David Martínez Balsa


Sabiduría oculta entre los hilos de un tapiz

En nuestros días, la ciencia ficción y la fantasía experimentan una época de bonanza. Es impresionante la abundancia de creaciones afines a estos géneros, dígase videojuegos, películas, series y por supuesto, la literatura tampoco escapa a esta avalancha que nos apabulla y seduce. Claro, cantidad no significa calidad, aunque ello no les resta excelencia a muchísimas de las opciones que, como consumidores, podemos elegir.

Sin embargo, no puede ignorarse la discriminación que a escala internacional han sufrido estos géneros durante años, ese sutil menosprecio que lleva a algunos a relegarlos a un plano secundario, considerándolos trabajos de poca monta o literatura comercial. Por suerte, las mareas están cambiando y tanto en Cuba como en el mundo se ha revitalizado este tipo de literatura y se le ha dado espacio para desarrollarse, sin dejar de añadir el elevado número de lectores que exigen su creación y lectura. En cuanto a los encargados de darle vida a este género, sobran exponentes y pertenecen a distintas generaciones, desde los más clásicos hasta los miembros de esa nueva hornada de escritores que no dejan de sorprender.

José Alejandro Cantallops Vázquez (o J.A. Cantallops) es un autor joven, pero su trabajo como bloguer, traductor y narrador le confiere una mayoría de edad que sobrepasa por mucho los límites de las apariencias. Merecedor del Premio Oscar Hurtado en su edición de 2018 (artículo teórico) y nuevamente en 2020 (cuento de fantasía); obtuvo además en 2021 el Premio José Rodríguez Feo convocado por la UNEAC en traducción literaria. Y en 2022 llegaría el más reciente galardón a la obra de Cantallops: el codiciado Premio Calendario, en el género de ciencia ficción. ¿El libro en cuestión? Una novela corta que la Casa Editora Abril llevó a las librerías este 2023, titulada El tapiz del tirano.

A pesar de su incesante trabajo en la difusión de la fantasía y la ciencia ficción, evidenciado más que nada en su blog El último puente (al cual puedes acceder a través del siguiente enlace: https://elultimopuente2.wordpress.com), su trabajo como traductor y un afán insaciable de nutrir un ya saturado arsenal de conocimientos, Cantallops es un probado narrador. La constancia está disponible en el blog ya mencionado, (donde hallarás tres novelas, numerosos artículos y cuentos de su autoría) y por supuesto, en El tapiz del tirano.

La novela transcurre en la ciudad de Laedas, la metrópoli de un mundo que, después de períodos de guerras y tormentos, vive una época de paz, todo gracias a su gobernante: Kerion, quien pronto será apuntalado como el tirano. Pero de cuya mano realizaremos el viaje será la de Elina, una tejedora de tapices que, para escapar de una deuda, ha contraído un pacto de sangre que la obliga a cometer el asesinato de Kerion, usando un método ingeniosamente detallado por el autor. En el mundo creado por Cantallops se aprecia la influencia de la sociedad grecorromana, especialmente en las indumentarias, el plano político y también en el militar, aunque los elementos fantásticos asoman: luminarias basadas en alquimia, miembros de la escolta del tirano con extraordinarias habilidades en la magia, entre otros detalles colocados por el autor de manera tan ingeniosa que los aceptamos como parte del entorno. Uno de los mayores aciertos de la novela radica en el cuidado al construir el entramado político de Laedas, llevando un tema que se nos puede antojar complicado a un nivel comprensible y que hace gustoso nuestro aterrizaje en una historia seductora desde las primeras líneas.

Hablemos un poco sobre los dos protagonistas de la novela. La tejedora y el tirano.

Elina es una artista con un pasado tormentoso cuyos traumas la persiguen desde la niñez, uno en específico es su fobia a los caballos. Su talento como tejedora queda fuera de discusión al inicio de la novela, cuando sus servicios son requeridos por el mismísimo gobernante de Laedas, un hombre al cual aborrece, al menos hasta que sus obligaciones la llevan a interactuar de forma más personal con él. Descrita como una mujer atractiva, astuta, sin pelos en la lengua y, sobre todo, muy segura de sí misma y de su cometido, el carácter recio de la artista nos atrapa y se vuelve un placer seguirla mientras su personalidad experimenta un cambio paulatino, suscitado precisamente por la persona que deberá asesinar: Kerion.

Kerion es el gobernante de Laedas y desde el comienzo su imagen de tirano queda bien cimentada. Sin embargo, basta recorrer las páginas de la novela para sufrir la misma duda que Elina, junto a quien conoceremos de manera más íntima al hombre, su reputación y el contraste entre ambas facetas. Al tirano se le retrata como a un hombre de mediana edad, aun saludable y fuerte para sus años, muy carismático, adorado a todas luces por su pueblo. ¿Por qué un tirano entonces? ¿Por su prolongada permanencia en el poder? Quizás; no obstante, su gestión eficaz de la economía le garantiza la simpatía de una parte relevante de las masas. ¿Por su ferocidad ante quienes osan retarlo? Kerion, en la superficie, es un personaje que nos cae bien, pero poco a poco, vamos reparando en las fisuras de su personalidad, leves en apariencia, pero que le han granjeado el odio de muchos, desde los humildes hasta sectores de la nobleza. Por ejemplo, pese a su gestión eficaz como gobernante, no ha logrado erradicar la pobreza o la diferencia de clases en Laedas; sus guerras, ya fuesen justificadas o por conquista, tuvieron el mismo efecto de todo conflicto bélico: arrebatar la vida de miles de personas y destruir las de otras tantas. Su centralización del poder y renuencia a dejar herederos o preparar posibles sucesores ensombrece un futuro sin la presencia de un gobernante que se ha hecho imprescindible para sus súbditos y su país.

¿Quién contrata a Elina, ofreciéndole saldar una deuda astronómica a cambio de asesinar a Kerion? ¿Cuáles son sus motivos? Los descubriremos junto a la tejedora, si decidimos acompañarla en su viaje mientras teje el letal tapiz. Conoceremos más a fondo al tirano y enseguida se hará difícil inclinar la balanza de nuestro favor entre el gobernante despiadado y el hombre bondadoso. En cierto punto, nos haremos la pregunta: ¿Será capaz Elina de cumplir su misión?

Intrigas palaciegas, un golpe de Estado y sus terribles consecuencias, romance, sus dosis de humor bien dispuestas en las escenas, personajes cuya psicología y coherencia han sido muy bien tratadas por el autor. Eso y más te espera en El tapiz del tirano, una novela digna de sumarse a esas piezas literarias que ponen bien en alto los géneros de la ciencia ficción y la fantasía, demostrando que cualquier historia, mientras se aborde con la seriedad y el respeto que ello amerita, resultará una historia digna de ser leída.



Todos tenemos algo de inocentes

Una suerte de ironía se insinúa en el título de este libro. Enseguida el instinto te aconseja no ceder a las apariencias, pues de seguro entre sus páginas reinará lo opuesto. Las inocentes. Ironía, sí. Pero también verdad, la cruda verdad queda plasmada en la ópera prima de Milho Montenegro, quien se adentra en el universo de la narrativa con pasos seguros, contundentes, impropios de un autor novel en este género.

 Desde el bautizo del libro, notamos una suerte de homenaje a Miguel de Carrión, ese maestro detrás de Las honradas y Las impuras, novelas excepcionales y muy adelantadas a su tiempo en las que se plasma un mensaje muy claro: que ninguna persona en este mundo es completamente honrada o completamente impura. En el alma escasean mucho los tonos blancos y negros. Predomina el gris: ese contraste entre las bondades del espíritu y sus imperfecciones, ambos testamentos de la única realidad incuestionable, que somos seres humanos y como mismo es nuestro el poder de realizar actos excepcionales, lo es también la dolorosa capacidad de errar, a veces con consecuencias devastadoras para nosotros y para quienes amamos.

Milho Montenegro es un poeta y narrador ya consumado en ambos géneros y la evidencia de ello podemos encontrarla en su obra publicada. En poesía, mereció el Premio José Jacinto Milanés en 2021, con el cuaderno Mala Sangre, que llegó a las librerías bajo el auspicio de Ediciones Matanzas en 2022. Y en narrativa, Montenegro se abrió paso con Las inocentes, publicado por la Editorial DMcPherson en 2020 y continuó el recorrido con Corazón de pájaro (Iliada Ediciones, 2022) una excelente novela que anuncia la madurez literaria del joven narrador.

Volviendo a Las inocentes: con esta novela, Milho deja un mensaje similar al de Carrión con sus honradas y sus impuras, aunque de una manera muy original, contemporánea y completamente diferente. El autor nos introduce a un sitio extraño, a todas luces ficticio, pero tan cuidadosamente montado que se nos hace imposible no sumergirnos en semejante escenario y notar que lo oxigenan las raíces de la realidad. Ese sitio, La Calle Real, está regido por una suerte de mantra, detallado desde las primeras páginas:

La vida es un embudo, un continuo declive, para sobrevivirla se precisa alma dura e imaginación. Por eso cada ciudad tiene sus escaras. Sitios donde se acumulan desechos, individuos que, desterrados por la felicidad, chapotean en las aguas malolientes de la carencia: asesinos, pederastas, putas, hijos no deseados, todo lo que podría manchar la moral, lo que se prefiere olvidar.

De esta ficticia y veraz Calle Real, Milho Montenegro se vale para entregarnos toda una plétora de personajes, todos diferentes y al mismo tiempo emparentados por una cadena de historias que poco a poco nos vamos percatando de que, aunque son capaces de defenderse por sí solas, se nutren la una de la otra, como las piezas de un gigantesco puzzle, el cual, una vez armado por un lector atento, garantizará su satisfacción. El lenguaje empleado, directo y sencillo, sin excesos de grandilocuencias, sostiene y eleva esta novela; los diálogos y las escenas que vislumbramos fueron diseñados por un narrador que no deseaba confinar el ambiente o a quienes los habitan a sitios o léxicos específicos. Esta inteligente treta lingüística le confiere a la lectura del libro el carácter de universal y revela un mensaje implícito: el conflicto interno, los demonios que nos acechan, son propiedad exclusiva del ser humano, sin importar el lugar o el idioma.

En Las inocentes, los protagonistas de cada historia nos muestran las imperfecciones del alma humana y qué tan fácil sucumbimos a ellas. Para lograrlo, se aprecia el cuidado que puso el autor al construir sus personajes, especialmente en el apartado psicológico, sus defectos, virtudes y lo mejor: la coherencia de todos, incluso en su propia incoherencia, los dota de un innegable realismo. Maridos abusivos, víctimas de adicciones. Prostitutas voluntariosas que reconocen las ventajas de su oficio y otras, que no tan voluntariosas, se confiesan encadenadas a una vida que ellas mismas escogieron y que las circunstancias ahora les impiden abandonar. Relaciones repletas de suplicios, de momentos absurdos pero muy posibles desenlaces o hechos, hombres y mujeres mordidos por la corrupción, por un apremio irrefrenable de sobrevivir que los lleva a cometer actos impensables, desde chantaje hasta asesinato.

 

La Calle Real es el hogar de los sobrevivientes a toda costa, de quienes buscan conservar el aire en sus pulmones y para lograrlo, desoyen los quejidos de la conciencia o modifican el concepto de inocencia y lo que es correcto a su conveniencia. En este breve pasaje de la novela se refleja a la perfección:

Fueron construyendo un imperio de golpes bajos y sospechas. Sobre un cimiento podrido erigían sus vidas. Cambiaban sin grandes pretensiones los colores, el olor y el aspecto de aquel callejón. Los que por allí rondaban no pudieron obviar el movimiento y se mostraron inquietos. Consideraban a aquellas personas el rastrojo del mundo, muchedumbre cuyos propios actos los habían conducido hacia el infortunio. Algunos pasaban de largo, miraban de soslayo las siluetas de esos seres, no sin que llegaran a sentir repugnancia. Otros no pudieron apartar sus ojos, tiritaban ante un interés que pretendían guardar —con disimulo— bajo los trajes de señores.

Precisamente es éste uno de los mayores logros del libro: la facilidad con la que su autor retrata la inmoralidad, lo bajo que puede caer el ser humano si las circunstancias lo empujan a semejante límite. Sin embargo, al seguir a cada personaje, al sorprendernos, erizarnos o experimentar un odio puro hacia las afrentas que éste comete contra la dignidad o la decencia, también surge una pregunta: si estuviésemos en las mismas condiciones, ¿qué haríamos?

Otro de los aciertos de la novela es el uso de su autor del recurso de la insinuación. Señalo que usa esta técnica, sin romper los límites, tan sutil que debemos prestar mucha atención para notarlo. Desde el comienzo y a largo de los capítulos, el narrador nos invita a acercarnos cada vez más a sus personajes mediante rumores, comentarios o susurros, cuya veracidad solo será confirmada si ahondamos en las historias que aguardan en cada capítulo. El ser humano es curioso; Milho lo sabe y halla la forma de seducirnos mediante la insinuación. Esta secuencia continúa hasta alcanzar un final impactante, del cual no abundaré en detalles, excepto en el título del último capítulo, que, curiosamente es: Rumor.

Las inocentes es un libro muy interesante, escrito de la única forma en la que podría narrarse una historia de tales magnitudes. Lo sucio, lo inmoral, lo obsceno y sacrílego debe retratarse tal cual es: sin adornos, al detalle, pero tampoco sin exageraciones que lo hagan implausible. En la Calle Real de Milho Montenegro no existen absolutos, no existen los tonos blancos y negros. De la grata lectura de sus páginas asomarán muchísimas interrogantes y reflexiones, pero creo que una de las esenciales será que la vida está compuesta no tanto de culpables e inocentes, sino más bien de sobrevivientes.

Qué tanto se inclinará la balanza de la culpa o de la inocencia al final del trayecto, pues eso dependerá de a quienes nos toca transitar por la vida y afrontar sus benevolencias y sus tragedias.

 



No temas a estas bestias

Cuando leí Bestias Interiores, era un libro todavía inédito. El cuaderno de cuentos recién había sido enviado a una editorial extranjera cuyo dictamen tardaba 3 meses en concretarse. En varias charlas con su autora, colega, amiga consagrada y narradora de indiscutible talento, expresó sus dudas respecto al volumen, en específico la temática que abordaban los relatos y si su manera de tratarlos era la correcta. Exigiendo una crítica demoledora, pero sincera, capaz de acudir en auxilio de su libro, Lisbeth Lima me envió el manuscrito, en formato digital.

Lo leí en mi celular y empecé con la intención de echar un vistazo a por lo menos diez páginas. Casi una hora después, mis ojos no parecían en lo absoluto maltratados por el asedio de la pantalla del móvil; todo lo contrario, exigían más. Contacté a Lisbeth y mi respuesta fue breve: “Ya terminé tu libro y no entiendo de dónde salieron las dudas”. Al cuaderno le sobraban las herramientas suficientes para defenderse solo. Era imposible de salvar porque no necesitaba salvación ninguna. Salvación necesitaría quien se atreviera a hurgar en sus páginas, pues no lograría despegarse de ellas hasta terminarlo.

Y al parecer, mis sospechas no estuvieron tan lejos de la realidad, pues transcurrieron los 3 meses exigidos por la editorial para la evaluación del libro y llegó el dictamen. En junio de 2022, Iliada Ediciones desataba las Bestias Interiores de Lisbeth Lima Hechavarría al mundo.

Éste es el tercer libro publicado de la joven autora santiaguera, quien además de escribir, emprende una exitosa carrera como bióloga, es Vicepresidenta de la AHS en su provincia y tiene en sus venas sangre de poeta. Aunque ha publicado mayormente en el extranjero, pronto tendremos varios libros suyos en Cuba, uno de ellos galardonado en el 2021 con el Premio Casatintas. Pero, si por alguna casualidad, ya has leído los dos anteriores volúmenes de cuentos de la autora, seguro anticiparás en éste una mezcla del erotismo dominante en Rostros con un retrato aún más detallado del alma humana que distingue a Matices de vida. Pues no y he aquí uno de los mayores aciertos de Bestias interiores: el completo desprendimiento de su autora, tanto de las temáticas como del estilo en general, al extremo que se nos hace difícil reconocerla y al mismo tiempo celebramos su osadía al romper sus propios esquemas narrativos y salir airosa al entregarnos una obra ingeniosa, entretenida, sin que ello atente contra la profundidad de los relatos.

Si es la primera vez que te tropiezas a Lisbeth Lima, sus páginas (siempre escasas cuando la historia desborda excelencia) te conducirán a los anteriores cuadernos de la narradora. Y en todas estas lecturas que espero emprendas, notarás una de las mayores virtudes de la escritora: su pericia en crear y destruir personajes, situaciones y escenarios que van desde lo más tierno a lo feroz. El afán de experimentación, la renuencia a permanecer quieta y el éxito de Lisbeth en seducirnos con cada cambio de piel, encuentra su cúspide en estos relatos. Entonces, sigue conmigo y no le temas a estas bestias.

Foto de la autora (Cortesía de la autora)

Bestias Interiores es un libro raro. Encierra en sus páginas una temática que para muchos se antojaría oscura, pero otro de los triunfos del libro radica precisamente en el efecto de comodidad que nos trae visitar sus páginas. Entramos y enseguida estamos a gusto, atrapados por una narración directa, sencilla y muy coloquial. El volumen no admite otro tono y Lisbeth demuestra su dominio de las técnicas narrativas al desprenderse de todo adorno y lanzarnos en pleno rostro una serie de cuentos con una protagonista de sobra conocida: la muerte. Secundarios y también a la vanguardia, asoman los patólogos, los familiares de difuntos y otras tantas “bestias” encarnando toda una variada e interesante tropa de personajes.

El libro transcurre en el mundo de quienes deben batallar contra la muerte ya concretada en la carne humana. Un mundo común y con cierto tinte de tabú por sus desagradables facetas. En Bestias Interiores descubrirás morbo, tragedia, absurdo y unas recurrentes y muy necesarias dosis de humor negro. Todo lo entrega, con desenfadado y naturalidad, una narradora personaje bien dispuesta por Lisbeth en cada historia. Esta joven académica da sus primeros pasos en un sitio nuevo y gracias a su guía, empatizamos y hasta reímos con las impresionantes situaciones que aguardan en cada cuento. Ya desde el primer relato, “La cajita de fósforos”, se vuelve inevitable devorar este cuaderno de una sentada.

Bestias Interiores es un libro que pide a gritos andar desnudo. Los adornos, los disfraces solo lograrían estorbar, distraer a un lector ya capturado desde las primeras líneas de cada relato. Lisbeth lo comprendió desde el principio y lo entrega todo sin escatimar en detalles. Real, directa, ineludible. ¿Acaso la muerte no es así? ¿Acaso no debemos llorar ante su presencia? ¿Contraer el rostro ante su hedor? ¿Sufrir cuando nos arrebata a quienes amamos?

Con este cuaderno de cuentos, su autora no pone reparos en dejar bien claro lo que todos en el fondo sabemos muy bien: que a la muerte debemos temerle, pero también es posible mirarla al rostro y hasta reírnos de ella.



Rumbo a la casa Pavlov

Eric Flores Taylor es un autor ya consagrado en la narrativa cubana contemporánea. Cuentista, novelista, forjador de historias a tener en cuenta. Quizás algunos se muestren en desacuerdo con esta afirmación, pero las evidencias son apabullantes y están ahí, imborrables en los libros de su autoría. Un escritor devoto a la ciencia ficción y la fantasía, Eric Flores publicó Guerra de Dragones, Crónicas de Akaland y Entre clones anda el juego (todos en coautoría con Jesús B. Minsal) y, a pesar de nunca renunciar a su pasión por estos géneros y seguir publicando novelas y cuentos enmarcados en los mismos, demostró su capacidad de experimentación y talento con Jaurías de la urbe (Premio Pinos Nuevos), un libro de referencia si quiere comprobarse el dominio de las técnicas narrativas de un autor renuente a ser encasillado en un solo género literario. Sin embargo, en caso de que persistiesen las dudas, el último libro publicado del escritor cubano se encargará de acallarlas.

El bestiario Pavlov es un libro que, desde su título, despierta intriga. Lo componen un total de 9 cuentos, de diversas extensiones y temáticas, aunque un análisis nos permite notar que si faltase uno de ellos, el libro perdería su esencia. Iliada Ediciones asumió la edición y publicación del cuaderno, que vio la luz a finales de 2022. Ya desde la nota de contracubierta, Amir Valle ofrece un anticipo de lo que nos aguarda: “La desesperanza, el miedo, la frustración deambulan como fantasmas ilustres en las escenas de estos cuentos: una mirada humanísima e imperfecta que hurga en las miserias del hombre, en las absurdas razones que secuestran los sueños de estos personajes, en las engañosas promesas incumplidas… Un libro que demuestra la madurez literaria de Eric Flores Taylor”.

Después de leer el cuaderno notamos cuanto cuidado puso su autor en la construcción de cada relato y también a la hora de organizarlos, detalle crucial que muestra la unidad y coherencia de un volumen que nos atrapa desde las primeras páginas. Y es que la elección del primer cuento, la historia que corre el telón, brindando el acceso al bestiario, no podría ser otra que Intrusos, un relato escalofriante por la atmósfera silenciosa que lo distingue, apenas perturbada por la participación de varios animales (protagonistas y al mismo tiempo secundarios) que se mueven por una casa en la que algo ha ocurrido, algo terrible y que, sin nunca entregarnos el dato en su totalidad, Eric Flores revela a trazos, haciéndonos testigos del recorrido de un gato y de un ratón por la casa, por los leves sonidos e imágenes fugaces que pondrán a prueba al lector y, en última instancia, dejarán en sus manos desentrañar el misterio insinuado.

Con El túnel, su autor utiliza en un perfecto equilibrio el tono satírico para retratar y también burlarse de las burocracias, el pensamiento obtuso de una sociedad regida por directrices primitivas, cuya violación traía un alto costo a los infractores. Su protagonista, un hombre consumido por los tiempos en los que le ha tocado vivir y que busca una vía de escape, sirve a Eric Flores para canalizar las vicisitudes de toda una generación y plantear un análisis detallado y muy sincero del contraste que mora en el alma de todo ser humano.

A modo de disminuir el ritmo (o tal vez de elevarlo) irrumpe Futuro, un minicuento cuya escasez de líneas contiene más fuerza que diez cuartillas repletas. Ahí lo dejo.

Tiburones es puro coloquialismo, un homenaje a esos gigantes que fueron Onelio Jorge Cardoso y Luis Rogelio Nogueras, maestros por excelencia en retratar al cubano común y corriente, en espíritu y diálogo. Una situación inusual, con la participación de los escualos sirve de platea a una historia ingeniosa, sorprendente, cuya lectura fácil esconde toda una serie de mensajes ocultos que invitan a la reflexión, acompañados de sonrisas y nostalgia. Con Soul Valley, Eric Flores juega con nosotros, propone un reto e invita al lector a formar parte del mismo, a desentrañar los enigmas que plantea, apoyado en la teoría de cuerdas y los misterios del espacio tiempo. Un cuento en el que se funden el realismo y la ciencia ficción a tal extremo que nos importa bien poco en cual género asentarlo; solo queremos descifrar este extraño puzzle armado por un narrador consciente de cuanto agradece el lector que además de mostrarle una historia, se le invite también a formar parte de ella e incluso a entregarle sentido.

El sexto relato es uno de los mejores del cuaderno. En La entrevista o Envejecer, asistimos a la paulatina y misteriosa transformación física que vive su protagonista, un acontecimiento grotesco por las descripciones casi cinematográficas y que nos mantiene en vilo hasta el desenlace, cuando su autor nos quita la venda de los ojos, entregando la justificación que llevó a su personaje a someterse a un maltrato de tales magnitudes. Un cuento fenomenal. La confronta no se queda atrás en términos de calidad y de hecho, podría considerarse el hermano del relato que lo antecede o su complemento. En este cuento, Eric Flores se aprovecha de los avatares cotidianos del cubano contra el transporte público y refleja un monstruoso éxodo que nos roba el aliento y justifica la entrada en escena de Online, enlazado a La entrevista o Envejecer y a La Confronta, en una sutil trinidad. El octavo relato plantea un debate entre lo nuevo y lo viejo, el empuje de lo fresco, vital y ávido de progreso contra lo antiguo, desgastado y renuente a ceder su asiento a quienes se le antojan villanos por seguir las leyes naturales y del hombre.

Llegados a este punto, los 8 cuentos que recién leímos, pueden verse como los peldaños que conducen al umbral de un último y monumental relato, cuidado al mínimo detalle y que hace meritorio el trayecto que nos ha conducido a la novena historia. Si sus predecesores no bastaron, ya en La casa Pavlov nos tropezamos con un Eric Flores Taylor en la cúspide de sus dotes narrativas, desplegando con soltura todo tipo de herramientas técnicas que deslumbran a cualquier lector, sea o no versado en el ámbito literario. El cuento es denso, extraño y demanda la paciencia de quien se atreva a leerlo. Pero merecerá la pena transitar por cada línea.

Después de visitar este bestiario, no serán pocos los lectores que se harán la misma pregunta que yo me planteé en su momento: ¿Qué más podrá entregarnos Eric Flores Taylor, ahora que ha elevado tanto la parada, que ha roto sus propios límites como narrador, en su afán insaciable de superarse?

Y la respuesta, espero, sea unánime. ¿Qué más podrá entregarnos este aun joven autor cubano? Pues más, mucho más…



«Acá no solo escuchamos rock, lo hacemos también»

A lo largo de los años, el cubano ha demostrado su apetito por la buena música. No solo el deseo irrefrenable de consumirla y de bailar a su ritmo, sino también la capacidad de labrar temas y melodías dignas de ser elevadas al pedestal de los ritmos legendarios e imperecederos, aún vigentes en las listas de reproducción de múltiples generaciones. Ejemplos de ello sobran en nuestro catálogo musical.

El rock and roll o simplemente rock (con el amplio espectro de géneros y subgéneros que engloba), califica en esto, sin lugar a dudas. Al cubano, normalmente, se le asocia con ritmos más latinos, díganse la salsa, el son, los boleros, incluso el jazz. A muchos se les sigue antojando raro ver a un compatriota componiendo o interpretando una canción de rock. No obstante, si se vencen esos prejuicios, descubriremos no solo que en Cuba se practica este tipo de música, sino que se hace bien.

Quizás el carácter secundario que ocupa el rock en nuestro universo melómano se deba al carácter “peligroso” que injustamente padeció cuando hizo sus primeras aproximaciones a la isla. Bandas como Los Beatles, Led Zeppelin o Los Rolling Stones eran bien difíciles de escucharse en los domicilios cubanos. Aun así, poco a poco, esta música fue ganando adeptos, jóvenes y no tan jóvenes que sí la escucharon, la disfrutaron y, vulnerables a su influencia, enseguida se animaron a crearla. Y ya cuando el rock dejó de ser una lacra, había plantado sus raíces en Cuba y propiciaba el surgimiento de innumerables y talentosas agrupaciones.

cortesía de los Miembros de Say My Name (cortesía de la banda)

Los resultados de la incursión del cubano en la música rock son extraordinarios. Basta acercarse a este mundo para notar que a pesar de conservar su aire underground (que ha venido a convertirse en una parte más de su ADN) el rock en Cuba no ha decrecido; todo lo contrario: está en alza. Posee defensores que aumentan a diario. La atención que recibe tampoco pasa desapercibida. Ya sea en la radio o en la televisión, lo descubrimos en programas como Cuerda Viva, 23 y M. Diversas instituciones y organizaciones, díganse la AHS, la UNEAC, los estudios EGREM, la Agencia Cubana del Rock, acogen y promueven esta música. Falta todavía mucho por avanzar; sin embargo, ese empuje y apoyo son más que necesarios y muy bienvenidos.

Los estudios musicales independientes se incluyen entre los que abren sus puertas a representantes de la música rock. Uno de ellos, bautizado La Torre, se localiza en la Habana. Fundado en el 2020, posee una discreta sencillez que no resta talento a las producciones musicales gestadas en sus cabinas. El productor musical líder, Luis Antonio Rodríguez De Armas, que responde al nombre artístico de Jay Versa, dio la bienvenida recientemente en La Torre a una joven banda de rock. Grabaron una canción que luego tuve la oportunidad y el placer de escuchar. El tema, una mezcla de balada rock con fuertes toques de heavy metal, acompañado todo por la voz limpia de su vocalista. Enseguida, la calidad de la producción despertó esa curiosidad que se cuela en todo espectador al hallarse frente a un buen material. Fue inevitable pedir una entrevista a los integrantes de la banda Say My Name.

Say My Name: Conociendo a la banda

Say My Name (traducción: Di mi nombre) es una banda cubana, radicada en La Habana. Favorecen los géneros del metal y covers. Actualmente la componen seis miembros: Saulius Suárez (bajo y dirección), Javier Estévez (guitarra líder), Miguel Trujillo (segunda guitarra y coros), Lisbany Rojo (voz), Jordi Guanche (voz gutural) y Alberto Cartaya (teclados). Algunos son graduados de la Universidad o estudiando; otros trabajan. Todos conjugan su vida laborable con la carrera musical.

La banda, similar a otras de su generación o anteriores, opta por componer e interpretar sus canciones en inglés, una decisión arriesgada y no siempre fructífera, pues involucra un excelente dominio del idioma y naturalidad a la hora de entregar voz a las letras. Sin embargo, la destreza de sus vocalistas confiere a las canciones un alto nivel de realismo que asienta la ilusión de hallarnos ante una banda anglosajona y no cubana. Los acompaña un conjunto de músicos cuyo talento asoma en cada entrega y complementan el sonido característico del grupo. Forman parte de la Agencia Cubana del Rock y tienen mucho interés de integrarse a la AHS. Además, han presentado varias de sus canciones en la radio (Radio Ciudad Habana) y la televisión (Cuerda Viva) y por supuesto, tampoco son ajenos a las presentaciones en vivo, en la Sala Maxim Rock.

Sobre los inicios de la banda, sus miembros comentan:

La banda comenzó en 2013 y ha cambiado mucho hasta la fecha, tanto en alineación como en géneros a tocar en sí. Fue bautizada Say My Name porque no había un consenso en cuanto al nombre y en vísperas del lanzamiento del primer disco, al cantante gutural se le ocurrió la idea y se quedó.

Muchos consideran que el rock en Cuba, a pesar de una mejoría en el nivel de atención que recibe, sigue todavía lamentando un menosprecio que le impide desprenderse del plano underground. ¿Esto es cierto y qué puede hacerse al respecto?

Creo que lo peor sigue siendo la falta de espacios y de promoción. Hay muy pocos lugares donde puedes tocar y tienes prácticamente cero formas de dar a conocer tu trabajo, fuera de pasar la música mano a mano. Este problema no es nuevo, más bien es un lastre que se lleva desde los inicios, aunque no dejo de admitir que se han creado espacios y existe promoción, pero todavía se halla en ciernes, con la necesidad de alcanzar más expansión, duplicar los esfuerzos y tratar con mucha profesionalidad todo lo relacionado con ello.

¿Tiene la banda un compositor principal o predomina el flujo de ideas, la simbiosis entre sus integrantes a la hora de crear?

Por lo general es Javier Estévez (guitarra líder) quien compone los temas, aunque siempre se debaten con el resto de la banda y trabajamos en conjunto para perfeccionar el trabajo en lo posible. Pero él ha sido el compositor de la mayoría de los temas de los discos, además de ser el que más consume el tipo de música que hace la banda.

¿Sobre qué pilares se erigió la banda en cuánto a influencias musicales? ¿Favorecen una variante específica del rock?

Las influencias son muchísimas y van desde los grandes clásicos a bandas más actuales, entre ellas Architects, As I Lay Dying, Bless The Fall y Asking Alexandria, por citar algunos ejemplos de una muy larga lista que sigue en incremento. Hay mucho material del cual retroalimentarse y encontrar inspiración y fuerzas para trabajar, tanto nacional como internacionalmente.

En los inicios de la banda se apreciaba una inclinación hacia el post hardcore y el metalcore, ambos géneros bastante fuertes y comerciales. Ya después añadimos elementos de progresivo y modern metal, pero no nos gusta quedarnos quietos, estamos en constante experimentación, probando nuevas vías de hacer música.

Jay Versa (cortesía del productor)

¿Qué los motivó a unirse a la Agencia Cubana del Rock y de qué manera los ha apoyado en el desempeño de sus carreras musicales?

Unirse a la Agencia Cubana del Rock fue un objetivo desde los inicios. Siempre quieres tener una entidad que te represente y te ayude a progresar en la música. En el caso de la agencia nos permite dar conciertos en la Sala Maxim Rock y eso hoy en día es algo que valoramos muchísimo. Además, quisiéramos recalcar que recibimos apoyo constante de la Agencia incluso antes de ser parte del catálogo. O sea, siempre han estado ahí, listos para tender la mano.

El Maxim Rock ha experimentado un auge que se vaticina aumentará con la mejoría de la situación pandémica en el país. En ese marco, ¿ha dado conciertos la banda y qué sensación experimentan al saberse ante un amplio público?

La banda ha dado solo un concierto desde que se abrió el Maxim y fue probando la nueva alineación de covers, algo en lo que estamos incursionando actualmente. Lo pusimos a disposición del público y nos alegró muchísimo la buena acogida que disfrutó. Esperamos poder presentarnos ahí en próximas ocasiones.

Recientemente han trabajado en un estudio musical que comienza a despuntar, pero ya ha recibido la atención de varios artistas de renombre. ¿Cómo fue la experiencia de la banda en el estudio La Torre? ¿Se avecinan proyectos con su productor?

Del estudio La Torre no tenemos nada negativo que decir. Fue una experiencia muy agradable. El productor es una persona muy atenta, de mente abierta. Ello facilitó que, desde los inicios hasta el final de la grabación del proyecto, el intercambio fuera constante entre él y la banda. Eso trajo muy buenos resultados y nos dará un nuevo inicio, con una nueva sonoridad. Ya tenemos varios proyectos a grabar en La Torre, así que se avecinan sorpresas. Por lo pronto, se planifica la grabación de un EP, en el cual queremos dar un cambio al estilo de la banda en el formato metal, probar nuevas ideas e incursionar en otros géneros.

Say My Name aborda en sus canciones temáticas de variada índole, desde problemas sociales hasta asuntos de carácter más personal. Son una banda que persigue la madurez artística. Disfrutan de lo que hacen, experimentan, no se conforman, exploran nuevos horizontes, se atreven. Cada integrante toma muy en serio su trabajo y se aprecia en la calidad de la música que nos entregan. En estos tiempos de pandemia, algunos creadores afirman que las presiones del encierro han frenado su motivación para trabajar. Otros, en cambio, opinan todo lo contrario. Say My Name se incluye en el primer grupo. Su actividad creativa está en alza y han sacado provecho de la pandemia para componer mucho material y se hallan en proceso de grabarlo. Ellos, junto a tantas otras bandas consagradas o en pleno proceso de surgimiento, evidencian que, si queremos oír buen rock and roll, no tiene nada de malo acudir a referentes del extranjero, pero también aquí cerca en el patio, se hace rock y se hace bien.



Una innecesaria defensa a los matices de Lisbeth

Reseña a “Matices de Vida”, de Lisbeth Lima Hechavarría.

Una dosis de excelencia se nos presenta, a modo de entrante, para invitarnos a la lectura de este libro: primero, la reseña de Argenis Osorio Sánchez, luego el prólogo de Elaine Vilar Madruga. Ambos textos derrochan ese seductor toque de elegancia y belleza que vuelve irresistible la necesidad de acercarnos a hojear Matices de Vida. Y, tras el vistazo inicial, quedamos atrapados.

Éste, el segundo cuaderno de cuentos publicado por Lisbeth Lima Hechavarría, nos llega de las manos de Libros Duendes, una joven, pero audaz editorial de Ecuador. De Lisbeth podemos decir que es santiaguera, bióloga, madre, esposa, vicepresidenta de la AHS en su provincia y también, con Matices de Vida, esta mujer llegó a cimentar lo que anunció a través de Rostros, su primer libro: que también es una narradora y llegó para quedarse.

Matices de Vida (Cortesía de la autora)

Ya en su ópera prima, publicada este año por Editorial Primigenios, (Estados Unidos) muestra su interés y temeridad en explorar nuevos territorios, explotar zonas ya conquistadas por otros autores, ahora desde nuevas aristas que no le resten originalidad a su trabajo. Rostros viene coronado con una engañosa aureola de erotismo, digo “engañosa”, pues el lector atento distinguirá, bajo el aire de sensualidad que rodea las historias del volumen, otro más profundo, llevado con sutileza por parte de su narradora en una suerte de insinuación de lo que se avecinaría en Matices de Vida, donde esos aspectos intrínsecos que en su anterior libro fueron susurrados a nuestros oídos, ahora estallan y nos dejan boquiabiertos.

Matices de Vida también hizo su entrada en el 2021; sin embargo, parece escrito mucho después que Rostros y a veces, si nos dejamos arrastrar entre sus líneas, hasta se hace difícil reconocer a Lisbeth Lima como la artífice de tales páginas. Impera un cambio de tono (sin desprenderse totalmente del que distinguió su primer cuaderno), diversificación en los temas tratados y la maestría de unificar todos esos tópicos sin aparente relación de manera tal que se nutran el uno del otro y entreguen al libro esa cualidad que todo autor desea para su obra: la suficiente fuerza para valerse por sí sola, sin necesidad de que su creador intervenga vestido en atuendos de abogado.

Ya desde el primer cuento (“El despertar de Alicia”) abrimos los ojos junto a la protagonista a una realidad extraña, confusa, pero que, a pesar de su doloroso final, trae tanta coherencia y madurez en la forma de abordarla que se vuelve inevitable seguir volteando la página. Once historias componen Matices de Vida y ninguna decepciona. La autora ordena los cuentos con ingenio, brindando oportunidad al lector de ajustarse al ritmo de cada relato, a su carga sentimental y al choque de los finales sorpresa o las desgarradoras reflexiones que asoman entre cada línea. El cuento homónimo destaca, precisamente, por su brevedad y el conmovedor retrato de un hecho de apariencia común. Con “Al final tampoco se descansa”, Lisbeth aborda la muerte, aunque desde la perspectiva no del difunto, sino de sus seres queridos.

Rostros (Cortesía de la autora)

La capacidad de la autora para dotar a sus personajes con un nivel de realismo que los hace auténticos incluso en las situaciones más inauditas, logra la inmediata identificación del lector con cada uno de ellos. Esto se aprecia en todo el libro, en especial en cuentos como “La Lista Martina”; nos entrega dosis de humor mezclado con reflexiones bien interesantes a través de “Edgar Allan Poe y Arnaldo entre rejas” o es capaz de reservarnos el dato hasta cerca del mismísimo final solo para arrebatarnos el aliento con historias al estilo de “Nece(si)dades”. Sin embargo, en “Cifras” (último cuento), Lisbeth Lima se encarga de reafirmar lo que se hace evidente al navegar por Matices de Vida, y es cuánto cuidado tuvo al conformar este cuaderno, rompiendo el hielo con un excelente primer cuento y ya, cerca del final, cuando creímos que bajaría la marea, llega “Cifras” a levantar nuevamente la parada y dejarnos boquiabiertos ante la realidad: que terminó Matices de Vida y necesitamos más.

El denominador común en el libro consiste en el afán de su autora por adentrarse (y adentrarnos) sin escatimar en hacer gala de un excelente dominio de las técnicas narrativas, en los rincones del alma humana, mostrarnos zonas familiares ya sea de lejos o de primera mano y dejar, en quienes tienen el gusto de tropezarse con este volumen, que se disfrutó de un trabajo libre de toda pretensión, brillante por la autenticidad de sus historias.

Lisbeth Lima Hechavarría se define a sí misma como una narradora que no persigue lauros literarios, prefiere invertir las energías en escribir y encauzar su obra hacia la publicación, con la esperanza de llegarle a sus lectores, intercambiar con ellos, debatir y conocer su opinión cara a cara, sea buena o mala, en pos de mejorar sus dotes como narradora y persona.

Por el momento, otros dos libros de la joven autora ya están en vías de publicarse, uno por Iliada Ediciones, en Alemania, y el otro, su primero en Cuba, por Ediciones Luminaria, de Sancti Spíritus, fruto de obtener el Premio Casatintas a finales de este 2021 que ha traído tantas dichas en el ámbito literario a Lisbeth Lima, quien con los dos nuevos libros que verán la luz y otros tantos gestándose, deja bien claro que aún le queda mucho por decir. Sin embargo, si persisten las dudas, no existe mejor evidencia que sostenga mis palabras que Matices de Vida. Ahí está, ahí sigue y continuará defendiéndose solo gracias a las fuerzas que le entregó su autora.



Sin deponer las armas

Reseña a trilogía “Guerra de dragones”, de Eric Flores Taylor y Jesús B. Minsal Díaz.

En los últimos años, géneros como la ciencia ficción y la fantasía han experimentado un ya innegable apogeo a nivel internacional, gracias en parte al recrudecimiento de la COVID-19, aunque toda la responsabilidad no podemos achacársela a la pandemia, pues este renacer viene gestándose previo al coronavirus. Toda una plétora de series, libros y películas han despertado (o reavivado) en el público el apetito por estos géneros que lamentan en ocasiones un muy injusto menosprecio. Por fortuna, a quienes leemos y defendemos el género fantástico nos respalda un ejército de autores reacios a deponer las armas y dispuestos a seguir creando mundos extraordinarios en los que sumergirnos. Gracias a ellos es que persisten y persistirán estos géneros.

Jesús B. Minsal Díaz (izquierda) y Eric Flores Taylor (derecha)

Eric Flores Taylor y Jesús B. Minsal Díaz constituyen dos ejemplos sólidos de lo que trato de reflejar. Y es que, en Cuba, el resurgir de la ciencia ficción y la fantasía puede rastrearse un poco más atrás y viene de la mano de los numerosos escritores y escritoras, apoyados por una colección que, al abrirles las puertas, fortaleció su convicción de que esos “sueños locos” podían publicarse y ser compartidos por los lectores. Dicha colección es Ámbar, perteneciente a la editorial Gente Nueva. Presidida por Gretel Ávila Hechavarría (una de las mejores editoras de nuestro país, defensora a capa y espada de los libros que acoge), la colección Ámbar tiene en su haber un catálogo de títulos de probada calidad, con mucha aceptación del público lector.

Pero en 2013 llegaría una novela, fruto del esfuerzo de varios años, que se robaría el show, provocando en sus lectores el apremio de una secuela, que llegaría en 2015, dos largos años después. La novela, titulada Guerra de Dragones y su segunda parte, Estigma, destacó por romper con una serie de arquetipos trazados en lo referente al fantástico épico y en específico, con el mundo de los dragones y de los magos.

En Guerra de Dragones sus autores, Eric Flores Taylor y Jesús B. Minsal Díaz (responsable, además, del espectacular diseño de portada de ambos volúmenes) nos introducen a todo un universo fantástico habitado por dos razas en conflicto: dragones y magos. Pero desde el inicio, notamos que ésta no será otra historia de las habituales en el género; en el primer capítulo se hace evidente, a través del monólogo de su protagonista:

“Solo le pido a los Milenarios que los altos jefes hayan tomado en cuenta mi “pequeña diferencia” al incluirme en esta misión. Si no fue así, todas mis inquietudes serán ciertas y no sobreviviré. ¡Qué fácil es imaginar lo que dirían de mí en las barracas!: “¿Te acuerdas de aquel bastardo, el despreciable cachorro albino? Se achicharró durante su iniciación. ¡Patético! ¿Quién ha visto un amo del fuego consumido por las llamas?”

Guerra I

Quien nos habla es Uthar, el dragón blanco y miembro más novato del pelotón del fiero sargento Morlock. El pelotón lo compone una variopinta mezcla de dragones de ambos sexos; sin embargo, Uthar se lleva la corona. Nos cae bien al momento este personaje. Es blanco, (color raro en su especie), no es ni rápido ni fuerte, le sobran la torpeza, la inseguridad, y tiene lo que como lectores consideramos una habilidad, pero para sus homólogos es motivo de burla y menosprecio. Los defectos de Uthar y su “pequeña diferencia” (como él mismo apunta) así como esa compasión que le entrega un toque humano, enseguida nos invitan a seguirlo a lo largo de la novela pues intuimos, atrapados por el ingenioso gancho que lanzan Eric Flores y Jesús B. Minsal, que este repudiado dragón traerá más de una sorpresa. Y de que lo hace, lo hace.

La sociedad de los dragones se rige por un militarismo absoluto, con sus correspondientes leyes y jerarquías, brutales entrenamientos y devastadoras incursiones relámpago. La desobediencia y la cobardía se castigan duramente. Todo en la raza de los dragones sirve al propósito de vencer en batalla a sus enemigos ancestrales: los magos. Éstos últimos, también divididos en rangos acordes a su dominio de la magia, habitan en distintos planetas (colonias) y su sociedad, aunque más desarrollada que la de los dragones, también lamenta serias deficiencias que repercuten en una familia desesperada por proteger a su bebé en medio de la guerra. Los caminos de este bebé y los de Uthar confluirán de forma inesperada y sentarán las bases sobre las que se alza la trilogía.

Si con Guerra de Dragones tuvimos abundancia de combates, dosis de humor, derroche de originalidad y nos sirvió de introducción a este mundo fantástico, con Estigma disminuirá el tono bélico de la trilogía, pero le inyectará una madurez imprescindible para disfrutar de una tercera parte en la que se anticipa un cierre con broche de oro a esta historia que tanto ha cautivado a sus seguidores.

Eric Flores Taylor

En Estigma, Eric Flores Taylor asume en su totalidad la tarea de narrador y Jesús B. Minsal adopta un plano más secundario, sin perder su protagonismo en el desarrollo de la secuela (recordemos que las ilustraciones son suyas y de Jesús Rodríguez). El distanciamiento de Minsal se debió a su enfoque en el mundo de la historieta, con la saga “Itgul” (publicada por Gente Nueva) y otros proyectos de igual índole que siguen gestándose. Ya en Estigma han transcurrido varios ciclos desde el final de la primera parte y, sin ánimo de lanzar spoilers que arruinen la magia para quienes todavía no han leído las novelas, veremos nuevamente a Uthar, a cierto bebé ya en la adultez (con todas las sorpresas que esto depara) y a varios de los personajes más queridos (y otros no tanto) de la primera entrega. Eso sí, tenemos un nuevo invitado al show y su nombre es Estigma. Y Eric Flores no se tarda mucho en darnos indicios de por qué fue bautizado así el segundo tomo de la trilogía.

Estigma es también una especie de paria, aunque a diferencia de Uthar, se le adora y teme. Para entregar una idea de este personaje y de lo que puede hacer, basta con señalar que en Guerra de Dragones aprendemos que para vencer a un dragón se requiere el poder concentrado de treinta magos; Estigma, en varios de los pasajes de la novela, nos deja pasmados con su facilidad para derrotar no a uno, sino a varios de sus poderosos enemigos. No es de extrañar que se le considere una leyenda. Sin embargo, pese a sus habilidades casi divinas, este semidiós vive obsesionado con hallar al dragón blanco, nuestro querido Uthar. ¿La razón? Nos espera en las páginas de la segunda parte de Guerra de Dragones, junto a las peripecias del ya maduro Uthar y de su misterioso acompañante, duelos fantásticos y una vez más, el gancho final que nos hace lamentar cuánto ha tardado en llegarnos la última entrega de la trilogía.

Guerra de Dragones (sus dos partes publicadas hasta el momento) ha sido un éxito entre el público y ya mencioné uno de los motivos: el desprendimiento de los cánones establecidos para este tipo de literatura. A ello se le suma el lenguaje sencillo, privado de rebuscamientos, pero sin carecer de un excelente manejo de las técnicas narrativas que entrega a las novelas un aire cinematográfico. O sea, Eric Flores Taylor y Jesús B. Minsal, nos hacen ver lo que acontece, reforzado todo por un universo cuidadosamente construido, creíble gracias a la coherencia vigente en una historia que agarra desde la primera línea y nos deja colgando de la última página, deseando más.

Ambos libros fueron editados por Gretel Ávila y su trabajo se nota, así como el respeto y compromiso de la editora con esta trilogía, pues también trabaja en la tercera entrega, en la cual volverá Eric Flores Taylor como autor. Jesús B. Minsal, comprometido en proyectos afines al mundo de la historieta, no pudo estar en primera línea, pero sus consejos y sugerencias fueron respetados.

Guerra I

La tercera entrega de Guerra de Dragones será la culminación de años de trabajo de sus autores, su editora, la Colección Ámbar, la Editorial Gente Nueva y por último, de quienes hemos tenido el placer de seguir esta historia. Basta decir que si la primera parte sentó las bases y Estigma las fortaleció, la última entrega se nos antoja una combinación de las magníficas escenas de batalla (a las que ya nos volvimos adictos y no pueden faltarnos), un serio manejo de los conflictos de sus personajes, las constantes sorpresas y ganchos, todo en función de entregarle a esta trilogía el final que merece. Solo nos queda esperar otro poco más, solo un poco más. Sin dudas, la espera merecerá la pena.

La ciencia ficción y la fantasía cubanas están en buenas manos y lo estarán mientras autores como Eric Flores Taylor y Jesús B. Minsal no depongan las armas. Como ellos hay muchos, no solo limitados al ámbito literario y sin distinción de género o edad. Son ellos quienes nos recuerdan que este tipo de literatura debe tomarse en serio, pues al igual que otros, nos hacen leer, nos hacen ver y nos hacen soñar…