La masonería y la Isla de Pinos. Un conflicto por la soberanía nacional

La masonería es una de las instituciones más importantes y, a la vez, menos conocidas de nuestra historia. El mismo carácter de esta forma de sociabilidad, que excluye a los profanos de un acercamiento profundo a la forma en que funciona, lleva a que el conocimiento que se tiene de la relación entre la masonería y la historia de Cuba sea fragmentario.

Quizás el episodio más conocido de este entrelazamiento sea el de la relación de la masonería y los masones con el proceso independentista cubano en el siglo XIX. Muchos de nuestros grandes próceres de esta etapa eran masones y las logias fueron espacios conspirativos de primer orden, a pesar del apoliticismo que profesa la masonería como institución al menos de forma nominal. Esta impronta, no exenta de contradicciones, fue la que determinó el gran prestigio del que gozaba la sociabilidad en las primeras décadas del siglo XX y un lema que resultaba recurrente en esos años: “Masonería es Patria”.

En el período 1903-1925, la masonería fue actor principal en una de las pugnas más significativas que en torno a la soberanía nacional se dieron en esos años. El esfuerzo por lograr en el senado norteamericano la ratificación del Tratado Hay-Quesada, que reconocía la soberanía cubana sobre la Isla de Pinos, espacio geográfico que desde la firma del Tratado Permanente entre Cuba y Estados Unidos, el 22 de mayo de 1903, había quedado fuera de los límites de la joven nación.

El libro de los investigadores Javier Negrín y Jorge Fernández, titulado La masonería cubana y el tratado Hay-Quesada (Ediciones Áncoras, 2018), nos abre una puerta para adentrarnos en detalle en la confrontación que, durante más de dos décadas, enfrentó a cubanos y españoles residentes en la Isla de Pinos con la boyante comunidad norteamericana establecida en el enclave de Santa Fe. Mediante el acceso a fuentes privilegiadas, que comprenden desde las publicaciones de esos años y otros documentos en el archivo municipal, hasta las actas de las reuniones de la logia cubana La Evangelista (protagonista de primera línea en estos hechos), archivos privados, revistas masonas de la época y un largo etcétera, los autores logran reconstruir acertadamente el clima político y social de esos años en la localidad, así como la multiplicidad de intereses y contradicciones que pesaron en el accionar de los actores involucrados.

El hecho de dejar fuera a la Isla de Pinos de la autoridad cubana responde, según refiere Hortensia Pichardo (Documentos para la Historia de Cuba, Tomo 3, Ciencias Sociales, 1969) a dos causas fundamentales. Primero, a la ambigüedad con que había sido redactado el artículo II del Tratado de Paz entre Estados Unidos y España el 10 de diciembre de 1898, que cedía a Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las demás que estaban bajo su soberanía en las Indias Occidentales sin precisar los límites geográficos de esta cesión.

El profesor Javier Negrín tiene un interés peculiar por la investigación, tanto que encontró nuevas aristas en el estudio que lo llevó a conformar junto a Jorge Fernández el libro “La Masonería cubana y el tratado Hay-Quesada”./ Foto tomada de islavisión

La segunda causa está en la ambición de especuladores y empresarios norteños que, desde la etapa de la ocupación norteamericana en Cuba habían comenzado a vender y promocionar en la prensa de su país las extraordinarias posibilidades de la que denominaban como Isle of Pines of West Indies. 

El gobierno norteamericano, que había entrado en una nueva fase de dominación regional, se mostró desde el principio más interesado en cimentar su dominio económico y militar en la región, que en continuar el proceso anexionista que a lo largo del siglo XIX había llevado a la nación del Atlántico al Pacífico.

El Tratado Hay-Quesada, firmado entre el diplomático cubano Gonzalo de Quesada y el norteamericano John Hay, el 2 de marzo de 1904, había sido una migaja diplomática a cambio de la aprobación por el senado cubano, verificada en el año 1903, del convenio que permitía a la nación norteña establecer estaciones carboneras y navales en Guantánamo y Bahía Honda. Sin embargo, el Hay-Quesada quedó desde esa fecha hasta 1925 pendiente de la ratificación del Senado norteamericano.

En ese contexto de 21 años transcurre la pugna entre colonos norteamericanos y habitantes cubanos y españoles de la Isla de Pinos. Pugna que involucró directamente a la masonería, pues tanto la logia pinera como la norteamericana Santa Fe usaron sus redes fraternales para lograr sus objetivos contrapuestos. El papel de la institución se refuerza por el peso que esta tenía en la sociedad pinera de la época y en la sociedad cubana en general.

tomada de juventud rebelde

Mediante un exhaustivo análisis, los autores de La masonería cubana… demuestran la pertenencia tanto a la logia La Evangelista como a la logia Santa Fe, de las más importantes figuras políticas y culturales de la sociedad pinera de la época. Aunque ambas sociabilidades mantuvieron buenas relaciones durante la mayor parte del período, lo cierto es que desde etapa bien temprana e intensificándose hacia 1924-1925, se dio una lucha simbólica entre ambas referente al estatus de la isla. Para esta lucha ambas logias hicieron uso de los lazos fraternales que las unían con otras logias y las relaciones de fraternidad de sus Grandes Orientes.

Aunque por falta de documentación es mucho más exhaustivo el seguimiento que se da a las gestiones realizadas por la logia La Evangelista y su Gran Oriente La Gran Logia de la Isla de Cuba (GLIC), cuyas gestiones con los Grandes Orientes de Estados Unidos, a los cuales los unían lazos históricos profundos, influyeron en la ratificación del Tratado Hay-Quesada en 1925.

Pero también el libro trasluce la magnitud de las gestiones que debió llevar la logia Santa Fe por su parte. Gestiones que incluso en 1914 habían tenido un momento significativo con la visita de la alta jerarquía de la logia estadounidense al presidente cubano Menocal, donde presumiblemente intentaron ganarse las simpatías del ejecutivo cubano con su causa.

La pugna en torno a la Isla de Pinos iniciada en 1903 tiene su culminación en el período 1923-1925, cuando gracias las gestiones del entonces embajador cubano en Washintong, Cosme de la Torriente, se pone nuevamente sobre el tapete legislativo la ratificación del Tratado.

Es en esa etapa cuando la masonería criolla juega su rol político más importante en el primer cuarto del siglo XX cubano. Sumado a las gestiones de la GLIC con los Grandes Orientes norteños y a los intercambios de diversa índole que verificaron las logias cubanas entre sí, se desata una campaña nacionalista que tiene su punto culminante en la llamada Misión Patriótica, donde una serie de importantes figuras de la masonería, las artes y la política de la época, recorrieron diversos puntos del territorio nacional recabando apoyo para la causa pinera.

Además de la cuidada investigación que nos lleva a conocer una faceta poco visitada de la historia republicana, La masonería cubana… también nos da una visión crítica de las características sociológicas de la masonería cubana en esas décadas que derivó hacia una organización de clase media, del proyecto de país que asumieron (Cuba como la Suiza de América) y de las contradicciones que la dinámica misma de desarrollo del país les fue imponiendo.

Entre los dilemas fundamentales que debe confrontar la institución en esta etapa pudiéramos señalar la contradicción entre su carácter patriótico y los vínculos estrechos con los Grandes Orientes estadounidenses, lo cual llevaba a ser sumamente cuidadosos y políticos a la hora de criticar cualquier faceta de la dominación norteamericana en Cuba.

El carácter popular que debían tener las logias y el carácter de clase media que fueron adquiriendo, producto de las cuotas relativamente altas que debían pagar los miembros y que determinó que aquellos más insolventes no pudieran continuar en la institución o lo pensaran para ser parte de ella.

La entrega oficial del premio de la crítica José Luciano Franco al título La Masonería Cubana y el Tratado Hay-Quesada de Javier Negrín y Jorge Fernández, constituyó una de las principales actividades del colofón de la 29 Feria Internacional del Libro/ Foto tomada del periódico victoria

La contradicción entre el antimperialismo franco de muchos de sus miembros, que se puso claramente en evidencia en los discursos e iniciativas que acompañaron la Misión Patriótica de 1925, y la actitud más moderada de las jerarquías masónicas, comprometidas por sus profundas relaciones con las sociabilidades norteñas.

También resalta el conflicto entre el carácter apolítico defendido explícitamente por la masonería y la participación constante de sus miembros e incluso de muchas logias en los problemas políticos del país. Prueba de estos son los muchos pronunciamientos y llamamientos dirigidos al gobierno y la opinión pública en medio de los muchos conflictos políticos y sociales de esa etapa o el estrecho vínculo que durante varios años la organización mantuvo con el General Machado.

Al premio de la crítica histórica fueron nominados cinco libros, de ellos dos de la Isla de la Juventud: La masonería… y El himno nacional de Cuba de la editorial El Abra, perteneciente al Centro Municipal del Libro y la Literatura./ Foto tomada del periódico victoria

La masonería cubana… nos ayuda a comprender con mayor profundidad la profunda imbricación de esta institución en el proceso de construcción del ideal patriótico nacional. La riqueza y contradicciones de su desarrollo son la riqueza y contradicciones de un país que, frustrado su ciclo revolucionario del siglo XIX, debía rehacerse nuevamente, apresado en las tenazas de la permanente amenaza de invasión que la Enmienda Platt ponía sobre su cabeza y el ímpetu revolucionario que renacía vigoroso en la joven generación.

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