Certeros disparos para teorizar sobre las artes visuales

Por definición, la crítica es un oficio a contracorriente. Alrededor de ella crece la sombra de la sospecha: se duda de su función, sus intenciones e incluso de su valor literario. Sin embargo, una crítica seria y con solidez es indispensable para el estado de nuestra cultura.

Es “fácil†elogiar a Lam, a Víctor Manuel, a Raúl Martínez… Lo “difícil†es criticar a un contemporáneo con el cual nos encontraremos en un café, en la calle o en la misma galería. Más arduo es enjuiciar, sobre todo si se hace desfavorablemente, la obra de un artista debutante, joven o no, y si así lo creemos, hacerlo de manera pública. Solo quienes carecen de verdadera vocación se amilanan ante una primera reseña negativa. Un crítico de arte es aquel que, frente a lo que le es antipático, abre los ojos y se obliga a ver o a leer.

Concebir la crítica como una patología es útil para balancear su otra naturaleza, ese carácter judicial (juzgar y diferenciar) y apostólico (llevar al “rebaño†hacia algún ideal estético) que la coloca como aspirante a la regencia del gusto artístico de cada época. La primera naturaleza, según Leopoldo Alas, Clarín, impide el imperio apostólico de la segunda.

Primero –decía el poeta mexicano Tomás Segovia– está la creación y luego la crítica y la teoría. A diferencia de los críticos literarios, que ejercen su juicio sobre los libros utilizando un instrumento idéntico, la palabra, los críticos de artes visuales (como los de danza, cine o teatro) no comparten esa misma “analogía instrumental†entre su crítica y la creación.

¿Con qué se dispara? ¿A qué disparamos? ¿Cuán necesario puede ser el acompañamiento crítico —recordemos a Gerardo Mosquera, a Rufo Caballero— a un movimiento, una generación de creadores que se empeña en dinamitarlo todo a su alrededor? ¿El crítico disparando en el hueco?

Foto: Oscar Gordillo

A estos temas —con el carcaj al hombro, pues el cartel muestra una diana con dos flechas— se acercó la 3ra. Jornada de Teoría y Crítica Un disparo en el hueco, realizada por el Centro Provincial de Artes Plásticas de Holguín, del 12 al 15 de septiembre. El evento —dedicado al videoarte y los nuevos medios, y con la presencia de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) entre sus organizadores— alterna con el Salón Provincial de Artes Visuales del territorio. Su primera edición ocurrió en 2014, cuando estuvo dedicada al consumo cultural y contó con la presencia de los críticos Hamlet Fernández, Magalis Espinosa y Ramón Legón.

La segunda fue en 2016 y abordó la problemática de la pedagogía en el arte y tuvo entre sus conferencistas a Aireem Reyes, con su estudio de los proyectos artístico-pedagógicos en la Universidad de las Artes (ISA); Ramón Legón, con su visión de una pedagogía artística efectiva; y Linet Oquendo, y sus experiencias como estudiante y pedagoga.

Esta edición —nos dicen sus organizadores— está estimulada principalmente por el auge alcanzado por las nuevas tecnologías y las prácticas de su uso extendidas a las artes visuales (entiéndase principalmente el videoarte o más bien la videocreación). Asimismo, por la presencia en Holguín de una Filial del ISA con una Facultad de Medios Audiovisuales.

Nacido hacia 1963 —muchos marcan el punto inicial cuando la Galería Parnass de Wuppertal (Alemania) presentó una obra de Wolf Vostell titulada Ciclo Habitación Negra que incorporaba un televisor y que hoy forma parte de la colección del Museo Berlinische Galerie—, el videoarte ofrece posibilidades como la grabación de acciones, entre ellos los performance pregrabados en el momento de las intervenciones en directo, orientadas, muchas veces, a la recuperación de la noción de tiempo real; además las instalaciones de video, videoesculturas, videoambientes o la amplitud de la videocreación.

La cita holguinera priorizó los acercamientos conceptuales —de donde en buena parte se desprende la crítica— al videoarte y sus peculiaridades con varias conferencias relacionadas con las nuevas tecnologías y los retos que impone en los procesos de creación y precepción artísticas, la construcción simbólica e imaginarios sociales, el giro performático de la imagen y el audiovisual en la Cuba de hoy.

Partamos de algo obvio en estos eventos: el público es siempre escaso. Más abundante en unos casos, la conferencia inaugural realizada por el profesor Jesús Javier Rodríguez, por ejemplo; menguante en la mayoría, quienes asisten a digerir este tipo de “bocadillo conceptual†son mayormente estudiantes y profesores de la holguinera Academia de Artes Plásticas El Alba, curadores y especialistas.

La curaduría de las conferencias estuvo adecuada para una cita que se basa en la retroalimentación (teórica en este caso) y el intercambio entre interesados. Los más beneficiados han sido los estudiantes, quienes a la par de desarrollar los estudios propios de la Academia, observan que eso que han pensado crear es también posible. Además se realizaron los conversatorios: Nuevos medios. Experiencia desde el ISA, por Luis Gómez Armenteros; otro relacionado a la obra del propio Gómez Armenteros; y Carencia y Creatividad, sobre el quehacer del artista plástico Hamlet Armas Pérez.

Para socializar el pensamiento crítico –otra de las cuestiones que se propone la Jornada–, el Café del Arte Joven acogió la presentación de los números de este año de Noticias de Arte Cubano, por el periodista y crítico Rubén Ricardo Infante, en cuyas páginas se reseñan críticamente varias exposiciones realizadas por el Centro de Arte holguinero. Asimismo, el crítico e investigador Danilo Vega Cabrera presentó su libro La soga y el trapecista. Dialogando sobre arte cubano y crítica en los noventa, publicado por Arte Cubano Ediciones.

La proyección de videoartes y la exposición personal Capas, del joven dibujante Ramón Jesús Pérez de la Peña —quien trabaja en los estudios de animación del ICAIC en Holguín, ANIMA—, equilibraron un evento que bien pudo haber articulado propuestas curatoriales de otro alcance. La muestra, expuesta en la Sala Principal del Centro de Arte, se nos ofrece como las múltiples “capas†de un antiguo palimpsesto que nos permite adentrarnos en aquello que ha sido “grabado nuevamente†y observar las múltiples variaciones de una pieza.

Creo que una cita como la Jornada de Teoría y Crítica Un disparo en el hueco puede mantener sus presupuestos y ser útil en la medida de sus posibilidades y alcance. Y lo creo aún más porque el joven equipo que lidera Yuricel Moreno Zaldívar, salidos hace pocos años de la Academia y las aulas santiagueras de Historia del Arte, se ha formado precisamente en el interés en la crítica y la teoría para sino dar cuerpo, al menos sopesar la creación artística contemporánea.

Considero útil, más allá del intercambio y el debate que puede generar, es por el alcance pedagógico –no digo didáctico– y los frutos, primero tenues, luego aprehendidos, en los estudiantes. En ellos —las obras que han expuesto últimamente los recién graduados del Alba son muestra de esto— quedarán las mejores enseñanzas de una Jornada así.

Los críticos leen mucho, escriben mucho, se equivocan mucho. Conocen muy bien el remordimiento. Apenas publicado un artículo —o a veces antes, tan solo enviado por correo electrónico al editor— basta que se le acerque un mejor lector, un amigo, uno más avispado y agudo, para hacerlos mutar de opinión. Ya es tarde, siempre es tarde.

Reparar el daño a la vanidad del prójimo, empezando por la propia, herida por obnubilación, es tarea ardua, como lo es bajar del iconostasio a quienes elevan por excesivo fervor. Un crítico, pese a su reputación pérfida, unas veces autocultivada y otras propalada entre el público, suele ser esencialmente un entusiasta. Y con ese entusiasmo crédulo celebro esta Jornada.

¿Un disparo en el hueco sería un disparo en la nada? ¿Un disparo produciría un hueco en el hueco? ¿La nada es lo mismo que el hueco? ¿A dónde irá a parar la certera flecha…?

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