El lugar memorable

Cuando leí el volumen de cuentos de Elaine Vilar Madruga (La Habana, 1989), Culto de acoplamiento (2015), me resultó “curioso†que el relato homónimo cerrara dicha compilación.

Ahora bien, no hay que olvidar que es el lector quien arma su propio libro y lo hará siempre de la manera que mejor le convenga. Porque en este sentido, la forma de leer sí le puede aportar significados a lo leído. Además, habrá una prolija comunidad de lectores con maneras bien personales de acercarse a la obra literaria.

Es cierto que no existe una técnica palpable y popular para la conformación de los libros de cuentos. Los hábitos en este sentido son muy variados y depende, sobre todo, de la estética y la funcionabilidad. Por ejemplo, si el libro será enviado a un concurso, habría que pensar en la disposición de cada texto para impactar al jurado;  si fuera para una editorial, la cuestión podría ser diferente y permitirse ciertas libertades.

La experiencia me ha enseñado que los grandes autores prefieren colocar esa narración en el lugar más privilegiado, sea cual sea.

Pareciera a simple vista que es casual, pero según las distintas dramaturgias planteadas y sugeridas en el libro, el asunto se complica y se vuelve casi un ejercicio de causa y efecto. Pero lo que sí es un hecho es que sobre este cuento ha de posarse toda la atención del lector y, con lo mismo, todas sus expectativas.

Revisito a Borges, en el que en casi todos sus volúmenes de narraciones es así. Juan Rulfo coloca El llano en llamas justo al medio, como si dividiera el libro en dos partes simétricas: de un lado las narraciones más terrenales, y después del cuento que da título al libro, las historias tienen un matiz más de otro mundo. García Márquez colocaba este ejemplar también al final, salvo en Los funerales de la Mamá Grande (1962) que prefirió el penúltimo puesto y en La increíble y triste historia de… (1972) donde también lo dispusiera justo al medio. Nuestro Virgilio Piñeira dejaba el término del libro para el cuento que le diera título, salvo en Cuentos fríos, que posee un nombre genérico; y en Muecas para escribientes (1987), donde es colocado en el mismo centro del mismo.

La ejemplificación podría ser aún más larga, pero se trata de analizar el lugar que le otorgara Elaine Vilar a la destacada narración. Pensar, como a viva voz, cuál sorpresa nos trae dicha decisión.

Lo comparo entonces con la estructura de una casa para que su visualización sea más práctica y de fácil comprensión.

Sabemos que en la mayoría de las viviendas cada habitación cumple un papel determinado. Y no todas tienen el mismo tamaño y confort. Digamos, entonces, que un libro de cuentos tendrá que suplir las funciones de una morada por lo que el lector andará por él a la busca de comodidades entre otras cosas.

En nuestra psicología, para el estudio de una situación familiar determinada, se hace necesario acudir a un organigrama en el que se tendrá en cuenta el lugar que se ha destinado no solo al paciente, sino, también, al miembro más importante de la familia, y a los niños. Asimismo, el feng shui nos da algunas ideas de cómo distribuir a los miembros de la familia por las habitaciones, según los campos de energía que las mismas poseen y la posición cardinal del inmueble.

Nada es casual.

Todo esto me lleva a pensar que en Culto de acoplamiento, el lugar reservado es el preciso para darle feliz final a la idea del libro. Y entraré a analizar algunos detalles que, si bien no son grandes descubrimientos, podría hacer la lectura más fácil a quienes, como para mí, la lectura es un franco ejercicio de raciocinio. Soy un lector bastante disciplinado y arrojado por el ejercicio de la investigación artística.

¿Por qué Culto de acoplamiento? Ya desde el título de la narración se nos dan algunas coordenadas. Culto es la acción de reverenciar algo que para algunos es sublime. Puede hacer de forma grupal o personal. Y cualquier cosa puede ser el objeto de adoración. En este caso, se trata del acoplamiento. Que viene de unirse.

Cuando dos seres vivos se acoplan no solo se funden sus materias, sino también su espíritu y esencias. Para un ser con alguna inteligencia, se unirían subjetividades, experiencias y algo del amor. Casi siempre al acoplamiento le sobreviene un efecto, una creación. Sin caer en absolutismos.

¿De qué va la historia? Ya sabemos que se podría tratar de algo sexual o, por lo menos, erótico. Y eso nos llamará aún más atención, avivará el interés.

Cuando somos los testigos de Serm, investigadora que tiene una misión que cumplir en el planeta de los mudgorgs, enseguida nos ponemos de su parte y hasta podemos ir entendiendo su psicología, el porqué de su estado de desánimo. El drama de que el sexo lo es todo para los seres vivos, incluso en la Tierra, es demasiado reduccionista para ella y no cree que sea necesario perder el tiempo en una misión como esa.

¿Cuál es la misión? Ha de escudriñar el acoplamiento de los mudgorgs con sexos como lanzas y estrafalarios cortejos. El objetivo final de toda esta vigilia es adueñarse de los supuestos conocimientos y poderes que esa especie parece mantener oculto a los ojos del mundo, aunque Serm solo cree que esas historias son pura habladurías.

Ella es descubierta por uno de los mudgorgs, quien ha olido su esencia femenina y quiere copularla.

Para Serm, “envenenada†por la savia de los mudgorgs este ser es el Hombre que tanto ha esperado y vive ensoñaciones casi mágicas mientras dura la cópula.

El asunto se vuelve retorcido cuando nos enteramos de que todo es una trampa. Desde la base espacial de la Tierra, se empieza a recibir la información deseada de los habitantes de este planeta y todo desde que se consumó el acoplamiento.

El cuento es hermoso y nos da una clara moraleja sobre la esencia infrahumana del ser humano y sus afanes de codicia. Bien narrada, esta invención consigue su objetivo, que es atrapar al lector y dejar que saque sus propias conclusiones.

Pero no considero que sea la mejor pieza del volumen. Sostengo que le sobran algunos detalles que no le aportan a la trama y que, de alguna forma, hacen que se aleje de ese paradigma del cuento que tanto proclamaban Quiroga, Chéjov y hasta Juan Bosch. En un cuento, los demasiados detalles hacen que se disipe la esencia del género.

Con la inserción del punto de vista del mundo mudgorg, diálogos incluidos, se pierde un precioso tiempo y la tensión. Con la demasiada enumeración del ensueño que vive la protagonista, también. Son destellos que, quizás, con una acuciosa edición se hubiesen resuelto, si antes la goma de borrar de su autora no le pasó factura. Detalles que no empobrecen la calidad del texto, pero que sí pesan.

Y pesarían también en un lector, como yo, que no desea perder tiempo, sino más bien ganarlo. Una buena lectura nos aporta mucho, sobre todo en deleite y esparcimiento. Y ya eso es ganancia.

Lo hermoso de este texto, más allá de sí mismo, es la invitación que nos hace al primer cuento de la obra. Y pareciera establecer una conexión mística, como de la serpiente mordiéndose la cola. Recordemos que en su génesis, Culto de… arranca con “Al séptimo díaâ€, que versa sobre un “hombre†que decide “dormir†para crear un mundo nuevo. Quizás ese mismo hombre es el que se acopla a Serm en su “delirio†y le hace ver maravillas.

Todo pareciera encajar como un mecanismo de relojería. Nada es casual, pero sí fastuoso.

Recordemos también que el tema que pareciera gravitar por sobre todos los cuentos tiene que ver con la familia, con la extensión del ser humano. Y para que esto ocurra, ha de existir el acoplamiento.

La numerología nos ayuda a entender, además, la causalidad de que sean 11 cuentos. Y que sumados 1+1 resulte 2. Número que significa familia, pareja, cooperación y entendimiento, estabilidad y receptividad. Más todo aquello que se podría abrir a la secuencia Fibonacci por la suma de dos números.

Así llego a la teoría de Hermann Ebbinghaus, en su estudio Sobre la memoria (1885) y en el que nos explica que la intensidad de un suceso es lo determinante en la duración de su recuerdo en nosotros. Así también establece que, por lo general, lo primero y lo último de una serie de elementos percibidos es lo que más perdura en nuestra memoria. Y en el olvido, entonces, queda lo intermedio.

Nada es absoluto incluso en la ciencia.

Culto de acoplamiento no será el mejor cuento del libro, pero le da su título y conceptualización. El mensaje que pudiese transmitir es poderoso y legendario. “La salvación está en la familiaâ€, parece decirnos. Elaine Vilar Madruga lo ha colocado en una parte importante de esa “casaâ€, y me gustaría pensar que es para que quede en la memoria del lector. Ese ente casi fantástico que le gusta sopesar y sospechar de todo lo que lee, incluso, de sus propias letras.

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