Lisbeth Lima Hechavarría


Rondar las bestias de Lisbeth Lima

He llegado ante ustedes con el ánimo de ofrecer instrucciones para un mundo habitado por seres diversos. Se reúnen en torno a la muerte, el morbo, la insinuación sexual y privativa de actos que solo ocurren en espacios cerrados; a veces también ante la vista de muchas personas que prefieren mirar a otra parte si de cadáveres se trata, en sitios cargados de sentidos oscuros como lo es una morgue. Las historias y los personajes hallan continuidad alrededor de ésta, se confunden, entrelazan y pervierten de manera previsible; se completan con otros relatos cargados de sentimientos que nos tocan hondo por su carga emotiva. Uno de ellos es Morir en ti: una historia muy personal y cercana que los hará conectarse ante el dolor y la pérdida de un ser tan querido como una abuela, pero éste relato lo veremos más adelante.

Les propongo adentrarnos en las Bestias interiores (Ilíada Ediciones, Alemania, 2022) de Lisbeth Lima, un libro de relatos en el que se mezcla el humor negro, un erotismo perverso, lo anecdótico, la concatenación de sucesos y personajes que pasan de una historia a otra. Es precisamente la sucesión de hechos lo que tiene preponderancia en el libro, a veces superando a los propios protagonistas que se ven cercados por estos, incapaces de escapar del mundo asfixiante, morboso y disparatado en un ambiente hospitalario, donde los cadáveres y ciertas aberraciones escapan a la vista pública.  

 

Ya lo anuncia en la frase que preside el volumen, la cual pertenece a Frank Abel Dopico: Mi casa siempre se ha alimentado de los muertos. En épocas de angustias padre los escondía en el trinar de los rincones y los muertos se turnaban para dormir en el regazo de mi madre. Así nos llega el relato inicial: “La cajita de fósforo”, que viene a ser la puesta en marcha de lo que vendrá después: Llegué a la puerta del hospital y metí la mano en la cartera. Tras varios segundos de búsqueda fatigosa saqué por fin la bata que estaba debajo de unos libros y me la puse. De ese modo evitaba las preguntas y que alguien más tuviese que saber acerca de mi reguero interior al revisar el bolso. Pasé por delante del guardia de seguridad como perro por su casa y enseguida me dio de fly aquella peste a formol ligada con cigarro, perfumes, medicamentos y todo tipo de cosas que conforman ese nauseabundo ambiente dentro del primer piso. Bajé las escaleras que conducen a la morgue y todo estaba tranquilo. Fui hasta el cubículo del tanatólogo para saber quién cubría la guardia y me topé con Juanca.

De este modo nos encontramos junto a los personajes, permanecen sentados a la espera de que alguien muera. Asistimos a conversaciones narradas de modo coloquial, al tratamiento descuidado hacia los familiares del fallecido que acuden a la morgue, cargados de dolor. La autora escribe en el mismo relato: Los familiares entraron y comenzaron a descubrirlo sin pensarlo mucho. Nadie a su alrededor lloraba. Yo me quedé hasta verle el rostro. Siempre lo hago, no sé por qué. Sin embargo, esa tarde sentí un poco de flojera. Aunque he hecho esas cosas un montón de veces, el impacto nunca deja de ser fuerte.

Se evidencia lo humano y profesional que pasa por el tamiz de la vida doméstica. ¿Qué pasa si de pronto descubrimos que falta el cráneo de una de las necros? ¿Qué sucede durante las noches de guardia, de sexo, alcohol, peste, suciedad, humo de cigarros y miserias humanas dentro de las paredes de una morgue? ¿Qué sucede cuando conocemos a personajes potencialmente siquiátricos, de aspecto gastado, como perros solitarios, con fantasías de inventarse quiénes no son en realidad, con girasoles plásticos sobre la mesa y la afición de hacer solapines por cuenta propia? Es el caso del relato: “Julián el multifacético”, es descrito con sorpresa. Julián se salió del molde que quien cuenta tenía pensado, sin embargo, esto fue una impresión inicial, a medida que avanza el libro podemos ver cuánto de errado o no tienen las primeras impresiones: Me quedé observándolo y luego eché a reír. ¡Qué presumido! Pero no dejaba de tener razón. Todos los técnicos que conozco son hombres con rasgos potencialmente psiquiátricos y de aspecto gastado. Casi siempre andan borrachos y la peste a alcohol y cigarro se les une con putrefacción y todo tipo de asquerosidades humanas. Más adelante agrega: Julián, tan diferente, aunque tal vez solo en apariencia. Sin duda alguna, ese tipo disfrutaba su trabajo, sí, Juliancito se dedicaba, además de abrir muertos y darles cabida a sus fantasías, también a hacer solapines por cuenta propia.

Hay reiteraciones de un relato a otro, incluso, para los que han leído otros libros de la autora, pueden hallar puntos de contacto con este volumen en cuanto a la forma de conducir el narrador, la manera de construir a los personajes y el mundo viciado en el que están recluidos. Recomiendo el texto: “La pierna”, en el cual, a mi modo de ver, la autora logra un grado más acabado del morbo, el humor negro. La simplicidad de la anécdota y la abrumadora realidad ante la mediocridad profesional siempre matizan la ironía. Aquí logra mover a sus personajes —y con ellos al relato— ante el sonido persistente de una caja que es arrastrada por el hospital con una pierna humana dentro, fresquecita, acabadita de cortar. Veamos un fragmento: De antemano ya venía yo escuchando el rozamiento incesante de algo en el piso, algo pesado, tal vez una caja de cartón, pude descifrar, y cuando llegó hasta mí, lo confirmé. Un empleado del hospital venía arrastrando por todo el pasillo, desde la salida del ascensor, una caja de mediano tamaño, rectangular, con una soguita amarrada en un extremo.

—Es una pierna —dijo— está fresquecita, acabada de picar.

(…) más solo escuché un grito. El hombre había tomado el elevador de vuelta al piso del que vino dejando tras de sí, sin percatarse, la pierna de piel morena y uñas rosadas de una señora X.

Este ambiente de puro humor negro y sin dudas cargado de cierto terror, se anuncia desde las primeras líneas cuando la autora nos cuenta que para pasar las horas leía un libro de Kafka. Desde ese instante podemos inferir que lo increíble puede acontecer, pero no es un humano que se ve transformado en un insecto, no hay un cambio en el nivel de realidad. Lo que ocurre en este relato es completamente verídico, sus personajes no han mutado ni trasladado a otro contexto fantástico. Lo que sucede es que el absurdo, la mediocridad y lo surrealista alcanzan tal nivel (dentro de la realidad misma) que nos resulta increíble que sucedan ciertas cosas y hasta nos parece que hemos ido a parar a otro mundo sin darnos cuenta.

Otro de los relatos sobre el que deseo llamar la atención es: “Morir en ti”. Sobre todo, impacta cuando la protagonista se desdobla de doliente a personal vinculado al sector de la salud, justo al ver a su abuela en la morgue, a punto de ser cortada por el bisturí, como un cadáver más, nos dice: Esa noche que estuve con ella vi el dolor habitar su rostro. No importó cuántas veces pasara mis manos por su espalda, siempre dolía más y más y más.

—Me quema, es una candela que me sube hasta la nuca —me decía—. No aguanto más, ¡qué va, yo no aguanto esto!

Así el personaje protagónico asiste a la muerte de uno de sus seres queridos. Este suceso sirve para poner en entretela el drama familiar en una historia secundaria con el padre, que, si bien no la desarrolla, tampoco es de interés para la obra, pues no es hacia donde se mueve la acción. Es la muerte la que desencadena estas subtramas de algo terrible que ocurrió en el pasado y ocasionó un sisma familiar: Llegué y mi padre temblaba. Mis tías, que llevaban siglos sin hablarme, entonaron sus ojos al cielo preguntando por qué a un dios que no da respuestas. —Ya se la llevaron —me dijo él. No supe abrazarle. No me salió. Puse la mano en su hombro. Miré a sus hermanas, sin rencor. Una de ellas tendió el brazo para tocarme. Rocé sus dedos y di la vuelta. Bajé las escaleras rumbo al matadero. A veces me he preguntado qué hay debajo de ese último piso, en las cañerías, ¿correrán pedazos entre esas aguas? No puedo evitarlo, el pensar en cosas raras me invade apenas pongo un pie en la morgue. No quise pensar en eso, en lo que haría. A partir de ese minuto comenzó a levantarse el muro.

He aquí una de las claves del libro: “el muro”, como obstáculo que se alza y divide lo humano y lo corrosivo, a las personas y a las bestias, al dolor y a la esperanza, a la autora de la narradora. Vemos alzarse “el muro” de una manera muy velada desde las primeras páginas del libro, pero es aquí, ante un dolor agudo que saca a la luz antiguos dolores, que el muro toma su altura casi definitiva para decirnos que el corazón central está a punto de perderse, a punto de ser insalvable entre tanta miseria; una vida que se ha tornado demasiado árida y necesita un cambio YA. Entonces comprendemos que es un error buscar sólo las bestias interiores en los personajes. Aquí descubrimos que “el muro” es una bestia más, quizá la más terrible de todas.

El cuerpo de mi abuela descansaba inerte sobre una mesa gélida y sucia. Debajo de la nuca, esa que tanto dolía, un bloque de madera descolgaba su cuello. Los ojos desde abajo me miraban y yo me bebí las lágrimas. Alberto hizo la primera incisión. Sostuve las manos finas de mi abuela. Siempre tan lindas. Tan delicadas a pesar de tanto arar la tierra y sembrar maticas de café. Con esas uñas largas y duras. Recordé cuando decía que pelara ajos pa’ que me crecieran. Alberto avanzaba, yo sostenía la mano muerta de mi abuela y le hablaba mientras ella me prestaba la mayor atención del mundo. Dije tanto y nada.

Entonces ocurre lo definitorio, el giro de tuerca que hace al personaje tomar partido ante una escena tan terrible, en la que ha tenido que ser “juez y parte”: —Dame las tijeras. Retiré el bloque visceral y quedó hueca. Mis manos cubrieron el vacío y terminó de armarse el muro. De este modo podemos vislumbrar que, aunque no puede evitar que termine de armarse el muro, no va a afectarle mucho más que eso, porque a través de estas páginas ha conseguido purgar sus bestias y darles un fin con esta historia de cierre. Comprendemos que eran relatos que necesitaban, que urgían ser contados como una especie de exorcismo personal. Con el punto final de “Morir en ti”, la autora comenzaba a dar la espalda a sus demonios y, finalmente, podía alejarse de ellos —al menos por un rato—, porque las bestias interiores siguen ahí, esperando, tras el muro.

Así son los personajes de este libro: personal técnico con vicios y limitaciones, fallecidos desprovistos de dignidad, gente que no ha sido feliz y que estuvo lejos de serlo, familiares que revolotean como buitres cargados de miserias ante las posesiones del difunto, saturados de sexualidad y oportunismo, personajes teniendo sexo en la misma morgue ante el cadáver de quien fuera su pareja (enfriándose al otro lado de la pared). Personajes —ajenos a todo dolor— capaces de dar un escándalo público al del carro fúnebre y a los familiares del muerto, envueltos en el peloteo funerario, el rencor y los féretros abiertos, rellenos con cualquier cosa que apareció a falta de aserrín.

Estas son las bestias y las instrucciones para domarlas junto a una cajita de fósforos en la puerta de un hospital. Una autora-personaje loca por salir del trabajo, por llegar hasta una parada y ver, una vez más, que el ómnibus no llega. Sola ante la abrumadora realidad, lejos de su casa de muñecas y con la esperanza de que al día siguiente Marquitos no esté de guardia. Entonces sólo le queda un recurso para purgarse: sentarse a escribir y dominar aquello que lucha por emerger desde su interior.


Los caminos de Rostros

En varias ocasiones he sido invitada para conversar sobre mis libros publicados. Acá en Cuba recientemente finalizó la Feria Internacional del Libro, itinerante por todas las provincias del país. Tuve la oportunidad de estar en La Habana para la presentación de mi cuarto volumen publicado, una reedición del primero, Rostros, que esta vez salió en epub por el sello Cubaliteraria con el título Zona inexplorada. Así llamé hace ya nueve años al primer cuento que escribí en mi vida mientras cursaba el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Me hizo feliz que la editora Daína Rodríguez sugiriera publicarlo con ese nombre, así hago honores a ese primer cuento.

La vida y sus azares es realmente asombrosa, pues, justo cuando se conmemoraban los dos años de publicado mi primer libro, sale reeditado en mi país sellando otra primera vez en mi carrera como escritora, siendo también el primer libro que publico en Cuba. Así que ya marcaron esos mismos cuentos dos importantes primicias: primer libro publicado, y luego primer libro publicado en mi terruño. En general, Rostros ha traído un sinfín de alegrías y siento fortuna por ello, pues, conozco a no pocos colegas que reniegan de su primer libro. Ciertamente, a medida que uno va madurando en este oficio, lo que debe ocurrir, si te tomas en serio el trabajo, es que evoluciones creativamente, también en cuanto a estética y vayas perfeccionando tu propio estilo. Si no pasa así, preocúpate, es sano que podamos evidenciar esos cambios, pero no avergonzándonos de nuestro primer hijo/libro, ese al que tanta fe le tuvimos una vez, tanta confianza como para lanzarlo al mundo.

Allá por 2020 comenzaba a ponerse de moda una editorial en EE.UU promocionando el slogan de “libros como puentes” para unir a la Isla con ese extremo norte que tanto lleva de Cuba en sí mismo. Fuimos y somos muchos los escritores cubanos que enviamos manuscritos inéditos y no inéditos a las manos de Eduardo René Casanova Ealo. Ese cubano establecido en Miami hace ya unos cuantos años, escritor, laureado en sus tiempos de juventud acá en la Isla, dio vida a ese sueño editorial que tuvo desde siempre. Así nació Editorial Primigenios. Estuve al tanto desde la apertura de sus puertas, y me lo pensé varias veces para enviar el volumen. Me hubiese gustado mucho que mi primera obra saliera publicada en mi país, pero, eso ya en ese momento era bastante utópico, ahora cada vez más, teniendo en cuenta como siguen las crisis, no solo la del papel. Decidí enviar mi libro, con aquellos quince cuentos realmente primigenios en mi carrera y poco después supe que había sido aceptado. Pasaron unos cuantos meses hasta que estuvo listo y se hizo el lanzamiento por Amazon el 18 de febrero del 2021. Claro, no fue así de simple. Antes estuvo todo el proceso editorial de las propuestas de portadas, las cuales rechacé una detrás de la otra hasta dar con esta que, me atrapó de súbito. Fue amor a primera vista, pero previo ya había rechazado, con tremenda pena, unas cinco portadas, más toda la revisión que hice yo en Internet a la búsqueda de una imagen que resumiera la esencia de Rostros.

(Algunas de las propuestas de portadas de Rostros que rechacé durante su concepción editorial)

Tuve por primera vez el libro en mis manos en junio de 2021. No puedo describir la emoción que sentí. Realmente una sensación poderosa de triunfo. De amor profundo a esas páginas que tanto soñé ver publicadas. Hice hasta una fiesta en casa con mi familia y amigos más cercanos.

No obstante, una vez pasada la emoción, comencé a revisar detalladamente el volumen y noté erratas que nunca antes percibí durante el proceso para la maqueta final del libro. Son cosas que pasan, sobre todo ante la inexperiencia, amén de que nunca es igual revisar un documento en físico que digital. Muchas veces le pasé por encima al PDF creyéndolo listo, luego comprendí que una obra nunca queda lista del todo. Estuve rumiando varios días la idea de la decisión que luego tomé: hablé con el editor y mandé retirar el libro de las plataformas de ventas, pues, luego, en un análisis más a fondo, me convencí de que el libro podía tener mejor edición, merecía una mejor edición. Sin darle más vueltas envié el documento último sobre el cual había trabajado con la editorial (previa consulta con su gerente y tras obtener los permisos) a un amigo editor cubano y pagué por sus servicios. Hicimos un buen trabajo de conjunto y sin alterar el orden de los cuentos, ni las historias, concebimos un mejor Rostros. Coloqué algunos exergos que en la primera maqueta faltaron y la verdad, quedé complacida. Luego envié una vez más el libro ya reditado a la Editorial y volvieron a ponerlo en venta.

Amén del contratiempo con la edición, mi primera obra publicada me ha dado muchísimas alegrías. Estuvo tres días consecutivos en el número uno de literatura erótica en Amazon y en el cincuenta y nueve de obra de ficción, con más de trescientas descargas por día tras una promoción que realizara la Editorial.

El libro estuvo en dos Ferias Internacionales del Libro: en Cartagena de Indias, Colombia y en Miami, en los stands de ventas de la Editorial Primigenios.

Esta gestión editorial ha permitido que mi obra llegue hasta donde no he podido llegar yo. Aunque, de alguna forma, los autores siempre estamos en todos los caminos que recorran nuestras letras.

Pero, sobre todas las cosas, Rostros me ha permitido llegar al público lector, porque este primer libro que publiqué fue la puerta abierta para todo lo demás que se ha desencadenado en mi camino como escritora y merece unas crónicas sobre cómo ha hecho florecer mi carrera. Creo que siempre seré recordada como la autora de Rostros, aunque salgan cien libros míos más, y eso me hace feliz.


Viñeta: Un viaje con bichos en la cabeza

Ya tío Max, el viajero, no compite conmigo. Bueno, el tío de los Fraggle Rock hacía viajes interoceánicos, que no es mi caso… todavía. Asumo que para cuando ese momento llegue ya habré perdido los temores y las nostalgias que deben venirle a uno dentro por naturaleza cuando viaja. Y digo deben porque si alguna vez los tuve, ya no lo recuerdo, o no lo recordaba… hoy siento algo parecido a eso. Aunque creo que se le parece más al cargo de conciencia. ¡Qué sé yo!, no logro identificar el mejunje de cosas que traigo dentro.

Tienes que parar, me dije esta mañana mientras miraba la cámara del teléfono: mí misma, es tiempo de un stop. Y pensé en mi hijo, la economía terrible que traen estos tiempos. Los deberes como madre y mujer que imponen la sociedad, la familia, el hogar: sandeces a las que una nunca escapa. Ya se los decía, cosas que vienen impregnadas en los genes. ¿Era realmente necesario que hicieras este viaje? Todos los meses viajas. La gente hace como que lo entiende, pero en realidad te juzgan, ¿sabes? Piensan en tu hijo de tres años que vives y mueres dejando con otros.

“No puedes pedirles que comprendan tu visión de futuro. No es época de analizar más allá del qué vamos a comer hoy. Y todos quieren un porvenir mejor, pero pocos realmente invierten en esas ganas. Tú antepones tus metas a todo, a veces hasta ante tu propio hijo, y, aunque suene mal, eres consciente de que solo persigues un bien mayor para los dos. Nada viene de la nada, tú lo tienes claro, así que no lo hagas tú también, no te juzgues. Ya la vida sola se encargará de eso, es su función, y si de lo hija’eputa que es hablamos, contigo se ha pasado. No le debes nada. Así que, no, acomódese los cojones y pa’lante”.

Definitivamente mi Yo1 y mi Yo2 tienen siempre charlas complicaditas, pero es obvio saber a quién de las dos le voy siempre, ¿verdad? Pero aun así, mi Yo1 ha logrado dejarme tocada esta vez. Ciertamente los últimos veinte meses han sido convulsos, muy convulsos. Desde que él no está, jamás he vuelto a ser la misma. Quizás el hecho de haber tenido que coger el ómnibus hoy en ese lugar, donde mismo lo cogí aquel junio fatídico, tenga que ver con los conflictos que ahora traigo. En ese momento también me hice la misma pregunta de si debía hacer el viaje o no, para mayor coincidencia el destino era el mismo que ahora. Para ese entonces la respuesta la tuve dos semanas después, cuando definitivamente me di cuenta que no, no era necesario el viaje. Nunca debí haberlo hecho. Solo espero que esta vez no ocurra ninguna desgracia.

«Libros», refugio bendito. Siempre el lugar seguro al que puedo huir. La tiranía de las moscas me acompaña, noveleta de Elaine Vilar Madruga, colega escritora cubana, con una obra sólida que la hace merecedora de una de las voces, si no la más notable, de la literatura actual escrita por mujeres en Cuba. Y ya en este punto cabe entonces hablarles de mi trabajo, ese que me tiene siempre de un lado a otro. Como ya saben, soy escritora, y parece ser que me lo he tomado bien a pecho desde que decidí dedicarme a la literatura de a lleno. Pero, lo cierto es que antes de haber decidido pedir la baja en el centro de ciencias dónde antes también trabajaba (época en la que llegué a tener tres empleos, me mantengo con dos) igual viajaba, quizás no tan seguido como ahora, pero, a decir verdad, desde que salí del instituto y comencé la Universidad, viajar se volvió mi rutina favorita. No puedo negarlo, me posee el alma de una gitana. En las cosas de la vida me pasa igual. Tres casas, siempre de una a otra, nunca quieta. Tarecos van, tarecos vienen. De arriba pa’bajo de abajo pa’rriba. Debe ser patológico. Pero, bueno, les hablaba del trabajo. Leo a Elaine Vilar con la intención de reseñar este libro reciente de ella que ha dejado bastante de qué hablar en el panorama literario hispano. Pero sobre todo porque es mujer joven que escribe y estoy desarrollando una investigación sobre literatura escrita por mujeres en Latinoamérica y el posible versus entre esto y literatura feminista (que no es lo mismo, o al menos no tiene por qué serlo) y, por supuesto, tengo algunos nombres de cubanas en mente, el de ella entre esos. La tesis que planteo es mi proyecto de graduación para la segunda maestría que desarrollaré, esta vez en Valparaíso, Chile (más viaje), donde gané una beca para un programa fabuloso: «Estudios Literarios y Culturales Latinoamericanos».

¿Cómo se relaciona este viaje actual que estoy haciendo ahora con todo lo demás que les mencioné arriba? Pues, voy rumbo a la capital para pasar un curso de posgrado sobre Crítica de Arte. Sí. Estudio. Ese es el motivo de mis viajes casi siempre. Cuando no, pues me muevo para participar en eventos, ferias del libro, presentaciones, giras, etc. Amén de que también estoy haciendo una maestría en Antropología Física en la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana. Soy bióloga… creo que ya también se los había dicho. Especializo en Antropología Forense, cadáveres humanos, ciencia que también me apasiona mucho como la literatura. Pero bueno, el perro tiene cuatro patas y coge un solo camino, como solía decirme un amigo. Así que, por lo pronto, decidí terminar esa maestría de Antropología y ya, ponerle un stop a la ciencia por un tiempo y seguir con la literatura, a ver qué tal me va.

Antes hacía biología de campo. Expedición tras expedición, como les comenté, viajar desde hace mucho ha sido como parte de mi sistema autónomo. Pero bueno, los modos de vida de una van cambiando, al menos deberían, sobre todo cuando se es madre, ¿no es lo que dicen?

-Piensa que vas de excursión, relájate y usa esta semana para coger un respiro en lo que comienzan los tres días intensivos del curso de Crítica, trabajas mucho, siempre te lo digo- me dijo un amigo esta mañana. Lo que menos imaginó él es que en realidad así iba a sentirme un poco durante el viaje, el ómnibus para cantidad y siempre en lugares rodeado de monte seco. Hasta almorcé sentada en una piedra a la sombra de un árbol.

Debimos haber salido a las 9:00 am, pero a las 10:30 de la mañana es que salíamos a la autopista rumbo a La Habana. Sobre las 3:20 de la madrugada dijo el chofer que estaríamos llegando a la terminal aproximadamente. Eso hace un total de 17 horas de viaje más o menos. Terrible. No sé cómo aguanto tanto tiempo de viaje en una guagua. Tiempo para que los bichos de mi cabeza hagan fiesta con mi paciencia. Nada, solo resta esperar y poner todas mis buenas energías en función de disfrutar el tiempo en la capital sacándole el máximo de provecho a ese curso de Crítica.

Y ya no les doy más la lata, que en 17 horas de viaje puede uno ponerse a escribir muchas cosas…


Esto no es una elegía

El libro Rostros nos pone de cara a esos sentimientos que a veces por manidos nos resultan invisibles, o de los que, en su defecto, nos escondemos por lo que remueven. Y es que el libro toma como pretexto el vínculo afectivo entre una y otra persona (y a veces otras) y todo lo que estos encuentros pueden provocar.

Su autora es Lisbeth Lima Hechavarría, santiaguera, bióloga y especialista en Antropología Física. Es graduada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, vicepresidenta de la AHS en su tierra natal, y se desempeña, además, como colaboradora de La Jiribilla, Caimán barbudo, Portal del Arte Joven Cubano, Revista Somos Jóvenes, entre otros. Sus cuentos y poemas han sido publicados en antologías y revistas de Cuba, Venezuela, Francia, España, Colombia, Argentina, Austria, Polonia y Estados Unidos.

Tal es el caso del libro que nos convoca hoy, que estuvo a cargo de la Editorial Primigenios, radicada en Miami, en el año 2021. Y que es, además, el primer libro publicado de Lisbeth.

El exergo de Rostros constituyen los dos primeros versos de un poema del escritor cubano Jorge García Prieto:

Me quito el rostro y debajo

hay otro rostro y lo quito.

Tengo un rostro que está inscrito

y un rostro con que ultrajo

el close up de cierta foto.

Tengo un rostro que es ignoto

de tantos ser a la vez.

Hoy llevo un rostro al revés

encima de un rostro roto.

La metáfora alude a los rostros como máscaras detrás de las que nos escondemos, y en este sentido es intención de Rostros no permitirlo. La autora busca desnudar las vivencias subyacentes en las experiencias del amor, el erotismo, las relaciones afectivas. Un acercamiento que se gestiona desde los sentimientos de sus protagonistas, y también, desde la mutabilidad que en este sentido es propia de la naturaleza humana.

Hay mucho dicho sobre estos tópicos, son rostros inscritos, sin embargo, con el close up que constituyen cada uno de estos cuentos a determinadas fotos sobre la sexualidad, Lisbeth busca ultrajar, poner de revés, romper, esas maneras trilladas, obsoletas de ver la sexualidad, y de verse a uno mismo como ser sexuado.

Los 15 cuentos funcionan como un espejo, como diría Abel Guelmes –escritor cubano quien también ha reseñado el libro–, en el que vemos y nos vemos. Nos descubrimos y reconfiguramos en relaciones que se consumen con el paso del tiempo, en el autoerotismo como salida, en parejas tóxicas, en el goce que brindan determinadas prácticas sexuales como el sadomasoquismo, en la homosexualidad y en las triejas, en amores adolescentes, y en inseguridades que son atemporales. En amores que matan y que mueren.

Dice la propia Lisbeth que “el amor puede llegar a ser tan grande y horizontal como se quiera y nos permitamos”. Su esencia se organiza alrededor de dos polos fundamentales: el amor, como expresión de vida, y el desamor y todos sus sentimientos negativos asociados, como símbolo de muerte. Emerge el sexo entonces, en esta lucha histórica, a modo de canalizador.

La primera vez que presenté el libro, un compañero me preguntaba por la canción de Silvio Rodríguez “Esto no es una elegía”, porque en ella se habla de un hombre que se quita el rostro y lo dobla encima de un pantalón. Sin embargo, más allá de esta coincidencia de imágenes, para hablarles de Rostros yo preferiría el final. Silvio termina su canción diciendo:

Tú me recuerdas el mundo de un adolescente, un seminiño asustado mirando a la gente, un ángel interrogado, un sueño acostado, la maldición, la blasfemia de un continente y un poco de muerte, y un poco de muerte”.

Y es que en Rostros encontramos ese temblor de quien se enfrenta por primera vez a algo que es universal, tan dado, pero a la vez tan construido, tan de uno, como lo es el sexo. Es el caso del cuento Zona inexplorada. También el susto, la sorpresa con que se quedó la Lyuba de Entre químicas cuando se le cayó de las manos su pequeño amor correspondido. Y el caso opuesto, la duda que moviliza, que trastoca, a la protagonista de Alma ante la indiferencia del otro: “¡¿Cómo es posible que no hayas sentido nada?!”.  Hay muchos sueños que yacen en las camas de Rostros, y en las personas con las que se comparten esas camas y en las ansias de sus protagonistas. Sueños frustrados y autosatisfechos como, por ejemplo, en Próximo Inning. Dentro de la blasfemia que puede ser la sexualidad, hay incluso tópicos aún más malditos, demonizados: como la homosexualidad, y la homosexualidad femenina específicamente, o formas de vinculación no monogámicas, como las triejas. Los encontramos en De amor y otras aberraciones, por ejemplo, y en Cosa de tres.

Finalmente, como en toda alusión a la vida, y a lo que de ella es más movilizador, más estremecedor, más desestructurante, como lo son el amor y el sexo, las pequeñas muertes, las grandes, las accidentales muertes también se personifican. Sucede, por ejemplo, en Entre químicas.

La canción de Silvio no es una elegía ni Rostros tampoco. Se lamentan en él determinadas pérdidas sí, como se pierden cosas en este hecho de vivir, de amar(se), pero más que todo es eso, una defensa de la vida, un intento por reivindicar el amor y su derecho a expresarse, a vivirse.

En este sentido, Rostros es un libro esencialmente realista, aunque nos regala, nos sorprende gratamente también, con su dosis de fantasía. Les comparto un fragmento de Papel en blanco como cierre e invitación a la lectura:

“Varias noches al mes escucho en medio de la madrugada el silbido de tu pecho apretado al respirar (…) No es molesto escucharte, al contrario, el insomnio es mi rutina, y agradezco, así puedo dedicarme a observarte cada noche mientras duermes. Divido tu cuerpo en partes, observando entre casillas segmentadas. Este compartimento me permite detallar cada hemisferio; primero tus pies desnudos, blancos y suaves, tan suaves que serían perfecto tobogán para deslizar mis utopías, ¡lo imagino! (…) Luego tus piernas, las diviso en líneas oblicuas. Admito que me lleva tiempo descubrirlas, así que las separo, tobillo –rodillas, rodillas- muslos. Sigo subiendo.”


Placeres de la escriba

Nota de autor al libro Rostros

Siempre me será infinitamente grato volver a las páginas de este, mi primer libro publicado, y redescubrirme en ellas. Los cuentos compilados en este volumen llevan mucho de mí. Significan inicio, escuela y crecimiento. Debo confesar que no fue este el título que desde siempre pensé para el libro. Asumí desde mucho antes de concebir la idea de su feliz publicación, el firme convencimiento de que debía llamarse: De amor y otras aberraciones, que incluso es el título de uno de los cuentos incluidos, pero luego Rostros me hizo cambiar de parecer al releer una y otra vez y darme cuenta (en ese ejercicio de edición de obras que tanto tiempo suele arrebatarnos a los escritores) que tal como yo, muchos también pueden verse en estas historias/espejos, como lo definiera el amigo y colega Abel Guelmes Roblejo en su nota de contracubierta. 

Con Rostros Lisbeth Lima Hechavarría pone delante de nosotros una serie de cuentos que bien podrían hacer función de espejos para el lector, al verse identificado, narrado, observado desde adentro en su intimidad. Este libro presenta 15 relatos, 15 visiones, 15 rostros de lo que es el amor. No el amor cursi de las novelas rosa, sino el amor de la vida real con personas que añoran, luchan, sufren, gozan, sueñan: viven.

Entre sus letras, Lisbeth te muestra algunos semblantes en las relaciones de pareja: el de la primera vez, el amor añejo, el inesperado, el esperanzador, el de niños, el fraternal, el conquistador e incluso, te muestra el cruel rostro del desamor.

Pero no son esos los únicos que verás. Cada quién podrá reflejarse en las historias/espejos y quizás se (re)conocerán en personajes que bien tienen la cara de alguien conocido, o de varios conocidos a la vez: el de él, el de ella, el tuyo, el mío o el de todos.

Lean, disfruten, gocen cada exquisito relato que la autora pone a su disposición. Viajen a través de un bien logrado rejuego con el lenguaje, excitante erotismo, sexo y pasión. Atrévanse a descubrir estos Rostros y serán sorprendidos.

 

Abel Guelmes Roblejo

 

Por eso Rostros tiene la magia de hacer que nos miremos desde adentro. A fin de cuentas, sus personajes no son más que el reflejo de nosotros mismos en situaciones cercanas, situaciones que escuchamos en boca de uno, de otro, que nos llegan y nos conciernen a veces más de lo que creemos o queremos admitir. 

***

Próximo Inning, cuento que da inicio al libro, es una historia de amor vencido, caduco, que pide a gritos ser renovado, pero nos demuestra que tal como en la vida real, no basta con el deseo de solo uno. El libro está concebido con la intensión de que cuento tras cuento la cotidianeidad de sus personajes hagan que el lector se camufle con el plano ficcional de las historias y lleguen incluso hasta a dialogar con sus protagonistas, transfigurando sensaciones, intimidad y complicidad. En esta primera entrega el libro muestra mucho de sí, de sus personajes, los cuales pueden incluso hasta verse mutados retrospectivamente de estos primeros según avancen algunos de los relatos.

La mayoría de los cuentos que componen este folleto tienen más de siete años, es el caso de Zona inexplorada, por ejemplo, primer relato que hice en mi vida como escritora. Nació en el Onelio (Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, 2014), escrito específicamente para una de esas emblemáticas lecturas críticas de los sábados y de la cual salió bastante ileso, podría decirse. Por ende, la connotación que tiene para mí poder ver finalmente esta obra publicada es superior, sin temor a duda, a la satisfacción de las restantes. Luego de atravesar procesos de corrección y reescritura me hizo feliz el haber podido mantener su esencia. Este cuento nos remonta a la primera vez de una chica, a cuán complejo puede o no ser ese momento. Es un relato de amor más que nada. Donde de forma ingenua, pura y pasional vemos a Gaby perder su virginidad. Está publicado además en la antología de cuentos para jóvenes El sabor de la luz, editorial José Martí, 2021, compilada por el escritor habanero Lázaro Alfonso Días Cala.

Cosa de tres es otra de esas historias de muchos años ya, que cada vez que leo me llena de una ternura interminable, no sé bien por qué, tal vez a otros les resulte escandaloso, pero el amor puede llegar a ser tan grande y horizontal como se quiera o nos permitamos. Es un relato que intenta romper con los esquemas, con los planos preconcebidos del amor de pareja y con los tabúes de la sociedad. Su protagonista vive un amor de tres donde su conflicto interno consiste en no tener conflicto alguno con sentirse capaz de amar a más de uno a la vez, y no tener problema en gestar una vida en familia bajo esas condiciones.

Por otra parte, están los cuentos: De amor y otras aberraciones, Alma y Entre químicas, de corte homoerótico, los cuales nos muestran de cuánto somos capaces cuando deseamos amor y en cambio no obtenemos nada, lo duro que resulta reducimos al costumbrismo de una ínfima porción de cariño. En estos, sus protagonistas, víctimas del apasionante embriague del querer, son conducidas hacia caminos un tanto oscuros que cambiarán sus vidas para siempre.

Y no faltará, como es de imaginarse, aquellas historias del típico “amor tóxico” y adictivo al cual nos vemos o nos hemos visto atados alguna vez, y si no lo ha estado, amigo mío, pues espérelo, porque si bien trastorna también engancha, justo como estoy segura va a pasarle al leer La mujer que amo. Una relación de años, donde los personajes intentan huir de sus pasiones sabiéndose presas contra precipicio y una vez al límite de lo inaguantable recomienzan de cero para volver luego a planificar la huida.

***

Erotismo, sexo, amor, desamor, es el convite entre estas páginas, donde puse fin a una etapa creativa inicial de mi carrera como escritora y di paso, feliz ante lo concebido, a una nueva fase escritural.

Espero con ansias disfruten esta entrega y tal vez un día, así, como por casualidad me hablen de El poeta y la mantis, o me llamen Pilar, tal vez hasta quieran mostrarme su Papel en blanco, o un chico venga a contarme sobre su Gol de chilena en La última Partida y por El chat hasta puedan mostrarme sus disímiles Rostros.   

 

La autora


Rostros

Entre las tantas virtudes de un libro también está la de salvar. Y cuando hablo de salvación no lo hago solo en el sentido literal de la palabra, sino en otra forma donde salvar representa la sensación que viví hace poco. Siempre he sido un lector voraz de narrativa cubana, sobre todo de la contemporánea, esa que cuenta desde una óptica fresca y actual, que tanto se ajusta a mis preferencias como lector. Por años tuve a mano obras de disímiles autores —unos consagrados y otros no tanto— hasta que un día, por diferentes razones, empezaron a escasear, lo mismo en librerías que en mi gusto personal, sembrándome la idea —equivocada por demás— de que la cuentística nuestra vivía una etapa de sequía creativa que dejaba en un limbo mis ansias de lectura.

Esta apreciación errónea la disipó de golpe Lisbeth Lima Hechavarría (Santiago de Cuba, 1995) con el cuaderno Rostros, publicado por Primigenios en 2021. No tengo la menor duda de que solo una imaginación desmedida, una personalidad espontánea y un talento en plenitud son capaces de ovular 15 hijos que nazcan convertidos ya en cuanto se desea un día cualquiera para complacer desde la perspectiva del amor.

Rostros, publicado por Primigenios en 2021. Foto: Cortesía del autor

Se trata de 15 rostros que nos invitan (u obligan quizás) a mirarnos por dentro, porque cuando lees te descubres a ti en muchos personajes o, en el peor de los casos, se te revelan vivencias de amigos, conocidos y desconocidos también. Contar desde la perfección es una constante en toda la obra, donde escribir de lo cotidiano, de cosas a las que nadie prestaría atención si no fueran contadas estupendamente, marcan la diferencia. El amor asoma su semblante en cada una de las historias, unas veces más intencional que otras, pero igual de presente en todas.

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La lucidez del lenguaje hace creer que, más que narrar por escrito, Lima Hechavarría nos cuenta en persona, ya sea en la intimidad de la casa o sentada en un parque, estos relatos acaecidos bien al doblar de la esquina, en tu vida o la mía. El sexo y el erotismo conforman el aderezo de cada página, siendo fiel y realista en la consumación de toda relación de pareja. Se percibe que para nada fue la sexualidad la génesis de cada historia, sino a la inversa: que cada historia lleva un hilo conductor que dio paso a la excitación y de ahí al sexo. Las palabras para describir estas escenas están abrazadas a la realidad del ser humano, a lo que sentimos y conocemos, a lo que es y llamamos por su nombre. Es así que por momentos el protagonismo acaba por subyugarnos y hacernos parte de la lujuria y el estímulo carnal para, después, sutilmente, llevarnos a un final del cuento justo, preciso y muy en concordancia con la historia.

Próximo inning es el relato que da inicio a este cuaderno. Es el candidato perfecto para abrir un libro porque provoca una sonrisa cuando terminas de engullirlo y deja un aire de complacencia que incita a voltear la hoja y seguir. Es la cronología de un amor en decadencia, desgastado, que evidencia que la pareja es efectiva cuando los dos, al unísono, vivifican el deseo, que a la larga es el que sostiene una relación.

“Contar desde la perfección es una constante en toda la obra, donde escribir de lo cotidiano, de cosas a las que nadie prestaría atención si no fueran contadas estupendamente, marcan la diferencia. El amor asoma su semblante en cada una de las historias, unas veces más intencional que otras, pero igual de presente en todas”.

Cosa de tres pudiera parecer un cuento demasiado fuerte, pero no lo es si tenemos en cuenta que se mueve en un contexto liberal, que desbarata estereotipos que echaron raíces en nuestra sociedad y que hoy van acomodándose a nuevos tiempos, sin que por ello debamos ser acusados de aberrantes y desmoralizados.

Entre químicas nos muestra que entre la pasión y cruzar el límite de la cordura no hay más que un mal paso. Es este un relato sencillo, que permite olfatear en la azotea un fin no muy placentero para sus protagonistas y que asume un acabado trágico, pero acorde a la progresión narrativa.

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Pilar es la fotografía hecha con ribetes renovados al tema de la prostitución que por muchos años ha contagiado a una parte de la sociedad. De manera coloquial, amena y contundente la autora hace un guiño entre la necesidad, lo que se quiere y no se tiene y la vía más “fácil” de conseguirlo. Hay un mensaje implícito en el cuento que va más allá de la historia.

La invitación está hecha. Adéntrese por los vericuetos de 15 Rostros para que se encuentre reflejado en alguno(s) y pueda sentir la satisfacción de verse protagonizar, sin permiso de nadie, una historia que parece íntima y personal hasta que descubres que alguien la vivió (y la vive ahora mismo) en cualquier lugar.


Faros, rostros y matices en las luces escriturales de Lisbeth Lima Hechavarría

Santiago de Cuba, tierra de letras. Región cubana poco frecuentada por nuestra columna. Esta jornada conversamos sobre Lisbeth Lima Hechavarría (1995). Licenciada en Biología por la Universidad de Oriente, se especializa en Antropología Física. Es, asimismo, escritora y editora. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y graduada del Centro de Formación Literaria «Onelio Jorge Cardoso» (2014).

Sus cuentos y poemas han sido publicados como parte de diversas antologías en Austria, Venezuela, Francia, España, Polonia, Estados Unidos, Cuba y próximamente bajo el sello editorial Letra Latina el libro De amor y otras aberraciones aparecerá en México, Colombia y Argentina.

Forma parte del colectivo de editores de la Editorial Santuario en Santo Domingo y es Jefa de la sección de Literatura en la AHS y vicepresidenta de esa institución en Santiago de Cuba. Dirige y conduce la peña literaria El Escriba, que ya arribó a sus dos años de creada. En 2021 publicó el libro de cuentos Rostros, por la Editorial Primigenios de Miami. Tiene, además, los libros Matices de vida y Bestias interiores, por Ilíada Ediciones.

El cuaderno de poesía El faro que me habita (2021) y del que hoy le traemos una selección, resultó finalista en los Juegos Florales de su ciudad.

I (cuaderno 2)

Rodeado de lunas andas,

cabizbajo ante un cielo

que ya no brinda amparo a tus

luces.

Anhelas: un barco en alta mar,

un perro, una casita sencilla,

una mujer. Una mujer de sal,

que ilumine toda la tristeza en

tus ojos.

Sabina, medio sordo ya de

tantas noches,

lo llamas, pero también ha de

hacerse el mudo a tus súplicas.

Queda este océano enorme

entre tu pecho

y seis días no serán suficientes

para navegar.

II (cuaderno 2)

Escurrirme sin ti nunca fue la

Idea.

Llegué sin avisar, sin permisos,

sin…

No temí jamás a tus instintos.

Aprendo a querer tus mares, tu

perro, tu luna.

Cayó un sol entre tus ojos

Primitivos,

la luz irrumpió de súbito,

inundando mi barco.

Los ruidos te persiguen y yo soy

uno de ellos, dices…

Ay de ti, y de este silencio que

corta.

Ay de ti, que exergas mis

Versos.

IV (cuaderno 2)

Será entre más libros que vuelva a verte.

Como tapado solo de hojas llenas de ti.

Y leeré aquel cuento, culpable de estos versos.

Culpable de que lleves el Oeste a la espalda

y se esconda entre mis labios el ocaso.

Supe que tuve n día la gracia de llevar otro nombre.

Combinas el calor en tus muslos.

En la boca. En el pecho…

A pulso colocaste cada letra

mientras corrieron de ti todas las ganas de

llamarme Teresa.


Experimentar piel a piel la necesidad de decir

Lisbeth Lima Hechavarría experimenta en piel propia la necesidad de dar cuerpo al arte. Su creación late y se construye sobre en un puente que enlaza memoria y realidad. Bien sabe que cada escritor es, a su manera, un cronista de su tiempo. Hoy les invito a conocer un poco más de esta joven autora santiaguera que ya ha conquistado, con su literatura, un fértil terreno editorial más allá de las fronteras nacionales.

En la escritura, en la creación, ¿qué consideras es esencial o indispensable?

Libertad. Un creador se debe ser fiel a su ideal, a defender su posición, sea cual sea. Todo es un proceso de pensamiento, de conclusiones conceptuales a las que se arriba tras poner en práctica lo único que no se le logra arrebatar a un artista nunca: la capacidad de transfigurarse e ir experimentando piel a piel la necesidad de decir.

¿Puede ser mesurable la calidad de un libro, o esto depende de las sensaciones, emociones, experiencias, referencias y del mundo estético personal de cada uno de los lectores?

Es un poco de ambas cosas que planteas. Aunque la apreciación de lo “bueno” o “malo” es subjetiva y está completamente estribada en las concepciones individuales de cada quien, es cierto que la calidad de un libro sí es mesurable y puede ir desde la propia conformación de este hasta el estilo, la complejidad lingüística, recursos, el cómo se desarrolla la temática, la edición, por citar algunos ejemplos. Pero sucede que más allá de esos criterios se encuentra el tema de las emociones que produce el texto: cuánto nos transmite, nos contextualiza, nos incita a la reflexión, cuánto provoca, todo esto resulta de gran peso a la hora de evaluar una obra. Pienso que es parte indispensable también en esa mensuración. Porque, ¿de qué sirve la literatura si no es capaz de transmitir y comprometer al lector por más limpieza estilística que tenga?

¿Es posible definir qué es la creación? ¿Podrías aventurar tu definición personal?

La creación es exorcismo para el alma. Libertad. Casi siempre mi proceso creativo está unido a la imperante necesidad de desfogarme, de liberar a los demás. Me transfiguro en rostros ajenos y los desato. Con el tiempo ya es oficio, y aun estando en paz logro crear, pero debo admitir que nunca con la facilidad, fuerza y prontitud que logro cuando algo me perturba. También es magia. No creo que algo que no lleve magia sea capaz de salvar.

¿Cómo transcurre tu proceso creativo? ¿Cómo piensas la estructura o arquitectura de un libro?

No la pienso, la verdad. Por lo general eso es algo que analizo después, cuando de poesía o cuentos se trata, claro. No logro condicionar mi creación a esquemas. Ya es suficiente con lo menguado que se ve el proceso ante las peripecias de esta vida tan convulsa y precaria que llevamos.

Y en cuanto a mi proceso creativo, lo cierto es que ya no sé trabajar de otro modo que no sea bajo presión. Es una condición impuesta ante la cual no me ha quedado otra que adaptarme, pero irónicamente lo disfruto porque en medio de tanto alboroto que hay siempre en casa con el niño, mis madres aclamando a Dios cada dos por tres, los gritos adolescentes de mi hermana y la tristeza tremenda que nos invade, pues yo escapo, escapo y es como un momento de abstracción febril. Calor, horas sin corriente, muchachos desde los portales vecinos enchuchando a los perros, Mateo de un lado a otro tirando de un carrito viejo sin ruedas y yo ahí, en ese vaivén que logro entre ficción y realidad. Pocas veces tengo paz para escribir, leer o estudiar, pero esas son también mis acciones vitales, como tragar, así que me adapto para sobrevivir.

¿Es el escritor un cronista de su tiempo? ¿Tiene el escritor deber con el tiempo que le ha tocado vivir?

cortesía de la entrevistada

Creo que sí, somos cronistas de nuestros tiempos, de los momentos históricos que nos han tocado vivir, lo queramos o no. Es difícil escapar de nuestra realidad. Es contraproducente querer luchar frente a ello, seríamos esclavos de cada frase escrita mientras huimos de nuestro entorno.

Pero no sería “deber” el término. A fin de cuentas, como ya expresaba anteriormente, creación es libertad y donde empiezan los deberes, comienza la atadura de alguna forma, y crear siempre debe estar por encima de todo eso. La cronicidad viene inmersa en el propio proceso de creación, fluye de modo natural, muchas veces sin que seamos conscientes de ello. Cuando lo condicionamos entonces estamos dejando de ficcionar nuestros planos y ahí sí surge ya el deber a ser fehacientes con nuestras circunstancias. 

¿Tiene el escritor un deber con la obra que ha elegido escribir?

Aquí sí considero que el término “deber” se impone. Si el creador no es capaz de sentirse comprometido y deberse a su obra, entonces nunca le debió ser otorgado el don. Porque una cosa es imponerse requisitos que entorpezcan el nacimiento de la idea, atarse a concepciones estilísticas para complacer a eruditos o sentir presión ante la realidad que se impone y otra muy distinta es no ser fieles a nuestra condición de creadores. Cuando estoy en el proceso de culminación de un texto, no estoy tranquila hasta que ha quedado listo y el deber sigue, porque engavetarlo no sirve de nada, hay que darle luz a esa idea, velar que llegue a todos cuantos puedas, nunca se sabe cuántas buenas emociones seas capaz de generar.

¿Rutinas o manías a la hora de escribir? ¿Inspiración o método?

cortesía de la entrevistada

No tengo manías ni rutinas. Son tiempos donde el pragmatismo se impone. Aunque sin perder ni una pizca de pasión, sí debo acogerme y aprovechar donde me llegue la musa para escribir. A veces es mientras dejo que se sofría un quimbombó con carne y hago apuntes en el blog de notas, o en una cola. Juego con mi niño, de pronto algo dice que me suena divertido y acopla bien en una escena, pues allá voy corriendo a escribirla: esos son mis mecanismos. Pero puedo hablarte de cuáles fueron, y todavía son de vez en cuando (no por elección propia sino porque no me queda de otra) esas rutinas que disfruté en mi proceso de escritura: escribir a partir de las once de la noche, en la madrugada, períodos de noctambulismo creativo, taza de café en mano. Pero si de preferencias se trata, elijo un ambiente limpio, agradable. Sueño con lo que pudiera ser en una casa grande, ventilada, donde se respire paz, y yo sentada en mi escritorio, nada sofisticado sino más bien artesanal, frente a un librero inmenso. Entonces poder escribir toda la mañana, desde bien temprano hasta medio día, es el horario que considero se aprovecha mejor.

Inspiración: vivir y leer, leer y vivir. No se puede crear sin vivir, vivir mucho, que no es lo mismo que llevar a cabo nuestras funciones vegetativas.

cortesía de la entrevistada

¿Qué resulta, a tu criterio, lo más interesante de la creación joven en estos momentos?

Siento que lo más interesante en la creación de estos momentos, no solo a nivel nacional, sino también internacional, es el riesgo. El arte que está moviendo el mundo hoy es un arte experimental, y sí, esto no viene de ahora, ya ha sido una constante desde décadas, pero no es que ahora se trate de novedad, sino de traer a los planos actuales, a nuestro momento histórico, el arte que tiempo atrás también cumplió su objetivo. Experimentar complementándolo con elementos vigentes y evaluar los resultados, ver lo que provoca. Hoy son muchos más los creadores que apuestan por el riesgo, son más los que aspiran a revolucionar los dogmas y corrientes de pensamientos. El arte ha sido puente, mecanismo, eso es inmutable e imagino que lo será siempre… los que no somos estáticos en nuestro modo de comprender y hacer somos nosotros, de ahí que hoy se perciba distinto ese mismo arte y por ende pueda generar el cambio inminente.   

Entonces, como artistas, ¿qué valores nos salvan y cuáles nos hunden?

La humildad es una virtud que admiro. La sencillez. El saber ser agradecidos es algo que engrandece y salva, siempre salva. Nos hunde el sobreponer el ego antes que la tolerancia y la empatía.

¿Cuáles son los temas que resultan, para ti, obsesiones o leitmotivs en la escritura?

La muerte. La muerte y su relación con los demás procesos de la vida: el amor, la soledad, la psicosis. Siempre he asumido la muerte con una especie de… no sé si “naturalidad” sea la palabra correcta, pero me enfrento a ella con desapego. Quizá porque la asumo y concientizo como lo que es: un proceso inevitable, al que por más intentos que hagas no lograrás frenar llegada la hora; entonces aferrarnos a la negación solo entorpece el devenir del ciclo.

A los nueve años murió mi abuelo materno, el único que realmente tuve. Recuerdo que mi madre fue a buscarme a casa de la veterinaria amiga de la familia, la cual vivía a unas pocas cuadras. Estaba lloviendo. Al bajar las escaleras tropecé y casi caigo, mi madre procuró que me fijara bien dónde pisaba, que ya estaba bueno de desgracias ese día, dijo. No mostró muchas objeciones en que fuera al velatorio. Llegué y sin pensarlo fui hasta el cuarto y me subí en la cama donde yacía mi abuelo muerto. Ahí pasé rato acariciándole el pelo lacio y sedoso, recordando los cuentos “de nunca acabar que siempre hacía”. Mi madre se asombró y cuentan mis tías que quiso sacarme de allí, pero ellas lo impidieron. Fue uno de mis primeros encuentros con la muerte. Agradezco el que mi familia se mostrara siempre también presta a asumirlo sin tabúes, sin inventar historias para ocultarme las ausencias de los que morían. Luego partió mi bisabuelo paterno, con el cual también de niña establecí un vínculo.

En 4to año de la universidad cambié de bióloga de campo y estudios sobre Biodiversidad a interesarme por la Antropología Física, Forense, la Tafonomía (técnicas de enterramientos), campo en el que hoy desarrollo mis estudios científicos. Trabajé durante casi cuatro años con cadáveres humanos, en la morgue y cementerios. Creo que esta pasión que siento por mi especialidad tiene mucho que ver también con mi forma de enfrentarme a este fenómeno y, como válvula de escape que es al fin y al cabo la literatura, pues forma parte de mi universo creativo. 

¿Cuán difícil es para un autor joven abrirse paso en el terreno nacional y, luego, un poco más adelante, en el campo internacional?

A mí me ha sucedido al revés y no sé hasta qué punto pueda ser eso favorable o no, pero encontré espacio primero en medios internacionales. Mi primera publicación fue traducida al alemán en una antología de joven narrativa cubana, llevada a cabo por la editorial PODIUM, de Viena. Tuve el placer de ver publicado mi cuento Fototaxia negativa, uno de mis primeros textos, hoy contenido en el libro Matices de vida. Luego otros tres fueron traducidos al francés y publicados por la Revista Literaria Especializada de la Universidad de Poitiers, Francia, después en una antología en Polonia, y así fueron llegando las primeras publicaciones, felizmente de la mano también de traducciones.

cortesía de la entrevistada

En los últimos dos años no han sido pocas las oportunidades de publicación en revistas literarias extranjeras, las cuales he utilizado como vía de promoción y mecanismo para establecer contacto con personas del mundo editorial. En este año han visto la luz dos de mis libros, ambos publicados por editoriales del exterior y un tercero ya aceptado que corrió con igual destino.

Nada me haría más feliz que comenzar a ver los frutos de estos años de trabajo echar raíces en mi terruño, pero he de admitir que se vuelve un proceso engorroso, desde la presentación del texto hasta con suerte ver el libro publicado. Cierto que desde hace unos meses, tras el proceso de informatización que viene atravesando el país, ya al menos pueden presentarse a evaluación las obras en formato digital; aun así, sigue quedando un arduo camino. En un contexto donde, por cuestiones obvias hay crisis más inminentes que resolver que la del papel y descongestionar los planes editoriales de años de retrasos, pues entonces sí, es difícil, no sé mesurablemente en cuánto, pero lo es, para los jóvenes autores y para los no tan noveles también.

¿Crees en el fatalismo geográfico? ¿Existe aún para los jóvenes autores cubanos, pese al avance paulatino que han tenido las redes sociales en nuestro país?

Sí, claro que sí, es un fenómeno que ha afectado a través de la historia a no pocos artistas, buenos artistas. Tal como mencionaba en la respuesta anterior, no basta tener la llave si no sabes encontrar qué puerta abrir. Hay procesos que no pueden llegar a cuentagotas. “Por algo hay que comenzar”, nos resignamos muchos, pero ¿avanzamos realmente? El universo “Internet=posibilidades reales” no es un camino que se sondee fácil. Lleva tiempo de estudio, fracasos, riesgos y pérdidas.  

Al diseñar tus personajes, ¿en qué fijas primero tu atención? ¿Qué debe tener, esencialmente, un personaje para ser inolvidable?

Autenticidad.

Nunca es una sola o la misma cosa la que fijo para comenzar a darles vida a mis personajes. A veces simplemente llegan y se presentan: “Hola, soy fulano/a de tal, y esta es mi historia”. Esto suele pasarme con frecuencia, se me relevan, toman autonomía. Yo solo me vuelvo entonces el medio para un fin. Ellos viven dentro mí, esa es la gran verdad. Como mencionaba, no suelo tener esquemas, ni bosquejo, eso lo hago internamente; sin embargo, considero que a veces es necesario, puede ser un hábito sano. ¡Mira que lo he intentado!, pero no me sale, y eso que soy de las que llevan agenda y pegan papelitos en el frío y van tachando listas, pero a la hora de crear no me sirve. Las ideas me llegan hasta de un título que se me ocurre, de ahí voy hilando trozo a trozo la historia y conforme avanzo van llegando ellos, se amoldan. En mi obra no busquen héroes, al menos no hasta el momento. Son personajes habituales, sin finales felices, llenos de cotidianeidad. También los hay marcados por la perturbación, la soledad, el miedo. A veces pienso que encuentro una especie de regocijo en crearlos y hacerlos transitar caminos que yo nunca elegiría, esa es la magia de este oficio: transmutarnos constantemente, ser todos y nadie a la vez, vivir cientos de vida, ¿quién dice que no sabemos de inmortalidad? Que le pregunten a Macondo.

¿Qué autores te han marcado?

Me resulta difícil responder porque me han marcado muchos autores y obras, desde los más desconocidos y rechazados por el gremio hasta algunos de los más aclamados y reverenciados. Con los clásicos, siempre lo admito sin pena, me pasa algo raro, no me siento libre, despojada a la hora de leerlos y eso me perturba. El medio crea demasiado ruido respecto a sus obras, unas expectativas que luego no logro y por eso llegan las decepciones. No me pasa con todos, claro está, pero me pasa.  

José Soler Puig, sin dudas es un autor que marcó su impronta en mí, Montenegro con Hombres sin mujer, Carpentier me encanta, Juan Rulfo con El llano en llamas sobre todo, a quien a la vez en los últimos tiempos asocio mucho con el cantautor argentino Jorge Fandermole, otro que también llegó para quedarse; Clarice Lispector y Camus. ¿Más contemporáneos?, me gusta siempre mencionar autores cubanos cuya obra marcó una etapa que defino como mi primera fase escritural: María Liliana Celorrio con Mujeres en la cervecera, Ena Lucía Portela con Cien botellas en una pared y Pájaro pincel y tinta china, Pedro Juan Gutiérrez, Daniel Chavarría y Ana Lidia Vega Serova. Mildre Hernández es otra autora que también me brinda matices interesantes desde su LIJ. Muchos otros.

¿Tienes miedo a lo rutinario en tu oficio como escritora?

Mi respuesta puede tener varias lecturas. Por un lado, no, para nada, no creo que la rutina o el agobio me invadan nunca. Este es un oficio tan rico en materia de hacer que será la vida lo que no me alcance para crear todo cuanto quisiera. Habrá momentos de silencio escritural pero pienso que esos también cuentan dentro del proceso, es tiempo para estudiar nuevos estilos, géneros, reinventarnos como creadores.

Por otro lado, rutina puede ser también disciplina, focus, y eso, para un autor que ya ha descubierto su sello, puede ser la clave del éxito. Ahí quisiera verme un día, no en el éxito, sino en el focus total de mi estilo creativo. Por el momento toca seguir descubriéndome, así que no le temo a la rutina.

Tus dos obras más recientes son Rostros, Editorial Primigenios, en Estados Unidos y Matices de vida, del sello editorial Libros Duendes en Ecuador, en colaboración con la Editorial Italiana TekTime. ¿En qué se diferencian ambas propuestas y cuál eje común las une o ata?

Rostros es mi primer libro publicado. Siempre me será infinitamente grato volver a sus páginas y redescubrirme en ellas. Los cuentos compilados en este volumen llevan mucho de mí, la mayoría tienen más de seis años. Significan inicio, crecimiento y, por qué no, también escuela. Rostros tiene la magia, diría yo, de hacer que nos miremos desde adentro. A fin de cuentas, sus personajes no son más que el reflejo de nosotros mismos en situaciones cercanas, situaciones que escuchamos en boca de unos, de otros, que nos llegan y nos conciernen a veces más de lo que creemos o queremos admitir.  Erotismo, sexo, amor, desamor son el convite que existe entre esas páginas, donde pongo fin a una etapa creativa inicial de mi carrera como escritora y doy paso, feliz ante lo concebido, a una nueva fase escritural.

Matices de vida igual es el resultado de varios años de trabajo. Algunos de sus textos fueron concebidos en paralelo a los del libro Rostros, otros son más recientes como es el caso de “Cifras”, “El despertar de Alicia”, “Nece(si)dades”. Es un compendio de historias que sin grandes ambiciones deja entrever los roles que asumimos en el transcurso de eso que llamamos vida, es la sumatoria de cuanto enfrentamos: muertes, pérdidas, resignación…

A ambos los ata el hecho de que están compuestos por historias-espejos. Sin proponérmelo persiguen los mismos objetivos: hacer que mutemos de piel y nos veamos transitando de pronto por las páginas de un libro. Creo que el ponernos en situación de vez en cuando nos ayuda a comprendernos y tolerar a los demás.     

Volvamos a hablar de Matices de vida… ¿Escribiste este libro con el propósito de antologar tus cuentos bajo en eje temático o fueron textos que nacieron paulatinamente, sin un propósito de homologación? ¿Qué puede esperar el lector de esta propuesta?

No hubo tal propósito en la concepción de este libro. Siempre me cuesta armar los cuadernos, debo admitir, ya que al menos en estos dos primeros, que han sido más bien compilaciones, no hay un mismo hilo temático o una intencionalidad común hacia cada uno de los textos. En Matices de vida están básicamente aquellos cuentos que no cabían en Rostros, pues en ese último título al final logré que el sexo y el amor o desamor fuesen de alguna forma el eje. Luego surgieron otros cuentos que comenzaron a encajar y pues… voilá, salió.

No obstante, nuestros procesos creativos van madurando y, aunque sin camisa de fuerza, ahora tengo en marcha otro libro de cuentos cuyas historias sí guardan relación. Es un proyecto que me está produciendo mucho placer ya que requiere un profundo estudio y yo amo estudiar.

cortesía de la entrevistada

Más allá de la página en blanco, ¿quién es Lisbeth Lima Hechavarría?

Una apasionada de la Antropología Física que sueña con trabajar en algún yacimiento arqueológico y viajar a Egipto. Vivo enamorada de la genética y las aberraciones cromosómicas. Madre de un niño divertido y ocurrente. Miembro de una familia pequeñita y sufrida pero con una fuerza increíble.

 


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