Áncoras en el Pabellón Cuba: De libros y ciudad (dosier)

Como quien juega a servir de amparo en el peligro, la editorial Áncoras, la primera de la Asociación Hermanos Sáiz, mostró su catálogo en la Trigésimo Segunda Feria Internacional del Libro de La Habana, que recién comenzó.

Áncoras, de la Isla de la Juventud, llegó al Salón de Mayo del Pabellón Cuba con ciudades, guaguas y libros. El espacio estuvo dedicado al premio Mangle rojo, evento de la iniciativa de la sede del propio municipio.

Cuatro de los títulos presentados son del 2020 en adelante y pertenecen a las cuatro ediciones más recientes del evento. ¿El primero? «El rumor de un lejano galope de caballos», de la autoría de Pablo G. Lleonart. Según Nelton Pérez, el poeta, el de la gorra, se trata de un poemario que sin dudas invita a leer.

Junto a Nelton y su presentación, Yadian Carbonell, más conocido como El Tiza, presidente de la sede de la AHS en Isla de la Juventud, dio pie a la poetisa Elizabeth Casanova Castillo, autora de «Poema sin ciudad», premio Mangle Rojo 2021.

Esta es la primera obra impresa de la poeta. «Me encanta el arte final del libro. Yo imagino otras formas de la ciudad dentro de él, desde puntos de vista humanos», comentó.

Las ciudades vinieron a la mesa a tomar café y beber poesía. También vino el libro «He visto llegar a los soldados», de Yasmany González Hernández. Dijo Mariolys Galiano Maqueira, quien lo presentó, que estas páginas pueden determinar la acción de culminar un viaje, un movimiento, la última línea pero, «¿qué pasa si son los soldados quienes escogen al autor para contar historias?», lo dejó a tu adivinanza.

Yasmany habla en «He visto llegar a los soldados» de hermanos de la misma madre y de bandos de lunáticos que salen a tirar piedras llevándose la cordura de un país entero.

En Áncoras, los libros también son inteligentes, como «Ovejas en el colimador», de Eduardo Daniel Rosell Herrera, premio Mangle Rojo 2023. La obra se divide en tres partes: la primera, muestra referentes, en la segunda el autor habla con ellos y, en la tercera, utiliza la obra de estos, a veces en su contra. 

«Es un libro que demuestra lo que se está escribiendo ahora. Existen personas que llevan años leyendo, escribiendo, y aún no han llegado a lograr un libro. Así es de duro», dijo Abel Guelmes Roblejo, pero allí estaban esas páginas, junto a las lágrimas de Abel.

«Lloramos porque eso es lo que somos y porque salimos a la calle a dar pelea y aun así estamos aquí, en las mismas condiciones que este libro, porque estar en la Isla también es terrible y, a pesar de eso, estamos», continuó El Tiza.

Después se habló de «Una guagua en un país», el más reciente libro de Yuliet Calaña. Nelton Pérez contó sobre la autora y que ella considera que sus textos son periodísticos y también son montar en una guagua, pero Nelton concuerda solo con lo segundo, porque según él, sus textos son arte y cuentos.

«Consecuencias a terceros» fue otro de los libros presentados, de la autoría de Mariolys Galiano Maqueira. Yadian aceptó las consecuencias de estos textos y leyó. Las páginas tienen bordes, van de alcohol, de sabores y tal vez no de sexo, sí de imaginación.

Entonces recordamos a Fito Páez en la canción «Ciudad de pobres corazones», porque «Ciudad de pocos» es el libro, otro de los presentados, de El Tiza.

Las páginas son un juego de acceso a una geografía limitada y un parque astral que ahora es vacío y se añora. Es un recorrido por zonas sensoriales, lo que convierte al libro en una ciudad cualquiera: la tuya, la mía, la que vio aquel día al despertar, antes de escribir la última línea y llevar todo el peso de la ciudad sobre su cabeza.

«Me despido de mi Isla como a veces del país, como me despido todos los días desde que soy un niño. En Isla de Pinos se necesitan los regresos», él cuenta y pregunta, ¿hay patria en las ciudades?

Entonces recordamos a Fito Páez y escuchamos. Tal vez es hora de aplaudir, pero poetas se han reunido en una mesa de locos con palabras y aún estamos aquí.


 


«Consecuencias a terceros»: aliento, portal, orgasmo… poesía

La poesía es un lenguaje que va desde la gestualidad hasta el roce tranquilo de una mujer que abre los ojos, las manos, y las piernas. Una mujer que no pide licencias ni tampoco se las concede al sol del macho que dice amor, yunque y deseo. La poesía es un carrusel para quien tenga el coraje de decorar sus pasos con el ritmo de ese poema simple que también es la vida. Libro puerta, que se abre como se las puertas de un teatro, como una casa de campo donde se anda desnudo con la decencia de una luciérnaga. Texto de largo aliento, provocador desde el instante en que grita.

Desde el verso extraño que te seduce como hilachas, como esas canciones que te hacen sudar toda la noche sobre la carne desconocida.

Mariolys Galiano Maqueira no se abre gratuita, no disgrega en el andamio, sobre el trapecio, no se abre al sinsentido.

Es su voz poética una invitación al escándalo pero solo con ella y con él.

La poeta dirige el baile y baila. Se diluye para que te vengas junto a ella al lugar de la culminación. Hay ardor en sus versos, cicuta, aguardiente y duendes de jardín. Consecuencias a terceros es una invitación al derecho femenino de romper las ventanas y construir un portal.

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Una ciudad de ¿pocos?

Ciudad de pocos es un libro que se abre a la ciudad; es un juego de acceso a una geografía limitada. Un viaje circular a través de varios elementos que componen la identidad de la urbe. Un parque astral que ahora es vacío pero el autor lo recuerda cuando no lo estuvo y lo añora, un parque que se hace perdurable gracias a la escritura del autor. 

“El parque insiste, aunque su tristeza se vislumbra en los arbustos domados que todavía lo acompañan”, recoge en sus páginas.

El libro es un recorrido por zonas sensoriales, sin mencionar lugares puntuales. Lo que convierte el libro en una ciudad cualquiera, de cualquier lugar del mundo. Ciudad de pocos podría ser tu ciudad, la mía y la del autor. Tú también podrías ser uno de esos pocos que la sienten y padecen… El lector puede encontrarse fácilmente en cada una de las páginas.

Yadian Carbonell utiliza el verso libre y la prosa poética como sistema. No hay metáforas grandilocuentes ni un lenguaje rebuscado. Es una poesía vivencial. La experiencia como puerta ante el viaje. Un recorrido que el poeta siente necesario, pero no lo sufre, más bien lo sueña, sueña la ciudad del futuro, sin miedos y sin las soledades actuales.

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Poemas para ciudades sin nombre

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