Evelyn Queipo: “En la literatura, como en el amor, se vale todo”

Evelyn Queipo no pudo evitar las lágrimas que surcaron su rostro. Aunque minutos antes ella estaba sentada entre el público que colmó el salón “Abrirse las constelaciones” de Ediciones La Luz, sello holguinero de la AHS. María Liliana Celorrio, en nombre del jurado del XVIII Premio Celestino de Cuento, compuesto, además, por Rubén Rodríguez y Eugenio Marrón, leyó el acta con las deliberaciones finales y otorgó el Premio a su libro Ese reno que nos mira, además de menciones a las obras enviadas por Anisley Miraz y Norge Luis Batista.

Parece que Evelyn no podría creerlo y lloró, pues el Celestino, dijo entonces ella, era como su “asignatura pendiente” en materia de concursos. “Ese reno que nos mira”, nos comenta además, contiene 15 relatos con un hilo conductor común, la literatura y el proceso creativo relacionado con ella.

La joven escritora camagüeyana –quien, además del diploma acreditativo del Celestino, se llevó un grabado iluminado del maestro Cosme Proenza Almaguer– verá publicado por Ediciones La Luz su libro bajo el membrete del Premio Celestino de Cuento, la misma editorial que publicó recientemente su texto Oros Nuevos. El Viejo Continente.

Poco antes acompañé a Evelyn y al tunero Alejandro Rama a la grabación de un programa en la radio holguinera. Allí Yuricel Moreno, conductora de La hora de los cabezones, espacio de la AHS en la CMKO Radio Angulo, le preguntó de qué trataba su libro en concurso. Ella, vivaz, sonriente, perspicaz, le dijo que quien quisiera saberlo debía ir a la premiación en Ediciones La Luz el próximo sábado. Y sí, cuestiones del sorprendente azar lezamiano, quienes estuvimos allí sabemos más o menos de qué va el libro de Evelyn Queipo, mientras esperamos la edición impresa bajo el sello de la prestigiosa editorial holguinera.

Mientras esto sucede, conversamos vía correo electrónico con Evelyn Queipo, para dialogar sobre Ese reno que nos mira, su reciente Premio Celestino, otros libros suyos y los proyectos en los que está inmersa una de las autoras jóvenes más reconocidas en el panorama literario cubano.

Con Ese reno que nos mira obtuviste el Premio Celestino en su XVIII edición. Sé que enviaste en varias ocasiones al concurso, incluso has dicho que el Celestino era tu “asignatura pendiente”…

¿Qué significa haberlo alcanzado finalmente?

En primer lugar, dejaré de enviar mis manuscritos al certamen. No creo que lo vuelva a ganar antes de llegar a la edad límite. Es broma. Alcanzar el Celestino es acceder por segunda vez a La Luz, pues mi ópera prima con esa editorial fue Oros Nuevos. El Viejo Continente. Además, con esa distinción me sumo a la corta lista de 4 mujeres que lo han obtenido en las 17 ediciones anteriores. Si bien es un concurso carente de premio en metálico, también hay que reconocer que quienes lo auspician se preocupan por darle visibilidad al autor y al libro. Están pendientes de los más mínimos detalles y hacen que el ganador se sienta una persona especial. Ese equipo que tienen los holguineros en La Luz, es un verdadero regalo. Además, te confieso que Ese reno… es el último as narrativo que me quedaba. Hace un par de años que solo escribo décimas y poesía infantil. Los niños y la poesía me han atrapado. Quizás tras Ese reno que nos mira, con su mirada de hielo, haya un período silente en mi narrativa.

Rubén Rodríguez –uno de los jurados en esta edición del Celestino– escribió posteriormente: “Numerosos autores apuestan cada año por ese concurso holguinero que en sus inicios reclamaba solo un cuento, hasta que la madurez alcanzada por la calidad de sus jurados, valía de los textos seleccionados y óptima edición, a cargo de La Luz, sello que auspicia el certamen, permitió ampliar la convocatoria hasta un libro de cuentos”.

El próximo año veremos tu libro publicado y podrás presentarlo en Holguín. ¿Expectativas al respecto? ¿Cómo valoras el trabajo de esta editorial de la AHS en el ámbito editorial cubano?

Solo espero que la película vivida con Oros Nuevos, se vuelva a proyectar en esta nueva entrega. Ni más ni menos. Con Oros… estuve en los espacios más lindos de la feria holguinera: escuelas, museos y hasta en “La Hora Tercia”. El público es otra cosa. Vamos a ver cómo le va al reno con el lector. Pero bueno, ese es un trabajo de él. El mío ya está casi terminado.

“Todos buscan la luz”, así reza un cartel hermoso que tienen en la recepción del inmueble que acoge a la editorial holguinera de la AHS. En broma dijo Yonnier Torres: “pero pocos la alcanzan”. Y es que esa casa se ha convertido en referente no solo para editoriales pequeñas y del SET (Sistema de Ediciones Territoriales). La visualidad de los libros, los numerosos premios Puertas de Papel alcanzados, la prudente selección que hacen a la hora de elegir y el intenso trabajo promocional que realizan, todo ello da fe de la calidad del trabajo de esta editorial. Entonces, ¿quién no quiere semejantes virtudes para su libro? Doy gracias a las sorpresas del destino que me permitieron acceder a ese rayo luminoso por segunda vez.

Evelyn tienes un libro bajo el sello de La Luz que ha sido todo un éxito en las Ferias del Libro y está agotado en librerías: Oros nuevos. El viejo continente. Además, recientemente publicaste un título dedicado al público infantil por Ediciones Ácana. Háblame un poco de estos libros y lo que representan en tu carrera literaria.

Este libro sigue la eterna senda que dibujó Herminio Almendros con Oros Viejos. Hay muchas culturas y pueblos que no conocemos. Acercarse a su historia y a sus mitos, resulta siempre interesante. Además, Oros… es el libro que yo quería escribir. Sabía, que estaba fuera de los temas que se premian hoy en los concursos de literatura infantil. Lo había mandado a varios premios donde ni siquiera obtuvo mención. Al principio me sentí derrotada, pero algo me dijo: “No te rindas”. Tenía la sensación de que podía gustarle a los niños y adolescentes. Y si hubo intuiciones fallidas, ésta no lo fue. El libro en realidad se vendió. Al menos la primera entrega que hizo la imprenta. Y lo que es más importante, tengo varias referencias positivas de sus propios lectores. Hay muchos que están esperando el resto de los ejemplares, además de mi familia y mis amigos.

Por Ácana publiqué este mismo año Un niño llamado Chusete, libro que sí tuvo suerte en un concurso literario. Obtuvo en 2015 el premio de la ciudad de Camagüey. Está escrito a dos manos con Maribel Vidal, una alumna del taller literario que coordino y de quien aprendí muchas cosas. ¿Parece arbitrario no? Esos fueron mis primeros versos para niños, y los de ella también. Fue un trabajo hermoso. A diferencia de las malas opiniones sobre escribir un libro entre dos, el nacimiento de este maravilloso niño llamado Chusete, fue un acto increíble de amistad y respeto. Así ha llegado hasta las manos de los niños, y debo decir, apartando la modestia, que también se agotó. De sus 1000 ejemplares ya no hay ninguno en librerías. Pero, admito, hicimos trampa. Le dijimos al ilustrador (Celso de Zayas) que hiciera el trabajo a líneas, para que los niños pudieran colorear. Incluimos adivinanzas y cositas de ese tipo. Nada, lo que salió de la editorial fue una chuchería para niños. En la literatura, como en el amor, se vale todo. ¿O no?

En la entrega del Premio Celestino aseguraste: “Son cuentos de varias épocas de mi vida que auné bajo un criterio donde casi siempre aparece el escritor y el proceso creativo de alguna manera”. Entonces, cuál es el hilo conductor de las historias que podremos leer en “Ese reno que nos mira”. ¿Qué obsesiones te mueven en la creación literaria?

Hay allí minicuentos y textos más largos de ficción. Casi todos remiten a clásicos de la literatura universal, a autores conocidos o al acto mismo de la creación. En realidad la literatura, en sí misma, es el hilo que conecta sus 15 cuentos. Un aprendiz de escritor que asiste a la muerte intelectual de su maestro; una carta del siglo XVII que se conecta con la realidad a través de un correo electrónico; una mujer que, víctima del Alzheimer, acude a una extraña máquina donde puede ver sus recuerdos; pero también hay guiños al cine, la televisión y a la creación plástica (cuento El grito, premio César Galeano 2008). Y los minicuentos, ¡ni te digo! Son pequeñas tacitas de café que funcionan como interludio. Mis preocupaciones literarias varían mucho de un género a otro. Aquí estaba muy inquieta por la creación. Por esos misteriosos resortes que hacen a un hombre (o mujer) sentarse frente a un papel en blanco y comenzarlo a llenar de… ¿obsesiones?

Hablemos de las influencias en tu obra… ¿Qué autores consideras imprescindibles a la hora de conformar una antología de influencias personales? ¿Y por qué?

Mi formación literaria es académica, así que te puedo mencionar todo el programa de literatura universal, cubana, española, latinoamericana y norteamericana que figura en el plan de clases de la carrera de Letras. Ojo, yo estudié en la Universidad de Oriente. Te aseguro que lo leí casi todo. Todavía soy una alumna muy disciplinada. Las otras lecturas, fuera de eso, no me han aportado mucho más. Por eso le dicen “clásicos”. ¿Pero tú sabes lo que sí es una gran influencia para mí? La literatura actual. Tengo muy claro que si quiero tener una voz propia no puedo calcar a mis contemporáneos. Por eso los tengo como referentes. Yo pudiera escribir imitando a Poe o a Onelio, y la gente me llevaría suave porque en definitiva, ¿quién no ama la narrativa de esos dos? Pero si me parezco a escritores jóvenes, algunos con textos poco felices, quiero decir, de dudosa calidad literaria, seguro que no salgo bien parada. Lo que trato de decirte es que hay referentes que debemos tener, para evitar influencias desdichadas. Me cuido de eso hasta donde me es posible. La otra gran influencia es la vida misma. ¿Qué no se puede sacar de ella? Siendo como es, más rica que la ficción, hay quienes no ven en ella todas sus potencialidades. No estoy evadida de la realidad. Admiro a quienes pueden hacerlo, pero yo no. Yo tengo que poner en mis cuentos las situaciones que me rodean, con las que vivo, solo que no puedo evitar alterarlas. Siempre lo hago. Un poco. Ahí nace la literatura.

¿Cómo valoras el trabajo de la AHS en la divulgación y promoción de la joven literatura cubana?

La AHS me ha abierto las puertas que la UNEAC, por ejemplo, me ha cerrado, a pesar de que soy miembro de las dos. Tengo en la AHS una amiga incondicional. Publico en sus sitios digitales, me paro en todas sus tribunas a leer y hasta rapear mis textos. He viajado por gran parte de Cuba con mi obra como estandarte y la AHS de cada provincia, siempre me recibe con brazos abiertos. He asistido a varios eventos de la Asociación con mis textos, hasta los eventos que no son puramente de literatura. Y las editoriales de la AHS no me son ajenas. Ya publiqué en La Luz, pronto debe salir un libro por Reina del Mar. En Áncoras me aprobaron la segunda parte de Oros Nuevos, pero factores ajenos a la editorial y a mí, impidieron que se incluyera en el plan de este año. Tengo mi espacio caracterizado en la Casa del Joven Creador de Camagüey. Creo que la AHS ha hecho mucho por mí, pero es recíproco. También la AHS sabe que puede contar conmigo. Lo he demostrado yendo a comunidades intrincadas, prestándole servicios a otras instituciones que se apoyan en la AHS, hasta he donado sangre. Y ahí mismo, con la vena canalizada, he hecho décimas. ¿Qué te parece? Así que, en alguna medida, todo esto que te cuento, me lo he ganado.

Sé que tienes un taller literario con jóvenes estudiantes camagüeyanos. Podrías hablarme de esta experiencia…

Por falta de uno tengo dos. Uno en mi casa de Cultura, donde trabajo como asesora. Este espacio es mágico. Esas personas, que no pocas me doblan la edad, aunque los hay muy jóvenes también, me consideran un hada, una maestra. Y yo me siento tan lejos de eso. A duras penas logro hilvanar las palabras con que les hablo, pero eso sí, son siempre palabras seguras. Ellos me han dado premios muy lindos: La Beca Sigifredo Álvarez Conesa, el premio de la Ciudad, y los que me darán. Y yo me los pongo en la autoevaluación como si fueran míos, porque a muchos los he visto crecer cada domingo. Se van alicaídos porque les he dicho que el conflicto de un cuento está flojo o porque el poema tiene muchas asonancias, pero al domingo siguiente vienen recuperados, y me traen el texto arreglado, pero me traen también uno nuevo, que no tiene los errores del anterior.

El otro taller es de apreciación, con niños. Y la casa de la AHS, que es también mía, es el lugar de reunión. A ellos les leo y los hago partícipes del Canto dentro (festival de trova), del Almacén de la Imagen, y de otros eventos. Los recojo dos viernes al mes en la escuela y los devuelvo. Van por la calle recitando a todo pulmón, y a coro, los versos sencillos que les he enseñado. No hay un solo transeúnte que permanezca ajeno. Algunos para elogiar, otros porque gritan bastante, otros se detienen. Resulta increíble un hecho como ese. Y lo más lindo es que yo no los mando. Ellos lo hacen solos, y cantan, siempre canciones patrióticas. Juro que no tengo nada que ver con eso. Lo mío, en ese momento, es que vayan con el uniforme completo y arreglado, que crucen la calle organizadamente. No me puedo poner a dirigir la orquesta. En el taller leemos y después comentamos. Los niños son sorprendentes. Ven lo que uno no advirtió. Llenan lo abiótico y estéril de vida. Algunos me dan la dicha de escribir. Entonces los incluyo en algún concurso como Trazaguas y otros. Pero son los menos. Una alumna ganó una vez el premio nacional El Minint y yo. Pero mi verdadero objetivo no es formar en ellos escritores, sino, solamente, formar hombres y mujeres de bien que sepan apreciar el arte y usarlo en favor de los demás.

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