Eduard Encina


La resistencia del silencio: décimas a mano limpia

A Mailer, Handel y Malcom

El silencio es una muerte de antemano: otra escritura. Una palabra fractura la exactitud de la suerte. Otra palabra subvierte desenlaces que no elijo. No hago silencio: corrijo toda palabra inservible. Para decir lo invisible preciso callar. Sufijo.

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La realidad quema, pero la poesía salva. La belleza todavía es defendible desde libros como Estructuras del silencio[1]. No hay ambición aquí, solo palabras con propósito: lenguaje deshilachado. Imagina un tejido natural. Yagua de palma. Ahora imagina cómo la naturaleza crea ese tejido. Molécula a molécula. Así pacta Eduard Encina con su libro. No es conveniente buscar mensajes ocultos en la yagua. Ninguna interpretación de más. El libro es un bunker donde resguardarse, erigido en estructura de símbolos, imágenes y silencios: pertinentes espacios mentales para habitar.

Desde los primeros octosílabos, el sujeto se posiciona en su fuero, no duda: jab arriba: “Para escribir hace falta/ escribir. ¿Tan solo eso?/ La escritura es un proceso/ y no el ímpetu que asalta”. Tres clics en la cata: una lengua hábil en el decir, una mano firme en el ejecutar, un sustrato sólido en el menester. El sujeto planta la substancia y el atributo. Escribe con oxígeno: inspira, expira versos: “Matar un verso da suerte,/ matar sin abracadabra./ Para que exista palabra/ se precisa alguna muerte.” Su esparrin es con el lenguaje: no el lenguaje de la poesía, sino el lenguaje en la poesía.

El silencio que interesa a Eduard es el que sucede mientras dura el balón en el aire. El balón sale de las manos. Un tiro ganador en potencia. El reloj contador llega a cero. El sonido de la conmoción por la sorpresa, por la victoria insólita, no interesa. Interesa el instante anterior: la belleza ausente, la posibilidad de la angustia o de su contrario. Luego de reparar en ello, da igual que el balón entre por el aro o no. La poesía es un hálito: “Un paso más. Nada impida./ la sombra sobre el asfalto./ El borde está listo, el salto./ La palabra se suicida.”

Para instalar en la tea las palabras que aniquilo, debo poner el sigilo entre el papel y la idea. Así el poema gotea sobre un madero que iza los legajos con la driza. Para volver a juntar palabras debo sacar lenguaje de la ceniza.

La estructura de Estructuras se establece cuidadosamente sobre una mística cristiana bastante evidente, pero con una interpretación muy personal. Encina toma porciones de su simbología y las echa a flotar en el mar Caribe, en el río Contramaestre, muy cerca de dónde no crucificaron al apóstol de los cubanos.

Estos símbolos son pesados, tan pesados como un anillo de hierro con un nombre grabado. Son demasiado pesados para que se sostengan sobre cualquier agua. El poeta debe hacerlos flotar. El poeta hace de sus versos un material más denso que el hierro –de símbolo Fe, por si fuera poco– dónde su ethos no se hunde: hierro flotando en mercurio: “Un poeta salta y grita/ la sinrazón, y en su grito/ flagela también el mito/ que en la palma oscureció./ Los muros de Jericó/ van a caer. Está escrito.”

Pareciera ir esta idea hacia el envés del símbolo que connota, pero nada de eso: la textura del cuaderno es esencial. Yagua de palma. No hay pretensión aquí. Por eso los poemas se confirman sin necesidad de vínculo alguno, sin extrapolaciones ramplonas como la presente. Igual se insiste, sin ir a la técnica. Aquí se camina hacia las gradaciones: anémonas que cuelgan del límbico luego de una lectura bien digerida: “Se cae el cielo y arrasa/ el misterio, la virtud./ Pensar es una actitud/ estéril, una utopía/ que sucumbe a sangre fría.”

Eduard dispone su atisbo desde y hacia el lenguaje como suceso efímero, aunque arduo. Otorga el privilegio de la palabra a lo que carece de ella, esperando obtener a cambio esencias de las que carecemos. Por eso establece sus mecánicas en un punto intermedio, para anular la construcción denotativa que nos han embutido en el cerebro: “La lengua es fugaz y vale / lo que el pensamiento pesa.”

Busco un milagro en la sombra bajo el árbol de la encina. Busco belleza en la espina, en el signo que la nombra. Si el universo no asombra la cierta luz que me agencio, en lo oscuro me sentencio: deshacer la signatura y establecer la estructura: estructuras del silencio.

De punta a cabo hay una pregunta de Damocles, que orbita encima y amenaza con responderse, pero prefiere permanecer en el misterio: allí cumple mejor su propósito. El poeta lo sabe. El poeta golpea el teclado. Lenguaje binario. Luz contrastada. La poesía no es libro de texto. No busque conocimiento ahí. Búsquese. Aun así, hay cosas que solo pueden ampararse desde un volumen de poemas. Resistencia de la belleza. Un buen puñado de poemas resiste la corrosión o –en todo caso– alerta sobre las luces que la corrosión implica. Ese simple acto puede sostener cualquier estructura: el silencio inmediatamente anterior a que en el principio fuese el verbo: “Me duele el cielo. Con todo/ este dolor no habrá queja.”

Por echar mano a una idea hemingweyana: un buen poema gana por nocaut, un buen libro de poemas gana por puntos. Sin embargo, hacia el final de Estructuras no puede evitarse el puñetazo, el súbito resplandor. Pero cuidado una vez más con los significados sobrantes. De nada sirve detenerse en barruntos que agreguen signos premonitorios sobre lo inevitable, sobre el único ¿fin? posible que conocemos y que es denominador común. Sería, cuando menos, fútil. Dejemos la urdimbre dentro del ring.

El poeta es la bestia hermosa. Ballena blanca. Por mucho que lo intente no puede ocultarse en la manigua: su verso lo delata. Su proceso creativo asumido como ministerio también lo delata. Esparrin duro y puro. A golpe de lenguaje supo colocar la décima junto al verso libre: toda su poesía puede leerse como unidad. Técnica impecable. Un solo golpe de mambí, a mano limpia, duro y al rostro. Conteo de protección.

 

[1] Estructuras del silencio, Eduard Encina, Ediciones La Luz, Holguín, 2017.


De camino a los orígenes

I

Cuentan que desde el central América, propiedad de Federico Fernández, se financió la revista Orígenes. Un central que produjo azúcar y literatura. El dueño era tío de José Rodríguez Feo, quien fuera uno de los editores de la publicación del grupo homónimo, grupo que dio a la cultura cubana un capítulo de belleza inigualable.

Cerca de lo que fuera el glorioso central, está la ruta funeraria de nuestro Apóstol José Martí. Una ruta que yace imponente como la vena principal de la isla. Una ruta que empieza en Remanganaguas, sitio donde ocurrió el primer entierro de nuestro héroe nacional. Un cementerio donde aún permanece el corazón de la isla.

En estos sucesos nace la inspiración para el Encuentro de Jóvenes Escritores Orígenes en el municipio de Contramaestre. Una jornada capaz de vincular la identidad, el patriotismo y la literatura. Un encuentro para homenajear al cubano a través de la figura y el ideal de Martí, una cita para la historia.

II

La XII edición del Encuentro de Jóvenes Escritores Orígenes estuvo marcada por las condiciones impuestas por el nuevo coronavirus. Cuando el mundo aún no sabe cómo será el volver a la normalidad, y nuestro país mantiene las medidas pertinentes para controlar la situación, los jóvenes de la AHS no han fallado con la historia.

Este año el encuentro estuvo dedico al aniversario 125 de la caída en combate en Dos Ríos del Héroe Nacional y a la vigencia de su pensamiento en nuestro presente. Resulta más que simbólico en un período de emergencia mundial, que los jóvenes busquemos resguardo en la obra del maestro. Martí emerge como luz en un momento de crisis sanitaria, pero también crisis humana. Martí sintetiza todos los valores de nuestra Cuba actual, su imagen hoy, resulta ser el país que un día soñó.

fotos de archivos tomadas del Facebook de la AHS en Contramaestre

III

Esta edición resultó ser una jornada sencilla pero muy significante. Convirtiéndose en un espacio de remembranza, de abrazo colectivo y de búsqueda en nuestra memoria histórica reciente. Estos dos días (18 y 19 de mayo) toda Cuba pelegrinó hasta Remanganaguas y colocó su oído sobre la tierra. Toda Cuba sintió la vibración del suelo en ese campo santo.

También fue un momento para recordar al poeta, narrador y eterno miembro de la AHS Eduard Encina. Fundador del concurso luego devenido en jornada literaria, Encina influyó en la vida cultural toda de Contramaestre y siempre será un espacio para admirarlo y tenerlo presente.

IV

La utilización de las plataformas digitales para la promoción y consumo del arte se instala hoy en nuestra cotidianidad. La gran mayoría de los creadores cubanos entran a la red para mostrar su obra desde casa. Aficionados y profesionales comparten el mismo espacio, el mismo público, el mismo “me gusta”. El arte cubano ahora entra en una democratización diferente, donde las conductas responden a otro tratado sistémico.

En ese panorama atípico, la AHS dimensiona su labor por promover el trabajo de los creadores más jóvenes. Siguiendo la experiencia de Las Romerías de Mayo realizadas en el presente año, la Asociación Hermanos Saíz en Santiago de Cuba se ha propuesto no decaer la programación habitual ni sus eventos principales. Orígenes resultó ser el inicio para concretar esa idea, permanecer activos como organización. Sin dudas, un movimiento que conectará a los asociados y su público con una asociación más extensa, diversa y alcanzable.

Los esfuerzos hechos por la organización antes del estado de emergencia actual parecen minúsculos hoy, en comparación con el accionar diario de la AHS en todo el país. Un esfuerzo que habrá que mantener y priorizar teniendo en cuenta que la vida no volverá hacer igual, y el espacio digital nos convida a un diálogo necesario.

Un camino al corazón de Cuba, un lugar obligado para el homenaje a #MiMartí #MartíMaestro. En homenaje al 125 aniversario de su caída en combate.Sociedad Cultural José MartíAsociación Hermanos Saíz

Publicada por Buena Luz Producciones en Martes, 19 de mayo de 2020

V

La próxima edición del Encuentro de Jóvenes Escritores Orígenes, a realizarse del 18 al 20 de mayo de 2021, estará dedicada a la traducción literaria, una labor a veces subvalorada como ejercicio intelectual. Más de una quincena de jóvenes se reunirán una vez más en Contramaestre para compartir sus experiencias y sus saberes. Más de una quincena de trovadores, poetas y narradores volverán a revisitar los espacios habituales. Se leerán poemas en lo que fuera la casa de Federico Fernández y se irá en busca, otra vez, del corazón de la isla.

Cuando el encuentro físico sea posible, también tendremos el encuentro digital como herencia de la crisis. En ese momento una quincena de jóvenes pudieran ser acompañados por todo un país. Todos en busca de la belleza. Todos en busca de sus orígenes.


Cargar la isla, pero cargarla en peso (+ galería de imágenes)

Cartel Otra isla… otro peso – Aneli Pupo

Palabras del catálogo de la muestra fotográfica Otra isla… otro peso, de la joven artista Aneli Pupo Rodríguez (Holguín, 1987), expuesta en la galería Antón Morales (CPAP) como parte de la Jornada literaria La isla en peso, realizada en Guantánamo, del 15 al 17 de enero, con dedicatoria a la joven poesía del Oriente cubano y al escritor santiaguero Eduard Encina (1973-2017).

Virgilio Piñera reconfiguró la isla en toda su dimensión. La isla antes y después de Piñera, uno de los más insubordinados, lúcidos y necesarios escritores cubanos, no es la misma. Es la isla en peso. Esa que, además de estar sumida en la metafísica y palpable maldita circunstancia del agua por todas partes que ha signado al poema, es una isla cargada, desde los días genésicos, de un desbordante erotismo. De cuerpos que invitan a despojarse de sus ropas para nadar, cuerpos que intentan poner en claro el primer contacto carnal en este país, y el primer muerto. He dado las últimas instrucciones. Todos nos hemos desnudado, escribe Virgilio.

El himno de la doncella – Aneli Pupo

Desnudos, como hubiera querido Piñera, entramos a la isla de cuerpos y significantes que nos propone la obra fotográfica de Aneli Pupo; una, a mi entender, de las más interesantes artistas jóvenes en Cuba. Los cuerpos en la misteriosa llovizna tropical, en la llovizna diurna, en la llovizna nocturna, siempre en la llovizna, los cuerpos abriendo sus millones de ojos, los cuerpos, dominados por la luz, se repliegan ante el asesinato de la piel, los cuerpos, devorando oleadas de luz, revientan como girasoles de fuego encima de las aguas estáticas, los cuerpos, en las aguas, como carbones apagados derivan hacia el mar, leemos en una de las sinfonías más sensuales y procaces de la lírica cubana. Nos adentramos en las piezas fotográficas de Aneli ––cuyos títulos, además, se regodean lúdicamente con versos del poema–– casi instintivamente, de manera sensorial, para palpar cuerpos, contornos, laceraciones, sensualidad… Y para preguntarnos además: “¿Qué trajo la metamorfosis?”. Otra isla, ¿otro peso acaso?

Hamacas invisibles – Anelí Pupo

La claridad invade – Aneli Pupo

Los cuerpos de Aneli Pupo ––cuerpos femeninos que insisten en “el desentrañamiento de una identidad–– han recorrido, e insisten aun en hacerlo, diferentes ruedos antes de adentrarse en los caminos de la isla: la fragilidad corporal (la silueta humana, el dolor, los objetos del dolor) en antagonismo a la fortaleza del carácter femenino, en series como Manual de la artista; el hecho plástico y la aptitud femenina (un acto, además, de liberación imprescindible como ser social) en Matriarcado y Perestroika; el cuerpo como receptáculo de la psiquis (la ansiedad, la depresión, la agresividad, las dudas, los miedos) en Insight y Plegaria; lo efímero de la existencia humana en Monocromos de un ocaso y Estampas de la memoria; “la figura que constantemente se acopla y se renueva” en Evoluciones; las marcas del embarazo, los cambios físicos evidentes en el cuerpo femenino que niegan los cánones de belleza, en InPerfectas

Los cuerpos desnudos de Aneli ––Piñera insiste en quererlos así, desnudos–– se adentran aquí en la inmensidad vegetal de la isla. Ella cava esta tierra para encontrar los ídolos y hacerse una historia. Son cuerpos incorporados naturalmente a la flora, a las variaciones del verde, al agua, a las formas (troncos, ramas) de los árboles… Árbol del poeta, árbol del amor, árbol del seso. Cuerpos que recuerdan la inmensa obra de la también cubana Ana Mendieta; cuerpos sufridos (colgantes, en equilibro) como muchas piezas de Marta María Pérez y Cirenaica Moreira, pero que se reconocen libres, autónomos, posibles, en la cosmogonía poderosa de esta artista.

Bajo la lluvia, bajo el olor, bajo todo lo que es una realidad… Aneli Pupo sabe que la isla, ese amplio bosque difuso, erótico, maternal, como la luz o la infancia, aún no tiene un rostro fijo. Desnudos entramos a los territorios de la isla; desnudos también salimos, pero menos livianos. Hemos dejado, para cargar en cambio más. La isla, sobre los hombros, realmente pesa.


Una jornada para la literatura joven

La realización del panel teórico Un hombre no es un hombre, es un destino, sobre la obra de Eduard Encina Ramírez, presidido por los intelectuales Eldys Baratute, Jorge L. Legrá, Onel Pérez Izaguirre y José Raúl Fraguela, marca el inicio de la VIII Jornada La Isla en peso, que auspicia la Asociación Hermanos Saíz en Guantánamo hasta mañana 17, para acercar al público local la poesía novel del oriente.

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Nombrar las cosas vuelve a ser realidad

Nombrar las cosas —peña que fundara el desaparecido escritor Eduard Encina en el oriental municipio de Contramaestre—, se retomó desde este 1ro. de julio, con un invitado especial: Andrés Pavón Murillo, el embajador de Honduras en Cuba, quien presentó su novela inédita Recuerdos que silban y cantan en alas de mariposas.

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