Las cosas bellas son las que ocurren todos los días

Martha Acosta Álvarez se acaba de alzar con el Premio Cortázar de cuento, uno de los galardones más importantes de la literatura de nuestra Isla. Es aún muy joven y ya su obra despierta el interés de jurados y público por igual. La conocí —o más bien, conocí su cuento Ojos calidoscópicos— hace un par de años en el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y desde entonces su literatura me sorprende.

Sobra decir que es polifacética y polifónica. Sobra dialogar de sus muchos premios y de una trayectoria literaria que habla, sí, de éxitos pero también de esfuerzo, de batalla diaria contra (o a favor) del genio de la escritura.

Eres una de las voces jóvenes creativas con una carrera literaria en rápido ascenso, ¿te ha traído ventajas o desventajas este acelerado proceso?

Desventajas no. Si estoy haciendo lo que me gusta y lo que deseo hacer, no existe una desventaja. Quizás para alguien pudiera representar una presión, un compromiso de volver a ganar, o de llegar a determinado premio en poco tiempo, pero esas nunca han sido mis metas. Si escribiera pensando en premios no podría hacer literatura, al menos no del modo en que quiero.

“Las ventajas han sido la posibilidad de publicar, compartir con otros artistas, conocer lo que están haciendo otros escritores jóvenes y no tan jóvenes, gente genial con la que quizás no hubiera coincidido de no ser gracias a algunos eventos literarios, visitar provincias del país y tener nuevas experiencias vitales que me han ayudado a ampliar mi visión del mundo”.

¿Te sientes parte de algún gremio o grupo literario? ¿Crees en el concepto de generación?

No pertenezco a grupos o gremios literarios. Quizás sea parte de una generación literaria, pero no soy consciente de ello. Sí creo que ahora mismo existen muchos escritores jóvenes cubanos haciendo cosas de gran valor y que de cierto modo se alejan de la estética que caracterizó a promociones literarias precedentes.

“Sin embargo, no sabría decir cuáles son los principales elementos estéticos y conceptuales que nos pudieran unir como generación. Creo que cada cual ve al mundo de una manera muy particular, que no puede ser homogenizada. Si fuéramos a pensarnos como una generación, habría que admitir que se trata de una muy heterogénea”.

Has apostado por una narrativa que tiene mucho de sensorial y que aborda algunos temas atípicos dentro del panorama literario actual, ¿cómo te piensas en tu rol de escritora?, ¿cómo concibes tu obra y cuál es el proceso o rutina de trabajo que llevas?

Lo único que busco en mis historias es compartir las cosas que me conmueven. Intento escribir con la mayor franqueza, como si cada obra fuera la última. No me impongo una rutina diaria. La literatura es algo que disfruto mucho y no me gustaría asumirla como una oficina con horario cerrado. A veces escribo más y a veces menos. Hay períodos donde los factores externos son distracciones tremendas, pero creo que está bien que sea así.

¿Qué es más necesario para un escritor: el talento o la formación en el oficio?

Hay que tener la cabeza dura y los ojos abiertos, sentir pasión, leer mucho, estudiar. Pero sobre todas las cosas, creo que para ser buen escritor primero hay que ser buena persona.

En algunos de tus relatos has apostado por abordar el tema rural, ¿por qué?

Mostrar historias situadas en ambientes rurales no es un plan que hice, sino algo que surge de modo natural. Es un medio que conozco mejor que cualquier ciudad, porque he vivido gran parte de mi vida en un central azucarero. Existe gran belleza en la fabulación, en escribir sobre ciudades que nunca he visto y épocas en las que no viví, pero cada día tengo mayores sospechas de que las cosas realmente bellas son esas que ocurren todos los días y que hemos aprendido a no ver.

¿Cómo valoras el hecho de ser galardonada con premios?

Los premios tienen la gran ventaja de que permiten publicar de manera inmediata, con cierto reconocimiento social. Son un estímulo moral y social, una alegría transitoria. Pero al mismo tiempo los premios en sí no significan nada. Que un cuaderno haya ganado a otros no lo hace mejor que antes. Por eso recibo cada logro con alegría, pero también con humildad. A la larga, no se trata de competir con los demás sino de intentar superarme como artista y como persona.

¿Cuáles son tus autores esenciales?

Hay muchos autores que me encantan. Siento que cada cosa que leo ocupa un lugar indispensable en cierta etapa de mi vida, así que la lista de mis favoritos varía incesantemente, quizás en unos meses no sea la misma.

¿Cuán importante es para ti poseer estas referencias de lecturas de tus contemporáneos?

De los escritores jóvenes leo todo cuanto me cae a mano. Siento una gran curiosidad por ver qué están haciendo. Disfruto mucho cada vez que encuentro un texto con el que conecto. Creo que a los libros se debe ir con ánimos de disfrutarlos. Es muy grato ver que detrás de un texto hay una persona que en determinado momento de su vida dio lo mejor de sí para transmitir lo que estaba inquietándole y que luego una se encuentre delante de esas mismas líneas y también se inquiete. Creo que es mágico, creo que es la principal virtud de la literatura.

¿Qué se necesita para ser escritor? ¿Tienes una fórmula personal que puedas compartir?

No hay fórmulas. Solo se necesita tener algo que decir.

Como otros jóvenes autores contemporáneos, también has apostado por escribir pluralidad de géneros, ¿surge como un proceso natural en tu creación o es una manera otra de buscar nuevas visibilidades?

La narrativa es el género donde tengo mayor experiencia. Me apasiona a tal punto que se ha convertido en una especie de lenguaje natural para expresar mis principales inquietudes. Disfruto mucho asumiendo los desafíos que me impone. Es un área donde me siento libre para crear y dejarme envolver por la vida que desprende cada historia.

“Por otra parte, la poesía llega a veces de golpe, de un modo desconcertante, como un grito, una válvula de escape, una abertura redonda por donde sale el aire a presión. Es algo distinto y bello. No lo sé, cada género tiene su propia belleza”.

En autores tan prolíferos como tú siempre existe un temor: la repetición de fórmulas o maneras de contar…

Siempre que llego a la página en blanco lo hago por necesidad. Es un impulso que no puedo ni quiero impedir. Cada cosa que he escrito ha sido de ese modo. Si algún día se me acabaran las ideas, quizás debería detenerme.

“Suelo escribir sobre las cosas que me conmueven. Mientras esté viva tendré algo que decir. No es una fórmula. Siento que voy cambiando como persona a medida que pasa el tiempo y también va cambiando mi modo de hacer literatura y se van ampliando los temas que me interesa abordar. Creo que no alcanzarían mil años para escribir todo lo que tengo que decir”.

En la actualidad, ¿cuál crees es la mayor carencia de los autores jóvenes en Cuba?

No sabría qué decirte. Ni siquiera sé cuál es mi principal carencia.

¿Cuáles son los sueños de Martha Acosta Álvarez, la escritora? ¿Dónde has colocado la flecha y la diana en tu horizonte de escritura particular?

Quisiera escribir sobre todas las cosas que me conmueven. Hacerlo de un modo sincero y dar siempre lo mejor de mí.

Si tuvieras que quedarte con uno solo de tus libros, ¿cuál sería y por qué?

Esa es una pregunta muy sencilla. Es como pedirle a una madre que escoja a uno de sus hijos. Me quedaría con todos, incluso con los inéditos. Cada texto que hago refleja exactamente lo mejor que podía dar de mí en cierta época, por eso siento que cada uno es un pequeño puzle de un libro mayor que nunca terminaré de escribir.

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