Alfarero de la belleza (audios, fotos y poemas)

Esbozos de perfiles en blanco y negro, con aforismos disímiles, están dispersos ante mis ojos. Mientras, los acordes de Over the rainbow (en español, Sobre el arcoíris) toman la cocinita y el patio, en donde Lezama, la mascota de casa, aúlla la melodía. Si por casualidad el clarinete da una nota falsa, mi anfitrión explica con toda naturalidad que no es su culpa, que le falta esa tecla y no ha tenido tiempo para componerlo.

Entonces comprendo que alguien más estuvo ojeando los dibujos dispersos sobre las losas carmelitas del mini bar de Boitel. Que muchísimos otros reporteros han debido interpelarlo desde que apareció la noticia de su Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén. Y me siento un poco dichosa de compartir este espacio privado con uno de los poetas más célebres de Cuba, dueño de una casa en donde cohabitan ángeles dorados y brujas voladoras, y dueño también de una sencillez cómoda, de una suerte de espiritualidad muy rara y agradable.

Dicen en la villa, que tanta gloria se debe a que Remedios la bella besó sus manos con alquimias de poesía y que en agradecimiento, Luis Manuel Pérez Boitel trajo hasta su regazo más de medio centenar de premios y lauros de casi todos los tipos y desde los más remotos parajes.

Entre estos, el Premio Internacional de Poesía Manuel Acuña en Lengua española, en México, con el poemario Artefactos, para dibujar una nereida así como el Premio a la Trayectoria de SELAE que otorga la Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos, con sede en Italia, por el conjunto de su obra poética. Dentro de Cuba lo prestigia el Premio Casa de las Américas y entre más de una veintena de certámenes importantes, el reciente Nicolás Guillén.

El intérprete de Over the rainbow, y el firmante de aquellos dibujos sobre cartulina, realmente es conocido por unos cerca de 25 libros entre poemarios, prosa poética y crítica literaria. Es asiduo en eventos de gran prestigio dentro y fuera de la Isla. Ha recibido condecoraciones como la de Hijo ilustre de la Villa de San Juan de los Remedios, en la provincia Villa Clara, así como la Medalla por los XXV años de la Asociación Hermanos Saíz y la Distinción por la Cultura Cubana. También es Miembro de honor de la Unión Hispanoamericana de Escritores.

Una vez que nos ponemos serios me muestra la que asumo como biblioteca o cuarto de estudio. Lecturas y borradores están en pilas o regados por el piso, al pie de la computadora de mesa, me hacen pensar que Boitel no tiene horarios establecidos para concebir un verso, sino que brotan de él como un artefacto divino.

¿Te planteas la poesía como un oficio o como una forma de asumir la vida?

Yo creo que ante todo la poesía es una necesidad espiritual. Pero también uno está apostando por edificar una especie de monumento que valide la estética propia y esa visualidad que tenemos sobre la vida y sobre el mundo mismo. Te exige superación como cualquier otro oficio que se hace día a día. Por ejemplo, lecturas que mejoren la estética que uno pudiera asumir como perspectiva de su obra. Pero también el arte y la literatura se pueden sostener sobre experiencias vitales que son mucho más enriquecedoras que el oficio.

En el año 97, apenas egresado de la Universidad Central de Las Villas, ganas con el poemario Unidos por el agua, el premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara ¿Cuándo decidiste darle formato de poeta a toda esa sensibilidad que te habita?

Cuando estudiaba en la Escuela Primaria “Alejandro de Río” estuve vinculado al taller literario de una asesora importante en Remedios, Yolanda Meriño. En esa etapa también estudié artes plásticas, danza, guitarra, trompeta. De pronto estaba en una clase de ajedrez, o de pin pon, o de atletismo. ¡Hasta esgrima practiqué! Se trataba de esa belleza que tiene la infancia de indagar, explorar, que deja una huella en las personas, aunque no tengas asumido tu camino. Recuerdo, por ejemplo, que en el año 80 fui el mejor lector de un grupo que habíamos formado aquí en Remedios.

Todo esto generó que en mi etapa de universitario me vinculara al círculo de escritores de Santa Clara, a través del taller que se realizaba en la UCLV. Comencé a participar en festivales estudiantiles y estaba al tanto de las nuevas publicaciones. Algunos autores llegaban hasta allí y sostenían ese diálogo tan importante con los jóvenes. La facultad tenía el encanto de estar asociada a la carrera de Filología y a veces algunos  amigos me pasaban las obras de su plan de estudios.

Luego sucedió que, aunque me gradué con un promedio de 5,56 puntos, tuve dificultades para obtener mi ubicación laboral, y me sumergí en la literatura. A todo esto, se sumó que mi padre, a quien le dediqué mi primer libro, murió dos años después con un periódico en las manos que anunciaba ese pequeño suceso editorial. La emoción de mi primer libro publicado por Capiro y el orgullo de mi padre fueron motivaciones suficientes para seguir escribiendo poemas.

tomada del perfil de facebook del entrevistado

En el 2002 te agencias un puesto dentro de la élite latinoamericana cuando el poemario Aún nos pertenece el otoño resultó Premio Internacional Casa de las Américas, entre 354 obras de 18 países. ¿Qué significó para ti?

Empezó prácticamente una carrera maratónica sobre la que ahora mismo me pregunto; ¿cómo pude escribir tanto en tan poco tiempo? Solo sé que siguieron sucediéndose proyectos. Miraba la poesía con diferentes perspectivas y en esa medida iba cambiando de figuraciones, enriqueciendo el mundo imaginario que rodea a la poesía.

Marcas estilísticas de tus textos podrían ser: la peculiaridad con que abordas la naturaleza humana, las imágenes exquisitas del mundo exterior, la temática amorosa…

Trato de que mis libros sean diferentes. Por ejemplo, Para no quedar en el Andén[1] cuenta un viaje en el tren espirituano desde La Habana. Es una especie de poesía río de cien páginas. Mediante una fusión entre lo poético y el lenguaje narrativo, fundamentalmente lo coetáneo, intento crear mundos paralelos. Cuando lo comparas con La Sagrada Familia encuentras la misma fluidez, el mismo choque poético y de tiempo narrativo, y una visualidad estética de un hecho que puede ser comprensible mediante la poesía. Pero tanto este como Aun nos pertenece el otoño; tienen otra vertiente, otra ilación.

Creo que esto ha sido un divertimento durante toda mi vida; que los libros sean fundamentalmente una propuesta artística. Como una especie de pieza de teatro detallada y preciosista en todos sus aspectos. Para que haya dramaturgia y versatilidad a nivel de tono y de tiempo poético.

Yo no escribo ningún poema aislado, yo escribo libros y los concibo como propuesta estética que funcione como un artefacto de cierta belleza.

Tu propia obra ha sido sometida, con éxito, al ojo crítico de importantes jurados. Has ejercido tú mismo la crítica. Pero, ¿cuáles autores son aquellos que ganan tu admiración?

Yo leo a todo el mundo. Cuando egresé de la universidad, con un raro misterio fui sustituyendo mis libros de derecho por libros de poesía. Rilke me gusta mucho[1], Siempre creo que todos los poetas admiramos a Mallarme, Rimbaud, la poesía francesa, la española del 27. En la poesía cubana te pudiera mencionar a Martí, a Julián del Casal, a Heredia y a la poesía de Orígenes con exponentes como Lezama y Eliseo Diego.

En una ocasión, hace unos 20 años, el escritor y periodista santaclareño Arístides Vega escribió acerca de la obra de su coterráneo: “Testimonios de soledad, de amor y desamor, de dureza y vitalidad…”

La Naturaleza del Estío, poemario ganador del Permio Nacional Nicolás Guillen, ¿qué temas va dejando atrás y qué novedades propone?

Es un libro donde exploro el contexto del país, el tema de la insularidad, la belleza de los campos. Me inspiro en los poetas origenistas que manifestaban la estética de la genealogía insular. Porque como acuña Cintio Vitier la historia de Cuba y sus poetas se han refugiado en la contemplación del paisaje.

Quise concebir una obra que afianzara lo cubano y la belleza de nuestra vida a modo general. La contemplación de nuestros paisajes me permite encontrar la paz que uno pierde en la vorágine de otras cosas. Encontrar un refugio que no atente contra la belleza.

¿Te sientes partícipe de alguna generación o movimiento especifico de poetas?

Las generaciones se han acuñado a partir de un estudio de la crítica literaria sobre las principales vertientes que se han sucedido en el país. Lamentablemente, cuando uno estudia a Portuondo y Mirta Aguirre, puede apreciar que sus conceptos de generación se refieren a una academia, pero no se enmarcan en un tiempo mismo, como sí lo hace hoy por hoy la crítica; que segmenta como si fuera un chorizo la generación del 50, del 70, del 80, etc.

No se puede buscar una ruptura estética por década, porque no te da la medida de la dimensión o la visualidad que pueda tener la poesía misma. Se debiera, en este sentido, hacer estudios más amplios que comprenda un distanciamiento aeectivo y en el tiempo a la hora de validar, por ejemplo, el estado actual de la literatura. Porque muchas veces se obvian voces y no se abarca lo que está sucediendo realmente en las provincias.”

¿Cuánto duele escribir un poema?

Más que un dolor es un placer. Hedónicamente una aptitud. Es visualizar algo que ya estaba escrito en mi memoria. Cuando lo leo transcrito al papel me doy cuenta de si es verdaderamente bueno o no.

Boitel al igual que su coterráneo Caturla nunca ha abandonado Remedios…

Uno tiene que estar donde es feliz.

Publicada por Luis Boitel en Martes, 11 de febrero de 2020

Después de un Casa, un Nicolás Guillen, entre más lauros internacionales, ¿hacia dónde se empinan sus ambiciones literarias?

Uno no escribe nunca para premios, estos solo llegan. Lo importante, más allá de la dotación económica, es ganar un lector, establecer diálogos y ganar un poco de tiempo para poder seguir escribiendo. Los premios validan tu obra, pero uno escribe para las personas. Entre las cosas que estoy soñando se encuentran algunos guiones para teatro. Es un mundo del que me gustaría beber más.

Le diré algunas palabras que extraje al azar de sus poemas, ¿podría decirme que evocaciones le traen?

—Adelante

Andén

—Ese lugar a donde todo el mundo va.

Árbol

—La dimensión de lo que se puede alcanzar

Espuma

—Es como un segmento que va dejando el tiempo

Belleza

—Lo que pretendemos encontrar

Casa

—Puede ser país, continente.

Poesía

—Es algo que va a sobrepasar la vida y que siempre querremos defender como si fuera realmente el reino de Dios.

 

CARTA ASTRAL PARA DIBUJAR UNA REALIDAD QUE NO ENCUENTRO EN TU NOMBRE

 

Qué puedo decirte, madre mía, a la hora del mal dormir entre jeringuillas y fragmentos de un linfoma que parece te llevaba poco a poco. Después del chinesco hospital, los cristales de la noche, el traspiés que oficia el cáncer entre tus arterias, cómo decirte tanta verdad, una verdad absoluta que no podría creer nunca, por la que respondías como un animalito tembloroso, el más frágil de los animalitos asediado por la multitud, imposible de entender en su propia sombra. La definición de un extraño sueño que descubro en tus ojos, en la planicie de tus ojos, por ejemplo, cuando acudíamos a la salita del hospital y yo te ofrecía regalos para que no imaginaras la sangre que faltaba, los estertores de esta aciaga existencia de la que no puedo despedirte. Entonces indagabas el porqué de aquella gente moribunda cruzando frente a nosotros, por qué tanta soledad en los rostros de los paseantes y de uno mismo.  Nada nos era ajeno, ni apenas el día que me dijiste que no querías ir más al tratamiento, que ya las venas habían colapsado y que era algo injusto que no podía seguir ocurriendo. Entonces mirabas alrededor, y no hallaba razón ni pedestal, no hallaba el sendero para trasmitirte el estado de necesidad, las injusticias de Dios, y de la vida que siempre es incierta. Duró un año el temor, la súplica y el desasosiego de cuidar de ti, madre mía, de sentirme a tu lado el más pequeño de los hombres, un principiante, el incomprendido por la turba, el que escapó de todo pacto por alcanzar la felicidad, y tú no sabías nada; en ese instante donde decidí dejarlo todo a Dios, pero salvarte. Así fue la rutina de los días, la búsqueda por minimizar las secuelas de las quimioterapias y de tus venas necrosadas.  Madre mía, qué difícil es dejarte en un poema para que elijas entre la pátina de la enfermedad y la manida palabra existencia. Qué difícil es dibujar una realidad que no encuentro en tu nombre, cuál misterio ofrece Dios para que la muerte no sea ni el fin ni el principio. A duras penas, puedo explicarte, madre mía, sobre estas cosas, y temo en el aciago tiempo que nos encumbra, mientras te preguntaba por los árboles del patio, por los días de navidad y la familia. Qué puedo hacer, madre mía, si no pude sustituir mis venas por las tuyas, si en tu mirada siempre encontré un rencor injusto, diría yo, amargo, por la inexplicable hora de la transfusión, por la herida que mucho más se hacía en mí junto al lamento. Nada sabías, madre mía, nada sabías. Cómo podré revivir tantos motivos diversos, fingir que se está feliz por el hecho de hablar de la felicidad. Callar simplemente, cambiar de conversación como si nada sucediera, pero es terrible el candil y la expectativa por los medicamentos que no llegan.  Mientras prefiera que sigas peleando por la casa y el país, insistir que todo ha sido un sueño y tenga lágrimas nada más, y no pueda hablarte de porvenir, de los hijos que no sé si tendré; ah para qué tantas preguntas. Madre mía, si un día piensas que intenté escapar de esa realidad, que no cuidé bien de ti, que también he sido un animalito tembloroso perdido en su soledad. Qué puedo decirte, madre mía, que me perdone, que me perdone.

 

CANCIÓN RUSA PARA DELFÍN PRAFTS

Siempre hubo alguien entre tú y yo

siempre hubo algo poderoso intercediendo

Delfín Prats

 

Apenas bastaría la primera y única carta para cortar

estas amarras que ha dejado el tiempo, pues ciertamente Delfín,

siempre hubo algo entre tú y yo, que no puede ser

comparable a estas calles de Rusia que van cambiando

de nombre, de simetría sobre la noche,  tártara noche esta,

de justificación para nosotros mismos. 

Quién pudo cruzar tantos océanos para llegar a tu inexplorable isla

fue un cobarde, alguien que no tiene excusa

para dejarte un sobretodo con la postal de 1980, una canción rusa

y aquel poema que me dedicaras, desde un olvidado parque de Holguín.

A quién pude callar en esa soledad inequívoca de bancos dispersos,

en esta mutilación que los periódicos hacen, si en aquel poema

tenía yo la mejor carta de triunfo, unos veinte años menos.  Pero te marchaste

Delfín, sin darme aquellas otras pruebas, en la catedral

del Cristo Salvador las estampillas no son iguales, tu nombre

por ejemplo, un garabato en la pared en sepia. Un trago de vodka a granel

como salutaciones de estas otras comarcas por la soledad y el tiempo

que nos deja, como magro cielo sobre las cosas que ya no están.

Mi casa ha sido de alabastros  y libros que en invierno cubren y soportan

esta rara manía de llamarte, de no saber ya nada de ti. Dividiría yo los días

por uno de esos licores rusos y ese modo de hacer

el amor sobre tapices famosos y libros de algebra analítica.

Para qué tanta poesía ─ me dijiste ─ muchacho, tan bello como la nieve

de San Petersburgo.  Entonces nunca más supe de ti.

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