Los daños del (no)desarrollo de la cultura

Siempre odié aquellas discusiones cíclicas entre nosotros: los de Cienfuegos y los otros compañeros de aula de Villa Clara; casi siempre un camagüeyano interfería aunque no fuese con él. Los argumentos jamás me parecieron sólidos y la querella parecía más una inquina a lo Capuleto y Montesco que no por histórica dejaba de ser tonta. El deseo de salir victoriosos, para cualquier bando, era una porfía absurda si de verdad nos poníamos a comparar las bellezas, fealdades, ventajas y desarrollo de cada ciudad.

Personalmente nunca tuve, ni he tenido hasta ahora, deseos de vivir en Santa Clara, ni soy tan ciega para no darme cuenta que la belleza no anda precisamente del lado de nuestros vecinos del centro, pero son innegables algunos progresos que sí tienen. Yo deseo continuar mi vida en Cienfuegos, pero quizá es una terca costumbre que por añeja se hace más difícil de vencer.

Todo este enredo viene porque quiero hablar de la ceguera que ha envuelto a la Perla del Sur en algunos asuntos, si puede llamárseles así: culturales/literarios. La última vez que estuve en Santa Clara entré a una galería, cuyo nombre no recuerdo, ubicada frente al parque de las Arcadas, y que luego desemboca en un café extraordinario. El espacio, aunque pequeño, estaba bien distribuido: cómodas mesitas bien dispuestas con asientos en forma de columnas con capiteles corintios y adornos florales. Las ofertas todas eran en moneda nacional y a precios nada astronómicos. Ahora: sobre cada mesa descansaba un ejemplar de Guamo, una revista con formato periódico-tabloide, totalmente en colores, que ya había visto una vez. Una publicación perteneciente a la dirección de Cultura de la Provincia. La idea me pareció fantástica además que no dejó de sorprenderme. Este solo fue un sitio nuevo que descubrí en mis espaciadas visitas, Villa Clara tiene otros.

Por qué no puede Cienfuegos tener espacios donde propicien el intercambio, la propagación y la difusión de la cultura literaria, para los individuos que lo necesiten como al agua y para todo aquel que se pueda sumar. Existen bien pocas peñas literarias enfocadas a un público más general (pues algunos escritores mantienen espacios sistemáticos en universidades o casas de abuelos, por ejemplo), y que sean capaces de mantener una programación estable y atractiva —la que mantiene la escritora Krister Ãlvarez en la AHS se salva de esto—; tampoco las instituciones pertinentes se encargan de fomentarlas.

Los que amamos la literatura tenemos que esperar dos momentos en el año: la Feria del Libro y el evento Reina del Mar; con eso no es suficiente para rescatar a Cienfuegos de la no-civilización. Por no anotar que, últimamente o hace mucho más tiempo, estos espacios de los que hablo transcurren con una presencia casi nula de auditorio. Eso también debiera preocuparnos, obligarnos a buscar las raíces de ese proceso —que no son muy profundas— y comenzar a sanarlo. Cultivar el gusto estético de las personas es una de las armas más poderosas que se les puede ofrecer.

Por qué el bar de la UNEAC y la cafetería de la AHS solo tienen ofertas en CUC, muchas veces inalcanzables para los jóvenes que se acercan a estas instituciones. Por qué no hay otro sitio, fuera de estos, en la Perla del Sur que ofrezca refugio bohemio a escritores, trovadores o artistas plásticos.

Por qué no puede Cienfuegos contar con más publicaciones culturales, necesarias además, que emanen desde las instituciones que se dedican a ello. Por qué no se puede pensar que tanto la AHS (exceptuando un pequeño boletín promocional que se ha logrado imprimir en lapsos de tiempo escasos), la UNEAC, el Centro del Libro y las dos editoriales cienfuegueras (Mecenas y Reina del Mar) necesitan un soporte, ya sea electrónico (páginas web o revistas digitales, muy importante) o impreso donde promocionar y divulgar su trabajo, a sus escritores, a sus cuadernos, su catálogo en general. Eso les haría mucho bien para la hora de vender los libros, de encontrar financiamiento extra o abrirle las puertas a la obra de un escritor X.

Por qué, literariamente hablando, Cienfuegos cayó en un bache editorial del cuál no ha podido salir. Y no sería correcto dejar fuera de este análisis la historia de trabajo desajustado en que se ve envuelta la producción de libros en la Perla del Sur y que traspasa por tantos motivos como puede tener números de páginas un cuaderno cualquiera

Tampoco sería objetivo dejar de contar que el Premio Reina del Mar 2012 (La sal de las islas) fue el último en publicarse en el año 2015 y que estos lauros de 2013 (Buscando a Anna Veltfort) y 2014 (Otoño) forman parte del mismo sueño aletargado de la industria poligráfica (salvo algunos ejemplares de prueba y cortesía, que no admitían mayor dilación).

No sería razonable dejar sin apuntar, de igual manera, que los sucesivos cambios de direcciones en el Centro del Libro y ambas editoriales, así como sus infructuosos períodos han provocado un daño visible que desembocó en la decisión de detener los planes editoriales en Cienfuegos hasta tanto no terminen de imprimirse todos los libros pendientes, para los cuales, supuestamente, ya se había otorgado un presupuesto y una gestión determinada.

No sería lógico dejar de mencionar el obstáculo que significa para estas editoriales tramitar a través de departamentos vacíos o de personal efímero que nunca llega a ser eficiente en el proceso, y luego esperar que se cumplan los plazos de pago (que una parte debe ser en divisa y casi siempre se atrasa) para poder imprimir portadas de calidad en diferentes locaciones (la gestión particular pasa por un prisma análogo); porque es cierto que ya nadie quiere imprimir cubiertas en la RISO (como se concibió inicialmente al crear el Sistema de Ediciones Territoriales) porque su baja calidad las pondría en seria desventaja para competir en un mercado de ventas.

Por qué Mecenas, por citar otro ejemplo, es la única del SET en el país que trabaja sin editores con plaza fija. Cómo la revista Ariel puede pretender en dos números anuales publicar todo lo que debiera, sin contar que, igualmente, hace algún tiempo que no se imprime. Conceptos, un periódico cultural trimestral de la Editora 5 de septiembre es uno de las pocos, por no decir el único, que se mantiene batallando en el plano: publicación-artística, pero responde a otros intereses y no nace del mismo seno de las instituciones donde figuran los escritores; su mérito es grandísimo, pero no es él quien debiera cargar solo con este asunto en la provincia.

Por qué casi todos los centros cinematográficos y de puestas en escena de la Perla del Sur están cerrados o en una reparación inacabable. No tenemos Cine Prado, ni Cine Luisa, ni Guiñol, ni Centro dramático. En la sala Guanaroca los niños se derriten de tanto calor y allí es casi imposible quedarse más de 20 minutos observando una obra. Velas Teatro es la única sala que sobrevive (y claro, el Teatro Tomás Terry quien por suerte, mantiene activa su programación con bastantes buenas propuestas), pero tampoco da abasto.

Sé que este es un tema complicado; donde no existen culpables sino hechos, desencadenamientos sucesivos que han vertido arena sobre el avance. No se trata de culpar a nadie ni a nada, debería tratarse de pensar si lo que he dicho hasta aquí no sería en verdad beneficioso y útil para Cienfuegos, para el desarrollo de su cultura. En verdad se puede. Afirmo entonces que aquellos tontos altercados universitarios nunca tuvieron una base concreta, un cuestionamiento profundo, un verdadero análisis de la estructura de las cosas.

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