Escritores


Do not disturb y su mundo de siluetas

Un viaje de sensaciones, silencios e imágenes; un universo de sombras físicas y espirituales en el interior de un motel y sus alrededores, pero especialmente dentro de sus personajes, es la propuesta del libro Do not disturb, del joven escritor espirituano Ariel Fonseca Rivero, ganador del Premio Calendario de Narrativa (2020) que otorga la Asociación Hermanos Saíz. La riqueza narrativa y la solidez de la obra definen, entre otros rasgos, esta entrega de la Casa Editora Abril, que contó con la edición y corrección de Laura Álvarez Cruz, y con la fotografía de interior y cubierta de Lino Valcárcel.

Desde el primer relato (“Room 12”) hasta el último (“Room 45. No se admiten mascotas”, el lector se sumerge en historias interconectadas por circunstancias, personajes y un espacio común, con un trasfondo psicológico que enriquece lo narrado y a sus protagonistas. Las historias transmiten más allá de las palabras, dejan una sensación agradable y la posibilidad de imaginar situaciones y recrear múltiples finales en la mente de los lectores.

foto: archivo

Los diferentes relatos tienen vida individual, pero igualmente se complementan en la construcción de una atmósfera general: un motel con sus propios pálpitos. Todo transcurre cerca de algún desierto, se menciona el equipo de los Red Sox y hay un niño con una casaca roja, pero el lugar pudiera ser cualquiera, porque el punto central de esta obra son las sensaciones, los traumas y temores, los dolores y singularidades de su gente.

El libro incluye otros elementos universales como globos, payasos, un carro de helados, música, desamor, columpio, nubes, ladridos… que en su conjunto confluyen de manera natural en diferentes ambientes. En cuanto a lo formal, nos brinda tres secciones, diez relatos y 79 páginas, con una narración limpia, diferentes puntos de vista y cambios temporales frecuentes que ayudan a entender la forma de pensar y actuar de sus seres.

El jurado de Calendario, integrado por los escritores Nelton Pérez, Yunier Riquenes y Ernesto Pérez Castillo, resaltó que “arma bien una historia con un buen uso del lenguaje y la creación de personajes bien diseñados”. Como expresó la escritora Beatriz García Huidobro, “en este libro desaparecen las fronteras entre cuento, novela, elementos de eventuales memorias y pinceladas de crónicas literarias, lo que demuestra que toda apuesta es válida cuando posee una poética propia”.

Cuando nos sumergimos en sus páginas, caminamos por senderos conocidos, por influencias de algunos audiovisuales u otras lecturas, pero sin duda, Do not disturb tiene un alma muy propia que atrapa y nos lleva a pensar en ese sitio que seguramente tiene vida más allá del papel.

Graduado del Centro Nacional de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, autor de varios títulos y miembro de la Asociación Hermanos Saíz, Fonseca Rivero logra una obra sugerente, con despliegue de sensibilidad y capacidad para agrandar pequeños detalles como siluetas y rasgos subjetivos.

 

  • * Publicado orginalmente en el blog del autor Mira Joven. Tomado del Portal Cubarte.

Libro Periodista de provincia o el desafío de narrar desde el humor (+Video)

Hace poco llegó a mis manos el libro Periodista de provincia, del villaclareño José Antonio Fulgueiras, quien ha tenido experiencia como reportero en diversos medios, incluidos los periódicos Granma y Vanguardia, y actualmente como corresponsal de la agencia Prensa Latina.

Varias veces había escuchado sobre esa obra, publicada en el 2012 por la editorial Capiro e integrada por 55 crónicas breves, por lo cual me sumergí rápidamente en sus páginas. Desde la primera, Lam en Sagua,hasta la última, con igual título que todo el volumen, su autor nos propone un viaje por parajes y situaciones, en las que siempre está presente el humor.

Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y autor de otros títulos como El hombre por dentro (1994), Con el santo claro (1995), Gambia: el perfume de las raíces (2000), Víctor Mesa: el béisbol en vida (2002), Cerca del Che (2004) y Tal vez pura coincidencia (2007), Fulgueiras, nacido en Sagua la Grande en 1952, narra hechos desde el realismo y un humor, que suele provocar sonrisas y hasta carcajadas; sin embargo en el centro están siempre sus experiencias reporteriles y visiones a través de la lupa periodística y sus cualidades como cubano sato.

Algunos textos reflejan anécdotas de cuando se desempeñaba como operario C del Centro Telefónico de Sagua, pero ya sentía esa vocación inevitable de periodista y entrevistó, por ejemplo, al pintor Wilfredo Lam.

Entre las crónicas se incluye «El Migue», referida a la etapa en que el actual Presidente de la República se desempeñaba como Primer Secretario del Partido en Villa Clara, y jugaba softbol los sábados junto a periodistas y otras personas.

José Antonio Fulgueiras

Ahí está el humor y también el cariño hacia quien solía ser pitcher titular y segundo, tercero o cuarto en la alineación ofensiva, hacia quien conectó un jonrón decisivo en un torneo nacional de la prensa, propinaba ponches, pero también se molestaba un poco cuando alguien le conectaba un jit, hacia quien después fue Primer Secretario del Partido en Holguín, Ministro de Educación Superior, Vicepresidente de los Consejos de Estado y hoy lidera la nación.

A través de sus letras uno descubre al hombre bromista y amante de los deportes, que se ha ganado la admiración de muchos. En «Cien minutos con Fidel» nos acerca también al Líder Histórico de la Revolución, cuando en un recorrido estuvo en una situación incómoda al hacerle una pregunta que no tenía ninguna relación con el contexto o temas del momento.

 

Otras crónicas son «Un santo del periodismo», «Asesinato», «Pequeña agenda», «El vicio de fumar», «Blandito y Pedrito», «La prueba de conocimientos», «Confieso que pequé», «El show de travestis», «Muñecón», «El masajista», «Diles que no me maten», «La ruta de las serpientes» y «La tesis y Tartufo», estas dos últimas referidas a escenas de la etapa de estudiante. Resultan muy favorables la riqueza narrativa y el costumbrismo presentes a lo largo de las 200 páginas.

En una ocasión el Premio Nacional de Periodismo por la Obra de la Vida José Alejandro Rodríguez definió este libro como una “cebolla picante”, por esa capacidad de motivar carcajadas hasta el punto de hacer salir lágrimas a veces.

Durante su lectura uno piensa también en lo bueno que sería cultivar más en la actualidad el periodismo humorístico, una especie de imán para lectores de todas las generaciones. Aquí se presentan de forma graciosa situaciones incómodas como amenazas de algunos por críticas recibidas o rutinas productivas y maneras “cuadradas” de pensar de directivos, incluso dentro de los medios de prensa.

Uno de los riesgos de este volumen es la inclusión de anécdotas demasiado personales o “provincianas”, pero las situaciones y la manera de contarlas rebasan lo circunstancial y las peculiaridades de contextos específicos.

Entre bromas, esta obra es testimonio de las realidades y dinámicas de un periodista, fuente de conocimientos para quienes hoy ejercen la profesión con particularidades diferentes y similares.


Escritores por la vida desde Holguín

Con transmisiones online realizadas desde la Casa de Iberoamérica y la promoción de catálogos y autores en las diferentes plataformas digitales, se desarrolló recientemente “Escritores por la Vida”, campaña auspiciada por el Centro Provincial del Libro y la Literatura en Holguín ante la suspensión de la Feria Internacional del Libro.

Con auspicio también de la propia Casa, esta campaña posee la finalidad de fomentar el hábito de la lectura a partir del intercambio con escritores holguineros, sus sellos editoriales y como alternativa ante el aislamiento social provocado por la Covid-19, comentó el poeta Moisés Mayán, especialista del Centro de Promoción Literaria Pedro Ortiz.

Escritores por la vida – Foto Alexis del Toro

La misma recorre el panorama literario holguinero a través de los diferentes sellos de la provincia: Ediciones Holguín, que este año arriba a su aniversario35; Ediciones La Luz, de la Asociación Hermanos Saíz, La Mezquita, editorial perteneciente a la filial local de la Unión de Historiadores de Cuba, y el sello de libros artesanales Cuadernos Papiro, con varias transmisiones en vivo realizadas por el proyecto Ángulo Ancho.

Luis Yuseff, editor jefe de La Luz, fundada en 1997, se refirió a los nuevos títulos realizados por esta prestigiosa editorial, como Las piedras clamarán. Poesía cubana contemporánea de temas LGBT+, antología reunida por los poetas e investigadores Virgilio López Lemus y Jesús Barquet; Monstruos. Pequeño Inventario, del espirituano Maykel José Rodríguez Calviño; y los poemarios Mis rejas y mis rosales, de la holguinera Mayda Pérez Gallego; y El Libro de la extraña felicidad, de la tunera Liliana Rodríguez.

Escritores por la vida – Foto Ángulo Ancho

Fue presentada, además, la campaña editorial “Leer nos acerca, leer sana”, con presencia en las redes sociales y dirigida especialmente a fomentar el hábito de la lectura en tiempos en los que el distanciamiento social se impone, así como los diversos materiales que circulan en soporte físico y digital, como carteles, almanaques, pegatinas, fondos de pantalla y postales, además de diferentes spots para televisión y radio.

Escritores por la vida – Foto Ángulo Ancho

Por su parte, los escritores Lourdes González, directora de Ediciones Holguín, y José Luis García, Premio Nacional Alejo Carpentier 2020, compartieron sus experiencias sobre este sello, sus publicaciones, el trabajo editorial, y su promoción en diferentes espacios, como las peñas que protagoniza este sello. García comentó especialmente sobre su trabajo en la editorial, a la cual se encuentra vinculado desde los inicios de su carrera literaria, y donde ha publicado siete libros, como las obras de teatro Una crónica de amor, El hombre de los guantes amarillos y El amor es una cosa esplendorosa.

Asimismo Kenia Leyva, editora de este sello, presentó la campaña “Patria es lectura”, dirigida a consolidar el concepto de “patria”, más allá de los espacios físicos, analizando su connotación en los procesos culturales e identitarios de la sociedad cubana.

Escritores por la vida – Foto Alexis del Toro

Elaine Vilar gana Premio de la Ciudad de Camagüey (+Video)

La escritora Elaine Vilar Madruga (La Habana, 1989) ganó el Premio de la Ciudad Silvestre de Balboa por la pieza teatral Soledad, resultado hecho público como parte de la Semana de la Cultura Camagüeyana.

Se alzó entre las 18 obras de autores de siete provincias, con el seudónimo de Silas y el texto dedicado a la relación de madre e hija ante el conflicto por las pérdidas y las búsquedas en la construcción de identidades.

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“Celestino” convoca en Holguín

Vuelve Ediciones La Luz y la sección de Literatura de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Holguín, a convocar al prestigioso Premio Celestino de Cuento, esta vez en su edición 22.

Podrán participar todos los escritores cubanos, residentes en el país, miembros o no de la AHS, menores de 36 años de edad, con un cuaderno inédito con una extensión mínima de 45 cuartillas y 70 como máximo que deberán enviar a la dirección electrónica: 22premiocelestinodecuento@gmail.com.

Los interesados podrán encontrar más detalles de esta convocatoria en la página oficial de la editorial:
https://edicioneslaluz.cubava.cu/2021/02/convocatoria-xxii-premio-celestino-de-cuento-video/

El evento, que se desarrollará desde el 15 al 18 de junio, de forma virtual atendiendo a las dificultades resultantes de la COVID-19, está dedicado al centenario de Augusto Monterroso y al  aniversario 35 de la AHS.

Las obras serán recibidas hasta el 1 de junio de 2021 y el ganador obtendrá un diploma acreditativo, 1000 pesos, una obra de arte y la publicación del cuaderno premiado a cargo de Ediciones La Luz, a ello se añadirá el pago del respectivo Derecho de Autor.

El jurado lo integrará como es habitual figuras de prestigio en las letras cubanas y darán a conocer su fallo el 18 de junio.

El Premio Celestino es de los más importantes concursos para jóvenes autores cubanos. Sus ganadores más recientes fueron Elaine Vilar Madruga y Robert Ráez.


«Mi intención es estar junto al arte»

Tuve el gusto de presentar online la primera novela de Leonardo Espinoza Benavides, cuando la segunda oleada del coronavirus y la cuarentena amenazaban con transformar nuestra producción del pensamiento y la realidad. Adiós, loxonauta me sirvió como pretexto para (re)visitar la obra de Leo y (re)conocer en ella los signos de lo bien hecho. Novela lúdica, con guiños literarios intemporales, que evidencia una tradición literaria continental enfocada hacia el desarrollo de la ciencia ficción. Además, fue el perfecto motivo que me invitó a dialogar nuevamente con la poética de Leonardo (café de por medio). 

¿Hasta qué punto lo real, esa construcción semiótica que denominamos de dicha forma, impactó en la gestación de la historia de Adiós, loxonauta, tu más reciente novela?

Creo que lo real, en este caso, moldeó la génesis de la obra misma: en medio de una pandemia, como médico trabajando jornadas intensas y otras de completo aislamiento, todo fue adoptando un ritmo particular. La incertidumbre, lo efímero, por momentos una danza con lo aparentemente absurdo y frágil, mi propio oficio en el área de la salud y en el área de las letras, todo en una especie de renovación y redefinición. En ese sentido, en esa forma de realidad en la que nos encontrábamos, fue que esta novela (corta en parte por eso mismo, creo yo) se forjó. Si bien podría lanzar paralelismos de realidad con algunas vivencias personales, eso muy rara vez es mi intención creativa: soy de la escuela de narrar usando la experiencia observada de lo humano más que la interioridad biográfica propia, si bien los pincelazos que mezclan los colores entre ambas son inevitables. Adiós, loxonauta es por completo un hijo literario del año 2020, y todo lo que ello conlleva. Aprovechando la expresión de “construcción semiótica”, soy de los que apuntan a una semiosis que culmine y se determine en el interpretante, desde el cual espero que surja su signo respectivo.

Tus protagonistas apuestan por un space opera donde la especialidad médica de la dermatología es el epicentro que mueve y conduce todas sus aventuras, ¿por qué?, ¿partes también allí de un análisis de tu realidad?

Esta pregunta me acorrala completamente en la respuesta que quise esquivar recién (¡y me saca una risa!). La dermatología: pues, sí. Creo que puedo direccionar esta idea hacia dos caminos válidos. El primero, el universal, el que en cierto modo quise defender en la primera pregunta: cuando narro me gusta crear personajes que han surgido de mis encuentros con personas del mundo real (¡hasta la palabra nos está persiguiendo, lo real!); me gusta trabajar la multiplicidad de opciones simbólicas e interpretativas, cerrando una trama o historia central, por así decirlo, pero dejando, a propósito, el espacio suficiente para que el lector haga suyo este momento novelado incompleto, imperfecto como lo es todo, y que pueda así reverberar hasta quién sabe dónde. El segundo camino, sin embargo, es el que me acorrala siempre: ¿cuánto de mí hay en Ítalo Calvino? Son varios los amigos médicos que me han apuntado, algunos con escepticismo y otros con certeza apodíctica, de que este Ítalo sería yo. ¡No! No, no. (¿O sí? ¡No!). Creo que es un sesgo de convivencia solamente.

Lo que sí es cierto es que intento escribir y crear desde territorios que manejo lo suficientemente bien como para construir sobre ellos de manera cómoda (en este caso, el conocimiento biológico, médico y dermatológico como cimiento). Vuelvo a la semiosis: el lector médico no se detiene con mucho entusiasmo cuando dejo rastros o rutas hacia Calvino (el escritor, no el homonauta), o a Borges o Rufus; mientras que el lector no-médico no se detiene, usualmente —siempre hay excepciones— en el detalle, por ejemplo, de la esfingomielinasa D y la estructura del gremio de la Federación. Así que, volviendo a la pregunta original, sobre dónde comienzo mi análisis de la realidad: desde esto, desde la ambivalencia, la bifurcación, la imperfección, la falta de inicio y final consciente, cualquiera sea el personaje principal, real o fantástico.

En la novela se mezclan los registros de la tragicomedia, con muchos visos lúdicos, incluso irónicos. Esta hibridación de registros, ¿ejercicio de textualidad al azar o pauta consciente?

Pauta consciente. Y gran desafío, por varias razones: hasta entonces, mi obra siempre había estado enmarcada en los cuentos, más o menos largos, pero cuentos al final del día. Y mi voz como autor se enmarcaba en una ciencia ficción con cierta tendencia a lo poético. Algo que me gusta, claro, y que gozo cultivar como parte de mi forma de hacer arte. Pero… no había logrado embarcarme en la novela. Sentí que para lograrlo debía desarmarme y rearmarme, sin temores, sin frenos, a lo que surgiese. Así nació el estilo de Adiós, loxonauta, una comedia por momentos satírica y por momentos tragicómica. Fue la forma espontánea en que pude largarme a una narración más extensa, dejando que los personajes fueran más humanos aún. Y enfatizo lo de humanos porque creo que, por mucho que pueda experimentar y divagar con mi pluma, la esencia de lo que me nace contar se mantiene: historias de gente sencilla en mundos complejos, en busca de sentido y de salvaguardar la ilusión que les permite seguir adelante. Soy incapaz, por ahora al menos, de formar un héroe clásico o una epopeya de final glorioso. Algún día, quizás, pero no por el momento. Me gusta la marginalidad y la confusión existencial. Mi siguiente gran desafío personal es ver qué cosa nacerá entre lo poético y lo tragicómico que he estado cosechando.

¿Has pensado que las aventuras de Ítalo Calvino, homo sapiens, y su colega Krek, loxosceles sapiens, podrían devenir en una saga?

¡Otra vez arrinconado! Debo confesar que no soy muy amigo de las sagas, en general, pero esto me lo han pedido bastante (¡y me alegra mucho, por supuesto!). Cuando pienso en sagas pienso en esos ejemplares de nuestros vecinos anglosajones que sacan tomos y tomos de quinientas y miles de páginas, y de solo verlos me generan ansiedad. ¡Cuántos libros podría leerme en ese tiempo, cuántos autores! Tal vez sea algo regional y vivencial, pero una saga me resuena como inadecuada a la forma en que vivo: entre medicina y literatura suelo dormir tan solo un puñado de horas al día (recuperadas el fin de semana; todo bien), y de tan solo imaginar la cantidad de tiempo que me llevaría leer una de esas sagas… Me pasa lo mismo con las series televisadas, como cuando te recomiendan ver una y al consultar por la cantidad de temporadas resulta que tiene diecisiete y contando. ¡Uf! ¿Y si pasa algo y no logro terminarla? ¿O si no me gusta, pero resuelvo terminar de verla de todos modos? Así que, considerando todo esto, por supuesto que haré una saga con Calvino y Krek. ¿Acaso no les dije que lo mío discurre por la confusión existencial? (Bromas solamente, con una risa a modo de secuela propia del año pasado).

Lo cierto es que sí, creo que haré una saga, ya casi me terminan de convencer, porque el formato me acomoda: Adiós, loxonauta se puede leer en 1-2 días tranquilamente, por lo que respeta lo que por ahora me gusta generar. Tengo pensado el nombre para el segundo libro (pero no creo que esté listo tan rápido).

¿Qué tal la experiencia de publicar con Sietch Ediciones? ¿Qué ha cambiado en los últimos años en el panorama de la ciencia ficción chilena?

¡Gran experiencia! Me tocó ver el nacimiento de esta nueva editorial, así que ha sido toda una vida con ella. Cuando Sietch Ediciones me invitó a publicar, todo era nuevo y todo existía solo a modo potencial. Michel Deb es el responsable de esta aventura: lo conocía lo suficiente, cuando me llamó, como para saber que su intención valía completamente la pena, que era algo a lo cual ameritaba ponerle todo el espíritu y toda la pasión posible. Así, lo que fue primero una publicación en su sello Vintage Pulp, terminó unos meses después convertido en el ofrecimiento de ser parte del creciente equipo editorial de Sietch.

cortesía del entrevistado

Al principio tuve mis temores: la invitación era como editor formal y yo tan solo tenía experiencia editando de manera informal y autodidacta a escritores amigos, lo cual, por mucho tiempo que llevase haciéndolo, no era lo mismo que tomar un cargo como tal. Cuando supe que la editora en jefe del equipo sería Jean Véliz D’Angelo (con formación profesional), entonces me atreví y acepté. Hoy por hoy soy un híbrido editor/agente. Y ha sido maravilloso. Somos una pequeña familia con un mismo sueño: permitir el surgimiento de nuevas historias, acompañando a sus autores y tratándolos como si fueran parte, también, de la gran familia del Sietch. He aprendido un montón, de verdad. Lo que antes conocía solo como autor, ahora lo he podido ver desde el interior de la maquinaria misma, comprendiendo todo lo que implica hacer un libro con cariño y dedicación. Me encanta. Me alegra trabajar con Jean, Michel, Jorge, Iván y los autores y autoras que van sumándose. Y, como si mi alegría fuera poca, aún conservo mi lazo y enorme amistad con Puerto de Escape, editorial en la que soy autor (al mando del genial editor y promotor cultural Marcelo Novoa), de tal modo que he logrado una convivencia aún mayor. Cada una tiene su estilo: cada casa editorial tiene lo suyo, son irrepetibles, creo yo.

Podría entrar a nombrar cualidades de una y otra, y también de las otras editoriales locales dedicadas a la literatura fantástica que han ido surgiendo y que han hecho del panorama chileno actual —respondiendo a la pregunta original— un verdadero momento vigoroso para la publicación independiente, forjando una nueva escena literaria sin lugar a duda, y de la cual veremos su legado en unos años más.

¿Cuál fue el principal desafío textual que enfrentaste al escribir Adiós, loxonauta? ¿Es la novela un género tan complicado como parece a simple vista?

¡Lo es! ¡Vaya que lo es! El mayor de los desafíos fue el convencerme y mentalizarme a, efectivamente, terminarla. Hay algo que siempre comento en entrevistas: soy todo lo opuesto a una persona “organizada”; nunca he usado ni agenda ni mucho menos calendario (dejo notas por ahí y me valgo de buenas amistades para los recordatorios, con la excepción de fechas esenciales, por supuesto). De hacer una analogía que me identifique: soy corredor de los 100 metros planos y jamás podría enfocarme en los 800 metros (dejo de lado los 42 kilómetros de una maratón porque todos tenemos de alguna u otra forma una meta a largo plazo). Llevo toda una vida trabajando y creando de esta forma, desde que lo recuerdo, y me funciona y me fascina. ¿Explosión creativa o umbral motivacional alcanzado? Entonces puedo estar 12 horas sin moverme en una concentración absoluta, por varios días y quizás un par de semanas. ¿Armarme una rutina de escribir un poquitito cada día? Imposible: me aniquilaría mi alter ego de antimateria. Soy un desordenado ordenado, un caótico eficiente (¡quiero creer, al menos!). Mi práctica en el oficio se encuentra, tal vez, en la irregular constancia de tales explosiones. Así que… una novela resultaba complejo en cuanto a logística. Sin embargo, las piezas alcanzaron su alineamiento y me lancé. La novela ya se había armado casi por completo en mi cabeza cuando me senté a escribirla: el aspecto dermatológico ya lo había elaborado mentalmente y el personaje del Inmortal vivía en mi imaginación desde hacía al menos 5 o 6 años, esperando pacientemente el momento de tener un espacio donde desarrollarse (incluida la idea en torno a la medusa Turritopsis dohrnii, que sí, es real); súmesele que estoy realizando un trabajo de investigación clínica en torno al loxoscelismo cutáneo y ¡pum! Era tiempo de apostarlo todo, all in. Inspirado en la extensión de novelas latinoamericanas que me encantan, particularmente Salomé, de una tremenda autora cubana, y Los cuerpos del verano, de Martín Felipe Castagnet, quise apuntar a ese estilo novelístico. Terminar el primer borrador fue intensísimo (benditos sean los momentos de aislamiento pandémico preventivo que tenía que ir tomando, siempre agradeciendo la fortuna de estar sano y salvo, y sin que me faltase nada). Lo demás fue pulir, leer, releer, lectores beta, edición y todo lo que siempre procede. En suma, es una metodología con sus pros y sus contras. El cuento, en contraparte, es un universo paralelo.

Tu personaje Ítalo Calvino es un hombre del Cono Sur, ¿sientes que la condición geográfica, el hecho de nacer en determinado país, define a tus personajes?, ¿cómo manejas las particularidades y rasgos típicos del lenguaje, teniendo en cuenta que tu personaje se relaciona, a gran escala, con otras especies?

¡Uf! Gran pregunta que me llega directo. Sí, creo que el regionalismo de mis personajes es clave fundamental para comprenderlos y descifrarlos. Pero, a su vez, es la forma en que yo mismo incursiono en el tema: me resultaría difícil poner en palabras explícitas mi cosmovisión al respecto y, por eso mismo, lo intento modelar a través de la ficción. En la Feria del Libro Independiente de Valparaíso del año pasado surgió una frase que me atrapó de una forma casi religiosa: “Chile no está resuelto… Chile tiene una pata que cojea”. Si bien creo que la misión es enorme y casi que no logro ver el panorama por completo, sí es algo que intento desarrollar, que intento aportar con mis historias. Hay algo abstracto que tan solo el arte puede moldear. Más que Chile, eso sí, cada vez me siento más atraído por ese concepto geocultural del Cono Sur. No es una atracción que comprenda del todo todavía, pero siento al Cono Sur como un hogar que, a pesar de las turbulencias mundiales que puedan estar ocurriendo, me entrega un cierto cobijo agradable, acogedor, alejándome de posibles nacionalismos fronterizos añejos y, a la vez, configurándome una aldea social abarcable dentro de mi pequeñez humana. De ahí que el español de Ítalo es un híbrido chileno-rioplatense y de ahí que Santiago sea, en aquel futuro, una playa y no una cuenca acorralada por montañas. De ahí nace mi ejercicio de identidad y comunicación. En cuanto al lenguaje entre especies distintas, lo cierto es que no era mi foco en esta novela en particular (el relativismo lingüístico de Sapir-Whorf y las tecnologías traductoras quedarán para otros textos).

cortesía del entrevistado

La relación del ser humano con otras especies inteligentes es uno de los leitmotivs de la ciencia ficción desde sus mismos orígenes como género, ¿por qué te interesa a ti?, ¿sientes que es una corriente de sentido, menos o más subterránea, que atraviesa la poética de tu obra?

Es un tema que me encanta por su enorme cantidad de formas de ser abarcado. Es inagotable, a mi parecer, porque sus límites son los mismos límites de la creatividad. En lo personal, usualmente he usado esas ideas en dos sentidos. Primero, en el incursionar sobre aquello “verdaderamente ajeno” (Stanislaw Lem y Hugo Correa como inspiraciones inevitables); y, segundo, en el aspecto del tropo “espejo”, donde la representación de lo ajeno es tan solo una forma de reflejar algo humano, lo cual sí creo que va con una corriente de sentido que tal vez estoy construyendo de manera no del todo consciente. Confieso, eso sí, que tiendo más al robot-espejo que al extraterrestre-espejo pero, dentro de la variabilidad de refracciones, son dos que gozo tanto leer como escribir. Siempre es desafiante no caer en la mera caricaturización.

¿Es la conquista de un lenguaje particular, de una poética propia, una de tus búsquedas centrales como escritor, o prefieres ir por otros linderos y persiguiendo otros horizontes?

Qué difícil saberlo… (Esta pregunta me hizo parar de escribir, echarme atrás en la silla y mirar el infinito un buen par de minutos… Resultaron ser varios minutos más de lo esperado; pero me tomé un café y volví). Creo que la respuesta es, en primera instancia, que sí: busco una voz propia, de fondo y de forma, aunque tal conquista viene siendo la conquista de uno mismo, acaso un recorrido de por vida. En ese sentido, mi intención es estar junto/con/el Arte. Crear con tal visión y propósito. Hay una pulsión, ¿quizá determinista?, de por medio. Aun así, aunque expresar mi propio desarrollo me resulte complicado, hay algo que sí puedo declarar como horizonte y objetivo, más allá de mi persona: espero que, en algún tiempo y momento, haya al menos un lector que al leer mis historias sienta lo mismo que yo he sentido y sigo sintiendo cuando leo uno de esos libros que te cambian la vida, que te nutren el alma.

Por último, me gustaría que recomendaras un par de relatos tuyos para leer en esta cuarentena, y algunos libros de ciencia ficción que creas pueden acompañarnos bien en estos tiempos que corren.

Para partir el 2021 les recomendaría, o más bien los invito, a que lean los cuentos más nuevos que he publicado por estos días: “Y luego los ángeles olvidan rezar por nosotros”, que apareció recién en la Revista Aeternum, de Perú, en un número titulado “Extrahumanos”; y “Umbrales virulentos: antología de ciencia ficción latinoamericana”, de la editorial venezolana Fundajau, donde aparecen cuatro microcuentos de mi autoría junto a los de otros representantes de la región (¡que están de lujo!). En ambos casos se van a topar con unas ilustraciones increíbles. Pueden dar con los paraderos del material a través de Facebook/Google y, ante cualquier dificultad, me avisan y se los consigo. También les cuento que estoy a la espera de que se publique un cuento al que le tengo un cariño especial, “Dani Dinosaurio (Ve-eleh Shemot)”, pronto a ser impreso en la Revista Crononautas N°2. Y en cuanto a recomendaciones de libros para los tiempos que corren, mis seleccionados vienen siendo: 8 voces: antología de cuentos LGBTIQ+, de Sietch Ediciones (Chile), ciencia ficción fascinantemente novedosa; Recognize Fascism, de la editorial World Weaver Press (Estados Unidos), antologado y editado por Crystal M. Huff, para embarcarse en ciencia ficción y fantasía de corte político, con dos chilenos publicados de por medio; Misión a Laozi, novela del chileno Aparicio N. Frictenns, por Editorial Puerto de Escape, a modo de brindar por el centenario de Lem; y, por último, no puedo dejar de recomendar encarecidamente que lean El Gusano, novela también, del colombiano Luis Carlos Barragán, por Ediciones Vestigio, mi lectura favorita del 2020 (me cambió la vida).


La angustia que nos ofrece el destino

Vasily Mendoza Pérez no se ha propuesto escribir sobre la trascendencia y, sin embargo, en su obra pueden seguirse las señales de lo que es —o, al menos, de lo que yo considero— gran literatura. Desde lo breve y lo fragmentario, desde el punto en que su vida lo marcó para ser creador y usar la palabra como una de las sendas para comunicarse con el mundo, Vasily ha hecho una apuesta: abrir las ventanas a otros universos posibles.

¿Hasta qué punto tu historia de vida signó las historias que, como autor, estabas destinado a contarle al mundo?

Mi historia personal no solo ha signado la literatura que tramo, sin ella no habría narrativa o poesía posible. He sido un vividor de historias fabulosas, desde mi infancia, pero angustiosas. No he sido un delincuente porque estaba signado para otro destino. Tenía todas las condiciones para serlo. Incluso para haber adquirido una conducta o modo de vida más cercano a lo antisocial.

Hijo de padres divorciados que no supieron manejar esa situación familiar y no cuidaron las consecuencias nefastas de ello, tengo huellas de esa infancia, y son las que van saliendo en lo que escribo. Por ejemplo, hay un cuento, Algo que estorba, donde dos hermanos están fabulándose para matar al padre que es un abusador y que, al parecer, mató a la madre de ambos. Este cuento me surgió el día que estaba escribiendo y mi padre y mi hermano me interrumpían a cada rato y no me dejaban concentrar.

Mi proceso de escritura es muy místico. Necesito silencio y concentración para poder escuchar la voz que me dicta lo que transcribo. Y perder esa conexión me es muy doloroso, incómodo, y como soy irascible por arranques, ya te imaginarás cómo terminó la escena en la vida real. Aunque claro, no matamos a nadie, y mi padre no mató a mi madre. Pero son las cosas, verbigracia, que han ido construyendo mi literatura.

Hay cuentos en los que pareciera que escribí en clave para las antiguas amantes, casadas, que me leían buscándose en esos escritos. Y se encontraban. Y nos volvíamos a encontrar en la realidad y todo era mágico. Era, quizás, tan maravilloso como decía Borges cuando se asombraba de que la realidad copiara a la fantasía. Cuando comencé a escribir, bastante en serio, empecé con la poesía. Ahí sí estaba copiando la realidad tal cual era, y no como argumentos sino como sensaciones, porque era el reflejo exacto de mi mundo emocional. Todos mis miedos, mis reacciones, mis afecciones, ahí estaban hechos versos. Cuando estuve los dos años de misión en Venezuela, la poesía vino a salvarme. Y me salvó de todos los colores posibles. Incluso del negro. Y ahí está el libro inédito, En el país de los ruidos, donde estoy yo más lacerado que nunca. Porque esa misión me demostró que nuestro coterráneo puede ser nuestro peor enemigo fuera de los límites de la isla. Es lacerante saber que, en ocasiones, es así.

El argumento, entonces, en mis cuentos viene a ser la historia del otro que me lo dicta. Pero las sensaciones, los afectos, las claves secretas y tácitas, son las mías. Sin eso no tendría razón de escribir ficción.

¿En el oficio de escritor juega algún papel el destino? ¿Es este un oficio como otro cualquiera o comulga con un tipo de espiritualidad distinta, en estrecha conexión con el alma de los receptores?

Siempre he creído en la angustia que nos ofrece el destino. Pero ahora empiezo a dudar de la existencia del destino. Por lo que suponer que uno nace para algo, o está destinado para algo, es como creer en el destino. Y si analizas mi historia personal, como te decía, te darás cuenta de que había algo, secreto y taciturno, que me halaba hacia el arte, hacia la vía del bien. Yo soy rocker, fui friki en la época más dura de nuestro país. Y viví cosas sorprendentes. No consumí drogas, pero sí sus sinónimos, porque la música rock llega a ser una especie de droga y más aún cuando tratas de enajenarte, de irte de vacaciones de tu maldita familia que no está haciendo bien las cosas. Los jóvenes, por lo general, tenemos la sensación o la clara idea de que la familia está haciendo mal las cosas en algún momento de nuestras vidas, y por eso queremos salir un rato a tomar una bocanada de aire. Yo hice muchas cosas en mi adolescencia porque era muy libre. Tenía mucho espacio para mí solo. Por eso pertenecer a una tribu urbana como la de los rockers y hacer música rock en una banda me daba cierta felicidad y consuelo. Pero ese no era mi destino, solo parte de mi anécdota. Y en eso quedó.

Pareciera que, aunque ya no creo tanto en el destino, sí estaba destinado a ser escritor. Incluso ahora, ya más maduro, me doy cuenta de que tengo varias profesiones, pero la que se me da bien, o bastante bien, es la de escribir. De hecho, he tenido relaciones con chicas que nunca me han conocido en persona, pero por los correos y cartas que nos escribíamos ya era capaz de establecer un tipo de relación. Es ahí donde la literatura, sea ficción o no, logra ese acto comunicativo direccional con el que lee: acto que empieza con la actitud del escriba. Ningún escritor escribe sin esa actitud, porque es física. Nuestra mano deja de ser la mano de siempre, la mano de comer y afeitarnos, la mano de saludar o de agarrar las cosas. Entonces se convierte en la mano de alguien que escribe. Alguien que comunica. Eso es algo muy poderoso. Poderoso porque consigue varios niveles de comunicación. Primero, con el que nos dicta lo que escribimos; luego, con nosotros mismos en una especie de introspección; y por último, con el lector que siempre tendrá la última palabra. Pero no acaba. A su vez, el ciclo se repite, pero a la inversa. El lector interioriza lo que lee y lo vive, y luego se lo dice a otros para que compartan las mismas buenas o malas sensaciones. Es pura espiritualidad, sí, claro que sí. Es energía en movimiento. Energía invisible que empieza y concluye en el ser humano.

Lo fantástico, lo mistérico, lo sobrenatural forman parte del sistema de sentido de muchas de tus obras, ¿por qué te interesa cruzar la frontera, la cortina, que separa a la realidad de esas otras realidades probables?

Todo se relaciona. Y habría que volver a la importancia de mi historia personal. Nunca he sido conforme con lo que he vivido. Siempre quiero más. Y siempre me ha dolido mi pasado por no darme lo que necesité justo en la medida y momento adecuados. Por eso la fantasía y esos temas que mencionas han sido como la puerta de escape. Mi primera fantasía, y que nunca escribí, era ser invisible e incorpóreo. Para andar por ahí haciendo maldades al mundo, obtener dinero fácil, ver a las muchachas que amaba en sus casas sin que me vieran a mí, y poder hacer muchas cosas más con total omnisciencia. Eso es algo literario, fíjate, si se quiere, es lo que hacemos los escritores, somos invisibles e incorpóreos en un mundo ilusorio que no existe pero del que sabemos absolutamente todo. Quizás no fuimos sus demiurgos, pero es nuestro mundo y así lo sentimos.

Después, con las lecturas y ese proceso natural de selección, fui descartando temas y quedándome con el misterio, con lo sobrenatural. Eran geniales vías de escape. La realidad me gusta, pero esa la reflejo o la trabajo con el pseudoperiodismo que escribo y con el que me gano la vida, también. Con 18 años entré a formar parte de A.M.O.R.C. y la cuerda mística vibró en mí para siempre. Esa parte genial de la espiritualidad se colmó de alegrías y me hizo el Hombre que soy ahora… y que también reflejo y ha sido determinante en mis lecturas y escrituras.

Háblame un poco de tu proceso creativo…

cortesía del entrevistado

Mi proceso creativo quizás no se diferencie mucho del tuyo o del de otros artistas. Es el mismo para cualquiera de las manifestaciones artísticas que trabajo. Por ejemplo, la primera cosa es la idea en sí que viene sola y sin pedir permiso. Si es un tema musical, tengo que tener a mano algo para grabar o escribir la melodía. Por suerte, sé escribir partituras y tengo el móvil con apks para grabar. Si es un cuento o un texto crítico, siempre a la mano tengo con qué escribir o guardar. Nunca confié en la memoria. Pero siempre confío en ese soplo de la primera línea, en el primer acorde. Y es genial porque me siento como en las nubes. Ya después, cuando me siento a desarrollar esas ideas es como si me distanciara de mí, como si fuera otro y me estuviera viendo hacer el arte que hago. Feliz, vibrante, monárquico. Así termino lo que sea y espero la opinión de mis amigos, los selectos. Una cofradía de humanos que me soportan y dan muy buenas opiniones. Mi mujer es la primera en opinar, periodista de profesión, y con una sapiencia exquisita. Así va rodando la obra hasta que pareciera que ya está terminada. Y cuando sale al mundo, me doy cuenta de que no puedo con ella. No la soporto. Empiezo a verle miles de defectos y la detesto, para siempre. Por eso no puedo leer mis libros ya publicados, ni mis dibujos, ni la música que compongo. Es terrible. Altamente doloroso.

El mundo del teatro forma parte indiscutible de tu realidad como artista, ¿hasta qué punto sientes que la comprensión de la teatralidad ha impactado en el sentido narrativo de tus libros?

Vivir el teatro tanto como aficionado como profesionalmente me ha desarrollado, además, como ser humano. Yo era un rocker tímido y con mucho que callar, pero el teatro me abrió las puertas del pecho e hizo que salieran una a una mis angustias, mis congojas y hasta las piedras de mis zapatos. Me ha dado no solo el sentido de la espacialidad, todo existe con una función determinada en este mundo sino, también, el de la humanidad. Somos humanos por una cualidad y no por otra; y con un fin determinado estamos en este mundo y no en otro. Aparte de ello, el teatro me hizo aprender de la técnica sin necesidad de ir a la escuela, ni de pasarme años estudiándolo. Solo lo viví, y me alimenté, vestí, de ello. Fui muy feliz en el teatro como mismo lo soy gracias a A.M.O.R.C. que también diseñó el dibujo de lo que sería, luego, mi personalidad. Además, me dio todas las herramientas para que en el futuro me dedicara a escribir críticas teatrales, asunto que me fascina.

¿Cómo trazas la arquitectura de un libro de relatos?

A veces un libro me surge con la misma fuerza de la primera línea del primer cuento o parte, así como el título. Muy raras veces desarrollo el libro con los cuentos ya escritos y reunidos después. Es un todo en común que me ayuda a que sea más cerrado el sentido de este. Me ayuda a que, después, se comprenda mejor lo que quise decir, aunque esto no significa que la idea primigenia se mantenga inamovible durante años.

Hay libros que he demorado más de ocho años en publicar desde la primera vez que lo escribí y han sufrido tantos cambios que ya ni se parecen a la idea inicial; pero son los que más me han dado placer y han quedado más en la memoria de algunos lectores. Alguna que otra vez dibujo el libro que quiero hacer y trato de guiarme por ese plano. Así también me funciona. El asunto es que veo al libro de cuentos como un juguete de arme y desarme. En el deseo juvenil de transgredir los límites, intento romper esquemas como los de un cuento detrás del otro aunque, en esencia, sea esa la forma. No creo que exista otra manera de armar un libro de cuentos. Nadie puede poner dos cuentos a la vez, o todos los cuentos a la vez, que no sea uno detrás del otro. Es como la pintura. Uno trata de darle riendas sueltas a la imaginación o a la musa, pero casi siempre traza un plan, una forma.

El diseño, tanto teatral como editorial, ¿de qué manera complementa tu vocación como escritor y qué comprensión del universo de la industria del libro te ha enseñado?

Me veo menos como diseñador. Es así de sencillo. Es un oficio, una manera digna y profesional de ganarme el dinero y asegurar el futuro. Pero no creo que el diseño haya contaminado mi vocación de escritor; más bien a la inversa. Al diseño le hallo correlatos como escritor. Y justifico un trazo o una forma de la manera más conceptual posible, como si con ello estuviese haciendo literatura. Es curioso, pero las cosas ocurren así, a la inversa. No le resto el valor al oficio de diseñar, pero tampoco le doy el papel determinante sobre mis otras profesiones.

Al diseñar a tus personajes, ¿qué recursos empleas? ¿Sientes que la Psicología te dotó de un set de conocimientos sobre la mente y el alma humana que has podido, después, verter en tus historias?

Llegué a la Psicología después de ser escritor. Y me hice consciente de algunos elementos psicológicos de mis personajes cuando estaba en la carrera. Nunca lo hice consciente, ni ahora que ya estoy graduado. Son prácticas que uno va adquiriendo de las lecturas que hace. Creo, como decía Robert L. Stevenson, que los personajes literarios son como cubos de papel. Como cubos de papel que se van armando de personalidad mientras voy corrigiendo las historias. No los trazo. Los veo andar. No les hablo, les permito hablar. A veces, conscientemente, los copio de la realidad o de mí mismo. Y transfiero conocimientos que tengo de otros en ellos y los disfrazo para no descubrir alguna cosa, algún mensaje secreto que dejo en el cuento. Por lo general se me ocurre la historia, no los personajes. Ellos son parte del escenario. Son las herramientas para transmitir una idea. Sé que suena feo. Sé que pareciera una cosa morbosa, cruel. Pero así es. No creo que hacerlo de otra forma sea más caritativo solo por parecer más humano. Los personajes de mis historias son peleles que se mueven a mi antojo. Eso sí, tienen un basamento personológico real, basado en mí y, quizás por eso, parecen más psicológicos o más reales. Pero no dejan de ser cubos de papel.

De tus libros (los inéditos, los publicados), ¿cuál ha quedado tatuado en tu memoria y por qué? Si tuvieran que reconocerte por uno solo de esos libros, por una sola de esas historias, ¿cuál elegirías?

Mi primer libro, en el año 99. Mi primera persona, porque fue Yamilé Tabío Rodríguez la mujer que me inventó como escritor, la que me ayudó y alentó a armar ese libro de cuentos. Lo mandamos a un concurso y fue mi primer concurso nacional en el que saboreé la victoria. En ese primer libro estoy yo más al desnudo. Están historias de fantasmas y cosas imaginarias que siempre me fascinaron. Están Borges y Cortázar, Bach y Picasso. Ahí están mis otras lecturas y mi deseo de ser querido por los lectores y apreciado como escritor. Asuntos que aún están pendientes. Ahí están mensajes en clave para amantes que tuve y que eran casadas y que no se podían decir todas las cosas que normalmente uno les dice a las amantes. Era una gran complicidad. Como mi segundo libro, Esquijarosa, que es el apellido de mi segunda novia en la vida, alguien que significó bastante para mí. Y fue como un punto mágico porque fue, además, mi segunda mujer en la vida sexual y eso, aunque nadie lo diga, tiene tanto significado como la primera.

Mirar con ojos críticos la obra de otro creador es un ejercicio de riesgo, ¿cómo lo afrontas? ¿Cuál es la ética necesaria a la hora de ejercer la crítica? ¿Por qué hemos colocado en picota la cultura del debate y del disentir?

Siempre tengo una opinión sobre cualquier cosa que veo, oigo o digo. Y expresarlo me es fácil. Los pensamientos con criterios fluyen en mí con soltura y logro hilvanarlos. Prefiero más decir que no equivocarme en el criterio. El ejercicio de la crítica es de puro pensamiento. Y no se trata de ser certeros o de poner la verdad al descubierto; se trata de hacer pensar. Cuando tienes un pensamiento genuino es fácil ser polémico. Así soy. Pienso, pienso, y con ello soy polémico. Lo otro es que no tengo miedo de decir eso que pienso, sea bueno o malo. Pero siempre trato de ser constructivo. De que mi opinión sirva para ver la realidad desde otro punto de vista y que la solución parezca, al menos, más palpable. Esa es la ética que me signa.

Disentir no creo que sea el problema. El problema está en disentir un ateo en medio de una misa religiosa, o un satanista en medio de una reunión cristiana. Ese es el punto que muchos no entienden y quieren hacerse entender como disidentes así por así. Es algo complejo, sin dudas. Se ha puesto ahora mismo en la cima de toda la realidad cubana porque muchos no han sabido dialogar y otros no han sabido hacerse entender. A la fuerza no se logra nada. Lo primero es el respeto. Lo primero es escuchar, pero si yo te digo que no quiero dialogar, es mi derecho. Y mi derecho también es entenderlo y aceptarlo.

¿Es la escritura un oficio solitario? ¿Cómo interpretas tú la soledad a la hora de sentarte frente a la potencialidad de la página en blanco?

Si no hay soledad, no hay arte. Porque el arte comunitario existe porque hay un solo y único receptor, al menos, la primera vez. Eso somos los artistas, los primeros receptores. Alguien nos escogió a nosotros para transmitir un mensaje y allá vamos, a duplicarlo y a transmitir. Pero si estamos en compañía de seres queridos, de distracciones y esas cosas, quizás no podamos concentrarnos ni recibir bien el mensaje.

Tengo amigos que escriben en la multitud de un parque, pero cuando les pregunto, no son capaces de decirme que está ocurriendo a solo unos pasos de ellos. Por lo tanto, la concentración es esencial y, con ello, la soledad es tanto íntima como exteriorizante. Te puedes aislar del mundo en medio de una multitud aplastante.

En mi carrera de Psicología, estudié los procesos de concentración y pensamiento, y estaba más que claro que nadie podía hacer más de dos cosas al mismo tiempo. Por lo tanto, si es así, científicamente: ¿cómo puedo yo hablar con mi novia y, a la vez, escribir un gran cuento? No podría, jamás. Por ello, el arte es un ejercicio en solitario. Incluso en el arte grupal, esa de grupos creativos. Tienes que tener un momento a solas para generar ideas y luego ampliarlas en el colectivo o cambiarlas, mejorarlas, en fin.  Siempre la idea base nace en la soledad de uno mismo. Porque es así. Creo yo. No quiero ser absolutista.

¿Cuáles son las principales carencias y excesos, en materia escritural, que acompaña a la literatura que se hace en Cuba, en estos tiempos?

No creo que las principales carencias en materia escritural en Cuba tengan que ver con la censura como algunos predican por ahí. Sin ser un especialista en la materia, pienso que la principal barrera está en lo material. No todo el mundo tiene 600 hojas en blanco para imprimir su obra y mandarla a un concurso, o un poco menos para enviarla a una editorial. Porque para escribir solo se necesita talento y algo que decir. Y, luego, el espacio para que se haga visible tu obra. Al final, la censura siempre va a existir porque es un mal social que no se deslinda de la moral. Sabemos que la moral tiene que ver con las leyes de la convivencia cívica, con lo establecido por una sociedad y su tiempo. Nadie debería ir contra ello y después reclamarle a la censura. Es algo tonto. Porque, de verdad, yo siempre he creído que no hago nada escribiendo sobre abusadores sexuales de niños en una sociedad que deplora ese tipo de actitud. Irremediablemente, seré vetado o censurado en alguna parte del camino. Entonces, ¿en qué sociedad será permitido cualquier tipo de expresión artística? ¿Por qué pensar que ese tipo de actitud solo se tiene en Cuba cuando la historia del arte universal está plagada de actos censurados desde Raphael hasta The Beatles? Y aún hoy. Fuera de Cuba, ¿cuántos artistas no han sido vetados por otros por diferentes motivos? La lista es enorme. Lo triste es que solo los cañones se enfilen hacia Cuba y su Revolución. No creo que la censura sea un mal necesario. No. Es deplorable. Pero orinar contra el ventilador me parece estúpido. Y más aún cuando después se arma una campaña para defenderlo. ¿Alguien tiene derecho a orinar contra el ventilador? Por otra parte creo que, si algún lugar de este mundo es consecuente ahora con el diálogo entre el artista y el Estado, es en Cuba. Stephen King nunca me ha dicho que se ha reunido con los dirigentes del Congreso que él mismo eligió para decirles alguna inquietud social o política que tenga; y nosotros lo hacemos a cada rato desde una asamblea de la UNEAC o de la AHS. Eso es legítimo. Es un logro de esta Revolución.

Ahora bien, que haya artistas que no pertenezcan a ninguna de estar organizaciones y necesiten un espacio de diálogo, es otra cosa. Bien justa y legítima. Pero no tiene que ser a la fuerza. El diálogo para que sea diálogo tiene que partir del consenso de ambas partes; si no, es imposición. El Estado cubano: ¿tiene la obligación de dialogar con todos los habitantes de la isla? Sí, lo creo, pero también tiene el derecho de no dialogar, porque si no estaría siendo esclavizado por una parte de una población que quiere diálogo, que quiere otra cosa. Es algo complejo que merece más de un análisis. Por el momento, yo he tramado mi literatura hasta donde he querido. He escrito lo que pienso y lo he publicado. Nunca he escrito algo que no sienta. La censura nunca me ha tocado un pelo porque mi arte sigue siendo libre y soberano como mi bandera.


El Madrigazo, festival de arte joven de la AHS

El festival del arte joven en La Habana, nombrado El Madrigazo y considerado el principal evento organizado por la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en esta capital, concluye este domingo 15 de noviembre.

Esta propuesta se celebró en las vísperas del aniversario de la fundación de la ciudad y con ella, se festejó también la reapertura de la sede habanera de la AHS conocida como La Madriguera, donde transcurrió el festival, informó a través de nota de prensa Heisa Altabaz Guzmán, comunicadora de la Asociación.

Indicó, además, que por la actual situación del país respecto a la COVID-19, en esta ocasión el evento sólo abrió sus puertas a los asociados de la institución.

La inauguración del evento comenzó con la presentación de diferentes músicos y proyectos: Ernesto Oliva, Harold Merino, The Concept y Grupo Gigantería en el escenario principal.

Esta primera jornada continuó con la muestra colectiva Hay más caminos después del abismo, y con la proyección de cortos, películas y teleteatros, para seguir luego con la descarga entre músicos y escritores
Por las calles de una isla.

Tony Ávila fue el invitado especial del concierto inaugural que ocurrió en el escenario central, seguido por el espectáculo Todos los caminos conducen al patio, y las actuaciones de Jan Cruz, Abel Geronés, Ronkalunga y Negrons.

Para el resto del fin de semana, el evento propuso un programa de actividades compuesto por charlas, proyección de audiovisuales, descargas músico-literarias, exposiciones y conciertos.

Igualmente, compartieron con la audiencia, como Maestros de Juventudes, el cineasta Fernando Pérez, el músico Pancho Amat, y el dramaturgo Carlos Díaz, director la compañía El Público.

El evento cerrará hoy a las nueve de la noche con la presentación de Havana Electrings, Club Conexo, Golpe Seko, The Shepal, Rapzodia y Christopher Simpson, para, a la medianoche, efectuar un brindis por el aniversario 501 de la fundación de la ciudad.