«Así es mi visión del mundo: maravillosa, absurda y mágica »

Un joven con el rostro ladeado, de mirada esquiva a “lo lord Byron”, es la imagen adjunta a la noticia que se comparte en varios perfiles de la plataforma de Facebook. “La Editorial Ácana anuncia el Premio Literario Bustos Domecq, el lauro es destinado al escritor holguinero Andrés Cabrera, con la novela Musita, el muy maldito, inspirada en Celestino antes del alba”.

Andrés Cabrera (Holguín, 1995) ha mostrado las posibilidades que brinda la reinterpretación y asimilación de temas, personajes, ambientes e imaginería popular en la conformación de su propio material narrativo.

El establecimiento del diálogo entre obras representativas de la novelística contemporánea cubana como Matarile de Guillermo Vidal, y Celestino antes del Alba de Reinaldo Arenas, le permite elaborar —a través del recurso mítico— una nueva visión de la realidad readaptada a nuevos conflictos.

Eres egresado del XXI Curso de Técnicas Narrativas del “Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso”. ¿En qué medida ha aportado en tu formación como escritor pertenecer a este tipo de talleres?

Creo que lo ha sido todo. El Centro Onelio significó un antes y un después para mí y para todo el que lo haya cursado; aunque pueda haber quien lo niegue.

El taller no te enseña a escribir, como bien lo ha manifestado en varias ocasiones el profe Heras León. La función del Centro es la de dotar de las herramientas necesarias para que tú, como escritor, logres hacer literatura. Escribir puede cualquiera, hacer literatura no. La escritura es un don. No son solo palabras, son pensamientos; y ahí es donde radica la grandeza.

¿Cuán necesario crees que deba ser el apoyo institucional para el desarrollo de los jóvenes escritores?

Creo que es fundamental. En una sociedad como la nuestra, muy enfocada en lo nacional, el papel de las instituciones ha de ser la de crear espacios que visibilicen las nuevas voces, no solo de la escritura, sino de todas las manifestaciones artísticas. En este sentido he de exaltar el trabajo de Ediciones La Luz y de su taller “Contar con La Luz”, dirigido en un primer momento por Mariela Varona y ahora por Adalberto Santos; excelente ejemplo de cuánto se puede hacer en pro de la literatura joven. Yo pertenezco a allí.

Cortesía de Ediciones la Luz

¿En qué medida consideras que resulte importante la lectura para el escritor?

Borges dijo: “Uno llega a ser grande por lo que lee y no por lo que escribe”. Mientras más lees, más ganas tienes de escribir. La lectura es una escuela interminable para el escritor. Cada libro que consumes, y te atrapa, es otra herramienta; una nueva experiencia que te llevas.

¿Cuáles han sido tus principales influencias narrativas?

Yo no soy una rata de biblioteca; mentiría si me pusiese a enumerar escritores reconocidos y a citar obras cual si fuese un escritor laureado. Me considero un ignorante en el mundo de la literatura. Sí, un ignorante; pero un ignorante muy libre, y ahí es donde creo que encuentro mi gloria. Y cuando digo gloria, me refiero a la felicidad que me causa lo que escribo.

Mis lecturas son muy desordenadas; pero sí, tengo favoritos. Entre ellos: Margarite Yourcenar, García Lorca, La Loynaz, Georges Perec, Cortázar, Carpentier, Virgilio Piñera, Bulgákov, García Márquez y otros tantos, de los cuales, al menos, conozco una obra.

Pero la joya de mi corona es Reinaldo Arenas, a ese lo cargo sobre mi pecho como a un niño enfermo; como al más grande de mis tesoros.

Cortesía de la Editorial Ácana

Has sido galardonado recientemente con el “Premio Literario Bustos Domecq” por la novela Musita, el muy maldito. Unos de los motivos al fallo del jurado estuvo estimulado por tu apropiación estilística de la novela Celestino antes del alba, ¿por qué Reinaldo Arenas?, ¿por qué el realismo mágico en Andrés Cabrera?

El primer libro que leí de Arenas fue Celestino antes del alba. Descubrir a Reinaldo fue descubrirme a mí mismo. Me sentí muy identificado con su estilo, y no sé de qué modo; pero hubo una conexión entre él y yo. Y es que siento que compartimos más que el terruño y las preferencias. Pero he de negar que el realismo mágico me vino de él. Ya antes de conocer su obra había escrito una novela inconclusa y que retomaré en algún momento titulada: Café para la serpiente, con la cual gané mi entrada al Centro Onelio. En esta primera obra utilicé el realismo mágico sin saberlo. Estaba allí; pero yo aún no sabía nombrarlo.

Musita, el muy maldito está inspirada en Celestino, sí; pero no fue la obra de Reinaldo la que me impulsó a contar mi historia en un primer momento, sino otro escritor y su obra: Guillermo Vidal. Tiempo después de leer Celestino, leí Matarile, y fue entonces cuando me atreví a contar mí historia. Y es que el hombre ha padecido los mismos males, durante muchos siglos, bajo el mismo sol. De Reinaldo tomé tres cosas importantes: el impulso, la libertad y el tiempo. Él es inigualable.

Mi fuerte es y será el realismo mágico, es intrínseco en mí. No creo que cambie en futuras obras, sino que se transforme, porque iré, cada vez más, haciendo este estilo propio. Y es que así es mi visión del mundo: maravillosa, absurda y mágica; pero siempre con los pies sobre la tierra.

Cortesía del entrevistado

Coméntanos acerca de tus planes futuros en cuanto a tu creación narrativa.

El año pasado terminé de escribir una novela titulada Al son de la carabela. Ha sido uno de mis mayores experimentos y me he divertido mucho escribiéndola. La historia sucede en la ciudad de Holguín, allá por el siglo treinta, en un mundo muy diferente y, a la vez, muy parecido al actual, donde se instaura un régimen autoritario gobernado por el dictador Góngori, autodenominado Mariscal Supremo. Esta novela está cargada de acontecimientos absurdos. Y es que el humor absurdo me fascina, me hace vivir.

Algunos de sus personajes y acontecimientos quizás podrían considerarse polémicos; pero si algo me he llevado de Arenas ha sido la libertad creativa. Primero mi obra, y luego que me trague el mar.

Actualmente escribo una tercera novela que por ahora se titula Alejando, o, El día de los Santos Inocentes. Una historia cargada de acontecimientos mágico-realistas y donde exploro las sexualidad pura. Una historia narrada por su protagonista desde su infancia hasta su adolescencia y temprana juventud.

¿Qué consejos les daría a los jóvenes que se inician como escritores?

Que participen en cuantos talleres les sean necesarios, que experimenten, que busquen sus formas, que lean, que escuchen, que escriban mucho y alardeen de muy poco; de nada.

Si hay un mal que empaña el talento actual es la soberbia; el pensar en que yo soy un gran escritor, un genio de este siglo y tengo que hacérselo saber a los cuatro vientos. Eso es una fetidez. Mi amigo Robert Ráez en su primer libro, Boustrophilia, dice: “Lo primero es olvidarte de la competencia. Eso. La competencia no existe. Ni los genios”. Esa es también mi forma de pensar.

 

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