Una ciudad de ¿pocos?

Ciudad de pocos es un libro que se abre a la ciudad; es un juego de acceso a una geografía limitada. Un viaje circular a través de varios elementos que componen la identidad de la urbe. Un parque astral que ahora es vacío pero el autor lo recuerda cuando no lo estuvo y lo añora, un parque que se hace perdurable gracias a la escritura del autor. 

“El parque insiste, aunque su tristeza se vislumbra en los arbustos domados que todavía lo acompañan”, recoge en sus páginas.

El libro es un recorrido por zonas sensoriales, sin mencionar lugares puntuales. Lo que convierte el libro en una ciudad cualquiera, de cualquier lugar del mundo. Ciudad de pocos podría ser tu ciudad, la mía y la del autor. Tú también podrías ser uno de esos pocos que la sienten y padecen… El lector puede encontrarse fácilmente en cada una de las páginas.

Yadian Carbonell utiliza el verso libre y la prosa poética como sistema. No hay metáforas grandilocuentes ni un lenguaje rebuscado. Es una poesía vivencial. La experiencia como puerta ante el viaje. Un recorrido que el poeta siente necesario, pero no lo sufre, más bien lo sueña, sueña la ciudad del futuro, sin miedos y sin las soledades actuales.

“Sobre mi cabeza llevo el peso de esta Ciudad de sombras y montes inconclusos”, nos comenta Yadian, quien se impone con su grito de auxilio: “vinieron con sus vacíos a quitarnos la vida.

Se llevaron nuestros nombres y nos entregaron al olvido ya sin remedio posible, no pudimos siquiera gritar. En mi mano el arma, en la mente la muerte, a unos pasos la víctima que podría dictar mi fortuna: La libertad”.

El autor intenta romper con esquemas estéticos dando imágenes fuertes de una lucha entre la agonía y la precariedad, la vida, la muerte acechante. Imágenes que van más allá de la línea delgada entre lo contemporáneo y lo estético, donde el poeta responde a su praxis de vida.

Desde el propio título nos llega la incertidumbre. Me recuerda, a ratos, a Fito Páez, con «Ciudad de pobres corazones»… mientras lo leo, mientras lo escucho.

La Ciudad es un dolor de mi madre, un dolor de mis ojos.

Pero la Ciudad es una sola y nosotros somos muchos.

Sin impulso y sin nada.

Cantaré el himno de los perseguidos, la marcha de los trovadores que nunca desistieron de tus plazas”…. Nos promete el autor con sus versos.

Ciudad de pocos se disfruta desde el goce que emana y que entraña la poesía misma, donde el poeta parece dialogar y reflexionar con el lector, donde trata la ciudad desde lo epidérmico.

La angustia es una resonancia implícita en la ciudad. El poeta no hizo más que profundizar las desigualdades y atender demandas fundamentales, desde el sueño, la ansiedad. Colocando muy bien los versos en su discurso poético.

“Las sombras de la ciudad intentan salvar su alma”.

Camina sobre lo seguro en cada verso cuando se reinventa y nuevamente nace, para continuar su pretexto de defensa a la ciudad que suena a himno de liberación (personal y grupal), de los que la sienten sin aberraciones ni simulacros. La ciudad es el poeta… somos todos.  

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