En el carrusel de Rubén

Un mililitro conceptual

Hace años me debía esta conversación, de esos regalos que uno decide hacerse. Con asiduidad coincidimos en espacios socioculturales de la ciudad y nos profesamos una mutua estima a nuestros quehaceres profesionales. Sus canciones componen buena parte de mi narrativa de trotaurbe. No hay creador de mi promoción, de antes y después, que no haya puesto aderezo a su bohemia con él y su guitarra mediante. El diálogo con Rubén Léster González Valdés toma un carácter polifacial, pues se encuentra el interlocutor frente al cantautor, guitarrista instrumentista, arreglista, compositor, productor musical, actor de teatro y promotor de la cultura.

Hombre de guitarra y canciones es también Rubén continuador de la tradición en Santiago de Cuba de trovadores que afilian su actividad creadora a la escena teatral. Ambas corrientes entrelazan sus cauces y no es posible deslindar la una de la otra en su historia de vida. Por eso, desde 1998 pertenece al Consejo Provincial de las Artes Escénicas y dos años después ingresa al Catálogo de la Empresa de la Música de Santiago de Cuba.

Por su obra musical en vínculo al teatro recibe el Premio por banda sonora original en el Festival de Teatro de Pequeño Formato de Santa Clara, y Primer premio por música original en el Festival Nacional de Teatro Máscara de Caoba, de Santiago de Cuba.

cortesía del entrevistado

Tal como otros trovadores de las promociones que se han sucedido en Cuba desde el decenio final del pasado XX al presente, la obra de Rubén Léster se corresponde a la de un autor que entiende su música dentro de una convivencia de sonidos y aconteceres artísticos plurales. Sus entregas transitan de la lírica más excelsa a la recreación de evidente herencia trovasonera en el cuerpo texto-musical. Sus construcciones se asientan en una pluralidad de conceptos musicales que van del trovador y su guitarra a distintos formatos instrumentales de apoyatura a ritmos diversos donde coinciden canciones, guarachas, sones, reggae, otras incidencias del entorno sonoro caribeño como aires de vallenato o cumbiosos, hasta incidencias del entorno hip hop, rockero, popero, conga electrónica e incluso del tecno, como lo ilustran varios temas en Dime que sí, su más reciente entrega discográfica.  Ésta en específico se desapega del hombre con su guitarra para mostrar un creador inmerso en los sonidos transnacionales, de carácter festivo, por momentos bailable sin que por ello renuncie a temáticas reincidentes en la Canción Cubana Contemporánea.

Sus piezas discurren por temáticas disímiles que aunque propias de la expresión trovadoresca llevan la singularidad de un discurso personal. La emigración, el miedo y la nostalgia aparecen desde la óptica de las relaciones humanas más allá de las demarcaciones políticas. Algunas de sus piezas apelan al recurso de la ironía a lo “no fui yo” propio del estilo trovasonero Matamorino. Con estas estrategias la opinión social a veces adopta tonos gozosos y de divertimento aparente, cuando casi siempre amparan sarcásticas guarachas con sustrato social.

Hay presencia también en su obra de aquellas piezas que cantan al amor con una lírica excelsa donde el eros seduce y a veces efímero pasa. Y desde otra interpretación, es el tópico amatorio motivo para encauzar, tono de guaracha por medio, aires de humor en los que aflora la aguda opinión del trovador hacia el contexto de vida.

Sus producciones discográficas han obtenido nominaciones al certamen Cubadisco. En 2015 recibe el Premio Cuerda Viva en la Categoría de Trova. Ese año se incluye el tema Suerte, entre las 50 canciones más representativas en la producción “50 Aniversario”, doble DVD por el medio siglo de la EGREM.

Obras de teatro, cortometrajes y documentales, entre otros audiovisuales, llevan el sello de las musicalizaciones de este autor. Rubén comparte la actividad como compositor e intérprete con la producción musical y con otras actividades de promoción de los valores de la cultura artística en Santiago de Cuba.

Suerte: la conversación

Naces en La Habana. Tu infancia y primera adolescencia transcurren en un constante trasiego entre la capital y Santiago de Cuba. Cuéntame de aquellos años y el estudio del Nivel Elemental de la guitarra.

Nací el 10 de febrero de 1977 en Hijas de Galicia, hospital materno de Luyanó. Mis padres en ese momento eran recién graduados de la Cujae. A ellos y a otros profesionales les ofrecen fundar la cátedra de Arquitectura en la Universidad de Oriente. Crearon la cátedra y tenían muchas responsabilidades, eso les hacía viajar constantemente. A los dos años viajé con ellos a Angola, Luanda, después a La Habana, de ahí de nuevo a Santiago. Así estuve hasta los dieci… tantos años. A veces los trasiegos duraban, eran un año aquí y otro allá, pero en ocasiones fueron dos o tres acullá. Luego saqué la cuenta y lo agradezco, porque eso me hizo ver que las diferencias entre las personas no son las que parecen. Sabes que existen los semitismos, que si los santiagueros o palestinos; aquí, que si los habaneros son esto o aquello. Me moví entre todo eso y me deshice de prejuicios. Esa infancia itinerante me dio una visión más amplia de las cosas a mi alrededor.

Estudié el nivel elemental de guitarra clásica entre ambas ciudades. Lo perjudicial es que el estudio fragmentado es un poco incómodo. Lo positivo es que me exigía más porque en el ir de un lado a otro los programas eran distintos y requerí el estudio. También estaba el tema de los profesores. Cuando tienes un docente que te acompaña en el tiempo de alguna manera te identificas con sus métodos. No tuve esa oportunidad. Aunque por lo general hay un maestro que te marca, en mi caso encontré esas enseñanzas aquí en Santiago.  

Comencé la Universidad, y a la par realizaba el nivel medio de guitarra por encuentro.

A propósito de tu formación, de forma paralela a tus estudios musicales comienzas a estudiar la carrera de Física, y en realidad te gradúas como técnico medio en Ciencias Informáticas…

Yo cursaba la Escuela Vocacional con la idea de estudiar Física como carrera universitaria. Muere mi padre con el llamado periodo especial en curso. Salgo de la Vocacional. En aquel momento tenía un grupito que se llamaba Sisaya, que después devino en La Guerrilla, un grupo de rock.

Comenzamos un grupo como aficionados algunos amigos junto a Nelita, Alcides (Tití), Karina, Ringo y otros actores. Después de ese grupo es que nace La Guerrilla.

En ese momento mis padres de todos modos me pedían terminar “algo”, por eso es que hago por encuentro la tecnología en informática. Me gradué pero fue como “oír llover” (risas). Después me sirvió para el trabajo de postproducción pero la verdad en aquel momento lo hice por complacerlos a ellos.

Es en este periodo donde aflora con creces tu interés por hacer música. ¿Por qué el rock en una ciudad donde no es tradición?

Por La Habana, y mis constantes idas y regresos. Algunos de mis amigos de la etapa de estudiante eran roqueros. Es verdad que Santiago es una urbe tradicionalista. Todavía en aquella época yo tenía el grupo de rock and roll y podía presentarlo en algún que otro lugar. Ahora no sé si hay grupos de rock pero, si existen, no los ves en ningún lugar. Y diferente a lo que algunos piensan, había mucha gente en Santiago de Cuba amantes del rock and roll. Aquí hay público que gusta del rock lo que no tienen la posibilidad de seguirlo.

¿De dónde viene la cofradía musical con Luis Felipe Veranes, Felipón, y qué fue Altoriesgo?

Felipón trabajaba en ese momento con Calibán Teatro. Él es un poco rockero también. Yo era de los pocos que tocaba la guitarra eléctrica en Santiago. Vio mi juventud y que estaba loco por crear. Él es guitarrista también y estaba en busca de un bajista para el grupo. Buscó a Leo Cabeza para que tocara los teclados, se sumó Polanco en el saxofón, Ringo, Leo, Felipón y yo, y así se armó Altoriesgo. Fue una escuela, nosotros aprendimos mucho con Felipón. Le debo las formas de montaje, son elementos que no se adquieren en la escuela, donde se recibe práctica de conjunto, pero es un poco estático, lo vives cuando estás en la práctica, y sobre todo cuando es música moderna. Era creatividad pura.

La experiencia de Altoriesgo coexistió con el trabajo musical y actoral de La Guerrilla. Cuando se disuelve la agrupación musical comienzo además a presentarme como trovador. Eso me creó un vínculo más directo en el entorno musical, llegaron las presentaciones en la sede de la AHS, muchas veces como telonero de Muralla.

Das continuidad a la tradición en Santiago de Cuba de trovadores que afilian su actividad creadora a la escena teatral. ¿Cómo nace el interés por crear el nexo entre el grupo de rock La Guerrilla y el teatro?

Al inicio cuando surge La Guerrilla es un proyecto de música y teatro.

La génesis está en un grupo que se llamó Sisaya, ensayábamos en el Polifuncional de la Universidad. Luego le cambiamos el nombre por el de Crítica. Con este formato empezamos a presentarnos en la sede de la Asociación Hermanos Saíz. Hubo cambio de integrantes y formato, así que rebautizamos al grupo como La Guerrilla, que tuvo una duración alrededor de dos años. Imagina, tocamos rock and roll en Santiago, donde podíamos, un poquito en la Universidad, otras veces en la AHS.

En aquel momento con el grupo, empiezo a frecuentar más aun los conciertos, teatros, y nacieron muy buenas relaciones con Jorge Jardines. Norah Hamze dirigía Calibán. Jardines era de los actores que montaba obras de importancia como Apocalipsis, la gente cambia. Estaban él y Marcial Escudero que para mí eran referentes. En ese momento había una efervescencia del teatro acá en Santiago. En general era latente una vida artístico-cultural intensa.

cortesía del entrevistado

Jardines me propone hacer un proyecto teatral. Yo tenía el grupo de rock and roll, y le sugiero crear un híbrido que fusionara el teatro con la música en escena. Así se formó La Guerrilla. Con posterioridad, cuando Jardines sale como director, asume Marcial Escudero, quien con anterioridad lideraba un grupo de teatro El Golem, y de esa unión resulta el nacimiento de La Guerrilla del Golem.

Luego de mi primera etapa con la agrupación musical Muralla, retomé la actuación con  desempeños en protagónicos con los que obtuve premios, como en la obra En alta mar. Luego el teatro cobró mayor relevancia que la música en La Guerrilla del Golem. La responsabilidad musical recayó sobre mí,  que además actuaba.

En uno de estos períodos llega mi segunda etapa con Muralla, cuyo trabajo demandó mucha dedicación. Entonces tomé la decisión de producir música para el teatro pero renuncié a la actuación. Jardines defendía mucho la música original. Después del trabajo que en tiempos relativamente recientes hicieron  los dos Aquiles y yo,  cada vez es menos en Santiago la música para teatro.

La producción de música para teatro es algo especial. La musicalización de obras es una disciplina difícil, al principio me costó trabajo y tuve que solicitar ayuda. Me acerqué  a personas como el maestro Juan Filiú y otros que para mí ya eran grandes en la música.  Agradezco a quienes me enseñaron, por ejemplo, de armonía y cómo llevar ese conocimiento a la práctica. Cuando aquello tenía una computadora que era viejita y la tecnología estaba menos desarrollada, era todo con el papel en la mano. Yo me pensaba que era un científico (risas), que era un Mozart. Porque estaba en lo de la música incidental, mientras en las calles estaba la trova tradicional, el son, y yo estaba en otro mundo, éramos la sinfónica y yo (risas).

 Tenemos que hablar aún más de tus participaciones con Muralla, agrupación pionera en la canción alternativa en Cuba.

Sí, por supuesto. Tras mi salida de Altoriesgo comienzan mis primeras presentaciones acompañándome por la guitarra.

Yo tenía buena comunicación con Glenda Díaz, su directora. Era el momento de Muralla en que Leo Cabezas se va al extranjero. Ella me pide que entre al grupo como guitarrista. Empiezo con Muralla y a la par continúo con La Guerrilla. Durante toda la trayectoria que te comparto de mi carrera  el trabajo con el teatro es permanente. Muralla sí demandaba mucha dedicatoria también. Hubo un momento en que no podía llevar ambas cosas.  La experiencia con Muralla era formidable. Era una estación de trabajo muy buena porque Glenda propiciaba que la gente produjera música.

Luego tengo un segundo período con la agrupación. Los músicos trasiegan mucho y mantener la estabilidad de un formato es muy difícil. Glenda me pide que asuma la voz cantante. A ella le gustaba mi trabajo como trovador. Me ofreció la inclusión de algunas de mis canciones en el repertorio de la agrupación. Fue la última etapa de rock and roll de Muralla. Asumí los roles como cantante líder, guitarrista y  autor de varios temas. Víctor Cutiño era el arreglista.

La agrupación tuvo varias etapas de gloria y ésta también lo fue, según la valoración de otras personas. En el caso de Santiago cuando nos presentábamos en la escalinata del Emilio Bacardí o la AHS siempre acudía mucho público, a veces ni entraban en el espacio, no se podía caminar. La gente iba a la Casa del Joven Creador por las presentaciones.

Giramos por todo el país, en festivales y eventos de la música en Cuba. En esa etapa compartimos con Síntesis, David Blanco, Interactivo. Fuimos finalistas de Cuerda Viva en la primera edición.

Cuando entré a Muralla ya tenía unos veinte años de creación y estuve alrededor de diez. Siempre me mantuve con el teatro y a la par  mi carrera como trovador. Aunque predominó lo primero. En este período también comienzo a realizar colaboraciones con otros músicos. En una ocasión William Vivanco me pide participación para un  proyecto de una gira  a Francia.

Por tu obra como cantautor resultas Proyecto Nacional de la Asociación Hermanos Saíz. En el período tuviste una presencia notoria dentro de las dinámicas en la ciudad. Háblanos de todo cuanto le aportó la Asociación a tu carrera y viceversa.

Todo se deslinda de mi trabajo con Muralla. Nosotros girábamos por toda Cuba, y como trovador también. Muchas veces asistíamos a un festival y tenía los trabajos con el grupo más los míos como solista. El público llenaba los lugares, se percibía  la  sintonía con la agrupación y eso ayudó mucho a mi carrera individual.  Los trovadores son muy solidarios y uno toca la canción del otro y viceversa,  y otros jóvenes interpretaban mis canciones y todo eso fue mi plataforma.

La dirección de la AHS valoró los resultados de mi trabajo y apoyó de manera absoluta. Tanto que en un momento se me invita a presentar un concierto para una grabación. Se había creado un espacio en el Centro Hispanoamericano de la Cultura, que tiene una sala de conciertos espectacular, para realizar grabaciones a las presentaciones de los trovadores.

La AHS me escogió Proyecto Nacional, y a cada acontecimiento de relevancia era invitado. Cuando se realizó la celebración por los 35 años de la fundación del Movimiento de la Nueva Trova, de Santiago fuimos invitados José Aquiles, Felipón y yo. Mis presentaciones acontecieron con muy buena presencia de público.

La AHS me abrió muchos espacios. Cada vez que iba a La Habana me presentaba en el Pabellón Cuba.  Hasta el otro día en que llegué a mirar y terminé tocando. Gracias a eso además he participado en casi todos los festivales de la trova por todo el país.

En esta etapa había un movimiento trovadoresco, existieron proyectos de conjunto. Los trovadores buscaban espacios para hacer su trova, lo luchaban, ahora no percibo lo mismo.

En ese trasiego de las tablas a la música, del rock a la trova, ¿qué referentes musicales y literarios te acompañaron?

Toda la vida me ha gustado leer, desde pequeño. Leí muchos clásicos. Mi papá me compraba los libros. Dicen que la canción se parece a la poesía. No he sido un lector asiduo a la poesía, pero  siempre tuve y sostengo buenos vínculos con poetas. No era para un aprendizaje directo, sino un vínculo de amistad, como con Marcial, Reynaldo García, cofradía entre artistas. Estuve mucho en la Teatrova, y de esas interacciones creo que hay incidencias en lo que hago. Me dicen muchas veces sobre mi picaresca, creo que debe ser la influencia de todas esas vivencias que van de los poetas a mi alrededor y transitan por la mucha música que escucho. No se trata solo de lecturas literarias, si quieres ser libre en la música, tienes que tener cultura musical y la defensa teórica de tus libertades.

Eres de los cantautores o trovadores que entiende su música dentro de una inserción de sonidos plurales,  y participas en aconteceres musicalmente diversos. Coméntame de las experiencias con el proyecto X-Planet,  junto a la cantante inglesa Holly Holden y el MC santiaguero Alain García.

Soy de los que apuesta por la colaboración en los empeños de otros. A mí me gusta hacer música, como sea, para lo que sea siempre que me guste el porqué y me agrade el proyecto. Cuando la propuesta de X Planet llegó, ya en varias ocasiones había trabajado con la gente de la música urbana.

Yo tengo un amigo, hermano, Kiki Pro, que tiene el estudio Manicomio Records, uno de los primeros que surgió para esta música. Todos los grandes urbanos que emergieron aquí, los que empezaron cuando el reguetón era un embrión estaban  allí con él. Muchas veces para esas grabaciones, si él necesitaba algún músico que tocara la guitarra o el bajo yo iba. Esa colaboración se mantiene hasta hoy. Por eso he tenido una relación cercana con la gente de la música urbana, con TNT la Reziztencia, La Familia Vakana, por ejemplo. También ellos crecieron dentro del panorama cultural junto conmigo.

Alain, Alayo Mc, apareció en la casa con Holly, una inglesa que canta espectacularmente. Nosotros aquí no estábamos acostumbrados a una mujer con una interpretación de esa forma bien anglosajona. El interés de ella era la fusión de su estilo a la música urbana y cubana y eso a mí me encantó. Llamé a varios músicos y a Dj Jigue. Luego del disco realizamos un concierto en la UNEAC que también tuvo su resonancia. Holly llevó esta producción al agregado cultural de la embajada inglesa en La Habana, y el diplomático se enamoró de aquello. Hicimos varios conciertos, uno de estos fue en el Museo de Bellas Artes, un concierto lindo. Este fue un proyecto con mucho apoyo de la embajada de Inglaterra.  Luego agregamos nuevos temas y se presentó un concierto en el Iris Jazz Club con otros invitados y músicos jazzistas. Felipón estuvo también entre los invitados.

Según mi apreciación, en esta región, musicalmente hay una concepción más abierta, menos sectaria entre los cultores de diversos géneros o corrientes sonoras.

Sucede lo contrario, algo gracioso, todo el mundo se mezcla. Sin embargo no sucede igual entre los que, digamos, están en el mismo gremio. No ves mucha unión de un trovador con los demás. Todos se llevan bien, pero no se gestan proyectos comunes. Creo que lo más o menos reciente  que vi, surgió por la iniciativa de la AHS de producir un disco con todos los trovadores. Pero la idea fue de la AHS, no emergió de nosotros. De modo similar sucede con los representantes de la música urbana. Es algo raro. No es como sucedió en Santa Clara con La Trovuntivitis y nuevas promociones de trovadores que se unieron de forma inteligente. Aquí es más fácil el aliarse con representantes de otros géneros o manifestaciones del arte,  como un trovador y un artista de la plástica.

Los trovadores no siempre tienen la oportunidad de patentar su obra en fonogramas, y tú llevas la dicha de la participación en producciones colectivas y varias a tu nombre. ¿Cómo reflejan cada una de estas producciones tus etapas como creador?

Hasta el momento cuento con la participación en dos producciones discográficas compilatorias, Raspadura con Ajonjolí  (EGREM) y la antología de nuevos trovadores de Santiago New Sound Santiago, en la que trabajo como cantautor y productor musical. Es este último un disco que obtuvo la nominación al Cubadisco 2012 en la categoría de trova-fusión. Con mis canciones tengo la realización de El Carrusel (Centro Hispanoamericano para el Arte y la Cultura y AHS); Simple (Bis Music), con nominación también en la misma edición del Cubadisco.

En tiempos más recientes produje Gallo Negro con el sello Siboney de la EGREM, y la propuesta de otro proyecto de disco de música electroacústica con el mismo sello. Y lo más fresquecito es el fonograma Dime que sí, con la producción de Kiki Pro y un servidor, y una nueva nominación a la feria cubana del disco en el 2019.

Ya conversamos acerca de la producción musical del disco X610Z (Existence) del proyecto X Planet.

cortesía del entrevistado

Si de dialogar sobre mi resultado fonográfico se trata, ante todo digo que yo he tenido suerte. E insisto, todo empezó con Muralla, cuando estaba en una de esas etapas de efervescencia. Nosotros íbamos con frecuencia a La Habana. Había una inquietud por grabar, la EGREM quería hacerle un disco a la agrupación. Estuvo la intención que no fructificó, entre otras cosas por el desmembramiento de la formación en un momento. En aquel entonces yo era el compositor o autor de las canciones que interpretaba Muralla y era el cantante, heredé muchas cosas positivas de aquel auge.

Tanto fue así que en uno de los viajes, la AHS, de la cual ya era Proyecto Nacional, me propone realizarme un disco. En este caso se realizaron las coordinaciones con Bis Music, con la coincidencia de que mi hermana se gradúa y entra a trabajar con este sello. Hacemos el fonograma  que fue nominado al Cubadisco. En esta producción participó el guitarrista, compositor y arreglista Marcos Alonso, es un todoterreno en la producción.

Mi hermana me dio la visión de cómo funciona el mundo fonográfico en Cuba. Usualmente nosotros no estamos acostumbrados a las empresas que funcionan para vender. Después cuando fui a España  yo mismo le comercializaba mis discos a Bis Music, y eso se ingresa a la empresa. También le di mucha promoción “de a socio” y el disco se agotó. Después se hizo otra edición más corta, de la que quedan pocos ejemplares acá en Santiago.

La AHS me propone realizar un disco junto con otros trovadores de Santiago pertenecientes a la Asociación. Produje ese disco junto con Felipón. Lo hicimos con la EGREM. Este fonograma también obtiene nominación al Cubadisco.  En esa etapa el sello santiaguero me propone hacer otra producción con mi obra en solitario, y una vez más recibo la  nominación del disco en Cuba.

Eso conlleva de forma paralela un proceso amplio de creación…

¿Sabes lo que sucede? Acumulé mucha música de todo el tiempo que fui inédito. Había temas que me acompañaban desde hace mucho. Para Dime que sí, el más reciente disco con la EGREM, me llevó la preparación de  temas y arreglos nuevos. También pude utilizar el estudio que tengo ahora en la Casa Dranguet. Kiki Pro fue uno de los productores, eso me permitió grabar y hacer las mezclas con más comodidad. Y la verdad es que todo el equipo de la EGREM me ayudó muchísimo.

Así mismo fue también con Gallo Negro, un disco que se grabó aquí con un financiamiento que obtuve desde Francia. Fue un financiamiento modesto con el que hicimos magia.

Tus composiciones reflejan temáticas disímiles casi siempre desde un sutil sarcasmo, o desde lo irónico con cierto sentido del humor, a veces con una lírica excelsa, otras, desde códigos comunicativos de actualidad. ¿Qué tiene que existir en tus procesos creativos para que emerja una canción?

Es complejo. Hay momentos en que vas por la calle y algo te despierta la motivación de hacer una canción, pero tal vez dos calles más allá eso se fue. Y de momento estás con la guitarra, te acuerdas y escribes. Ahora mismo con el coronavirus mucha gente me decía “por qué no le escribes una canción”, pero no sentí la necesidad, otros sí lo hicieron y lo respeto.  A veces empiezo una canción y en la tercera estrofa se quedó y cuando la reencuentro,  la resuelvo. Hay otras canciones que son “un tiro”.

Otros  trovadores tienen disciplina para la composición. Yo no soy así. A veces pasan semanas. Tengo ocasiones en que compongo de un tirón, y eso me sucede mucho con las canciones por encargo. Hice una canción a Martí que se cantó en una tribuna abierta, esa la hice en una tarde. Es una de las que más me gusta y en aquel momento tuvo muy buena acogida.

Y es tan misterioso porque, por ejemplo, he comenzado una canción con tres estrofas que me acomodan y no la he podido terminar, y en una descarga por ahí surge un coro, tomo lo que tenía, comienzo a cantar en el tono de lo que ocurre y de repente se obra la canción. Eso me sucedió con El mililitro, una canción no concluida. Es de esas que tiene varios finales. La canté en una ocasión en lo que era el Centro de Superación, y a partir de entonces siempre la piden en las presentaciones. Sabes que la guaracha se presta para todo eso. Y casi siempre, que es lo más bonito como ocurre con El mililitro, esas que piensas que no están terminadas, son las que resultan una revelación para el público (risas). Cada vez que llegaba a la última estrofa comenzaban las sudoraciones para ver cómo hallar la solución. Si yo fuera un sonero, un improvisador… pero no lo soy. Yo tomo dos o tres recursos y resuelvo.

¿Cuáles de esas canciones son tu mayor espejo, esas de las que no puedes desprenderte?

Tengo varias. Hay una que me gusta mucho: La sabrosura. Está El descontento, que tiene varios trasfondos con una mirada incisiva. Yo me paré en el parque Céspedes, en la escalinata del Bacardí a  tocar este y otros temas, a sabiendas de que la incomprensión puede generar descontento. Entre mis preferidas también se halla Suerte, es un tema a la emigración.  

Suerte en particular  me dio mucha alegría porque fue de esas que escribí de una vez. Me invitan a participar en el disco Raspadura con ajonjolí, que tuvo representación de trovadores de toda Cuba. Ese tema era de mis composiciones recientes. Ese tópico de la emigración siempre despierta expectativas y a mí me interesa abordarlo desde la perspectiva más humana. Es un amigo que se va, está bien y que tenga suerte no me importa nada más, yo hablo de las relaciones interpersonales. Si te gusta esto o lo otro no interesa, cada quien es libre de lo que quiera. Algunos creyeron que el tema era una bomba, y resulta que escucharon una canción muy lírica, de amor fraternal, de amistad. Tanto fue así que las palabras que se le hicieron al disco hablaban de ese tema. Por eso  digo que he tenido suerte, porque en ese momento Bladimir Zamora, quien hizo las notas discográficas, tituló las palabras ¡Suerte, Compay! Y fue pura belleza lo que expresó. Igual ocurrió con una reseña que publicó en el Caimán Barbudo sobre la canción. La catalogó como una de las canciones cubanas sobre la emigración más bellas de todos los tiempos.

Sin embargo, las canciones que más le gustan a la gente no son esas, sino Lobo sato, El mililitro, los temas de más pachangueo.  Tiene que ver con el tipo de público. Acá “la cosa estuvo buena cuando la gente se paró y bailó”, si estaban atentos pues “no estaba tan bueno”, ¿pero por qué no? (risas). El público en Santiago tiene sus características y también es difícil. En La Habana, como hay mucha más coexistencia y apertura con la recepción del hip hop, jazz, rock y todo tipo de corrientes musicales,  me cuesta mucho menos poner al público en movimiento. Ya le he tomado más o menos la vuelta a cada lugar.

Al paso de tu obra, también has caracterizado espacios y peñas en distintos espacios como la Sala Teatro Macubá, la sede de la UNEAC, el  Cabildo Teatral Santiago y la propia Casa del Joven Creador. ¿Qué te sobresale de estas experiencias? ¿Algo que retomarías si fuera posible?

Cierto es que hay lugares donde realicé peñas y encuentros de la trova que me marcaron, y lugares en los que me encantaría volver a tocar. Hice una peña en Macubá cuando la sede del Café Teatro se encontraba en Enramadas, en aquella cuevita, ese lugar me fascinó. Desde hace tiempo sostengo  un vínculo muy bueno con Fátima Patterson y ella siempre me apoyó. Yo le agradezco mucho  porque con ese espacio fue que comencé a tener presencia pública en la ciudad. Es verdad que contaba con la experiencia de las presentaciones  con Muralla, pero una presencia en un espacio regular  en el centro de la ciudad, fue con Macubá. Gracias a Fátima movimos hacia allá músicos, actores y artistas de todas las manifestaciones.

Otro espacio que recuerdo fue el Patio del Cabildo años atrás. Hace un tiempo se hicieron cosas muy buenas en este lugar.

Hubo un escenario que también me marcó, fue la casita del teatro de Calibán. Una casa pequeña, vacía, tan solo con un escenario y almohadones en el suelo para que las personas se acomodaran. Ahí se gestaron gran parte de los proyectos como Altoriesgo, La Guerrilla, El Golem; emergieron de esos encuentros, ideas para el teatro y la música. Aquiles Jorge era uno de los habituales, con su vertiente rockera y teatral, porque hizo varias cosas para el teatro que tienen su origen en aquel momento.

En la actualidad tengo presentaciones fijas en la Casa de la Trova. La Casa Dranguet, es mi actual espacio habitual, que he tratado de personalizar. Ahora la sede está en reparación, cuando culmine lo retomaré.

Recién comenzamos un espacio en el Museo de la Imagen, una peña de trova, poesía y audiovisual, Para socios, una cita para que acudan artistas, aunque estará abierta a todo el que quiera asistir. La principal intención es que asistan artistas que puedan gestar proyectos. La idea es incentivar el ambiente de la creatividad para el desarrollo de la cultura. Por eso quiero involucrar a artistas cubanos en cualquier parte del mundo en que estén  para intercambiar sobre arte y cultura. Y también es propósito que los artistas se unan, porque cada quien está en lo suyo, hay mucho de conformismo y nadie quiere librar batallas.

Son Day o Continuará…

Cuando uno aprende a regalarse lo que estima, aquello adquiere un valor de suma significación. Así es esta conversación que para mí apenas comienza. Próximas ideas en torno a la obra de este autor se fraguan en la avenida de mis teclas. El tiempo con Rubén es momento para café mediante,  hacer del pensamiento, fiesta y risa. Confluyeron también al encuentro algún presunto estribillo para canción. ¡Compay, la suerte es mía!

 

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