narrativa


Sutilezas tras una Rapsodia bohemia (+ Fotos)

Historias de personas comunes, que caminan por nuestras calles y parques, montan en el ómnibus, sueñan o renuncian a los anhelos ante necesidades materiales, se frustran, se excitan o solo observan. Ciento y una páginas. Una muchacha descubierta que mira desde la cubierta…

Todo eso es parte de “Rapsodia Bohemia”, libro de la joven escritora Yeney de Armas García, ganadora del Premio Calendario 2016 por esa obra, que privilegia lo aparentemente simple, sin grandes héroes, giros narrativos, ni sorpresas.

Con títulos como “Encuentre las doce diferencias”, “Después del desfile”, “Servicio de habitaciones”, “Sin”, “La Pecera” y “Esto es algo de lo que te has perdido últimamente en Facebook, el texto general muestra parte de la cotidianidad cubana, desde la visión narrativa de una representante de sus nuevas generaciones.

A decir del escritor Yunier Riquenes, miembro del jurado que concedió el premio junto a Daniel Díaz Mantilla y Jesús David Curbelo, Rapsodia… “cuenta cómo sienten y piensan, cómo aman y desechan, cómo asumen la vida muchos jóvenes hoy y aquí”.

Para el narrador, ensayista y profesor, Francisco López Sacha, son “relatos cuyas conclusiones son inconclusas, es decir, no pretenden finales. Yeney de Armas ha suprimido ya, definitivamente, el concepto dramático del cuento, algo que empezó a manifestarse en los años ´90 en escritores como Atilio Caballero, Alberto Garrandés, Jesús David Curbelo y que ahora ya es lo natural, lo que ingresó a la sangre del cuento cubano”.

Agrega que “el punto de partida de cada relato es un suceso cualquiera, las cosas más cotidianas se van convirtiendo en una atmósfera, se van creando en una especie de pequeña suite”, pero los escenarios tampoco suelen tener rebuscamientos, aunque en ocasiones, como en “Una taza de té”, son algo singulares.

Uno de los aspectos positivos del libro es esa capacidad para, desde las formas sencillas, explorar lo existencial, lo real y lo deseado, los conflictos más allá de lo expresado con palabras.

La autora, ganadora del Premio César Galeano (2013) por Encuentre las doce diferencias y de la beca Dador (2016) por el proyecto Un mundo allá afuera, consigue indiscutiblemente textos que motivan el pensamiento, a partir de estructuras lineales. Explora las frustraciones y los sueños, como el de ser escritora, con referencias a los procesos creativos, afectados a veces por las necesidades y complejidades de la realidad.

En el libro hay amores y partes de nuestras vidas, como viajar en un ómnibus, conocer pasajeros agradables o no, llenar el tanque de agua en la casa o no poder hacerlo.

Está claro que Rapsodia… en ningún momento pretende erigirse como galería de técnicas para sorprender e impactar, sino como espejo de letras, fuente de reflexiones desde acontecimientos que pueden ser los nuestros, los de casi todos los días. Una propuesta para leer en cualquier momento.


Erian Peña, otro holguinero con el “Paco Mir”

El joven escritor, poeta y periodista holguinero Erian Peña Pupo resultó el ganador en la categoria de Narrativa del Premio Paco Mir In Memorian 2022 que otorga cada año la filial de Literatura de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) de la Isla de la Juventud.

 “Esquina Propia” es el título del cuaderno ganador, el cual reunió seis cuentos que escritos en diferentes épocas conservan como hilo temático en común las relaciones de pareja y familiares que ubican al hombre en su propio contexto y muestran como los hechos pueden moldear las acciones de los protagonistas.

Peña Pupo, en entrevista concedida a ¡ahora! digital comentó que se considera un autor paciente, pues no es de los que buscan un tema de partida para comenzar a escribir el libro, tal vez por eso de que el ejercicio del periodismo y el ensayo demanda de él mucho tiempo, prefiere esperar que las historias vayan surgiendo.

Es por ello que en el cuaderno pueden leerse desde cuentos escritos en su etapa de estudiante universitario hasta algunos de tan solo algunos meses en los que resulta evidente, según sus palabras, un cambio sustancial respecto a las técnicas narrativas y puntos de giro.

ErianPeña2Fotos: Cortesía del entrevistado.

Fueron unas 30 las obras concursantes en el apartado de Narrativa en la XIV edición del Paco Mir, certamen que en esta oportunidad reunió en el jurado a los escritores Jesús Candelario, de Cienfuegos, Rafael Almaguer Inza, el holguinero ganador el pasado año y Nelton Pérez, por la Isla de la Juventud.

En una peculiar y jocosa acta de premiación, Nelton Pérez caracterizó lo que debió ser una competencia díficil por la calidad de los textos enviados, comparable con “una operación especial en trillo de marabuzar” y que finalmente los llevó a seleccionar los cuentos escritos bajo el seudónimo de Zaratustra, donde se habla de la vejez, un crimen por celos, el saxofonista que huye de sí mismo y la añoranza de una mujer por sus años universitarios.

El concurso literario Paco Mir In Memorian 2022 que auspicia la filial de la Uneac en la Isla de la Juventud con el apoyo de la Asociación Hermanos Saíz de ese territorio premia además de la categoría de Narrativa, los apartados de Poesía y Literatura infanto-juvenil que en esta edición reconoció a los escritores Yadián Carbonel por “Caja de Herramienta” y Maikel Rafael Paneques por “Adiós famosos volantes”, respectivamente.


Trazar los límites del relato como quien modela una pieza de arcilla

Horacio Quiroga, uno de los grandes narradores latinoamericanos, escribió un “Decálogo del perfecto cuentista”, como otros escritores han dejado los suyos. Nueve de los preceptos del decálogo de Quiroga son prescindibles según Julio Cortázar, pero el último, el décimo, posee una lucidez impecable: “Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes. De los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida en el cuento”. La noción de pequeño ambiente da su sentido más hondo al consejo, al definir la forma cerrada del cuento, su esfericidad. A eso sumamos otro punto significativo: el narrador pudo haber sido uno de los personajes, es decir que la situación narrativa en sí debe nacer y darse dentro de la esfera, trabajando del interior hacia el exterior, sin que los límites del relato se vean trazados como quien modela una pieza de arcilla; o sea que el ritmo de las formas de la vida en la esfera deben pre-existir, de alguna manera, al acto de escribir el cuento; como si el narrador, sometido por la forma que asume, se moviera implícitamente en ella y la llevara a la extrema tensión, a la perfección de la forma esférica.

Estos tres libros de narrativa del catálogo de Ediciones La Luz –una novela y dos selecciones de relatos: El planeta rojo, de Eliécer Almaguer, la novela; y Animal de otra raza, de Maribel Feliú, e Indicaciones para divorciar a un hombre, de Juan Siam, los cuentos– me hacen recordar ese consejo dado por Quiroga y subrayado décadas después por Cortázar. Modelar la arcilla, presionarla de tal manera que desde la tensión de los dedos, todo el flujo de pensamientos y emociones del cuerpo, emanen y den forma a la escritura, pero no una forma cualquiera, sino una “escritura corporizada”, mediante la cual estas historias destilan la vida. En estos libros el “pequeño ambiente” en el que están sumergidos sus personajes importan en la medida en que han sido construidos a partir de soplos de existencia y a través de un hondo excavar en el ser, en los vericuetos de la personalidad. Nada importa más que estos seres que se corporizan a la par que la página cobra vida y nos hablan desde esta. Encontrarnos en ellos es uno de los maravillosos milagros que nos puede ofrecer la literatura.

La historia se compone de fragmentos de memoria, piezas de un puzle a medio armar, partes escindidas de un cuerpo mayor. Los grandes relatos –los hombres preferimos, obstinados, los grandes relatos– sustituyen las pequeñas historias, que sobreviven como susurros, como voces en la oscuridad de la memoria personal o colectiva. Estas voces están dispuestas a saldar esa y otras deudas con la verdad. La verdadera historia se arma del sustrato de todos los días, en la cotidianidad, incluso en la calma. Se alimenta de la ausencia, del miedo, del llanto, del viaje, de los errores, de la locura, de la familia, de las relaciones amorosas, y también de la esperanza. Estos libros también le dan forma, a partir de la historia personal, de lo que cada cual atesora en su memoria, a la conformación de un cuerpo mayor, escriturable desde las páginas diarias.

El primero de ellos, El planeta rojo, es el salto a la narrativa de Eliécer Almaguer, autor de poemarios como Canción para despertar al forastero, Si Dios volviese el rostro y La flauta del solitario. Un libro que comenzó a escribir en Cuba, antes de residir en Long Beach, California, y que funciona como un anclaje doloroso, inevitable y al mismo tiempo feliz, a los años de la infancia y la primera juventud. Ambos, Eliécer y yo, compartimos la ruralidad, o sea, nacimos y crecimos a pocos kilómetros de la ciudad de Holguín, y de alguna manera, bastante cerca uno del otro (pocos kilómetros que marcaban ciertos estados de “no contaminación” citadina). Por eso su novela –su exorcismo, aunque se desee no abandonar jamás esos recovecos de la memoria y la felicidad– cobra vida en personajes que creo tan semejantes a los de mi infancia que se me confunden, como si su cotidianidad, la de sus personajes, y la mía, fuera muy parecida.

El planeta rojo es un libro extraño, único… que como literatura infantil o juvenil es demasiado corrosivo, diría José Luis Serrano. Traspasa esas clasificaciones desde el mismo momento en que, a través de Cheché, su alter ego –y aquí lo del personaje como uno mismo que nos decía Quiroga–, Eliécer “disecciona su niñez y, entre realidad y ficción construye un retrato escalofriante de sí mismo, revelándonos con honestidad y coraje inusitados ese monstruo que todos llevamos dentro”. Su personaje, a veces con el mismo cinismo de un Holden Caulfield cotidiano, nos dice que somos una acumulación de nuestra infancia, un residuo, a veces no el mejor, de tiempos añorados como mejores. Esta novela, asegura Serrano, “ofrece una cartografía del paraíso infernal o infierno paradisiaco que constituyen los primeros años de cualquier ser humano. Al cerrar el libro sentiremos nostalgia por personajes tan retorcidos y hermosos como Cornelio, Faiffer, el abuelo Manuel, Ana Beatriz, Melchor, y sobre todo, Primitiva Salazar, esa protagonista ausente alrededor de la cual orbita toda la historia”. Cada paso del hombre en busca de la felicidad es un retorno a la infancia. Como el niño de la cubierta, Cheché nos mira, y lo hace Eliécer Almaguer; ambas miradas son un mundo abierto a interrogantes, cada una más abarcadora que la anterior.

Por su parte, la narrativa de Maribel Feliú (Holguín, 1963) es corporal, gustativa, olfativa… Es, en resumidas cuentas, literatura de los sentidos, escritura carnal que va cobrando vida a la par de que la autora experimenta sensaciones, instintos, hallazgos, maniobras… y nos hace ser partícipes de ellas –con todos los riesgos que para el lector eso conlleva– con el mismo desparpajo con que nos puede invitar a la más elemental de las cosas, por ejemplo, a sabernos animal de otra raza en las anchas puertas del deseo. Sus cuentos exudan cuerpos, traspiran estados somáticos, se dejan llevar por sí mismos, o sea, por una naturaleza que, la mayoría de las veces, no cree en posibles normas o impedimentos que coarten la sensación de abrir las alas y dejarse caer en el vacío.

Maribel reúne en este libro, Animal de otra raza, once relatos; algunos ya publicados en otros textos, y otros por primera vez en letra impresa. En ellos Maribel se nos ofrece como una narradora singular, capaz de construir atmósferas “usando a la vez el tono íntimo y el omnisciente”. El “desdoblamiento en múltiples sujetos líricos ha signado la obra de la Feliú con un inapresable aliento poético que va permeando la prosa, llenas de sensualidad y extremo”. Los cuentos incluidos en este volumen dan fe de ello. “Sus personajes –muchas veces en primera persona, que nos refuerzan lo del personaje como uno mismo que nos hablaba Quiroga, el personaje Maribel Feliú– coquetean y oscilan todo el tiempo entre el placer y el dolor, la rabia y la alegría, la inocencia y el delirio, la soledad y el deseo”. Como escribió Mariela Varona: “El mundo de estos cuentos se muestra cargado de erotismo, pero elevado a un nivel casi fantasmagórico, rayando en el absurdo o desdibujado por una intención capaz de desencadenar a todos los demonios. En el laberinto de luces y sombras de los cuentos de Maribel Feliú, son muchas las pistas que nos conducen al centro mismo de lo que somos. Y las claves están aquí, para quien quiera y sepa encontrarlas”. Basta con leer a fondo y dejarse llevar por las aguas torrenciales del deseo que dar cuerpo a su escritura.

Finalmente en Indicaciones para divorciar a un hombre, Juan Siam (Banes, 1960) reúne relatos narrados en primera persona, fragmentos de vida como si fueran testimonios de épocas y momentos: la existencia de seres comunes con historias también comunes que dan de beber a un país común. Así se construye el imaginario social (con todas las virtudes, pero también con todos los errores, como seres humanos). Lo peculiar de las historias de Siam es que todas o casi todos los relatos son de amor. Podría resultar paradójico, pues el amor, lo sabemos, lo permea todo. O más que el amor, lo que prevalece en estos relatos son relaciones de pareja vistas a través del fracaso y de la permanencia, de la locura y la frustración, de la subsistencia y el desencanto, del anhelo y la fragilidad, de la posesión y los matices del deseo. Y todas ellas parten de una perspectiva femenina; o sea, son mujeres quienes narran las historias (relatos que, además, no pretenden hacer derroche de técnicas, sino lo contrario). Siam se arriesga en el dominio de una voz que es varias al mismo tiempo: personajes diferentes, muchos relacionados entre sí, pero con matices, edades y psicologías desiguales, con miedos, con deseos (también sexuales) y dudas, con vidas hechas o deshechas por la realidad.

Es como si Juan Siam nos dijera que conoce bastante a las mujeres y por ello se permite hablar por ellas, poner en papel, que es dejarlo en la memoria, los días de sus vidas, esa que ha puesto a sus personajes a decidir, para luego absorberlos, devolverlos y olvidarlos… en un libro de una estructura coral, polifónica, abierta a las múltiples confluencias de la lectura. En este coro –custodiado por una foto de Junior Fernández a partir de un original de Henri Cartier-Bresson– terminamos identificándonos; nos encontramos… Es como si el país cupiera en una calle, en una familia, en nosotros, aunque sepamos que somos también las consecuencias del país y sus designios. Con todo eso se construye el andamiaje de estos cuentos: Cuba, historia, relaciones de pareja, familia, amor, identidad, virajes sociopolíticos de las últimas seis décadas, Patria… dejándonos frente a las historias sencillas y conmovedoras de Juan Siam, a sabiendas, como él mismo nos cuenta, que “el éxito consiste en no tener éxito. En tener una pequeña satisfacción todos los días. Una pequeña felicidad todos los días”.


Liset y sus gatos singulares en una casa fraterna

Dicen que los gatos siguen llegando como si por el mundo se hubiera regado la voz de que este es un refugio seguro. No es una invasión felina. ¡Qué va! Los mininos llegan de paso, en una casual manera de cambiar de aires, vacacionar y hasta “socializar”. Y muchos se marchan con la misma espontaneidad con la que llegan, relamiendo sus bigotes y con la cola en alto.

Aseguran que es fácil encontrar el lugar si preguntas la dirección: lleva por nombre “La casa de los gatos perdidos”, y ya casi todos la conocen por las historias que allí suceden, y porque hasta un asunto de redes sociales se ha vuelto este hogar de tránsito, que con amor sostienen Ricardo y su hija Ana. Una vivienda singular que ha creado para el disfrute de los niños y de la familia toda, la periodista, escritora y editora Liset Prego (Holguín, 1988) como un “hermoso canto a la fraternidad y la tolerancia”.

tomada del facebook de ediciones la luz

La casa de los gatos perdidos (Ediciones La Luz, 2019) reúne un manojo de historias entretejidas en la realidad animal que sucumbe al mundo de los humanos. En sus páginas, donde todos son cuidados con igual dedicación, ronronean gatos pardos, blancos, rayados, con manchas, de razas envidiables y comunes felinos de apariencia simple.

En un entramado diverso de voces gatunas, emergen una serie de caracteres felinos totalmente inadaptados a la sociedad, y que para sobrevivir tratan de encontrar fórmulas que le permitan adaptarse a su entorno. Cada uno de ellos: Pimienta, Susana, Tito, Garabato, Lilita, Osiris, Cosme, Fiona, Shakespeare, Macusa, opta por resistir a su manera, pero sin dejarse vencer por las situaciones diversas que enfrentan.

Camas, alimentos, peines, cascabeles, juguetes y otros objetos dispersos en cada una de las historias hablan mucho de la personalidad de estos gatos, porque si algo tienen ellos es personalidad; son felinos que brillan con luz propia. Son seres libres, empoderados, tecnológicos, enamorados, independientes, empáticos, orgullosos, protectores, ingeniosos y luchadores, a pesar de las circunstancias que mueven sus siete vidas.

Por otro lado, prevalece un largo viaje hacia la libertad, que se muestra como un derecho inalienable de cualquier criatura: escoger un destino o camino variable a cada uno, sin que lo obstruya el deseo de un dueño.

tomada del facebook de ediciones la luz

Esta primicia literaria de Liset Prego, con edición de Luis Yuseff, diseño de Robert Ráez y con las sugerentes ilustraciones de Dagnae Tomás, deja entrever su instinto maternal, que con la dignidad y prestancia que la caracterizan, apuesta por un futuro mejor para sus gatos, convirtiéndolos en seres emancipados para la gran aventura de la vida.

Historias divertidas que, con un lenguaje sencillo abarcan un contenido que cuestiona patrones y conductas sociales, a partir de argumentos que apuestan decididamente por el bienestar animal y el mejoramiento humano, logrando un libro tan trepidante como el ritmo de cada relato.

Estoy segura, como afirma Rubén Rodríguez en las palabras de contraportada, que “estos gatos singulares encontrarán lugar en el corazón de los pequeños lectores, donde se ovillarán para ronronear sus lecciones de amor y vida”, pues el afecto en este libro fluye de inicio a fin. Y muy atento siempre, quizás sea usted de los seres felices que mantiene abiertas puertas y ventanas, y nunca se sabe por dónde puede entrar un gato perdido.


La creación en sí es un acto de amor

Aunque no conozco personalmente a Náthaly Hernández Chávez, sus historias me han llevado a sentirme cerca de ella. Al final, esto es lo que la buena literatura consigue. No solo es una mujer que escribe poesía sino que también se ha lanzado a las lides de la ciencia ficción y la fantasía, con tan buenos pasos que su libro Las azules colinas de Europa obtuvo el más reciente Premio David en dicha categoría. Náthaly tampoco cree en las etiquetas literarias y sabe que, cuando se es creador, es imposible no amar al mundo. Nuestro diálogo comienza con una pregunta sencilla.

Háblame un poco de tus procesos creativos. ¿Cómo nace, cómo le das vida al hijo libro? ¿Sientes una relación maternal con las historias que creas?

El nacimiento de un libro viene marcado por la espontaneidad. Le debo mucho de mi escritura al hábito que adopté hace pocos años de anotar las ideas. Antes de eso jugaba con ellas mentalmente, pero jamás las anotaba y con el tiempo se iban borrando para dar paso a otras nuevas. Un libro de Win Wenger llamado Enseñar y aprender en el siglo XXI me dio diversos consejos respecto a la creatividad, entre ellos estaba el de escribir todo lo que se me ocurriera, incluso lo que consideraba insignificante. Lo seguí al pie de la letra (nunca mejor dicho), y comencé a anotar las ideas en libretas, en papeles sueltos, en la computadora, o en la aplicación de notas del celular. Así lo he hecho desde entonces, salvando del olvido a muchas semillas de cuentos y poemas. Después de un tiempo recopilo esas ideas y me dejo llevar por la intuición respecto a cuáles desarrollar. Mientras escribo un cuento la mayoría de las veces uso música que se relacione al tema, el ambiente o a alguna emoción específica vinculada a ese texto, le creo su propia banda sonora, por así decirlo. Cuando tengo varios textos completos intento buscar los mejores en entre ellos, o cualquier relación por tema y forma. Con esta guía armo los libros. Cuando el libro ya tiene un nombre y unos contornos más o menos definidos, deja de ser para mí una compilación de textos para convertirse en un cuerpo único, un individuo.

Más que maternal, es una relación fraternal, de amistad. Las ideas me han hecho compañía desde que tengo uso de razón. Ellas y los libros han sido mis amigos en momentos en que no tuve otros. Uno de los mayores placeres de mi vida es ese momento en que me llega una idea o un verso de un poema; lo que llaman inspiración y que para mí es un sinónimo de alegría. Probablemente cuando vea a mi primer libro impreso se despierten mis instintos materno-literarios.

¿Crees que las etiquetas “literatura joven”, “autor novel”, así como sus antípodas “escritor consagrado”, “escritor canónico” tienen en realidad algún propósito? ¿Definen algo?

Las etiquetas ayudan al lector a navegar por el océano literario, pero también pueden resultar engañosas. Pueden hacerte caer en la trampa de la complacencia, de lo superficial. Cuántas veces no hemos escuchado frases como: “para ser tan joven no está mal”, o “lean a este autor porque es un veterano”, o “que malo estaba el libro para ser de un autor consagrado”. Yugos y prejuicios donde no se compara la obra en sí, sino la obra contra el currículo literario. Esto suele ser injusto con los autores, jóvenes y viejos, los pone bajo una presión innecesaria. Y lo peor es que caemos en estas comparaciones incluso sin darnos cuenta. La realidad es que muchos lectores prefieren adquirir libros de autores veteranos que libros de noveles. Esto es lógico hasta cierto punto, pero constituye una barrera a la hora de dar a conocer nuevas voces creativas. Las definiciones son útiles, siempre que no se las tenga por algo más de lo que son: etiquetas. Y la vida es muy rica y diversa como para que se la pueda definir verdaderamente con un conjunto de estas.

En los tiempos que corren, ¿quién es el escritor?, ¿qué lugar tiene en el mundo?, ¿por qué crear? ¿Existe salvación en el acto creativo?

Pienso que el escritor es el artífice de la más fácil y, al mismo tiempo, la más difícil de las artes. Para la música, la pintura, el baile, se deben tener ciertas aptitudes físico-mentales (habilidad manual, oído musical, orientación espacial, etc.) que nacen con la persona y sin las cuales no pudiera dedicarse a lo que le gusta por mucho esfuerzo que ponga. Aunque hay quienes nacen con habilidad natural para contar o para componer poemas, la literatura es un ejercicio mental, construido a través del esfuerzo de la persona, de su dedicación. Hay quienes a golpe de estudio, lecturas y trabajo se han construido a sí mismos: ese es uno de los regalos de la literatura. La salvación radica en parte aquí y en parte en lo que la literatura representa, al contener belleza y reflexión, hacer pensar y a la vez provocar sensaciones, permitir al lector ser parte activa de la historia al momento de la lectura: un pequeño milagro a dos voces.

cortesía de la escritora

Para mí la literatura es sinónimo de esperanza y libertad, esto último por su capacidad de superar las barreras de tiempo y espacio. Por ejemplo, el autor de ficción realista se convierte en un cronista: gracias a muchos escritores del pasado podemos conocer cómo eran otros lugares y épocas, podemos incluso sentirnos transportados a ellas. Crear nos hace ser parte activa del mundo, sin ello, solo somos consumidores o reproductores. El escritor lo hace a su manera. Quienes practican otras profesiones lo hacen a la suya. Todas son válidas y pueden ser una salvación para quienes crean y para quienes reciben. Además, creo imposible ser un escritor y no amar al mundo a tu manera particular. La creación en sí es un acto de amor.

¿Es mesurable la levedad o la calidad de los libros que hoy se escriben en Cuba? ¿De qué manera contribuyen, a una cosa o a otra, el sistema de premios de nuestro país y los jurados que lo integran?

No sé si es mesurable, creo que no hasta cierto punto ¿será posible hacer esa medición sin que la subjetividad interfiera? Lo que para unos parece no tener calidad para otros representa lo mejor de la producción actual, y viceversa: existen tantos criterios como personas. Pero de ser posible, hay factores que impiden formar un criterio objetivo, como por ejemplo la falta de información debido a la incomunicación actual entre los sistemas territoriales. Los libros producidos por editoriales provinciales raramente llegan más lejos que la misma provincia y la Feria del Libro de La Habana (ahora interrumpida por la pandemia). Por otra parte, los producidos por editoriales nacionales con sede en La Habana llegan de forma dispareja a las provincias. Precisamente la Feria era uno de los pocos espacios para medir empíricamente la producción nacional, pero incluso este criterio puede resultar incompleto.

Precisamente frente a tanto aislamiento, el sistema de premios sirve como una herramienta para darse a conocer más allá de las fronteras naturales. Tanto a la levedad como a la calidad, el sistema de premios hace su contribución, precisamente porque hacen visible a un autor. Ocurre así desde un concurso municipal hasta el Nobel (hay ganadores de este último que eran desconocidos por el público hasta que lo obtuvieron). Cuando se premia en algún concurso se considera esta obra validada para su publicación y consumo. Aunque sea en forma de noticia ocasional, se puede llegar a un público más amplio solo porque conozcan algo tan simple como tu nombre unido a una fecha y un premio.

Sin dudas, el mundo de lo fantástico tiene un especial atractivo para ti, ¿por qué eliges este género?

Amo la mitología desde niña y ese cariño, lejos de menguar, ha crecido con los años. La fantasía es el mundo de lo imposible-posible, el lugar para escaparse o ir a pescar buenas ideas si se cuenta con el anzuelo correcto. Más que elegirla, ha estado conmigo desde que puedo recordar. De alguna manera logré colar a la imaginación en el barco de la adultez. Va de polizón. Los días en que está juguetona se me dificulta concentrarme en las actividades diarias y ando soñando despierta. Aunque no he podido explotar este género en su forma pura, siento que tiñe casi todos mis escritos sin importar el género, como un estado de ánimo.

¿Un autor que cultiva varios géneros tiene menos posibilidades de especializarse en uno?

Por supuesto, por mucho que intente poner igual esfuerzo en todos, algunos le saldrán mejor que otros. Tenemos tiempo y esfuerzos limitados, por lo que dividir este esfuerzo se vuelve una desventaja. Hay quienes recomiendan a los autores centrarse en esos géneros que se les dan mejor y entiendo el por qué lo aconsejan. Sin embargo, me atengo a que la escritura es un placer para quien la hace. Habiendo tantos géneros ¿para qué privarnos de aquellos que nos gusten o de la oportunidad de intentar cultivarlos? No significa que el resultado final en cada género tenga calidad para ser publicable, queda a cuenta de cada autor discernir esto. Parafraseando a Bradbury, la ventaja de hacer varios géneros a la vez es que te permite equivocarte, ser un eterno estudiante. Y esa ventaja es más que suficiente para intentarlo.

¿Existen maneras de frenar la proliferación de la poesía de poca calidad, de la poesía leve? ¿O esa es una labor que se debe dejar al tiempo?

Vivimos en una época de masividad. Nunca habían caminado tantas personas juntas sobre este planeta, las comunicaciones entre ellas nunca habían sido tan fáciles y rápidas, las condiciones de bienestar y el acceso a la educación básica jamás habían estado tan generalizadas. Tendemos que convivir con la masividad con sus ventajas y desventajas. Que haya más poetas que nunca antes puede influenciar en la proliferación de la poesía leve, de la poco seria. Creo que una de las mejores formas de paliar la mala literatura radica en la educación y en fomentar genuinos hábitos de lectura que provoquen riqueza y flexibilidad en la creación literaria. Claro que antes de enseñar literatura, primero hay que asegurarse de inculcar el amor hacia esta, como decía Borges.

Solo en Cuba se pueden contar por centenares las personas que escriben sin que siquiera les guste leer, o que lean poco y reducido a un género o subgéneros específicos (y muchas veces sus peores exponentes). Me he tropezado a algunos en los talleres literarios y hasta cierto punto no los entiendo. Tampoco existen en Cuba escuelas y guías para aprender a escribir poesía, fuera de talleres especializados en pocos lugares. A diferencia de la narrativa, que cuenta con una escuela nacional como es el Centro Onelio y mucho material técnico producido por este, la poesía no cuenta con un lugar donde los jóvenes de todo el país puedan ir a aprender sobre las formas técnicas y las escuelas poéticas. La mayoría se aprende de forma autodidacta en un taller local especializado de los pocos que hay o (si tienes suerte) bajo la tutela de algún poeta que te asesora personalmente. A lo mejor la creación de un centro nacional de enseñanza poética pudiera hacer un cambio en este sentido. O no. Solo estamos especulando. En mayor o menor medida siempre habrá que, a la manera de Eliseo Diego, confiarse al tiempo.

¿Qué, a tu criterio, es lo novedoso o lo esencial de la poesía joven que se crea hoy en nuestro país?

Lo esencial de esta poesía es la multiplicidad. Que existan tantas formas y estilos conviviendo juntas, que autores abracen corrientes de creación que no coincidan con la que está de moda en los ámbitos literarios. Y que otros tantos abracen estas corrientes, pero mantengan su propia voz literaria. Valoro mucho la honestidad. Pienso que uno como autor debe ser honesto, consigo y con los demás. No escribir solo para agradar a un público específico (los académicos, los lectores más o menos cercanos). Hacerlo lo mejor posible para que el poema llegue a ellos en su mejor expresión, pero que el primer lector satisfecho sea uno mismo.

¿Sientes que tu poesía se abraza/emula/se deriva a otros cuerpos poéticos de la tradición canónica, menos o más asentados en cuanto a cercanía temporal?

Mi formación poética es más reciente y menos profunda de lo que me gustaría, con la literatura no se termina nunca de aprender y encontrar tesoros. Al menos tengo la ventaja de que me gusta la variedad, desde los poemas antiguos del Oriente hasta los de más reciente factura. Hay autores que me han marcado, primeramente, José Martí, y luego poetas como Omar Khayyam, Tagore, Keats, Bécquer, Pessoa, Kavafis, Rilke, Whitman, T. S. Eliot, Ezra Pound, Miguel Hernández, Borges, Alejandra Pizarnick, Dulce María Loynaz, Cintio Vitier y otros. Siento cercana la obra de escritores norteamericanos y latinoamericanos, supongo que por familiaridad de contexto y tiempo. También me he nutrido de mucha poesía contemporánea cubana, especialmente la matancera. Esta es una tierra de excelentes poetas. De Cuba me gusta leer a autores de todas las generaciones, el mosaico que conforman es muy colorido y a veces uno se encuentra con versos maravillosos donde menos se lo espera.

¿Crees en las influencias? ¿Hasta qué puntos son perceptibles en tu obra?

Sí, creo. Por eso mencioné arriba que no entendía a los que escribían sin que les gustara leer. Me parece que lo natural es ser un lector al que en algún momento no le es suficiente con solo leer y quiere crear sus propias historias, estimulado por uno o más autores que le gustan demasiado, y a los que termina emulando en sus primeros textos. Al menos este es mi caso. Hasta ahora mis mayores influencias son Bradbury y Borges, que hacían una prosa muy poética y una poesía muy narrada. También hay otros a los que imito en aspectos específicos, ya sea en los diálogos, en las descripciones, en la construcción de personajes. Con todos esos fragmentos, unidos a los dictámenes propios de la inspiración, he estado construyendo mi voz y mi estilo, arquitectura que está bien lejos de terminarse ya que apenas estoy fundiendo las bases del edificio.

Un libro que cambió tu vida y por qué.

Tengo varios, algunos muy queridos de la infancia, como La edad de Oro, de José Martí, Oros Viejos, de Herminio Almendros, La isla misteriosa, de Julio Verne y Cien años de soledad, de García Márquez, o como mis libros de leyendas pertenecientes a la mitología de todas partes del mundo, que me dediqué a coleccionar. Pero quiero explicar el que me reconcilió con la ciencia ficción luego de que estuviera alejada de este género durante varios años: una selección de cuentos de Ray Bradbury, con la que descubrí a este autor. Me cambió la vida porque encontré a alguien muy afín a la manera en que sentía la literatura. La bibliofilia de Bradbury, su luminosidad, ese sentido de maravillarse con lo que le rodea y soñar futuros posibles centrándose en cómo eso afectará la vida íntima de las personas, todo me resultaba muy cercano. Además de que los cuentos de Bradbury fueron escritos con alegría y amor, y esto puede percibirse en el fondo de cada uno, sin importar su tema.

Háblame un poco de tu reciente Premio David, ¿qué temas aborda el libro, cuál es su estructura? Todo lo que nos puedas avanzar sin spoiler.

Las azules colinas de Europa es una compilación de los mejores textos que he escrito del género hasta la fecha. Así de sencillo. El título del cuaderno es un doble homenaje a dos maestros, uno del realismo y el otro de la ciencia ficción: en este caso, Ernest Hemingway y Robert Heinlein, pues cada uno posee un libro de nombre similar. Me pareció el más adecuado porque el libro está muy influenciado por la narrativa del siglo XX. Por momentos puede parecer inconexo, ya que los cuentos poseen historias muy distintas, ambientadas en diversas épocas de estadio tecnológico: en unos apenas se realizaron leves avances en la actual tecnología y en otros existe el viaje espacial tripulado y la terraformación de otros mundos. Sin embargo, una vez compilados se pueden ver vasos comunicantes que atraviesan los textos a modo de hilo de Ariadna. El amor, la muerte, el sexo, la violencia, la nostalgia, los deseos insatisfechos y la traición a uno mismo y/o a los seres queridos son temas recurrentes en las historias. Es un libro muy centrado en el propio ser humano o en sus derivados sintéticos (robots/replicantes). Una vez terminado también encontré allí reflexiones sobre la guerra, la vejez, la discriminación por raza y género, el medioambiente, la pérdida de la cordura y la alteración de procesos naturales del hombre y la naturaleza. Estos mensajes no fueron colocados de forma panfletaria, sino que crecieron entre las historias. Por momentos no puedo evitar recreaciones poéticas en mis cuentos, ya sea del lenguaje o de las imágenes. Siendo poeta de formación, mi estilo navega espontáneamente hacia esas aguas. El cuento donde más se nota esto es No regreses al lugar donde fuiste feliz, que mezcla poesía con narrativa y hace un homenaje a ese gran poeta cubano que es Delfín Prats.

¿Te obsesiona la perfección? ¿Al menos te preocupa? ¿Crees que es posible lograr la obra perfecta o el proceso sin costuras, completamente cerrado?

Gracioso que lo preguntes, hace poco me percaté de algo que no conocía de mí misma y es sobre ese mismo tema. Me consideraba una persona nada perfeccionista, más bien regada, dispersa. Resulta que todo mi perfeccionismo se vuelca en la literatura: reescribo y reviso mis cuentos y poemas una y otra vez. No he dejado de retocar los cuentos del libro que envié al David, no sé si dejaré de hacerlo cuando el libro ya esté impreso. Eso espero. Lograr una obra perfecta es casi imposible, pero sí creo que cuando un texto ya está impreso te proporciona un efecto de cierre, al menos temporal.

Una mujer que escribe ciencia ficción y fantasía, ¿cuánto crees que ha incidido el recorrido y el legado de otras autoras en la creación que haces hoy y en las posibilidades actuales de publicaciones y premios?

La historia moderna de las mujeres en la ciencia ficción y fantasía fue toda una epopeya. Desde el Frankenstein, de Mary Shelley, y hasta finales del siglo XX estas pioneras tuvieron que luchar para ser juzgadas por su calidad y no por su sexo en un mundo editorial que no concebía que las mujeres se dedicaran a tales géneros. Sin ellas probablemente no tendríamos la igualdad que hoy se da por sentada.

En el caso cubano se ve cómo las mujeres han sabido darse un lugar en los (pocos) concursos y (reducidas) publicaciones del género. Por ejemplo, el primer David de C.F fue ganado por una mujer, Daína Chaviano. Entre el David y el Calendario pueden citarse nombres como el de Gina Picart, el tuyo, el de Malena Salazar Maciá, y otros tantos que se me escapan. Otro ejemplo, y esta vez hablo de un concurso que premia el cuento corto, en el Oscar Hurtado se cuenta con múltiples ganadoras femeninas. En este 2021 los premios para cuento de ciencia ficción, para cuento de fantasía y para poesía especulativa lo ganaron mujeres. Las menciones en la categoría de ciencia ficción fuimos dos mujeres también. Aunque no es una historia tan larga (la propia historia de estos géneros en Cuba es relativamente corta), ha existido una relación entre ellos y las narradoras femeninas, que tuvieron que vencer obstáculos como el machismo y el menosprecio de género (sexual y literario) para ganarse a pulso su más que merecido lugar. En cuanto a premios y publicaciones, a nivel internacional hace tiempo se escuchan los nombres de las autoras cubanas, tanto las residentes como las emigradas. Mientras tanto en Cuba, cuando se trata de lo fantástico (como mencioné arriba), siempre van a ser mucho menos los premios y publicaciones en comparación con otros géneros, algo que afecta a todos sus autores por igual.

¿Qué te gustaría que los lectores hallen en tu creación?

Lo mismo que hallé yo en otros tantos libros de otros tantos autores: reflexión, recreación, ensueño, historias que ocupan de forma más o menos temporal un lugar en otras mentes, poemas que provoquen emoción, sensaciones, semillas de pensamientos sobre sí mismos y lo que los rodea. Borges decía que uno primero escribía para sí mismo y después para la familia, los amigos, para todos los demás. Aspiro que los lectores se sientan tan bien leyendo mis textos como me sentí yo al escribirlos.

Más allá de la página y blanco, ¿quién es Náthaly?

Apenas estoy empezando a descubrirla. Hasta ahora sé que es alguien curioso, en constante cambio pese a su inmovilidad, que ama a los libros y a la literatura, al conocimiento, al acto de escribir, a la música y las artes, a la historia y las ciencias, a todo lo que es bello y bueno. Me maravilla lo que el mundo es y lo que puede ser, creo que por eso escribo ciencia ficción y fantasía, y hago poesía. Ese mismo sentir lo encuentro reflejado de la mejor manera posible en uno de los versos de José Martí: “Todo es hermoso y constante/ todo es música y color/ y todo, como el diamante/ antes de luz, es carbón.”


“El arte de escribir es un salvavidas para muchos”

Jackeline Rojas A. escribe desde la soledad y el silencio, pero también desde el bullicio de las calles donde encuentra material para sus historias. En su creación se mezclan la poesía, la narrativa y la crónica: así construye ese acto imprescindible en la existencia humana que es el arte de la comunicación con los lectores. Esta entrevista es una invitación a conocer la obra de esta autora novel que, sin duda, establece puentes de conexiones visibles entre su realidad y la del público.

¿Cómo nace en ti la inclinación hacia el mundo de la palabra? ¿Por qué elegiste la literatura?

Desde pequeña me gustó leer, y disfrutaba mucho las sesiones de biblioteca que estaban incluidas en el programa escolar. Aún recuerdo a mi primera bibliotecaria, América, quien tenía tal magia al contar fragmentos de libros que era casi imposible salir de la biblioteca sin haberte leído al menos un pasaje. En mi casa también recibí libros: regalos preciados que he cuidado con mucho cariño hasta el día de hoy. No creo que yo haya escogido a la literatura; ella me escogió a mí. Desde la infancia, sin darme cuenta, he estado garabateando ideas y sentimientos en un papel.

¿Cómo definirías tu estilo?

No soy amante de los encasillamientos y clasificaciones, porque creo que limitan la visión que el público pueda tener sobre el artista. Pero si he de responder a la pregunta diría que soy de una autora que posee un estilo elegante y sobrio en ocasiones.

En tu proceso creativo, ¿optas por la rutina, por los ritos o por la improvisación? ¿Puedes hablarnos más de cómo transcurre dicho proceso?

Adoro escribir en las mañanas, bien temprano, antes de que salga el sol. Disfruto el silencio y el susurro de la naturaleza que despierta lentamente. Prendo una vela y después de unos minutos de meditación estoy lista para llenar la página en blanco. En muchas ocasiones me hago acompañar de música instrumental, la cual selecciono según el tema sobre el que voy a escribir.

¿Sientes que la literatura rinde más frutos cuando hay un método de trabajo que la dirige o apuestas por la libertad creativa en su más amplio registro?

He aprendido que sin metodología y organización el camino se hace más difícil. En mi caso, antes de desarrollar una metodología, yo escribía unas veces más que otras, pero no creo que fuera muy regular. Sin embargo, desde que comencé en Laboratorio de Escrituras “Encrucijada” soy mucho más disciplinada y he podido afrontar retos en diferentes géneros que jamás pensé abordar anteriormente.

¿Cómo le das vida al hijo-libro? ¿Sientes una relación maternal con las historias que creas?

Por supuesto, mis historias tienen una parte esencial de mí o me han sido cercanas. Darle vida al hijo-libro es un proceso que disfruto mucho, incluso llego a tener palpitaciones en disímiles momentos del proceso. Existe también un proceso de investigación que adoro porque es como nutrir tu alma y llenarla de diferentes elementos. Mi relación personal con las historias es estrecha, pero a la vez que doy a luz, dejo ir a mi hijo-libro, que sea libre y recorra otros caminos.

Eres una autora que se mueve en diferentes registros y géneros literarios, ¿crees que ese eclecticismo creativo le aporta al proceso escritural del autor?

En mi experiencia, le aporta muchísimo, porque este eclecticismo te hace buscar otros lenguajes, otras visiones para que tu obra no se haga repetitiva, incluso te permite ponerte en la piel de diferentes actantes, imaginar diversas situaciones que, de encasillarse en un solo género, con probabilidad nunca explorarías.  

Para un autor novel, ¿cuán difícil es abrirse paso en la selva de las palabras?

Es muy difícil. Hay todo un entramado preestablecido que a veces, y aunque lo desees con pasión, no te permite llegar a las puertas correctas. O tu trabajo no cae en las manos apropiadas y se duerme entre otros manuscritos. Pero no por eso hay que abandonar; al contrario, no debemos dejar de perseverar.

¿Dónde encuentras material para escribir tus historias?

Me encanta escuchar a las personas cuando camino por la calle, cuando se acercan a ti sin conocerte y te cuentan su vida. A veces simplemente escucho. Me alimento de todo lo que se mueve a mi alrededor y hasta de lo que no se mueve. Encontrarme una ceiba en el medio del campo puede tener una importancia vital para mí. Cuando observo su forma, las ramas, su majestuosidad, estas me hablan tanto como una persona.

En los tiempos que corren, ¿quién es el escritor?, ¿qué lugar tiene en el mundo? ¿Existe salvación en el acto creativo?

El escritor es un mensajero. En estos tiempos convulsos, llenos de apatía y desesperanza en ocasiones, el arte de escribir es un salvavidas para muchos y un acto de esperanzas para otros. Un poema puede cambiar la percepción de un hecho, te sientas identificado o no con este. Crear es imprescindible para la existencia humana. Es el enorme porciento de espiritualidad y de amor que debe seguir acompañando nuestras vidas. No debemos renunciar al gozo y el asombro que puede provocarnos la más mínima brizna de arte.

¿Quiénes son tus principales referentes creativos?

Me nutro de los clásicos y también de los contemporáneos. No tengo un referente en particular, porque temo caer en la influencia indirecta que puedes recibir cuando lees mucho del mismo autor. No obstante, si lees, si contemplas obras de arte en una galería o vas por la calle andando, de alguna manera tu obra va estar influenciada por ese fluir de la vida.

Ser mujer, negra, madre y cubana, ¿define tu escritura? ¿Son la racialidad y lo femenino temas que directamente impactan en tu creación?

Por supuesto que define mi escritura. Mi poesía no es la misma desde que soy madre. Y sí, el hecho de ser afrodescendiente y vivir en una isla me hace ver la escasez de personajes en la literatura nacional que sean como yo, y entender incluso que los estereotipos con respecto a personas negras se perpetúan aun hoy: por eso he decidido crear personajes que dejen una huella, que se conviertan en héroes negros con valores, virtudes y, por supuesto, defectos.

¿Hasta qué punto la literatura tiene el deber de impactar o cambiar la realidad? ¿Debe acaso apostar por otro camino u otras rutas de sentido?

En esta realidad tan ausente de asideros y de rumbo, pienso que la literatura es una fuente de cambio que debe apuntar a ganar, para influir positivamente en un mundo tan bombardeado de informaciones superfluas. Sí, la literatura no debe aislarse de otras manifestaciones artísticas; al contrario, debe estar siempre en juego con ellas para poder llegar de una manera u otra a más público y no quedarse anquilosada en viejas estructuras.

¿Qué, a tu criterio, es esencial para que un texto literario tenga calidad y llegue a los lectores?

A veces la calidad no va de la mano junto al éxito literario, pero considero que un texto debe ser escrito con el alma y sin grandes pretensiones de fondo. Si es bueno, ese texto solo se abrirá camino en el complejo mundo de las letras. No puedo dejar de mencionar que el trabajo editorial es importantísimo. No debemos conformarnos, sino intentar llegar siempre a lo más alto de nuestra escritura.

Más allá de la página en blanco, ¿quién es Jackeline Rojas A.?

Soy una mujer muy espiritual que adora escribir, estoy llena de sueños. Me encanta reír y pasar bellos momentos. Detesto la rutina. Adoro caminar. La vida cultural es parte esencial en mi vida: ir al teatro, disfrutar de un concierto en la salita del Museo de Bellas Artes, ir de la mano de mi pareja mientras contemplo el mar. Considero que disfruto tanto el pasar tiempo con mi familia como el silencio sonoro de una mañana.


«Soy un explorador, un buscador de fósiles y de maravilla latente»

Este año, la convocatoria del Premio David trajo alegrías a no pocos escritores, entre los que me incluyo. Como jurado de la convocatoria de libros de ciencia ficción, tuve el privilegio de conocer una docena de obras nacidas de las plumas noveles de igual número de creadores: entre ellas, la de Javier Pérez. Luego de que el fallo del premio se anunciara por las redes, quise contactar con este autor y proponerle una entrevista. Javier sabe que los motores del humano—las llaves que abren esas puertas por las que el creador asoma la cabeza para luego contar a otros sobre lo que ha atisbado en una breve ojeada— se ponen en funcionamiento a través de la escritura. Sin duda su voz, en un futuro que ya es casi presente, nos dará alegrías a los amantes del género más espectacular del amplio diapasón de lo creativo.

A la hora de enfocarte en diseñar una historia o un personaje, ¿qué papel juega para ti el lector? ¿Piensas en él en ese momento, procuras complacerle o buscas el camino de la satisfacción personal?

Pues, un poco de ambas cosas, la verdad. Cuando me lanzo a tallar espacios en esos mundos trato de buscar visiones que asombren, habitáculos que quiten el aliento por una razón u otra. Tal vez sea por la rareza; aunque me gusta dejar cierta familiaridad para que el lector pueda introducirse en el mundo y no se sienta excluido por una narración ajena o críptica en la que no podría vivir ni siquiera imaginándoselo. Así que, de cierta forma, yo soy el representante del lector a la hora de recorrer la historia. Si algo me parece cautivante, un ambiente o un personaje, entonces me concentro en eso porque asumo que otros también lo hallarán atrayente. Supongo que me rijo por esa idea de escribir el libro que quisiera encontrar. Por ahora no soy muy bueno en eso de captar mi público objetivo y a partir de ello diseñar la historia. Enarbolo una especie de fe en que haya otros como yo allá afuera y que las “tallas que me cuadran” también resuenen con ellos, porque a fin de cuentas sí me encantaría que el público pudiera acompañarme en esos viajes.

¿Por qué elegiste el mundo de la escritura?

Tengo la sospecha de que fue la escritura lo que me eligió a mí. A los once años yo no leía nada. No podía terminar ni siquiera La isla del tesoro que había que leerse en sexto grado; pero un aciago día me colé en el cuarto de mi hermana mayor (nos llevábamos como Dexter y Vivi, los personajes del animado). Y allí me encontré a “mi precioso”, el cuarto tomo de Harry Potter. Soy uno de los tantos atrapados por ese increíble universo capaz de transformar niños mataperros en fanáticos lectores. Mientras me adentraba en esa saga me percaté del asombroso poder de los libros, o tal vez no sea solo un poder externo que emana de simples líneas en papel. El cerebro de nuestra especie parece tener la insólita capacidad de traducir dibujos en sonidos, sonidos en palabras que forman frases con significado y estos finalmente se estabilizan como mundos internos. ¿Será este rasgo de la imaginación una capacidad inherente de los organismos conscientes en el universo o solo algunos pueden dislocar sus realidades de esta forma? Pero, bueno, mejor regresamos a nuestra Tierra. Como decía, la lectura fue la que me enseñó sobre la creación de mundos y de inmediato, casi como un acto natural, comencé a escribir mis fanfictions. Era tanto mi deseo de vivir esas aventuras que sin tener idea alguna de técnicas o redacción me puse a garabatear una historia donde yo, un pobre muggle, me unía a Harry, Ron y Hermione en sus aventuras. Claro que apenas completé unas diez páginas, pero fue suficiente para darme cuenta de que podía hacer lo mismo que la autora.

Me atrapó esa fascinación por el ensamblaje de realidades, idear personajes, tomar de episodios reales y hacer que vivieran a través de esas vicisitudes. Las infinitas posibilidades, eso fue lo que me atrapó y una creencia personal de que esas historias no son mentiras inventadas sino puertas en las que echamos un vistazo y luego corremos a contarle a otros. Los escritores son los guardianes y tienen las llaves a estas puertas.        

¿Crees que en Cuba existen suficientes oportunidades para el escritor novel?

Hay oportunidades, pero se podría hacer mucho más. El escritor novel necesita preparación en el oficio y conocimientos para poder moverse entre editoriales, concursos, becas y publicaciones. Para aprovechar estas oportunidades estaría bien contar con más cursos de escritura. He visto que en algunas universidades extranjeras se ofrece gran diversidad de clases de escritura creativa y publicación. Yo tengo que agradecer mucho al Centro del Onelio que me dio las herramientas para expandir mis habilidades literarias, pero su matrícula es limitada y hay muchos jóvenes ávidos de aprender. También sabemos de las carencias de papel en las editoriales, lo que dificulta la aceptación de obras de escritores noveles. Así que a veces solo queda la esperanza de ganar algún concurso que premie con la edición del libro ganador fuera o dentro de Cuba. No estoy tratando de decir que todo texto escrito y presentado por un joven debe ser aceptado y publicado, claro que no. Lo importante es que haya más oportunidades de aprender de los buenos escritores y que el mercado editorial se expanda en la medida que lo exija este crecimiento de nuevos escritores.

¿Cuáles son los principales retos que ha enfrentado tu creación hasta el día de hoy?

Hasta ahora, los principales retos se me han presentado en cuanto a la forma de insertar la escritura en medio de la vida social y económica. Durante varios años, en especial durante la universidad, solo escribía de vez en cuando, tal vez en las noches. El estudio me absorbía y luego sucedió igual con el trabajo. Apenas me quedaba energía para teclear un minicuento. Hay quien no se imagina el esfuerzo que lleva escribir cuatro mil o cinco palabras nada más. Uno termina medio grogui como si hubiese corrido diez pistas. Así que el tiempo se convirtió en un gran reto. Solo en estos últimos años, con el trabajo en casa, he podido hacerme con un buen horario para trabajar y escribir. Pero sigue siendo difícil; a veces me pregunto cómo lo logran esos escritores que tienen empleos de jornadas extensas. Pura voluntad y compromiso, porque si uno mismo no se toma en serio lo que hace y dice: “nah, esto es solo un hobby”, entonces la obra final dejará ver esos descuidos. Hay que dar el salto y ser decisivo. El trabajo del escritor que empieza es algo aterrador. Es como un albañil que pasa meses y años levantando esta torre o mansión, y al terminarla, después de todo ese esfuerzo, abre las puertas al mundo. Entonces, existe la posibilidad de que a nadie le guste, que nadie quiera entrar y recorrer sus vericuetos. La construcción quedaría desierta y abandonada (sin comprador). Ese es un miedo contra el que no se deja de luchar, hay que ir ganando confianza y a veces ser bastante testarudo y como hacen en mi barrio, darse dos palmadas en el pecho y decir: “¿Qué pasa? ¡Voy a mí!”        

Rutina o inspiración, ¿qué funciona mejor en tu proceso de trabajo?

He reconocido tres fases en mi desarrollo. Una primera repleta de entusiasmo juvenil en la que escribía como un poseso imbuido en la emoción de una idea que para mí era lo más grande y sin pensar mucho en reglas. Luego, el ritmo de mi producción se redujo mucho. Curiosamente eso ocurrió cuando aprendí sobre técnicas narrativas. Creo que estaba pasando por ese proceso en el que uno empieza a concientizar las partes instintivas de la escritura. Demoré varios años en procesar todas aquellas mudas, caracterizaciones y puntos de vista. Entonces, comencé a leer a mis autores favoritos de una forma distinta. No me puse a diseccionar los textos ni nada de eso, porque no me gusta considerar las obras como trucos del lenguaje cuyo objetivo es proyectar realidades falsas. Aunque suene un poco loco, para mí la historia es anterior y más real que las palabras escritas. Así llegué a lo que creo que es como una tercera fase en la que llevo una libreta con ideas viejas y nuevas, piezas que puedo convertir en llaves para abrir más puertas. Ahora confío mucho en la rutina, la preparación de outlines antes de sentarme a escribir. Soy uno de esos arquitectos que bosquejan sus historias a grandes rasgos y luego cultivan los pequeños detalles a medida que los personajes viven los episodios.   

¿Cómo definirías tu estilo?

Esa es una pregunta difícil. Me cuesta tomar en consideración lo que escribo y darle una descripción distintiva. Supongo que mi estilo actual está muy relacionado a los géneros que prefiero: lo fantástico, la ciencia ficción, el horror y la aventura. Por eso suelo mostrar un lenguaje simple, directo, para contrastar con los argumentos extraños que de repente irrumpen o que son naturalmente aceptados por los personajes. Lo que más me gusta es mezclar elementos inusuales, hacer que mundos y culturas colisionen como nunca lo habían hecho. Y en el fondo de todo esto, algo que persigo y que aún no he conseguido con mi estilo es lograr la completa inmersión, la reconexión sensorial del lector a la realidad tras las palabras. No estaré contento hasta que no presencie el primer caso de pérdida de consciencia inducido por lectura (risas). Esa sensación que nos dan los buenos libros cuando parece que los personajes están vivos y no podemos parar de leer página tras página. ¡Magic!    

¿Es más importante la crítica especializada o la crítica de los lectores? ¿Cuál influye más en la obra?

Creo que ambas críticas pueden influirse una a la otra. Un especialista publica una reseña positiva de tal autor y eso atrae a más lectores. O viceversa, un autor es tan leído que a la crítica no le queda otra que emitir su criterio. Es cierto que en muchos casos ambas críticas discrepan bastante. Yo me decanto más por la crítica de los lectores. La fantasía y la ciencia ficción son géneros muy populares. Le doy un poco más de importancia al hecho de poder llegar a más público que a recibir las alabanzas de los estudiosos. Aunque no estaría mal poder disfrutar de ambas. La influencia de la crítica depende mucho de los objetivos del escritor y las características de su obra, a quién está dirigida y cuál es su propósito. ¿Revolucionar los fundamentos formales de un género u ofrecer una experiencia dramática entretenida y atrayente? Tampoco le veo sentido tratar de encajar en los marcos de lo que se considera la alta literatura, comprometida y realista. Hay escritores que son geniales en esos estilos vanguardistas, pero creo que todavía no he llegado a ese período. Ando por los libros de caballería de la baja edad media (risas).

A tu criterio, ¿qué hace que una obra perdure y sobreviva a su tiempo? ¿Aspiras a la perdurabilidad o te concentras en buscar otros caminos para tus textos?

Esos son los clásicos, los dignos de ser imitados. Las obras así tienen una especie de fragmento muy único contenido en sus páginas. Tanto Homero como Shakespeare o Cervantes destilaron en sus libros una sinceridad muy pura acompañada de otras sustancias ficticias para retocar su buqué. Leerlas es una experiencia casi mágica porque vemos reflejadas allí formas e insinuaciones de la realidad que uno mismo no había tenido la capacidad de vislumbrar o acaso el coraje de reconocer su existencia. Tal vez sea eso lo que los hace perdurables, esa osadía de ser honestos, exponerse y embotellar emociones y naturalezas ocultas.

A mí me gustaría ser inmortal, claro, pero lo que más me atrae de ese sueño es la posibilidad de presenciar el desenlace de nuestra historia, los episodios de esta aventura planetaria y las astutas bacterias adheridas a su superficie. El legado de la literatura es una forma de luchar contra esa fuerza inexorable de la muerte. El hecho de que los libros no ardan de golpe tras la muerte de su autor es una insolencia natural que define a nuestra civilización. Aquí estamos, susurrando los secretos que aprendimos antes de caer hechos polvo. Y fíjate, la antorcha aún no ha caído. Hemos llegado lejos, pero me gustaría ver qué sorpresas le aguardan al homo sapiens en los siglos por venir. Soy muy optimista. No creo en las distopías definitivas. Como algunos de mis textos tratan sobre sociedades futuras, sería genial si llegaran a manos de esos lectores. Imagino que los haría reír. Los escritores de ciencia ficción casi nunca dan en el blanco en sus vaticinios. Suelen proyectar sus épocas sin percatarse de esas cosas que no dejan ir, como en los sets de la vieja serie de Star Trek con ese aire espacial de los sesenta.

Por ahora mis textos están escritos para gente cercana, sí, eso creo. Tal vez, en la medida que madure mi concepción del mundo, pueda invocar escritos con una potencia temporal más larga. A veces me complazco imaginando que tal vez el afterlife de los escritores sean precisamente los mundos que son capaces de crear. Allí es donde terminan luego de esta vida y los habitantes de esos mundos, además de los personajes, podrían ser todos aquellos fanáticos lectores atrapados con el gancho de sus libros. Si nos basamos en esta teoría se podría afirmar que la Tierra Media se ha despoblado un poco en favor del Westeros de Martin, aunque luego de la último temporada de Juego de Tronos asumo que dicha superpoblación disminuyó un tanto.  

¿El escritor necesita formarse?

Ese es un gran sí para mí. En el contexto actual donde no dejan de publicarse miles de libros al año, sin mencionar otros medios como el cine, la televisión, cómics o videojuegos, es imprescindible poner un poco de orden en el caos. Creo que eso es lo que ofrecen los distintos cursos. Un sistema de aprendizaje para poder hacer uso de todo esos adelantos que nos dejan sobrecogidos ante tanta sobresaturación en los medios actuales.

Sin embargo, también habrá narradores y poetas que emergerán autónomos en sus propios entornos con habilidades casi innatas para la comunicación y la captura de imágenes mediante un lenguaje único y sensible. Pero aceptémoslo, el mundo se ha globalizado, las redes transportan obras digitales al otro lado del mundo antes de que salgan de la imprenta. Las artes nacionales y las escuelas literarias se beben entre sí, y los autores más influyentes en sus campos terminan creando verdaderas modas literarias. Es toda una tormenta mercantil que no siempre es justa con las pequeñas naciones así que hay que contar con una formación sólida en nuestros respectivos géneros. Hay que aprender de los métodos de enseñanza exitosos, tener constancia, manejar las industrias editoriales y, por encima de todo, hay que mantenernos auténticos.

¿Qué posibilidades comunicativas, estéticas y de lenguaje te ofrece el género de la ciencia ficción? ¿Sigue siendo un género menospreciado en Cuba?

La ciencia ficción y el género fantástico en general es el espacio que más adoro. Es la posibilidad de conjurar mundos completamente extraños que dejan sin aliento a quienes apenas atisban escenas a través de un libro. Los límites son infinitos. Con la ciencia ficción podemos adelantarnos a nuestro tiempo y mostrar realidades insospechadas y aberrantes de cómo podría cambiar el mundo. Pero no todo tiene que ser distópico y pesimista, yo prefiero usar la ciencia ficción para iluminar ese potencial insospechado de nuestra civilización. Al lector no solo se le engancha con mundos postapocalípticos en los que el hombre involuciona hacia formas socio-biológicas más salvajes; aunque estas historias tipo Mad Max y The Hunger Games sí que son divertidas. El género fantástico abre un espacio no colonizado, un lienzo en blanco no delimitado por razas, culturas o historias conocidas. Es casi un acto divino este de insuflar vida a nuevos mundos, pero también es una responsabilidad de los creadores hacer uso de su mejor lenguaje y conocimientos para obtener un resultado interesante.

En Cuba, entre las esferas especializadas de la literatura y el arte, creo que se menosprecia al género fantástico. Tal vez se subestime por una razón de ignorancia. La ciencia ficción y la fantasía suelen tratar temas extraños con un lenguaje técnico sacado de las ciencias. Estamos en la frontera entre las dos culturas (las letras y las ciencias). La ciencia ficción ha pasado a ser un género muy popular en los medios audiovisuales, así que es fácil para algunos, fuera de ese ambiente, catalogarlo como literatura comercial o chatarra. Sin embargo, no faltan ejemplos que ponen en su sitio a los críticos de la ciencia ficción cubana como: la insólita serie de Shiralad o la novela Espiral, de Agustín de Rojas. Las generaciones de escritores cubanos de ciencia ficción y fantasía no se han extinguido ni el legado ha perdido su agudeza. El templo de los buenos escritores no deja de crecer desde los años de Oscar Hurtado, F. Mond, Gina Picart, Daína Chaviano, Michel Encinosa, Eric Mota y, por supuesto, Yoss. Aunque la promoción de estos autores y sus obras puede que se haya descuidado un poco, ellos y ellas siguen siendo ídolos (the elders) a los que sigo.   

¿Cómo funciona tu proceso creativo?

Bueno, siempre comienza como se podría esperar: por una idea, una noción súbita de algo intrigante, llena de potencialidades. Durante el día me la paso soñando despierto dándole vueltas a esa imagen, circunstancia o personaje; viendo qué se le puede sacar. Es algo así como rumiar, sé que tengo algo entre manos, pero no logro digerirlo. Y ahí se queda en el fondo de mi subconsciente hasta que descubro qué es eso que me atrajo en primer lugar. Entonces escribo la premisa de la historia: “sujeto se enamora de personaje de videojuego que no sabe que es un personaje”. ¡Boom! Ese es el inicio, pero así no sirve para nada, es apenas una postal. Así que me pongo dar pinceladas en el mundo, agrego detalles reales o no que me atraigan e interesen pues este negocio de la creación es agotador y siempre conviene estar a gusto con nuestras creaciones. Al final puede que decida que será un clásico mundo medieval de fantasía en el que se mezclan humanos e inteligencias artificiales “nacidas” en esa realidad. Ahora llega el momento de decidir cómo contar. Elijo un narrador que me convenga para esta clase de historia. Una primera persona en la historia de la chica virtual debe ser interesante. Y partir de aquí es solo cuestión de construir una trama donde el giro final sea la revelación de que el chico es solo un pobre nerd en casa de su madre y no el poderoso paladín que aparenta ser. Muchas veces no logro ver el final exacto. Solo dejo que los personajes avancen en sus comportamientos más lógicos sin inmiscuir mis criterios. Mientras más insatisfactorio e incómodo sea el desenlace, más satisfecho estoy porque significa que las tendencias y modas de mi realidad no se colaron en las páginas. Después de esto toca la parte más dura: la revisión. Hago como mínimo tres revisiones. Después de la primera, trato de enseñarle el texto a alguien o lo mando al taller Espacio Abierto para que me den sus visiones y, a partir de allí, sigo corrigiendo. Es importante poder aprovechar las opiniones de amigos y colegas, saber discernir entre feedbacks útiles que en verdad ayudan a reparar los errores que a veces se nos escapan.   

De todas tus historias, ¿cuál le recomendarías al lector en estos tiempos de pandemia y aislamiento?

Tiempos de pandemia, enclaustramiento, aburrimiento y soledad, ¿qué recomendar para esa depresión que nos persigue tras días y días de monotonía? Pues algo que nos suba el ánimo tal vez, o que por unas horas nos permita escapar de la agobiante rutina. Tiene que ser algo épico e interesante que rete nuestras mentes, nos distraiga y que cuando regresemos estemos como renovados. Bueno, no sé si tendré algo con todas esas propiedades, pero hace poco hice un experimento, escribí uno de esos relatos de “elige tu propia aventura”. La historia se compone de una docena de cuentos cortos interconectados a través de los cuales el lector debe ir navegando para desentrañar el misterio de “Las tinieblas de Hamelín”, así se llama. Pero al final de cada cuento se debe elegir entre dos caminos que nos conducen a capítulos distintos, o sea cada lectura es un recorrido distinto. Y viene al caso pues la ciudad de Hamelín también tiene una plaga o vieja maldición enraizada en lo profundo de sus catacumbas. Pero bueno, no sé si en medio de todas las tristezas que estamos pasando alguien querrá sumergirse en más tinieblas. Si a alguien le pica la curiosidad les hago otro spoiler: el protagonista es un cazador que tiene dos hurones mascotas llamados Lins y Sharl. En caso de que estén aislados y en busca de leer algo raro me pueden escribir al javierpr90@nauta.cu y se los envío. ¡Exterminador de ratas a su servicio! 

¿La realidad puede asomarse al espejo genérico de la ciencia ficción? ¿Cómo manejas lo real, a manera de concepto, en las estructuras de tus mundos?

Lo real me sirve a veces como premisa. En muchas historias el elemento fantástico está oculto en el tejido de la realidad y brota como una anomalía maravillosa o aterrorizante. En otras obras, la ciencia ficción ha retorcido las normas de lo que conocemos por cotidiano. A través de los personajes andamos por planetas lejanos en el que conejos animatrónicos brotan de las madrigueras para servir el té en los picnics. Lo real es esa tierra fértil de la que tomo nutrientes para cultivar formas de vida extrañas. De los sueños también suelo robar mucho, ¡alabada sea mi enloquecida subconsciencia!

Otra dimensión que me gusta aprovechar de la realidad es la historia, el pasado. Todas esas memorias que tenemos ya muy bien aprendidas desde pequeños ahora pueden convertirse en arcilla para tramas ucrónicas y realidades alternativas cuyo objetivo no sea solo el entretenimiento, sino que también contemplen el análisis sobre lo que consideramos el curso inevitable de la Historia. ¿Qué habría pasado si Martí y Maceo no hubiesen caído en combate? ¿Se habría aceptado la ayuda de Estados Unidos o la Enmienda Platt y una república dependiente? La Historia es una ciencia social, así que esto también es ciencia ficción con una larga tradición en autores del género como Philip K. Dick con su obra El hombre en el castillo.

Así que la realidad es un mar de látigos siempre fustigándome a elegir este u otro tema. En su relación con la ciencia ficción y la fantasía, yo le otorgo a la literatura la función soñadora más elevada: proponer y diseñar a partir de nuestros ambientes sociales mundos trastocados, donde se puedan detectar toques de la realidad, pero que esta se vea superada o malograda de acuerdo con la intención de la trama. Para mí la realidad es inspiración, no puedo contentarme con relatar como la madre pone su niño a dormir sin advertirle al lector que una cucaracha con cabeza humana anida bajo el entablado de la cama.    

¿Qué es lo esencial para ti a la hora de diseñar un universo?

Necesito consistencia. Busco que el espacio de mi universo se expanda y haya una estabilidad. Evitar esa sensación de que el mundo es solo un telón de fondo que se desvanece una vez que el foco de la trama pasa de largo. Por eso empiezo dibujando mapas, inventando razas y fronteras, eligiendo varios sistemas políticos y actividades económicas (hay que aprovechar el marxismo). Luego trazo una cronología de algunos siglos y determino qué punto sería interesante ahondar. Y a partir de allí empieza toda esa labor de worldbuilding en el que uno busca nombres (una pesadilla) y distinciones culturales, mágicas o científicas que definan estas nuevas tierras (o fondos abismales).

Lo esencial es que se den los deseos de recorrer esos reinos, que sus horizontes estén vivos en tres dimensiones, que guarden esa sensación de curiosidad y aventura que es la verdadera esencia de los homo sapiens. Eso es algo esencial para mí y que persigo con insistencia pues no es fácil conseguirlo.

Más allá de la página en blanco, ¿quién es Javier Pérez?

Beyond the White Page, ¡qué buen título! Creo que soy un explorador, un buscador de fósiles y de maravilla latente. Agradezco que las estrellas brillen cada noche para recordarnos que hay un universo de misterios silenciosamente girando a nuestro alrededor (no como en “Anochecer” de Asimov, que pueden leer en revista cubana de ciencia ficción y fantasía Korad #40). A pesar de que la rutina anestesie los sentidos para que podamos completar las tareas de vivir en sociedad, siempre trato de mantener alerta ese tercer ojo que te eleva sobre el bosque de concreto, uno nunca sabe cuándo puede pasar una extraña silueta frente al horizonte. Así que sigo el camino de los científicos locos, experimentando por lo imposible en mi laboratorio con una fe que no parece proceder de este mundo. La señorita Shelley no nos explicó bien cómo lo hizo, pero yo sigo galvanizando la página en blanco para que cobre vida. Creo que terminaré con una frase del viejo cuervo E. A. Poe: “Mi vida ha sido capricho, impulso, pasión, anhelo de la soledad, mofa de las cosas de este mundo; un honesto deseo de futuro.” Bien dicho.  


Círculos de agua en la narrativa cubana

“La maldita circunstancia del agua por todas partes” –esa que obligó a Virgilio Piñera a sentarse “a la mesa del café” y buscar “el peso de una isla en el amor de un pueblo”– articula la antología de narrativa cubana Círculos de agua. Nacidos después de los 80, con selección y prólogo de la escritora y editora Dulce M. Sotolongo Carrington, publicada por la Editorial Primigenios.

Un antecedente de Círculos de agua puede rastrearse en Como raíles de punta. Joven narrativa cubana, publicada en 2013 por Sed de Belleza, con selección, prólogo y notas de Caridad Tamayo Fernández. Allí encontramos a escritores nacidos después de 1977 y junto a Raúl Flores Iriarte y Jorge Enrique Lage, leemos a otros jóvenes nacidos en los ochenta, como Abel González Melo, Yunier Riquenes y Legna Rodríguez Iglesias, entre otros que se identifican con la generación conocida como 0, porque vieron impreso su primer libro después del año 2000.

Sin embargo, “existen serias diferencias entre los nacidos en la época del setenta y los que le siguen”, subraya Dulce María, si destacamos que el nacimiento de una generación está respaldada por un acontecimiento histórico: “Nacen aproximadamente en la misma década, crecen en circunstancias semejantes y en la mayoría de los casos se sigue una dirección única: Un líder”. Además de cierta unidad en principios estéticos, éticos y sociales, homogeneidad de lenguaje, actitud negativa ante conceptos establecidos, pero anquilosados u obsoletos”, leemos.

“¿Puede una fecha histórica realmente delimitar a un grupo de otros? ¿Es siempre necesaria la presencia de un líder? ¿Siguen los mismos derroteros los nacidos después del ochenta que la generación que lo antecede, tanto en la forma como el contenido en el que se expresan? ¿Mueren las generaciones literarias?”, son algunas de las preguntas que se (nos) hace Dulce María.

El punto de partida sería el éxodo del Mariel en 1980 y su consiguiente impacto sociológico, y como rompeolas, el llamado Período Especial, con todos los cambios sociales que conllevó (varios de los antologados en estas páginas nacen precisamente en los años iniciales de la década del 90). “También en los ochenta hubo un cambio de política hacia las religiones que poco a poco se fueron incrementando y también visualizando en el país como la santería, abakuas, católicos, protestantes, entre otras”. El siguiente párrafo de Sotolongo resume estas ideas:

“Los jóvenes nacidos después del ochenta se criaron con el Eleggúa en la esquina de la sala y el crucifijo en el cuello, no había que esconder los santos y esto también influyó en su ideología y forma de ver el mundo, no ya a partir del prisma del materialismo con que lo vieron sus padres y abuelos. En lo económico se despenalizó el dólar y empezaron a circular las dos monedas. Crecieron con el Período Especial por lo que sufrieron más carencias que generaciones anteriores. La Unión Soviética desapareció y con ellas las latas de carne rusa, los viajes al campo socialista y hasta los muñequitos que fueron más reacios al cambio e increíblemente quedaron en la memoria común de varias generaciones. Las computadoras fueron fiel compañía de su adolescencia, los celulares parte de su cuerpo y alma y piercing, tatuajes y uñas postizas, la forma de relevarse ante un pasado de melenas cortadas a la fuerza”.

Muchos de estos temas, y la libertad de poder expresarlos en su obra, afloran en Círculos de agua.

El uso de frases en inglés, menciones a figuras de la música y el cine, incluso la auto-referencialidad… caracterizan a varios de estos autores. “Hay que subrayar el preciosismo con que se trató el lenguaje, el dominio de la imagen, facilidad para la metáfora, poder de síntesis, la palabra precisa, desnuda sin afeites con exactitud casi matemática, de ahí una vez más la sumatoria lezamiana, pero ahora con el nombre, el sustantivo pujando por desplazar al adjetivo. Esta generación 0, arrasó con premios y aunque no fueron muy comprendidos por el público lector, si encontraron su propia forma de decir y hoy se puede hablar de ellos como una generación literaria aunque ciertamente no hay una revista literaria que los respalde”, destaca.

Círculos como cuando lanzas una pieza al lago al agua y surgen las olas concéntricas, expandiéndose, pero círculos que se convierten en remolino y arrasan con todo. Si el agua emerge “como línea de separación, horizonte, como algo que limpia o debe limpiar los vicios, aunque sea a través de la muerte”, los jóvenes nacidos después de los ochenta “cambiaron la sangre tan utilizada en cuentos de la generación 0 por el agua”… Nos insiste Dulce María Sotolongo que si “la sangre es la muerte, el agua es renacimiento, bautizo y renacer es cambiar…”

¿A quiénes leeremos en Círculos de agua? ¿Y qué caracteriza su narrativa generacional? Los autores antologados –en el orden cronológico en que aparecen– son los siguientes: Abdel Martínez Castro, Alexander López Díaz, Alexander Jiménez del Toro, Amelia Rabaza, Anisley Miraz, Ariel Fonseca, Claudia K. Evercloud, Daniel Zayas, David Peraza, Daylon W. Hernández, Elaine Vilar, Erian Peña, Eric Flores Taylor, Ernesto A. Díaz, Gabriel Suárez, Gian Carlos Brioso, Gustavo Vega, Hugo Favel, Juan Carlos O´Farrill, Ketty Blanco, Marlos Luis Herrera, Mariene Lufriú, Martha Acosta, Patricio R. Martínez, Ramsés Sotolongo, Raúl Goenaga, Reynier Arro, Rosamary Argüelles, Saíli Alba, Yasel Toledo, Yasmany González, Yeney de Armas y Yonnier Torres. Son jóvenes de diferentes partes del país, varios ganadores de importantes premios, algunos más conocidos que otros, pero todos con similares inquietudes, y sobre todo búsquedas.

Y en cuanto a las características de su narrativa –que la diferencian de las generaciones precedentes– nos dice Sotolongo Carrington que encontramos un profuso tratamiento psicológico en los personajes; la violencia les ha llegado por vías diferentes: el cine, la televisión, los juegos, la música; el miedo a las enfermedades de trasmisión sexual sede espacio ante la pornografía, pero en estos cuentos sus protagonistas son víctimas no victimarios de valores que hay que retomar; tras la aparente apatía del absurdo, hay lucha, sobrevivencia deseos de cambiar; tienen un respeto palpable a figuras de la literatura cubana como José Lezama Lima y Virgilio Piñera. “Son muchachos cultos con un alto nivel de lectura”, dice.

“Estos jóvenes se expresan sin temor, reflejan la sociedad que les tocó vivir desde una perspectiva no tan apática como crítica porque están seguros de la necesidad de un cambio”, resumen Dulce María. Y añade que “ellos han comenzado un viaje sin regreso hacia un futuro prometedor donde son los jóvenes, los protagonistas”. Pistas de este viaje las podemos encontrar en la lectura de los cuentos incluidos en Círculos de agua. Nacidos después de los 80.


Experimentar piel a piel la necesidad de decir

Lisbeth Lima Hechavarría experimenta en piel propia la necesidad de dar cuerpo al arte. Su creación late y se construye sobre en un puente que enlaza memoria y realidad. Bien sabe que cada escritor es, a su manera, un cronista de su tiempo. Hoy les invito a conocer un poco más de esta joven autora santiaguera que ya ha conquistado, con su literatura, un fértil terreno editorial más allá de las fronteras nacionales.

En la escritura, en la creación, ¿qué consideras es esencial o indispensable?

Libertad. Un creador se debe ser fiel a su ideal, a defender su posición, sea cual sea. Todo es un proceso de pensamiento, de conclusiones conceptuales a las que se arriba tras poner en práctica lo único que no se le logra arrebatar a un artista nunca: la capacidad de transfigurarse e ir experimentando piel a piel la necesidad de decir.

¿Puede ser mesurable la calidad de un libro, o esto depende de las sensaciones, emociones, experiencias, referencias y del mundo estético personal de cada uno de los lectores?

Es un poco de ambas cosas que planteas. Aunque la apreciación de lo “bueno” o “malo” es subjetiva y está completamente estribada en las concepciones individuales de cada quien, es cierto que la calidad de un libro sí es mesurable y puede ir desde la propia conformación de este hasta el estilo, la complejidad lingüística, recursos, el cómo se desarrolla la temática, la edición, por citar algunos ejemplos. Pero sucede que más allá de esos criterios se encuentra el tema de las emociones que produce el texto: cuánto nos transmite, nos contextualiza, nos incita a la reflexión, cuánto provoca, todo esto resulta de gran peso a la hora de evaluar una obra. Pienso que es parte indispensable también en esa mensuración. Porque, ¿de qué sirve la literatura si no es capaz de transmitir y comprometer al lector por más limpieza estilística que tenga?

¿Es posible definir qué es la creación? ¿Podrías aventurar tu definición personal?

La creación es exorcismo para el alma. Libertad. Casi siempre mi proceso creativo está unido a la imperante necesidad de desfogarme, de liberar a los demás. Me transfiguro en rostros ajenos y los desato. Con el tiempo ya es oficio, y aun estando en paz logro crear, pero debo admitir que nunca con la facilidad, fuerza y prontitud que logro cuando algo me perturba. También es magia. No creo que algo que no lleve magia sea capaz de salvar.

¿Cómo transcurre tu proceso creativo? ¿Cómo piensas la estructura o arquitectura de un libro?

No la pienso, la verdad. Por lo general eso es algo que analizo después, cuando de poesía o cuentos se trata, claro. No logro condicionar mi creación a esquemas. Ya es suficiente con lo menguado que se ve el proceso ante las peripecias de esta vida tan convulsa y precaria que llevamos.

Y en cuanto a mi proceso creativo, lo cierto es que ya no sé trabajar de otro modo que no sea bajo presión. Es una condición impuesta ante la cual no me ha quedado otra que adaptarme, pero irónicamente lo disfruto porque en medio de tanto alboroto que hay siempre en casa con el niño, mis madres aclamando a Dios cada dos por tres, los gritos adolescentes de mi hermana y la tristeza tremenda que nos invade, pues yo escapo, escapo y es como un momento de abstracción febril. Calor, horas sin corriente, muchachos desde los portales vecinos enchuchando a los perros, Mateo de un lado a otro tirando de un carrito viejo sin ruedas y yo ahí, en ese vaivén que logro entre ficción y realidad. Pocas veces tengo paz para escribir, leer o estudiar, pero esas son también mis acciones vitales, como tragar, así que me adapto para sobrevivir.

¿Es el escritor un cronista de su tiempo? ¿Tiene el escritor deber con el tiempo que le ha tocado vivir?

cortesía de la entrevistada

Creo que sí, somos cronistas de nuestros tiempos, de los momentos históricos que nos han tocado vivir, lo queramos o no. Es difícil escapar de nuestra realidad. Es contraproducente querer luchar frente a ello, seríamos esclavos de cada frase escrita mientras huimos de nuestro entorno.

Pero no sería “deber” el término. A fin de cuentas, como ya expresaba anteriormente, creación es libertad y donde empiezan los deberes, comienza la atadura de alguna forma, y crear siempre debe estar por encima de todo eso. La cronicidad viene inmersa en el propio proceso de creación, fluye de modo natural, muchas veces sin que seamos conscientes de ello. Cuando lo condicionamos entonces estamos dejando de ficcionar nuestros planos y ahí sí surge ya el deber a ser fehacientes con nuestras circunstancias. 

¿Tiene el escritor un deber con la obra que ha elegido escribir?

Aquí sí considero que el término “deber” se impone. Si el creador no es capaz de sentirse comprometido y deberse a su obra, entonces nunca le debió ser otorgado el don. Porque una cosa es imponerse requisitos que entorpezcan el nacimiento de la idea, atarse a concepciones estilísticas para complacer a eruditos o sentir presión ante la realidad que se impone y otra muy distinta es no ser fieles a nuestra condición de creadores. Cuando estoy en el proceso de culminación de un texto, no estoy tranquila hasta que ha quedado listo y el deber sigue, porque engavetarlo no sirve de nada, hay que darle luz a esa idea, velar que llegue a todos cuantos puedas, nunca se sabe cuántas buenas emociones seas capaz de generar.

¿Rutinas o manías a la hora de escribir? ¿Inspiración o método?

cortesía de la entrevistada

No tengo manías ni rutinas. Son tiempos donde el pragmatismo se impone. Aunque sin perder ni una pizca de pasión, sí debo acogerme y aprovechar donde me llegue la musa para escribir. A veces es mientras dejo que se sofría un quimbombó con carne y hago apuntes en el blog de notas, o en una cola. Juego con mi niño, de pronto algo dice que me suena divertido y acopla bien en una escena, pues allá voy corriendo a escribirla: esos son mis mecanismos. Pero puedo hablarte de cuáles fueron, y todavía son de vez en cuando (no por elección propia sino porque no me queda de otra) esas rutinas que disfruté en mi proceso de escritura: escribir a partir de las once de la noche, en la madrugada, períodos de noctambulismo creativo, taza de café en mano. Pero si de preferencias se trata, elijo un ambiente limpio, agradable. Sueño con lo que pudiera ser en una casa grande, ventilada, donde se respire paz, y yo sentada en mi escritorio, nada sofisticado sino más bien artesanal, frente a un librero inmenso. Entonces poder escribir toda la mañana, desde bien temprano hasta medio día, es el horario que considero se aprovecha mejor.

Inspiración: vivir y leer, leer y vivir. No se puede crear sin vivir, vivir mucho, que no es lo mismo que llevar a cabo nuestras funciones vegetativas.

cortesía de la entrevistada

¿Qué resulta, a tu criterio, lo más interesante de la creación joven en estos momentos?

Siento que lo más interesante en la creación de estos momentos, no solo a nivel nacional, sino también internacional, es el riesgo. El arte que está moviendo el mundo hoy es un arte experimental, y sí, esto no viene de ahora, ya ha sido una constante desde décadas, pero no es que ahora se trate de novedad, sino de traer a los planos actuales, a nuestro momento histórico, el arte que tiempo atrás también cumplió su objetivo. Experimentar complementándolo con elementos vigentes y evaluar los resultados, ver lo que provoca. Hoy son muchos más los creadores que apuestan por el riesgo, son más los que aspiran a revolucionar los dogmas y corrientes de pensamientos. El arte ha sido puente, mecanismo, eso es inmutable e imagino que lo será siempre… los que no somos estáticos en nuestro modo de comprender y hacer somos nosotros, de ahí que hoy se perciba distinto ese mismo arte y por ende pueda generar el cambio inminente.   

Entonces, como artistas, ¿qué valores nos salvan y cuáles nos hunden?

La humildad es una virtud que admiro. La sencillez. El saber ser agradecidos es algo que engrandece y salva, siempre salva. Nos hunde el sobreponer el ego antes que la tolerancia y la empatía.

¿Cuáles son los temas que resultan, para ti, obsesiones o leitmotivs en la escritura?

La muerte. La muerte y su relación con los demás procesos de la vida: el amor, la soledad, la psicosis. Siempre he asumido la muerte con una especie de… no sé si “naturalidad” sea la palabra correcta, pero me enfrento a ella con desapego. Quizá porque la asumo y concientizo como lo que es: un proceso inevitable, al que por más intentos que hagas no lograrás frenar llegada la hora; entonces aferrarnos a la negación solo entorpece el devenir del ciclo.

A los nueve años murió mi abuelo materno, el único que realmente tuve. Recuerdo que mi madre fue a buscarme a casa de la veterinaria amiga de la familia, la cual vivía a unas pocas cuadras. Estaba lloviendo. Al bajar las escaleras tropecé y casi caigo, mi madre procuró que me fijara bien dónde pisaba, que ya estaba bueno de desgracias ese día, dijo. No mostró muchas objeciones en que fuera al velatorio. Llegué y sin pensarlo fui hasta el cuarto y me subí en la cama donde yacía mi abuelo muerto. Ahí pasé rato acariciándole el pelo lacio y sedoso, recordando los cuentos “de nunca acabar que siempre hacía”. Mi madre se asombró y cuentan mis tías que quiso sacarme de allí, pero ellas lo impidieron. Fue uno de mis primeros encuentros con la muerte. Agradezco el que mi familia se mostrara siempre también presta a asumirlo sin tabúes, sin inventar historias para ocultarme las ausencias de los que morían. Luego partió mi bisabuelo paterno, con el cual también de niña establecí un vínculo.

En 4to año de la universidad cambié de bióloga de campo y estudios sobre Biodiversidad a interesarme por la Antropología Física, Forense, la Tafonomía (técnicas de enterramientos), campo en el que hoy desarrollo mis estudios científicos. Trabajé durante casi cuatro años con cadáveres humanos, en la morgue y cementerios. Creo que esta pasión que siento por mi especialidad tiene mucho que ver también con mi forma de enfrentarme a este fenómeno y, como válvula de escape que es al fin y al cabo la literatura, pues forma parte de mi universo creativo. 

¿Cuán difícil es para un autor joven abrirse paso en el terreno nacional y, luego, un poco más adelante, en el campo internacional?

A mí me ha sucedido al revés y no sé hasta qué punto pueda ser eso favorable o no, pero encontré espacio primero en medios internacionales. Mi primera publicación fue traducida al alemán en una antología de joven narrativa cubana, llevada a cabo por la editorial PODIUM, de Viena. Tuve el placer de ver publicado mi cuento Fototaxia negativa, uno de mis primeros textos, hoy contenido en el libro Matices de vida. Luego otros tres fueron traducidos al francés y publicados por la Revista Literaria Especializada de la Universidad de Poitiers, Francia, después en una antología en Polonia, y así fueron llegando las primeras publicaciones, felizmente de la mano también de traducciones.

cortesía de la entrevistada

En los últimos dos años no han sido pocas las oportunidades de publicación en revistas literarias extranjeras, las cuales he utilizado como vía de promoción y mecanismo para establecer contacto con personas del mundo editorial. En este año han visto la luz dos de mis libros, ambos publicados por editoriales del exterior y un tercero ya aceptado que corrió con igual destino.

Nada me haría más feliz que comenzar a ver los frutos de estos años de trabajo echar raíces en mi terruño, pero he de admitir que se vuelve un proceso engorroso, desde la presentación del texto hasta con suerte ver el libro publicado. Cierto que desde hace unos meses, tras el proceso de informatización que viene atravesando el país, ya al menos pueden presentarse a evaluación las obras en formato digital; aun así, sigue quedando un arduo camino. En un contexto donde, por cuestiones obvias hay crisis más inminentes que resolver que la del papel y descongestionar los planes editoriales de años de retrasos, pues entonces sí, es difícil, no sé mesurablemente en cuánto, pero lo es, para los jóvenes autores y para los no tan noveles también.

¿Crees en el fatalismo geográfico? ¿Existe aún para los jóvenes autores cubanos, pese al avance paulatino que han tenido las redes sociales en nuestro país?

Sí, claro que sí, es un fenómeno que ha afectado a través de la historia a no pocos artistas, buenos artistas. Tal como mencionaba en la respuesta anterior, no basta tener la llave si no sabes encontrar qué puerta abrir. Hay procesos que no pueden llegar a cuentagotas. “Por algo hay que comenzar”, nos resignamos muchos, pero ¿avanzamos realmente? El universo “Internet=posibilidades reales” no es un camino que se sondee fácil. Lleva tiempo de estudio, fracasos, riesgos y pérdidas.  

Al diseñar tus personajes, ¿en qué fijas primero tu atención? ¿Qué debe tener, esencialmente, un personaje para ser inolvidable?

Autenticidad.

Nunca es una sola o la misma cosa la que fijo para comenzar a darles vida a mis personajes. A veces simplemente llegan y se presentan: “Hola, soy fulano/a de tal, y esta es mi historia”. Esto suele pasarme con frecuencia, se me relevan, toman autonomía. Yo solo me vuelvo entonces el medio para un fin. Ellos viven dentro mí, esa es la gran verdad. Como mencionaba, no suelo tener esquemas, ni bosquejo, eso lo hago internamente; sin embargo, considero que a veces es necesario, puede ser un hábito sano. ¡Mira que lo he intentado!, pero no me sale, y eso que soy de las que llevan agenda y pegan papelitos en el frío y van tachando listas, pero a la hora de crear no me sirve. Las ideas me llegan hasta de un título que se me ocurre, de ahí voy hilando trozo a trozo la historia y conforme avanzo van llegando ellos, se amoldan. En mi obra no busquen héroes, al menos no hasta el momento. Son personajes habituales, sin finales felices, llenos de cotidianeidad. También los hay marcados por la perturbación, la soledad, el miedo. A veces pienso que encuentro una especie de regocijo en crearlos y hacerlos transitar caminos que yo nunca elegiría, esa es la magia de este oficio: transmutarnos constantemente, ser todos y nadie a la vez, vivir cientos de vida, ¿quién dice que no sabemos de inmortalidad? Que le pregunten a Macondo.

¿Qué autores te han marcado?

Me resulta difícil responder porque me han marcado muchos autores y obras, desde los más desconocidos y rechazados por el gremio hasta algunos de los más aclamados y reverenciados. Con los clásicos, siempre lo admito sin pena, me pasa algo raro, no me siento libre, despojada a la hora de leerlos y eso me perturba. El medio crea demasiado ruido respecto a sus obras, unas expectativas que luego no logro y por eso llegan las decepciones. No me pasa con todos, claro está, pero me pasa.  

José Soler Puig, sin dudas es un autor que marcó su impronta en mí, Montenegro con Hombres sin mujer, Carpentier me encanta, Juan Rulfo con El llano en llamas sobre todo, a quien a la vez en los últimos tiempos asocio mucho con el cantautor argentino Jorge Fandermole, otro que también llegó para quedarse; Clarice Lispector y Camus. ¿Más contemporáneos?, me gusta siempre mencionar autores cubanos cuya obra marcó una etapa que defino como mi primera fase escritural: María Liliana Celorrio con Mujeres en la cervecera, Ena Lucía Portela con Cien botellas en una pared y Pájaro pincel y tinta china, Pedro Juan Gutiérrez, Daniel Chavarría y Ana Lidia Vega Serova. Mildre Hernández es otra autora que también me brinda matices interesantes desde su LIJ. Muchos otros.

¿Tienes miedo a lo rutinario en tu oficio como escritora?

Mi respuesta puede tener varias lecturas. Por un lado, no, para nada, no creo que la rutina o el agobio me invadan nunca. Este es un oficio tan rico en materia de hacer que será la vida lo que no me alcance para crear todo cuanto quisiera. Habrá momentos de silencio escritural pero pienso que esos también cuentan dentro del proceso, es tiempo para estudiar nuevos estilos, géneros, reinventarnos como creadores.

Por otro lado, rutina puede ser también disciplina, focus, y eso, para un autor que ya ha descubierto su sello, puede ser la clave del éxito. Ahí quisiera verme un día, no en el éxito, sino en el focus total de mi estilo creativo. Por el momento toca seguir descubriéndome, así que no le temo a la rutina.

Tus dos obras más recientes son Rostros, Editorial Primigenios, en Estados Unidos y Matices de vida, del sello editorial Libros Duendes en Ecuador, en colaboración con la Editorial Italiana TekTime. ¿En qué se diferencian ambas propuestas y cuál eje común las une o ata?

Rostros es mi primer libro publicado. Siempre me será infinitamente grato volver a sus páginas y redescubrirme en ellas. Los cuentos compilados en este volumen llevan mucho de mí, la mayoría tienen más de seis años. Significan inicio, crecimiento y, por qué no, también escuela. Rostros tiene la magia, diría yo, de hacer que nos miremos desde adentro. A fin de cuentas, sus personajes no son más que el reflejo de nosotros mismos en situaciones cercanas, situaciones que escuchamos en boca de unos, de otros, que nos llegan y nos conciernen a veces más de lo que creemos o queremos admitir.  Erotismo, sexo, amor, desamor son el convite que existe entre esas páginas, donde pongo fin a una etapa creativa inicial de mi carrera como escritora y doy paso, feliz ante lo concebido, a una nueva fase escritural.

Matices de vida igual es el resultado de varios años de trabajo. Algunos de sus textos fueron concebidos en paralelo a los del libro Rostros, otros son más recientes como es el caso de “Cifras”, “El despertar de Alicia”, “Nece(si)dades”. Es un compendio de historias que sin grandes ambiciones deja entrever los roles que asumimos en el transcurso de eso que llamamos vida, es la sumatoria de cuanto enfrentamos: muertes, pérdidas, resignación…

A ambos los ata el hecho de que están compuestos por historias-espejos. Sin proponérmelo persiguen los mismos objetivos: hacer que mutemos de piel y nos veamos transitando de pronto por las páginas de un libro. Creo que el ponernos en situación de vez en cuando nos ayuda a comprendernos y tolerar a los demás.     

Volvamos a hablar de Matices de vida… ¿Escribiste este libro con el propósito de antologar tus cuentos bajo en eje temático o fueron textos que nacieron paulatinamente, sin un propósito de homologación? ¿Qué puede esperar el lector de esta propuesta?

No hubo tal propósito en la concepción de este libro. Siempre me cuesta armar los cuadernos, debo admitir, ya que al menos en estos dos primeros, que han sido más bien compilaciones, no hay un mismo hilo temático o una intencionalidad común hacia cada uno de los textos. En Matices de vida están básicamente aquellos cuentos que no cabían en Rostros, pues en ese último título al final logré que el sexo y el amor o desamor fuesen de alguna forma el eje. Luego surgieron otros cuentos que comenzaron a encajar y pues… voilá, salió.

No obstante, nuestros procesos creativos van madurando y, aunque sin camisa de fuerza, ahora tengo en marcha otro libro de cuentos cuyas historias sí guardan relación. Es un proyecto que me está produciendo mucho placer ya que requiere un profundo estudio y yo amo estudiar.

cortesía de la entrevistada

Más allá de la página en blanco, ¿quién es Lisbeth Lima Hechavarría?

Una apasionada de la Antropología Física que sueña con trabajar en algún yacimiento arqueológico y viajar a Egipto. Vivo enamorada de la genética y las aberraciones cromosómicas. Madre de un niño divertido y ocurrente. Miembro de una familia pequeñita y sufrida pero con una fuerza increíble.

 


El sueño de aprisionar el corazón de los lectores

Claude Nogueras es muy joven. A veces olvido su edad cuando la oigo defender con pasión un proyecto o una idea literaria, y más aún cuando leo sus textos. Bien sabe Claude que la literatura es la pieza esencial en el laboratorio de su vida, en el acertijo y en el rompecabezas de su espiritualidad. Reciente ganadora del Primer Premio Laboratorio de Escrituras “Encrucijada” en las categorías de Narrativa y Proyecto de Libro, esta joven escritora comienza a abrirse paso en el mundo de la literatura, convencida de que este es su camino inevitable.

¿Cuándo decidiste que la literatura iba a ser el camino que acompañaría tus pasos?

De una forma u otra, nunca tuve dudas. Desde niña me interesé mucho por la literatura. Cuando me preguntaban a qué quería dedicarme en el futuro, mencionaba todas las profesiones habidas y por haber pero, al final, “contaba los votos” y eran mayoría aquellas relacionadas con las letras. Tengo guardados poemas y cuentos que aún hojeo de vez en cuando. Verlos me saca una sonrisa porque, a pesar de que no eran gramatical u ortográficamente perfectos, recuerdo haberlos escrito con mucha pasión, durante horas de dedicación e ilusiones. Siempre disfruté leer, sobre todo las obras de José Martí; me acompañó durante preciados años de mi vida el libro La noche, de Excilia Saldaña, y viví también grandes romances con Bécquer, Lorca y Rubén Darío. En mi etapa estudiantil participé en concursos nacionales de Español Literatura y tuve el gusto de ganar en varias ocasiones. Me vinculé también a talleres literarios y Casas de Cultura. En resumen, me gusta pensar en la literatura como un refugio, una pieza que completa el rompecabezas de mi vida y una parte inevitable de mí.

Entre el momento en que el artista descubre el llamado de la vocación y ese otro momento en que sigue sin frenos su llamado puede transcurrir un buen tiempo. ¿Sucedió así en tu caso?

Totalmente. A pesar de amar la literatura, hay momentos en los que ciertos caminos dentro de uno mismo se bifurcan. Estudié Licenciatura en Turismo en la Universidad de La Habana y mi escritura pasó a habitar un segundo plano. Dejé de contemplarla como una profesión a futuro. Nos casábamos y nos divorciábamos muy seguido pero, tarde o temprano, retornábamos juntas al punto cero, al espacio en el que solo éramos ella y yo, al espacio de la creación. Considero ese un método muy efectivo para saber si algo te apasiona. El secreto está en preguntarte si alguna vez has logrado sacudírtelo del alma. Mi respuesta siempre ha sido no. La escritura me acompaña. Crece y evoluciona conmigo. Todos los días aprendemos juntas.

De ahí que pueda decir, con absoluta certeza, que el momento en el que decidí emprender un camino sin frenos con destino a mi vocación de escritora fue hace pocos meses. A través de un gran amigo, a quien le estaré por siempre agradecida, conocí el proyecto Laboratorio de Escritura “Encrucijada”, que de manera online diriges. Este espacio y mis compañeros de laboratorio me han inspirado e impulsado a redescubrirme o, quizás, a descubrirme como autora, a asumirlo con todas sus letras. A todos agradezco por formar parte de una experiencia tan enriquecedora.

¿Por qué decidiste usar un seudónimo en vez de tu nombre? ¿Qué evocaciones te trae el nombre que elegiste para firmar tu obra o a quién rinde homenaje?

Utilizo el seudónimo Claude Nogueras en lugar de mi nombre porque la escritura es un acto tan introspectivo para mí, que a veces me produce la sensación de ser una persona distinta, conformada solo por letras e ideas que logro moldear durante las horas de creación. Es mi alter ego.

Claude es una modificación del nombre Claudia, personaje principal del libro El cuervo dijo nunca más, de Carlo Frabetti. Leí esta novela en mi etapa adolescente y me causó un gran impacto. Me convirtió de manera súbita en amante definitiva de la poesía y la prosa. Despertó en mí un instinto de indagación que me llevó a conocer, posteriormente, las creaciones de disímiles poetas y escritores. Marcó un antes y un después en mi relación con la literatura. Por otra parte, Nogueras hace honor al apellido de Luis Rogelio Nogueras, escritor cubano cuya poesía me cautivó desde el primer instante. Entendí enseguida su obra y leerlo se me pareció a una conversación, en la que me familiarizaba de manera increíblemente fácil con la intención de su voz y su forma de expresar.

cortesía de la entrevistada

¿Cuáles son tus principales influencias creativas?

En todo momento, cuando hable de influencia, hablaré de inspiración. No me referiré al hecho de partir, quizás, del estilo de algunos autores para conformar el mío. Nunca me ha resultado de esa manera. En realidad, tengo serios problemas para responder cuando me preguntan cuál es mi autor o mi libro favorito. La lista es tan extensa como alcanzo a recordar. Antes que escritora, me gustaría considerarme una admiradora de todo tipo de autores y artes. No me cierro a ninguna creación. Tal vez me aferro a unas más que a otras porque conectan conmigo desde un punto de vista íntimo. La cuestión es que, para mí, las influencias se traducen en golpes de motivación, en lo que se siente cuando “se te prende el bombillo”. Es el caso de las historias que nacen de observar una fotografía, una escultura o, simplemente, del estado de ánimo que me provocan las actitudes de los personajes de un libro. También pueden surgir de la letra de una canción o de la música; incluso de las personas del día a día, que son grandes artistas y ni siquiera lo sospechan.

¿Cómo definirías tu estilo?

No sabría definirlo. Diría que mi creación se encuentra en fase experimental. Estoy concentrada en explorar varios géneros dentro de la literatura y, a medida que lo he hecho, he encontrado nuevas formas de contar historias y conformar personajes. Probablemente me ubico en uno de los momentos más importantes de mi desarrollo como autora; por eso aún no me atrevo a caracterizar mi estilo de escritura. Queda un largo camino por recorrer. De hecho, siento una gran curiosidad por saber cómo me percibirán los lectores. Soy toda oídos.

Y tu proceso creativo, ¿cómo transcurre?

Puedo definirlo en dos etapas. La primera corresponde al momento en el que fundo a mi personaje: sus características, sus conflictos y el espacio en el que habita. Se asemeja a crear un universo, uno que empieza de cero cada vez que se inicia una historia. Puede demorar días, una semana o más, en dependencia de los ritmos de la vida y las exigencias de labores adyacentes a la escritura. Llega a ser un proceso lleno de cuestionamientos, frustraciones, desesperanzas, expectativas traicioneras; pero se torna similar a la sensación de subir a una montaña rusa, pues sabes que se acerca el punto de inflexión y, de ahí en adelante, será una caída libre, a la que puedes dilatarle el aterrizaje tanto como prefieras. Concibo ese momento de caída como la fase de creación literaria en sí, cuando ya soy capaz de monitorear los signos vitales de mis personajes y comienzo a escribir sin ataduras. En mi caso, las citas con la página en blanco deben transcurrir en absoluto silencio y completa soledad; razón por la cual a veces despierto temprano para escribir de madrugada.

A tu criterio, ¿un escritor tiene que ser necesariamente un buen lector o basta con que sea un buen intérprete de su propia realidad?

Considero que la lectura es para la escritura lo mismo que la afinación para la música. En mi caso, leer me ayuda a escribir, me hace “entrar en el tono adecuado”. Por otra parte, la realidad de un escritor es tan transformable como alcance a diseñar su imaginación. La realidad nos ofrece valiosas libertades de construcción literaria. Así que definiría ambas opciones como métodos de estudio, fuentes de inspiración e impulsoras de la creatividad.

¿Cuál es el lugar que ocupa el escritor en el mundo contemporáneo?

El escritor puede ser tan poderoso y versátil a través de su arte como se lo proponga. Puede convertirse en un magnífico showman de las letras, entretener y moldear lo increíble en la mente de sus lectores. Puede también darles voz e identidad, al crear personajes con los que las personas logren empatizar. Puede ejercer el derecho a la crítica mediante sus obras, desde puntos de vista históricos, sociales, culturales, económicos y proponer nuevas formas de entendimiento. En el mundo contemporáneo, específicamente, tan marcado por el intercambio en redes sociales, el escritor se convierte además en vocero, consejero, promotor directo de sus obras e ideas. Se ubica más cercano a sus lectores, tiene la posibilidad de conocerlos mejor y viceversa. En este sentido, adquiere también mayor responsabilidad y competencia al reinventarse constantemente y al generar un impacto en cadena que se propaga con alarmante rapidez.

¿Qué tipo de colaboraciones con otros artistas te interesarían en tu vida creativa?

No me lo había preguntado hasta ahora; pero me encantaría adentrarme más en el mundo de la escritura cubana actual, y conocer todas las posibilidades de colaboración que existan. Me interesa la transversalidad entre las diferentes formas del arte, por lo que me gustaría llevar a cabo proyectos que mezclaran la literatura con otros medios de expresión artística. Por el momento, alcanzo a pensar en mis maravillosos y talentosos compañeros del Laboratorio de Escritura y en lo interesante que sería llegar a concretar una propuesta de obra literaria entre todos, una colección de nuestras creaciones. Por otra parte, fantaseo con la idea de lograr la puesta en escena de mis obras teatrales. Me sentiría muy honrada y sería un sueño cumplido verlas interpretadas por actores y disfrutadas por el público.

Un escritor es siempre un analista de su tiempo, ¿hasta qué punto lo real es importante en tu obra?

Lo real podrá llegar a ser tan importante en mis obras como lo sea el objetivo supremo de estas. Soy bastante fiel a la idea de que el escritor debe escribir acerca de lo que sabe. Y si hay algo que sé o al menos siento, con toda certeza, es mi realidad. Esto no significa que no pueda reinterpretarla o ponerla de cabeza a la hora de plasmarla en una historia, al punto de llegar a transformarla en una realidad distinta. Tampoco significa que sea la misma realidad del lector o de otros escritores. Es completamente relativa. Creo que de este principio parte la originalidad y la genialidad de la escritura o de cualquier otra manifestación artística. Lo real, percibido de manera diferente por parte de todos, enriquecerá las obras con interpretaciones diversas, válidas y enfocadas en tantos puntos de vista como autores y lectores sean capaces de imaginar.

Eres una autora que juega con disímiles géneros (el teatro para niños, la ciencia ficción, la narrativa, etc.), ¿por qué te interesa cruzar esas fronteras genéricas?, ¿qué nuevas visiones otorga ese cruzamiento a tu escritura?

El trabajo en disímiles géneros constituye la línea trazada en ese plan experimental que había mencionado anteriormente. Soy una escritora recién nacida, diría yo, me resulta imprescindible explorar todas las formas de locomoción, expresión y gestualidad dentro de la escritura. Estoy convencida de que, en algún punto, sabré delimitar mi zona de confort; sin embargo, no ofrezco garantía de que me quede ahí. Me gusta plantearme desafíos y enfocarme en diferentes perspectivas. Por eso me interesa cruzar estas fronteras genéricas. Se trata de aprender y lograr sorprenderme a mí misma. Si el año pasado alguien me hubiese dicho que estaría escribiendo teatro, por ejemplo, quizás no me hubiese reído, pero al menos hubiese hecho resistencia ante la credibilidad de ese augurio. Sin embargo, he encontrado un género en el que me siento bastante cómoda y que ha llegado a resultarme fascinante.

No voy a negar que, a veces, encontrarme ante un océano tan vasto de posibilidades genéricas me ha provocado cierta parálisis como escritora, o me ha hecho correr el riesgo de brincar de un género a otro sin llegar a vincularme con ninguno. No obstante, he logrado dedicarle el tiempo necesario al estudio de las particularidades que se requieren para la escritura en cada caso y continuaré haciéndolo. Tengo claro que la base para desarrollar la experticia en cualquier campo parte de la constancia y la paciencia, así como del esfuerzo realizado en la medida correcta.

cortesía de la entrevistada

En tu obra abordas la reescritura y actualización de los mitos griegos, ¿qué tienen estas historias antiquísimas que contarnos y por qué volver a ella desde una mirada actualizada?

La mitología ha sido uno de mis grandes descubrimientos dentro de la escritura. Si bien había estudiado antes algunos mitos y leyendas, no había vislumbrado la posibilidad de utilizarlos en la creación. Cuando tuve conciencia de esto, me resultó tan obvio como saber mi nombre. Claro que podía transformar lo que tan ingeniosamente había sido creado hacía muchos años y traerlo a un contexto actual, incluso futurista. La mitología es como la realidad de otro mundo, nuevamente me detengo en lo relativo que puede llegar a ser aquello que conocemos o creemos conocer. Desde nociones tan distintas a las actuales, referidas a los orígenes del día y la noche, la luna y el sol, la mortalidad y la inmortalidad, hasta el replanteamiento de las reglas entre los lazos familiares, la moralidad, o las relaciones entre los hombres y los animales, entre otras cuestiones; la mitología es un universo de libertades, sin censuras, de lo inimaginable, de límites difusos o inexistentes en lo absoluto. Todo esto la convierte en un paraíso para el escritor, tan apetecible como envidiable, pues siempre me hace cuestionarme si alguna vez llegaré a crear algo tan perfecto y completo, como el gran entramado de mitos y leyendas que conforman un sistema de historias con valor universal imperecedero.

Volvería a ella una y otra vez en mis escritos por dos razones: por una absoluta fascinación personal y para mantenerla latente, de la manera más honrosa posible, dentro de la literatura. Cuando trabajo en su reescritura y actualización, lo hago con el propósito de brindar una lectura nueva de estas historias antiguas y con el objetivo también de dejar abierto el camino hacia la historia original, lo que puede resultar muy beneficioso para aquellas personas que quizás no se hayan acercado lo suficiente a su estudio.

¿El mundo del teatro infantil (en este caso específico, su escritura) es tan difícil como muchos otros dramaturgos han afirmado antes? ¿Qué particularidades has descubierto al encauzarte en esa ruta?

Cuando me dispongo a escribir en cualquier género no suelo pensar en las dificultades que pueden llegar a presentarse. Simplemente escribo con el empeño de llegar al final. En el caso del teatro para niños no fue diferente. He escuchado que muchos autores lo consideran difícil; sin embargo, pude abordarlo con tranquilidad y confianza. ¿Es particular? Por supuesto. Escribir para niños implica, al mismo tiempo, no excedernos en intentar escribirles. Creo que se puede incurrir en el error de explicar demasiado o utilizar expresiones que quizás puedan subestimar la inteligencia de los pequeños lectores. Es necesario delimitar el rango de edades para el que se escribe, definir el público meta y, a partir de ahí, modular el lenguaje, los temas a tratar, así como la manera de expresar las ideas sin que el niño lo encuentre en exceso complejo o, por el contrario, explícito. Un equilibrio en este sentido garantizará que se mantenga atento hasta el final de la obra. Una vez se hacen a un lado estas preocupaciones, la literatura infantil es muy divertida de crear. Especialmente en el género teatral, con su carácter dual, literario y de representación, la escritura se convierte en una grata experiencia, pues te permite imaginar las acciones de los niños sobre el escenario y el desborde de sus personalidades arrolladoras y espontáneas.

¿Cuáles son las principales ventajas que el mundo contemporáneo le puede ofrecer a un artista, y cuáles los principales hándicaps?

Tal y como expresaba anteriormente, son innegables las ventajas que el mundo contemporáneo le otorga al artista a través de su presencia en redes sociales. Le facilita un medio para la promoción y distribución de su obra, así como para el establecimiento de un contacto más directo e inmediato con sus seguidores. Le plantea la posibilidad de acceder a numerosos certámenes internacionales y de participar, de manera virtual, en conferencias, ferias y demás eventos desde cualquier parte del mundo. Podría hablarse entonces de la globalización del arte. Sin embargo, la creación de contenido en redes o sitios web no siempre se realiza de forma responsable y, junto al valor creativo de diversas obras artísticas, coexisten otras de conceptos erróneos y proyecciones con carácter destructivo. Por esta razón es importante desarrollar estrategias de posicionamiento, para ubicar al buen arte en las plataformas indicadas, que le permitan desarrollarse y protegerse dentro de un entorno adecuado de convivencia virtual, y en el que se canalice a un público meta determinado.

Por otra parte, si hablamos de ventajas y desventajas, me viene a la mente también el caso de las autopublicaciones en el mundo literario y las crecientes posibilidades virtuales que  llaman a la puerta del escritor. Los autores deben pensar en esta forma de publicación como en las dos caras de una moneda: funcional siempre y cuando la acompañen factores como la experiencia, el prestigio de autor y las herramientas cognoscitivas necesarias; e ilusoria cuando, desarmado de dichos factores, el escritor corre el riesgo de dejarse llevar por cantos de sirenas y convertirse en el responsable de conducir su obra a un trágico naufragio.

cortesía de la entrevistada

El a veces difícil recorrido de los premios literarios ha comenzado a abrir sus puertas para ti. Acabas de obtener el Premio Laboratorio de Escrituras “Encrucijada” en su primera edición, y además en dos categorías de las tres convocadas (Narrativa y Proyecto Literario). ¿Cuáles son los beneficios puntuales que sientes que un premio puede otorgarle a un autor novel como tú?

Aprovecho esta ocasión para agradecerles nuevamente a todos los involucrados en la realización de esta primera edición del Premio, especialmente a los jurados Eduardo Herrera Baullosa, Annalis Castillo Seguí, Milho Montenegro, Malena Salazar Macía, David Martínez Balsa y Eric Flores Taylor, por la dedicación y el arduo trabajo de deliberación realizado. Igualmente, felicito a todos mis compañeros del Laboratorio participantes del concurso, especialmente a los ganadores: Rolando Enrique Labrador (ganador del Premio de Poesía), Melissa Díaz Leyva (Mención en Poesía), Diana Mesa Levy (Mención en Narrativa), Lisandra Quirós Izquierdo (Mención en Narrativa), Shabely de la C. Botello (Primera Mención en Narrativa) y Amelia Apolinario (Mención en Proyecto). 

Obtuve el premio de Narrativa con mi relato Mujer-canción, donde abordo la relación entre los recuerdos y la música; mientras que, en el caso de la categoría de Proyecto Literario, resulté ganadora con mi proyecto de obra dramática Zona Mundo: descendientes de la ira, basada en una investigación y actualización de la mitología griega, emplazada en un contexto futurista. Para una autora novel como yo, los premios en certámenes literarios influyen mucho en la motivación y consolidan la seguridad y la confianza que uno desarrolla respecto a su escritura. A pesar de la subjetividad a la que se someten las obras en concurso, los galardones brindan la oportunidad de ganar una mayor visibilidad y ponen en valor el trabajo del escritor, avalado por el criterio de expertos. Por otra parte, triunfar en un certamen puede significar la entrada al mundo de los contratos editoriales y constituir un paso más de avance hacia la materialización del sueño de ver publicada la obra.

Más allá de la página en blanco, ¿quién es Claude Nogueras?

Un signo de interrogante y una corredora contrarreloj, cazadora de migajas de tiempo. Claude Nogueras transcurre entre espacios de observación, cuestionamiento y estudio. Es de una edad distinta cada día, de pensamientos indisciplinados con un común denominador: el sueño de aprisionar el corazón de los lectores. Si no habita en la página en blanco, entonces acampa en sus fronteras. No se concibe en ningún escenario distante de los dominios de la literatura y de las tierras conquistadas en su favor.

cortesía de la entrevistada