Martha Acosta Álvarez, un laboratorio de ciencia y ficción

Algo hay dentro de Martha Acosta Álvarez. Tal vez es una mezcla de la ambigüedad propia de los treinta —a medio camino entre la juventud y la madurez— con todos los conocimientos y destrezas que puede tener alguien que estudió una carrera de ciencias; sumado eso a pasiones latentes por la literatura. Tal vez, aquello que la distingue resulta de la inquietud propia de las personas capaces de crear poesía, cuentos, novelas… Quizás, sea solo talento.

¿Quién diría que detrás de una muchacha camagüeyana, trigueña, sencilla desde que la miras, existe tanto arte?: con certeza lo sabrían quienes la leen; o quienes conocen que acumula en su trayectoria un Premio César Galeano, un Pinos Nuevos, el Dador y el Paco Mir del año 2017, y el Premio Calendario de la Asociación Hermanos Saíz en la categoría de Narrativa, también de aquel fructífero 2017.

Este 2023 ella repite en el podio de los lauros entregados por la AHS a la literatura hecha por jóvenes cubanos, en este caso en el apartado de Ciencia Ficción. El camino para llegar hasta aquí ha sido largo, un desandar de toda una vida que incentivó su madre, Martha Álvarez.

Martha, la hija, confiesa que ha escrito mucho: en prosa, en verso, de lo que tiene cerca y de aquello que se imagina. Es así para todo creador que, como ella, no deja de encontrar lo fascinante en su entorno.

Una visión del mundo que le permitió tomar una pausa en una carrera profesional más ligada a los ceros y los unos, como Ingeniería en Ciencias Informáticas; pero que la trajo de vuelta —sin desplazar lo aprendido— al mundo de las letras con el curso de narrativa del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso.

“El contenido literario es inabarcable, basta con mirar hacia afuera y hacia adentro. Y si no alcanzara con la realidad, están el arte, la ficción de otros y la creatividad propia. Escribir es solo un intento por capturar una pequeña parte de lo que imagino, una necesidad comunicativa, una sensibilidad que necesita una válvula de escape. Las historias que me interesa contar me bombardean. Escojo las que más me fascinen o, a veces, ellas me escogen a mí”.

Sin embargo, darle forma supone un acto mucho más consciente para la escritora. En ese instante de la creación, valora cuál es la manera más conveniente a la obra que planea desarrollar y busca retarse con experimentos que la saquen de su área de confort.

Esta misma razón contribuye a que no se quede en un género literario, mucho menos cuando encuentra encantos en todos. “No me pregunto por qué incursiono en ellos, en todo caso me preguntaría ¿por qué no? Supongo que ir transitándolos es una manera descubrirme y crecer”, aclara.

En ese proceso de experimentación llegó la obra premiada en el Calendario 2023, una apuesta por la Ciencia Ficción que cuenta dos historias en paralelo en un contexto post apocalíptico.

Por una parte, una madre y su hijo resisten en la Tierra en un ambiente hostil; por otra, un joven privilegiado aguarda en una nave espacial el momento de volver. Son sobrevivientes: para todos constituyen circunstancias difíciles, mas sus realidades no consiguen apagarles las ganas de vivir.

Refugiados surgió de una manera atípica. Era verano de 2022 y yo tenía COVID. Resulta una historia inverosímil. No es la primera vez que hago Ciencia Ficción. De hecho, constituye un género que me encanta gracias a sus posibilidades creativas. Lo he disfrutado desde que tengo uso de razón, a través del cine y la literatura.

“En 2018 publiqué La periferia, mi primera novela, y aunque quise dejar de lado las etiquetas, muchos la consideraron también dentro de este género. En ella se aparecían personajes raros, como una mujer inflable de vinilo soldado. Ahora, en Refugiados, encontramos mujeres de esta naturaleza. Son arcos narrativos ambientados en un mismo universo literario”.

Respecto a este último texto, el jurado del Calendario 2023 destacó que en la obra de Martha “el argumento se introduce al lector sin la necesidad de largos párrafos expositivos. La historia se cuenta de forma coherente, con dominio de las técnicas narrativas y algunos personajes seductores”.

Pero… ¿qué pudiera significar otro de los lauros de la AHS para quien posee numerosos galardones nacionales e internacionales?

Pues, entre las bondades de dicho reconocimiento, la joven señala que está formar parte de la colección de premios Calendario como libros impresos; un mayor alcance entre los lectores nacionales; y un impulso para que Refugiados llegue a estantes personales e institucionales a acompañar a Pájaros azules (2016), Doce años es demasiado tiempo (2016), Paraísos perdidos (2018) y La periferia (2018), textos rubricados por su firma literaria.

Respecto a la organización que en esta ocasión premia su volumen, y a la cual pertenece, Martha enfatiza que le debe mucho; más que eso, le agradece por la difusión de sus obras, y por conglomerar a tantos en función del arte joven. Porque, quizás si la AHS no estuviera, escritores como Martha tendrían menos posibilidades para dar a conocer su creaciones narrativas.

Es posible entonces que Cuba desconociera la existencia de una muchacha que, como resaltara en La Jiribilla el crítico Rafael de Águila, escribe con “marcada economía de lenguaje, reiteración de palabras o frases —desde donde se van conformando las historias—, reincidencia de escenas que crecen en espiral, oraciones cortas, nerviosas y un muy fuerte lirismo”.

Hoy se equivocan quienes llaman a Martha Acosta Álvarez “joven creadora”, pues no es solo eso. En ella habita el laboratorio completo.

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