Capítulo #10: El viejo, la casa y ellas

I

La poesía es un Tobogán. Desliza nuestro cuerpo por la aventura del deseo/la presencia/los miedos/la historia del otro/el amor y los abismos del ser. Un juego de acceso a una geografía ilimitada. Un viaje circular a través de varios elementos que componen la identidad del individuo. Un parque astral y perdurable gracias a la escritura.    

Al leer El viejo, la casa y ellas de Yadián Carbonell (Isla de la Juventud, 1989) se puede constatar un proceso escritural poderoso. El libro fue publicado en 2017 por la editorial Sed de belleza. El diseño de cubierta pertenece a Héctor Gutiérrez Bolaños y la edición a Edelmis Anoceto Vega, quienes desde las sombras y anonimato de su oficio contribuyeron a la entrega de un material sencillo y valioso.  

La muestra es un recorrido por zonas sensoriales accesibles del autor. En el libro se utilizan el verso libre y la prosa poética como sistema. No hay metáforas grandilocuentes ni un lenguaje rebuscado. Es una poesía vivencial. La experiencia como puerta ante el viaje. Un recorrido que el poeta siente necesario pero no lo sufre. La angustia es una resonancia implícita e impone una voz agradecida y bella.   

Se trata de un cuaderno personal donde la relación hogar-individuo-familia se proyecta con su rostro más sincero. La familia representa el eje fundamental de sus estímulos y se muestra dispar/dolida/ausente. Un hogar lleno de relieves afectivos, sin énfasis en normas sociales. 

La tribu, como la declara el autor, tiene en la figura del abuelo, un sentido fundacional. Un origen que conecta al sujeto con los espíritus de la tierra e instala la convivencia como ley.

  • El tiempo, como una ley que surge de improviso, me hace ir tras las arrugas del más viejo de la tribu. Imploro su astucia. Intento hacerla mía para resguardarme de la intención del látigo. (P. 9)

II

Aunque el autor declara una composición externa (de tres partes integradas por varios poemas), prefiero asumir el texto como un todo. Pues se trata del mismo paisaje poético, sus distintas líneas temáticas ganan en naturalidad a partir de su conexión. La infancia, el hogar, la experiencia religiosa, el amor y la insularidad, son conceptos que se sostienen gracias a esa unidad.  

El libro posee la capacidad de compartir/comunicar/y relacionarse sin la necesidad de verse desde un concepto vanguardista. Es creíble. Su pretexto suena a himno de liberación (personal) sin aberraciones ni simulacros.               

Lo que resulta la primera parte, está marcada por su relación con el abuelo. En esa área todos los significados se articulan para cartografiar la memoria.

El poeta revive la infancia desde la figura del viejo. Un sujeto que emerge como muestra de poder/santidad/espejo/e incluso figura paterna. Los recuerdos (en blanco y negro), poseen una connotación documental.

Los estímulos sensoriales del cuerpo: látigo/tabaco/café/gajazos de hierbas sagradas, recomponen las imágenes. Una aprehensión corpórea que dinamita las relaciones interpersonales declaradas en el texto.

  • Hoy el más viejo de la tribu me dio a masticar una extraña hierba y supe el sabor de la vida que me espera. (P. 9)

Como un sabio, el viejo influye y revela el destino del autor. Impone su presencia y se erige como fuente de conocimiento.

¿Son recuerdos de la infancia? Sí. Se trata de un tiempo pasado. Un arrastre existencial (incluso).

Otros temas se desarrollan ante la vista del lector. Vivir en una isla y sentirse náufrago. Una tierra firme incierta.

  • Nací del musgo. Soy hijo de la tierra y amo los pinos, aunque a ratos llore y me deje guiar por el viento que mueve esta Isla de papel. (P. 11)

En ese pequeño terreno hay una casa que sirve de hogar. Una casa donde habitan los fantasmas. Allí el viejo se evoca desde una presencia múltiple: la memoria/el espíritu y el mundo material/los afectos.

  • El viejo lleva en su bastón un trozo de cuerpo.(P. 14)

La muerte como un nuevo estatus es expuesta y resignificada. Es un mensaje optimista. Decir que algo existe después de la muerte es esperanzador. No importa la nueva tarea del individuo, si puede adquirir una nueva presencia, es glorioso. 

  • Se ha convertido en una piedra,
  • en una línea irrespetada que perdió el poder. (P. 14)

Tras la condición declarada del abuelo, la madre entra en escena como figura de compasión. También el padre aparece, pero se trata de un actor de reparto, una imagen complementaria. Luego el discurso continúa su cometido. El autor no evade la infancia como etapa trascendente. Desde ahí hace su testimonio poético. 

III

La segunda parte del libro es una consecución ideotemática de la primera. La figura materna cobra una significación especial. No puede relevar al abuelo pero el autor la necesita. Hay mucha dudas y movimientos dentro de una casa que vive la religiosidad de otra manera. Ahora es superstición lo que antes fue estilo de vida.

  • Mi madre continúa ahí,
  • aunque ya no le importa tapar los espejos,
  • caminar por las paredes
  • ni ser la cobarde que un día habitó la casa. (P. 25)

Pudiéramos decir que es un momento cercano a la adolescencia. Hay un reconocimiento del cuerpo propio como enigma y salvoconducto. Los elementos de su mundo ahora atraviesan el ojo de un niño que crece.

El mundo deja de girar en torno al viejo, ahora fantasma/espíritu, para exponer al poeta. En este punto, la interpretación del cuerpo, define todo.   

  • Que muera mi cuerpo, es más que la huida,
  • más que el poema,
  • más que mi salvación de esta catarsis
  • que desmorona la habitación
  • cuando no está el susurro del viejo fantasma,
  • o cuando, por alguna extraña razón, llueve sobre mi cama. (P. 28)

Tras la desaparición física del viejo todo obtiene un nuevo significado. El autor refleja lo extraño que puede resultar eso para un niño o un adolecente. La muerte se convierte en un concepto cotidiano. Algo a lo que nunca le había prestado atención como ahora.

Carbonell encuentra (también) complicidad como poeta con el signo de la muerte. La mirada del pasado adyacente a la del hombre-poeta invade su maniobra. Hay un tono reflexivo sobre sí mismo, sus miedos y deseos definen su existencia.

  • Tengo intemperies distantes de existir,
  • campanarios mudos,
  • fotos vacías sobre la cama
  • y un pedazo de Escobar rondando mi cráneo. (P. 32)

El Tiza, alias Yadian Carbonell Hechavarría, nos regala su poema "Canto 2", con la complicidad del trovador Marcos Daniel Escalona González.(Una propuesta de Producciones Cachumbambé y República Poética)

Publicada por Rafael Jorge Carballosa Batista en Jueves, 14 de mayo de 2020

IV

La última parte del libro responde a su relación con nuevas figuras. Su experiencia con el amor, sin cliché ni acontecimientos populares. Y es que este es un libro sobre el amor. Amor al viejo, a la madre, la casa, la isla donde yacen las biografías y el amor a ellas.

Desde el mismo título Yadián Carbonell declara la importancia de la experiencia con ellas. Mujeres (casi ninfas) que dejaron marcas en su vida. Una ilusión ingenua y placentera. Un capítulo de cruces y desencuentros.

  • Fui a buscarla entre las flores, guiado por el silencio. (P. 37)

Y en ese mismo poema UNO, que abre la sección tres del libro, termina mostrándonos amén del fracaso, su fe en coincidir con el amor.

  • Las magnolias intentan guardar el secreto, pero sé que estuve a punto de verla. (P. 37)

Son significativos la cantidad de elementos de la naturaleza que son nombrados en esta parte del libro. El encuentro casi divino con estas figuras dadoras de amor representa armonía con la naturaleza. De ahí que adquieran la personalidad de figuras ilusorias/ninfas, y tal vez él en su sentir viril, un poco sátiro.

  • Pensándola, un trueno rompe el silencio de mis oídos.
  • Está por llover y no me importa. (P. 41)

El poeta busca a ellas como si fueran musas. Femineidad hecha imagen en su mente. El encuentro es espiritual, esquivo y distante. Siempre bajo la dualidad del deseo y el fracaso del encuentro.

Cada suceso no cumplido denota la certeza de que nunca se encontrarán físicamente. Ellas existen, otros como Roque Dalton han podido verlas, afirma Yadián. La ausencia es una condena en su búsqueda. Una constante poética definitoria en el texto.

  • Entonces decidí aceptar que existe, pero no para mí. (P. 51)

V

El viejo, la casa y ellas es un libro genuino. Un catalizador sobre la infancia. Yadián Carbonell no se oculta tras el poeta, no figura, no caricaturiza. Es capaz de utilizar los elementos sensibles que rigen su memoria en una poesía vivencial.

El lector podría encontrar el convivio desde el primer verso. La sencillez del lenguaje y la incursión del espacio/tiempo crean un registro sensitivo en un paisaje insular. No olvida. Se niega a la desmemoria. Habita una isla infinita, una tierra firme representada en imágenes propias. Su condición de náufrago responde a su exploración, a su praxis de vida. Ha heredado la santidad del viejo y ahora la convierte en palabras.

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  • Me encantó este trabajo el Tizaes el poeta y amigo que con su sueños llena las hojas blancas de su cuaderno, ese que todos queremos mirar…Gracias Yadian por tu poesía

  • Felicidades, Yadian. Te mereces este lúcido acercamiento a tu obra, siempre motivada por la relación con el otro, social o familiar, que también nos lee y construye. Un abrazo desde la República.

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