«Lo terrible puede ser algo bello»

Alejandro Rama sabe que lo marginal es algo que nos define y que vive en las raíces de lo que somos. Lo terrible puede ser siempre algo bello, nos anuncia a través de su escritura. Su Sinfonía de las Cavernas, libro por el cual obtuviera el Premio Calendario de Narrativa en el año 2021, entronca con esta, su filosofía de la existencia y del arte.

¿Cómo transcurre tu proceso creativo?

Soy de mucho escribir, pero también de mucho reescribir. Normalmente demoro entre uno y dos años para terminar un libro, para estar conforme con él. Eso sí, necesito mucho ruido, sobre todo música estridente, y mucho café.

¿Sientes que tu cotidiano permea o contamina tus textos? ¿Exploras esa realidad para transformarla en arte o prefieres el ejercicio de imaginar otra realidad posible que no se vincule directamente a ti?

Parte y parte. No escribo sobre mí, pero sí sobre las situaciones que directa o indirectamente terminan rodeándome. Y aunque prefiero imaginar universos, estos terminan contaminándose con situaciones y referentes de la realidad en la que vivo. Eso sí, nunca mi realidad. Como ya dije, no quiero ni puedo escribir sobre mí. Prefiero que mis personajes vivan sus propias vidas.

Fotos cortesía del entrevistado

¿Cómo construyes o trazas la arquitectura de un libro?

Muchos escriben sus historias, una tras otra, y luego entre todas arman su libro, de acuerdo a lo que estas puedan, o no, tener en común. En mi caso no puedo hacerlo así. Las historias sueltas que escribo se quedan como eso: historias sueltas. En cambio, suelo primero tener la idea general del libro, la cual voy conformando como si fuese el armazón de un edificio y, por último, rellenando con las historias como quien agrega concreto a la estructura.

Acabas de obtener el Premio Calendario de Narrativa 2021 con Sinfonía de las Cavernas. ¿Sientes que existe una línea de sentido o de continuidad que te permite asociar esta propuesta a tus textos anteriores: Grunge y Mecánica de las naranjas?

Desde la estructura de una sinfonía, el libro arma como un rompecabezas aparente: termina hilvanando un discurso que tiene como premisa la marginalidad, vista desde todas sus aristas y formas. Creo que se acerca y a la vez se aleja de mis textos anteriores. Se acerca en cuanto a temática, pero se aleja en cuanto a ritmo y estructura. Es un libro más calmado, mejor pensado.

Cuando cruzas el camino hacia la senda poética, ¿existe algo en la poesía que te recuerda aún al narrador que eres?

Escribo poca poesía y mucha narrativa, y a la larga mi poesía termina siendo una especie de ejercicio narrativo. Muchos de mis poemas terminan convirtiéndose, eventualmente, en relatos para agregar a un libro de cuentos o una novela o, como en el caso de Grunge, forman parte del libro sin siquiera perder su categoría poética.

Fotos cortesía del entrevistado

¿Cuáles son los temas que pueblan tu imaginario creativo?

Me gustan las historias ácidas, directas, satíricas. Me gusta moverme dentro de varios subgéneros, parodiarlos con el objetivo de ilustrar y demostrar qué hay o puede existir marginalidad en cualquier lugar. Un árbol puede ser marginal. Una familia que acaba de comprar una mesa puede ser marginal. Una casa. Un paisaje. Una cámara fotográfica. Todo está en la forma, en el cristal con que se mire. De eso trata mi literatura: el golpe constante que nos recuerda que, a veces, lo bello puede ser terrible y lo terrible puede ser algo bello.

¿Crees en la autocensura?

Sí. Creo que nos ha pasado a todos en algún momento y nos seguirá ocurriendo. A veces por miedo y otras por necesidad, pero sucede. En mi caso me ocurre con la poesía. No me veo ni me siento como poeta, y por eso escondo mis textos poéticos incluso de mí mismo, o los termino convirtiendo en cuentos o pretextos para cuentos.

¿Hasta qué punto te interesa dialogar con creadores de tu misma promoción? ¿Lees a otros autores jóvenes del patio?

Creo que ese diálogo se hace cada vez más necesario. Los escritores necesitamos retroalimentación artística, y esa no siempre está en el libro que te lees. Una conversación puede producir muchas ideas, centrar el camino del artista. No he leído a muchos creadores del patio, aunque sí a varios de ellos. Quizás sea también que no me llegan los libros. A veces es simplemente porque uno compra el libro del escritor que ya conoce, en el que confía, y no le da oportunidad a otros. De los que he leído me parecen muy interesantes Daniel Burguet, Junior Fernández, Alejandra Damiani y Raúl Leyva.

Fotos cortesía del entrevistado

¿Cuáles son los principales hándicaps en la promoción del arte joven, dentro y fuera de nuestras fronteras?

Se está haciendo cada vez más necesaria la actualización de los modelos de promoción artística y literaria. Las plataformas, la crítica y las instituciones necesitan comprender de una vez que el artista es el renglón fundamental y que ese renglón necesita ser vendido como lo que es: un producto artístico. Leí hace poco un artículo de Abel G. Roblejo que lo explica de una forma muy acertada. El artista necesita ser valorado, y la mejor forma de hacerlo es a través de su obra. Creo que los espacios promocionales nunca van a ser suficientes. Ni dentro ni fuera. ¿Por qué sí existe un canal de televisión dedicado completamente al deporte y no existe uno dedicado completamente a la cultura? ¿Cómo y dónde puedo conocer del quehacer literario y artístico actual si no pertenezco a una institución artística? Creo que son preguntas que se deberían analizar.

¿Existen virtudes intrínsecas, indispensables para un creador?

Eso está en dependencia del producto que se quiere proyectar. Hay libros, obras de arte en general, que necesitan más que otros. Pero creo que la disciplina, la constancia y la necesidad de decir, de ser escuchado o leído o comprendido es lo que impulsa al artista.

¿Las redes sociales pueden impactar en el futuro a corto o mediano plazos en la forma en que consumimos literatura, y más específicamente, la narrativa? ¿Impactarán también en la forma en que se crea y se concibe un producto artístico?

Ya lo están haciendo. Los escritores hemos tenido que abandonar, de cierta manera, los textos complejos en favor de lo más simple. Oraciones cortas. Textos más dinámicos que captan la atención desde el inicio. Imágenes puramente cinematográficas. Es lo que, a mi entender, nos está legando el mundo de las redes sociales.

Fotos cortesía del entrevistado

¿Los escritores somos criaturas en busca de un nuevo estímulo o meta de forma constante? En ese sentido, ¿eres de aquellos autores que deja de dialogar con sus libros previos para concentrarse en los proyectos presentes y futuros, o prefieres a menudo revisitar lo ya escrito?

Prefiero abandonarlos, aunque nunca los abandone. Pasar página. Me gusta que mis proyectos siempre sean invenciones y no reinvenciones.

¿Crees en las influencias? ¿Hasta qué puntos son perceptibles en tu obra?

La influencia existe, nos guste o no, y mi obra está plagada de ellas, sobre todo porque trabajo sobre la base de la intertextualidad. Uso muchos referentes para construir mi universo narrativo, a veces incluso inconscientemente.

Fotos cortesía del entrevistado

En estos tiempos de cuarentena, ¿qué libro tuyo recomendarías al lector, para que le acompañara? ¿Qué otro libro de un autor joven cubano?

De mis libros recomiendo Grunge. Aunque ya tiene varios años de publicado lo considero la puerta principal para conocer e interesarse por mi literatura. De otro autor, recomiendo Powershop, de Junior Fernández, un libro inmenso en cuanto a forma y contenido, y a su vez muy fresco, al igual que Avenida 99, de Raúl Leyva.

Más allá del escritor, ¿quién es Alejandro Rama?

Pues Alejandro Rama es un ingeniero informático, devenido recientemente instructor de arte, que está enamorado de la vida. Ha intentado ser pintor, músico, cineasta, pelotero, futbolista, desarrollador de videojuegos y fotógrafo. Romántico sin serlo, amigo incondicional, fiel a sus principios siempre y, por sobre todas las cosas, humanista en cuerpo y alma.

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