Personajes


Otro tren llamado Deseo (+Audio)

Porque los clásicos son útiles para discursar en todas las épocas, uno de ellos inspira el próximo estreno de Teatro Rumbo. Esta vez, el experimentado conjunto vueltabajero llegará a los escenarios con Este tren se llama Deseo, texto del joven dramaturgo Irán Capote Fuente, quien mereciera el Premio Calendario 2019.

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Un festival de pueblo

                                                   I

CARTEL DE PROMOCIÓN DEL FESTIVAL DE TEATRO AFICIONADO. FOTO: CORTESÍA DEL COMITÉ ORGANIZADOR.

Regreso a la cuna que me vio nacer, como dice la popular canción, al municipio de Fomento donde es tradición, desde hace poco más de tres décadas, la realización del Festival Nacional de Teatro Aficionado «Olga Alonso». En esta fiesta teatral que implica a grupos de todo el país, y en últimas ediciones también a grupos extranjeros, con la habitual complicidad del avezado público local, pues fui primero un simple espectador, luego, con el tiempo desarrollé mis primeras inquietudes como director y presenté en varios encuentros mis puestas en escena. Hoy, mi participación allí cobra otra dimensión, en este caso como metodólogo de teatro del Consejo Nacional de Casas de Cultura, mas, nunca he dejado de asistir a la cita.

Con esta primicia he intentado mirar con ojo indagador la edición XXXI correspondiente a este 2020, celebrado entre durante el mes de marzo, donde, quiero comenzar aplaudiendo que el programa se realzó con la inclusión de las esperadas presentaciones de las puestas en escena, tanto de la muestra nacional como la internacional; así como de talleres y actividades colaterales que complementaron y prestigiaron la cita.

El festival se mostró diverso, dinámico e intenso. Entre las novedades de la programación se puede resaltar la creación de un nuevo espacio para la presentación de performances, y para la ocasión nos visitó, por la parte cubana, el proyecto de David Valera con una intervención titulada Ese tipo humano, engañosamente civilizado; mientras que, por la parte extrajera, tuvimos la oportunidad de presenciar Observaciones, de la compañía alemana Uniater/Fritzaho. Ello evidencia que los artistas aficionados también se mueven en la búsqueda de nuevos horizontes creativos, y la exploración de nuevas tendencias y prácticas escénicas.

II

El festival recibió a 12 grupos de nueve provincias del país, ocho en calidad de competencia y cuatro de invitados. Nueve grupos extranjeros de cinco países llegaron hasta el enclavado municipio ubicado en el centro de Cuba: Portugal, Alemania, Italia, México y Colombia. Y, además, recibimos a Cheikn Okbaoui, el representante de la UNESCO en Argelia. Celebro que el festival recibiera una muestra extranjera amplia y de calidad, grupos que pertenecen a la Asociación Internacional de Teatro Amateur AITA, lo cual evidencia un interés puntual de los miembros por la parte cubana de que nuestros creadores dialoguen con otras experiencias.

La compañía Xutil Teatro Circo de México, que dirige Yalú Déciga, con el espectáculo Las aventuras de Trapeador y Cotonete, fue una de las propuestas que sobresalió, poniendo a dos actores que interpretan a Cotonete y Trapeador, personajes creados para representar las más diversas formas de andar e interactuar en la calle con los espectadores: protagonistas de un arte que incorpora, además, técnicas del clown, circo. Tuve la oportunidad de verlos en Bejucal unos meses antes, en la jornada de teatro Blanca Becerra, y confieso que encontrarme de nuevo con ellos fue una dicha.

APERTURA DEL FESTIVAL. FOTO: ALEJANDRO MENÉNDEZ

Por su parte, en la muestra cubana imperó el teatro de sala, no hubo esta vez grupos de teatro de calle, y solo uno fue de teatro de títeres. Uno de los montajes que más conmovió fue Terapia del sumidero, del grupo Teatro del Retorno, de San Antonio de los Baños, ante el cual, como mencioné antes, el «avezado espectador foméntense» pudo disfrutar de un teatro experimental, y con una concepción diferente a lo que habitualmente se ha presentado en el festival. Desde un espacio alternativo en el patio del museo, reutilizado como escenario, emerge la reflexión de la propia obra, un ritual interpretado por dos actores con máscaras de pico de ave —parecida a las que usaron los médicos especialistas para tratar a aquellos que padecían de la peste—, el río Ariguanabo —que nace y muere en el territorio del municipio—, así como la relación del hombre con la naturaleza. Estos son los pretextos espaciales que escoge Alexander Diego Gil para la representación, un ritual que parecía que nos estuviera advirtiendo sobre lo que días después llegó a la isla: una pandemia que aun el hombre no ha podido detener. No es casual que el grupo recibiera el Premio de Mejor Diseño Escenográfico, por la exquisitez de su concepción.

BK2. FOTO: ALAIN MIRA.

Solo dos monólogos comparecieron en el festival. De la provincia de Las Tunas llegó el grupo La Corniza con el archiconocido argumento de Emelina Cundeamor, del importante dramaturgo Eugenio Hernández Espinosa, e interpretado por Beatriz Sabrina Ricardo. Con este texto, Hernández Espinosa, dramatiza una problemática identitaria sobre inacabados procesos coloniales racistas, aún vigentes en muchos microsectores de nuestra sociedad. La joven actriz logra mostrar a una mulata que expone entre comentarios sarcásticos, con un humor certero: el desmoronamiento de su matrimonio. Su director, Miguel Ángel Amado, supo guiar a la actriz en una concepción que resultó concentrarse en el trabajo del actor, y para ello utilizó solamente una mesa, una silla, una peluca y otros objetos muy elementales con los cuales logra concentrar la acción, y que permiten vislumbrar la confluencia social del personaje; de ahí que la actriz obtuviera el Premio a la Mejor Actuación Femenina.

BK2 es el título del otro monólogo que estuvo en competencia, a cargo del grupo habanero Té−Atro, escrito y dirigido por Elio Fidel López Vela, quien supo hallar, antes que todo, la verdad de un personaje en su accionar a partir del mismo verbo, y que el actor Iván Collazo Garcés asumió con una madurez impecable. El texto muestra a un joven estudiante que para ganar dinero trabaja de transformista en un bar nocturno, el personaje establece un diálogo con la realidad de muchos jóvenes en el presente. El dormitorio de una beca es el espacio que ha escogido el director para desarrollar la acción. Iván Collazo logra con intensidad ciertas atmósferas para representar el universo del personaje a partir de las emociones que va desencadenando, cada recurso que encontró para su interpretación lo hicieron ganador del Premio a la Mejor Actuación Masculina

Cenital Teatro, grupo del municipio sede, presentó Pasaporte, una obra de Yunior García, texto que ha sido representado por varios grupos en el movimiento de artistas aficionados, pero, que, esta vez, el director Génder Hernández realizó un montaje sencillo, sin perder la estructura de la obra. El director logra una armonía en la escena que construye, básicamente, desde la concepción del espacio y los elementos que lo conforman, pues la escenografía tiene un impecable acabado constructivo que supo adaptar de manera funcional para cada una de las escenas.

En sentido general se aprecia un montaje en el que cada actor domina un registro de caracterización que atrapa al espectador y lo identifica, y ahí radica su principal arma. Merecido fue, entonces, que el jurado decidiera otorgarle el Premio a la Mejor Puesta en Escena.

III

Fue una idea loable que la crítica especializada estuviera por segunda vez en el evento. El prestigioso crítico e investigador teatral Jaime Gómez Triana, invitado especial a esta edición, opinó a propósito: «Creo que los más relevante definitivamente es el público del evento. La cercanía que todo el pueblo tiene al teatro. El festival tiene una gran relevancia en términos de lo que hace para la comunidad en particular. El pueblo también lo espera, lo desea y contribuye a su éxito». Gómez Triana realizó un taller de crítica, que constituyó un espacio idóneo para la superación técnica de los directores, actores, instructores y metodólogos que asistieron al certamen. Otro taller que se efectuó y que los participantes agradecieron fue «Ejercicios escriturales para mundos mínimos», impartido por la maestra Blanca Felipe Rivero.

ENTREVISTA. FOTO: ALEJANDRO MENÉNDEZ.

El evento continúa la tradición de programar presentaciones a las comunidades, barrios y escuelas del municipio. El Juglar del Cisne presentó la obra de títeres Beatriz y los Papas Malvas en la comunidad de Jíquima, donde los niños y toda la familia pudo disfrutar de esta agrupación de Pinar del Río, por los resultados y el amplio repertorio que han venido desarrollando en la modalidad de teatro de títeres, este grupo es ya un referente importante en el país.

Positivo fue invitar de nuevo a la Compañía Teatral La Andariega, de la provincia de Camagüey, de una marcada participación en la historia de este encuentro anual. En esta ocasión presentó Cuentos de Palacio, con una gran aceptación por parte el público. Resulta válido destacar las actuaciones de niños que hacen teatro con una verdad y calidad artística en la escena.  

TALLER DE LA CRÍTICA. FOTO: ALEJANDRO MENÉNDEZ

Para esta edición en especial se creó una comisión curatorial que realizó una audición a los grupos por las provincias del país para seleccionar la muestra nacional. Y es que realizar un evento de esta magnitud requiere del esfuerzo y la dedicación de los organizadores que, en cada proceso, antes y durante el festival, deben mantener el diálogo cómplice, para poder continuar realizando mejores ediciones.

Me gustaría terminar invitando a una reflexión, y es que un festival de tanta significación para el movimiento de artistas aficionados del país, y con tan honda marca identitaria en los pobladores de Fomento, amerita que se pueda construir una sala de teatro en la Casa de Cultura con recursos técnicos mínimos, como equipos de luces y de audio. Ello facilitaría poder invitar grupos de la vanguardia artística que han mostrado su interés por participar del evento, pero se han visto limitados, precisamente, por estas cuestiones técnicas. Grupos y espectáculos que, sin dudas, prestigiarían nuestro Festival Nacional de Teatro «Olga Alonso».


Bonsái: un ejercicio de mutilación del yo ⃰ (+ Videos)

Un bonsái, básicamente, es un árbol mutilado para moldearlo de manera estética según los intereses de quien lo haga. Partiendo de esta idea y, teniendo en cuenta algunos de los procedimientos para llegar al resultado final (dígase: siembra, trasplante, poda, alambrado, etc), sospecho que la pieza de rareza inclasificable o inter-genérica Bonsái, del santiaguero Juan Edilberto Sosa, no es otra cosa que el registro audiovisual de una metáfora.

No importa aquí ningún tipo de búsqueda técnica del audiovisual propiamente dicho; aunque tampoco carece de cierto hallazgo afortunado, sobre todo a nivel narrativo y psicológico: planos aberrantes, sonidos ambiguos y una secuencia abstracta hacia mitad de la película. Desde este punto de vista quizás se resiente en la precariedad del sonido, independientemente a que haya sido intención –o no– de sus realizadores. El sonido, se sabe, juega un papel protagónico en la dramaturgia de cualquier tipo de obra audiovisual.

Pero a lo que íbamos: la jerarquía aquí pertenece a la mera coincidencia de colocar una cámara en un sitio donde está ocurriendo algo: la metáfora: la mutilación del ego de un personaje que es muchos personajes.

cartel diseño de frank lahera

Hay una angustia latente que se respira durante todo el film y que es, luego de las posibles carcajadas iniciales provocadas por la imagen esperpéntica del personaje, lo que logra conectar con el espectador. La angustia entendida como un oxímoron: de un lado, la angustia de lo cotidiano como inercia que tira hacia la desidia; del otro, la angustia como envite tácito que provoca finalmente un salto (una suma de pequeños saltos, en realidad): lo que delata, en definitiva, la naturaleza más primitiva y elemental del ser humano: el drama de respirar, comer y cagar: la belleza patética. Ejecutada por Juan desde lo alegórico y manifestada visualmente en el vestuario (o piel) y la conducta (¿o mente?) del personaje.

Entonces entramos de a lleno en una especie de círculo vicioso que roza lo inquietante, sobre todo entendiendo que los sentidos están anulados de antemano por esa piel o caparazón forjado a golpe de alienación: multi-medial, (des)informativa y de resistencia instintiva a la agonía. Este último elemento cobra particular connotación en la dedicada compulsión del personaje a su higiene personal, que además implica –narrativamente– una contextualización inmediata de la historia. Sin embargo, poco a poco se nos revela que en realidad el círculo es espiral que, a cada vuelta, ha ido ganando en diámetro, poco a poco, mientras su zona de confort se torna cada vez más peligrosa.

Bonsái es un ejercicio de pensamiento. Si no logra echarle a andar las neuronas, ya puede dormir tranquilo el resto de su vida. Más allá de un argumento lineal que sospecho propiciado para el audiovisual y no así para la pieza teatral en conjunto, lo que destaca de la historia es la certeza de que somos manipulados por un algo que prevalece. Llámelo dios, llámelo narrador, llámelo sociedad. Nos siembran, nos podan y nos trasplantan; así como pretendemos hacerlo con otras cosas.

foto Frank Lahera

Al ser, además, un ejercicio de supresión del ego, el actor deja de tener importancia y el personaje se convierte en la obra. Condición que le acerca a un Kafka o a un Virgilio Piñera, donde el yo es sustituido por el nosotros, incluso por el eso. Es entonces que desaparece el individuo y aparece el sustrato. Por lo tanto, desde un punto de vista formal y referencial, le percibo cierta proximidad con algunas formas del teatro asiático, pero desde una especie de hibridez que le acercan, desde lo teórico, al teatro antropológico del italiano Eugenio Barba y, desde la ejecución, al teatro pobre del polaco Grotowski y al experimentalismo de Samuel Beckett.

Finalmente, descubrimos en la pieza ese acercamiento otro que lo redondea y lo carga de significado: la metáfora multiplicada en la colectividad, el fin mismo de todo arte: provocar. La capacidad inter-genérica que por naturaleza porta Bonsái permite que pueda desbordarse hacia el performance o el happening. Y descubrimos la mirada atónita del transeúnte no-pensante, que es capaz de creer sin dudar en lo que dice su televisor, pero no da crédito a lo que puede aparecer ante sus ojos un día cualquiera de su vida.

Entonces todo cobra sentido, un sentido quijotesco: el transeúnte queda mutilado y el personaje se exonera, al menos durante algunos instantes, de cualquier tipo de averno: real o simbólico. El personaje tiene un proyecto, pero no se imagina que sigue siendo parte de un plan más grande: el proyecto del gran mutilador: el pequeño ojo que te mira desde la primera fila, el enorme ojo que te mira desde la sala de proyecciones. El personaje sale en su bicicleta, convencido de que solo lo guía su voluntad, convertido definitivamente en un resultado estético: mutilado y moldeado, pero admirable.

foto frank lahera

 

Bónsai es un cortometraje realizado a partir de una pieza teatral homónima montada por el Grupo de Experimentación Escénica LA CAJA NEGRA y dirigida por Juan Edilberto Sosa.


La abuela Rosa y el atrevimiento literario de Eldys Baratute (+ Fotos)

*Tomado de Cubahora

¿Cuán diferente o similar a las nuestras es la abuela Rosa, personaje del escritor guantanamero Eldys Baratute Benavides? ¿Cuántas como ella caminan por nuestras calles o ahora mismo comparten historias con sus nietos en casa durante estos días de aislamiento, como medida de protección ante el nuevo coronavirus, que apaga vidas en todo el mundo.

Desde la primera página de Los novios de la abuela Rosa (Premio La Edad de Oro 2017), uno es seducido por el ambiente familiar –frase común, tal vez diría Barature-, con referencias al olor a café recién salido del colador, la canela y la vainilla, que ella les echa a los dulces.

Ya con cierta “tradición” de motivar cartas de algunos lectores preocupados por lo atrevido de sus textos, el autor aborda el tema del amor en la tercera edad, con frescura y sin pizca de aburrimiento en una armónica relación entre abuela y nieto, a quien la anciana le cuenta su pasado amoroso y le enseña fotos de varios hombres de su vida.

Más de 50 novios tuvo Rosa, quien desde el principio asegura que “cuando joven era la pata del diablo”. Alegre, sensible y romántica como pocas, ella se nos revela como una mujer especial que también tiene la decisión para luchar siempre por lo que quiere, aunque eso signifique dar el primer paso cuando de conquistar se trata.

En sus relatos del presente y el pasado uno descubre personajes ricos, singulares, que con sus acciones motivan sonrisas y también reflexiones. Ahí están Nicolás, obsesionado con las esculturas; Santiago, el del bigote largo; Juanito, criado por unas mujeres a las que le llamaban las Bernarda Alba; Efraín, el novio 51…; todos con sus particularidades.

Narración precisa, capacidad para mantener el interés, articulación atractiva de recuerdos e historias del pasado con el presente, especialmente en la parte final, interrelación entre textos y fragmentos de canciones…, son algunos de los encantos de este libro de 102 páginas, publicado por la Editorial Gente Nueva en 2018.

Resaltamos otra vez la manera en que se refleja la vida de personas de la tercera edad, quienes también tienen el derecho de reencontrar el amor de pareja y avivar entusiasmos y sueños, sin importar los años. Ojalá el dibujo animado, realizado por la televisión, sobre Los novios de la abuela Rosa se divulgue mucho más.

Eldys Baratute Benavides/ Foto: Tomada de su perfil de Facebook.

Autor de varias decenas de libros y ganador de premios, como La Rosa Blanca (2007 y 2012), La Edad de Oro (2013 y 2017) y el Premio de la Crítica Literaria (2016), Baratute Benavides vuelve a demostrar en esta novela su madurez en el reflejo de temas poco abordados por la literatura para niños en Cuba. Lo hace de una manera atractiva y valiente, elementos que ya identifican su narrativa.

Otros de sus títulos en los que se aprecia esa favorable “manía” del autor de arremeter contra prejuicios son Marité y la Hormiga Loca y Cucarachas al borde de un ataque de nervios, los cuales suelen provocar reacciones diferentes.

Él asegura que nunca se ha sentido una víctima, “cuando me pasan esas situaciones duermo sabiendo que alguien me leyó y se emocionó, para bien o para mal. Ah y que, además, ayuda a hacerme de cierta forma famoso”.

Escritor Eldys Baratute. /Foto: Tomada de su perfil en Facebook.


“No dejar nada gratuito”

María Lorente, quien obtuviera Mención en la más reciente edición del Premio Calendario por su texto teatral She is leaving home/Qué va a ser de ti, es una joven dramaturga con mucho por contar. Sabe que hacer buen teatro depende, en gran medida, de no dejar nada gratuito. Su historia como escritora y teatrista recién comienza y esta es la invitación para conocerla, en un ángulo mas cerrado de observación.

¿Cómo ocurre tu primer contacto con el mundo de la escritura y con el del teatro? ¿Cómo descubriste tu vocación?

Creo que mis padres son lo más importante al hablar de mi vocación. Ellos son escritores y en mi casa siempre viví un ambiente de libertad, de buen gusto, una visión lo menos prejuiciada del mundo. Siempre fui hiperactiva y mis padres tuvieron que encontrar maneras para que yo soltara toda aquella energía: cursos de ballet, fotografía, numismática, artes plásticas y, por supuesto, teatro.

 Sara Miyares, muy cercana a mi familia y Teatro Guiñol, Las Estaciones o El Arca, fue fundamental en mi inserción en el teatro desde pequeña. Crecí viéndola actuar en el Guiñol, me inscribió en mis primeros talleres de teatro, montó obras conmigo y los niños de mi aula y me llevó a formar parte de su grupo de entonces (Teatro de muñecos Okantomí). Fue allí donde tuve mis primeras experiencias dentro de un teatro.

Con Okantomí participé en La calle de los fantasmas y en Bebé y el señor don Pomposo, todavía guardo los programas de mano: hice de fantasma, de mendiga, de lazarillo y ayudaba a los actores en los cambios de ropa o en cualquier cosa que surgiera tras los telones. A partir de ahí tuve muy claro en mi niñez y parte de la adolescencia que quería ser actriz. Me presenté en las pruebas de la ENA y no aprobé, lo cual, para mi sorpresa, no fue el fin del mundo. Todo lo contrario. Empecé a escribir, a escribir con conciencia.

¿Cómo transcurre tu proceso creativo? ¿Cuánta importancia le concedes a la investigación dentro de este proceso?

Cuando escribo, me encierro. Me gusta estar sola, en un ambiente tranquilo, sin interrupciones. Sin embargo, el tiempo de escribir no coincide siempre con el de concepción, trabajo de la idea o investigación, por lo menos para mí. Me pasa que cuando estoy en la primera fase de producción de un texto, mi mente se enfoca en eso con mucha fuerza, tanto que todo lo que leo, estudio, escucho o percibo, lo relaciono directamente con ese proceso.

Creo que cada proceso requiere un tipo de investigación que responda a las particularidades del futuro material. La investigación vivencial y la bibliográfica son las que he practicado para enriquecer mis textos. Me parece que todo lo que he escrito es también una investigación sobre mí misma.

¿Qué universo de referencias, tanto literarias como visuales y teatrales, te acompaña?

He visto mucho teatro malo, y creo que todavía me toca ver otra gran cantidad. Ese teatro que yo considero malo o poco interesante me ha enseñado mucho, me ha dejado claro lo que no quiero hacer. Ver o leer el teatro que me gusta también es de gran ayuda. Estoy en una edad en la que dejarme influenciar y, de alguna manera, intentar copiar recursos de mis paradigmas, es muy productivo.

En lo literario, mi primera referencia son mis padres, y creo que por eso no me he aventurado en la poesía, porque sería trabajar en un campo muy trabajado por ellos. Soy fanática de la literatura latinoamericana: Cortázar, Vallejo, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Quiroga o Ricardo Piglia. También Dostoievski, Hemingway y Salinger causaron revoluciones en mi manera de escribir.

Háblame un poco de tu texto teatral She is leaving home/Qué va a ser de ti, que fuera reconocido con una Mención en el Premio Calendario 2019 de Teatro.

Es el primer texto teatral que escribo de manera seria y todavía sigo trabajando en él. Después de leer Aire frío, de Virgilio Piñera, hice varios intentos por escribir una obra cuyo centro fuera una familia cubana (otra más para la gran lista de muestra dramaturgia). Finalmente vi 10 millones, de Carlos Celdrán, y eso fue lo que me impulsó a escribir sobre mi familia, mi casa, mis preocupaciones. Tal vez de ahí tomé la autoficción, la frontalidad o lo narrativo.

Fueron dos influencias conscientes: Aire frío y 10 millones, luego se sumó La noche de los asesinos, de José Triana. She is leaving home/Qué va a ser de ti es sobre Lucía, una joven de 24 años que se separa radicalmente de sus padres, Ramón y María. El texto ya está en proceso de publicación en la editorial Aldabón, de Matanzas, y eso me tiene muy entusiasmada y trabajando más.

Desde el año 2018 has acompañado al proceso creativo de Carlos Celdrán y Argos Teatro como asistente de dirección. Esto te ha permitido asistir de cerca al nacimiento de los montajes de Misterios y Pequeñas Piezas (Premio Villanueva de la crítica en 2018) y Hierro (Premio Villanueva de la Crítica en 2019), ¿qué experiencia te ha otorgado esta cercanía y hasta qué punto has podido revertirla en beneficio de tu trabajo de escritura?

Siento la influencia de Argos Teatro desde muchísimo antes de tener la oportunidad de observar sus procesos de montaje. Por eso empezar a trabajar ahí ha sido un privilegio y, a la vez, una enorme responsabilidad. El trabajo de asistente de dirección es un término medio raro entre lo técnico y lo artístico. Este trabajo me deja mucho espacio para el aprendizaje, que es mi principal objetivo en el grupo. Ellos me han aportado tanto que estaré siempre en deuda.

Salí de la soledad de mi cuarto, de mi mundo de dramaturgia utópico, para insertarme de lleno en un teatro. Esa es una experiencia que todos los estudiantes deberíamos tener. Estar ahí, durante todo el proceso de montaje de una obra, cambia totalmente el punto de vista de uno con respecto al teatro.

 Como dramaturga lo que más me aportó fue ser testigo de la mutación del texto del papel a la escena. Además, fue muchísimo más productivo para mí el hecho de haber participado en dos montajes en los que el dramaturgo y el director eran la misma persona. Vi a Celdrán mirando desde la perspectiva de un director su propio texto, tratando de ser lo más objetivo posible, haciendo cortes, rescribiendo escenas y descubriendo facetas u objetivos nuevos que como dramaturgo no imaginó.

¿Piensas que el ISA es un paso necesario, o acaso imprescindible, para los jóvenes dramaturgos, o existen otros caminos posibles?

Un artista no necesita un título o una ley para legitimarse. Un artista necesita una obra. Creo que el ISA no es el único camino, sin embargo, sí es un puente, una valiosa guía para encaminarse en el arte. Al menos desde mi experiencia lo ha sido.

El ISA no hace al artista, le brinda herramientas y es el estudiante quien tiene que saber aprovecharlas. Uno no se puede quedar nada más con el ISA, hay que salir, que entrar en contacto directo con las cosas, participar en todos los eventos (los buenos, los malos y los peores) y estudiar también materiales que necesariamente no están en el plan de clases.

La Facultad de Teatro tiene la suerte de contar con profesores que son, a la vez, artistas y teóricos de referencia nacional. Ese diálogo que se establece con los profesores y futuros colegas es lo más valioso de la Universidad, desde mi punto de vista.

Si tuvieras que definir tu escritura, ¿qué palabras elegirías?

La definiría con las palabras claridad, transparencia y verdad. Ojalá y otras personas al leerme definieran mi escritura de ese mismo modo.

¿Cuáles son los temas que le interesan a tu teatro?

Las relaciones familiares, entre padres e hijos, y los conflictos de los personajes con su entorno. Sobre todo, temas y personajes que tengan posibilidades de cuestionar la realidad y de dialogar con el público cubano actual sin caer en estereotipos.

Me gustaría hacer un teatro que, aun partiendo de un contexto nacional particular, pueda rebasar esa frontera y hablar de algo universal. Esto se lo debo mayormente a Argos Teatro.

¿Sientes que el mundo de la intermedial y lo hipermedial permea de alguna forma, menos o más visible, tu creación?

Por supuesto. Esa es una realidad en la que nací. Mi generación ha vivido esa fugacidad con cierto atraso por ser Cuba, pero igual es apabullante. Desde que tengo conexión a Internet por el teléfono móvil, todo se mueve desde ahí. No he insertado de manera consciente estos medios en mi escritura, pero creo que de una manera u otra están ahí.

Por ejemplo, en She is leaving… las diferencias generacionales se pueden reconocer también por el modo en que cada personaje interactúa con la tecnología: los padres de Lucía no saben conectarse a Internet por el móvil y el padre no sabe manejar el teléfono inalámbrico, por ejemplo.

Como joven artista, ¿cuáles son los principales obstáculos espirituales, materiales o de cualquier orden que entorpecen la creación en los momentos que corren?

Siento que el mayor obstáculo para mí, soy yo misma. Lucho todo el tiempo en contra de mi vagancia para sentarme y seguir puliendo el material, en contra de la idea de que un texto ya está terminado, en contra de otro texto en proceso que puede hacerme dejar el anterior a medias, en contra de mis inseguridades y, la más dura, en contra de la autocensura. Pienso que la mejor manera de quedar bien ante un futuro lector o espectador es ser sincero, investigar de manera seria y pulir mucho el material, no dejar nada gratuito.


Lente panorámico en la dramaturgia de Josep Maria Miró (+ galería)

El dramaturgo catalán Josep Maria Miró (Prats de Lluçanès – Barcelona-, 1977) fue el invitado de Espacio ITI 2019 en su edición más reciente. Miró, desconocido en Cuba hasta ese momento, luego de haber recibido el importante Premio Born 2011 con la obra El principio de Arquímedes, se ha convertido en uno de los autores contemporáneos más representativos de la dramaturgia catalana dentro y fuera de España. El texto en cuestión, llevado a escena más de 30 veces en diferentes escenarios del mundo, fue estrenado en el marco de Espacio ITI 2019 en nuestro país, por del dramaturgo, director y editor Abel González Melo en una coproducción de Los Impertinentes y Argos Teatro.

También se realizó la lectura dramatizada de otra de las obras del dramaturgo, La mujer que perdía todos los aviones, con las actuaciones de Jacqueline Arenal, Liliana Lam y Carlos Alberto Méndez. Luego se presentó el libro Teatro en tiempos salvajes de la colección Biblioteca de Clásicos de Ediciones Alarcos al cuidado de González Melo.

cortesía de Josep Maria Miró

Durante su visita el autor catalán impartió el taller “Disparadores y artefactos teatrales” a dramaturgos, teatrólogos, directores y actores. Sobre sus referentes, artefactos y pasiones teatrales hablamos una mañana en La Cúpula de la Embajada de España donde se realizaron las sesiones del taller. Tengo un recuerdo hermoso de ese encuentro, de la temperatura del salón en las mañanas y del entusiasmo de todos los que pudimos pasar el taller con este dramaturgo catalán, excelente fotógrafo en sus ratos libres, cariñoso, lleno de energía e inquieto por conocer la realidad cubana.

Esta entrevista inicia un ciclo que intenta recoger el diálogo sostenido desde la Casa Editorial Tablas-Alarcos con creadores, dramaturgos, teatrólogos, teatristas durante estos 20 años. Sirva esta conversación con Josep Maria Miró para apresar uno de los encuentros más hermosos y fructíferos del año 2019.

 ¿Cómo conoce a Abel González Melo? Cómo surge la idea de hacer el libro y luego estrenar el espectáculo en el marco de Espacio ITI 2019?

Mi primer viaje a Cuba fue en el año 2009 y al regresar a mi país escribo un texto que se llama La mujer que perdía todos los aviones y que considero, aunque tengo textos precedentes, mi primera obra. Este libro que se presenta en Cuba, Teatro en tiempos salvajes, tiene todo lo que he escrito en estos 10 años y enlaza mis dos viajes a este país.

Por eso, este segundo viaje a la Isla es tan especial, porque cierra un ciclo de mi vida. La primera vez que vine a Cuba fue en calidad de asistente de dirección del espectáculo Crónica sentimental de España que dirigía el director catalán Xavier Albertí y que se estrenó en El Sótano, ahora vengo como autor. Justo después de ese momento, dejé de ser ayudante y comienzo mi trabajo como autor y director. Por eso la experiencia de volver es la posibilidad de mirar en perspectiva los 10 años transcurridos y hacer un balance de mi trabajo.

cortesía de Josep Maria Miró

Teatro en tiempos salvajes, como Abel González Melo, editor y compilador del volumen decidió llamarlo a partir del título de la última obra que aparece en el libro y la más reciente que escribí, tiene 15 obras de mi autoría. Es un regalo que me hizo Abel, y del que estoy muy agradecido: el gesto hermoso de unir estas obras en un mismo libro, como si desde La mujer… hasta la última pieza, todas hubieran sido escritas en un tiempo salvaje.

A Abel yo lo conocí en 2014 en el Teatro de la Abadía en Madrid, yo estrenaba El Principio de Arquímedes, él fue a verla y le gustó mucho. Lo curioso es que la amistad la hemos tejido sobre todo este último año. Vino a Barcelona a ver Tiempo salvaje, yo también he leído y conozco su teatro. Es una persona extraordinaria, así que cuando me dijo que quería dirigir El principio… me dio mucha ilusión. Es un autor importante, joven y alguien con una capacidad analítica grandiosa, es académico, teatrólogo, un hombre de teatro. También nos unen amistades con teatralidades distintas, para mi pensar en Abel es pensar en Sergio Blanco, en Gabriel Calderón, en Gonzalo Marull o en el investigador teatral José Luís García Barrientos, y de golpe hay un círculo de gente que admiras teatralmente y que están allí como un club de amigos con poéticas diferentes, pero con un elemento común de respeto y admiración.

cortesía de Josep Maria Miró

En estos 10 años Cuba ha cambiado, para mí es un lugar complejo siempre, de mirar, de entender. A mí siempre me gusta poner personajes de mi país desubicados en otra geografía en las que de golpe se pierden. ¿Qué hace Sara, el personaje de La mujer que perdía todos los aviones… en medio de esa isla tropical?, o esos padres de Humo que están esperando un hijo y no saben cómo relacionarse. Ese recurso del personaje que visita, me parece fascinante.

En mi obra Olvidémonos de ser turistas contaba que tenemos un turismo ahora y un mundo que es el de la selfie con el objetivo hacia nosotros mismos, pienso que sería interesante y necesario en cambio, girarlo para mirar al otro. Si tienes el lente de ese modo, solo te miras a ti mismo y el mundo es un escenario para ti. En cambio, si lo giras la mirada será panorámica y amplia. Siento la necesidad de encontrar en el teatro un espacio para mirar desde un lugar panorámico sin olvidarme del yo, pero un yo como el de la autoficción, que incluye al otro.

¿En qué momento empieza a mirar el periodismo de otra manera y se decide por el teatro?

Yo estaba trabajando de periodista en la Radio Pública Española y llega un momento en el que empiezo a sentir cómo el periodismo se ha vuelto una maquinaria complicada en un sistema como el de mi país: instrumentalizado por determinados intereses. Tengo la necesidad, entonces, de dar un salto a otro sitio. Empiezo un doctorado de Literatura Catalana, especializado sobre todo en asignaturas catalanas, es lo que aquí llamarían Teatrología. Me presento a las pruebas de dirección y dramaturgia del Instituto del Teatro de Barcelona y ahí empiezo. En ese periodo escribí mis primeros textos, gano algunos premios, tengo la suerte de empezar a trabajar como ayudante de dirección con directores de escena ya con recorrido, y se produce un tránsito desde un lugar muy natural en ese sentido.

cortesía de Josep Maria Miró

Al mismo tiempo, creo que la gente entiende el teatro y periodismo como zonas muy distintas, pero para mí hago algo muy parecido. En el periodismo en el fondo, hay un intento de contar la realidad, con datos objetivos, de intentar explicar “qué es esto”, qué es la realidad, un concepto difícil y complejo, y para mí el teatro también es un espacio para hablar de la realidad. Pero de la misma forma que en el periodismo usas unos datos objetivos, en el teatro hablas de la realidad a través de la creación de una fábula, de una mentira. Generas una mentira en la que el público encontrará una verdad, y a partir de aquí empezará una reflexión, un análisis del mundo que nos ha tocado vivir.

Yo siempre digo que escribo sobre cuestiones sobre las que no tengo respuestas. Para mí el periodismo es un buscador de respuestas. Cuando estudias periodismo se habla de que las noticias tienen que tener las seis “W”: qué, cuándo, quién, dónde, por qué, cómo… El teatro también es una fórmula que se plantea a través de la pregunta. Formular una pregunta, traducirla en el texto, plantarla en la escena y trasladarla al espectador. 

Cuando va a componer los textos, usted decía en el taller que casi siempre piensa primero en una temática, luego en la anécdota y al final en una estructura que la soporte. ¿Esto se aplica a toda su dramaturgia, o tiene obras en las que ese proceso ha ocurrido de otra manera?   

Me gusta diferenciar cuándo funciono como autor y cuándo como dramaturgo adaptador. Cuando soy autor el texto sale de mi necesidad, de mis ganas de escribir. En los talleres siempre digo que afortunadamente no hay ninguna fórmula exacta, lo que me sirve a mí para escribir no le sirve a otro, sin embargo, es necesario conocer las metodologías y los instrumentos para desarrollar esas motivaciones.

Para mí es necesario formular una temática, luego encontrar una anécdota, y más tarde un contenedor que es la estructura con los personajes y el tiempo. Hay gente que dice “yo empiezo a escribir y voy encontrando”. Me parece admirable pero a mí no me sirve, necesito sentarme sabiendo hacia dónde voy. Eso no quiere decir que en medio del camino no encuentre una carretera secundaria y que luego la historia se vaya para otro lado porque se abrió una nueva puerta, un personaje que empezó siendo pequeño termine siendo más grande. Hay un elemento muy importante que es la presencia de lo inesperado, a veces pasa en la escritura y uno decide si se arriesga a tomar ese nuevo camino que se abre y que no estaba en tus planes al principio. 

cortesía de Josep Maria Miró

Cuando he trabajado para otras dramaturgias que son adaptaciones me pongo al servicio de un texto. Ahora acabo de adaptar una novela de Fred Uhlman que se llama L’amic retrobat (El amigo reencontrado). En este caso, ya tenía un punto de partida que fue la novela, luego convertí esa narración en una especie de monólogo dialogado entre tres personajes. El protagonista es un personaje que aparece con dos edades diferentes y el amigo.

También escribí la adaptación de una novela de Neus Català, Cenizas en el cielo. Parte de un libro que cuenta la historia de un personaje real, una mujer que murió el pasado año con 103 años de edad. Ella estuvo en los campos de exterminio en la época nazi. Aquí el proceso es diferente, yo me estuve documentando durante un año, estudié el libro que es una biografía novelada, consulté todas las entrevistas que le hicieron, me zambullí en su vida para encontrar el mecanismo teatral para trasladarla a la escena. Reproducir la novela de la misma forma no tiene ningún sentido, hay que encontrar los mecanismos que la hagan teatral.

Aunque distingo el trabajo por encargo del de creación propia, siempre intento asumir el encargo como un gusto, un placer, porque necesito enamorarme del proyecto, del texto, de lo que voy a hacer. Para mí el arte tiene que estar vinculado al compromiso, a la necesidades, a la particularidad de uno mismo.

cortesía de Josep Maria Miró

Usted trabaja en la escuela de artes escénicas ERAM de Girona. ¿Cómo siente que su labor como profesor ha retribuido su labor más creativa?

Es un centro de artes escénicas adscrito a la Universidad de Girona, una de las ciudades de Cataluña. Cuando uno empieza a dar clases comienza a teorizar sobre uno mismo. Muchas veces cuando escribimos lo hacemos desde un lugar más intuitivo, utilizas herramientas y mecanismos, pero cuando impartes clases empiezas a preguntarte: ¿qué estoy haciendo en esta escena?, ¿por qué lo hago?, ¿por qué manejé esto de esa forma? Comienzas a tener una mirada académica sobre tu propio trabajo: qué instrumentos utilizas, qué efectos causan en el espectador, qué retos suponen para los intérpretes.

En la ERAM, yo podría ser el padre de los chavales a los que les doy clases, aunque pienso que soy como ellos, nos separan 20 años. Y cada vez esa diferencia de edad se va agrandando, por mi parte no por la suya, porque yo voy teniendo más años y nuevos alumnos ingresan en el primer año.

cortesía de Josep Maria Miró

Eso es fascinante porque con 20 años de por medio hay un imaginario diferente; les interesan otras problemáticas, les ha cambiado el lenguaje, la poética, la narrativa, los referentes,  los códigos. Es una generación profundamente audiovisual, y yo no soy purista en ese sentido.

Pienso que debemos ser un poco permeables, Internet y el cine son otras disciplinas con las que estamos conviviendo. Y por tanto, está bien estar al caso, estar vinculados, entenderlas y asumirlas desde el reto teatral. El contacto con gente joven te hace mantener ese pulso de realidad, de cotidianidad, de poética y eso es profundamente estimulante.

De lo que más disfruté de El Principio de Arquímedes fueron los diálogos, ese entramado de réplicas y diálogos entrecortados donde un personaje interrumpe a otro, genera un desasosiego que aumenta la incertidumbre. En las obras catalanas que nos pasó (Sótano de Josep Maria Benet i Jornet y Après moi le deluge de Lluïsa Cunillé) hay una constante, precisamente en los diálogos, que pude rastrear en su dramaturgia y que provienen de estas fuentes seguramente.

Benet i Jornet (fallecido este pasado 6 de abril de 2020 a causa del Covid-19) es el padre de la dramaturgia catalana contemporánea y está vinculado también a un dramaturgo español importante que es José Sanchis Sinisterra. Lluïsa Cunillé, otro gran referente de nuestra dramaturgia, también estudió en los cursos de Sinisterra. Había un sistema de un diálogo esencialista, una tendencia a buscar un hiperrealismo, una especie de depuración de la lengua.

cortesía de Josep Maria Miró

Esto a su vez viene de los cursos de la Sala Beckett de donde sale precisamente Cunillé y Sergi Belbel. Fueron espacios muy importantes para el desarrollo de una dramaturgia que ahora está en un buen momento, en el que hay un grupo numeroso de autores escribiendo. Todo eso generó unas particularidades en cuanto a los diálogos, realistas y teatrales al mismo tiempo, esencialistas, eficaces, que no sean siempre evidentes para que el espectador vaya entendiendo sin que por eso sea ilustrativo y discursivo.

Al mismo tiempo creo que son textos que no renuncian a las fórmulas teatrales, a proponer estructuras que jueguen con el espectador, con las convenciones. Por ejemplo, Lluïsa es uno de los grandes nombres de la dramaturgia catalana, fue además Premio Nacional en España. Otro referente nuestro importante ha sido la dramaturgia inglesa: Sarah Kane, Harold Pinter, Martin Crimp. También ha sido una influencia notable un grupo autores que se han presentado en nuestro país, Thomas Bernhard, Antonio Tarantino, Roland Shimmelpfennig, y otros. Sin haber renunciado a nuestra tradición ha habido una mirada puesta en las nuevas escrituras.

Por eso también, cuando hago un curso, me gusta que cada clase la acompañe una lectura, porque es una manera de decir que somos el fruto de lo que leemos y de lo que vemos. Para mí es importante saber qué se está haciendo y qué se está contando ahora en el mundo, por esto estar en Cuba y llevarme algunos de los imaginarios cubanos, leer lo que se está rescribiendo en este país es esencial, ya he notado algunos mecanismos de teatralidades y referencialidades muy diferentes; para mí es enriquecedor. Sé que no soy un maestro al uso sino un maestro de ceremonias que disfruto de todos ustedes, con los cursos que doy yo aprendo.

Cuando notaba en la lectura de estas obras catalanas, los motivos que se reiteran y la forma en la que los personajes repiten los textos con diferentes consecuencias en cada escena, cambiando solo algunas palabras dentro de la frase, pensaba precisamente en Jon Fosse y en Shimmelpfennig por la forma en que estos dramaturgos logran hacer del recurso de la reiteración un artificio poético de alto vuelo y carga semántica. Me hace muy feliz y me resulta curioso que los referentes internacionales que menciona también sean tan seguidos en Cuba y de tan valiosa influencia para los dramaturgos cubanos: Sarah Kane, Bernhard, Pinter…

Yo creo en un Dios que se llama Harold Pinter (risas). Cuando leo a Pinter siento que estoy leyendo también a Beckett y a Chéjov; es una línea de continuidad genética. Hay secuencias genéticas literarias. Cuando Fosse se presentó en Barcelona, la opinión general es que tiene mucho de Lluïsa Cunillé.

Hay una obra de Benet i Jornet que se llama Deseo, me gusta decir que en ese texto hay mucho de Cunillé, incluso cuando Cunillé no existía, hay de David Lynch, de Pinter y de Sinisterra. Es maravilloso cuando esto ocurre, cuando advierto temáticas, maneras de escribir distintas pero rasgos característicos que son comunes.

Los autores catalanes tenemos un imaginario compartido y el gusto por un teatro que también hemos compartido, además de un espacio académico en el que confluimos.

También está Tennessee Williams, que no es un autor norteamericano, es un autor de todos, al igual que Lorca, Ibsen y tantos otros. Hay un momento en que determinados autores, afortunadamente, superan la geografía y se convierten entonces en autores universales, en clásicos. 

También es notable un gusto por el misterio y por no decirlo todo en su obra El principio… Eso genera un cierto misticismo asociado al suspense muy interesante.

El misterio es sexy. En la vida, cuando un tópico determinado o una problemática nos interesan es porque ahí tenemos algo por resolver. Las grandes inquietudes del hombre en la vida siempre vienen con una necesidad de resolverlas y, habitualmente, la resolución tampoco es la satisfacción, sino el camino emprendido. 

En cualquiera de estas obras no se encuentran objetivos de novela policíaca, de saber quién es el que ha cometido el crimen. Lo relevante en esas piezas es ser testigo del proceso. En El principio de Arquímedes la idea es ver cómo este misterio por resolver “el beso” nos está poniendo en jaque como espectadores: cuál es nuestra postura emocional, social y educativa al respecto, nuestra idea de la moral, de la justicia. Intento hacer un teatro de reflexión y que no sea dogmático desde el presupuesto de que yo como autor tengo la verdad. Al contrario, yo como autor prefiero trasladar la pregunta, compartir mi inquietud.

Todas estas obras que las que hemos hablado están llenas de misterio, como la vida misma, y una parte importante de nuestros esfuerzos están dedicados a resolver esos enigmas.

cortesía de Josep Maria Miró

En Las tres hermanas de Chéjov Vershinin dice: «Soñemos un poco… por ejemplo, sobre la vida que habrá después de nosotros, dentro de doscientos años o trescientos». Tusenbach responde: «Después de nosotros, se volará en globo, las chaquetas cambiarán de forma, quizás se descubra el sexto sentido y lo desarrollen, pero la vida seguirá siendo la misma, difícil, llena de misterios y feliz. Y dentro de mil años, el hombre suspirará, como ahora: ¡Ah, qué penoso es vivir, y al mismo tiempo, exactamente como ahora, tendrá miedo a la muerte y no la querrá». Vershinin añade: «¿Qué quiere que le diga? A mí me parece que en la Tierra todo debe modificarse poco a poco, y ya está cambiando ante nuestros ojos. Dentro de doscientos o trescientos años, dentro de mil —la cuestión no está en el plazo—, comenzará una vida nueva y feliz. Nosotros no participaremos de esa vida desde luego, pero ahora vivimos, trabajamos y sufrimos para ella; nosotros la creamos y en esto —sólo en esto— radica el fin de mi existencia y si se quiere, nuestra felicidad».

Si nos detenemos a pensar unos segundos, nos daremos cuenta de que la Humanidad lleva siglos dedicándose a resolver los mismos problemas, saber por qué hay bondad, maldad, por qué nos enamoramos, por qué sufrimos, qué es la muerte, qué es el amor, qué es la ética.

cortesía de Josep Maria Miró

Para mí el teatro está muy relacionado con el concepto de la ética, abogo por un teatro ético. Tiempo salvaje, mi obra más reciente habla de la necesidad de encontrar mecanismos éticos para vivir con nosotros mismos, con los otros, de la urgencia de encontrar espacios de convivencia, de reflexión, de entendimiento del otro.

El primer día que pregunté aquí en el curso qué es el teatro, salieron las palabras misterio y empatía. Pagamos para sentarnos en una butaca y ver una mentira que nos hará reflexionar sobre quiénes somos y cómo nos comportamos. El teatro todo el tiempo busca la renovación de estos pactos de convivencia individual y colectiva. ¿Por qué nos sigue siendo útil Shakespeare tantos años después? ¿Por qué aún las preguntas que se formulan en Un enemigo del pueblo de Ibsen están vigentes? Simplemente, porque les cambias la época a los personajes y sus vestuarios y está hablando de nosotros.

Mientras transcurría esta entrevista escribí en mi libreta palabras, frases, nombres que llamaron mi atención y notas que pasaron por mi mente, como si no fuera suficiente con la grabación. Al final se las leí a Josep Maria que adora las estructuras, y él sonrió, complacido.

Al mirarlas así por separado, como si fueran hashtag, parecen una suerte de rompecabezas caprichoso, desestructurado, contradictorio, polisémico, panorámico. Rearmarlas y acomodarlas a nuestro antojo sería un buen ejercicio para pensar el artefacto teatral.


Oficio de teatro en una Isla milagrosa (+ fotos y video)

Obertura

  • Vamos a crecer los chamacos ni yonkis ni mal estudiados

  • Y con valor, saber que dar amor es condición que se vale

  • Que al paso por la vida somos ambientales

  • Se dan las proteínas como los minerales

  • Es la evolución que yace de los cafetales…

  • Halando parejo, fortificando futuro

  • Pero que no me falte consuelo, mi mango maduro

  • Halando parejo, fortificando futuro.

Determinando acontecimiento hace que me disponga a escribir y escoger un fragmento para el inicio en mis notas esencialmente de la canción Wacho a la cosecha del compositor cubano William Vivanco. Porque lo que asevera la letra de “crecer”, “halar parejo” y “fortificar un futuro”, son tres verbos importantes que se expresan en la composición del espectáculo que a continuación analizo. Fue una de las muestras que se presentó también en la última edición del evento Traspasos Escénicos realizado por la Facultad de Arte Teatral en el ISA durante el mes de marzo.

imagen tomada de Cuba escena

I

Camino a la entrada

También lo exponen el equipo de creación y realización de Oficio de Isla, una puesta en escena dirigida por Osvaldo Doimeadiós. Asistir al muelle Juan Manuel Díaz, espacio fuera de los circuitos privilegiados de la programación teatral habanera, pero propicia para representar una producción de esta magnitud, bajo el manto del Consejo Nacional de las Artes Escénicas y el Centro Promotor del Humor con la colaboración de la Oficina 500, Carnaval Habana, entre otras instituciones.

Estoy en la función y pienso en mi generación. Considero que ha crecido desconociendo hechos de la Historia de Cuba. El viaje de 1 273 maestros cubanos a la universidad de Harvard en el verano de 1900. Se trató de un momento único, pues el país –bajo ocupación estadounidense− estaba a punto de iniciar su vida como nación independiente. Fue un instante tenso y hermoso, una prueba para todos los que participaron, una suma de lecciones cuyo significado inquieto sigue estremeciendo hoy lo mismo que entonces.

Es la segunda vez que veo a Doimeadiós, reconocido actor, ejerciendo como director teatral. Aseguro que la destreza es el resultado que obtuvo en La Cita, un texto de Andrea Doimeadiós y vuelve a crear otra interesante propuesta para la escena teatral cubana.

En Oficio…, la composición espacial erigida por el director señala una teatralidad que le graba al espectáculo hechos particulares en la elaboración de su estructura dramática: I Camino desde la entrada, II Ara, III Tengo una hija en IHarvard, IV ¡Arriba con el himno!, V Travesías, VI Salida al patio lateral.  Son los títulos de los cuadros y espacios que establecen el orden para el proceso de representación.

imagen tomada de cuba escena

II

Ara

En Ara, que viene siendo como el segundo cuadro del espectáculo, se representa interviene coreográficamente Grettel Montero, con movimientos precisos, plenos de toda una plasticidad que revelan al espectador lo que en un principio fue nuestra Isla desde su descubrimiento, la alternancia y repetición al bailar en el pequeño espacio diseñado para representar los signos más acreditados y componer mediante la danza el despertar de una Isla que sin dudas surgen todo tipo de milagros.

imagen tomada de cuba escena

III

Tengo una hija en Harvard

Tengo una hija en Harvard, texto de Arturo Sotto, conforma en su relato la historia de una joven maestra escogida para su visita a dicha universidad norteamericana. Su prometido se opone al viaje. El acontecimiento va generando un conflicto entre la idea opuesta por sus padres hasta entrar el padre Orozco como concordia en el asunto. Con diálogos bien construidos, el autor recrea el ambiente en que se enmarca la fábula en una unidad temática. Apropiados registros construyen los actores que logran el equilibrio en las actuaciones en sentido general.  Se activan resortes espectaculares con la inclusión en vivo de la banda de música de Rancho Boyeros que se implican como personajes dentro del tejido del concepto de la puesta, brindándole una musicalidad efectiva.

Y cuando me leo más claro que oscuro

Del clarín escuchad el sonido

Somos los primeros

Somos los primeros.

imagen tomada de cuba escena

IV

Arriba con el himno

En un cuarto bloque del espectáculo, bajo el título de Arriba con el himno, del autor Ignacio Sarachaga, vemos cómo se enriquece con escenas del teatro vernáculo, acto que le añade al compuesto heterogéneo del espectáculo un matiz especial    

Que nadie sienta miedo ya estamos llegando

Hay un itinerario (pá cumplir la meta)

Consejito sano (pá cruzar el río)

Y lo aprende quien lo entienda (nos vamos pal surco)

Quien roba caballo paga con castigo

Y si viene, viene, viene un dominó

Ya estamos jugando, jugando…

Otra vez entrecruzo en un acto de libertad otras frases de la canción de Vivanco y sin miedo a originar un trabajo que ya dejó mucho que decir.

imagen tomada de cuba escena

V

Travesías

Su director va cerrando la dramaturgia con Travesías, una instalación y performance que es un concepto del propio director Osvaldo Doimeadiós y con la realización plástica de Guillermo Ramírez y Patricia Díaz Martínez, hasta llevarnos a la salida del patio lateral.

Estos son los seis momentos que dividen la obra, conforman la estructura de este relato con tonos de humor, pero sin llegar a ser una comedia pura. Todo está bien pensado en Oficio de Isla, con cuidadoso diseño de vestuario creado por Oscar Bringas que le aporta a la obra pureza y neutralidad visual que supongo ha querido mostrarnos.

  •         Vivimos en una Isla, es preciso levantarse cada mañana ver el sol, el horizonte como amenaza el lugar de promisión para saber lo que es…

Es este un montaje que, sin dudas, dialoga con un presente. Las instantáneas que se exponen a la salida fueron tomadas hace casi 120 años. En la cosecha de Doimeadiós del presente relata lo que fuimos, somos o aspiramos ser, y estas fotos vienen a recordarnos de dónde venimos y de qué estamos hechos los cubanos en un acto artístico de altos quilates estéticos y de una sensibilidad sorprendente.

Con Oficio sobre el teatro en una Isla milagrosa, director, actores y todos los que en el espectáculo intervienen, desde sus particularidades conceptuales, hacen del espacio una convergencia perfecta con los cientos de espectadores que asisten allí a ver verdadero arte, un acto puro de teatralidad.


El biodrama de una generación en Selfie: Carlos Sarmiento en la crisis de los 30

  • Cuando la vida se deja penetrar en el corazón mismo del teatro…

Jacques Derrida

 

Como parte de un ciclo de entrevistas, iniciado desde la Casa Editorial Tablas-Alarcos con el objetivo de registrar el diálogo con creadores, dramaturgos, teatrólogos, teatristas durante estos 20 años, converso con Carlos Sarmiento, teatrólogo, director y actor, que integra nuestro catálogo con su investigacion El largo viaje hacia la verdad, dedicada al director y actor cubano Vicente Revuelta.

Y también sobre la verdad, la reconstrucción de la realidad, la vida como fuente inagotable de ficción, el biodrama, la crisis de los 30, la necesidad y posibilidad de multiplicarnos en diversos roles desde el trabajo, el latido de una generación y sus resonancias conversamos Carlos y yo, hace ya unos meses en la sala de su apartamento.

–¿Cuáles son las fuentes que tuviste en cuenta para la escritura de Selfie? ¿En qué circunstancias comienzas a escribirla?

Selfie surge de una manera curiosa. Habitualmente, se tiene una idea antes de escribir una obra, una esencia que luego se materializa, en mi caso, ni me había pasado la idea por la cabeza de escribir un texto. La motivación nace a partir de la investigación que estaba realizando sobre la autoficción en la Maestría de Dirección Escénica que estaba cursando en la Universidad de las Artes.

En la asignatura Metodología de la Investigación pedían un proyecto investigativo, recuerdo que estaba en casa de Eberto García Abreu mostrándole lo que ya tenía hecho y me dijo: Bueno, ahora tienes que ser consecuente y escribir tu propia autoficción.

En principio no me pareció necesario, pero fue una provocación que se me quedó en mi cabeza. Tiempo después empiezo a pensar en esa posibilidad, a preguntarme qué pudiera encontrar en mi vida de interesante para ser contado, pero aún no estaba decidido. Incluso, pensé en buscar a un dramaturgo para que escribiera a partir de las fuentes que yo le diera, porque nunca había escrito una obra antes, ni siquiera estudié dramaturgia; hasta que me decidí.

No quería retratarme a mí mismo, hacerme el selfie, más bien quería desde mi imagen poder retratar a una generación, hablar de nuestras vivencias y traumas. Empecé a pensarme en sociedad, había una línea en el texto que se refería a la nuestra como una generación maniquí, fue un concepto que trabajé muchísimo aunque para la puesta se quitó.

También sentí que tenía una deuda grande con mi familia y que debía sacarla a la luz, precisamente porque siempre digo que las decisiones más importantes de nuestra vida cuando nacemos ya han sido tomadas: venir al mundo, cómo te llamarás, la crianza que vas a tener. A partir de ahí tienes que romper esa herencia, seguirla o cuestionarla; a algunas personas hacen más o menos rupturas, otras consolidan esa tradición con mayor o menor éxito.

Comencé con un espectro de cinco o seis de mis familiares de los que quería hablar, luego me quedé con menos personas. Mi vida, solamente, no era interesante y decidí incluir el personaje de Fanny, inspirado en una muchacha que había conocido tiempo antes en Trinidad. La historia de amor entre ella y mi personaje no existe en la realidad, es parte de la ficción, pero me parecía interesante porque es una joven que no ha podido salir adelante porque está marcada por un pasado del que no logra salir.

Todo fue muy curioso con la zona de esa historia que es real. La conocí durante mis viajes de trabajo a Trinidad, me quedaba en su casa porque ella alquilaba. Un amigo me dice “ten cuidado que te estás quedando en casa de la nieta de… (el nombre real nunca lo digo por una cuestión de ética), esa gente es peligrosa”. Yo le respondí que ella no me parecía mala persona y que no debía pagar por lo que hizo su abuelo, pero mi amigo me refutó que no solo era el abuelo, su mamá también había estado presa. Igual me parecía injusto que si ella había tratado de romper con ese pasado siguiera siendo juzgada.

La vida de ella me pareció muy interesante para la obra, porque es muy azarosa. A partir de ahí, salió el personaje de Fanny, aparentemente vulgar. Creé la historia de amor porque me interesaba la contraposición de esta muchacha y un artista que se debate entre su ideal creativo y la realidad. Ella, sin embargo, es una persona con los pies bien puestos en la tierra porque ha sufrido mucho, esa polaridad entre los dos personajes me atraía.

Para este texto yo investigué mucho sobre el psicodrama, y lo usé como concepto para trabajar la puesta en escena: yo en una butaca viendo la representación de mi propia vida. Ojalá y también Fanny pudiera estar a mi lado, en un momento del espectáculo ocurre, la actriz se sienta a mi lado en el público y los dos vemos juntos la puesta en escena. Originalmente el texto está hecho para que en las representaciones que se hacen no intervengan ninguno de estos dos actores/personajes, que siempre estén viendo sus dobles en escena desde la platea.

La imagen del director que interviene en escena y observa el espectáculo junto a los demás espectadores parte del concepto de Sergio Blanco sobre “el guía turístico o Estado de GT”.  Yo pasé el taller Construcción y Deconstrucción del Monólogo con este dramaturgo y director en el año 2014; durante el que hicimos muchos ejercicios con la premisa del efecto GT que me sirvieron enormemente.

–¿Esta es una conexión con el trabajo que realizas en el sector del Turismo?

Elegí poner al personaje Daniel que hace referencia a mí mismo como guía turístico para enfatizar la frustración, pero en realidad yo trabajo como animador en un show de música tradicional cubana para extranjeros no como guía. Cuando trabajo como animador no me siento frustrado pero pienso que si fuera guía turístico tal vez sí.

Claro que también está el paralelismo entre el guía como el manipulador del relato, el conductor de la historia, el que lleva la historia hacia donde quiere, esa idea que propone Sergio me interesaba mucho desde lo artístico y tenía conexiones con parte del trabajo que realizo fuera del teatro. Me he encontrado en varias ocasiones a teatristas trabajando como guías turísticos. Recuerdo que una vez, uno de ellos me dijo: “esto se trata de saber un poco de idioma y de actuar la Cuba que ellos quieren comprar”.

Esa es una gran verdad y lo he comprobado en los shows que he animado, si no vendes esa Cuba que ellos quieren comprar y representas a ese cubano bailador, mujeriego, que siempre sonríe a pesar de los problemas y que nunca está triste, pues entonces no les interesas.

Otro acontecimiento de mi vida que me sirvió como referencia, ocurrió en la noche del 24 diciembre. Ya sabía que quería escribir el texto y me tuve que ir a trabajar a Trinidad. Esa noche estaba floja la venta y tuve que salir con unos volantes a venderle el show a los extranjeros. En ese instante mis familiares me llamaron y  hablé con ellos; me puso un poco triste pensar en lo lejos que estaba de casa en una noche como esa que es para celebrarla en familia. Como el parque estaba al lado de la iglesia pude ver el nacimiento del Niño Jesús por largo rato, ahí fue que me dije “aquí está la historia para escribir”.

También fue una época complicada de mi vida, no sé si fue llegar a 30 años y tener que replantearme muchas cosas, en ese período no estaba haciendo nada para el teatro, solo trabajaba para el turismo. De hecho tuve que desprenderme un poco porque económicamente iba bien pero era muy triste. Creo que todo eso está en la escritura de Selfie. Fue una obra que fui escribiendo en lugares distintos, lo mismo escribía en la casa, que luego unas escenas en Cayo Coco, otras en Cayo Santa María y algunas en Trinidad. Me pasaba hasta una semana sin regresar a mi casa. Siempre quise escribir un texto que fuera honesto.

Con respecto a la ficción y otros elementos que cambié y moví, por ejemplo, el abuelo de la muchacha en la realidad no era masón, pero en la ficción de la obra es un personaje que luchó en la Sierra Maestra, todos sabían que era masón y cuando terminó la guerra no lo dejaron tener ningún cargo y por eso se alzó.

 Lo del masón fue otra historia que supe, un hombre que luchó también pero cuando acabó todo lo sacaron del proceso por pertenecer a esa hermandad, aunque no se alzó fue una pérdida pues es una persona que hubiera aportado mucho porque verdaderamente era y es aún, muy revolucionario. En ese caso, uní dos historias de vida en la biografía de un personaje.

–¿Cómo fuiste tejiendo el texto? ¿Cómo esta escritura fue invadiendo la escena y al mismo tiempo cómo lo que quedaba en escena cambiaba el texto?

El texto que concebí inicialmente cambió mucho durante la puesta en escena porque al principio tenía demasiadas referencias al Nacimiento, a la Navidad, demasiado poético; era una poesía que para el concepto de puesta en escena que tuve después no funcionaba. Ante todo por el ritmo que yo quería, también porque siempre quise comunicarme con un público joven, entonces ese exceso de alegoría y de poesía en detrimento de la acción la empecé a sustituir por otros recursos porque me parecía que para el público que yo quería no iba a resultar.

Fue un texto que trabajamos mucho a partir de improvisaciones, los recursos de Layton para improvisar, y sin dudas, ya cuando tienes el cuerpo de estos actores cambia mucho porque sabes que es un texto escrito para ellos. Los actores me hicieron propuestas desde el principio, a tal punto que la versión del texto aún se está rehaciendo porque ha seguido variando con el trabajo y las sugerencias de los elencos. Todos los días se actualiza, hoy en la mañana estuve introduciendo algunos cambios a partir de parlamentos que han surgido en escena y, como son valiosos, merecen quedarse.

Algo muy bonito que ocurrió durante el montaje fue el proceso de que los actores se fueran enterando de “los chismes de mi vida” (risas). Logré que tuvieran contacto con las personas reales que citaba en la obra y que conocieran a mis padres; no con el objetivo de que los imitaran pero sí de que supieran quiénes eran. Ni siquiera fue con el estilo más usado de que parte de mi familia fuera a un ensayo, ocurrió en una casa en la playa donde estaban todas las personas que yo mencionaba en la obra, los actores fueron y así se conocieron. También fueron muy útiles los videos que conservo de Gustavo Saffores, Bruno Pereyra y Gabriel Calderón, actores que trabajan muy a menudo con Sergio Blanco, donde ellos explican cómo construían el personaje para la autoficción, cómo se apropian de Sergio sin ser él.

Tal vez el mejor ejemplo para explicar ese proceso de construcción del personaje, donde no se imita al referente real si no que se registra de otra manera, está en el actor que “hace de mí” en la obra. Se llama Carlos, tiene mi edad y estudiamos juntos, tiene también muchos traumas que quería expresar de alguna manera, a partir de esa necesidad de expresión común y del contexto que compartimos como generación, se unió mi biografía a la de ellos.

En la obra hay textos creados por los actores, hay un intermedio (que no está en el texto original, solo en la puesta en escena) donde yo les di la pauta de que pensaran lo que era Cuba para ellos, cómo se sentían, qué era la Patria, todo eso cada cual lo expresó en un monólogo. Incluso, si ves a una actriz (Aydana Febles) y ves a la otra  (Alessia Delgado) no es igual, porque cada una tiene su monólogo. Si algún día yo doblara a Carlos Alberto, o Carlos dejara de hacer la puesta, ese actor que lo asuma no haría el monólogo de Carlos, tendría que hacer el suyo propio.

Estuvimos casi seis meses en el proceso de montaje. Todo los actores están viviendo circunstancias muy parecidas a las de Daniel, el personaje inspirado en mi, les encanta el teatro pero por varias razones tienen que hacer otros trabajos. Por ejemplo, Carlos hace televisión y trabaja de Barman en el Restaurant Habana Blues, Aydana produce videos de reguetón, Hamlet hace radio, Lily también trabaja en el restaurante Habana Blues y Cuza tiene que trabajar en varios grupos a la vez. Eso que aparentemente es muy poético para la construcción de la obra, es un problema a la hora de encontrar horarios afines para ensayar y concretar la puesta en escena.

Después de terminado el montaje y correspondiente estreno, nuestra dinámica no es la de un grupo común, nos reunimos una semana antes para ensayar cuando hay temporada. Son nuevas formas que hay que poner en práctica si quieres subsistir como artista y como ser humano. 

cortesía de Carlos Daniel Sarmientos

–Hay creadores que insisten en defender una dinámica de grupo más tradicional porque dicen que las formas alternativas terminan lastrando el trabajo; pero la verdad es que la mayoría de los proyectos y compañías teatrales sobre todo en la capital, funcionan bajo presupuestos abiertos y cambiantes, y gracias a eso logran sobrevivir. 

Recuerdo mi primer grupo serio, fue Pequeño Teatro de La Habana, tiene una dinámica en la cual no se puede faltar a ningún ensayo. Estaba recién graduado y aprendí mucho en la Academia de José Milián, acepté esa dinámica durante un tiempo pero llegó un momento en el que necesité hacer además otras cosas. Actualmente hay muchos grupos que no están funcionando en buena medida porque no han logrado aceptar y adaptarse a nuevos modos y mecanismos para hacer teatro, variar la frecuencia de ensayo, y aún así, preservar la vocación hacia el teatro, sin renunciar por eso a otras zonas de interés ya sea por necesidades creativas y/o económicas.  

–Algunos teóricos y escritores sostienen que a pesar de todo el auge de la autoficción en tanto escritura y del aparato teórico desplegado a su alrededor, siguen prefiriendo la autorreferencialidad como categoría. Sostienen además que la autoficción no es más que una autobiografía, lo único nuevo es que deja por sentado algo que ya se sabe de antaño: lo real siempre tendrá ficción porque el soporte artístico lo transforma.

La autoficción tiene detractores, que incluso, no subestiman las creaciones que de ahí han surgido, sino que la consideran infundada como distinción de otras formas de escritura que parten de premisas similares. Después de haberla investigado teóricamente y luego de escribir una obra bajo sus presupuestos estéticos, me gustaría conocer tu postura al respecto.

Soy de los que la defiende. Creo que es muy raro un arte que no esté ligado a la autorreferencialidad, siempre hay al menos un componente autorreferencial, pero creo que la autoficción lo hace de manera más clara. Además me interesa como término. Dentro de las investigaciones al respecto se habla mucho del “pacto ficcional”: el espectador va a la sala a ver una historia que sabe que no es real, va a ser engañado y se deja engañar. Pero este juego que te propone la autoficción de “sí, tiene mucho de realidad”, o ponerte al tanto de que alguien que está ahí muestra parte de su vida verdaderamente, genera en el público otro tipo de recepción. Tal vez, en algún momento, yo lo investigue más a fondo, pero desde la perspectiva del público, porque en la investigación de la Maestría lo hice desde la relación actor-director.

He vivido con Selfie cómo cambia la recepción, siempre que se me acerca alguien a hablar de la puesta en escena en el fondo lo que quiere es deslindar la verdad de la mentira. Por supuesto, reitero que el arte está lleno de autorreferencialidad, pero me interesa defender el pacto autoficcional porque además se mezcla mucho con el teatro documental y con las “escrituras del yo.”

La variante de la autoficción que más disfruto es en la que está incluida la figura del director, y si él además, puede ser parte de la representación mejor, por eso decidí estar en Selfie aunque sea del lado de la platea e intervenir en algunas escenas. En principio tenía pensado buscar un actor que hiciera de director, pero decidí que debía ser consecuente con esa pauta. Incluso, si yo tuviera más experiencia como director yo hubiera representado el papel de Daniel, pero me resulta muy complejo aún, necesito mirar desde afuera.

Como espectador, la autoficción también me atrae mucho. Me sucedió con Diez millones de Carlos Celdrán y con Jacuzzi de Yunior García. Cuando el autor dentro del texto lo va construyendo y me asegura “es real”, y tengo ciertos referentes que puedo asociar, intuir, además de esa sospecha con la que juega la autoficción, es evidente que me genera una actividad más como público y un placer añadido. El siglo XXI ha demostrado que es el tiempo del “yo”, unido al auge de las redes sociales donde cada cual puede desde su cuenta personal representar su propia historia y administrar su perfil, que no es más que una reconstrucción del “yo”: mis amigos y yo, yo en mi casa, yo en México; los canales de YouTube que han ido robándole espacio a la televisión. Para mi, Facebook es la autoficción perfecta en la que uno construye identidades múltiples a partir de sí mismo, precisamente porque en las redes hacemos un proceso de selección donde no lo mostramos todo, posteamos solo aquello que nos parece relevante.

Siempre existirá la polémica. Solo hay una autoficción que no defiendo, la que está escrita “a la fuerza”, ese texto que desde su lectura o respectiva puesta en escena, hace evidente que no necesita como obra acogerse a ese pacto. Pero por lo demás, creo que es un género con grandes potencialidades para trabajar desde la dramaturgia, la puesta en escena, el trabajo con los actores y el público.

–He notado que cuando se trata de autores y/o directores que tienen una experiencia precedente, incluso en formas de teatro con presupuestos estéticos distintos a los de la autoficción, por lo general el resultado es superior porque son obras sustentadas por una investigación profunda sobre las pautas del género, escritas desde la consciencia de lo que se está tejiendo e interviniendo y sobre todo en una necesidad de desahogo que encuentra en la autoficción la mejor manera de manifestarse.

Sí, efectivamente. No puedo asegurar que lo próximo que haga será una autoficción, pero sin dudas, este trabajo me ha marcado mucho y a los actores también.

–La autoficción está muy validada en la narrativa, de hecho, empezó por ahí, asociada a grandes novelas que implicaban un cambio de perspectiva de acuerdo con las nociones más tradicionales de autobiografía y exposición de “lo real”. Sus orígenes se remontan a 1977 en Europa, con la novela Fils de Serge Doubrovsky, el que se considera el fundador del género. En los Estados Unidos ya desde la década del ´60 había una corriente llamada non-fiction-novel que agrupada todo una generación de grandes periodistas y cronistas, encabezada e iniciada por Truman Capote con la célebre novela A sangre fría (1966)

Creo que en la narrativa tiene otra dimensión, en los libros alcanza una verdad distinta, otra fuerza. Pienso en Yo, Publio, Confesiones de Raúl Martínez, en Antes que anochezca de Reinaldo Arenas. Son libros que me marcaron y ahora que lo pienso, ese pacto ambiguo que lograron sus autores fue el que me sedujo tanto. 

–¿Para qué otros públicos, además del capitalino, han representado Selfie?

Estuvimos en Cienfuegos, Holguín y Sancti Spíritus. A partir de una vivencia que tuvimos en esta última provincia, decidí que siempre la primera función sería para los universitarios. Allí llevaron a los estudiantes de la Facultad de Ciencias Médicas a ver la obra, cuando los vi llegar con bocinas con reguetón puesto pensé que la función sería un desastre. Pero la verdad, es que ese público disfrutó mucho la obra y la percibieron de una manera que hasta ese momento no había visto. Era un público muy desprejuiciado y con otros referentes que necesitaba el espectáculo de otra forma. Esperaban el final, como si estuvieran viendo una telenovela (risas).   

–Como espectadora también sucumbo a la necesidad de deslindar la verdad de la mentira, a la curiosidad de saber qué tomas, qué dejas de tu vida, qué alteras (risas).

Es una verdad maquillada, en la salida ilegal del país que se representa en la obra, por ejemplo, la ficción está en que yo no estuve allí ni la vi, pero es un cuento que mis padres han hecho tanto que es como si hubiera estado presente. Ni siquiera le consulté a mi mamá para refrescar la memoria, cuando ella lo vio se molestó, pasó unos días sin hablarme.

El personaje de Nelson existe en la realidad, es mi mejor amigo y cuando fue al estreno me contó que se escondía en la butaca por miedo de en cualquier momento que yo lo parara a testificar (risas).

La historia de Fanny está bastante cercana a la real, pero hay muchos elementos que fueron construidos, como aquello que apuntó Sergio Blanco: “es la verdad, pero movida de lugar”.

–En ese sentido hay una cuestión ética que tiene que ver con referir sucesos que acontecieron en las vidas de otros. ¿Cuál es la delgada frontera en la que te mueves para no dañar el espacio privado de los otros? ¿Cómo pactar con eso que tú conoces de los demás pero que no te pertenece del todo?

Precisamente como no voy a contar la historia real y voy a cambiar y a mover muchos aspectos de lugar, mi deber es cambiarles el nombre y proteger sus identidades. Creo que en Selfie la autoficción fue un recurso que utilicé para ser honesto. Es una obra que tanto desde la construcción del texto, así como desde la puesta en escena, tiene mucho de psicodrama. Por ejemplo, las fases por las que pasa el psicodrama están en este texto a nivel de estructura. Selfie es como una sesión de psicodrama, incluso, trabajamos mucho las improvisaciones a partir de las pautas del psicodrama.

Hay una pauta fundamental que empecé a escribir la obra: mostrar a jóvenes que no quisieran irse del país y aun así desearan una vida digna, y por ende, exponer lo que tenían que hacer para salir adelante, para superarse profesional y económicamente.

Queríamos además, dejar un sabor grato en los espectadores, aunque tocáramos temas fuertes, a veces dolorosos, no queríamos dejar en el público un sentimiento derrotista. Para eso, jugamos mucho con los cambios de tono, algunas escenas las contamos desde un enfoque más de comedia, y otras desde un tono más serio y dramático.

Esta obra es muy susceptible de caer en el melodrama, y por eso la cuidamos mucho con la variedad en los matices. Otro elemento que quise mantener y sacarle partido desde la puesta en escena fue el de teatro dentro del teatro. Los actores debían actuar como ellos mismos en la situación de los personajes, esa fue la premisa. No quería una caracterización forzada y ajena a ellos, por eso el pullover que trae cada uno tiene su fecha de nacimiento, aunque interpreten un personaje nunca dejan de ser los actores, los jóvenes y los seres humanos que son en la realidad.

En ese aspecto fue fundamental la asesoría del director Carlos Celdrán, en todo el trabajo con el comportamiento de los personajes, él fue mi tutor en la Maestría de Dirección Escénica y su influencia fue clave.      

–Muchos creadores hablan de cómo se enriquece un texto cuando es pensado por su autor para llevarlo a escena inmediatamente después de su escritura. ¿Fue este un elemento que te ayudó a ti en particular?

Ciertamente. Me bastaron dos lecturas de los actores antes de empezar a montarlo, para cambiarle el final. Ya la dramaturga y maestra Raquel Carrió había entrado en crisis con el final y me dijo entonces que no le gustaba, pero me aconsejó que no me apurara en encontrarlo, que en cuanto empezara a trabajar con los actores, ellos mismos se encargarían de mostrarme el camino, y así fue.

–La autoficción es un doble pacto, convive entre dos mundos, lo real y lo ficcional, la verdad y la mentira, lo documental y lo reconstruido. Tal vez por eso Selfie es tan honesta, porque tiene ese dolor que nace de la dualidad, de la ambivalencia, de la ambigüedad, del desdoblamiento, de lo mutable.

Eso es Selfie. Quería de alguna manera retratar mi generación, creo que nosotros hemos tenido que pactar con muchas “Cubas” al mismo tiempo. Yo trabajo casi todas las noches en shows donde tengo que vender la Cuba del Buena Vista Social Club, Guajira guantanamera, chan-chan y mojitos. Ese es un acto complicado, la gente que lo mira desde afuera lo puede ver desde un punto de vista idealizado, pero tener profesiones tan distintas al mismo tiempo, ver tantas realidades diferentes todo el tiempo es sumamente complejo y agotador.

Ese es el dolor que llevo a Selfie, un padecimiento en el que estoy preso, no puedo salir de ahí porque lo necesito para tener una economía mejor. Entonces hago teatro en el tiempo que me queda para salvarme la vida. He tenido la suerte de poder cohabitar en los dos mundos al mismo tiempo, como muchos de mi generación.


Los nasobucos infantiles de Luis Manuel

Cuando Luis Manuel Valdés LLauguert cosía los vestuarios del grupo Noria, y conservaba luego los retazos que sobraban, sabía que en algún momento iban a ser útiles. Su invariable hábito lo llevó a nuevas tareas, pues desde que en Cuba fuesen declarados los primeros casos de COVID-19, ya su máquina de coser se apresuraba a crear los primeros nasobucos que repartió entre amigos y vecinos de su barrio al centro de la ciudad de Matanzas.

fotos cortesía de Luis Manuel

Entre ellos unos niños testarudos, vecinos de la cuadra, se negaban a usar la prenda, sin embargo, la creatividad de este joven miembro de la AHS en Matanzas y director del proyecto de teatro callejero Noria no se hizo esperar y en unos pocos días ya tenía listos otros tantos, esta vez, con modelos muy singulares, a los cuales los pequeños no pudieron resistirse.

fotos cortesía del entrevistado

“De ese incidente viene mi motivación, pues cuando vi que con un poco de creatividad lograba que esos pequeños usaran el nasobuco, pensé que utilizando los recortes de nuestros vestuarios podía hacer otro grupo para  otros niños que los necesitaran y me enfrasqué en la tarea”, comenta Luis Manuel.

Cerca de 25 piezas con diseños sumamente originales fueron donadas por él a varios círculos infantiles de la cabecera provincial. Luis Manuel cuenta con orgullo la alegría con que fueron recibidos, incluso los niños de su barrio le han otorgado nuevas funciones en a veces intentan usarlos como títeres.

“El objetivo esencial es crear una pieza que resulta imprescindible en estos tiempos, pero más personalizada, de manera que los niños se sientan motivados a usarla y se protejan.

fotos cortesía del entrevistado

“Por supuesto, es un trabajo que lleva tiempo y recursos, porque recrear estos personajes de cuentos o dibujos animados requiere un esfuerzo extra y a veces no tenemos suficiente material, pero lo importante es saber que a los niños les gustan y que estamos colaborando al enfrentamiento del coronavirus”.

Junto a Luis Manuel y su madre, otros artesanos de la Red de Educadores Populares se suman a esta tarea de crear para los más pequeños en tiempos de Coronovirus.

“Vamos a seguir aportando mientras se pueda, son tiempos de solidaridad y si tenemos la posibilidad de ayudar, lo seguiremos haciendo”, dijo con seguridad.

fotos cortesía de Luis Manuel

Los nasobucos infantiles de Luis Manuel

Cuando Luis Manuel Valdés LLauguert cosía los vestuarios del grupo Noria, y conservaba luego los retazos que sobraban, sabía que en algún momento iban a ser útiles. Su invariable hábito lo llevó a nuevas tareas, pues desde que en Cuba fuesen declarados los primeros casos de COVID-19, ya su máquina de coser se apresuraba a crear los primeros nasobucos que repartió entre amigos y vecinos de su barrio al centro de la ciudad de Matanzas.

fotos cortesía de Luis Manuel

Entre ellos unos niños testarudos, vecinos de la cuadra, se negaban a usar la prenda, sin embargo, la creatividad de este joven miembro de la AHS en Matanzas y director del proyecto de teatro callejero Noria no se hizo esperar y en unos pocos días ya tenía listos otros tantos, esta vez, con modelos muy singulares, a los cuales los pequeños no pudieron resistirse.

fotos cortesía del entrevistado

“De ese incidente viene mi motivación, pues cuando vi que con un poco de creatividad lograba que esos pequeños usaran el nasobuco, pensé que utilizando los recortes de nuestros vestuarios podía hacer otro grupo para  otros niños que los necesitaran y me enfrasqué en la tarea”, comenta Luis Manuel.

Cerca de 25 piezas con diseños sumamente originales fueron donadas por él a varios círculos infantiles de la cabecera provincial. Luis Manuel cuenta con orgullo la alegría con que fueron recibidos, incluso los niños de su barrio le han otorgado nuevas funciones en a veces intentan usarlos como títeres.

“El objetivo esencial es crear una pieza que resulta imprescindible en estos tiempos, pero más personalizada, de manera que los niños se sientan motivados a usarla y se protejan.

fotos cortesía del entrevistado

“Por supuesto, es un trabajo que lleva tiempo y recursos, porque recrear estos personajes de cuentos o dibujos animados requiere un esfuerzo extra y a veces no tenemos suficiente material, pero lo importante es saber que a los niños les gustan y que estamos colaborando al enfrentamiento del coronavirus”.

Junto a Luis Manuel y su madre, otros artesanos de la Red de Educadores Populares se suman a esta tarea de crear para los más pequeños en tiempos de Coronovirus.

“Vamos a seguir aportando mientras se pueda, son tiempos de solidaridad y si tenemos la posibilidad de ayudar, lo seguiremos haciendo”, dijo con seguridad.

fotos cortesía de Luis Manuel