Voces pesqueras

Los concursos literarios, con involuntaria creencia, tienen un poder: el de sacar a la luz libros necesarios. Este es el caso del Poseidón cubano; el volumen agrupa testimonios de pobladores de la zona pesquera del centro de Cuba nunca antes recogidos. La edición corre a cargo del sello editorial Mecenas y fue premio Fundación de la Ciudad de Cienfuegos en 2014; se trata de una coautoría de los escritores villaclareños Edelmis Anoceto y Alejandro Batista Moreno.

Sobre cómo fue el proceso de concepción del libro conversa Batista Moreno: «la idea surgió cuando terminamos de hacer una revista Signos sobre el mar, entonces descubrimos que todavía quedaba mucho folclor marino y cuentos de pescadores por recoger. Teníamos precedentes sobre el tema en varios libros pero no con tanta profundidad, es decir: dedicarse de a lleno a recorrer todas las costas. Las leyendas existentes no las utilizamos en el libro, aunque en varias zonas, por la importancia de algunas, las mencionamos en boca de los testimoniantes. Así ocurrió en Caibarién con La sirena de la canal de los barcos, La guasa del Pontón y Las mojarras de plata.

pescadores

»Este proyecto pretende rescatar, a través de la oralidad, hechos extraordinarios de pescadores y habitantes de las costas en la región. Esta investigación tiene sus ascendentes en las realizadas por Samuel Feijoó y René Batista Moreno (Mitología cubana, Mitos y leyendas de Las Villas, Cuentos de guajiros para pasar la noche y La fiesta del tocororo); pero ninguna de ellas centró su interés de manera absoluta en los pescadores.

»Nosotros fuimos descubriendo una serie de mitos y leyendas que no eran simples relatos sino cuentos con una función sociocultural determinada. Estos expresaban y definían creencias, comportamientos y prácticas identitarias del acervo cultural de las comunidades. Entre los valiosos descubrimientos se hallan: un vocabulario típico de las regiones, palabras, léxico y rasgos recurrentes en la región central de Cuba.

»Las fuentes principales de esta investigación fueron los testimonios ofrecidos por vecinos de Isabela de Sagua, Camajuaní, Remedios, Caibarién, Morón, Punta Alegre, Cienfuegos, Casilda y Júcaro fundamentalmente. Sus narraciones mantienen la imaginación, la magia y la fantasía propias de la expresión simbólica popular con que se las trasmitieron sus ancestros; por ello, hemos tratado de respetar al máximo el lenguaje oral. Incluimos, además, versiones distintas sobre un mismo referente para reflejar la riqueza imaginativa de estos hombres y mujeres de mar. Aquí podemos citar al fenómenos de la aparición de las sirenas (se manifiesta en varios lugares de maneras distintas) así también la luz de San Telmo, los tesoros escondidos, los muertos y la aparición de los santos católicos.

»En cada una de las leyendas se aprecia siempre una necesidad de expresar la veracidad de lo narrado con frases enfáticas como: …hay muchas personas que tienen vista para eso y afirman que sí, que la ven, …su presencia puede sentirse todavía, yo tuve la oportunidad de hablar con ella y me reafirmó esta historia, todas esas cosas ocurren en esa zona…, grande es una cosa y enorme es otra. Eso está en candela… era gigantesco, brillaban como la plata, estaba lleno de luces, había un arcoíris en la noche… Yo fui el primero que la vio…, todavía se oye su cantar en la bahía, lo he visto tres veces en tierra, etcétera. Otra fuente importante fueron los documentos antiguos; estos aportaron textos mítico-anecdóticos, periódicos de la época, y manuscritos de personas que vivieron el fenómeno.

»Los documentos orales recogidos hasta el momento presentan gran diversidad temática, pero en esencia quedan enmarcados en los temas de la tradición mitológica universal: distintos tipos de apariciones, decapitados, animales fabulosos, tesoros escondidos, sucesos extraordinarios o insólitos, voces y diferentes tipos de sonidos que son escuchados, luces, fenómenos meteorológicos misteriosos… Algunas de estas historias no son exclusivas de una zona marinera o costera en particular, sino que presentan vínculos con otras regiones, aunque se presentan con sus especificidades. Ello permite comprender la continuidad de este fenómeno cultural en una dimensión comunitaria más amplia».

El libro abrirá una nueva puerta tanto al conocimiento como al estudio y perdurabilidad de las tradiciones en estas comunidades pesqueras. Es una forma de perpetuar la memoria riquísima de nuestras costumbres y hábitos. Ya había escrito Onelio Jorge Cardoso un volumen de cuentos que recreaban historias similares, pero el Poseidón cubano, al ser un cuaderno de testimonios, nos lleva de la mano para entregarnos a un realismo mucho más directo.

Concluye así el prólogo (Entre pescadores y sirenas: hacia una nueva conquista del mar) al libro, la escritora santaclareña Silvia Padrón Jomet:

«Podría decir con certeza que El Poseidón cubano es una de esas rarezas editoriales que la cultura cubana se empeña en defender porque resulta bastante inusual en nuestros días la acción participativa del investigador de campo y su posterior transformación en un texto de escritura amena, disfrutable. Los autores han seguido la tradición Samuel Feijóo-René Batista y han puesto ante los ojos incrédulos de las generaciones destradicionalizadas una información invaluable acerca de nuestro pasado y presente, una guía necesaria de cómo deberíamos seguir siendo en el camino hacia el hallazgo de motivaciones y conductas más seguras, más confiables».

Aquí dejo un ejemplo de una de los testimonios. Se titula «El laú de la bahía»:

Lo que te voy a contar fue hace más de cincuenta años, estábamos en la pesca de camarones como siempre, porque aquí en la bahía de Cienfuegos se daba muy buena la pesca de camarones. También por allá por cayo Carena, en la poza, en todos los lados cazábamos camarones. Ya se hizo de noche y Enriquito y el Piro —padre e hijo— que estaban junto a nosotros. Se separaron un rato y Enriquito deja al hijo solo cazando. Cuando de repente nos dice: «Oigan, vengan para acá, que tiré la atarraya y hay algo aquí abajo que no se mueve de aquí y no sé qué cosa es…» Nosotros fuimos para allá enseguida y nos dijo: «Ni se acerquen que esto es un monstruo grandísimo, con unos ojos que parecen faroles, que es lo único que puedo ver». ¡Muchacho, para que contar aquello! Era una cosa descomunal como de dos toneladas, no sabíamos que era aquello, empezamos entre todos a tirar mayas y mayas para poderlo sacar de allí. Entonces se empezó a mover y se recostó a la cachucha de Piro. Imagínate dos toneladas sobre una cachucha. Vimos aquello con dos ojos, mirándonos, parecían dos focos de eso de los que hay ahora. Tuvimos que llamar a un barco grande que le decían el volcán para que nos ayudara. Desde el barco, con una soga amarrada, es que se pudo clavar la potala al bicho aquel para sacarlo del mar, que por cierto, mientras el barco fue halándolo aquello se veía más y más grande cuando salía del agua. Era algo increíble, cubrió la mitad de la bahía de Cienfuegos. Era un animal que la piel era de conchas pero blandas no eran conchas duras, estaba lleno de conchas y los huesos eran de marfil puro. Resulta ser que cuando lo sacamos ya moribundo casi al morir, se llenó de gente aquella zona de Cienfuegos y un científico de esos dijo que lo que habíamos sacado de la bahía era un animal prehistórico, de esos como un dinosaurio de mar, que solamente se había visto otro así por allá por Groenlandia, allá en aquellos mares fríos. Todavía aquel hombre no se explicaba cómo pudo ir a parar ese animal prehistórico a la bahía de Cienfuegos. Tal vez vino detrás de un barco mercante, porque él no se tenía que apurar mucho para nadar, porque las aletas medían como dos kilómetros de distancia cada una, ya te digo era una cosa inmensa, con dos aletas atrás que eran como un timón. Era como una tortuga gigante, con el carapacho blando lleno de conchas. Cuando se le metió la potala para matarlo, el bicho aquel subió y abrió la boca y solamente tenía en medio de aquella funda un colmillo, que cabía en la quijá en un hueco que tenía cuando cerraba la boca. Antes de morir cerró aquella boca y le arrancó la banda a la cachucha y todo el mundo salió corriendo de allí. Dijeron también los científicos que era un laú, y que eran de Groenlandia. Bueno, al pobre Piro, por matar aquel bicho le iban a meter 500 pesos de multa y la atarraya se la hizo pedacitos.

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