Creador de movimientos

Amauris Arguelles Álvarez tiene solo 20 años y ya es reconocido como uno de los grandes futuros de la danza en la ciudad de Guantánamo. Es bailarín de profesión, pero tuvo que recorrer un largo camino antes de serlo.

Curiosamente su entrada en el arte fue por la especialidad de música, específicamente en piano. Luego tuvo que pasar al contrabajo y finalmente unirse a la danza, dado que sus condiciones físicas no eran las idóneas para tocar el instrumento.

Foto: Cortesía del entrevistado

En aquel tiempo pocos creían en su talento porque no tenía las condiciones físicas naturales y como muchos de su edad, se despreocupó por la escolaridad. Entonces, vino el noveno grado y solo tendría una opción: «o aprobaba el pase de nivel o tendría que ir a un politécnico», dice mientras sostiene una sonrisa.

Le puso empeño y logró pasar las pruebas; algo que agradece eternamente al maestro Alfredo Velázquez, uno de los grandes maestros de la danza en Guantánamo, quien le ayudó a seguir adelante.

«Tenía ritmo pero me faltaba constancia por eso siempre me gustó más lo contemporáneo. Me interesé por una compañía radicada en La Habana y tuve propuesta de trabajo, incluso antes de tener en mis manos el título oficial. Bailé un tiempo allá, pero tuve que regresar a Guantánamo a los dos meses porque me exigían hacer el servicio social en Babul, una compañía danzaría enfocada en el baile folclórico», explica.

Allí estuvo unos meses entrenando de forma individual, mientras pasaban los disgustos. Entonces apareció Médula.

Justo ahí empieza nuestro diálogo y lanzo la primera pregunta:

¿Por qué te decidiste por Médula que era una compañía recién nacida y en la que casi nadie creía?

Yoel Gonzáles es un gran maestro, un gran coreógrafo y por eso no dudé un segundo cuando me hizo la propuesta, aun cuando todo era un proyecto en ciernes. Siempre he creído en su obra y tenerlo tan cerca me daría la posibilidad de nutrirme de sus experiencias como bailarín y coreógrafo.

¿Cómo es el trabajo en la compañía?

Siempre es de experimentación. Además, el entrenamiento es muy fuerte, con clases de hora y media, ensayos, montajes y entrenamientos de fondo. Incluso, luego del trabajo nos tomamos horas extras para repasar alguna idea que esté rondando, eso ya forma parte de nuestra rutina.

Foto: Cortesía del entrevistado

¿Qué aspecto crees que distingue a Médula de otras compañías?

El trabajo de Médula se basa en las grandes obras cinematográficas. En las coreografías contamos una historia a modo de cine que le permita al público recrear imágenes. Una obra que tenga recursos físicos exigentes pero detrás una dramaturgia que apoye fuertemente. Es una especie de filosofía del baile, la manera de ver la danza enfocada más en la historia que en el aspecto comercial. Aunque inicialmente el trabajo se enfocó en las enfermedades hemos recorrido estilos diversos y seguiremos moviéndonos, fusionándonos, cambiando, porque así es la sociedad y esa es la base de todo lo que hacemos.

¿Qué obras recuerdas con más cariño?

Carcinoma porque fue mi primer espectáculo en Médula. Es una coreografía de 45 minutos que incursiona en el estilo contemporáneo puro, alejado un poco de lo neoclásico. En ella abundamos en los conflictos sociológicos y psíquicos de las relaciones humanas.

Otro de los estudios es Gen, también enfocado en principios psicológicos y genéticos, desde lecturas sociales, personales. Una especie de incógnita de lo que una pequeña célula puede ocasionar, los problemas que influyen en el nacimiento de un niño, desde la decisión de la madre de tenerlo o no, los conflictos de pareja que genera, etc.

Luego de tres años, ¿piensas que hiciste la elección correcta al entrar en Médula?

Sí, definitivamente. Médula y el maestro Yoel han influenciado mucho en lo que soy actualmente. Nosotros siempre quisimos marcar una diferencia en la danza en Cuba y de algún modo creo que lo hemos logrado. Gracias al entrenamiento fuerte y la superación constante he enriquecido mis condiciones físicas, mi técnica y tengo la posibilidad de explotarme también como creador.

Precisamente en esta nueva perspectiva Amauris enfoca sus fuerzas. Aunque confiesa que es un territorio en fase de descubrimiento, no tiene miedo y se lanza al experimento.

«Para mí ha sido un poco complejo pero no me detengo. Creo que soy un creador de movimientos y digo esto porque a veces no me enfoco tanto en contar una historia (dramaturgia) sino que me dejo llevar por mi cuerpo. Yo disfruto al máximo lo que hago, simplemente bailo y me dejo llevar. Por suerte, siempre está el maestro Yoel que confía mucho en nosotros y nos da libertad y seguridad en lo que hacemos, aunque a veces parezca un disparate», sonríe.

Pero para ser principiante ya tiene una bandeja bastante diversa.

Su trabajo coreográfico ha dado frutos en el Vuelo XXI, una obra hecha con premura pero que exigió grandes exigencias y tuvo la suerte de ser presentada en el Concurso de Danza del Atlántico Norte y Grand Prix Vladimir Malakhov.

«Además, presenté la obra Leonardo 3.33, una idea original de Yoel que tuve la oportunidad de versionar en formato grande para los niños de tercer año de la Escuela de Arte en Guantánamo. La presentamos en el Encuentro Nacional de Escuela de Arte y fue premiada en el Concurso Coreográfico Internacional Ernestina Quintana como Mejor Trabajo en Conjunto. Recientemente, como parte de la temporada de la compañía, estrenamos Eclipse, la cual fue muy bien recibida por el público y la crítica especializada», cuenta agradecido.

¿Cuáles son tus mayores influencias? ¿Sigues un patrón específico?

No existe un patrón ni línea de creación. Como dije antes, Médula es de experimentación y yo sigo esa premisa. Me gusta entrar con una bandeja diversa, solo es cuestión de escribir y materializar mis sueños. Lo más importante es dejar fuera el miedo escénico y decirte a ti mismo que lo puedes hacer. Admiro y respeto el trabajo de todos, desde mis compañeros de trabajo hasta las grandes estrellas con las que nunca he tenido la oportunidad de compartir.

Y la academia, ¿te apasiona la idea de compartir tu obra con otras generaciones más jóvenes?

Hace poco recibí la propuesta de un contrato en la Escuela de Arte. Como hacen falta profesores de repertorio estoy ejerciendo como coreógrafo temporalmente. Mi prueba de fuego fue la obra Leonardo 3.33, después vinieron otras. Hasta ahora he trabajado con grupos de primero, segundo y tercer año de danza y hemos hecho una buena empatía. Ellos me respetan a pesar de mi juventud y eso es muy importante. A mí me gusta trabajar y enseñar lo que he aprendido, por eso acepté este vínculo con la academia.

Y la Asociación Hermanos Saíz (AHS), ¿cuáles fueron las motivaciones que te hicieron unirte a este piquete de jóvenes creadores?

Soy parte de la AHS hace apenas cuatro meses pero desde antes estaba vinculado a las actividades que organizaban. Siempre he tenido el deseo de participar en los eventos nacionales para intercambiar con otros colegas y esa oportunidad la vi en la Asociación. Para mí la AHS es como una célula pequeña pero indispensable para la vida profesional de todo joven artista.

¿Sueñas con una obra ideal?

Mi obra ideal serían todas mis obras. Muchas obras que en un futuro sirvan como material de estudio para otras generaciones, dice pensativo y permanece meditando.

Esa es una estrategia que utiliza para crear. Piensa y sueña, mientras camina por su terruño guantanamero, luego de cada ensayo, intentando descubrir sus enigmas e inventarse una nueva historia. Ha tenido oportunidad de irse a otra ciudad más cosmopolita que le permita mayores ingresos, pero ha decidido quedarse y bailar, bailar, bailar… porque eso es lo que le mantiene vivo.

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