Entre ráfagas de estrellas, Onel

Lo que hace la literatura es lo mismo que una cerilla
en medio de un campo a mitad de la noche.
Una cerilla no ilumina apenas nada, pero nos
permite ver cuánta oscuridad hay a su alrededor.

William Faulkner

Resulta común que la gente normal, en su empeñada búsqueda de lo alegre y hermoso, caiga en manos de la poesía. Y en ese camino, llegan las personas a un punto tal de gracia que no les queda más que entregarse a ella como doliente a un remedio santo. Solo que a veces, en un acto de total egoísmo, es la poesía quien se mete en la vida de la gente y, sin preguntar, roba sus noches.

Onel Pérez Izaguirre tenía apenas 20 años cuando el viento de la poética entró a su habitación una madrugada para desordenarlo todo. Cuenta que no le dejó dormir, que conquistaba su cuerpo y desde entonces intenta él dominar aquel impulso donde todo se traduce a estrofas y versos.

«Yo no la escogí, ella me escogió, y escribo para salvarme, para nombrar o darle significado a las cosas», enfatiza el novel bardo acerca de sus andares por el universo poético que lo habita.

Este joven santiaguero, psicólogo de profesión, fue galardonado con el Premio Calendario 2023 en la categoría de Poesía que otorga la Asociación Hermanos Saíz. Él confiesa que intentar retratar la sociedad resulta en ocasiones un proceso difícil, como compleja es ella en sí.

Su literatura, según contó en una ocasión a la página digital Claustrofobias, «ronda lo marginal, los temas sociales, los borrachos, la familia que no tiene un pan para llevar a la mesa, y el poder visto como una máquina que lo controla todo, que lo vigila todo».

Narrar el mundo y la gente lleva, a veces, un poco de valentía, remarca; probablemente desde una habitación llena de libros, herramientas muy útiles para un hacedor de historias.

En ese sentido, Onel apunta que «el proceso de creación es muy difícil. Más que un poeta, soy un artesano. Después que escribo, veo el poema y corto todas las ramas que me parezcan podridas. El poema forma parte de la luz y tengo una gran responsabilidad con el momento creativo. Es parte de mí. Está en mi sangre».

Él es de misticismo y estrellas. No cree en las musas, pero sí confía en un «algo» divino que cae en la mente de quien convierte ideas en letras. Puede de esa forma, algo telúrica, haya concebido Cables de alta tensión, el cuaderno laureado con el Calendario 2023.

De asombrosa madurez y fiables armaduras catalogó el jurado de los premios al poemario de Onel. Para él esta constituye una obra soñada, sí. En su mente de escritor pensaba en una máquina llena de tuercas y grasa. Un aparato que transformara un poco el modo de percibir al poeta, que lo acercara más a esa sociedad en la que vive.

¿Hoy? Hoy solo sueña en llegar más lejos, en encontrar una vía distinta de decir las cosas, cada vez más cercana a la gente.

Precisamente, el bardo considera a la AHS como una oportunidad para catalizar caminos y alcanzar reconocimiento en el público nacional e internacional: “Te pone espacios para que le des voz. Pero todo depende del creador y de lo que quiere”.

El joven —enfatiza— comulga con eso que llaman libertades individuales, y que para él tiene un gran peso en el acto de escribir, de salvar el alma y, ¿por qué no?, de salvar un país.

Onel confía en el inmenso acto de la lectura de los adentros, en la búsqueda de alas nuevas que también brotan de viejas espaldas; asume, convencido, el acto purificador del dolor y del sacrificio de nacer y renacer.

Onel cree en Dios, en la contradicción y en las estrellas que llueven como ráfagas sobre tejados de zinc; cree en el mágico poder de los cuerpos celestes en combustión y en la energía explosiva de un verso.

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