«No sé si la literatura me eligió, pero yo sí la elegí a ella»

En una Cruzada Literaria —hace ya algunos años— conocí a Evelin Queipo, una autora que apuesta por una literatura crítica y sin fronteras. Ella sabe que el talento no eclosiona fácilmente. Por eso, quizás, es que Evelin se manifiesta como una autora paciente y algo silenciosa. Silenciosa y creadora, porque es preciso decir que los motores de su arte no paran nunca de moverse.

¿Qué es lo que más valoras en la formación de un escritor?

Valoro la asimilación de lecturas, de contenidos, la asimilación de las críticas negativas. Conozco gente que lee de manera voraz y de todo; pero son incapaces de reflexionar en torno a eso que han leído. Entonces, si leemos y no interpretamos, o no asimilamos el mensaje, no ha servido de mucho la lectura.

 Respecto a la asimilación de contenidos sucede casi igual. Si estudias una carrera de humanidades, perteneces a un taller literario o a un Centro de Formación como el Onelio, y no asimilas el contenido que te imparten, se ha perdido el tiempo asistiendo a clases.

 Y finalmente las críticas. Si alguien se rehúsa a escuchar críticas, si solo quiere opiniones favorables u opiniones “autorizadas”, nunca mejorará demasiado. Yo siento que uno crece cuando es capaz de asimilar verdaderamente esa crítica que dolió, que nos hizo lanzar un texto a la basura.

Y acepto las críticas de donde vengan: de mis alumnos del taller, de los niños con los que trabajo, de los lectores más diversos y casuísticos, y de los grandes escritores también. En un primer momento, mi sistema defensivo se rehúsa a aceptar la crítica, pero después viene el tiempo y se encarga de demostrarme si había o no razón en ella.

¿Qué es lo que consideras como madurez literaria? ¿Se puede ser un autor maduro con independencia de la edad biológica?

En su sentido más amplio, madurez indica la llegada a un nivel completamente funcional del desarrollo. Pero, ¿cuándo y cómo puede un artista o escritor demostrar que lo que hace ha llegado a la etapa superior de su desarrollo? Eso puede suceder a cualquier edad. Ejemplos hay de quienes alcanzaron su madurez literaria en la adolescencia y juventud, y quienes tuvieron que esperar a los 50 años para dar lo mejor de su producción artística. Pero en cualquiera de los casos tiene que pasar el tiempo para poder estudiar todo el corpus literario de ese autor, analizar, comparar.

Si te lees los primeros textos de García Márquez, su periodismo, por ejemplo, hallarás textos maduros, magníficos, excelentes. Pero después vivieron otros muy superiores que dejaron a aquella producción en franca desventaja. Lo que quiero decir es que en sus textos primerizos puede encontrarse madurez literaria, pero muchos críticos te dirán que el Gabo llegó a su madurez mucho más tarde.

¿Por qué eliges la literatura? ¿Cómo transcurren tus procesos creativos?

No sé si la literatura me eligió, pero yo sí la elegí a ella. La elegí porque me gusta leer, y me resultan inexplicables los resortes que mueven la creación literaria. Me gusta mi idioma, que es muy sonoro y musical, me gustan las lenguas, me gustan las rimas, los cuentos, vivo enamorada de ese mundo. No sé vivir si no es en un ambiente literario y creativo, rodeada de niños, que son unos creadores magníficos y nunca bien comprendidos. Me encanta que me asalten con un buen poema o un excelente minicuento. Pero, por favor, que nadie se tome esto demasiado en serio. No me acosen en la calle. (Risas).

El proceso creativo tenía antes en mí un momento específico, pero ya no. Ese proceso transcurre lento y no para jamás. Siempre estoy mascullando algo, un poema, una idea, un cuento. Si la idea se resiste, puedo darle vueltas durante años. Eso lo aprendí de Heras León: “cada cuento tiene una forma especial de ser contado. Nuestra misión es encontrarla”.

Aunque te describa mi proceso creativo, me quedo corta. De más está decirte que investigo primero, que estudio un pocotón, que no me atrevo a poner una letra si antes no me he preparado. Pero sigue siendo un misterio el proceso creativo.

Te pongo este ejemplo. Una vez tuve una idea para un cuento. Me pasé años estudiando el asunto, pero no salía. Una madrugada, presionada porque me faltaba una cuartilla para completar el número de páginas de un concurso, me senté y lo escribí de un tirón. Una idea que trabajé durante años quedó reducida a 20 líneas. Al otro día se lo leí a un amigo muy crítico, a ese que no me perdona una, porque yo tampoco le perdono nada a él. Resultado: pude ver el asombro en su cara. Pude ver el efecto que ocasionó el final sorpresivo. Creo que si ese amigo no me mintió con sus gestos, con sus palabras, hay que darme un palo en la cabeza para convencerme de que está malo el cuento que escribí aquella noche.

¿Existe una fórmula, fija o no, que procure como resultado el nacimiento de un buen libro?

Hay fórmulas fijas. Claro que sí. Una de ellas puede ser dominar las técnicas narrativas. Eso es vital. Hay quien no las puede nombrar, pero sabe usarlas, porque imita modelos. Otra fórmula es conocer qué quiere el lector para el que trabajas, qué busca. Luego se lo das. Pero también hay que manipularlo. Hay que agarrar las emociones como quien se agarra las partes blandas. Luego aprietas, cosquilleas, masajeas, hasta que saques una lágrima, una risa, una carcajada, una reacción emocional cualquiera.

Si las reacciones le duran al lector, date con un mazo en el pecho, hiciste un buen libro. Eso sí, como el asunto es netamente emocional y, por tanto individual, un mismo libro puede ser excelente para unos y muy malo para otros. Nunca tendrás una opinión general.

Se ha comentado, no en pocas ocasiones, que la literatura joven cubana sufre una “crisis” creativa. ¿Qué opinas de estas afirmaciones? ¿Se han perdido los afanes de contar o ha disminuido el talento?

¿Acaso esos comentaristas se leyeron el cuento de Cirilo Villaverde que sirvió como boceto a Cecilia Valdés? Se publicó, y en opinión de varios críticos es un cuento de escasa factura. Y si te pongo otros ejemplos (nada halagüeños) de grandes escritores, seguro no me creerías, pero igual podría catalogárseles como víctimas de la “crisis” creativa.

Sin embargo, en el peor de los casos esa “crisis” se ha creado aquí mismo, la han creado muchos de los que hoy acusan a la “literatura joven cubana”, porque ellos mismos han sido los jurados de los concursos que los han premiado. Tampoco tengo la posibilidad de leer a la joven literatura francesa, española, norteamericana, argentina… Creo que muchos tampoco la tienen. Sin un estudio comparativo no me atrevo a afirmar que la literatura joven cubana sufre una “crisis” creativa. Se puede especular con esa afirmación, pero demostrar que es cierto… son otros cinco pesos.

¿Cómo observas y valoras la literatura de tus congéneres, en tanto cercanía espacial y temporal?

Creo, por sobre todas las cosas, que es variada. Siendo así, la literatura goza de salud. Esta lección la aprendí con el maestro Lino Betancourt, que me dijo lo mismo respecto a la trova joven. Y llevaba razón su enunciado. Nada que se mueva y sea diferente muere.

Creo que hay cosas geniales hechas por los jóvenes, pero también muy malas. Y en ese ir y venir de opiniones favorables y desfavorables avanza la literatura. ¿Por qué levantar la voz para hablar mal de lo que hacen los jóvenes? ¿Los adultos y adultos mayores escriben tan genial? Yo quiero ver, Evelin Queipo, si piensas lo mismo de aquí a 30 años. (Esta última oración no la escribí yo, sino mi otra Yo, que conste en el acta).

La tendencia en cuanto a aparición de nuevas voces en el panorama literario cubano hace creer que nos encontramos en una era donde el talento eclosiona fácilmente. ¿Es así en realidad? ¿Todo lo que se visualiza o se promociona como “lo mejor” de la literatura joven, es precisamente lo mejor?

En un país que ofrece educación gratuita, que da acceso a diversos medios de comunicación e información, que está lleno de Casas de Cultura, de talleres literarios, que tiene programas tan variados para la promoción de la lectura y la literatura… ¡caramba!, ¡claro que tienen que florecer los escritores por todas partes! Y también los que se creen que pueden ser escritores. Eso es normal. Anormal fuera lo contrario.

El talento es otro asunto. Que te ganes un premio o tres, y te publiquen un libro o 10, no quiere decir que tengas talento. Kafka tenía talento y casi no publicó en vida. El talento no eclosiona fácilmente, pero la literatura sí cuando se han creado las condiciones para ello. En este país se han creado las condiciones. ¿Contamos cuántas editoriales hay en Cuba? En un rápido conteo: cinco de la AHS, 16 de los CPLL, las FAR y el MININT tienen sendas, la UNEAC tiene una en Santiago, otra en Pinar, existe Unión en La Habana, están las editoriales nacionales, algunas universidades tienen sellos editoriales, algunas Oficinas del Historiador también… ¿Por cuántas vamos? Y si hay editoriales, la lógica indica que tienen que eclosionar los escritores. Unas veces más y otras menos maduros, pero están ahí y también está el lector, que no perdona medias tintas.

Lo “mejor” de la literatura joven… es mejor que no hablemos mucho de eso. ¿Quién puede darte lecciones a ti, que eres un lector voraz, de “lo mejor”? ¿Quién puede darme esas lecciones a mí? ¿Quién puede decirle a mi hija de siete años, que lo mejor NO es El gato científico, de Yunier Riquenes, o Epaminondas, de Oros Viejos? Me los pide cada noche. Yo quiero leerle Platero y yo, y otros clásicos; quiero demostrarle que la literatura infantil es mucho más que eso.

Pero muy poco se puede hacer cuando un niño de siete años va al librero repleto de títulos infantiles, toma el de su preferencia y te lo pone en las manos para que se lo leas. Hay que respetar las elecciones de cada cual. Y mi hija puede presumir de tener un amplio espectro de lecturas, porque yo me encargo de leerle, de llevarla al teatro Guiñol, de llevarla a las peñas, a los talleres…

A mí me cuesta mucho trabajo demostrarle a los niños que leer es mejor que ver animados. Tal vez no lo logre, pero no me canso de intentar. Igual, que siga intentando la gente convencernos de qué es lo mejor. Tal vez lo logren.

¿Cuál es tu opinión con respecto al sistema de premios? ¿Ayudan al escritor, facilitan su trabajo o lo hacen lidiar en un pugilato constante donde solo se crea, o mayoritariamente se crea, para ganar?

Es lindo que haya premios, es bueno y es útil. Pero, ¡cuidado! Nadie se deje obnubilar por tres mil pesos y una publicación. En todas partes del mundo hay cazadores de premios. Viven y producen para eso. Y al que velan, no escapa. Es así como hay gente que repite ganando premios. A veces los mismos premios.

 Hay libros que uno sabe que son para competir. También los hay que no son buenos para eso. ¡Qué terrible debe ser someter la creación a los premios todo el tiempo! ¡Pero qué terrible debe ser también escribir libros que nunca ganen premios! Un premio ayuda y dos también. Veinte premios son geniales. Lo que es terrible y maligno es el vicio, es la esclavitud. Si negociamos con esos males pueden sobrevenir ataques de muy alta y muy baja autoestima, podemos salir perdiendo nosotros como seres humanos. La creación nunca pierde. Ella existe y ha existido desde siempre. 

¿Existe un mercado editorial cubano?

Vayamos, como en “madurez”, al concepto básico de la palabra “mercado”: conjunto de transacciones o acuerdos entre compradores y vendedores. Comercio formal y regulado, donde existe competencia entre los participantes. ¡Caramba! Creo que la respuesta a lo que me preguntas es NO.

Sin embargo, no hay que angustiarse por eso. Tenemos libros, tenemos literatura y tenemos lectores. Creo que nada en el mercado tiene un precio real. Todo lo que podemos comprar, negociar, vender, tiene un valor simbólico. Yo no puedo comprar todos los libros que he leído, no puedo comprar todos los que leeré. Pero los libros están ahí y yo los leo de cualquier manera. Nada me lo prohíbe. Ni las leyes del mercado.

Solo si no existieran los libros, la literatura, si no existiera yo, podría dejar de leer. Olvidemos a los mercaderes. Ya Jesús los echó del templo hace más de mil años. A leer, a consumir libros con la vista, con los dedos, con los oídos, con la mente, con las ganas de leer. Y los escritores y las editoriales que lloren las pérdidas mercantiles y la usurpación de los derechos de autor. (Esta última oración tampoco la escribí yo.)

Vives y escribes en Camagüey que, sin dudas, es una plaza importante si se habla en materia literaria. ¿Sientes que los conceptos centro (dígase la capital) y periferia (el resto de las provincias de Cuba) se difuminan cuando abordamos la materia artística? ¿Tienen los creadores de La Habana cierta “ventaja” en cuanto a promoción, creación y/o difusión de la obra?

He editado algunos libros y me parece un poco soberbio que un autor se cite a sí mismo. Pero hoy comprendo la utilidad. Una pregunta muy parecida me hizo Yasel Toledo y la entrevista salió publicada en Cubadebate. Sería bueno poner un hipervínculo aquí pero no ¿se puede? (Risas).

Si no existiera la diferencia entre centro y periferia, todo se llamaría “centro” o todo “periferia”. Ese es un principio básico de la economía del lenguaje: no deben existir dos palabras para una misma cosa. Si te fijas en los sinónimos, muy pocos comparten lo que se llama “sinonimia absoluta”. Pero veamos, cada cosa tiene sus pros y sus contras. Hay “cabezas de ratón” que se han mudado a la capital y no han llegado a ser ni siquiera “cola de león”.

En este sentido se puede favorecer el artista que eligió no migrar a la capital. Pero de que en los centros están las mejores y mayores posibilidades… eso es una realidad. Me quedo estupefacta y llena de sana envidia cuando mis amigos de la capital me cuentan cosas que yo ignoro palmariamente: lecturas con pagos en CUC, extranjeros que hacen ofertas, invitaciones, editoriales que vienen y hacen buenos y malos negocios… Y se me va llenando el corazón de arrugas cuando veo que a “provincia” llega tan solo una de esas bondades, y allá va la gente dispuesta a todo con tal de conseguir un beneficio mínimo. Se forma la guerra. Se pelean unos con otros.

Entonces quisiera que se difuminaran los conceptos de “centro” y “periferia” aunque sea en materia artística. Pero la semántica, dentro de las disciplinas humanísticas, suele ser bastante exacta: “centro” y “periferia” son antónimos perfectos.

¿Qué le falta a la joven literatura cubana para romper las fronteras territoriales de la nación y llegar a los lectores de otros países?

Aquí cerca, a esta hora de la noche, está mi otra Yo, y está loquísima por responder. Dice que tres palabras son suficientes. Le digo que no y se lo prohíbo rotundamente. Pero ella me ha dado un golpe maestro, me ha paralizado los dedos y…

…responde: un mercado editorial.

Solo entonces me devuelve el teclado y yo quiero borrar lo que ella ha escrito y teclear mi propia respuesta, que es diferente aunque no antónima. Pero entonces pienso… ¿y si ella tiene razón?

 

Camagüey, diciembre de 2019

Evelin Queipo Balbuena y mi otra YO.

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