Ofelia es un mito, una invención existencialista donde todo se acerca a su fin. Ofelia tropieza ante la resistencia que ella misma origina. Su lenguaje, su forma de vida, es una mentira con la que se desplazan los actores creando y desconstruyendo el mito familiar. Ofelia se reinterpreta a sà misma, los actores se reinterpretan a sà mismo. Ellos modifican el sentido de los hechos y su permanencia en el tiempo. Esa idealización de su personalidad es una razón para su autocastigo. Ofelia es un sÃmbolo de identificación, un ritual donde el colectivo realiza su coronación floral. Es una mujer convertida en objeto simbólico que asume la imagen de dependencia, dada por la autoridad social.
En nuestra historia, Ofelia es la muerte de la palabra como pacto social. Ofelia no determina su linealidad, su contradicción es la mirada que hacen los actores desde el presente, desde el futuro de cada Ofelia. Desde ahÃ, nuestra falsa suicida, es una negación que desmantela a la autoridad.
Ofelia no solo es un texto inspirado en la obra Máquina Hamlet de Heiner Müller, sino que forma parte de la pentalogÃa DINAMARCA: To nowhere (another manual for runaways). Esta serie de textos tiene como eje temático: el estado de derecho y la normalización de la violencia en todas sus variantes en el devenir histórico de la distópica Dinamarca. Este conjunto de obras enfocan la emigración, la familia y el poder, desde distintas perspectivas, para hablar de una noción de reino donde la decadencia ya ha marcado todo a su paso.
…un dÃa sembraron piedras en mi cráneo/hijos de la comedia y los secretos
LA EPIDEMIA INSTAURADA EN DINAMARCA
CONSTITUYE UN SALTO/ NO IMPORTA SI EL SALTO ES A LA DECADENCIA/
Ofelia en particular, fue un texto construido para ser interpretado por una actriz cuyas cualidades histriónicas le permitieran danzar y cantar durante la interpretación. Luego, cuando se concretó la idea de cinco actores sin importar el sexo y el acompañamiento de músicos dentro de la misma escena; la obra adquirió otros significados. Dejó de ser la catarsis de un cuerpo teatral para convertirse en un desafÃo coral y diverso. Asà Ofelia empezó a representar más que un personaje, más que una voz, más que una historia. Ofelia adquirió la responsabilidad de emanciparse desde sus agonÃas más fuertes, hasta poder nombrar el miedo, el abuso y la enfermedad.
No es esta Ofelia un sÃmbolo de oposición al hombre, sino contra lo que representa su poder sobre la mujer. El hombre como ser; es su igual, su compañero, su cómplice; el hombre es un cuerpo que cabalga a su lado. Ofelia detecta la enfermedad del patriarcado tanto en hombres como en mujeres, entiende que debe tomar el control de su contexto y fundar otros espacios de resistencia. Â
NUNCA ABANDONARÃA ESTAS TIERRAS LLENAS DE CAL Y REITERACIÓN/ MIS DUDAS SON EL MOTOR/ EL MIEDO ES SOLO GRASA PARA OCULTAR UNA IDEA/
El texto y su correspondiente puesta en escena son un canto sobre la decadencia de los valores humanos, enfocados desde una mujer que es capaz de cambiar su contexto. Una mujer fortalecida por sus vivencias, su educación y sus deseos de simbolizar algo más, de simbolizar una idea.
La intensidad del Piña Colada, sumado su amplio espectro, precisa del reposo de la razón para justipreciar su alcance, sus logros y sus desafÃos, toda vez que en veinte años de bregar este festival se entroniza definitivamente como el suceso cultural más esperado por el pueblo avileño.
En veinte años de muchos más aciertos que de incertidumbres, la masiva comunión con el festival de música fusión dice mucho de su poder cohesionador, de su capacidad de integrar la unidad de lo diverso, de transitar desde lo más popular a lo más culto, y a su vez no sucumbir a la sociopatÃa colectiva que nos anula el libre albedrÃo y nos condena al más sutil sometimiento, al imán de todas las pestes que darse puedan: la ignorancia moderna, las letras sin sentido, los atuendos vacÃos, las sonrisas a medias y los virtuales intentos.
La puesta transcurre con cámaras de video en vivo, incluso desde que entra el público, en franca alusión a los celulares o a los móviles como atuendo imprescindible de apocalÃpticos o integrados al opio moderno, dÃgase realidad virtual o narcisismo colectivo.
De hecho, al finalizar la puesta se eligen algunos de los testigos del grupo fÃsico para «virtualizar» sus opiniones en solo 30 segundos, cual podcast o reel de cualquier concurrida plataforma digital.
Ofelia es un texto y puesta en escena de Juan Edilberto Sosa Torres, donde a partir de Hamlet, un clásico de William Shakespeare, se desfragmenta y se sintetiza al mismo tiempo la historia del poder desde un personaje femenino: Ofelia.
Aquà las mujeres (las Ofelias, las Cecilias, las Electras) trasuntan Patria: tribuna, tribunales y tribulación, el precio del silencio compartido, toda vez que la fe es un mal necesario para construir una nación.
Y en ese estentóreo reclamo sobresalen los repiques de un pilón que se me antoja oráculo, santuario, voz, polifonÃa de una idea que flota como la Dinamarca de Shakespeare, en la cual las trincheras son de flores y el poder.
«En el reino de Dinamarca/ hay un prado con girasoles y margaritas secas.» ¿Dónde, no?, agrego yo.
De hecho, en Ofelia se condenan con creces peligrosos estigmas como el racismo de nuestros bisabuelos (vigentes aún a no dudarlo), la cosificación de la mujer y la burda manipulación polÃtica en su expresión sexista más sociológica.
Tanto la peste como la pachanga son poderosos imanes, donde el poder es una excusa, donde la mayorÃa sucumbe como ratas tras los melodiosos acordes del flautista de Hamelin.
Al servicio de Ofelia y su rÃo Avon, todas las cabezas incompletas mueren o nacen en sus aguas cuyo final es siempre el mar, porque «Ofelia es el rÃo Avon/es el vientre hecho vida/ es lo diverso.»
La puesta es ambiciosa en cuanto trata de montarse sobre la base musical sin apropiarse, del todo, del drama sonoro.
Ofrece piezas hermosas con un lirismo desbordante. Consigue tocar el alma del espectador y colgarlo de la más alta rama de ese árbol de lo interesante al que acuden todos los artistas para conformar sus obras.
Polifónica por naturaleza, hace gala no solo de sonidos guturales, ruidos, golpes, sino, además, de un sincretismo mágico-religioso que le permite sonar desde un teclado, bajo, percusión menor, hasta una palmada, un mortero, y la profundidad de una garganta.
Las voces armonizan de manera hermosa, con todo y los efectos y matices que poseen, siempre para transmitir sensaciones que van desde el desgarramiento hasta la ventura más solÃcita, el frÃo, el miedo, las angustias, y todo en función de las escenas que adornan o construyen.
Otro elemento casi musical, polifónico, que se puede apreciar en esta embestida teatral, es el tratamiento visual de todo el montaje.
Con la inserción de dos cámaras que proyectan sobre superficies verticales, lo óptico asume una connotación grandiosa. Y uno tendrÃa, como espectador, que estar asumiendo una y otra vista, como si se tratara de múltiples ventanas a un único paisaje.
No conozco mejor paralelismo con un calidoscopio. Movemos los vidrios coloreados, y la realidad se enriquece. Lo que tenemos ante nuestros ojos, lo que podemos hasta oler o palpar porque se trata de teatro arena, asume otras dimensiones o connotaciones.
Como un proteo cubano, la realidad escenificada se transforma o nos demuestra que ni le ponemos atención; caemos en la trampa, y seremos burlados, manipulados.
Hermosa analogÃa con el drama de hamletiano, ¿no les resulta?
Todo de forma bien pensada. Para que nada quede como artilugio del azar. Se hace necesario reforzar uno de los posibles mensajes: ninguna verdad es absoluta. Todo es relativo.
Además, los elementos burlescos, los lascivos, lúdicos, están en completa armonización con la necesidad de transmitir la angustia que viven los personajes y todo el oscuro drama que se cierne sobre ellos.
No son libres. Ninguno lo es. Aunque bailen, rÃan o lloren. Aunque evoquen a sus mayores y consigan transmiternos algunas de sus historias personales como si realizaran exorcismos entre ellos mismos. Pero no se logran liberar.
Hacia el rÃo van, como la protagonista. Como una Ochún que no le teme al final de los dÃas y las noches.
Y como Ofelia, el espectador sentirá que el mundo se le viene encima y lo que creÃa cierto, se vuelve humo.
Todo lo antes expuesto responde, evidentemente, a lo relacionado con la “forma†de la puesta en escena. Se quedan cosas por decir, claro está, pero en la contemplación, en aras del disfrute, la sÃntesis no se regodea y va al grano.
En cuanto al contenido, lo siguiente.
La obra se va construyendo basada en el personaje de Ofelia del drama Hamlet (1600), de William Shakespeare (1564-1616), como ya dije. Y es un poderoso sÃmbolo que nos palmea el hombro en la intimidad.
Como si no estuviese a 4,350 millas aproximadamente de Cuba, la Dinamarca que en los labios de cada autor es el paÃs imperfecto, aposento de estas desgracias.
Los que han permitido que los marginen por ser lo diferente, y no han conquistado más espacio que el de la afluencia de un rÃo vertiginoso o calmo, es una Ofelia.
Y asÃ, muchÃsimas Ofelias que todavÃa deambulan por cualquier calle. Ahà están, son reales, no las ignoremos.
Más que una puesta en escena valiente y de tribuna, La Caja Negra nos regala una voz y un sentido. Un espejo donde nos miramos para seguir con los afeites y arrancar, de una vez y por todas, con ese lastre que ya no surte efecto, ni siquiera para seguir construyendo un futuro de otras Ofelias.
Desde la primera vez que me tocó exponer nuestra posible puesta en escena tenÃa claro que este era un proyecto cuyo fin mayor era desnaturalizar la violencia hacia el cuerpo femenino ejercida por el poder en el devenir de la historia. Además de intentar entender el teatro como herramienta de sanación para quienes lo practican y para quienes asisten a cada función. Nuestro grupo siembre ha visto al teatro como un elemento de construcción social/espiritual y todo cuanto nazca de nuestros procesos creativo debe tener esa devolución.
Yosmel, Alejandro y ni siquiera Yanisleidys pudieron estrenar la obra. Pero sin dudas fueron parte del resultado. Mucho cambió Ofelia en su proceso más particular con el elenco de músicos y actores del grupo, pero yo aun veo en cada puesta a estos tres actores en algún parlamento o movimiento insignificante.
Todo empezó por la necesidad de hablar de nuestras madres, hermanas, amigas, conocidas. La pregunta siempre fue: ¿Dónde estaba el pretexto? ¿Dónde estaba la imagen con la fortaleza suficiente para hablar desde ella? Entonces dirigimos a mirada a los clásicos, a los mitos. Todos llenos de mujeres heroicas, trascendentes. Asà llegamos a Shakespeare y su obra Hamlet, a Millais, y por último, a Müller. Asà empezó el camino.
 Adentrarnos en un personaje de la magnitud y trascendencia de Ofelia nos permitió encontrar un conducto para hablar sobre temas que nos interesaban mucho: La lucha del cuerpo femenino ante el poder. La violencia y los silencios provocados por el ejercicio del poder sobre los cuerpos femeninos, vistos desde un plano psicológico y corporal. La diversidad de matices e historias que yacen alrededor del concepto de la feminidad. La búsqueda de la herencia trágica de cada actuante para romper la normalización de la violencia patriarcal a la que son sometidos los cuerpos femeninos de sus familias. La construcción de una historia correspondiente a la biografÃa familiar de cada actuante que permita un juego entre realidad y ficción.Â
De aquel ejercicio, trascendió hasta nuestro espectáculo final, la música incidental, asà como una Ofelia que se presenta, porque tiene algo más que decir. Algo que “las aguas†y Hamlet ignoran.
En los meses venideros, nuestras lecturas continuaron, la idea era desarrollar un monólogo. Construirle a la actriz una Ofelia rebelde, sufrida pero emancipada. Descubrimos que tenÃamos que quitarle ingenuidad, que nuestra Ofelia tenÃa que tomar el control.
la mujer asfixiada soy yo
la mujer de seda y fango soy yo
la mujer que baila y excita soy yo
la mujer de flores secas soy yo
la mujer que renunció al castillo soy yo
La Ofelia shakespeariana nos parecÃa muy sola, de una voz cuyo mayor volumen fue el suicidio. Aquella mujer vivÃa en un mundo de hombres, no tenÃa poder ante ninguna decisión, no era libre. Aquella mujer no era parte del reino. Â
Müller por otra parte, nos muestra una imagen fortalecida. Ofelia se sabe parte de la sociedad. Juega un rol y determina ciertas cosas. Puede tener deseos, sueños y perversiones. Pero aún no toma el poder. El suicidio, las aguas del rÃo Avon, siguen siendo la solución más dulce. ¿Cuántas ofelias han de caer?
Ofelia es un texto imperfecto, simbólico, que busca una excusa para la crÃtica para la inconformidad. El teatro de Ofelia es una necesidad creativa que invita al diálogo entre el espectador y el actor.
El diálogo se construye con palabras connotativas; cada frase guarda una significación propia pero no aislada del resto. Son frases que narran la historia de cada personaje o presentan la forma de pensar y la frustración de cada uno de ellos; es una escritura que se complementa y le da una perfecta armonÃa y coherencia a la obra. El tema del drama se podrÃa resumir en dos frases: ‘’Son mis senos más hermosos que mis ideas’’, ‘’Cada paÃs es un poco como Dinamarca, donde hay frustración hay una Dinamarca’’.
Es simple, se pone en duda el valor que se le ha dado a la mujer en la sociedad; la crÃtica escapa a los espacios familiares para darle relevancia a la problemática social que acaba desencadenando la rebeldÃa de sus personajes.
En Ofelia no hay margen para la distracción. Cada elemento cobra relevancia en un acto que desorienta al público con elementos anacrónicos. La misma Ofelia nos remite a Dinamarca, pero el espacio temporal se presenta impreciso con cada historia que se cuenta. El dramatismo de sus personajes transita en el tiempo. Las voces de los actores se mezclan en una polifonÃa con la música que se escucha: no es una mera distracción o un espacio vacÃo, es un factor determinante que encuadra su propia significación.
El texto es un monólogo donde el actor y el espectador son los únicos que participan en una charla caótica. Los actores son elementos que se aÃslan entre sÃ. Las faltas de comunicación entre ellos se combinan en un todo armónico que construye la obra.
Las historias se escapan al mito de Ofelia. No es una historia contemporánea la que se narra, es un reclamo, una excusa para la crÃtica social, no hay espacios. Dinamarca no se presenta como un paÃs en sà mismo, es un sentimiento, es agonÃa, es frustración. Los espacios temporales desaparecen para darle paso a los actos atemporales que narran la obra.
Ofelia no es una mujer en su mejor expresión; el personaje rompe con su atadura carnal para convertirse en el concepto mismo de mujer, la mujer que sufre, la que despierta inconforme, la mujer que no tiene palabra.
No es cualquier mujer, es la mujer que no se ve, es la mujer que vive en un espacio marcado por lo incurable.
Dinamarca se presenta como la sociedad que marca la frustración de sus personajes. El texto deja abierto a la interpretación del público el escenario fÃsico donde se presentan las historias: ¿es Dinamarca un paÃs donde el poder es una excusa, es cualquier paÃs o es el paÃs que avanza y que duele? Puede ser esta tierra o cualquiera, donde exista la inconformidad se verá una Dinamarca con una Ofelia dueña de su propia obra.
La puesta en escena termina con un lenguaje lleno de reclamos, lo que empieza como una excusa termina en rebeldÃa; es una necesidad creativa, una necesidad de diálogo con ese público pasivo que absorbe lo que se le presenta, es una necesidad para la crÃtica, para expresar la inconformidad, es una necesidad polÃtica, es una exigencia al cambio a la construcción de una nueva Dinamarca para todas las Ofelia.
La obra está recomendada para la revisión de la realidad. Es un texto interesante que puede servir de reflexión de la vida social donde actúa una Ofelia, en cada casa, en cada esquina, en cada espacio.
Lo que está a disposición del público santiaguero con “Ofeliaâ€, es la historia de una mujer que encontró su propósito tras renunciar a los sÃmbolos del patriarcado: hija de todos y madre de todos. En fin, “Ofelia†representa la toma del poder por las mujeres.
Con puesta en escena y dirección general de Juan Edilberto Sosa, presidente de la Asociación Hermanos SaÃz (AHS) en Santiago de Cuba, y al frente del colectivo teatral, la obra, afirmó Sosa, está inspirada en el texto Máquina Hamlet, de Heiner Muller.
La puesta en escena  tiene una hora y 20 minutos de duración; es una muestra de la combinación de figuras profesionales y colaboradores. El colectivo artÃstico lo forman 12 actrices y actores pero en “Ofelia†solo participan cinco actores y tres músicos…