorno mental y las posibles causas que lo ocasionan.

De ahí mi recomendación, no solo para este texto, sino para todos los del libro: estudien, aunque sea superficialmente cada uno de los trastornos o temas abordados, para que tengan una mejor visión de la historia. Aunque, cada cuento está tan bien escrito que es perfectamente disfrutable ignorando completamente todo.

Retractus, así es como se dice “retrato” en latín. Es un relato narrado en una atmósfera bastante oscura, lúgubre, de acorde a la historia. Retractus cuenta la investigación de un extraño caso donde una joven clama haber sido violada en un cementerio, y le piden que realice el retrato hablado del asaltante. En el texto se respira ese espíritu añejo de los cuentos de la época de Poe, Shelley y Lovecraft y al mismo tiempo conserva lo moderno de Chéjov y Stephen King. Es uno de los relatos más cortos, y como es habitual en este tipo de cuentos, al final te queda esa sensación de que la historia es más profunda de lo plasmado en el papel. Un delicioso sabor en boca de aquello nunca dicho, pero dejado ver entre toda esa atmósfera oscurecida a propósito.

Y si con cuentos anteriores la autora jugaba con los límites de lo real, ya con Danza de anillos invisibles Anisley da el salto al vacío y narra la historia de un grupo de amigos: durante una noche en una funeraria cualquiera, en una Cuba X, en un tiempo X, y alrededor de un extraño personaje aparecido de improviso. Nuevamente, no se puede saber si lo que sucede en el texto pudo o no pudo haber pasado en realidad, o es un cuento de corte fantástico. De hecho, la Cuba que se narra bien pudo/puede ser una Cuba real y los personajes ser o haber sido reales. Todo está tan bien narrado que parece estar escuchando la voz de la autora, sentir el murmullo de las voces en los salones y el olor del café. La sinestesia, empatía y caracterización de personajes son elementos perfectamente logrados en el cuento. Además, durante una parte del texto se puede apreciar un atractivo debate filosófico sobre qué es la vida y la muerte, y la mejor forma para “vivir” ambas fases.

Y si de filosofía se trata, nada mejor que Las verduras, la lluvia y la filosofía moderna. Esta es la curiosa reunión de X, N, G, Z, J y H, seis desconocidos que coinciden bajo el toldo de una tienda. No llegan al mismo tiempo, sino se van sumando a medidas que transcurre el relato.

El interesante debate filosófico y religioso entablado por los seis personajes, se ve desde la perspectiva de cada cual, e influenciado por sus profesiones u oficios. Esto le brinda mayor riqueza y matices al cuento. La autora logra un balanceado contrapunteo de opiniones en seis vías, argumentos y visiones totalmente diferentes; donde la protagonista, la escritora (suerte de alter ago de la autora) ejerce como especie de moderadora de tan atípico panel. Como en todas las historias, la negación hace presencia y toma peso en muchos de los argumentos filosóficos-religiosos expuestos por cada uno de los seis personajes.

Bolero para una tarde de verano, nuevamente la negación se muestra y esta vez desde una visión más profunda, sicológica, incluso hasta social; como la persona que niega la posibilidad de ser feliz. El nombre del cuento es una analogía entre un famoso bolero y Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare. El relato en sí es una intertextualidad entre lo romántico del bolero y lo cómico, absurdo y onírico de la obra teatral. Estas intertextualidades y negaciones están perfectamente tejidas para conformar el corpus de una historia, no tanto de amor, ya que lo niegan, como de sexo.

El ángulo hace la mira es el siguiente relato. Este es un cuento de esos que se te queda grabado en la memoria al terminar de leerlo. Puede considerarse como un triángulo amoroso o una historia de dos hombres enamorados de la misma mujer, o tres amigos que se aman. Pueden verlo como gusten, pero es más que eso. El cuento narra esa búsqueda del ángulo perfecto, del punto de vista y configuración óptima para tomar la mejor foto del Hotel Globo (perfecta analogía a la vida misma). A medida que transcurre la narración, entre términos fotográficos la autora va insertando fragmentos de la vida de los personajes hasta llegar a ese clímax/foto final que se queda grabada en la memoria, como esas magníficas fotografías tomadas por los protagonistas. El ángulo hace la mira aparenta ser una historia lineal, pero eso es solo la punta del iceberg, por debajo, leyendo entre líneas, hay otro cuento, uno más profundo y argumentalmente más triste e interesante.

Con Otro nombre de guerra, directa intertextualidad a la canción Con nombre de guerra, de Héroes del silencio, la autora vuelve a tejer una historia donde la letra de la canción toma un protagonismo especial en el relato. El relato narra el encuentro sexual de una pareja, de forma muy sutil y con un erotismo más implícito que explícito, pero existente y muy sensible. Toda la historia está llevada de la mano de la balada que la nombra. Es una forma muy interesante de darle varios niveles de lectura al lector cada vez que se acerque al cuento; tanto antes de escuchar la balada, como luego de oírla. Es entonces cuando logras ver bien dónde Anisley inserta el Síndrome de Cotard en su cuento.

Vana es una masterclass de tipos de vinos. Vana no es más que “vino” en latín, de ahí que la historia entera gire en torno a esta bebida. El cuento trata del cortejo más atípico entre una de las parejas de enamorados más diferente alguna vez narrada en la historia. Dos jóvenes, ella con la costumbre de guardar un corcho de botella de vino por cada hombre que haya pasado por su vida; él, coleccionista de cintas fúnebres.

En esta especie de caja china, donde las historias de varios de los corchos de la protagonista se entrelazan con la de ellos dos, la autora va describiendo la trama como si fuera una cita entre el lector y la historia. Anisley ameniza la noche con baladas de Marco Antonio Solís, varias botellas de vino y canciones de The Beatles, Deep Purple y Pink Floyd hasta llegar al plato principal. De este, lo más interesante es la forma en que el protagonista va desempolvando la historia detrás de cada corcho/hombre, mientras forma su propia estrategia de cortejo, la cual solo se revela al final.

Koniek no es el fin, aunque lo parezca. Es el décimo cuento y la autora retoma aquel lenguaje onírico, poético del primero. La historia de Sasha, la palavina que nos remonta a la época de la perestroika y del período especial. Un cuento nostálgico, lleno de referencias rusas y soviéticas de aquellos tiempos. Koniek es un cuento triste, narrado de tal manera que llega a notarse la belleza que yace tras esa tristeza de imágenes y memorias que se niegan a olvidar.

Catalepsia es el cuento que cierra este ciclo de historias y trastornos sicológicos bien raros. Y no podía ser otro que la catalepsia para terminar de movernos a través de una colección de relatos como esta. Nuevamente la autora nos lleva a otra época a través de descripciones precisas de sucesos, personajes y personalidades. En este caso específico, Anisley nos traslada a la época de la guerra de Angola.

Catalepsia es quizás el cuento con mayor profundidad sicológica, tanto en el argumento como en los personajes. La autora narra la historia de Néstor Vargas, un veterano de esta guerra. A la par de la historia en sí, el lector puede observar la evolución sicológica del personaje, apoyado en un narrador focalizado en él. Pero no solo observamos esta evolución a través de lo que nos dicta el narrador, sino también por sus propias acciones, sus remordimientos, etc.

La catalepsia es un trastorno repentino en el sistema nervioso caracterizado por la pérdida momentánea de la movilidad y de la sensibilidad del cuerpo. Durante este estado el cuerpo permanece paralizado por completo. Esto fue lo que le sucedió al protagonista de la historia y el principal gancho argumental que mantiene en ascuas al lector hasta el final. Sobre todo, porque se aprecia que la parálisis e insensibilidad del protagonista no es solo física, sino también sicológica y esta venía de muchos años atrás.

Muchas son las causas que pudieron llevar al protagonista a este estado, y son sugeridas entre pistas falsas y verdaderas a lo largo de la narración. Sin embargo, no es hasta el final cuando la autora sorprende al lector con una nueva historia de negación.

Aunque no lo haya dejado claro en cada sinopsis de cuento, todos tratan de un modo u otro algún aspecto de la negación; característica clave del Síndrome de Cotard. Los textos y el libro como un todo, tiene una gran profundidad sicológica y filosófica envueltas en un surrealismo típico cubano. Ya que, para muchos, no hay nada más surrealista que la vida real.

Por otro lado, la autora hace gala de una gran cultura y variedad de conocimientos: médicos, históricos, culturales, tecnológicos, sociales, entre muchos más. Cada cuento tiene tras sí una exhaustiva investigación que le brinda gran verosimilitud, tanto a la historia como a los personajes.

De ahí que la gran riqueza oculta en Síndrome de Cotard es que el lector pocas veces puede decir con certeza “esto no sucedió o esto no puede suceder en la vida real”. Las fronteras de lo absurdo, lo fantástico, lo real maravilloso o el realismo mágico se confunden con la realidad. Tal pareciera que mientras lees, vieras la historia a través de espejuelos mal graduados o de una ligera niebla. Todas las historias parecen espejismos engañosos donde no sabes qué es real y que no. O quizás sí sabes lo que es real y cuál es la verdad, pero te empeñas a negarlo.