Instituto Superior de Arte.


Vivir el arte en uno: Orlando González y el teatro (+Galería de fotos)

De seguro mi adicción al teatro le descubrió tras la máscara de algún personaje. Pero fue con mi arribo a la Vocacional de Arte en Santiago de Cuba, que vi los ojos de Orlandito. Inquieto y apasionado, así lo defino si la prisa manda. Con el tiempo  observo sus pasos siempre en ajetreo al ritmo que impone la creación. Su cerebro es una avenida de doble vía que transita de la enseñanza del arte hacia Calibán Teatro, y viceversa. A sus 37 años, uno percibe que es u  hombre de las tablas. Lo atestiguan no sólo las pieles asumidas en la escena; a su dirección, cada una de las puestas es un maremoto de sensaciones. Su modo de habitar la escena transforma el entorno.

Me place compartirles el tiempo y las razones de alguien que admiro.

¿Cómo llega Orlando a la actuación? ¿En qué momento decidiste este camino profesional?

cortesía del entrevistado

Cursaba el décimo grado en la Vocacional “Antonio Maceo” cuando escuché por primera vez la sigla ISA, sin la idea de qué era. Cuando niño a la guía de mi abuelo que es locutor, tuve inclinación por el decir de poemas y otras cosas sencillas. Pero me era ajeno el mundo de la actuación y el teatro como tal. En la Vocacional me explican acerca del Instituto Superior de Arte. Con el 12 grado me presenté a las pruebas para el ingreso, muy empírico todo. Ese año se realizaron en Guantánamo y a los meses me notifican la aprobación. Fue algo inesperado, no lo planifiqué de siempre como afirma la mayoría en sus discursos, no.  Aunque de pequeño la gente decía este niño va a ser artista, hice la enseñanza general hasta que acontece este suceso que nos sorprende tanto a mí como a la familia. Es mi primer acercamiento al mundo del teatro.

De tus años como estudiante del ISA, ¿qué experiencias y aprendizajes consideras que definieron tu desarrollo posterior?

El ISA es un lugar con magia al que agradezco mi paso y formación. Me transformó como ser humano y puso ante mí las herramientas para ser artista. Era algo novedoso. Llegas y te encuentras con su arquitectura, lo primero que deslumbra. Era muy bonito estar allá, sin las grandes condiciones, pero con muchos deseos de hacer. Te enamoras de ese lugar que tiene algo propio, y de tu carrera.

Los primeros años fueron duros pues muchos no teníamos nociones. Cuando entras a una escuela de arte, al menos me sucedió, piensas, “qué voy a dar aquí, qué cosa es actuar”, sobre todo cuando no vienes con una formación previa.  Sorprende lo complejo de la carrera cuando comienzas a saber de Stanislavski, todas las cuestiones técnicas y los diferentes métodos de actuación. A veces estás en la escena, la clase práctica, y no se logra lo que el profesor solicita. Te percatas de lo complejo de la actuación. Los inicios  fueron difíciles  en el sentido de la adaptación a ese rigor.

cortesía del entrevistado

En mi caso, el cuarto año fue decisivo en lo que me aportó en ese momento como futuro actor. En dicho curso comenzamos con un profesor que es una de las personas que más admiro como ser humano, docente y director de teatro. De Eduardo Eimil he aprendido muchísimo o eso trato. Ya él había impartido un semestre con mi grupo en segundo año, momento en que se hace el género del cuento cubano.

Puedo decir que mis mayores aprendizajes estuvieron entre cuarto y quinto año. En cuarto, hicimos obras maravillosas como Cornudo, apaleado y contento; El gallo electrónico, de Yerandys Fleites, que luego la hice en el ISA acá con mis estudiantes. Es una fiesta el trabajo con Eduardo y mucho el aprendizaje. Conoce las particularidades de cada estudiante. Este fue el curso que corroboré que sería actor. Hasta entonces pasaban los semestres y lo veía muy complejo, en ocasiones dudé de mí. De esa fecha al presente certifiqué ese amor que me hace ser una persona de teatro.

cortesía del entrevistado

Luego la tesis tuvo la guía de Eduardo también. Fue un punto muy fuerte de mi carrera, era una obra completa de teatro psicológico, de Tennessee Williams. Me gradué con El zoológico de cristal, con el personaje de Tom Wingfield, fue una escuela este tipo de trabajo.

Egresar del ISA y de regreso a Santiago con ganas de comerte el mundo, ¿cómo fueron los inicios ya en el ámbito profesional?

Hay un nombre que siempre aflora en mi vida y es Norah Hamze. Era la directora de Calibán Teatro cuando estoy al graduarme del ISA, estaba en La Habana en un año sabático y tenía vínculos en el Instituto. Me pregunta si quiero entrar a Calibán de regreso a Santiago. Me agradó la posibilidad porque era de mi conocimiento el trabajo de la agrupación. Norah es quien propicia mi entrada a Calibán tras mi egreso.

Cuando uno se gradúa tiene muchos sueños y ansias de comerse el mundo, muchos miedos también. Piensas que pasaron cinco años y cuestionas tu capacidad. Luego te percatas de que lo que has estudiado lo incorporas a la escena o en la emisión de criterios, hay una base en la que a veces no se cree pero está.

Previo a la graduación hice intentos para quedarme en La Habana. En el ISA éramos un grupo muy unido, en los dos últimos cursos hicimos alrededor de seis obras de teatro. En algún momento surge la idea de quedarnos como proyecto dentro del Instituto, al respaldo del trabajo realizado en clase con Eduardo. Eso no fructificó, me decepciono y decido venir.

cortesía del entrevistado

Llego a Santiago de Cuba y me uno a Calibán Teatro, la agrupación con la que todavía estoy. La acogida fue buena. Al inicio siempre hay tensiones cuando llega alguien diferente, sobre todo de un nivel que las personas consideran superior, por decirlo de alguna manera. A veces hay reservas. En ese momento eran actores que fueron dirigidos en su mayoría por Norah. Estaba Mae Pérez como directora general del grupo. Una de mis particularidades es que trato de hacer empatía con las personas y la tengo, creo vínculos y doy tranquilidad para que todos se sientan bien con mi presencia.

En ese momento Calibán está en el montaje de Jacques Hippolite y su tambor. La retoman para la ocasión con Valerio Bringas, uno de los actores grandes de esta ciudad.  Llego y me toca sentarme, por supuesto. Pero hay algo más fuerte que yo y comienzo a dar todas las notas de lo que sucede en escena. A Mae le llama la atención mi manera, la forma respetuosa de dirigirme a Valerio, una personalidad. Considero que  con la edad y trayectoria q tenga el actor, debe recibir notas, siempre y cuando tengan un enfoque con todo el respeto. Mi inicio en Calibán fue ese, me senté a dar notas a una obra en reposición. Creo que desde entonces se me valoró como alguien con intenciones en la dirección. En ese momento no había un director artístico en Calibán, Mae era la directora general y Norah acababa de ir a La Habana.  

cortesía del entrevistado

¿Qué obras de aquel primer periodo marcaron tu crecimiento actoral?

Mae se da a la búsqueda de un director artístico en Calibán y llega el maestro Ramiro Herrero Beatón, ya no está entre nosotros, uno de los grandes nombres del teatro santiaguero también, hombre de teatro. En esa etapa pasaba los setenta años, pero cuando creaba era  un niño con certeza en todo lo que hacía.  Un director que apreció la libertad de los actores para la creación colectiva.  Es entonces que llegan mis primeras obras como actor. Inicio con La maestra, de Enrique Buenaventura. Ramiro la había hecho en muchos lugares, era un espectáculo raro, más bien un ejercicio actoral que un espectáculo teatral. Creo que él experimentaba con ello y así conoció al elenco de ese momento que la mayoría éramos jóvenes.

cortesía del entrevistado

Luego aprieta la tuerca y aparece La declaración, basada en Petición de mano de Antón Chéjov. Es una obra con montaje de lo que restaba y murió del teatro de relaciones aquí.  El resultado de un híbrido de lo que traje del ISA y lo que Ramiro como director acumuló de sus vivencias, era una persona que vio mucho teatro en varias partes del mundo.  En La declaración hago el protagónico, Iván Vassiliyitch. Se estrena en una de las últimas ediciones del Festival de Teatro de Relaciones y gano mi primer premio de actuación con este personaje. Era una puesta muy enérgica, de intenso desgaste físico al aire libre, es complejo porque a nivel corporal te agotas, es parte del trabajo actoral y mientras más sudor, mayor el disfrute en mí.  Traía algo en mi cabeza desde el ISA y es Trabaja sobre el cansancio y lo aplicaba todo el tiempo, era mucho más joven también (risas).

Ramiro tenía la idea de hacer una trilogía con Chéjov. Otra obra de las iniciales de Calibán fue La Institutriz, una pieza también del autor, que  conocí en el Instituto por Eduardo. Yo hacía esta obra con una muy buena actriz, Aimé Martínez, y también nos dio un premio de actuación en otro Festival de teatro de relaciones acá en Santiago de Cuba.

cortesía del entrevistado

¿Te sorprendió la dirección artística de la agrupación? ¿Qué pretensiones trajiste contigo a este empeño?

El propio Ramiro es quien me induce a que comience a la dirección artística. Aunque él llevaba esta línea, siempre hubo afinidad en nuestro trabajo, me escuchaba mucho. Era alguien que ofrecía muchas posibilidades, no era un director con celos profesionales y eso brinda comodidad. Él imparte un postgrado de dirección en la Universidad que culmina con el montaje de una obra o escenas de algún proyecto. Escojo Las Pericas, de Nicolás Dorr, monto el primer acto con los propios actores de Calibán, que eran jóvenes y confían en mí. Lo hago  con las ideas y herramientas de entonces. Actualmente rememoro y no lo repetiría (risa). Es que uno evoluciona. Fue mi primer acercamiento a la dirección y eso lo agradezco a Ramiro muchísimo.

Pasa el tiempo y Ramiro enferma, no continúa su labor en Calibán.  Se necesita alguien en la dirección artística. Mae está a punto de jubilarse.  Desde un principio dejé claro que no asumiría la dirección general, porque evito un descuido de la creación. Entonces la dirección del Consejo de las artes escénica  decide que Maikel Eduardo tome la dirección general del grupo y que yo me dedique a dirigir las obras.

cortesía del entrevistado

Fue sorpresivo pero existió una preparación. Luego del trabajo para el postgrado, Las pericas se montó completa, los muchachos del grupo me lo sugirieron y fue la primera obra que dirigí. Se puso en la escena muchísimo, tuvo muy buena aceptación popular. Se trata de una farsa a partir de otros códigos fuera de lo acostumbrado. El género  se asociaba al teatro de relaciones, ésta además de ser una obra de sala, generó comentarios como que en la farsa no se llora o sufre, y yo le decía a la gente que  sí, se llora, sufre como una obra dramática, lo que el tratamiento es otro. Es muy complejo encontrar esa verdad cuando tienes que ser grandilocuente y además asumes  un personaje con una máscara facial. Pero sí se es visceral en todo lo que se haga.

Cuando me llega la dirección tenía los montajes de  Las Pericas y Cualquier lugar menos éste. La segunda, del teatro psicológico norteamericano que también se llevó a escena con Calibán. Es decir que ya contaba con un inicio en la dirección de actores  y mis primeras puestas en escena.

cortesía del entrevistado

Compártenos acerca del trabajo colectivo para la selección, construcción de las obras y puestas escénicas de la agrupación.

Creo que es imprescindible que cuando uno selecciona una obra  el actor sienta motivación por lo que va a realizar. En Calibán  nos reunimos en el consejo artístico del grupo y proponemos lo que queremos. Más allá, no me gusta que se quede en este espacio y  opto por compartirlo con los actores, escucho sus ideas, porque quien dirige lo piensa de mil maneras,  que si el actor no se identifica no haces nada.

Por lo general escojo el repertorio. Con tristeza digo que hay muy pocos actores con inquietudes para la  proposición de una obra. Me encantaría que si por ejemplo quieren hacer un monólogo vengan con el texto y digan “quiero hacer esto”. Pero casi siempre los actores esperamos por el director.

cortesía del entrevistado

Luego, cuando veo la aceptación de los actores ya sé que puede funcionar. Empezamos el trabajo de mesa, donde aparecen todas las dudas y hay que aclararlas. Es lo que te dice la visión del director, y la tuya como actor, qué le vas a poner a ese personaje. El trabajo de investigación es fundamental  antes de subir a escena.

Siempre sitúo a los actores con respecto a la escena que se trabajará al día siguiente, lo mismo puede ser la primera que la última. Dejo que ellos se muevan, inicialmente con el texto en las manos. A partir de lo que surge organizo las piezas de  lo que busco como director, pero les doy libertad y no me aferro a lo que ya pensé. Lo que ellos hacen inevitablemente  modifica lo que  preví, siempre pasa, hasta llegar a una fusión.

El actor necesita hacer verídico lo que sucede en escena y el director debe su entendimiento a que cada quien lo imagina de una forma.  Ese consenso es positivo y trato de mantenerlo. Eso sí, hay aspectos que se tienen muy puntuales y no es la intención un cambio en el discurso. También hace falta la valoración de si lo que el actor propone es funcional o no.

Hay una obra que es referente en mi carrera e ilustra estos procesos, Quijotísimo. En cuestiones de la dirección me dio muchísimas herramientas en Calibán, más que las anteriores.

El montaje de Quijotísimo lo comienza Ramiro Herrero cuando regresa en uno de sus viajes a España, y me propone que haga el Sancho en esta versión del Quijote. Es el personaje que lleva la obra. Pasan dos años al intento y no funciona. En ese periodo sacamos Tragatierras, una obra que hicimos con Cristine en la Alianza Francesa; luego otra y la primera, nada. Aunque Ramiro era de la creación colectiva, los actores no estuvieron identificados. La propuesta se salía de los parámetros del grupo en el teatro dramático para adultos, porque se dirigió a los niños. Él se va a España y en algún momento me da la libertad de concluir a mi manera.

cortesía del entrevistado

Conversé con los actores del interés que la puesta podría suscitar en los niños por lo que significa El Quijote y el acercamiento a la lectura como la novela maravillosa que es. Les propuse un montaje de cero, todo lo previo se quitó, incluso la producción de la obra. Se concibió  para espacio abierto y nosotros la llevamos a sala. En los inicios no incluía luces, era una obra para carnaval. Hicimos nuestro taller, la escenografía, los vestuarios y diseños de las máscaras todo se cambió. Éramos muy jóvenes y llegamos a esos extremos que en la actualidad no me atrevo. No tengo mil años pero uno le toma respeto a esas cosas, a esa rebeldía de romperlo todo, quitarlo (risas), eso es muy de jóvenes. Y era ese el momento, siempre por una buena causa, por hacer el teatro.

Mucha gente se molestó, lo comprendo; yo digo que salvamos algo que hubo que cambiar y se hizo, entre todos, con nuestros recursos. En la idea original se usaban dos caballos de madera, me los imagino y hubiera sido muy molesto porque era la cabeza del caballo y un palo alargado como un caballito donde iban montados Sancho y el Quijote todo el tiempo en una obra que duraba una hora. Una de las cabezas de caballo se convirtió en un personaje, el Secretario le nombramos. Salía un caballo negro inmenso con el que se emocionaban los niños, era ver un esperpento.  Los actores se enamoraron y la dirección artística estuvo compartida, porque fue un proceso que inició Ramiro y yo le respeté todo el tiempo. Cuando Ramiro regresó de España se encontró con otra cosa, le pareció bien y nunca hubo un sí ni un no por eso. Hice justamente lo que me dijo: “has lo que quieras” y  él estuvo conforme.

cortesía del entrevistado

La manera de trabajo de Calibán es esa, a veces con mucha diversión. Rechazo la amargura, evito la rigidez por la salud del proceso artístico. Valoro el punto donde la seriedad y la responsabilidad coexistan pero que no se vuelva amargo ni pesado. La creación tiene mucho que ver con el juego.  Entonces trato que fluya el buen estado de ánimo aún en las obras más terribles, más dramáticas.  Propicio  que en los momentos en escena, de búsqueda y construcción colectiva los actores encuentren un buen ambiente y hasta algún chiste.

Hay obras que llevan el espíritu de uno mismo. En tu caso, ¿cuáles son esas piezas que en Calibán por una u otra razón te resultan espejo?

Aquí vuelvo a La declaración, ya hablamos de esta obra que me movió mucho y en lo profesional  hizo que encontrara al actor. Hacerla me dio mucha seguridad, encontré elementos cuya presencia en mí ignoraba hasta entonces. Soy una persona tímida, los actores cuando tenemos esa característica  pasamos  dificultad en escena porque uno se inhibe y se revisa demasiado. De hecho en la actualidad aunque estudié cinco años como actor, prefiero la dirección. La declaración hizo que sacara muchos demonios. Logré lanzarme, ser grandilocuente sin miedo a los excesos. Apelé a varias herramientas y sentí la sorpresa del público, la expectación, esas sensaciones las tuve en cada puesta. Aunque soy tímido tengo una energía fuerte, muy alta. Me permitió hacer ese desborde energético que maravillaba a la gente. Combiné toda la preparación física que me dio el ISA, era algo muy intrépido, un personaje muy ágil. Todo en una hora y cinco minutos hasta la muerte del personaje, con una partida que en sí eran solo segundos de descanso porque revivía. Era una obra que al público le gustó mucho. Se acercaban para preguntarme de las próximas puestas y sobre mi personaje de Iván Vassiliyitch.

Incluso en un Máscara de Caoba se acercó Ariel Bouza, uno de los mejores directores que existen en el país. Después de ver La declaración me ofreció un lugar en Pálpito, sólo que mi interés ya era dar mi contribución a Santiago.

La Institutriz es una obra cuya mención vale, ahí hice la señora de la casa. Es una puesta que me permitió la improvisación, disfruto de este recurso en escena. Tengo anécdotas espectaculares de la puesta  en el patio del Cabildo. Es la historia de una mujer que estafa a la sirvienta el día del cobro, y de una suma de sesenta u ochenta pesos le entrega once solamente.  La gente se identifica con la historia y reacciona con intercambios y acotaciones desde las gradas al espacio de representación.

cortesía del entrevistado

Con una de las puestas de esta obra, me divertí muchísimo tras un aprieto.  Hay un momento donde la señora le exige a la institutriz que cuente el dinero. Cuando la criada lo hace llega a diez y reclama, a  lo que la señora  contesta “Ah bueno busca por el piso que seguro dejaste caer el último”. Alguien del público lanza un peso, cuando en realidad la idea es que no apareciera. Tengo que improvisar y la frase que llega es la famosa “Ojalá que llueva café en el campo”.  Del público comienzan a llover pesos que inundaron el patio de monedas, y la señora recoge todos los pesos.

Siempre recuerdo como ya hablamos a Quijotísimo, aquí actué y realicé la dirección. Se trabajó la espectacularidad, que deslumbraba a todo el que la vio. El texto es preliminar, sin embargo la construcción de la puesta sí es buena. Se recreó la batalla de los molinos, un momento fabuloso, lo hicimos con unos vestuarios de una obra anterior, y eso lo usamos en los molinos, que llevaban como aspas en las manos, especie de banderas de saco como todo el vestuario, con aquellas capuchas y batones inmensos encaramados en unos coturnos. La batalla desde la coreografía junto al diseño de luces cobraba misterio, era mágico. Es una de las obras que todavía nos piden reponer. Y a pesar del tanto tiempo transcurrido todavía  valoro traerla a escena nuevamente.

Y está Agnus… por supuesto.

En tiempos recientes, la puesta de Agnus Dei resultó de buena acogida por el público en cada una de sus puestas. ¿Qué se llevó de ti y qué dejó cada uno de estos momentos?

Yo conozco a Agnus, que luego transformamos el nombre como Agnus Dei, por el significado de Cordero de Dios. Con esta pieza se gradúa la mitad de mi grupo en el ISA. Yo lo hago con Zoológico de cristal junto a tres estudiantes más, y el resto, que eran mujeres, se gradúan con Agnus. Eduardo Eimil era el director de nosotros y quien montaba la tesis

La obra tiene mucho de Eduardo, cuando pienso Agnus, pienso en su calidad como profesional. En aquel entonces y sin saber que iba a dirigir después, tuve la intención de hacerla algún día. Supongo que lo visualicé como director porque todos los personajes son femeninos, y el planteamiento  no soporta que un actor interprete alguno de éstos.

Eduardo concibió un espectáculo para la tesis, con vestuarios espectaculares, escenas que recreaban la navidad, las imágenes que uso toman como partida aquellas.  Era una puesta de sala y no intimista como la asumí. Se cantó, porque mi grupo en el ISA tenía el don de la musicalidad y él aprovechaba eso. Todas las actrices cantaban. Era casi un musical, que conservó el dramatismo propio del argumento.

cortesía del entrevistado

Hace casi dos años  con las clases que imparto en el ISA al tercer curso, periodo en que  tratamos el teatro psicológico, selecciono escenas de Las Brujas de Salem, y doy con Agnus de nuevo. Monto alrededor de tres escenas para los estudiantes. Y en este proceso me sentí listo para su realización. Agradezco el tiempo que transcurrió para desprejuiciarme de lo que formé parte y conocía de memoria. En el ISA me quedo fascinado con el trabajo de Karina Alcina como la psiquiatra;  la vi en el personaje y le hablé de la posibilidad del montaje con Calibán.

El espacio del ISA donde se realizó es un aula pequeña, siempre se hizo frontal, pero a partir de  esa visualización me decido por la modalidad de teatro arena con la agrupación. Quise que el público tuviera la oportunidad del roce con el actor al momento de su desgarramiento, lágrimas, sonrisas, inocencia. Me enamoré de esa manera de plantear Agnus y me dio la oportunidad de desprenderme del espectáculo del que fui testigo. De desprenderme de eso, no de las enseñanzas de Eduardo. Tenemos muy buena comunicación, cualquier duda se la consulto y escucho sus criterios. Su opinión para mí es sagrada.  Los aspectos que guardan similitud o que encuentran su génesis en ese espectáculo del ISA se las consulté, aunque el tratamiento no tiene que ver, es diferente. Los personajes guardan distancia con los que se plantearon con anterioridad.

cortesía del entrevistado

Es una obra que ofrece inmensas posibilidades al actor. Aposté por  una puesta muy minimalista, cuya responsabilidad recayera en la actuación. Hay acciones en que se fuma un cigarro, sirven un té, anotan en una libreta, lo demás es el actor con el otro, en un intercambio de emociones que sustentan  esa historia terrible a la gente que tiene alrededor.

Nos  ha dado regocijo porque Santiago de Cuba no tiene costumbre de tener puestas de este tipo. Nosotros somos más pintorescos, y no está mal, me parece fabuloso, pero se necesita variedad.

Me dio un poco de temor al principio. Me pregunté si funcionaría en el público, su aceptación. Y sí, también detrás de la historia hay un género policiaco que a la gente le atrapa porque todos quieren saber qué sucedió ahí. Es una historia plena de información, densa, que no aburrida. Ponemos ante el espectador un drama fuerte que lo mantiene en tensión. Esa misma curiosidad, ese policiaco, el personaje de la doctora Livingstone, una psiquiatra que a la vez hace de detective, amarra a la gente. Con el tema de la mujer y la maternidad además,  se identifica la mayoría.

cortesía del entrevistado

En otras ocasiones las personas me indagan acerca de la temática religiosa en la obra. Desde mi concepción el espacio de la religión es un pretexto. La razón principal no es la delación de cosas que sucedieron en la iglesia católica aunque sí lo digan. La intención no es juzgar a la religión  o a la ciencia. La esencia es la provocación del pensamiento y veas que tus razones no son absolutas, que hay una mirada del otro lado. La psiquiatra no justifica que Agnes haya tenido un hijo que no fuera de un hombre; y la monja sí, porque ve en ella a una criatura suprema, celestial. Esa batalla entre ellas es como desmembrar a un ser en dos partes, que es lo que consiguen al final. Agnes es quien paga una disputa entre ciencia y religión. Es una historia que a la larga hurga en el asesinato de un bebé, conmueve y desgarra.

Estoy muy feliz con el trabajo que se ha hecho. Próximamente nos proponemos su reposición porque está fuera de cartelera un tiempo. Claudia Valdés asume el personaje protagónico y es una obra que pretendemos mantener.

Comedia a la antigua te da la oportunidad de realizar la dirección artística a la entrega de los maestros de A Dos Manos. ¿Cómo se entrecruzan juventud y experiencia en la escena?

Tener a Nancy Campos y a Dagoberto Gaínza en escena es un lujo para cualquiera. Todo el proyecto comienza en las captaciones del ISA con otro de los nombres importantes en mi vida profesional, Corina Mestre. Ellos le piden  que les sugiera una obra, algo que para mí es muy valioso. Son dos actores mayores, Dagoberto tiene ochenta años y Nancy setenta, y a esa edad las ganas de permanencia sobre las tablas lleva un reconocimiento infinito. También me identifico con esas edades, emocionalmente me trasmiten mucho, lo relaciono con mi abuela que ya no la tengo. Una persona adulta es sagrada.

cortesía del entrevistado

Corina les remite a Comedia a la antigua, que se hizo hace mucho tiempo en Teatro Estudio. Me sitúa en la pieza pues no la conocía. Corina pregunta quién se las va a montar y ellos contestan que Orlandito. Ahí sí quedo en un “¿cómo que yo?”,  mira la cantidad de trabajo que tengo, era como un ¡ay dios mío! ¡Pero lo agradezco tanto de verdad! Por ahí empieza esta historia.

Hicimos las captaciones, a los cinco días ya tenía la obra en mi poder. Corina asume la asesoría de todo el proceso, del diseñador, trabajo con Nelson Acevedo, profesor en la escuela de Camagüey,  investigador, una persona de teatro con muchos conocimientos. Él me asesora toda la parte dramatúrgica. Viajaba una semana al mes mientras se hizo el trabajo de mesa y arreglo de texto porque es una obra muy extensa que se sintetizó. A las historias se les hizo cambios o más bien  se excluyen partes en las tramas de cada personaje, no se desarrollan todos los conflictos que tiene cada uno. Es una pieza muy extensa que duraría al menos más de tres horas.

cortesía del entrevistado

El trabajo con Nancy y Dagoberto es una escuela, es ver a dos actores con unas condiciones inmensas, con un respeto a la profesión que emociona y cada alumno debería conocer. En ellos hay respeto al escenario, la profesión.

Al inicio entré con nervios, qué te voy a decir. Me pregunté cómo hacerlo, cómo les digo las notas. Sencillamente hice lo que siempre, conversaciones, ensayos, dirigí como si fuera a los actores más jóvenes del mundo, con respeto y buen trato como lo hago de forma habitual. Así funcionamos. Para mí ha sido una gran escuela la experiencia con ambos, hay elementos que incorporas. Tienen recursos que uno se asombra la manera que hallan para resolver distintas situaciones. Son muy profesionales, les tengo mucho respeto y estoy más que agradecido.

Ellos quieren montar algo más conmigo, estamos en ese proceso con El último cartucho, de autor francés. La encontré en internet, también es para dos personajes. Me comuniqué con el señor y dio su aprobación. Estamos inmersos en ese proyecto, es lo más grande ver a personas de esa edad en escena. Es por lo que apuesto siempre, porque la gente ame por sobre todo el teatro. Es nuestro refugio, eso me dejó la escuela, Eduardo, Ramiro y Corina cada vez que coincido con ella. Ese amor sin medidas por lo que hago, el teatro, y ese respeto que es permanencia.

Estás ante la reposición de Pasaporte, me gustaría que hablemos de esta pieza.

Pasaporte es una obra de Yunior García, la conocí por Víctor Garcés, uno de mis alumnos en el ISA, ahora está en la Habana con Celdrán.  Leo el texto y me encantó.

cortesía del entrevistado

 En ese momento estábamos en Calibán en algún proceso de montaje. Nosotros tuvimos mucho vínculo un tiempo atrás con la Alianza Francesa. Con Cristine, la directora entonces,  Maikel y yo montamos Tragatierras, obra con la que fuimos en el 2011 al Salvador. Ella montó otras cosas en Calibán con Dalia. Trabajamos con Cristine y Maurice, entonces su esposo. Maurice viaja a Cuba con la intención de continuar el montaje de vez en cuando de alguna que otra obra. Monta La Tabla de salvación, se va a Francia y ese tiempo coincide con mi lectura de  Pasaporte.

Le hago llegar el texto, a él le fascinó y viene a Cuba con la idea de su preparación. De hecho es una puesta de Maurice. Para esta ocasión actual,  y las funciones que se posponen  por el rebrote, no he tocado la puesta.  Sí trabajo con los que se incorporan al elenco, o sea, en este caso realizo la dirección de actores.  Se trata de jóvenes egresados de la Academia que ya es hora de verlos en escena. La obra no tendrá cambios en su montaje y el actor la asume como muchos de ellos la han visto. Trato de trabajar con ellos desde su punto de vista, porque la concepción de montaje está pero el personaje lo crea el actor. Las particularidades las encuentran ellos.

Teníamos funciones los pasados fines de semana. Son actores jóvenes con muchas ganas. Fueron los de la iniciativa por estrenarse, algunos todavía me dicen profe. Yo con todo el placer me bajo, y cedo mi personaje a alguien. Me parece que es una manera de enseñanza y que los jóvenes se motiven. Los personajes no son de uno, están escritos. No se puede vivir con temor, mucho menos con alguien que fue estudiante tuyo. Se trata de dar oportunidad a que se haga con dignidad y que el actor crezca.

Pasaporte tiene esa cualidad, de que las nuevas generaciones pasen por ella, es una obra escuela. Vamos a llamarle así, es un pasaporte a Calibán. Me alegra que no sea una puesta mía porque así ellos experimentan otra manera. Quiero que cuando comiencen las funciones se mantenga un buen tiempo en cartelera, para que puedan foguearse en eso.

Tu construcción profesional se alimenta con el ejercicio de la docencia en la Escuela Vocacional de Arte José Ma. Heredia, en la actualidad eres el responsable en el departamento de actuación. ¿Cómo se complementan el actor, director de escena y el docente?

Mira, la escuela es una escuela para todo el mundo. Siempre aprendes en este escenario. Me gradué y empecé en Calibán en el 2006 y en el 2007 comencé a impartir clases, sin la idea de nada. Cuando tomé un programa en mis manos fue algo inquietante. Sin embargo vi mucho de lo que cursé en el ISA. Nunca pretendo saberlo todo, siempre escucho. Esto no es un grupo de teatro, aunque cuesta entenderlo, no lo es. Es un lugar para brindar herramientas y formación, con todo lo que aborda la palabra, en una persona, actor, adolescente.

cortesía del entrevistado

En la medida que impartí la docencia,  me posibilitó que en mis primeros años en Calibán experimentara una mayor seguridad. En el aula en el intercambio con los alumnos, los señalamientos, sugerencias, incorporé como actor otras herramientas. El ejercicio de la docencia y el de dirección te sistematizan un proceso. Diriges  al estudiante pues, aunque sea un proceso de formación es directivo.  Antes de la enseñanza  estás en tu burbuja y luego, la burbuja se rompe. La docencia es fundamental, al menos para mí.

Soy alguien que crea mucho sentido de pertenencia, llego a un lugar y ahí me mantengo. Hablo del 2006 y todavía continúo en Calibán; digo el 2007, y permanezco en la escuela. Son dos lugares por los que siento, protejo y cuido mucho.

Defiendo la cohesión y prestigio del departamento, la tenencia de un claustro lo mejor posible es clave en eso. Busco que persistan las buenas energías pues trabajamos entre artistas. Ahora tengo la responsabilidad principal, algo que confieso no deseaba, justo por razones como que el curso pasado no impartí docencia porque la carga era mucha y debía dedicarme a una u otra cosa. Sin embargo en el presente ya no resistí y estoy directamente con la docencia y  el departamento. Es mi razón de ser.

Por ejemplo me encanta montar en tercer año  el verso, y me adueño porque lo disfruto. Persisto en que los estudiantes se identifiquen con esta expresión tan compleja. Hablamos del siglo de oro español, algo que no tienen cercano, no hay teatro en verso, en la actualidad no se hace. Muy difícil que quizás en La Habana se monte una obra, pero aquí no. Es mucha la distancia e intento que se enamoren de eso. Veo la parte mágica, un importante ejercicio para el futuro actor. Quien pueda decir un verso de forma correcta, puede asumir un texto en prosa con acierto por el resto de su vida.

Tengo a la Vocacional de Arte al mismo nivel que el grupo de teatro, no los puedo separar. Es un lugar con mucha responsabilidad porque formas a tus colegas, a los actores, a diferentes generaciones. Un actor, un artista tiene una responsabilidad social muy fuerte. Tiene el encargo de la movilización  del pensamiento, o simplemente de divertimento. Es la responsabilidad que trasciende tu persona o  cualquier grandeza, es tu función social. Eso no se debe olvidar y es de las ideas que trato de inculcarles a los muchachos. Es difícil, sobre todo en nuestro medio, porque la gente quiere reconocimiento. Trabajo con una frase de Stanislavski que es en apariencias sencilla, Vivir el arte en uno, y no a uno en el arte. Es lo que defiendo dentro del mundo del teatro, ya sea en la escuela como en el grupo profesional. Tal vez por eso he tenido empatía con muchas personas.

Creo que ahí está la clave de lo que hago, como en los casos de Nancy y Dagoberto, dos personas inmensas, personalidades del teatro cubano; que confiaran en mí para dirigirlos, es grande.

Esa frase nadie la usa por simple, ¡pero dice tanto!, Vivir el arte en uno, y no a uno en el arte. Eso me define como persona.


Cavilación teatral a 969 km

Cuando comencé en el ISA a estudiar la carrera de Teatrología fui conociendo el resto de los compañeros que pertenecían al grupo de nuevos estudiantes del curso por encuentros. Me faltaba conocer al único que entró en Dramaturgia. Curioso por saber quién era, en la primera semana que coincidimos, no esperé mucho, y una noche de camino por la calle 23 lo invité a un café, y él aceptó la invitación. Supe ese día que teníamos algo en común, el anhelo de ser directores de teatro. Luego de visitar a Santiago de Cuba pude apreciar dos de sus obras. Al conversar con Juan Edilberto Sosa la pasión por el universo de las tablas y la creación se respira, se siente. Su pasión se descubre en sus palabras.   

¿Cómo ves en la distancia aquellos primeros trabajos que realizaste antes de crear formalmente tu proyecto La Caja Negra en relación con el presente?

El primer montaje de La Caja Negra hasta ahora son trabajos que pertenecen a una primera etapa creativa y los anteriores eran los que hacía con aficionados que respondía a las exigencias del movimiento de artistas aficionados porque era el vínculo laboral que tenía en aquel momento en una Casa de Cultura.

Siempre tenían una mirada estética, un poco divergente a lo que normalmente se percibía en el movimiento de artistas aficionados, de hecho, ese pensamiento es el que me hace dar el paso al camino profesional, a vincularme con otros creadores que pudieran entender lo que perseguía. Lo que realicé en un principio tenía que ver con la etapa en que me había graduado de la escuela de Instructores de Arte. Comenzaba a documentarme mucho, era la iniciación de una formación que todavía continúa.

El deseo, Los peces salieron a combatir contra los hombres, El plan B es seguir al plan A, fueron los primeros montajes con La Caja Negra, creados con cierta ingenuidad, y a la vez muy pretenciosos; conceptualmente lo que quería lograr en escena era difícil. Lo actores se estaban adaptando a una propuesta que normalmente no era lo que ellos veían ni lo que su sistema de formación académica les había enseñado; todo eso entorpecía.

Mirando en la distancia, te puedo decir que los primeros trabajos estaban definidos y conectados con lo que estoy logrando ahora, desde una misma ideotemática, filosófica, de sistema de trabajo con el actor, en relación con nociones de teatralidad, el lenguaje, la puesta en escena, el texto.

tomada del perfil de facebook

Uno siente que hay una organicidad en el proceso que ha sido el trabajo diario en mi práctica como joven director con el grupo que fundé de experimentación escénica La Caja Negra y que ha motivado a otros creadores jóvenes en involucrarse con el proyecto.

Tengo actores que ya cobran un salario por pertenecer al grupo, pero hay otros que trabajan conmigo gratis, en un mundo en el que trabajar gratis hoy es complicado, y sabemos las consecuencias que eso lleva y se han mantenido porque ven en nuestro proyecto una mirada definida sobre el teatro que queremos hacer como individuo en relación con las inquietudes artísticas que cada cual puede tener.

¿Qué factores artísticos te hacen fundar tu propio grupo?

Lo que me hace fundar mi propio grupo está dado en la necesidad de expresarme y sabía que ya era el momento para empezar a trabajar en un camino como director, que no era el del movimiento de artistas aficionados ni como Instructor de Arte. Necesitaba dar un paso, buscar más.

Trabajar junto a personas que complementaran mi creatividad, que pudiéramos llegar a algo juntos, trabajo con artistas que en ocasiones no tienen que ver específicamente con el teatro, un realizador audiovisual, un Dj…, por eso es un grupo de experimentación escénica.

Cuando miré el panorama teatral santiaguero descubrí que faltaban matices en esa manera de hacer teatro en Santiago, que no había códigos renovados. Entonces comprendí por el contexto que debía comenzar un viaje a la inversa, que no debía ir a un teatro que fuera directo a esos códigos, sino que tenía que empezar un proceso de aprendizaje fuera de la ciudad para no viciarme.

Ando en la búsqueda de conectar mi trabajo con Santiago desde los presupuestos estéticos que estoy desarrollando y que pueda ayudar a actualizar un teatro que se ha quedado huérfano. Tuve muchos pensamientos que fueron contribuyendo a fundar el grupo.

¿Por qué surge la iniciativa de crear un festival de teatro experimental en la ciudad de Santiago?

Ante la ausencia que dejó un evento de teatro joven en Santiago nombrado Teatro de Otoño, dedicado a los jóvenes más cercanos con una creación viva. En el 2017 decidimos desde la sección de Artes Escénicas de la AHS en Santiago crear un encuentro que nos permitiera dialogar con la vanguardia del teatro en Cuba. Una vanguardia distante, focalizada en su mayoría a 969 kilómetros de distancia.

Las preguntas que surgieron nos llevaron a otras. Por ejemplo: ¿Qué tipo de espacios debíamos crear? ¿Cómo dialogar desde nuestras propuestas con ese espacio en una ciudad sin norte teatral? Miramos a nuestro alrededor y fuimos descubriendo que algo había comenzado a cambiar.

 A partir de la creación del grupo que dirijo de experimentación escénica, La Caja Negra en 2016, un sector de los creadores jóvenes había empezado a experimentar en la escena, no como un suceso aislado, sino como una praxis consciente y definitoria para sus proyectos. Tal vez de manera instintiva más que de entender que había que cambiar algo. No nos pusimos de acuerdo para hacer eso. Lo hicimos y ya. La acción de crear desde el cambio fue una luz para definir cuál era ese espacio de diálogo que necesitábamos.

Tuve la oportunidad de asistir como invitado a la tercera edición del festival Desconectado a 969 que organizas, esa vez realizado en noviembre de 2019. Como miembro principal del comité organizador y director teatral del grupo anfitrión, ¿qué valoración tienes sobre esta edición?

Cartel de promoción del Festival de Teatro Experimental. Foto: Cortesía del entrevistado.

A través de estas ediciones el festival ha ido logrando pequeños saltos. Ya es un festival organizado y pensado. Ha comenzado a convocar a un sector de la vanguardia teatral cubana y se ha insertado la crítica especializada.

Se realiza un proceso de curaduría, el cual considero ha sido más serio. La iniciativa de lo experimental debe hacerse sentir a lo largo de 969 kilómetros, una desconexión que nos conecta por defecto. A pesar de eso la muestra de esta edición fue interesante, bien diseñada en un programa que tal vez haya que seguir trabajando en la formación de público con acciones directas.

Para mí es muy importante el público que ama el teatro y no lo practica, ese es el gran medidor. El otro público, el especializado, está modificado por sus gustos, deseos y frustraciones. Hay que lograr crear un registro del evento, un boletín, trabajo de prensa especializada, fotografía profesional, de manera que se registre lo acontecido y quede para la memoria gráfica del evento. Se ha pensado, pero aún no se ha ejecutado.

Un evento como este no pone límites a las propuestas, ni de espacio, ni de capacidad de públicos, ni de falsas jerarquías y falsa vanguardia. Es un espacio para confrontar los artistas de la joven vanguardia, sincero y rebelde como debía ser todo arte, y esto a veces no es bien visto, la historia nos lo recuerda constantemente. ¿Qué pasaría cuando algunos creadores me digan que su espacio ideal para mostrar su arte es en lugares privados, casas de viviendas, negocios particulares? Eso podría ser una maravillosa idea, poder mover nuestro arte hasta esos lugares donde lo que prima es el ocio.

Te vinculas al grupo El Ciervo Encantado que dirige la maestra Nelda Castillo, ¿por qué ese vínculo?

Considero que cada cual debe saber que es heredero, o que tiene un padre creativo, es un padre que no tiene nada que ver contigo, ni siquiera conocerte, tiene que ver con la influencia que esa obra, o ese creador tenga sobre lo que tú haces, o la conexión que en algún momento uno descubre que tiene con alguien que tiene ya un camino transitado y que te puede, de alguna manera, servir.

Cuando empecé a pasar la vista sobre el panorama teatral cubano, en festivales que fui asistiendo, comencé a buscar en los maestros, en los grupos que pueden servirte como referente. El referente para un joven creador es muy importante, al igual que saber quiénes son los maestros, los que llegan a ti con su obra.

En mi caso hay un espectáculo que me cambió la vida, es Visiones de la Cubanosofía. Desde que la vi me dije, “¡eso es lo que quiero hacer!” Sentí la necesidad de crear algo así, un arte vivo, un resultado concreto que sea capaz de provocar en el espectador lo que había provocado en mí.

 El Ciervo Encantado me brinda eso como grupo, la ilusión, la utopía de que el arte pueda generar algo en la persona y lo convierta en un ser mejor, te hablo de un grupo que está dentro de la vanguardia artística del teatro en Cuba, incluso es un referente internacional para muchos, claro, entiendo que estoy totalmente conectado a ellos con mi trabajo, porque realizan procesos creativos sobre lo performativo, trabajan con la máscara fija…, conceptos sobre puesta en escena que me interesan y donde mejor lo he visto logrado en los últimos tiempos, desde mi experiencia, creo que es ahí, en El Ciervo Encantado.

Actualmente estudias la especialidad de Dramaturgia en el Instituto Superior de Arte. Conozco además que te interesa llevar a escena tus propias escrituras, ¿crees que ingresar en esta carrera le aportará resultados a tu formación? Coméntame tu experiencia en el ISA.

El ISA es mi segunda carrera universitaria, no espero un resultado concreto cursando estos estudios. Simplemente lo veo como parte de la formación que necesito, después que me gradúe estudiaré algo más, por ejemplo, me interesa alguna maestría, un doctorado. Siento que es una manera también de estar conectado con nuevos conocimientos ya que la universidad te ayuda a seguir formándote.

Soy un director joven y necesito tener vínculos directos con mi generación, eso no lo encuentro en la ciudad donde vivo. El ISA ayuda a que allí nos encontremos todos. Es otra acción de superación, al igual matriculo en un taller, aplico a una beca de creación.

Espero graduarme y tener las herramientas para seguir ejerciendo la dramaturgia y la dirección que necesita mucho del trabajo del dramaturgo, ya que me gusta hacer un trabajo de autor donde pueda dirigir mis propios textos o intervenir los de otros autores para crear mis propios códigos textuales dentro de la escena. Entonces espero que no sean cinco años en vano, porque lo asumo con mucho rigor, como prioridad, y siento que será muy útil para mi futuro como artista.

Me consta que te mantienes al tanto de los nuevos títulos que se escriben en Cuba, ¿qué opinión tienes sobre la más reciente dramaturgia cubana desde tu mirada como director de teatro?

En Cuba hay varios dramaturgos. Si hablamos sobre dramaturgia actual, no podemos hablar de los últimos dos años, tres años ni siquiera de cinco. Tenemos que hablar de que hay un movimiento teatral novel que comprende una etapa más grande porque generacionalmente los nombrados novísimos en edad estamos muy cercanos.

Cartografía para elefantes sin manada. Foto: Belice Blanco.

Esa generación se ha mostrado irreverente, de alguna forma capaz de dinamitar zonas de la dramaturgia cubana que estaban un poco anquilosadas. Los que han estudiado la dramaturgia y siguiendo los textos nuevos que se publican, hemos heredado parte de una contaminación que tiene que ver con esa rebeldía y la conceptualización real de un proceso como subvertir la escena cubana actual. Creo que eso en su momento se lo preguntaron y nosotros también no los preguntamos. Entre esos tantos dramaturgos hay un núcleo fuerte que hace saludable la escritura contemporánea cubana para el teatro.

Donde falta es en relación con la puesta en escena; tenemos una escuela que gradúa dramaturgos, pero no directores de teatro. Solo se ha realizado una primera edición de la Maestría en Dirección. Por lo general, el que llegó allí para hacerse Máster ya tenía un camino en la dirección, pero no todo el que llega a estudiar Dramaturgia al ISA tiene el oficio de escribir.

Pienso que el desarrollo de la dramaturgia cubana tiene que ver más con llevar los textos que se están escribiendo a la escena por directores. Hay algunos con mayor suerte, pero otros no, los hay también muy talentosos con obras buenas, pero ni si quiera han publicado y el libro es una manera de que esa obra llegue a la mano de un director en Guantánamo, en Santiago de Cuba o en otra provincia.

¿Por cuáles etapas transita hoy el joven director teatral y presidente de la AHS en la provincia de Santiago de Cuba? ¿Cómo logras acarrear ambas responsabilidades a la vez?

Bonsai. Foto: Frank Lahera.

Puedo entender más al resto de los asociados que represento por el artista que soy. Sé lo que es no tener un local de ensayos para producir un espectáculo. Hay muchos jóvenes creadores que viven todo eso. Estar en la Asociación me ha ayudado a sensibilizarme con la obra de los demás. He ayudado a muchos y siento que ellos no tienen que agradecérmelo porque ha sido mi trabajo.La etapa que estoy transitando es de formación absoluta: tengo muchos deseos de seguir conociendo, de crecer como artista, de crear, y la Asociación ha sido en mi caso una puerta enorme para canalizar todo eso, al mismo tiempo he intentado ser esa puerta para que otros puedan canalizar eso también.

Estoy en una etapa linda, donde puedo hacer mucho por mí y por los demás y quiero aprovecharla, vivirla intensamente. Soy el presidente del AHS en Santiago de Cuba porque me considero realmente un joven creador, por mis principios no hubiese aceptado ser el presidente si no tuviera además la capacidad de seguir siendo el artista y desde ahí pudiera tener el liderazgo para ser seguido por un grupo de jóvenes que tienen las mismas necesidades que yo en distintos contextos y diferentes maneras de desarrollar su arte.

Entonces, más que doloroso, el tema de tener mucho trabajo, ha sido un alivio el poder dirigir a jóvenes creadores porque soy un creador; eso es algo que me ayuda. 


Promover el hábito de la lectura

“La literatura también tiene sus días de fiesta y Camagüey es hoy su principal escenario”, así expresó el historiador Desiderio Borroto Fernández al pronunciar las palabras inaugurales de la XXIX Feria del Libro en esta provincia, que llega con más de 350 títulos como principal atractivo para la familia camagüeyana.

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“No construyo universos cotidianos, sino nuevas realidades”

Taimi Dieguez Mallo despertó mi interés en aquellos años —no tan lejanos, pero sí— en que ambas compartíamos las aulas del Instituto Superior de Arte. Desde entonces, Taimi ha crecido como autora y se ha esforzado por mostrar una poética donde la mujer y la madre aparecen como epicentros, raíces de sentido que han enrutado su escritura. Entrevistarla, es pretexto para conversar con la amiga y la creadora.

 

La madre, la matria y las figuras femeninas son parte indiscutible de tu escritura. ¿Cómo has ido construyendo a la dramaturga que eres?, ¿cómo estos temas han llegado a ti?

Mi historia de vida me ha propiciado hablar sobre la figura femenina y, en especial, sobre la madre. Yo perdí a la mía siendo niña, por lo que a través de la escritura y la creación he reinventado esta relación, ya bien para saldar esta ausencia o para profundizar en el fenómeno de la maternidad, y del sistema de relaciones que se establece entre las madres y sus hijos; si bien nuestra sociedad, por más patriarcal y machista que sea, sigue teniendo a la madre como fuente de vida y alimento. Es en realidad esto lo que me interesa: las potencialidades creadoras de una mujer. Al menos, es de esto de lo que ahora me ocupo. Quizás a la vuelta de unos años me preocupen otras cuestiones. Pero creo que es muy difícil abandonar algo tan complejo como es la creación. ¿Qué creamos? ¿Cómo lo hacemos? ¿Para qué lo hacemos? Son preguntas filosóficas, si tomamos la creación como existencia. En resumen, creo que soy una autora que se ocupa sobre la posibilidad de nacer, de ser… con esto quiero decir: elegir nuestro propio destino.

 

¿Cuándo y cómo supiste que querías ser dramaturga?

Decido estudiar dramaturgia porque quería cursar estudios en una escuela donde me enseñaran a escribir bien, donde me cultivara como artista. Pensaba apropiarme de las herramientas dramáticas para perfeccionar mi narrativa y mi poesía, que fueron los primeros géneros en los que incursioné. Pero antes de escribir y encontrarme con el mundo de la literatura, hice teatro como aficionada y fui por algún tiempo instructora de arte. Por esto, el teatro me era familiar.

 

Los hechos de la vida, oscuros o esplendentes, ¿sirven como material dramático?, ¿de qué manera resemantizas la existencia para escribir tus propias obras?

Cuando escribo una obra —dramática, narrativa o simplemente un poema— lo hago porque hay algo que quiero decir, algo que he descubierto o intento descubrir; por eso mismo lo escribo, para verlo. Ese “algo” puede ser cualquier cosa que tenga que ver conmigo, con mi vida y mi relación con el mundo. No escribo desde otro lugar que no sea desde mí, como creo que les sucede a todos los artistas. Lo interesante, en cada caso, es la estrategia que seguimos para crear. En mi caso, me interesa la fusión de las realidades, la hibridación, lo ambiguo, lo poético. Y esto porque me importa la propia creación como tema de creación, así como hay dramaturgos interesados en mostrar con su obra los propios procedimientos del teatro y se sirven de una estrategia metateatral, o quienes prefieren los términos de la autoficción o teatro documental. Yo acudo más a la poesía.

 

Muchos de tus personajes viven en mundos de cruda belleza. Incluso dentro de sus oscuridades se ve lo hermoso. ¿Por qué? ¿Qué universos te interesa construir, nuclear, mostrar?

La vida nunca ha sido para los humanos en blanco y negro. La vida está llena de colores, tonalidades, matices, texturas, volúmenes; en fin, la forma de la vida puede ser sorprendente. Generar sorpresa, asombro, misterio, es algo que me cautiva en la creación. Por ello no construyo universos cotidianos, o al menos, intento distanciarme de la cotidianidad, aunque una historia pueda desarrollarse en un edificio multifamiliar, en nuestros días y el conflicto de los personajes ser el más mundano. Yo logro conducir esta realidad por los caminos de la poesía, que me permite generar lo insólito, decir sin ilustrar, sino produciendo nuevas realidades. Por ejemplo, en una obra como Manzanas sobre la nieve. Drama semiepistolar, no puede el lector esperar que estas manzanas sean rojas o verdes, tendrá que prepararse para verlas de otro color.

 

A qué tributas primero, ¿a la escritura o a la escena?

Primero tributo a la escritura, porque como dice el maestro Juan Mayorga: dirigir es escribir sobre la escena. Pero también porque me siento más lista para asumir la página en blanco que la escena vacía. Quizás es una cuestión de formación, de entrenamiento. Sin embargo, los dos mundos son electrizantes, cuando uno se abre camino por ellos.

 

En 2018 obtienes Premio Literario “Hermanos Loynaz” por el libro de cuentos Piedras a los varones. Al parecer tu escritura se enrumba también hacia la narrativa, ¿llegarás a la poesía y a otros géneros?

Piedras a los varones es una deuda que tenía con la narrativa que, junto a la poesía, fueron mis géneros de entrada a la literatura. Es un libro de cuentos que estuve escribiendo por años, incluso antes de entrar al ISA. No son esos primeros cuentos de la vida, ya había ensayado antes, cuando cursé el Centro Onelio. Estos cuentos los escribí sintiéndome ya más confiada como narradora y están contaminados por el teatro, por las voces de los personajes, por sus monólogos o diálogos internos, por las acotaciones, por la multiplicidad o simultaneidad de espacios. También hay un coqueteo con la epístola y, sobre todo, una fuerte presencia de la poesía, del lenguaje poético. Yo quería escribir cuentos en los cuales se cruzasen otros géneros literarios. Los temas fundamentales son la muerte, la violencia, la soledad, el sexo, tratados desde el deseo de los personajes por vivir, personajes, por lo general, femeninos y jóvenes. Y sí, pienso seguir escribiendo narrativa, me gustaría mucho hacer una novela. Nunca he dejado de escribir poesía pero no la he publicado, no he tenido esa suerte.

 

La idea de llevar tus propios textos a escena, ¿cómo nace y qué experiencias te ha reportado hasta ahora?

Llevo mis textos a la escena, en primera instancia, para que se conozcan. Lo contradictorio es que no los llevo tal cual, porque cuando creo en la escena, me gusta vivir un proceso de descubrimiento, como en el papel. Por tanto, no puedo reproducir mi obra tal cual. Mi paso por la escena, que todavía es muy breve, me ha valido para comprender que en cualquier acto de creación, el artista tiene, como más importante deber, el de decidir. El artista tiene que decidir qué hace, cómo lo hace y para qué, y debe ser coherente con sus decisiones. Ahora bien, nunca debe renunciar a la posibilidad de experimentar.

 

¿Crees que la escena cubana actual es compatible con todo tipo de escrituras o existen algunas que quedan marginadas?

Si hay alguna escritura marginada es porque el autor no ha sabido moverla hacia las tablas. El autor no puede encerrarse en la soledad de su escritorio, a no ser que no le interese llegar a la escena o a una simple lectura dramatizada. Yo, generalmente, hago teatro con mis amigos, aunque he tenido la suerte de querer ser estrenada por Teatro El misterio, que dirige Delia Coto.

 

¿Qué narradoras, poetas y dramaturgas te interesan?

Me gusta mucho Virginia Woolf, su novela Las olas y Orlando las envidio, en el buen sentido de la palabra. También me gustan mucho las poetas Emily Dickinson, Elizabeth Bishop y Dulce María Loynaz.

 

¿En qué momento creativo de tu vida te encuentras y cuáles son tus horizontes más próximos de escritura?

Ahora mismo estoy próxima al estreno de Con la ropa de mi madre. Obra para ser dicha por el perro hembra, que hago en colaboración con Nadianys Boudet. Esta obra también verá la luz por Ediciones Matanzas este año. Y estoy reescribiendo un texto dramático sobre el inicio de las guerras de independencia, que también será mi próximo proyecto para la escena, en colaboración con un artista visual.


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