Juan Antonio Oliva y las guerras infinitas de la literatura

Juan Antonio es uno de esos amigos que, en las redes, carece de cuerpo físico pero que posee una fuerte espiritualidad simbólica. Añoro —y ansío— que de igual manera le suceda a él cuando conversamos sobre ciencia ficción y fantasía, sobre autores y autoras, sobre los desafíos del oficio creativo que hemos escogido como fe de vida.

Juan Antonio es, también, un autor joven que ya ha dado de qué hablar en tierras españolas y que —ese es mi sueño— espero pronto sea conocido en esta isla caribeña que comparte, con su tierra, una raíz común. Ya sea mediante el intercambio de convocatorias, de inquietudes, de buenas y mañas noticas, Juan Antonio Oliva Ostos es un escritor cercano, de pluma viva, de arte latiente.

¿Cómo es la salud del género fantástico en España y cuáles son sus principales retos para el futuro?

Pues a mi parecer, genial. Nunca ha habido tantos eventos como en los últimos años. Desde la mítica y longeva HispaCon que organiza la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror, pasando por el ya legendario Celsius 232, o el Festival de Fantasía de Fuenlabrada, o los distintos salones del Manga y el Cómic. También está el congreso internacional Visiones de lo Fantástico o el AnsibleFest, festival de ciencia ficción feminista, organizado por primera vez en 2018. Y, a nivel local, también es posible encontrarse con eventos más modestos. Por poco que se navegue, cualquier amante del género puede zambullirse en distintos portales web especializados. Además, hay multitud de certámenes y el creciente auge de editoriales (especialmente independientes) que apuestan por narradoras y narradores nacionales… Sin contar con los múltiples festivales de cine repartidos por la geografía.

Con todo, hay mucho camino que recorrer. Una apuesta mayor por parte de librerías generalistas o las grandes editoriales sería de agradecer. Más apoyo de los medios de comunicación. O incluir literatura de género en las escuelas tampoco sería una idea descabellada, con una oferta que al alumnado pudiese escoger y le pareciese interesante y, por supuesto, con una paridad en obras de autoras y autores. Tiempo atrás, la cosa era más oscura y complicada. En mi modesta opinión, se vive una gran época de cambios.

Como escritor joven, ¿qué buscas en tu obra?, ¿qué es indispensable para ti que un buen libro posea?

En mis obras busco pasarlo bien, siempre lo he tenido claro. Si no disfrutas con lo que haces (a pesar de los sufrimientos que padecemos los narradores al escribir), ¿cómo pretendes transmitir lo mismo a los lectores? Quiero vivir una aventura, es lo mismo que busco en las obras que me apetece leer. Si me traspasan sentimientos, mejor. Si me dicen algo o me hacen pensar, genial. Dicen que todo está escrito, pero puedes buscar nuevas fórmulas para contarlo y llamar la atención de los lectores, a la vez que les haces disfrutar y pensar a ellos. Ante todo, nosotros somos también lectores.

¿Cuáles son los temas y problemáticas que te interesa abordar a través de tu escritura?

El desarraigo, el conflicto de lealtades y clases, la supervivencia, la confrontación de los “yo” interiores, el fin de la especie humana, las posibilidades (o males) de la Genética y las Inteligencias Artificiales, la destrucción del planeta… También suelo tener personajes femeninos fuertes, que se valen por sí mismos, alejados de estereotipos lo más posible. Y normalmente lo hago, no lo busco, me sale de forma natural, con un tono melancólico a través de una narrativa poética.

En los tiempos que corren, ¿cuán riesgoso o difícil es el oficio del escritor?

Me encantaría vivir de la escritura y he escuchado cientos de veces que en mi país no se puede. Existe gente que se gana la vida con la escritura, créeme. Tal vez, la mayoría haciendo varios temas relacionados con ella… pero los hay. Sin embargo, en mi caso, tengo mi trabajo desde hace años y reparto el tiempo entre esa responsabilidad, la familia y las horas que me quedan libres para dedicarle un rato a las historias que se me ocurren. Y lo que suceda mañana, futuro ignoto, ya se verá.

¿Qué opinas de las escuelas de escritura creativa y cuánto han aportado a tu formación como escritor? ¿Son realmente necesarias?

Bajo mi prisma son una opción más que recomendable. Todos somos autodidactas de una forma u otra, e Internet te brinda la posibilidad de poder aprender sobre cualquier cosa, pero siempre habrá algo que se te escape. En mi caso, conocí la Escuela de Escritura del Ateneo Barcelonés allá por el 2010 y desde entonces no he dejado de formarme en ella. Y le debo mucho: mi escritura sufrió una agradable evolución en técnicas, estilística y más. Y, como me lo has preguntado, sí, creo que son necesarias.

En tu trayectoria literaria acumulas ya unos cuantos premios, ¿escribes para ellos o intentas que obras escritas previamente se amolden a determinadas convocatorias?

Escribo si se me ocurre una idea. Aunque es cierto que miro certámenes para ponerme objetivos, fechas de entrega e incluso ver las exigencias de las bases para probarme. Con mis relatos soy muy de reciclar, ¿por qué no adaptarlos y enviarlos a otro concurso? Si está escrito y confías en tu historia, no la guardes en el cajón o en un archivo, dale una oportunidad, dale las que sean necesarias. De hecho, algunos de esos relatos reciclados me han reportado gratas alegrías.

En el 2018, publicaste tu relato Las Guerras Infinitas, en la línea Pulp Stories (bolsilibros) de Cazador de Ratas Editorial, ¿puedes comentarnos un poco sobre el libro y tal vez aventurar qué de nuevo traerá el 2019 a tu trabajo?

Las Guerras Infinitas, como bien dices, es un bolsilibro, un relato de apenas cinco mil palabras del que me siento muy orgulloso por la historia que creé y las alegrías que me ha dado. Y es una distopía, con steampunk, que homenajea —entre otras cosas— a Ray Bradbury. De hecho, el protagonista, Ray, debe su nombre al Maestro. En la obra, nuestro desdichado protagonista descubre que es un mero objeto de lujo que creía ser parte de una familia, hasta que descubre que es un bioingenio, producto muy caro creado bajo las directrices y caprichos de sus compradores y cuya principal cualidad es la de ignorar la muerte y resucitar en cierto bucle (los bioingenios poseen tres vidas). Ray, hasta que se rebele, se verá obligado a formar parte de un juego siniestro donde deberá luchar constantemente a muerte en lo que se conoce como Guerras Infinitas.

Y lo que puedo deciros sobre el 2019 es que verá la luz, de la mano de Dilatando Mentes Editorial, mi primera novela: Durmientes. La obra es un híbrido entre ciencia ficción y fantasía, un homenaje, en especial, a El hombre en el castillo y Refugio del Viento. En la historia hay dos mundos y dos protagonistas. Y el tema principal de la novela es el conflicto de lealtades. En ella, los lectores podrán encontrar acción llena de adrenalina y aventuras. Es, en parte, una ucronía, ya que nos encontrarnos en uno de los universos con los alemanes —¿típico, eh?— que ganaron lo que ellos definen por Segunda Gran Guerra. Es 2012 y el imperio alemán, con Germania como capital, celebra los setenta años de la victoria.

Desde el principio veremos cómo la situación geopolítica es de completa tensión al vivirse una guerra fría contra el imperio nipón, el otro vencedor. Pero ese es el trasfondo visto a través de los personajes de ese mundo y lo que les envuelve, centrado en un islote en el que hay una base científico-militar en la que viven los durmientes, o pilotos de hipersueño. Luego, está el Otro Lado, conocido por los nazis como: Odinthal, que es un archipiélago, con sus personajes y características especiales. La confrontación de mundos será inevitable.

¿Cuáles crees que sean las principales deficiencias de los escritores en tu país y sus principales logros?

La cultura, en general, debería ser una prioridad para las instituciones, como sucede en otros países. Y en los medios de comunicación debería hablarse más de literatura, en todos sus géneros. Otra cosa que sería muy interesante es que hubiera una carrera universitaria de escritura, como por ejemplo en Estados Unidos, ya que aquí no existe nada semejante. Hay escuelas de escritura y talleres, eso sí.

También he visto en los últimos tiempos, voces que piden cambiar las reglas del juego del mercado editorial. Reformular el porcentaje que cobran los autores y cosas similares. Hay iniciativas y gestos; será un camino largo.

Y, como logros, pienso en la creación de eventos conjuntos para dar a conocer y apoyar la literatura de género. Talleres de creación literaria, más webs y blogs de reseñas y artículos con los que Internet cobra mayor importancia, al igual que las redes sociales.

¿Podrías mencionarme el libro que jamás escribirías y que, sin embargo, haya marcado un momento importante en tu vida o en tu escritura?

Y pese a todo, de Juan de Dios Garduño. Y no lo escribiría ya que Juan de Dios solo hay uno. Pero lo leí por la época en la que iniciaba los estudios en la Escuela de Escritura y pensé, tras haberlo disfrutado intensamente que, ¿cómo era posible que algo con el estilo anglosajón me hubiera fascinado tanto al estar escrito por alguien de aquí? Era su narrativa. Y eso me hizo valorar y leer más autores y autoras nacionales, a quienes apenas había hecho caso. Llevo años poniéndole remedio. ¿Sabéis? Me hice una pregunta y la recuerdo a menudo: ¿cómo pretendo escribir en mi lengua y soñar con ser publicado en mi país sin leer los narradores de aquí? Y en esas estoy.

Para ti, ¿qué es un autor de culto y a quiénes clasificas como tales?

Es una pregunta complicada, y según el prisma de quién mire. ¿Y qué es de culto? ¿Qué lo define como tal? ¿Podría decirse de culto igual a popularidad? Para mí, y es mi opinión personal, autores de culto serían Emilio Bueso, Rosa Montero, Juan de Dios Garduño, Carlos Sisí, Laura Gallego o Guillem López, entre otros y otras.

Y por último, si solo quedara tiempo para escribir un último libro en el mundo (imaginemos este universo donde nos espera un apocalipsis cósmico o bíblico) y fueras tú el encargado de llevarlo a materia física, ¿de qué escribirías?, ¿qué historia desearías contar para que fuese la última?

Ninguna. Le cedería el papel de testigo a cualquier otra persona y me dedicaría a mirar a los ojos de aquellos que más me importan, con una gran sonrisa, abrazos y «te quiero», hasta el final. Y, a los que ya no estuvieran, los recordaría.

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