Del laberinto al retorno

La última aurora es una de las más recientes propuestas de la fructífera escritora Elaine Vilar Madruga. Publicada en el plan especial de la editorial camagüeyana Ácana, se presentó el día 2 de febrero a la 1:00 p.m. en la sala Alejo Carpentier de la Cabaña, en el marco de la vigesimosexta Feria Internacional del Libro de La Habana.Esta obra, aunque de reciente publicación en el territorio nacional, fue la primera novela escrita por la autora y en el 2012 fue accésit del II Concurso Internacional de Novela Oscar Wilde, y publicada originalmente en Ottawa, Canadá, con el título de Bestia, por Lugar Común Editorial. Como dato curioso, ya se ha develado que La última aurora está siendo adaptada al formato de cómicpor la Editorial Tres Inviernos (sello español especializado en la fantasía y la ciencia ficción): verá la luz a mediados de este año.

La novela es, sin dudas, un libro interesante. Sus personajes se me antojan marionetas, como bien lo ilustra la presentación de su segundo capítulo. Pero no solo eso: son también personajes-títeres manipulados por los hilos invisibles de un narrador que, a su vez, es manipulado por un autor. Asimismo, como en fractales, se va haciendo perceptible la manipulación una y otra vez: se traslada el control de poder de uno a otro, así como la sumisión. Pronto, llegas a dudar quién domina realmente la historia, hasta que comprendes que esta autoridad omnisciente no existe. No se está ante una típica novela donde el bien triunfa y el mal fracasa, sino que, como la vida misma, está llena de matices y contrastes que hallan dentro de los protagonistas y actuantes un des(equilibrio).

La locura sumergida en un mundo fantástico-onírico (¿o tal vez real?, porque todo es cuestionable en esta historia de enredadas tramas afectivas y/o sicológicas) nos conducirá a través del laberinto, que es también símbolo del camino de la vida, para acompañar a Ariadna que, con su “hilo”, nos guiará hasta el minotauro y no lejos de él. Porque al monstruo, alegoría a los temores, hay que enfrentarlo. Este simbolismo marcará el volumen que como bien indiqué al principio resulta, sin dudas, interesante. Laberíntica novela donde convergen la fantasía y la ciencia ficción, cargada de profundas reflexiones acerca de lo que se tiene y lo que se desea tener, y de cómo, muchas veces se posee de antemano lo que se cree anhelar. En un mundo futuro y de avanzada tecnología se desarrolla esta historia donde conviven una variedad de personajes que nos evocarán otros relatos, algunos de ellos: Pinocho, la Bestia, el Gato de Cheshire, que ya una vez acompañó a Alicia en su mundo de maravillas; porque es este también un mundo lleno de ellas. Una joven idealista, en una época de caos absoluto y de marcada propaganda bélica (una vez más aquí las reflexiones acerca del destino de la humanidad), se dedica a escribir cuentos de hadas para subsistir. Este es un mundo inundado por la basura, los desperdicios y la enfermedad que ha dejado el hombre tras de sí, en su inconsciencia y sus ansias por dominarlo todo, incluido el planeta mismo. Creo que son las escardadoras (que con sus grandes brazos abarcan toneladas de basura para lanzarlas a las piras, inmensos hornos caloríferos que se ocupan de reducir todo a cenizas), tal vez, el símbolo más exacto de la reducción a la que se ven confinadas muchas de las cosas que el hombre una vez creyó haber construido para el esplendor:

Vio las escardadoras colosales, robots que habían sido creados para la grandeza, encerrados en la mugre del Imperio Tierra. Aún enterrados hasta la cintura, aquellos aparatos con apariencia externa de hombres de metal eran lo más grande que el Imperio había ideado jamás […] Habían sido creadas, a lo largo de toda una década, por el esfuerzo de un centenar de ingenieros especializados en macroconstrucciones. Solo que, luego de cimentadas, el Imperio temió que aquellas colosales estructuras robóticas crearan la destrucción en medio de las ciudades […] había decidido entregar las escardadoras a los servicios comunales. Las más grandes construcciones robóticas de la historia de la Tierra estaban recluidas desde entonces en un basurero.

Escribir cuentos de hadas en una época así es como la negación de la negación, comparable con el movimiento Dadá del siglo xx (el Dadaísmo se caracterizó por rebelarse en contra de las convenciones literarias y artísticas y, en especial, por burlarse del artista burgués y de su arte). Agh`lana, nuestra protagonista, no sé hasta qué punto pretende burlarse del Gremio al que pertenece como escritora, ya que le han dado un ultimátum: “Ni un cuentecito más de hadas. Queremos realismo, sangre, máseres y muerte. Acreos descuartizados y soldados del Imperio con el pecho de frente a los tiros. Héroes envueltos en banderas. Mutantes de las Neocolonias. Eso es lo que vende y es lo que se paga”. Quizás tan solo desea defender sus principios desde la literatura (válida crítica a tendencias en las que, prostituyendo la creación, el autor abandona sus intereses para asumir los de un jurado, una estética de moda o un “gremio”) con ese afán romántico que la caracteriza.

Estos cuentos de hadas son también la coartada para llevarnos a través de esta novela donde elensueño, la enajenación, las adicciones y la incertidumbre, acompañados por el sentimiento de pérdida y de estar perdido, lograrán darle un toque agridulce a esta historia donde universos paralelos se mezclan y abrazan para lograr un libro de excelente presentación. Nuestra olave(persona que pertenecen a un gremio de escritores) vive con un viejo ciborg que la ama y protege como un perro guardián. A partir de la decisión de Agh`lana de abandonar a su compañero para iniciar una nueva vida, la trama comenzará a transfigurarse en enigma, duda, miedo y, sobre todo, en una búsqueda incesante por vislumbrar la profunda complejidad de lo humano.

Desde esa decisión y el título en sí se anuncia el fin, la última de las auroras: el camino de la vida una vez recorrido solo conduce a un lugar.Todos los personajes son víctimas de la violencia, y sin embargo la meta de todos es regida por “amor”. Seres incomprendidos y marginados que tropiezan con la muerte sin que esta los afecte. El castillo donde conviven son solo ruinas, pero el mundo está transfigurado a partir de la píldora naranja (referencia al aislamiento en el que caen muchos de los hombres, cuando a partir de fármacos o drogas deciden eludir las situaciones y/o conflictos del mundo que les rodea). Porque ante tanta inmundicia, sufrimiento y desgaste, lo mejor ―creen― es cerrar los ojos. La evolución e involución de los amantes protagónicos nos irá sorprendiendo y alarmando a la vez. Como hace el fuego con el caldero, uno le trasmite al otro, por cercanía, sus cualidades. O por fuerzas mayores y desconocidas (como las de Dios) que irá alterando el curso de sus existenciasy de cada una de las criaturas que aquí coexisten.

Itókrides, “mezcla extraña entre hombre y máquina. Dónde empezaba uno y dónde el otro era algo que él había olvidado […] los límites de su humanidad se habían confundido en una maraña interminable de conexiones nerviosas y recuerdos que no sabía si eran implantados o reales”, quien necesita por encima de todo mantener a Agh`lanaa salvo, es el otro personaje del que se desprende buena parte de la novela; su tránsito desde la libertad a la esclavitud y viceversa(alegoría de como el hombre puede ser eterno esclavo de sus decisiones), nos mostrará un camino de agonía, sufrimiento y voluntad. La casualidad, más bien causalidad, guiará a uno y otro (como bien lo ilustra en su portada el joven artista de la plástica Carlos D. Rivero García), por pasajes que, aunque parecen en dirección opuesta, conducen a un mismo lugar: a ellos mismos, al retorno al principio, como el ouroboros, como la vida misma, como la última aurora.

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