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Sin niños no hay Paraíso (+video)

Por la colina pedregosa y áspera subían los pasos menudos, curiosas las miradas que escrutaban a los extraños. Aquellos llegaron al barrio desde temprano y armaron andamios y parapetos, una tarima y altavoces, pero acababa de irse la luz.

fotos sonia castellanos

Acompañados de las promotoras culturales ascendían los pequeños de caseríos cercanos cuando detrás de un carro viejo los asaltaron. Eran dos payasos, coloridos y bullangueros, y con ellos los jóvenes artistas de la Asociación Hermanos Saíz que tomaban El Paraíso por asalto, o eso creían.

Decididos a presentarse para ese público anhelante aún sin micrófonos, comenzó una presentación improvisada que fue transformándose por los pedidos, o mejor, exigencias de los niños, “yo quiero cantar, Cuba, que linda es Cuba”, “queremos modelar”, “que cante Jorge Luis Tamayo”, y el adolescente de 14 años escoge Cabalgando con Fidel, mientras el grupo corea y lo aplaude.

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Por suerte ha vuelto el fluido eléctrico y ya se escuchan las voces infantiles por todas partes, llegan promotoras de los museos de la ciudad, a las que los niños confesaron no haber asistido nunca; escritores a hablar de textos nuevos: Cuando te llamas princesa, La casa de los gatos perdidos, ambos de Ediciones La Luz; y la mañana se vuelve más calurosa pero los niños no lo perciben arrebolados y eufóricos.

Dicen trabalenguas, bailan, ninguno se va sin un libro en las manos en este sábado que es parte ya del cambio cotidiano, por enrevesado que parezca, en comunidades vulnerables de Holguín.

Los chicos se apuran a responder ante la grabadora y a la pregunta de qué creen de esta experiencia surgen afirmaciones como las de Yusnelvis Pérez: “quiero que mis sueños se hagan realidad, ser cantante, actriz. Me gustó mucho lo que pasó hoy, me sirve para expresar mi talento, todo lo que tengo, que la gente sepa como yo soy”.

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Sheila Cabrera, que estudia en la primaria “Alcides Pino”, asegura: “me sentí muy bien, siento orgullo de estar aquí. Esta es la primera vez que pasa algo así, yo quisiera que los artistas volvieran aquí a mi barrio”.

“Hemos aprendido mucho, hemos estado muy felices. Creo que deberían venir más artistas”, declara Jorge Luis Tamayo, y Yendri Hernández apunta: “nos venden libros para aprender a leer, mientras no está funcionando la escuela”.

Un trovador y un representante del HIP HOP, Gabriel y Laynier Verdecia, en un dúo que cierra la presentación, acaparan las miradas, y al terminar corren hasta ellos las niñas por autógrafos, y piden hacerse fotos con los músicos. Hay pudor y caras satisfechas.

Rachel Heredia, directora provincial de Cultura ha subido y bajado la cuesta varias veces esta mañana, conoce ya como su propio barrio estos caseríos lejanos del centro de la ciudad de los parques, pues al organismo que dirige le corresponde acompañar el viraje de esta comunidad hacia una vida más digna, menos precaria:

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“Acompañamos a la comunidad en todas sus tareas, por ejemplo, en la campaña de vacunación. Nuestras empresas fueron las primeras que entraron aquí junto a una unidad presupuestada, el Centro Provincial de Cine, que tiene una brigada de construcción que trajimos para acá.

En esto participan todos los organismos, nosotros lo que hacemos es acompañar, empujar y cumplir nuestra función y el trabajo comunitario que hace el sector desde su surgimiento, incluso en medio de la pandemia, con las medidas sanitarias.

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Sumamos al sistema institucional completo: aquí está el Centro Provincial del Libro y la Literatura, con el proyecto Para un príncipe enano, han venido diferentes escritores, miembros de la AHS, son los artistas y el pueblo. Es un enriquecimiento mutuo. Nosotros estamos aprendiendo también.

Para cada paso se cuenta con el grupo comunitario. Nuestros artistas y trabajadores de la cultura vienen con esa pasión y arrastran al pueblo, cuando empezamos nos acompañaba el grupo comunitario y ahora pueden ver a los miembros de la comunidad, trabajando, poniendo tubos, limpiando la cerca limpiando sus patios, de eso se trata, de volver a las esencias con un trabajo más fuerte”.

Los niños retornan a sus casas, la algarabía va cediendo, toca imaginar lo que contarán a sus padres de este día, cómo será para ellos volver a la escuela que ya terminan los constructores, al parque que manos nobles les levantan, al consultorio rescatado del deterioro profundo. Habrá que viajar junto a ellos en estos libros con que ahora regresan a sus hogares como una prueba del día distinto que vivió El Paraíso.

 

 

 

 

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