Lisbeth Lima


Pórtico

Este viene a ser un libro singular por dos motivos. El primero: su estirpe es sesgadamente gótica y no acude, sin embargo, a un lenguaje que podría tener alguna deuda con el modernismo literario (lo cual, me apresuro a aclarar, no estaría ni bien ni mal). El segundo: hasta donde puedo ver, a su autora no le interesa (ni quiere) salirse del ámbito de lo cotidiano. Aprovecha bien la idea de que lo fantástico está a la vuelta de la esquina (o, por ejemplo, en esas sombras que, por capricho de la óptica, devienen antropomórficas y viven debajo de la cama y parece que susurran), o se instaura como una realidad ya dada si se trata de lo que se denomina caída in medias res.

Entre paréntesis: definir lo cotidiano parece muy sencillo. Pero lo cotidiano es un piélago de figuraciones, quimeras, imágenes engañosas y realistas, actos colindantes, recuerdos, sentimientos, colores corredizos, etc.

Un caso típico de inmediatez fantástica: te levantas por la mañana para ir al trabajo, vas a la cocina y ves, no sin cierto asco, que hay una cucaracha posada en el fregadero. Te acercas con algo en la mano, miras antes de dar el golpe fatal y descubres que la cucaracha posee rostro humano y escuchas claramente: “Disculpa que haya entrado así en tu casa, estoy perdida y no sé adónde ir”. ¿Qué viene después? El horror, el caos, la posposición de los hechos. Un cuento.

En Escalera de mar Lisbeth Lima ofrece un relieve de acontecimientos equilibrado entre lo habitual y lo insólito. El equilibrio se origina en la tejeduría del discurso y el instinto literario. Cuando aludo a la estirpe gótica de este libro me refiero a un hecho poco atendido como una de las “causas” del gótico, en favor de la atención que suele concederse a síntomas como la oscuridad sensorialmente tenebrosa, los espacios saturados de significación, los personajes raros, la presencia de una crueldad “inmotivada”, los objetos “marcados”, la pasión extremada por la morbilidad (mental o física) y otros indicios. Ese hecho poco atendido es el secreto, lo que se guarda, lo que se disfraza o se disimula o se oculta y no se explica, o solo se explica demoradamente, o al final de las historias… o nunca, cuando lo que nos parece ignoto deviene inexpresable o queda en manos del lector y su imaginación. Escalera de mar tiene que ver con todo esto. Y que así sea me parece satisfactorio.

Es una suerte, creo, que un libro así aparezca hoy, en los inicios de la trayectoria narrativa de su autora y, en específico, en el panorama de la literatura cubana de ahora mismo, que de algún modo sigue infectada por lo que llamo el “virus de la testificación”. Y digo que es una suerte porque Lisbeth Lima, aun cuando referencia un espacio-tiempo que identificamos como algo bien conocido, sabe colocar y armonizar en él situaciones que se “comprometen” con la sinuosa “tangibilidad” del misterio, o aquellas donde el absurdo asoma matizándose, o esas en las que la conducta escapa de lo acostumbrado y redefine, con gestos nuevos, la identidad, moldeándola otra vez e invitándola a saborear un conocimiento nuevo del yo.


No temas a estas bestias

Cuando leí Bestias Interiores, era un libro todavía inédito. El cuaderno de cuentos recién había sido enviado a una editorial extranjera cuyo dictamen tardaba 3 meses en concretarse. En varias charlas con su autora, colega, amiga consagrada y narradora de indiscutible talento, expresó sus dudas respecto al volumen, en específico la temática que abordaban los relatos y si su manera de tratarlos era la correcta. Exigiendo una crítica demoledora, pero sincera, capaz de acudir en auxilio de su libro, Lisbeth Lima me envió el manuscrito, en formato digital.

Lo leí en mi celular y empecé con la intención de echar un vistazo a por lo menos diez páginas. Casi una hora después, mis ojos no parecían en lo absoluto maltratados por el asedio de la pantalla del móvil; todo lo contrario, exigían más. Contacté a Lisbeth y mi respuesta fue breve: “Ya terminé tu libro y no entiendo de dónde salieron las dudas”. Al cuaderno le sobraban las herramientas suficientes para defenderse solo. Era imposible de salvar porque no necesitaba salvación ninguna. Salvación necesitaría quien se atreviera a hurgar en sus páginas, pues no lograría despegarse de ellas hasta terminarlo.

Y al parecer, mis sospechas no estuvieron tan lejos de la realidad, pues transcurrieron los 3 meses exigidos por la editorial para la evaluación del libro y llegó el dictamen. En junio de 2022, Iliada Ediciones desataba las Bestias Interiores de Lisbeth Lima Hechavarría al mundo.

Éste es el tercer libro publicado de la joven autora santiaguera, quien además de escribir, emprende una exitosa carrera como bióloga, es Vicepresidenta de la AHS en su provincia y tiene en sus venas sangre de poeta. Aunque ha publicado mayormente en el extranjero, pronto tendremos varios libros suyos en Cuba, uno de ellos galardonado en el 2021 con el Premio Casatintas. Pero, si por alguna casualidad, ya has leído los dos anteriores volúmenes de cuentos de la autora, seguro anticiparás en éste una mezcla del erotismo dominante en Rostros con un retrato aún más detallado del alma humana que distingue a Matices de vida. Pues no y he aquí uno de los mayores aciertos de Bestias interiores: el completo desprendimiento de su autora, tanto de las temáticas como del estilo en general, al extremo que se nos hace difícil reconocerla y al mismo tiempo celebramos su osadía al romper sus propios esquemas narrativos y salir airosa al entregarnos una obra ingeniosa, entretenida, sin que ello atente contra la profundidad de los relatos.

Si es la primera vez que te tropiezas a Lisbeth Lima, sus páginas (siempre escasas cuando la historia desborda excelencia) te conducirán a los anteriores cuadernos de la narradora. Y en todas estas lecturas que espero emprendas, notarás una de las mayores virtudes de la escritora: su pericia en crear y destruir personajes, situaciones y escenarios que van desde lo más tierno a lo feroz. El afán de experimentación, la renuencia a permanecer quieta y el éxito de Lisbeth en seducirnos con cada cambio de piel, encuentra su cúspide en estos relatos. Entonces, sigue conmigo y no le temas a estas bestias.

Foto de la autora (Cortesía de la autora)

Bestias Interiores es un libro raro. Encierra en sus páginas una temática que para muchos se antojaría oscura, pero otro de los triunfos del libro radica precisamente en el efecto de comodidad que nos trae visitar sus páginas. Entramos y enseguida estamos a gusto, atrapados por una narración directa, sencilla y muy coloquial. El volumen no admite otro tono y Lisbeth demuestra su dominio de las técnicas narrativas al desprenderse de todo adorno y lanzarnos en pleno rostro una serie de cuentos con una protagonista de sobra conocida: la muerte. Secundarios y también a la vanguardia, asoman los patólogos, los familiares de difuntos y otras tantas “bestias” encarnando toda una variada e interesante tropa de personajes.

El libro transcurre en el mundo de quienes deben batallar contra la muerte ya concretada en la carne humana. Un mundo común y con cierto tinte de tabú por sus desagradables facetas. En Bestias Interiores descubrirás morbo, tragedia, absurdo y unas recurrentes y muy necesarias dosis de humor negro. Todo lo entrega, con desenfadado y naturalidad, una narradora personaje bien dispuesta por Lisbeth en cada historia. Esta joven académica da sus primeros pasos en un sitio nuevo y gracias a su guía, empatizamos y hasta reímos con las impresionantes situaciones que aguardan en cada cuento. Ya desde el primer relato, “La cajita de fósforos”, se vuelve inevitable devorar este cuaderno de una sentada.

Bestias Interiores es un libro que pide a gritos andar desnudo. Los adornos, los disfraces solo lograrían estorbar, distraer a un lector ya capturado desde las primeras líneas de cada relato. Lisbeth lo comprendió desde el principio y lo entrega todo sin escatimar en detalles. Real, directa, ineludible. ¿Acaso la muerte no es así? ¿Acaso no debemos llorar ante su presencia? ¿Contraer el rostro ante su hedor? ¿Sufrir cuando nos arrebata a quienes amamos?

Con este cuaderno de cuentos, su autora no pone reparos en dejar bien claro lo que todos en el fondo sabemos muy bien: que a la muerte debemos temerle, pero también es posible mirarla al rostro y hasta reírnos de ella.


Introspección espejo a espejo

Presentación al libro de cuentos para adultos Matices de vida, de la autora Lisbeth lima Hechavarría

Quiero proponerles la lectura de este libro, publicado en el 2021 por la editorial Libros Duendes, Ecuador, en colaboración con la Agencia traductora-literaria Tektime, Italia. Lo conforman una serie de textos, algunos cortos otros de mediana extensión. Ha sido prologado por Elaine Vilar, quien nos ofrece una visión bastante abarcadora de lo que pueden encontrar en el volumen. Entre las coordenadas que nos ofrece aparecen las referencias a los cuerpos fragmentados. Dicha visión no es desacertada, sin embargo, prefiero hablar sobre cuerpos múltiples o de un cuerpo que se desdobla en disímiles variaciones de vidas, como una especie de metaverso por el que el personaje principal transita a través de distintas situaciones. En este punto coincido con la prologuista cuando habla sobre espejos, reflejos y verdades.

Vienen entonces historias como El despertar de Alicia (una referencia reconfigurada a partir del símbolo de Alicia en el país de las maravillas, digo símbolo por el recurso de la multiplicidad de posibles realidades, similares a ver nuestro reflejo en el espejo y descubrir que no somos el que vemos reflejado). Los relatos se desarrollan mediante sostenidas reflexiones introspectivas. Los personajes observan constantemente y se ven en una especie de juego de espejos: jugar al doble o al otro (precisamente lo lúdico y lo trágico signan buena parte del volumen). Para los héroes o heroínas de este libro hay una muerte en vida, pues se descubren empantanados, en un «NO VIVIR» condicionado por la sociedad y por sí mismos. Lo vemos en dicho cuento donde dice: «Dios mío… ¿qué hago aquí? ¿Cómo es que no me he ido ya? ¿Qué tiempo hace que morí?» El estar entre cuatro paredes, en cama, la experiencia de la muerte, los hospitales, un despliegue de recursos sobre biología o medicina vienen a completar los matices de las historias. Al mismo tiempo descubrimos seres que nunca sabremos del todo si son reales o producto de la imaginación del personaje narrador, seres traumados, envueltos en un halo insólito, en el miedo, la violencia, el Eros y la incertidumbre, aplastados por las vidas que han elegido. De este modo escuchamos, en Fototaxia negativa a uno de los personajes que se abre paso mediante las bondades de su cuerpo: «¡Ay muchacho, yo sé lo que tú debes estar pensando!, pero bueno, mijo ¿qué se le va a hacer? Cada quien lucha como quiere o como puede».

Reza el dicho: Mi onda es la de David. Así que me quedo con la fuerza de un personaje profundamente humano, fiel a una amistad más allá de sus miedos y límites. Este es Alfredito, del relato: Al final tampoco se descansa. Nada mejor que la voz del personaje para ver sus posturas ante la muerte: «Ayudé a Néstor a cargar el sarcófago de su madre y colocarlo en el vehículo. —Sé que detestas el cementerio, Alfredito, ve a casa, nos veremos luego. —Me quedé observándolo unos segundos y vi cómo se hinchaban sus ojos de lágrimas—. Yo me quedo, asere, voy contigo —y lo abracé, aunque sabía que esa noche no podría dormir».

Estos son los matices de las vidas propuestas por Lisbeth Lima. Adentrarse en sus páginas es asistir a una galería de espejos y observar constantemente los múltiples reflejos y con ellos sus verdades, desdoblamientos, trivialidades, miedos y el dolor por una vida que se va.

presentación del libro Matices de vida de Lisbeth Lima por Rodolfo Tamayo

 

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Una innecesaria defensa a los matices de Lisbeth

Reseña a “Matices de Vida”, de Lisbeth Lima Hechavarría.

Una dosis de excelencia se nos presenta, a modo de entrante, para invitarnos a la lectura de este libro: primero, la reseña de Argenis Osorio Sánchez, luego el prólogo de Elaine Vilar Madruga. Ambos textos derrochan ese seductor toque de elegancia y belleza que vuelve irresistible la necesidad de acercarnos a hojear Matices de Vida. Y, tras el vistazo inicial, quedamos atrapados.

Éste, el segundo cuaderno de cuentos publicado por Lisbeth Lima Hechavarría, nos llega de las manos de Libros Duendes, una joven, pero audaz editorial de Ecuador. De Lisbeth podemos decir que es santiaguera, bióloga, madre, esposa, vicepresidenta de la AHS en su provincia y también, con Matices de Vida, esta mujer llegó a cimentar lo que anunció a través de Rostros, su primer libro: que también es una narradora y llegó para quedarse.

Matices de Vida (Cortesía de la autora)

Ya en su ópera prima, publicada este año por Editorial Primigenios, (Estados Unidos) muestra su interés y temeridad en explorar nuevos territorios, explotar zonas ya conquistadas por otros autores, ahora desde nuevas aristas que no le resten originalidad a su trabajo. Rostros viene coronado con una engañosa aureola de erotismo, digo “engañosa”, pues el lector atento distinguirá, bajo el aire de sensualidad que rodea las historias del volumen, otro más profundo, llevado con sutileza por parte de su narradora en una suerte de insinuación de lo que se avecinaría en Matices de Vida, donde esos aspectos intrínsecos que en su anterior libro fueron susurrados a nuestros oídos, ahora estallan y nos dejan boquiabiertos.

Matices de Vida también hizo su entrada en el 2021; sin embargo, parece escrito mucho después que Rostros y a veces, si nos dejamos arrastrar entre sus líneas, hasta se hace difícil reconocer a Lisbeth Lima como la artífice de tales páginas. Impera un cambio de tono (sin desprenderse totalmente del que distinguió su primer cuaderno), diversificación en los temas tratados y la maestría de unificar todos esos tópicos sin aparente relación de manera tal que se nutran el uno del otro y entreguen al libro esa cualidad que todo autor desea para su obra: la suficiente fuerza para valerse por sí sola, sin necesidad de que su creador intervenga vestido en atuendos de abogado.

Ya desde el primer cuento (“El despertar de Alicia”) abrimos los ojos junto a la protagonista a una realidad extraña, confusa, pero que, a pesar de su doloroso final, trae tanta coherencia y madurez en la forma de abordarla que se vuelve inevitable seguir volteando la página. Once historias componen Matices de Vida y ninguna decepciona. La autora ordena los cuentos con ingenio, brindando oportunidad al lector de ajustarse al ritmo de cada relato, a su carga sentimental y al choque de los finales sorpresa o las desgarradoras reflexiones que asoman entre cada línea. El cuento homónimo destaca, precisamente, por su brevedad y el conmovedor retrato de un hecho de apariencia común. Con “Al final tampoco se descansa”, Lisbeth aborda la muerte, aunque desde la perspectiva no del difunto, sino de sus seres queridos.

Rostros (Cortesía de la autora)

La capacidad de la autora para dotar a sus personajes con un nivel de realismo que los hace auténticos incluso en las situaciones más inauditas, logra la inmediata identificación del lector con cada uno de ellos. Esto se aprecia en todo el libro, en especial en cuentos como “La Lista Martina”; nos entrega dosis de humor mezclado con reflexiones bien interesantes a través de “Edgar Allan Poe y Arnaldo entre rejas” o es capaz de reservarnos el dato hasta cerca del mismísimo final solo para arrebatarnos el aliento con historias al estilo de “Nece(si)dades”. Sin embargo, en “Cifras” (último cuento), Lisbeth Lima se encarga de reafirmar lo que se hace evidente al navegar por Matices de Vida, y es cuánto cuidado tuvo al conformar este cuaderno, rompiendo el hielo con un excelente primer cuento y ya, cerca del final, cuando creímos que bajaría la marea, llega “Cifras” a levantar nuevamente la parada y dejarnos boquiabiertos ante la realidad: que terminó Matices de Vida y necesitamos más.

El denominador común en el libro consiste en el afán de su autora por adentrarse (y adentrarnos) sin escatimar en hacer gala de un excelente dominio de las técnicas narrativas, en los rincones del alma humana, mostrarnos zonas familiares ya sea de lejos o de primera mano y dejar, en quienes tienen el gusto de tropezarse con este volumen, que se disfrutó de un trabajo libre de toda pretensión, brillante por la autenticidad de sus historias.

Lisbeth Lima Hechavarría se define a sí misma como una narradora que no persigue lauros literarios, prefiere invertir las energías en escribir y encauzar su obra hacia la publicación, con la esperanza de llegarle a sus lectores, intercambiar con ellos, debatir y conocer su opinión cara a cara, sea buena o mala, en pos de mejorar sus dotes como narradora y persona.

Por el momento, otros dos libros de la joven autora ya están en vías de publicarse, uno por Iliada Ediciones, en Alemania, y el otro, su primero en Cuba, por Ediciones Luminaria, de Sancti Spíritus, fruto de obtener el Premio Casatintas a finales de este 2021 que ha traído tantas dichas en el ámbito literario a Lisbeth Lima, quien con los dos nuevos libros que verán la luz y otros tantos gestándose, deja bien claro que aún le queda mucho por decir. Sin embargo, si persisten las dudas, no existe mejor evidencia que sostenga mis palabras que Matices de Vida. Ahí está, ahí sigue y continuará defendiéndose solo gracias a las fuerzas que le entregó su autora.


«En Rostros está la magia»

El escritor es un artista que expresa en sus obras literarias lo que el pintor hace en su lienzo, lo que el fotógrafo capta con sus ojos mecánicos, lo que el actor expresa con su cuerpo.

Tal vez nuestra cercanía disfraza lo trascendental de su obra ante mis ojos. La reciente publicación de su primer libro “Rostros” desató en mí esa sed periodística de indagar, descubrir y compartir. Una genuina joven santiaguera, mujer de avanzada, y no sólo en la literatura, es Lisbeth Lima Hechavarría. 

De bióloga a escritora en Santiago de Cuba

cortesía de la entrevistada

En mi vida siempre primero fue el arte. Ni siquiera la literatura, sino el arte en toda su expresión. De niña quería ser bailarina, bailar me apasiona, me relaja, incluso me ayuda a encontrar la inspiración. Luego la música me cautivó por completo y comencé a tomar clases de canto. Formé parte durante un tiempo del prestigioso coro Orfeon Santiago bajo la dirección del maestro Electo Silva.

Ya en la secundaria la literatura fue ganando terreno, pero no me aparté nunca de la música ni las demás manifestaciones del arte, incluso en noveno grado intenté entrar en la Academia de Teatro Joaquín Tejada. Recuerdo que convencí a mi madre después de mucho diálogo, que casi siempre terminaban en un clásico “te dije que no”, y me llevó a hacer las pruebas, pero no fui seleccionada.

Aquello no amilanó mis ganas de ser artista, sino todo lo contrario, aunque nunca me aparté de los estudios, por ello seguí cursando el pre universitario, comencé entonces las clases de guitarra en la Lauro Fuentes y junto a mi amigo Yohan Bulgar Munder, hoy arreglista musical, compositor y bajista del grupo D’Nova, pasé a formar parte de un grupo musical de aficionados con el que nos presentábamos los fines de semana en las actividades de la ciudad y algunos jueves o viernes en la Casa de la trova. Fue una etapa linda que disfruté muchísimo.

A los 17 años escribí quince páginas de una historia (hoy proyecto de novela) para entrar al Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, convocatoria que conocí gracias al maestro Reynaldo García Blanco en su taller de los sábados: Aula de poesía. Nunca antes había ni siquiera tecleado en una computadora mis creaciones, y en una de las salas del Palacio de Computación preparé aquellas cuartillas de Reencontrándome para la Onelio. Ya por aquel entonces había terminado de escribir Alexa, a los catorce años, mi primera obra. La emoción que sentí cuando supe que había quedado seleccionada, fue inmensa. Comenzaba a sentirme parte de algo dentro del mundo literario.

cortesía de la entrevistada

La Biología fue algo con poco tiempo de análisis. Digamos tal vez un año antes de las pruebas de ingreso a la universidad. Quizá unos meses más, pero poco en comparación a mi vocación por el arte. No obstante, sentía que de todas las opciones que ofrecían los estudios en el nivel superior, las ciencias me apasionaban, a pesar de las matemáticas. Las letras también, pero no les auguraba un futuro próspero en Cuba a las ramas sociales y humanísticas, proyectaba menos lúcida esa opción a pesar de mi amor por la literatura, además de que siempre me ha gustado ponerme retos y superarme constantemente así que hacer bifurcar mis vocaciones sería sólo el comienzo de ello. 

Hoy felizmente soy Licenciada en Biología por la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas de la Universidad de Oriente en Santiago de Cuba. Trabajé biodiversidad los primeros tres años de la carrera, luego comencé a especializar en Antropología Física y es la línea investigativa que trabajo y en la que realizo la maestría y proyecto el doctorado.

Lo que sí puedo asegurar es que ambas profesiones me apasionan inmensamente y me creo capaz de poder llevarlas a la par. Tal vez un día me toque decidir, pero por el momento espero seguir siendo can de varios trillos.

La Asociación Hermanos Saíz y sus oportunidades

A la AHS entré en abril de 2016. Una vez terminada la Onelio (2014) y avanzado un poco la creación literaria, quien por aquella época fuera el Jefe de Sección de Literatura: el amigo y colega Rodolfo Tamayo Castellanos, me habló del crecimiento y me creyó con potencialidades para integrar las filas de la organización. Desde entonces puedo admitir que he sido estimulada como creadora en numerosas ocasiones con la invitación a eventos dentro y fuera de la provincia, a peñas literarias, he formado parte del programa de la Feria Internacional del libro y de programas colaterales de otras importantes actividades en la ciudad.

cortesía de la entrevistada

Como parte de los objetivos implementados para la promoción de los asociados he contado con capsulas promocionales y siempre con la bienvenida para la realización e integración a novedosos y entusiastas proyectos. Tal es así que hoy cuento, entre otros, con el proyecto de espacio literario El Escriba, peña y página web que ayuda a la promoción y comprensión de los géneros literarios en Cuba, así como de sus principales exponentes, a través de entrevistas y debates temáticos.

Ser miembro de Asociación que integra a la joven vanguardia artística en el país es y siempre será un honor para mí pese a cualquier contratiempo. Sentirnos parte de algo que mueve los sentimientos de una nación, como lo es el arte, siempre valdrá la pena, y por ello hoy, en mis funciones desempeñadas como Jefa de la Sección de Literatura y actual Vicepresidenta de la filial santiaguera, siento que puedo retribuir un poco de todo ese apoyo que he recibido e impulsar la carrera artística de muchos otros desde el apeo al funcionamiento orgánico de la institución.

Madre, esposa, hermana, hija, escritora, editora, antropóloga, vicepresidenta… ¿Cómo te la ingenias para llevar todo a la par?

cortesía de la entrevistada

Me las apaño. No sé cómo, la verdad, pero lo consigo. Sobre todo, con mucha disposición, mucha fuerza de voluntad, mucho amor por lo que hago. Decirte que lo llevo fácil sería a todas luces una gran falacia, me cuesta, me cuesta mucho, pero siempre pienso en que nada se logra sino con sistematicidad y entrega. «Constancia es resultado», me dice siempre un buen amigo.

Ser madre desde hace un año y medio me ha impuesto retos adicionales con los que he tenido, como toda mamá trabajadora, que aprender a lidiar. Todos sabemos lo que impone la responsabilidad de una casa, la familia, quien también demanda atención, sobre todo en los tiempos que corren, tan convulsos, tan sufribles… pero siento que el trabajo es mi vía de escape; que yo no lo llamaría trabajo, un poco por los significados de impostura que se le han asignado a ese término, pues lo que hago me genera un inmenso placer, me siento dichosa al poder desempeñarme en lo que me gusta, poder vivir de las profesiones para las cuales estudié. Puedo decir sin miedo a equivocarme que ese privilegio no todos lo conocen.

En esto de ingeniármelas para repartirme las funciones, pues también creo que juega un papel importante el que me he acostumbrado a trabajar bajo presión. Ya no sé hacerlo de otro modo. Dicen que todos tenemos mañas, una especie de rutina, a veces hasta morbo a la hora de escribir, de crear, en mi caso ya es ese: el trabajar bajo presión. Escribo en las notas del móvil mientras balanceo al niño a las doce de la noche, mientras remuevo el sofrito de los frijoles, me ejercito mientras le invento historias al niño y aun cuando no estoy frente al papel en blanco igual estoy creando. Busco en cada cosa que hago retazos de historias.         

Rostros y las publicaciones anteriores…

cortesía de la entrevistada

Siempre me será infinitamente grato volver a las páginas de mi primer libro publicado y redescubrirme en ellas. Los cuentos compilados en ese volumen llevan mucho de mí, la mayoría tienen más de seis años. Significan inicio, crecimiento y por qué no, también escuela. Rostros tiene la magia, diría yo, de hacer que nos miremos desde adentro. A fin de cuentas, sus personajes no son más que el reflejo de nosotros mismos en situaciones cercanas, situaciones que escuchamos en boca de uno, de otro, que nos llegan y nos conciernen a veces más de lo que creemos o queremos admitir. Erotismo, sexo, amor, desamor, es el convite entre esas páginas, donde pongo fin a una etapa creativa inicial de mi carrera como escritora y doy paso, feliz ante lo concebido, a una nueva fase escritural.

Respecto a mis otras publicaciones: desde mediados del pasado año 2020 hasta la fecha no han sido pocas todas las publicaciones que he logrado obtener. Ya sobrepasan las veinte y cinco, entre cuentos, poesía, artículos, reseñas y entrevistas en disímiles revistas de México, España, Colombia, Ecuador, EE.UU etc. Ha sido una etapa muy fructífera. También he logrado publicar en revistas cubanas como Claustrofobias, Isliada, El Caimán Barbudo y La Jiribilla, y eso me ha hecho muy feliz. 

Hablemos de tu peña literaria El Escriba

Una mañana de julio del pasado año el presidente de la filial santiaguera de la Asociación Hermanos Saíz, Juan Edilberto Sosa, me contactó para ayudar a idear algunos proyectos con el fin de retomar en la etapa postcovid la vida orgánica de la organización y levantar de nuevo la programación en la sección de literatura. Así surgió la Peña Literaria “El Escriba”, espacio concebido para la apreciación y promoción de escritores y sus obras, siempre debatiendo sobre un género o subgénero literario distinto a través del intercambio con los principales exponentes jóvenes del país, la cual tuvo su primera edición en agosto y se mantiene mensualmente siempre los primeros viernes de cada mes a las cinco de la tarde.

cortesía de la entrevistada

Desde el mes de enero del presente año, ante la agravante situación epidemiológica en la provincia y luego en todo el país, nos ha tocado reinventarnos la programación de la Asociación desde las redes, y como siempre digo: debemos aprender a sacar de todo, incluso de lo malo lo mejor, por ello siento que esta etapa nos ha hecho crecernos.

El Escriba no se ha quedado atrás, ya este mes de marzo será la octava edición del espacio y la tercera realizada de forma online, lo cual ha sido una experiencia enriquecedora que me ha permitido llegar a un público más amplio y diverso con el cual la interacción a través de las redes ha sido fortuita y retroalimenta la peña de un modo muy dinámico a través de entrevistas por video llamadas y streaming subidos directamente a la página de Facebook de la peña, y luego compartido y reseñado en todos los demás espacios de la AHS de Santiago de Cuba.

Hasta el momento escritores de la talla de Rodolfo Tamayo castellanos, Juan Edilberto Sosa Torres, Yunier Riquenes García, Yansy Sánchez, Reynier Rodríguez, María de Jesús Chávez Vilorio, Abel Guelmes Roblejo y ahora en marzo, dedicado al Día internacional de la mujer, la joven y multilaureada escritora habanera Barbarella D’ Acevedo será la próxima invitada. Realmente me siento muy feliz con los resultados del proyecto y agradezco a la Asociación Hermanos Saíz por la oportunidad de llevarlo a cabo bajo su producción y asesoría en materia de comunicación.

Proyecciones futuras

Trabajo en dos proyectos de libros, que como ya mencionaba al inicio de la entrevista, no tienen mucho que ver con este libro inicial Rostros, es el caso de un compendio de cuentos que posiblemente lleve el título de su primera obra: Cifras, sobre historias de vida y muerte en varias partes del mundo durante tantos meses de pandemia. El otro en proceso creativo es un proyecto de cuentos que hacen alusión a enfermedades mentales raras el cual tentativamente puede llamarse Nece(si)dades, nombre del segundo relato.

cortesía de la entrevistada

Matices de Vida, mi tercer libro, está bajo evaluación editorial en México, ojalá y sea positivo el dictamen. También estoy a la espera impaciente de que salga ya al mercado De amor y otras aberraciones bajo el sello editorial Letra Latina. Estoy terminando de editar ahora el que sería mi cuarto libro: Bestias Interiores, para el cual acaban de mandarme una propuesta editorial en Ecuador, con contrato anexado para posibles reediciones traducido al italiano, el inglés y el rumano.

Las plumas que entre sus dedos desliza, su inseparable compañera, la tinta, y entre hojas, entreteje historias fascinantes que asombran a un lector sediento, como yo. Cada día nos impresiona más, nos transporta a un mundo mágico lleno de fantasías y de tantas historias que nos enriquecen la vida.

Gracias Lisbeth, en tus obras has expresado los sueños, vivencias, ilusiones e inspiraciones de tu vida y la de otros, expresiones que perdurarán a través del tiempo y que se quedarán en los libros que pasarán de una generación a otra, aunque siempre afirmemos que En Rostro está la magia.

cortesía de la entrevistada

cortesía de la entrevistada