Yanarys Valdivia: «La poesía debe ser capaz de iluminar»

Yanarys Valdivia siente que la poesía nos hace observar y entender la vida con ojos nuevos, ojos que trascienden el cristal —las barreras— de nuestra experiencia humana. Toda entrevista no es más que un pretexto y esta no es la excepción, lo reconozco: quería conocer más de las reflexiones sobre esa realidad siempre cuestionable que Yanarys parece revelarnos a través de su creación.

—¿De dónde nace tu interés por el haiku y por otras estrofas provenientes de la tradición poética oriental?

—Siempre me han fascinado la cultura y la filosofía orientales, en especial la tradición literaria japonesa, tanto la narrativa como la poesía, y fundamentalmente el haiku y su poder de dibujar el mundo en breves notas. Eso para mí es esencial, de una claridad y autenticidad que siempre he admirado y respetado. Conocí del haiku específicamente por un amigo que lo llevó a una tertulia a la que asistía con regularidad luego de mis estudios de arte. Ya para entonces escribía mis cositas, pero el descubrimiento de esta forma poética sin dudas me abrió a un mundo desconocido, y cambió para siempre mi manera de observar y ver la vida.

—¿Es posible definir, fehacientemente, qué es la buena o mala poesía, o esta definición se filtra en el espectro subjetivo de cada lector?

—No puedo ser tajante en cuanto a mi criterio con respecto a la buena o mala poesía porque, sin lugar a dudas, esto pasa por infinitud de tamices personales, pero sí pienso que la buena poesía debe ir más allá de toda clase de convenciones, de estructuras, debe ser capaz de iluminar, de huir de los lugares habituales, de remover, de transformar, es algo vivo y en movimiento. Lo podemos ver en los grandes poetas como Whitman o Rimbaud, solo hay que observar el gran cúmulo de grandes de la poesía, sus vidas, sus obras, para discernir —de entre la mala hierba— lo verdaderamente valioso, lo que trasciende tiempos y lugares.

—¿Cómo manejas el mundo de la autorreferencialidad a la hora de escribir? ¿Es la poesía, por necesidad, un ejercicio de autorreferencia?

—En toda obra, amén de que se usen sujetos líricos, narradores o voces diferentes a los del autor, es imposible huir completamente del creador, pues el background está ahí, la vivencia: para poder hablar con voces prestadas, por debajo se hallará la del autor siempre. En mi caso, como en el de otros poetas y escritores en general, lo he usado también como soporte creativo. Hay una gran zona de mi poesía de un marcado carácter autorreferencial; aunque el que hable sea el paisaje, mis ojos están ahí, tras el cristal.

—En el proceso creativo, ¿a qué paso le confieres mayor importancia?

—Cada escritor es un mundo aparte y los procesos creativos son disímiles; difieren un poco los poetas de los narradores, pero igual tienen su estructura, como es lógico. Para mí es fundamental la observación, la acumulación de experiencia para que pueda surgir una obra: el pozo ha de ser llenado, como bien apuntó el maestro y amigo Roberto Manzano. Luego, no en todo momento se escribe de igual manera, a veces puede ser espontáneo, a veces es resultado de la experimentación y el juego, especie de reto; a veces se está escribiendo un poema mental, esbozando una idea, a veces se perfila todo un proyecto a partir de una idea iluminada. Todo paso es importante. Después viene el trabajo duro: la reescritura, que puede tomar mucho más tiempo que la escritura inicial, y es un paso importantísimo en el proceso creativo para la factura final o casi final del texto.

—Se ha hablado mucho de la investigación como parte de dicho proceso creativo. En el caso del poeta, ¿esta investigación se reduce solo al análisis del sujeto hablante o de las particularidades del discurso, o se preocupa además por otros escaños de sentido?

—Una vez más, esto depende del poeta y su visión, pero creo que sí hay todo un proceso de acumulación de información de todo tipo: visual, sensorial…Y claro está, dependiendo de la obra como se haya perfilado, hay algunas que nacen de manera más espontánea. Ya luego el escritor las va enfocando hacia un camino, y están también las que se trazan hacia una meta desde el inicio. Ahí puede notarse quizás esta investigación inicial, que no solo en el caso de la poesía es una preocupación formal del sujeto hablante o sujeto lírico, ni de lo que se habla o cómo se habla, sino de todo un contexto también, que puede tener una carga histórica y de diversos orígenes, intertextualidades, etc. Creo que un buen escritor lo abarca todo, me refiero a los diversos escaños de sentido, los reconoce y los pone en función de su obra

—¿Piensas que la poesía tiene límites? ¿Cuáles serían estos?

—No creo que tenga límites. Estos solo pueden existir en las mentes. La poesía tiene sus características formales, pero eso para mí no supone un límite, sino una posibilidad.

—¿Cuál es el papel del escritor, del poeta, en el mundo que nos ha tocado vivir? ¿Tiene acaso algún papel?

—El papel del escritor es solo con sí mismo: ser leal a su tiempo y a su obra, pero no por convenciones, por demostrar nada a nadie. Si uno es fiel a su visión, esto sin dudas llegará a otros, invitará a otros a participar de tu visión y sembrará buenas impresiones siempre.

—En materia creativa es cierto, innegable diría yo, que existe el fatalismo geográfico. El lugar donde nacemos nos define y, muchas veces, nos condiciona. ¿De qué manera puede un escritor, con su esfuerzo individual, desterrar este fatalismo o al menos luchar contra él?

—Creo que puede afectarte quizás en cuanto a posibilidades de mostrar tu obra, de acceder a información si naces en un campo muy apartado; por ejemplo, la búsqueda incansable de nuevos horizontes, la aventura, la exploración, son las herramientas fundamentales para crecerse ante cualquier fatalismo, el estudio y la superación de los límites propios y de tu contexto.

—¿Qué opinas de la promoción literaria en Cuba? ¿Y de la autopromoción?

—La promoción literaria en Cuba ha pasado por diversos momentos, unos más felices que otros, pero sin dudas hay un trabajo sostenido. Se han publicado montones de obras de diversos autores, a veces tarde, pero al final salen. También existen eventos como el Festival Internacional de Poesía, concursos o ferias que visibilizan un poco más a los autores. Luego, están además la autogestión y el camino que uno mismo logre labrarse: publicar fuera de Cuba puede servir para que otros lectores conozcan lo que se hace aquí, aunque no dé muchas ganancias monetarias. La literatura no va a dar grandes dividendos, pero sí grandes satisfacciones de otras maneras que son también disfrutables. 

—¿La poesía puede considerarse un ejercicio de reflexión sobre lo real?

—¿Y qué es lo real? La poesía puede hurgar en diversos sitios. La realidad es una constante cambiante, efímera y no permanente; la poesía también observa y registra estos movimientos.

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