Lester Herrera Calderón


«Debían morir y yo les di vida»

Su obra La que debe morir ganó el premio Reina del Mar Editores, que otorga la AHS de Cienfuegos. A pesar de residir en Canadá, no ha cejado en su afán de escribir. Luego de incursionar en poesía y narrativa, precisamente en relato, género con el que obtuvo el premio en cuestión en 2017, se le publica el libro. Sobre él y aspectos de su vida literaria nos habla en esta entrevista la escritora cienfueguera María Karla Águila Díaz (1995).

¿Cómo llega María Karla a la escritura?

Creo que la escritura en mi vida comenzó con la lectura. Sin embargo, no fui una niña lectora. Por supuesto, ahí estuvo Martí con La Edad de Oro, pero, fuera de las lecturas obligatorias de la primaria, no hubo otros libros, solo mucho teatro y danza. Después, mucho tiempo después, vino el amor y conocí la poesía de Dulce María (Loynaz) en sus Poemas sin nombre. Hubiera querido escribirlos. En algún momento me llené de valor y empecé a escribir poemas de amor muy cursis, para imitar los de Dulce. Cuando estaba en el preuniversitario, la hija de una profesora me presentó a Ariel López (El Gato). El Gato me enseñó a leer, por así decirlo. Y desde ahí la vida me cambió. Mientras leía, seguía escribiendo poemas y cuentos. Luego vino Ian; él me enseñó a confiar en mí. En su compañía escribí los dos libros que hasta ahora se han publicado.*

Tengo entendido que eres miembro de la AHS de Cienfuegos. ¿Ganar su premio Reina del Mar Editores en 2017 te permitió integrar su membresía o ya formabas parte de esta institución?

Llegué a la AHS antes. No recuerdo en qué año exactamente. Sin embargo, sí recuerdo que fue con un poemario que escribí en el taller literario que ofrecía Ian. El cuaderno se llamaba Adagios de una Isla. Esos poemas los deseché, pero algunas de sus imágenes luego formaron parte de Punto Rojo

¿Qué caminos anduviste hasta concertar los cuentos reunidos en el volumen premiado?

Los textos fueron concebidos en casa de Ian. Yo escribía sin parar. Llegaba de la universidad y me sentaba a la mesa a escribir. Ian me alimentaba, me hacía café y me compraba los cigarros. Pudiera decir que, en menos de un mes, ya había terminado todos los cuentos. Llegaron así, apresuradas, estas mujeres que debían morir o ser condenadas de alguna manera por la sociedad. Debían morir y yo les di vida. Resultó fácil hablar de ellas y hacerlas hablar; más que fácil, divertido.

En tus cuentos se percibe determinado realismo en el tratamiento de las situaciones y en los personajes. Incluso, por momentos se podría hablar de demasiado detallismo en la narración.

Si en mis cuentos hay cierto realismo o no resulta, en el momento de escribirlos, poco relevante. De hecho, nunca pienso en quién va a contar la historia o qué detalles son imprescindibles. No funciona así en mi caso. Voy por la calle y pienso en algo; entonces, eso me atormenta. Puede ser una frase, un nombre o un final. Cuando el tormento es demasiado, tanto que me impide hacer mi día, lo llevo al papel. De esta manera, el cuento sale solo. La que debe morir se escribió rápido porque eran historias que tal vez estaban reprimidas. Normalmente, la idea de un cuento me visita varias veces en mi mente. Sin embargo, cuando me siento a escribirlo, todo se va tejiendo en la hoja como dictado por otra persona.

Como mismo el realismo, el tratamiento de estas mismas situaciones y actitudes de los personajes me hacen recordar a Émile Zola y Guy de Maupassant** y el naturalismo que practicaron. ¿Hay cierta influencia explícita en tu prosa nacida de lecturas muy personales o de estos propios escritores franceses?

No podría decirte, específicamente, el autor que haya marcado más mi manera de escribir. Sin embargo, por supuesto que hay cubanos. Escritores muertos como Virgilio Piñera, y vivos como Marcial Gala. Los escritores franceses no me han visitado tanto como crees. Sin embargo, ellos han influenciado autores que me han influenciado a mí. Pudiera decirse que, en este mar angustiado de influencias, he recibido algo de ellos de manera indirecta.     

Punto rojo, perteneciente a la joven perlasureña María Karla Águila Díaz, título merecedor del premio El girasol sediento, de la AHS en 2017.

Los relatos de La que debe morir sorprenden por su brevedad, agilidad de la prosa y por su ingenioso final. Y si mal no recuerdo, cuando te otorgaron el premio por esta obra, el jurado señaló lo corto de las narraciones y te aconsejaron que podías desarrollarlas más.

Está bien que las personas expresen lo que sienten. Es como decirte que tu cabello lucía mejor cuando lo tenías largo. Cuando recibo una crítica, reflexiono, pero eso no significa que iré corriendo a cambiarlo. En mi caso, yo nunca cambié los cuentos. Nada más que decir.

¿Por qué elegir acciones crueles por lo que las decisiones de tus personajes los muestra negativos? ¿O acaso están siendo sinceros consigo mismos?

Mis personajes hicieron lo mejor que pudieron según sus maneras de ver la vida. La reflexión pudiera estar si uno hubiera hecho lo mismo. Si tu novia hace todo lo posible por tener sexo contigo cuando tu hermano está presente, ¿no la empujarías? Si tu perro está muriendo ahogado, ¿no le harías un masaje cardiaco externo? Responderías que tal vez no o que depende de las circunstancias. Por mi parte, conté eventos que me parecieron interesantes. La vida está llena de conflictos, situaciones horribles, eventos traumáticos; no tenemos ni idea. Por eso, la gente cree en lo que lee; la realidad supera la ficción, en mi opinión. 

Según conozco, tu primera obra fue Punto Rojo, poesía, así como otras producciones anteriores a la que Reina del Mar Editores hace ahora con La que debe morir, la primera entrega narrativa. ¿Hay una gran sima entre la María Karla poeta y la narradora?

La Karla poeta y la Karla narradora son las mismas. Nunca me he dicho «estás narrando, así que no debes construir imágenes». Me sale natural. Empecé a escribir poemas y cuentos casi de manera simultánea. De hecho, creo que los dos libros ganaron en el mismo año; pero, por problemas editoriales, salieron separados. Siempre escribí poemas y cuentos. Ahora, si me preguntas, me siento más narradora que poeta.   

¿En qué estado está tu carrera como escritora, dado que resides en otro país, y eso te coloca fuera del ámbito artístico cienfueguero? ¿Estás al tanto del desarrollo de la AHS y de los noveles escritores?

Vivir en Canadá me ha separado indudablemente de la AHS. Cuando voy a Cuba, visito a mi familia y amigos, pues no hay tiempo para más. Sí pertenezco todavía a la organización y cotizo cada año en ella. Salgo en sus publicaciones, por ejemplo, en el boletín La última playa. Trato de mantenerme al tanto de lo que se hace en la organización porque muchos de sus integrantes son mis amigos.

Por otro lado, pienso que es importante que la gente joven siga escribiendo o, al menos, se interese por la literatura. Ian tiene una tropa de muchachos bien motivados que hace hasta competencias. No creo que se deba escribir todo el tiempo, como si fuera un oficio. Ya dije una vez en otra entrevista que, para mí, escribir no es necesario. Es un acto de placer, placer de liberar gente que vive en la cabeza de uno; es entretener y hacer reflexionar a quien lee.

*La que debe morir y Punto rojo. Textos de narrativa, cuento, y poesía, respectivamente.

** Escritores franceses del siglo XIX. Ambos formaron parte del círculo de Medan, liderado por Émile Zola. Los integrantes de este cenáculo postulaban y practicaban una creación naturalista.



Un dublinés bajo la mesa

El público lector santaclareño tuvo el honor hace un tiempo ya de ver publicado, en la última Feria del Libro, la segunda entrega de la trilogía El desamparo de las horas, del escritor y editor Geovannys Manso Sendán. Es la obra en cuestión El lector de James Joyce (Ediciones Matanzas,2020), novela que sucede a Los hijos soñolientos del abismo (Editorial Letras Cubanas, 2016. Mención del Premio Literario Casa de las Américas, 2011). El receptor de El lector… podría disfrutar desde entonces de una prosa dinámica y un protagonista, voraz lector, que oculta su personalidad tras la apatía y la indiferencia. Y resultan su narración lúdica y su conjunto técnico elementos capaces de atraer, en un primer momento, el interés.

Presente un dialogismo con James Joyce y su novela Ulises, me di a la tarea de este breve y austero escrito. Así, haría seña del nexo intertextual latente con este propio autor.

El lector de James Joyce realiza una especie de «simulacro del Ulises (publicada en 1922). Una primera entrada a esta propuesta se lee en la siguiente dedicatoria, al inicio de la narración: «para Nora Barnacle y Lucia Joyce: que lo amaron…/ para Sylvia Beach: a quien le debo una novela…»

El juego con el dublinés y su obra en El lector… se da inteligentemente. En la medida que se desarrolla el argumento, el irlandés, leído por el protagonista a toda hora, no solo es objeto de esta lectura anunciada en las horas declaradas, sino que traspasa su espacio intradiegético, o subdiegético, si se quiere, para construir la novela a la vez que se lee a Joyce. Así, se entiende la estructuración por horas que enmarcan el argumento, el soliloquio, el fluir de la conciencia, la confluencia de poesía, diálogos dispuestos teatralmente y estructura en abismo –una narración dentro de otra–. Pues se trata de mostrar la interioridad del personaje como parte de la novela en sí y también señalar el empleo de estas técnicas en la obra de J. Joyce mientras se alude la fuente referencial.

Es importante señalar que no se declara la lectura de Ulises, sino de su autor. Las reflexiones que el protagonista hace en el decursar de la historia es referente a aspectos vivenciales, tanto suyos como del escritor irlandés. Sin embargo, la novela de este resulta la propuesta estructural.

Por otra parte, el título es clave. Siguiendo su pista solo se lee a Joyce, aparentemente, cuando se anuncia: «Hace casi una hora comencé a leer a James Joyce», y luego se cambia a otro tema. Sin embargo, ocurre este paralelismo expositivo donde se lee a la segunda potencia: por declaración explícita y por inferencia. Por tanto, puede acotarse la absorción por parte del narrador de la obra. Asimismo, la intertextualidad babélica, en diferentes grados, el ludismo a toda hora y «la política del apócrifo» como sello de originalidad son algunos de los rasgos de esta novela, los que, además, recuerdan las narraciones posmodernistas.

El juego de palabras y la musicalidad también asisten al banquete. Véase por ejemplo el «gluk, gluk, gluk, gluk, gluk, a las rocas, whisky o aguardiente, en las tardes, dos o tres tragos, dobles, gluk, gluk, gluk…»

El dublinés bajo la mesa no es la pieza única. Un cerebralismo marcado, un devaneo persistente, una angustia palpable, una identidad oxigenada por el desprecio, la desgracia y la indiferencia, ¿indiferencia?, se dan cita aquí.



Pórtico para un diálogo entre un personaje esquíleo y el oráculo

Pórtico

I

Edípicamente, ciego ante una realidad que se me escapaba por oculta en un paralelismo cronotópico, apedreando mi rostro en hybris causal prematura: así yacía. Tiresias, ciego por mandamiento, arrimose a mi lado y supo darme ojos nacidos de lo gnóstico. Esta evocación se me ocurre ahora, cuando los avatares de las prácticas preprofesionales reorganizan y reinstalan disposiciones. Lanzado a quince días de realidades –las únicas cosas necesarias– en las lejanías costasureñas, donde el divino malecón sí rebosa en mar, llegué al Centro de Promoción Literaria Florentino Morales. Sería allí la simulación del teatro de la post graduación, la prueba calderoniana de Basilio, en lontananza del Segismundo cautivo de la cilíndrica torre.

II

–Pues bien, lo que yo quiero son reseñas. No les enseñen a estos muchachos y muchachas otra cosa que reseñas. ¡Aténgase a las reseñas, caballero!

La escena transcurría en el rectangular espacio que ocupa el Centro, conglomerado de montaña de cajas colmadas de nuevas publicaciones, gavetas, archivos, burós, estantes, un ventilador y una reja alta y ancha por puerta. Espacio temporal del dominio promotor del quehacer literario de la marítima ciudad. Y el índice, enhiesto, del que me hablaba, ponía los énfasis en sus advertencias, remarcando cada frase, sellando mi destino con la coma vocativa.

III

El primer libro a mis manos llegado, vino de las de una compatriota de mundos posibles (graduada de Letras). Se titulaba este La biomecánica, poemario de un santiaguero, José Edilberto Sosa Torres. Inter nos, admito que intitulada obra se anunciaba ya libro non grato de mi recepción, premonición de largas, largas tardes de lectura, venciendo el hastío, fiel a un principio inclaudicable de avanzar, de leer más allá de todo prejuicio. Y pues, debía de cumplir la tarea liberadoramente asignada.

IV

–¡Atengase a las reseñas, caballero! –volvió la voz, templada.

Pero quiso el fatum trágico que referido poemario llegara a ser más que título, más que «no juzgues a un libro por su portada». E hízose la empresa, la única cosa necesaria. Recuerdo haber escrito:

En el poemario, resulta evidente el sostenido nexo entre poesía y engranaje, forma y contenido. Los numerados «principios» indican una ordenación tal manual teórico, por suerte salvado de la densidad académica. Su autor logra hacer imagen y pulso todo enunciado técnico. Los cuales, construidos en el lenguaje del nacimiento, construyen en una escritura tajante y sobria que esconde más de lo que dice, que hace sentir más de lo que presenta. La biomecánica simula el texto del génesis de la creación poética contemporánea –¿por qué no?– y de un sujeto creador recolocado en el espacio. ¿Poética del cuerpo-poeta? ¿Corporeidad de la composición? 

V

De pensares mayéuticos para resolver los qué escribir, me di una vuelta por los lares digitales de Facebook, tecleé el nombre del santiaguero y localizado, le escribí. Tal impulso, con afanes interrogatorios, como los personajes de las tragedias griegas, sobre La biomecánica. El tiempo hacía su senda y el momento del contacto desdibujábase por lejano y poco prometedor. Cuando, por no sé qué interferencia estelar, un mensaje notificó un sí y un número privado.

Parco, contestome que recientemente había llegado de una gira con su grupo teatral, y que le enviara, previamente mencionadas, las interrogaciones. Tres días después, desde la madrugada del lunes, reposan las respuestas oraculares en mi gaveta. Tan lacónicas como pocas las preguntas, pero cuasi desambiguaciones, helas aquí, al dorso del recetario.

EL DIÁLOGO

 

PERSONAJE DE UNA TRAGEDIA ESQUÍLEA. Leo La biomecánica y lo primero que me resulta llamativo es la desambiguación que puede hacerse de su título: vida y forma, artilugio. Esto me hace pensar también en la conjunción de lo vital encerrado y funcionando por mecanismo que lo rigen y ordenan. ¿Por qué La biomecánica, como título y obra?

ORÁCULO. Cuando escribo poesía no pienso en las estructuras externas de los poemas ni del posible libro. Tampoco soy un obrero literario, no me siento a escribir poemas todos los días. Cuando escribo poemas, solo escribo. Me dejo llevar por mi estado emotivo, las malditas circunstancias y como esté el bio-ritmo en ese instante. No escribo para ser escritor. Escribo y ya, es una necesidad.

Lo otro es que soy un animal teatral, todo el arte lo veo a través de la teatralidad y del performance, eso lo hago de manera orgánica, no lo prefabrico, sencillamente soy así. Luego, como si fuera poco, están los referentes, otro aspecto del que uno no se escapa.

PERSONAJE DE UNA TRAGEDIA ESQUÍLEA. El poemario está construido desde una visión germinativa, ordenadora y secuencial, refiriendo el hecho creativo y al poeta como elementos de esa vida, y se va hilando a la vez una poética de la creación, una metapoesía ¿Qué nos puede decir al respecto?

ORÁCULO. Sí, creo que al final el libro terminó siendo un manifiesto creador. En el texto se exponen distintos discursos que buscan explicar-se desde la palabra, pero también desde las vivencias del poeta. Aprendí mucho escribiendo el libro. He terminado otros y me he sentido vacío, como si no fuera a escribir nada más; pero al terminar La biomecánica sentí alivio y deseos de crear. Entendí con este texto que todo nace de una voluntad creadora, incluso lo casual. Incluso la inmovilidad.

La metapoesía en el texto es el “¿Qué hago? y ¿Por qué lo hago? No el “¿Cómo lo hago?; no pienso nunca en el resultado. Creo que La biomecánica es un poema muy extenso divido en principios; cuando vuelvo al libro, me gusta leerlo así: como un solo aliento ordenado que fluye como “las aguas”.

PERSONAJE DE UNA TRAGEDIA ESQUÍLEA. La estructuración externa en principios que simulan un texto científico, la recurrencia a una escritura además constructiva en el estilo, cambiante, que recuerda la experimentación de la vanguardia literaria del siglo XX, la variedad gráfica, uso de imágenes, entre otros aspectos ¿Por qué apostar por esto?

ORÁCULO. Intento primero expresarme, y luego construir estructuras simbólicas como elementos que llegan al texto por otras necesidades. En ocasiones nace todo solo, como estilo, en otras el texto me lo exige de alguna manera. Yo construyo ideas para ser descodificadas como si buscara satisfacerme como lector. Busco auto-comunicarme con esas ideas, con esas voluntades. Hay que escuchar el texto, qué necesita y qué no. Yo apuesto por la voluntad creadora de la idea que se va construyendo.

Con el tiempo he aprendido a escucharme y a subvertir el texto con elementos aparentemente anacrónicos. Sencillamente no me gustan las películas que, sin verlas, sé todo lo que va a suceder. Quiero que el poema rete al lector tanto como me reta a mí escribirlo. Quiero que ese diálogo construya otras realidades, emociones y experiencias. Un poema no es una caja de compota, pero podría serlo.

PERSONAJE DE UNA TRAGEDIA ESQUÍLEA. ¿Esta experimentación le llega por su faceta teatral? ¿Detrás del poemario queda el Edilberto que dirige el Grupo de Experimentación Escénica La Caja Negra?

ORÁCULO. No quiero ser muchos personajes, me gusta la coherencia. Soy la misma persona que hace teatro y escribe poemas. La manera en que dirijo mis obras, es tan similar a cómo encaro los procesos literarios, que más de uno se asombraría. Aunque en ocasiones el ser poeta invade al teatral, siento que hay un término medio donde se complementan. Creo que el arte es siempre experimental si es real y honesto. Lo demás es celulitis.

PERSONAJE DE UNA TRAGEDIA ESQUÍLEA. He visto en redes los performances que hace a partir de los versos de La biomecánica. ¿Se ideó el poemario pensando en una posterior representación valiéndose de determinadas cualidades experimentales pre-hechas? ¿Es solo el performance un complemento o responde intencionadamente a otro grado de significación o lectura de la obra?

ORÁCULO. Esos performances nacen posterior al poema, no lo escribí para eso. Solo intento darle otras lecturas y otras formas de conexión al texto con el lector/espectador. Para mí el texto debe trascender al papel. Debe ir adonde es necesario, por eso hablo de escuchar lo que necesita el poema. Esto lo hago incluso con otros autores como Virgilio o Lezama. Me gusta escuchar las múltiples historias debajo de una palabra. Si buscan información sobre el trabajo del GEE LA CAJA NEGRA, verán todos los video-artes y video-poemas que hemos realizado. Me gusta ir tras la poesía, y el performance es eso, otra lectura poética sobre la realidad.

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