Danza


Identidad de una isla musical

Fumezcu era el sueño que obsesionó al joven Héctor Ramírez González desde sus años de estudiante en la Escuela Nacional de Danza, donde comenzó su aventura. Al graduarse con Título de Oro le fue otorgada la oportunidad de materializar en un proyecto su idea y la Asociación Hermanos Saíz fue su primera casa.

Hoy, con solo 19 años, acompañado por un multifacético equipo de trabajo, hacen realidad la maravilla a través del arte con el espectáculo Identidad, que se estrenó este fin de semana en el Teatro Nacional de Cuba.

Foto: Miguel Moret

Así celebró su primer año de esfuerzo el Ballet Fumezcu Compañía de Danza Fusión. En este espectáculo, cual divertimento músico-danzario, se nos regala momentos de alegría, identidad y sabor cubano. Tradición y contemporaneidad se entrelazan dibujando la escena con puntas, la fuerza de la raíz africana y el uso del audiovisual como sutil apoyatura para la dramaturgia. Dos actos en los que la pasión y la tenacidad dan a luz el infinito deleite en géneros como el cha cha chá, la rumba, el funk y mucho más.

En el criterio del maestro Rafael Hernández, director de espectáculos en el Cabaret Parisien: «La puesta es una muestra de cómo se puede interpretar con mirada joven la esencia musical de un país. Para Héctor, este es el primer paso de un largo camino», afirmó en la premier celebrada este domingo.

Identidad también es un tributo, una ofrenda al espíritu de nuestra isla mágica. Ni la pandemia, ni las circunstancias de la cotidianidad pudieron detener la marcha del arte danzario que bien se puede hacer en busca de madurez y excelencia.

Foto: Miguel Moret

Testimonios de un cuerpo: Diana Mary Cano

foto cortesía de la entrevistada

Cada vez resultan más las investigaciones[1] en torno al cuerpo desde distintos acercamientos o enfoques. Específicamente en las artes escénicas se enriquecen los aportes para el análisis del cuerpo siendo este el principal soporte de creación.

Indagando entre estos debates me gustaría conducir esta entrevista desde una de las principales zonas donde se gesta la preocupación de los cuerpos en las artes escénicas cubanas, puntualmente en las manifestaciones de danza y teatro. La zona a la cual hago referencia esal propio espaciodonde el creador o intérpreteresultaconducido por una necesidad o motivación, y encuentra en el cuerpo esa área de reflexión.

En un encuentro con la joven tunera Diana Mary Cano, bailarina, profesora y creadora, y quien ha transitado por los tres niveles de enseñanza artística del país, entre ellas la Escuela Vocacional de Arte “El Cucalambé” en Las Tunas y La Universidad de las Artes, reflexionamos sobre lo anterior.

-¿Por qué te identificas con las artes escénicas, puntualmente la danza y el teatro?

Siempre me ha gustado disfrazarme, transformar mi cuerpo por el de alguien más; en mi niñez ese era uno de mis juegos favoritos. Pienso que todo comenzó ahí en esos primeros bailes imitando lo que veía en la televisión y también la satisfacción al sentir los aplausos de mi familia. Mi interés por el teatro y la danza siempre fueron evidentes, por lo que ni a mí ni a mis seres queridos nos resultó extraño que los estudiara y que me dedicara a ellos. También el cuerpo ha sido fundamental, pues he sido muy activa, extrovertida, y estas artes demandan mucho de un trabajo con tu propia corporalidad que me ha apasionado.

-Háblanos de tu experiencia como profesora. ¿Cómo estableces la conexión para llegar a los sentidos de otros cuerpos?

Cuando comencé a impartir clases en la Escuela Nacional de no me sentía preparada para hacerlo, fue gracias al apoyo y la confianza de la maestra María del Carmen Mena que me lancé a este nuevo mundo. La experiencia en la Academia de Teatro Manuel Muñoz Cedeño, de Bayamo, ha sido muy útil porque me ha brindado técnicas de actuación, de voz, de dramaturgia, que he compartido con mis estudiantes.

La asignatura de Composición Coreográfica fue siempre mi favorita desde el nivel elemental. Crear, improvisar, ese ha sido mi mundo. Con esa pasión es que me he enfrentado a la docencia, intentando guiar a mis alumnos en sus procesos de creación. Lo que les he intentado transmitir ha sido sobre todo la confianza en ellos mismos, en su capacidad creativa, que muchos creen que no tienen pero es sólo que no la han desarrollado. Mi experiencia como alumna, intérprete, creadora, como ser social en general, es mi modo de llegar a ellos. No soy el modelo a seguir, soy solamente una muestra expuesta para provocar el diálogo y la confrontación de criterios.

La coreografía no es un tema fácil y más cuando en el recorrido anterior al Nivel Medio, lo común es que sólo seas intérprete, es en la ENA cuando llega el momento de asumir esa responsabilidad. Son varias las conexiones que se establecen a la vez en una clase de Composición Coreográfica; la primera es entre alumno-profesorpara brindarle las herramientas teórico-prácticas, también está la del alumno consigo mismopara encontrar su inspiración y la de cada uno con sus compañeros de grupo.

foto cortesía de la entrevistada

-¿Cuán significativo crees que sea el cuerpo para las artes escénicas, principalmente en las que te has apoyado para investigar?

El cuerpo es el centro, por así decirlo, de las artes escénicas, su presencia es fundamental en el hecho artístico porque es la vía de implicación del público con la obra. Se establecen vínculos fuertes desde la sensibilidad propia del cuerpo con quien lo observa. Es el medio expresivo para comunicar el mensaje del espectáculo. Cito al artista mexicano Lukas Avendaño porque comparto su criterio, cuando dice que “la danza no se puede hacer sin el cuerpo”.

-En tu experiencia, cuándo entendiste que tu cuerpo es relevante para insertar cuestionamientos, fracturas, interrogar posturas o simplemente presentar tu yo- cuerpo.

Mi cuerpo juega un papel primordial en mi vida privada como en la profesional, considero que soy una persona que experimenta sus emociones y sensaciones con un alto grado de fisicalidad. Puedo percibir, y quienes me rodean también, mis estados de ánimo; siempre están exteriorizados y dibujados en mi rostro, en mi postura corporal, hasta en mi piel. Es un elemento que utilizo a la hora de interpretar o crear. Me gusta improvisar pensando sólo en cómo está mi cuerpo en ese momento: cómo me siento emocionalmente, la ropa que uso, mi temperatura, si estoy nerviosa o relajada, el espacio, si estoy acompañada o sola, etc.

La obra Nadar en seco, dirigida por Lynet Rivero, la recuerdo con mucho cariño por todo lo que aprendí en el proceso. Para mí lo más relevante es que la partitura coreográfica de las escenas la creamos entre todos, un trabajo de creación colectivo muy enriquecedor. No existieron personajes, sólo situaciones a las que enfrentarse desde tu yo-cuerpo. Las propuestas salían de una auto-exploración individual, en dicha investigación encontramos los conflictos y los objetos que usamos en la puesta en escena. Trabajar entre actores y bailarines también fue especial, los cuerpos-mentes diversos e interesantes crearon una buena química de grupo.

-¿Has tenido experiencia en alguna propuesta que seas tú la creadora? Cuéntanos de qué iba y cómo llegaste a la construcción de un discurso para la corporalidad escénica.

El proceso de creación para mi defensa de tesis es un claro ejemplo de lo necesario que es el cuerpo para mí. Fue revisitar cada una de mis obras hasta ese momento, hacer un viaje en el tiempo para buscar, recordar y revivir los montajes. Auto-exploración personal detallada con elementos metodológicos que cumplir, esa búsqueda me hizo reflexionar mucho sobre mis estrategias de creación, mis musas y mi memoria corporal. Yo estaba decidida a hacer una presentación, no sólo una exposición teórica, las ideas para el performance final vinieron llegando con el tiempo y con la ayuda de mi tutora Mercedes Borges Bartutis.

Fue un trabajo complejo pero interesante; escogí para interpretar la pieza que había creado para mí, Seguir viviendo. Difícil proceso al encontrarme sola, con sólo mi cuerpo para reproducir lo que tenía en mente, ya que en los anteriores montajes habían colaborado mis compañeros de estudio y mis alumnos como intérpretes.

foto cortesía de la entrevistada

En las presentaciones que he realizado de este performance-conferencia me he propuesto indagar en la corporalidad de este personaje, no reproducir lo creado, sino agrandar la partitura ya existente. La coreografía investiga en las características establecidas de lo que es una prostituta, cuestionando en todo momento si sólo un par de tacones, un vestido ajustado al cuerpo y unos labios pintados de rojo nos hacen conocer a esa mujer. Cuáles son sus miedos, sus preocupaciones, sus olvidos…El cuerpo, mi cuerpo, está bajo varias circunstancias que lo harán moverse, reaccionar y sentir diferente. El desequilibrio, la embriaguez, la tristeza de no saber quién eres y conseguir el objetivo: la seducción de quién te mira, son las pautas para moverme.

-¿Qué mueve a Diana por estos días, qué explora o necesita explorar?

Por estos días estoy trabajando en un proyecto coreográfico inspirado en un sueño que tuve el año pasado: una mujer dentro de un refrigerador, a partir de esa imagen que quedó en mi mente he comenzado a escribir, leer e investigar sobre el tema. Hasta el momento he encontrado materiales y conceptos muy interesantes que me ayudan a expandir la idea. La crisis sanitaria mundial no me ha permitido comenzar la parte práctica pero confío en que será pronto. Crear un intercambio cultural entre artistas del Caribe es también uno de los objetivos del proyecto MER. Espero poder dialogar con esta propuesta en Guadalupe y también en Cuba.

 

 

*Entrevista realizada en septiembre de 2020.

[1]El investigador chileno Carlos Pérez Soto afirmaba que el cuerpo como “descubrimiento” del siglo XX es “una idea que va acorde con el interés de fines del siglo XIX de “gozar” la vida, en respuesta a las restricciones corporales que en tiempos anteriores habían sido depositadas en el cuerpo de algunas culturas”. (Soto, 2013, página 137)

 


Bernardo Cabrera y los desafíos del periodismo cultural

Llevar las artes a la pantalla, hacerlo con dominio y elaboración, con conocimientos y sensibilidad es un reto al que está llamado el periodismo cultural más allá del medio para el que se realice. Esta máxima impregnó el trabajo de Bernardo Cabrera, joven periodista holguinero que obtuvo el Premio de Periodismo Cultural Rubén Martínez Villena en televisión.

“Este es el segundo año que participo, ya había estado en la edición pasada. En esta ocasión presenté dos trabajos, el que resultó premiado fue Danza la vida, testimonio homenaje a la bailarina y coreógrafa de Codanza, Vianki González. Lo grabamos cuando tenía 45 años, ahora tiene 47 y sigue danzando, algo bastante inusual porque los bailarines tienen una vida útil muy corta, cuando terminan se dedican a ser coreógrafos, directores o regiser y no bailan durante tanto tiempo, no se mantiene en forma. En cambio, Vianki es de esas personas que se mantiene en el escenario bien, grácil, por eso quise hacer este trabajo pues la considero una de las mejores bailarinas del país en interpretación, y siempre que está en el escenario las miradas van hacia ella”.

¿Qué características tuvo este material que crees pudo haber llamado la atención del jurado?

“Pensé en hacer algo sencillo y luego se fue complejizando. En la preparación me planteé una historia que narraba su vida desde sus inicios y cómo fue creciendo. Busqué a Rafael Oramas, el camarógrafo de la televisión, quien es excelente fotógrafo y me gusta trabajar con él porque tenemos el mismo espíritu cinéfilo. Y sin el trabajo en equipo no hubiera logrado nada.

“La intención era narrar la historia sin que yo apareciera, pero con mi presencia todo el tiempo detrás. 

“Me basé más en un trabajo de realización donde la protagonista contara su historia apoyada en imágenes, montaje e iluminación. Creo que eso fue lo que más sorprendió al jurado. Ese modo de narrar que termina con un mensaje contundente que es: aunque ella deje de bailar en un escenario, seguirá danzando toda la vida, como ha demostrado con su actitud de ser madre, de tener problemas, confrontaciones, y aun así mantener esa pasión, es increíble”.

¿Cuáles consideras son desafío del periodismo cultural en Holguín?

“Llevo muy poco tiempo haciendo periodismo cultural. Hasta que el año pasado comencé a trabajar en el Centro de Comunicación Cultural La Luz y eso fue un impulso más grande, porque a mí siempre me ha gustado la cultura; soy de las personas que no falta al teatro, pero solo como espectador.

“Ahora miro el periodismo cultural desde otra arista, a veces lo subestimamos, la gente cree que es algo muy fácil y no es así, lleva mucho estudio y preparación, esos son los retos y esa preparación permitirá luego poder hacer la crítica, de la que tanto se habló en los debates del evento”.

¿Y qué crees del ejercicio de la crítica en este contexto?

“A la gente le molesta la crítica. A los artistas, sobre todo, porque lastima el ego. La crítica puede ser constructiva, edificante o destruir una obra. Pero a veces no se dan cuenta que con la crítica les estás ayudando; creo que ese es también un reto del periodismo cultural.

“También intentar no solo verlo en el diarismo. Ir un poco más allá, a la especialización.

“En el caso del periodismo televisivo nos afecta muchísimo que en los espacios nacionales se prioriza mucho la información y los trabajos breves. Entonces es complejo ¿cómo hacer un periodismo diferente si no tienes dónde publicarlo? Hay algunos programas, pero los noticieros son muy seguidos y es un espacio para educar al espectador en que no solo el periodismo cultural es “se hizo el concierto tal”, que es importante, pero debe haber un balance con los trabajos de otros géneros”.


Bernardo Cabrera: La televisión también es iluminación, fotografía, montaje…

Graduado de periodismo en el 2014 en la Universidad Oscar Lucero de Holguín, mi colega y coterráneo, era un desconocido para mi hasta que fui jurado este año del Concurso Rubén Martinez Villena de la Asociacion Hermanos Sainz.

Su Danza la vida me impactó y encontré muy bien Sembrando sueños, que le valieron el premio del certamen, pero le pedi más y me envió otros como la presentación de un gaitero de nuestra ciudad;  una nota, muy bien elaborada, sobre coreografías a partir de una canción;  el acercamiento a una pareja de instructores de arte y la tan impresionante como conmovedora historia de la Emperatriz, un travesti. Todas las piezas bien contadas y que se dirigen a los sentimientos. 

Luego de ver  esas obras decidí  entrevistarlo vía WhatsApp, al final como siempre le dije “Lo que no te haya preguntado”. Y aquí, Usted lector,  verá esas preguntas y respuestas, pero me reservo decir cuáles:

– ¿Por qué Bernardo (Rodríguez) Cabrera?

– Mi nombre es Bernardo Rodríguez Cabrera, pero desde el primer día que entré a hacer el servicio social en Telecristal omití el Rodríguez. Es la mejor manera de enorgullecer a mi madre, que ha sido también padre para mí.

– ¿El periodismo fue tu sueño infantil?

– Soñaba con ser muchas cosas. Músico, bombero, bailarín, actor, periodista, comentarista deportivo, incluso dice mi madre que yo quería hacer un nuevo ritmo.

– ¿Nunca pensaste en ser otra cosa?

– Normalmente a los que estudian carreras de Letras no les gusta las Ciencias Exactas, en mi caso no era así. Siempre me incliné por las Matemáticas, la Física y la Química en el Instituto Preuniversitario Vocacional “José Martí”, de Holguín, y tenía buenas notas en las demás asignaturas. Pensaba en Telecomunicaciones, Ingeniería Industrial o Licenciatura en Turismo, pero me obsesioné con ser periodista, hice las pruebas de aptitud y aprobé. Agradezco que haya sido así y aunque parezca un cliché, no me imagino haciendo otra cosa.

– ¿Te gusta la locución?

– Mis dos grandes pasiones profesionales ahora mismo son la edición y la locución. Me falta muchísimo por aprender, pero pasarme horas perfeccionando el montaje de los planos y oír en el estudio la frase “Al aire” me da una satisfacción que no tengo cómo explicar. Desde el 2020 soy el presentador del prestigioso programa cultural de mi provincia, Confluencia, y ha sido un desafío y una oportunidad de crear en vivo.

– ¿Y el periodismo escrito?

– Es la escuela de la redacción y de la gramática. Los recursos audiovisuales son imprescindibles para el periodismo televisivo y ello te conduce inevitablemente a economizar las palabras en función del tiempo y de las imágenes. No obstante, desde hace un año formo parte del Centro de Comunicación Cultural “La Luz”, que tiene varias publicaciones impresas, y eso me ha obligado a desdoblarme y escribir de forma más asidua.

– ¿Cuándo llegaste a Telecristal?

– Egresé de la Universidad de Holguín en el año 2014 y me ubicaron en Telecristal. Contradictoriamente estuve casi los 5 años de la carrera haciendo secciones y colaboraciones con las emisoras de radio, pero siempre quise trabajar en la televisión. Una vez que me ubican tuve la oportunidad de coincidir con excelentes realizadores como Abdiel Bermúdez, Marel González, Beatriz Galbán y Salvador Hechavarría, así como jóvenes muy creativas como Esther Díaz y Ary Guerrero. Estar rodeado de tantos profesionales talentosos me hizo enamorarme aun más de este medio y, sobre todo, respetarlo.

– ¿Qué trabajos realizas habitualmente?

– Las rutinas productivas de un telecentro provincial te obligan a hacer muchas informaciones, pero lo que más disfruto son los trabajos de realización: testimonios, entrevistas, documentales. Siempre he tenido muchas inquietudes creativas y seis meses después de entrar a Telecristal me propuse aprender a editar en el Adobe Premiere. Al principio me saltaba el eje o cometía errores y de vez en cuando se me iba algún nivel de sonido, pero creo que el montaje es un arte que te atrapa. Saber editar me ha posibilitado romper con el diarismo y hacer con frecuencia trabajos de realización, que requieren de más tiempo y preciosismo.

– ¿Por qué el arte, especialmente danza y artes escénicas?

– Confieso que me hubiera gustado ser bailarín o actor. El periodismo me permite serlo desde la edición y la realización. Cuando ellos bailan o actúan, en mi mente yo también estoy sobre el escenario.

– ¿Cuál o cuáles son los programas de tus sueños?

– Uno en el que se valore más la calidad que la duración de un trabajo, donde converjan la belleza con el testimonio, la creatividad con la entrevista, la crítica con la preparación, la osadía con la experiencia. Uno donde los trabajos territoriales tengan más representatividad.

-¿Por qué los trabajos de realización no siempre son reconocidos en estos certámenes?

– Cada jurado tiene su “librito”, sus gustos, particularidades y eso es respetable. La televisión tiene muchos recursos audiovisuales para enriquecer cada trabajo y hacer un testimonio o un documental de realización donde no aparezca el periodista implica horas de investigación y de trabajo de mesa, de tener una buena dirección de arte, de buscar la música exacta, corregir cada plano, verificar constantemente el reccord y lograr una sinergia. Me ha pasado antes que he presentado un trabajo y me han dicho estaba muy bueno, pero había otros temas más medulares, cuando la televisión no solo es el tema, también es la iluminación, la fotografía, el montaje…

-¿Obtuviste algún premio antes con trabajos como este?

– He obtenido dos primeros lugares y un segundo en el Concurso Provincial de Periodismo “Eloy Concepción Pérez”, de Holguín, una mención junto a la periodista Marel González en el Concurso Nacional de Periodismo 26 de Julio y ahora el premio en el Villena. Todos han sido con trabajos de realización y aunque uno no trabaja para concursos, es gratificante que te reconozcan el esfuerzo y la consagración, principalmente en tu territorio, porque eso te impulsa a seguir creando y soñando en imágenes.

-Con tantos editores experimentados en tu telecentro, ¿por qué decidiste montarlo tú?

– En el telecentro hay excelentes profesionales y habría quedado mejor si lo editaba uno de ellos. No obstante, estaría circunscrito al tiempo que tuvieran disponible. Editarlo me permitió no tener un reloj presionándome, poder perfeccionarlo de madrugada, tarde o noche, dejarlo refrescar y volver sobre él y, sobre todo, crear sin límites.

 

*Entrevista publicada en https://www.tvcubana.icrt.cu/ 


Raíces Profundas en sus 45 años: Okán

Para comentar hoy día sobre danza folclórica cubana se debe tener siempre en cuenta los criterios del investigador, conferencista, traductor y poeta Rogelio Martínez Furé, quien definió a la cubanía como un río de aguas siempre renovadas que al final desemboca en el océano de la humanidad. “Jamás se detendrá ese incesante proceso de asimilación y renovación… Ese poder de asimilar y transformar lo recibido, sin conflicto, en cubanizar lo más heterogéneo, es un rasgo que en mi opinión identifica la cubanía y lo caribeño. Por supuesto, que es el universo al que pertenecemos desde la prehistoria.” (Furé, 2001:175)

La compañía folclórica Raíces Profundas celebró los días 20, 21 y 22 de noviembre, sus 45 años de creada en El Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. Esta agrupación fue fundada el 17 de junio de 1975 por El Rumbero mayor Juan de Dios Ramos y cuenta actualmente con la Dirección General de Idolidia Ramos. Para esta ocasión presentaron el espectáculo Okán, de Emilio Hernández, uno de los coreógrafos más activos en la creación de la compañía.

compañía folclórica Raíces Profundas/ foto Buby Bode

Okán, que en lengua yoruba significa corazón. Okán con el sentido de llamar la atención en el centro de nuestras identidades culturales, en lo vital de nuestro folklore, además de captar su esencia desde la asimilación y renovación.

Uno de los detalles singulares en este espectáculo fue la posibilidad de que una compañía de danza folclórica cubana lograra una temporada en uno de los espacios con gran peso histórico en el gusto de las “Bellas Artes”, como lo es el Gran Teatro de la Habana Alicia Alonso. La apertura de un espacio, que la creación cubana no había cedido a nuestras compañías de danza folclórica. Ya es hora de repensar los límites culturales que seguimos conservando en nuestra historia. Aún vemos tensión en los diálogos de lo culto y lo popular, luego de tanto camino recorrido, aún escuchamos criterios como: ¿Estarán a la altura?

Para esta ocasión, Raíces Profundas ofreció una variedad de danzas, cantos, toques y vestuarios folclóricos desde su óptica estética y su concepción particular de la teatralización de la danza folklórica, término definido por el maestro Ramiro Guerra.

La apertura del espectáculo fue por el orisha guerrero Elegguá, ese que “abre y cierra los caminos”, dando paso a las danzas de procedencia Bantú, llamados en esta ocasión Congo Drums (Tambores Congo). También vimos teatralizaciones dedicadas a los orishas Oshún, Eshu, Ochosi, Oyá, entre otros.

compañía folclórica Raíces Profundas/ foto Buby Bode

Tras el intermedio presentaron inspiraciones de Columbia, danza practicada solo por hombres y de origen rural. Por otro lado acompañó este segundo momento un homenaje a Santiago Alfonso con Sin Timbal, y un homenaje a la Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso con Asesú y los Cisnes. Por último, Okonidé, y el cierre final con el orisha Elegguá.

Raíces Profundas compartió su celebración con ciertos invitados como Akemis Terrán, cantante de impresionante voz y que pertenece al Conjunto Folklórico Nacional de Cuba (CFNC); Johannes García, primer bailarín del CFNC, Premio Nacional de Danza 2020 y director de La Compañía de Danzas Tradicionales de Cuba JJ, entre otros que estuvieron en indistintos días del fin de semana.

Emilio Hernández, como coreógrafo, toma prestado de la estructura escénica del espectáculo de cabaret para llevar a cabo su creación, al igual que en muestras anteriores. Hace uso de la estructura de cuadros, donde algunos no tienen relación entre sí o es muy básico el pase de un cuadro a otro. Algo que marca este sentido fronterizo es el aplauso del público, cada vez que existe un punto clímax o al cierre de un cuadro.

Para este creador cada escena tiene su historia, sus recursos, cantos, atributos y representación pero considero que cada uno fue trabajado de manera atropellada. Observábamos una introducción la cual varía según el sentido de creativo de este coreógrafo, que es muy alto. Para esta ocasión, en el desarrollo de la danza o el pretexto de algún que otro cuadro, no fue posible el disfrute del ritmo, los diseños, el papel de los solistas y su cuerpo de baile, entre otros elementos que rompieron con la organicidad vital que pretendió Okán.

compañía folclórica Raíces Profundas/ foto Buby Bode

La rapidez en varios de los cuadros provoco el mismo sentido. La sensación de correr, poner, hacer, hacer y hacer no dio espacio al disfrute temático que trajo cada cuadro. De esta forma vimos fracturada la sensualidad de Oshún, la fuerza del sentido hacia la tierra de los congos y de manera atroz la velocidad de las Oyá, que alcanzaron una fuerza agresiva y con poco sentido. 

Algo muy exquisito que se respiraba en ocasiones era el trabajo de las cantantes solistas que inspiraban con sus voces tan singulares, y que el público como respuesta acompañó los coros. Este uno de los elementos más ricos que alcanza la teatralización de la danza folclórica cubana en diálogo con los practicantes o no del foco religioso.

Okán nos deja mucha tela por donde cortar para debatir sobre los intereses y caminos que han tomado nuestros creadores de danza folclórica hasta pleno siglo XXI, me refiero al uso tecnológico, la fusión de músicas rituales, la dramaturgia, entre múltiples líneas que pudieran atravesar la obra.

En este comentario me interesa marcar el sentido de los textos y la significación de su discurso, importante en estos tiempos donde se debaten tantos paradigmas de estereotipos y de prejuicios. El espectáculo hizo uso de muchos textos en lengua ritual, los cuales siempre son agradecidos por la riqueza que portan, aún sin descifrar sus significaciones.

Para llamar la atención sobre los textos y su papel comunicador haré referencia a un cuadro, el cual ubica a Oshún y sus seguidoras, la brutalidad del español sobre la cultura y mujer africana. Cito este como mismo pudiera ser otro, pensando en cómo tomar partido hoy desde la interpretación de la historia.

Una acción escénica que nos ofreció una deidad femenina, en este caso Oshún, que luego de ser alabada por sus seguidoras se encuentra en un conflicto desde el pretexto histórico, basado en el encuentro del hombre español y su violencia sobre la mujer negra. Un pretexto que en otro nivel de interpretación puede ser leído desde el patriarcado arraigado con que cuenta nuestra cultura. Encontramos una Oshún débil, sin reacción, subordinada, despersonalizada, hasta ser rescatada por el orisha Changó, quien la vuelve reina y la devuelve a su pedestal.

Pregunto, esta línea temática en sí, qué pretende además de contar una historia. Es una acción que queda abierta, como cita a una tradición pero sin ser releído, ni interpretado.

Recuerdo que en los tres rostros de la maternidad afrocubana, encontramos a Oshún, esta al igual que las demás deidades que conforman esta tríada, ofrecen prototipos de conducta para los humanos. Oshún ha sido reducida a rasgos arquetípicos y en esta ocasión se ha insistido en lo de mujer sumisa, coqueta, bailadora, sin indagar en las historias de esta orisha como mujer independiente, maga y hechicera. Este cuadro se puede explotar más por la riqueza y debate que estos pretextos creativos sirven para interpretar nuestros debates actuales sobre sexo, género y sexualidad.

Okán trae mucho material para ser disfrutado en una sola noche, queda madurar cada material de forma independiente. Muchos han sido los especialistas que han destacado los límites o problemáticas en que se encuentra nuestra teatralización de danza folclórica, pero mi objetivo en este comentario no es nuevamente insistir sobre ello, aunque aun vemos que son latentes. Para finalizar quisiera citar nuevamente al maestro Furé, quien desde hace mucho alertó y dio solución al rumbo del movimiento folclórico cubano.

En este momento, la mayoría de los llamados conjuntos folclóricos están en un impasse creativo. Se repiten formas ya caducas, que desarrollamos en la década del sesenta, del siglo pasado. Se olvida que vivimos en el siglo XXI, y a cada época su estética… por eso hay que vivir al ritmo del arte teatral de hoy, de lo contrario, las compañías profesionales folclóricas se volverán obsoletas: estética demodé, artistas pasados de años y peso, y disminuidos en sus condiciones físicas; en síntesis, cayéndose en pedazos por senectud física e intelectual (Furé, 2015: 173).

 

Trabajos citados:

Furé, R. M. (2015). Briznas de la Memoria. La Habana: Editorial Letras Cubanas.

Furé, R. M. (2001). Cubanía: Agua siempre renovada. Breiznas de la memoria. (N. Sosa, Entrevistador)